María López Villarquide's Blog, page 16

July 15, 2022

Zapatos

Me regalaron un par de botines en Navidad. Prácticamente los estrené en París: eran delicados, de piel fina, con tacón forrado y una suela poco adecuada para las bajas temperaturas de Madrid durante los meses de enero y febrero.

Los metí en la maleta y viajaron conmigo.

Los usé dos veces, puede que tres, ya no lo recuerdo. Me los ponía para pasear como las modelos de Instagram, que posan por las calles de París en unos taconcitos preciosos sin que importe el adoquín irregular o las frecuentes lluvias.

El caso es que yo estaba feliz con mis zapatos hasta que un buen día, sin previo aviso, se rompieron.

El tacón se rozó contra la pata de una silla, o quizás calculé yo mal la pisada y un pedazo de suelo parisino provocó una rozadura en la delicada piel de mi querido zapatito, en cualquier caso: cuando llegué a mi casa y me descalcé, además de la rotura resultó que me quedé con la tapa en la mano y eso ya sí que no lo podía consentir ¡mis botines preciosos y perfectos que habían costado un dineral y que se caían a pedazos! ¿Cómo era posible?

Pues fue posible.

Reclamé al fabricante, una marca española de cuyo nombre no quiero acordarme a quienes exigí una solución y pedí ayuda: «por favor, es que no quiero quedarme sin ellos, me gustan tanto y los he usado tan poco…».

Prometieron hacer algo al respecto y yo se los envié en un paquetito.

Pasó un mes sin noticias por su parte.

Al mes y medio, ya en España, volví a escribirles para asegurarme de que todo estaba en orden y de que mi calzado, en caso de que no hubiese sido todavía reparado, que al menos se encontrase en vías de recuperación.

Me pidieron disculpas e hicieron el envío de vuelta.

Recibí el paquete en mi casa un par de días después.

Eran mis botines, los mismos que habían pisado París en dos ocasiones hasta romperse. Los mismos. Habían pegado la piel con pegamento y colocado una tapa nueva, de plástico, exactamente igual a la que se había desmontado.

Todavía no les he respondido, la verdad: no sé qué decirles.

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Published on July 15, 2022 00:06

July 14, 2022

Viñedos

La variedad de museos, casas-museos y galerías de arte que hay en París en casi inabarcable, inmensa, desmesurada, eso lo sabemos todos.

Muy pocos saben, sin embargo, que existe este magnífico oasis evocador de una época intresantísima llamado Musée de Montmartre, ubicado allí mismo, en lo alto de la ciudad y conviene no perdérselo.

Nosotros estuvimos a punto de no ir, casi decididos estábamos a prescindir de la visita muy a pesar de las recomendaciones y de los folletos explicativos que encontramos a nuestro paso, por casualidad.

─Tampoco parece tan especial, podemos pasar… Con todo lo que hay para ver en París.

Y sí, hay muchísimo contenido que ver y admirar en París, sitios imprescindibles e icónicos a los que regresar o visitar por vez primera y casi todos están atestados de turistas, personas como nosotros, que vamos allí porque hay que ir.

Por eso este museo merece la pena, porque no solo es desconocido sino que además, proporciona al visitante una experiencia única de trasladarlo a esa época concreta de esplendor del barrio de la Butte.

O eso, o tiene una mala suerte y el día que llega hacer la visita el museo está cerrado (conviene consultar los horarios porque son bastante especialitos) o todos los «alternativos» nos hemos puesto de acuerdo para ir el mismo día a ver ese sitio tan original, que también puede suceder.

En mi caso no fue así y pude disfrutar de un recorrido tranquilo, de un curioso paseo por el museo y su colección permanente que recrea la vivienda y el estudio de la pintora Suzanne Valadon, de su hijo Victor Utrillo y de su amante, André Utter, previa explicación de la biografía de esta mujer en una breve película que se proyecta en una sala contigua al edificio.

A la salida hay que maravillarse con las callejuelas empinadas y las casitas campestres, con la famosa Maison Rose y la curiosa sala de conciertos Au Lapin Agile porque todo es fantástico pero lo mejor, sin duda, los viñedos silenciosos en la parte trasera de los jardines del museo, esos en los cuales Renoir, al parecer, se sentaba a pintar y no nos sorprende porque son la paz misma.

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Published on July 14, 2022 01:15

July 13, 2022

Memorias de un fotógrafo

Memorias de un fotógrafo. París en los inicios de la fotografía. Félix Tournachon, conocido como Nadar, trad. Agustín Temes Rodríguez. Madrid: Casimiro libros, 2019.

La isla de Nadar

He visto la última película Mia Hansen Løve (París, 1981) y no la he entendido: desde luego que no he entendido parte de su trama porque se me ha enredado en un punto desde donde no he sabido continuar, pero es que tampoco he entendido lo que su directora quiere contar y siempre, imagino, se debe querer contar «algo».

Digo esto porque imagino que, cada uno en su contexto particular, escoge aquello que mejor conoce para hilar sus historias o sacar contenido de ellas: desde la zona de confort se parte y luego ya que cada cual se pierda por los derroteros que prefiera, en mayor o menor medida.

Leo estas divertidas reflexiones o «memorias», que creo que no llegan a ser lo del todo porque son muy breves y muy parciales respecto al trabajo y las experiencias de su autor y a él sí que lo entiendo: Nadar (París, 1820-1910) habla de lo que conoce y escribe sobre curiosidades o conflictos que lo asaltan en ese día a día de fotógrafo del París decimonónico que a mí tanto me gusta. Lo encuentro muy interesante y también muy sorprendente.

Su oficio es la excusa para atacar al elitismo de las clases sociales, el machismo cotidiano y los prejucios que la ignorancia arrastra al más erudito de los intelectuales de su tiempo, a saber: que si te haces una foto, pierdes «capas del alma» en cada exposición, por ejemplo.

Mia Hansen Løve, por su parte, habla de sí misma y de su relación con su pareja, los dos directores de cine y guionistas. La trama principal se mete dentro de otra trama secundaria, la ficción adereza el caldo con aliños autobiográficos y algún delirio fantasioso y yo ya no sé si hay metáfora o si hay reflejo real, si hay ataque a la forma de ser de cierto persoanje o si, simplemente, hay un personaje que debe caer mal y punto. No entiendo lo que sí y lo que no, el homenaje a Bergman que está pero que tampoco es tan importante en el argumento y, en definitiva, por qué la directora ha querido remojarlo todo en las relaciones de pareja, concretamente, las de los cineastas.

Vuelvo a Nadar, que está obsesionado con tomar fotografías desde un globo aerostático y que cuenta la odisea que lo lleva a lo más alto para alcanzar su objetivo, nunca mejor dicho, porque además lo alcanza.

Regreso a él cuando narra los detalles que lo llevaron a querer fotografíar las catacumbas con sistemas, todavía experimentales, de iluminación artificial y sonrío y me divierto con ese tono suyo guasón y entusiasmado. Tiene sentido. Me parece auténtico y me sorprende cuando escoge una breve reflexión biográfica sobre sí mismo («dibujante sin saberlo») y sobre algunos de sus colegas de profesión contemporáneos para cerrar su texto porque no imaginaba ese final.

Supongo que a veces imagino demasiado.

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Published on July 13, 2022 00:54

July 12, 2022

Pulgas

Todavía no le he encontrado la gracia al famoso mercadillo, el que está más allá de Montmartre, al norte de París, el de las pulgas: es que no entiendo cuál es el atractivo.

Precedido de varias calles de puestos que nada tienen que envidiar a los de los pueblos o los barrios ignotos de las ciudades españolas, esos que se levantan una vez a la semana y que lo mismo ofrecen zapatillas deportivas «Rock-Dock» que calcetines «Bike» o tomates, o pomos de puertas o incluso cintas de cassette perfectamente inútiles; antes de alcanzar el verdadero Marché aux puces del que todos llevan hablando siglos hay que pasar por ese otro mercadillo y lo cierto es que muchos se quedan en el primero con decepción despistada.

Desde aquí advierto: lo que van a encontrar más allá tampoco es mucho más interesante y, si no llegan, tampoco se habrán perdido nada: que se vuelvan a la torre Eiffel, que vale más la pena.

Una diferencia importante entre este dichoso mercado y el Rastro de Madrid, por ejemplo, es la fiesta. El Rastro, en pie desde las nueve de la mañana y hasta las dos del mediodía cada domingo del año se envuelve en una nube festivalera de alegría y dispersión que no tiene nada, absolutamente nada que ver con el ambiente huérfano de este otro, que una llega esperando encontrar muebles antiguos que no va a comprarse o vestidos baratísimos a los cuales verse obligada a renunciar por espacio en la maleta y demás y se vuelve igual, porque no ve nada interesante y porque tampoco nadie hace el menor esfuerzo por vendérselo.

Llegamos allí una mañana del mes de marzo y hacía un frío de mil demonios; recorrimos de un lado a otro interiores y exteriores en las dichosas callejuelas que conforman el espacio del mercado y no, la verdad es que nada me interesó ni me animó a regrersar en una segunda ocasión. La foto, por cierto, la tomé en uno de ellos, unas galerías que eran escaparate intocable y rancio en donde en dos ocasiones me llamaron la atención por acercarme más de la cuenta a los objetos.

No es para mí.

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Published on July 12, 2022 00:53

July 11, 2022

Torres

Atrévete a decir que no es tan bonita como cuentan, que no tiene nada de particular que la convierta en una estructura «especial» y que no entiendes por qué es tan famosa.

Ármate de valor para decir algo así y luego pasea por París.

Trata de caminar junto al Sena, recorre el paseo y atraviesa todos sus puentes esquivando su presencia. Finge que hay otros motivos para vivir el encanto de la ciudad y saber que es genuino.

Venga, hazlo.

Visita un museo, cómete un croissant, siéntate en una terraza o haz lo que te venga en gana en París y olvídate de ella. No mires en los escaparates y tampoco te pares a presenciar los logos que ilustran camisetas, sudaderas, gorras, bolsitas… No atiendas al tintineo de los llaveros colgados en racimos a la entrada de los locales comerciales, ni en los puestos callejeros: Disimula, busca algo en tu cartera, haz como que te llaman por teléfono.

No la mires.

No es importante.

Cuando tus amigos te recomienden subir al mirador, cambia de conversación. Cuando alguno de ellos te cuente que el ascensor es mucho más pequeño de lo que imaginas pero que luego, desde lo alto, las vistas te dejarán helada tú simplemente sonríe y di que París está lleno de miradores, de azoteas y de clubs en roof tops, que pueden encontrarse vistas increíbles de la ciudad prácticamente desde cualquier distrito.

Si tienes valor: Dilo.

Si te atreves: Créetelo, pero no vuelvas a París, no te instales allí dos meses porque ella te estará esperando y no te quitará ojo de encima. Vayas donde vayas estará allí observándote y te seguirá desde cualquier ventana a la que te asomes para presionarte, para recordarte tu discurso, para animarte a reconocer que estabas equivocada.

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Published on July 11, 2022 02:27

July 10, 2022

Crêpes

Bueno, pues resulta que me comí un crêp de callos, o al menos a eso sabía y ese aspecto tenía. Qué horror, aquí mi consejo: no lo hagáis nunca.

El barrio de Montparnasse es el lugar ideal para explorar restaurantes en donde sirven deliciosas crêpes y galettes; en principio cualquier sitio vale para degustarlas excelentes y de cualquier tipo, sean las primeras de harina convencional y las segundas de esa variante llamada de trigo sarraceno. Desconozco la diferencia pero es cierto que hay surtido y que el abanico es amplio, lo suficiente como para no perderse.

Aun así, yo me perdí.

La Rue Montparnasse es una calle que alberga por lo menos cinco restaurantes especializados y se puede improvisar prácticamente sin miedo al fracaso: pequeños establecimientos con un par de mesas en la terraza en los cuales llegan a apretujarse hasta seis personas, cada una con su plato y su cuenco de sidra, que así, al parecer, es como debe degustarse la auténtica crêpe bretona.

La calle, que no es muy larga, estaba sitiada con obras. El suelo, completamente levantado, nos hizo sentir como en Madrid durante un verano cualquiera; socavones y vallas, tablas a medio atravesar y accesos cortados. Nos decidimos por un encantador establecimiento de ventanas lacadas en color rojo que prometía viandas de la zona; yo escogí el único plato de todo el menú que incluía tripa sazonada y combinada con queso y manzana confitada sin saberlo, claro está, porque no soporto esa comida.

Puestos a explorar, me dije, juguemos a tope nuestras cartas y arriesguemos ¿qué puede tener de malo una tortita rellena de salchicha? Pues nada, en realidad, salvo que no era una salchicha sino una espiral infinita de tripa de cerdo deshecha con el calor, que se fundía con el queso en la combinación exacta de sabores dulce, salado y terrible.

Fran todavía se está riendo de mí y de lo mal que lo pasé mientras lo veía a él saboreando su deliciosa galette de jamón y queso coronada con un huevo a la plancha.

De lo sencillo, lo mejor.

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Published on July 10, 2022 00:56

July 8, 2022

Cementerios

─Hola.

(Música emotiva que suena sólo en mi cabeza).

─Ah ¡Hola, María! al final habéis venido ¿Os ha costado mucho encontrarme?

Miro a Fran y sonrío con incomodidad. Sí, es cierto, no ha sido fácil dar con él. Siempre pasa lo mismo en los cementerios famosos cuando se trata de encontrar una tumba concreta; quizás porque están todas mal señaladas o porque los planos los ha diseñado alguien utilizando los dedos de los pies en lugar de los de las manos, a saber, pero es fácil perderse y la tumba que una busca nunca aparece a la primera.

─Sí que ha sido un poco lioso pero bueno, aquí estamos. Tenía ganas de verte y ha merecido la pena el paseo ¿cómo estás?

Digo esto e inmediatamente me arrepiento: le estoy preguntando a una persona que lleva muerta desde 1950 que «cómo está». Soy gilipollas.

─Tranqui, no pasa nada. No me molesta que lo preguntes, demuestra educación por tu parte así que no pongas esa cara de apuro, mujer. Estoy bien, ya imaginas: aquí sigo, viendo vuestra vida pasar en esta postura que le han puesto a la estatua que tengo encima. No es fea ¿verdad?

La miro con atención. No parece muy alegre. Ninguna lo parece en todo el recinto del cementerio de Montmartre, claro, cualquier otra cosa sería extraña, como el gato de colores de Montparnasse, una escultura de Niki de Saint Phalle para la lápida de su ayudante… una cosa loquísima.

─Te han esculpido en el personaje de Petrushka y eso me gusta mucho aunque no entiendo lo de las botas de vaquero.

Vuelvo a mirarla y veo que tienen incluso cuña ¿A quién se le ha ocurrido vestir al más famoso bailarín ruso de todos los tiempos con calzado country?.

─Lo sé, yo tampoco lo entiendo pero aquí me tienes, reflexivo y tristón, quizás sea por eso.

─Sí, quizás… ¿sabías que Petrushka es el primer ballet que vi en mi vida?

La estatua continúa pensativa con la mirada perdida en el infinito, más allá de la línea de la tapia del cementerio.

─Por supuesto que no lo sabes pero te lo cuento, que para eso he venido a saludar. Tendría yo unos ocho años y el papel principal, el tuyo, lo interpretaba Nureyev.

─Oh, Nureyev, sí… buena gente, Rudolf. Está en Sainte-Geneviève-des-Bois, un cementerio ortodoxo más allá del aeropuerto. Maravilloso. Petrushka lo cambió todo, cosas de Serguéi, ya imaginas.

Imagino que Diáguilev tendría sus cosas, sí, me lo imagino.

─Supongo que por eso me han colocado de esta guisa: como una marioneta con mal de amores.

Fran me hace una foto y se va a dar una vuelta en busca de la tumba de Truffaut. Cada uno con su peregrinaje. Me quedo sola ante la lápida de Nijinsky. Aprovecho para acercarme un poco más.

─Oye, una cosa, ya que mencionas otro cementerio… tengo una duda.

─Dime. Será por los años que llevo aquí, a ver si hay suerte y te puedo ayudar.

Los árboles se agitan para dar suspense al momento. Miro a mi alrededor y no veo a nadie. Le pregunto.

─¿Tú sabes por qué hay gente que trae a sus gatos aquí a pasear?

Un silencio helado me golpea la cara justo cuando Fran regresa para que le tome yo una foto a él con Stendhal y me despido de Vaslav. Ninguno de los tres sabemos por qué en París se hacen esas cosas.

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Published on July 08, 2022 14:24

July 7, 2022

Osos

En el mes de marzo de 2022, en España seguía sin estar permitido entrar en un local sin mascarilla. Daba lo mismo que fuese un restaurante, el supermercado o la biblioteca pública, no se podía; otra gaita era el hecho de entrar y luego «sentarse» porque entonces, al posar el culete (siempre y cuando se tratara de un restaurante/bar/café/sitio en donde comer y beber) sí que podía una retirarse el «tapabocas».

Pues bien, en París no.

Aferrados a nuestra mascarilla aterrizamos en el aeropuerto de Orly y con ella seguimos cubriéndonos nariz y boca cuando subimos al taxi con el cual tuvimos un molesto accidente que, aunque no nos provocó daños, sí que causó retrasos, errores de facturación para justificar el gasto, discusiones apoyadas por el traductor de Google y una amenaza por parte del conductor de dejarnos en mitad de la ciudad si no le pagábamos el trayecto en efectivo. Larga historia.

Pero llegamos sanos, salvos y con nuestra mascarilla puesta.

Unas horas después descubrimos que no era necesaria y que allí solo se consideraba obligatoria en el transporte público.

Por el mismo motivo, el aforo no se controlaba fuese cual fuese el recinto, el motivo y la hora del día, como antes de la pandemia, como cuando todo era «normal» pero de verdad.

Entonces ¿por qué los ositos? Los había en cafés, sentados en sillas, ocupando mesas en terrazas y también en interior. Osos de peluche enormes, gordos y sonrientes que en el fondo debían de estar más bien hastiados de seguir cumpliendo una función que ya no era útil para nadie. Habían perdido su cometido pero continuaban trabajando. Eran, tal vez, los grandes explotados de la ciudad.

Podrían serlo, sí, yo desde luego ya estaba dispuesta a solidarizarme con su colectivo pero entonces alguien me explicó que no estaban allí por eso, que no se utilizaban para que la clientela respetase la distancia social, ni siquiera había sido así en los momentos más difíciles de esta crisis derivada del covid. No. Los osos los había puesto de moda el dueño de un restaurante y, sin más, el resto se decidió a copiar.

La verdad es que eran simpáticos pero a veces ocupaban los mejores sitios, los espacios más visibles desde la calle y eso era un poco frustrante. Supongo que de alguna manera había que compensar su esfuerzo.

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Published on July 07, 2022 10:35

Esclavos

Por ser la segunda vez que visitaba París y, puesto que durante la primera visita me había quedado si ver el Louvre, en esta ocasión había que dejar el asunto zanjado cuanto antes: dos meses dan para mucho pero una debe organizarse siempre, por si acaso.

Con la tranquilidad de haber adquirido las entradas con anticipación nos olvidamos de la cuestión y se pasaron los días entre paseos y descubrimientos.

Uno de ellos fue el «high line» parisino o Coulée verte René-Dumont, una pasarela ajardinada que recupera una línea de tren en desuso y que cruza por lo alto del llamado «viaduco de las artes», en el XII arrondissement. Por aquí se enzarzaban en arrogantes discusiones Jesse y Celine, los protagonistas de Antes del atardecer y, aunque sólo sea por dedicarles un homenaje más a ellos dos, si se está en la ciudad hay que recorrerlo.

Era un día gris y con amenaza de lluvia. Hacía frío y los arcos, recubiertos de enredaderas frondosas durante la primavera y el verano lucían entonces mustios e inquietantes, ramas secas más propias de la casa de la Familia Adams que de un romántico parque francés. Pese a las circunstancias, Fran y yo nos recorrimos la pasarela casi de principio a fin y tomamos fotos. En una de ellas, al volver a la pantalla inmediatamente después de tomarla y comprobar que habíamos salido con los ojos cerrados, como si de la peli de Blow Out se tratara descubrimos, al fondo, un edificio que no esperábamos encontrar : la comisaría de Policía del distrito XII.

¿Qué tenía de especial? ¿Por qué nos llamó la atención tanto? Pues por los quince muchachos en piedra que lo rodean como cornisas: gigantes retorcidos, pedruscos antropomorfos que asoman y son atravesados por sus ventanas.

Casi tres meses después de aquello he podido conocer que se trataba de una obra de 1985, del arquitecto Manuel Núñez Yanowsky y que reproduce intencionadamente la escultura del «esclavo moribundo» de Miguel Ángel que se encuentra, actualmente, en el Louvre y que a nosotros se nos pasó desapercibida unos días después cuando por fin entramos a ver la colección.

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Published on July 07, 2022 03:39

July 6, 2022

Puñales

Visitar la sede de la BNF empezaba a convertirse en una suerte de ritual y práctica que ejercía, no a diario, pero sí con frecuencia. Algún papel y algún trámite eran a menudo necesarios y se emitían siempre desde allí, desde aquel templo.

Supe que la llegada de mis padres me llevaría de nuevo a la zona porque iban a alojarse en un hotel cercano. Mientras preparaba la visita se me ocurrió que podría acompañerles a ver el edificio ¿por qué no? Tan pintoresco, tan grandioso, tan cargado de historia, sin embargo la lluvia y el granizo jugaron en mi contra y durante esos días no se pudo hacer mucho, ni tampoco visitar mucho: mi madre, en su empeño incansable por abarcarlo todo durante el viaje arrastró a mi padre hasta las galerías comerciales preferidas de Cortázar, las cuales, según él mismo decía, eran perfectas para pasear en días de lluvia. Fue en una de esas furtivas salidas a la intemperie hostil de un París más primaveral y frío que nunca cuando acabaron, ellos solitos, delante de la Biblioteca de la Rue Richelieu.

─Hija, qué bonito es esto.

Me escribió un mensaje que yo leí desde una cervecería, la primera que encontramos de camino en mitad de un improvisado paseo y adonde acudimos a refugiarnos Fran y yo en el momento en que se puso a granizar con fuerza en cuestión de segundos. Del cielo cayeron piedras heladas y mis zapatillas decidieron romperse aprovechando el desastre. Pies y espalda empapados.

─Bueno espero que, al menos, el temporal os haya pillado a cubierto.

Emoji de nube. Emoji de paraguas. Emoji de carita enfadada.

Mis padres parecían encantados pese a las inclemencias del tiempo y allí se quedaron un rato.

Al día siguiente mi madre me contó que la biblioteca le había parecido preciosa, sin duda: amplia, con esas bóvedas magníficas y esos medallones multicolor pero que le había sorprendido el jardín que estaba ubicado delante.

Se trataba de la Place Louvois, un caprichoso rincón verde con fuente incluida que existe, precisamente, porque allí había dejado de existir en 1820 el edificio del Théâtre National de la entonces llamada Rue de la Loi . Una placa junto a la verja de la entrada explica todo lo demás: lo del asesinato del Duque de Berry, apuñalado por un fanático enemigo de los Borbonesal salir de la Opéra junto a su esposa, lo de la capilla que quisieron levantar en su honor y nunca llegó a construirse y lo de la fuente, esa fuente que quedó en su lugar conmemorando el hecho.

El sistema de control de metales por el que había que pasar antes de acceder al edificio me dio a entender que la gente parisia se toma muy en serio la Historia de su país.

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Published on July 06, 2022 03:42