Álvaro Bisama's Blog, page 182
May 8, 2017
Personas de la tercera edad encabezan tasa de suicidios en Chile
A partir de la IV Encuesta de Calidad de vida en la vejez es que se comienza a visibilizar parte importante de nuestra población, la tercera edad. Esta suele describirse como una época de descanso, reflexión y de oportunidades para hacer cosas que se han postergado, sin embargo el proceso de envejecimiento no es siempre tan idílico. De hecho es una etapa de crisis, de vulnerabilidad sobretodo en términos de la salud mental. La vejez viene acompañada con un deterioro físico importante, con la presencia de un mayor número de enfermedades, con enfrentarse a pérdidas importantes (de pareja, amigos, redes de apoyo, etc.) y cambio en los roles.
La Organización Mundial de la Salud reconoce que más de un 20% de las personas que pasan de los 60 años de edad sufren algún trastorno mental o neural (sin contar los que se manifiestan por cefalea) y el 6,6% de la discapacidad en ese grupo etario se atribuye a trastornos mentales y del sistema nervioso. La demencia y la depresión son los trastornos neuropsiquiátricos más comunes en ese grupo de edad.
Chile es uno de los países que presenta índices más altos de depresión a nivel de la población general y en la tercera edad se encuentra que alrededor de un 5,6% presenta depresión. Específicamente cuando consideramos el suicidio (el cual esta asociado a depresión), la Organización Panamericana de Salud de 2009 advierte que Chile presenta la tasa más alta de América Latina después de Uruguay. De hecho la tasa de suicidios se ha duplicado en los últimos años y esta tasa es liderada por los mayores de 65 años. Entre las principales causas que llevan a los adultos mayores a terminar con su vida están el dolor crónico irrecuperable, una enfermedad terminal o invalidante, los trastornos del sueño, la viudez, el aislamiento y abandono familiar y social.
Las familias o cercanos a un adulto mayor deben estar alertas a algunas de las siguientes señales, considerando al menos 5 de los siguientes síntomas (adaptado de los criterios diagnósticos para episodio depresivo mayor del DSM-IV): ánimo deprimido casi todo el día, marcada disminución del interés o placer en casi todas las actividades, aumento o pérdida importante de peso, insomnia o hipersonmia, sentimientos de inutilidad o culpa excesiva, agitación psicomotora o enlentecimiento, fatiga o pérdida importante de energía, disminución de la capacidad de concentración, pensamientos recurrentes de muerte.
La Depresión es una de las patologías que están cubiertas por AUGE, el cual establece ciertos protocolos para su tratamiento, los cuales incluyen psicoterapia y/o farmacología. A pesar de que el estado ha hecho un esfuerzo en este ámbito, todavía resulta insuficiente ya que la depresión no ha disminuido como se esperaba. Los adultos mayores se encuentran en un periodo de fragilidad tanto física como mental por lo que la forma de aproximarnos a ellos debe ser interdisciplinar y no debe ser de tiempo acotado (como lo plantea el AUGE). Nuestra población envejece (según OMS, entre 2015 y 2050 la proporción de la población mundial mayor de 60 años se multiplicará casi por dos, pasando del 12% al 22%), debemos ser capaces de apoyarlos y acompañarlos en esta etapa, creando o reforzando redes de apoyo, fomentando su autonomía, haciéndolos participes de la sociedad. El reconocimiento, diagnóstico y tratamiento temprano en salud mental puede contrarrestar y prevenir las consecuencias emocionales y físicas de la depresión.
La entrada Personas de la tercera edad encabezan tasa de suicidios en Chile aparece primero en La Tercera.
Merecía otro marco
Por cómo terminó, por lo que había en juego y porque quedaban tres fechas, el triunfo de Colo Colo sobre Everton debe ser el mejor partido de lo que va de torneo. O, al menos, el más emocionante, sin dudas. Por eso mismo, merecía que las tribunas del Sausalito estuvieran llenas.
La incomprensible decisión del local de solicitar un aforo de 10 mil personas -apenas la mitad de lo que puede albergar el estadio-, sumada al ridículo protocolo inicial para que los hinchas albos adquirieran las 500 entradas que se les entregaron en principio, la que se terminó eliminando por la aún más absurda determinación de la gobernación de Valparaíso de evitarse cualquier problema y sólo darle 100 boletos de cortesía a la boleta, atentó contra eso.
Fue como si nadie quisiera un marco acorde a la relevancia del partido que se disputaba. Fue rendirse ante las eventuales complicaciones que podrían generarse y darse por vencidos en esta lucha contra la violencia que nadie sabe cómo ganar. Y, lo que es peor, que nadie parece querer hacerlo.
El temple que mostró el Cacique en el cierre, para mantenerse arriba en esta cerrada lucha que sostiene, principalmente, con Universidad de Chile, luego de la caída de Iquique; y las dificultades que le plantearon los ruleteros, incasables en su afán de involucrarse en la discusión, aunque fuese desde una posición secundaria, merecían más respeto por parte de todas las autoridades, las del fútbol y las políticas, que le fallaron de forma rotunda al espectáculo que es el fútbol, que en esta oportunidad brindó lo mejor de sí mismo.
La disputa por el Clausura comienza a desgranarse. De los 12 a los que las matemáticas les daban una irreal opción al título, el número se reduce notablemente y le entrega a Colo Colo una ventaja mínima, la misma a la que puede aspirar cualquier de los principales candidatos a ser campeón.
El título se definirá por detalles. Cualquier error o desatención serán fatales para quienes los cometan. La emoción en este campeonato de irregular y criticado rendimiento, aparece garantizada para el cierre. Ello obliga el respeto de todos los involucrados, desde los jugadores hasta los hinchas, de los dirigentes a las autoridades, para que en la cancha -donde este juego se hace grande- exista el escenario que amerita. Nada más ni nada menos.
La entrada Merecía otro marco aparece primero en La Tercera.
El misterio del Everest
Hace una semana no más, le contaba a un grupo de estudiantes la historia de George Mallory y Andrew Irvine, los montañistas británicos que en el inicio de los años 20 fueron los primeros en intentar la conquista de la cumbre de la montaña más alta del mundo, el Everest. El 9 de junio de 1924, Mallory (38) parecía encaminarse a coronar con éxito su tercer intento por llegar a la cima -luego de que las dos primeras expediciones que integró habían fracasado-, acompañado en esta ocasión por Irvine (22). Se alejaron desde el último campamento, instalado a 8 mil 160 metros de altitud, con serias pretensiones de alcanzar en esa misma jornada los 8 mil 848 metros de altitud. Uno de sus compañeros, ayudado de un telescopio, los vio camino a la cima, a unos cien metros de ésta, como dos puntos negros que avanzaban sobre la nieve, así hasta que la escena se desvaneció envuelta en un rebaño de nubes.
Aquella fue la última imagen de ambos montañistas y nadie sabe, hasta el día de hoy, si realmente consiguieron su objetivo -un dato no menor porque recién 29 años después otros expedicionarios pudieron completar la hazaña: Edmund Hillary y Tenzing Norgay-. Durante mucho tiempo no hubo rastro alguno de ellos. La montaña se los había tragado. Recién en mayo de 1999, el cuerpo de George Mallory fue encontrado: estaba en perfecto estado de conservación, a 521 metros de la cumbre, con la tibia y el fémur de su pierna izquierda rotos. Sin embargo, el hallazgo no entregaba pistas ni pruebas que permitieran saber qué había ocurrido exactamente.
El cuerpo de Irvine aún no ha sido hallado. Tampoco las cámaras fotográficas que ambos llevaban consigo y que, según los expertos de Kodak, podrían ser reveladas sin problemas, dadas las características climáticas que mantendrían inalterables las condiciones de los rollos de película -de haber llegado a la cima debieron haber registrado ese momento-.
Con todo, hay dos versiones que avalan el hecho de que Irvine y Mallory hicieron cumbre. Según la hija de Mallory, su padre llevaba consigo una foto de su esposa con el fin de depositarla junto a la cima una vez que la alcanzara. La foto no fue encontrada ni en la ropa ni en las pertenencias de Mallory, por lo que pudo haberla dejado al llegar al techo del mundo. La segunda versión se funda en que al momento de morir Mallory no llevaba puestas sus gafas de sol, lo que permite suponer que su deceso ocurrió de noche. Estando a 500 metros de la meta, parece difícil creer que Mallory -dado su espíritu y temperamento- hubiera abandonado el ataque a la cima, por lo que la muerte debió producirse durante el descenso.
Me he acordado de esta historia porque en los últimos días dos leyendas perdieron su vida en la montaña. Ueli Steck (40), conocido como La Máquina Suiza, murió el 30 de abril tras una caída sufrida mientras escalaba el Nuptse, una de las montañas satélites del Everest. Steck había conseguido metas increíbles reduciendo los tiempos de escalada de manera asombrosa. Un ejemplo: a mediados de 2015 ascendió 82 cuatromiles en sólo 62 días, desplazándose entre uno y otro arriba de una bicicleta. La otra muerte fue la del nepalí Min Bahadur Scherchan (86), quien falleció mientras trataba de convertirse en la persona más longeva en ascender hasta la cima del Everest, título que había sido suyo entre 2008 y 2013.
El embrujo del Everest sigue vivo, lo mismo que la necesidad de hombres y mujeres dispuestos a cualquier cosa con tal de conquistarla. Cierta vez un montañista aseguró que desde ahí se oía con más claridad la voz de Dios. Tal vez ahí resida todo el misterio.
La entrada El misterio del Everest aparece primero en La Tercera.
May 7, 2017
Ausencia de certezas
AL COMENZAR el año los analistas eran inundados por certezas sobre el resultado de la próxima elección presidencial: los contendientes reales serían Guillier y Piñera; y lo demás, ruido.
Pocos meses después el escenario no puede ser más incierto y están sucediendo cosas que nadie previó ni pudo prever. Alejandro Guillier aparece en retirada en las encuestas. La Nueva Mayoría, a su vez, no tendrá una primaria, no porque la fortaleza de éste hiciere desertar a los contendientes, sino porque han aparecido otros no imaginados (Lagos, el imaginado, ya no está) que van por otro camino.
Beatriz Sánchez, que nadie se hubiera atrevido a soñar como candidata, se presenta como una pesadilla para Guillier. Creció como la espuma, nada diferente de éste, y acaso siga su misma suerte -la espuma suele desinflarse rápido-, pero hay factores que presagian otra cosa. Por un lado, no forma parte de la NM, conglomerado internamente fracturado y desgastado ante el electorado, por lo que no carga con el peso de la continuidad, ni le debe lealtad alguna. Y además, que súbitamente el Frente Amplio sacó una primaria del sombrero, que el oficialismo fue incapaz de acordar, que reforzará el carácter ciudadano de su aventura, algo que Guillier tratará de conseguir inesperadamente recolectando firmas como independiente.
Carolina Goic, a su turno, juega sus posibilidades basada en que ha generado una cierta mística -que se suponía perdida- en la base democratacristiana, aunque es imposible anticipar hasta dónde llegará. Al menos, se puede especular que algunos votos quitará a Guillier, quizás los suficientes para que Sánchez pase a segunda vuelta. Visto así, no hay que descartar que la Nueva Mayoría se las ingenie como sea para bajar a cualquiera de los suyos.
Contradictoriamente, la “Bea” contribuye a fortalecer a Sebastián Piñera, porque acentuará el temor a la izquierda que impulsa a muchos en la derecha -más que la adhesión- a votar a por él y a descartar a otros. Además, porque la primaria del Frente Amplio potencia la que sostendrá Chile Vamos. Si se pensó en cancelarla, no fue por el cuento que la izquierda iría a votar en contra de Piñera (solo los que actúan disciplinadamente hacen eso y muchos están inscritos en los partidos de la NM, de modo que no podrían votar en la primaria de CHV), sino porque sería una votación “huacha” que pudiera no llevar mucha gente a votar y resultare en una victoria de Piñera con poco lustre. Ahora, al haber otra primaria, con una candidata convocante, todo el proceso será más llamativo e impulsará a más gente a concurrir a ambas.
Y si bien a Piñera lo rodean más certezas, hay que ver qué efecto tendrá la confrontación con Felipe Kast y Ossandón. Y tampoco hay que descartar que el ambiente se caldee, que es lo propio de una verdadera contienda, que de lo contrario puede ser percibida como “trucha”. Y a continuación, lo que hagan José Antonio Kast y Goic, que significarán una tenaza que atraiga votos por el centro y la derecha de Piñera. Lo único cierto, entonces, es que no hay certezas y que cualquier cosa puede suceder. Lo demás, son análisis interesados.
La entrada Ausencia de certezas aparece primero en La Tercera.
Drástico cambio de escenario
YA HAN caído Lagos, Insulza, Atria, Allende, Tarud, Chahuán, Walker y otros menores. Aún faltan muchos por caer y seguirá así cambiando el escenario. El cambio de esta semana se deriva de la decisión de la DC de ir a la primera vuelta, la primaria de Chile Vamos, Frente Amplio, y las encuestas que posicionan a Beatriz Sánchez como un nuevo fenómeno, tal como ocurrió por un momento con el propio Guillier. La DC esta vez claramente acertó, y de inmediato ganó importancia, poder y respeto de la Nueva Mayoría, incluso del PC. Todavía hay analistas que estiman que es solo una estrategia de negociación parlamentaria, lo que puede ser, pero el escenario irá cambiando una y otra vez, y en ese camino la DC se colocó en una mejor posición. No hay que olvidar que la DC es el partido más grande de la coalición, pero era maltratado como si fuera el más pequeño, como ocurría con el PR. En mi opinión, cualquier fortalecimiento del centro es bueno para Chile.
Con esta decisión se acabó la primaria de la Nueva Mayoría, algo por lo que tanto pelearon y criticaron. Esto los deja muy mal parados, entre otras cosas porque las primarias serán de alta visibilidad nacional y además les garantiza tiempo gratuito en la televisión, lo que es muy importante. El Frente Amplio reaccionó con rapidez y astucia y presentó candidatos a la primaria, que harán simultáneamente con Chile Vamos. Eso les da una enorme ventaja con la Nueva Mayoría que así se sigue deteriorando. A ello se suma el “fenómeno Bea” que ya le pisa los talones a Guillier, un candidato más bien reguleque, sin contenido, y menos experiencia real en política y gestión. Guillier ya planea lentamente hacia abajo, y se abren preguntas muy incómodas.
La paradoja es que la Nueva Mayoría cayó justamente porque ya no hay binominal y se abre el espacio para los extremos aún más radicales, que solo harán daño a la gobernabilidad. Ahora fueron presa de su propia trampa. No aprendemos de la historia, ni tampoco de nuestra cultura real.
Así se abren escenarios casi impensados de baja probabilidad pero alto impacto pero que eventualmente pueden ocurrir, como que Piñera gane en primera vuelta o que Guillier simplemente no llegue a la primera vuelta por diferentes razones. Una especie de “Golbornazo” de la izquierda por la baja en las encuestas. Aunque muy poco probable por ahora, podría no recolectar las firmas. Otro escenario es que se alineen con Goic tratando de salvar la Nueva Mayoría, que mal que mal ya han tenido dos gobiernos encabezados por los DC. Otro escenario es que Guillier salga tercero, lo que aún es muy poco probable, pero que cada día aumenta la posibilidad.
Bea Sánchez podría sacar hasta 15 puntos, Goic entre siete y 15, Parisi dos a cinco, MEO dos a cinco, y un par de puntos el resto. Falta mucho camino, pero estos escenarios ya se empiezan a comentar. Por cierto, la gran incertidumbre es cuántas personas votarán finalmente.
Guillier se ha declarado formalmente como el continuador de Bachelet, y por lo tanto deberá hacerse cargo de los resultados de este gobierno, que podrían seguir empeorando. En la interpelación de esta semana vimos un espectáculo lamentable: una ministra que ni siquiera maneja las cifras de su sector, que asevera que Bachelet lo ha hecho mejor que Piñera en el tema empleo, y que considera que estar desempleado es mejor que estar empleado con una remuneración menor. De no creer. El Frente Amplio representa el advenimiento del populismo en gloria y majestad, lo que será cada día más evidente. Mayol, en un gran vuelo astral, ha propuesto un tren rápido de Puerto Montt a Arica, más otro transpatagónico. Bien le valdría estudiar un poquito de economía y por cierto de matemáticas. Pero así es el populismo. La candidata Canelo cree realmente que si se cambia la Constitución literalmente se terminan todos los problemas del país, y así van las ilusiones trastocando las posibilidades reales. Más impuestos, más estatización. Fin de las AFP e Isapres, educación y salud pública gratuita universal, nacionalización del cobre y otros de esa especie, en un discurso más o menos añejón que ya conocimos y que termina como Venezuela. Los jóvenes del Frente Amplio lo son solo de cuerpo, porque de ideas son en realidad muy viejos.
La encrucijada para Chile es enorme.
La entrada Drástico cambio de escenario aparece primero en La Tercera.
Abrochar cinturones
REVOLUCIÓN Democrática consiguió las firmas para convertirse en un partido político nacional y el Frente Amplio tendrá sus primarias legales. Sin duda que este acontecimiento le pondrá algo de vértigo a un proceso que se hacía cada vez más predecible. Y tanto desde los efectos, como por los antecedentes, habrá algunas cosas muy interesantes de mirar.
Hay una cierta estética que parece calar en los escépticos y desencantados. Habiendo sido varios de estos líderes parte del movimiento estudiantil, sumando a otros no tan jóvenes -pero cuya influencia se ejerció desde las aulas y la academia- existían severas dudas sobre la eficacia que éstos tendrían en el marco de las reglas institucionales que tanto critican. Lo cierto es que su desempeño estuvo muy por sobre lo pronosticado; y tanto hoy, como ayer, han sorteado el reto de cumplir con las exigencias del sistema, sin que eso trasunte mimetizarse con los estilos y prácticas del mismo.
De hecho, es probable que ni ellos aquilaten el efecto del paso que acaban de dar. En momentos donde los instrumentos para dirigirse a los ciudadanos están crecientemente restringidos, cuando se han limitado los presupuestos de campaña o se ha excluido a las empresas del financiamiento de la política; disponer de siete minutos y medio en televisión abierta, por algo así como veinte días, en horario prime y en cadena nacional, les dará una tribuna y oportunidad que ya se soñarían muchos. Se trata no solo de un espacio privilegiado para los precandidatos a la presidencia, sino también para presentar a todo ese elenco que posteriormente buscará también una oportunidad en el Congreso. Y para qué decir cuando su único competidor en esa pantalla será la derecha, mientras la Nueva Mayoría, o lo que queda de ella, mira este acontecimiento desde sus casas.
He ahí quizás la cuestión más significativa que subyace a esta noticia. Tal como lo logró Melenchon en Francia, Iglesias lo intentó en España y Marco fracasó en Chile, el objetivo de esta nueva izquierda -más radical y testimonial, pero no por eso necesariamente popular- es desbancar y sustituir a las tradicionales fuerzas que, al menos en Chile, representaron la socialdemocracia y el socialcristianismo; amenazando así su predominio ostentado por casi tres décadas. Pero para cumplir tamaña hazaña, se requiere convocar y levantar a una parte de esa gran mayoría de electores que voluntariamente se marginaron del proceso. Sin duda que la franja electoral ayudará a ese propósito, especialmente si la oferta se traduce en una propuesta audiovisual rupturista y seductora, pero persiste el fantasma de que estos novísimos debutantes sean víctimas de su propio discurso inicial; es decir, aquel que descree de las reglas del juego que nos hemos dado, mostrándolas como la parodia levantada por el duopolio y otros grupos de poder en Chile.
Y aunque sigue siendo muy difícil que el Frente Amplio pase a segunda vuelta, están hoy más cerca que ayer de cumplir con su objetivo.
La entrada Abrochar cinturones aparece primero en La Tercera.
Argumentos Ocde y campaña presidencial
Nunca es fácil proponer una rebaja tributaria, menos en plena campaña presidencial y en un país con una distribución de la riqueza y los ingresos que sigue siendo desigual. Pero eso fue lo que hizo el candidato Piñera esta semana, cuando anunció una reducción de las tasas que pagan las empresas en caso de ser elegido.
Más allá de las justificaciones y omisiones tradicionales de la derecha en todo el mundo cuando quiere reducir impuestos -que favorece el crecimiento y, por favor, no me pregunte sobre el impacto distributivo-, la novedad estuvo en que el candidato de Chile Vamos enarboló el “argumento Ocde” para legitimar su iniciativa.
“Propuesta tributaria de Piñera: idea es llevar la tasa que pagan las compañías al promedio que tributan en los países de la Ocde, que hoy bordea el 25%”, tituló un medio en portada. “Sistema simplificado con tasas de impuestos corporativos que convergen a los niveles promedio de la Ocde” anunció otro. Mencionar la Ocde antes, durante y después de hablar de la rebaja de impuestos parece haber sido la orden del día.
El argumento Ocde debe ser uno de los argumentos más usados y abusados para justificar propuestas de política pública. Decir que lo que se está proponiendo es lo que hacen los países Ocde les da un aura de seriedad a propuestas que no siempre lo son. No es necesario entrar en detalles complicados ni responder preguntas incómodas, el argumento Ocde es el escudo perfecto y, además, se expresa en menos de 140 caracteres.
Así como el candidato de Chile Vamos usó un argumento Ocde para proponer una reducción de impuestos, también se puede utilizar estos argumentos para subirlos. Por ejemplo, si consideramos la carga tributaria, es decir, la fracción de los ingresos de un país que representan todos los impuestos que pagan sus ciudadanos y empresas, Chile ocupa el lugar 34 entre los 35 países que conforman la Ocde, con un 20,7%. El promedio Ocde es 34,3%. De esta manera, un titular informando sobre una propuesta basada en este dato podría ser: “Candidata propone subir impuestos de modo de converger a niveles promedio de la Ocde que bordean el 34%”.
Veamos ahora qué sucede si nos tomamos en serio los dos argumentos Ocde anteriores. La comparación de tasas a las empresas que hace Piñera no es correcta, pues está comparando peras con manzanas. En casi todos los países Ocde los impuestos que pagan las empresas no se cuentan como crédito al momento en que los dueños retiran las utilidades, es decir, se trata de sistemas tributarios desintegrados. Lo que propone el candidato de la derecha, en cambio, es volver a un sistema integrado donde los impuestos que pagan las empresas se contabilizan como crédito al momento de retirar utilidades. Los impuestos a las empresas en sistemas integrados y desintegrados no son comparables, de hecho, en un sistema integrado, donde además se permite postergar indefinidamente el retiro de utilidades, como pareciera ser para la propuesta de Piñera, las tasas que pagan las empresas terminan siendo muy cercanas a aquellas que pagan las personas, de modo que ni siquiera es posible distinguir entre ambas tasas, a diferencia de países con sistemas desintegrados, donde la diferencia es clara.
Comparar la carga tributaria entre países Ocde sin corregir por los distintos niveles de ingreso per cápita tampoco es correcto. A medida que los países se desarrollan, su carga tributaria va creciendo. Con 20 mil dólares per cápita, se paga uno de cada cinco pesos en impuestos; con 30 mil, uno de cada cuatro; con 40 mil, uno de cada tres, por ponerlo de manera simple (y aproximada). Lo que sucede es que los bienes y servicios que provee el Estado se vuelven más importantes (y también relativamente más caros) a medida que los países van creciendo. Se conoce como la Ley de Wagner.
Lo importante en materia de impuestos, entonces, no son las comparaciones Ocde de las tasas que pagan las empresas o de la carga tributaria de los países. En el primer caso estamos comparando peras con manzanas; en el segundo caso, las comparaciones sirven poco, pues Chile debiera tener una carga tributaria inferior al promedio Ocde, ya que tenemos ingresos inferiores al promedio de los países de ese grupo.
Lo relevante en la campaña presidencial que comienza, a mi juicio, son dos preguntas que debiera responder todo candidato que proponga cambios al sistema tributario. La primera es si su propuesta mantiene, aumenta o disminuye la carga tributaria. La segunda es cuál será el impacto distributivo de su propuesta, en particular, cómo afectará la carga tributaria de los sectores de altos ingresos (el 1%). Ya tenemos las respuestas del candidato Piñera a estas preguntas, en las próximas semanas conoceremos lo que proponen los restantes candidatos.
La entrada Argumentos Ocde y campaña presidencial aparece primero en La Tercera.
No está pasando
ESTO SÍ que es cómico. Como todos sabemos, cada campaña electoral viene acompañada por los clásicos reclamos de la oposición (cualquiera que sea) por el intervencionismo del gobierno de turno y el uso de la tribuna y recursos que supone estar al mando del aparato estatal. Pero lo realmente nuevo es que ahora esas quejas provengan de integrantes de la propia alianza oficialista.
Tal cual. Así se lo hicieron saber al ministro del Interior, luego de que algunos miembros del gobierno participaran con entusiasmo en la proclamación de la candidata DC. Hay que fijar “nuevas reglas de juego”, dijo el presidente del PPD, dejando en evidencia la crisis terminal por la que atraviesa lo que alguna vez tuvo la desfachatez de autodenominarse como Nueva Mayoría.
Más divertido aún es que el reclamo de intervencionismo esté enfocado en el discurso de proclamación que efectuó el intendente Orrego, el mismo que apenas bordeó los 190 mil votos en la elección primaria de 2013. ¡Le hicieron el día a Orrego! Ahora sus palabras son un riesgo para la candidatura de Guillier, que baja en las encuestas tal como perdía puntos de rating antes de migrar de la tele a la política.
Todo esto ocurre, en todo caso, en una realidad que no existe más allá de su imaginación. Porque como usted y yo bien sabemos, las precampañas no existen. Tampoco los Martelli ni los paseos en yate por la bahía de Manhattan. Las damas y los caballeros que circulan ante su pantalla con cartel de precandidato no están intentando captar su atención ni mucho menos su futuro voto. Que su mente no lo engañe.
Estos precandidatos recorren Chile, organizan mítines, cuentan con personal de apoyo y distribuyen pancartas gracias a la generosidad y los ahorros de ellos mismos, porque -como ya sabemos- no existiendo la precampaña tampoco hay fondos para cubrir estos gastos ni donaciones ni maletines.
No vaya a suponer que los senadores y diputados con cartel de candidatos en etapa de no precampaña recurren a sus dietas y asignaciones parlamentarias para fines electorales. No sea tan mal pensado como para asumir que Piñera utiliza los más de 10 millones de pesos mensuales de dieta vitalicia y otros aportes para trabajar por su campaña. Sencillamente, porque no está pasando y punto.
La entrada No está pasando aparece primero en La Tercera.
Francia: ¿El rompeolas del populismo?
Las elecciones de hoy en Francia serán seguidas por medio mundo con un interés que no habrían suscitado en otras circunstancias. Aunque se trate de la quinta economía del mundo (otra vez, gracias a la caída de la libra esterlina, su PIB supera al británico por poco), sus elecciones no suelen excitar a las conciencias de otros países. Esta vez, sí.
La posibilidad de que la extrema derecha ganara los comicios en un país medular de la Unión Europea y confirmara el ascenso del populismo nacionalista en el mundo desarrollado los convirtió en un asunto interno para otros países. Aunque ese riesgo parece conjurado por la sólida ventaja con la que llega Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen al balotaje de hoy, existen dudas sobre el margen de su victoria. En líneas generales, hay incertidumbre por la recomposición política e ideológica que el peso de la extrema derecha y del populismo nacionalista pueda provocar en los próximos años en un país que en la primera vuelta, hace pocas semanas, humilló a sus dos partidos tradicionales dejándolos fuera de la recta final.
Propongo estas aproximaciones a lo que está sucediendo en Francia:
1 ¿Por qué es tan peligrosa Marine Le Pen?
Porque ha logrado, en apenas seis años, desde que en 2011 se hizo con la jefatura del Frente Nacional, convertir en parte del paisaje natural de la política francesa y europea a una fuerza que antes era marginal aun si lograba, en ciertos comicios, un 15% de la votación.
El partido fue fundado por su padre, un ex paracaidista que sirvió en la guerra de Argelia, junto con otros nacionalistas de extrema derecha que apenas ocultaban su antisemitismo y su xenofobia, y que eran parte del discurso revisionista, por no decir negacionista, sobre el Holocausto. Cuando ella tomó las riendas, diseñó una estrategia de “dédiabolisation” (sí, “desdemonización”). Como la abogada que es, amenazó con llevar a los tribunales a todo aquel que vinculara al partido con el fascismo y el antisemitismo, e inició un acercamiento a sectores de izquierda que compartían con el Frente Nacional su miedo o resentimiento contra la globalización, la Unión Europea y el euro, y que veían en la inmigración una competencia desleal para los trabajadores poco cualificados.
A sus 49 años, Marine Le Pen ha logrado en parte su cometido. Consiguió ponerse a la cabeza de los sondeos de cara a estos comicios durante mucho tiempo. Su discurso contra Europa, la OTAN, la globalización y la inmigración calzó con un sector de franceses que no estaban, en principio, en la misma longitud de honda que el Frente Nacional ni compartían sus raíces militaristas y extremistas.
No obtuvo el primer lugar en la primera vuelta electoral, pero con el 21,3% alcanzó la mayor votación de la historia de su partido y quedó a menos de tres puntos de Macron, el muy joven ex ministro de Economía del gobierno socialista de François Hollande. Su voto hubiese sido mayor si el líder de la extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon, no hubiese experimentado un ascenso meteórico en las últimas semanas de la campaña con un discurso muy parecido al de Le Pen.
2 ¿Por qué Francia presta oídos al populismo nacionalista?
Una razón tiene que ver con el estancamiento económico del país. Francia no crece significativamente desde hace muchos años, en gran parte porque padece el sistema más estatista de la Unión Europea: el Estado consume cerca del 57% de la riqueza, las leyes laborales son de un rigidez asfixiante (por lo cual el desempleo está perennemente en dos dígitos y el de los jóvenes supera el 25%) y las cargas sociales que soportan las empresas, incluidas las pequeñas y medianas, hacen difícil el proceso de creación de riqueza (por cada euro que se paga al empleado se entrega medio euro el gobierno).
Este aparato confiscatorio, sumado al gran éxito de algunas empresas multinacionales de origen francés que generaron riqueza, permitió financiar, durante buen tiempo, una red de servicios estatales y prestaciones sociales que está entre las más generosas del mundo. Pero, en un momento dado, el sistema empezó a lesionar la capacidad de crecer de la economía francesa. Se disparó el déficit fiscal, se abultó la deuda pública (que ya bordea el equivalente al tamaño total de la economía) y los “derechos” que los franceses daban por sentados empezaron a peligrar.
Los culpables de siempre -los inmigrantes, la competencia europea, la globalización liberal- no tardaron en hacer su aparición. La responsabilidad no recaía en el sistema estatista sino la decadencia de la nación provocada por fuerzas internacionales que penetraban en el tejido social francés con la intención de acabar con la identidad de ese país. Francia empezó a hablar de su propio declive (el diccionario Larousse incorporó el año pasado la palabra “déclinisme”).
Este discurso era de izquierda en un principio, pero el nacionalismo de derecha lo hizo suyo, en parte porque calzaba con su visión proteccionista de Francia. Así, aunque la extrema derecha y la extrema izquierda se considerasen enemigos ideológicos, compartían una visión antimoderna en sintonía con muchos franceses asustados por las dislocaciones y transformaciones, tanto económicas como sociológicas, que un mundo más abierto y unas fronteras más porosas provocaban.
3 ¿Por qué Macron?
Porque su figura llenó un vacío en el momento más oportuno. Aunque fue secretario privado y luego ministro de Hollande, el impopular mandatario socialista, nunca se lo percibió como un hombre cercano al Elíseo. Ex banquero de inversión independiente, Macron había participado en la rectificación que Hollande se había visto obligado a emprender tras el fracaso de sus medidas iniciales. Corría el riesgo de ser responsabilizado por el liberalismo explotador que según los populistas de izquierda y derecha Hollande había finalmente adoptado. Supo salirse del gobierno a tiempo para evitar el desgaste y fundar su propio partido, “En Marcha”, con el cual se lanzó a la primera aventura electoral de su vida.
A las fuerzas de centroizquierda y centroderecha esto les produjo un drama: la popularidad de la que Macron gozó desde el principio era proporcional al descrédito en el que tanto los “republicanos” (el Partido Conservador) como los socialistas habían caído a ojos de un electorado que daba -para variar- señales de hartazgo con su clase política. Pero en cierta forma Macron fue su salvación, ya que, de no haber irrumpido en aquel momento, la primera vuelta se la hubiera llevado Le Pen, que encabezaba los sondeos desde el año pasado, probablemente seguida de Mélenchon, el candidato de la extrema izquierda. Francia se habría visto ante la disyuntiva, en la segunda vuelta, de optar entre la extrema derecha y la extrema izquierda.
Lo que acabó sucediendo, más bien, es que Macron se colocó en primer lugar, Le Pen pasó al segundo, y los partidos tradicionales, muy disminuidos, quedaron fuera, como lo hizo, con una votación nada desdeñable, Mélenchon. La Francia moderada, la Francia “liberal”, logró colar un pie en el balotaje gracias a que Macron supo salirse a tiempo del gobierno de Hollande (traicionándolo, según dijeron muchos socialistas en su momento).
Lo que Macron propone -no sólo defender la globalización y Europa, y aplicar una política prudente frente a la inmigración, sino desmontar parcialmente el andamiaje estatista que lastra a Francia-suena razonable. Pero no nos engañemos: la razón por la que hoy ganará los comicios, no sabemos aún si por el margen amplísimo que vaticinan las encuestas o por otro más estrecho y sorprendente, tiene poco que ver con el liberalismo de Macron. Más bien, se trata del miedo a la extrema derecha, de la asociación que muchos hacen entre Le Pen y Donald Trump, nada querido en Francia, y de la relativa popularidad de la que goza todavía el euro (que Le Pen prometió abolir vía referéndum, aunque, al comprobar el temor mayoritario a abandonar la moneda común, matizó luego su postura).
Los sondeos muestran a la claras que una mayoría de franceses desconfía de la globalización, que responsabiliza al liberalismo antes que al estatismo de la decadencia de su economía y del peligro que corren sus “derechos”, y que incluso frente a Europa tiene más reservas que ilusiones. No es raro, pues, que la suma de Le Pen, Mélenchon y Nicolas Dupont-Aignan (un euroescéptico nacionalista que obtuvo casi 5% en la primera vuelta) bordee el 50%. El populismo que será derrotado hoy en el balotaje representa a una mitad del país por lo menos.
4 ¿Qué pasará después?
Por lo pronto, se vienen otras elecciones decisivas. En junio, Francia celebrará comicios legislativos. En ellos, Macron, cuyo recientísimo partido no tiene hoy un solo parlamentario, deberá obtener un número de escaños significativo si quiere gobernar con un mínimo de solvencia. Ello será sumamente complicado a juzgar por el resultado de la primera vuelta, en la que los primeros cuatro candidatos no quedaron muy alejados unos de otros.
Hay quienes creen que lo mejor que podría sucederle a Francia sería que los “republicanos” obtuviesen la primera mayoría. Acompañados por la bancada que consiga Macron, podrían formar una mayoría que desembocara en una cohabitación entre el presidente y un gabinete de ministros del partido tradicional de la centroderecha. Dado que el socialismo está en mínimos históricos y que la alternativa es la extrema izquierda o la extrema derecha, esta cohabitación entre liberales y conservadores daría solidez al gobierno y, lo que es igual de importante o más, legitimidad a una clase política muy venida a menos. Pero lo cierto es que existe también el riesgo contrario: que los “republicanos” contagien a un eventual Presidente Macron su desprestigio, lo que haría subir como la espuma a los extremistas de izquierda y derecha. Así, Marine Le Pen, desde una oposición tan virulenta como su participación en el único debate que ha sostenido con Macron, podría ir cocinando a fuego lento su victoria presidencial para dentro de cinco años.
Dado este riesgo, lo mejor que puede sucederle a Francia es que Macron, beneficiándose del efecto esperanzador de la victoria si ella se da por un margen importante, coloque una bancada muy numerosa que le permita renovar la política durante el tiempo que le tome hacer las reformas -costosas, impopulares, heroicas- que requiere Francia.
Si Francia se convierte en el (inesperado) rompeolas del populismo nacionalista del mundo desarrollado, no será porque Macron pudo ganar a la hora undécima unos comicios que espeluznaban a medio mundo, sino porque, como presidente, fue capaz de modificar la visión equivocada que todavía tienen demasiados compatriotas suyos sobre su lugar en el mundo. Y eso es más difícil que ganar las elecciones.
La entrada Francia: ¿El rompeolas del populismo? aparece primero en La Tercera.
Macron
Este artículo aparecerá el mismo día 7 de mayo en que los franceses estarán votando en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Quiero creer, como dicen las encuestas, que Emmanuel Macron derrotará a Marine Le Pen y salvará a Francia de lo que hubiera sido una de las peores catástrofes de su historia. Porque la victoria del Front National (Frente Nacional) no sólo significaría la subida al poder en un gran país europeo de un movimiento de origen inequívocamente fascista, sino la salida de Francia del euro, la muerte a corto plazo de la Unión Europea, el resurgimiento de los nacionalismos destructivos y, en última instancia, la supremacía en el viejo continente de la renacida Rusia imperial bajo el mando de Vladimir Putin, el nuevo zar.
Pese a lo que han pronosticado las encuestas, el triunfo de Macron, o, mejor dicho, de todo lo que él representa, es una especie de milagro en la Francia de nuestros días. Porque, no nos engañemos, la corriente universalista y libertaria, la de Voltaire, la de Tocqueville, la de parte de la Revolución Francesa, la de los Derechos del Hombre, la de Raymond Aron, estaba tremendamente debilitada por la resurrección de la otra, la tradicionalista y reaccionaria, la nacionalista y conservadora -de la que fue genuina representante el gobierno de Vichy y la de que es emblema y portaestandarte el Front National-, que abomina de la globalización, de los mercados mundiales, de la sociedad abierta y sin fronteras, de la gran revolución empresarial y tecnológica de nuestro tiempo, y que quisiera retroceder la cronología y volver a la poderosa e inmarcesible Francia de la grandeur, una ilusión a la que la contagiosa voluntad y la seductora retórica del general De Gaulle dieron fugaz vida.
La verdad es que Francia no se ha modernizado y que el Estado sigue siendo una aplastante rémora para el progreso, con su intervencionismo paralizante en la vida económica, su burocracia anquilosada, su tributación asfixiante y el empobrecimiento de unos servicios sociales, en teoría extraordinariamente generosos pero, en la práctica, cada vez menos eficientes por la imposibilidad creciente en que se encuentra el país de financiarlos. Francia ha recibido una inmigración enorme, en buena medida procedente de su desaparecido imperio colonial, pero no ha sabido ni querido integrarla, y esa es ahora la fuente del descontento y la violencia de los barrios marginales en la que los reclutadores del terrorismo islamista encuentran tantos prosélitos. Y el enorme descontento obrero que producen las industrias obsoletas que se cierran, sin que vengan a reemplazarlas otras nuevas, ha hecho que el antiguo cinturón rojo de París, donde el Partido Comunista se enseñoreaba hace todavía 10 años, sea ahora una ciudadela del Front National.
Todo esto es lo que Emmanuel Macron quiere cambiar y lo ha dicho con una claridad casi suicida a lo largo de toda su campaña, sin haber cedido en momento alguno a hacer concesiones populistas, porque sabe muy bien que, si las hace, el día de mañana, en el poder, le será imposible llevar a cabo las reformas que saquen a Francia de su inercia histórica y la transformen en un país moderno, en una democracia operativa y, como ya lo es Alemania, en la otra locomotora de la Unión Europea.
Macron es consciente de que la construcción de una Europa unida, democrática y liberal, es no sólo indispensable para que los viejos países del Occidente, cuna de la libertad y de la cultura democrática, sigan jugando un papel primordial en el mundo de mañana, sino porque, sin ella, aquellos quedarían cada vez más marginados y empobrecidos, en un planeta en que Estados Unidos, China y Rusia, los nuevos gigantes, se disputarían la hegemonía mundial, retrocediendo a la Europa “des anciens parapets” de Rimbaud a una condición tercermundista. ¡Y Dios o el diablo nos libren de un planeta en el que todo el poder quedaría repartido en manos de Vladimir Putin, Xi Jinping y Donald Trump!
El europeísmo de Macron es una de sus mejores credenciales. La Unión Europea es el más ambicioso y admirable proyecto político de nuestra época y ha traído ya enormes beneficios para los 28 países que forman parte de ella. Todas las críticas que se pueden hacer a Bruselas son susceptibles de reformas y adaptaciones a las nuevas circunstancias, pero, aún así, gracias a esa unión los países miembros por primera vez en su historia han disfrutados de una coexistencia pacífica tan larga y todos ellos estarían peor, económicamente hablando, de lo que están si no fuera por los beneficios que les ha traído la integración. Y no creo que pasen muchos años sin que lo descubra el Reino Unido cuando las consecuencias del insensato Brexit se hagan sentir.
Ser un liberal, y proclamarlo, como ha hecho Macron en su campaña, es ser un genuino revolucionario en la Francia de nuestros días. Es devolver a la empresa privada su función de herramienta principal de la creación de empleo y motor del desarrollo, es reconocer al empresario, por encima de las caricaturas ideológicas que lo ridiculizan y envilecen, su condición de pionero de la modernidad, y facilitarle la tarea adelgazando el Estado y concentrándolo en lo que de veras le concierne -la administración de la justicia, la seguridad y el orden públicos-, permitiendo que la sociedad civil compita y actúe en la conquista del bienestar y la solución de los desafíos económicos y sociales. Esta tarea ya no está en manos de países aislados y encapsulados como quisieran los nacionalistas; en el mundo globalizado de nuestros días la apertura y la colaboración son indispensables, y eso lo entendieron los países europeos dando el paso feliz de la integración.
Francia es un país riquísimo, al que las malas políticas estatistas, de las que han sido responsables tanto la izquierda como la derecha, han mantenido empobrecido, atrasándolo cada vez más, en tanto que el Asia y América del Norte, más conscientes de las oportunidades que la globalización iba creando para los países que abrían sus fronteras y se insertaban en los mercados mundiales, la iban dejando cada vez más rezagada. Con Macron se abre por primera vez en mucho tiempo la posibilidad de que Francia recobre el tiempo perdido e inicie las reformas audaces -y costosas, por supuesto- que adelgacen ese Estado adiposo que, como una hidra, frena y regula hasta la extenuación su vida productiva, y muestre a sus jóvenes más brillantes que no es la burocracia administrativa el mundo más propicio para ejercitar su talento y creatividad, sino el vastísimo al que cada día añaden nuevas oportunidades la fantástica revolución científica y tecnológica que estamos viviendo. A lo largo de muchos siglos Francia fue uno de los países que, gracias a la inteligencia y audacia de sus élites intelectuales y científicas, encabezó el avance del progreso no sólo en el mundo del pensamiento y de las artes, también en el de las ciencias y las técnicas, y por eso hizo avanzar la cultura de la libertad a pasos de gigante. Esa libertad fue fecunda no sólo en los campos de la filosofía, la literatura, las artes, sino también en el de la política, con la declaración de los Derechos del Hombre, frontera decisiva entre la civilización y la barbarie y uno de los legados más fecundos de la Revolución Francesa. Durmiéndose sobre sus laureles, viviendo en la nostalgia del viejo esplendor, el estatismo y la complacencia mercantilista Francia se ha ido acercando todos estos años a un inquietante abismo al que el nacionalismo y el populismo han estado a punto de precipitarla. Con Macron, podría comenzar la recuperación, dejando sólo para la literatura la peligrosa costumbre de mirar con obstinación y nostalgia el irrecuperable pasado.
La entrada Macron aparece primero en La Tercera.
Álvaro Bisama's Blog
- Álvaro Bisama's profile
- 100 followers

