María López Villarquide's Blog, page 31
July 27, 2019
Miradas afines. Velázquez, Rembrandt, Vermeer.
Miradas afines. Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Museo Nacional del Prado, Madrid. 25/06/2019 – 29/09/2019
La comunidad
En junio de 2014 hice la defensa de mi tesis doctoral ante un tribunal caníbal y hambriento; no es mi intención aburrir a nadie con la descripción pormenorizada de aquella jornada de sudores fríos e incidencias técnicas pero ayer viendo esta expo me he acordado. Así soy.
Lejos de buscar conexiones transversales entre disciplinas alejadas como hiciera yo entonces para solaz y esparcimiento crítico de mis examinadores, la muestra que trae al Museo del Prado la Fundación Axa, comisariada por el experto en pintura flamenca Alejandro Vergara y con la participación del Rijksmuseum de Ámsterdam o la National Gallery de Londres entre otros combina pintura con pintura, artistas del XVI y el XVII con coetáneos y unas naciones con otras sin salirse del marco europeo y ahí está la curiosidad: en que son afines.
Dividida en cinco bloques, la muestra aborda las interferencias entre cuadros de Velázquez, Rembrandt, Vermeer y tantos otros: creadores de un período marcado por el detalle borroso, el cuidado por la expresión y el estado de ánimo, la búsqueda de una iluminación misteriosa y la captura del momento interrumpido. Artistas que jamás llegaron a conocerse entre sí y cuyas creaciones jamás se intercambiaron, sin embargo, persiguen motivos semejantes y se sirven de unas técnicas parecidas: algo definía a estos pintores pertenecientes al mismo marco cultural, algo que se ve en esta exposición.
Pintura como sustento de mitos nacionales, también: retratos y mapas que dan cuenta de la evolución de las políticas y los cambios entre siglos revueltos; pintura que conecta modas y estilos por el detalle revelado en la vestimenta (tejidos negros, cuellos blancos); pintura que revela una naturalidad artificial, que cuenta el mito con modelos cotidianos (Baco y sus borrachines, Demócrito partido de la risa… este tipo de cosas) y a veces, también, pintura que se encargaba de un país a otro cuyos artistas viajaban para influirse y mezclarse y poder explicarse ahora que Rembrandt no eran “tan holandés” y Velázquez tampoco “tan español”, porque las temáticas de sus cuadros -explica Alejandro Vergara en los textos del catálogo de la exposición- responden más bien a los ideales de una comunidad supranacional.
Y todo relacionado entre ellos, sin mezclar disciplinas ni salirse de las parcelas, resulta espectacular.
July 14, 2019
DIBUJOS. Sylvia Plath
DIBUJOS. Sylvia Plath. Trad. Guillermo López Gallego. Madrid: Nórdica, 2014
“Dibuja lo que veas, no lo que sabes”
Un profesor de dibujo me dijo una vez que lo mejor que podía hacer para mejorar en mis dibujos era copiar, copiar líneas tal cual las percibo sin pensar en que se trate de un pie, un caballo, una playa o una mesa de comedor. Copiar y abstraerse, ahí está la clave.
Ayer estuve en la exposición dedicada a Olga Khokhlova (Caixa Forum, Madrid, del 19 de junio al 22 de septiembre de 2019) y, de no haber sido por el frío y mi miedo a volver a ponerme enferma en el mes de julio, me habría dado un par de vueltas más por sus salas. Es grande y es sorprendente.
La primera esposa de Picasso era bailarina en la compañía de Diaghilev y en la instalación hay material de sobra para curiosear sobre su vida bohemia de artista siempre de viaje; está su baúl y todo lo que contenía: sus fotos, cartas manuscritas, recortes, postales… y sobre todo están las obras de su esposo. Pablo dibujaba, le dibujaba y la dibujaba; fotografías que luego son hermosos lienzos, dibujos trazados a plumilla, bocetos e increíbles ilustraciones a lápiz.
El trazo continuo de Picasso es puro dominio de la técnica. Mirar los dibujos que tomaba de su esposa mientras ella leia, cosia, descansaba en un sofá o amamantaba a su hijo apabullan: tris tras y queda reflejada la habitación. Grafito sobre papel y ni una maldita corrección, nada.
La exposición explica de forma amena y sencilla las fases de aquel matrimonio hasta su disolución. Lo vemos en los temas, también en los trazos y en el estilo siempre cambiante y apabullante del artista.
Hoy leo una preciosa edición con prólogo Frieda Hughes de algunas cartas y dibujos a tinta de Sylvia Plath y de nuevo: el asombro (booktrailer aquí).
Ni sus diarios ni sus autoficciones transmiten con tanta claridad la ansiedad de la autora y sus fantasmas de fracaso como con estas ilustraciones de su espacio cotidiano atiborradas de detalle puntillista y sombreado (en uno de los textos dirigidos a su madre se jacta de haber logrado mejorar especialmente en su técnica, cargando las sombras, precisamente). Sylvia dibujaba para poder concentrarse en algo; se alejaba y dejaba de pensar en sus miedos, como que la comisión de su beca Fullbright descubriera su matrimonio con Ted Hughes, por ejemplo. Ella se sentaba y estampaba la imagen de una vaca del camino, de casas, de barcos, de estufas… borrones perfectos delineados con el grosor de un plumín. Negro muy negro sobre blanco.
Uno de los dibujos es de su esposo. Es perfecto: de perfil, su cara está cruzada por líneas y puntos que devuelven una expresión ausente y con la mirada lejos de quien le retrata (¿leyendo, pensando?). Sylvia quería publicar estos trabajos, así lo explicaba en sus cartas; algunos se los compraron y pidió a su madre que se hiciera con todas las copias posibles.
Si los viéramos sin saber lo que sabemos de ella, sin duda éste sería un libro completamente distinto.
July 13, 2019
Varda by Agnès
Varda by Agnès. Agnès Varda, 2019
El cine de la vida
La noticia del fallecimiento de Agnès Varda (Bélgica, 1928 – París, 2019) me sorprendió desayunando en un café de Londres, en Charing Cross. Atacaba un plato de alubias con huevos a la plancha, bacon, ensalada de tomate y pan tostado con el hambre habitual de los viajeros cuando, de pronto, se iluminó la pantalla de mi teléfono y un mensaje de mi amiga A. me anunció que “Agnès” había muerto.
Agnès, la llamaba con confianza, como si la hubiera llegado a conocer alguna vez (¡ojalá!), Agnès, que en realidad se llamaba Arlette y que me había hecho pasar tantas horas de emoción ante la pantalla. Me dio mucha pena.
Recordé su última obra y corrí a escribir varios mensajes: “ha muerto Agnès Varda, pobre, cuántas películas suyas me quedan por ver, a ver si hacen un ciclo o algo, a ver si una retrospectiva… qué pena”.
En Varda by Agnès ella misma y en encuentros con alumnos y público en general, repasa todos (o casi todos) los trabajos de su carrera y no sólo en cine, también en fotografía y en artes visuales. Una vez más, verla, oírla y conocer sus historias me ha emocionado: Agnès tiene ese poder, la capacidad de conmover cuando retrata la vida y la cuenta como una ficción sin perder el sentido del humor. Reaccionamos y nuestras emociones se convierten en parte de la emoción de su cine. Mi desayuno en Londres, por ejemplo, podía haber sido una secuencia, una parte de una historia suya y además, me pillaba lejos de mi entorno cotidiano lo cual lo volvía mucho más cinematográfico: huevos y té en Londres, que no un café y muesli en el sofá de mi casa (dónde va a parar) y aunque me puso triste es cierto que estaba de viaje en una de las ciudades que más me gustan del mundo, que tenía aun muchos museos que visitar y que no soy el personaje de una película.
En Varda by Agnès la directora nos habla y les habla a los que asisten a esas charlas; a veces la vemos a ella, a veces vemos fragmentos de sus obras y a veces, lo que vemos son los rostros de su público, caras que sonríen ante las tiernas ocurrencias de esta mujer tan sabia, tan prolífica, que no paró de imaginar y crear durante sesenta años de carrera, que enlazaba una anécdota de una película con el germen del siguiente proyecto y que se permitía sorprenderse por todo y admirarse ante lo que sólo algunos ven para grabarlo y mostrárselo en sus documentales a todos los demás.
Terminar todo en una playa, de repente y disfrazarse de patata: el cine de Agnès.
July 10, 2019
Lost Girls: Sex and Death in Renaissance Florence
Lost Girls: Sex and Death in Renaissance Florence. Nicholas Terpstra
Baltimore, MD, Johns Hopkins University Press, 2010
Jóvenes y bonitas
Más cerca de la novela histórica o el misterio sin resolver que del ensayo academicista y objetivo, Lost Girls plantea una incógnita y, si bien no la desvela del todo, se recrea con gusto y sin prisas en el proceso.
¿Por qué más de un sesenta por ciento de las niñas que ingresaron en la Casa della Pietà, un orfanato de Florencia para jovencitas descarriadas del siglo XVI murieron en apenas diez años? Dice el autor que la institución era ‘the most unsafe place in Florence for a girl to live’ y difícil resulta llevarle la contraria.
Una visión filtrada por el cliché haría pensar en casos de abusos y prostitución, la orden del día en aquellas fechas (y en casi todas) pero quizás el gran atractivo del ensayo esté en la búsqueda de otros argumentos. Nicholas Terpstra, profesor de Historia en la Universidad de Toronto, maneja fuentes de primera y segunda mano, intercala fragmentos de anuarios, ilustraciones, mapas,cartas, canciones populares y recetarios que ayudan a pintar el cuadro de estas pobre chavalas de entre doce y diecisiete años acogidas ya maltrechas por pura caridad; en su mayoría, tras un tiempo en el centro encontraron una casa en la que trabajar como sirvientas o aprendices, otras fueron devueltas a sus familias y unas pocas se escaparon.
¿Por qué?
Dato interesante es también que de aquellas a quienes lograron mandar con un contrato de trabajo casi ninguna lo terminó porque regresaron antes de que venciera, tal vez, porque las condiciones en el nuevo “hogar” eran todavía peores. Sí: prostitución, abusos, lo de siempre.
¿Quién se encargaba de la institución? Monjas, prostitutas, prostitutas convertidas en mojas… mujeres que ayudaban a otras mujeres a sobrevivir, que les proporcionaban curas a sus enfermedades e interrupciones a sus embarazos no deseados, que les servían como mano de obra.
Porque la Casa della Pietà también funcionaba como fábrica: cáñamo, lana y seda producida y tratada por niñas en la flor de la vida.
Entretenida lectura para gustosos de lo escabroso, lo misterioso, las novelas de ficción histórica y también para aquellos que se devanan los sesos tratando de escribirlas.
July 8, 2019
A Ghost Story
A Ghost Story. David Lowery, 2017
Aquí los hipsters
Ésta ha sido una de esas veces en que se sale del cine con una congoja encima casi incurable y no por lo que se ha visto, porque la película nos haya conmovido con su historia, su música o sus personajes sino por la mala sensación y la desesperanza que nos deja en el cuerpo ver una película así. Le pasa a más gente ¿verdad?
No me ha gustado A Ghost Story, tan recomendada por varios allegados y que tanta curiosidad me daba antes de saber qué era lo que tenía que contarme.
Pero al margen de la bajona con la que ha cargado mis espaldas la peli de Lowery, tengo alguna otra cosilla que decir y que comentar de ella y de ahí mi iniciativa de dedicarle una entrada en este espacio, por supuesto. Voy por partes.
Parte primera: me espeluzna la pretenciosidad así, en general, la practique quien la practique; yo no la trago. Igual que me aburre y desespera la lentitud grandiosa de Terrence Malick (al menos en sus últimas creaciones) esta historia de fantasmas vehementes y humanos rotos por el dolor ante la ausencia me da ganas de cortarme las venas. Minutos interminables de planos secuencia para exasperar al espectador, silencios y diálogos susurrados. Un castigo.
Parte segunda: me agota el discurso moderno del regreso a lo viejuno. No puedo más. Me atrevo a señalar que en su conjunto la película me ha parecido lo más hipster que he visto hasta la fecha. Me tomo su visión de la realidad como un manual de estilo de esa subcultura que regresa a lo que era tendencia hace más de cincuenta años para vivirlo en nuestros días con los últimos avances de la tecnología más puntera (y cara). Y ser ellas muy delgadas y ellos muy barbudos, por supuesto.
Parte tercera: díganme que soy retorcida pero veo en esta película una más que acusada influencia de la novela gráfica de Richard McGuire que asomó su genialidad en unas tímidas seis páginas del magazine Wire allá por 1989 y terminó de alucinar a sus lectores en 2014, bajo el título de Here, que un año más tarde publicaría Salamandra en España, traducida por Esther Cruz Santaella como Aquí.
[image error]Aquí, Richard McGuire. Salamandra, 2015
Por que en ella impera la trascendencia: que todo lo que ha sucedido y sucederá pasa por el mismo espacio y que, en ese espacio a veces se estanca una emoción que no ha sido resuelta o se rompe de forma abrupta por la muerte de alguien y ahí es donde se quedan “colgando” los fantasmitas. Además, en un momento de la historia un personaje irrelevante suelta un monólogo digno de la primera temporada de True Detective y nos apabulla con su visión y explicación de la intrascendencia del todo a la que estamos condenados desde nuestra propia existencia que camina hacia la aniquilación, insignificante, pasajera y pese a todo, sucediéndose en bucle desde el inicio de los tiempos.
Menos lobos.
July 6, 2019
El adversario
El adversario. Emmanuel Carrère. Trad. Jaime Zulaika. Barcelona, Anagrama, 2000
Pactar con el diablo
Retratar el crimen con objetividad y volcar incluso empatía en el lector de una trama urdida por el más terrible de los malos malvados es un reto del cual pocos autores salen triunfantes. “Los rusos”, que diría mi amiga H., se llevan la palma en este asunto porque ellos y sólo ellos manejan descripciones, escenarios y desenlaces de tal forma que el lector queda colgando de los hilos de sus historias como un auténtico pelele. Venga, Dostoievsky, lo que tú quieras: hasta el malo es humano y a él también lo comprendo. Gracias por contármelo.
Emmanuel Carrère (París, 1957) guionista, biógrafo y novelista de curioso estilo a medio camino entre lo inquietante, lo desconcertante, lo ambiguo, lo realista y gélido y lo siniestro, se hizo famoso tras la publicación de El adversario allá por el año 2000. Contaba en esta breve novela un suceso real, un terrible crimen que dio la vuelta a los periódicos de todo el mundo en 1993 y lo hizo con objetividad, con frialdad meticulosa de cronista bien documentado sin perder de vista, sin embargo, el punto estrictamente ficticio de la historia.
Ahí es donde a mí me deja sin aliento.
El adversario, que ha incluido Anagrama en su lista de títulos reeditados este año con motivo del 50 aniversario de la editorial plantea los conflictos del que cuenta la historia encarándose con el monstruo y, a la vez, las pesadillas desbocadas del propio monstruo a la hora de urdir paso a paso y con torpeza afortunada esa “doble vida” que lo conduce al asesinato y a la cárcel.
La novela se pega a la piel del lector, pringa con pegotes de rabia e incomprensión y arrastra los demonios de todos aquellos a quienes alguna vez hemos podido llegar a imaginar como enemigos o personas-non-gratas. No se entiende por qué, no se alcanza ni de lejos una justificación de la conducta de este hombre que desde abril de este mismo año disfruta de libertad condicional. El juego entre la ficción narrada y la realidad documentada sostiene la historia con fragmentos de cartas entre sus protagonistas, notas y comentarios del propio Emmanuel-narrador-investigador.
Más allá de la locura, la lucha interna entre el bien y el mal, entre Dios y el Maligno, entre uno mismo y su propio adversario.
July 4, 2019
Enduring Love
Enduring Love. Ian McEwan. London, Vintage Random House: 1998.
Polvo enamorado
‘Are you the person being harassed?’
‘Yes, I’ve been…’
‘And is the person causing the nuisance with you now?’
‘He’s standing outside my place this very minute.’
‘Has he inflicted any physical harm to you?’
‘No, but he…’
‘Has he threatened you with harm?’
‘No.’
Siglos de historia contemplan las diversas manifestaciones del amor no correspondido: el imposible, el platónico, el prohibido, el clandestino, el frustrado, el fou y el más poderoso que la muerte, sí, todos han hecho y hacen sufrir igual que el cuchillo clavado en la carne pero, como seguimos necesitando los huevos, sigamos pensando que somos gallinas ¿no?.
Con Enduring Love parece que Ian McEwan (Aldershot, 1948) quiera una vez más liar al lector con sus muñecas rusas narrativas e introducir una trama dentro de otra y que ésa a su vez quepa dentro de una más hasta dar con la trama chiquita y compacta que ya no tiene hueco dentro y que constituye, por tanto, el germen de su narración. Parece que en este caso se trate de la erotomanía o síndrome de Clérambault y parece que, en el fondo, lo que pretenda sea denunciar la poca atención prestada a quienes sufren sus consecuencias, no los enfermos sino sus víctimas.
Enduring Love, igual que sucedía con Atonement o On Chesil Beach arranca con un planteamiento que poco a poco se diluye y deriva hacia otros derroteros sin llegar a desaparecer. Un accidente durante un viaje en globo aerostático que irrumpe en las vidas de varios personajes y los marca hasta el final de la historia e incluso más allá.
El lector tiene la pegajosa sensación de que todo gira en torno a algo o a alguien que no está bien de la cabeza y, a la vez, no pierde de vista lo lógica de los acontecimientos; algo así como un sentimiento kafkiano que le obliga a reconocer que de un momento a otro va a estallar una burbuja que sólo ve el protagonista y que tú, lector, también intuyes aunque no la tengas delante.
La obsesión y el delirio guían a un personaje para ejercer acoso sobre otro aunque, en realidad, tampoco esté pasando nada “malo” o “no tan malo” como lo que ya ha sucedido y sucede en los demás momentos de la historia.
La base de Enduring Love es de naturaleza científica y la inspiración se encuentra en un suceso real que McEwan documenta riguroso al final del libro. No obstante, deja en quien lo ha leído, como siempre, un desasosiego extraño, como de angustia latente. Su desenlace invita a pensar en la trascendencia del sentimiento amoroso, tan cercano a la locura y tan difícil de manejar, casi como un globo aerostático a la deriva.
June 19, 2019
Una mujer inoportuna
Una mujer inoportuna. Dominick Dunne. Trad. Pablo Mediavilla Costa. Barcelona, Libros del Asteroide: 2019
Phalaenopsis
Voy a sonar como la típica escritora rancia y sin recursos pero es que mi abuela solía decir que las orquídeas son plantas que crecen “a costa” de otras, que encaramadas a los troncos de los árboles y cobijadas bajo sus ramas son capaces de convertirse en las más hermosas manifestaciones naturales de la selva, absorbiendo la humedad y los rayos de sol estrictamente necesarios entre sombra y sombra del follaje al cual se adosan. Yo seré rancia, pero todo eso es cierto y a ella esas flores se le daban de maravilla.
En la ciudad de Los Angeles y hacia 1990, año en que se publicó originalmente esta novela, debía de haber orquídeas por todas partes; no porque el clima de la ciudad fuera especialmente próspero para el asunto, que también, sino porque había quien sabía cómo sorber los recursos de los otros y sacar el mejor beneficio de ellos. Creo que de eso va esta novela.
Todos los personajes de Una mujer inoportuna se definen, en principio, por su estatus económico; a partir de ahí se desenrolla una larga alfombra con cada uno según su orientación sexual, profesión, relaciones sentimentales, estilo en el vestir y varios metros más de etcétera. Una delicia.
Dominick Dunne (Connecticut, 1925 – Nueva York, 2009), cuñado de Joan Didion y desafortunado padre de Dominique Dunne, la niña que interpretaba a la hermana mayor en Poltergeist y que murió estrangulada por su ex novio, nada que tuviese que ver con la polémica y el amarillismo le era ajeno. Periodista encargado de cubrir varios de los juicios más escabrosos de su época en los Estados Unidos, Dunne, vuelca parte de su rabia y su buen hacer como cronista en Una mujer inoportuna y da gusto leerlo: todo en la novela está muy bien anudado y tapizado; las tramas se rematan, los misterios se enlazan unos con otros en un batiburrillo entretenidísimo y sus protagonistas son auténticas perlas o, quizás sea mejor decir “diamantes amarillos”.
Víctimas adorables, verdugos odiosos, tiranos, criados, esclavos, prostitutas y prostitutos, críticos culturales amargados (que no falten), herederos y aspirantes a lo que sea. Todos son magníficos, como la colección de arte de los Mendelson en torno a la cual gira el argumento central del libro. Como Las rosas blancas de Van Gogh que tan importante papel juegan en la historia.
[image error]White Roses (Van Gogh 1890) Nationall Gallery of Art Washington
En esa hoguera de vanidades excesiva y rocambolesca cada uno se aprovecha de quien le conviene y, mientras unos merman y prosperan, otros se enredan en el tronco equivocado y acaban desapareciendo.
Flo March es la atormentada amante que graba las notas de audio cuya transcripción se intercala entre los capítulos del libro.
Pauline Mendelson es la multimillonaria esposa y coleccionista de arte, experta en el cultivo de la orquídea phalaenopsis.
Todo lo demás es amarillo.
June 9, 2019
A Perfectly Good Family
A Perfectly Good Family. Lioner Shriver. Londres: Harper Collins, 2015
Ropa vieja y croquetas
Hubo un par de días a lo largo de la lectura de Tenemos que hablar de Kevin que tuve fiebre y hasta deliraba: Todo un viaje de sensaciones. Mezclé personajes del libro con mis propias experiencias como en un mal sueño convenientemente aderezado con sudor, frío, calor y dolores varios en mi cuerpo en lo que se conoce como simple gripe. Pese a todo, la novela adaptada al cine por Lynne Ramsay me gustó mucho.
El mundo después del cumpleaños me llenó el pulmón de alegría y esperanza; eran situaciones cotidianas pero descritas desde una ficción ácida, malévola e incluso mareante para el lector. Sus juegos narrativos con el espacio y con el tiempo me encantaron y me prometí leer más.
Encontré A Perfect Good Family entre los estantes de Foyles y me puse a leerlo con la convicción prejuiciosa de que me iba a gustar, por supuesto: urdimbre familiar, viejas rencillas, el problema de las herencias y ese gusto por enfrentar a los ingleses con los americanos que tanto disfruta doña Shriver. Nada podía fallar.
Nada salvo que no lograba entrar en la historia porque ¿es que acaso hay una historia en este libro?
Como si de una cena de Nochebuena en cualquier familia común y no-feliz que se precie se tratara la novela reproduce conversaciones ligadas a situaciones entre tres hermanos que se llevan a matar y se ponen a pan-pedir en cuanto el otro se da la vuelta: la narradora, Corlis, el mayor, Mordecai y el menor, Truman. Ella se deshace en descripciones que son ironía pura sobre lo que cree que fueron los cimientos a partir de los cuales se fundó el matrimonio de sus padres y no entiende nada, claro. La narradora desgrana con señales y pelos varios la personalidad de su papá y su mamá ya fallecidos y también la de sus hermanitos quienes, carroñeros como ella, sobrevuelan la mansión que les ha tocado en herencia. Pero la trama no avanza y allí sólo hay rencores como panes.
Además de una disertación jungiana sobre la metáfora del “yo” dividido en las diferentes partes de una casa que alguna vez también ha compartido Žižek con sus seguidores, en el epílogo la autora aclara que la historia gira en torno a la idea de la herencia, de la aceptación de aquello que se nos lega generación tras generación e incluso de un día para otro: bien sea una casa o los tuppers de comida copiosa como el redondo que sobra para el bocadillo del día siguiente o las croquetas de pollo. Recibimos lo que nuestra familia nos da y le damos forma a nuestra manera para hacer con ello lo que nos plazca:bienes y dineros pero también (y aquí en encanto del libro de Shriver) el carácter y la personalidad de cada uno. Nunca somos originales al cien por cien sino que venimos de lugar conocido como hogar.
Somos nuestra familia.
“I owe my mother for almond eyes and olive skin, my father for a better than scathing attitude toward black people. After my afternoon drives to buy The Raleight Times for the crossword, I’m in debt to strangers for internal combustion, the ballpoint, a three-letter word for ‘lament’. Most of what I use or regard as technically mine is rightfully claimed by centuries of industrious predecessors; purchase is more like renting or theft”
La autora ha explicado en alguna entrevista que su familia dejó de hablarle durante un tiempo tras la publicación en 1996 de la ficticia A Perfect Good Family aunque tampoco hay que ser un lince para adivinar por qué: mejor comerse las croquetas que escribir un libro con ellas, Lionel.
May 20, 2019
The Sisters Brothers
The Sisters Brothers. Jacques Audiard, 2018
Lo fraternal y lo humano
Algo tienen las historias de hombres, con hombres, por hombres y para hombres y mujeres que me encantan.
Sé que me gusta mucho que un western lo sea hasta el tuétano y The Sisters Brothers creo que lo es. Búsqueda, caza, recompensa, enfrentamiento, fiebre por el poder y fiebre del oro. El oro que se esconde en el fondo de los ríos y que no sólo es un mineral sino también la esperanza en una vida mejor, una prosperidad que comienza cuando se es rico.
Sé que me gusta mucho que los personajes de una historia tengan misterios y que los conozcamos sólo por la forma en que otros se relacionan con ellos: Charlie y Eli los tienen. Uno es un zoquete violento, ansioso e impulsivo y el otro, el hermano mayor, es sensible, cálido y todo lo empático que un asesino a sueldo puede ser.
Sé que me gusta mucho que una trama se complique un poco y es exactamente ese nivel de complicación el que tiene esta historia: ¿de dónde vienen? ¿a quién persiguen? ¿por qué se ha ofrecido dinero para que den caza a esa persona? y el nudo se desenreda, cae el ovillo y rueda hasta el desenlace.
Me gustan las películas de Jacques Audiard (París, 1952); en ellas siempre algo muy violento sucede y, aunque es algo que se teme y se espera, la irrupción de esa violencia pone a los espectadores en un estado de ánimo cercano a la desolación y después, cuando los personajes salen a flote y esa brutalidad ya ha pasado, resulta que la historia es hermosa.
En las películas de Jacques Audiard los desenlaces son apacibles, esperanzadores, son finales familiares como si los protagonistas, a veces huesos oxidados, a veces artistas que viven como asesinos o almas perdidas que tienen que sobrevivir en la cárcel o en un país que los acoge como exiliados de guerra vieran por fin la luz y pudieran comenzar de nuevo otra partida con mejores cartas.
The Sisters Brothers tiene un final conmovedor e inesperado. Sus personajes pasan por situaciones violentas y extremas y descubrimos sus recovecos por cómo se cuidan, se odian, se aman y se apoyan, como hermanos.
No sé qué es, no sé si los que me emocionan son John C. Reilly y Joaquim Phoenix que untados en fango y mirándose como se miran me tocan una fibra palpitante. No lo sé.
Sé que el personaje de Morris, por ejemplo, en piel y ojos de Jake Gyllenhaal no me gusta y que todo lo demás me ha dejado pensando durante unas horas después de salir del cine.


