Álvaro Bisama's Blog, page 141
June 30, 2017
¿Qué pasa con el Servicio Electoral?
EL FALLO del Tricel que revierte de manera unánime lo resuelto por el Consejo del Servicio Electoral (Servel) respecto del partido Ciudadanos, viene a ratificar que la actual institucionalidad del Servel no está dando el ancho ante las reformas que han buscado perfeccionar nuestra democracia. El triste episodio de los 500 mil domicilios electorales cambiados, el errático comportamiento frente a las primarias municipales y la cantidad de errores frente a los nuevos partidos y el refichaje ratifican el punto (las cifras sobre Ciudadanos cambiaron cuatro veces en tres semanas). ¿Qué pasa con el Servel?
Las causas parecen ser varias. Primero, el tamaño de la institución, su presupuesto y capacidades técnicas no son acordes a la tareas de la ley 18556: 1)Administrar, supervigilar y fiscalizar la inscripción electoral, los padrones electorales y el acto electoral; 2)Supervigilar y fiscalizar el cumplimiento de las normas sobre campañas electorales y su financiamiento; 3) Supervigilar y fiscalizar el cumplimiento de las normas de los partidos políticos.
Segundo, la oportunidad que significaba la existencia de un órgano directivo superior colegiado, terminó capturada otra vez en la peor de las prácticas de los partidos políticos: un Consejo cuoteado y administrado en la lógica binominal, con pocos juristas especializados, que ha llevado al absurdo que algunos de ellos -sociólogos o los ingenieros – “cuestionen” estos días el fallo de los Tribunales de Justicia en sus argumentos jurídicos. El excelente desempeño de Patricio Santamaría o de algunos de sus miembros, solo son excepciones que confirman la regla: muchos de ellos están sentados ahí por orden y gracia de los partidos tradicionales.
Tercero, sus criterios de interpretación siempre han ido de frente a la naturaleza de nuestro orden constitucional: han sido restrictivos a la participación electoral y cercenadores de la libertad de asociación.
Es decir, entendiendo que su rol no es interpretar armónicamente el orden democrático, sino encontrar el obstáculo regulador. Y cuarto, parece irracional que un servicio acumule funciones de tan diversa naturaleza. No tiene lógica que el órgano encargado de supervigilar el padrón electoral, sea el mismo que regula el funcionamiento de los partidos políticos y fiscaliza el gasto electoral. Digamos que todo esto no es exclusiva responsabilidad del Servel: la obsesión de los partidos tradicionales por tener una ley que cuidara sus privilegios concluyó en una norma extraña y que requiere exégetas para interpretar reglas tan absurdas como la existencia de militantes “suspendidos” por no reficharse. Casi delirante. ¿Cómo avanzar? lo primero parece idílico: pedirle a los partidos tradicionales que no degraden su funcionamiento a través del cuoteo de sus nombramientos y convencer al Servel que entienda que su rol debe ser fomentar la ciudadanía -facilitar el derecho a elegir y ser elegido- no limitarlo. Segundo, hacer cambios institucionales profundos. El gobierno y el Congreso deben hacer reformas a la brevedad. Estos cambios deben avanzar en pasar de la autonomía constitucional del Servel a la creación de dos órganos constitucionales: el primero una Superintendecnia de Partidos Políticos, encargada de la regulación, fiscalización y funcionamiento de los mismos, y del control del gasto electoral y financiamiento de los partidos políticos. Y un segundo órgano encargado del Padrón Electoral y la supervigilancia de los procesos electorales. Ambos con directivos superiores independientes, nombrados con la participación de los tres poderes del Estado y con un perfil profesional adecuado al cargo.
El Servel no le es indiferente a nadie. Básicamente porque del sistema electoral y de la forma en que se organizan los partidos políticos, depende el Estado Democrático de Derecho. Y no podemos darnos el gusto de seguir fallando.
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¿Por qué sigue ganando Trump?
A primera vista, es extraño que los republicanos, con un Donald Trump que bate récords de impopularidad, hayan ganado la cuarta elección parcial en lo que va de su mandato. Las elecciones parciales -que se dan cuando queda vacante un escaño en el Congreso- eran vistas por los demócratas como la oportunidad de poner en marcha ese movimiento, a un tiempo político y psicológico, que se suele dar cuando un presidente es ampliamente desaprobado por los electores y provoca que la oposición capture la Cámara de Representantes o el Senado.
En circunstancias normales, los republicanos debían ganar las cuatro elecciones. Pero como Trump tiene números tan bajos, todo indicaba que las elecciones parciales darían un anticipo de la muy vaticinada “debacle” republicana en las elecciones legislativas de 2018, cuando el Partido Demócrata intentará arrebatarle el Congreso al partido oficialista. La confianza de los demócratas en la posibilidad de que el candidato Jon Ossof derrotara a la republicana Karen Handel en Georgia hace pocos días era tal, que la maquinaria nacional lo ayudó a recaudar casi 25 millones de dólares, sin contar el dinero empleado por la propia organización y los grupos de presión. Sin embargo, allí donde Trump había ganado por un margen de apenas 1, 5 por ciento las presidenciales, la republicana se llevó la victoria con casi cuatro puntos de diferencia.
El Partido Demócrata ha creído desde el comienzo que el eclipse del primer mandatario implicaría, automáticamente, la resurrección del adversario. Pero la marca demócrata está tan desprestigiada que ni siquiera alguien tan controvertido como Trump la puede ayudar a renacer.
Por otro lado, hay una distancia evidente entre la aprobación que suscita Trump y su capacidad para retener electores. Un estudio del Wall Street Journal revela que hace un par de décadas los republicanos estaban unos 30 puntos por detrás de sus rivales en cuanto a la sintonía con la clase media, hoy están a unos 10 puntos y, lo que es más significativo, ya se sitúan por delante en las zonas clave del Medio Oeste. En este vuelco ha jugado su papel la percepción de que líderes como los Clinton y el propio Obama estaban muy vinculados al mundo liberal (en el sentido estadounidense) y pudiente de las costas. Pero también está siendo decisivo el estilo y el discurso (si no, todavía, las políticas concretas) de Trump.
Se hace, pues, mucho menos sencillo de lo que creía la oposición arrebatar a los republicanos la Cámara de Representantes en 2018, pues necesitaría obtener 24 escaños netos. Estas realidades electorales son las que dan cierta racionalidad a muchas de lo que hace y dice Trump. Su lucha a brazo partido con la gran prensa, con Hollywood y con ciertos personajes tradicionales del Partido Demócrata, sus rifirrafes internacionales con países que sacan “ventajas” comerciales, su lenguaje corporal de jefe de pelotón y otros aspectos de su conducta están dirigidos hacia esos votantes que le dieron el triunfo donde importa.
El aura de ganador contra todo y contra todos -ahora fortalecido por la victoria parcial del veto migratorio contra seis países musulmanes en la Corte Suprema- “conecta” al Presidente con esa clase media venida a menos que ha puesto la puntería en las élites políticas.
Todo ello mientras sigue sin aparecer algún líder que le pueda hacer frente. Las apariciones esporádicas de los Clinton o el propio Obama alimentan la sensación de orfandad de los demócratas. Lo cual explica que hayan surgido recriminaciones entre sus congresistas y expresiones de impaciencia ante la perspectiva de que 2018 sea menos feliz del que creían.
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La cuarta edición de la Conferencia de Estambul sobre Mediación
Aumento de la diplomacia, Acción en la Mediación
La cuarta edición de la Conferencia de Estambul sobre Mediación se inició el 30 de junio de 2017 bajo el tema de “Aumento de la diplomacia, Acción en la Mediación”. Expertos, diplomáticos, profesionales y académicos de todo el mundo estudiarán las formas y los medios para promover la mediación como un importante método de prevención y resolución de conflictos.
El perfil de la mediación ha aumentado a nivel mundial desde que Turquía y Finlandia lideraron el camino en las Naciones Unidas a través de la iniciativa de “Mediación para la Paz”. La iniciativa culminó con la creación del Grupo de Amigos de la Mediación. El Grupo cuenta ahora con 53 miembros, entre ellos 48 Estados y 5 organizaciones internacionales. También se ha registrado una mejora sustancial de la capacidad internacional para la diplomacia preventiva y la mediación en las Naciones Unidas, las organizaciones regionales y subregionales y la sociedad civil. El Grupo se ha convertido en la plataforma líder en la ONU para promover la mediación. Ha iniciado la adopción de cuatro Resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que sientan las bases para el desarrollo del marco normativo y conceptual de la mediación. El Grupo ha contribuido también a la edición 2012 del ” Guía de las Naciones Unidas para la Mediación Efectiva”, un documento fundamental para aquellos que practican y estudian la mediación en el mundo entero.
El Secretario General de las Naciones Unidos , Antonio Guterres, ha expresado su voluntad de seguir desarrollando la capacidad de apoyo a la mediación de la ONU. Sus esfuerzos son sumamente encomiables. Hacemos un llamado a todos los Estados miembros de las Naciones Unidas para que apoyen la visión amplia del Secretario General de la ONU Guterres y sus esfuerzos para prevenir y resolver los conflictos actuales. Turquía ha estado haciendo lo que le corresponde . Turquía está ubicada al lado de una amplia región donde persisten conflictos activos agudos y congelados. La prevención y resolución pacífica de los conflictos es una característica central de la política exterior emprendedora y humanitaria de Turquía. Turquía emprende diversos esfuerzos en una amplia geografía desde África hasta el Medio Oriente, los Balcanes y el Cáucaso. Consideramos el establecimiento de la paz en un nexo de desarrollo humanitario. Este año, Turquía ha sido un vez más la nación más generosa del mundo en términos de asistencia humanitaria per cápita.
Turquía ha sido la sede de las Conferencias de Estambul sobre Mediación desde el año 2012. Estas conferencias históricas están diseñadas para reunir a numerosos profesionales y académicos en el campo de la prevención de conflictos y de las actividades de mediación. El objetivo de estas conferencias es de promover sinergias entre la teoría y la práctica y de contribuir al aumento del alcance, ámbito y eficacia de los esfuerzos de mediación de la comunidad internacional. Quisiera rendir homenaje a los esfuerzos de los mediadores que participan diariamente en los conflictos a nivel mundial.
Este año la Conferencia explorará cómo la metodología y la práctica de la mediación pueden tener mejor en cuenta las necesidades de hoy en día. A este respecto, se examinarán dos temas en particular. La primera es el potencial de la mediación en todas las etapas de un continuo de conflictos, o sea desde la prevención hasta la resolución y hasta la implementación de un acuerdo de paz. La segunda pregunta clave será sobre los modelos para un mayor empleo de la mediación como herramienta preventiva en contextos donde los prejuicios políticos, étnicos y religiosos ocasionan un ambiente de hostilidad.
Lo mencionado en último es especialmente pertinente, ya que hemos llegado a presenciar tristemente tendencias extremas en diversas formas de animosidades políticas, sociales y religiosas. El aumento de los atentados en Europa contra los musulmanes y los migrantes es un buen ejemplo de ello. La prevención es fundamental. Sin embargo, la prevención sólo sería posible cuando las sociedades reconocieran y aprendieran a respetar las diferencias y a entablar un diálogo e interacción genuinos. Creo que los mediadores que están bien equipados con los códigos de conducta culturales en cualquier situación de conflicto pueden alcanzar un éxito notable. Por ello, necesitamos capacitar a más mediadores, incluyendo a jóvenes, al mismo tiempo que alentamos a más mujeres mediadoras y les proporcionamos las herramientas adecuadas.
Tenemos retos inmensos para hacer de la paz la abrumadora realidad a nivel global. Sin embargo, debemos ser capaces de enfocar en las oportunidades dentro de estos desafíos. La disposición y la voluntad de la comunidad internacional para crear capacidad en la resolución pacífica de conflictos, incluida la mediación, deben ser una prioridad. Mientras nos preparamos para dar la bienvenida a los participantes de la Cuarta Conferencia de Estambul sobre Mediación, llamo a la comunidad internacional a actuar en la mediación.
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El programa económico de Felipe Kast
En la víspera de las elecciones primarias de Chile Vamos, me parece interesante revisar algunos aspectos del programa de gobierno presentado por el candidato presidencial de Evópoli en materia económica. Antes, eso sí, advierto al lector que yo milito en este partido por lo que mi evaluación puede tener un sesgo natural.
Además, solo presentaré ideas que me parecen llamativas de cara a lo que se ha escuchado en otras candidaturas, quedando pendiente un análisis más exhaustivo.
El programa de Kast destaca en un primerísimo lugar el rol fundamental del crecimiento de la economía en la construcción de una sociedad más libre e inclusiva. Resiente que la tasa de crecimiento observada durante el gobierno vigente (1,9% anual promedio) ha significado a la fecha que los hogares chilenos cuenten con 10% menos de ingresos (1,3 sueldos mensuales perdidos en un año) que los que habrían tenido si la economía hubiese crecido al 4,4% materializado entre 2003 y 2013. Y la brecha podría alcanzar a 20% en 2021 si seguimos al ritmo actual. En este contexto, los dispendiosos proyectos de la NM han llevado el déficit fiscal sobre 3% del PIB, lo que hace complejo cerrar el déficit estructural hasta bien entrada la próxima década. Esto obliga, según el programa de Kast, a plantear de entrada un recorte de 1% del gasto anual (ahorro de US$ 600 millones), doloroso pero imprescindible.
Se postula reformar la enrevesada estructura tributaria que heredaremos del gobierno de Bachelet, que no sólo ha incumplido sus objetivos de recaudación, sino que también ha desmotivado la inversión privada y dejado a los contribuyentes casi cautivos del arbitrio del SII. Ante eso, el programa propone volver a integrar el impuesto a la renta en 100% -equidad horizontal- e igualar la tasa corporativa con la tasa máxima de las personas en 27%. Con ello, se pretende eliminar los incentivos a que las personas eludan impuestos creando sociedades ficticias u otros vericuetos. Para fomentar la reinversión de utilidades, se plantea un mecanismo de depreciación instantánea y permanente de los activos fijos y créditos tributarios a la inversión en capital humano. Asimismo, se postula la consideración del costo de oportunidad del capital propio como gasto, para equiparar su trato con el del financiamiento de la inversión vía endeudamiento. Otro aspecto novedoso es la creación de un “administrador tributario único” que reúna las funciones del SII, Tesorería y Aduanas, autónomo, y cuya máxima autoridad sea seleccionada con base en sus méritos, ratificada por una mayoría calificada del Senado, y por un período similar al del Contralor.
En materia regulatoria, el programa hace suyo el planteamiento de la comisión de productividad en orden a instaurar una agencia que esté permanentemente revisando la frondosa regulación existente con el objeto de ajustar las normas para facilitar, en lugar de impedir, la desintermediación en áreas como los sistemas de pagos, servicios profesionales, hotelería, entre otros. Se propone introducir más competencia en servicios clave, como telefonía móvil y planes digitales, AFP, seguros de salud y los ya mencionados sistemas de pago. En tanto, en lo institucional se propone extender el período del fiscal nacional económico a seis años, para desfasarlo del ciclo político, y un esquema de asesoría especializada a los ministros de la Corte Suprema que deben fallar casos de libre competencia. El programa también plantea un ambicioso plan de concesiones de US$ 37.000 millones al año 2025, la mitad de ellos adjudicados al 2020. Se perfeccionarían los procedimientos en el sistema de concesiones, de manera de ganar más transparencia y al mismo tiempo agilizar su trámite. Por falta de espacio, no es posible abordar otros aspectos también destacables del programa. Pero no puedo terminar sin llamar la atención sobre el énfasis puesto en ciencia, tecnología y emprendimiento. En esto último, se propone, entre muchas otras cosas, crear una red de escuelas de emprendimiento a nivel municipal y una red escolar de mentores para el emprendimiento, con la idea de meter a los jóvenes el virtuoso “bichito” emprendedor.
En fin, un programa coherente, responsable y novedoso que vale la pena considerar seriamente.
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Otra damisela inolvidable
Según venga el juego, el título de la fenomenal novela de Joan Didion, alude a una expresión de tahúres: la protagonista -“Me llamo Maria Wyeth. Se pronuncia mar-ay-a, que quede claro desde el principio”- nació en Reno, Nevada, y allá permaneció hasta los nueve años, cuando su padre, un jugador empedernido, perdió la casa en una partida privada “y de causalidad se acordó de que era propietario de un pueblo, Silver Wells”. El pueblo es la nada misma, razón más que suficiente para que Maria emigrase cuanto antes del lugar: arribó a Nueva York siendo bella y joven, trabajó como modelo y luego se mudó a Hollywood, en donde se casó con un director, dio a luz a una hija enferma y alcanzó a filmar dos películas. Toda esta información es preliminar, puesto que la narración en sí comienza al momento en que los hechos ya están establecidos y Maria, que acaba de practicarse un aborto ilegal a consecuencia de un adulterio, avanza rumbo a la autodestrucción, se diría que muy concienzudamente.
Publicada en 1970, Según venga el juego es una novela perfecta. Ello se debe en gran medida al virtuosismo literario con que Maria, una mujer de 31 años, documenta su paulatino avance hacia el desmoronamiento emocional: los quiebres temporales en el relato, las situaciones no del todo explicadas (acicates permanentes a la sagacidad del lector), la más absoluta falta de autocompasión, la inexistencia de prejuicios, cierto nihilismo asumido, esa aparente ligereza en el narrar que tras de sí esconde diversos estados de brutalidad y miseria, todo conduce a que su voz enternezca, inquiete, intrigue al que lee. Maria, por lo demás, no cree en las recompensas, “sólo en los castigos, repentinos y personales”. De ese modo, en sus divagaciones, “un matrimonio sin amor terminaba en cáncer de cuello de útero y un adulterio equívoco en accidentes infantiles mortales”.
Fiel a las costumbres de su época y de su entorno, Maria fuma marihuana ocasionalmente, ingiere barbitúricos, no se espanta con el hecho de que los hombres golpeen a sus mujeres, bebe más de la cuenta, desayuna por lo general una Coca-Cola y practica el hedonismo propio de su círculo social íntimo, gente de situación acomodada. No obstante, Maria tiene claras las cosas que jamás haría, tanto así que confeccionó una breve lista al respecto: “Nunca: ‘deambularía sola por el Sands o el Caesar’s pasada la medianoche’. Nunca: ‘follaría en una fiesta, practicaría sadomaso a menos que me apeteciera, pediría las pieles prestadas a Abey Lipsey, traficaría’. Nunca: ‘pasearía un yorkshire por Beverly Hills’”.
Nacida en 1934, Joan Didion es una de las autoras más importantes de nuestros tiempos. Todo lo suyo refleja el tinte ilustre de la genialidad. Su obra evoca una incansable peregrinación tras la excelencia y permite apreciar, desde cerca, el cruce osado de fronteras. Maria Wyeth, por su parte, revela ser una de aquellas damas en aprietos insoslayables dentro de la gran tradición literaria estadounidense del siglo XX: junto a personajes de Dorothy Parker, Truman Capote, Carson McCullers o Lucia Berlin, Maria forma parte del distinguidísimo grupo de mujeres que luchan contra la vida y se entregan a ella con igual determinación.
La enfermedad de su hija, el nulo placer que obtiene del desenfreno, los fantasmas que provienen del aborto, la mirada retrospectiva hacia el vacío, en fin, la insipidez y crueldad de la vida misma, acabarán quebrando el temple de Maria Wyeth. O eso, al menos, es lo que sostienen su ex marido y Helene, la supuesta mejor amiga. Sin embargo, hacia el término de la novela, surge un personaje afín en la figura de BZ, el marido de Helene, un tipo despreciable hasta ese momento. Junto a él, Maria protagonizará uno de los desenlaces más conmovedores de la literatura contemporánea.
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Toda la Razón
La de ayer debe haber sido una de las mejores, más graciosas y más animadas conferencias de prensa futboleras de las que tengamos registro en los últimos años. Con distancia. Incluso los periodistas extranjeros quedaron sorprendidos. Hasta yo tuve que dar tres notas (a brasileños, ingleses y españoles) explicando la situación tan poco habitual, llena de risas, abrazos y regalos, en vez de quejas y tironeos, que habíamos vivido un puñado de afortunados, por cerca de una hora, dentro de uno de los salones del hotel Corinthians. Un moderno y a la vez antiguo edificio ubicado en la avenida Alexander Nevski, la principal y más concurrida arteria de esta ciudad, donde hoy descansa y se concentra nuestra selección.
El mismo Nevski, príncipe de Kiev, Vladimir y Novgorod, líder y santo de la Inglesia Ortodoxa Rusa, del que usted habrá escuchado hablar más de alguna vez. Figura clave en la historia de este país por allá por el 1200 cuando, a orillas del hermoso río Neva que hoy nos cobija, se luchaba contra suecos, teutones y tártaros. Una epopeya que quedó registrada en la historia del cine mundial en la película homónima de Sergei Einstentein, el mismo autor del “Acorazado Potemkin”.
Ahí, en esa calle larga, de más de cuatro kilómetros, hoy repleta de Starbucks y Mcdonalds, calle de arquitectura neoclásica pareja y deslumbrante, que siempre ha aceptado los contrastes entre opulencia/pobreza y modernidad/pasado, zona liberada tanto durante el zarismo más ciego como durante el socialismo más duro para la expresión de las distintas clases sociales que conviven en esta ciudad (como lo registraran en su obra Gogol, Dovtoievski o Tolstoi), ahí mismito, donde se despliega imponente la Catedral de Kazán y el obelisco en honor a la Gran Guerra Patria (término creado en 1941 por el diario Pravda durante la lucha contra la hegemonía nazi, que le causó a este país más de 27 millones de muertos), ahí, justo ahí, conversaron distendidamente con nosotros, como pocas veces, el capitán Claudio Bravo y el goleador Alexis Sánchez.
En la víspera de una nueva final, la CUARTA de este grupo en apenas tres años (no relegue al olvido la China Cup, porque sería faltarle al respeto a Beausejour, Fuenzalida, Edu Vargas, Valencia, Toselli, Paulo Díaz o Sagal, que estuvieron ahí), Bravo y Sánchez hablaron de fútbol, del partido ante Portugal, de lo que será Alemania una vez más este domingo y del rol fundamental de Marcelo Díaz, Aránguiz o el Tucu Hernández en el juego del equipo. Pero también de la intimidad del grupo, aludiendo entre risas a la personalidad gruñona de Medel y al huaso Isla “a veces amurrado pero hoy enamorado” (sic). O a lo bonito que sería para Alexis jugar en Brasil…”donde la gente es más feliz y te dejan hacer cachañas, látigos y rabonas”. Y también, cómo no, se refirieron durante un buen rato a la importancia y a lo inédito de lo que han hecho estos últimos años como equipo. A los éxitos, al orgullo. De ellos y de todos.
Pero en esos marcos, bendito sea Dios, también hubo espacio para un reclamo, que compartimos todos los que entendemos la relevancia de la Historia. “De este momento fundamental -dijo el capitán- no está quedando nada. Estamos más arriba que nunca, somos más ganadores que nunca, hay más plata que nunca…pero Pinto Durán sigue siendo un lugar de entrenamientos chico, con apenas dos canchas, y no hay todavía un museo donde se pueda ir atesorando lo que hemos vivido los últimos años”.
Lindo tema, feroz tema, en un país donde casi no quedaron registros del Mundial del 62 o de la Copa Libertadores del 91. De hecho, que tan cerquita de una gran final haya espacio, dentro de los referentes de este plantel, para hablar de aquellas carencias inaceptables, de aquella deuda, resulta emocionante. Y alimenticio. Tan digno de orgullo como los triunfos, el buen juego, el protagonismo o las atajadas de Bravo. Mire que un país sin recuerdos, se ha dicho tantas veces sin que entiendan autoridades ni empresas comerciales, es un país sin futuro. “Y lo decimos pensando en los que vienen, ni siquiera en nosotros”, sentenció Alexis. Toda la razón.
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June 29, 2017
Capitalismo y Frente Amplio. De la Acrópolis al tecno-progresismo
En 1937 César Vallejo vaticinó que iba a morir en París. Estableció tal sentencia durante un otoño lluvioso y así ocurrió. En algún poema cuyo título no recuerdo ahora escribió: ¡haber nacido para vivir de nuestra muerte! Vallejo sostuvo su aventura con el socialismo -el Congreso en Valencia (1937) y la causa española-, pero no trepido jamás en rechazar la gloria de París, el goce estético, y abrazó la raza y el «extrañamiento» frente a su época: Santiago de Chuco estuvo más presente que nunca en París.
Lejos de toda arquitectura del «boom», insumiso a las tecnologías del poder, el poeta mantuvo una relación friccionada con las vanguardias mientras clamaba por un nuevo «lenguaje». Es posible releer en este «rictus» de transgresión una forma de «contemporaneidad», de distancia y desconexión con la actualidad y sus modismos, que lo llevó a ver la intimidad oscura de su tiempo. Ello ilumina nuestro presente cuando miramos a las actuales izquierdas académicas de «circuito cerrado». Aludo a una izquierda barroca y esotérica, que nos sugiere que la realidad es ilegible-difusa y que nos asedia por la vía de la actualización y la traductibilidad de la Acrópolis parisina: ¡un día Badiou, otro día Espósito! ¡Ranciere y la policía! ¿Y la tanatopolítica? ¡Ay!, vanidad de vanidades. También es posible leer aquello cuando una nueva generación política, una nueva elite que está a la espera de una épica confunde su presente y se lanza de bruces contra la época –proclama la interdicción de nuestro tiempo y a la sazón reivindica el capitalismo eurocéntrico- y susurra un lenguaje de «patrimonialidad democrática». Lejos de cualquier nostalgia, quiénes comulgan demasiado con la época y desconocen la in-actualidad frente al presente no son «contemporáneos», no pueden cultivar una relación de singularidad y distancia crítica con el tiempo. De allí que esos emplazamientos esnobistas que, de cuando en vez, hacen los líderes del Frente Amplio por las capitales europeas –y sus sistema de cobertura y favoritismo fiscal- dejan al descubierto la ausencia de desconexión y lejanía con la época del capital financiero. Sin decirlo tal cual, «la fuerza expansiva de los mercados» está en sus cabezas, eso sí, atribulada bajo una incurable nostalgia keynesiana.
A sabiendas del siglo bestial que lo agobiaba Vallejo se preguntaba con entero anonimato: ¿cómo estar fuera de las semánticas de época, en desconexión y desfase? Hoy como un déjà vu la producción de un nuevo vocabulario para la izquierda, en particular la chilena, parece una cuestión insalvable. Ahí debemos situar la intuición vallejiana más fundamental para la nueva generación del Frente Amplio. La tarea sería recrear un nuevo vocabulario político, y no la cita hábil de experiencias nórdicas u anglosajonas, o bien, políticas públicas oportunas, porque ello fatídicamente agudiza el vacío ideológico.
En nuestra efervescencia política irrumpen «cruzadas épicas» que pese a sus frescos racimos, «nacen para vivir de su propia muerte» se sirven del consabido desgaste representacional de la política institucional que los tiempos han establecido, pero sin escapar a los discursos modernizantes en el caso del Frente Amplio (expropiación, nuevo tren, subsidio, 20% de participación estatal en empresas estratégica, sistema de cobertura, en suma «capitalismo de Estado»). Fuerzas nuevas que fungen como insurgencia enraizada en una «emocionalidad evaluativa», pero que con el paso de los años se empozarán en nuevos nichos de dominación y control ¿Nuevamente Sísifo? En suma, hay una doble «consciencia trágica»: la primera referida a una época en disolución que funge como el tiempo homogéneo del desierto, ya lo decía Borges y, otra, referida a la inefable trayectoria de institucionalización donde decae el «carisma profético» y se convierte en lo que precisamente pretendía desterrar: la elite.
Y no perdamos de vista que fue el propio Lenin quien creo el partido bolchevique porque entendía que «no hay política sin elite», ni vanguardia sin revolucionarios. Gracias a la «ley de hierro» –rutinización- el diagnóstico es globalmente predecible: hemos pasado de una política bucólica de la Concertación a un ciclo de movilización. Ahora el denominado Frente Amplio (FA de aquí en más) avanza por la vía del «carisma», luego vendrá la inefable rutinización –al medio de ello las certificaciones técnicas- y al final la disputa de proyecto quedará limitada a un arsenal de indicadores mezclados con un ímpetu técno-progresista. En efecto, está a la orden del día la divulgada brecha entre «política» y «sociedad». Al decir de opinólogos la política no integra a las demandas y los ciudadanos se auto-organizan –reza el slogan en boga- por fuera de los estrechos moldes de la modernización pinochetista. Todo esto subrayando que el 2011 en Chile se abrió una penetrante teoría del «reclamo social» donde «movilización» no puede ser asociada a «movimiento social». Esto es algo distinto a esa sociedad insurgente que retratan performativamente algunos ideólogos del frenteampliamo. Salvo un reconocimiento fenomenológico en el caso del propio Carlos Ruiz Encina, a saber: lo sucesos de aquel año no eran contra el mercado sino un intento por reconstituir un mercado con mayores garantías que pusiera la lápida a los secuestros corporativos demasiado agraviantes. Durante el 2011, entonces, el reclamo era por un mercado que estuviera a la altura de un capitalismo más regulado lejos de nuestro Laisser faire oligarquizante. El Frente Amplio empuja por un «capitalismo de la regulación». Ni más, ni menos.
Nos preguntamos: ¿acaso hay cambios totales y no parciales, o bien, estructurales y no parciales a la vuelta de la esquina? ¿No son, acaso, las nuevas elites surgidas de las viejas insurgencias un eslabón hacia nuevas insurgencias? Y así viceversa en un espiral recursivo. Pese a ello aún estaríamos tentados a sugerir que tanta «tragicidad» sería constitutiva de una secreta esperanza por algún porvenir (x). En efecto cada época sueña a la siguiente y reclama su propio Napoleón. Las elites se renuevan o estancan. Cada época obra a nombre de un ideal mayor y adelanta un sino necesariamente fértil y trágico.
Si el presente está degradado, sin horizonte político, secuestrado por distintos grupos de presión, ¿por qué no habríamos de disfrazarnos de futuro hegemónico pese a los riesgos de esta travesía? Y así, estaríamos a la espera de una cita secreta con los postergados tiempos: ¿vendrán otros hombres con promesas menos peregrinas y en algún momento podrán liberar a la multitud vital de la multitud factico-pecuniaria? Eso se lee entre líneas, en nuestra coyuntura: un potencial «sujeto político» que obraría como partera de la verdad a nombre de todo el dolor padecido por nuestros antepasados. Ya lo dijo el autor de la «ley de bronce»: «los espíritus del pasado tomarán prestados sus nombres….la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Es la resurrección de los muertos». En suma, la tumba de la rutinización nos aguarda con sus funebres racimos.
Pues bien, en nuestro parroquial foro político la movilización es una respuesta reactiva, mística, ansiosa, prometedora, tremendista y tecno-reformista, tan hiperrealista como necesaria, tan generacional como extraviada, obra de buena fe pero con difusa orientación ideológica. Entremezcla conversos, insurgentes, huérfanos de la Concertación y la Nueva Mayoría, esnobistas, militantes convencidos del diagnóstico frenteamplista y viejos cuadros políticos que sin embargo juegan al desgaste desde una testimonialidad más retorizada. Cómo lidiar con su necesidad democrática e incierta proyectualidad. Nuestro «boom» por ahora se llama «Frente Amplio» y se organiza en torno a un espiral de liderazgos mediáticos y demandas virales y goza de no pocos actores -cuya lucidez no está en discusión, tampoco su formación técnica para desglosar indicadores- que se lanzaron a esta «épica restauradora» contra los diseños corporativos, algo kafkiana cuando los mercados (guste o no) dan señales hacia el piñerismo. Y el FA se precipitó a sabiendas de los vacíos identitarios e ideológicos donde la estrechez demográfica de la «tercera vía» contribuyó a agudizar el proceso. ¿Algo más? el FA interpreta, lo repetimos por las dudas, una acumulación importante de demandas ciudadanas legítimas e igualmente razonables que provienen del malestar post-PNUD.
En los últimos meses sus representantes han forcejeado incesantemente, una y otra vez, por re-domiciliar en los imaginarios de una nueva izquierda, capitalizando el post-mortem del laguismo, y refrendando el lugar de una promesa marchitada por la propia «izquierda neoliberal». Ahora el conglomerado ha erguido sus fuerzas contra el agotado concubinato transicional que hoy se mudó a la Nueva Mayoría. En medio de un mundo de pactos elitarios, omisiones, realismos y secretos de «gobernabilidad» promovidos por la izquierda institucional -por las dinastías de la DC que han designado vocera de facto a Alejandra Goic- se abrió un intenso suspiro épico que, en su formato original, prometía lapidar a nuestra elites, a sus barones y sirvientes, ¡nosotros no robamos, ay!, y de paso rescatar a la ciudadanía de su brumosa relación con la modernización pinochetista. ¡Vaya empresa! que supone que es posible la «política sin elites», política ensimisma (sí, es cierto) que terminó celebrando encerrada en palacio el plebiscito del 05 de octubre. Sin embargo, también es necesario pensar sus procesos de renovación ¿Y la elite revolucionaria de Lenin? Este parecía ser la receta mediática del primer momento que se asemeja a un anarco-anacronismo. ¿Política sin elites partidarias o elites homogéneas? Para agudizar las distancias con las interdicciones institucionales lo mediato, mesiánico, y lo político-comercial se dieron cita en torno al fenómeno de los «malestares difusos» y así, por la vía del topo y del collage, se abrió una retorización política que dice estar lejos e inmune a las desgastadas componendas de los Girardi, PENTA y nuestra Javiera Blanco. Perdón por lo prosaico, ¡ay Javiera! tan deslucida y renombrada por la afasia política de Michelle Bachelet.
He aquí los aparatos emotivos del (post) testimonio que junto a un tumulto de enunciados incapaces de subvertir los contratos simbólicos de la post-transición ficcionan un futuro posible. De un lado, reverbera una gramática que pone en circulación la promesa, el porvenir, la emancipación y la dura hegemonía contra la facticidad de la época, ¡ay época! En suma, una política de la performatividad. Y sí, «el poder político en Chile se dedica a destruir la utopía para evitar ser desalojado por el futuro. Ahora, jóvenes y viejos, quieren vestirse de fututo pero por ninguno motivo nuestra clase política quiere destruir el cáncer que el poder crea y reproduce».
Noviembre será un tiempo de diezmos, de renuncias y omisiones, de pactos sibilinos, fracturas y convergencias, de secreciones ideológicas, dónde los jóvenes y no tan jóvenes, que hasta hoy caminan juntos ofertando un estado democrático contra los tiempos difíciles, tendrán que dialogar con la inexpugnable «real politik». ¡Ay, vaya audacia! ofrecer a la ciudadanía un «cambio de época», cuando no existe época siquiera que soporte el mismo cambio, cuando ni siquiera es posible desplazar la gramática PIB de nuestra inexpugnable modernización. Todo discurre en la lexicalidad del commodity. Es más inminente terminar en un tecno-progresismo que interpele internamente el estado de cosas, con reformas alternativas y una socialdemocracia maximalista, aunque éste rótulo nunca sea el auto-retrato del FA.
Y a decir verdad: el Frente Amplio es un conglomerado necesario y catártico de actores y discursos con distintos intereses pero incapaz de ofrecer una narrativa –más allá de la denuncia fundada- en la cual pueda proyectarse una nueva izquierda. Eso sí, la geografía política-cultural no juega de su lado por esta vez. Ahí está la aporía: el FA es un movimiento tan inevitable como ilusorio que viene a estetizar un nuevo campo de reivindicaciones hueras, pero en los desechos y «antagonismos» de la modernización era casi inimaginable no esperar un movimiento con estas características, con sus claro-oscuros. El FA responde a este doble movimiento. Cada cual podrá hacer su lectura. Aún no son elite pero toda su cúpula está haciendo carrera política; el porvenir es el poder. De otro modo, una vez que la izquierda de «tercera vía», se encuentra moribunda es viable un discurso generacional que le habla al sujeto pueblo. Y si existe ¿dónde está tal sujeto? Hay que resguardar a nuestro juicio un cauteloso celo en consignas de un «gobierno ciudadano» o de una política del «ciudadano a pie» (¿hegemonía sensorial, on line?)
Es de esperar que el Frente Amplio logre sortear el conjunto de obstáculos que lo asedian y superemos la incomodidad política que nos aporta la frase de Vallejo: ¡haber nacido a la vida [política] para vivir de nuestra muerte¡ implica evitar el exceso de nostalgia, memoria, anarco-anacronismo que atormentan a los «partidos vivos» que viven de su propia muerte. Un cese de adicción por la incurable melancolía y, en cambio, avanzar en la producción de un nuevo lenguaje. Ese fue el polémico legado del siglo XX. Para ello es fundamental recuperar la extraviada imaginación crítica –un nuevo aparato lexical ajeno a la matematización del discurso político- que debería concebir el capitalismo como una «autodestrucción creativa». Con todo, ese es el espíritu que predomina en el «Manifiesto Comunista», el capitalismo es lo mejor y lo peor que le ha ocurrido a los humanidad. Por fin si bien para el «poeta de raza» el presente era una orfandad, doliente y degradada, el futuro estaba abierto e iluminado por una teoría de la esperanza.
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La peor pesadilla de la derecha
El segundo debate entre los tres candidatos presidenciales de Chile Vamos, televisado por cadena nacional, representa la peor pesadilla de la derecha. El debate que se dio de forma desordenada, personal, e intensa desnuda todas las vulnerabilidades que existen dentro de la coalición. Muestra que la amplia ventaja en las encuestas es más frágil de lo que aparenta ser, y que el escenario que parece ser históricamente favorable para ganar la elección presidencial se puede derrumbar sin previo aviso.
De las siete elecciones presidenciales que se han disputado desde el retorno de la democracia, la de 2017 es la más auspiciosa para la coalición de la derecha. Nunca ha tenido más posibilidades de ganar que esta. En las elecciones de 1989 y de 1993 ni siquiera consideraron la posibilidad de un triunfo. En 1999 estuvieron sorpresivamente cerca, con Joaquín Lavín. En 2005 tuvieron más posibilidades con dos candidatos. En 2009 ganaron con Sebastián Piñera contra todo pronóstico, y en 2013 se inscribieron como turistas.
En comparación con las anteriores, la presidencial de 2017 se perfila como un extraordinario año para ganar la elección. En parte porque la mala gestión de Michelle Bachelet naturalmente premia a la derecha como la oposición mejor organizada, y en parte porque Piñera ha logrado usar su imagen para mantenerse como favorito en las encuestas. Es decir, la derecha no solo se ve favorecida por ser la oposición más fuerte sino que además porque cuentan con el candidato que corre más ventaja.
Este era, hasta antes de las primarias, el pronóstico. Piñera parecía tener todo bajo control en su coalición, dominando y controlando las aspiraciones de Manuel José Ossandón y Felipe Kast. Incluso había logrado limitar la cantidad de interacciones al mínimo, para mantener el statu-quo. Pero algo salió mal. Algo se descarriló. Para muchos ese momento fue el primer debate, cuando el tono de la conversación se volvió personal y agresivo, y el tema central dejó de ser la idea y pasó a ser la persona.
En el mar de descrédito político, y la creciente desafección ciudadana, esta transición tiene un costo enorme. Quizás porque como oposición la derecha se sentía ajena o menos involucrada, o porque Piñera se mantenía arriba en las encuestas, el despertar del día después del primer debate fue duro. La imagen de la coalición ordenada se parece haber desvanecido luego de ese primer encuentro. La ruda interacción entre los candidatos mostró que tienen los mismos flagelos y vulnerabilidades que todos los demás.
Si este primer debate no fuera suficiente, vendría el segundo, y el primer pasaría rápidamente a ser recordado como la punta del iceberg. El fuerte choque entre los candidatos en el debate televisado a nivel nacional sirvió como evidencia para confirmar que no todo estaba tan resuelto como se pensaba en Chile Vamos. Aunque muchos tenían las sospechas de que las prospectivas de la derecha de ganar la elección sin mayores dificultades estaban sobrevaloradas, el segundo debate lo confirmaría.
El segundo debate mostró que no existe lealtad entre los candidatos de Chile Vamos. Mostró que el carácter legal vinculante no es suficiente para que los perdedores se alineen tras el ganador, sino que simplemente sirve para eliminarlos de la papeleta de la primera vuelta. El segundo debate mostró que el primero en la carrera puede tambalear, y aunque logre pasar a segunda vuelta, reunir la mayoría absoluta para ganar será una tarea magnánima y significativamente más difícil de lo originalmente anticipado.
Nunca hubo dudas de que Piñera sería el ganador de las primarias. Aun no hay dudas de eso. Pero hay una serie de ventajas tangenciales relevantes para la derecha que se perdieron en el debate. Uno de esos temas es la participación. Mientras que es improbable que la proporción de preferencias entre los candidatos hayan variado significativamente, es probable que menos gente acuda a las urnas después de la lamentable presentación. Al menos parece haber consenso que el debate no sirvió para atraer a más votantes.
Perder votos en las primarias es relevante e incluso podría llegar a ser decisivo. Parte de la utilidad de las primarias para los partidos es fidelizar a votantes. En parte las primarias sirven para que los candidatos ganadores aseguren la participación de esa base de votantes que podría ser crucial en definir la elección definitiva. En este sentido, el tropezón del segundo debate televisivo no solo se escribirá como una anécdota en los anales de las elecciones, sino que podría ser el primer paso en la dirección del abismo.
Después de las primarias Chile Vamos debe reflexionar sobre los daños infligidos y planificar una reestructuración en base a las lecciones aprendidas. Si quieren ganar la elección la mejor receta es dar vuelta la página y comenzar un proceso de concilio entre las partes. En este proceso será esencial integrar a Kast al comando, y a incluir a Ossandón de alguna forma. Este es un caso donde la unión hace la fuerza. Si no se unen, perderán la elección y será un ejemplo perfecto de una oportunidad histórica desperdiciada.
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El eterno retorno
Desde los albores de la transición, Sebastián Piñera nunca -nunca- ha dejado de mirar obstinadamente el Palacio de La Moneda. Antes de alcanzar su objetivo, fue sepultado sucesivamente por el escándalo de la radio Kyoto, el lavinismo y el bacheletismo. Las derrotas nunca minaron su empeño y, como si esto fuera poco, no ha dejado de pensar en el regreso desde que abandonara el poder. El ex presidente parece haber salido con un gusto amargo de su gobierno -falta de discurso, escasa interlocución política, confianza en la técnica, telefonazos al ritmo de redes sociales-, y cree que una segunda oportunidad podría cambiar esa sensación. Pero ¿es suficiente todo esto para fundar un proyecto político?
Hasta ahora, la respuesta no es clara. Puede decirse que Sebastián Piñera encarna a la perfección la transición política, en sus grandezas y miserias. Pertenece a la generación que logró reconstituir el tejido político del país, dándole una estabilidad y un progreso inéditos. Hizo fortuna en el mundo de los negocios (que gozaba de alto prestigio), votó que No, se fue a la derecha y fue electo senador: Piñera es el hombre de los consensos, de la ubicuidad y de la posición correcta que no incomoda a demasiada gente. Es un buen político en cuanto ha sabido seguir los movimientos de la opinión, pero es poco estadista en cuanto le cuesta liderar esos movimientos. De hecho, el ex presidente también representa a la perfección esa generación que no tuvo respuesta alguna frente a las profundas transformaciones del Chile moderno. En varios sentidos, su gobierno fue un caso de manual: llegó convencido de la superioridad de la tecnocracia y el estilo gerencial, para terminar estrellándose una y otra vez con una realidad rebelde a esa cosmovisión. Su administración careció de un bagaje conceptual y político que tanto él como la derecha siempre creyeron inútil. Para decirlo de modo simple, lo que no se veía desde los lentes de la transición (mercado, técnica y acuerdos en la cocina), simplemente no existía.
No es seguro que Sebastián Piñera haya integrado del todo estas lecciones. Aunque a ratos muestra mejoras, sus gestos, su optimismo noventero, sus lugares comunes y hasta sus chistes añejos siguen representando a un país que ha perdido su consistencia. En esas condiciones, es difícil pensar que otro gobierno suyo pueda sacarnos del atasco y llevarnos hacia adelante: en muchos sentidos, le habla más al pasado que al futuro (como lo recalcó Felipe Kast hace unos días). Es innegable que enfrenta estas primarias desde una posición cómoda, pero no ha salido indemne del ejercicio (en el lamentable debate del lunes, Ossandón sacó su peor cara: la ansiedad). El desafío de Piñera no es tanto ganar la elección -ya lo hizo una vez-, sino llegar al poder con herramientas más sofisticadas que hace cuatro años. Después de todo, como decía De Gaulle, una elección presidencial es el encuentro entre un hombre y un pueblo, y eso exige que el candidato quiera ir al encuentro de alguien. El principal reto del candidato Piñera es entonces dejar de hablar de sí mismo y del pasado, comunicarse con un país que cambió, y romper de una buena vez el eterno retorno de una transición que se resiste a morir.
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Mensaje a Trump sobre la salida de Estados Unidos del acuerdo de París
El 1 de junio, Donald Trump anunció la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, el cual establece un compromiso sobre la reducción de gases causantes del calentamiento global. En este acuerdo cada país determina, planifica y reporta regularmente su contribución con el objetivo de mitigar el cambio climático. Sin embargo, según Donald Trump: “El Acuerdo de París socavaría nuestra economía, debilitaría a nuestros trabajadores, debilitaría nuestra soberanía, impondría riesgos jurídicos inaceptables y nos pondría en permanente desventaja a los demás países del mundo“. Así, el Presidente Trump justifica la salida de su país del acuerdo de París, bajo el supuesto que éste no sería económicamente favorable para Estados Unidos.
Contrariamente a lo argumentado por Donald Trump, un reciente estudio desarrollado por la Universidad de Chile y el Instituto Milenio MIPP muestra que altos niveles de generación energética -a través de tecnologías renovables- podría ser óptimo y, de hecho, económicamente favorable.
El error que muchas veces cometen los detractores de energías renovables es que sólo analizan la perspectiva económica de reducción de costos. Sin embargo, una evaluación correcta debería también incluir un análisis de riesgos del sistema energético.
En el citado estudio se presenta un modelo de planificación energética que considera simultáneamente los costos y los riesgos del sistema (modelo que puede ser implementado dentro de un sistema de generación eléctrica a nivel país). En este modelo, los riesgos están asociados a la intermitencia de la generación con tecnologías renovables, a los cambios en la demanda y a la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles. El modelo es implementado a modo de ejemplo para el caso chileno. En dicho estudio se muestra evidencia que un aumento de la generación con tecnologías renovables podría reducir los riesgos del sistema. Esto, debido al hecho que la generación renovable produce una protección natural a los cambios en la demanda y a los precios de los combustibles fósiles.
En general, las tecnologías renovables no utilizan combustibles para la generación de electricidad (dado que la energía es capturada, por ejemplo, del sol, el viento o flujos hídricos). Consecuentemente, un sistema con un mayor nivel de plantas generadoras de energía en base a tecnologías renovables permite reducir el riesgo a los cambios en los precios de los combustibles fósiles (en especial alzas en los precios), lo que no se podría lograr cuando se utilizan principalmente plantas que usan combustibles como el carbón, gas o diésel. Adicionalmente, en el caso chileno, por ejemplo, se ha visto que en base a datos históricos existe una alta demanda de energía eléctrica entre las 12:00 y las 14:00 horas (en un día promedio en el país). Sin embargo, este rango de tiempo coincide con la mayor disponibilidad de generación eléctrica en plantas que usan energía solar. La demanda de electricidad es también elevada alrededor de las 22:00 (horario en el que obviamente no se dispone de generación solar). Sin embargo, a las 22:00 horas existe alta disponibilidad de generación de tecnología eólica (con un intenso viento nocturno proveniente del Océano Pacífico) y una mayor disponibilidad de generación en centrales minihidroeléctricas ubicadas en ríos (ya que éstos aumentan su afluente por la nieve de los Andes que se derrite durante el día). Por lo tanto, la generación basada en dichas tecnologías renovables es máxima en horas de alta demanda de energía, lo que reduce incluso los costos del sistema, ya que no son necesarias plantas en que se debe pagar por combustible (por ejemplo, generadoras eléctricas que utilizan combustibles fósiles).
Este resultado es importante, ya que altos niveles de energías renovables se pueden justificar económicamente desde la perspectiva de una reducción del riesgo. De aquí que los argumentos de Donald Trump podrían estar equivocados.
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