Andrés Accorsi's Blog, page 233

February 23, 2012

23/ 02: THE AMAZING SCREW-ON HEAD

En realidad el título completo del libro es The Amazing Screw-On Head and Other Curious Objects, pero en el blog quedan feos los títulos tan largos. Esto es, por definirlo sintéticamente, una antología de historias raras de Mike Mignola, que no interesectan en lo más mínimo con el universo de Hellboy.
La más conocida es The Amazing Screw-On Head, entre otras cosas porque ganó un Eisner y tuvo una versión en dibujos animados. En esas 30 páginas Mignola da cátedra de dibujo (como casi siempre) y crea no sólo a un personaje muy atractivo, sino a todo un mundo, al que después no se le cantó volver a visitar. El tono es burlón, casi bufonesco, y la aventura es más una ironía que una epopeya. La trama es lineal, muy simple, llena de los típicos lugares comunes de la antigua historieta de aventuras, y a la vez brillantemente adornada con diálogos, personajes y locaciones totalmente bizarros y fascinantes. Una joya.
También ganadora de un Eisner, no podía faltar The Magician and the Snake, un comic co-escrito por Mignola y su hija Katie, cuando esta tenía apenas 7 años. Acá se publica por primera vez a color (magia del maestro Dave Stewart mediante) esta historia breve, extraña y contundente, en la que aparece por enésima vez una imagen recurrente en los comics de Mignola: el chimpancé con corona.
Probablemente lo mejor del tomo sea la nueva versión de Abu Gung and the Beanstalk, una historieta que Mignola realizó originalmente para una antología llamada Scatterbrain, y que para esta edición fue expandida y totalmente redibujada. Sin dudas, la remake es mil veces mejor que la versión original, sobre todo en el dibujo y el color. El argumento es igual de grosso, y el guión, al tener más páginas, se luce mucho más.
The Witch and her Soul es otra historieta muy breve, nunca antes publicada, en la que Mignola se tira un toquecito a menos en el dibujo. Igual es muy linda, con buenos personajes y un guión muy redondito.
Otra joya que debuta en este libro es The Prisoner of Mars, una historia de 17 páginas ambientada en la Inglaterra victoriana y –como su nombre lo indica- en Marte. Acá Mignola recupera el tono farsesco de The Amazing Screw-On Head para una historia menos grandilocuente, pero no menos fascinante. Ideas limadas, diálogos perfectos y dibujos de la mega-San Puta se dan la mano en otra demostración de la genialidad del creador de Hellboy.
Cierra la brevísima In the Chapel of Curious Objects, que no es exactamente un relato, sino más bien un epílogo que pretende –de algún modo- englobar a las historias ya mencionadas. Y como siempre, un montón de ilustraciones, bocetos y textos en los que Mignola cuenta cositas del backstage de cada una de las historietas de la antología. En total, son poco más de 100 páginas fundamentales para los fans del glorioso Mignola, editadas como los dioses en un hardcover precioso y para nada caro.
Puestos a quejarnos por algo, falta una historia corta maravillosa, también descolgadísima: Squid of a Man. Pero es entendible que no la hayan puesto en este libro, porque está en el TPB de Hellboy Junior y porque el guión no es del Gran Mike, sino del maestro Bill Wray.
Si te querés deleitar con el impresionante talento de Mignola sin meterte en el universo de Hellboy y sus casi 20 años de continuidad acumulada, sumergite sin dudarlo en esta colección de rarezas y bizarreadas y encontrate con el ídolo en historias que derrochan emociones, diversiones y delirios de altísimo vuelo.
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Published on February 23, 2012 09:41

February 22, 2012

22/ 02: EL ASCENSORISTA

Como su nombre lo indica, El Ascensorista marca el ascenso definitivo de Nicolás Brondo a la Primera A de los dibujantes argentinos. Ya está, ya no es más una joven promesa. Después de este trabajo, Brondo se ganó su lugar entre los capos indiscutidos. ¿No está en la Fierro, no está en la Comic.ar, no publica en ningún blog? No calienta. Hoy ya no se puede hablar de grossos de la historieta nacional sin nombrar a este cordobés mal cebado con Dave McKean, Ashley Wood y Teddy Kristiansen, y a la vez dueño de un sello gráfico absolutamente personal y reconocible.
A lo largo de las 90 y pico de páginas de El Ascensorista, este animalito prueba de todo: distintas técnicas pictóricas (conté unas 12), infinitos trucos narrativos, páginas de mil viñetas mezcladas con splash pages, páginas mudas, con diálogos o con bloques de texto, bocetos re-crudos o ilustraciones mega-elaboradas, homenajes a artistas plásticos y hasta a Séptimo Círculo, su anterior novela gráfica, escrita por Diego Cortés. El despliegue de virtuosismo que nos obsequia Brondo en esta obra es casi demasiado y alcanzaría y sobraría para que se pusiera de moda hablar maravillas de El Ascensorista y para que todos, hasta los críticos más hijos de puta, la recomendáramos a viva voz.
Pero claro, en este blog somos hinchas de los guionistas y la verdad es que el debut de Brondo en ese rubro no me terminó de convencer. Hasta la página 24, el guión es perfecto: una especie de drama urbano, con personajes muy bien trabajados y un clima espectacular, tenso, inquietante. En las 40 páginas siguientes, empiezan a pasar un montón de cosas una más extraña que la otra. El clima se va haciendo asfixiante y uno, ingenuamente, supone que Brondo va a explicar qué corno está pasando en ese edificio al que el ascensor y su anónimo piloto recorren de punta a punta ocho mil veces por día.
Y cuando llegás a la página 66, ya está clarísimo que nada se va a explicar, que nada de lo que pasó hasta el momento era verdaderamente relevante. La historia no abandona el tono dramático y enigmático, pero se va definitivamente para otro lado, para el de la reflexión existencial, los planteos filosóficos acerca del destino, la identidad, la voluntad... en otras palabras, deja de ser una historia para ser otra cosa. Muta tanto que se desactiva. El dibujo acompaña inteligentemente esa metamorfosis del guión y es en este último tramo donde Brondo termina de darle rienda suelta a todo su arsenal de recursos gráficos. El impacto que ya no produce la historia, ahora lo produce –con creces- el dibujo.
O sea que puestos a emitir un veredicto, no hay uno sino dos. Si sos dibujante y comprás historietas por los dibujos, El Ascensorista es una cátedra absoluta que no te podés perder por nada del mundo. Si te gusta la literatura o si comprás historietas por los guiones, vas a ver cómo un planteo original y promisorio deriva en una no-historia, como si a mitad de camino el autor decidiera que esta ya no le resulta tan interesante y –puesto a llegar a las noventa y pico de páginas- prefiere crear una especie de art-book, en el cual el texto no desaparezca por completo, pero se desentienda por completo del peso que significa llevar adelante un relato. El propio Brondo comenta en el epílogo que El Ascensorista nace como un cuento que un amigo suyo deja inconcluso, y que Brondo "hereda" para convertirlo en novela gráfica y darle un final. No sé exactamente hasta qué punto de la novela Brondo sigue los lineamientos del cuento, pero me queda claro que el último tramo SEGURO no conserva para nada la impronta del escritor, sino que explota en un festival de imágenes que sólo un dibujante (perdón, un eximio dibujante) puede concebir. Tené en cuenta esos dos veredictos a la hora de decidir si te subís o no al ascensor...
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Published on February 22, 2012 11:04

February 21, 2012

21/ 02: GREEK STREET Vol.2

Y era cierto lo que decían los críticos yankis, nomás. El segundo tomo de esta serie (que empecé a leer en algún momento de 2010 y dejé colgada hasta ayer) no logra ni por casualidad mantener el asombroso nivel del primer tomo. Ojo, no se va al descenso directo. Claramente, mantiene un interés más que suficiente como para que uno quiera seguir leyendo (aunque sólo queda un tomo más, ya que la serie fue prematuramente cancelada, luego de apenas 16 episodios), pero más claramente aún, la inspiración con la que Peter Milligan sorprendió en el primer arco, se fue para no volver.
El principal problema, me parece, es que Milligan cerró mucho el "universo". Okey, no podés tener 15 ó 20 protagonistas como en Fables. Pero cinco es poco. Sobre todo si tu idea para el segundo tomo es que los protagonistas de TODAS las secuencias del Vol.1 intereactúen permanentemente entre sí. En el primer arco, las historias de Eddie (Edipo), Sandy (Casandra), Lord Menon (Agamenón), Mischa (Medea) y el detective Dedalus (Dédalo) se tocaban, pero poco, eran casi paralelas. Era lógico que, en algún punto de la serie, varias de ellas iban a confluir, pero había que dejarlas madurar un cachito más. Cruzar a los cinco tan de golpe, y de modo tan intenso, en el segundo arco da sensación de torpeza, de desesperación, de cosa forzada, traída de los pelos. No digo que sea un cagadón, porque de la interacción entre los personajes salen situaciones interesantes. Pero en un punto más avanzado de las tramas, esto mismo garparía mucho más. De todos modos, es ciencia-ficción, porque sólo queda por delante un puñadito de episodios. En la práctica (y no sé si Milligan manejaba este dato), los personajes se terminaron cruzando a la mitad de la serie.
El otro problema, mucho menor, es que este segundo arco baja mucho la impronta sexual de Greek Street. Hay un yiro que baila en un cabarulo y unos zarpados que filman pelis porno, pero se ve muy poco, se hace poco énfasis en ese aspecto, que estaba muy presente en el primer arco. Sospecho que más de un pajero habrá comprado este comic porque le dijeron que había garches al por mayor y al leer estos episodios habrá dicho "nah, me chamuyaron", y no lo compró más.
Lo que no baja para nada es el nivel de violencia, gore y mala leche. En ese rubro, Greek Street sigue siendo peligrosamente filosa. Acá vemos balazos, explosiones, mutilaciones, cuchillazos letales, sesos fuera de los cráneos y hasta un tipo que le mea la cara a otro. Una joyita de la buena educación, como para publicarla en la Billiken. Muchas de estas guarradas están puestas en función de una trama policial dura, la de la guerra de bandas entre mafiosos griegos y chinos, y otras no, otras son cuasi-gratuitas, sobre todo las que tienen que ver con Medea, que es una especie de Wolverine descontrolado y con buenas tetas.
Además de poco sexo y mucha violencia, hay buenos desarrollos de los personajes secundarios y –sobre el final- una linda vuelta de tuerca que tiene que ver con la familia de Sandy. Pero vamos a lo más notable de Greek Street, que es el dibujo.
Impresionante lo que pela acá Davide Gianfelice. Tiene un sólo problema, muy menor, y es que TODAS las minas le salen demasiado lindas. Y con unos cuerpazos monumentales. Hasta Sandy, que tiene 15 años, parece una estrella porno recién cirujeada. Si le perdonamos ese detalle, a Gianfelice hay que aplaudirlo de pie. En su estilo conviven los dibujantes con más onda de la escuela Bonelli (Giancarlo Caracuzzo, Nicola Mari...) con dibujantes de trazo recontra-estilizado de los que habitualmente publican en EEUU, como Eric Canete o Humberto Ramos. El resultado es alucinante y está sostenido en una narrativa excelente, que por momentos le debe algo a lo que hacía Eduardo Risso en 100 Bullets, el greatest hit de Vertigo en lo que a crimen urbano se refiere.
Greek Street pasó de un tomo a otro de ser fundamental a ser... no sé si prescindible, pero sí de segunda línea. Me queda por leer el último tomo, a ver si Milligan pega un volantazo más y me vuelve a impactar como en el arranque.
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Published on February 21, 2012 09:20

February 20, 2012

20/ 02: ¿POR QUE AMAMOS LA HISTORIETA?

Estoy leyendo un libro que todavía no terminé, así que la reseña va a estar mañana.
Hoy zafo con un texto de 2008, que ya salió en la Comiqueando Online. Es más largo que los de las reseñas habituales, pero tenele paciencia...
Hay un libro muy lindo (y que le agradeceré infinitamente a mi amigo Fabián por habérmelo regalado) que se llama ¿Pour Quoi J'Aime la Bande Dessinée?, o sea, ¿Por qué amo a la Historieta?. Lo publicó Delcourt en 2006, con motivo del 20° aniversario de la editorial y a lo largo de sus 120 páginas responden la pregunta del millón nada menos que 100 autores, entre ellos varios astros del mercado franco-belga (Caza, Sfar, Dionnet, Morvan, Corbeyran...) y un par de invitados yankis: Mike Mignola y Todd McFarlane. Algunos mandaron textos con algún dibujito, otros historietas completas y cada uno trató como pudo de explicar esta pasión que –como casi todas las pasiones- no tiene explicación.
¿Y vos? ¿Sabés por qué amás la Historieta? ¿Alguna vez pensaste qué cosas te llevaron a ser comiquero y no numismático, filatelista, presidente del Club de Fans de Wanda Nara, o miembro de Los Borrachos del Tablón?
Para empezar, habría que ver cuántos se hacen cargo de ser "comiqueros". O sea, definir a quién le cabe el término y a quién no. El que lee todos los días los chistes de La Nación y una vez por año se compra el librito de Macanudo, o –Dios nos libre- de Gaturro ¿es comiquero?. El que compra la Fierro una vez por mes y no consume otras historietas, ¿es comiquero?. No, porque no hay pasión. Hay disfrute, hay un cierto grado de entusiasmo, pero no hay pasión.
Se me dirá "¿Qué hay en el mundo menos apasionante que un numismático?". Responderé que yo los vi con mis propios ojos, cagados de frío en el Parque Rivadavia un domingo a las nueve de la matina, acechándose los unos a los otros en busca de esa fuckin' moneda de Bélgica sin la cual la vida (su vida) no tiene sentido. Y créanme que para estar parado un domingo de invierno a las nueve de la matina en el Parque Rivadavia hay que sentir una pasión que te quema las vísceras, digna de una telenovela brazuca.
Para aspirar a la palabra mágica, la que te da acceso al grupo "de pertenencia", es fundamental la pasión, el entusiasmo desmedido, esa sensación de "ma sí, dejo TODO por el comic". Si no, no sos comiquero. Lo mismo se aplica a los otakus, nuestros primos filo-nipones, con la salvedad de que en Japón la palabra "otaku" se usa en forma despectiva, para discriminar a los geeks patéticos que no tienen vida por afuera del manga y el animé. Acá escuchamos a los pibes decir "No, tal chabón es un otaku grossísimo" y entendemos que lo están elogiando. En Japón, en cambio, cuanto más otaku sos, más te asemejás a una especie de subnormal invertebrado. Es un microclima tan excesivo que la pasión le gana a la vida... como pasa acá con el futbol, bengala más, puñalada menos.
Pero seguimos sin saber por qué mierda nos picó ESTE bicho y no otro. Mi abuelo Beto tenía una colección ZARPADA de partituras de tango, con primeras ediciones de tangos grossos, autografiadas por los músicos más capos, discos de 78, instrumentos del año del orto... toda la bola. Y asi, casi de keruza, sin darle demasiada pelota, coleccionaba también estampillas y monedas. O sea, en mi entorno familiar estaba bien visto cebarse mal con algo, ser fan A MUERTE de ese algo y coleccionarlo hasta que las paredes que nos rodean digan "Pará, flaco, no doy más". Pero, ¿por qué elegí las historietas? ¿No era más fácil carroñar a mi abuelo y coleccionar cosas de tango? ¿O cartonearlo a mi viejo, que colecciona discos de jazz y clásicos del cine yanki?
Pero no: el jazz y el tango no tenían dibujos, y a mí me fascinaban los dibujos. Miraba todos los que podía en la tele en blanco y negro, o en el cine Los Angeles, o en el Real. Y cuando yo era chico, casi todos los personajes de los dibujos animados tenían sus historietas, que
1) se conseguían fácilmente en cualquier kiosco
2) no duraban ocho minutos (como los cortos animados) sino todo lo que yo quisiera hacerlas durar
y 3) eran A COLOR!
Contaban historias, como los libritos de cuentos que me traía mi abuela y yo tiraba a la mierda sin importarme que los escribiera Oesterheld, pero acá había algo más: no sólo leías la historia, también leías la imagen. Y muchas veces una cosa no se entendía sin la otra! O sea, no sólo te cebaba más porque aparecían los personajes de la tele, sino que además te EXIGIA MAS! Y no estoy hablando sólo de los comics de Barks, o de Oswal, o de cualquiera de esos hiper-capos que hicieron grande a la historieta infantil... Hasta la historieta más obvia, insulsa y verdulera tenía ese atractivo extra del leguaje corporal y gestual de los personajes que DECIA COSAS, de las onomatopeyas, las formas de los globitos y esos simbolismos limados (como la bombita de luz en la cabeza del Oso Yogui) que también DECIAN COSAS que el texto, el diálogo, lo que me leían mi vieja y mis tías, NO decían!
Creo que ahí está la génesis. Si te gusta descifrar ese código semi-oculto, si te seduce esa posibilidad de leer varias veces algo y encontrarle nuevas puntas, si te copa el desafío de tener que prestarle atención simultáneamente a dos cosas (texto e imagen) que a veces van de la mano y a veces a las patadas... te va a picar el bicho del comic y lo vas a amar para siempre.
Y si encima en la adolescencia descubrís que hay tipos grandes, serios, inteligentes, que fueron a la universidad y que se dedican a escribir sobre comics, y a pelar textos que exponen y destripan la inmensa complejidad de esos dibujitos aparentemente sencillos y de la industria que gira en torno a ellos... ahí estás perdido. Vas a querer más SIEMPRE.
Vas a dar vuelta la internet 16 veces en busca de toda la data, vas a asistir a eventos en ciudades devastadas por bombas atómicas con tal de conocer a los autores, vas a bajarte comics hasta llenar bulks enteros de DVDs, vas a renegar de los deportes (aunque no necesariamente de las salidas con amigos y amigas) como si fueran cancerígenos, vas a gastar en el vicio el equivalente al presupuesto anual de varias provincias... y un día, cuando duermas en el piso rodeado de cajas con comics y de estantes que cada día se parecen más a una letra U, seguramente te vas a preguntar ¿por qué CARAJO amo a la Historieta?
Seguramente la respuesta te va a hacer MUY feliz.
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Published on February 20, 2012 15:48

February 19, 2012

19/ 02: REMEMBER

A ver, el artista no es un laburante normal. El artista es mucho más que eso, principalmente porque se gana la vida brindándole placer a sus congéneres. Difícilmente se pueda decir lo mismo del oficinista, la cajera del supermercado y –mucho menos- del policía. De ahí viene –creo yo- la fascinación que sentimos los mortales por el mundo del artista, el mundo que exterioriza en su obra y su mundo interior, ese que desconocemos, pero acerca del cual conjeturamos y especulamos. Benjamin, genio del dibujo si los hay, abusa un poquito de esa fascinación. Sus álbumes nos muestran, además de su obra, muchísimo de su vida, sus opiniones sobre cualquier cosa, sus gustos, sus influencias, sus sensaciones... Y la verdad es que uno puede admirarlo por sus historietas y considerarlo un salame atómico por todo lo demás.
Remember tiene, además de un montón de textos en los que el artista desnuda su mundo interior, una treintena de ilustraciones majestuosas, que nos recuerdan que estamos ante el dibujante más virtuoso que tiene hoy el comic chino. Ah, y las historietas, cierto. De esas hay dos, una larga y una más breve.
La más breve (El verano de aquel año) es decididamente chota. Acá Benjamin presenta de modo tan torpe a los personajes y los conflictos, que para cuando empiezan a pasar cosas grossas, ya no te interesa en lo más mínimo. La narrativa es confusa, sobran bloques de texto y la trama nunca llega a pegar fuerte porque está construída sobre premisas mal armadas, mal estructuradas. Del dibujo no se puede decir ni mu, porque acá el chino pela verdaderas animaladas, con una paleta de colores intencionalmente acotada y un repertorio de imágenes de conmovedora fuerza expresiva.
La más larga es larga hasta en el título: Nadie es capaz de volar, nadie es capaz de recordar. Se trata de un comic de tinte romántico, protagonizado por una minita que fue historietista y abandonó la profesión y un joven autor, talentoso y rebelde, que quiere ser figura en el mundo del comic pero la miopía de los editores no se lo permite. Benjamin mezcla ficción con autobiografía, baja línea a cuatro manos acerca de cómo funciona la industria del comic en China y sale bastante bien parado de una historieta atractiva, impredecible y cuyo único defecto es pasarse un poquito de emo. Los personajes hablan demasiado de sus sueños, de sus frustraciones, de la relación que los une... bla, bla, bla... Déjense de joder y garchen, muchachos. Todo bien con el comic, no voy a ser yo quien les pase factura por sacrificarse y dejar la vida en pos del comic, pero con tanto enrosque sentimental no se puede ni crear ni vivir.
En esta historieta la narrativa está muchísimo más cuidada, no exenta de algún salto al vacío, pero siempre con mucho criterio. Y el otro gran acierto es que –a diferencia de la historia más corta, que transcurre prácticamente toda adentro de una escuela- esta le da a Benjamin un montón de oportunidades de dibujar el paisaje urbano, que le sale demasiado bien. Autos, subtes, edificios, esa viñeta impresionante que ocupa media página y muestra el interior de un bondi... imposible no cebarse mal cada vez que Benjamin traslada la acción a las calles de Beijing.
Pero bueno, hablar bien del dibujo de este pibe ya es una redundancia absoluta, como hablar de lo mal que juega San Lorenzo. Benjamin desarrolló al máximo la técnica del lápiz óptico y los programas de dibujo digital y –dicen, yo no me lo termino de creer- que el chabón jamás dibujó con lápiz normal, de madera y grafito. Lo cierto es que su dominio sobre la técnica que eligió es sublime y además se cuida de no aplicar los mismos yeites cuando hace historieta que cuando hace ilustración. Benjamin entiende que lo que funciona bien en un medio no tiene por qué funcionar bien en otro (explicáselo a los que hacen mierda los mangas cuando los convierten en animés) y sabe cómo y cuándo cambiar el esquema táctico.
Aunque las historias no te interesen en lo más mínimo, los libros de Benjamin son una caricia para tus ojos, intensa y maravillosa, como deberían ser todas las caricias. Y si te gusta dibujar y probar cosas raras con la compu, acá vas a encontrar un nuevo dios al que venerar hasta el fin de los tiempos.
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Published on February 19, 2012 10:12

February 18, 2012

18/ 02: THE HIDDEN

Tener un blog de reseñas hace más de dos años y no haber comentado nunca un comic de Richard Sala me hace merecedor de los más ignominiosos tormentos. Como mínimo, clavos abajo de las uñas y de ahí para arriba, hasta llegar a la discografía completa de los Pibes Chorros. A mí favor debo decir que no edita comics nuevos todos los meses, ni mucho menos. De hecho, desde 2009 no lanzaba nuevas obras. Pero bueno, la Historia me absolverá, dijo Fidel Castro.
The Hidden, como libro, es medio un choreo. Está editado como la San Puta, en hermosas tapas duras, y trae 130 maravillosas páginas de historieta. Pero, ¿dónde está el curro? Es un libro de 21 x 21, cuadradito, un toque menos ancho y mucho más bajo que el típico TPB americano, y muchísimo más chico que un típico álbum europeo. Sala tiene muy claro el formato en el que se va a editar el comic y por eso muchísimas de sus 130 páginas tienen una sóla viñeta y ninguna tiene más de cuatro. Andá a saber cuál es la gracia de laburar en este formato... Me queda muy claro que esta misma historieta, publicada en un tamaño más coherente, ocuparía 90-95 páginas en vez de 130, saldría más barata y sería mucho más fácil de guardar.
De todos modos, esas quejas mariconas son nimias y baladíes (mirá qué léxico). Una vez que te metés en The Hidden, la magia de Sala te captura, te hipnotiza y ya no te importa un carajo cuántas viñetas tienen cada página ni dónde mierda vas a guardar el librito. Una vez más, Sala logra muchísimo con poco. Las cosas más grossas que pasan en The Hidden no tienen mayor explicación, el autor no ahonda en detalles ni se cuelga en el armado del contexto que va a servir de escenario para la aventura. Lo importante para él es la aventura en sí, y una vez que esta arranca, no hay como pararla.
The Hidden empieza como una especie de road movie post-apocalíptica, pero apenas pasadita la mitad se va para el lado del thriller, con una bizarra y siempre efectiva mezcla entre elementos clásicos de la ciencia-ficción y el terror. Clones, zombies y criaturas tipos Frankenstein le pondrán peligro, emociones y hasta dilemas morales espesos a esa segunda parte, en la que se respira el clima de película clase B con el que tantos lectores identifican a Sala.
En el medio hay algo muy raro: dos personajes cuyos roles en la saga terminan por ser muy menores narran a lo largo de 20 magníficas páginas una historia-dentro-de-la-historia alucinante, escalofriante y muy bien escrita, que uno espera que conecte más adelante con la trama central, pero eso nunca sucede.
Tampoco calienta demasiado, porque en esas 20 páginas es donde mejor dibuja Sala y –no jodamos- todos nos compramos sus historietas por los dibujos. Si además los guiones están buenos, mucho mejor. Pero el fan de Sala lo que ama, por encima de todo, es el dibujo del ídolo. Y acá no defrauda ni al fan más exigente. A nivel visual, probablemente este sea el mejor trabajo en la extensa carrera del Sala yanki (también están el Sala argento y el Sala francés, David Sala, un capo poco conocido en estas pampas). ¿Ubicás a Liniers? Bueno, casi todo lo que Liniers hace bien, Richard Sala lo hace mejor. El tipo tiene ese estilo bonito, simple, muy expresivo, pero amistoso, con colores puestos con sutileza y criterio, y de pronto, con ese estilo, se va al carajo dibujando freaks, monstruos, masacres y orgías de sangre, canibalismo y destrucción. Sala se hace cargo de que meter una o dos viñetas por página puede oler a choreo, por eso a cada viñeta le pone la vida y mucho más. Se mata en los fondos y si no hay fondos se luce en el color y agrega cross-hatchings limados alrededor de los personajes. A veces los fondos no entran porque los globos son grandes y con mucho texto y ese es otro deleite: nadie en el mundo rotula como Sala. Su tipografía es única, irrepetible y espectacular.
En síntesis, The Hidden es una historieta atrapante, con climas muy bien elaborados, escenas muy impactantes (y muy escabrosas), un guión que cierra a pesar de no explicar todo lo que sucede y un dibujo indescriptiblemente bello, que lo pone a Sala aún más alto de lo que ya estaba en el Olimpo de los dibujantes fundamentales, a los que hay que comprarles hasta la última poronga que editen.
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Published on February 18, 2012 18:20

February 17, 2012

17/ 02: A GOD SOMEWHERE

La puta madre, qué injusto es el mundo! ¿Cómo puede ser que nunca en la vida haya oído a ninguno de mis amigos comiqueros hablar de este libro? ¿Por qué tuve que juntar coraje para pedírmelo, como quien se juega su última ficha de 100 mangos a Pares o Impares en la ruleta? En un mundo más justo, todos (no sólo los que leemos comic yanki, sino TODOS) deberíamos estar con las bolas al plato de tanto escuchar hablar de A God Somewhere, de los premios que ganó, de sus connotaciones religiosas y sociales, de su tratamiento único y osado al ya clásico tópico de "superpoderes en el mundo real", y por supuesto, del miedo que genera la posibilidad de que DC saque precuelas y secuelas o –peor aún- que a alguien se le ocurra convertirla en un largometraje con actores choto y edulcorado.
Sí, ya sé: Miracleman lo hizo antes y seguro lo hizo mejor. Pero acá, a John Arcudi y Peter Snejberg se les ocurren un montón de ideas que a Alan Moore no se le ocurrieron cuando escribió Miracleman, o incluso Watchmen. Hasta la mitad de la novela, ponele que sí, que A God Somewhere podría ser tildado de "Miracleman de la B Nacional". Pero la segunda mitad, cobra un rumbo que Miracleman ni siquiera llega a sugerir y se va bien, pero bien a la mierda.
Como la novela que comentamos ayer, A God Somewhere te hace comer varios amagues a la hora de definir quién corno es el protagonista. Al principio es la historia de tres amigos, después Arcudi te hace creer que es la historia de Eric Forster y al final queda bastante claro que es la historia de Sam Knowle, el personaje con el que más se identifica el lector y al que mejor trata el guionista. Porque –no soslayemos un dato importante- esta es una historieta tremenda, descarnada, jodida, truculenta, perturbadora, dura como esos fouls que hacía el Cabezón Ruggeri en la puerta del área. Y si bien tiene momentos lindos, distendidos, de sana comedia juvenil, los personajes protagónicos la pasan mal. Muy mal. No son los únicos, claro. Arcudi reparte duro y parejo y nos ofrece hermosas masacres en las que la gente (y los cachos de la gente) vuelan por el aire, desmembrados por una ráfaga de balas, una explosión, o un tipo con superpoderes que no tiene ningún reparo en matar a ningún mísero mortal.
¿Cómo cambia un tipo común y corriente, copado y decente, el día que recibe los poderes de un dios? ¿De la noche a la mañana, o gradualmente? ¿Mucho o poco? ¿Qué lo impulsa a ayudar al prójimo y no a decir "ratas patéticas, yo tengo el poder y el que no quiera ser mi esclavo será mi víctima"? ¿Cómo se altera su entorno, la vida de sus seres queridos? ¿Cómo reaccionan los políticos y militares, que son los que creen detentar el único y legítimo poder? Y si es un dios, ¿da para venerarlo como los católicos veneran a Jesucristo y el resto de las religiones a sus respectivos mesías, profetas, etc.? Arcudi se juega la vida y responde a todas esas preguntas de un modo totalmente inesperado y definitivamente impactante.
El dibujo corre por cuenta del gran danés Peter Snejberg, en el que probablemente sea el mejor trabajo de su carrera. Gore fuera de control, violencia al recontra-extremo y genocidios estremecedores por un lado, y por el otro climas realistas, creíbles, escenas tranqui repletas de gente normal que hace cosas normales. Y como constante en uno y otro polo, el dominio cancherísimo de la anatomía, la iluminación, las expresiones faciales y la composición tanto de la viñeta como de la página en su totalidad. Snejberg apuesta fuerte y le salen todas bien. Un laburo absolutamente consagratorio para este monstruo nunca bien ponderado.
Esto, amigo viñetófilo, roza la categoría de Historieta Perfecta. Puesto a criticarle algo, se le nota un poco en su estructura, en su extensión y en cómo están organizadas las escenas, la intención de que A God Somewhere algún día se convierta en una peli de Hollywood. Pero es una boludez, una nimiedad que no opaca en lo más mínimo la apabullante calidad de esta novela gráfica. Ah, no la etiqueto como "Vertigo" porque Vertigo simplemente reedita A God Somewhere desde que desapareció el sello WildStorm, que fue el que la publicó por primera vez. Papa hiper-fina.
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Published on February 17, 2012 15:37

February 16, 2012

16/ 02: DOBLE V

Hoy tenemos otro comic bravo, no apto para quienes buscan una lectura pasatista. El género en el que incursiona el guión de Horacio Bevaqua podría definirse como " violencia urbana", pero está un poquito al límite, hay algunos coqueteos con el realismo mágico, con cosas que no tienen una explicación demasiado racional. Se trata de una historia sórdida, truculenta, regada generosamente con sangre de buenos y malos, de vivos y de boludos.
El truco más ingenioso –y Bevaqua emplea varios- es el del protagonista cambiante. Al principio, te comés el amague de que el protagonista es el policía. Y no. Después, suponés que es el jefe de la banda de chorros. Tampoco. Para la segunda mitad, le ponés fichas al novio de Viviana. Menos que menos. Una y otra vez, Bevaqua te hace entrar, te muestra a un personaje, se mete a fondo en su psiquis y cuando vos te empezás a identificar con él, o a ver la historia desde su óptica y a entenderla como él la entiende, pasa algo (casi siempre funesto) y el relato agarra para otro lado, le entrega la posta a otro miembro de este extraño elenco. Un elenco que incluye –mirá qué lindo detalle- a los Breccia Quiroga, cinco oligofrénicos que hablan y se mueven como los de aquella inolvidable adaptación de La Gallina Degollada realizada por Carlos Trillo y Alberto Breccia sobre el cuento de Horacio Quiroga.
Al final, buena parte del protagonismo se lo lleva Pacha, el payasito, que hasta la página 46-47 es un personaje de relleno. Pero, por suerte, al elenco de Doble V le sobran los personajes atractivos. Otra cosa que le sobran son buenos diálogos. Claramente ese es el rubro en el que más brilla el guión de Bevaqua. Los diálogos son filosos, creíbles, mucho más dinámicos y gancheros que los bloques de texto o los soliloquios que transcurren en la mente de los personajes. Como los que veíamos la otra vez en la Lule le Lele, se disfrutarían más si Bevaqua usara como corresponde los signos de puntuación (¿será tan jodido cuidar mínimamente ese detalle?), pero así como están, también la rompen.
Y lo otro que sobra, que es excesivo, es la extensión de la obra. Doble V es un relato muy descomprimido, que se cuelga muchas veces en la contemplación, en la creación de climas, en charlas que no conducen a nada ni enganchan con el accionar de los personajes. Eso hace –por un lado- que la trama avance a un ritmo medio pachorro y -por el otro- que haya mucho, mucho espacio para el lucimiento de Lucas Aguirre, el dibujante.
Lo de Aguirre es muy raro y también muy notable. El tipo pasa –según lo requiera la secuencia- de los palotes de un nene de escuela primaria a las composiciones de luces, sombras y volúmenes de la mejor época de Simon Bisley. Arriesga en la narrativa, pelas unos ángulos rarísimos, se zarpa en la planificación de algunas páginas medio al límite del mamarracho, pero lo más interesante es la técnica. Su manejo de la tinta, de los esfumados, cepillados, grisados, aguadas, toda esa inagotable gama de texturas con las que refuerza una iluminación siempre impactante hablan de la increíble versatilidad de Aguirre. Posta, si hizo esto en blanco y negro (y –si no estoy muy loco- hace más de 10 años) no me quiero imaginar lo que puede llegar a hacer si le dan la posibilidad de laburar a color.
Lo cierto es que a Bevaqua y a Aguirre les sobran los recursos para hacer algo fuerte, sólido, competente. Y aún así, prefieren timbear, apostar a algo más extraño, más complejo, menos obvio. Para mi gusto, aciertan más de lo que pifian, pero también habrá quien diga "dejame de joder con estos fumancheros del under que se las quieren dar de vanguardistas". Si te bancás una historieta en la que cada dos por tres los autores saltan al vacío, Doble V te va a cebar, sin dudas.
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Published on February 16, 2012 15:30

February 15, 2012

15/ 02: TESTAMENT Vol.3

Oootra serie de Vertigo que tenía colgada hace mil años. De hecho, los dos primeros tomos los leí antes de arrancar con el blog, allá lejos y hace tiempo. Por supuesto, se trata de otra serie ya cancelada, que no llegó ni a los 25 episodios. Y era bastante obvio que no iba a durar, por lo osado de la propuesta: el escritor y documentalista Douglas Rushkoff se manda a re-interpretar las historias del Antiguo Testamento, pero con un twist muy limado. Las historias no están 100% cerradas, sino que se van urdiendo sobre la marcha, a partir de runflas, traiciones y pactos entre las deidades de la antigüedad y –lo más zarpado- el accionar de los humanos de mediados del Siglo XXI. De algún modo, muchas de las historias clásicas de la Biblia se repiten una o dos décadas en el futuro, y de lo que hacen esos chicos, chicas, milicos, empresarios, etc., depende el resultado de estos grandes conflictos en los que están metidos los mismísimos dioses. Too much.
Este tomo, además, inaugura la segunda mitad de la serie con dos episodios unitarios, con poca conexión con la saga central, lo cual facilita de alguna manera el re-enganche del boludo que colgó la serie hace más de dos años. Uno de esos episodios (el que más aporta a la saga principal) es más bien choto, y el otro, el más inconexo, está bastante bueno. Pero lo grosso de este tomo es un arco de cuatro episodios en el que pasan un montón de cosas importantes, tanto en el plano de los dioses como en el de los humanos. Rushkoff reversiona la ancestral historia de la Torre de Babel a través de un mega-empresario que crea una nueva moneda, definitiva, de alcance global... y con vida propia. Surge así un verdadero Rey del Mundo, un tipo cuyo código genético está conectado a lo que el planeta entero usa para comprar y vender lo que sea. Y así como en el relato clásico Dios sentía que le estaban tocando el culo y saboteaba a la torre con el tema de la diversidad de idiomas, acá serán dos chicas las que –por un proceso muy complejo y que involucra a elementos que el guionista ya había introducido en tomos anteriores- tendrán que hacer inviable a la herramienta definitiva de la hiper-globalización.
Es un lindo arco, con buenos dilemas morales, y con la rareza de que a la hora de la caracterización, Rushkoff le da más bola a los dioses que a los humanos. Hay buenos diálogos entre los chicos, y una secuencia muy fuerte, muy impactante entre Miriam y sus captores. Pero la interacción más interesante está en el plano celestial, donde Moloch, Astarte, Krishna, Marduk y demás muestran aristas muy interesantes en sus personalidades.
En cuanto al dibujo, las dos historias cortas están a cargo de Peter Gross (el de The Unwritten), entintado por Gary Erskine. Un delirio: son dos artistas con estilos muy incompatibles entre sí y de esa mezcla difícilmente salga algo bueno. El resultado es más extraño que fulero (por suerte), pero no creas que vas a encontrar un real deleite para tus retinas.
Y el arco más extenso está a cargo de quien fuera el dibujante titular de la serie, el británico Liam Sharp. Sharp es más raro aún que la mezcla entre Gross y Erskine. Hay cuadros y hasta páginas enteras en las que todo pareciera chuparle un huevo. Dibuja así nomás, casi unos palotes con un trazo bien grueso, sin un puto fondo, lo básico o mucho menos. Hasta parecen páginas dibujadas en un formato mucho más chiquito que el del comic-book y luego ampliadas. Y hay otras páginas en las que deja la vida. Mete unas composiciones jugadísimas, los personajes cobran una dinámica que recuerda a lo mejor de Simon Bisley, las caras tienen unos detalles minuciosos y hermosos al estilo Frank Quitely, los dioses, monstruos y palacios pelan un vuelo digno de Alcatena y uno queda medio idiota, preguntándose cuál es el verdadero Liam Sharp. ¿El verdulero que saca las páginas con fritas, o el salvaje que te devasta las retinas en esas páginas fastuosas? Ni idea.
En síntesis, Testament no es una serie fundamental y si no le entrás, no te perdés ni un Sandman, ni un Invisibles ni una Promethea (por citar series complicadas, no aptas para quienes buscan una diversión livianita). Está bien, con mucho gusto voy a leer el último TPB, pero tampoco es la joya de la corona de Vertigo, ni un antes y un después. Te lo juro por Dios.
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Published on February 15, 2012 17:48

February 14, 2012

14/ 02: ALFREDO GRONDONA WHITE

Qué loco cómo nos olvidamos tan rápido de Grondona White. En los ´70 y ´80 este tipo era un grosso de aquellos, un referente ineludible en materia de historieta humorística. En los ´90, cuando dejé de consumir Hum® y SexHum® lo perdí de vista y hoy tengo la sensación de que Grondona White ya no labura como humorista gráfico, ni nada parecido. Ojalá me equivoque.
Lo cierto es que en este tomo La Duendes recupera muchas de sus historietas. No sé si las mejores (no está, por ejemplo, Adolfo Cruz Gamarra Hitler, aquel hito de la primera SuperHum®), pero unas cuantas muy buenas, y además un montón de chistes de una sóla viñeta. Bah, en realidad son casi todos chistes de una sóla viñeta: la mayoría del tomo reproduce esos "ensayos" de Grondona White en los que el maestro tocaba un tema genérico, relacionado con las costumbres y modas de la Argentina de su tiempo, y lo desmenuzaba en varias viñetas, cada una con un chiste dibujado y un texto complementario por afuera de la viñeta, que solía ser sumamente gracioso. Hoy que está de moda el stand-up comedy, no estaría nada mal convertir en monólogos todas esas observaciones filosas y agudas que hacía Grondona White sobre pequeñas boludeces de la vida cotidiana. Parece mentira, pero varias están escritas hace 30 años y aún así mantienen intacta su gracia y su mala leche.
O sea que, entre estos "ensayos" y los chistes, hay poco lugar para historietas con narrativa. Tenemos, en este rubro, 7 u 8 historias cortitas de los Bespi y una sin diálogos, la sorprendente La Estufa de Aladino. En estas poquitas páginas queda clarísimo que, además de un observador agudo y certero, Grondona White es un narrador nato, un tipo al que no le cuesta para nada poner su dibujo al servicio del relato, como hiciera durante tantos años en los que nos contó las maravillosas turradas del Dr. Piccafeces.
El dibujo de Grondona White es increíble. Todo su repertorio gráfico se limita a una línea negra, siempre del mismo grosor, sobre el fondo blanco. Casi no usa manchas negras, o sea que sus páginas son mayoritariamente blancas. Ese trazo siempre igual, hace magia. Tiene nervio, tiene vuelo, capta detalles con asombrosa precisión, logra expresiones de enorme realismo o de enorme impacto cómico tanto en caras como en cuerpos. Cuando no dibuja seres humanos, la línea de Grondona White se parece a la de otro monstruo de trazo nervioso y repleto de detalles: el maestro Sergio Aragonés. Pero el fuerte de Grondona White son, precisamente, los seres humanos. Ahí es donde está su clave, en su forma de retratar a sus congéneres, en un estilo demasiado estilizado para ser un típico humorista gráfico (Tabaré, ponele) y demasiado caricaturesco para ser el enésimo clon de Alex Raymond, por mencionar al autor que motivó a Grondona White a convertirse en dibujante.
La edición por parte de La Duendes tiene varias fallas, principalmente en el diseño gráfico, que se ve feo y anticuado. Hay una página (la 73) a la que le falta un pedazo del arte, pero la das vuelta y en la 74... aparece esa misma página, ahora completa! Pero bueno, es lo que hay. Por lo menos se acordaron de rescatar del olvido a este prócer y de republicar unos cuantos trabajos suyos que –repito- no perdieron ni filo ni vigencia.
Si te querés reir un rato, Grondona White sigue siendo –como en los ´70 y ´80- una excelente opción.
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Published on February 14, 2012 18:40

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Andrés Accorsi
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