Gustavo Rodríguez's Blog, page 12

August 14, 2015

Inteligente como yo

A veces, cuando se afinan los oídos y el nervio que los conecta al cerebro, uno se da cuenta de que existen ciertas frases dichas al aire sin preocupación que revelan la raíz de algunos males sociales. Anoche, por ejemplo, capté este diálogo en una cena:


–Qué simpático es X, ¿no?

–Además es brillante.

–Justo ayer leí un artículo suyo que me gustó mucho. Pensamos lo mismo.


Por otro lado, esta semana la fotógrafa Cecilia Larrabure me escribió con cierta preocupación luego de que ella y sus socios hubieran lanzado el tráiler de su documental titulado “Yawar Fiesta: La visita de un dios alado”. La película ­–filmada en el pueblo de Coyllurqui, entre los estremecedores macizos andinos del sur peruano– nos cede el rarísimo privilegio de observar la costumbre anual de sus habitantes de cazar a un cóndor y mantenerlo vivo con el respeto que merece una divinidad para, luego de unos días, amarrarlo sobre un toro de lidia en una plaza jubilosa. No es el objetivo de la cinta ahondar en el simbolismo de lo andino que triunfa sobre lo hispano, sino preocuparse por la vulnerabilidad del ave sin permitirse atacar la tradición: un diálogo que busca soluciones sensatas de preservación mientras nos internamos en paisajes y costumbres poco conocidas.

Sin embargo, Cecilia me escribe:


“Hemos detectado en las redes sociales que mucha gente, apenas lee el nombre Yawar Fiesta, se salta el enlace pensando no, yo estoy en contra, sin siquiera haberse tomado la molestia de ver el tráiler e informarse un poquito más”.


Y hoy estuve respondiendo en mi página de autor los comentarios a un artículo que publiqué hace poco. En dicha columna me había dedicado a compilar las letras de decenas de canciones populares que hablan de la muerte de uno cuando el ser amado nos deja porque al final quería dejar flotando una reflexión que fuera completada por el lector. Y, de pronto, me topé con un joven que me escribe:


–Antes me parecías un tipo inteligente… pero para hacer este post… ¿citar letras de canciones y concluir eso?


Le respondí con amabilidad seca, pero confieso que por unos cuantos minutos me carcomió un rencorcillo. Y mientras más pensaba en su comentario, más cuenta me iba dando de que mi molestia no se debía a que le disgustara mi artículo –lo verdaderamente extraño sería que le gustara a todos los lectores– sino que aquel comentarista tuviera como parámetro general de lo que es sensato y inteligente su propia experiencia vital.

Todos tenemos una visión egoísta del mundo. Después de todo, nadie más siente el entorno de la manera exacta en que uno lo percibe. Sin embargo, ahora no puedo dejar de pensar que las barreras que atentan contra nuestras grandes concertaciones deben nacer de nuestra pereza para abandonar esa posición cómoda.

Las redes sociales, pues, han llegado para hacer más visible una gran falencia humana: la mayoría de personas que se informa a través de internet no busca expandir su conocimiento, sino confirmar que tiene la razón.


 

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Published on August 14, 2015 03:00

August 7, 2015

Entre Mistura y Librura

Se ha convertido en lugar común decir que los peruanos preferimos atiborrar nuestras panzas de comida que nuestras mentes de lecturas.

Si nos atenemos a ciertos síntomas, es verdad.

En nuestro país existe una monstruosa cantidad de restaurantes que abren cada semana en comparación con las librerías que se inauguran. Las secciones de gastronomía en las publicaciones nacionales son enormemente más numerosas que las de literatura. Los mercados de abasto fluyen vitales mientras que las bibliotecas ni siquiera sirven como referencia para encontrar una dirección. Quitemos a Vargas Llosa del panorama cual pareja despechada y, ante la pregunta de qué escritor peruano conoces, cualquier estudiante de secundaria balbuceará el nombre de algún escritor muerto, pero seguramente sí será capaz de nombrar a un chef vivo. Y ya ni ahondaré mucho en las estadísticas sobre el analfabetismo funcional de nuestros escolares en la última década, ni en los hermosos concursantes de reality que sí saben responder lo que es un cebiche pero no pueden relacionar a Cervantes con El Quijote.

Pero quizá sea una injusticia comparar el consumo peruano de gastronomía con el de literatura. Después de todo, comer es una necesidad más visceral que leer: en nuestros hogares los padres se preocupan en llevarle la comida a sus hijos con mucha más frecuencia de la que se preocupan por llevarles libros.

Sin embargo, algo de esta verdad no me cierra en estos días. O quizá sea que cuando algo se hace lugar común, una parte mía se rebela y ve la manera de buscarle tres pies al suricato.

Esta semana, la Cámara Peruana del Libro ha compartido las cifras de la reciente Feria Internacional del Libro de Lima. Según el comunicado, las ventas de libros de este año se elevaron en un 30 % en comparación con las de 2014. Entiéndase que en una economía que se percibe como desacelerada. Y, sorprendentemente, los visitantes que pagaron su entrada –sin contar niños pequeños ni adultos mayores– superaron al medio millón.

¿Sabe usted cuántos asistentes pagantes tuvo Mistura en su última edición? 420 mil.

Entonces, ¿cómo es posible que en la ciudad donde supuestamente nadie lee, una feria del libro haya tenido más visitantes que la meca de nuestra gastronomía? ¿A qué le debemos esta sorpresa? Las respuestas pueden ser muchas, pero yo ensayaré un par que tratarán de saltarse obviedades como que entrar a Mistura es más caro o que esta versión de la FIL ha tenido una mejor cobertura en los medios.

La primera es que en Lima faltan espacios públicos para las familias y que los espacios lúdicos, así adentro vendan libros, siempre serán imanes en esta contexto. Un parque como el de Los Próceres que ya se está volviendo un referente libresco, intervenido con la atractiva arquitectura provisional que diseñó Augusto Ortiz de Zevallos ayudan a este llamado magnético.

La segunda razón detrás de la sorpresa es otro lugar común detestable: pensar que la cultura es en sí un mal negocio. Los seres humanos somos manojos sensoriales que buscan experiencias y no categorías de consumo. Avisadas están las autoridades que nos representan y también los medios de comunicación: ofrézcanle a la gente espacios físicos y mentales que enriquezcan su espíritu de forma amena, y otro será el menú que exigiremos.


 


 


 


 

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Published on August 07, 2015 03:00

July 31, 2015

Me quiero morir

Algo de mí se va muriendo, quiero saber por qué te vas amor, canta Camilo Sesto.

Y tú te vas, así como si nada, acortándome la vida, dice Chayanne.

No quiero perderte, prefiero la muerte, se desangra Lucía Méndez.

No sé si vuelva a verte después,
 no sé que de mi vida será, nos canta José José.

Yo te quiero más que a mi vida, porque sin tu amor yo me muero, confiesa Carlos Vives.

Siento que muero, me estoy ahogando sin tu amor, se chorrea Maná.

Si tú no vuelves no habrá esperanza ni habrá nada, suplica Miguel Bosé.

Porque tú eres mi gran amor, gran amor, y sin ti no vivo, canta Nino Bravo.

Que tu ausencia es mi dolor, que yo sin tu amor me muero, vuelve a insistir Bosé.

Yo soy aquel que por quererte ya no vive, nos recuerda Raphael.

Dando vueltas voy buscando una razón mientras muero sin tu amor, canta Karoll Márquez.

No sé si brillan las estrellas, 
pero yo me encuentro entre tinieblas cuando tú no estás, clama de nuevo Raphael.

Se desgarra mi cuerpo y no vivo un segundo para decirte que sin ti muero, nos recuerda Juan Luis Guerra.

Si me dejas ahora no seré capaz de sobrevivir, insiste José José.

Eres tú, amor, mis ganas de reír, el adiós que no sabré decir porque nunca podré vivir, canta Shakira.

Porque mientras espero por ti me muero y no quiero seguir así, rockea Andrés Calamaro.

Porque te quiero tanto y no puedo estar así, muero por ti y no sé de ti, gime Shaila Durcal.

No podría vivir alejada de ti, no sabría qué hacer
si no estás junto a mí, confiesa su madre, la gran Rocío.

No te vayas nunca porque no puedo estar sin ti, si tú no estás aquí me quema el aire, nos dice Rosana.

Si tú no estás yo me voy a morir, 
si tú no estás ya no puedo seguir, salsea Antonio Cartagena.

Nunca me sentí tan desgraciado, ahora no me importaría morir, canta Menudo.

Vivir la vida sin ti es algo como morir, arremete Shakira.

Si de mí te alejas volará en pedazos mi razón, mi vida, si de mí te alejas, gime Fernando Riba.

Y para que no se sufra solo en castellano, pues Eric Carmen se desgañita: All by myself I don´t want to be.

You give my life direction, you make everything so clear, nos dice REO Speedwagon.

I don´t want to live without you, declara Foreigner.

How am I supossed to live without you, grita Michael Bolton.

Can´t live without you, ruge Scorpions.

Can´t live if living is without you, se rasga Badfinger y a ellos se suman con sus covers Harry Nilsson, Air Supply, Chris de Burgh, Mariah Carey, Celine Dion, Leona Lewis, Midnight Shift, Kelly Clarkson, John Owen-Jones y hasta la grandiosa Gladys Knight.

If you leave now you´ll take away the biggest part of me, confiesa Chicago.

Aprieto stop y me asaltan las preguntas. Si los protagonistas de la música popular no habrán firmado un velado pacto con la industria de fármacos, los colegios de psicólogos y los curanderos que prometen amarres. Si toda la vida escuchándolos no cincela en nuestra psique la estupidísima idea de que nuestro bienestar depende del otro. Si moriré cuando ella ya no esté.

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Published on July 31, 2015 06:06

Texto leído por Gustavo Rodríguez se vuelve viral

El 3 de julio de 2015, Gustavo Rodríguez fue invitado a participar de la presentación de “CIA 1985: El espía sentimental”, la reciente novela de Alejandro Neyra. Cuando fue su turno, le leyó al auditorio una supuesta llamada interceptada por la DINI entre Alan García y el autor de la novela quien, como diplomático, se encontraba entonces de labores en la Embajada de Perú en Chile.

Aquí la supuesta llamada, difundida como entretenimiento por un portal informativo.


http://utero.pe/2015/07/16/llamada-interceptada-entre-alan-garcia-y-el-escritor-alejandro-neyra/


 

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Published on July 31, 2015 06:02

Me quiero morir

Algo de mí se va muriendo, quiero saber por qué te vas amor, canta Camilo Sesto.

Y tú te vas, así como si nada, acortándome la vida, dice Chayanne.

No quiero perderte, prefiero la muerte, se desangra Lucía Méndez.

No sé si vuelva a verte después,
 no sé que de mi vida será, nos canta José José.

Yo te quiero más que a mi vida, porque sin tu amor yo me muero, confiesa Carlos Vives.

Siento que muero, me estoy ahogando sin tu amor, se chorrea Maná.

Si tú no vuelves no habrá esperanza ni habrá nada, suplica Miguel Bosé.

Porque tú eres mi gran amor, gran amor, y sin ti no vivo, canta Nino Bravo.

Que tu ausencia es mi dolor, que yo sin tu amor me muero, vuelve a insistir Bosé.

Yo soy aquel que por quererte ya no vive, nos recuerda Raphael.

Dando vueltas voy buscando una razón mientras muero sin tu amor, canta Karoll Márquez.

No sé si brillan las estrellas, 
pero yo me encuentro entre tinieblas cuando tú no estás, clama de nuevo Raphael.

Se desgarra mi cuerpo y no vivo un segundo para decirte que sin ti muero, nos recuerda Juan Luis Guerra.

Si me dejas ahora no seré capaz de sobrevivir, insiste José José.

Eres tú, amor, mis ganas de reír, el adiós que no sabré decir porque nunca podré vivir, canta Shakira.

Porque mientras espero por ti me muero y no quiero seguir así, rockea Andrés Calamaro.

Porque te quiero tanto y no puedo estar así, muero por ti y no sé de ti, gime Shaila Durcal.

No podría vivir alejada de ti, no sabría qué hacer
si no estás junto a mí, confiesa su madre, la gran Rocío.

No te vayas nunca porque no puedo estar sin ti, si tú no estás aquí me quema el aire, nos dice Rosana.

Si tú no estás yo me voy a morir, 
si tú no estás ya no puedo seguir, salsea Antonio Cartagena.

Nunca me sentí tan desgraciado, ahora no me importaría morir, canta Menudo.

Vivir la vida sin ti es algo como morir, arremete Shakira.

Si de mí te alejas volará en pedazos mi razón, mi vida, si de mí te alejas, gime Fernando Riba.

Y para que no se sufra solo en castellano, pues Eric Carmen se desgañita: All by myself I don´t want to be.

You give my life direction, you make everything so clear, nos dice REO Speedwagon.

I don´t want to live without you, declara Foreigner.

How am I supossed to live without you, grita Michael Bolton.

Can´t live without you, ruge Scorpions.

Can´t live if living is without you, se rasga Badfinger y a ellos se suman con sus covers Harry Nilsson, Air Supply, Chris de Burgh, Mariah Carey, Celine Dion, Leona Lewis, Midnight Shift, Kelly Clarkson, John Owen-Jones y hasta la grandiosa Gladys Knight.

If you leave now you´ll take away the biggest part of me, confiesa Chicago.

Aprieto stop y me asaltan las preguntas. Si los protagonistas de la música popular no habrán firmado un velado pacto con la industria de fármacos, los colegios de psicólogos y los curanderos que prometen amarres. Si toda la vida escuchándolos no cincela en nuestra psique la estupidísima idea de que nuestro bienestar depende del otro. Si moriré cuando ella ya no esté.


 

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Published on July 31, 2015 03:00

July 24, 2015

Los extranjeros

Mis hijas han crecido con la costumbre de aprovechar los días de Fiestas Patrias para hacer un viaje fuera de nuestra ciudad. Podría apostar, incluso, que las travesías que más recordarán en su vida serán esas que hicimos como familia, embutidos en una camioneta, inventando juegos y canciones mientras conocíamos nuevos climas, acentos y costumbres.

Sin embargo, hace unos años se me ocurrió tomar una autopista que no ocupa lugar en el mundo físico.


–¿Ya tienen listas sus maletas?

–¡Sí!¡ ¿Pero a dónde?!

–Ustedes no entienden lo que es una sorpresa, ¿no?


Ese sábado nos levantamos temprano, cogimos el equipaje y nos trepamos al carro. La mañana estaba húmeda, como cada vez que hemos emprendido este tipo de viajes. Según la tradición, en la mente de mis hijas el mensaje presidencial por la radio iba a ser parte de la banda sonora del trayecto. Avanzamos por la ciudad desierta, comentamos qué tipo de desayuno se nos antojaba por el camino y, de golpe, puse mi direccional.


–¿Es aquí?

–¿Es broma?

–Jeee, ya me las olía…


Nos detuvimos ante un hotel de Miraflores en el que había hecho la reserva y fuimos recibidos en la recepción. Mientras nos abrían la habitación que nos habían asignado nos asaltó la misma curiosidad que recordábamos de otros viajes y, en cuestión de segundos, ya nos sentíamos forasteros en nuestra propia ciudad. Cuando horas después subimos al bus altísimo que nos recogió para un tour guiado, nuestro acento fue el de la minoría. Nos rodeaban ingleses, franceses, estadounidenses, brasileños, chilenos y colombianos que, al igual que nosotros, veían nuestra ciudad por primera vez desde aquella perspectiva: la de nuestras calles a la altura de los segundos pisos. Nos detuvimos en monumentos, museos e iglesias por las que antes habíamos transitado con la indiferencia de quien solo se traslada. Nos tomamos fotos en la Plaza San Martín riéndonos del poto del caballo, descubrimos que el cráneo de Santa Rosa está en la iglesia Santo Domingo con una corona de flores digna de una película de Tim Burton, caminamos por las calles del viejo Rímac imaginando las intrigas de la época de Amat. Vimos la guardia en el Palacio de Gobierno, contrastamos las pollerías del jirón de la Unión con la mítica idea de calle aristocrática que nos legó Valdelomar, volvimos a cruzar la ciudad y, con la emoción de quien se va a a reencontrar con alguien querido, nos pegamos a las ventanas porque sabíamos que íbamos a ver el mar.

Los almuerzos nos supieron más ricos. Los limeños, más amables. Hechos tan domésticos como ver las Olimpiadas en nuestra habitación, o salir a comprar algún antojo al supermercado, nos parecieron acontecimientos dignos de guardarse en la memoria.

Cambiar de lupa es una brisa para la retención del mundo.

Y si bien no todas las semanas se puede ser un forastero en nuestra propia tierra, hay variaciones cotidianas que nos pueden ayudar a renovar nuestros esquemas oxidados. Caminar en lugar de subir al auto. Pasear por la vereda opuesta. Cambiar el reloj de muñeca.

Porque si la vida es un trayecto, quienes cambian de ventana acumularán más riqueza que los que se atornillan en su sitio.

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Published on July 24, 2015 06:28

July 17, 2015

Querida estudiante de periodismo:

Quizá usted recuerde que cuando me hizo esa última pregunta en mi casa le dije que responderla ameritaba algunas líneas. Confieso que su interrogante tuvo un lado halagador porque no soy periodista, pero también trae un sinsabor debido al estado de nuestro periodismo en general y a aquella anécdota que me contó en particular. Me refiero a la noticia sobre el Tribunal Constitucional. Según su relato, cuando el Congreso eligió por fin a los nuevos miembros del Tribunal, luego de una tensión que había alcanzado su cima con la marcha “No a la repartija”, un conocido noticiero prefirió darle protagonismo en los titulares a las concursantes pechugonas de un reality y cuando usted le preguntó la razón a la responsable, ella le respondió que se trataba de una estrategia para que los jóvenes se interesaran en los programas informativos.

Pocas cosas me cabrean tanto como el cinismo.

El problema más evidente tras esa excusa radica en que cada vez es más difusa la línea que separa a los escritorios de los periodistas de los del área comercial. O tal vez sea peor. Quizá en la mente de los periodistas de este siglo ya vengan conviviendo conceptos como integridad y objetividad junto a otros como inversión y retorno económico. En verdad, ninguna de estas nociones son malas en sí. Pero como ocurre con algunos ácidos al combinarse con ciertos metales, mezclarlas en una decisión periodística provoca un daño explosivo en la reputación de los medios y en nuestra sociedad. Sin embargo, el aspecto que más debería triturar aquella respuesta tiene que ver con la verdadera razón de existir del periodismo. Anteponer el arrebato de una concursante pechugona a una noticia de interés político con tal de ganar más audiencia responde a un enfoque errado. La pregunta nunca debió ser: ¿qué noticia de consumo rápido puedo colocar en lugar de la elección del Tribunal Constitucional?, sino: ¿cómo hago para que la noticia del Tribunal Constitucional alcance un interés masivo? Para hacer lo primero no se necesita estudiar cinco años en una facultad. Lo segundo sí lo haría un verdadero profesional.

Hace unos días me topé en Internet con un titular que decía lo siguiente: “Sheyla Rojas y Patricio Parodi se dejaron de seguir en Twitter”. Aclarando que aunque lo anunciaba el segmento de espectáculos de un canal de televisión igual contaminaba nuestra atmósfera con nimiedades, voy a recordarle lo que le dije del valor agregado, que es un concepto económico que en este caso puede ser elástico: ¿habrá algún periodista de espectáculos –o algún novato condenado a estas tareas– que quiera cruzar la raya de lo insignificante y aproveche esos trances para, por ejemplo, enseñarle a su público qué infidelidades cambiaron el rumbo de la historia? ¿O qué peleas conyugales terminaron siendo relevantes para la Historia?

Hecha, pues, esta larga antesala, creo que ya podré responder a su última pregunta.

Lo que le diría a quienes buscan estudiar periodismo en este contexto es que no lo hagan a menos que, de verdad, sientan agudeza en el cerebro y fuego en las tripas.

Si nuestro periodismo está en declive es por haberse llenado de mediocres sin carácter.


 

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Published on July 17, 2015 06:48

July 10, 2015

El himno más torpe

Un candor viral ha llevado a muchos habitantes de América a creer que sus países tienen el segundo himno nacional más bonito del mundo. Así lo he escuchado en Perú, Ecuador y Colombia y es de extrañar que quienes así lo creen no se hayan preguntado quién fue el jurado que otorgó dicho subcampeonato, o que no sospechen que haber premiado por unanimidad a la popular Marsellesa es solo una confirmación que hace más creíble el fraude del travieso fabulador.

Sin embargo, y sin necesidad de concursos, yo sí que me acabo de topar con el himno más idiota del mundo, tan solo debido a esta segunda estrofa. No es broma. Aparece en la guía del estudiante de la Universidad César Vallejo:


 


En memoria del genio César Vallejo

Y su ilustre fundador Cesar Acuña

Es consigna de estudiantes y maestros

Lograr que el mundo adquiera fe y paz

Donde quiera juventudes Vallejianas

Reafirmemos nuestra promesa

De forjar el desarrollo entre los pueblos

Y alcanzar un día la gran integración. 


 


El actual gobernador de La Libertad, César Acuña, merece respeto por su sagacidad para hacer empresa, pero también merece escuchar su himno en el infierno por toda la eternidad por su manera de encarar la política y el desarrollo de las sociedades. Cuando en su condición de alcalde de Trujillo el señor Acuña fue invitado a inaugurar la feria del libro de la ciudad, llamó la atención que confesara que casi nunca lee ni escribe, lo cual constituye la prueba más honesta de cinismo e incoherencia que he visto en mi vida. Además, como este himno lo demuestra, no duda en aparecer en cuanto material promocional produzca su universidad, pues conoce y alimenta esa noción de que el primer requisito para que voten por uno es ser conocido. Ya lo demás se construirá en el camino. Por supuesto que Acuña no es el único responsable de su forma de actuar: él es hijo y cómplice de la sociedad malguiada en la que hemos vivido las últimas décadas. En esta sociedad, en el ardor de conseguir nuestros propósitos, nos olvidamos de nuestra propia consistencia: puteamos contra el taxista que viene contra el tráfico, pero hacemos lo mismo en bicicleta; insultamos a la televisión que maleduca a nuestros hijos, pero no pasamos más tiempo con ellos y así, sucesivamente, hasta que ya no nos parezca escandaloso que el fundador de una universidad se ufane de no tocar un libro salvo para emparejar la pata de la mesa. En esta sociedad también nos olvidamos de que los grandes países se han construido en base a contratos sociales y no a la obra de un solo caudillo. Creemos, como los niños lo hacen con Papá Noel, que en las siguientes elecciones sí nos tocará el bueno, el Acuña de turno, y nuestras injusticias se borrarán como por conjuro, en lugar de pedir con asedio las reformas de todo el sistema. Y así, pues, aparecen los Castañedas de amarillo o los Mauricio Diez Canseco, o los Humala, o las Keiko, o los Kuczynski con –¡oh, casualidad!– el partido o el símbolo que lleva sus siglas.

Pensandolo bien, no es que este himno sea burdo. Lo es nuestro país.

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Published on July 10, 2015 06:55

July 3, 2015

Santiago sufriendo

La noche del partido Perú-Bolivia nuestra cancha era una cama de 4 metros cuadrados. El plan era sufrir y disfrutar juntos, como le provoca a cualquier familia del mundo que busca un escape a través del fútbol. Cuando Guerrero ingresó como un cuchillo caliente en manteca a meter de cabeza su primer gol, nuestros resortes vencieron a los del colchón, los brazos en alto, los gritos mezclados con los del vecindario, la esperanza de que todo era posible.

Después Cueva le dio ese pase digno de estampilla a Guerrero, Perú metió el segundo, y podría asegurar que nuestro festejo fue más ruidoso porque se confirmaba la esperanza. Pero fue al tercer gol peruano cuando nuestra burbuja de alegría adquirió una grieta, o al menos así lo percibimos. La confirmación llegó cuando Guerrero estuvo a punto de anotar lo que hubiera sido un cuarto gol peruano y Santiago lanzó un gemido de preocupación.


–Nooo…


Su madre palmoteaba enrojecida, su abuelo acompañaba la jugada con los ojos desorbitados y yo me mantenía en vilo.


–Me da pena…


Todos nos hicimos los sordos, pero bien claro nos quedó que ese niño peruano, nacido en Perú e hijo de padres peruanos, de pronto, había sacado unos latidos bolivianos.


–¡Por favor, Santiago! ¡Este partido hay que liquidarlo! –protestó su madre desde la marea del fervor.


–Quiero que ganemos, pero por no más de dos goles…– reclamó el niño.


Yo no me quise quedar atrás y fui tan sentencioso como mi novia.


–Ganemos por 4 a 0 hasta los 88 minutos –le retruqué– y que nos metan dos al final, pero no pidas que nos metan goles ahora que falta mucho.


Santiago se arrebujó en las sábanas y empezó a sufrir en la misma medida en que los demás empezábamos a disfrutar. Sin embargo, Santiago se cuidaba de no ser muy explícito. Yo tenía un ojo en la pantalla y otro en sus reacciones, y me daba cuenta. Entonces recordé lo buen jugador de fútbol que es este niño –quizá sea genético, su padre fue campeón nacional con el San Agustín– y le lancé una pregunta.


–¿Acaso cuando juegas te gusta que el otro equipo te meta goles?


El narrador vociferaba las acciones, la atmósfera seguía electrizada, pero la voz de Santiago se escuchó clara como sus sentimientos.


–No, no me gusta –aceptó–. Creo que no soy muy patriota.


Cuando Bolivia pudo descontar mediante un penal, su carita se relajó algo, pero no mucho. Y cuando Reyna estuvo a centímetros de meter lo que pudo ser el cuarto gol peruano, vi de reojo que le hablaba al oído a su mamá, quizá avergonzado de volver a hacer público lo que sentía.

Han pasado varios días desde aquella noche, todos estamos más fríos, pero me cuesta olvidar la empatía que Santiago sintió hacia el adversario. Quién sabe si Grau, el peruano que más admiran los peruanos, no tuvo algo de esa compasión cuando rescataba al enemigo en vez de rematarlo. Quién sabe si no nos hubiéramos ahorrados muchas guerras y algunos holocaustos si la humanidad se pareciera más al Santiago de esa noche y menos a nosotros, que queríamos la humillación total del rival.

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Published on July 03, 2015 05:07

June 26, 2015

No lo lean

Cuando las redes sociales empezaron a adueñarse de nuestros pulgares no existían los memes, esas síntesis literográficas que buscan generar burla o la reflexión rápida sobre un acontecimiento reciente. Ahora basta con que se haga un destape o termine un partido de fútbol para que los diarios hagan recuentos de los memes más pertinentes y hoy, que un amigo me ha enviado uno muy hilarante de la familia ”rayo pudiente”, me ha provocado compartir algunas reflexiones luego de la carcajada.


1. El uso editorial de los memes es otra prueba de que somos una civilización que camina irremediablemente hacia la comunicación visual. Hace cuarenta años las cartas eran más largas, los diarios tenían más texto, los avisos publicitarios tenían varios párrafos y es fácil notar que en los últimos cinco se han popularizado más las aplicaciones y programas para potenciar las imágenes (Photoshop, Instagram, Pinterest, Snapchat, etc.) que las que incrementan la escritura. Cierta vez escuché en una conferencia de neurociencias que el 80 % de los recuerdos que guardamos provienen del sentido de la vista. No puedo corroborar esa cifra ni explicar de qué manera esto cambia con los nacidos invidentes. Pero si esto fuera verdad, podría ser que la tecnología de hoy, tan capaz de reproducir imágenes, no haya hecho otra cosa que darle en la yema del gusto a la estructura arcaica de nuestro cerebro.


2. Los memes del “rayo pudiente” (trípticos visuales en los que, por ejemplo, i) se muestra la alfombra roja de Asu Mare, ii) una rubia pituca lanza sendos rayos desde sus ojos y iii) el resultado es la alfombra roja del Óscar) tuvieron un auge repentino, pero también un declive récord. De aquí se puede concluir que en estos tiempos tan atiborrados de estímulos y de público que los busca, esos quince minutos de fama que vaticinó Andy Warhol están convirtiendose en trece, doce, once. También se puede colegir que, a pesar de que el Perú ha dado grandes pasos para afianzar su autoestima, seguimos siendo una sociedad que tiende a pensar que lo que se produce en latitudes nórdicas merece más respeto que lo que creamos por aquí.


3. Quítele los rayos a la rubia del rayo pudiente y se dará cuenta de que es Denisse Dibós, la conocida actriz y productora de musicales. El antecedente que la colocó en esa posición fue una entrevista que le hiciera al célebre cómico y sonero Melcochita. En un segmento de antología, Melcochita habla de que hasta los niños usan esa famosa exclamación suya que utiliza la negación como promoción: “¡No vayan!”. Denisse, intrigada, le pregunta con toda naturalidad: “¿No vayan?¿A dónde?”. Si aquel diálogo se convirtió tan pronto en novedad memética es porque alimentó el estereotipo que se tiene sobre las mujeres guapas y rubias de nuestro país: que deben ser brutas, que deben tener plata y que deben aborrecer a las clases populares y a sus costumbres. Pero si bien Denisse encarnó en un segundo todas estas etiquetas flotantes, también supo salir favorecida: al responder a las críticas con tan buen humor, incluso Melcochita salió a defender a su querida “escoba fina”. Y quién sabe si hasta el país no haya salido ganando: en una sociedad tan acostumbrada a polarizar, es saludable ver que una gringa con etiqueta de pituca y un negro erigido como el rey del barrio se muestren solidarios y respetuosos el uno con el otro.


 

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Published on June 26, 2015 06:36

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Gustavo Rodríguez
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