Óscar Contardo's Blog, page 40
November 17, 2017
¿Y los Core?
Es muy probable que si usted está leyendo esta columna tenga, más o menos claro, por quién votará el domingo en la presidencial y en la parlamentaria. En caso de que no quiera ir a votar tendrá sus razones, en las que prefiero no ahondar. No quiero caer en la ingenuidad de creer que con una columna puedo motivar a que usted -tan desencantado- se levante el domingo. Ya sea que pertenezca a quienes votan o no, lo cierto es que existe meridiana claridad respecto a quiénes son los candidatos presidenciales y parlamentarios. El problema es que esta elección no sólo es para elegir al presidente y a algunos miembros del congreso, sino que también a los consejeros regionales. Es aquí donde empiezan las dudas, ¿sabemos quiénes son los que están postulando a consejeros en nuestra región? Incluso parecieran haber preguntas anteriores a esa, ¿qué es un consejero regional? ¿Qué hace?
Como dice el sabio, partamos por el principio. Los consejeros regionales -junto con el Intendente- son los que constituyen el gobierno regional, el cual -en el papel- se encarga del desarrollo social, cultural y económico de la región. El Intendente es el órgano ejecutivo del gobierno regional y es designado por el Presidente de la República, mientras que el consejo regional es un órgano normativo, resolutivo y fiscalizador compuesto por consejeros regionales, electos por la ciudadanía, cuya finalidad es hacer efectiva la participación de la comunidad regional en las decisiones del territorio.
En lo concreto, a los consejeros regionales les corresponde -entre otras funciones- las de aprobar los reglamentos regionales, planes reguladores comunales y convenios de programación; aprobar, modificar o sustituir los planes de desarrollo regional y el proyecto de presupuesto regional y -la más importante de todas- resolver la distribución de una cantidad no menor de recursos regionales. Esta última atribución ha generado ciertas suspicacias y más de algún informe de la Contraloría, especialmente por el riesgo de sobornos a los consejeros regionales con el objeto de que voten a favor o en contra de algún proyecto de inversión. El año pasado los consejeros regionales se ofuscaron bastante cuando supieron que una de las modificaciones propuestas en la agenda de descentralización de la Presidenta Bachelet estaba dirigida precisamente a que votaran por marcos presupuestarios y no “proyecto a proyecto” como se venía haciendo. En este mismo sentido y, más allá de lo que pase con esta modificación, urge dotar a la Contraloría de un presupuesto más robusto, para que las oficinas regionales puedan contar con una mayor cantidad de fiscalizadores en los territorios. Esto permitirá que las regiones puedan hacerse cargo de uno de los principales argumentos en contra de la descentralización, que consiste en esa percepción de que las regiones tienden a ser botines políticos, sin capacidad y con probabilidades ciertas de corruptibilidad.
En este mismo sentido, la democratización de los espacios subnacionales no se termina con la elección de los consejeros regionales. En el largo plazo no es sostenible un modelo de Intendente designado y consejeros regionales electos, ya que -a pesar de sus escasas atribuciones- el Intendente cuenta con el respaldo del gobierno central, las seremías y servicios públicos que funcionan en la región, lo que significa un espacio de poder mucho más amplio que el de los consejeros. Estos últimos cuentan con el respaldo de la ciudadanía pero pareciera ser un respaldo ilusorio, que se afirma más en ser el “agregado” de elecciones más relevantes que en un conocimiento real y profundo de las funciones de los consejeros y las propuestas de quienes postulan. Esto es el reflejo de una descentralización incompleta y la ciudadanía, sin saberlo, pareciera intuirlo, al mostrar escaso interés por una elección que no provocará grandes mejoras en el territorio, donde -a pesar de que voten por Superman- las decisiones se seguirán tomando en Santiago. Mientras no exista elección de gobernadores regionales, los consejeros regionales no tendrán el poder político para hacer que la balanza entre el poder central y las regiones se equilibre.
A pesar de lo anteriormente dicho, hoy en día el cargo de consejero regional pareciera acomodar a algunos, especialmente a los que quieren hacer sus primeras cartas en la política. La remuneración es buena, no es un trabajo a tiempo completo, pueden ejercer su profesión sin problema y para algunos incluso es una plataforma para optar a otros cargos públicos. El problema es que mantener la situación en esta permanente comodidad puede provocar que la institucionalidad regional se mantenga en una suerte de ambigüedad que no responda a las necesidades regionales, aumentando cada vez más la brecha entre las regiones y el poder central. Ideal sería que el próximo Presidente tome cartas en el asunto, para que no sea demasiado tarde y digamos -como García Márquez- que la sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada.
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Lo que dirán los titulares de los diarios el lunes sobre la elección
El día lunes, los titulares de los diarios muy probablemente señalarán lo siguiente: “Sebastián Piñera obtiene abrumadora mayoría y queda a un paso de La Moneda en la segunda vuelta”. Más abajo se mostrará la siguiente noticia: “ChileVamos queda ad portas de la mayoría simple en la Cámara y el Senado”. Finalmente. al costado, un recuadro dirá: “Participación electoral sigue cayendo porcentualmente pero se mantiene número de votantes respecto de 2013”.
A continuación detallo los fundamentos de este pronóstico comunicacional.
A nivel presidencial, si comparamos la información actual con datos históricos, podemos percibir la fortaleza de la opción del candidato de ChileVamos, Sebastián Piñera. El ex presidente ya obtuvo 3.074.164 votos en la primera vuelta de 2009, resultando electo en el posterior ballotage. Eso le brinda un piso electoral en el cual, además, debemos considerar que ChileVamos logró movilizar en total a un millón cuatrocientos mil electores, durante las primarias del sector, este año. Haciendo un ejercicio simple, si el ex Presidente obtuviera tres millones de votos (un poco menos que en 2009), la centroderecha llegaría casi al 45% en la primera vuelta, simulando sobre una base de participación de alrededor de seis millones ochocientos mil electores. Los números deberían en ese sentido no ser muy distintos a la primera vuelta de 2009, con un incremento leve pero significativo a favor de la opción del ex mandatario (en 2009 obtuvo 44% de los votos en la 1vuelta). Ello lo dejará a un pequeño margen de la presidencia, mientras que Alejandro Guillier deberá remar contra la corriente para remontar río arriba en la segunda vuelta. Dado ese escenario, es posible anticipar que Sebastián Piñera debería obtener no menos de 4 puntos de ventaja en una segunda vuelta, dada la fragmentación de la izquierda que no se movilizará en bloque por Guillier principalmente por dos razones: distancia ideológica y desmotivación al ver casi perdida la elección.
En el caso de las parlamentarias es donde aparentemente existe mayor incertidumbre. Nuestro estudio de simulación electoral periódico ha arrojado resultados que ya muestran una alta estabilidad. A ese respecto, el próximo lunes deberíamos tener a ChileVamos muy cerca de una mayoría simple en la Cámara de Diputados. Nuestros datos anticipan 73 escaños para la coalición de centroderecha. Si se observa dicho resultado en comparación con elecciones anteriores, se puede concluir que se tratan de buenos números para la centroderecha. En 2013 el sector obtuvo 49 diputados, lo que representaba un 40.8% de la corporación. En 1993 la suma de RN, UDI y Unión de Centro Centro obtuvo 46 parlamentarios (menos del 40% de los diputados). Hoy, nuestros datos indican que estaremos cerca de un 47%.
En cuanto al Senado, las comparaciones también ayudan a proyectar los futuros titulares. En 2014, RN y la UDI conformaron un contingente de senadores que llegaba a 16 integrantes, representando el 42% de la Cámara Alta. Nuestra serie de estudios de prospectiva electoral arrojan que ChileVamos debería quedar con 20 escaños, lo que empina al bloque al 47.6% de representación en el Senado. Raya para la suma, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado estaremos muy cerca de una mayoría de los escaños. En un escenario de una izquierda fragmentada y más polarizada, cuan próximo quede un eventual gobierno de ChileVamos de la mayoría simple, será clave para dilucidar las dinámicas legislativas que permitan implementar el programa de gobierno.
Lo que ocurrirá con diputados y senadores será un resultado histórico para la centroderecha, que da cuenta de un realineamiento mayor del electorado, pese a lo que se auguraba con la reforma electoral.
La participación electoral es otro aspecto fundamental a mirar este domingo. Se trata de algo vital que puede tener un impacto en los resultados, pero que más importante aún, se relacionan con la calidad de nuestro sistema político democrático. A diferencia de lo que han estimado algunos, los datos disponibles y la trayectoria histórica desde la implementación del voto voluntario permiten anticipar una cifra que podría alcanzar como techo los seis millones ochocientos mil votantes. En ese escenario, con los votos que obtuvo en la primera ronda de 2009, el ex Presidente Pinera quedará a menos de 400.000 votos de obtener la presidencia en la primera vuelta.
Desde el punto de vista de la participación, si como estimamos se superan los 6.699.011 votantes de la primera vuelta de 2013, el escenario no será catastrófico desde la perspectiva de la calidad de la democracia (como algunos auguran), pese a que porcentualmente la participación seguirá mostrando un descenso dado el crecimiento del padrón electoral. En el corto plazo, es muy difícil que se vuelvan a recuperar los niveles de participación pre-reforma, por lo cual hay que acostumbrarse a umbrales bajos de participación, incluso cuando se trata de elecciones tan importantes como las que se realizarán el domingo. Finalmente, señalar que esta será la primera elección en la que participarán los chilenos en el extranjero. Ello es algo altamente positivo para nuestra democracia, a pesar de los miedos que tenían algunos en el sector.
Por último, estas elecciones constituyen el estreno de la reforma electoral, que terminó con el vilipendiado binominal. Al respecto, la portada de los diarios del lunes también nos podrían dar luces sobre dos aspectos fundamentales que buscaba la reforma: la inclusión de la mujer y la apertura de la representación a nuevas fuerzas. Algunas preguntas que podremos responder son: ¿Aumentó sustantivamente la representación de la mujer en el poder legislativo o seguimos con una política dominada por hombres? ¿Se logró que nuevas fuerzas adquirieran una representación relevante o son sólo actores de reparto en una película electoral que sigue protagonizada por los partidos del binominal?
Raya para la suma, varias cosas serán noticia el lunes. Primero, la candidatura de Sebastián Piñera se muestra robusta frente a un mosaico de opciones de la izquierda. De darse los niveles de participación que anticipamos, y en base a la historia electoral reciente, ChileVamos debería llegar al balotaje con una importante ventaja. Segundo, a la posibilidad cierta de ser gobierno se añade que un contingente parlamentario que, de acuerdo a nuestros estudios, estaría muy cerca de la mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados. Ello contribuye a mayores niveles de gobernabilidad en comparación con gobiernos divididos donde los presidentes carecen de apoyos relevantes en la asamblea. Esta elección parlamentaria marcará el mejor resultado de la centroderecha desde la restauración democrática.
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November 16, 2017
Democracia, la peor de las pobrezas
Chile es uno de los países más desiguales del mundo. Aunque hemos tenido avances importantes en la reducción de la pobreza medida en ingresos y reducido la pobreza desde un 45% -a comienzos de los noventa- a alrededor de 10% en la actualidad, lideramos los ránking de las naciones más desiguales a nivel mundial.
Este fenómeno se expresa en muchos ámbitos cotidianos de las personas. Un caso paradójico se relaciona con las diferencias nutricionales que incuban una pandemia de obesidad en los niños que viven en la pobreza: ya no se mueren de hambre, sino que de las complicaciones que les genera la obesidad desde su niñez.
Las paradojas del Chile de US$25 mil de ingreso per cápita se dan también en materia de seguridad, tema donde nos encontramos con municipios pobres acechados por el narcotráfico, y municipios ricos con presupuestos para financiar guardias municipales y tecnología de vanguardia para disminuir los niveles de inseguridad de los vecinos.
También las desigualdades alcanzan lo medioambiental, porque hay zonas de Chile donde las personas más vulnerables toman agua con plomo, tienen más prevalencia de cáncer por la misma razón o sencillamente los niños y adultos mayores respiran contaminación.
Es en este contexto en que la participación electoral se transforma igualmente en un factor de desigualdad.
De acuerdo a cifras recientes, Chile posee un triste récord: ser uno de los países con la mayor abstención electoral del mundo, porque cerca del 60% del padrón electoral no ejerció su derecho a elegir en las pasadas elecciones municipales de 2016. En la práctica, eso se tradujo en que las autoridades locales fueron electas con el voto de una minoría de 36% de chilenos.
La forma en que ejercemos y vivimos la democracia es nuestra peor pobreza. Y no es sólo la pobreza del debate de esta elección presidencial o de los diversos casos de corrupción que golpean a algunos parlamentarios. Somos pobres de Democracia por nuestra propia irresponsabilidad social de no concurrir a votar.
El Chile de hoy es consecuencia de la democracia que hemos construido nosotros mismos. El único camino para la superación real de la pobreza, es involucrarse y participar en la toma de decisiones. Pero para eso hay que informarse, intercambiar opiniones con otros, reflexionar, decidir e ir a votar.
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Dilemas post elecciones
No hay dos opiniones. La séptima competencia presidencial desde que se recuperara la democracia es la más desangelada que se recuerde. La ausencia de movilización, junto con debates enmarcados entre la continuidad de un puñado de reformas o bien pararlas en seco, poco ayudan a tomarle el peso a lo que viene. Conducir un país, y más uno como Chile, sometido a muchos cambios en poco tiempo, entraña crecientes dificultades para interpretar contextos (¿alguien se acuerda del bombástico “derrumbe del modelo”?), pero también de coordinación y de gestión.
Se han tratado de justificar las limitaciones con la idea de que la ciudadanía estaría cada vez más empoderada, demandante y consciente de sus derechos. Puede que sirva para apuntar el descontento que se expresa en la calle pero no para entender lo que sucede en las capas más profundas de la sociedad. Quien llegue a La Moneda deberá enfrentar una abstención estructural que, en apariencia pasiva, no es manca, expresándose luego en las redes sociales. También a electores que hoy entregan su voto aunque mañana lo nieguen en unas encuestas que ya mostraron sus limitaciones con el Brexit y la elección de Trump. Sumemos a ello la perversión del lenguaje, en la que el independentismo catalán ha venido dando cátedra, manipulando términos como autodeterminación, democracia y derecho a decidir para nutrir, de paso, unas fake news que constituyen el Caballo de Troya de la injerencia extranjera. La consultora Gartner afirma que la mayoría de los ciudadanos de las economías desarrolladas consumirán más noticias falsas que verdaderas en el año 2022, pero también augura que se volverán más peligrosas, al punto de amenazar la supervivencia y la estabilidad de las democracias occidentales.
La derecha, que anticipa lo que viene, invoca la reedición del espíritu de la transición para que Chile llegue al desarrollo en 2025. Ya intentó algo parecido en 2010, cuando apeló a la “democracia de los consensos”. Salvo por el paso fugaz de Jaime Ravinet por el gabinete, no surtió mayor impacto.
Los análisis de datos y el big data abren ingentes posibilidades para conocer mejor una sociedad en la que las actitudes cambiantes y contradictorias ya son una constante. En lo inmediato, quien conduce un país se apoya en un gabinete que lo acompaña pero, sobre todo, en el comité político y en los asesores del “Segundo Piso”. Aunque suele ser visto como un “espacio de confort” del presidente, el cúmulo de dilemas señalados estarían mal servidos si, además de la confianza para conformarlo, faltase un ingrediente más bien escaso en los cenáculos del poder: aquella lealtad que se traduce en crítica diligente. De ese equipo más cercano que rodee a quien resulte ganador se desprenderán pistas acerca de cómo se abordarán estos asuntos.
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Una oportunidad única
Las expectativas electorales de la derecha son hoy las mejores desde 1989. Si este domingo se dan los resultados que vaticinan las encuestas, Chile Vamos puede alcanzar un triunfo histórico tanto en la presidencial como en las parlamentarias.
El éxito, sin embargo, es un arma de doble filo. Si no lo administra adecuadamente, Chile Vamos puede terminar cayendo en errores análogos a los que cometió la Nueva Mayoría (NM) tras su victoria aplastante en 2013.
En esa ocasión, la NM pensó que había recibido un mandato para la transformación total de la sociedad. Creyó tener en su poder un cheque en blanco. Intentó poner al Estado en el centro de todas las soluciones, más allá de todo realismo presupuestario y político, utilizando una retórica “ciudadana” que no pocas veces rozó el populismo. El fracaso fue rotundo y seguramente terminará de concretarse este domingo con un revés electoral de proporciones.
Lo más probable es que el péndulo ahora se mueva hacia la derecha. Pero se equivocaría Chile Vamos si, al igual que le ocurrió a la Nueva Mayoría hace cuatro años, analiza mal su casi garantizada victoria.
Lo primero es descifrar adecuadamente la votación, para interpretar el estado de ánimo del electorado. Sin duda, éste se ha desilusionado con la Nueva Mayoría, lo cual no significa que no conserve muchas de las inquietudes e insastisfacciones que se hicieron evidentes en 2011 y que fueron tan mal leídas por la primera administración de Sebastián Piñera.
Los sondeos muestran que la gente sigue molesta y desconfiada. La centroderecha debe estar atenta a esa realidad para garantizar la gobernabilidad post Nueva Mayoría. Esto supone sortear un doble peligro: por un lado, la tentación de creer que aquí no ha pasado nada y que los últimos años han sido solo un paréntesis que es posible hacer a un lado como un mal sueño; el otro riesgo es perder la convicción para hacer frente a los obstáculos y presiones que surgirán desde el 11 de marzo de 2018.
Ni una ni otra son respuestas adecuadas. Lo aconsejable es reconocer los problemas y ofrecer soluciones propias, basadas en el amplio instrumental ideológico de la derecha. Sin soberbia, pero sin complejos, Chile Vamos puede hacer un gobierno exitoso si refresca su ideario y lo adapta a las condiciones actuales. Ello demanda un sólido liderazgo presidencial, imprimirle un carácter nacional y solidario al proyecto de la derecha, abrazar con fuerza la causa anticorrupción y revalidar cuestiones fundamentales como la disciplina fiscal, la competencia libre y leal, la vinculación entre derechos y responsabilidades o la promoción de la iniciativa privada.
Si, como se espera, el país vira hacia la derecha el domingo, Chile Vamos se encontrará con una oportunidad única y quizás irrepetible para poner en marcha un proyecto auténtica y distintivamente propio. Si no lo hace ahora, ¿cuándo entonces?
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Educación: la pobre herencia de la NM
Michelle Bachelet enarboló el 2013 la bandera de los derechos sociales como su lema de campaña y puso a la educación como el ámbito dónde se sentiría con más fuerza la sentencia de que la educación debe ser gratis y universal para ser justa e inclusiva. Dado el amplio rechazo a la gestión de este gobierno, debe ser frustrante para la NM haber apostado a un discurso seductor y sentir que la ciudadanía le dio la espalda. No se vino a la mente, tal vez, que las reformas cayeron en el vacío porque no sintonizaron con las necesidades de los chilenos. Desde luego, porque la gratuidad no se traga fácilmente en un país que superó la época de creer en las bondades de un estado paternalista y, dónde más que regalos, los chilenos anhelan libertad para decidir, no le temen al esfuerzo y solo demandan que se les den oportunidades para progresar.
Lo anterior es muy evidente en la educación escolar con subvención del Estado, punta de lanza de los afanes refundacionales y cuya reforma recibió tímidos aplausos de las familias. La prohibición al financiamiento compartido creado bajo la Concertación fue un error político que no cosechó la adhesión de las familias y sí pone en aprietos financieros a los colegios, amenazando la calidad de su educación. Asimismo, la exigencia de convertir a todas las sociedades comerciales en fundaciones sin fines de lucro choca con el sentido común de que lo que importa es contar con educación de calidad y no censurar a los colegios por su condición jurídica.
Quiénes marcharon por las calles el 2015 no lo hacían para saldar una deuda de gratitud; eran familias y sostenedores que protestaban por los cambios legales y que miraban con recelo la icónica reforma llamada de “inclusión”, preguntándose por el gran ausente: la calidad. Si bien es cierto que la ley docente es un avance, desvirtúa sus fines porque sesga los incentivos a premiar los procesos más que los resultados en términos del aprendizaje de los estudiantes. Y la creación de los servicios locales públicos, si bien reemplaza en muchos casos una débil gestión comunal, sus estructuras burocráticas alejan a los directores de colegios de la responsabilidad en la gestión y no garantizan mejoras en la calidad de la enseñanza.
En educación superior la situación es distinta, porque aún no hay reforma, pero es paradójica. Habiendo consenso en la necesidad de mejorar la regulación para certificar la idoneidad académica y la salud financiera de las instituciones, se ha puesto hincapié en lo que no se pide y que tiene muchos opositores: la gratuidad universal. La gratuidad universal es una utopía para un país como Chile. Avanzar hacia ella debilita el principio de justicia como equidad porque financia a los que pueden pagar y de paso genera brechas negativas de financiamiento en las universidades adscritas lo que afecta su calidad. Además, la pertinaz insistencia en alcanzarla a como dé lugar, se está constituyendo en una nueva frustración con aristas: es un lastre que impide avances en la institucionalidad.
El senador Guiller no ha presentado un programa formal en materia de educación y hay apenas algunos esbozos de sus planes para un futuro gobierno. No deja de ser llamativo. Quizás era poco estratégico adquirir un compromiso ahora. Con todo, si quedara para la segunda vuelta, no trabaje demás, es recomendable que lea las propuestas de la senadora Goic. Ella hizo la pega y tiene varias ideas interesantes. Lo que sí, y no deja de ser una sorpresa en otra candidata del oficialismo, no son refundacionales.
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Ahora vota
Asusta ver en Chile el retroceso en la participación electoral. El año 1990 votaban un 89% del total de personas en edad de hacerlo, al año 2016 esa cifra se redujo a un 50%. El futuro es más alarmante aún si consideramos que los conocimientos cívicos de niños y niñas chilenas están muy por debajo del promedio internacional, según un reciente estudio (ICCS) dado conocer por la Agencia de la Calidad. Es triste el fenómeno, especialmente para quienes lucharon con tanta fuerza por ganar ese espacio de participación. No deberíamos olvidar que hubo momentos en la historia en que no pudimos ejercer el derecho a decidir quiénes llevarán las riendas del gobierno. ¡Recién en 1949, las mujeres pudimos empezar a votar en presidenciales y parlamentarias! A quienes nacieron en democracia se les hace natural su existencia y las libertades que nos entrega, pero no siempre fue así y por eso debemos validar a la democracia con nuestra participación.
Cuando grandes grupos de la población deciden no votar de forma sistemática, arriesgamos la legitimidad de nuestra democracia que se funda en la voluntad de las mayorías y el resguardo de los derechos de las minorías, pero hoy la mitad de quienes pueden votar eligen no hacerlo. Algunas de las razones: la crisis de representación, por una parte, y el poco involucramiento en la construcción de país por otro.
Este malestar y el sentir de la gente tiene que oírse. A través del voto podemos pedir un Chile diferente, podemos reclamar mejores representantes, pero si no se alza la voz a través del voto, no habrán cambios. La abstención se lee como indiferencia, y sabemos que a los chilenos y chilenas les importa su país, tiene una opinión y una propuesta. Lo sabe la sociedad civil organizada que trabaja con esas personas y conoce sus sueños e ideas. Es por esto que distintas organizaciones nos unimos en torno a la campaña #AhoraVota (www.ahoravota.cl), impulsada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con el objetivo de llamar especialmente a los jóvenes a votar el día de la elección, superando la apatía y la desesperanza sobre las posibilidades de la política para cambiar la realidad.
Desde Educación 2020 esperamos que los jóvenes den su opinión sobre la continuidad y perfeccionamiento de reformas que han contribuido a la equidad y la inclusión en el sistema educativo, que exijan mayor calidad e innovación pedagógica, que saquen la voz por sus compañeros más pequeños y las políticas en primera infancia que tanto necesitamos. Que pidan un nuevo trato para la educación técnico-profesional que hasta ahora se encuentra inaceptablemente rezagada de las prioridades del país. El impacto que tienen todas estas medidas en el futuro de nuestros niños y niñas ya es razón suficiente para participar. No podemos dejar pasar la oportunidad de elegir quiénes representarán sus derechos y los nuestros durante los próximos cuatro años.
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Elecciones e infancia vulnerable
Si pragmáticamente pudiésemos exigirle sólo una cosa al próximo presidente (a) de Chile, es que se comprometa con los niños de nuestro país, que están en situación de vulnerabilidad. A estas alturas del desempeño político exhibido, muchos ya no aspiramos a que se desarrollen planes coherentes en materia de Seguridad Ciudadana, ni que se perfeccione el sistema de justicia penal, ni siquiera que se legisle adecuadamente una nueva Ley Antiterrorista. Ello, porque sabemos que es muy probable que en exiguos cuatro años de gobierno, y como ha sido la tónica desde el retorno a la democracia, el próximo ejecutivo nuevamente pondrá el foco de la estrategia contra el delito en el aumento de los recursos policiales, adornándolo con un par de programas bien intencionados desde las subsecretarias del Interior y de Prevención del Delito, pero absolutamente insuficientes y desconcatenados. Sin embargo, el tema de la infancia vulnerable en Chile se encuentra en una etapa crítica, y posiblemente en nuestro país no está cumpliendo cabalmente sus compromisos internacionales en materia de Derechos del Niño, y de otras convenciones en temas de infancia y derechos humanos. Ello, porque los últimos sucesos conocidos respecto a la posibilidad de recepción de órganos, por niños de entorno vulnerable, significa sobrepasar un umbral de vulneración de derechos, por su carácter discriminatorio, con resultado de muerte de menores de edad por falta de atención del Estado.
Ya no sólo se trata de las decenas de muertes de niños en hogares del Sename, en circunstancias violentas o de abandono; ni de casos de explotación sexual de niñas y niños al cuidado de dicha institución; ni de la victimización y vulneración de derechos que aún sufren los niños, en su paso por el sistema de justicia penal, sea como imputados o víctimas, pese a la reforma procesal penal; ni de la falta de asistencia a menores extranjeros.
Es la suma de todas estas circunstancias, la que nos hace sostener con profunda convicción, que estamos en un nivel que puede tornarse crítico, si no se realizan acciones urgentes y profundas en materia de infancia, que están lejos de reducirse a la simple reestructuración del Sename. Por ello, a días de las elecciones, seguimos extrañando el compromiso de los candidatos, por una profunda reforma en materia de infancia vulnerable, que es sin duda el reflejo más doloroso de las profundas brechas sociales de nuestro país, y de la desidia de la clase política.
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La paz esté con ustedes, ¿a cambio de qué?
A 30 años de la emblemática visita a Chile del Papa Juan Pablo II -en un encuentro que marcó varias generaciones y cuyas imágenes e himnos recordamos aún con facilidad y emoción- nuestro país se prepara nuevamente para recibir al arzobispo de Roma, en esta oportunidad, el Papa Francisco. Un evento que debiera ser motivo de alegría y orgullo para el país, y que sin embargo ha perdido su sentido real y espiritual para enfrascarse en una discusión racional sobre su financiamiento y los elevados costos que esto implica.
La estrategia comunicacional utilizada para transmitir su visita, así como la campaña “Papa Francisco, yo lo invito”, que alude a que todos los chilenos aporten dinero para apoyar la iniciativa y se hagan parte de ella, nos está haciendo perder una oportunidad única de volver a vivir una experiencia memorable. Robert Mckee, reconocido como el mejor profesor de guiones del mundo, bien señala que el éxito está en generar historias que muevan y conmuevan y olvidarse un poco de la retórica convencional argumentada en cifras, hechos y estadísticas, que buscan el convencimiento desde una perspectiva intelectual y que resultan poco eficiente.
El mensaje y la forma de construir una historia es fundamental y debe despertar las emociones si queremos mover las energías. ¿Dónde quedó el mensaje que el Papa quiere transmitirnos como país? ¿El encargo que nos hace mientras vivimos la espera?, ¿la paz social que viene a fomentar en una sociedad cada vez más intolerante?, ¿o su experiencia en Chile cuando se formaba como Jesuita en la actual comuna de Padre Hurtado (antes Melipilla)? Tenemos la suerte de recibir a un Papa que se ha caracterizado por llegar a la gente con su ejemplo de humildad y sencillez, con mensajes claros y sencillos. Un Papa que además es cercano por su procedencia Sudamericana, y sin embargo nada de eso ha logrado instalarse en la discusión, sino justamente todo lo contrario.
Si miramos cómo ha manejado este tema Perú, por ejemplo, el financiamiento no ha sido el foco de la noticia, pese a que manejan cifras similares a las nuestras, porque el énfasis se ha puesto en el sentimiento país: “Es tiempo de unir nuestros corazones y mirar con esperanza hacia el futuro. Recibamos al Papa en un país unido”. En Chile en tanto el lema “La paz les doy”, no ha podido ser profundizado, no ha sido catalizador de una invitación a nuestra sociedad y además queda la sensación de que hay que pagar por ella.
La última Encuesta Bicentenario de 2016 indicó que solo un 58% de las personas se considera católico –frente al 70% que decía profesar esa fe en 1987- al mismo tiempo que un 56% manifestó su rechazo frente a la Iglesia Católica en relación al nivel de confianza en las instituciones. Frente a este escenario, es difícil pensar que los chilenos miren con buenos ojos la campaña financiera de esta visita, y un error no haber anticipado esta respuesta.
Basta pensar en nuestra idiosincrasia, en cómo vibramos con las buenas noticias, en el orgullo de ser chileno y de lo que nos identifica: “Y verás cómo quieren Chile al amigo cuando es forastero”. Mejor sería entonces, abogar por un mensaje país, una marca país, que nos permita recibir su paz, independiente del credo o no credo. Finalmente, el legado de la visita de una figura como Francisco es su mensaje, y ha sido hoy el más ausente de todos.
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Candidatos y el uso de recursos auxiliares
El reciente debate presidencial organizado por Anatel evidenció la tendencia de los políticos a usar material auxiliar para ilustrar sus ideas.
Un ejemplo fue el uso, ya recurrente y poco afortunado, de fotografías o impresiones de tweets por parte del candidato Marco Enríquez-Ominami. En este caso fue para arremeter contra del candidato Alejandro Guillier y pedirle explicaciones por supuestas amenazas de uno de sus asesores. Claramente, lejos de transmitir ideas claras, el recurso generó confusión y alejó el debate de su función, la exposición de ideas.
La candidata Beatriz Sánchez, por su parte, mostró un documento que identificó como una carta de la Fiscalía, notificando el fin no concluyente de la investigación de una denuncia. Añadir información censurada a ojos del espectador debido a la ilegibilidad de un documento mostrado ante las cámaras de televisión, resta legitimidad y efectividad a este tipo de recursos auxiliares.
Especial mención merece el ejemplo del candidato Sebastián Piñera al defender su gobierno en el tema de la delincuencia. Como sus contendientes le recuerdan una y otra vez su promesa de “acabar con la delincuencia”, decidió apoyarse en un gráfico para defender su labor. Este gráfico, bajo el título “Delincuencia”, mostraba mediante tres barras el porcentaje de victimización de los años 2010, 2013 y 2016. A simple vista, la barra correspondiente a su administración (2013 con un 22.8%) tenía una altura de menos de la mitad que la de la barra del año 2010 (30.7%).
Según Edward Tufte, eminencia mundial en el campo de la visualización de datos, truncar gráficos no mostrando el nivel cero del mismo genera escalas relativas y deforma las conclusiones extraídas de los datos. Es más, en su libro “La representación visual de información cuantitativa”, advierte del problema y define como “factor de mentira”, lie factor, la distorsión de los datos producida por una mala visualización, que corresponde a la proporción entre la diferencia mostrada en el gráfico y la diferencia real de los datos. En el caso del gráfico antes mencionado, el “factor de mentira” era de aproximadamente un 633%.
Sin duda, estos ejemplos nos deben llevar a pensar en cómo formar ciudadanos más atentos a estas distorsiones, y en el papel de nuestros políticos e instituciones en lo que se ha venido a llamar como la posverdad.
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