Álvaro Bisama's Blog, page 135

July 9, 2017

La resaca DC

Es un hecho que la DC no tendría ni la mitad de los problemas que tiene hoy si en su momento, antes de incorporarse a la Nueva Mayoría y de apoyar a Michelle Bachelet el 2013, hubiese negociado un programa de reformas sensatas y que la representaran. Eso es cierto y es fácil decirlo. Pero hay que revisar las circunstancias en que tuvo lugar ese apoyo -cuando Bachelet era un fenómeno, cuando su regreso al poder estaba a la vuelta de la esquina y cuando el partido aún no se reponía del triunfo de la derecha tres años antes- para conceder que tenía en ese momento más hambre que poder de negociación. Hizo entonces la vista gorda, guardó silencio cuando la nueva coalición abjuraba de los 20 años de Concertación y compró su entrada a la fiesta. La pasó bien hasta cierta hora -parece- y ahora está en la resaca. Lo que iba a ser una noche alegre e interminable terminó mal. Quizás algo tóxico contenía el licor.

Si el partido se hubiera puesto duro en su momento, lo más probable es que hubiera quedado fuera de la Nueva Mayoría. No se habría desperfilado como se desperfiló, pero, sin duda, la orfandad habría mermado su fuerza parlamentaria, no obstante lo cual el gobierno triunfante igual tendría que haber negociado con la DC en el Congreso Nacional para llevar a cabo su programa. ¿Qué programa? Justamente el de las reformas que la DC no leyó en su momento y que, a pesar de no haber leído, apoyó y ha seguido apoyando con rezongos, con protestas aisladas, con caras largas a veces, con matices siempre, pero con una disciplina casi estalinista al momento de votar en el Parlamento.

Eso tuvo un costo: la colectividad ha ido perdiendo identidad tanto en la escena política como dentro del oficialismo, y la DC hoy está en problemas. Siente estar en una coalición que la maltrata. Sigue sin mover las agujas en las encuestas presidenciales. Sigue sin encontrar su destino. Dice tener reservas sobre lo que ha hecho este gobierno, aunque todavía no es capaz de explicitarlas con claridad. ¿Qué es lo que no les gustó a los democratacristianos, aparte de la compañía del PC? ¿Qué es lo que hubieran hecho distinto, teniendo en cuenta que de sus filas salieron varios de los y las guaripolas del programa de reformas? ¿Cómo perfilar ahora una candidatura propia, que dice ser distinta del mero continuismo, pero que, sin embargo, hasta el día de hoy flota en una nube de indefiniciones, partiendo por las que mantiene en su relación con el gobierno?

No vienen días fáciles para la DC. Entre otras cosas, porque eso que antes se llamaba el centro político se volvió un terreno difuso y una cornisa peligrosa. Más que un lugar, se ha convertido en una fosa que se ha tragado muchas intenciones y proyectos. Hubo una época en que se tomaba en serio la idea de levantar con cuatro palos una picante carpa en el centro y esperar a que llegaran en masa los desencantados que vendrían arrancando de las premuras infantilistas de la izquierda y de las regresiones inmovilistas de la derecha. Los que intentaron ese negocio saben bien que no llegó nadie y le echaban la culpa al sistema binominal. Ahora que se acabó el binominalismo, y tampoco llega nadie, las culpables serían las encuestas.

La DC perdió, por decirlo así, el poder de arbitraje con que emergió en los albores de la transición y hoy padece el síndrome del abandono. Los que hasta hace poco fueron sus socios, el polo progresista, representado por el PS y el PPD, dejaron de apreciarla, de valorizarla, y han decidido correrse a la izquierda. Más que retener al electorado moderado, quieren pelearle al Frente Amplio el voto más ultra y, en ese contexto, desde luego la DC tiene poco que hacer. De ahí al aislamiento hay apenas un paso. Huelga decir que la opción de trasladarse con camas y petacas a la centroderecha -que es donde la DC, por lo demás, se sitúa en todo el mundo- tampoco es viable, porque traicionaría el ADN antiderechista que está en los genes, en la historia y en la piel de la colectividad. De eso, entonces, ni hablar.

Es quizás tarde para que la DC convenza a sus aliados de la importancia que tiene y recomponga la centroizquierda. Una DC en ese sector -eso sí que conteniendo, introduciendo racionalidad, no reducida a la condición de flan- es mil veces más provechosa para el país que como partido ensimismado y solitario. Pero el riesgo de terminar en eso, que fue lo que la colectividad quiso evitar el 2013, vuelve a reaparecer. Con un par de agravantes, claro: la colectividad se ha seguido desgastando desde entonces y la DC, que es parte de este gobierno, todavía no le ha dado al país las explicaciones del caso.


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Published on July 09, 2017 00:13

Piñera y la portabilidad numérica

Hace dos meses, durante una fugaz pasada por Santiago, tuve la oportunidad de asistir a una interesante comida. Ese viernes se reunieron en una casa de Chicureo uno de los periodistas más influyentes de la plaza, dos de los artistas plásticos más apreciados del país, el decano de una facultad importante, un arquitecto insigne, un intelectual independiente -individuo pausado y reflexivo-, un exitoso empresario tentado por la política y otros amigos y amigas entrañables. La conversación saltó de tema en tema, incluyendo las tropelías del nuevo presidente de los Estados Unidos, los últimos frutos de la literatura nacional, la extraordinaria labor cumplida por Ediciones UDP en las letras de la región, el futuro de la Argentina -país desde el cual yo venía llegando- y, naturalmente, la política chilena. Desde un punto de vista ideológico, los comensales abarcaban un amplio arco: desde la derecha ilustrada, hasta el progresismo laico y moderno (no había representantes del Frente Amplio; los invitados eran todos mayores de 30 años).

La ausencia de legado

El dueño de casa, un alto ejecutivo de la industria del retail, dirigía la conversación en forma tranquila y casi imperceptible. Ponía un tema, dejaba que se creara controversia, para luego cambiar el eje de la plática. Todo muy interesante y muy civilizado.

En cierto momento, alguien -es posible que haya sido yo mismo- preguntó cuál era el gran legado del gobierno de Piñera. Se produjo un silencio breve, pero notorio. Enseguida, muchos de los comensales empezaron a dar su opinión en forma atropellada. Se habló del millón de empleos, del crecimiento acelerado -por encima del 5%-, de la reconstrucción después del terremoto y de otras cuestiones de esa naturaleza.

Alguien -me parece que fue el arquitecto- dijo que, desde luego, el de Piñera había sido un gobierno competente. Además, no se podía negar que había tenido un poco de suerte: el ciclo económico internacional lo había ayudado. El artista terció diciendo que uno de sus mayores logros fue haber extendido el prenatal a seis meses. El periodista, hombre informado y estudioso, le rebatió, y afirmó que al restringir este permiso tan sólo a las madres (y excluir a los padres) se estaba yendo en contra de la tendencia internacional. Además, aseveró, los problemas éticos durante ese cuatrienio habían manchado, incluso, su débil herencia exitista.

El decano tomó la palabra y dijo que si bien había votado por Piñera -pensaba hacerlo nuevamente-, a veces se planteaba la interrogante del “gran legado”. Agregó que como tanto gobierno de derecha, en todas partes del mundo, el de Piñera había sido pragmático, eficiente y “cosista”, pero que no tenía algo grande que mostrar. Una ingeniera que hasta ese momento se había mantenido en silencio, dijo que si bien la historia no era su fuerte, a ella le parecía que los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher habían creado una épica enorme y habían cambiado el mundo.

Volvió a crearse un silencio, un tanto incómodo para los partidarios del ex presidente.

Fue en ese momento cuando el empresario dijo algo notable. Con absoluta seriedad, aseveró que el mayor logro de la administración de Piñera fue haber implementado la “portabilidad numérica”, la posibilidad de que las personas se quedaran con su número de celular cuando se cambiaban de compañía telefónica.

De inmediato se produjo una carcajada general. El artista preguntó si, de verdad, ese se podía clasificar como un “gran” logro. La ingeniera miró hacia el suelo, un poco avergonzada. El decano carraspeó y el periodista dijo que eso confirmaba lo vulgar que había sido ese gobierno. Enseguida se lamentó que Ricardo Lagos no fuera candidato a la presidencia.

El empresario no se achicó e insistió en su punto. Lo importante, insistió, es que los gobiernos satisfagan las sentidas demandas de la gente, aunque estas parezcan muy básicas, aunque no sean para los libros de historia. Pero nadie le hizo caso; todo el mundo volvió a reír y a hacer bromas a su costa. Durante los próximos minutos la conversación empezó a diluirse. Un grupo de los comensales se dirigió a la terraza para fumar y al poco rato la reunión llegó a su fin.

Apariencias y profundidad

Me quedó dando vueltas esto de la “portabilidad numérica”.

Me parece que es un ejemplo magnífico de lo que fue el gobierno de Sebastián Piñera. Por un lado, como se ha dicho muchas veces y se aseveró en esa comida, se trató de un gobierno que esencialmente se preocupó por cuestiones pragmáticas -como el tema de los números de celulares-, que afectan la calidad de vida de las personas.

Pero al mismo tiempo fue una administración cuyos logros no son suficientemente valorados; a veces por odiosidad, a veces porque no se entiende que muchos de ellos tienen un trasfondo mucho más sofisticado y profundo de lo que se cree.

Resulta que el caso de la portabilidad numérica es una de esas políticas que tienen un trasfondo importante. Al haber implementado esa medida, el gobierno de Piñera no sólo satisfizo una demanda práctica, sino que también aumentó fuertemente la competencia en un área donde, debido a razones tecnológicas -lo que los economistas llaman “externalidades de redes”- hay una tendencia al monopolio natural. Al poder llevarse su número del celular -y lo que es mucho más importante, sus contactos- cuando se cambian de proveedor, los consumidores están mucho más dispuestos a buscar y aceptar mejores ofertas de otras compañías, y de ese modo fomentan la competencia, la que es fuente de la productividad y el progreso.

De hecho, a la luz de la enorme multa que recientemente sufrió Google en la Unión Europea, en los últimos días algunos expertos -incluyendo el profesor de la Universidad de Chicago Luigi Zingales, quien hace unos meses visitara Chile- han propuesto que se implemente una “portabilidad de información” en las redes sociales. La idea es que las personas puedan cambiarse de buscador, o de plataforma social (Facebook), y llevarse toda la información personal que se ha acumulado en las redes; información sobre sus hábitos de compra, de lectura, de búsqueda, sobre sus amistades, sus preocupaciones y obsesiones. Si esto sucediera, argumentó Zingales en un artículo en el New York Times, aumentaría fuertemente la competencia, evitando que los consumidores sean virtuales prisioneros de las compañías de internet a las que se afiliaron tempranamente. (El tema es bastante simple: si todos mis amigos están en Facebook, yo no tengo otra opción que estar en la misma plataforma. Sin embargo, si mis amigos saben que yo me he cambiado a una plataforma nueva, y mantienen mis contactos, y pueden acceder a mi información y pueden contactarme con facilidad, yo estaría más dispuesto a buscar nuevas opciones).

Cómplices pasivos

Pero mi reflexión sobre el gobierno de Piñera y sus logros no estuvo restringida al tema de la telefonía, ni la reconstrucción, ni el empleo. Todos estos fueron avances importantes. Pero creo que el logro “grande” de esa administración fue que el presidente haya expresado que durante la dictadura hubo muchos “cómplices pasivos”. Esta aseveración, que molestó a muchos de los militantes de la UDI, marca un antes y un después en la derecha chilena. Es justamente por esto que es posible que en las próximas elecciones la candidatura de Piñera pueda atraer a la gran mayoría de quienes votaron por Felipe Kast durante las primarias. Más aún, hace posible que en un futuro no demasiado cercano se logre una alianza entre la centroderecha y una parte importante de la Democracia Cristiana. Pero para que esta posibilidad se transforme en algo real y concreto, es necesario que el candidato Piñera entienda que para muchos ciudadanos -y especialmente para los jóvenes- es esencial que el candidato por quien ellos votan sea alguien que hable con claridad sobre los horrores de la dictadura y no haga ninguna apología de Pinochet y su entorno.


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Published on July 09, 2017 00:09

¿Qué sabe Javiera?

TENÍA contemplado dedicar esta columna a las lecciones que nos dejaron las elecciones primarias. Comentar la impresentable actuación de un gobierno que, con su desidia, hizo lo posible para que la participación ciudadana fuese reducida. Llamar la atención al señor Ossandón para que se deje de gustitos personales y asuma que lo suyo apenas supera el caudillismo en Puente Alto. Pedirle a Kast que, por favor, no pretenda ser el príncipe aspirante a la corona durante los próximos cuatro años. Restregar en el rostro del exrostro de TV sus incoherencias frente a la necesidad de efectuar primarias en la Nueva Mayoría.

Todo eso rondaba por mi cabeza cuando sucedió lo de Javiera. Pero si hasta el ministro de Hacienda, probablemente lo más razonable del actual gobierno, corría por los pasillos para convencer a los diputados de rechazar el informe de la comisión investigadora del Sename.

¿Qué tiene Javiera que merece tanta dedicación? ¿Javiera sabe algo que les podría perjudicar gravemente? ¿Por qué Javiera es desplazada del gabinete pero compensada con un cargo vitalicio? Francamente, tanta movilización y preocupación por Javiera resulta sospechosa. Quizás solo se trate de lealtad y compañerismo entre ministros y exministros. Quizás la Presidenta está muy agradecida del trabajo efectuado por Javiera. Pero el problema es que la historia nos dice otra cosa. Javiera, en la época del comando en Avenida Italia (ese espacio bien resguardado al que solo accedían algunos privilegiados), sufría. Decía que no formaba parte del núcleo más cercano a la entonces candidata, encabezado en ese entonces por los chicos de la G90 y que lideraba el galán rural. Que su cercanía a la DC la convertía en objeto de recelos y sospechas. Y a más de algún incauto hizo creer que, gracias a ella, las propuestas del programa resultaban menos revolucionarias de lo contemplado por la izquierda.

¿En qué momento, entonces, esta Javiera tan desprotegida y débil se convirtió en un baluarte a defender con tanto esmero? ¿Es cierto que la estrategia de Fernández era evitar un conflicto al gobierno? Pues bien, estimado ministro, esto se llama apagar el fuego con bencina.

Me temo que los ciudadanos merecemos una explicación, considerando que seguiremos soportando a Javiera por largo tiempo debido al cargo que la Presidenta tan graciosamente le obsequió. Explicación también nos deben los diputados y diputadas que votaron a favor del informe en la comisión respectiva y, dos semanas más tarde, optaron por su rechazo o abstención (que, para este caso, es lo mismo) en la sala. A ustedes, supuestos honorables, no los olvidaremos: Maya Fernández, Marcela Hernando, Ricardo Rincón, Claudio Arriagada, Luis Rocafull y, entre sollozos, la infaltable Camila Vallejo.


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Published on July 09, 2017 00:06

“Lobby brutal”

LLEVANDO la presión al máximo, el gobierno finalmente logró derribar el informe aprobado por la segunda comisión investigadora del caso Sename. Una operación que no tuvo el más mínimo cuidado de las formas, y donde lo único que primó fue la necesidad de diluir las responsabilidades políticas de la exministra Javiera Blanco, a quien el texto desestimado imputaba una “negligencia inexcusable”.

Vergonzosamente, el despliegue del Ejecutivo logró dar vuelta incluso el voto favorable de varios diputados oficialistas integrantes de dicha comisión, que terminaron a última hora rechazando los resultados del trabajo investigativo que ellos mismos habían realizado por casi un año. Así, luego de una intervención inédita en la historia reciente, la independencia de un poder del Estado y las prerrogativas fiscalizadoras que según la constitución son propias de la Cámara de Diputados, terminaron rodando por el suelo.

En rigor, los ministros del comité político fueron mandatados por la presidenta Bachelet para poner en marcha una desesperada maniobra de rescate de la ex titular de Justicia, un “lobby brutal” según la expresión usada por el diputado Ramón Farías, presidente de la instancia a cargo de la investigación. Como corolario de esta arremetida quedó instalado un precedente muy delicado para una institución que, entre otras cosas, tiene por función fiscalizar y establecer las responsabilidades políticas de los actos del propio gobierno, abriendo de paso interrogantes inevitables: ¿tienen los otros poderes e instituciones públicas “derecho” a ejercer presiones equivalentes a las que en este caso se arrogó el gobierno? ¿Pueden el día de mañana hacer lo mismo la Corte Suprema, la Fiscalía Nacional o las fuerzas armadas? ¿O el “lobby brutal” frente a la labor fiscalizadora de la Cámara Baja es un privilegio que debe entenderse sólo reservado a la Presidencia de la República? La contraparte todavía más grave de esta burda operación para socavar la independencia de un Poder del Estado es que ella -al final- resultó efectiva, es decir, un grupo de diputados estuvo dispuesto a dejarse presionar y modificó las convicciones a las cuales había arribado en función de los antecedentes conocidos en el marco de la investigación. De algún modo, el criterio de los fiscalizadores pudo en este caso ser vulnerado por quienes, se suponía, eran los fiscalizados, llegando las autoridades de gobierno incluso a darse el lujo de sostener que la investigación evacuada por la comisión era “excesiva” e “incompleta”.

En resumen, el espectáculo de esta semana en el Congreso sólo vino a consumar uno de los más serios esfuerzos realizados por el actual gobierno, con el objeto de debilitar la autonomía y las atribuciones del Poder Legislativo. De algún modo, logró imponer un límite claro y preciso a la labor fiscalizadora de la Cámara de Diputados, un límite que sus propios integrantes decidieron esta vez aceptar. Desde ahora y teniendo esto en cuenta, quizás lo adecuado y conveniente sería que la próxima vez los diputados no pierdan el tiempo en comisiones investigadoras cuyo resultado deberá ser desestimado por sus propios integrantes, en caso de existir un “lobby brutal” de algún órgano público. Así, el tiempo y el trabajo dedicado a una labor a la larga inútil, podrá ser dispuesto para algo más productivo que implique, entre otras cosas, un mejor uso de los recursos de todos los chilenos.09


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Published on July 09, 2017 00:02

July 8, 2017

La izquierda estrecha

EN LAS elecciones del domingo pasado, el Frente Amplio obtuvo poco más de 325 mil votos. Aunque muchos de sus dirigentes han dedicado la semana a elaborar sofisticadas teorías para explicarnos que triunfaron, es difícil negar que los números están muy por debajo de sus propias expectativas. Después de todo, el Frente Amplio busca encarnar una voluntad popular que habría estado -según ellos- secuestrada por el duopolio, el neoliberalismo y la alienación capitalista. Además, la derecha sí logró convocar; y, para peor, la omisión oficialista los había dejado sin competencia en la izquierda. En suma, ni la franja, ni la alta exposición de sus líderes, ni el nivel de conocimiento de su principal candidata pudieron generar un movimiento electoral demasiado temible.

La conclusión más obvia es que el Frente Amplio tiene enormes dificultades a la hora de hablarle a las masas y, en definitiva, al pueblo. Dicho de otro modo, más allá del folclore y del discurso grandilocuente, no hay nada popular en el FA. De hecho, su supuesto radicalismo es perfectamente funcional al sistema (por eso la Presidenta se dio el lujo de hablar de los “hijos de”). Su rebeldía tiene algo de impostada porque detrás del lirismo se esconde un conformismo intelectual bastante ramplón. Digamos que el Frente Amplio reemplazó las categorías marxistas clásicas por un lenguaje que invoca todas y cada una de las vanguardias culturales de las élites ilustradas. La franja de Beatriz Sánchez fue el festival de los buenos sentimientos y lo políticamente correcto: ellos son feministas, animalistas, ambientalistas, universalistas y defensores de las minorías y la diversidad. La pregunta que aún no recibe respuesta es cómo diablos podría producirse algo así como un proceso efectivo de transformación desde un collage heterogéneo. No estaría mal que alguien le dijera a los muchachos que, por este camino, la izquierda ha ido de tumbo en tumbo. Basta leer, por mencionar solo dos ejemplos, los libros de Walter Benn Michaels (La diversidad contra la igualdad) o de Thomas Frankl (Por qué los pobres votan a la derecha) para comprender la distancia de las masas con buena parte de la izquierda. La nueva moral que ésta defiende supone un profundo desprecio por la cultura y el arraigo populares, a los que miran desde la condescendencia (el caso de la inmigración es el más patente, aunque no el único). La izquierda ha dejado de ocuparse de las masas desfavorecidas, prefiriendo dirigirse a nichos muy acotados. Gana así espacio mediático (porque tiene la benevolencia de los nuevos predicadores: no es casual que su candidata venga del periodismo), pero pierden consistencia política y electoral (así está muriendo, por ejemplo, nada más ni nada menos que el socialismo francés).

El Frente Amplio padece aquello que Marx llamaba cosmopolitismo burgués y, por lo mismo, no logra conectar con una realidad ajena a sus categorías intelectuales. En ese contexto, no resulta extraño que Manuel José Ossandón -el candidato conservador y patriarcal- les haya sacado más de 45 mil votos. No hay peor ciego que el que no quiere ver.


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Published on July 08, 2017 23:58

Tirria burda

EL SENADOR Carlos Montes, refiriéndose a la próxima elección, afirma que Chile no es de derecha y que Piñera, la otra vez, fue una excepción. El argumento, además de simplista (Montes ni intentó fundamentarlo), suena deshonesto viniendo de quien lo esgrime.

Hagamos memoria. La Concertación, su conglomerado, operó durante veinte años con un diagnóstico opuesto. Y esto porque el plebiscito del 88 habría arrojado un empate entre la derecha y la centroizquierda. Es decir, los 16 años de dictadura habrían predispuesto al país a no querer volver a intentar un vuelco pendular; hartos de conflictos y esperanzados en que el crecimiento económico continuaría, los chilenos habrían querido reconciliarse.


Esto habría llevado a la Concertación a aceptar los términos y proyecciones de la dictadura sin angustia. O si no, cómo entender dos décadas de consensualismo y cogobierno con la derecha, ambas fuerzas a menudo indistinguibles, siendo Lagos (el candidato hasta no hace mucho de Montes) su más notorio ejemplo.


Ahora bien, es comprensible que personeros de centroizquierda, en un contexto de radicalización, les resulte incómodo la imagen que han estado proyectando: la de una coalición que aceptó atenerse al “rayado de la cancha” para llegar al poder, aun cuando en su fuero interno repudiaran su propio actuar “en la medida de lo posible”.


Tal las cosas, aparecen como una fuerza no de derecha, en un país no de derecha (concedémoselo), pero que llegados a La Moneda y al Congreso, gobiernan obligados según lo que la razón y el realismo prescriben, es decir, como si fuesen de derecha.


Es que, veamos, ganar elecciones y gobernar no es lo mismo, y para influir no es necesario ser gobierno. Lo primero lo saben la Concertación y la Nueva Mayoría. Lo segundo es el gran acierto de la derecha post 1988, aun cuando no le es nada nuevo, obedece a toda una historia previa. Recordemos que la derecha cooptó gobiernos radicales en los años 40 frenando sus inclinaciones izquierdistas; en los 50, propuso lógicas económicas que anticiparon el neoliberalismo; sobrevivió su casi extinción bajo Frei Montalva; y sirvió de contrapeso frente a la UP (cfr. Sofía Correa, Con las riendas del poder, 2004).


El que el país no sea de derecha, amén de criterio dudoso, ¿por qué habría de invalidar su opción? Más aún, si después del 2010, está visto que la derecha puede imponerse de producirse descalabros en la coalición gobernante, escenario que se ha estado dando bajo un nuevo gobierno de Bachelet. Por último, el senador no pareciera haber reparado que la abstención en alza (va en más de un 60%) desfonda su metafísica. De volver a repetirse, y no habiendo motivos para que se revierta, ningún grupo organizado podrá reclamar para sí un universo mayoritario, y menos total, de este país.


Decíamos al inicio que Carlos Montes pecaría de deshonesto. Niega lo que ha sido la evolución política de estas últimas casi tres décadas, ningunea a la derecha, y solo concibe como actor a una centroizquierda, sin embargo, hecha tiras.


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Published on July 08, 2017 00:00

July 7, 2017

La actitud de Chile

LA ACTITUD es todo, concluye el historiador español Víctor Küppers, cuyas charlas tienen revolucionadas las redes sociales. Su tesis se basa en que el valor de una persona se expresa en tres cosas: sus conocimientos, sus habilidades y su actitud. Pero de todas, la actitud es la clave. Al final, dice, nadie te quiere porque tienes un postgrado o hablas bien inglés. Te quieren por tu forma de ser. “Y todas las personas fantásticas, tienen una forma de ser fantástica; y todas las personas de mierda, tienen una forma de ser de mierda”.


Lo anterior no significa que los conocimientos o las habilidades no sean importantes. Nada peor que un ignorante motivado, advierte Küppers. Y vaya que tiene razón. Pero también es cierto que un sabelotodo amargado, es una pésima combinación.


Me acordé del tema durante la final de la Copa Confederaciones entre Chile y Alemania. Pese a que perdimos, quedé contento. ¿Por qué? Por la actitud de nuestra Selección. Porque verlos jugar sin achicarse, con ganas, con personalidad, es un placer. “Qué guapo es este equipo de Chile”, repetía el comentarista argentino con admiración, al ver que nunca se rindió, que siempre buscó y demostró que era un digno finalista.


Esto es nuevo. Es cierto que probablemente tengamos la mejor selección de la historia. Saben de fútbol y les sobra habilidad. Pero la clave, a mi juicio, es su actitud. No son el mejor equipo del mundo, pero juegan como si lo fueran. Y por eso les va bien. Y por eso, todos los quieren. No solo porque han ganado títulos, que es importante; también por su actitud.


Sigue siendo un misterio en qué minuto nuestra selección se puso guapa, como dicen nuestros vecinos. Para mí, ese siempre fue un atributo de ellos, no nuestro. Como sea, hay que aprovecharlo y mantenerlo. Y, también, contagiarlo.


Curiosamente, nada de aquello ha sucedido. Porque mientras La Roja se pasea por el mundo derrochando actitud, el país hace justo lo contrario. Solo trasmitimos desesperanza y angustia. Esto es evidente en todo el mundo político, donde la izquierda habla con un discurso desesperanzador, de una sociedad injusta, desigual, poco inclusiva. Y desde la otra vereda, la derecha, con los argumentos contrarios, dice que estamos peor que nunca. En suma, un país destruido.


Víctor Küppers dice, respecto de las personas, que todos tenemos vidas difíciles, complejas, llenas de problemas. Esto tienda a agobiar y deprimir. Pero, incluso así, hay algunos que van contra la corriente, que dan la pelea con actitud y salen adelante. “Que saben que, al final, la vida es fantástica y hay que vivirla así”, dice. Bueno, lo mismo pasa con los países. Es cierto, no estamos en nuestro mejor momento, pero vivimos en un país fantástico. Eso lo saben todos. Y, por eso, el mensaje político no llega a la gente.


Y ojo, tampoco se trata caer en la “marea roja”, una patología que lleva a un entusiasmo desmedido y que hace perder el sentido de la realidad. Eso es tontera. De lo que se trata, simplemente, es de entender nuestras fortalezas y debilidades, y salir jugando con la actitud que merece Chile.


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Published on July 07, 2017 23:55

Falta la campaña

LOS BUENOS resultados en las primarias del 2 de julio de Chile Vamos en general y de Sebastián Piñera en particular son innegables. La derecha dio muestra de una capacidad de movilización y de una organización territorial de las que no disponía. Objetivamente, el expresidente ha consolidado su condición de gran favorito.


Pero, el mundo está lleno de favoritos que a la postre han terminado derrotados o conseguido muy exiguas victorias. Lo viví muy de cerca en las primarias de 1999. En mayo de ese año Lagos se impuso por 70% a 30 % a Andrés Zaldívar en una votación en la que participó un número semejante de votantes (1.2 millones) al de la primarias de Chile Vamos. En ese momento, nadie dudaba que con ese resultado Ricardo Lagos era ya el futuro Presidente de Chile. Joaquín Lavín, el retador, aparecía sin la más mínima chance. En pocos meses las curvas se invirtieron y finalmente terminamos ganando por muy poco.


Otro ejemplo interesante. La Primera Ministra de Inglaterra Theresa May convocó a elecciones anticipadas segura de poder traducir en votos y escaños los 20 puntos de diferencia que la separaban en las encuestas de Jeremy Corbyn, el histórico líder laborista. Los medios de comunicación consideraban a este último un líder retrógrado que conduciría al laborismo al precipicio. En tres semanas de campaña todo se dio vueltas. Los conservadores perdieron en las elecciones del 8 de junio la mayoría absoluta de la que gozaban y los laboristas alcanzaron su mejor resultado de los últimos 20 años.


Los resultados de las primarias y más aún de las encuestas se pueden desafiar y modificar. Para eso está la política y para eso justamente son las campañas.


Aquí radica el problema. La derecha lleva años en campaña desplegando una dura oposición. Pero, del lado de la centroizquierda no hay prácticamente nada. Es casi como un conjunto vacío. Guillier no está todavía inscrito como candidato y sus propuestas son difusas, Carolina Goic lucha desesperadamente para convencer que puede llegar a noviembre, MEO se mantiene invisibilizado. Lo más dinámico en este cuadro es el Frente Amplio que ha conseguido constituirse en un nuevo actor pero que objetivamente con su votación del domingo pasado está todavía lejos de representar una opción real.


Si esto sigue así, la derrota de la centroizquierda es inevitable y puede adquirir caracteres de catástrofe. Este es el peligro que nos amenaza. Cuatro meses son poco tiempo para grandes arreglos electorales pero suficientes para generar un debate que muestre que hay en juego en estas elecciones cuestiones muy relevantes para la vida de las personas. En el fondo se trata de dos proyectos de sociedad: uno fundamentado en los negocios y la mercantilización de todos los ámbitos de la vida social. Otro, basado en derechos sociales. La previsión, la salud (general y reproductiva) o la educación de las grandes mayorías serán sustancialmente distintas según se imponga uno u otro proyecto.


Una campaña consiste justamente en explicar las cuestiones centrales que se juegan. Existen diferencias importantes al interior de la centroizquierda pero es posible explicitar un consenso fundamental: los ciudadanos somos titulares de derechos y no simples oportunidades de negocio. En esto debieran estar de acuerdo: Sánchez, Goic, Guillier y MEO. Con un conjunto de ideas claras es posible todavía ganar y por último, en la eventualidad de que toque perder, evitar que la derrota electoral se transforme en bancarrota político cultural.


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Published on July 07, 2017 23:50

Patrimonio y modernidad

LA RECIENTE declaratoria del denominado “Lote 18-A1” de la Villa San Luis en Las Condes como Monumento Nacional por parte del Consejo de Monumentos Nacionales, ratificada el pasado miércoles por la ministra de Educación, Adriana Delpiano, pone en evidencia la precariedad de nuestra institucionalidad urbana así como la urgencia de contar con políticas y programas de conservación del patrimonio arquitectónico acordes con el valor tangible e intangible de las obras.


En el caso específico de los terrenos de Villa San Luis, la declaratoria abre un flanco grave de incerteza jurídica, debido a la premura y urgencia con que se tramitó y a los gravámenes que impondría respecto a derechos legítimamente adquiridos por sus actuales propietarios.


Estos últimos, siguiendo la legislación vigente, presentaron un anteproyecto de edificación que fue aprobado por el municipio al cumplir todas las normativas y condiciones urbanas exigidas, e incluso ya había obtenido permiso de demolición. Lo incomprensible de esta situación es que el Estado, que por décadas fue propietario del conjunto y nunca mostró interés en conservarlo como patrimonio, vende el terreno a una inmobiliaria que paga su valor comercial, para que años más tarde el mismo Estado bloquee su desarrollo por presiones políticas.


Nadie duda del valor histórico del proyecto original desarrollado en los años sesenta por el arquitecto de la Coorporación del Mejoramiento Urbano (CORMU)Miguel Eyquem y construido durante la Unidad Popular bajo la dirección de Miguel Lawner como un modelo de integración social basado en los preceptos del urbanismo moderno.


Sin embargo, a casi medio siglo de su construcción, y atendiendo a las dinámicas propias del desarrollo de la ciudad, las dos estructuras que precariamente siguen en pie en el mencionado lote no representan un valor urbano o arquitectónico que amerite su conservación.


Lo que es urgente y necesario, ante la inminente demolición, es poner en valor el patrimonio intangible que representa la historia material de la Villa San Luis y sus pobladores.


En este sentido, si la acción del gobierno y el Consejo de Monumentos Nacionales busca reivindicar la lucha social de los antiguos vecinos, o reconocer el daño producido por los militares al erradicarlos y tomar control del conjunto durante la dictadura, esta reparación es responsabilidad del Estado y no de los inmobiliarios, que compraron de buena fe el predio y no tienen por qué pagar ahora el costo de reparar dichas deudas históricas.


Más que conservar ruinas de bloques irrelevantes, sería más constructivo trabajar junto a los antiguos y actuales propietarios del terreno para incorporar en el nuevo proyecto una sala y muestra que cuente la historia, proceso y contexto en el cual se desarrolló la Villa San Luis.


Si realmente queremos comunicar a las futuras generaciones el valor histórico del conjunto, mejor sería una exposición permanente o memorial similar al galardonado pabellón de Chile en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2014, que gracias a la curatoría de Pedro Alonso y Hugo Palmarola logró rescatar y poner en relevancia la historia del sistema constructivo KPD, también desarrollado durante la Unidad Popular.


De esta manera preservaremos no solo el valor histórico, sino también la certeza jurídica de un nuevo proyecto que ha cumplido con todas las normativas y que sin duda será también un gran aporte al que hoy es uno de los principales barrios de comercio y servicios de la capital.


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Published on July 07, 2017 23:40

Memoria y mercado

ANTE EL debate que se ha producido por la declaración de Monumento Nacional de la Villa San Luis, surge la pregunta: ¿Qué podemos hacer como sociedad para avanzar desde un modelo de desarrollo económico neoliberal a otro más humano, sustentado en la naturaleza y en el reconocimiento del patrimonio histórico?

La llamada Villa San Luis es un lote de 15.142 m2 ubicado frente a la Av. Presidente Riesco, de Las Condes, está compuesto de dos sitios; el 18 A1 de 5.473 m2 con 2 bloques de edificios de 5 pisos, hoy abandonados y semi demolidos; y el segundo el 18 A2 de 9.669 m2 con dos bloques que corren paralelos a los límites de los Pasajes O’Connell y Urano.


Estos edificios y su terreno, hoy evaluado en 100 millones de dólares, son los últimos vestigios de lo que fuera la Villa Ministro Carlos Cortés, uno de los proyectos más emblemáticos de solución habitacional e integración social del gobierno de Salvador Allende, el que consideraba 24 bloques de edificios de 5 pisos con una arquitectura moderna que albergaba a 1.038 familias. Fue construido el año 1972 y en el proyecto trabajaron destacados arquitectos chilenos como Miguel Lawner, Miguel Eyquem y Cristián Fernández Cox, este último Premio Nacional de Arquitectura 1997.


Con la llegada de la dictadura las familias fueron desalojadas, pasando los terrenos como usufructo y propiedad al Ejército de Chile, que en 1996 los vendió a la Inmobiliaria Parque San Luis S.A. quien desarrolla el Proyecto Nueva Las Condes, un “Central Business” compuesto de 12 modernas torres de última generación, “full design”, que alberga los edificios corporativos de las empresas que son propiedad de los grupos económicos más importantes del país. Y para completar este Proyecto falta la construcción de 6 torres de 20 pisos- las que cuentan con anteproyecto aprobado- en los dos lotes que quedan de lo que fuera la Villa Cortés.


Un grupo de antiguos habitantes de la Villa y vecinos se han movilizado en la defensa de los vestigios de la Villa Cortés para honrar su memoria, solicitando al Consejo de Monumentos Nacionales que ellos sean declarados Monumento Nacional. Por decisión del Consejo se declara como MN al sitio A1, lo que es ratificado por la ministra de Educación y recomienda ampliar la protección a los dos lotes. Esta declaratoria me parece adecuada, por la importancia que tiene el resguardo del patrimonio y la memoria.


El problema es que días antes de la declaratoria, sin contar con permiso municipal de demolición, les “tiraron la bola” a los dos bloques del sitio A1, dejándolos convertidos en una ruinas inutilizables, perdiéndose la posibilidad de que éstos y el sitio se reconvirtieran de manera contemporánea en un parque cultural verde que homenajeara esa memoria.


Por otro lado la Cámara Chilena de la Construcción ha puesto el grito en el cielo porque considera extemporánea e ilegal la declaratoria, y los inversionistas detrás del proyecto van a judicializar el caso, para revertir la situación. ¿Qué hacemos como sociedad en este caso?, donde una vez más se enfrentan el mercado feroz que promueve la segregación y una modernidad “high tech”, con la necesidad de desarrollar un modelo de sociedad más humano que reconoce su historia, la que incluye el violento tránsito de un gobierno popular a un gobierno militar, que es a mí parecer el dedo puesto en la llaga.


El desafío consiste en salir con altura de miras y como sociedad de este problema. Desde la provincia, pienso que un posible camino sería la constitución de una mesa de trabajo en la que participen el municipio, la inmobiliaria, el Consejo de Monumentos Nacionales, el Colegio de Arquitectos, y los vecinos, así como todos quienes sean pertinentes y necesarios, para buscar en conjunto la solución más apropiada.


Una de ellas podría ser la de convocar a un concurso de arquitectura e ideas, para de la mejor manera, conciliar y equilibrar social y espacialmente nuestro patrimonio con un desarrollo sostenible y con identidad.


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Published on July 07, 2017 23:38

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Álvaro Bisama
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