Óscar Contardo's Blog, page 196
April 17, 2017
Hilos conductores
POCAS VECES uno participa en momentos históricos con conciencia de que lo son. La renuncia de Lagos el lunes pasado tiene algo de eso. No solo es un problema de la mayoría de la dirección del PS que sepultó su candidatura. Todos debemos sopesar sus consecuencias.
Si hay un hilo conductor de esto, es que una forma de entender la unidad de la centroizquierda da muestras de crisis terminal. Partió hace ya tiempo, se extremó en los últimos años. Podrán seguir escuchándose invocaciones líricas a “programas” o discusiones sobre listas parlamentarias; pero, más que una “alternativa de centro izquierda”, queda solo una suma de partidos en busca de no perder. Percibo a la Nueva Mayoría como postrera y decadente versión de los decenios concertacionistas.
Quienes crean en una gobernabilidad moderada y progresista para Chile, tienen el desafío de crearla. Una fuerza sólida de diversidad abarcadora y cohesionada por una lógica compartida; para así volver a dar gobernabilidad de calidad, hoy perdida. No es reconstrucción de lo preexistente. El mundo post industrial, sus valores y culturas, no son aquellos donde nacieron la socialdemocracia y el socialcristianismo. Estos son cantera, pero el progresismo moderado debe construir su siglo XXI. Claves sociales son, un país y un mundo distintos al de los años 90, crisis de confianza en pilares ineludibles de la sociedad como son el estado democrático y una economía social de mercado, fin del monopolio de la izquierda tradicional sobre el mundo social de izquierda, amenaza a la continuidad de la hegemonía cultural de centro izquierda o moderada en la sociedad, vértigo de cambio científico, tecnológico y político que sacude el mundo.
Con todo, hay demandas insoslayables de esta coyuntura crítica, aunque solo motiven a los involucrados. Forzar las cosas con amenazas apenas veladas, no preludia una coalición más sólida mañana. José Miguel Insulza desdramatizó la existencia de dos candidatos a primera vuelta, buscando salvar otros puntos de unión y la directiva del PPD concurrió a obsequiar a Carolina Goic las bases programáticas preparadas por Ricardo Lagos. Ambos demuestran entender mejor que el senador Guillier, que el abandono del PS al eje DC-PS, cimiento de la alianza por decenios, genera un vacío muy grave.
Los fines de ciclo son tiempos revueltos. Gane o pierda la Nueva Mayoría, siendo lo primero más improbable, hace de la construcción de un nuevo progresismo moderado la ocupación prioritaria para las fuerzas políticas y personas, que se sientan convocadas a la tarea. En el más optimista de los escenarios, el ciclo actual solo puede prolongar su agonía pero no revertirla.
Por todo lo dicho, queda otro hilo conductor por reconocer. Podemos opinar y colaborar, pero son sobretodo nuevas generaciones, distintas a la de Lagos, o a la mía, y personas también distintas a las de la actual dirigencia sin norte, que dio mala gobernabilidad a la centro izquierda, a quienes toca el peso principal de esta tarea. Constato esa fuerza emergente en la sociedad, me entusiasma y me alisto a colaborar con ella.
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Banalidad política
EL RECHAZO del Partido Socialista a la candidatura del expresidente Lagos ha generado distintos y profundos análisis políticos acerca de su significado y los nuevos espacios que se abren.
Pero hay un punto que ha quedado olvidado. Un aspecto que se deriva de la más rústica naturaleza humana y que cada vez está marcando más a la NM: el temor a perder la pega y los privilegios del poder.
En el portazo a Lagos hay tres actitudes muy evidentes. Más que decisiones respecto de proyectos o ideas sobre el futuro de la izquierda, presenciamos el simple ejercicio -acomodaticio y pragmático- de cómo tratar de no perder el gobierno.
La primera fue anterior a la votación. ¿Voto secreto o público? Cuando se busca definir caminos de un proyecto político y social lo único que no se quiere, ni se debe hacer, es que ese proceso sea secreto. ¿Alguien conoce las intervenciones, los discursos más relevantes, los fundamentos e ideas de una u otra opción? Secreto y silencio, la antítesis de la vida política y pública. ¡Y se estaba discutiendo ni más ni menos que una candidatura presidencial!
Esto solo se entiende como un mínimo sentido de pudor respecto de lo que se estaba haciendo. No era un debate de ideas ni de proyecto país, sino simplemente el intentar cuidar la pega. Las motivaciones reales, pero poco presentables, sin duda requieren secreto.
La segunda fue una vez elegido Guillier. El ex presidente del partido, diputado Osvaldo Andrade, dice una frase para el bronce sobre el candidato que revela lo que de verdad él y muchos piensan: “Tendremos que dotarlo de contenidos, cuando yo hablo de dotarlo, estoy pensando en un conjunto de aspectos en que todavía no está claro en lo que está pensando”. Tal cual. ¡El PS eligió a Guillier como su candidato presidencial sin tener claro lo que piensa!
Debe ser un caso único en la historia política del país. El máximo esplendor de la banalidad de la política. Lo elegimos porque nos puede convenir para intentar mantener el gobierno y nuestras pegas, aunque aún no tenemos claro lo que piensa. ¿Algo más que agregar?
Pero faltaba aún un episodio. Este candidato presidencial, presentado y analizado como fruto de una nueva generación y visión del socialismo futuro, recibió esta trascendente misión en una simple reunión con la directiva del PS al día siguiente de su proclamación. Solo una notificación y apretón de manos. El “contrato” estaba listo: no eres militante ni parte del mundo socialista, ni siquiera sabemos cómo piensas, pero apareces algo mejor en las encuestas (16%), ayúdanos a conservar las pegas y privilegios.
Qué curioso. Parece haber más consternación por la bajeza que le hicieron a Lagos que motivación por haber elegido a Guillier. Eso lo dice todo.
Una estatua a la banalidad política, su oportunismo y vacíos, su dramática ausencia de convicciones e ideales, olvido de sus épicas y motivaciones y desprecio a sus historias, luchas, líderes y mártires. Cómo se pretende gobernar un país cuando lo único que se muestra es la peor y más insignificante expresión de la política: mantener el poder por el poder e intentar no perder las pegas y privilegios. Eso es hoy la Nueva Mayoría. La banalidad no solo no obtiene triunfos sino que, peor aún, conduce a la nada.
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Densidad sin hacinamiento
LA MAÑANA del 6 de abril, el urbanista que por más de tres décadas ha liderado la planificación de Singapur, Liu Thai Ker, presentó al Intendente Orrego y a las autoridades regionales, su visión de una “planificación urbana inteligente” para Santiago. Para Lui la ciudad es un sistema complejo, donde proyectos públicos y privados no pueden tener sus propias reglas sino más bien respetar dicho sistema, basado en un plan urbano y de transportes claro para la ciudad, y un gobierno metropolitano con poder para implementar y fiscalizar, bajo el principio de anteponer los intereses de la comunidad por sobre los del individuo.
Una vez terminada la exposición, el Intendente Orrego compartió con Liu sus aprehensiones respecto a las carencias y vacíos de la planificación en Santiago, y le mostró las fotos de los megaedificios de departamentos en Estación Central. Sorprendido y sin mayor conocimiento del caso, Liu respondió que Santiago, así como Singapur y muchas otras ciudades, pueden y deben densificar en torno a sus centros urbanos y ejes de transporte, siempre y cuando los proyectos logren densidad sin hacinamiento y los territorios cuenten con los servicios y equipamiento adecuados. Orrego agradeció la presentación y partió raudo junto a sus asesores a la conferencia de prensa donde denunció los “Guetos verticales”.
La reacción de los medios y especialistas no se dejó esperar, acusando faltas de ética y autorregulación de la industria inmobiliaria, así como incapacidad de las autoridades para impedir estas moles. El término “Guetos verticales” no es nuevo, de hecho fue acuñado hace dos años en el libro “Infilling”, paradojalmente publicado por la inmobiliaria Socovesa, donde sus autores, Poduje, Martíez y Jobet denunciaron y advirtieron los problemas que tendrían ese tipo de edificios a futuro.
Sin duda, el caso de Estación Central presenta varios dilemas éticos, pero no podemos generalizar o estigmatizar a toda una industria por las malas prácticas de una minoría. Efectivamente hay arquitectos y desarrolladores dispuestos a diseñar edificios que maximizan la constructibilidad, aprovechando vacíos normativos y eludiendo condiciones mínimas para mitigar sus impactos. Pero detrás de esa acumulación de departamentos, hacinados y sin luz de día, hay también personas dispuestas a gastar los pocos ahorros que tienen para vivir cerca de sus trabajos y los beneficios de la vida urbana en el centro.
El problema de los “Guetos verticales” es que la industria y los reguladores no hemos sido capaces de generar modelos de densidad sin hacinamiento como los que propone Liu, que permitan a familias de grupos medios-bajos acceder a los beneficios de vivir en zonas cercanas a los centros urbanos. La misma regulación urbana, cuyos vacíos permiten atrocidades como las de Estación Central, tampoco ha sido capaz de ofrecer viviendas bajo las 1.000 UF al interior del anillo de Américo Vespucio, condenando a cerca de 10 mil familias al año a no tener otra opción que ser expulsados a las periferias.
Espero que esta polémica, más que generar un veto a la vivienda en altura, movilice a industria y reguladores hacia la promoción de modelos más adecuados de densidad habitacional en sano equilibrio con la calidad de vida urbana, como lo han hecho Barcelona o Singapur.
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La amenaza de las primarias
A finales de noviembre del año 2012 el entonces presidente Sebastián Piñera, con “enorme satisfacción” (como suele haberla en estas instancias), realizó un acto de promulgación de una ley que permitía el desarrollo de primarias legales. Sería una ley que “mejora la calidad de la política y la calidad de la democracia de nuestro país” y que contribuiría a generar “mayor confianza” en política que ya se veía, en esos momentos, enfrentada a serios cuestionamientos. En palabras del propio presidente: una “política enferma”.
Hoy, a poco tiempo de las primarias legales, y cuando ya han pasado 5 años de aquel acto republicano de promulgación esas palabras, que hablaban de esperanza en la generación de nuevos instrumentos para acercar la política a las personas, devinieron en el pragmatismo que ha defendido el ex ministro del Interior Andrés Chadwick: hay que volver a repensar si las primarias son “funcionales” para construir un Chile mejor.
Hace rato que se “olía” el poco interés del comando del ex presidente por la realización de las primarias: en definitiva, sería un desgaste innecesario porque el triunfo está asegurado. El problema es que demuestra una incomprensión absoluta del problema de fondo que aqueja a nuestra política en general y a la derecha en particular.
En primer lugar, y quizás en el sentido más obvio, la política se construye a partir de confianzas y la palabra propia ahí tiene un valor absoluto. Se comunicó, se actuó y promovió la realización de primarias y, por lo tanto, esa palabra –que en los hechos ya fue empeñada- se pone en duda y por lo tanto la misma credibilidad política. ¿Por qué creer lo que se diga a futuro si la palabra cambia cuando el escenario ya no resulta conveniente?
Por otra parte, la derecha tiene sobre su cabeza la sombra de un déficit político a la hora de comunicar y convocar a su proyecto, y por lo tanto descartar instancias que permiten precisamente es un lujo en tiempos de escasez. La unión, que se ve representada en la realización de una primaria, es en este sentido fundamental y por lo tanto quienes decidan descartarla tendrán que hacerse cargo de la fragmentación. Ya no será Ossandón o Kast los díscolos, sino el ex presidente quien no estuvo dispuesto a someterse a un ejercicio democrático y enriquecedor como una primaria. Y la política, si es que es necesario recordarlo, se hace con símbolos, y el símbolo quedaría bastante claro.
Quizás el mayor atractivo de evitar una primaria está en que dado el escenario de la izquierda y la probable participación de la candidata DC, Carolina Goic, en primera vuelta, resulta sensato pensar que Manuel José Ossandón perderá mucho voto de centro en desmedro de Goic y así se asegura una aún mejor posición del ex presidente Piñera en la primera vuelta. Pero esta observación pasa por alto que Ossandón ya compitió, y salió victorioso, en un escenario parecido cuando fue candidato a senador y se enfrentó a Laurence Golborne (a su derecha), a Soledad Alvear (al centro con él) y Carlos Montes (en la izquierda). Ossandón resultó primero, Golborne segundo, Montes tercero y Alvear cuarta.
Cuando se quieren evitar las primarias es bueno recordar, además de lo simbólico y lo político que se encuentra comprometido, algo tan pedestre como que el Senador Ossandón ya recolectó las firmas necesarias para llegar a primera vuelta y por lo tanto esa competencia no se podrá evitar. Quizás el cálculo de la “funcional” en este caso sea distinto y simplemente no de para inventar la rueda.
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Guillier y el PS: ¿Una errada decisión?
El domingo 9 de abril pasará a la historia como el día en que el Partido Socialista desconoció las órdenes de aquellos que siempre estructuran el partido, y optó por el senador Alejandro Guillier como su abanderado presidencial para disputar el sillón presidencial al candidato de la derecha Sebastián Piñera.
¿Qué lectura puede hacerse de este capítulo de la historia del longevo Partido Socialista de Chile? ¿Estamos al borde de la debacle republicana y del fin de la Nueva Mayoría? ¿Es responsable la nueva generación de dirigentes del PS de esta “absurda” decisión?
En primer lugar, es preciso analizar los factores de contexto. La contienda presidencial se desarrollará en un ambiente turbulento. Los partidos políticos como nunca antes, presentan los peores niveles de confianza institucional, particularmente quienes han detentado el poder durante los últimos 25 años, por lo que las propuestas que emanen de éstos públicamente, van a ser cuestionadas por la ciudadanía y por los nuevos actores políticos emergentes, quienes fueron los primeros en criticar duramente la decisión de apoyar a Guillier, como el Diputado Gabriel Boric, cuya ácida crítica a través de twitter demuestra su desconocimiento del momento político que vive el PS, y su falta de experiencia de lidiar con una compleja estructura partidaria de masas, la historia, cultura y tradiciones del socialismo chileno.
En segundo lugar, es necesario desdramatizar lo ocurrido. Si bien el Pleno del Comité Central del 9 de abril, ha sido por lejos uno de los más difíciles de la historia reciente del PS, no es la primera vez que se debe recurrir a una votación secreta. Recordado es el acontecimiento del año 2009, cuando se debió decidir quién competiría como candidato a senador por la VIII región costa, si Alejandro Navarro o José Antonio Viera-Gallo.
En un tercer punto, hay que hacer referencia a las implicancias generacionales de la decisión, de las cuales poco se ha ahondado, pero que sin duda marcarán un antes y un después en las formas de hacer política del socialismo chileno.
El encono del laguismo con la decisión junto a los amedrentamientos públicos y privados que ha recibido la directiva del PS encabezada por Álvaro Elizalde, demuestran una reacción delirante de la élite laguista (como conceptualizó la Periodista Patricia Politzer), que intentó a través de los medios de comunicación imponer a su candidato.
Las amenazas de los antiguos “barones” socialistas, no eran sólo privadas, sino que también fueron públicas. Versaban desde el fin de la Nueva Mayoría como unión del centro con la izquierda democrática, una posible aventura DC en las elecciones parlamentarias, bajando el rendimiento electoral de la coalición, pues existiría la tentación de competir en dos listas, lo que significaría una disminución en términos porcentuales de la Nueva Mayoría en el Congreso Nacional con la aplicación del nuevo sistema y mapa electoral, y los peores males que podrían avecinarse para la ciudadanía chilena.
Demasiado se ha criticado a esta nueva generación política de su pragmatismo, al apoyar a un candidato “sin ideas ni programa” y sólo por su rendimiento en las encuestas. Críticas que provienen tanto de la derecha como de la totalidad del Frente Amplio. Sin embargo, cuando la respuesta es que se desea realizar un programa con la ciudadanía, se le acusa de populista (pero a la candidata Beatriz Sánchez, que plantea lo mismo, no recibe el mismo trato). Mientras que el candidato Lagos-Escobar, ofrecía una serie de medidas, construidas con un equipo técnico de alto nivel, pero que al parecer no fueron suficientes en el actual escenario.
¿Qué hay detrás de esta generación de barones socialistas y su ferviente opción por el candidato Lagos?
La respuesta no es tan difícil. Los barones socialistas dirigieron no sólo al PS, sino también al país bajo la institucionalización de acuerdos o pactos de gobernabilidad como los llamaba Boeninger, (Boeninger, 2014) entre la clase política y el empresariado. Sin lugar a dudas esta fórmula resultó exitosa para la transición a la democracia, pero generó su primera fisura el año 2011, en que la ciudadanía se cansó de esta política correcta y de salones, y se lanzó a la calle en forma masiva a pedir gratuidad en la educación en un principio, pero que acabó cuestionando la carta fundamental situado en la actualidad como el último enclave autoritario de la dictadura pinochetista, y ahora demanda poner fin al sistema privado de pensiones.
Este modo de hacer política, le otorgó privilegios a los barones (cupos en el gobierno, capacidad de incidir en las decisiones), los cuales se verían reflejados en la permanencia de un próximo gobierno encabezado por Ricardo Lagos, que en ningún caso puede desconocerse su inteligencia e impronta republicana, así como también su capacidad de pensar Chile como el gran estadista que es. Sin lugar a dudas su figura resultará ejemplificadora, para quienes deseamos conocer formas de cómo gobernar de manera exitosa. No obstante, él fue víctima de quienes impulsaron esta arriesgada apuesta, quienes omitieron información popular e interna del PS, pues ya no contaban con los apoyos necesarios. El candidato jamás pudo despegar en las encuestas, pero también su liderazgo no calzaba con la ciudadanía actual, en que su principal enemiga era su historia y su gobierno, altamente cuestionado por los acuerdos con el empresariado y las soluciones de política pública basadas en concesiones. Este detalle no puede soslayarse, pues al parecer este nuevo “ciudadano-consumidor”, ya no tolera la provisión de servicios sociales a través de privados, soluciones que Lagos hasta el día de hoy, promovía en su programa.
Esta élite socialista reaccionó de manera violenta, denostando la figura de Alejandro Guillier con argumentos clasistas, que van desde que los radicales carecen de preparación, hasta que éste es un candidato cuyas ideas están ausentes.
Lo impresionante es constatar entonces que para quienes defienden a Lagos, la política es un espacio privativo sólo para expertos, vale decir, para hacer políticas públicas es preciso tener una serie de tecnócratas que en base a “objetivos modelos matemáticos”, diseñan políticas públicas. Lo curioso de esta situación, es que la mayoría de éstas políticas han fallado rotundamente, encontrándose con una realidad diferente a la planteada en los papers académicos. Es por esta razón, que las nuevas propuestas de diseño y aplicación de políticas públicas plantean la necesaria incorporación de la participación ciudadana, para que quienes recepcionen las decisiones gubernamentales le indiquen a la institucionalidad por dónde debe ir el camino (Subirats et. al. 2007). Por otro lado, si bien la propuesta programática de Lagos, resultaba interesante, en muchos aspectos se podía apreciar la escasa capacidad de diferenciar los tipos de ciudadanía y las múltiples discriminaciones que padece el público objetivo, incorporando tibiamente la perspectiva de género. Ni pensar por cierto en hacer un análisis interseccional, necesario para el Chile actual (Crenshow, 1989).
No se trata solo de encuestas o de decidir con la calculadora. Se trata entonces de pelear un espacio político y de decisiones de una nueva generación que se cansó de recibir las directrices de los barones. Que compite no sólo contra la derecha que promete una retroexcavadora para poder terminar con derechos sociales adquiridos. Compite además con oligarquías internas que han alimentado y sustentado el tronco del Frente Amplio, posibilitando la creación de Revolución Democrática, que de un tiempo a esta parte ha terminado por satanizar el trabajo político de los partidos tradicionales, intentando ocupar el espacio histórico del Partido Socialista, confundiéndose ideológicamente, amparados en un ciudadanismo político (que ni siquiera ellos han podido definir).
Estos barones que no creen en las transformaciones profundas, pues el camino coherente resultaría realizar un par de reformas o arreglos institucionales.
La nueva generación está consciente que se necesita continuar con las reformas del gobierno actual, pero apuntando a un cambio profundo de la estructura del Estado, que no se consigue si no es con un nuevo pacto social con esta nueva sociedad, el cual debe hacerse por medio de un proceso participativo plasmado en una Asamblea Constituyente.
La invitación entonces es a poder mirar la política de otra manera, a pelear los espacios a los de siempre, invitación que se le está haciendo a los otros actores de la Nueva Mayoría, incluyendo la DC. En ningún caso esta generación quiere abolir la coalición, por el contrario, existe consciencia de la necesaria unión para profundizar la desgastada democracia chilena.
Boeninger, E. (2014). Gobernabilidad: Lecciones de la experiencia. Editorial Uqbar. Santiago.
Crashew, K. (1989). Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics. University of Chicago Legal Forum. Chicago.
Subirats, J., Varone, F., Larrue, C. (2008). Análisis y Gestión de Políticas Públicas. Editorial Ariel. Madrid.
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Una lucha maratónica
Desde hace mucho tiempo las mujeres vienen dando una lucha que busca la defensa de sus derechos y visibilizarlas en un mundo dominado por hombres y hecho a la medida de estos. Aunque los días en que la mujer no tenía derecho a voto y su educación estaba orientada hacia la crianza de los hijos y las labores del hogar parecen hoy algo lejanos, la batalla que han dado no ha tenido coto y cosas que nos parecen descabelladas fueron conquistas recién alcanzadas hace no más de un par de décadas.
El deporte no ha estado ajeno a ese territorio de batallas y, en ese plano, la historia del maratón tiene más de un capítulo que aportar. En particular, el maratón de Boston, que hoy celebra su edición número 121 y que en los 60 vivió dos ediciones muy simbólicas: las de 1966 y 1967.
Los Estados Unidos de ese entonces vivían un momento especial: la revolución hippie ya cobraba sus formas para su desembarco definitivo de la mano del amor libre, la sicodelia y Woodstock; Kennedy había sido asesinado; la población afroamericana salía a la calle para pelear por sus libertades civiles, y Vietnam era una guerra que ya se había convertido en una pesadilla.
La mujer estadounidense tenía derecho a voto desde 1919, pero eso no había allanado del todo la posibilidad de igualarse con el hombre en cuanto a oportunidades y derechos. Los trabajos a los que podían aspirar en esos años solían no pasar de las tareas de una secretaria. Y en lo que a carreras se refiere, no era bien visto que corrieran en público. Es más, las distancias permitidas para ellas llegaban a los dos kilómetros y medio, en el entendido que físicamente estaban impedidas de ir más allá. Pretender que una mujer pudiera correr un maratón era sencillamente ridículo. Como recuerda la maratonista Roberta Bobbi Gibb: “Nos consideraban débiles, tontas e intrascendentes”.
Fue la propia Roberta Bobbi Gibb quien comenzó a cambiar esa historia. Luego de asistir junto a su padre a ver un maratón supo que estaba hecha para eso y que nadie le iba a impedir hacer el intento de cruzar la meta tras correr poco más de 42 kilómetros. Entrenó para ello hasta que se dio cuenta de que, al igual que un hombre, podía cubrir la distancia. Sin embargo, cuando quiso gestionar su inscripción en el maratón de Boston, le respondieron que se trataba de una carrera sólo para hombres, ya que las mujeres eran fisiológicamente incapaces de cubrirla.
La negativa no hizo más que multiplicar su motivación. No corría tanto por ella como por demostrar que las mujeres estaban preparadas para superar una prueba tan difícil como esa. Ingresó de manera subrepticia en la carrera -saltó de entre unos arbustos prácticamente desde la línea de salida-. A poco andar la prensa reparó en ella y la siguió expectante hasta que cruzó la meta en el lugar 124 de entre 450 competidores, cronometrando tres horas, 21 minutos y 40 segundos. Los últimos metros los hizo en puntillas; las plantas de sus pies sangraban y estaban llenas de heridas.
El logro de Roberta no fue en vano, un año más tarde otra maratonista consiguió engañar a la organización al inscribirse solo con sus iniciales y correr de manera oficial con el dorsal 261. Kathrine Switzer debió soportar el asedio del director de la carrera, quien intentó, en vano, sacarla a la fuerza de la competencia.
Las mujeres no bajaron los brazos. Comenzaron a organizar maratones no sólo en Estados Unidos, sino en 27 países. Corrieron una y otra vez los 42,195 kilómetros. Lo hicieron hasta que el Comité Olímpico Internacional (COI) aceptó incluir el maratón femenino dentro de los Juegos de Los Ángeles, en 1984, aportando un grano de arena a la igualdad entre hombres y mujeres.
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Aprender de los errores
Hay ocasiones en que a Gonzalo Espinoza se le va de las manos ese despliegue intenso que lo caracteriza y lo convierte en fuerza desmedida. Una jugada de esas dejó a la “U”, por segunda oportunidad en los últimos tres partidos, con uno menos antes de la media hora.
Esta vez el enemigo interno, como lo fueron Gustavo Lorenzetti en Concepción y Johnny Herrera en el Superclásico, no echó por tierra la operación de meterse definitivamente en la lucha por la corona.
Los azules aprendieron de los errores vividos hace dos semanas en el sur, donde una mezcla de cautela y falta de ideas le impidieron conseguir algo más que un aburrido 0-0.
Ahora, tras la roja, mantuvieron la presión en área rival, agrandaron la cancha y aprovecharon las orillas para hacerle daño a Antofagasta, al que nunca le cedieron el control del duelo, ni siquiera cuando Ángel Hoyos decidió sumar a Alejandro Contreras en lugar Sebastián Ubilla.
Si la enorme entrega de Leandro Benegas fuera la misma que su eficacia frente al arco, la diferencia hubiese sido más que un gol de penal y, además, un par de contenciones del arquero universitario no habrían dejado la sensación de alivio.
Faltan cinco fechas y a la “U” le tocan cuatro de ellas en Santiago.
Nada de lo queda es fácil. La UC y O’Higgins, ambos de visita, se presentan como lo más complicados. Pero están Wanderers y Cobresal, dos desesperados por el descenso, aunque quizás los nortinos ya tengan sentenciado su futuro cuando los enfrente. Son tres puntos los que separan a los laicos del líder Colo Colo. El calendario de los albos tampoco es sencillo y presenta dos salidas duras: al siempre incómodo césped artificial de Quillota para enfrentar a San Luis y al encumbrado Everton. Iquique es el otro en la discordia, aunque falta ver si el desgaste de la Copa Libertadores no le vuelve a pasar la cuenta como le ocurrió este fin de semana.
Después de muchos palos de ciego y una búsqueda que incluyó dos técnicos y varios millones de dólares, Universidad de Chile ha dado con el funcionamiento que extrañaba, ese que la mete en la discusión por el título y que le ayuda a sacar adelante un partido en inferioridad numérica, demostrando que sabe sacar lecciones del pasado.
La salida de la “Gata” Fernández -la supuesta figura del plantel- también sirvió mucho: le abrió la puerta a un devorador como Felipe Mora, que se fagocita cada milímetro que le dan.
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April 16, 2017
La alianza fantasma
Pasará un buen tiempo antes de que el polvo se disipe y sepamos qué significó exactamente la renuncia de Ricardo Lagos a sus aspiraciones presidenciales. ¿Es el fin de la izquierda socialdemócrata? ¿Es el anticipo de un nuevo escenario político, que ya no estará dividido en dos sino en tres, con la centroderecha a un lado, la Nueva Mayoría al otro y un Frente Amplio radicalizado tironeando el telón por abajo? ¿Es la rendición del principal partido de izquierda al populismo? Son todas hipótesis apasionantes y atendibles. Pero también es atendible la versión de que aquí no ocurrió gran cosa, entre otras cosas porque el fracaso de Lagos lo único que hizo fue demostrar que el rey estaba desnudo desde hacía rato. Si no lo hubiera estado, por supuesto su candidatura habría tenido convocatoria mayor. Su aplastante derrota en el comité central del PS y su irrelevancia en las encuestas dan cuenta de que la izquierda que él representó estaba muerta desde hacía tiempo. El grueso de su partido le dio la espalda, porque, aparte de quererlo poco (cosa de la cual el ex presidente, al parecer, no estaba enterado), las bases juzgan que ahora mucho más importante que fortalecer la alianza con el centro, en concreto con la DC, es izquierdizarse para salir a disputarle el voto antisistémico al Frente Amplio. Para esos efectos, digamos, Lagos no era el hombre, aunque quiso serlo. En fin, también es discutible la claudicación ante el populismo, porque en realidad esto venía de antes. ¿Qué otra cosa sino eso, populismo puro y duro, fue la embriaguez con que la Nueva Mayoría se articuló en torno al retorno de Michelle Bachelet a La Moneda? ¿Acaso fueron las convicciones, acaso fue el proyecto político de Bachelet como candidata el factor que movilizó a los partidos? ¿No habrán sido más bien las encuestas?
Muy posiblemente, los problemas que hoy enfrenta la centroizquierda no tienen nada que ver con Lagos o con Alejandro Guillier. Tienen que ver con haber inspirado un gobierno que, a pesar de sus buenas intenciones, fue decepcionante en muchos planos y desastroso en otros. También tienen que ver con la falta de acuerdo dentro del oficialismo sobre cómo continuar -mejor dicho, cómo remontar- esta pobre experiencia gubernativa. Mientras la Nueva Mayoría no se haga responsable de lo primero, con una profunda autocrítica, le será difícil llegar a acuerdos en lo segundo. Lo que refleja la actual tensión interna del bloque entre la DC y sus socios es precisamente la divergencia respecto del proyecto. El problema de fondo es ese, no si es oportuno o inoportuno que la DC se someta a primarias o lleve candidato propio a la primera vuelta, y tampoco si pueda ir en una sola lista parlamentaria común o en lista aparte.
Los plazos son tan cortos, que lo más probable es que el oficialismo se ordene por arriba. La urgencia juega más a favor de las continuidades que de las rupturas. Aunque tenga algo de alianza fantasma, la Nueva Mayoría persistirá mientras sus socios no encuentren espacios más expectables o acogedores adonde emigrar. Siendo así, algo tendrá que concederle el oficialismo a la DC para mantenerla en el redil y, puesto que en esto no hay nada nuevo bajo el sol, lo que está más a la mano para negociar son los garrotes y las zanahorias envueltas en la lista parlamentaria. El oficialismo intuye que, estando la presidencia en riesgo, el único poder al que puede aspirar está en el Parlamento. Pero eso supone concentración de esfuerzos y, al menos hasta el día de la elección, unidad.
En el largo plazo, lo que realmente está en juego en esta pasada es la viabilidad y proyección de la centroizquierda, que fue el eje que ordenó la transición y le dio gobernabilidad al país. Esto, como se ha visto en el actual gobierno, ya no es tan así y eso explica los recurrentes portazos que el Poder Legislativo le ha estado dando a La Moneda. La centroizquierda dejó de ser garantía de gobernabilidad y está en duda que la pueda ofrecer la centroderecha, más allá de ser este, por ahora, el sector con mejores expectativas de llegar al gobierno.
Bachelet, Piñera, Bachelet y Piñera otra vez. En Chile la historia se está repitiendo ya no solo como comedia, según pensaba Marx, sino como reflejo condicionado. La principal diferencia está en que el próximo gobierno se encontrará con un Parlamento más disperso, menos monolítico, puesto que no estará formateado en los hornos del sistema binominal. Eso podría facilitar las cosas. Pero -afírmense- también podría complicarlas.
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Leer un buen periódico
“Leer un buen periódico”, dice un verso de Vallejo, y yo creo que se podría añadir “es la mejor manera de comenzar el día”. Recuerdo que lo hacía cuando andaba todavía de pantalón corto, a mis doce o trece años, comprando La Crónica para leer los deportes mientras esperaba el ómnibus que me llevaba al colegio de La Salle a las siete y media de la mañana. Nunca he podido desprenderme de esa costumbre y, luego de la ducha matutina, sigo leyendo dos o tres diarios antes de encerrarme en el escritorio a trabajar. Y, desde luego, los leo de tinta y de papel, porque las versiones digitales me parecen todavía más incompletas y artificiales, menos creíbles, que las otras.
Leer varios periódicos es la única manera de saber lo poco serias que suelen ser las informaciones, condicionadas como están por la ideología, las fobias y prejuicios de los propietarios de los medios y de los periodistas y corresponsales.
Todo el mundo reconoce la importancia central que tiene la prensa en una sociedad democrática, pero probablemente muy poca gente advierte que la objetividad informativa sólo existe en contadas ocasiones y que, la mayor parte de las veces, la información está lastrada de subjetivismo pues las convicciones políticas, religiosas, culturales, étnicas, etcétera, de los informadores suelen deformar sutilmente los hechos que describen hasta sumir al lector en una gran confusión, al extremo de que a veces parecería que noticiarios y periódicos han pasado a ser, también, como las novelas y los cuentos, expresiones de la ficción.
¿A qué viene todo esto? A que estuve cinco días en Salzburgo, adonde ya no llega la prensa en español, tratando de averiguar qué había pasado exactamente en la Siria de Basher Assad con el uso de las armas químicas contra inofensivos ciudadanos, consultando periódicos en inglés, italiano y francés, sin llegar a hacerme una idea clara al respecto, salvo lo que ya sabía: que aquello fue un horror más entre los crímenes injustificables y monstruosos que se cometen a diario en ese desdichado país.
¿Qué es lo que realmente pasó? Según las primeras noticias, el gobierno de Assad lanzó misiles con gases sarín sobre una población inerme, entre la que había muchos niños, violentando una vez más el acuerdo que había firmado ya con la administración de Obama hace tres años, comprometiéndose a no usar armas químicas en la guerra que lo opone a una oposición dividida entre reformistas y demócratas, de un lado, y, del otro, terroristas islámicos. Esta noticia fue inmediatamente desmentida no sólo por el gobierno sirio, sino también por la Rusia de Putin, aliada de aquel, según los cuales el bombardeo de las fuerzas gubernamentales hizo estallar un depósito de armas químicas que pertenecía a la oposición yihadista, la que sería, pues, responsable indirecta de la matanza.
¿Cuántas fueron las víctimas? Las cifras varían, según las fuentes, entre algunas decenas y centenares o millares, una buena parte de las cuales son niños a los que la televisión ha mostrado con los miembros carbonizados y agonizando en medio de espantosos suplicios.
Este atroz espectáculo, por lo visto, conmovió al presidente Trump y lo llevó a cambiar espectacularmente su posición de que Estados Unidos no debía intervenir en una guerra que no le incumbía, a participar activamente en ella bombardeando una base aérea siria. Y, al mismo tiempo, a criticar severamente a Rusia, por no moderar los excesos genocidas contra su propio pueblo, de Basher Assad, y al expresidente Obama por haberse dejado engañar por el tiranuelo sirio firmando un tratado que éste nunca pensó cumplir. En su campaña y en sus primeras semanas en la Casa Blanca, Donald Trump había mostrado una sorprendente simpatía hacia Putin y su autocrático gobierno con el que parece ahora haber mudado a una abierta hostilidad. Es probablemente la primera vez en toda su historia que la primera potencia mundial carece de una orientación política internacional más o menos definida y procede, en ese ámbito, con la impericia y los zigzags de una satrapía tercermundista.
¿Condenó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a Basher Assad por usar armas químicas contra su propio pueblo? Naturalmente que no, porque la Rusia de Putin vetó una resolución que contaba con el voto favorable de la mayoría inequívoca de países. Desde entonces, el gobierno de Moscú pide y exige estentóreamente que la ONU nombre una comisión que estudie minuciosa y responsablemente lo que ocurrió con aquellas armas químicas. Por su parte, el nuevo secretario de Estado norteamericano Mr. Tillerson, después de su glacial viaje a Rusia, ha hecho saber que según fuentes militares de Estados Unidos, Basher Assad ha “utilizado más de 50 veces armas químicas contra los rebeldes que quieren deponerlo”.
Aunque es uno de los conflictos más sangrientos en el mundo actual, el de Siria está lejos de ser el único. Hay la pausada y sistemática carnicería de Afganistán, los periódicos atentados que destripan decenas y centenas de pakistaníes, la desintegración de Libia, los secuestros y degollinas que puntúan el avance imparable del terrorismo islámico en África, la porfía subsahariana en escapar al hambre y la violencia que empuja a millares a lanzarse al mar tratando de alcanzar las playas de Europa, la nomenclatura militar de narcos y contrabandistas que sostiene el régimen de Maduro en Venezuela y el deprimente espectáculo de la putrefacción que Odebrecht difundió por Brasil y todo América Latina. Y la lista podría seguir, por muchas horas.
Nunca hemos tenido tantos medios de información a nuestro alcance, pero, paradójicamente, dudo que hayamos estado antes tan aturdidos y desorientados como lo estamos ahora sobre lo que debería hacerse, en nombre de la justicia, de la libertad, de los derechos humanos, en buena parte de las crisis y conflictos que aquejan a la humanidad. Cuando la rebelión siria estalló contra el régimen corrupto y dictatorial de Basher Assad, todo parecía muy claro: los rebeldes representaban la opción democrática y había que apoyarlos sin equívocos. Al igual que muchos, yo lamenté que Estados Unidos no lo hiciera así y, asustado con la idea de enredarse en una nueva situación como la de Irak, se abstuviera. Pero, luego las cosas han cambiado. El hecho de que las peores organizaciones terroristas, como Al Qaeda y el Estado Islámico, que seguramente instalarían en Siria un régimen todavía peor que el de El Asad, hayan tomado partido a favor de la rebelión ¿no deslegitima a ésta? Tomar partido a favor de cualquiera de las dos opciones significa condenar al pueblo sirio a un futuro macabro.
“Leer un buen periódico” ya no es, como cuando César Vallejo escribió ese verso, sentirse seguro, en un mundo estable y conocible, sino emprender una excursión en la que, a cada paso, se puede caer en “una jaula de todos los demonios”, como escribió otro poeta.
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Todo bien controlado
EL SENADO aprobó por unanimidad la nueva ley de tenencia responsable de mascotas. Queda el pronunciamiento de la Cámara de Diputados, pero quién se opone a algo tan importante. Es que en el imaginario desinformado de nuestro medio se trata de una ley que impedirá que vuelva suceder algo como lo acontecido con “Cholito” y, además, es una ley moderna: habrán microchips.
Los chilenos siempre se dejan llevar por imágenes simples y no reflexionan sobre el alcance de las cosas. Porque esta es una ley que cierra el puño del Estado para controlar la vida de los ciudadanos en algo tan cotidiano como las mascotas.
Está llena de sorpresas, pero lo más notable son los seis registros nacionales que crea: Registro Nacional de Mascotas o Animales de Compañía; Registro Nacional de Animales Potencialmente Peligrosos de la Especie Canina; Registro de Personas Jurídicas Sin fines de Lucro Promotoras de la Tenencia Responsable de Mascotas y Animales de Compañía; Registro de Criadores y Vendedores de Mascotas o Animales de Compañía; Registro de Criadores y Vendedores de Animales Potencialmente Peligrosos de la Especie Canina; y Registro de Centros de Mantención Temporal de Mascotas o Animales de Compañía. El sueño socialista que el Estado lo controle y registre todo, y en esto los animalistas son socios estratégicos.
Sucede que toda mascota deberá estar inscrita en un registro nacional que llevará el Ministerio del Interior y Seguridad Pública; ahí se les asignará un número de identificación (“RUT”). Mascotas son los “animales domésticos, cualquiera sea su especie, que sean mantenidos por las personas para fines de compañía o seguridad”. No solo perros y gatos, sino también cualquier otro que esté con usted en su casa, como conejos o loros, pues le hacen compañía. Habrá -por cierto- un reglamento que detalle todo. Éste tendrá que hacerse cargo de cómo y cuándo se inscriben, qué sucede cuando mueren o si se transfieren a un tercero. ¿Con qué fin existe este registro? Muy simple, controlarlo todo. Y usted sabe dónde parte un registro pero no dónde termina. Pues es obvio que el reglamento no puede aceptar que se transfieran los gatitos a cualquiera, y entonces cae de maduro que habrá que poner requisitos y pedir papeles. También acreditar el nacimiento o por qué se murió la mascota, y huelga algún certificado al efecto. Infinita burocracia y gastos de su parte.
Le cuento, además, que criador “es el propietario de la hembra al momento del parto”; y que un “domicilio particular” también se considera un criadero. Con ello la obligación de estar en otro de los registros y también de dar atención veterinaria a la madre y los cachorros, etc. Y no sigo, por falta de espacio, nada más.
Bueno, tratándose de socialistas, nada de esto debe extrañar. Pero si se pregunta dónde están los parlamentarios de centroderecha, que debieran ser contrarios a las regulaciones y controles que ahoguen la libertad de las personas, no lo haga: guarde mejor su buen ánimo para reunir los papeles que le exigirán por tener una simple mascota o cada vez que se mude casa con o sin ella. Porque las penas previstas por no acatar esta ley pionera en el mundo, no son menores.
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