María López Villarquide's Blog, page 35
November 26, 2018
Cuatro horizontes. Una visita a la capilla Ronchamp de Le Corbusier.
Cuatro horizontes. Una visita a la capilla Ronchamp de Le Corbusier. John Berger, John Christie, sor Telchide Hinckley, sor Lucia Kuppens. Trad. Pilar Vázquez. Barcelona: Gustavo Gili, 2015
Juntarse
Está en auge lo de la transversalidad, la combinación de disciplinas y la búsqueda de nuevos resultados a través de un pastiche, a priori, imposible. Se lleva lo de mezclar. Nos gustan los smoothies de manifestaciones artísticas y la creación a partir de lo inesperado.
O es que ya hemos agotado los recursos y nos cuesta innovar.
O es que ya está todo inventado y sólo nos queda el homenaje, la revisión y la copia.
Cuatro horizontes. Una visita a la capilla Ronchamp de Le Corbusier reproduce las conversaciones que en otoño de 2009 mantuvieron cuatro personas, cada una de su padre y de su madre (el escritor John Berger, el artista John Christie y las dos religiosas benedictinas de la abadía de Regina Laudis en Conneticut sor Lucia Kuppens y sor Telchilde Hinckley) en su viaje al templo Notre-Dame-du-Haut construido por Le Corbusier en la década de 1950.
El cineasta y el escritor habían trabajado juntos, entre otros proyectos, rodando una serie documental para la BBC sobre fotografía y entre sor Lucía y John Berger se alargaba ya una relación por correspondencia al más puro estilo 84 Charing Cross Road de unos quince años. Unida a los tres la manera de ver de otra de sor Telchilde Hinckley, otra de las religiosas de Regina Laudis el resultado son cuatro perspectivas en la colina de Ronchamp, Francia, donde se levanta esta que bien podría ser la “catedral de los Pitufos”.
Enriquece conocer por dentro lo que otros ven por fuera por cómo lo describen, por los detalles en los cuales se fijan condicionados por sus disciplinas correspondientes y así, con este ensayo/transcripción documental leemos el edificio de Le Corbusier como espacio espiritual que invita a recogerse como si se tratara de un repliegue hacia el interior del organismo humano; como estructura engañosa inspirada en un cangrejo y creada con “hormigón carcasa” e infinidad de complejos andamios; como un lugar imposible de memorizar e “inaprensible como un sueño”, la suma de cuatro orientaciones en lo alto de un terreno y la representación de un destino de peregrinación.
Batido de vitaminas.
El funeral de Lolita
El funeral de Lolita. Luna Miguel. Barcelona: Lumen, 2018
Dolores
En estos días no debería leer nada que no esté directamente relacionado con lo que tengo que escribir y con el trabajo que tengo que hacer (empiece y termine una y otra cosa donde deba hacerse, que todavía no lo tengo claro) pero echaba de menos el blog.
El funeral de Lolita.
¿Cómo?
Sí: el funeral al que va una supuesta lolita.
Subrayemos eso de que los libros son más de los lectores que de los que los escriben y que cada uno haga de su lectura “una lectura”, va a ser lo mejor; yo prefiero prescindir de “lolitas” y aceptar sólo a la Dolores Haze de Humbert, a esa pobre desgraciada adolescente ─con caprichos de adolescente y maldades de adolescente─ a quien un hombre traumatizado desde la niñez convierte en blanco de sus purgas y obsesiones.
Lolita, a pesar del espesor y la pedantería de su narrador, aspectos que no lo convierten en un texto “cómodo”, precisamente, a pesar del francés que yo nunca he hablado y de las digresiones en las me he perdido las dos veces que lo he leído es un libro magnífico y del que se pueden aprender millones de cosas por cómo está contado: nadie escribe como Vladimir Nabokov. Nadie.
Para mí Lolita no es un icono, no es una joven sexualmente desarrollada pero con aspecto infantil que se enamora de un adulto ni tampoco una campaña de marketing. Lolita es una niña que como “nínfula deseable” sólo existe en la imaginación de ese narrador-viudo-de-raza-blanca que por ella se confiesa.
El funeral de Lolita se cuenta con voz de poeta (la autora lo es) con largas listas de preguntas que la protagonista se hace antes y después de emprender cualquier actividad, antes y después de recordar cualquier situación, con varias páginas de descripciones con mucho sabor, mucho color, mucha textura (carne cruda, vino, sexo, bollería azucarada, piel mordisqueada alrededor de las uñas…) se explica con diarios y se llena de diálogos de siglo XXI, de los que mencionan mensajes de texto al teléfono y aluden a redes sociales y desprecian la música de grupos viejunos como Depeche Mode, de esos.
Y todo este malentendido hace que me duela una lectura que, por otra parte, reconozco que me he ventilado en una tarde, muerta de curiosidad tras todo lo que había oído y leído que podía ser.
Seguiré a lo mío.
November 6, 2018
La historia del prodigioso Yerzhán
La historia del prodigioso Yerzhán. Hamid Ismailov. Trad. María García Barris. Barcelona: Acantilado, 2018
El tren de los prodigios
Me pareció que la pregunta no iba dirigida a mí sino a ese tren que galopaba por la estepa, a esa estepa resplandeciente que se extendía por la tierra, a una tierra que giraba a gran velocidad entre la luz y la oscuridad, a esa oscuridad que…
Las historias sobre lo maravilloso suelen agotar mi paciencia; algo se rompe entre el relato al que asisto y mi comprensión lectora de tal modo que el resultado final se resiente, los colores se apagan, deslucen, asoman desvaídos y la sensación final es la de que no quiero volver a leer una historia de ese tipo.
Me sugieren la novelita de Hamid Ismailov (Tokmok, Kirguistán, 1954) y el título me despista. Hay alguien prodigioso, habrá algo que no me creeré. Como sucede siempre con esta persona hago caso y leo. No puedo estar más sorprendida con el resultado.
La historia del prodigioso Yerzhán es delicada y hermosa como lo son los sencillos relatos que se escuchan por casualidad en circunstancias que no son las que una espera, como puede ser por ejemplo un viaje en tren. Así es precisamente como comienza y también como termina este libro: con un viaje en tren que cruza la estepa de Kazajistán.
Es tan breve y tan conciso el cuento al que asiste el protagonista de esta novela que no voy a resumirlo siquiera, sepan únicamente que se escuchan las danzas húngaras de Brahms a golpe de violín y que de pronto todo (o muchos elementos) nos transportan al extraño caso de un tal Bejamin Button y a los desplazamientos de gentes curiosas de la mano de un stalker y a través de ciertos terrenos castigados por las explosiones nucleares de la segunda mitad del pasado siglo.
Una novela cargada de notas y texturas que habla de las relaciones humanas dentro y fuera de las familias, de cómo esas relaciones traspasan sus propias fronteras y se cuelan en las vidas de los otros y de la desgracia y el dolor de los cuales es y ha sido siempre capaz el ser humano antes de la guerra, después y en el inmenso vacío de acero que se despliega al final de una para prevenir la siguiente.
November 5, 2018
El reino
El reino. Rodrigo Sorogoyen, 2018
Dame Scorsese (y llámame tonto)
No vean esta película si han tenido un día malo, uno de esos días en los cuales uno ha trabajado por encima de lo que el buen curso de su salud le dicta y toma especial conciencia de que le pagan menos de lo que sería justo a sus esfuerzos. No la vean si están cansados, si han dormido mal porque tienen preocupaciones y remordimientos tras haber hecho algo desleal, deshonesto, desconsiderado con un colega (o con varios). No. El reino es una película para ver descansado y con la mente despejada; se lo digo porque dura dos horas y en esas dos horas una no para.
A estas alturas saben de sobra que El reino, la última película de Rodrigo Sorogoyen, realizador cuyo trabajo ya ha sido comentado por aquí y también por aquí trata de la corrupción en la política española, de la más fresca y reciente que a todos nos tiene contentos y orgullosos, de esa que hace que se nos señale con el dedo cuando nos vamos a vivir al extranjero y ante la que nos cubrimos la cara de vergüenza viviendo en nuestro propio país. Ésa. Así que añado: además es una película que va de cómo contar una trama con el ritmo a tope. El reino es un pepino frenético y desesperado al cual el espectador se sube tan pancho cuando comienza y del cual se baja con las pupilas dilatadas y vomitando adrenalina purpurina cuando termina.
Así que vean El reino si han dormido un mínimo de ocho horas y están en paz con sus compañeros de trabajo y allegados más directos, si en algún momento del pasado vieron Uno de los nuestros o Casino y pensaron que ese tal Martin Scorsese era un maldito genio por enseñarnos a todos cómo se podían hacer las películas y tener la sensación de que “nos subimos” a ellas cuando éstas acaban de ponerse en marcha (sí: a veces entrando por la puerta de atrás de un restaurante) y no nos bajamos hasta que nos lanzan por la ventanilla al llegar al final.
Si quieren, la ven también para arrodillarse de admiración ante actores que son muy buenos o si les apetece que les confirmen que la mierda, cuando llega al cuello, aprieta pero no ahoga y que hay mucha gente que se apoya en ella para salir a flote, sucio, pero con vida.
O no la vean.
October 22, 2018
En construcción
En construcción. Juan Berrio, Sonia Rayos y Silvana Andrés. Albuixech: Litera Libros, 2018
Transversal
transversal
Del lat. mediev. transversalis, y este der. del lat. transversus.
1. adj. Que se halla o se extiende atravesado de un lado a otro.
2. adj. Que se aparta o desvía de la dirección principal o recta.
3. adj. Que se cruza en dirección perpendicular con aquello de que se trata.
4. adj. Dicho de un pariente: colateral.
5. adj. Que atañe a distintos ámbitos o disciplinas en lugar de a un problema concreto. Estudio transversal.
6. adj. Psicol. Dicho de un método de análisis: Que estudia la estructura de un problema en un momentodado.
[Diccionario de la Real Academia Española, 2018]
Uno es libre de leer un cuento como le dé la gana, de hecho: uno es libre de leer lo que sea y como guste pero, en el caso de los cuentos infantiles (que uno es libre de reseñarlos en su blog personal de literatura para adultos también, si quiere) la ocasión se presta más y mejor que nunca para ello.
Leer como uno quiera.
En construcción es un libro con tres historias y es un cuento infantil, quizás para niños entre cuatro y ocho años, quizás para mayores, puede que incluso sea un libro para los padres de esos niños o para los que ni tienen hijos ni acostumbran a leer libros de la sección infantil de su librería de confianza, pero a los que les interesa la arquitectura, el diseño, la ilustración, las cosas diferentes y las cosas bien hechas.
A Clara le encargan un trabajo en el colegio y por votación, se escoge un proyecto en equipo sobre el tema de la arquitectura. Clara observará, durante el tiempo que dure la construcción de un edificio al lado de su casa, cuáles son los pasos que se dan hasta que la obra está completa. Con esta premisa, En construcción juega con tres líneas narrativas: la de la historia de Clara con su abuelo y con el resto de su familia, la de la explicación técnica y en detalle de las fases constructivas del edificio y la del dibujo: un dibujo al estilo del clásico Dónde está Wally en donde vemos hasta doce o trece historias distintas en desarrollo ―en construcción― de principio a fin.
Para no dejar de ojear si uno pasea por una librería y se lo encuentra: pidan que se lo desprecinten porque los ejemplares llegan retractilados (es una encuadernación delicada, distinta) y observen en qué consiste.
Se puede leer como uno quiera.
En construcción se presenta con una actividad a las 12:30 el próximo 27 de Octubre en la sección infantil de La Central de Callao, en Madrid.
October 14, 2018
Ballett am Rhein
Ballett am Rhein. Düsseldorf Duisburg. Coreografía: Martin Schläpfer. Teatro Real de Madrid.
El exceso humano
Vaya ante todo por delante en este comentario que si lo escribo es movida por la necesidad de contar algo, de forma clara, espero, a quien no conozca la obra a la que me refiero o plantear una idea alternativa a quien sí la conozca porque haya tenido oportunidad de verla representada.
Creo que si escribo, es por eso y para eso y lo digo porque a veces, leo a otros que son referentes y no comprendo absolutamente nada.
Dicho lo cual, sepan que este réquiem alemán ha levantado la tapita de mi sesera y ha introducido en ella imágenes, sonidos e imágenes dispuestas al servicio de esos sonidos que jamás antes había yo conocido.
Jamás había visto un réquiem coreografiado, un ballet acompañado por un coro. Nunca.
El ballet de Düsseldorf, pautado por el suizo Martin Schläpfer, se mueve con el réquiem de Brahms y el espectáculo es alucinante: una puesta en escena en donde el suelo se vuelve espejo resbaladizo (provocando la caída de una de las bailarinas, por cierto) y la luz procedente de dos gigantescas barras fluorescentes a ambos lados del escenario, que suben y bajan regulando la cercanía con los bailarines provoca unos juegos de luces azules y sobras casi negras que el espectador no tarda en identificar con el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, que de eso va la hora y media de danza que está viendo.
El inmenso escenario del Teatro Real permite a la compañía una representación en dos planos: uno al fondo, más lento y ambiental en donde las siluetas de los bailarines se perfilan siniestras y otro en primera línea, en donde se suceden los solos, los pasos a dos y el verdadero protagonismo.
Una bailarina interpreta una pieza con una sola zapatilla de punta y eso, aunque para el que lo ve pueda ser sólo desconcertante, requiere de una destreza enorme: es bailar con un pie pero teniendo dos; es calcular el contacto con el suelo en un sólo eje cuando una baila con dos; es correr, deslizarse y avanzar cojeando y sin resultar torpe porque sólo puede bailar con un pie y ha aprendido a hacerlo con dos.
Y los fragmentos que arrastran a todo el cuerpo de baile en movimientos convulsivos, como las almas del purgatorio que se sacuden y tratan de huir, como las Oreadas de Bouguereau.
Así. Espero haberme explicado.
El Ballet am Rhein por la Compañía de Düsseldorf se representa hasta el 14 de Octubre de 2018
October 12, 2018
Feliz Final
Feliz final. Isaac Rosa. Barcelona: Seix Barral, 2018
Olvídate de mí (si puedes)
How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray’r accepted, and each wish resign’d
Alexander Pope
Eloisa to Abelard
Ojalá el amor se pudiera contar, no con los dedos de una mano ni tampoco, siquiera con los de dos: ojalá se pudiera narrar, abarcar en palabras, contenerse en un relato y ser eso suficiente para transmitirse. No: el amor no se puede contar, ni tampoco se puede opinar ni trasladar más allá de aquellos que lo sienten entre sí.
Que uno ama y así lo siente quien es amado, no el que lo ve, no el que lo escucha sino aquél a quien se ama: ese es el único que lo sabe.
Con Feliz final Isaac Rosa (Sevilla, 1974) se propone saltar ese muro de inaccesibilidad al amor de los demás y cuenta cruel y naturalmente –como ya lo hiciera en otras ocasiones y sobre otros temas- en las palabras de él y en las palabras de ella todo aquello que nace, crece, se reproduce y muere (o se apaga, que diría Iván Ferriro) en una relación de pareja. En un estilo demoledor y desnudo porque prescinde de puntos de vista mediadores es él quien explica sus motivos y ella quien contesta con los suyos; él quien recuerda por qué todo y ella quien replica que por qué no, o por qué sí tal y como fue, exactamente como ellos lo vivieron.
Ellos, no nosotros, aunque todo se parezca demasiado a las historias de cada uno.
El conocerse, el ser infiel y abandonar una pareja para arrancar con otra, el encajar a un hijo en esa ecuación, el levantar otra ecuación nueva con nuevos hijos, nuevos proyectos familiares y que se vengan abajo. Feliz final opina porque ellos, esa pareja, opinan sobre la maternidad, el feminismo, el amor liberado y el pánico a comprometerse, sobre la ansiedad, el rechinar de mandíbulas durante la noche, la falta de esperanzas en nada ni en nadie nuevo y lo hace comenzando por el final y acabando, precipitada en un torbellino frenético e imparable, con el principio.
Aquellos que iban a envejecer juntos se explican.
Es el espectáculo del amor, ese que nos condena con su eterna representación, una vez tras otra aunque sepamos que no funciona, que vamos a estrellarnos.
O no.
O sí.
October 11, 2018
7 años
7 años. José Cabeza. Versión y dirección: Daniel Veronese. Teatros del Canal.
Binomios
Lo bien que lo pasa una en el teatro, hay que ir más: ir y ver y escuchar y luego aplaudir y marcharse a casa. Volver de una sala como la verde de los Teatros del Canal en donde parece que te sientes donde te sientes, nunca te pierdes nada.
7 años opone a sus personajes y sus contenidos: los de ellos y también los del espectador. Entretenida, casi de forma ridícula, toma una película producida por Netflix y la convierte en una puesta en escena en donde cinco actores se echan la mierda encima y tratan de que les salpique bien a todos, también al espectador.
Y digo binomio porque son hombre contra mujer, joven contra maduro, inocente contra culpable, malo contra “menos malo”, blanco contra negro, fumador contra no fumador, rico contra “menos rico” y así una hora y media de representación, con sus jaleos y sus palabras escupidas, trabadas y sin embargo bien llevadas. Que sí, que están muy bien los cinco.
Que acaba una convencida de que las reglas están hechas para la gente de las historias pueda saltárselas y provocar el caos y que luego regresemos cada uno a nuestras casas como si nada, con nuestra moral de cartón-pluma y nuestras ganas de tener un poco más de dinero, siempre.
Pero que nos lo representen otros y así unos actúan y otros los observamos.
Está bien ir al teatro.
7 años se representa en los Teatros del Canal de Madrid hasta el 4 de Noviembre
September 23, 2018
Yuli
Yuli. Icíar Bollaín, 2018
Realidad coreografiada
Me sorprendo al leer en las páginas de cierto suplemento cultural, comentarios sobre este último trabajo de la cineasta Icíar Bollaín que se presenta en la sección oficial del Festival de Cine de San Sebastián en estos días, porque en ellas relacionan la trama de esta película con el conflicto entre realidad y ficción al parecer, tan fructífero en el ámbito literario y sin embargo hasta ahora, “inexplorado en las salas de cine”.
No sé qué película vi yo hace unos meses gracias a la oportunidad de asistir a un pase especial al que me invitaron, creo que era Yuli y que trataba la vida del bailarín Carlos Acosta, narrada a través del guión de Paul Laverty que a su vez, adaptaba la autobiografía No Way Home de Acosta pero, desde luego que no me asaltaron dudas: era ficción.
Ahora resulta que debo repensar mis impresiones porque es un híbrido.
Le comentaba yo entonces a mi acompañante a la salida del cine, que sí, que me había emocionado esa historia porque a mí me ponen a Bob Esponja en mallas y tutú y es que lloro de forma automática. Me da igual. Sin embargo señalaba que me habían sobrado tópicos en el argumento: que las historias de superación personal con pobreza y desentendimiento familiar están muy vistas; que la inversión del cliché “Billy Elliot” suena bien pero implica que ya se imagine una desde el comienzo cómo va a terminar todo; que los bailes desesperados bajo la lluvia y los muchachos rebeldes a zancada viva por la ciudad ya los hemos visto demasiadas veces. Que no, vaya.
Pero como veo que debo darle una vuelta más a la tuerca de mis opiniones al enterarme de que la propia Icíar considera que su propuesta se hubiera tomado como “arriesgada” de haberse hecho hace diez años, no seguiré por ahí.
Yuli es un documental ficticio, una película de base biográfica, un recreación de los recuerdos de Carlos Acosta desde sus inicios como bailarín sin disciplina hasta su máxima apoteosis profesional en Compañías como el Ballet Nacional de Cuba, el American Ballet, el Royal Ballet, El English National Ballet o el Houston Ballet. Acosta vuelve la vista atrás con todos sus respetos hacia el máximo creyente en su virtuosismo, su padre y para él es la película.
Y lejos de volver al debate de si la trama es real o inventada (que poco importa si la dicha de la sensación final es buena) diré que mejor la narración que las coreografías en las que se recrea parte de la vida del artista, en especial, el conflicto con el padre. Mejor ese “cuento sobre por qué y cómo Yuli llega a bailar” que las piezas en las que se nos enseña, bailando, aquello que le sucede.
Y lo digo yo, que tengo una debilidad y no es precisamente Bob Esponja.
September 20, 2018
Los paisajes de la memoria. Escritos de artista. Reflexiones, notas y poemas.
Los paisajes de la memoria. Escritos de artista. Reflexiones, notas y poemas. Roberto Matta. Ed. e introducción: Miguel Ángel Muñoz. Madrid: Dextra, 2018
Todos los públicos
Reconozco que a veces, de tanta vehemencia, puedo llegar a cansar con mis argumentos y mis lugares comunes. A veces (no siempre) soy un poco brasas, es cierto, pero los que me quieren me aceptan y les da igual, creo. Espero.
Hay una historia que cuento a menudo ─sí, me repito─ en la cual yo misma discrepo de las opiniones de una iluminado erudito durante una especie de cena (sin comida) en casa de éste, junto a otras tres personas, una de ellas amiga común y más mía que de él por extensión en el tiempo. Este personaje me dice, entonces, que no puedo opinar sobre el arte de Rothko, que decir (como justo acababa de expresar unos minutos antes) que sus pinturas me parecen “bonitas” y que me haría un edredón con ellas como motivo estampado es una salvedad, que sólo personas como él y sus colegas pueden hablar del trabajo de Rothko, porque lo han estudiado, han leído sobre él, conocen sus motivos… agüita fresca del manantial.
Fue una noche muy difícil y he querido traerla a colación en este post porque la arrogancia de este individuo todavía reverbera en mi cabeza cada vez que leo o conozco a personas que aseguran, como Roberto Matta, que el arte no es para ser explicado sino para ser hecho.
Los paisajes de la memoria, precedida de un texto aclaratorio del poeta, historiador y crítico Miguel Ángel Muñoz (Cuernavaca, Morelos, México, 1972) reúne varias conferencias, reflexiones sobre colegas y poemas del artista multidisciplinar Roberto Matta (Santiago de Chile, Chile, 1911 – Civittavecchia, Italia, 2002). Mirar sus cuadros es casi como ser miope y sentarse a ver una película de Michel Gondry sin gafas, pero leer sus textos es acercarse a los momentos de máxima lucidez de un tipo como él.
De entre sus comentarios mordaces, el recuerdo de cuando siendo todavía arquitecto, le encargan ir a visitar a Picasso para “presionarlo” a terminar su Guernica, que debía estar listo para la Exposición Universal de 1937:
El cuadro era un aburrimiento, era el horror, colgar mierda en nuestros muros perfectos.
Y entre ese pico de oro y sus ideas sobre la morfología psicológica (algo así como reconocer que el ojo humano sólo congela un momento de ese constante cambio hacia infinitas direcciones que es la realidad) echo la mañana y me leo el libro.
Porque yo me dedico a eso, a leer y además, si me da la gana, también opino.


