Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 26

June 12, 2014

La contrarreforma de Peña Nieto

Como dicen del matrimonio en segundas nupcias, el regreso del PRI al poder en México es el triunfo de la esperanza contra la experiencia. Enrique Peña Nieto reconquistó Los Pinos para el viejo partido luego de doce años frustrantes e ineficaces de gobiernos panistas y rápidamente insufló expectativas entre la población: si bien ganó las elecciones con un magro 39 por ciento en el verano de 2012, para la primavera de 2013 alcanzaba niveles de aprobación de 61 por ciento. Fueron los días en que la prensa internacional hablaba del Mexico´s moment, del arribo de un presidente joven y de un partido con el oficio necesario para generar las ansiadas reformas estructurales que el país requería para crecer.


Un año más tarde, en el verano de 2014, los niveles de aprobación de Enrique Peña Nieto apenas rebasan el 40 por ciento, el más bajo de los últimos veinte años, y los círculos empresariales locales y externos expresan su descontento por el famélico y desesperanzador comportamiento de la economía: en 2013 el PIB creció apenas 1,1 por ciento contra el pronóstico original de 3,5 y en 2014 la proyección oficial de 3,9 por ciento ya ha sido reducida a 2,4 por el Banco de México.


Ciertamente Peña no está en camino al despeñadero. Pero comienza a extenderse la sensación de que el momento de México se quedó apenas en “momento Kodak”, una imagen feliz aunque congelada (la portada de la revista Time proclamando a Peña Nieto como el salvador de México). Una foto que no ha podido transformarse en película. O quizá apenas en un par de imágenes afortunadas: al anunciar su Pacto por México al arranque de su gobierno según el cual la oposición se comprometía a apoyar sus reformas y al meter en prisión a Elba Esther Gordillo, líder del poderoso y corrupto sindicato de maestros.


Por desgracia, la realidad se desempeña muy por debajo de la narrativa. Las reformas que Peña Nieto ha puesto en movimiento son, en efecto, las correctas para sacudir a las viejas estructuras: reforma de apertura energética para eliminar el monopolio del Estado, reforma política para propiciar la transparencia, reforma fiscal para sanear las finanzas públicas, reforma de telecomunicaciones y de antimonopolios para favorecer la competitividad, reforma educativa para mejorar la calidad de la enseñanza primaria y secundaria.


No obstante, hay dos circunstancias que impiden que estas reformas se hayan convertido hasta ahora en el detonante que busca la presidencia. Por una parte, fueron aprobadas por la oposición y toleradas por los grupos afectados gracias a que estaban enunciadas de una manera relativamente vaga. Los puntos sustanciales y más polémicos quedaron pendientes de discutir hasta que se legislaran las leyes secundarias que aterrizan dichas reformas. Y es ahora cuando los poderes fácticos han sacado los dientes. Los monopolios cabildean para deslactosar las leyes que los afectan, el sindicato de maestros ya logró neutralizar parte de la ley de educación, la izquierda se moviliza para limitar la apertura en la explotación del petróleo, la derecha intenta modificar a su gusto la reforma política a cambio de un voto favorable en los otros ámbitos. Y todos, empresarios y clase media, han emprendido una batalla de opinión pública en contra de los nuevos impuestos (reforma fiscal).


El segundo factor es aún más preocupante. El propio PRI es en buena medida el mayor obstáculo para las reformas priistas. Peña Nieto quiere los cambios pero no todos sus resultados: transformar a México implicaría desmontar las bases que hacen posible la existencia del PRI que conocemos. Sanear a Pemex sin tocar al sindicato; introducir reformas económicas sin afectar a los monopolios que gobiernan en alianza con el partido; fortalecer al ejecutivo sin castigar los excesos de los poderosos gobernadores que soportan la base territorial priista. En suma, gobernar sin molestar a los intereses creados porque necesitan de ellos. El mandatario quisiera pasar a la historia como un presidente modernizador, pero él y los grupos que lo rodean están anclados en la premodernidad y en ella encuentran el sustento y las posibilidades de su reproducción.


En más de un sentido el PRI constituye el principal obstáculo para las reformas del presidente. Artífices de su propia contrarreforma. Una batalla interna de pronóstico insondable.


Publicado en El País.

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Published on June 12, 2014 04:51

June 8, 2014

La salud de López Obrador

Difundir un rumor, consciente de que en efecto se trata de un rumor es algo que muchos tuiteros hacen en las redes sociales. Pero resulta extraño verlo en alguien que aspira a ser Jefe de Estado. “Existe el rumor de que EPN está enfermo. Ni lo creo, ni lo deseo. Pero es una buena salida para su renuncia por su evidente incapacidad”, tuiteó Andrés Manuel López Obrador el jueves pasado.


A mi juicio el tuit de López Obrador dice mucho sobre la incertidumbre que enfrenta la izquierda en México. El líder indiscutible de esta fuerza política es un provocador y un activista excepcional, y eso está claro; pero ocurrencias como esta confirman a muchos otros mexicanos que eso no basta para convertirse en el presidente de un país tan complejo y diverso como el nuestro. No se trata de que López Obrador tenga que respetar convenciones políticas vigentes en todo el mundo (no atacar personal y públicamente a un rival con información falsa o no comprobada sobre la vida privada). Se trata de que al utilizar este tipo de recursos el tabasqueño mina su propia credibilidad frente a la opinión pública. Algo muy costoso en su caso porque su liderazgo reside en buena medida en la imagen de honestidad que él ha sabido forjarse.


Ningún político mexicano compite con el carisma y el arraigo popular del tabasqueño y la única ocasión en que la izquierda ha estado en condiciones de llegar al poder ha sido de la mano de su candidatura. El problema es que la fuerza desproporcionada de la figura de AMLO y su peculiar personalidad lo convierten en un factor desestabilizador de cualquier posibilidad de construir una fuerza política de izquierda capaz de participar en la construcción democrática del país.


Nunca sabremos que tipo de presidente habría sido en caso de que su triunfo de 2006 hubiera sido avalado por el sistema. Si nos atenemos a su experiencia como Jefe de Gobierno en el Distrito Federal, creo que habría sido un mandatario útil para el país (particularmente al compararlo con el calderonismo que vino en su lugar). Pero también me parece que las derrotas y los despojos de los que ha sido víctima han provocado que el polemista desencantado le gane terreno al político imaginativo y responsable que alguna vez apreciamos.


Cuauhtémoc Cárdenas ha dicho, con razón, que la división que López Obrador ha provocado en la izquierda es una tragedia que podría tomar muchos años en sanar. El tabasqueño ha acusado al PRD de traición y de convertirse en un partido palero del gobierno priista, pero con su escisión le ofrece el mejor de los regalos a Peña Nieto: una izquierda dividida en dos porciones, ninguna de las cuales es una verdadera amenaza.


Las elecciones intermedias del próximo año confirmarán la tragedia a la cual hace alusión Cárdenas. Para lograr su registro como partido Morena tendrá que ir con candidatos propios y diferentes a los del PRD; eso y las limitaciones introducidas en la ley electoral para construir alianzas formales, significa que habrá dos candidatos de izquierda en cada elección: uno del PRD y otro de Morena. Oro molido para el PRI, que enfrentará el recambio de cámaras legislativas y nueve gubernaturas con mucho mayor optimismo del que le permitiría el desencanto y los bajos niveles de aprobación que inspira la gestión actual.


López Obrador tiene razón al afirmar que el PRD se inclina con demasiada frecuencia ante al soberano. Pero justamente, al llevarse del partido a las corrientes más críticas lo deja aún más descolorido. Y por lo demás el PRD, del cual AMLO fue presidente y candidato presidencial en dos ocasiones, había sido hasta ahora instrumento dúctil de su voluntad. De habérselo propuesto el líder podría haber movilizado su músculo desde adentro del partido para modificarlo o radicalizarlo. Pero claro, eso habría significado negociar con otras fuerzas, pactar, buscar consensos. Algo que no necesita hacer en Morena. El único problema es que con Morena por sí sola nunca va a ganar, pero tampoco lo hará algún otro candidato de la izquierda.


La decisión de dividir a la izquierda puede ser atribuida a distintos motivos. Exceso de confianza al considerar que puede ganar solo; o quizá una especie de inmolación política, ganas de no irse solo en la derrota.


Lo que está claro es que los hombres de Peña Nieto están de plácemes y nada lo ilustra mejor que la respuesta del vocero de la presidencia, Eduardo Sánchez: “¿@lopezobrador_podrá correr 10 km en 53´01 como @EPN”? No lo creo. Pero sí se lo deseo.”


Publicado en una quincena de diarios


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Published on June 08, 2014 15:55

June 4, 2014

El verdadero Mirrey

¿Quién es el verdadero Mirrey? ¿Felipe de Borbón y Grecia o José Emilio González, el Niño Verde? A primera vista la comparación parecería odiosa y de mal gusto, pero en el fondo los dos coinciden con un rasgo fundamental: deben lo que son al hecho de ser hijos de su papá.


Quiero pensar, por el bien de España, que las similitudes terminan allí. Porque si Felipe VI tuviera la desgracia de parecerse al Niño Verde en algo más, bien podríamos estar hablando del fin de la dinastía de los borbones.


En realidad la vida del infante real (me refiero a Felipe, no Emilio) ha sido la de un esforzado aprendiz, sabedor de que inexorablemente habría de sentarse en el trono español. Es teniente coronel y capitán de fragata gracias a un largo adiestramiento, habla varios idiomas y además de licenciado en derecho tiene maestría en relaciones internacionales por la prestigiada Universidad de Georgetown en Washington. Se le conoce por su disciplina y sentido de responsabilidad.


Pero el dueño del Partido Verde tampoco se queda atrás. Desde que era niño (es decir, hasta hace cinco minutos) se ha estado preparando para ocupar su papel de Mirrey. Con ahínco y perseverancia ha invertido la vida en fiestas, escándalos, shopings y viajes; aunque el tiempo restante sí lo derrochó. Gracias a esta inversión es el legítimo patrón de un partido frívolo y vacío que vive de hacer trueques con el mejor postor, usualmente el que se sienta en Los Pinos. En virtud de ello ha sido diputado y senador, aunque nunca ha permitido que esas distracciones incomoden a su verdadero oficio: ser Mirrey.


Según un extracto encontrado en el blog Artes9, “Los mirreyes son chicos que antes se consideraban como los Jr. o los hijos de papi, solo que este nuevo nombre es debido a que son chicos consentidos que obtienen todo lo que quieren y se la viven gastando dinero, podemos decir que es una evolución del metrosexual, mezclado con un chico de clase acomodada. Su contraparte femenina es llamada Lobuki pero es posible escuchar términos como lobsters, lobas, lobeibis, lobeznas, todas las palabras nacen de una: loba. En cuanto la moda, hay que resaltar que son conocedores del lujo por excelencia, y gustan de vestir prendas exclusivas tipo Polo, YSL, High End, Gucci, entre otras y para aclarar es necesario saber que no es regla que sean guapos, ya que los feos con dinero también están en esta categoría. Los verás bajando de hermosos carros último modelo para entrar al antruki con camisas desabrochadas para enseñar el pecho, mostrando la hebilla del cinturón y ojo, no son muy fans de usar jeans pues prefieren lindos pantalones de vestir”.


Ricardo Raphael escribió que algunos de estos vástagos son hijos de empresarios. Otros son los descendientes de políticos corruptos o de mercaderes que hicieron fortuna al amparo del gobierno. Por último vienen los cachorros del narco. Las tres descendencias se confunden en antros de grandes ciudades en el extranjero. Todos comparten el hecho de despreciar la cultura del esfuerzo.


Bajo estas características se me insistirá que bajo cualquier criterio la comparación con Felipe de Borbón es incorrecta. Y en efecto, ninguno de los rasgos perfilados arriba son aplicables al hijo de Juan Carlos, un joven austero y poco dado a los escándalos.


Letizia Ortiz le dirá “mi rey” a Felipe, así como muchos de los españoles (aunque ellos por distintas razones que su esposa). Pero en el fondo, nada puede borrar el hecho de que el Príncipe de Asturias recibirá la corona por la misma razón que Emilio González obtuvo el control del un partido político. Y tan es así, que miles de españoles se han manifestado en los últimos días para cuestionar la sucesión y exigir un plebiscito sobre la monarquía. Con lo cual me preguntó: ¿no podríamos hacer lo mismo en México: una manifestación para desconocer el poder heredado a los Niños Verdes, Napitos y similares?


Publicado en Sinembargo.mx

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Published on June 04, 2014 15:57

June 1, 2014

El gobernador pobre

¿Conoce usted a un ex gobernador pobre? ¿Un ex mandatario que salga de Los Pinos para residir en una casa de clase media? Suena muy republicano eso de que nadie pueda ganar más que el presidente de la república y que el sueldo de este sea de $143,492 pesos mensuales ($199,310 con prestaciones). En principio puede parecer mucho dinero comparado al salario mínimo mensual de alrededor $2,000 (según la zona geográfica), pero es muy inferior a las remuneraciones de la iniciativa privada en puestos directivos de grandes empresas. Con sus ingresos nominales un presidente del país difícilmente podría comprarse un departamento en Polanco capaz de albergar a una familia numerosa: el costo ascendería a 10 o 12 millones de pesos. Y ni hablar de una casa en Las Lomas, cuyo valor arranca a partir de 1.5 millones de dólares.


Mucho menos creíbles resultan los topes salariales de ciertos gobernadores, algunos de los cuales ganan menos que los alcaldes de su propia entidad federativa. Ya en serio, ¿habrá algún mexicano que crea que su gobernador o su presidente vive exclusivamente de su salario? ¿o que su patrimonio al terminar su sexenio se restrinja a los ahorritos que le permitió su sueldo mensual?


Cuando consideramos las ingentes cuentas secretas y las partidas de gastos discrecionales casi sin límite que tienen a su servicio las oficinas de los ejecutivos federal y estatales, el sueldo nominal se convierte en un asunto simbólico, un trámite, un engañabobos. Y ojo, hasta aquí no estamos hablando de corrupción abierta. “Canalizar” recursos de las partidas discrecionales es percibido prácticamente como un derecho, toda vez que el sueldo mensual no está diseñado para pagar el “valor de mercado” que cree tener un mandatario estatal. He conocido gobernadores que se visualizan a sí mismos como hombres honestos y decentes, por el simple hecho de haberse limitado a estas partidas. Es decir, no recibieron “moches” por concesiones de obra pública, ni comisiones por decisiones de la autoridad o gratificaciones especiales por favores concedidos. No se corrompieron, pues, al menos a sus ojos. Y con todo, salieron millonarios del puesto.


Con lo anterior no estoy argumentando a favor de que los titulares del poder ejecutivo obtengan ingresos mensuales de medio millón de pesos para, de esa manera, evitar la tentación de que metan mano a las cuentas públicas (de las que no se rinden cuentas). Me temo que lo único que se provocaría es engordar el botín final. Pero algo me dice que tendríamos que encontrar otra manera de remunerar a los puestos públicos de alta responsabilidad. Y más importante aún, otra manera de transparentar el patrimonio de los servidores públicos para favorecer la rendición de cuentas.


Los topes salariales me recuerda los límites de velocidad en algunos tramos de las carreteras federales: topes de 60 o 70 kilómetros por hora en segmentos planos carentes de obstáculos. Límites pensados para que sean violados por todo el que pasa por allí. El problema de fondo es que transitar a 95 kilómetros por hora convierte al conductor en un ofensor de la ley lo mismo que alguien que lo hace a 150 poniéndose a sí mismo y a los demás en riesgo. Con la corrupción pasa lo mismo. El funcionario que termina por embolsarse otros 100 mil pesos mensuales porque su sueldo es apenas simbólico, encontrará natural hacerse de otros 400 mil si tiene la oportunidad. Total, ya delinquió.


La concepción del servicio público sigue dominada por el famoso adagio: “político pobre es un pobre político”. Para desgracia nuestra, la clase política asume que todo aquél que arriba a un puesto público tiene la legítima aspiración de convertir una porción del presupuesto en patrimonio personal. Es una ley no escrita, pero tiene mayor vigencia que un artículo constitucional. Y me parece que lamentablemente esto no va a desaparecer hasta que se modifique “la narrativa” cultural sobre el servicio público. O incluso más allá: mientras el único sinónimo de éxito social y profesional sea el patrimonio acumulado. En otras palabras, si hubiera un ex mandatario que forme parte de la clase media seguramente sería visto como un inepto por sus colegas y, peor aún, por sus vecinos, en lugar de ser ampliamente respetado.


Entiendo que cualquiera planteamiento para resolver este aunto es complicado, difícil de instrumentar. Pero lo que me queda claro es que andar presumiendo que el gobernador gana apenas 110,000 pesos o el presidente sólo 143,000 es un mero engañabobos. Ellos no se lo creen, tampoco nosotros. Mejor omitan la cifra. No se burlen.


Publicado en una quincena de diarios


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Published on June 01, 2014 05:35

May 31, 2014

¿Haber de retiro o a vernos la cara?

La faraónica pensión vitalicia de los magistrados del Tribunal Electoral fue el escándalo de la semana pasada. Con toda razón, la opinión pública estalló ante el abuso desproporcionado y exigió la suspensión o modificación del acuerdo del legislativo. Y, como siempre, los responsables de este abuso (impulsado desde Los Pinos), apostaron a que el tema saldría del ámbito de la atención pública, desplazado por el siguiente escándalo. En efecto, a partir del domingo pasado los reflectores se concentraron en la sangrienta disputa interna por la presidencia del PAN. Para el martes, apenas un columnista seguía hablando del asunto.


Sería un error dejar que el olvido convierta en millonarios con cargo al erario a estos pusilánimes jueces. Los legisladores de oposición prometieron que revisarían la “ley secundaria” para evitar que el atraco se consumara. Pero no lo van a hacer si no existe la presión de la opinión pública (sí, así son nuestros líderes de “la oposición”).


El domingo pasado publiqué en una quincena de diarios regionales un texto sobre el tema en cuestión con el título que encabeza esta colaboración. Retomo y actualizo algunos de sus párrafos, con el afán de no dejar en el olvido una infamia más de “los servidores públicos” que nos gobiernan.


Ya nos aclararon que las pensiones faraónicas con las que se van a jubilar los magistrados del Tribunal Electoral tienen otro nombre. Menos mal, por un momento habíamos creído que se cometía otro acto de abuso de la autoridad en favor de sí misma. Ahora resulta que no se trata de una pensión vitalicia; no señor, no son tan burdos (o bueno, si lo son, pero no en este caso). Se llama “haber de retiro”, un término que procede de la jerga militar y designa aquello que se paga a los militares retirados mientras sigan vivos. O sea, una prestación vitalicia.


Considerando que cada magistrado alcanza hoy en día una remuneración anual de 4.2 millones de pesos (ingresos mensuales promedio de 350 mil pesos incluyendo aguinaldos), imagine usted lo que significaría para el erario sostener a estos jubilados si nos resultan longevos. De hecho, es un cálculo que ya realizó el diario Reforma: María del Campo Alanís y Salvador Olimpo Nava, quienes se retirarán a la edad de 49 y 48 años respectivamente, se embolsarían sin mover un dedo el equivalente a 185 millones de pesos la primera, y 196 millones el segundo por el simple expediente de no morirse hasta los 76 años (esperanza de vida actual de los mexicanos). En total, el retiro dorado de siete magistrados costaría 730 millones de pesos a los contribuyentes.


Una vez más tendríamos que preguntarnos qué razones podrían encontrarse para sostener que hay jubilados de primera plus y jubilados de tercera. ¿Cuál es la lógica que lleva a sostener que un empleado del ministerio público se retire con una pensión miserable luego de 35 años de actividad, y un magistrado lo haga forrado en oro luego de apenas diez años de servicio? (ese es el período que cubre un miembro del Trife). Sobre todo si consideramos que el sueldo de estos últimos no convierte a su trabajo precisamente en un sacrificio. Digo, a razón de 4.2 millones de pesos por año, al salir ya se habrían embolsado 42 millones cada uno.


Al abuso obvio que representa este privilegio, tendríamos que añadir la sospecha de una corrupción institucional mucho más grave. El gran impulsor de esta medida ha sido Los Pinos, como queda debidamente ilustrado por las notas periodísticas procedentes de la Cámara. En fotos y crónicas se advierte el trabajo de cabildeo de los operadores del Presidente sobre los coordinadores de los partidos en los recintos legislativos para lograr la aprobación de este “haber de retiro”.


El interés presidencial en este tema mueve a suspicacias: justamente fue el Trife el responsable de otorgar su aval para legitimar la elección de Peña Nieto y dejar sin castigo las violaciones cometidas por el PRI en lo correspondiente al financiamiento electoral (Monex incluido). El mismo Trife que decretó que en las elecciones de 2006 habían existido irregularidades sistemáticas por parte de la presidencia para favorecer a su candidato en detrimento de la oposición, pero que eso no modificaba el resultado de la misma (a pesar de que la diferencia en el voto hubiese sido de apenas 0.5%).


El magistrado Flavio Galván salió en defensa de su peculio con una afirmación conmovedora: “es un retiro justo después de toda una vida de trabajo”. Habría que decirle a ese juez que sólo es justo aquello que se ofrece al resto de los ciudadanos y no lo es aquello que constituye un privilegio que los demás no tienen.


Se afirma que el “haber de retiro” debe cubrir el 100% del sueldo los dos primeros años, porque el recién jubilado esta incapacitado por ley para trabajar durante ese lapso en asuntos de su profesión (después la pensión bajaría a 80%, según el reglamento que ahora rige para los militares). Es una medida que pretende asegurar que los decisiones de los magistrados no estén afectadas por sus vínculos con algún cliente o interés relativo a su inmediato futuro.


Es un criterio endeble, y en todo caso no justifica pagarles per saecula saeculorum. Remunera a la señora del Campo Alanís a razón de 200 mil pesos mensuales, más inflación, dentro de veinte años para evitar que se corrompa ahora, es algo que habla muy mal de la confianza que se tiene en la honestidad la actual magistrada, o para el caso en la de cualquiera de sus colegas. ¿O no?


Los jueces están en todo su derecho de recibir una pensión similar a la de todos los mexicanos, de acuerdo a sus cotizaciones y a los topes salariales que contempla el IMSS. Cualquiera otra cosa es un privilegio que apesta a corrupción.


Publicada en Sinembargo.mx

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Published on May 31, 2014 11:47

May 28, 2014

Desacato Económico

Los ricos sacan su dinero del país, lo pobres su cuerpo si la migra gringa se los permite; y todos, prósperos o humildes, buscan los pliegues que ofrece el sistema para escapar de sus incongruencias.


Hace poco me comentó un extranjero que no entendía porque los mexicanos aceptaban sin rebelarse los abusos y la prepotencia de la autoridad, la desigualdad lacerante, la injusticia arbitraria. El europeo que me lo dijo interpretaba como sumisión resignada la ausencia de una explosión social o de una insubordinación generalizada.


Me costó explicarle que buena parte de los mexicanos no tiene necesidad de violentarse contra el sistema porque en buena medida viven fuera de él. En la práctica incurren en un desacato permanente ante el absurdo mundo institucional. ¿Cómo tomarse en serio el pago de impuestos cuando prácticamente todos los días de la semana hay un escándalo de corrupción? ¿o aceptar la exigencia de Hacienda de que sólo se pueden emitir facturas digitales cuando sabemos que sólo 40% de los mexicanos tienen acceso a internet? ¿cómo creer en la ley cuando todas las experiencias que hemos tenido frente al ministerio público han terminado en moralejas infernales?


En otras palabras, ¿cómo soportamos un sistema podrido?: Viviendo en lo posible por fuera de él. Los mexicanos le sacan el bulto a los monopolios comerciales comprando en el tianguis y recurriendo a la piratería en materia de aparatos, textiles, música o películas. Treinta millones de peresonas laboran en el sector informal, y según algunas estadísticas este sector sumergido ya es mayor que la economía formal, al menos en población ocupada. Las universidades patito compensan la imposibilidad de entrar en los cupos restringidos de la universidad pública o pagar las cuotas exorbitantes de las privadas. Y cuando ningún arreglo es posible para entenderse con la obstinada realidad, siempre queda el recurso de emigrar.


Durante décadas un promedio de 400 mil paisanos cruzaron anualmente la frontera norte, al grado de que un pedazo de la población mexicana ya no está con nosotros ni forma parte de la comunidad: la manera más radical de incurrir en el desacato (en los últimos años ha descendido y no por falta de ganas de los mexicanos sino por las deportaciones y el endurecimiento de la vigilancia en la frontera). Incluso la insurrección insurgente en situaciones límite es una expresión de pertenencia; se desea cambiar al sistema porque se quiere vivir en él. La emigración, por el contrario, y sobre todo cuando es definitiva como ha sido el caso de tantos millones, es una renuncia radical frente a un sistema que te excluye.


Y no sólo es un recurso de los pobres. Algunos ricos emigran a Miami, a San Antonio o a España frente a la imposibilidad de encontrar garantías a su fortuna o a sus personas. El grueso de ellos se queda en México, pero no así sus capitales. En lo que va del sexenio 30 mil millones de dólares han salido del país, hasta alcanzar un cantidad cercana a los 140 mil millones acumulados y eso sólo en depósitos bancarios y bursátiles (si se incluya acciones y activos físicos enviados al extranjero, la cifra dobla a las reservas internacionales que ascienden a 186 mil millones de dólares). Desde luego que los millonarios tienen mayor capacidad para oponerse a la arbitrariedad de los poderes: gracias a sus abogados caros son capaces de ampararse en contra de Hacienda o de hacerlos ganar disputas económicas frente actos arbitrarios de la autoridad. Sacar el dinero del país es el último de sus recursos y vaya que lo han utilizado.


Este martes leí que una fundación presidida por la esposa del coordinador del PAN en la Cámara de Diputados , Luis Alberto Villarreal, recibió siete millones de pesos del erario sin que haya comprobado obras ni actividades. Villarreal es el legislador acusado de exigir moches a condición de canalizar recursos del presupuesto a los ayuntamientos. Ni los moches, ni las “donaciones” a la esposa serán sancionados.


Se me dirá que la anterior es una infamia mayúscula, y que cualquier capricho de gobernador supera las veleidades de Villarreal. Lo cito simplemente porque es la inmundicia del día, en el marco de un rosario de corruptelas que no perdona fecha del calendario.


Los mexicanos vivimos en el desacato porque no hay forma de tomarse en serio un (des) orden institucional absurdo y arbitrario, y porque si lo hiciéramos tendríamos que tomar el fusil para modificarlo. Para bien o para mal, la economía informal, las fronteras de la ley, la emigración física o patrimonial, se han convertido en la otra forma de protesta social.



Publicado en Sinembargo.mx


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Published on May 28, 2014 11:42

May 25, 2014

Amnistía económica

Algo no está funcionando en la economía mexicana, y no es un asunto para alegrar a nadie. Ni siquiera a aquellos que suelen solazarse en la búsqueda de culpables (reales o inventados). La satisfacción de exhibir la incapacidad del gobierno de Peña Nieto para sostener sus metas, es un muy pobre consuelo cuando una de las implicaciones es que otros 200 mil mexicanos tendrán que emplearse en las filas de la economía informal. Y esa no es la mayor de las calamidades.


Las razones de fondo desde luego que son estructurales. No las creó el regreso del PRI a Los Pinos. Y peor aún, los factores de coyuntura ni siquiera dependen de Videgaray sus muchachos, toda vez que los vaivenes que mecen al barco de nuestra economía son vientos que soplan desde Estados Unidos.


Dicho lo anterior, habría que señalar que los bandazos sobre el timón no han sido los mejores. Para acelerar la recuperación el gobierno escogió una estrategia equivocada. La cita de Jonathan Heath, recogida por The Economist, es impecable: “El gobierno está gastando más, pero tomó el dinero de los hogares”. Y de las empresas, habría que añadir.


En efecto, la reforma fiscal que arrancó en enero restringió el gasto de los hogares, la inversión de las empresas y la creación de empleos. Todo peso quitado a los particulares (sean contribuyentes físicos o morales) es un peso retirado de la inversión o del consumo. Una estadística de la ANTAD lo dice todo: es la primera vez en muchos años que disminuyen las ventas en tiendas departamentales y supermercados durante el primer trimestre, comparado con el del año anterior.


El gobierno se equivocó porque creyó que ese peso que retira del público puede “gastarlo” de una manera más eficaz de cara a la generación de efectos dinamizadores. Obviamente no ha sido así. La fluidez y el destino del gasto público deja mucho que desear, como bien lo saben los mexicanos.


Pero el problema va mucho más allá. Una reformas fiscal más severa no significa que los 10 pesos adicionales que recaudará ahora el gobierno simplemente circularán de otra manera. El peor de los impactos no es cuantitativo sino cualitativo. Una recaudación fiscal que es percibida como rígida, autoritaria y con pocos consensos provoca la retracción de la inversión y el refugio de empresas y particulares en la zona oscura de la economía informal.


Y justamente ese es el tema de fondo. El país no va a crecer a tasas de 3% anual, ya no digamos 5% como quisiera Peña Nieto, si no aumentan los niveles de productividad de los que ya trabajan. Si la población aumenta a una tasa de 1.2% cada año, la economía crecerá a ese ritmo si nos comportamos igual que el año anterior. Para que el PIB aumente por encima de eso la productividad de los trabajadores debe crecer con respecto al año anterior. Y esto no sucede en la economía informal.


En consecuencia, toda reforma fiscal que echa en brazos de la informalidad al consumo de las personas y a la actividad de las empresas, atenta contra el crecimiento. Y justamente eso es lo que ha provocado Lolita-Dolores en 2014.


Hacienda endureció los controles y aplicó un régimen draconiano sobre el contribuyente, lo cual lejos de combatir la evasión ofrece mayores incentivos para mantenerse “en la sombra”. Me recuerda a las políticas de sofocamiento de un movimiento insurgente por la vía de aterrorizar a los familiares de los militantes.


Todo lo anterior no pretende abogar por un sistema sin impuestos; México es uno de los países con más baja recaudación en el Hemisferio Occidental; y no porque usted y yo paguemos poco, sino porque muchos no pagan. Eso debe subsanarse, pero no cebándose contra los que ya lo hacemos, o de aterrorizar a los que se encuentren en el borde entre la formalidad y la informalidad.


Tampoco es deseable una laxitud irresponsable frente a la economía informal. Pero se tienen que diseñar puentes para que existan incentivos para transitar a la zona formal. Una amnistía política que sea exitosa pasa por esa vía.


Por lo demás, el timing de la reforma fiscal fue lamentable. En 2013 castigaron a la economía al restringir el gasto, en 2014 al imponer nuevas obligaciones fiscales. Sería deseable que el gobierno apelara al crecimiento más por la vía de incentivar la actividad de los ciudadanos, y menos por su obsesión a expandirse. Y dicho sea de paso, antes de imponer mayores contribuciones el gobierno tendría que combatir la corrupción y mostrar que puede gestionar el erario con limpieza. Pero, esa es otra historia.



Publicado en una quincena de diarios


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Published on May 25, 2014 11:44

May 11, 2014

Lo que Videgaray no ve

Hay mentiritas, mentirotas y estadísticas. O como se decía cuando era estudiante de Economía: las estadísticas son como el bikini, muestran mucho pero ocultan lo esencial. Se habla de que el país podría crecer entre 2.5 y 3.5 por ciento en 2014, pero ¿en qué nos ayuda cuando nos enteramos de que siete de cada diez jóvenes están subempleados en México y que la miseria está aumentando? El año pasado la economía mexicana creció 1.06% pero eso está por debajo de la tasa de incremento demográfico; en otras palabras, eso significa que en 2013 los mexicanos nos hicimos más pobres.


Imagínese usted un salón de clases en el que los alumnos obtienen un 8 en promedio de calificación porque todos lograron entre 7 y 9 en sus evaluaciones personales. Pero imagínese otro en el que se obtiene el mismo 8 en promedio porque algunos alcanzan un 10 impecable mientras otros reprueban con un contundente 5. La sociedad mexicana sería un salón del segundo tipo.


Cuando Hacienda afirma que el país crecerá a una tasa de 3% el próximo año, eso significa que algunos sectores punta, orientados a la exportación, se expandirán a tasas cercanas a 10 por ciento, mientras que otras de carácter tradicional seguirán retrocediendo (tasas negativas). Si lo encaramos por tamaño de empresas el resultado se lo podrá usted imaginar: las grandes corporaciones crecerán mucho más que ese 3%, las pequeñas y medianas muy por debajo y algunas incluso desaparecerán. La dimensión humana, que es lo único que importa, sale aún peor parada: los grupos de ingresos mayores concentrarán un mayor porcentaje de la riqueza; los pobres perderán poder adquisitivo. Para nadie es un secreto que el ingreso de las clases populares cada año retrocede al contrastarlo con el valor de la canasta básica. En plata pura eso sólo significa que sin importar si el país crece 1 por ciento o tres veces eso, los pobres seguirán empobreciéndose. Y eso es así porque aquello que crece no es intensivo en mano de obra: no es lo que genera más empleo ni mayor derrama económica entre la población.


Thomas Piketty, un economista francés, acaba de sacudir a los círculos de poder en el mundo con su libro Capital, una investigación del 1 por ciento más rico de la población desde tiempos de la Revolución Francesa hasta nuestros días. Con datos incontrovertibles (fruto de una investigación de diez años sobre archivos fiscales y patrimoniales en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania y Japón), revela que en la sociedad de mercado los ricos inexorablemente se hacen más ricos con relación a los pobres. Salvo en períodos “anómalos” de expansión de la clase media (década de los sesenta a los ochenta, por ejemplo) la desigualdad tiende a acentuarse. Los intereses del capital y de la bolsa siempre son más altos que el crecimiento de los salarios. Y las estrategias de los ricos para evitar las crisis (e incluso ganar con ellas) es superior a la de las clases populares. Eso por no hablar de los impuestos: todavía sacude la revelación de que la secretaria particular de Warren Buffett, el tercer hombre más acaudalado del mundo, paga una tasa de impuestos mayor que su jefe.


Si los pobres se llevan una porción cada vez más magra de la riqueza social, tendríamos que preguntarnos cómo hacen para sobrevivir. Sospecho que hay algo que no estamos viendo. En realidad lo que se achica es el peso de los pobres en las estadísticas de la economía formal. Videgaray podrá hacer las cuentas que quiera, pero lo más probable es que la gente se dé las mañas para hacer sus propias cuentas. Que Hacienda endurezca sus controles sólo significa que una parte mayor de la población habrá de vivir fuera de esos controles, en la economía informal. Y no sólo me refiero al empleo, sino también al consumo. Incluso un contribuyente cautivo, empleado en una empresa formal que cotiza en el IMSS y cuyos impuestos le son descontados, consume cada vez con mayor intensidad en los circuitos informales. La estadística de la economía subterránea es gelatinosa, obviamente, pero basta darse cuenta del incremento de los tendidos de puestos de comida y mercancía en las aceras de todas las ciudades mexicanas para advertir que una buena parte de la realidad discurre por vías distintas de aquellas en que se afanan nuestros funcionarios. Como muchas cosas en la vida, la negación de la realidad oficial es la única salida que tienen los desamparados siguiendo un inevitable adagio: si la estadística no te favorece, muévete a la zona en donde las cosas no se cuentan. Es lo que están haciendo muchos mexicanos.


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Published on May 11, 2014 11:49

May 4, 2014

Los dublineses

Los viajes ilustran, dicen. También pueden hacer maravillas para la autoestima. Luego de participar en un seminario en Dublín sobre el potencial de las relaciones entre México e Irlanda, regreso a Tenochtitlán sintiéndome privilegiado integrante de la pujante civilización de bronce. Durante tres días escuché a banqueros pelirrojos y directivos con la altura de Liam Neeson proferir todo tipo de alabanzas sobre el futuro de la economía mexicana. Alguno aseguró que para el año 2025 nuestro país será algo así como la sexta potencia del mundo, pero supongo que lo dijo al calor de los desacostumbrados tequilas que se sirvieron para el almuerzo. De otra manera no me explico como podríamos deshacernos de los siete países que nos anteceden: actualmente somos la economía número trece, y Rusia, India, Canadá o Brasil no parecen estar muy dispuestos a ceder su lugar.


Como quiera, parece que la mayoría de los irlandeses se lo creyeron porque nos veían a los mexicanos con un reverente respeto, y no sólo por nuestra habilidad para escuchar sin pestañar los interminables discursos de los funcionarios a cargo de inaugurar cada sesión de trabajo con el entusiasmo del que enciende una antorcha olímpica. En eso se parecen los políticos mexicanos y los irlandeses. Protocolarios y de verbo prolifero. O quizá así son todos los políticos del mundo; emocionalmente incapaces de ignorar un micrófono disponible.


En realidad irlandeses y mexicanos descubrimos que tenemos mucho en común. Hemos vivido a la sombra de un imperio durante tantos años (ellos el británico, nosotros el estadounidense) que compartimos usos y costumbres típicos del sobreviviente. Un humor tragicómico, el catolicismo de raíces propias (guadalupano el nuestro, de San Patricio el de ellos), pasión por la cerveza y un discrecional irrespeto por las leyes. Es el único país de Europa del norte en el que he visto que los peatones se cruzan los semáforos cuando no debieran o atraviesan la calle a media acera. Algo que te hace sentir en casa. Eso y que su selección se vista de verde y blanco y que tampoco tenga posibilidad de ganar un Mundial es algo que en verdad hermana.


Pero regresemos a la autoestima. Siendo un país de apenas cinco millones de habitantes, su referencia reiterada al gigante azteca de 125 millones que somos, me hizo sentir, por primera vez en la vida, habitante de una potencia mundial. Los analistas europeos que escuché hablaban de las reformas del gobierno mexicano como un detonante capaz de disparar una prosperidad nunca antes vista. No importa que uno de ellos llamara al presidente Enrique “Piñata” en reiteradas ocasiones (verídico), sus cifras eran mucho más precisas que su dicción en español.


Irlanda, al igual que México, padeció una profunda crisis económica a finales de la década pasada (2007 al 2009), de la que parece apenas estarse recuperando. Sus número recientes son tímidos, más discretos aún que los nuestros, pero todo indica que están sentando las bases de un crecimiento sólido para el futuro inmediato. Su gran apuesta para convertir a Dublín en el Silicon Valley de Europa va por buen camino. Una reconversión admirable que podría asegurar el futuro de estos indomables insubordinados del imperio británico.


Ellos están convencidos de que nuestras reformas económicas son una garantía para el despegue de México y nosotros quedamos convencidos que sus ciudades digitales incubadoras de proyectos son la respuesta para un futuro próspero. Así que las dos comitivas terminamos dándonos espaldarazos mutuos, persuadidos ambos de un optimismo que no teníamos cuando llegamos.


Probablemente la realidad desinfle parte del entusiasmo insuflado por tres días de elogios compartidos; por lo general ese suele ser el desenlace anticlimático de este tipo de encuentros. Salvo por un factor inusual: la eficacia de los dos embajadores responsables del encuentro, Sonja Hyland representante de Irlanda en México, y Carlos García de Alba nuestro hombre en Dublín, a quien el alcalde de la ciudad no tuvo empacho en decir que se trataba del mejor embajador en la Isla. Ambos representantes se aseguraron de que varias de las empresas presentes en el seminario amarraran operaciones de inversión puntuales: entre ellas el apalancamiento de Guadalajara como una ciudad digital espejo de Dublín.


Los viajes ilustran, pues, y de vez en cuando hacen algo más. Normalmente uno regresa de los países del primer mundo añorando el guacamole pero sintiéndose un poco amoscado por la comparación desfavorable y los maravillas civilizatorias contempladas. No ha sido el caso. En Dublín las cosas funcionan de maravilla, pero resulta que sus habitantes nos admiran y quieren ser como nosotros. Algo creen saber de los mexicanos que nosotros ignoramos. No se si están equivocados pero, al menos para variar, qué bien se siente.


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Published on May 04, 2014 11:51

April 27, 2014

Parajodas

Fallecen los poetas y perduran los lideres sindicales. Más que paradojas parecen parajodas. Disputamos el primer lugar en el mundo en cuestión de índices de obesidad pero un porcentaje significativo de la población padece desnutrición; es mexicano el hombre más rico del planta en materia de telecomunicaciones, pero el país se encuentra a la zaga en esta materia respecto cualquier otro país en desarrollo; la captación de recursos fiscales es bajísima comparado con cualquier país latinoamericano, pero pago más impuestos que si viviera en Estados Unidos.


Algo debe estar profundamente descompuesto para que estas contradicciones convivan sin que nadie ni nada pueda resolverlas. ¿Cómo explicar al niño con déficit de insumo calórico durante su etapa de crecimiento que le esperan problemas de sobrepeso y un padecimiento diabético en la adultez? ¿Alguna vez se le caerá la señal a Carlos Slim en el centro de la ciudad, como al resto de los mortales? ¿De qué sirve tener 61 mil millones de dólares en lugar de 60 mil millones si no puedes darle una cobertura telefónica decente al país que dio origen a tu fortuna? ¿Cómo se atreve Hacienda a obligarme a declarar cada mes, a quitarme un tercio de mis ingresos y tratarme como delincuente fiscal en potencia, cuando todos los días me entero de un nuevo desfalco en la administración pública? Justamente esa administración pública que ordeña mis ingresos.


Paréntesis: en realidad terminamos pagando mucho más que un tercio de los ingresos: alrededor de 30% por ISR, 16% de IVA en los consumos, pago de derechos y servicios: predial, tenencia, casetas en carreteras, agua potable, derecho a tener pasaporte, etc. Y a eso hay que sumarle el costo del contador al que nos obliga Hacienda con la dichosa declaración mensual.


Nos sentiríamos muy orgullosos de que nuestro empresario de las telecomunicaciones encabezara la lista de Forbes si nuestro país fuese un ejemplo para el mundo en interconectividad y desarrollo cibernético. En realidad cada año perdemos posiciones. En 2014 México ocupa el lugar 79 de 148 países con relación al índice de conectividad global, un retroceso de 16 lugares con respecto al informe de 2013. Y nuestras tarifas de internet están entre las más altas de los países en desarrollo, según el mismo reporte.


De igual forma, me sentiría menos incómodo, incluso contento, de compartir con la sociedad una parte de los ingresos que genero si no me quedara la sensación de que pasan a formar parte de un patrimonio que los políticos consideran como suyo. Y no digo que todo se lo roben, ni mucho menos. Pero me hace muy poca gracia que operadores políticos como Rosario Robles, dedicados a la promoción del voto priista, tomen las decisiones de cómo se gasta el dinero para “ayudar” a los pobres; o que no podamos evitar el gasto absurdo de quinientos diputados y sus excesos, pese a que sólo trabajan cincuenta.


Y desde luego, nunca podríamos estar de acuerdo con la obesidad, un plaga moderna de consecuencias devastadoras para la sociedad, pero algún consuelo habría si eso significara que el hambre y la desnutrición hubieran sido erradicadas de una vez y para siempre.

Entiendo que la vida está llena de sinsabores y contradicciones. Qué todos los días mueren inocentes y gentes de provecho, y sobreviven las alimañas y los malos bichos. Pero quisiera creer que de vez en cuando hay un pequeño desquite; una rendija por la cual se cuela el imponderable, la excepción azarosa, la esperanza inesperada.


Las redes sociales no equilibran el poder, ni todos sus efectos son favorables a la democracia o la construcción de una sociedad más informada y participante. Hay mucho de manipulación y, más aún, de desinformación y criticismo visceral en el ciberespacio. Pero en coyunturas como el #Yosoy132, #Ladyprofeco #PeñaNietostop pueden ser decisivas para impedir que los asuntos públicos se conviertan en competencia exclusiva de la clase política.


Justamente, el último de estos hashtagas, #PeñaNietostop encabeza la campaña en redes sociales para impedir la aprobación de la ley de telecomunicaciones, por considerarlo un proyecto de censura en contra de la libertad en el uso de internet. El diario The Wall Street Journal publicó hace unos días que las redes sociales habían logrado parar el proyecto de ley de Peña Nieto. Y en efecto, así ha sido. Todavía es pronto para saber si tales protestas producirán un cambio sustantivo en la ley de telecomunicaciones. Pero por lo pronto constituye una alentadora interrupción, así sea momentánea, de ese terrible engranaje de paradojas que suele cebarse en contra de los ciudadanos.


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Published on April 27, 2014 04:06

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Jorge Zepeda Patterson
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