María López Villarquide's Blog, page 36
September 14, 2018
Mies on Scene. Barcelona in Two Acts
Mies on Scene. Barcelona in Two Acts. Pep Martí y Xavi Campreciós. 2018
Conflicto vacío
Dos cosas: la primera es que antes de asistir a la proyección de este documental, no tenía ni idea de que había un coloquio posterior tan candente y tan extremo, yo iba a ver qué se contaban los que habían decidido grabar un documental sobre el Pabellón Barcelona y al final me faltaron palomitas: no por la película sino por la que se lió después entre la arquitecta Atxu Amann y el artista visual Daniel Canogar.
La otra cosa: al cine documental es muy difícil encontrarle un conflicto. Dicen los que se dedican al oficio de crearlos, que cuando se entregan a la producción de uno tienen una historia, pero que nunca saben dónde va a llevarles porque todo, todo cambia a medida que se graba, se entrevista, se edita, se escribe… Ayer vi esta película, casi tan limpia, tan sencilla y tan silenciosa como la experiencia de visitar el propio pabellón de Mies y la verdad es que no sentí en ningún momento que a sus directores les hubiera sucedido algo similar mientras la hacían. Será que me equivoco, pero me ha parecido un ejemplo de trabajo organizado, preciso, claro en sus objetivos y que no ha permitido soltarse la melena y dejase llevar respecto a nada.
Ojalá me equivoque.
Descubro Mies on Scene en el mes de julio, mientras leo una revista de esas que se alojan en el respaldo del asiento de un avión, entre el menú para millonarios y las instrucciones para luchar por la supervivencia en caso de accidente y muerte segura. Anoto: “María, necesitarás verlo porque te toca pronto trabajar con algo relacionado”.
¿De qué va? Pues de varios temas: son dos actos, el primero durante la Exposición Universal de 1929, cuando se construyó inicialmente y el segundo el del momento en que deciden reconstruirlo en 1984. Va de los que sostienen que si era mundialmente admirado y reconocido era precisamente porque no existía, porque había sido desmantelado después de su función de representar el progreso alemán de la República de Weimar y tan sólo quedaban imágenes, recuerdos, planos e impresiones intangibles de lo que había sido.
Va del pabellón en sí, de esa estructura en donde planchas de mármoles maravillosos y ónice africano están suspendidas y no tocan el suelo, recubren cuerpos de hierro y hormigón sin juntas y separan ambientes; va de vidrios y reflejos, de agua que cambia, de la luz que nunca es la misma y de una escultura que tiene poco que ver con el conjunto del ¿edificio?. Va del trabajo no justamente reconocido por parte de Mies a Lilly Reich, quien ideó muebles y decoración interior y sobre todo, va de cómo nos afecta a los que vivimos nuestra vida fuera de él.
El pabellón fue construido para la Exposición Universal hace 89 años, ideado como “lugar de tránsito” dicen, semejante a los de los aeropuertos: se camina y se cruza, se pasa por él, muchas personas a la hora y sin parar durante lo que dure el evento. Hoy, en cambio, su ubicación original es más bien un remanso de paz en mitad de un parque y quien lo visita se detiene, palpa su superficie, se sienta a leer apoyándose en el mármol granuloso y es, sin duda, otra experiencia.
¿Y qué tienen que decir los entrevistados? Personas como Eduardo Mendoza o los expertos del MoMA de Nueva York opinan si para juzgar una creación como ésa (y en definitiva: cualquier creación artística) hay que ser un experto o no; porque “la gente”, esa masa extraña y genérica que vive su vida fuera del pabellón construido por Mies, lo ve y le parece “demasiado moderno” en ese emplazamiento en donde se encuentra.
89 años después de su construcción.
Y luego, el incendio del coloquio.
September 13, 2018
En el corazón del Teatro Real
En el corazón del Teatro Real. José Luis López-Linares, 2018
Iceberg
No se ve. Sabemos que existe, intuimos que un edificio de tales dimensiones en donde se representan producciones que atraen a tantísimo público tantas veces, temporada tras temporada con su prestigio, su sello y su popularidad no es sólo lo que se ve sino mucho, muchísimo más.
Valga mi propio ejemplo, que soy alguien que ni siquiera ha podido asomarse a ver lo que “puede verse” porque nunca, jamás he asistido a la ópera y aún así, me consta que es más, incluso más de lo que puedo imaginarme.
Después de ver En el corazón del Teatro Real, subrayo: es un minúsculo pico que asoma de la punta del iceberg y es lo único que vemos -lo que ven los que van- así que interesa descubrir el resto.
¿Exceso de información? Quizás, porque todo es excesivo y todo se toca de una forma resumida y abreviada para poder contenerse en los 75 minutos de duración en donde caben y aún hay quien ha criticado que no se toquen más ciertos aspectos como la danza o el restaurante del edificio (así es, así ha sido, eso se ha dicho).
La música, la representación, la puesta en escena, la construcción de todo, el desempeño de cada disciplina y sus respectivos coordinadores, regidores, maestros, directores, asesores. Todos de acuerdo y en desacuerdo. Artistas entregados a su arte y público privilegiado que reserva su tiempo y su dinero por verlos y escucharlos; Plácido Domingo asegura en un momento de la cinta que es consciente de todas las personas que han hecho planes conforme a ese día y esa representación, que han “quedado con él” para verlo cantar y que se lo debe porque lo respeta, porque de eso va la ópera. Los clásicos adaptados para escenario y partitura, libretos que nacen para un determinado intérprete, tenor, soprano: “divinidad terrenal en el reino de los cielos musicales”.
En el corazón del Teatro Real, además, proporciona otros datos curiosos e inesperados como las diversas edificaciones y reformas sufridas desde la construcción original del edificio ¡en mitad de la confluencia de dos ríos que ya no existen! o las dimensiones reales de la caja escénica y el extremo superior que, sumado al foso, dan lugar a un hueco en el que podría caber nada menos que la torre de Telefónica en la Gran Vía madrileña, que no es pequeña.
Y los pequeños enormes detalles: como los vínculos que se establecen entre los maquilladores y los intérpretes a los que caracterizan, las últimas personas a las que ven justo antes de salir a escena, auténticas amistades, o la fuerza del coro, el coro de la ópera: “hubiera querido hacer una película centrada sólo en el coro y el trabajo de su director” afirmaba rotundo José Luis López-Linares tras el pase de prensa.
Venga, vale, creo que todos querríamos verlo.
September 10, 2018
El despertar
El despertar. Kate Chopin. Trad. Esther García Llovet. Madrid: Mármara, 2018
Dinosaurios
Eran mujeres que idolatraban a sus hijos, adoraban a sus maridos y consideraban un sagrado privilegio el hecho de sacrificarse como persona, de manera que se dejaban crecer unas alas enormes de ángel guardián.
Edna espabila: un buen día, Edna comienza a identificar, de entre la maraña de emociones que turban su pensamiento, aquellas que son estrictamente suyas y que no se encaminan a satisfacer a nadie más que sí misma. Edna descubre, con veintiocho años y durante unas vacaciones en el Golfo de México con su esposo y sus dos hijos que no hace lo que quiere pero ¡pobre Edna! vive en 1899, es el personaje de una novela de ficción escrita por Kate Chopin (Saint Louis, Missouri, EEUU, 1850-1904) y no, no existe.
Los pesares del héroe entristecen al lector; las dificultades y las instisfacciones calan hondo en aquél con quien son compartidas de palabra y Edna, la pobre Edna Pontellier lo estaría pasando francamente mal, si no fuera porque a la protagonista de El despertar empezamos a conocerla en el momento decisivo en el cual se dispone a cambiar para siempre.
El despertar, ejemplo de literatura sureña del XIX, atípicamente escrita por una mujer a quien imaginamos meciéndose en su silla bajo el porche de la casa que aparece retratada en una fotografía del epílogo de esta edición de Mármara (tan chusca como siempre) es la historia de una dama que va por delante de la mentalidad de su época, que desentona entre los suyos, que se revuelve en su corsé y bajo sus faldones:
El pasado no significaba nada para ella, no tenía ninguna lección que pudiera interesarle, y el futuro era un misterio en el que nunca se aventuró. El presente mismo ya estaba cargado de significado, era suyo, y la torturaba con la dolorosa convicción de que había perdido lo que fue sólo suyo, de que se le había negado eso que su nuevo ser apasionado reclamaba a voces, en su despertar.
El final de la novela es hipnótico, melancólico, misterioso y tranquilo; traslada al lector a un espacio exacto en el cual entiende a la perfección por qué Edna se comporta como decide comportarse.
Luego viene un epílogo perfecto de Jorge Urrutia que comenta aspectos más que discutibles de la cuestión “mujer adúltera literaria” con ejemplos y anotaciones. No lo pierdan, no lo olviden.
Tampoco parpadeen ante el colofón que Mármara le regala a la edición, por donde pasa John Cheever como un fantasma inesperado.
Una pena que cuando se hubiera despertado, hubieran seguido todavía allí, todos juntos, los dinosaurios de su sociedad. Todavía quedan en la nuestra.
September 8, 2018
En tu vientre
En tu vientre. José Luis Peixoto. Trad. Antonio Sáez Delgado. Barcelona: Literatura Random House, 2017
La fe
Ser madre, ser virgen, ser hija, ser hermana, ser testigo, ser santa o no ser. Pocas descripciones encajan con esta novela empeñada en ubicarnos entre la iluminación mística y la leyenda, la entraña del lazo consanguíneo y los entresijos la creación literaria. Pocas.
En tu vientre narra el misterio de las apariciones de la virgen de Fátima en Portugal a comienzos del siglo XX. Se acompaña a la pequeña Lúcia dos Santos y a su familia desde el primer encuentro hasta el último en el transcurso de los meses y esa transición se intercala con pasajes de una voz divina que explica, a su manera, el sentido del milagro; además, al narrador parece que le asedie el recuerdo de una madre que opina, que juzga y que le devuelve recuerdos de una infancia borrosa, difuminada con la de la niña visionaria.
Confiar en la inspiración creativa y creer en Dios. Trabajar con las ideas en las cuales se confía para construir historias y alimentar la fe, sostener el relato, todos los relatos.
Pasa José Luís Peixoto (Galveias, Portugal, 1974) de puntillas por la matriz: la de su madre en la memoria, la de la madre de Lúcia que se apaga y se seca poco a poco y la de la Virgen María que se venera.
Bendito sea el fruto.


