Andrés Accorsi's Blog, page 270
February 24, 2011
24/ 02: NORTHLANDERS Vol.4

Nunca vi el Vol.3 de Northlanders. Ni sé qué tiene adentro. Pero, como cada saga es autoconclusiva e independiente de las demás, ni bien se anunció el Vol.4 me lo pedí, cebado en parte por la presencia al frente del dibujo de Leandro Fernández, rosarino de ley y con mucho buen comic a sus espaldas. Creo que de todo lo que hizo para EEUU lo único que no me emocionó fue lo de Hulk, y en buena medida porque el guión era choto y venía firmado por un autor (Bruce Jones) que hasta ese momento estaba dando cátedra en la serie del gigante gamma. Acá Leandro la vuelve a romper. Recupera mucho de su estilo original, más cercano al de Marcelo Frusín, y le suma una sana influencia de otro ídolo, Michael Lark. Queda poco de aquel Leandro más personal y más arriesgado que disfrutamos a lo bestia en Queen & Country (donde le tocó darle vida a algunos de los mejores guiones de la carrera de Greg Rucka). Esto, al ser a color, para una editorial más careta y en un título con una propuesta a primera vista más clásica, requería otro enfoque.
Por suerte la versatilidad de Leandro le permitió no sólo salir adelante, sino pelar un trabajo absolutamente consagratorio. Lo que dibuja el rosarino en estas 180 páginas sobra para ponerlo en la lista de los cracks, de los tipos a los que todo editor quiere tener en alguno de los proyectos que coordina. Escenas multitudinarias, momentos intimistas, secuencias mudas, secuencias repletas de texto, paisajes extremos, violencia más extrema todavía, una cuidada ambientación histórica (estamos en una aldea a orillas del Volga en el año 1020) y un montón de personajes cada uno con sus rasgos y hasta sus movimientos perfectamente diferenciados, todo brota con categoría de los lápices y las tintas de Leandro y contribuye a ponerle emoción y garra a un guión tremendo.
Lo que te hace sufrir Brian Wood en esta historia no tiene nombre. Como en los peores arcos de DMZ, Wood te agarra de los huevos y te los aprieta cada vez más, hasta que llores sangre. Enseguida te identificás con Hilda, la protagonista, y a través de sus ojos te convertís en testigo y víctima de tantas atrocidades que cuesta juntar fuerzas para seguir leyendo hasta el final. Para la página 120, cualquiera que tenga corazón está pidiéndole la hora al réferi, dispuesto a suplicarle al guionista que se apiade un cachito de esta pobre mina y de su hijita. Pero el guacho le tiene guardados más sufrimientos, humillaciones y padeceres y ya para las últimas páginas te querés meter vos en la historieta (como la minita del video de A-ha) para darle una mano a Hilda.
No sé si Wood quiso transmitir algún mensaje con esta saga, pero a mí me sirvió para aprender algo: No lloremos por huevadas. ¿En invierno te cagás de frío? No mariconees, estos vikingos del 1020 se cagaban mil veces más de frío. ¿A veces te quedás con hambre? Estos tipos se cagaban de hambre siete meses al año. ¿Te jode engriparte o contagiarte algún virus? En el año 1020 aparecían día por medio plagas devastadoras que se cargaban a miles y miles de personas y nadie tenía la más puta idea de qué hacer para frenarlas. ¿Te molesta un cierto grado de autoritarismo en la cana, en el gobierno, o en las autoridades con las que tratás a diario? En una aldea como la de Hilda te podía tocar un hijo, nieto y bisnieto de puta como Gunborg y te lo tenías que fumar, o huir al bosque a morirte de frío y que te morfen los lobos. O sea, agradezcamos por lo que tenemos y no nos quejemos por giladas.
The Plague Widow (que así se llama este extenso arco argumental) está un cachito estirado, es cierto, pero igual te mantiene al filo de la silla, hipnotizado por la intensidad del relato, la humanidad de los personajes y la crueldad de los giros argumentales con los que Wood castiga a buenos y malos por igual. Un comic fuerte, que desafía tu aguante pero te premia con secuencias memorables, mucha data sobre una cultura histórica y geográficamente remota y unos dibujos inspiradísimos de un monstruo argento injustamente poco conocido en estas pampas. Papa muy fina.
Published on February 24, 2011 13:03
February 23, 2011
23/ 02: RUN, BONG-GU, RUN!

Hora de sacudir preconceptos chotos. ¿Te acordás de Baljak, Archlord, Maje, War Angels y esos manhwas bastante patéticos que nos infligieron hace unos años tanto Ivrea como Muñones? Bueno, tengo una buena noticia: eso no es TODO el manhwa, sino un pedacito. Por afuera de esos pantanos del oprobio, florecen las obras de un montón de autores y autoras abocados a historietas mucho más personales, en general de temáticas realistas y con estilos gráficos mucho menos pegados a los hitazos del manga y los videogames japoneses.
Si –como yo- te ponés a bucear entre esos autores, seguro te va a llamar rápidamente la atención Byun Byung-Jun, tal vez el más virtuoso de la segunda camada de lo que podemos llamar "manhwa de autor". Byung-Jun es un dibujante completo y exquisito, con un ojo increíble para los detalles. Puede pasar como si nada de un dibujo simple, caricaturesco, a una ilustración zarpada de rostros o paisajes, sin nada que envidiarle a los grandes pintores impresionistas del Siglo XIX. Su paleta de colores y su manejo de los climas están más allá de cualquier intento de descripción. Además tiene un talento nato para variar los planos y para darle carnadura y credibilidad a los personajes. Y lo más importante: no es un clon, ni de los autores japoneses, ni de los maestros de Occidente. Tiene algunas cositas que lo emparentan con Taiyo Matsumoto, es cierto, pero le sobra personalidad.
Por suerte, y aunque sea tímidamente, las obras de este autor que debutara profesionalmente en 1999 se están empezando a ver fuera de Corea. Run, Bong-Gu, Run! es su tercer libro, publicado originalmente en 2003 y donde se empieza a manifestar con claridad el estilo propio del autor, que venía de realizar historias cortas en tono de comedia y una serie larga, más aventurera, más dramática y casi sin humor. Acá recupera el tono intimista, la onda de las historias chiquitas, reales, centradas en gente común y conserva un cachito de humor; el suficiente para que una historia en principio triste, logre gambetear con éxito al golpe bajo y llegar a un final feliz, que si lo leés con mala leche puede resultar un poco naïf, y si le ponés onda puede resultar un conmovedor canto a la esperanza.
La historia –repito- es chiquita, de pequeñísimo alcance, una anécdota casi, que afecta las vidas de cinco personas en una ciudad (Seúl) llena hasta las pelotas de gente a la que no le importa en lo más mínimo lo que le pasa a los personajes. Para que el planteo argumental se sostenga a lo largo de 92 páginas sin aburrir, hay que ponerle mucha onda, y la verdad es que a Byun Byung-Jun le sobra onda. Rápidamente logra que te encariñes con los personajes, los define con precisión y profundidad en un par de escenas, y una vez que te tiene enganchado, pela dos de sus mejores armas: el manejo de los climas, pausas, silencios, miradas; y su magia indescriptible para plasmar en el papel los paisajes urbanos que vemos todos los días, y hacernos sentir una sensación de maravilla, de que estamos viendo algo fascinante, con vida propia, con todo por descubrir. La primera escena, la del viejito mangueando monedas en el subte, la vimos todos mil veces con nuestros propios ojos. ¿Cómo hace este guacho para que -vista a través de sus dibujos- nos impacte, nos emocione y nos haga meternos en la historia? Ni idea, pero lo logra.
Run, Bong-Gu, Run! no es para cualquier lector. Visualmente sí, es a prueba de balas. Cualquiera con ojos se va a volver loco con el dibujo de Byung-Jun. Pero a nivel guión, tenés que sintonizar con las historias intimistas, los climas melancólicos, los ritmos pausados y las resoluciones en las que los personajes, que tenían todo para perder, encuentran la rendijita por la que se filtra una nueva oportunidad de tener una vida más o menos feliz. O sea, si venís a full con la onda cínico-malalechística y creés que Eric Cartman es el mejor personaje de ficción de todos los tiempos, mejor seguí de largo.
Published on February 23, 2011 15:17
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