Álvaro Bisama's Blog, page 125
July 22, 2017
Un nuevo dinamismo económico
EL BAJO desempeño de la economía chilena durante los últimos años vuelve a poner al crecimiento en el centro de las preocupaciones. Son muchas las razones que pueden invocarse para explicar su fuerte caída. Por de pronto, es un hecho que la coyuntura internacional ha sido desfavorable. Pero, esa explicación no basta.
Desgraciadamente, este gobierno ha confirmado que la economía sigue siendo el Talón de Aquiles de las fuerzas progresistas. Con una tasa de crecimiento promedio por debajo del 2%, su desempeño se compara muy desfavorablemente con la tasa superior al 5% obtenida por el gobierno anterior.
La previsión inicial con que se inauguró el actual gobierno apuntaba a una tasa del orden del 4%. El gran programa de reformas definido por el gobierno no incorporó medidas importantes para asegurar el dinamismo de la economía en un entorno internacional que iba a ser menos favorable. Fue un grave error que hoy se paga caro. Era evidente que un programa de reformas estructurales profundas iba a generar tensiones e incertidumbre. Era imprescindible compensarlas con propuestas que facilitaran y abrieran nuevos espacios de inversión.
La izquierda y el progresismo han insistido con razón en que el crecimiento no basta para resolver los problemas sociales. Está demostrado que tasas de crecimiento altas pueden incluso profundizar los niveles de desigualdad y producir un deterioro grave en el medio ambiente. Crecimiento no es igual a desarrollo.
Un alto crecimiento no es suficiente para generar progresos que alcancen a la mayoría de la población. Es, sin embargo, una condición indispensable. El bajo crecimiento afecta negativamente el empleo y los salarios reales, debilita las finanzas públicas y hace mucho más difícil el combate en contra de la pobreza.
La recuperación del crecimiento debe ocupar un lugar muy relevante en la agenda del próximo gobierno. Éste es el punto fuerte de la candidatura del expresidente Piñera. Sin embargo, hasta donde se conocen, sus propuestas para conseguirlo son poco novedosas. No se condicen con la aceleración del cambio tecnológico y la emergencia de una nueva economía.
El impacto de las nuevas tecnologías es brutal. La digitalización, la robotización, el big data, la inteligencia artificial producen transformaciones disruptivas. Todo está cambiando: el consumo, la distribución, las formas de producir, el funcionamiento de los mercados; las empresas aparecen y desaparecen a gran velocidad; las estructuras de costos sufren cambios abruptos y alteran radicalmente la competencia.
Es fundamental insertarse en ese proceso. La innovación es crucial. No podemos seguir produciendo lo mismo y de la misma manera. Hay que avanzar en la transformación productiva. Para ello no basta con una macroeconomía ordenada. Se requiere una estrategia orientada por una visión de futuro concordada entre los diferentes actores. El mercado no provee esa visión. El Estado es insustituible. Hay que generar una articulación virtuosa entre Estado y mercado, una alianza estrecha entre sector público y sector privado que ponga en el centro la innovación y el desarrollo productivo. Para cumplir ese papel el Estado tiene que modernizarse para ejercer un liderazgo participativo y persuasivo, ágil y eficaz, no burocrático. Con el actual no se llegará muy lejos. No pueden existir dudas acerca de la importancia de recuperar el crecimiento. El debate es cómo hacerlo y para ello hay que comenzar innovando en las propuestas. Gran desafío para la centroizquierda.
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Reforma agraria
NO SE entiende cómo van a montar un “Museo de la Democracia” si existe escaso acuerdo respecto a la historia contemporánea. Lo hemos estado viendo a propósito de los cincuenta años de la ley 16.640. A nadie se le ocurriría objetar el carácter democrático de dicha ley; con todo, es posible sostener que la reforma agraria y sus consecuencias fueron fatales para la institucionalidad política. Por tanto, uno se pregunta si convendrá que a procesos democráticos, traumáticos para la sociedad aunque legalistas, se les eleve a alturas sacrosantas. No hay museo que no sea un tanto santurrón; ¿Significará eso que se insistirá en un cuento, a pesar de todo, feliz?
La reforma agraria puso fin a la hacienda sin tenerse en cuenta que, de hecho, se estaba erradicando: nada menos que una de las pocas estructuras sociales en este páramo perdido del mundo. La más estable y menos contenciosa, habiendo prevalecido 300 años en un país en que nada persiste tanto tiempo (la república lleva a duras penas 200). Lo cual no importó mayormente. Para el mesianismo imperante, se trataba de alcanzar un mundo mejor sacrificando lo que fuese necesario. Y vaya qué destino nos deparó esta lógica: un país intencionalmente revolucionado aunque ninguno de sus artífices, beatos y fóbicos, biempensantes y anti-elitarios, admitiera su responsabilidad, inconfesos sus propósitos, y ni qué decir respecto al desenlace desastroso consiguiente.
Los parteros de la reforma agraria y de lo que vino después -la DC y la UP- jamás concedieron que lo suyo atentaba a la institucionalidad legada. Por eso su insistencia en autocalificarse de “reformistas” o respetuosos de las vías chilenas, distinguiéndose de extremismos foráneos, castristas desde luego. A lo sumo, una agenda supuestamente progresista a tono con los tiempos (revolucionarios por cierto). Hipócrita, sin embargo, toda vez que ese reformismo se hizo acompañar de chantaje (la derecha debiendo apoyar a Frei el 64) y agitación campesina, a fin de lograr intenciones radicales posando de técnicas. De ahí que se descartara cualquier aporte económico que pudieran tener estos predios manejados por sus legítimos dueños, primando criterios de superficie (fin del latifundio y redistribución de tierras que no ocurrió), y no tardara en confirmarse que este asalto a la propiedad respondía sobre todo a un afán de destruir el ascendiente político de la derecha y hacerse del voto campesino (fin del inquilinaje). Que la derecha dejara de creer en la institucionalidad pareció hasta conveniente. Que el experimento significara regresiones (clericalismo, uso de fuerza para resolver conflictos, y eliminación de contrapesos políticos) tampoco importó.
Primó una lógica falaz -“si no nos hacemos nosotros de la revolución, otros la harán”- típica del progresismo, impidiéndoles comprender que la revolución, confesa o no, una vez desatada, no es de nadie. Pues, bien, hablemos de democracia, pero en serio: de cómo a las democracias desde adentro se las implosiona/revoluciona… liquida.
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Responsabilidad compartida
EL COLAPSO del abastecimiento eléctrico de miles de hogares santiaguinos con la nevazón de julio, agravando condiciones que ya se presentaran con lluvias torrenciales en junio, con una reposición del suministro compleja y excesivamente lenta, enfureció a la población, que crecientemente depende del suministro eléctrico para su vida diaria.
No es claramente aceptable que aún haya clientes sin suministro, a una semana del evento.
Lo sucedido es en parte responsabilidad de las mismas empresas distribuidoras eléctricas, que se vieron sobrepasadas por estos eventos, con una infraestructura que no está preparada para recibir nieve, de más de 30 centímetros en los barrios altos de la ciudad.
La nieve hizo colapsar mecánicamente muchas redes, principalmente por árboles que cayeron, arrastrando redes eléctricas completas. Recorrer las calles del oriente de la ciudad ofrecía vistas de avenidas con enormes árboles en el suelo, arrancados de sus raíces, entremezclados con postes y conductores eléctricos.
Sin embargo, hay que advertir que, dado el esquema de remuneración de las empresas distribuidoras, no es posible pedirles que estén preparadas para responder a un evento extremo como éste, que sucede cada 40 años. Se requerirían muchísimos más recursos que los incorporados en la tarifa para responder ante una condición extrema como ésta. La capacidad de reparar daños, a través de cuadrillas en terreno, queda totalmente superada con una contingencia como ésta, incluso cuando solicitaron cuadrillas de apoyo de otras distribuidoras (se recibió auxilio de CGE y Chilquinta).
Donde sí las empresas distribuidoras respondieron mal, Enel en particular, fue en su muy débil respuesta a sus clientes y la ausencia de información clara y oportuna.
No es justificable que habitantes de Santiago reclamen a la compañía, sus reclamos sean recibidos -aunque no siempre- y no haya habido respuesta en cinco días.
Si se hubiera advertido oportunamente a los clientes de la severidad de los daños y que las reparaciones podrían extenderse en el tiempo, éstos habrían enfrentado mejor la incertidumbre resultante, tomando medidas alternativas ante la severidad de la situación.
Otra falla, aunque no de exclusiva responsabilidad de las distribuidoras, es la de la poda de árboles. Claramente una mejor y oportuna poda en el otoño, junto con la identificación de árboles peligrosos, muy cercanos a la red, ayudaría a limitar el daño.
La poda que en efecto se remunera es muy limitada, no se asignan recursos para prepararse para eventos extremos, tan poco probables. Además, esta materia es responsabilidad compartida con municipalidades y el Ministerio de Obras Públicas (MOP).
Acciones como sacar árboles bajo la red o botar árboles peligrosos son trabajos que no podría ejecutar la distribuidora por su cuenta.
Idealmente se debiera tener, bajo los conductores eléctricos, una franja limpia de unos cinco metros, sin árboles grandes, pero probablemente ni la población ni las municipalidades estarían dispuestas a ello.
Finalmente, soterrar las redes eléctricas completas podría ser una solución, eliminando los posibles impactos en las líneas aéreas, pero esto implicaría aumentar las inversiones en más de cinco veces, con los consecuentes incrementos de tarifas, que no se justifican en una economía como la nuestra.
Soterrar parcialmente la distribución en algunos barrios de la capital se demostró como una solución parcial, y de hecho no evitó cortes de suministros, pues a menudo igual se dañaron los tramos aéreos.
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Humanizar el modelo energético
LA ENERGÍA es un tema que habitualmente se aborda desde un punto vista técnico y económico, y es natural utilizar el lenguaje de la ingeniería, el mercado y la regulación, en la normalidad y en la emergencia ¿Cuál es el monto de las compensaciones? ¿Cuánto arriesgan las empresas en multas? ¿Quién es responsable de podar los árboles? ¿Cuánto costaría soterrar el tendido eléctrico? Y las respuestas se formulan en función de conceptos y cifras técnicos: kW/h; dólares por kilómetro de tendido; costo de racionamiento; horas de no suministro, etc.
Pero para explicar la frustración de una madre que no puede preparar comida caliente a sus hijos, el lenguaje técnico no alcanza. Y noticias como que las empresas podrían sufrir millonarias multas poco ayudan a aliviar la desazón de no poder calefaccionar la casa en una de las semanas más frías de los últimos años.
Pareciera que existe una desconexión entre lo que la energía representa para las personas y la conceptualización de la respuesta que hemos construido como sociedad.
El sector energético se ha desarrollado de manera notable, desde las prioridades iniciales de cobertura y costo, hasta la sostenibilidad que se discute hoy. Estos pilares han creado un mercado eléctrico maduro, pujante y siempre en renovación.
La energía se ha vuelto una de las actividades con mayor inversión en nuestra economía, incluso superando a la minería en el año 2015. Sin embargo, la última nieve en Santiago nos recuerda que cuando nuestro modelo de desarrollo energético falla, lo puede hacer de manera igualmente espectacular.
Si el problema de fondo no es el viento, ni la nieve, ni el cable aéreo (en Punta Arenas, que no tiene red soterrada, estarán diciendo: “¡Ah, estos santiaguinos no saben lo que es nieve!”), y si no estamos dando las soluciones para que la ciudadanía se sienta realmente protegida, entendida y dignificada, quizás es necesario buscar inspiración en otras áreas de la sociedad.
La iniciativa Wehab (ONU 2002) establece que “aunque la energía no es una necesidad humana básica, es crítica para la satisfacción de todas las necesidades”. Por su parte, el acceso a la energía eléctrica “se encuentra bien establecido dentro del marco de referencia de los Derechos Humanos” (The Human Right to Access Electricity, S. Tully, 2006), como atributo implícito el derecho a un desarrollo sostenible y vivienda adecuada, o en forma explícita, en el contexto de eliminar la discriminación contra la mujer. Se ha probado que las mujeres y los niños son los más afectados ante la carencia de suministro eléctrico.
El acceso al suministro eléctrico es fundamental para el desarrollo y la dignidad de la persona y su carencia no debiese entenderse como la simple falta de un bien de consumo, que puede ser compensado después.
Entender el suministro eléctrico dentro del marco de los derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas, que todos los estamentos de la sociedad deben respetar y promover, pareciera ser una distinción mínima en un mercado que se encuentra altamente tecnificado. Pero nos permite -y también obliga- diseñar soluciones orientadas de forma explícita y empática con la ciudadanía y su bienestar final, redirigiendo nuestro accionar hacia un enfoque más proactivo que reactivo.
Así, por la sola existencia de un mercado y el sector privado, la sociedad no puede renunciar a su deber de proteger el acceso no discriminatorio y la seguridad de suministro eléctrico, tanto en la planificación de la operación y el desarrollo, como en la respuesta a emergencias y situaciones críticas.
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¿Es inminente la transición venezolana?
Hemos visto en los tiempos modernos transiciones democráticas sorprendentes, pero parece que Venezuela podría estar cerca de aportar una nueva variante. La oposición organizó, con la hostilidad del gobierno de Nicolás Maduro, un referéndum para impedir la convocatoria a una Asamblea Constituyente encargada de reemplazar la actual Constitución y acabar con todos los contrapesos democráticos.
No hace falta imaginación para darse cuenta de lo difícil que era, bajo un régimen brutal que ha matado a 100 manifestantes y detenido a miles más en los últimos 100 días, montar una infraestructura ilegal que permitiera a millones de venezolanos votar mientras eran hostigados por los paramilitares (”colectivos” en el newspeak chavista).
Pero votaron masivamente. Aunque la oposición sólo pudo habilitar una quinta parte de los centros de votación utilizados normalmente, 7.200.000 personas acudieron a las urnas para rechazar una segunda Cuba. La violencia esporádica organizada por los matones del gobierno tuvo como testigos a un grupo de ex presidentes latinoamericanos que aceptaron ser observadores del referéndum (Vicente Fox, Andrés Pastrana, Laura Chinchilla, Miguel Ángel Rodríguez y Tuto Quiroga).
La oposición preguntó a los venezolanos si rechazan la Asamblea Constituyente, si las fuerzas armadas deben hacer cumplir la constitución actual y si debe haber una renovación de las autoridades. El 98% votó “Sí”. Los siete millones de votos que respaldaron a la oposición opacan abrumadoramente a los cuatro millones de votos que aprobaron la actual Constitución en 1999 y los cuatro millones y medio que respaldaron las enmiendas constitucionales que otorgaron poderes adicionales a Hugo Chávez en 2009.
El voto simbólico es también una reivindicación de los esfuerzos de la oposición por obligar al gobierno a aceptar el referéndum revocatorio el año pasado. El régimen nunca lo permitió y, para colmo, canceló las elecciones regionales previstas. El respaldo a la oposición en el referéndum del domingo pasado indica que los instintos de Maduro estaban acertados en 2016: el dictador habría sido abrumadoramente revocado.
Hay signos de debilidad en el régimen de Maduro. Recientemente, colocó a Leopoldo López, el preso político más prominente, bajo arresto domiciliario después de tenerlo varios años confinado en una prisión militar donde fue torturado. Varios chavistas, especialmente la fiscal general Luisa Ortega, han roto filas con Maduro y denunciado sus planes de establecer un régimen totalitario. Ya hay oficiales de policía y militares que expresan su abierta oposición al régimen.
El referéndum organizado por la oposición el pasado fin de semana marca un fascinante contraste con otras transiciones a la democracia liberal (si este resulta ser el desenlace, algo todavía por verse). El chileno Augusto Pinochet también dejó el poder después de un referéndum, ¡pero lo organizó él! En Polonia, el gobierno, agotado por las huelgas generales convocadas por Solidaridad, abrió finalmente negociaciones con el famoso sindicato de Lech Walesa a finales de los años 80. En Hungría, se abrió una grieta entre dos facciones comunistas que condujeron a un cambio de régimen. En Rumanía, el dictador Ceaucescu fue capturado y ejecutado. En la Unión Soviética, la burocracia comunista produjo a Gorbachov, un reformista que fue superado por las fuerzas que él desató: cuando las facciones retrógradas trataron de volver atrás, otros líderes reformistas, en particular Boris Yeltsin, lo impidieron y el resto es historia.
Nunca antes habíamos visto lo que ha sucedido en Venezuela: una oposición que monta un referéndum exitoso en defensa de la Constitución dictatorial contra la hostilidad de una dictadura que piensa que su propia Constitución ya no es suficiente para garantizar su perpetuidad. ¿Es este el principio del fin del chavismo?
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Los mejores
Cada vez que un deportista alcanza un logro importante (esta vez fue Roger Federer, con su fenomenal campaña en Wimbledon) vuelve a ponerse de moda un viejo tema: ¿quién es el mejor deportista de todos los tiempos? Complejo, porque no es fácil comparar épocas. El propio tenis, desde luego, hoy se juega de manera muy distinta a la de los años sesenta, donde la potencia del saque no era tema. Tampoco resulta cómodo medir actividades colectivas con otras individuales. O mezclar logros y trayectorias en actividades casi contrapuestas: ¿es más difícil correr rápido o lanzar una pelota adentro de un aro? ¿patear de volea con dos tipos marcándote o subirse a unos patines y pegarle a una pelota enana con un palo en la mano? Imposible juzgar. Peor aún: el análisis siempre dependerá de los gustos, de las escuelas o “paladares” que estén de moda. Hay gente que dice, por ejemplo, que nadie boxeó mejor que Sugar Ray Leonard, porque era “el más rápido y elegante”. O que nadie jugó al fútbol como Diestéfano, un “patrón decidido” que ocupaba todos los puestos. Otros aseguran que Connors tenía “más talento” que Federer, pese a que ganó menos torneos (aunque más partidos). En fin. Si uno toma el tiempo transcurrido permaneciendo en el primer nivel -otra variable posible- nadie alcanza los logros del golfista estadounidense Jack Nicklaus, que ganó títulos entre el 67 y el 86… pero convengamos que el desgaste del golf es mucho menor al del ciclismo o el boxeo.
No hay cómo ¿No? Pues sí. Yo creo que sí. Me explico: un gran deportista debe tener ciertas características. Éticas, desde luego, lo que borra de plano a cualquiera que haya caído en el nefasto doping. Con trampa no vale y ahí se quedan afuera algunos buenísimos especialistas, pero pésimos competidores, como Maradona o Lance Armstrong.
Avancemos: por una exigencia humana mínima resulta primordial haber jugado un papel importante en la época que les tocó vivir. Un papel social, cultural, político incluso. Ahí se nos queda afuera Pelé. Genio, pero melindroso y defensor histórico de dictaduras y dirigentes corruptos. En cambio suben como espuma personajes vitales para la historia no sólo del deporte, sino de las luchas libertarias. Los deportistas-educadores, ejemplares, que usaron sus dones para guiar a la sociedad. Caso clásico: Mohamed Ali, quien aparte de ganar todo y a todos, luchó, en períodos muy complejos de la historia, por la dignidad de la raza negra o del ciudadano promedio ante la imposición de una guerra absurda. Valiente. Atrevido. Inteligente.
La última variable: son claves aquellos pocos que, además de sus títulos, fueron capaces de cambiar la forma en la que se entendía, hasta su aparición, el deporte que practicaban. Digo: hay un antes y después de la forma de entrenar y de pelear desde que llegó Ali al boxeo. Y hay una forma de entender la dignidad del futbolista y el basquetbolista, su protagonismo en los contratos y en los convenios con los auspiciadores, en su capacidad de organizarse en sindicatos que pudieran luchar por sus derechos y cantárselas claras a los dirigentes, a partir de Johan Cruyff y Michael Jordan. Como Ali, ambos cambiaron sus deportes para siempre. El básquetbol fue otro, en su comercialización, globalización y forma de jugar desde que apareció Air. Y los grandes sueldos de hoy sólo se entienden desde que el holandés apareció en una cancha de fútbol. Pero, además, Cruyff cambió dos veces la forma cómo se jugaba a la pelota. Una como exponente, en el Ajax y la Naranja Mecánica en los años setenta y otra como técnico, al mando del Barcelona, desde fines de los ochenta. Su filosofía de juego traspasó países y épocas, primero con el “fútbol total” y luego con el toque galano y ofensivo de los catalanes, que es marca de fábrica hasta hoy.
Cierro: han existido grandes especialistas en distintas épocas. Pero más ganadores, talentosos y trascendentes que Ali, Jordan y Cruyff, ninguno. Ese es el podio, sin discusión y con distancia. A menos que usted crea que la gente viene al mundo sólo para usar su cuerpo y no su cabeza. Malo sería.
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July 21, 2017
Maestro antipoeta
En 1934, el poeta Wallace Stevens escribió el prefacio de una selección de poemas de su amigo William Carlos Williams. Allí, en ese texto, Stevens calificó a Williams de “antipoeta”, cometiendo un error de apreciación que, no obstante, ayudó a que en el futuro la obra de Williams alcanzara un lugar de distinción entre la de sus pares. Comparado con otros poetas de su entorno, tipos sesudos, densos y pedantes, como T.S. Eliot o el mismo Ezra Pound, Williams pasaba por simplón e incluso por ingenuo. Nada más lejano a la realidad: Williams tenía una concepción sólida y profunda de la escritura, que expresó en los siguientes versos: “Componer. (Ideas no, / salvo en las cosas). ¡Inventar! / Saxífraga es mi flor que parte las rocas”. Hoy sabemos de sobra que no por entender la simpleza como expresión de la hermosura, no por utilizar el lenguaje común y corriente, y no por tratar temas de ocurrencia diaria, el poeta se ve menoscabado o se convierte de inmediato en un autor menor. Para nosotros esto es claro desde hace décadas, así nos lo enseñó Nicanor Parra, a quien, dicho sea de paso, su hermano antipoeta William Carlos Williams tradujo al inglés.
La Poesía reunida de Williams actúa como poderoso estimulante, como lectura fabulosa que nos sitúa ante uno de los espíritus más sublimes y encantadores de su época. El cierre del poema “La hostia” da otra pista acerca del credo artístico que Williams practicó con gracia insuperable: “Nadie estaba allí / sino por / la comida. Que sólo yo, / siendo poeta, / hubiera podido darles. / Pero yo, / para hablar, sólo tenía / mis ojos”. Y en “La música del desierto”, tal vez la mejor de sus composiciones, también hay información al respecto: “Parece usted muy normal. ¿Podría decirme? ¿Por qué alguien / querría escribir un poema? / Porque está ahí, esperando ser escrito. / Ah, ¿es cosa de inspiración, entonces? / Más bien de necesidad. / Muy bien, ¿y de dónde sale? / Soy alguien cuyo dilapidado / cerebro / avanza sin rumbo fijo”.
En Viaje al amor, libro dedicado a Flossie, su adorada esposa, Williams repara en que “El amor es / crueldad que con / voluntad / transformamos / para estar juntos”. Y en “El gorrión”, un poema de ese mismo libro, ocurre algo excepcional: “Sus cejas / castañas / le dan un aire / de perpetuo / ganador; incluso / una vez / vi a una hembra gorrión / escalar decidida / hasta el techo / de un depósito de agua / agarrando al macho / por las plumas / y llevarlo, / callado, / sumiso, / colgando sobre las calles / hasta / perderse de vista”.
Me resulta imposible referirme al “hablante” de tal o cual poema, pues para mí está claro que siempre, o casi siempre, es el propio Williams, el de carne y hueso, el que se deja ver en sus versos. Por supuesto que lo que digo no es un pálpito o una sensación, ya que con el correr del tiempo en algo he llegado a conocer al hombre. Su coraje y su sentido del humor, por ejemplo, se ven aquí expresados con exquisita precisión: “Desafié / a los ricos, / o más bien, / dado que ellos son como son, / a quienes los admiran”. Y la larga amistad con Ezra Pound, con el que tantas veces discrepó en público debido al antisemitismo desatado del maestro, queda expuesta con admirable honestidad en la primera y última estrofa de “Mi amigo Ezra Pound”. El poema parte así: “ya sea judío o / galés / espero que le den el Premio Nobel / lo tiene bien merecido / –a perpetuidad– / con tal nombre”. Y concluye con sarcasmo y dureza: “Tu inglés / no es lo bastante específico / Como escritor de poemas / Te muestras como un inepto por no decir como / un usurero”.
Poesía reunida contiene material de algunos de los libros más llamativos de Williams: Kora en el infierno (1920), La música del desierto (1954), Viaje al amor (1955) y Cuadros de Brueghel (1962). La edición bilingüe y las magníficas traducciones de Juan Antonio Montiel, Edgardo Dobry y Michael Tregebov permiten que este volumen llegue a ser, sucesivamente, un lujo indispensable, un regalo inesperado y alimento diario.
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Siempre hay algo
No sólo tuvo varias oportunidades de hacer sus descargos. Tal como ha sido la tónica de este caso, Alvaro Scaramelli fue incluso más allá de lo recomendable e intentó victimizarse ante lo ocurrido. De hacerle creer a la opinión pública y principalmente a los socios de la entidad que comandó hasta hace un par de semanas, que daba un paso al costado casi como un sacrificio, doloroso y necesario, con el único afán de contribuir a despejar las cosas y que todo volviera a la normalidad.
Justo en su treinta aniversario, la SCD (Sociedad Chilena del Derecho de Autor) que está encargada de resguardar los intereses patrimoniales de los músicos chilenos, ha tenido que enfrentar el bochorno de que su último presidente fuera el que más dinero recaudó durante la época en que estuvo al mando. Sin embargo, desde todos lados, incluso desde la administración actual que dirige Horacio Salinas, se ha insistido en lo mismo: que el ex cantante de Cinema no hizo nada ilegal. Pero bien sabemos en Chile que la diferencia entre lo legal y lo legítimo es mucho más profunda y relevante de lo que muchos están dispuestos a aceptar.
Para decirlo en simple, Scaramelli vio la oportunidad y la tomó. Pero a todas luces no cumplió con el mínimo recomendable y exigible para una autoridad que estaba llamado a predicar con el ejemplo de la probidad y la transparencia frente a un tema tan sensible como el de los derechos de autor. Su condena ética tiene que ver con no haberse restado y la crítica general apunta al escaso control interno que permitió que esto pasara. O peor aún, la eventual vista gorda que pudo permitido que el hombre en cuestión abultara sus ganancias de forma grosera.
La llegada de Horacio Salinas ofrece garantías de credibilidad y sería conveniente, sobre todo para los tiempos que corren, volver a hablar de música, identidad y patrimonio y renunciar a este discurso reciente de la “eficiencia” y los números azules como si la SCD fuera sólo una empresa prestadora de servicios. Otro asunto pendiente tiene que ver con volver a convocar a los más jóvenes que por años se han mostrado incrédulos frente a la gestión de la que debería ser su casa y que derechamente estiman que la SCD le pertenece solo a unos pocos.
También es hora de que los socios sepan estrictamente bien cómo funciona el tema del reparto y, dado lo acontecido con Scaramelli, reevaluar lo que realmente significa componer una canción relevante o exitosa y lo que deriva de hacer un jingle para un canal televisión donde venden trotadoras y súper taladros y dejar que suena todo el día para que alguien con buen ojo y en una situación privilegiada como para saberlo se llene los bolsillos de plata sin más mérito que la simple avivada.
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Lucybell: Magnético Contigo
Lucybell es una banda extraña, única. Ajenos a la épica de Los Prisioneros, Los Tres o La Ley, cuyas bitácoras registran drogas, sexo y traiciones en perfecta sincronía con las leyes extra musicales del rock clásico, las turbulencias del largo historial del grupo fundado en la Universidad de Chile en 1991, contando deserciones y excesos etílicos, han quedado fuera de su imagen y relato. Para la prensa nunca fueron carne de titulares. En vivo zigzaguean. Ofrecen jornadas magníficas, otras para olvidar.
A cambio Lucybell tiene canciones, sonido y estilo inconfundibles.
Un profundo romanticismo funciona como motor de su expresión artística. El amor y la pareja copan casi la totalidad de la lírica. La base de su fanaticada está arraigada en una clase media mayoritariamente femenina que disfruta de un material en clave rock sugerente de relaciones intensas. En las composiciones de Lucybell nada sucede a medias.
Magnético es el primer álbum desde el EP Poderoso (2013), proyecto que intentó reunir a los integrantes originales sin mucha química. Los últimos años han sido más de conmemoraciones por discos claves -Peces (1995) y Viajar (1996)-, que de novedades. El vocalista y guitarrista Claudio Valenzuela vive la mitad del año en Boise, Idaho, localidad cercana a la frontera de Canadá. Esa distancia marca este retorno. El disco les tomó tres años.
Como en las parejas de larga data que se separan un tiempo, esta lejanía ha surtido efecto. Autoproducido, Magnético subraya las fortalezas del conjunto, combinación de energía, pulso y decibel enfundada en la seductora fragilidad de Valenzuela como intérprete. La dicción peculiar y la cómoda alternancia entre falsetes y tonos graves siguen siendo rúbrica. En esta colección esas características sencillamente brillan en canciones como Perfección, un concentrado de lo mejor que Lucybell sabe hacer.
A pesar del romanticismo dominante esta vez el líder toca asuntos políticos. Indestructible alude sin eufemismos a los detenidos desaparecidos: “Me vas a electrocutar, me vas a mutilar, y me vas a lanzar desde el aire (…) pero nunca podrás destruirme”.
El aporte del baterista Cote Foncea y el bajista Eduardo Caces sigue en perfecta alineación. Foncea no solo es uno de los mejores en su puesto en Chile sino un músico versátil como compositor y guitarrista. Caces no hace aspavientos, pero si retiras su labor el andamiaje se desmorona.
Magnético no es el disco de la madurez porque ese punto ya lo cruzaron. Es el álbum que nos recuerda la singularidad de Lucybell con una convicción que habían extraviado.
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July 20, 2017
Combinación virtuosa
VISITAR OTROS países es una oportunidad única para apreciar las buenas cosas que tenemos en nuestro querido Chile, pero también para darnos cuenta del enorme espacio que tenemos para mejorar.
Yo les escribo esta columna desde el norte de Europa, uno de los rincones del mundo donde los seres humanos han alcanzado sus mayores niveles de desarrollo. Esto, por cierto, incluye disputarse los primeros lugares entre las naciones donde la gente se declara más feliz y satisfecha con su vida, como Noruega y Dinamarca. Gran mérito considerando que para nosotros, los chilenos, el invierno en estos países sería simplemente insoportable.
Son muchas las cosas que llaman la atención de los países desarrollados de Europa Occidental. Seguramente la mirada de un arquitecto, un historiador, o un veinteañero estudiante de intercambio serán todas distintas, A mí no deja de impresionarme cómo estas naciones que han sido víctimas de hambrunas, pestes, incendios, y conflictos bélicos permanentes, a pesar de todo, han podido levantarse una y otra vez, y construir sobre los cimientos de la infraestructura destruida, pero sobre todo, de la herencia cultural que le legaron sus antepasados. Han pasado poco más de 70 años desde el término de la Segunda Guerra Mundial y menos de 30 desde la caída de la Unión Soviética. En ese pequeño lapso de historia, la mayoría de los países de Europa ha logrado no solo recuperar los niveles de vida que tenían previo a estas catástrofes, sino que los han superado con creces.
¿Qué podría explicar este fenomenal éxito de países europeos? ¿Qué podríamos aprender los chilenos de esta historia?
Cuando se visitan muchos países en un corto lapso de tiempo las historias se repiten. No solo aquella de que los relojeros han perdido los ojos o la cabeza en varias ciudades por haber hecho maravillosas obras de arte e ingeniería. También otras mucho más relevantes y creíbles, como que la riqueza de las principales ciudades europeas proviene del comercio internacional y los avances tecnológicos. Que las sociedades más abiertas siempre han atraído a la gente más talentosa y que a la larga los países más libres han terminado siendo también los más prósperos. En otras palabras, el libre mercado y la reducción de poder de reyes y tiranos establecidos a través del tiempo en favor de los ciudadanos, son a la vez la explicación del éxito y el principal legado de los países de Europa Occidental para el resto del mundo.
Chile es el primer país latinoamericano que ha combinado con éxito democracia y economía de libre mercado por un período relevante de tiempo. Al igual que lo ocurrido en Europa, nuestro país y nuestra gente nunca han progresado más en su historia que durante los años en que ha prevalecido esta combinación virtuosa. Por lo mismo, con la perspectiva que da la distancia y la historia, no podemos más que ser optimistas del futuro de Chile. Nuestro principal desafío y nuestra principal responsabilidad para seguir siendo una sociedad próspera, es elegir autoridades que se comprometan a mantener una economía libre y una democracia sana y estable. El talento de los chilenos y los inmigrantes que logremos atraer harán el resto de la tarea.
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