Álvaro Bisama's Blog, page 179
May 11, 2017
Más allá de Francia y Europa
“Todos contra Le Pen” fue el lema de la reciente elección presidencial en Francia, y aparentemente rindió sus frutos. El candidato liberal y europeísta ganó con un 66% de los votos y ahora los partidos y movimientos que lo apoyaron se congratulan tanto por un triunfo vistoso, como por la derrota del Frente Nacional de Marine Le Pen. Indudablemente, si esta elección se mirara como un tema coyuntural, como un suceso de corto plazo, podría hablarse de una gran victoria. Sin embargo, por debajo de la marea de aquel éxito fluyen aguas muy turbias.
En efecto, el Frente Nacional obtuvo su mejor resultado histórico, con un tercio de las preferencias de los votantes. En lugares como Calais, Le Pen logró un apoyo mayoritario a sus planteamientos nacionalistas habida cuenta de las tensiones causadas en la población local por la inmigración ilegal y los refugiados. Pero esto es sólo el comienzo de un asunto mucho mayor, pues existen extensas corrientes planetarias que no se van a detener con una elección, ni con la buena voluntad de un joven presidente que abraza a las “elites” europeas mientras Francia es golpeada por la globalización, el desempleo y el terrorismo yihadista. Le Pen en Francia, May en Inglaterra, Trump en Estados Unidos, o el mismísimo Putin en Rusia, representan reacciones al avance de una globalización que aparenta no tener un “dueño” específico, que pisa fuerte y que va dejando demasiados heridos en el camino.
Las voces de alerta surgen desde los más diversos lugares y estamentos: las iglesias cristianas de Europa, el islam, el budismo, los partidos nacionales europeos y americanos, las múltiples corrientes contrarias a la globalización, entre tantas otras. Son advertencias pasajeras, pues el liberalismo de mercado no puede detenerse por ahora y sigue su marcha hacia una meta que pretende ser homogénea en común, hacia un resultado que identifique a sus partidarios con el éxito que se logra a través de la Unión de Voluntades, y que más parece una amalgama pegada con engrudo que otra cosa, habida cuenta de las disímiles condiciones vitales existentes entre los ganadores y los perdedores de este proceso globalizador, también conocido como mundialismo. No importan demasiado las víctimas; los beneficiados por el sistema siguen votando y escogiendo más de lo mismo, y luego regresan con toda placidez hacia sus hogares por la tarde, a gozar de una buena cena. No les interesa saber que más de la mitad de los habitantes del planeta no participan en elecciones democráticas – no son parte de la actual estructura -, y que más de 2.000 millones de personas se acuestan con hambre por la noche. El éxito produce ceguera, no permite ver que el mundo se encuentra inmerso en un proceso de transición inevitable, que aún tiene un largo camino por recorrer.
Entre las poblaciones pobres del planeta, esta compleja transición continuará generando muchas angustias, tensiones sociales y alteraciones; las guerras fratricidas, las migraciones forzadas y los actos terroristas son y serán cada vez más frecuentes. El cruel resultado de esta situación es que a pesar de todas las conferencias internacionales y buenas intenciones orientadas a terminar con la desigualdad, ésta aumentará su presencia a medida que el creciente desorden destruya a Estados débiles, en las numerosas zonas conflictivas del mundo.
El explosivo crecimiento en Francia del Frente Nacional – o como quiera que se llame más adelante -, es una primera señal de que se comienza a transitar hacia el surgimiento de formas de gestión y de direccionamiento del poder totalmente distintas, que en su futura evolución tendrán pocos puntos de similitud con las estructuras que hemos instaurado en los últimos doscientos años para ejercer el poder político, donde se impuso la democracia como forma de gobierno dominante en Occidente. Sin embargo, la separación entre lo público y lo privado se irá haciendo cada vez más difusa. La totalidad de la vida política, económica y social de individuos e instituciones fluirá a través de una amplia red de distribución, intercambio e información, con sofisticados sistemas de fiscalización y control. En ese futuro aún distante, el orden público – el bien más preciado hoy y mañana -, quedará asegurado a través de mecanismos de regulación y coerción tremendamente eficientes, inevitables y rara vez apelables. Algo de esto ya está comenzando a imponerse de manera incipiente, en vastos sectores de Occidente y también de Oriente, habida cuenta de las recurrentes crisis económicas, políticas, sociales, humanitarias y de seguridad que asolan al planeta.
Las comunicaciones son globales e instantáneas; todo se sabe, se informa en tiempo real, para bien o para mal. En esa futura época visualizada – a fines de este siglo, quizás más allá -, no existirán fronteras ni defensa ante poderes externos por cuanto habrá tan solo un poder, que será planetario, única forma de minimizar y acabar con el descontrol. Cada región, cada sector y cada proceso económico accederá, de acuerdo con la potestad relativa que ostente, a diversos cuerpos directivos e instancias de decisión que, en forma escalonada, administrarán la operación de una enorme tecnoestructura planetaria, muy distinta a la meramente empresarial descrita por John K. Galbraith medio siglo atrás en su obra “El Nuevo Estado Industrial”, pues a futuro ésta tendrá una clara orientación hacia el control político.
La actual experiencia al interior de la empresa demuestra que la administración eficiente de los negocios, debe realizarse con gran flexibilidad y a través de esquemas horizontales, lo que se ve posibilitado y facilitado por grandes adelantos tecnológicos. Sin embargo, la gestión y control político-mundial de todo el proceso financiero y macroeconómico, se realiza según esquemas crecientemente verticales y autocráticos. El poder real en el futuro gobierno lo detentará una compacta estructura para la cual lo importante será la eficiencia del sistema en todos los ámbitos bajo su direccionamiento. Esa suerte de gobierno planetario se abocará también al mejoramiento de la calidad de vida de las grandes masas de pobres y a la justicia social, como método para evitar los conflictos, manteniendo así el orden y la paz. Este poder incorporará mecanismos de auto-regulación y corrección sustentados en la recepción y estudio de enormes cantidades de información, procesada e interpretada de manera permanente.
La máxima figura mundial no se parecerá ni a un presidente, por cuanto ello traería recuerdos de ineficacia y debilidad, ni mucho menos a un “Chief Executive Officer” ya que esa figura es sólo válida para conducir los procesos administrativos horizontales en el ámbito de los negocios, pero en el mundo del futuro la economía planetaria habrá quedado subordinada al poder político y militar de la Autoridad Máxima, y sus delegados. Resulta muy decidor comprobar que a pesar de las constantes alabanzas a favor de la democracia – la alianza de facto contra Le Pen en Francia es un buen ejemplo de aquello -, se tolera, por otra parte, la existencia de regímenes autoritarios como China o crecientemente policiales como Estados Unidos, pues en ellos están la semilla y el modelo que servirán de conexión hacia las nuevas formas de gobernar un mundo cada vez más convulsionado y sobrepoblado.
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Piñera, malos augurios
PIÑERA DIO a conocer sus primeros lineamientos programáticos. Aparecen propuestas de interés: plan de infraestructura, similar al del excandidato Lagos; maximizar el uso de internet en el Estado; crear una Oficina de Presupuesto del Congreso; establecer autoridades metropolitanas, sin especificar si serán elegidas democráticamente.
Llaman la atención temas ausentes, que podrían revelar su falta de valoración, relativos a las Pymes, la colusión y el abuso empresarial y asociado con ello la escasa importancia asignada a la competencia, los desafíos medioambientales, la negociación colectiva, la ciencia y tecnología y una visión de la mujer como madre sin incorporar los desafíos que ellas enfrentan como trabajadoras, como profesionales y como personas integrales.
La visión global es preocupante. Parte de un diagnóstico que atribuye los problemas de Chile a las reformas de Bachelet. Ignora tanto las contrapuestas visiones políticas respecto de temas cruciales como la Constitución y los sistemas de pensiones, salud y educación que dificultan la convivencia nacional, como los problemas estructurales que afectan la economía tales como el estancamiento de la productividad, alta dependencia de los recursos naturales y la bajísima inversión en ciencia y tecnología. Se centra en revertir las reformas, arriesgando con ello que, en caso de ganar, dilapide su capital político en una contrarreforma que enfrentaría una fuerte oposición en la calle y en el Congreso, con efectos negativos sobre el llamado “ambiente de negocios” para, finalmente, en el mejor de los casos, retrotraer políticas al año 2013 sin haber abordado los problemas estructurales que nos afectan, evadiendo los nuevos desafíos.
La propuesta económica social reafirma y consolida la privatización del sector social, elimina la tributación de las empresas (cuyos pagos volverían a constituir un mero adelanto de la tributación de sus propietarios) y genera presiones sobre los equilibrios fiscales. En salud, reafirma la privatización, al optar por licitar la resolución de listas de espera al sector privado, en lugar de mejorar y acelerar la inversión en salud pública, lo que implica costos mayores que presionarán el déficit fiscal. En pensiones, reafirma el sistema de AFP, sin introducir siquiera reformas menores y propone reducir el aporte patronal propuesto por el actual gobierno en un punto, dejando que los problemas de la vejez sigan siendo un gran negocio para unas pocas empresas.
Al retrotraer la reforma laboral e impulsar la flexibilización del trabajo impulsa la precarización del trabajo, lo que unido a la falta de iniciativas para generar nuevos sectores productivos y empleos de alta productividad se traduce en exigencias adicionales para el Estado, que deberá compensar la caída del nivel de salarios con recursos públicos. En este contexto se entiende el relanzamiento del llamado “ingreso ético familiar”.
Desde el punto de vista sistémico este conjunto de medidas, junto con la rebaja del impuesto a las empresas y el restablecimiento de un sistema integrado que abrirá amplios portones para la evasión y la elusión, hace prever un aumento del déficit fiscal.
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Por qué seguimos necesitando el Simce
Desde hace ya varios años, cada vez que se publican los resultados nacionales de la prueba Simce, ciertos académicos y personas relacionadas a la educación acusan a este instrumento de ser, en resumen, el responsable de la baja calidad del sistema escolar chileno. Los argumentos planteados van desde aportes y perspectivas que enriquecen la mirada de la educación, a ciertas elucubraciones que asemejan teorías conspirativas propias de la ciencia ficción. Muchos han llamado a la eliminación total de este test. En este sentido, es de interés volver a recordar por qué necesitamos el Simce.
En primer lugar, debiéramos valorar el hecho de contar con una herramienta de buena calidad técnica que permite conocer los logros de aprendizaje del currículum de todos los establecimientos del país. No una muestra, sino todos. ¿Qué cosas nos han dicho estos datos? Que la Jornada Escolar Completa no estuvo ni cerca de tener el efecto esperado, que existe una brecha persistente en términos de logros de aprendizaje entre hombres y mujeres que se acrecienta a medida que avanzan en su formación, que existen escuelas que efectivamente “agregan valor”, mientras que otras no logran hacer una diferencia. El volumen y diversidad de investigación educativa que se ha generado en base a estos datos, así como los aportes para sustentar políticas públicas es innegable.
En segundo lugar, y aunque suene obvio, es importante recordar que las escuelas subvencionadas se financian con recursos públicos, y que por lo tanto es relevante que los contribuyentes (es decir, todos quienes paguen al menos el IVA) estén el tanto de qué resultados tiene una inversión significativa del presupuesto nacional. Por cierto, no es una medida absoluta ni definitiva, llega a ser cansador tener que repetir que el Simce no es igual a calidad. Sin embargo, es a todas luces la forma más confiable y válida de estimar si en cada establecimiento se están logrando, al menos, los aprendizajes mínimos del currículum. Ésta es una información que todo ciudadano tiene derecho a tener a la vista, de la manera más clara, transparente y explícita posible, porque cada peso que se gasta en educación, se deja de gastar en necesidades igualmente urgentes como salud, infraestructura, transporte, etc. Por un criterio de responsabilidad fiscal, es clave saber cómo se están gastando nuestros recursos, y tomar decisiones al respecto.
Finalmente, constituye una herramienta inigualable para los padres a la hora de elegir un establecimiento educacional para sus hijos, así como para monitorear los resultados del que ya eligieron. Hoy, el sitio web de resultados Simce de la Agencia de Calidad de la Educación presenta una considerable cantidad de información sobre cada establecimiento, incluyendo su trayectoria en el tiempo en los distintos niveles e indicadores de desarrollo personal y social, además de orientar a los padres para no hacer comparaciones injustas o incorrectas. Debemos evitar que el sistema escolar se cierre sobre sí mismo y se vuelva opaco para la opinión pública.
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El árbol del Imacec
Cuando estudiaba economía en Venezuela a principios de los 90, el país estaba creciendo rápidamente. Las reformas pro-mercado del gobierno de Carlos Andrés Pérez estaban dando frutos, y a pesar de la convulsión social que comenzaba a arreciar, había mucho optimismo en el aire.
En ese entonces, un prestigioso economista de Harvard vino a darnos una charla y echó agua fría sobre nuestras expectativas. “La economía venezolana -nos dijo- sufre un problema de productividad severo, que va a minar sus posibilidades de desarrollo. Ustedes van camino directo al desastre.”
El problema, nos dijo, iba mucho más allá de la apertura comercial, de la política monetaria o de las cuentas fiscales. La productividad venezolana había crecido en los años 50 y 60 gracias a la inversión en la industria petrolera, una industria que en los 90 estaba enfrentándose a rendimientos marginales cada vez menores. “No se dejen engañar por el árbol de las buenas noticias puntuales. Recuerden que están en un bosque lleno de problemas estructurales.”
No pude dejar de recordar a ese profesor en estos días, cuando las calles venezolanas arden como consecuencia, en parte, de esos problemas estructurales que no pudimos atacar.
Como bien sabemos, el Banco Central de Chile anunció en días recientes que el IMACEC de marzo aumentó un 0,2% con respecto al año anterior, lo cual superó las expectativas de los mercados. El ministro de Hacienda, ávido por ponerle un “spin” positivo a la cifra, anunció que era una “buena noticia” y que dejábamos atrás “un trimestre difícil.”
Sin embargo, el ministro sabe, que si bien superar las expectativas de los mercados sirve para respirar un poquito más aliviados, el IMACEC de marzo no sugiere que los problemas que tiene la economía chilena a mediano y largo plazo se hayan solucionado.
Hace unos meses, la Comisión Nacional de Productividad publicó un informe lapidario acerca de la naturaleza de esos problemas. En él se especifica que el crecimiento de la productividad de la economía chilena ha caído dramáticamente en los últimos quince años. Esta caída no es atribuible sólo a la caída en la productividad minera, sino que se extiende a la no minera.
¿Qué hacer entonces? ¿Cómo enfocarnos en los problemas del bosque y no tanto en las noticias puntuales que, positivas o negativas, no debieran ocultar la verdadera naturaleza del problema?
Si bien hay muchas visiones, todos los sectores coinciden en que Chile necesita diversificar su economía. Las tasas de retorno en los sectores ya maduros de la economía – minería, agricultura, pesca, etc. – son cada vez menores. Chile necesita redescubrirse, necesita explorar nuevas industrias, exportar cosas diferentes, innovar. El debate es cómo logramos eso.
Hay una visión que dice que lo que Chile necesita es reforzar los mecanismos de mercado. Si se liberan las regulaciones, se disminuyen los impuestos y se invierte en educación, pues… voilá, la confianza aumentará, las inversiones llegarán y la economía comenzará a crecer de nuevo.
Pero la experiencia nos dice que eso no basta. En ninguna de las grandes historias de diversificación y desarrollo de los últimos años en la historia mundial –China, India, Corea del Sur, Singapur, Irlanda, Finlandia– hemos visto que el mercado por sí solo haya sido el responsable de los cambios en la tendencia. En cada uno de esos ejemplos, el Estado ha sido proactivo en solucionar problemas específicos de industrias clave, ha fomentado la innovación en cierto tipo de actividades, y ha priorizado infraestructura orientada hacia la solución de cuellos de botella relacionados con industrias en particular.
En otras palabras, si el bosque tiene problemas, hay que plantar los árboles adecuados. No hay que buscar que se instale cualquier árbol. No se deben bajar los impuestos a destajo para que se beneficien las mismas industrias que ya existen, sino que debe haber un poco más de planificación que especifique ciertas industrias clave para desarrollar.
El reto que tiene Chile por delante es enorme. Si no logra diversificar su economía en los próximos años, no podrá retomar un sendero de crecimiento que lo leve al desarrollo. El país corre el riesgo de que la decepción se apodere de la opinión pública y se busquen soluciones heterodoxas.
Y de decepciones y soluciones heterodoxas está pavimentado el camino a Caracas.
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Piñera y el Transantiago
Ante la propuesta del “Fin al Transantiago” planteada por el candidato a la presidencia, cabe hacerse algunas preguntas. ¿Cuánto demorara ese fin, y por qué sistema será reemplazado? Se propone al metro como el eje del transporte público de la ciudad de Santiago. Pero luego de inaugurar las líneas 3 y 6 el 2018, además de construir y poner en funcionamiento las líneas 7 y 8 en unos 6 años más, aun será necesaria una cantidad muy importante de buses. Y no solo como alimentadores de las redes de metro, sino también como troncales en áreas de la ciudad en donde la distancia al metro lo hará necesario. Así, este mensaje de campaña de terminar con el Transantiago, puede generar la percepción de un cambio radical a corto plazo, cosa que difícilmente ocurrirá. Como consecuencia se producirá frustración en los usuarios del sistema al ver que las expectativas no se cumplen, y un potencial efecto de esto es que la elevada evasión actual, podría verse incrementada aún más producto de un mensaje de este tipo. Es importante entender que el sistema seguirá siendo un sistema mixto, de una red de metro y buses de superficie en forma integrada, y que no solo se debe invertir en el crecimiento de las redes de tren subterráneo, sino que también hay deudas pendientes desde ya hace mucho tiempo en la infraestructura de vías exclusivas y zonas pagas de la ciudad.
La segunda pregunta es el financiamiento de estas nuevas redes de metro. Según se ha informado, el valor aproximado será de U$ 10.000 millones de dólares. Esta inversión se contrasta con los anuncios recientes de falta de presupuesto para esto, por parte de la presidenta. Se argumentan una seria de condiciones futuras para lograr conseguir estos fondos, desde un aumento en el crecimiento del país, la reestructuración de los subsidios, hasta la posibilidad de concesiones. Es este último punto el que plantea las mayores interrogantes. ¿Es que se propone un mecanismo para licitar las nuevas líneas de metro ? La operación en manos de privados hace que un sistema critico de la ciudad, dependa de un contrato de licitación, en que la reacción a una mala calidad de servicio se ve postergada por los plazos del contrato. Junto a esto, el monto de una inversión de este tipo hace necesarios plazos de licitación extremadamente largos, de 20 o 25 años (Transantiago busca reducir los contratos de 10 a 8 años). Es importante decir que en el mundo no existe ningún sistema de metro privado, y es probable que esto se deba a la importancia estrategia de estos sistemas de transporte público y la dependencia que la calidad de vida de una ciudad tiene de ellos.
Una alternativa a explorar es la captura de plusvalía. Es decir, que al construir una infraestructura como metro, el aumento en el valor de suelo que se produce, no se traspase gratuitamente a la especulación inmobiliaria, sino que se permita recuperar parte de este aumento de valor para reinvertir en el financiamiento de las nuevas líneas de metro. El valor de la construcción del tren subterráneo en Chile es de aproximadamente U$75 millones de dólares por kilometro, y por otro lado numerosos estudios recientes han identificado un aumento de hasta un 88% en el valor UF por metro cuadrado en los sectores en que se instalaran las líneas 3 y 6. Este aumento de valor se puede capturar mediante diversos mecanismos, como por ejemplo un impuesto a la gestión inmobiliaria en las proximidades de la infraestructura construida con el dinero de todos los chilenos. Pero además es posible considerar mecanismos de gestión inmobiliaria por parte del estado, el cual podría generar una densificación en terrenos estratégicos de la ciudad. Esto requiere modificaciones a las leyes que actualmente rigen la acción de las instituciones estatales, pero si se quiere renovar el estado y superar los vicios del pasado, se deben considerar cambios que reflejen estrategias mas contemporáneas de gestión de la ciudad.
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La opción de Goic
LA DECISIÓN de la DC de reivindicar su independencia y competir con Carolina Goic en la primera vuelta presidencial dejó a la vista la precaria tarima desde la que hablaba Alejandro Guillier. Los partidos que lo proclamaron sin pedirle ni un programita a cambio tuvieron que disimular su desazón y ponerse a juntar firmas de electores no afiliados para que él pueda inscribirse… ¡como candidato independiente! Guillier creció como la espuma en las encuestas de comienzos de año, y en realidad era espuma. Por si fuera poco, Beatriz Sánchez amenaza su espacio lanzando eslóganes parecidos a los suyos, esas frases sonoras que sugieren que la economía funciona por obra de la Divina Providencia y que el Estado puede financiar cualquier cosa.
Quedó demostrado que la DC adoptó la única decisión compatible con su sobrevivencia. Corre riesgos por supuesto, pero hoy tiene la posibilidad de articular un mensaje que exprese sus convicciones. Es la opción de la autenticidad y la autoestima, e implica no temer a las inclemencias que puedan venir. ¿Se trata del camino propio? ¿Y qué otra cosa puede hacer un partido que se respete a sí mismo? ¿Aceptar acaso el camino ajeno? Es obvio que la DC no necesita pedirle permiso a nadie para apelar directamente a los ciudadanos, y que tampoco nadie puede obligarla a permanecer en una coalición que se volvió tóxica y dejará de existir en marzo próximo.
Lo primero que requiere la candidata democratacristiana es la colaboración leal de todos los militantes de su partido, los que deberían convencerse de que lo que está en juego es la vigencia y la autoridad de la DC en el futuro, lo que supone que no hay vuelta atrás. Para ello, será clave un discurso diferenciador y capacidad de diálogo con la sociedad.
La candidatura de Goic puede convertirse en el cauce de expresión de muchos ciudadanos que quieren que el país progrese sobre bases sólidas, con reformas bien pensadas y una visión integradora. Por lo tanto, debe formular propuestas para estimular el crecimiento económico, crear empleos, despejar el enredo tributario y fortalecer la inclusión social. Tiene que hacerse cargo de prioridades como las carencias de la salud y la educación públicas, las bajas pensiones, los problemas de la seguridad ciudadana, etc., todo lo cual requiere un reformismo sensato, que no haga promesas fáciles que a poco andar se convierten en frustraciones.
Goic necesita hablarle al país en su conjunto, no a las minorías intensas. El pleito de las izquierdas no es el suyo. Tiene que disputar la colina del centro, ese espacio en el que se ubican miles de chilenos que están cansados de la fraseología populista y quieren un mejoramiento real de las condiciones de vida. Allí están quienes anhelan vivir con menos incertidumbre y asegurar mejores oportunidades a sus hijos. Goic debe aportar aire fresco en medio de la polución demagógica de izquierda y de derecha, defender el diálogo democrático, promover los grandes acuerdos para que Chile progrese de verdad. Veremos si la DC aprovecha esta oportunidad.
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La lectura en baja
A RAÍZ DE los pésimos resultados de la prueba Simce en lectura, vuelven a salir a flote argumentos que bien pueden ser calificados de lugares comunes. El primero, y más preocupante, es que los jóvenes tienen que leer lo que les interesa. Tras este argumento está la peregrina idea de que John Green o Stephenie Meyer contribuirían a formar mejores lectores que Shakespeare, Cervantes y Homero.
La raíz etimológica de la palabra educar, sin embargo, es educere, que significa “ser llevado a otro lugar”. O sea que la función intrínseca de la escuela sería transportar a los alumnos a otros mundos, abrirlos a un abanico de experiencias inesperadas que, a su vez, también reflejan lo que tenemos en común los seres humanos de todas las épocas. Acceder a un conocimiento de este tipo por medio de novelas, poemas u obras de teatro es lo que facilita la comunicación y la comprensión del otro, dos condiciones que están a la base de la formación de ciudadanos libres, responsables, críticos o, como diría Kant, “mayores de edad”.
En el incisivo ensayo “La escuela en crisis”, Beatriz Sarlo plantea que la educación representa justamente un corte respecto de la espontaneidad juvenil: “El criterio de lo que interesa a los chicos es solo un punto de partida, no un instrumento de chantaje que convierta a la transmisión cultural en un simulacro pálido y demagógico de la cultura adolescente”. Dicho de otra forma, todo bien con que los jóvenes lean lo que quieran en su tiempo libre (o que jueguen videos y naveguen por la web), pero la cultura define la identidad no solo de un país, sino que permite sentirse parte de algo más amplio, una comunidad que comparte ciertos valores y costumbres, principio básico del ideal democrático.
Otro lugar común dice que los alumnos de hoy están acostumbrados a hacer muchas cosas en forma simultánea, lo que va en detrimento de una actividad más específica, como la lectura. Siguiendo esta hipótesis, habría que aprovechar los dispositivos digitales para fomentar el lenguaje.
Que los alumnos sean capaces de chatear, buscar información y ver tutoriales al mismo tiempo está fuera de dudas, aunque quienes dicen que la lectura es una activad más “pasiva” desconocen lo que hace nuestra mente cuando leemos. Orhan Pamuk ha descrito las variadas operaciones que se desarrollan al mismo tiempo y con gran concentración: transformar las palabras en imágenes, buscar las ideas que hay tras los acontecimientos, distinguir entre realidad y ficción, enfrentarse a ideas contradictorias y aprender a ver el mundo con los ojos de otros, la mirada de los protagonistas, que es sin duda una de las mayores lecciones de tolerancia, de empatía.
De pronto la pregunta de fondo es para qué estamos educando. ¿Para el mercado laboral? ¡Pamplinas! Nadie sabe siquiera cómo será el trabajo en cinco años más. En cambio las humanidades preparan para la vida, que está lejos de ser divertida y vertiginosa, a la manera de un videojuego. Leemos, de hecho, para tener la ilusión de que es posible vivir otras vidas.
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May 10, 2017
Tiempo de hacer las cosas bien
NO HAY dos voces respecto del magro crecimiento económico de los últimos años. Sí hay disensos respecto de las causas de este fenómeno, aunque es indiscutible que su principal razón son los cinco años consecutivos de baja en el precio del cobre que trajeron consigo una caída en la producción, el empleo y los proyectos de inversión mineros.
Sin embargo, nuestro vecino Perú, igualmente afectado por este fenómeno, ha logrado que la minería mantenga su dinamismo. Entre 2015 y 2016 el PIB chileno creció a un promedio de solo 2%, mientras que el peruano lo hizo en un 3,7, pero durante el mismo período, el PIB no minero de Chile creció un 2,5%, mientras que el de nuestros vecinos un 2,4%. Es indudable el impacto de la minería en la desaceleración de la economía chilena. Lo que nos lleva a nuestra primera conclusión: reactivar el sector minero es clave para volver a crecer y el aumento en su precio genera mejores oportunidades para que ello ocurra.
Hace pocos días dimos a conocer un estudio de Valor Minero realizado por el economista Juan Pablo Medina, que presenta las consecuencias macroeconómicas del desarrollo de la minería en la zona central -RM y V Región. Por mencionar solo algunas cifras, usando menos del 3% de los recursos mineros de la zona, la economía chilena podría crecer un 0,75% adicional al año.
Se trata de un tremendo potencial, pero con una gran complejidad por su emplazamiento en la zona más poblada del país. En este caso, hacer las cosas bien trasciende el desafío de volver a crecer, significa también lograr que éste sea virtuoso, sostenible e inclusivo. Significa enfrentar con información clara y legítima la realidad de los “relaves”, la “protección de glaciares”, la “disponibilidad y calidad del agua dulce”. Esto es particularmente importante para la regiones Metropolitana y de Valparaíso, que en solo ocho años perdieron entre un 20 y un 30% de su masa glaciar; zona en que el cambio climático ha agudizado el déficit hídrico y exacerbado la competencia por el agua disponible. Lo que nos lleva a nuestra segunda conclusión: necesitamos volver a crecer, pero haciéndonos cargo de nuestro desafío de sostenibilidad.
Hacer las cosas bien significa también sentarnos a conversar para convenir una visión de futuro y los pasos requeridos para lograrla. La visión estrecha de la minería como la gallina de huevos de oro, puede correr la misma suerte que la industria del salitre que nació para morir al poco tiempo. Debemos aprovechar las oportunidades que la minería brinda para desarrollar infraestructura que requiere esta región, como también impulsar sectores productivos vinculados a ella, y avanzar hacia la economía del conocimiento. Consideremos que la zona central concentra el 50% de los gastos de Chile en investigación y desarrollo, lo que nos lleva a nuestra tercera conclusión: necesitamos volver a crecer, haciéndonos cargo de nuestros contextos, y con una visión compartida.
A fin de cuentas, Chile necesita crecer y los chilenos debemos definir en qué condiciones queremos hacerlo. Ningún actor, empresa o Estado, por sí solo será capaz de movilizar al país al escenario en el que necesita estar. Hoy debemos crecer con otro estilo que tenga como clave la colaboración, o correremos el riesgo de frustrar nuevamente nuestra oportunidad de desarrollo.
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Un estándar
NO VOY a defender a Cecilia Pérez de la agresión sufrida por parte de un “comediante” en un programa de televisión; no necesito hacerlo, porque ella ha demostrado que se defiende solita bastante bien, pero el problema de fondo excede con mucho sus derechos y su dignidad injustamente atacados. Aquí está en juego el tipo de sociedad en que queremos vivir y si alguien quisiera reprocharme el ser un derechista más, que se acuerda de los derechos cuando se afecta a alguien de su sector, me permito reproducir un párrafo de una columna que publiqué en otro medio en marzo del año 2015, refiriéndome a otra rutina del mismo comediante:
“Tal vez lo más perverso del programa, es que al verlo se siente en el ambiente, está implícito en toda la rutina, que a Sebastián Dávalos se le puede denigrar, insultar, violentar moralmente, porque es hijo de la Presidenta de la República”. Es demasiada la evidencia que demuestra cómo, cuando se legitima la violencia verbal, se va horadando el concepto de que todos los seres humanos tenemos una dignidad esencial común y que nadie puede ser sujeto de un estatuto inferior de derechos en razón de su raza, género, condición sexual, ideología o religión. La violencia física es parte del mismo proceso, el odio se construye desde la caricatura que deshumaniza y que convierte a determinadas personas o categorías en objeto de un rencor validado socialmente.
Así ocurrió en la Alemania nazi con los judíos y entre nosotros, en distintos momentos, se demonizó a los comunistas, a Jaime Guzmán, a los latifundistas y a varios otros. El resultado es conocido, las diferencias políticas derivaron en violencia que fue justificada desde diferentes sectores, porque cuando se permite que estas dinámicas se instalen y crezcan acaban contaminando a personas normales, que se ven arrastradas por ambientes cargados de odiosidad.
Por eso es que importan las instituciones y los valores que dan forma a una sociedad civilizada, porque ellos son los puntos de referencia que nos marcan el rumbo precisamente cuando es más importante, cuando la intensidad del debate o la fuerza de las diferencias legítimas nos inclinan al uso de medios ilegítimos.
Mantener vivos esos valores y las instituciones exige un requisito fundamental: tener la voluntad de defenderlos y aplicarlos sin importar la identidad de las personas involucradas, porque esa voluntad es, en sí misma, la esencia de un sistema de convivencia civilizado en que todos podemos sentirnos seguros. No basta con condenar la agresión a Nabila si miramos para el lado cuando se denigra a Cecilia, mañana pueden ser mi mujer o mi hija.
Termino con otro párrafo de aquella columna de hace dos años, porque no se me ocurre hoy uno mejor: “Tengo que reconocer que vi en internet la rutina de Yerko Puchento porque, con razón, me dijeron que era imprescindible para entender el Chile de hoy. Es verdad, es necesario verla, pero como es necesario ver cada cierto tiempo el rostro desfigurado del adicto o el auto destrozado por un choque a 200 kilómetros por hora”.
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Desafíos para la vejez
LA ACTUAL discusión sobre las pensiones es, sin duda, un debate importante. Para nadie resulta indiferente el monto que tendrán sus ingresos cuando se halle en una etapa de la vida donde no tendrá posibilidades de trabajar y los gastos aumentarán como consecuencia del deterioro progresivo de la salud. Sin embargo, el aseguramiento de una vejez digna para todos no es solo un problema de pensiones.
Motivada por el tema, junto a otros, muchas veces reflexionamos:
¿A qué le teme una persona de la tercera edad? Ciertamente le inquieta la posibilidad de enfrentar la enfermedad y la pobreza, pero también le teme a la soledad. El ser humano es social y alcanza su plenitud en el contacto con los otros. Una vejez en estado de aislamiento constituye una dificultad casi insuperable para poder experimentar cómo, en cierta manera, la madurez de la vida bien puede ser una forma de plenitud.
El aislamiento de las personas de la cuarta edad no afecta solo a los ancianos en condición vulnerable. También en las más elegantes sénior suites, son numerosas las personas que resultan simplemente “depositadas” por sus parientes: parecen pensar que por pagar una suma mensual ya han cumplido con sus padres y abuelos. El abandono de estos ancianos es la contracara de una mentalidad individualista, acostumbrada a descartar lo que no resulta útil ni productivo. La cultura del descarte.
La situación es mucho más dramática en el caso de los ancianos en condición vulnerable. Una pequeña parte de ellos tiene la fortuna de recibir acogida en una institución, como la Fundación Las Rosas en la que participo en su Directorio. Allí hay personas capacitadas, que entregan cuidado y cariño a quienes no pueden darles más que las gracias.
Uno de los desafíos más importantes que tendremos que abordar en los próximos años es el de otorgar un apoyo adecuado a los ciudadanos de la cuarta edad. Algunas municipalidades han tenido la visión necesaria para poner en marcha planes innovadores al respecto. Ellas ofrecen programas que permiten recibir a los ancianos durante el día, mientras sus hijos trabajan, aplicando un criterio análogo al que se emplea con los jardines infantiles, pero asegurando que los ancianos no sean meros receptores pasivos de un servicio. Allí están bien cuidados y pueden participar en actividades que tienen, además, la ventaja de mantenerlos activos y evitar su deterioro intelectual.
Hay que tener en cuenta que, con la prolongación de las expectativas de vida, cada vez será más amplia esta necesidad de poner en marcha programas creativos para atender a estos conciudadanos nuestros. A ellos les debemos mucho, porque son personas que han dedicado la vida a trabajar para que nosotros pudiéramos alcanzar los grados de progreso de los que disfrutamos. Este es un caso paradigmático de lo que puede conseguir la colaboración del Estado y los privados. Hacemos un llamado para que se los incorpore en las políticas públicas y en especial a las familias, para que nunca los dejen solos.
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