Óscar Contardo's Blog, page 43
November 11, 2017
A siete días del voto
El próximo domingo Chile toma su decisión presidencial en primera vuelta. La sensación que deja esta campaña es francamente amarga y por diversas razones. Hemos presenciado una virulencia sin precedentes. Hemos presenciado un brote de populismo difícil de describir. Hemos no-visto una franja electoral que ha sido irrelevante, que no hizo un aporte de interés a pesar de su monopolio televisivo. Hemos visto festivales de cifras que no cuadran y hubo decenas de “debates” que parecían interrogatorios de tribunales.
Los candidatos, una buena parte de ellos sin atributos para el cargo, tenían apenas un minuto para esbozar una idea, en fin. El gran tema de la ciencia y tecnología del que depende nuestro futuro brilló por su ausencia. Muy ausente también fueron los temas de salud y pobreza extrema.
Sin duda, lejos el más agresivo y poco constructivo ha sido MEO, asesorado por un duro representante del chavismo. Sus descalificaciones han sido claramente excesivas, acusando a diestra y siniestra, al punto de sugerir que Guillier tenía alguna forma de relación con el narcotráfico. Nada más distante de la realidad, en mi opinión.
Artés es un caso aparte. Literalmente ha predicado la violencia revolucionaria, y ha sostenido aberraciones como que el “pueblo” rodearía el Congreso y por la fuerza aprobaría sus peticiones. Tan delirante ha sido, que habla de un proceso que podría durar 5 mil o 7 mil años. Es decir, es una religión fundamentalista, ya no es política.
Navarro mostró la esencia de su constante agresividad e inminente fracaso electoral al lanzar groseramente unas monedas en un debate republicano. Lo triste es que estos tres candidatos sumados probablemente no llegan al 7 u 8% de votos. Solo enlodaron el proceso.
También vimos un gobierno que ha tratado de intervenir en la campaña todo lo posible. La vocera de gobierno habló más contra un candidato que de lo que hacía el gobierno. Varios ministros hicieron lo propio. Finalmente la campaña del terror encabezada por Guillier, e inspirada por el PC, fue penosa (amenazó con “una brutal persecución a los empleados públicos” y el PC sostuvo que Piñera era un peligro para Chile), pero con muy poco efecto, ya que Piñera fue presidente e hizo una extraordinaria gestión, más allá de los errores propios de cualquier administración. Sánchez no resistió la prueba de la realidad y se desplomó. Conducir un país no es cosa de amateurs, lo que incluye a otros candidatos, por cierto a Guillier.
La cantidad de mentiras que se lanzaron, y la mañosa utilización de cifras fue también patética, tal como ocurrió con la desigualdad, delincuencia, crecimiento, deuda, etc. En general, con dos excepciones, las propuestas se basaban en generalidades y mañosas lecturas de cifras. La nota de base en ese sentido la puso el gobierno al sostener, olímpicamente, que había sido responsable en el manejo de la economía, y que habiendo recibido una economía a la baja, entregaba un país al alza. Lo mismo en el tema de seguridad y delincuencia. La realidad, ya sabemos, fue justo al revés.
Por todo lo anterior sigue el desprestigio de nuestra política y ello es muy delicado para el futuro. No hay democracia sin política responsable y transparente. Ha quedado claro que se legisla muy mal. Así fue con el voto voluntario. Ni hablar de los estacionamientos, impuestos, educación, laboral; la nueva ley de financiamiento quedó en evidencia que fue mal hecha, y no responde a las realidades de la elección. En esta elección, de los parlamentarios se sabe realmente poco y de los Cores literalmente nada. Así se deberá votar.
En suma, vaya a votar y hágalo en conciencia. Vote por lo concreto, no por ilusiones o fantasías que al final lo dejarán peor. Solo acuérdese del Transantiago.
La entrada A siete días del voto aparece primero en La Tercera.
A ciegas
Ha sido un espectáculo decepcionante, marcado por descalificaciones absurdas, acusaciones sin sentido y una sensible carencia de propuestas concretas. A una semana de elecciones presidenciales donde se juegan aspectos decisivos del ciclo político, y de una contienda parlamentaria donde se pone a prueba un nuevo sistema electoral, la opinión pública es testigo, entre otras cosas, de una sobreactuada denuncia de amenaza de muerte que jamás existió, del anticipo de supuestas “persecuciones brutales” a los empleados públicos en caso que gane la derecha, y de imputaciones de nepotismo sin ninguna base efectuadas a la candidata DC.
Una campaña que ha transcurrido casi en la clandestinidad, definitivamente no aprovechó los siempre limitados espacios para intentar una discusión de los temas sustantivos. Sin ir más lejos, de los ocho candidatos presidenciales seis sostienen el imperativo de una nueva Constitución, pero este tema no ha existido. Como si en un país con un desacuerdo de fondo en esta materia, con un proceso constituyente ya puesto en marcha por la actual administración, pudiera haber otra cosa más relevante.
En paralelo, el cóctel conformado por la escasa información disponible y la mayoritaria indiferencia de la gente, está teniendo consecuencias muy delicadas. ¿Qué porcentaje de la población conoce siquiera a uno solo de los candidatos a Core por los que deberá pronunciarse en caso de concurrir a las urnas? ¿Qué grado de legitimidad o sentido político puede tener una elección que desborda en candidaturas, pero donde la ciudadanía está escogiendo -los pocos que lo hacen- casi a ciegas? Seguramente, en muchas zonas del país y en segmentos enormes de población, la clave que definirá los resultados de la contienda electoral no será solo la abstención, sino la convergencia de ésta con niveles también muy altos de desinformación.
Gente indiferente y con severas limitaciones para informarse; candidatos a todos los niveles sin interés o sin ninguna capacidad de revertir dicho escenario. Muchos de los cuales, como si el problema político generado por esta realidad no fuera suficiente, además quieren agregar en los próximos años la elección directa de intendentes. Y, en este cuadro, candidatos presidenciales que prefieren jugar a las amenazas de muerte, a infundir miedo advirtiendo de eventuales razias, o a denunciar redes de nepotismo sin entregar evidencias.
En síntesis, los principales ejes de la controversia política instalada a partir de la derrota de la Concertación en 2010 -la tensión constitucional y los desacuerdos sobre los énfasis del “modelo” económico- quedaron durante esta campaña en la trastienda. O señalados apenas en los intersticios dejados por consignas, lugares comunes y descalificaciones personales. Signos claros de la larga brecha que hoy existe entre los desafíos que el sistema político pone en agenda y su capacidad para debatirla de cara a la gente y de manera responsable.
Definitivamente estas elecciones no van a ser la instancia de resolución de los desacuerdos generados en el sistema político en los últimos años. Al contrario, dadas las evidencias visibles hasta ahora, todo apunta a que el corrosivo fenómeno de la polarización, los desacuerdos de base y la precarización de la política, tienen y tendrán en el próximo período mucho campo fértil para seguir avanzando.
La entrada A ciegas aparece primero en La Tercera.
La generación frustrada
A pesar de que se trata de una elección que puede marcar nuestra historia, la presidencial del próximo domingo casi no tiene incertidumbre. Si queremos buscar analogías en el pasado reciente, este momento solo es comparable a diciembre de 1993, cuando Frei Ruiz-Tagle fue elegido sin una gota de épica, como si estuviera recibiendo aquello que le correspondía por linaje. Todas las otras disputas por la primera magistratura habían tenido un aroma, o una ansiedad, que brillan por su ausencia. Esto se debe en parte al fracaso estrepitoso de la Nueva Mayoría (cuatro años contra veinte de la Concertación: el legado no es muy estimulante); y, asimismo, al correcto despliegue de la oposición que, sin deslumbrar, logró ordenarse.
Ahora bien, esta elección también será recordada por ser la enésima ocasión frustrada de la esperada renovación política. Mal que mal, Sebastián Piñera lleva casi 30 años mirando obsesivamente hacia La Moneda. Y aunque Alejandro Guillier no viene de la política, es difícil negar que el recurso a la figura mediática es más signo de esterilidad que de renovación (y allí reside el imperdonable error cometido por el oficialismo). Por lo demás, su tono cansino, su estampa fatigada y el modo en que ha arrastrado (no hay otra palabra) su campaña hablan de un candidato que carece de conexión efectiva con la realidad.
¿Por qué la renovación política ha sido tan difícil? ¿Por qué la primera línea sigue dominada por aquellos que nacieron en torno a 1950, y que tenían al menos veinte años en 1973? El mismo Frei decía, hace ocho años, que quería ser puente con las nuevas generaciones. ¿Dónde quedó ese proyecto? La respuesta fácil a estas preguntas es que la vieja generación no deja espacio para el recambio, sabiendo que sus vidas tienen un agujero político de 17 años. Supongo que hay algo de verdad en esa afirmación, pero ella también pierde de vista un aspecto decisivo.
En rigor, los desafiantes no han estado a la altura de las circunstancias. Algunos de ellos ya no son tan jóvenes, pero siguen instalados (sobre todo en la izquierda) en cierta actitud adolescente, que funciona muy bien en el registro de la ironía crítica y del humor, pero que funciona menos a la hora de proponer y construir.
Incluso Marco -por lejos el más talentoso del lote- se escucha desajustado. Su insolencia solo tiene por objeto alimentar su ego monumental, pero nada de eso sirve para gobernar. En otros, hay pura pasividad, como si estuvieran corroídos por el síndrome del Príncipe Carlos; y, en la derecha, subsiste una reverencia difícil de comprender (en el debate de las primarias, Felipe Kast partió tuteando a Sebastián Piñera, para terminar diciéndole usted).
En definitiva, hay una generación que se resiste a morir (muy vieja para comprender al país, pero cuya envergadura intimida a los más jóvenes), y otra que se resiste a nacer (muy adolescente para gobernar, pero ya muy vieja para encarnar el recambio). Nada bueno puede salir de allí.
La entrada La generación frustrada aparece primero en La Tercera.
Largo de aquí, Mike
Mike Tyson no pudo ingresar a Chile. El exboxeador, que pretendía concretar un pitutito animando un evento en la capital, no contaba con la astucia y rigurosidad de la policía chilena, cuyos agentes aeroportuarios detectaron ágilmente el prontuario delictual del hombre que masticó la oreja de Holyfield ante millones de telespectadores del mundo entero, incluyendo a este humilde servidor.
Bien por nuestros vigilantes, dirán ustedes. Después de todo, el tipo carga, entre otras cosas, con una pena por violación, aunque Maradona estima que se trata de “problemas que podemos tener todos”.
Pero detengámonos unos minutos en las imágenes que han acompañado la información periodística sobre esta mediática expulsión. Porque a través de este mismo periódico, al menos yo me entero que solo este año la policía suma más de ocho mil denegaciones de ingreso a Chile similares a la que afectó al popular Tyson. Luego me pregunto: ¿y la PDI ha tuiteado más de ocho mil fotitos con agentes acompañando a cada expulsado? ¿O Mike tuvo la fortuna de ganarse ese derecho solo por ser famoso?
En una foto lo vemos presentando sus documentos ante una funcionaria de la policía en esas casetas por las que, seguramente, usted mismo ha pasado. Sí, me refiero a esas casetas que, por lo general, están cerradas o con agentes en su interior que ni siquiera se animan a levantar la vista cuando la fila de espera da vueltas y vueltas hasta la eternidad.
En otra, figura mansamente caminando entre dos funcionarios ataviados con casacas azules y logos a la vista. Tyson no protesta, no arranca orejas ni conecta un gancho de izquierda. Más bien se muestra sometido a lo que, con toda seguridad, ya le ha tocado experimentar en el pasado: el show de turno de la policía local. Los 15 minutos de fama que él mismo otorga a gratuidad, mientras medita si los organizadores del evento le pagarán o no el pitutito.
Imagino cómo habrá operado la máquina comunicacional de los chicos de azul ante la aparición de Tyson. “Oigan cabros, en ese avión viene el Mike Tyson. Miren sus antecedentes, no lo dejemos entrar”, habrá dicho uno. “Wena. Llámate al Lucho para que saque las fotos y las subimos al tuiter”, le respondió el otro. “Oye, que lo acompañen un hombre y una mujer y así mostramos que somos inclusivos”, agregó el de más allá.
Pero les recuerdo una cosa: estos son los mismos a los que se les coló Fujimori y que caminan a paso lento mientras usted se eterniza en la fila de espera. Funcionarios públicos, les llaman. No confundir con operadores políticos, por favor.
La entrada Largo de aquí, Mike aparece primero en La Tercera.
La recomposición
Aunque toda elección plantea incertidumbres que solo despejan al momento de contar los votos, la verdad es que la gran incógnita de la política chilena en estos momentos es de qué manera se articularán en el futuro las coaliciones. El asunto es crucial, porque ningún partido por sí solo podrá garantizarle al país gobernabilidad en el mediano plazo.
La pregunta es especialmente dramática para la izquierda de mayor tradición. Lo es no solo porque su hegemonía haya sido desafiada por el Frente Amplio, sino también porque es verdad que en su interior, al menos desde la recuperación de la democracia, siempre cohabitaron en ella dos almas. Una socialdemócrata y renovada y la otra resueltamente nostálgica del viejo socialismo. Hoy, luego de que el PS le diera un portazo a Ricardo Lagos, la izquierda socialdemócrata está caída, pero eso no significa que se haya desvanecido para siempre. Distintos analistas ya se están haciendo cargo de que después de las próximas elecciones este sector tendrá varias facturas por cobrar. Incluso, se anticipa una noche de los cuchillos largos una vez concluidos los escrutinios. Algo de eso posiblemente habrá: es lógico, es humano, es explicable, porque en el operativo de demolición de Lagos hubo mucha humillación y deslealtad. Otra cosa, sin embargo, sería abrir la puerta a una caza de brujas, porque en rigor el efecto terminaría dañando aún más al sector. Ya bastante fracturada está la izquierda para agregar nuevos quiebres a su actual estado de situación. La racionalidad diría que el desafío del presente es más bien de reunificación. Aunque la incógnita -de nuevo- es reunificación en torno a qué.
Esa será la pregunta a la que deberán responder los partidos. Hasta aquí, la izquierda se ha estado negando, al menos formalmente, a reconocer su duplicidad, sus dos conciencias. Y lo más probable es que no la noche de la elección, pero sí a mediano plazo, tenga que hacerlo. Hay razones políticas obvias por las cuales la izquierda ha estado dilatando esa definición, pero si el Frente Amplio llega a configurarse en esta elección como fuerza política relevante -y si esta coalición no se enfrasca en las lógicas divisionistas a las cuales el radicalismo político es tan adicto-, la mitad del trabajo clarificador quedará hecho y a los partidos tradicionales no les quedará otra que reconocerlo. En tal caso, una alternativa sería que el futuro contemplara una izquierda tradicional hegemónica y moderada, quizás sin el PC, y otra izquierda radical que constantemente la estará desafiando. La otra alternativa, menos viable, es que el Frente Amplio no logre capitalizarse políticamente como fuerza autónoma el domingo próximo y la unidad de la izquierda termine produciéndose entonces en torno a ejes más radicales. Cualquiera sea el caso, los dos escenarios comportan para la izquierda tradicional una recomposición en la cual algo se pierde. En la primera se pierden los votos más extremos a favor del Frente Amplio. En la segunda, los más moderados.
El tema también complica a la DC. De seguir las cosas como van, pocas veces la suerte de una colectividad quedará tan condicionada a lo que dedican otros y no a lo que determinen sus orgánicas. Porque si hay una definición que todos los DC comparten es que son y se ven como un partido de centroizquierda. El cruce al otro lado del espectro, a la derecha, no está en la hoja de ruta de nadie. El problema es que de un tiempo a esta parte esa alianza comenzó a perder rating en la izquierda y en la actualidad hay tantos democratacristianos interesados en recomponerla como izquierdistas a los cuales les da lo mismo que la tal alianza se vaya al diablo. Ahí vendrá el momento de la verdad para la DC. Si la moderación se impone en la izquierda, el partido no tendrá problemas. Pero si la izquierda se extrema, su horizonte se ensombrece. ¿Alianza a cualquier precio con partidos sobregirados, aun si eso significa que su identidad se siga desdibujando? ¿O camino propio? El camino propio es heroico, pero difícil. En el mejor de los casos, podría convertir al partido en el fiel de la balanza de la política chilena. Es una posición que puede ser decisiva en distintos momentos, pero tiene poca épica. Implica, en cierto modo, renunciar a la capacidad de ser gobierno por un buen tiempo y eso para cualquier partido es muy duro.
Además, ni la izquierda tradicional ni el centro tienen en la actualidad muchos liderazgos a los cuales puedan echar mano al entrar a sus grandes definiciones. Este factor desde luego que ayuda poco. Es cierto que el ex Presidente Lagos mantiene relativamente intacto su ascendiente sobre una parte de la izquierda, pero el hecho de que la otra parte lo haya convertido en el icono de las claudicaciones y el entreguismo lo deja con poco margen de acción. No hay otras figuras de su tonelaje en el sector y hay quienes no descartan que, atendido el vacío, incluso Marco Enríquez-Ominami, el desertor temprano del bloque, asuma roles importantes en la rearticulación, toda vez que el sector quiera situarse, claro, más a la izquierda.
El tema de los liderazgos también afecta a la DC. Esto no es cosa de ahora. La DC no ha podido dar con una figura que, además de conectar con la ciudadanía, sea capaz de ordenar al partido. No solo no la ha tenido: en los últimos años la DC quemó cartas como Soledad Alvear, como Ignacio Walker, como Jorge Pizarro, como Jorge Burgos, que en distintos momentos asomaron como posibilidad y por distintas razones se frustraron. Lo más probable es que lo mismo se repita con Carolina Goic. El último político que realmente lideró a la DC fue el Presidente Aylwin y, aceptado que le correspondió actuar en un contexto muy distinto, desde entonces la colectividad sigue sin recuperar su confianza ni encontrar su destino.
Sí, todas estas son conjeturas. Pero está fuera de dudas que alguna recomposición tendrá lugar.
La entrada La recomposición aparece primero en La Tercera.
Decadencia y caída…
Primero la decadencia y luego una caída -a la muerte, a la imbecilidad, a la obsolescencia, a la desintegración, etc.- es el destino inevitable de todo sistema vivo, sea un organismo, una sociedad, un estilo artístico, una doctrina científica, una postura ideológica o religiosa. Lo que varía es la velocidad, intensidad y significado del proceso; no es lo mismo pasar de la condición de fulano común y corriente a la de anciano con demencia senil que mutar de la condición de genio eminente a la de veterano agotado incapaz ya de producir nada nuevo. Ni es lo mismo la larguísima y majestuosa decadencia y caída del Imperio Romano a la decadencia y caída de un club de fútbol de barrio. En cualquier caso, sin embargo, el proceso es universal y nada ni nadie se salva, primero del deterioro, luego del desplome. No por capricho la expresión aparece a menudo en las ciencias y en las artes. La más grandiosa obra histórica del siglo XVIII y aun hoy celebrada como un monumento a la inteligencia, el saber y a la elegancia del estilo es la Decadencia y Caída del Imperio Romano de Edwards Gibbon (1723-1792). Decadencia y Caída es el titulo de la primera y magnífica novela de Evelin Waugh (1903-1966). Se puede agregar como obra significativa y contemporánea Decadencia y Caída de los Grandes Poderes de Paul Kennedy y Decadencia y Caída de Prácticamente todo el Mundo de Bill Cuppy (1884-1949), este último un humorista de afilado y refinado ingenio que envolvía sus inteligentes y escépticas elucubraciones en el papel de regalo de la ironía. No por nada escribió otro libro llamado Cómo Hacer para Distinguir a sus Amigos de los Monos. Cuppy era hombre maniático y neurótico que detestaba la sola idea de cambiar sus costumbres de toda una vida; por eso, cuando se le pidió que entregara el departamento que arrendaba como vivienda y estudio, prefirió suicidarse. Cualquier cosa a encarar las molestias infinitas de una mudanza. Casi se le puede comprender.
Decadente decadencia
¿A qué género o categoría pertenece la decadencia y precipitada caída del ideario progresista, antes llamado socialista, a veces también populista, en ocasiones sólo “popular”, en otras incluso nacional-socialista? Es de temerse que al menos en nuestro país el derrumbe ha carecido de la grandeza que la declinación de grandes sistemas de ideas ha tenido en algunas ocasiones y en otras latitudes. Hubo una época cuando en Chile algunos espíritus un poco más disciplinados que el promedio, gente con residencia en las aulas y paraninfos universitarios, leían al menos los dos primeros capítulos de Das Kapital, entero Manifiesto Comunista y siquiera el prólogo de Imperialismo, fase superior del Capitalismo de Lenin. Fue la “Edad de Oro” del izquierdismo pensante o siquiera rumiante, pero en la generación siguiente dichas lecturas desaparecieron por DFL del gobierno militar para luego, en los 90, ser sustituidas no por una “primavera cultural” sino por la vasta y hasta el día de hoy prolífica bibliografía acerca de secretos, semisecretos y denuncias relativas al régimen militar, lo que es bastante aceptable, pero además por una folletería de poca monta emitida por mistagogos y epígonos del marxismo, quienes llaman a sustituir las barbas y las metralletas selváticas por el lavado de cerebros y el copar el Estado con combatientes y comandantes, lo cual ha sido debidamente cumplido durante la actual administración y a tal punto que hay organismos públicos -Instituto Nacional de la Juventud- donde casi el 90% del personal tiene carné de militancia “progresista”. Las demás reparticiones no lo hacen mal y fluctúan alrededor del 30-40%. Quién sabe lo que se tiene planeado para el próximo “plan quinquenal”.
Pero aun dicha etapa, ya de franco deterioro, ha sido dejada atrás por el actual y total desplome ético e intelectual del sector. Cuando se leen las ponencias del PC en sus más augustas asambleas sin que siquiera una vez pronuncie la palabra “socialismo” se hace evidente lo catastrófico del derrumbe de su fe. Hay también pintorescas anécdotas. Varias y muy ilustrativas del proceso se las debemos a un ministro -a quien se suponía el más dotado del gabinete- intermitentemente propalando sus ideas con metáforas del tipo “sacar los patines”. Recientemente dio a conocer su riguroso análisis académico del programa económico del candidato Piñera con la frase “vengan ahora a contarme una de vaqueros”. Eyzaguirre, quién otro, es así. Se considera buena onda porque suelta esos chascarros y además es capaz, en un asado, de rasgar tres acordes en una guitarra, siempre los mismos. Por eso tal vez podría dársele satisfacción en dicho territorio cinematográfico si antes nos complace contando una de terror, a saber, la de su magistral negociación cuprífera con los chinos que le ha costado al país miles -MILES- de millones de dólares. Lo de la “retroexcavadora” es otra frase memorable del período, aunque menos muestra de caída desde alguna altura que de un estado permanente de poca altitud.
Los orígenes
Nada nace de la nada. Hay siempre un origen, a veces colosal, a veces nimio y casi siempre y en ambos casos olvidado. La historia, el tiempo, está en el corazón del completo universo, pero los ciudadanos suelen creer tácitamente que lo que se presenta ante la vista acaba de ser creado. Como el pasado ha desaparecido y sus efectos toman la forma del presente, este último aparece como la única entidad real, actuante, influyente y gravitante.
En el caso de la fase actual y -es de esperarse- final del derrumbe del “ideario progresista”, cuyo pecado original consiste precisamente en confundir el progreso con todo lo que sea nuevo o simplemente distinto aunque sea defectuoso y hasta ridículo, los orígenes de las posturas y actitudes de los Eyzaguirre o los Fernández, de la Presidenta y de su corte de señoras y señoritas empoderadas, de anónimos combatientes del Injuv y de glamorosos periodistas declamando los mantras prevalecientes, es cierto voluminoso documento evacuado hace unos años por el PNUD, considerado “brillante” por ciertas almas ingenuas. Ha hecho hasta ahora el papel -o papelón- de los 10 mandamientos bíblicos timbrados en el monte Sinaí. En dicho documento, como es práctica común en ese sector político-ideológico, se pronosticaba una “explosión social” si no se hacían los urgentes cambios que pretendió hacer la NM. Dicho sea de paso, estos apocalipsis -hoy es la “explosión social”, antes “explosión de las demandas sociales”, aun antes “crisis final del imperialismo”, todavía antes “desplome inevitable del sistema capitalista”, etc.- son anunciados con la misma frecuencia y el mismo fervor con que ciertas sectas religiosas anuncian en YouTube el fin del mundo debido a la llegada siempre pospuesta del planeta Nibiru. El tono bordea la histeria y recuerda el de cierta publicación llamada “Le Monde Diplomatique” que desde hace 20 o 30 años anuncia el desplome del capitalismo en su conjunto y/o de cualquiera de sus aspectos. Es el “eterno retorno” del apocalipsis de San Juan, pero ahora en esteroides.
Tal es el destino de a veces las mejores ideas o siquiera de las mejores intenciones. De sistemas con alguna sustancia pasan a la categoría de convocatorias simplonas y de estas a la de supersticiones y reflejos condicionados. Son retornos absurdos pero duraderos. Aun hoy se nos advierte: o las transformaciones profundas “van” o habrá una explosión social.
El final
El final de estas trayectorias históricas desde lo sustancioso y meritorio a lo patético y picante es conocido: se manifiesta en la confusión, las ambigüedades, el cinismo y la más total pérdida de los escrúpulos porque sin la fe se pierde la brújula y la aspiración se convierte en ambición, la esperanza en derrotismo y la buena voluntad en egoísmo y hasta desenfreno. Cuando ya no se sabe qué predicar se predica sin espíritu. De ahí la caída a la mentira, la corrupción y la más vulgar y desnuda ambición. O en otras palabras, “hay que derrotar a la derecha”.
La entrada Decadencia y caída… aparece primero en La Tercera.
Como en un ectoplasma
En una campaña normal, a estas alturas de la contienda los candidatos presidenciales les estarían hablando a los indecisos, que, según la encuesta del CEP, sería casi un 30% en el universo total y casi un 14% entre los que dicen que votarán con seguridad. En este último grupo están los que no han terminado de escoger candidato. Es un porcentaje jugoso, pero si nadie los había convencido hacia octubre (el cierre del CEP), es bastante difícil que sean seducidos de golpe por una sola de las opciones.
Más enigmático (y atractivo) es el primer grupo, donde están los abstencionistas, que según todos los datos son bastantes más que un tercio. Un estudio del PNUD -también del pasado octubre- concluyó, a partir de respuestas sobre la votación anterior y la próxima, que habría un 30% de abstencionistas “duros”, porfiados, que no han votado ni lo harán, y un 25% de “indecisos” que, de acuerdo a las sumas y restas, tienden más bien a sumarse a los abstencionistas, aunque guardan un potencial de voto. Esto deja a los votantes “seguros” en un 45%. Los que le han dicho al CEP que van a votar con seguridad también llega a un 43%, estimación que, además, coincide con la de diversos expertos electorales. Un total de alrededor de 6,7 millones de personas.
Todos estos datos se darían por firmes en una campaña normal. Pero la del 2017 no es normal, y su principal anomalía es la balcanización de la centroizquierda y la posible volatilidad del voto entre todos sus candidatos.
Quien parece haber percibido esa falta de firmeza, esa flojera, esa carencia de convicción que fluye como un ectoplasma desde los candidatos hacia los electores, es Marco Enríquez-Ominami. Con su ya conocido olfato para la sangre, el candidato de sí mismo ha ocupado todo el espacio de notoriedad con una ancha ofensiva sobre el potencial electorado de Alejandro Guillier (con la DC no se mete, porque no le gusta y porque presiente que ahí aún hay heridas sin coagular): arrebatándole la defensa de Michelle Bachelet, hablándole al electorado que quiere más seguridad, llevándose las reformas de la Nueva Mayoría, ofreciendo apoyo para la segunda vuelta, y así, ad nauseam.
Guillier no responde (¿qué podría responder?) y es bastante probable que Enríquez-Ominami esté percibiendo los pequeños réditos de esa estrategia de boxeo inclemente. No es alguien que pueda ser acusado de rendirse ante los porfiados hechos, pero actúa con racionalidad, esto es, con cálculo. De acuerdo, dentro de esos cálculos tendría que estar la idea de que si sus resultados son muy inferiores a los que tuvo en el pasado, su carrera política podría quedar en riesgo terminal, pero no es esto lo importante.
Enríquez-Ominami no le habla a la élite de la Nueva Mayoría, que ya está bastante ocupada con su propia supervivencia; no está proyectando un regreso humilde y conversado a esa casa, aunque vaya a saber dónde estaría si hubiese hecho eso hace cuatro años. No, nada de eso. Se dirige a un votante que tuvo su domicilio en la Concertación y la Nueva Mayoría, que seguramente se siente en descampado y que a una semana de las elecciones puede estar volviendo a dudar, como lo ha hecho por lo menos desde que el PS le hizo a Lagos lo que le hizo. De hecho, les habla a los militantes socialistas que están molestos con su dirigencia y que contemplan con estupor cómo el partido es asociado con el mundo narco a causa de un solo municipio.
Enríquez-Ominami sabe que hay mucha destrucción en la centroizquierda, que lo que quedará en pie después de una eventual derrota será poco, frágil e inestable.
A la pérdida misma en las urnas -pérdida de candidatos, de campañas, de adherentes- seguirá una ola de recriminaciones y culpas, y pasará un largo tiempo antes de que la profunda enemistad cívica que ha sido sembrada en ese sector empiece a encontrar un camino de sanación.
Eso sí: a menos que a alguien se le ocurra que Bachelet repostule para un tercer mandato presidencial, esta vez no habrá razones para que la centroizquierda se quede apoltronada esperando el rescate, como hizo entre el 2010 y el 2013, después de haber sufrido su primera derrota a manos de Piñera.
No habrá razones para no emprender el debate crítico que le permita razonar acerca de cómo se rearticula, si es que eso es posible, y qué le está solicitando el país, mucho antes siquiera de pensar en ganar otra elección. La principal diferencia que se divisa hoy entre los dos macrosectores políticos es que hay uno -la centroderecha- que ha conseguido ofrecer un proyecto unificado y consistente, que tiene el contingente para llevarlo a cabo y que dispone de fuerzas jóvenes en la retaguardia.
Al otro lado hay, no exactamente ruinas, sino unos candidatos cuya energía los hace fácilmente maltratables por cualquier personalidad agresiva que, además, ande en busca de votos. No es una campaña normal.
La entrada Como en un ectoplasma aparece primero en La Tercera.
Las elecciones y la invasión de los “robots”
Dicen que estas han sido las elecciones más aburridas desde la vuelta de la democracia. Elecciones exentas de dramas y confrontaciones serias, una competencia donde los más chicos han tratado de acaparar la atención con bufonadas y malos modales (Navarro y las monedas). Elecciones donde los periodistas luchan por ser protagonistas e interrumpen a los candidatos en forma repetida y majadera, en un esfuerzo por lucirse ante las cámaras. Elecciones donde uno de los pesos pesados quedó fuera debido a la codicia desmesurada y vergonzante de su partido -Ricardo Lagos y el PS.
Todo lo anterior puede ser verdad. Pero para mí lo más decepcionante es que los candidatos hayan tomado una actitud tan “siglo XX”, tan extraordinariamente pasada de moda, una actitud totalmente carente de visión de futuro y de largo plazo. Las propuestas son increíblemente genéricas y “buena onda”, que es casi imposible estar en contra de ellas: terminar con los abusos, mejorar la calidad de la educación, retomar la senda del crecimiento, velar por el bienestar de los niños desamparados. ¿Quién podría oponerse a estas ideas?
Una invasión masiva
Quizás la mayor falencia es que todas las candidaturas, sin excepción, ignoran el hecho de que en los próximos ocho años -el tiempo que la derecha espera gobernar- nuestro mercado laboral será diezmado por una megainvasión de extranjeros.
No, no me refiero a los migrantes -bienvenidos sean ellos, le han dado un necesario toque cosmopolita al país-, sino que a los “robots”.
Este es un tema sobre el que ya he escrito en estas páginas. Hace casi dos años dije que en un plazo de 84 meses la mitad de los empleos en Chile desaparecerían, y serían reemplazados por máquinas inteligentes. Mucha gente se rió y dijo que yo estaba completamente loco. Pero al parecer la locura no era tal: a los 10 meses de publicada esa columna, la afamada consultora McKinsey presentó un estudio detallado y concreto donde mostraba con números duros y modelos sofisticados lo mismo que yo había dicho. La única diferencia es que ellos dijeron que con la tecnología existente en estos momentos un 51% de los empleos nacionales podrían ser reemplazados instantáneamente por “robots”.
Pensemos en lo que está pasando en estos días. La nueva Línea 6 de Metro tiene trenes sin conductores y boleterías sin personas en la caja. Aprovechando el alza en el precio de cobre, Codelco se apresta a lanzar un nuevo plan de inversiones. En este plan, la mayoría de los equipos en las faenas mineras serán manejados por robots. Los grandes camiones amarillos no tendrán conductores, y los taladros gigantes en las minas subterráneas serán guiados por algoritmos en vez de personas (máquinas fabricadas en Finlandia). Cada vez que Latam cancela un vuelo -cosa que, para la irritación de miles de chilenos, sucede con creciente frecuencia-, los pasajeros son reasignados a nuevos aviones por un robot. Varios estudios de abogados han despedido a un número importante de secretarias, ya que ahora los informes los mecanografía un robot llamado “Dragón”. La mayor fábrica de fideos del país ya ha reemplazado al 60% de su fuerza de trabajo por máquinas inteligentes y robots. Muchas viñas han sustituido a operarios por drones que sobrevuelan los viñedos monitoreándolos por pestes u otros problemas. Todo esto está sucediendo día a día, bajo nuestros propios ojos.
La verdad es esta: la invasión de los “robots” viene, y nada los detendrá.
Y los candidatos no han dicho nada al respecto. Ni una palabra de cómo enfrentar esta realidad inminente. Actúan como si el problema no existiera, como si esto fuera tan solo una cuestión del cine y la ciencia ficción, de películas como Blade Runner 2049.
¿Qué hacer?
Una respuesta rápida e improvisada es decir que nos protegeremos erigiendo muros inexpugnables. En concreto, podríamos ponerles un impuesto a los robots, para que no sea económico usarlos. Después de todo, esa es una opción discutida por lumbreras como Bill Gates y el Presidente francés, Macron. El problema con esta solución es que si otros países adoptan las nuevas tecnologías y las aprovechan, nosotros quedaremos fuera de los mercados internacionales. Perderemos productividad en términos relativos, nuestras exportaciones caerán, y con ellas los empleos.
Entonces, ¿cómo enfrentar esta invasión que nos caerá con enorme fuerza?
Lo primero, claro, es reconocer el problema; aceptar que es una realidad. Y esto ningún candidato lo ha hecho.
En segundo término, hay que reconocer que toda pérdida de empleos por razones tecnológicas trae consigo la creación de nuevas fuentes de trabajo; esto es lo que Joseph Schumpteter llamó “destrucción creativa”.
Se necesitarán miles de técnicos que puedan reparar a los robots, que adopten los algoritmos a nuestra realidad, que les hagan mantención a los drones, que planifiquen y supervisen la labor conjunta de personas y robots. Esto último es particularmente importante, ya que todo indica que el mayor éxito será logrado por equipos formados por máquinas inteligentes y seres humanos. Eso ya lo hemos visto en el mundo del ajedrez, donde, si bien las máquinas inteligentes siempre le ganan al campeón mundial, equipos de máquinas menos potentes y ajedrecistas de segundo nivel vencen en forma sistemática a las mejores computadoras.
El problema, claro, es que en estos momentos no tenemos la capacidad para producir estos nuevos empleados tecnificados y modernos. Nuestro mediocre sistema educativo no produce los técnicos para el siglo XXI. Nuestras universidades siguen generando abogados -200 nuevas vacantes tan solo en la Universidad de Chile-, ingenieros comerciales de dudosa calidad y periodistas condenados a quedar cesantes. Con urgencia se requiere un cambio masivo y absoluto de los currículos universitarios y de la educación técnica.
Pero ni un solo candidato habla sobre el tema. Silencio sepulcral, nacido de la desidia o de la ignorancia, o de ambos. Los planes de estudio universitarios debieran moverse hacia una formación básica de cuatro años de corte generalista, los que serían complementados con maestrías de especialización y cursos frecuentes de actualización. La gratuidad, desde luego, debiera haber empezado en las carreras técnicas. Pero nada de esto ha sucedido, o se discute por parte de los aspirantes a La Moneda
En tercer lugar, hay que reconocer que el ajuste a la nueva realidad laboral y tecnológica será difícil, y para muchos traumático. Por ello es necesario ayudar a la gente a transitar de empleos “siglo XX” a nuevas labores más acordes con el “siglo XXI”. Ello requerirá una enorme flexibilidad en la legislación laboral. La reforma de este gobierno hizo todo lo contrario. Al regular los reemplazos internos, se fuerza a las empresas a definir labores específicas en forma detallada, lo que dificulta, justamente, poder reasignar labores. Muchas de estas descripciones son de empleos y labores condenadas a desaparecer en el corto plazo por razones puramente de avances científicos. Esta legislación tiene que ser revisada a la brevedad. No para desproteger a los trabajadores, o quitarles poder a los sindicatos. Se trata de prepararnos para enfrentar la invasión que nos acecha a la vuelta de la esquina. Se trata de ser competitivos en la economía global. Se trata de entrar de lleno en el siglo XXI.
La entrada Las elecciones y la invasión de los “robots” aparece primero en La Tercera.
November 10, 2017
Pío IX con Santa María
No es novedad que Derecho-UCh siga en toma. Nunca allí deja de haber tomas y paros, pudiendo significar hasta dos o más meses sin clases como en 2016. Lo novedoso esta vez es lo que ha estado saliendo a la luz sobre el manejo de la Escuela y la furia contra el decano Harasic, desproporcionada con lo que los estudiantes piden, por cierto, aunque no nos engañemos, el asunto es más complicado de cómo se informa.
El ambiente se ha vuelto a enrarecer. Las movilizaciones han estado escalando, también los quiebres entre quienes apoyaron su elección de decano el 2015 (algunos sin vergüenza habiendo sido antiguos enemigos); claramente, haber fomentado tomas en contra de otros en el pasado poco ha ayudado. Motivos además no han faltado para cuestionar su administración: aumento de matrícula, incapacidad física para atenderla, temor de que se tengan que duplicar cargas para acoger a más alumnos, malestar entre funcionarios, problemas económicos, despido de profesores para hacer hueco a nuevos nombramientos con infladas remuneraciones, una inédita plantilla de periodistas a cargo del bombardeo permanente de autopromoción interna, además de las dos conocidas empresas contratadas para trabajar los medios (recurso frecuente entre abogados litigantes).
Nada de raro, la Escuela ha seguido decayendo, en puntajes, con deserciones, en rankings (debajo de la PUC y la PUCV), en egresados contratados por los mejores estudios. Y no es para menos. Cuando desde una de estas agencias de comunicaciones se les encuesta para que digan cómo perciben la Escuela (cuán “seria académicamente la ven”), es obvio de que se van a generar dudas. Si la universidad no tiene claro que no es una empresa y no sabe evaluarse a sí misma, seria no está siendo (sus egresados tampoco quizá). Por su parte, los “investigadores” recién contratados no han hecho diferencia académica alguna; dos de ellos son candidatos en la próxima elección.
Otra razón es que la estrategia de Harasic y Vivaldi de movilizar al alumnado, en colusión con organizaciones estudiantiles para reforzar el cariz estatista de la reforma educacional, y así neutralizar las demandas de base, falló. En efecto, varias veces se ha cerrado la Escuela sin poder hacerse clases para escuchar cuentas públicas, para asistir a “conversatorios”, o marchar a Casa Central (funcionarios también). El rector Zolezzi lo dijo con todas sus letras: “Hay algunos que jugaron a la revolución”, y así nomás les fue. En el frontis de Pío IX, esta vez, apareció un lienzo proclamando “La Revolución es la única fuente del Derecho” (la memoria con que egresara Harasic el ‘72, dirigida por E. Novoa Monreal, se titula “Derecho y Revolución”).
El tema de nuestros días es la descomposición, degeneración y obsolescencia institucional. Lo que viene sucediendo en Pío IX lo confirma.
La entrada Pío IX con Santa María aparece primero en La Tercera.
La derecha cuica
Mucho se habla de la derecha dura, la que hoy representa José Antonio Kast, esa que se la tilda de pinochetista, de conservadora o simplemente retrógrada. Pero poco se habla de la derecha cuica, un grupo que a veces se confunde con los duros, pero son diferentes. Porque su esencia no está anclada en los valores ni la religión, porque aquí hay también liberales y agnósticos. Lo suyo es simplemente el origen social. Para ellos, lo que determina todo es el apellido, el colegio, las costumbres. Es un asunto de clase, algo que no se puede adquirir; solo heredar.
Eso explica que el sistema de mercado, por ejemplo, ha sido un problema para la derecha cuica. Porque si bien lo reconocen como el modelo adecuado, miran con un cierto desprecio el que sea el mérito lo que determine el estatus de una persona. Por eso inventaron el concepto de “nuevo rico”, que es la esencia de capitalismo, transformándolo en algo peyorativo, casi de segunda categoría.
Llevado al extremo, incluso el desarrollo económico, que es a lo que un país debe aspirar, puede ser finalmente una amenaza, porque es demasiado inclusivo o democrático. Frases como “ahora cualquiera viaja”, “tiene auto” o usa ropa de tal marca, son comunes en este grupo. Y la reacción a todo esto es una: encerrarse en sus clubes, sus colegios, sus veraneos.
Es interesante cómo hacen esto, porque es otra manera de develar su forma de operar. El otro día presencié una discusión donde alguien dijo que había ido a esquiar a Valle Nevado -algo sospechoso para este grupo- y destacó la calidad de ese centro frente a La Parva, uno de los reductos clásicos de la derecha cuica. La respuesta fue tajante: lo que pasa es que Valle Nevado es para turistas; si La Parva fuera igual de buena, se llenaría de gente.
O sea, estamos frente a un grupo que, si puede, es capaz de detener el desarrollo -de un centro de ski, un balneario, un barrio-, con tal de que no lleguen otros, para no mezclarse, para no ver amenazado su estilo de vida.
¿A qué viene todo esto? Bueno, es un asunto central en estos días, cuando parece evidente que la derecha se instalará nuevamente en el gobierno. En este escenario, no son pocos los que sueñan con un proyecto político más moderno e inclusivo, uno que pueda trascender en el tiempo. Para que eso sea así, Piñera tendrá no solo que ocuparse del ala dura de la derecha, sino también de la cuica, que no son muchos, pero sí tienen poder.
Al final, esto también es un negocio para los cuicos. Porque la historia señala que la única manera de que ciertos grupos perduren es mostrando una cierta capacidad de evolución, esto es, abrirse y ajustarse a los tiempos. Es cierto, nunca será lo mismo ni los mismos, pero al menos podrán tener más legitimidad para defender las cosas que realmente importan y ser un aporte. Porque este no es un problema de personas; es de costumbres.
La entrada La derecha cuica aparece primero en La Tercera.
Óscar Contardo's Blog
- Óscar Contardo's profile
- 91 followers
 


