Óscar Contardo's Blog, page 193

April 23, 2017

La mundanidad y la DC

La Democracia Cristiana se prepara para uno de los fines de semana más dramáticos de su historia. Más largos también: podría haber unas 72 horas entre los resultados de la junta nacional del sábado 29 y el fin de la jornada del 2 de mayo, último plazo para inscribir candidaturas a las elecciones primarias nacionales, es decir, el acto final que confirma quiénes participarán en primarias y quiénes no.

Pero, por cierto, el momento decisivo es la junta nacional. Todos los insiders coinciden en que será un encuentro difícil. No repetirá ese instante mágico y tumultuoso del 11 de marzo, cuando la junta decidió por unanimidad la candidatura presidencial de Carolina Goic y las lentejuelas de la fraternidad democratacristiana volvieron a iluminar, como en los viejos tiempos, la ilusión de la unidad perfecta. Aquel día, es cierto, todas las pandillas enfundaron los puñales. Esta vez no.

Pero aquella jornada convirtió a Goic en la voz más fuerte de su partido. Sin haber sido una de las figuras mayores de la DC, la senadora quedó en una de esas raras encrucijadas donde se exhibe, de manera ostentosa y desafiante, la mundanidad del mundo. Esa mundanidad se llama primarias, y los mundanos socios la han convertido en la puerta de Babilonia: sin primarias no hay pacto parlamentario.

La junta nacional de la DC tiene una ventaja conceptual sobre el comité central del PS: hay en ella pocos parlamentarios en ejercicio, lo que hace menos probable que repita esa danza de intereses electorales que tanto contribuyó a abatir a Ricardo Lagos. Tampoco está la directiva distante (o en contra) de la candidatura, el otro factor crucial en la secreta coalición antilaguista del PS, que se cuidó de eliminar primero a otros aspirantes, para que no fuese a parecer lo que al final pareció. En este caso la mundanidad se vistió con las encuestas.

Quedan los funcionarios públicos. Muchos de ellos creen, como los trabajadores con empleos precarios, que un cambio en la estructura de mando les quitaría sus trabajos, lo que ha de ser cierto en la mayoría de los casos. Pero es algo mezquino reducir este problema a la defensa del sueldo: a veces, algunas veces, hay también proyectos, ideas, sueños de un país mejor al que se puede contribuir desde un pequeño escritorio público. Distintos cálculos cifran la integración de la junta en unos dos tercios de empleados fiscales, con sueños o sin ellos.

El caso es que hace justo una semana, en este diario, Goic desechó las primarias y en buena medida condicionó -como se quejaron algunos de sus contradictores internos- el resultado de la junta. Porque ¿qué puede hacer ahora la junta? Una de tres cosas: a) apoyarla; b) adoptar una decisión ambigua o condicionada, con menos de 72 horas de vigencia; o c) desautorizarla y quedarse sin candidata, ni primarias, ni pacto.

La centroizquierda vive una fase depresiva con propensión al suicidio, por lo que ningún resultado está asegurado. Sin embargo, la lucha más dura se libra entre la izquierda de la Nueva Mayoría y su retador, el Frente Amplio. No parece que la DC pueda tener mucha voz en ello, ni menos en una elección sin binominal, con sistema proporcional, donde nada valen los acuerdos de omisión ni los intercambios de distritos.

Estas serán las parlamentarias peor aspectadas para todos los partidos que hoy integran la Nueva Mayoría, que han basado sus buenos resultados en la generosidad y la solidaridad. La proporcionalidad liquida, por definición, tales valores, precisamente porque reivindica la primacía de la pluralidad.

Este solo hecho, mecánico, automático, ya ha disuelto una parte de las bases de la Nueva Mayoría. Sobrevivirá otra parte, la lealtad al gobierno, pero con una fecha de término de 10 meses. De modo que la persistencia o la desaparición de la Nueva Mayoría carece de relevancia. Las dos cuestiones de real importancia están en otro lado: ¿Son las primarias consustanciales a la existencia de una coalición de centroizquierda? Y ¿son las primarias consustanciales a una lista parlamentaria común?

La respuesta a ambas preguntas es no, pero a condición de que las partes actúen con prudencia, con calma y sin generar dichos o hechos que puedan tornarse irreversibles. A fin de cuentas, después del 19 de noviembre puede haber segunda vuelta presidencial.

El voto político de la junta anterior, que es el que está vigente, declaró el propósito de la DC de participar en las parlamentarias en una de dos listas “de centroizquierda”. La cuestión de las dos listas (o pactos) no es ideológica, sino instrumental: las condiciones y los candidatos son tantos, que es muy difícil integrarlos en una sola lista. Dado que dentro de una lista se produce chorreo desde los candidatos fuertes hacia los débiles, muchos aspirantes se sienten mejor amparados dentro de un pacto que si van en solitario. Sin embargo, esto tiene su reverso: los candidatos fuertes de la DC ofrecen buena protección a sus socios, cualesquiera que ellos sean.

Pero este análisis no considera la importancia de la debilidad subjetiva: a la siga del máximo de seguridades, los candidatos invocan también la protección de la candidatura suprema, la presidencial. Aquí reaparecen las encuestas. El retorno de la mundanidad.

En una cosa hay acuerdo: nadie espera que estas puedan ser elecciones exitosas para la DC. Se trata, en el mejor de los casos, de salvar los muebles: algo cercano a los 21 diputados y seis senadores que están en juego. Competir en conjunto o en solitario plantea riesgos muy parecidos, excepto que un desempeño desastroso de Goic desde ahora hasta noviembre pudiera producir severos daños colaterales. Si es al revés, la DC hasta podría mejorar su performance parlamentaria.

Pero esto es difícil. Todo es difícil. Es difícil la mantención de la Nueva Mayoría con una niñez enfermiza de cuatro años y es difícil su extinción sin una muy abrupta sensación de fracaso. No hay salida fácil, ni para la DC ni para sus aliados.


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Published on April 23, 2017 01:30

¿Por qué a los dictadores les gusta parecer demócratas?

Una interesante paradoja de la política mundial en estos tiempos son las contorsiones que hacen algunos autócratas por parecer demócratas. ¿Por qué tantos dictadores montan elaboradas pantomimas democráticas a pesar de que saben que, tarde o temprano, se revelará la naturaleza autoritaria de su régimen?

Algunas de las razones son muy obvias y otras no tanto. La más obvia es que, cada vez más, el poder político se obtiene -al menos inicialmente- por los votos y no por las balas. Por ello, los aspirantes deben mostrar gran devoción por la democracia, aunque esa no sea su preferencia. La otra razón es menos evidente: los dictadores de hoy se sienten más vulnerables. Saben que deben temerle a la potente combinación de protestas callejeras y redes sociales. La mezcla de calles calientes y redes encendidas no le sienta bien a las dictaduras. Quizás por eso, guardar las apariencias democráticas les tonifica.

La democracia aporta el ingrediente más preciado por los tiranos: legitimidad. Un gobierno que se origina en las preferencias del pueblo es más legítimo y, por lo tanto, menos vulnerable que un régimen cuyo poder depende de la represión. Así, aun cuando sean fraudulentas, las democracias generan algo de legitimidad, aunque sea transitoria.

La Rusia de Vladimir Putin es un buen ejemplo. Los trucos a los que ha recurrido para que su gobierno parezca democrático son insólitos. Rusia hoy cuenta con todas las instituciones y rituales de una democracia. Pero es una dictadura. Por supuesto que en Rusia periódicamente hay elecciones. Y estas vienen acompañadas de costosas campañas mediáticas, de mítines y debates. El día de los comicios, millones de personas hacen cola para votar. El pequeño detalle es que siempre gana Putin. O a quién él designe para guardarle el puesto.

Eso pasó en 2008 cuando Dmitri Medvedev, el primer ministro del gobierno presidido por Putin, ganó las presidenciales e inmediatamente le dio a su ex jefe el cargo de primer ministro. Cumplido su periodo presidencial, hubo elecciones y, por supuesto, el “nuevo” Presidente electo fue… Putin. Así, el poder de la Presidencia y el poder real volvieron a coincidir. Obviamente, mantener las apariencias de que, en el Kremlin, el poder se alterna es muy importante para Putin. Pero, ¿por qué? ¿Por qué en vez de hacer tantos esfuerzos, Putin no se quita la careta y sincera la situación?

Quitarse la careta no le sería difícil. A nadie sorprendería que si Putin convocara un referéndum para prorrogar indefinidamente su mandato, lo ganaría (y por abrumadora mayoría, como siempre). Tampoco sorprendería que el Parlamento y la Corte Suprema respaldaran esa maniobra. Después de todo, ambas instituciones son elementos clave de la artificiosa fachada democrática detrás de la que se esconde la autocracia rusa. En 17 años ni una sola vez han impedido que Putin haga lo que quiera.

Rusia no es la única dictadura que quiere parecer democracia. Recientemente las autoridades chinas indicaron su preferencia respecto al destino de Siria: “Creemos que el futuro de Siria debe dejarse en manos del pueblo sirio. Respetamos que los sirios escojan a sus líderes”. Es curioso ver a una dictadura aconsejar a otra que deje que el pueblo decida su destino. De hecho, como señala Isaac Stone-Fish, un periodista que vivió siete años en China, “uno de los eslóganes favoritos de Xi Jinping, el presidente de China, se refiere a ‘los 12 valores socialistas’ que deben guiar a su país, siendo la democracia el segundo de estos”. Stone-Fish también cuenta que en una conferencia a la que asistió, varios líderes del PC chino le insistieron que, igual que con EE.UU., es perfectamente adecuado definir al sistema político chino como una democracia”. Lo mismo mantiene el gobierno sirio, mientras Corea del Norte se autodefine como República Popular Democrática. Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Raúl Castro también sostienen que sus represivos regímenes son democracias.

Evidentemente, la democracia es una marca que se ha puesto de moda. No siempre fue así. En los años 70, por ejemplo, los dictadores de Iberoamérica, de Asia y de Africa no se preocupaban mucho por aparentar ser demócratas. Quizás porque se sentían más seguros que los dictadores de ahora.


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Published on April 23, 2017 01:25

April 22, 2017

Censo y Estado

DE TODOS los aparatos ideológicos con que se sirve el Estado para hacer visible y ejercer su propósito de poder monopólico, los censos deben ser los más anacrónicos. Escribo esta columna para que se lea días después de nuestra última jornada censal, de modo que a nadie se le pase por la cabeza que mi intención es sabotear el “operativo”, que fue como el ministro de Economía, algo policial si no militarmente, describió lo del otro día a su cargo. Es que eso es: el Estado si quiere ser soberano no puede dejar de hacer sentir su peso, y qué mejor manera que empadronar, hacer todo tipo de registros, inquirir sobre asuntos personales, algunos íntimos, no vaya a ser que se diga que en Chile no hay una cabeza que rige y ordena.


A más de alguien puede resultar sorprendente que trate así de sospechosamente una institución de la “República”. Pero, veamos, suele usarse el término república cada vez que se quiere dar cierta validez sacrosanta a actos de Estado que lejos de ser religiosos, son burdamente intrusivos. Y no exagero. El otro día, al país entero se le paralizó con una mera orden administrativa territorial (eso sí que es poder, más potente que terremoto o sanitaria haciendo arreglos) y no es que estemos produciendo a toda máquina como para darnos el gustito de otro “feriado” caro más. Se nos obligó, también, a no movernos de nuestras casas mientras no fuésemos censados so pena de ser multados, y se enviaron una serie de mensajes a extranjeros, vagos y transeúntes. Para empezar, el “todos contamos” que, en verdad, es una manera farisaica de dar a entender que a todos se nos cuenta y computa. No hay Estado que no tenga complejo de panóptico y pierda la oportunidad de vigilarnos. Todo censo aspira a ser un plan cuadrante en grande, gusto de “dirigistas” sociológico-planificadores. En las distintas agencias de Naciones Unidas van a estar encantados con los resultados; esa gente está por empadronar a medio mundo si puede, y conste que Chile es siempre un “test case”, tan “petite”, fácil de auscultar y, en lo posible, rediseñar.


Se suele afirmar, en buena onda, que el propósito que anima los censos es mejorar las políticas públicas. ¿Y no también medir riquezas a fin de redistribuirlas y saber con qué se cuenta? Suponer que los censos no tienen que ver con impuestos o con querer saber con cuánta fuerza de enganche militar se dispone, es no entender qué es, qué ha sido, y a qué el Estado no está dispuesto nunca a renunciar.


La duda que salta a la mente es qué Estado tenemos y queremos. ¿Un Estado añoso, vestigio de absolutismos pasados, asistido por voluntarios y ni tanto (funcionarios públicos conminados por primera vez a censar en nuestra historia)? ¿O instituciones de gobierno que podrían recabar igual información que ya tienen o pudieran conseguir vía otros medios, online desde luego, y no por $50 mil millones? A no ser que la autoridad haya tenido que volverse híper presente porque no se está haciendo respetar como debe, en cuyo caso se entiende, están complicados.


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Published on April 22, 2017 02:30

Lección de desarrollo

POR MUCHO que a uno le digan que Chile es un país que está -o estaba- “en vías de desarrollo”, hay veces que se hace patente con demasiada claridad lo lejos que estamos de aquello. Y no me refiero a las cifras o indicadores, muchas de las cuales advierten que todavía nos queda mucho por recorrer. Se trata de ejemplos que, si bien pueden ser puntales, incluso pequeños, dan cuenta en forma dramática de aquello.


Me pasó algo así con la reciente visita al país de la directora del Tate Modern de Londres, Francis Morris. Su charla, no fue solo una lección de arte, sino también de cómo un país ha logrado incorporar un elemento esencial para el desarrollo, como es la cultura. Pero no esa cultura reservada para unos pocos, sino como un factor vital en la vida de las personas.


El Tate Modern, inaugurado recién el año 2000, es hoy el museo de arte contemporáneo más importante del mundo, siendo visitado por más de seis millones de personas al año. A primera vista, uno podría pensar que ello sucede por su extraordinaria colección de arte. Y eso es verdad. Pero hay mucho más. La clave, dice Morris, está en cómo el museo se inserta en la ciudad, en la sociedad. Cómo se convierte en un actor vivo y no es una suerte de mausoleo que preserva objetos de arte.


En ese sentido, son varios los logros de la Tate. El primero fue revitalizar una zona de Londres que estaba muy decaída y que hoy se ha convertido en uno de los espacios favoritos para vivir y trabajar. Esto pasa por conectar el museo, abrirlo a las necesidades de la gente. “Sabemos que nuestra competencia no son los otros museos, sino, por ejemplo, los centros comerciales, que hoy atraen mucho público”, indica Morris. Lo anterior significa abordar algunas cosas sencillas, como tener un buen restaurante o una buena tienda dentro del museo, por ejemplo. La gente tiene que sentir que va ir a pasar un rato agradable.


Además, el ambiente del museo tiene que ser adecuado. Un punto importante, a juicio de Francis Morris, es que tiene que ser amistoso con los niños. La idea es que sea un punto de encuentro familiar. “Nosotros incentivamos mucho el juego, como una forma de interacción y creatividad”, dice. También significa preocuparse de la entretención. La Tate, como otros museos de Londres, el último viernes de cada mes, organiza verdaderas fiesta, con música en vivo y barras de licores en diferentes lugares. Es una fiesta que dura hasta la madrugada, donde la gente lo pasa bien en torno al arte.


Finalmente significa estar presente en los temas relevantes de la sociedad. Por ejemplo, para la votación del Brexit, un grupo de personas utilizó la fachada del museo para instalar diversos objetos que llamaban al Remain. Para qué hablar de los talleres educativos, que abundan. “El arte moderno es aquel que te invita a pensar. Y eso es la Tate, un lugar donde la gente va a pensar, a pasarlo bien, a confrontar ideas”, termina Morris.


Al final, los más de 700 asistentes a la conferencia se fueron con una idea: todavía tenemos mucho que aprender para ser desarrollados. Y para eso no basta con ser ricos. También hay que ser cultos.


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Published on April 22, 2017 02:28

¿Cuántos partidos?

LA PRIMERA pregunta que hay que responder es ¿cuántos partidos debe tener el sistema político? Hablamos de partidos efectivos, esto es, que tengan escaños, posibilidades de influir y formar parte  de coaliciones.


Según Giovanni Sartori, uno de los mayores estudiosos del tema, un máximo entre cinco y seis partidos es el límite para que una democracia pueda funcionar con eficacia. Más allá de esa cifra, está lo que se llama el pluralismo extremo, que va de seis a nueve partidos, para continuar en la atomización con un número, ya poco importa, arriba de diez o veinte. Hay quienes han sostenido que el multipartidismo extremo afecta más el funcionamiento de los sistemas parlamentarios y semipresidenciales en tanto que con el sistema presidencial sería relativamente inocuo. Por el contrario, prominentes intelectuales  concuerdan en que para alcanzar una  democracia estable el multipartidismo es más inconveniente en el presidencialismo que en los regímenes parlamentarios.


En rigor, el pluralismo extremo funciona mal bajo cualquier forma de gobierno. A. Latina  es una de las escasas zonas donde no predomina el sistema parlamentario, lo que  conocemos no es propiamente un régimen presidencial sino una degeneración de él -presidencialismo exacerbado,  híper presidencialismo, monarquía presidencial, o neo presidencialismo- y que se caracteriza por el predominio sin contrapeso del poder presidencial, frente a un parlamento irrelevante y un sistema de partidos que lo es aún más. Dicho de otro modo, los presidentes de la región, enfrentados a la inagobernabilidad que les crea el multipartidismo extremo, lo que han hecho es volverse contra el Parlamento, haciéndolo un órgano carente de poder real y consecuente con ello, debilitando el sistema de partidos, propendiendo a su fragmentación y los vicios asociados a ella.


En un sistema presidencial en forma, como lo es, con todas sus fallas, Estados Unidos, un sistema bipartidista es importante para su funcionamiento; en el hiper presidencialismo, en cambio  -con cinismo-, el jefe de Estado se sentirá más cómodo con diez  o veinte partidos a los que pueda manipular, dividir y, llegado el caso, sobornar o corromper.


Es una ley universal que la extrema fragmentación  es una pesada carga, cuando no un hecho nefasto, para cualquier sociedad y en cualquier sistema político. Así ocurrió con la IV República Francesa, cuyas fallas, a la que se agregó  una extrema polarización, abrieron paso al nacionalsocialismo. A su vez, la alta fragmentación del sistema de partidos es un mal, endémico de las democracias latinoamericanas y en Chile ha sido una constante que se extiende hasta hoy, y que no solo ha dañado nuestro desarrollo sino que fue una contribución al quiebre de la  democracia en la década de los setenta.


Un número excesivo de partidos torna caótica la formación de voluntad colectiva, afecta la estabilidad de los gobiernos, dificulta la formación de coaliciones, agrava la ingobernabilidad de los parlamentos y, peor aún, hace más improbable el buen gobierno.


Cuando Chile se apronta a reorganizar sus sistema político es importante tener presente que en materia de democracia, menos partidos es más; lo mismo en gobernabilidad. Sin embargo, este esfuerzo debe hacerse teniendo presente lo que señalara Maurice Duverguer, que, en materia de legislación, hay que proceder con cautela pues “no es posible modificar directamente un sistema de partidos como se reforma una Constitución. Pero, a pesar de todo, es posible influir en la evolución de un sistema de partidos mediante reformas institucionales”. En Chile, el bipartidismo es una quimera; pero un pluralismo limitado, cinco o seis partidos, es un objetico posible y necesario.


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Published on April 22, 2017 02:25

Tan claro como el agua

LA DECISIÓN del director del Servicio de Impuestos Internos (SII) al ejercer sus facultades legales y llevar los casos a los Tribunales Tributarios y Aduaneros, desde mi punto de vista, es acertada y la comparto plenamente. Debemos entender que esta es una facultad exclusiva del director del SII, en orden a decidir después de un proceso de recopilación de antecedentes, si ejerce la acción penal o levanta un acta de denuncia para que sea el Tribunal Tributario y Aduanero, quien aplique la sanción pecuniaria, siempre con un debido proceso legal. Esta facultad que tiene el SII data desde el primer Código Tributario en el año 1960, a través de la dictación del D.F.L N° 190. Los parámetros que siempre toma en cuenta el director del SII para perseguir la sanción pecuniaria, en general son los siguientes: mérito de la prueba reunida; monto del perjuicio al interés fiscal; naturaleza y gravedad de la o las irregularidades sancionadas con pena corporal y pecuniaria; posible propagación; efecto ejemplarizador; si el contribuyente contó con asesorías contables o profesionales para evadir impuestos; reiteración del acto doloso y cualquier otra circunstancia relevante sobre la conducta del contribuyente.


En las causas en que fueron levantadas las actas de denuncias, correspondían a sociedades que ya habían rectificado sus declaraciones de impuestos, es decir se autodenunciaron ante el llamado efectuado por el organismo fiscalizador, por lo tanto la decisión del director del SII no es ninguna novedad para los abogados que nos dedicamos a esta área del Derecho. El SII es un órgano esencialmente técnico y eso es lo que ha primado al final en este caso, por lo que aquí nunca ha existido impunidad. En definitiva, el director del SII, ha actuado conforme a derecho y correctamente, sin ningún tipo de influencia de terceros.


Respecto de las querellas y denuncias por delitos tributarios en las cuales el SII ejerció su facultad privativa, esas causas siguen su tramitación normal bajo la dirección de la investigación exclusiva del Ministerio Público. Cabe señalar que el SII en conjunto con las defensas podrían decidir llegar a un eventual acuerdo reparatorio solo en el caso de los delitos tributarios de conformidad al artículo 162 del Código Tributario y finalmente éste pasará por el control del Juez de Garantía correspondiente, como también podría llegar el Ministerio Público a una suspensión condicional en uso de sus facultades y ser sometido al control del Juez de Garantía.


Es totalmente injusto que se señale que las demás aristas de los casos Penta y SQM deben archivarse o este debe ejercer la facultad de no perseverar en la investigación por parte de los fiscales del Ministerio Público, explicando como único motivo que el SII, no ejerció la acción penal. Ello no es así. Los fiscales podrían formalizar a los imputados por los delitos comunes que son de su exclusiva competencia y entregar nuevos antecedentes al SII para su posterior evaluación. Una aspiración del Ministerio Público es contar con la acción penal tributaria y ello es legítimo, pero donde deben canalizar sus peticiones no es en contra del SII, sino ante nuestros legisladores, y es ahí donde tendrían que definir una política criminal. Sin perjuicio que en el futuro se pueda perfeccionar esta facultad estableciendo el legislador parámetros legales para que el director del SII pueda ejercer o no la acción penal


El problema de los casos por financimiento irregular de la política, es que el delito cometido era un fraude electoral, lo cual se sancionaba en la LOC de partidos y se señalaba una prescripción de un año contado desde la fecha de la elección, por lo tanto ya no se podría perseguir penalmente. Lo que no me parece razonable es que se señale que el SII debe dar un trato preferente a los fiscales, porque ellos al perseguir los delitos contra la probidad obtendrían sentencias con una baja penalidad


El SII debe cumplir las funciones que le ha encomendado el legislador y la acción penal se debe ejercer prudencialmente para provocar un efecto ejemplarizador, siendo ésta una de las herramientas para controlar la evasión tributaria.


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Published on April 22, 2017 02:23

Decisión inconveniente

LA DECISIÓN del director del Servicio de Impuestos Internos (SII) de no querellarse en un conjunto de casos en los que se investigaban infracciones que podrían haber sido constitutivas de delitos tributarios, constituye un ejercicio inconveniente e inadecuado de la discrecionalidad que la ley le entrega.


Debo aclarar que se trata de una decisión perfectamente legal, ya que el artículo 162 del Código Tributario le confiere esa facultad, la que produce el efecto de impedir al Ministerio Público llevar adelante en forma autónoma la persecución penal de dichas infracciones.


Se trata de una regla de larga data y que tiene por fundamento entregar una herramienta al SII para potenciar su función fiscalizadora.


De esta forma, el legislador ha privilegiado el interés recaudatorio del Estado por sobre otros valores que pudieran afectarse en esos casos, correspondiéndole al SII decidir discrecionalmente su uso.

Sin perjuicio que se trata de una facultad discutible, estimo que el principal problema que se presenta en el marco legal actual es la manera en que ha sido ejercida.


El SII ha desarrollado lo que denomina “criterios históricos” para decidir cuándo querellarse y transformar sus investigaciones en casos penales o dejarlos simplemente como infracciones administrativas. Ellos incluyen la gravedad de las irregularidades detectadas, la reiteración en la comisión de delitos, el efecto disuasivo que puede tener en los contribuyentes, el perjuicio fiscal y la calidad de la prueba disponible, entre otros.


Como se puede apreciar a simple vista, se trata de criterios bastante generales y que pueden combinarse de forma múltiple.

Por lo mismo, si no son utilizados con cuidado permiten justificar prácticamente cualquier decisión.

De hecho, con los mismos criterios se presentaron querellas en casos similares, lo que ha generado dudas y especulaciones de todo tipo acerca de las razones de fondo detrás de la decisión actual.


Esto, por sí solo, representa un problema grave en un contexto en donde como país enfrentamos una crisis de desconfianza en las instituciones. Ello impone a la autoridad tomar decisiones tan delicadas y en las que hay una enorme expectativa pública con razones muy precisas y fundadas. Contrario a esto, la decisión del SII ha sido aparentemente adoptada sin dar razones muy específicas y a un grupo importante de casos.

En mi opinión, un ejercicio adecuado de sus facultades discrecionales obligaría al SII a justificar caso a caso su decisión, invocando razones específicas, que podrían apoyarse en criterios generales, pero que deben ser concretas para cada uno.


A futuro, también se debiera establecer algún sistema de control externo, por ejemplo, tal como los que tiene el Ministerio Público cuando ejerce facultades equivalentes.

Además, el SII debiera ser muy cuidadoso en su ejercicio cuando estas infracciones tributarias están asociadas a la investigación de delitos comunes en contra de la probidad como ha ocurrido en varios de estos casos.


Nuestra legislación penal vigente sanciona a estos delitos con penas bajas en relación a su gravedad e impacto social.

Por lo mismo, la forma de asegurar una pena razonablemente proporcionada es sumar a estas figuras contra la probidad los potenciales delitos tributarios cometidos.

Por ello, el SII debiera ser especialmente deferente con el Ministerio Público en el ejercicio de su facultad de querellarse en esos casos, en donde es claro que hay intereses en juego superiores al de recaudación.


Si bien las decisiones del SII no afectan la persecución penal de los delitos contra la probidad, claramente la debilitan y abren ventanas de impunidad.


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Published on April 22, 2017 02:22

La política de los impolutos

Sea de derecha, centro o izquierda, quien comprende puede inclinarse hacia uno u otro polo: el de los discursos generales o el de lo real y concreto. Quien defiende “el programa”, quien “avanzar sin transar”, quien insiste en las reglas del mecanismo económico y no está dispuesto a flexibilizarlas, se halla más cerca de la primera posición. Se inclinan al extremo realista, los que buscan sumirse en la existencia concreta del pueblo y llegan a la intoxicación con los efluvios de la muchedumbre.


Ni uno ni otro extremo son actitudes a partir de las cuales pueda efectuarse una comprensión política correcta. Con el énfasis en las abstracciones y discursos, sufre la realidad, incluidos los individuos que se encuentran en ella. Las situaciones y esos individuos son peculiares, únicos, singulares. Están dotados de una hondura, de un significado específico, que son soslayados cuando se los somete simplemente a las reglas. Ningún programa general es tan sabio que pueda hacerse cargo de la infinita diversidad de lo concreto.


El extremo, por su parte, del que se entrega sin más a la calle y la realidad, termina volviéndose participación estética en la intensidad abigarrada de la existencia, pero es incapaz de llevarla a articulaciones que le ofrezcan caminos estables o institucionales de sentido.


Comprender políticamente exige tener un programa, discursos, ideas, ideología. Lo contrario no es política, sino capricho. Pero si esos programas no han de terminar convertidos en una máquina infernal, en un mecanismo manipulativo bajo el cual la delicada vida real termine chirriando, es menester que quien comprende políticamente no se quede en el nivel abstracto de las reglas y discursos y programas, sino que dé el paso hacia la dimensión de lo real, conozca la situación y a los individuos en ella, se empape de su espíritu y sus anhelos. Recién entonces, queda en condición de entender lo que ocurre. Luego de eso, puede volver sobre sus discursos y programas, los que adquirirán un nuevo sentido: su significado abstracto puede devenir concreto. Se hace posible, en ese momento, llevar los anhelos y pulsiones populares, la existencia concreta a una articulación conceptual, programática, a decisiones que reconociendo la situación le ofrezcan horizontes plenos de sentido.


Quien asume tareas de conducción política, en consecuencia, debe poseer, a la vez, capacidad de comprensión ideológica y aptitudes prospectivas, lograr entender reflexivamente discursos complejos y compenetrarse sinceramente con el drama de la vida cotidiana.


Si se repara con alguna detención en qué consiste comprender políticamente, entonces se vuelve criticable un fenómeno emergente en nuestra política. Desde hace un tiempo se escuchan voces que, de diversas maneras, pero persistentemente, claman por la pureza. Es Guillier dividiendo el mundo entre contaminados y no contaminados; es la nueva izquierda bajando candidaturas que se ensuciaron con unas copas de más; es Beatriz Sánchez excluyendo a casi todos, incluido el PC, del calificativo, vuelto moral: “ser de izquierda”. Es también el intento, en cierta derecha, de purificar filas, descalificar nuevas corrientes por no ceñirse a sus escuálidas ideas de libertad. La fidelidad férrea con grupos claros de ideas da identidad y una sensación poderosa, la del elegido. Robespierre creía en algo así. Le llamaron “el incorruptible”. Los impolutos en política, los que no transan sus programas, los impertérritos del ideal, son, también, los mismos que tienden a negarse a la realidad, compleja, resistente a los discursos, singular, más honda que la superficialidad de cualquier credo y frase armada por la mente. Los fieles acaban siendo también los dogmáticos.


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Published on April 22, 2017 02:12

¿Revertir el Brexit?

La Primera Ministra británica, Theresa May, ha dado un golpe en la mesa para afirmar su autoridad ante su partido y ante Europa, al convocar elecciones generales anticipadas para el mes de junio. Quiere desembarazarse del grupo de parlamentarios conservadores que la presionan para que la salida de la Unión Europa sea brusca y total, y reducir a la insignificancia a un Partido Laborista dividido en el que un sector hace bulla para lo mismo y otro para lo contrario: la marcha atrás en el “Brexit”.    

Pero ¿qué pretende, en el fondo, May? Dos cosas: afianzar su autoridad, pues asumió el mando sin una elección de por medio a la caída de David Cameron tras la victoria del “Brexit” y, librada de la sombra de duda sobre su legitimidad de cara a la transcendental negociación con Europa, pactar una salida a medias: estar y no estar en Europa.

 Esta hamletiana actitud frente al “Brexit” fue siempre su postura. Se la criticó, durante la campaña del referéndum,  por no jugarse a muerte por la salida del Reino Unido. Como euroescéptica moderada, ella quería, y quiere ahora,  unas relaciones con Europa carnales en lo comercial y financiero, y platónicas en otros asuntos, como la inmigración. Los euroescépticos de horca y cuchillo quieren la deseuropeización del Reino Unido, que es distinto.

¿Cómo se logra el objetivo de May? Primero, ampliando su mayoría parlamentaria, hoy exigua, de modo que sume unos 100 parlamentarios enfeudados a ella. Al mismo tiempo, reduciendo al laborismo, liderado por un populista de izquierda, Jeremy Coryn, que los está llevando al descalabro, a dimensiones liliputienses (digamos, a una representación que no abarque más de la cuarta parte del Parlamento). Así, tendría el poder para negociar con Europa una salida dulcificada (tiene dos años de plazo) que garantice relaciones amplias en temas económicos y algún acuerdo migratorio por el cual los eurpeos que ya están en el país puedan quedarse pero se limiten los ingreso futuros. Quizá, incluso, May acepte seguir haciendo una contribución a Europa.

Así, el Reino Unido podría lograr un acuerdo no demasiado distinto del que tienen con Europa tanto Norurga como Suiza, que no pertenecen a la Unión pero se benefician de relaciones económicas intensas. Europa, temerosa de que el ejemplo del “Brexit” cunda, ha rechazado esa posibilidad. Pero, con una Theresa May reforzada y una Unión Europa maltrecha después de las elecciones francesas en las que dos candidaturas antieuropeas podrían pasar a segunda vuelta, y en la que las elecciones alemanas de octubre no permiten augurar nada, probablemente cambiarían los términos de la relación. Londres podría, ante una Europa disminuida, sentarse a una mesa servida para May.

Hay quienes creen que la Primera Ministra juega con fuego: ante los remordimientos de muchos británicos por haber votado a favor del “Brexit”, se podría producir un resultado electoral en el que tanto los conservadores y laboristas antieuropeos (ambos partidos están divididos) quedasen golpeados. Ello sucedería si se produjera un trasvase de votos “tácticos” hacia el tercero en discordio, los liberal-demócratas, partidarios de permanecer en la Unión Europea. Aunque los liberal-demóratas no ganarán, si logran superar ampliamente su techo de 12%, May quedaría muy disminuida ante Europa de cara a su negociación.   

 Por el momento, sin embargo, todo indica que la señora May ha hecho una apuesta inteligentemente arriesgada. Si la gana, la economía, que ya crece más que la de la zona del euro (2% contra 1.7%) se lo agradecerá. La orgullosa libra esterlina, que está en su nivel más alto en seis meses gracias al anuncio de las elecciones anticipadas, también.

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Published on April 22, 2017 02:10

Liliana Montoya, mujer insaciable

Liliana Montoya, la protagonista de esta magnífica novela, es una mujer insaciable en el amplio sentido de la palabra: bebe sin respiro, se droga sin reparos, ama sin remilgos. Es, además, una chica hermosa, irónica, traviesa, osada e inteligente, que, para mayor gracia, canta lindo. Liliana Montoya ha estado toda una vida –de ahí el título de la novela– entrando y saliendo de la vida de Serrano, el periodista y escritor mexicano que narra las aventuras y desventuras entre ambos, correrías que varias veces, y a raíz de innumerables excesos con el trago, terminaron con alguno de los dos amantes en el hospital. “Puedo decir por experiencia que la belleza de Liliana tiene la atracción del riesgo. Y la especialidad de la riña”. La vida –es el mensaje estentóreo que transmite Liliana con su propia existencia– está hecha para vivirla a concho. Y no sólo la de ella, puesto que Liliana Montoya, según alguien acertó a decirlo, esparce el efecto Hobbes: “(…) devuelve a los varones el ánimo predatorio que les es natural, a partir de lo cual la vida amorosa vuelve a ser precaria y violenta, como quiere Hobbes, pero también intensa, llena de riesgo y del brillo de la gloria por la captura de la mujer deseada contra todas las reglas, antes de ellas”.


Más allá del humor efectivo, de la estructura simple en apariencia, del relato de una intimidad extendida a lo largo de las décadas, del retrato meticuloso de una escena bohemia que se diluye con el paso de los años en la fascinante Ciudad de México, la novela Toda la vida toca algunos de los temas que hacen que México sea un lugar excepcional en el mundo: “El monólogo dice que cuando gobernaron el país los militares se perdieron todas las guerras, cuando lo gobernaron los licenciados se violaron todas las leyes, cuando lo gobernaron los economistas quebraron la economía”. Otra de estas peculiaridades tiene que ver, por supuesto, con esa proverbial falta de respeto por la vida humana que se practica en tierras aztecas. Borracha y drogada, Liliana se jacta de haber ordenado el asesinato de un proxeneta que, supuestamente, habría abusado de su hermanita Dorotea. Y aunque con Liliana nunca se puede saber qué tan apegadas a la mera realidad son sus palabras cuando ha bebido y consumido, lo innegable es que el tipo murió luego de recibir un par de balazos en la cabeza.


Poco importa saber, no al menos hasta el final del libro, si Liliana dice la verdad. De hecho, en estado eufórico, el volcán Liliana sufre de taquipsiquia, o sea, “habla como lora, disparatadamente y sin parar”. Lo que sí resulta relevante es la denuncia del narrador acerca de una red de políticos y policías que se dedican a lo que en México se llama “higiene social” (eliminar delincuentes peligrosos sin mayores preguntas), o acerca del contubernio histórico entre maleantes y policías. En palabras del ex comandante Neri, un personaje siniestro, tras la limpieza que afectó al cuerpo de uniformados, “dejó de haber de haber policía en la ciudad. Tuvimos que inventarla de nuevo, de principio a fin. Fracasamos totalmente. La verdad, sin mamadas, es que la única policía que ha habido en este país es la de entonces, la de los comandantes que eran los dueños de los criminales. Eran la autoridad y eran el crimen. Dueños del hampa y parte del hampa. No se conoce esa historia, nadie habla de eso. Pero así era, así fue”.


Siendo una novela breve, es sorprendente la cantidad de cabos que logran quedar bien atados en Toda una vida. Desde el relato erótico hasta el guiño con el género policial, desde la reconstrucción de un pasado no tan lejano hasta el peso del presente, desde el magnífico retrato de una mujer excepcional hasta el reconocimiento de la propia mediocridad, todo habla de una fina urdimbre y de un plan narrativo ejecutado en máximo provecho de sus propias posibilidades. En suma, una de las mejores novelas de Héctor Aguilar Camín.


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Published on April 22, 2017 02:08

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Óscar Contardo
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