Sergio Gutiérrez Negrón's Blog, page 33

October 28, 2012

punto final, decían los dormidos



Hace como quince minutos coloqué el punto final a "dicen que los dormidos", a diez meses de obsesión. Ahora habrá que comenzar diez meses más de edición y re-escritura, supongo. De todos modos, se siente bien. 

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Published on October 28, 2012 19:54

October 24, 2012

"are you sure?", una columna

Acá cuelgo mi columna de este mes de la sección Buscapié de El Nuevo Día, 24 de octubre del 2012. El link original lo pueden encontrar acá.







En dos semanas votaré por un presidente.



Cuando estaba en la elemental, una maestra insistió que un presidente era aquel mandatario con el poder de disponer de un ejército. Eso siempre se me quedó. Cada vez que aprendía el nombre de un político, me hacía la pregunta. Mientras más lejos se encontrasen de la medida bélica, menos los estimaba. Cuando Willy ganó la alcaldía, descubrí que había sido general y el niño en mí se acordó de la maestra.

Siento justos, la ‘misi’ no lo hizo por belicosa. Lo hizo porque no entendíamos cuál era la diferencia entre Bush I y Hernández Colón. Igualmente tuvo que explicarnos, aunque no recuerdo, que la guardia nacional no era eso tal cual. Lo que sí recuerdo fue la aclaración de que el Ejército Puertorriqueño era otra cosa y que no debíamos preocuparnos por ello.



Era una escuela de populares. Por eso se complicó la cuestión al intentar explicar que sí éramos un país pero que nuestro gobernador no era un presidente. Igual, la cuestión de cómo era que el nuestro no era como los otros gobernadores, porque nuestro gobernador gobernaba un país.



Volviendo a su prueba presidencial, la misis explicó que cuando los padres de la nación estadounidense decidieron crear la institución ejecutiva se formó sendo revolú por el temor a una posible dictadura. El punto, dijo la misi, es que eventualmente decidieron que un presidente ejercería por cuatro años, firmaría acuerdos, y dispondría del ejército, aunque no podría declarar la guerra. De ahí la escala de poder que nos heredó.



Acordándome de esto, le digo al niño que fui que pronto votaré por alguien que dispondrá de un ejército. Cuando se lo comento a mis vecinos acá en Georgia, con alguna emoción de por fin ser parte oficial del intercambio de violencias que hace historia, siempre preguntan, confundidos, que cómo es que yo puedo votar. Le explico lo del gobernador que no es lo mismo que un gobernador porque el nuestro no gobierna un estado sino un país, etc.…pero me rindo a mitad. Les digo que no importa, que no se preocupen por ello. Siempre titubean, me miran como si supieran algo que yo no, e insisten: “Are you sure?”



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Published on October 24, 2012 08:54

October 18, 2012

"hispanic", una columna

Acá cuelgo mi columna del mes pasado de la sección Buscapié de El Nuevo Día, 25 de septiembre del 2012. El link original lo pueden encontrar acá.







El caso es que todos lo quieren, esa cosa ambivalente a la que acá le llaman el “hispanic vote”. Es tan deseable que hacen lo que sea posible para obtenerla, ponen a hablar a quien sea, se anuncian donde sea y van a la estación que sea. Garantizarlo, estar seguro que voten de equis o ye manera, es un tipo de santo grial, un shot de placer y victoria directito al glande electoral.



El mes pasado, en las convenciones nacionales, los dos partidos trajeron a sus muñequitos y los peinaron y los maquillaron y los pusieron en la tarima y les dijeron que dijeran cualquier cosa. Cualquier cosa excepto aquello que se distanciara de lo que se espera que muñequitos de esa cultura digan. Orgullos patrios, nuestro gobernadorcito republicano y nuestra primera damita rubia sonaron idénticos al alcaldecito demócrata de San Antonio (claro, con una que otra divergencia). Idénticos a pesar de que los primeros son el contrario de lo que el votante americano promedio imagina cuando dice “hispanic vote”, y que el segundo tiene un largo historial familiar de militancia chicana en el país. Los guionistas quitaron cualquier mancha esclarecedora que amenazase con que se cruzara la rayita en tiza que separa el ‘diversity’ del ‘difference’. No sólo tocó a los hispanics, of course; pues todas las minorías allí estaban obligatoriamente atadas al “minority-speak”. Esa habla espectacular en la que todo suena a narrativa genérica de inmigración y superación. No importa ni un chililín si lo que sale de entre esos jugosos labios parpadeantes sea la mera verdad o no; esto se trata de “authenticity”, y por ello damos un millón de amigos y sus mamitas.



El partido del elefantito rojo le tiene tantas y tantas ganas que está dispuesto a obligar al amor carnal a hacerse platónico. Están dispuestos a reprimirse, por el bien común. Por ello comienzan a establecer políticas electorales de identificación dignas del más estricto aeropuerto. Políticas que según informes recientes le dificultarán el voto a 10 millones de ciudadanos hispanos. Mientras, pronuncian lo que haya que pronunciar y sonríen junto a quien haya que sonreír y se toman fotos junto a quien diga lo que ellos quieren que diga. Whatever it takes.
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Published on October 18, 2012 19:43

September 30, 2012

un accidente es cuando una palma cede, fragmento de 'dicen que los dormidos'.






[Fragmento de "Dicen que los dormidos", mi última novelita. Para el párrafo inicial de la novela, cliquea acá.]




La mañana siguiente estás leyendo el periódico en la sala.
Preparo café y me siento a tu lado. Pienso cómo comenzar una conversación
casual cuando me dices que lo que te ocurrió no fue un accidente. Bebo de mi
café. Te pregunto a qué te refieres. Me dices que un accidente es alguien que
se duerme en el volante. Un accidente es cuando una palma cede y destruye un
automóvil. Lo que te pasó a ti no fue un accidente. Tiro de mis hombros. Cambio
el tema. Te pregunto si has llamado a tu viejo jefe. Me fijo que tienes una
marca justo donde el cuello se hace trapecio. Ahora tiras tú de tus hombros.
Respondes con un “no sé”. Te pregunto a qué hora se fue Laurita. Vuelves a
tirar de tus hombros. Quiero preguntarte cómo la pasaron. Quiero preguntarte
qué pensaste. Quiero preguntarte si se sintió como una primera vez, si
estuviste nervioso, si les gustó. Solías contarme esas cosas, en otros tiempos.
No obstante, lo que me dices, al mismo tiempo que le echas un poco de azúcar al
café no tiene nada que ver con esto, me dices, “me acabo de acordar de un
sueño”.




–Lo tuve anoche, también –dices, y te llevas los dedos a las
sienes. –Pero se siente como un sueño viejo. Algo que llevo teniendo por años.




Me cuentas que en tu sueño nunca para de llover. Que en tu
sueño eres parte de una caravana de barcos. Llamarlos barcos es decir
demasiado, aclaras, son más como las sobras de barcos que la han pasado muy
mal. Largas planchas de madera ojereada, con una cabaña como de playa
construida en la parte posterior. La madera está podrida. Las termitas que le
crecen son pegajosas. Pequeños insectos que echan pelos, de ojos redondos y
rojos. Cuando las aplastas se deshacen en una sustancia que apesta a almidón y
que arde. Hay días en los que los sueños constan simplemente de intentar
mantenerte libres de las termitas. Si se te pegan, te confunden con la madera y
comienzan a escarbar y a escarbar. Has visto personas con las piernas marcadas
con túneles, repletos de termitas hinchadas. Hay que estar atento siempre,
dices. No, no es una caravana, te corriges. Más como un archipiélago. Todos los
barcos están conectados por debajo del lodo. Porque navegan un mar de lodo. De
un fango que si te toca, te traga. Es como si la tierra entera se hubiese
deshecho en lodo y sólo quedásemos los tripulantes de los barcos. No nos
conocemos. De hecho, sólo he visto al hombre que fue carcomido por las
termitas. Y cuando lo hice, ya había perdido la cordura. Sus piernas salpicaban
pus. Su cara era como un borrón. No puedo recordarle ni ojos, ni boca, y no sé
si es por las terminas, o porque así es el sueño. No nos hablamos no porque no
querramos, dices. A lo lejos puedes ver otras personas en las mismas tareas.
Sacando con cubos de metal el lodo que se le entra a los barcos, casi tan
rápido como si fuese agua, por los boquetes que dejan los insectos. Es casi
como la película de la mujer en las dunas, me explicas, pero no me es familiar
la referencia.




Te detienes y bebes de tu café. Quiero que sigas.




–¿Salgo yo en el sueño? –te pregunto, sin querer hacerlo.

–Sí –me respondes.




Me dices que estoy dormido dentro de la cabaña que está en
el barco. Me dices que no es una coma, sino un dormir demasiado profundo, tan y
tan profundo que en el sueño no te atreves a mirarme por miedo a hundirte tú
también en ese sopor. Me dices que en el sueño ya ni intentas hablarme. Me
dices que sientes que te ahogas no porque realmente el barco está hundiéndose,
o porque se te hace imposible dormir, sino también porque no tienes tiempo
suficiente para mantener el barco a flote, para mantener tu cuerpo a flote, y,
al mismo tiempo, mantenerme alimentado, mantenerme libre de termitas. Me dices
que en el sueño ya has tenido que abrirme pequeñas heridas, con una vieja
navaja, para sacarme las termitas que se me han entrado por los talones. Me
dices que en el sueño temes que yo despierte antes de que me sanen los pies. Me
dices que a veces, en el sueño, no sabes si quieres que yo me despierte, o que
siga durmiendo. No sabes si valga la pena. Por más que trabajas, a veces te
frustras. A veces, sientes que no puedes más. Si uno de los barcos zozobra,
todos lo hacen. Por eso nadie puede abandonar su cargo. Sabes esto casi por
naturaleza. Como si hubieses nacido en aquel lugar. Lo más que temes, sin
embargo, es que ya estén hundiéndose y no lo sepas. Que ya alguien haya
zozobrado en uno de los primeros barcos, ya perdidos en el horizonte, o en uno
de los últimos, demasiado atrás para ser visto. Dices que apesta, también. Que
todo el lugar huele a podrido. Como si dentro de cada barco hubiese un animal
muerto. A veces piensas que todos ustedes son los animales muertos, que
simplemente no lo saben. Me dices que no sabes si se trata de un sueño o una
pesadilla realmente, porque mientras lo tienes, sientes que es lo único que
hay.




Te pregunto si soñabas esto durante la coma. Me respondes
que quizás sí. Que quizás todo el tiempo durante la coma estuviste en ese
lugar. Me dices que quizás por eso conoces todas las reglas. Te refieres al
sueño así, como un “lugar”. Quizás por eso las dos veces que has tenido el
sueño desde que regresaste sientes que te faltó algo que hacer la última vez.
Lo que no sabes es si el tiempo sigue mientras no duermes. Te digo que te
relajes. Pero no te digo que yo tengo el mismo sueño.

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Published on September 30, 2012 13:32

nunca podré recomponerte totalmente, fragmento de 'dicen que los dormidos'









Fragmento de "Dicen que los dormidos", mi última novelita.






Nunca
habré podido recomponerte enteramente


juntarte,
pegarte, y articularte como se supone.


Gritos
de mula, quejas de cerdo y obscenas carcajadas


provienen
de tus grandes labios.


Peor
que en un corral.





The colossus, Sylvia Plath





Un viernes de septiembre sales de tu apartamento en Villa
Blanca, en chancletas y en una de las mil polos negras que tienes para buscar a
Laurita en su trabajo, y me dejas en tu casa frente al televisor inmenso, con
la esperanza de que cuando regreses yo ya haya vencido a uno de los dieciséis bosses del juego de playstation que
compraste apenas unos días antes. Vas en el Lancer .8 que adquiriste en tu
segunda semana de trabajo. Es negro, y aún está brillaíto. En algún momento entre tu salida del expreso y tu entrada en la Piñero te detiene un semáforo en
rojo. Eres el primero en llegar. Estás en el carril del medio. En cuestión de
segundos, dos carros ocupan los espacios vacíos. Uno es un Honda Civic, como el
que habías visto en el dealer, pero que estaba fuera de tu presupuesto. El
otro, un Volvo tinto como el que tenía papi cuando éramos chiquitos. Parpadeas
y ya tienen cientos detrás. Odias esa avenida. Subes la música del radio, que
tú mismo instalaste, y miras la hora. Por el tapón, vas cinco minutos tarde.
Laurita ya tiene que estar frente a la tienda esperando, bajo una sombrilla por
la llovizna que comienza. Ya antes te ha dicho que a la hora del cierre (las
cinco), a la jefa de la tienda le gusta cerrar y salir corriendo. En Villa
Blanca, yo descubro que tengo que hacer que el muñeco del videojuego escale una
de las piernas del coloso, para darle en el punto débil y poder vencerlo. Justo
cuando cambia la luz, en el carro que tienes a la izquierda se bajan las
ventanas del conductor y el pasajero trasero y se asoma un par de manos. Las ignoras,
aunque te parece raro, y cuando colocas el pie en el acelerador, te das cuenta
que las manos no están vacías. Una persona a veinte carros de distancia escucha
la balacera que estalla como si de año nuevo se tratase, y por un momento se
dice que quizás fue una ristra de petardos. El Civic desaparece, y aunque
tienes dos rotos en tu costado, tres en tu brazo y uno que cruzó tu oreja
izquierda y te dio en la cabeza, tu pie pisa el acelerador y emprendes contra
el Volvo, quebrándole la pierna a la señora mayor que lo conduce. Detienes el
tráfico por el resto de la tarde. 




Aunque te empiezas a morir, lo dejarás a
mitad.

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Published on September 30, 2012 13:29

September 29, 2012

rulfo decía "¡cuente!", elizondo "¡busque!", recordaba Sada.



Por esa epoca, justo en los años 70, abundaban los libros de teoría literaria. Era común enterarse de la existencia de jóvenes escritores que casi no habían leído novelas pero sí una excesiva carga de teoría literaria. Rulfo me dijo alguna vez que echara a la basura todos los libros teóricos, ya que ese material estaba destinado a los autores que carecían de imaginación. “La imaginación resuelve todo y usted la tiene, más de lo que supone”, me dijo. Sin embargo, las recomendaciones de Elizondo eran harto distintas: me decía que el arte es conocimiento, exploración, búsqueda y que siempre había más preguntas que respuestas. El impulso que me daba Rulfo era: “¡cuente!, ¡cuente!, ¡cuente!, ya que sólo así saldrá a la luz todo lo teórico que usted trae dentro”. Mientras, Elizondo, me decía: “¡busque!, ¡busque!, ¡busque!”. Para mí los dos puntos de vista de mis maestros eran importantes y los hice propios: el arte no es una aclaración, sino una preservación del enigma. Cuando llegué a esta verdad me sentía un rey o un perico en alfombra. Me sentía privilegiado al tener dos escritores tan capitales en la literatura castellana como Rulfo y Elizondo: el primero, un clásico el segundo, un vanguardista. Aquello no podía ser poca cosa para mí.


Dijo Daniel Sada, en El escritor lampante , retratando esas dos pulsiones tan clásicas, esas dos vías que dan a lo literario; siempre chocando, la una con la otra. Las largas duraciones de los aciertos románticos, ¿no? 

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Published on September 29, 2012 15:22

sobre la mano invisible del mundo del libro




A pesar de que la entiendo, esta fijación de los escritores de que los (re)conozcan transnacionalmente suele perder de perspectiva que realmente ellos no conocen la narrativa (ese borroso monstruo total) de otros países. Digo, conocen aquello que les llega. Aquellos escritores publicados por editoriales grandes o editoriales independientes con distribución amplia. Pero no aquellos que son publicados por casas pequeñas en lugares grandes como México o Argentina digamos, o pequeños como Uruguay, o Paraguay (de seguro hay escritores allá), como las que nos publican acá, o inclusive en ramas de las grandes editoriales que no distribuyen más allá de su específico recinto. Recuerden el caso de Alfaguara en Puerto Rico, que sólo enviaba uno que otro ejemplar a las otras ramas, a ver si estas se interesaban en publicarlo. Y aun cuando conseguimos reeditar en otros países, se sigue tratando de núcleos bastante específicos, de ediciones que están limitadas a fronteras nacionales. Sigo pensando que es trabajo (y responsabilidad) del escritor buscar y hacer contactos en otros países, expandir sus redes; mientras más, mejor. Pero aun así, no debe ser esto el mayor criterio de juicio. Al mismo tiempo, nada alegra más que un buen autor local (Luis Negrón, por ejemplo) consiga guisos en Costa Rica, o Estados Unidos. Bueno, el punto es que hoy en día se publica mucho más que nunca, y al igual que nunca, los libros que consiguen atención fuera de sus lindes nacionales son los menos--y, la mayor parte de las veces, queda anónimo el trabajo del mismo escritor o de algún fiel lector que se fajó para conseguir esa ampliación del radio de distribución de equis libro. Supongo que eso es lo que quiero decir: que no hay una mano invisible dirigiendo el actual mercado editorial. Que detrás de todos los mitos románticos (el super premio editorial, el místico agente literario), el mundo del libro está tan fracturado como siempre lo ha estado, en donde las cosas más interesantes suceden fuera de los lindes de las cuatro o cinco empresas transnacionales (aunque a veces estas lo pegan).







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Published on September 29, 2012 08:26

September 23, 2012

‎Everyone must leave something behind when he dies, my gr...

‎Everyone must leave something behind when he dies, my grandfather said. A child or a book or a painting or a house or a wall built or a pair of shoes made. Or a garden planted. Something your hand touched some way so your soul has somewhere to go when you die, and when people look at that tree or that flower you planted, you're there. It doesn't matter what you do, he said, so as long as you change something from the way it was before you touched it into something that's like you after you take your hands away.




 Ray Bradbury, Fahrenheit 451

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Published on September 23, 2012 18:00

September 18, 2012

de alguna manera ése y muchos otros eran el último día, scripsit cortazar


No me contestó, tenía los ojos perdidos en una manchita rosada de la sábana, pero claro que me estaba contestando, ahí no había cortes en las escenas, no era necesario nombrar a Francine, para qué, el silencio era un estallido de claridad, no habría otro día, de alguna manera ése y muchos otros eran el último día aunque siguiéramos despertándonos juntos y jugando y besándonos, repetición ceremonial que inmoviliza el tiempo, el primer beso en el pelo, los dedos en la espalda, la inútil tregua delicada, el primer mate.


Julio Cortazar, El libro de Manuel

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Published on September 18, 2012 19:27

fenomenología del miope






Estoy seguro que hay o debe haber una fenomenología del miope, del espejuelado, del anteojado desde niñez; y que esta gira en torno al no fijarse en el vidrio para poder ver, para evitar el mareo; en ignorar el a través, olvidar la condición misma de la vista; en hacerle caso omiso a los bordes borrascoso que enmarcan el mundo; en el mundo como pantalla, como monitor; en la dificultad de explicar cómo ver a través de una ventana, o observar una videograbación no es tan diferente al cotidiano. El punto de todo esto es que mi taza de café se ve bien: es grande y verde y está hasta el tope; pero más importante es que huele bien, que sabe bien. Sí, tiene que ver con el café nomás

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Published on September 18, 2012 07:16