María López Villarquide's Blog, page 33
April 2, 2019
Cappuccino Commotion
Cappuccino Commotion. Rosa Navarro. Madrid: Nórdica Cómic, 2019
Vivir así
Tengo una compañera de trabajo a la que no conozco y llevamos trabajando juntas, con mayor o menor coincidencia de turnos y “área de actuación”, casi dos años. No es mucho, lo sé, pero después de leer este cómic que ha ilustrado y escrito ella, insisto: no sé quien es.
En Cappuccino Commotion la narradora desgrana viñetas con sarcasmo resentido y nostálgico y explica a sus lectores cómo las pupas que da la vida acaban conformando la propia vida vivida: “LA PUTA VIDA, siempre arriba y abajo” que reza su contracubierta.
Cómo la confusión de la veintena nos empuja hacia situaciones intensas y nos subimos en la montaña rusa de golpe, disfrutando de las vistas y dejándonos llevar con ímpetu por el empujón; cómo los desengaños, los fracasos y las complicaciones de salud nos pueden hacer sentir que caemos en picado, que nuestro vagón descarrila y se va todo a tomar vientos para no volver nunca más tan bueno, tan pleno y tan satisfactorio como era antes de las dificultades.
Cappuccino Commotion habla de ilusionarse y de equivocarse, de frustrarse por no poder dar más cuando toca y no recibirlo todo cuando se desea, de frustrarse sí: porque si Lili Taylor quería ese helado de ese sabor exacto es que no le valía otro, ni con trozos de chocolate ni sin ellos.
Melancolía.
Estéticamente limpio y claro como son sus ilustraciones de merchan y como son también todas esas cosas que tienen que ver con el diseño en la Barcelona contemporánea (a saber por qué) este cómic es agradable de leer: consigue que entendamos esa hartura de girar como una noria que a todo el mundo llega en alguna ocasión, cuando ya no podemos más y explica con claridad para todos y todas los problemas básicos del amor y el desamor iguales a cualquiera de los lados de la acera, tanto dentro como fuera del armario.
Melancolía.
March 17, 2019
La piedra de moler
La piedra de moler. Margaret Drabble. Trad. Pilar Vázquez. Barcelona: Alba, 2013
El bebé de Rosamund
En 1965, en Londres, si eras mujer y rondabas los veintitantos años, habías nacido en una familia sin apuros económicos y culturalmente próspera podías ser virgen y acostarte con un chaval prácticamente desconocido una noche, quedarte embarazada y criar a tu criatura tú solita.
¿Podías?
El título La piedra de moler (Weidenfeld & Nicolson, 1965) hace referencia a esa cruz, esa carga, ese lastre que tira de nosotros cuando estamos en un momento vital en el cual lo que más nos conviene es ser libres y no cargar con peso alguno (real o figurado); es una suerte de “suplicio” que nos obliga a responsabilizarnos y atender a tareas que nos desvían de aquello para lo que más y mejor podemos rendir en ese momento, cuando se es joven y se está pleno de salud, energía e ilusión.
Rosamund Stacey alza su voz desde ese remoto Londres revolucionario y genial y argumenta paso a paso cómo cambia de idea, cómo pasa de las veladas con amigos escritores y periodistas más o menos reconocidos en su mundillo intelectual al convencimiento de que parir a una linda bebé y sacarla adelante en soledad, sin abandonar su prometedora carrera académica de investigadora del soneto isabelino es algo factible y satisfactorio:
“Y en muchos sentidos, sin duda preferiría no tenerla, de la misma manera que uno podría preferir carecer de belleza o de inteligencia o de riqueza, o de cualquier otra cosa que pueda ser una fuente de dicha y, al mismo tempo, de dolor”.
Encuentro en La piedra de moler pasajes que me ponen los pelos de punta por su intensidad a la hora de reflejar la aterradora experiencia de ser madre. Rosamund demuestra su seguridad decidiendo serlo y avanza con su piedra al cuello durante las páginas de su historia hasta que alcanza el final de la misma en un desenlace que es magistral y hermoso.
Y sin embargo, también me resulta algo irritante la presencia y, sobre todo, la ausencia de unos padres que de tan liberales y comprensivos rozan la ciencia-ficción: ¿acaso en los años 60 la intelectualidad era así de generosa, en cualquier circunstancia? porque en la película Soñadores -Bernardo Bertolucci, 2003- sentí algo parecido respecto a los padres de los protagonistas… sea como fuere, Rosamund insiste varias veces en que es “hija de sus padres” y que la educación que ha recibido la convierte en la persona que es y la mueve a tomar las decisiones que toma. Eso es muy cierto, en Londres en los años sesenta y en donde sea, cuando sea.
March 11, 2019
A Summer Bird-Cage
A Summer Bird-Cage. Margaret Drabble. London, Penguin Books, 1967
Sisterhood (and being a woman)
“I was intimidated and inhibited by the fact that he was a novelist, with four novels to his credit, all of which had received rather flattering reviews. Success is always scaring, particularly to the ambitious. Also I hated his books […] if one hadn’t known him one would have assumed that their author was sour, middle aged and queer, whereas Stephen is sour, thirty and married to my sister, whatever that may or may not mean”.
Estamos en lo de siempre: esos momentos esplendorosos e impredecibles en los cuales lees una novela y no puedes parar de tomar notas, subrayar y dar gracias a quien te la ha recomendado/regalado/prestado porque te conoce bien y en el mundo a veces hay destellos de armonía.
Publicada por primera vez en 1963, cuando su autora (hermana de la rancia A.S. Byatt de quien alguna vez escribí algo por aquí) tenía 24 años, cuesta imaginar distanciamiento alguno entre la personalidad de quien narra y protagoniza el texto y quien lo escribe pero pensemos que la hay; pensemos que esa Sarah que regresa a su casa tras la etapa universitaria en Oxford y una posterior estancia en París, que asiste a la boda de su hermana mayor y pluscuamperfecta con un escritor insoportable no es Margaret Drabble. No tendría por qué. Podría ser cualquiera.
A Summer Bird-Cage podría ser una novela sobre la relación entre hermanas, la familia y la superación de los complejos y frustraciones autoimpuestos pero creo que va mucho más al fondo de otras cuestiones. Trata el prejuicio y el orgullo que fermentan con los malentendidos, la envidia, los celos y la confusión existencial a esa edad en la que se supone que debes tener claro lo que hacer con tu vida pero te has divorciado, o has regresado a casa de tus padres o no encuentras trabajo, esas historias; destila además un feminismo rabioso de los que muerden y dejan marca:
“‘I’ve always rather fancied you as a don‘, said Louise.
‘I used to fancy myself as one. But I’ll tell you what’s wrong with that. It’s sex. You can’t be a sexy don. It’s all right for men, being learned and attractive, but for a woman it’s a mistake. It detracts from the essential seriousness of the business. It’s all very well sitting in a large library and exuding sex and upsetting everyone every time your gown slips off your bare shoulders, but you can’t do that for a living. You’d soon find yourself having to play it down instead of up if you wanted to get to the top, and when you’ve only got one life that seems a pity’“.
catedrático/a de una Universidad británica.
A Summer Bird-Cage es increíblemente contemporánea: entre el sarcasmo brillante de su narradora y la sucesión de diálogos que parecen tomados del natural cuesta creer que quien lo escribió, hoy una anciana de 79 años, lo hiciera hace cincuenta y seis primaveras. Nada menos.
Twitteros e influencers del verbo: no sois absolutamente nadie, me temo.
February 24, 2019
La favorita
La favorita. Yorgos Lanthimos, 2018
Los conejos
En un mundo en donde por fin veamos una película protagonizada por tres mujeres enfundadas en roles de poder, manipulación, seducción, estrategia, ascenso y caída y no destaquemos que se trate de tres personajes femeninos que son poderosos, manipuladores, seductores, estrategas que ascienden y que caen, en ese mundo podríamos decir que La favorita, última película del griego sádico Yorgos Lanthimos (Atenas, 1973) tampoco es para tanto.
Mucho me temo que no vivimos en ese mundo.
La favorita es una película que, salvo la última media hora en la cual, creo, al director se le va la mano la gestión del ritmo, entretiene muchísimo. La trama enreda y desenreda las envidias de tres personajes, la debilidad de uno de ellos al mando de un reinado que echa chispas de pura guerra y la inteligencia de los otros dos, uno asumiendo la batuta de ese reinado en la sombra y el otro trepando hasta ocupar el puesto deseado cerquita de la corona.
Como “hemos venido a jugar”, cuando vemos La favorita ya sabemos que Yorgos nos va a dar violencias inesperadas, humores negros y extrañezas narrativas así que no vale asustarse, aunque parezca todo muy estético y refinado, conocemos el fango y vamos a caer en él con Emma Stone, Rachel Weisz y Olivia Colman, tres bestias y pardas.
Esta historia sobre una reina incapacitada para serlo, que no sé si se ajusta a la reina Ana Estuardo verdadera o no pero (haré un “carlosboyero” y diré que tampoco me interesa saberlo) juega con los deseos de las que están a su lado con mayor o menor distancia, con lo que quieren ellas, con lo que creen que quieren y con lo que acaban obteniendo; se pringa hasta las cejas de morbo y subraya lo importante que es el sexo, a veces, para influir en los demás,venga éste de donde venga y lo practique quien lo practique.
No imagino esta película protagonizada por tres personajes masculinos sin pensar en ella como una “peli gay” (en la que probablemente no aparecería ni un sólo pito, aunque aquí hay pezones, sépanlo) y sin embargo nadie me ha comentado que se trate de una “peli de lesbianas”. No es correcto decirlo, supongo que no en este mundo.
February 18, 2019
Monstruas y centauras
Monstruas y centauras. Nuevos lenguajes del feminismo. Marta Sanz. Barcelona: Anagrama, 2018
Mamá
Estoy en casa de mis padres, la casa en la que viví desde los once hasta los veintiún años y a la que vuelvo de vez en cuando. Estoy sentada frente al ordenador como casi siempre y mi madre se acerca, me tiende un libro violeta del tamaño de una agenda de bolsillo y me dice “lee”, lo abre y me señala un par de páginas subrayadas, me aclara “desde aquí hasta aquí”. Yo le hago caso. Es mi madre: le hago caso. Leo:
La mujer exhibe los símbolos de su sensualidad y de su sexualidad ─su desnudo, su belleza natural o sus afeites─ y, desde esa majestuosa posición de icono pop, reclama respeto
El texto entero es más largo, dice más cosas y hace reflexionar en algún detalle más pero sirva para ilustrar de dónde me ha venido la curiosidad por leer Monstruas y centauras. Mi madre, que es una monstrua.
Creo que siendo mujer no se puede, no se debe en ningún caso no ser feminista.
Habla Marta Sanz (Madrid, 1967) de las dudas que le vienen a la cabeza cual nubarrones cuando sale a la calle a manifestarse un 8 de marzo como el 8 de marzo de 2018, que no fue un 8 de marzo cualquiera. Ella, escritora con reconocimiento y popularidad suficiente como para escribir una opinión y que suscite una reacción con algo de ruido, expresa sus reflexiones y contrasta puntos de vista de otras y de otros que previamente han escrito y manifestado sus correspondientes ideas sobre feminismo en medios nacionales e internacionales. Da gusto leer sus razonamientos porque es clara y es convincente pero se moja poco. Creo que con esto, con todo lo que conlleva el melón del feminismo a las alturas que estamos de la peli del siglo XXI hay que mojarse más: hay que morder y hay que hacer sangre.
Marta Sanz plantea una idea y cuando está a punto de cerrarla y que el lector le regale un “chapeau!” va y recula, hace un moon walk y con una educación digna de Leonor Watling se disculpa y se retira.
Así no es que no hagamos nada, que hacemos bastante, es que no hacemos suficiente y la verdad, creo que habría que hacer muchísimo.
En Monstruas y centauras Marta Sanz cita en varias ocasiones a Virgine Despentes o más bien: la cita y la opina. Lo mismo hace con Mary Beard, con Caitlin Moran y con Chimamanda Ngozi Adichie lo cual está muy bien porque es un ensayo que se explaya sobre los “nuevos lenguajes del feminismo” y todas ellas son mujeres que han escrito sobre la cuestión con un prestigio de escritoras feministas que las avala. Sin embargo lo que a mí más me gusta de Monstruas y centauras es que también cita y opina lo que han dicho otros y otras que no tienen ese respaldo porque se dedican a otras cosas: estos señores y señoras (obvio que los que ella menciona son más o menos populares) han opinado y se han expresado. Con ellos y con ellas yo me identifico, con las Chimamandas, las Marys y las Caitlins, aprendo.
Sin embargo, me temo que a estas alturas de la peli del siglo XXI es casi más importante identificarse que aprender y en eso Sanz abunda poco.
Plantea tímidamente, por poner un ejemplo, los peligros de la identificación irreflexiva, acrítica, contagiosa y de propagación en masa que fomentan las redes sociales con temas tan complejos y delicados como el #metoo pero luego, ya digo, recula. Así no vale.
Es importante, muy importante explorarse como Marta Sanz y buscar a ese hombrecillo diminuto que todas llevamos dentro para preguntarle que de dónde ha salido si queremos cambiar algo y, creo que está claro a estas alturas de la peli del siglo XXI, que queremos cambiar mucho.
Yo por ejemplo quiero cambiar todas las veces en que he tenido que explicar la diferencia entre tener una vecina que se pasea en pelota viva junto a la ventana si eres un hombre y que pase lo mismo con un vecino si eres mujer porque no es lo mismo, porque no nos sentimos igual en ningún caso; quiero también cambiar esa vez hace dieciséis años en la que una amiga me dijo que no entendía a las feministas, que a sus veinte años ella no se había sentido nunca en desigualdad de condiciones, que ya estaba todo superado; quiero, por supuesto, cambiar esa otra vez en la que una desconocida en una fiesta me dijo que sentía lástima por los hombres hoy en día (a estas alturas de la peli del siglo XXI, se entiende) ya que están intimidados y no pueden expresarse por nuestra culpa, porque las mujeres les hemos robado la palabra con nuestro empoderamiento.
Y quiero cambiarlas porque tengo miedo, mamá, pero gracias por recomendarme lecturas.
Es que la he atendido varias veces en la librería en la que trabajo y es exquisita ella.
February 15, 2019
Los eduardianos
Los eduardianos. Vita Sackville-West. Trad. María Luisa Balseiro. Barcelona, Tusquets, 2018
Despacito
Estoy leyendo Los eduardianos. No la he terminado porque mi intención es alargar lo máximo posible su lectura. Vita me está enseñando a escribir y ese tipo de lecciones hay que tomárselas con calma.
¿Cómo me siento leyendo Los eduardianos? Pues insignificante, la verdad, me apetecía explicarlo. Esta novela, que trata de las frivolidades de la aristocracia inglesa de los tiempos en lo que las señoras se escondían almohadillas entre el pelo para hacerse recogidos enormes y clavarse horquillas a diestro y siniestro a mí me colma de gusto pero me empequeñece como persona del mundo.
Vita escribe y su lectura es un regalo. Si Manuel Vilas expresaba hace unos días su pesar al tomar consciencia de que en la vida no se puede leer todo lo que uno quisiera y que a veces hay que salir a la calle y vivirla, yo leyendo las descripciones que esta mujer hace de la jet set inglesita de su época (de sí misma y de sus colegas, vaya) me siento igual pero a la inversa y quiero llegar a mi casa y recogerme de la vida y dejar que toda esa maraña de cotillas vanidosos, consentidos y soberbios que deambulan por la mansión Chevron, poco a poco y con mesura, despacio, me recuerden lo que me gusta a mí escribir.
Aunque me sienta del tamaño de uno de los alfileres que las eduardianas se clavaban en el sombrero. Nada más.
February 11, 2019
Serotonina
Serotonina. Michel Houellebecq. Trad. Jaime Zulaika, Barcelona: Anagrama, 2019
Nacht ohne Ende
El protagonista de esta historia es un gilipollas; superado el trauma y aclarado este punto: hablemos del libro.
“Incluso cuando te adentras en la auténtica noche, la noche polar, la que dura seis meses seguidos subsiste el concepto o el recuerdo del sol. Yo había entrado en una noche sin fin y sin embargo, en mi interior subsistía algo, mucho menos que una esperanza, una incertidumbre, digamos”.
¿Cuánto tendría que decir Zygmunt Bauman respecto a los planteamientos y el argumento de Serotonina? Intuyo que bastante, porque no es casual que se narre aquí la desesperada perspectiva de la vida en un mundo que, de tan líquido, ha acabado diluyéndose.
Los modos y maneras que desarrolla Michel Houellebecq para contarlo me dicen que son los habituales pero, ah, es que yo no he leído ninguna otra novela suya. Me ciño a lo que acabo de conocer.
En una sociedad que ha desistido en el empeño por construir estabilidad, firmeza, referencias que no sean las de uno mismo y el compromiso hacia nada (y muy especialmente hacia nadie) un personaje despreciable ─ya lo he dicho─ opta por rendirse. No por identificarse con un nuevo paradigma, no por conformarse con un devenir de acontecimientos que escapan al control de uno porque uno ya no sabe en qué creer y las cosas ya no son como eran. No: Florent se rinde.
Encuentro maravillosa una narración de desprecios constantes hacia todo aquello que constituye el mundo que conocemos y habitamos (el protagonista se mueve entre España y Francia), estudiamos (de formación agrónoma, Florent lo relaciona todo con el humus del cual está hecha la vida que comienza cuando otra acaba y la nutre) y en el cual aspiramos a perpetuarnos pese a todo (el sexo, ese gran motor que empuja al protagonista a ser quien es) porque es el relato de la desidia agresiva el que más justamente puede criticar lo que somos y eso es algo que nunca está de más.
Retrato del colapso social en donde lo cotidiano es la crisis de agricultores y ganaderos (productores de alimento, alimento para la vida, paradoja) que se manifiestan por las condiciones abusivas de los tratados en las administraciones correspondientes y acaba todo como el rosario de la aurora. Lo vemos en las noticias y es lo normal.
Serotonina, que hace referencia a la hormona que segregamos cuando nos sentimos reconocidos dentro de un grupo y que Florent sólo produce mediante la medicación adecuada con los efectos adversos consiguientes resulta que también es una sustancia que producen unos bichos tan poco sociables y necesitados de autoestima como las amebas. Magnífico.
Sigamos remando.
February 3, 2019
The Year of Magical Thinking. The Play
The Year of Magical Thinking. A play by Joan Didion based on her memoir. New York: Vintage Books, 2007
Vórtice
Me hubiera gustado estar allí: a veces me reconcome la frustración el perderme lugares, eventos que me consta que hubiera disfrutado. The Year of Magical Thinking se representó en Nueva York hace más de doce años. Yo lo he leído ahora.
Vanessa Redgrave (Londres, 1937) interpretando las memorias de Joan Didion (California, 1934), la adaptación de su ensayo El año del pensamiento mágico, debe de ser como la explosión de una supernova: mil millones de partículas surcando el cielo en colores infinitos de repente. Pum. Más o menos así me lo imagino.
Además curioseo entre las reseñas que se hicieron del evento en su momento y me sorprendo, pero tampoco demasiado. Vanessa Redgrave, artista, genial actriz con planta, alzado y maneras de diosa sagrada interpreta un texto a lo largo de 90 minutos, declama las frases que Joan Didion ha escrito en adaptación de su propia obra sobre sus experiencias personales tras la pérdida repentina de su esposo y de su hija y Vanessa la lleva al escenario.
Fuerzas que divergen. Potentes torbellinos que sin embargo, avanzan cada uno en dirección opuesta al otro.
Didion se purga. El terrible dolor por el cual pasa esta mujer se traduce en un texto del cual gotean frases que son pensamientos, supersticiones absurdas para engañar el choque abrupto con la fatal realidad, sentimientos salidos de algo que se ha roto para siempre ¿alguien se atreve a juzgar eso? No hay valor.
Por su parte, Redgrave, que es maravilla, se eleva por encima de su audiencia y se mete en la piel del texto que no es, dicen (y yo les creo) la piel de Joan Didion aunque el personaje lleve su nombre. Es una dama dolida que habla y explica sus pesares y reflexiones pero es otra, de una intensidad que flota bastante más lejos de las memorias de Didion de lo que hubiera sido conveniente dadas las circunstancias. Como una supernova multicolor.
January 30, 2019
Iris Murdoch, en su centenario (1919-2019)
Iris Murdoch, en su centenario (1919-2019). Conferencia a cargo de Ignacio Echevarria. Madrid, Fundación Juan March, 29/01/2019
Cómo ser buenos
Me temo que nada es importante. Antes compartía en este blog un fragmento de un texto de R.L. Stevenson en donde el autor explicaba los motivos por los cuales un autor no debería nunca pensar que lo que escribe es importante, que va a trascender o que va a significar algo para alguien en un futuro. Adoro ese texto porque da una idea muy clara de aquello de lo que pecan la mayoría de los tropecientos mil escritores y escritoras que campan por el universo editorial contemporáneo, de las ínfulas de trascendencia que muchos ─valientes ignorantes, demasiados─ traen consigo en cuanto empiezan a ver que sus libros se venden.
Iris Murdoch (Phibsborough, Dublin, 1919 – Oxfordshire, Reino Unido, 1999) escribía para que sus lectores se entretuvieran y aspiraba a no ser malinterpretada. La complejidad de sus novelas hace que quien se acerca a ellas alcance un punto de no retorno que si traspasa ya no le abandona: O no lee nada más o persigue seguir leyendo todo lo que encuentre.
Ayer, en una conferencia ofrecida por Ignacio Echevarría (Barcelona 1960) en la rancia y exquisita Fundación Juan March de Madrid, se habló de la vida fascinante de esta escritora, se dieron pautas sobre cómo y por dónde comenzar a leer sus textos, qué entender y qué no de los mismos, cómo fundir sus ideas sobre filosofía moral, el eterno trabajo del hombre por tratar de ser bueno en su proceso de conocimiento del otro y los argumentos de sus historias al modo de un sándwich mixto y también, sobre la supuesta necesidad de despreciar la película Iris (Richard Eyre, 2001) inspirada en el libro de su viudo J. Bayley Elegía a Iris porque Ignacio Echevarría, desde su atril diminuto en aquel escenario, dijo que le parecía “impúdica”.
Yo vi Iris cuando no sabía quien era Murdoch. Cuando veinte años después leí El unicornio recordé aquella película y me sentí orgullosa de haber tenido la osadía de verla con una amiga que me convenció para hacerlo porque salía “la chica de Titanic“. Así las cosas, todo suma.
No sé si El unicornio es la mejor novela para iniciarse en el campo de conocimiento de su autora. Después de aquella para mí vino otra, luego otra y aun tengo la suerte de contar con un ser querido que me ha regalado un lote de ediciones antiguas de sus libros sin traducir que algún día me daré el gusto de leer y entretenerme tratando de no malinterpretarlos.
Nada es importante .
January 29, 2019
Manual del terror
Manual del terror. Paul van Loon, ilustraciones de Axel Scheffler, trad. Gonzalo Fernández Gómez. Madrid: Siruela, 2018
La b con la a “ba”
Paul van Loon es un señor de más de sesenta años que viste de negro, a veces lleva sombrero y le encantan las gafas de sol aunque esté oscuro. Paul van Loon tiene las manos llenas de anillos plateados y de sus orejas cuelgan varios aros de diferentes tamaños. Algunos lo conocen por ser el autor de las serie de novelas infantiles titulada Jacobo Lobo y hay quien no ha oído nunca hablar de él pero, si se lo encontrase por la calle, a lo mejor cambiaba de acera; yo lo he descubierto por este divertidísimo Manual de terror que he topado entre los estantes de mi espacio de trabajo y lo recomiendo, lo recomiendo mucho.
Este holandés de sarcasmo brillante escribe para adolescentes, para chavales de entre diez y doce años que están aprendiendo a diferenciar entre lo que les gusta y lo que no y que, en esa tesitura, se decantan por lo terrorífico en el cine y la literatura.
Manual del terror, ilustrado por quien lleva años haciendo los dibujos de los cuentos de Julia Donaldson (El Grúfalo, ¡Cómo mola tu escoba!, El caracol y la ballena o El gigante más elegante) establece una rica lista de elementos arquetípicos del mundo del terror en la ficción de hoy y de siempre, dentro de la literatura y el cine clásicos, contemporáneos y de lo perteneciente a ese período nostálgico que va de los tardíos años setenta a los inicios de los noventa. El “limbo Stranger Things“. Ése.
En el proceso, Manual del terror se detiene en los vampiros, los hombres lobo, los fantasmas, las brujas y los monstruos de diversa especie y no desperdicia la menor oportunidad para soltar irónicos comentarios sobre el machismo, la xenofobia, la ñoñería de algunas sagas sobre vampiros enamoradizos y lo malas que son algunas películas del género gore.
Menciona a España muchas veces: habla de los pueblos del País Vasco, Cantabria o Galicia en donde se llevan siglos construyendo relatos míticos sobre fantasmas, licántropos, vampiros y demás fauna ibérica. Es genial.
Todo esto van Loon lo escribe en un tono que no resulta educativo pero que lo es y si eres un niño quieres hacer caso a lo que te propone y buscar por tu cuenta toda esa larga lista de títulos, escritores y escritoras, directores y temas legendarios para escoger los que te acompañarán el resto de tu vida en aquello que leas, escribas y veas en una pantalla.
Si no lo eres te recuerda que primero hay que empezar por el principio porque así también aprendiste tú: que la b con la a es siempre “ba”.


