María López Villarquide's Blog, page 34
January 27, 2019
La azotea
La azotea. Fernanda Trías. Madrid: Tránsito, 2018
El empapelado
Antes, hace años, cuando los fines de semana veía un par de capítulos de Breaking Bad junto a mi persona favorita de entonces me gustaba fijarme en el valor cromático de aquella serie. Una serie de colores. Colores que eran emociones y emociones que iban ligadas a personajes que eran soporte y estructura del relato en su conjunto: el verde, el rojo, el azul… y el amarillo, como en el parchís.
Un poco más atrás todavía, cuando escribía trabajos en calidad de hacendosa estudiante de filología me interesaba por las connotaciones simbólicas de muchas cosas pero, en especial, de lo que tenía que ver con la locura femenina, oh, sí.
Ahora me dedico a otros asuntos pero, a ratos, leo lo que leen todos y todas (o al menos, muchas y muchos) y tenía pendiente la novela germinal del amanecer editorial de Tránsito.
La azotea es una novela corta con un largo recorrido. Se publicó por primera vez en 2001 y llega a España a estas alturas con un discreto encanto de esos que hacen sospechar. Por mi parte he despejado lo mío y vengo a decir que me ha gustado.
Fernanda Trías (Montevideo, 1976) rasca en la postilla de los miedos del lector hasta que abre la herida, escuece y duele. Pinta a tres personajes principales y un pájaro, los encierra en un apartamento y allí los tiene hasta que se pudren física, mental y emocionalmente. Quién cuenta lo que sucede, por qué entiende su realidad de esa manera, motivos que han llevado a esas personas a mantener esa existencia claustrofóbica y desasosegante son incógnitas que a mí me llevan a otra novela comentada por aquí no hace mucho y que se desvelan a medida que se lee esta historia puñetera y maldita (que puede amargar una tarde, advierto) que se edite con la cubierta de color amarillo, imagino, es algo que está íntimamente relacionado con todo lo anterior.
Que todo viene siempre de un lugar que está ubicado antes, mucho antes en el tiempo.
January 25, 2019
Con los ojos bien abiertos
Con los ojos bien abiertos. Ensayos sobre arte (Keeping an Eye Open) Julian Barnes, trad. Cecilia Ceriani, Barcelona: Anagrama, 2018
Aprender a desaprender cómo se miran las cosas
Tiene Julian Barnes (Leicester, Inglaterra, 1946) una manera de explicarnos que nos estamos equivocando a la hora de observar el arte que no tenía John Berger (Hackney, Londres, Inglaterra, 1926-París, Francia, 2017) a quien sin embargo cita bastante. Lo digo yo, que llevo releyendo a Berger desde que me caí del pupitre de la Universidad y no lo comento como algo malo, más bien al contrario: es algo que admiro.
Con los ojos bien abiertos es uno de estos ensayos que una se pone a leer sin pensar en que se trata de un ensayo (o de unos cuantos); en él se proponen ejemplos que en apariencia son aleatorios pero que en realidad distan mucho de semejante consideración: todos están medidos y se dosifican al ritmo exacto en que el lector debe enfrentarse a ellos. Por eso comienza con el naufragio y tragedia de la Medusa reproducida por Géricault y termina con la guerra silenciosa entre literatura y pintura explicada a través de Howard Hodgkin. Porque así debe ser.
En el prólogo a este libro Barnes explica cómo el afán por comprender el arte le llegó a él de rebote sin una intención clara y explícita por parte de sus padres ni de nadie a su alrededor durante su infancia: aclara que él comenzó a interesarse por el arte en cuanto percibió lo extraño, lo raro, lo diferente que la experiencia artística puede ser para unos observadores y para otros y sólo por eso este libro merece la pena ser leído.
Enlaza a un artista con otro y al siguiente de nuevo, de pasada, con el primero; con cada uno se detiene en una obra, sus mil detalles y la relevancia (o no) del episodio biográfico correspondiente a los creadores, para que seamos quienes lo leemos aquellos que pensemos y saquemos las conclusiones, busquemos en google el cuadrito en cuestión y fantaseemos con la próxima visita a un museo provistos de lápiz y papel.
Si detrás de las frases y las digresiones de Berger hay siempre una necesaria actitud adoctrinante sobre el lector, una intención de “obligarlo a hacer sus deberes” y detenerse ante un cuadro para replantearse lo mal que lo ha hecho hasta ese momento observando unos aspectos y no otros de lo que creía que éste representaba, en los párrafos de Barnes hay casi cachondeo: un cachondeo intelectual, pero pura coña marinera, vaya.
Barnes se ríe de los rumores sobre la orientación sexual de Degas, la adhesión a la masonería de Courbet o el afán por retratar a famosos de Fatin-Latour y el libro nos devuelve en ilustraciones algunos fragmentos de algunos de los cuadros mencionados y también de otros. Si de las alucinaciones de Odilon Redon han bebido los Monty Python o no es una cuestión que él sólo nos apunta, no lo asevera pero eh: que a nadie se le ocurra bromear con que el cíclope de su cuadro se parece a un besugo, eso sí que no.
Al parecer hay otros muchos modos de ver. Menos mal.
January 13, 2019
Atardecer (Sunset)
Atardecer (Sunset). László Nemes, 2018
Irisz en la Europa de las maravillas
Cuentan que el personaje creado por Lewis Carroll para su novela de Alicia se inspiraba en la naturaleza real de los fabricantes de sombreros, unos pobres desgraciados que, sin saberlo, enfermaban por utilizar mercurio y plomo en el tratamiento de las piezas con las que trabajaban sus complementos, día tras día. El hidrargirismo les provocba un comportamiento excéntrico que se confundía fácilmente con la locura.
El “mad- hatter”. El sombrerero loco.
La protagonista de la última película del director de El hijo de Saúl resulta que diseña y fabrica sombreros, que viene de una prestigiosa familia de diseñadores, fabricantes y vendedores de sombreros de Budapest y las cosas no le van muy bien.
Atardecer se ambienta en el Budapest previo al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, una ciudad, se dice en el texto con el que arranca la cinta, “hermana de Viena”; entre ambas se establece una suerte de envidia ya que las dos, de forma desigual, controlan Europa desde lo alto de un imperio que ya comienza a desmoronarse.
Si Irisz pide que la contraten en el que fue el negocio de su familia y que ahora lleva otra persona manteniendo el apellido original, no es por desesperación; ella deja su trabajo en Trieste y viaja a Budapest por algo más; ella que es joven, hermosa, frágil y elegante, a quien las dependientas confunden con una clienta nada más inciarse la historia persigue los cimientos de su familia, quiere descubrir de dónde ha salido realmente, quien es y por qué se la envió lejos a un horfanato tras la muerte de sus padres.
Lo que el espectador va a descubrir a lo largo de Atardacer va a ser lo mismo que Irisz, con los mismos recursos que ya hizo el director en El hijo de Saúl, ese “cogotismo” de cámara que acompaña al personaje y sólo muestra lo que éste ve mientras lo ve, con sus acciones fuera de campo y sus desenfoques medidos con escuadra y cartabón. Como hacía Hitchcock, Kubrick y Polanski pero de un modo más extremo y sí: también más molesto.
Atardecer es agotadora. Cuenta explícitamente mucho menos de lo que espera que el espectador entienda y una sale del cine con la cabeza como un bombo, arrepentida por no tener a mano los apuntes de Historia de C.O.U..
Pero me gusta el reto y me esfuerzo; acepto la tensión a la que se me somete desde el primer acorde de la banda sonora (violines chirriantes que anticipan algo que va a explotarme en la cara) y con el rostro que no pierdo de vista en ningún momento, el de Juli Jakab, que es como una copa de cristal finísimo que alguien está haciendo vibrar, que se lanza de un lado a otro, se hace rodar por el suelo, se ralla, se ensucia, se golpea y que sé que va a terminar rompiéndose.
Porque entonces comenzó la Gran Guerra.
January 12, 2019
Un puente sobre el Drina
Un puente sobre el Drina. Ivo Andric, 1945. Trad. Luís del Castillo, Barcelona, DeBolsillo: 2016
Motivos
Los intentos por ponernos en la piel del autor de una novela que nos gusta, por comprender hacia dónde quería llevarnos mientras la escribía y con qué propósito empleó esos temas y no otros para contar lo que quería contar son, casi siempre, inútiles.
Adivinar con qué finalidad Ivo Andric (Dolac, Travnik, Bosnia 1892 – Belgrado, Serbia 1975) escribió su “trilogía de los Balcanes” (La señorita, Un puente sobre el Drina y Crónica de Travnik) no sirve de mucho a la hora de desentrañar esos aspectos de sus historias que por un motivo u otro nos tocan la piel y también el hueso.
Un puente sobre el Drina es, para mí (que por eso la elegí y comencé a leer en su momento hace unos años y la he recuperado hace unas semanas para terminarla) una y muchas historias sobre la Historia que abarcan los siglos XVI-XX en la zona comprendida entre Bosnia y Serbia a la altura de la ciudad de Vichegrado y respecto a la influencia de los imperios Otomano y Austrohúngaro y el advenimiento de la Primera Guerra Mundial; es lo que nace y se muere alrededor de un puente, verdadero protagonista e inamovible testigo del paso del tiempo que es nuestro tiempo y que somos, por tanto, nosotros.
¿Es importante querer comprender al otro?
Un puente sobre el Drina narra hermosas leyendas románticas y conflictos de corte bélico y político a ambos lados de la construcción de piedra, en su kapia, sobre las aguas del río que cruza y ninguna es más importante que la otra, sólo lo es la permanencia de la estructura que resiste (o casi) a cuanto sucede a su alrededor. Su relato nos demuestra que en el mundo existen hombres orgullosos y tiranos sanguinarios, mujeres que enloquecen por amores frustrados o por parir hijos y perderlos, imperios y ejércitos que invaden y conquistan a otros que se resisten hasta rendirse, que hay ambición, hay odio y hay miseria y que los habrá siempre.
Puede que querer comprender al otro, querer entender lo otro no sea importante pero conocer su relato y escucharlo, leerlo, dejarlo hablar sí debería serlo en cualquier circunstancia.
Un puente sobre el Drina no dramatiza los episodios más crueles de lo que cuenta ni tampoco se regodea en simbolismos y metáforas que cueste desentrañar. No lo hace y aunque ignoremos los motivos tenemos una novela espléndida que es el resultado de sus intenciones, sean las que sean.
January 7, 2019
FOX 8
FOX 8. A Story. George Saunders, New York: Penguin Random House, 2013
“¡Un zorro!”
Cuando vivía en Suiza y me entregaba a largas caminatas por la montaña junto a D. a veces veíamos animales. A veces, en mitad de un sendero cruzaba una vaca con digna libertad o un caballo, un señor conejo dando brincos de alegría o una cabra impasible. A las vacas nos aconsejaban no “alterarlas” porque si estaban cerca de sus crías podían volverse muy agresivas y les digo: no subestimen la violencia de una vaca. Nosotros los mirábamos sin alterar a ninguno, incluso puede que les hiciéramos alguna foto pero ahí se quedaba todo.
Jamás escuchamos a ninguno de aquellos bichejos montañeses hablar.
Hubo una vez que vimos a un zorro. Primero lo vi yo y emocionada comencé a gritarle a D. “¡un zorro!” como si efectivamente no hubiera visto ninguno antes en mi vida (más adelante los descubriría cruzando las calles cercanas a los parques de Londres y eso sí que iba a ser sorprendente pero pertenece a otra historia). El pobre zorrete se quedó clavado al suelo, dejó asomar sus orejillas por encima de un arbusto y me miró; juro que en ese momento me pareció que me respondía “¡mierda, me han visto!” y un segundo después ya se había esfumado a zancada viva por el prado suizo hasta perderse de nuestra vista.
Hubiera sido mejor callarme, al parecer resulta que lo asusté.
Sin embargo George Saunders sabe que no fue así: FOX 8. A Story es una fábula deliciosa sobre las inquietudes de un zorro que ha aprendido a leer y a escribir a su manera para entendernos a los humanos. Fox 8, un zorrillo curioso, se escapa de su grupo para espiar a los Yumans cada noche desde el otro lado de la ventana de una casa; ve a una madre leyendo cuentos a sus hijos y se soprende de la ternura de la estampa:
Because that is also how we show our luv for our pups, as Foxes! It made me feel gud, like Yumans cud feel luv and show luv. In other werds, hope full for the future of Erth!
Y en este tono sarcástico e irónico Saunders explica que los zorros como Fox 8 nos buscan y nos observan pero sufren por nuestro comportamiento, porque no entienden que destruyamos el ecosistema levantando carreteras y centros comerciales, aunque estos sitios sean lugares magníficos en donde ir a buscar la comida que en el bosque ya no se encuentra.
Y cuando un zorro quiere ser padre, su actitud desdeñosa hacia el humano que le ha decepcionado cambia y comienza a buscar explicaciones.
FOX 8 es un cuento sobre la ecología, la paternidad y la tolerancia y yo lo he encontrado en la sección de narrativa anglosajona para adultos. Está ilustrado por Chelsea Cardinal con una ternura y una sencillez que hacen llorar y reír en todas las combinaciones posibles y es muy recomendable.
Y si se encuentran con un zorro por ahí, disimulen, finjan que no se han dado cuenta y continúen como si no supieran que están siendo observados.
January 2, 2019
La noche de 12 años
La noche de 12 años. Álvaro Brechner, 2018
El silencio (y la luz)
Y en la luz desnuda vi a diez mil personas, puede que fueran más.
Gente que hablaba sin decir nada, gente que oía sin escuchar, gente que escribía canciones que jamás se pronunciaban.
Y nadie se atrevió a interrumpir el sonido del silencio
“The Sound of Silence”
(Paul Simon, Art Garfunkel, 1964)
En los comienzos de la serie documental creada por Mark Cousins en 2011 The Story of Film. An Odyssey se dice eso de que el cine no está hecho de historias sino de ideas y parece que la película de Brechner, que retrata el sufrimiento y la desesperación padecida por tres prisioneros durante la dictadura uruguaya, se acerque más que nunca a ese concepto: no son sus historias ni tampoco es la historia del país y sus idas y venidas políticas las que forman esta película, es la idea de la tortura.
Basada en las Memorias del calabozo escritas por uno de sus protagonistas, Mauricio Rosencof junto a otro de ellos, el que fuera Ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, la película pone el empeño en transmitir a quien se sienta en la butaca para verla, que el desconocimiento y la desubicación impuestas al ser humano pueden ser la peor de las torturas.
En 1973 tres presos, miembros del Movimiento de Liberación Nacional entre los que se cuenta el futuro presidente de Uruguay José Mujica, son trasladados desde la cárcel a una zona de aislamiento donde pasan a ser “rehenes”. Mantenidos vivos en condiciones infrahumanas con el fin de volverlos locos, los tres encarnarán un auténtico proceso de resistencia ideológica y también física.
La noche de 12 años es un ejercicio terrible de empatía para el espectador, a quien se propone el reto de comprender lo incomprensible y asistir al deterioro físico y mental de estos tres hombres durante doce años de no saber dónde estaban, ni cuál sería la siguiente medida de castigo que caería sobre ellos ni hasta cuándo iban a seguir aislados y en silencio.
Consigue La noche de 12 años que quien vea la película se deje llevar por las alucinaciones de una mente a punto de enloquecer, por el dolor de unos cuerpos con heridas abiertas e infectadas, huesos rotos y piel cubierta por sus propias heces y logra, también, que ese espectador ceda a los momentos más emotivos cuando parece que por fin hay una rendija en el capuchón y se puede ver la luz al otro lado del ventanuco del calabozo, cuando Silvia Pérez Cruz entona la versión más hermosa de “The Sound of Silence” y la película se desvía hacia el sentimentalismo. Cede con gusto porque la idea de la tortura lleva implícita la de la liberación: o resistes o te matan pero al final siempre se acaba.
December 25, 2018
Aniquilación
Aniquilación (Annihilation). Alex Garland, 2018
“Copy that”
Me llama muchísimo la atención que haya ciertas expresiones en el cine norteamericano que se han ido fosilizando de tanto usarse y que a día de hoy, que nos hemos habituado a ver las películas en su idioma original, nos salten a los oídos como extrañas. Ya saben, el manido “tenemos que hacer algo”, “¡ánimo muchachos!”, “estoy orgulloso de ti” o “de veras”, cuando se escuchan en el inglés original son expresiones nuevas. Háganme caso, es muy curioso.
Ahora bien ¿qué sucede con el “copy that”? Al parecer es un apocope de “I copy that” con el que militares y miembros de la aviación confirmaban a sus interlocutores que habían entendido la información que se les acababa de dar y que, de hecho, habían hecho una copia exacta en sus mientes, literalmente: que podrían reproducir el mensaje tal cual.
Creo que Aniquilación tiene mucho más que ver con esa idea que con el miedo a una invasión alienígena o el advenimiento del fin del mundo.
En determinados momentos de la trama, como era de esperar, los personajes protagonistas se lanzan esa expresión: son cuatro mujeres en una campaña que repite la que ya habían emprendido anteriormente sendos caballeros con nefasto final; se adentran en una zona que de hecho es “la zona” (como la de Stalker, quizá) afectada por un ataque de origen desconocido al que denominan “shining”. Entre ellas, osadas voluntarias cada una rumiando lo suyo, se dan órdenes, deciden, actúan y sí: se dicen “copy that”.
Pero ¿qué sucede en el argumento de esta producción vendida a Netflix? Que tras ese resplandor misterioso hay un área costera afectada que poco a poco se expande y muta toda forma de vida que se encuentra a su paso; que las cosas vivas se copian unas a otras, se reproducen los patrones y estructuras de plantas, animales y por supuesto, personas. El ataque mezcla y duplica formas y sonidos naturales dando lugar a preciosas (y peligrosas) amalgamas de vida fuera de control e ignorantes de su razón de ser.
Basada en la trilogía Southern Reach de Jeff Vandermeer (aquí una entrevista magnífica con un final aun más magnífico) la película desvela informaciones al ritmo de tres episodios muy pausados, muy tranquilos, inquietantemente pacíficos para lo terrible que es la situación y visualmente alucinados. A ratos recordamos a los Chemical Brothers:
y a ratos recordamos otras muchas cosas pero no es importante, es más: puede que hasta sea necesario por el mensaje que nos manda la película, el de los peligros de la mímesis constante y acrítica de la información que nos llega porque puede que nos invada y nos deje vacíos o puede que nos convierta en algo que no sabemos qué es.
Cópienme eso.
December 11, 2018
Siamés
Siamés. Stig Sæterbakken. Trad. Cristina Gómez-Baggethun y Øyvind Fossan. Madrid: Mármara, 2018
El viejo y la muerte
“Entre montes, por áspero camino,
Tropezando con una y otra peña,
Iba un Viejo cargado con su leña,
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó, y viéndose de suerte
Que apenas levantarse ya podía,
Llamaba con colérica porfía
Una, dos y tres veces a la Muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto,
La Parca se le ofrece en aquel punto;
Pero el Viejo, temiendo ser difunto,
Lleno más de terror que de respeto,
Trémulo la decía y balbuciente:
«Yo … señora… os llamé desesperado;
Pero… «Acaba; ¿qué quieres, desdichado?»
«Que me cargues la leña solamente.»
Tenga paciencia quien se cree infelice;
Que aun en la situación más lamentable
Es la vida del hombre siempre amable:
El Viejo de la leña nos lo dice”.
(Félix María de Samaniego)
Y la vejez: el deterioro físico y mental que no suelen ir a la par en la carrera; el mal carácter, la envidia de la juventud, el hastío, el aburrimiento de vivir, la espera por la muerte.
Siamés me ha recordado a la fábula de Samaniego que mi abuela, cuando mi hermano y yo éramos pequeños, nos recitaba y escenificaba con todo el donaire que le cabía en el cuerpo. Lo hacía bien: se proponía asustarnos siempre que llegaba al verso de Pero… «Acaba; ¿qué quieres, desdichado?» y vaya si nos asustaba.
Yo acabé aprendiéndola, de estas cosas que una aprende para toda su vida sin quererlo, como los afluentes del río Ebro a su paso por La Rioja o el maldito padrenuestro y entonces, leo una nueva novela de Mármara y zasca: “¿qué quieres, desdichado?”.
Me contaron cosas de A través de la noche y no quise leerlo; demasiado deprimente, demasiado gélido, no era el momento, pero me atrevo con lo que llega ahora del mismo autor a la misma editorial (una obra publicada originalmente en 1997) y sin saber aún si efectivamente la otra es tan deprimente y gélida como se dice, constato que esta no deja buen regusto en el paladar.
Son dos viejos: él casi en estado de descomposición y ella no; comparten los últimos días que les quedan de vida juntos en un apartamento que apesta a chicles masticados y excrementos y al cual llega un joven técnico de mantenimiento para reparar las pocas lámparas que todavía utilizan en la vivienda.
Él está ciego, ella no.
Él no se mueve y pasa las horas en una silla en el cuarto de baño, ella no.
Él imagina que el técnico de mantenimiento viene para algo malo, desconocido y en absoluto confiable, ella parece que lo quiera seducir e invitarlo a quedarse para siempre.
Él se queja, se queja mucho de la vida y de la muerte, ella teme que suceda lo que parece que va a ocurrir en cualquier momento y observa a través de la ventana y resiste y espera.
Dos monólogos trenzados que avanzan imparables a un desenlace que quizás asuste o sorprenda o simplemente nos conmueva igual que lo hace que un poema bien recitado.
December 6, 2018
Amor
Amor. Hanne Ørstavik. Trad. Lotte K. Tollefsen. Barcelona:Duomo, 2018
Let the right one see
Casi dos lustros atrás, hubo una película que me agitó las entendederas con tanto ahínco que aún hoy la sigo relacionando con algunas historias que llegan a mí. Se basaba en una novela que leí más tarde y que no disfruté ni la mitad.
Déjame entrar me pareció magnífica por el tratamiento de la infancia, del miedo, de la ausencia de miedo, del mito, del amor con, sin y en desconocimiento absoluto del sexo y, muy especialmente, me pareció brillante por su sonido, un aspecto que hasta entonces no me había llamado la atención en las películas.
Hoy he terminado de leer Amor, tengo sensaciones muy similares a las que tuve con la película de Thomas Alfredson y voy a explicarme.
Una narración en montaje paralelo, igual que la secuencia de la escalinata de Odessa en El acorazado Potemkin o el final de Apocalypse Now: una madre y un hijo, no hay introducción ni más aclaraciones que las que plantea el propio desarrollo de los acontecimientos descritos en tiempo presente, pim-pam-pum, todo se mezcla y la acción avanza con las dos perspectivas a la vez.
Si viendo Déjame entrar escuchaba y sentía que me volvía un poco lobo (o un poco vampiro, más a la sazón) porque se me agudizaba este sentido por encima de los otros cuatro, leyendo Amor no dejo de ver, no puedo evitar recrearme en el valor de la mirada, en el sentido de la vista, en los globos oculares y en que se dice que ese asunto es ciego y por algo será que el libro se titule así.
“Mi tía tiene un ojo de cristal, dice la niña. De niña tenía la obsesión de mirar por los ojos de las cerraduras, y un día mi padre metió un destornillador desde el otro lado para que le dejaran en paz”.
Pim.
“Nota que parpadea, cierra los ojos con fuerza y se los aprieta con el puño, intenta meterse los ojos dentro de la cabeza. A lo mejor si los mete muy adentro se quedarán colgando y no encontrarán el camino de vuelta al agujero por el que tienen que mirar”.
Pam.
Amor envenena con una lectura que obliga al lector a reconstruir a los personajes por lo que ven y recuerdan haber visto y todo es triste y desesperanzador. Hay amor y no lo hay: hay dos personas que viven dos tipos de amor y conviven con las consecuencias de darlo por sentado, como si recordaran lo que un día vieron y ahora, sin necesidad de ver, ya tuvieran la certeza de aquello que va a pasarles.
Y lo terrible es que se equivocan.
Pum.
December 4, 2018
Viaje de Egeria: El primer relato de una viajera hispana
Viaje de Egeria: El primer relato de una viajera hispana. Edición, traducción y prólogo de Carlos Pascual. Madrid: La línea del horizonte, 2017
Dominae et sorores
El domingo estuve en el cine con una amiga; fuimos a ver una de la películas que programa la Filmoteca dentro del ciclo dedicado a Scorsese: The Departed (Infiltrados, 2006). Es la segunda que veo dentro de dicha programación y creo que la segunda vez que veo ésta en concreto porque sí: me gusta mucho el cine de Scorsese.
Nada más terminar le dije a mi amiga “¿y si escribo sobre lo terriblemente misógino y machista que siempre el cine de este hombre?”. Ella me miró extrañada, con cara de preguntarme “¿Es que no te ha gustado?” aunque no lo hizo. Esas cosas se notan.
Las mujeres no suelen quedar nunca muy bien paradas en las películas de Martin (sean historias suyas o adaptadas de las de otros, claro está, que el criterio de selección también cuenta) a menudo en ellas son la perdición, el error que no pueden dejar de cometer los personajes protagonistas masculinos, la debilidad, el enlace con el enemigo o el rival, el apoyo y el tropezón.
Nada menos que todo eso y yo, que soy feminista, resulta que me encantan las películas de Scorsese.
Son cine del bueno con ritmo del bueno (a veces muy bien copiado) y actores muy buenos aunque se nos ocurra poco lo de decir que se trate de cine dirigido por un hombre y que se centra en los de su sexo por encima de todas las cosas.
Sin embargo aquí me encuentro, recién terminado un texto sobre el periplo de Egeria, gallega del siglo IV y primera autora de un auténtico libro de viajes y busque allá donde busque informaciones lo primero que me encuentro es el hecho fundamental de que se tratase de una hembra.
La buena de Egeria (¡qué poco intuía ella entonces de la repercusión de sus escritos diecisiete siglos después!) ella redactó cartas que dirigía a sus amigas, sus “señoras y hermanas” y les contaba detalles de todo lo que se iba encontrando por Constantinopla, la subida y la bajada del Monte Sinaí, Mesopotamia, los valles “las vastas soledades y los diversos desiertos del yermo que describe minuciosamente la narración el libro del Éxodo” según Valerio, un abad de la Ponferrada del siglo VII que alaba los méritos de la viajera hacia el final de esta edición de su itinerario.
Sobre su origen y genealogía se sabe poco y se teoriza bastante: alguno asegura que se trate de la cuñada del fundador del Priscilianismo, un señor a quien acabaron decapitando por propagar una doctrina que condenaba la riqueza de la iglesia, no vetaba a las mujeres la participación en la liturgia y permitía que sus miembros, aunque célibes, contrajeran matrimonio.
En cualquier caso, el itinerario de Egeria es un relato curiosísimo, una pintura de lugares que sorprende por remontarse al siglo IV (el pergamino fue copiado en el XI y recuperado finalmente en el XIX) y por tener unas motivaciones personales y devotas que obviamente, contrastan por lo que hoy en día consideramos narración de viajes. Fue escrito por una mujer pero ojalá que eso dejara de ser relevante.
Y Scorsese es genial: un hombre director de películas geniales. A lo mejor es que hay que decirlo así, pero a mí me suena raro.


