Laura Urcelay's Blog: Laura Urcelay, page 10
September 27, 2019
Reseña Mujeres de retales a cargo de Mayte Blasco
No os perdáis la reseña de Mujeres de retales que ha hecho Mayte Blasco, compañera escritora y bloguera. Nos cuenta cuáles han sido sus relatos favoritos y nos da alguna pista de por qué los ha elegido.
No puedo más que agradecerle su tiempo y sus palabras. Podéis leerla en el siguiente enlace: El blog de Mae
September 25, 2019
A Alice Munro y a mí solo nos diferencia una letra
Una lectora muy, pero que muy generosa, me dijo hace tiempo que yo era la Alice Munro española. Tengo que confesar que, en ese momento, no había leído ninguno de sus cuentos y fui inmediatamente a Google en busca de información. Corroboré, una vez más, cuánta LITERATURA, así, en mayúsculas, me queda por descubrir.

Foto de El País: Alice Munro gana el Nobel de Literatura por su maestría en los cuentos
Alice Munro te coge de la mano con delicadeza y te lleva de paseo por la vida de las mujeres canadienses. Te descubre historias cotidianas, duras, alegres, sorprendentes, extrañas. Te introduce en la intimidad de sus personajes femeninos como si fueras invisible y pudieras observarlas sin pudor. Te convierte en cómplice de los secretos, miedos y anhelos de cada una de ellas.
En Secretos a voces, Las lunas de júpiter y Amistad de juventud encuentras mujeres solitarias con historias de amor frustradas. Mujeres rurales, fuertes, preocupadas por sus vecinas. Mujeres que descubren a otras mujeres capaces de venderlas. Mujeres extravagantes, en busca de estabilidad. Mujeres trabajadoras, soñadoras, atrapadas en matrimonios crueles. Mujeres resignadas, luchadoras. Relaciones familiares deterioradas, madres e hijas que no se ven. Infidelidades, muchas infidelidades. Divorcios, nuevos matrimonios. En definitiva, te topas con vidas tan distintas y al mismo tiempo tan iguales, condensadas en pocas páginas en las que la autora crea un mundo detallado que no tienes más remedio que tomar como real.
Hay quien se queja de sus finales, quien los considera malos. Reconozco que, al principio, algunos me costaron y me quedé pensando: ¿Qué ha querido decir con este final tan raro? Cuando dejé de hacerme esa pregunta, empecé a disfrutar. Estamos demasiado acostumbrados a finales redondos que nos lleven a una conclusión única y nos ayuden a sobrellevar la incertidumbre de nuestras vidas. Pero la Munro no nos ofrece esto, no. A ella no le interesa dar lecciones, no le interesan las historias donde todo quede atado, a ella le interesa contarnos la vida, sus relatos son trozos de vidas y la vida siempre continúa a no ser que lleguemos al final de verdad: la muerte, con su final rotundo.
Si lo que buscas en la literatura es evadirte del mundo y perderte en historias con finales claros, cerrados, perfectos, la Munro no es para ti. Ella te va a poner la realidad en las narices, te va a mostrar los momentos desagradables de la existencia sin reparo, va a tocar infinidad de temas que te harán reflexionar, pero te dejará intrigado con muchos otros, te dejará pensando si eso que has interpretado es así, o ella quería decir otra cosa, y, al final de cada historia, te quedarás pensando un rato largo en esa mujer que acabas de descubrir, preguntándote por qué actuó de esa manera, qué habrá sido de ella.
Ahora, después de leerla, puedo responder a aquella lectora tan generosa. Puedo decirle que sí, que en Mujeres de retales yo también he escrito relatos sobre vidas de mujeres (en mi caso españolas, excepto alguna inglesa), que igual que Alice Munro me interesa contar la vida y sus momentos, dulces y amargos, que mis finales también son abiertos, porque la vida continúa después de ese episodio. He llegado a la conclusión de que a la Munro y a mí solo nos separara una letra: ella es escritora Nobel y yo escritora novel. Pequeñas diferencias.
September 12, 2019
La abuela Herminia. Relato.
Publicado originalmente en Buenos Relatos
La abuela Herminia
—Ahora le ha dado por decir que está muerto —dijo Herminia.
—Sería conveniente que viniera a terapia.
Herminia miró a la psicóloga, debía de tener la edad de su hija, pero los ojos de esta mujer radiaban serenidad.
—Entiendo, pero tendría que traerlo de los pelos y ya tiene veinte años.
Las lágrimas se le agolparon en las bolsas. La caja de pañuelos lijó la mesa cuando la psicóloga la empujó hacia ella.
—¿Vive alguien más en el domicilio?
—No desde que murió mi marido. Fue cuando empezó a hacer cosas raras, un año hizo el mes pasado. —Giró el anillo sobre su anular—. Yo pensaba que se le pasaría al acostumbrarse a vivir sin su abuelo. Se adoraban, sabe, a veces hasta me ponía celosa, ¡qué tontería!
—¿Puedo preguntar por los padres de Ernesto?
Herminia miró el ventanal a su izquierda; las cortinas venecianas filtraban luz y combatían cotillas. Aquel despacho resultaba aséptico con las paredes y el mobiliario crudo; un florero rojo sobre el armario era el único toque de color, pero estaba vacío. El olor a desinfectante le recordaba los meses de angustia en el hospital con la certeza de que perdía a su marido.
—Drogodependientes. Tenemos la custodia desde los dos años.
La psicóloga asintió, se inclinó hacia delante y dijo con voz esponjosa:
—Veo que eres su madre. Como todas las madres, y lo digo por experiencia, lo hacemos lo mejor que sabemos. ¿Está tomando medicación?
—El psiquiatra me dio una receta. —Buscó el papel en el bolso—. Como no lo quiere tomar se lo echo en el café, pero últimamente tengo problemas, dice que los muertos no necesitan comida. —Herminia posó sobre la mesa la cartera, las llaves, el móvil y un pañuelo de tela arrugado—. Vaya, será posible, no la encuentro.
—No te preocupes, Herminia, lo comprobaré más tarde en el historial. Lo que me gustaría saber ahora es qué has hecho para que coma.
—No lo he conseguido del todo, solo a veces, como cuando le dije que a los faraones egipcios los enterraban con comida para que no pasaran hambre en el más allá. Lo vi en un documental.
—Genial, Herminia, esto es lo que vas a hacer la próxima vez que te pregunte si está muerto…
***
De camino a casa paró en el supermercado. Iba a cocinar macarrones con nata, los favoritos de Ernesto; también compró natillas de chocolate, con lo goloso que era seguro que olvidaba un rato que estaba muerto.
La cola en la caja era larga. Miró el reloj de pulsera: las doce y media, llevaba fuera más de dos horas, temía que Ernesto ya se hubiera despertado. Al fin llegó su turno.
—El nieto está como una regadera —murmuraron tras ella—. El otro día salió al balcón desnudo. Primero la hija yonqui y ahora el nieto trastornado. A cualquier hora vamos a tener una desgracia en el barrio.
A Herminia se le incendió la cara. Era su vecina, Almudena, la de la boca que rezumaba abono. «No hay mejor desprecio que no hacer aprecio, no hay mejor desprecio que no hacer aprecio», repitió para sí aquel refrán que le había enseñado su madre, llenó las bolsas y salió sin volver la cabeza.
***
Cuando llegó a la pista de fútbol tenía las piernas doloridas; no era fácil avanzar contra aquella ventolera que traía el olor a pescado de la fábrica. Dejó las bolsas sobre un banco y se sentó. Por más que limpiaran, aquella zona parecía siempre sucia, plásticos y papeles rodaban por el suelo. Llevaba medio siglo allí, sabía que lo más peligroso que podías encontrar era a Almudena con una boñiga preparada, pero si hacía un esfuerzo y miraba el lugar de forma objetiva, veía nada menos que un suburbio pegado a la autovía y comprendía el recelo de algunas personas por ese barrio. Parchazos de pintura rosa bañaban el bloque en forma de u; de los primeros pisos sobresalían unas terrazas ancladas al suelo por columnas ennegrecidas. Desde allí veía su balcón, un quinto de los que daban al patio interior; suspiró al comprobar que solo la ropa ondeaba en las cuerdas.
***
—¡Ernesto! Ya estoy en casa, hoy comemos macarrones con nata.
Dejó la compra sobre el fogón, bebió un vaso de agua y atravesó el pasillo. Golpeó la puerta de la guarida de su nieto tres veces, como no respondía, entró; apestaba como si tuviera el cadáver de una vaca en el armario. Al encender la luz lo vio boca abajo, desnudo sobre el colchón. Subió la persiana, abrió la ventana y empezó a recoger la ropa desperdigada por el suelo.
—Ernesto, es casi la una de la tarde.
El chico levantó medio cuerpo y se rascó la espalda con una contorsión que dejó al descubierto las costillas.
—Anoche no podía dormir, abuela, déjame un rato más.
Herminia se detuvo, sobre el escritorio había tres tarjetas cortadas por el lado de la fotografía: el carné de estudiante, el de conducir y el de identidad.
—¿Por qué? Dijiste que estabas cansado y te fuiste a las ocho a la cama. ¿Esto es lo que estuviste haciendo? Cuesta dinero renovarlos.
—No dejaba de pensar en ello. Todo es tan extraño. —Se miró las manos—. Yo soy tan extraño. Creo que estoy muerto.
Herminia había rezado para que se le pasara pronto, pero el extravío en su mirada le decía que aquello no pasaría solo, además, rezar no le había servido de nada con su hija.
—Si tú estás muerto, yo estoy muerta, y si los dos estamos muertos, ¿dónde estamos? ¿Por qué no está el abuelo con nosotros?
Como si una granada hubiera caído junto a su búnker y lo hubiese despertado, Ernesto centró los ojos en el rostro de su abuela. Mientras se ponía los calzoncillos preguntó:
—¿Qué hay de comer? Estoy muerto de hambre.
***
Lo había convencido para que visitara a la psicóloga, incluso se había duchado. Salieron del portal agarrados del brazo. En el centro del patio, un quinteto parloteaba con sus batas de flores y zapatillas de felpa, con sus moños tersos y lenguas afiladas.
—Mirad, ahí va el loco —dijo Almudena.
El coro entonó las frases que Herminia estaba harta de oír. «No hay mejor desprecio que no hacer aprecio, no hay mejor desprecio que no hacer aprecio», se repitió, como siempre, aquel mantra que tampoco le había servido de nada. Apretó el brazo de su nieto y cambió la trayectoria hacia ellas, cuando vieron que se acercaban, la melodía cesó.
—Buenos días, vecinas, quería deciros que podéis estar tranquilas, si un día pasa una desgracia en este barrio, no será culpa de la locura, sino de la maldad, esa no tiene solución.
Herminia dio media vuelta, encarnada, temblorosa, satisfecha de que por fin, a sus sesenta y dos años, se atrevía a enfrentar los problemas. Ernesto la miró como si aquella, en vez de su abuela, fuera una heroína que había venido a salvarlo.
Se alejaron, dejando tras de sí un coro mudo.
September 3, 2019
Dolor crónico. Microrrelato para el reto “Emociones en 50 palabras (septiembre)”
Tengo ratos ligeros en los que me doblo sin quejidos, siento las articulaciones pomposas como un tutú y hasta los vencejos me agradan. Cuando la túnica negra y plomiza del dolor me envuelve, convirtiéndome en un paraguas oxidado, atascado, inservible, incluso la elegancia de los cisnes se me antoja insufrible.
Esta es mi participación para el reto Emociones en 50 palabras (septiembre).
Microrrelato de 50 palabras (sin contar el título). La imagen me hizo pensar: ¿Y si estas dos mujeres representaran la vida de una que sufre dolor crónico? Así surgió el texto, una muestra de sus ratos buenos y sus ratos malos.
August 29, 2019
Todo lo que me ha dado el reto Escribir Jugando
Hace diez meses abrí este blog. Poco después, descubrí el reto Escribir Jugando. Me pareció una iniciativa genial para mantener la creatividad al día, así que decidí participar y ¡menos mal que lo hice! No solo me ha ayudado a exprimir ideas cada mes y a desconectar de la novela que tengo entre manos para después volver con más frescura sobre ella, sino que he conocido a personas estupendas con mucho que contar y, lo más importante, me lo he pasado genial.
Además, he sido afortunada en tres ocasiones. En el mes de marzo conseguí la mención especial con el microrrelato Criaturas mágicas, lo que me dio un empujón para continuar hasta que Lídia decidió otorgarme el Optimvs Mensi en junio por otro microrrelato que titulé El día más largo.
Pero las alegrías no habían acabado para mí, entre todos los participantes del mes de julio y con motivo del primer aniversario del reto, a Lídia se le ocurrió realizar un supersorteo con un montón de regalos bonitos que tuve la fortuna de ganar.
Ayer, al volver a casa después del trabajo, me encontré con este paquete:
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Y dentro venían todos estos regalos que voy a disfrutar como una enana:
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El libro de microrrelatos “Mis historias y otros devaneos” de Lídia Castro Navás, con dedicatoria incluida.
Dos marcapáginas de las novelas “El velo de Flyxia” y “La bruja, la espada y la hija del herrero” también de Lídia.
Un cuaderno único y preciosísimo elaborado de forma artesanal por Inés Poveda de Cuadernos Encantados.
Un paquete de té de frutas que se puede tomar frío o caliente para disfrutar todavía más de la lectura y la escritura.
Y todo metidito en una caja y envuelto con mucho gusto.
¡Mil gracias Lídia! Y que siga el reto por muchos meses más, que en agosto se ha echado de menos, aunque seguro que en septiembre volvemos todos con las pilas cargadas.
August 23, 2019
Sábanas perdidas. Microrrelato para el reto Emociones en 50 palabras (agosto)
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Veranos antiguos, bañados por sábanas blancas que se agitaban en el prado con su aroma de romero. Sábanas frescas en las noches de agosto, cálidas en los despertares de chocolate a la taza y tortos dulces, esponjosos como las manos de mi abuela. Sábanas perdidas, veranos irremplazables.
Este es mi microrrelato (47 palabras sin contar el título) para el reto Emociones en 50 palabras (agosto).
La imagen del tendal me transportó a aquellos veranos tan sencillos y bonitos de mi infancia en el pueblo de mis abuelos.
August 18, 2019
Matia: la Peter Pan de Ana María Matute
Ana María Matute ganó el Premio Nadal en 1959 con Primera memoria, novela que explora el paso de la infancia a la adolescencia empañado por el estallido de la guerra civil española. La autora nos sumerge en un mundo misterioso y desconcertante de la mano de Matia, una protagonista que nos desvela su adolescencia rebelde, solitaria, triste.
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Primera memoria. Ed. Austral. Foto de Laura Urcelay.
Rebeldía y desapego
“Quien no haya sido, desde los nueve a los catorce años, atraído y llevado de un lugar a otro, de unas a otras manos, como un objeto, no podrá entender mi desamor y rebeldía de aquel tiempo”.
En el verano de 1936 Matia tiene catorce años y está en casa de su familia materna, en una isla que nunca se nombra pero que parece encontrarse en Baleares. Allí le sorprende la guerra, junto a una abuela fría y autoritaria, una tía ensimismada y un primo, Borja, manipulador y cruel a pesar de sus quince años.
Matia nos cuenta en primera persona sus vivencias en la isla. Lo hace desde una mirada ya adulta que achaca su comportamiento oposicionista y desligado de aquella época a la ausencia de alguien que la amara durante su infancia. Lo cierto es que razones no le faltan: huérfana de una madre que se ha convertido en una sombra, abandonada por un padre del que solo recuerda los juguetes que le enviaba y alejada de la aya que la cuidó en las montañas hasta que enfermó o quizá murió.
Tras su expulsión del internado en el que la habían metido cuando la aya enfermó, Matia va a parar a la casa de la abuela y aprovecha cada ocasión para hacer notar que está allí en contra de su voluntad:
“No sé qué diablo me picaba a veces, que si algo me arañaba por dentro, me empujaba a la maldad”.
Tristeza y soledad
Mientras la península está en guerra, en la isla Matia nos habla de calor, aburrimiento y soledad; de noticias que llegan lejanas a través de los periódicos, de esperas, confusión, incertidumbre.
Se siente atrapada: en la isla, la casa, las exigencias de su abuela, las clases de latín y matemáticas, el magnetismo de Borja; y también en un período en el que no es niña ni mujer pero empieza a conocer el machismo y aborrece su condición femenina que le cierra las puertas a ciertas aventuras que disfrutan los chicos.
Se empeña en esconder todo lo que puede parecer debilidad. Nunca llora, pero reconoce en ella una profunda tristeza que podría ser heredada de su abuela:
“Supongo que Borja heredó su gallardía, su falta absoluta de piedad. Yo, tal vez, esta gran tristeza”.
Entre tanta espesura, su vida se aligera con los paseos secretos en barca por las calas, momentos de libertad en los que fuma, bebe y descubre el mundo de los muchachos que juegan a ser hombres.
Miedo a hacerse adulta
Matia encuentra consuelo en Gorogó, un muñeco de trapo vestido de arlequín que esconde en el vestido y duerme bajo su almohada. Gorogó es el ancla al que se aferra para que la infancia no se le escape.
Ella misma se considera cobarde ya que quiere permanecer ajena al mundo opaco de los adultos; por eso no pregunta, prefiere que no le cuenten. Ese es el motivo por el que la realidad nunca llega a desvelarse del todo, solo se intuye, velada por la inocencia que se empeña en alargar; evita conocer para rascar los últimos resquicios de ingenuidad, aunque sabe que no es posible, porque ya comprende lo que no quiere escuchar.
La guerra, los secretos, las traiciones, erosionan el caparazón tras el que se mantenía escondida y, de repente, se descubre incapaz de amar a Gorogó. Meses después, cuando tiene que abandonar la isla para acudir a otro colegio, ni siquiera sabe dónde encontrarlo.
Gorogó se queda para siempre en la Isla de Nunca Jamás, junto a la inocencia de Matia.
Con Primera memoria da comienzo la trilogía Los mercaderes. El segundo se titula Los soldados lloran de noche, y el tercero, La trampa.
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Ana María Matute
August 1, 2019
Reseña Mujeres de retales
Aquí os dejo las palabras que le dedica nuestra compañera bloguera Yaiza a mi libro Mujeres de retales en su blog El pensadero de Yai.
“Un conjunto de relatos bien traídos que hablan de diferentes historias con personajes muy curiosos con los que te puedes llegar a identificar. Retales de mujeres con unas personalidades tan complejas y variadas que difícilmente te puedes imaginar los finales tan inesperados. Una lectura muy amena que me dejó con ganas de saber más de esta autora”.
Mil gracias, Yaiza, por tu tiempo y tus palabras.
Además, en la misma entrada descubriréis a otra autora y su novela. Lee la entrada completa en el siguiente enlace: Y así más fuerte poder cantar
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July 24, 2019
Mano etérea. Microrrelato Escribir Jugando (julio)
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Grimorio. Cuando llevo días sin comer, flotan por la habitación palabras aleatorias como esta que ha venido ahora.
Ojalá tuviera uno con el que romper la maldición a la que permanezco atada con candado: llevo sombrero para tapar el pelo lacio, las calvas rosadas; flequillo que esconde mis cuencas hundidas; un traje hermético disimula la piel escarada que recubre mis huesos.
Ojalá ese grimorio contuviera un hechizo para eliminar la mano etérea que controla mi cabeza y me obliga a verme gorda, monstruosa.
El mes pasado gané el reto Escribir Jugando con el Microrrelato El día más largo. Me hizo muchísima ilusión llevarme el Optimvs Mensi, ¡gracias, Lìdia!
Vuelvo a la carga con el Escribir Jugando (julio). Además de la carta y el dado, de manera opcional hay que introducir la palabra “grimorio”. Me ha salido este micro de 83 palabras.
July 8, 2019
Partido a 22: amistad, violencia, amor y traición.
Aceptación. Todos la buscamos. Queremos que nuestro entorno nos reconozca, nos apruebe, nos aplauda. ¿Hasta dónde seríamos capaces de llegar por conseguirla? Esta es, para mí, la gran pregunta que nos plantea Partido a 22, la primera novela de Andoni La Red.
El libro se divide en tres partes en las que iremos conociendo la historia de Ismael Korta, un personaje ficticio, pero construido a partir de hechos reales, que, arrastrado por su deseo de encajar se ve involucrado en uno de los primeros grupos kale borroka que se formaron en Vitoria en los años 90.
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Partido a 22. Foto hecha por mí en la librería donde lo adquirí.
Primera parte
La primera parte es un viaje a la infancia. Nos transporta a los veranos en el pueblo, cuando las semanas se dilataban sobre una bicicleta, recorriendo caminos de tierra. Es la nostalgia de aquellas amistades que encontrabas un verano tras otro y que jamás se te olvidarán, que permanecerán en la memoria para siempre, aunque pasen años y años sin volverlas a ver. Son las verbenas con sus orquestas, bailes y chismorreos. Es ese regustillo nostálgico que te invade cuando recuerdas aquellos meses eternos y misteriosos en los que descubrías la vida. Pero también es el relato de la tragedia, con un final inesperado que rompe la atmósfera y te deja sin respiración.
Segunda parte
En la segunda parte descubrimos cómo la necesidad de aceptación puede empujarnos a un mundo totalmente opuesto a nuestros principios, donde la espiral de violencia y odio te atrapa casi sin darte cuenta y te lleva a realizar actos que tú mismo condenas y de los que resulta casi imposible escapar.
Conocemos los orígenes de los grupos kale borroca, el ambiente por el que se movían, la forma en la que reclutaban a los miembros, su modus operandi, lo difícil que era vivir en una ciudad en la que te señalaban, cómo usaban la intimidación y el aislamiento social a modo de poderosas armas.
También vivimos una historia de amor, porque como dice el booktrailer: “hasta en el infierno se puede encontrar el amor más puro“. Amor que rescata, que sana, que ayuda a construir una nueva identidad; amor que se convierte en peligro y tendrá que enfrentarse a una prueba difícil de superar.
Tercera parte
La última parte está cargada de sorpresas, de traiciones. Se desvelan los misterios que nos han mantenido expectantes desde el principio, todo cobra sentido, todo encaja a la perfección. Además, nos llega otro mensaje importante: nuestras acciones tienen consecuencias.
Un final redondo, donde todo queda igual de atado que los nudos de las sábanas que protegen a Ismael.
“Entonces comprendí que a veces es necesario morir para volver a nacer; y yo ya estaba muerto. Sólo la libertad que te puede proporcionar dejar de existir te puede otorgar también la opción de renacer libre”.
Puedes adquirir el libro AQUÍ
Laura Urcelay
Como lectora puedo leer casi de todo mientras no esté escrito de forma petulante, rimbombante, fatua. Disfruto de la narrativa sencilla, li Este blog es un espacio para compartir lecturas y escritura.
Como lectora puedo leer casi de todo mientras no esté escrito de forma petulante, rimbombante, fatua. Disfruto de la narrativa sencilla, limpia y clara, la más difícil de escribir. Me apasionan las historias realistas con personajes creíbles y tengo preferencia por el drama.
Como escritora me interesa contar la vida y sus inconvenientes, las situaciones complicadas, poner a mis personajes en circunstancias adversas y hacer que reaccionen cada una a su manera. Me considero una narradora realista, fascinada por los personajes femeninos que protagonizan todas mis historias.
Si tienes los mismos intereses que yo y te apetece compartir opiniones, no dudes en hacerlo.
Hablamos. ...more
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