J.C. Hidalgo's Blog, page 6
March 31, 2021
Conflicto de Intereses
Una grieta de luz oscura resquebrajó el aire y creció hasta formar un agujero. Una figura encapuchada salió de él, seguida de un hombre alto y musculoso, apenas vestido por un taparrabos de cuero.
—…todos los días puedo meterme en peleas, o encuentro a alguno de los enemigos que había derrotado en vida, y puedo volver a zurrarlos sin parar, ¡porque ya estamos muertos! ¡Me encanta ese sitio! —decía el tipo musculoso.
«Menudo tostón me está dando», pensaba su guía. Avanzaba en silencio y hacía caso omiso de la verborrea constante del alma que había traído al mundo de los mortales. «Los bárbaros solían ser tipos lacónicos y secos. A este, la muerte le afectó».
Tras unos pocos minutos, llegaron a una cabaña.
—¿Por qué me has traído de vuelta al mundo? —preguntó el guerrero.
—Te lo he dicho antes, pero estabas enfrascado hablando de tus hazañas, tus peleas y tus cosas, y no he mas hecho caso —respondió la Muerte sin molestarse en ocultar su descontento—. Los dioses han decidido devolverte a la vida. Por algún motivo que no entiendo, les has caído en gracia y quieren seguir viéndote haciendo tus cosas de bárbaro. En esa cabaña está tu cuerpo. Entra en él y disfruta de tu vida. Buenos días.
—¡Ni hablar! —exclamó el guerrero.
—¿Qué?
—No quiero volver a vivir. Quiero volver al lugar donde estaba, a mis peleas sin fin. ¡Llévame allí de inmediato! —ordenó con ese orgullo característico de los héroes. Según su forma de comportarse, ir por ahí derrotando villanos le daba el derecho a exigir lo que le daba la gana.
—Pero ¿tú estás tonto? Te estoy devolviendo la vida. Los dioses en persona te han dado otra oportunidad única. Cualquier otro mortal rría tenerla. ¿Entiendes? Ahora, cierra el pico y entra en tu cuerpo.
—Yo no quiero volver a la vida. ¿Has visto esa chabola? He pasado toda mi vida en tugurios como ese, maldurmiendo en lugares incómodos, alerta por si alguien me asesina mientras duermo, o me ponen veneno en comida y bebida. ¿Creés que las heridas de combate no duelen? Esta de aquí me tuvo amargado durante meses. Ni loco vuelvo yo. En ese otro sitio, puedo pasar el día peleándome sin miedo al dolor, a las puñaladas por la espalda, coger enfermedades venéreas, ni nada. ¡Llévame de vuelta o te obligaré! —Desenfundó su espada enorme, y la blandió de forma muy amenazadora—. ¡Te mataré! ¡Mataré a la Muerte y seré el héroe más grande de todos los tiempos!
Los golpes la atravesaban como al aire sin producir ningún efecto. La Muerte se limitó mirarlo con cara de fastidio.
—¿Quieres hacer el favor de dejar de comportarte como un niño y entrar en tu cuerpo?
—¡Jamás! ¡Eh!, ¿qué es esa cosa voladora? —dijo, señalando a un punto en el aire.
—¿Qué cosa…? Oh… mierda.
En efecto, en cuanto había vuelto la cabeza, el guerrero corrió para internarse en el bosque.
La Muerte se arremangó el sudario y corrió a perseguirlo, pero en la foresta, le había perdido la pista por completo.
Aunque varias de sus capacidades le servían para localizar almas y saber cuándo estaban apunto de ser liberadas, en lo concerniente a las retornadas al mundo de los vivos, eso era otro asunto. El bárbaro era un fantasma y se escapaba de su jurisdicción. El auténtico problema era que si notificaba la pérdida del alma para pedir apoyo, sobre todo la de ese héroe, iba a perjudicar seriamente su inminente promoción.
«Maldita sea. Me he dejado engañar como a una novata».
No obstante, podía percibir todo lo vivo: las plantas, animales, insectos… Debía concentrarse en encontrar algo carente de vida, un vacío.
Pero no era capaz de percibirlo de ninguna manera. El bárbaro debía ser un experto en camuflaje e, incluso muerto, se había mimetizado a la perfección con el entorno. Además, como ahora era un fantasma, podía incluso estar oculto dentro de un árbol, y escapar a sus sentidos.
—¡Te reto a un duelo! —gritó—. Si ganas, te dejo libre y podrás decir a todo el mundo que derrotaste a la Muerte. Serás el héroe más grande de todos los tiempos. Pero es imposible. ¡Nadie puede derrotarme en un duelo!
Casi de inmediato, el bárbaro salió de entre unas matas.
—¡Yo te derrotaré en combate singular! Soy el más grande héroe de todos los tiempos.
—Pero si te gano, vuelves al cuerpo.
—Y me suicidaré para volver a morir —dijo el bárbaro—. Pase lo que pase, yo gano. ¡Soy más listo que la Muerte!
Con un gesto, la Muerte hizo aparecer una espada en su mano y le dijo:
—Antes, hay algo importante a saber sobre esta espada; fue forjada por los dioses mismos. Lo pone en estas palabras.
El bárbaro entrecerró los ojos para poder leer la letra minúscula tallada en el filo.
Aprovechando esto, la Muerte golpeó con la empuñadura al bárbaro en la cabeza. Antes de tocar el suelo, ya estaba inconsciente. Lo cogió del pie y lo llevó a rastras hasta la choza.
—«Me suicidaré para volver a morir. Pase lo que pase, yo gano». Cuando resucites, no recordarás nada de esto, zoquete.
La promoción
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March 24, 2021
El funeral
Estaba muerta. No sabía el momento, pero cuando miré en su camita, estaba muerta.
Durante unos segundos, dudé si debía decirlo o no.
—Sara… Está muerto —le dije al final desde el comedor.
—¡No! —respondió ella desde el piso de arriba—. ¡No quiero verlo! ¡Por favor, deshazte de él! Yo no quiero verlo, no quiero recordarlo muerto.
«Mierda. Ya me han enmarronado» fue todo lo que pensé. ¿Cómo iba a deshacerme de Phoeby? Además, íbamos a celebrar un cumpleaños sorpresa al tercer compañero de piso, y los invitados iban a llegar en menos de una hora.
«Mierda. Esto es uno de esos momentos de padre; deshacerse del hámster muerto de mi hija. Y Sara ni siquiera es mi hija, solo mi compañera de piso»
Miré la cajita dónde Pheaby yacía. Es curioso, pero se me ocurrió pensar que cuando lo animales están muertos, realmente parecen muertos. Quiero decir, de la gente siempre se dice «míralo, parece dormido», pero los animales tienen todo el aspecto de estar tan muertos como lo están. En parte me sentí culpable por pensar esto, porque le tenía cariño al puñetero hámster, pese a su manía de cagarse en mi mano a la primera oportunidad.
Al menos esto nos quitaba un problema de encima; ese ente psicópata del averno encarnado en nuestra casera nos había dicho que no nos dejaba tener mascotas en casa aunque, irónicamente, no le importaba en absoluto la invasión de cucarachas en la casa y tenían batallas campales con los ácaros de la moqueta.
Sara seguía gritando cosas desde el piso de arriba, pero mi cabeza estaba en otro mundo. Además, todo era muy absurdo; frente a mí estaba el cadáver de un roedor muy querido por todos, lo cual era triste, y por otro lado, la sala estaba decorada con carteles rosas, globos y demás decoraciones felices de cumpleaños. Bueno, solo unas, porque debía colocarlas antes de que la gente apareciera, lo cual iba a esperar hasta que me deshiciera del ex-hásmter mientras su legítima dueña estaba atrincherada en su cuarto, gimiendo cosas que no escuchaba.
¿Qué podía hacer? Podía esconderlo en un armario y finiquitarlo luego. Pero era capaz de olvidarme completamente y tener el ratón muerto durante años, lo cual haría muy mala combinación con las cucarachas. No era una buena opción.
¿Tirarlo por el desagüe? No. Eso solo servía con peces y lagartijas que luego se convertían en cocodrilos. Pheaby embozaría las tuberías y la casera se negaría a enviar a nadie para arreglar nada.
¿Tirarla a la basura? Era algo rápido y eficaz. Fui a la cocina, un par de cucarachas se escondieron al sentirme entrar, y levanté la tapa. Entonces sentí algo de conciencia moral. No me parecía una forma digna de funeral para Pheaby. Además, Sara se cabrearía conmigo por hacer algo tan poco sensible.
Volví al comedor. ¡La ventana! Estábamos en un quinto piso (o séptimo, según el lado del edificio por el que entraras. Nunca entendí eso). Aparté los globos de colores felices, la abrí y fui a sacar el brazo por ella para dejar caer el contenido de la cajita. «¿Y si le cae a alguien encima?» me dijo una parte de mí.
«Es Bedminster. ¿Quién lo va anotar?» me respondí.
«Pero aún así. No me parece ni de buen gusto; debemos ser elegantes en esto. ¿Quieres ser como ese tío que deja a su perro mear en el ascensor?».
Lo peor de discutir con uno mismo es que siempre tienes argumentos de peso. Definitivamente, lanzar mascotas muertas por la ventana quedaba descartado.
¿Y si lo enterraba en un arbolito de la calle? Era lo más similar a un funeral. No tenía pala, pero podía usar una cuchara. No, ponerme a cavar en un árbol a plena luz del día sería algo muy raro, incluso para este barrio.
Entonces, ¿qué carajos hago yo con esto? ¿Dónde está la mafia italiana cuando se la necesita para deshacerse de un cadáver? ¿Qué haría Toni Soprano en mi lugar? No lo sabía, no había visto la serie, pero había visto Dexter. Él cortaría el cuerpo en partes y lo tiraría al mar. No iba a desmembrar a Pheaby con un cuchillo de cocina, pero era lo suficientemente pequeño como para no necesitarlo.
Estaba ya hasta las narices del asunto y las maneras me importaban cada vez menos. La ventana recuperó protagonismo como solución a todos mis problemas. Si lo tiraba con fuerza, podría ir muy lejos. No… me sabía mal por Pheaby. No se merecía acabar volando.
—¿Te has deshecho ya de Pheaby? —preguntó Sara desde su cuarto.
—Estoy en ello.
—¡Edgar va a venir en seguida!
«¿Y si lo meto en la tarta y por lo menos me rio un rato?». No, seamos serios.
Tengo un hámster muerto, poco tiempo y menos paciencia.
Miré nuevamente a la ventana, más y más provocativa. Estaba ya tan harto de la situación, que acertarle a alguien con el bicho muerto, era incluso gracioso.
Entonces, la misma ventana me dio la solución. No ella, sino lo que había en la calle. Dexter hubiera hecho esto ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
Sin decir nada más, salí de casa, bajé las escaleras corriendo y crucé la calle. Justo en la acera de enfrente estaba el río, no enorme, pero suficiente. No lo pensé más y volqué la cajita. No sé si los ríos tienen mareas, pero este, muchas veces tiene un nivel muy bajo, hasta el punto de dejar al aire todo el fango, carritos del supermercado de enfrente, bicicletas y demás trastos. Pero Pheaby no cayó al agua. Ni siquiera al fango. Pheaby no tocó el suelo.
Una gaviota lo pilló al vuelo y miré con cara de imbécil como se alejaba.
En realidad no me sorprendió; esos bichos son capaces de robarte un kebab de la mano, y también las he visto picotear palomas muertas. La gente no sabe lo agresivas que las gaviotas son.
No sabía que pensar. Tanto debate moral sobre la dignidad de Pheaby, para acabar devorada por los hooligans del aire.
«Me da igual», aún debía terminar de preparar la puñetera fiesta.
January 26, 2021
Pétalos en la nieve
Gyordenvit, Iskremova
El aire gélido se clavaba como agujas en la garganta, nariz y boca de mi señor Torrajnar Ulsfon. El clima gélido cubría sus barbas de escarcha, y su respiración en nubes de vapor. Pero su paso rápido dejaba clara su determinación a pesar de las trabas del camino.
Varias capas de ropa de cuero y pieles nos protegían del frío cortante y los vientos helados que corrían por las estepas del de la superficie. La nieve crujía a nuestro paso devorando los pies durante nuestra marcha firme y decidida. Caminábamos siguiendo las indicaciones de nuestro guía, moviéndonos a más velocidad de lo que los humanos podrían creer por nuestra corta estatura.
Nuestro país, Iskremova, no es lugar para cualquiera. Hemos aprendido a sobrevivir aquí porque es nuestra tierra natal. Somos hijos de la piedra y el hielo, nativos del interior oscuro de las montañas, en unas tierras que apenas han visto el sol ni sentido su calor. La mayor parte de la vida, tal y como la conocen los del gran continente está condenada. Así, trolls, gigantes, wyvernas, huargos y otros seres tan peligrosos como legendarios, han hecho de la superficie su hogar por derecho propio. Nuestros antepasados, eones atrás, hicieron de la montaña nuestras moradas, construyeron ciudades a lo largo y ancho de túneles, pasadizos, cuevas y salas, extendiéndose como maravillosas metrópolis ocultas al viento inmisericorde. Y así, el exterior, ese lugar que se expande sin límites, imposible de aceptar para quien se han criado en las ciudadelas subterráneas, se convirtió en un mundo ajeno a nosotros, al que solo accedían unos pocos para proveerse de lo que no podíamos conseguir en la montaña.
En estas tierras me vi obligado a internarme al cumplir con mis obligaciones para con mi señor Torrajnar Ulfson. Unas tierras que siempre había considerado distantes, de las que lo poco que sabía era por cuentos y leyendas.
Ese día había acompañado a mi señor, Torrajnar Ulfson, hijo de Gaardjar Ulfson, del linaje de los Ulf, a una reunión en la Haarlinngosz, una sala construida en una gran gruta natural en la que un ejercito de columnas aseguran la estabilidad del interior sobre el suelo de mármol pulido. Pero siendo que no soy más que un cronista, no tenía permitido participar en la mesa, así que, aburrido de las discusiones que los Zjarl parecían disfrutar, me refugié en los tapices que cubrían las paredes y columnas. Muchos estaban hechos aquí o en otras ciudades iskrëmias. Unos pocos, en cambio, habían llegado de tierras más allá del mar en muestra de amistad y alianza, como los Reinos de Kchwre o Lacre, y eran mi única ventana a un mundo lejano y desconocido. Sin duda, mi favorito era uno originario de Lacre en el que se representaba una escena de un jardín de rosas, unas plantas imposibles en nuestra tierra. Deseaba poder ver esos rosales algún día con mis propios ojos y no solo los dibujados en telas. Habiendo vivido toda mi vida entre la hermosura delicada de los cristales o el poder de los minerales, me maravillaba que en algún lugar pudiera haber algo tan hermoso vivo, coronado con unos pétalos que parecían rubíes sobre un tallo de esmeralda. Sin embargo, según me había contado uno de aquellos humanos, esos pétalos no duraban para siempre, a diferencia de los cristales, sino que, tras un breve tiempo, la flor moría y sus pétalos caían cubriendo la tierra con un manto escarlata, especialmente impresionante si lo hacen sobre la nieve. Algo que podía ser tan bello y delicado, pero al mismo tiempo peligroso si no tenías cuidado, me cautivaba.
Pese a lo que esos mundos lejanos me abstraían, las voces de los Zjarl en su acalorada discusión, me sacaban constantemente de mis pensamientos.
―Deberíamos mandar un grupo de guerreros o cazadores a poner remedio de inmediato ―expuso una de los Zjarl.
—Exageras. Seguro que han sido solo accidentes fruto de la mala suerte o el descuido; se debieron alejar demasiado del grupo y cayeron en algún pozo oculto por la nieve —dijo Braňbjorg, uno de los más ancianos y consejero de Torrajnar—. Eso debería servirles de lección para tener más cuidado. Es el problema con los jóvenes, siempre actúan de forma impetuosa.
—¡Imposible! Los leñadores saben moverse perfectamente por la superficie, conocen todos los trucos y trampas que se pueden encontrar —respondió malhumorado otro Zjarl.
—Querrás decir tres accidentes, Braňbjorg —añadió un segundo—. Una vez, podría ser un accidente. Dos, quizá también. Pero tres… Están pasando cosas extrañas. ¡Quizá les atacan criaturas y nadie ha sido capaz de verlo! Quizá sean Huargos.
—Eso pienso también yo —secundó otro más.
—Ninguno de los otros leñadores ha visto nada, y los huargos siempre atacan en manada ―negó otro―. Estoy de acuerdo con el consejero; creo que ha sido fruto de la mala suerte. Resulta difícil creer que uno de los nuestros haya cometido el error de no detectar una gruta oculta, pero a veces pasa. Esas son las consecuencias de un trabajo mediocre —Braňbjorg asintió a sus palabras―. Organizar una partida de guerreros, explorar nuevamente el terreno… Todo eso llevaría demasiado tiempo y trabajo. Un tiempo en el que nadie recolectará madera, y ya llevamos un par de días así. Si esto se alarga, va a traer problemas. Que se ciñan a la zona explorada, mantengan los ojos bien abiertos y los pies atentos.
―Yo digo que vuelvan a salir mañana mismo, que aumenten la seguridad, y que los exploradores aseguren el área ―decretó Braňbjorg alzando la mano, a lo que se le sumó Livgannik.
―¡Esto es una locura! ―protestó la primera que había hablado―. ¡Los estás mandando a morir! No voy a negar lo obvio.
Torrajnar, sentado en un extremo de la gran mesa, escuchaba en silencio las discusiones de unos y otros, que se alargaban sin llegar a ninguna conclusión. Por fin, todos callaron cuando su asiento se estrelló en el suelo al levantarse de golpe.
Cuando me giré, mi señor estaba en pie con una expresión severa en su rostro. Los Zjarl lo miraban atónitos y se levantaron de inmediato con respeto.
—Voy a ir allí a ver con mis propios ojos lo que está pasando y a solucionarlo ―sentenció.
—Pero Torrajnar, aún no hemos establecido un acuerdo. Estamos estudiando el problema para tomar una decisión —replicó Braňbjorg con una confianza que nadie más tenía.
—Vosotros podéis hablar todo lo que queráis sentados al fuego. Yo voy solucionar esto de una vez por todas.
Hubo conmoción entre los Zjarl.
―Pero, mi señor ―dijo uno de ellos―, no podemos tomar una acción tan improvisada sin planearla debidamente. Hay que preparar una partida, las ropas, guías…
―Y reunir un grupo de guerreros preparados —añadió otra—. No puede salir al exterior tan súbitamente, ¡y menos solo!
―Escuchadme ―gruñó Torrajnar―, no voy a quedarme aquí discutiendo durante horas mientras los nuestros mueren ahí fuera y nos quedamos sin madera. Tanto si es porque algo les ataca como por accidentes, voy a averiguarlo inmediatamente, y mañana podrán continuar con su labor sabiendo que están a salvo.
―¿Vas a ir al exterior para descubrir que esos leñadores cayeron en un pozo? Eso pueden hacerlo los exploradores ―dijo Braňbjorg con tranquilidad—. Prepararemos una partida de inmediato.
—Respeto tus palabras y sabiduría. Fuiste el consejero de mi padre, y lo has sido mío desde mi primer día, siempre con sabiduría y cautela. Sin embargo, soy el Haarlar de esta población y si realmente hay algo que los está matando, debo ser el primero en enfrentarme a eso. La decisión está tomada.
—Dejadnos al menos que reunamos un grupo de guerreros, no podemos permitir que nuestro Haarlar salga solo… —empezó otro Zjarl.
―No voy a perder tiempo organizando una partida. Quiero solucionar esto hoy mismo y estar de vuelta antes del fin de la jornada… si es que vuelvo. A excepción de un guía, iré solo; vosotros quedaos aquí organizando una partida en caso de que no vuelva o eligiendo un nuevo Haarlar.
―Nunca. Cuenta con mi hacha. Iré contigo ―exclamó la enana.
―Y la mía. No se hable más; partiremos contigo ―se sumó otro más.
―¿No se me escucha en mi propia montaña? ―rugió Torrajnar, e inmediatamente se calmó―. Aprecio vuestra lealtad, pero si hay un peligro ahí fuera, no podemos permitirnos perder a tantos enanos. Vuestra función aquí es tan importante como la mía, y yo he jurado vivir y morir por mi pueblo, y eso haré.
—¿De verdad quieres ir solo? —preguntó Braňbjorg. Torrajnar asintió―. Dejadlo entones. Tuve muchas discusiones similares con su padre; su hijo no es diferente. No cambiaremos su opinión.
—Haarlika me acompañará. Con ella a mi lado no necesito más guerreros —respondió—. La jefa de leñadores me acompañará para guiarme hasta dónde han desaparecido nuestros trabajadores. Yuri vendrá con nosotros, para relatar todo lo que pase. —añadió Torrajnar.
Con esta última frase, los ojos de todos los presentes se clavaron en mí. Como bardo, no podía negarme, aunque hubiera querido. Salir al exterior siempre era un peligro, pero si mi señor se encontraba con algún problema digno de ser relatado, alguien debía comunicarlo de la manera más poética posible.
Los Zjarl no tuvieron más remedio que aceptar su decisión
Mientras se hacían los preparativos pertinentes, mi señor fue en busca de quien sería su única compañera en la lucha, y yo me apresuré a seguirlo. Abrió la puerta de la sala dónde Haarlika esperaba ansiosa una nueva aventura tras tiempo de inactividad, y se detuvo con la reverencia ritual que el momento merecía.
―Necesito que me acompañes una vez más. Debemos partir al exterior y no sé lo que puede pasar. Algunos de los Zjarl aseguran que no hay peligro, pero si lo encuentro, solo confío en ti.
Avanzó por la sala con paso tranquilo, casi ceremonial. De la misma manera tomó con ambas manos a Haarlika. La acarició saboreando el momento, sintiendo el tacto de las tiras de cuero que envolvían el mango de madera, y luego pasaron por el filo de acero lacronio, regalo de un gobernador como muestra de unión entre ambos pueblos. Surcaron las tallas que recorrían el metal, signos de lo noble de su naturaleza. Haarlika, el hacha del Haarlar, su arma y su símbolo, pero por encima de todo, su compañera de batalla, forjada el mismo día de su nacimiento y entregada a él cuando fue nombrado Haarlar.
Torrajnar esperaba, quizá deseaba, encontrar alguna bestia ya que no podía blandirse a Haarlika sin motivo. Las armas normales podían transportarse o desenvainarse sin llegar a usarse; pero Haarlika no aceptaba ser molestada a la ligera. Glajnan, su cuervo mascota completó su equipamiento para la aventura.
Junto a las grandes puertas que nos separaban del exterior, esperaba ya Mordjurnik, la karl de los leñadores.
Una vez todo estuvo preparado y nos cubrimos con el abrigo apropiado, unos enanos fornidos hicieron girar unos tornos y las grandes puertas se abrieron lentamente. Nos cubrimos los ojos con unas telas oscuras que amortiguaron el azote del el torrente de luz hibernada a unos ojos acostumbrados a la oscuridad. Ante nosotros, se extendía una eterna estepa blanca y brillante. El vacío de paredes, la ausencia de un techo sólido, el espacio sin fin que nos envolvía me hizo sentir vulnerable más allá de lo que las palabras pueden expresar. Me sentía devorado por una ansiedad ante algo que se me antojaba imposible y amenazaba con devorarme.
Una mano en el hombro me sobresaltó.
—A todos nos pasa al principio. Ya te acostumbrarás —dijo Mordjurnik a mi lado, con voz comprensiva.
Si mi señor sentía lo mismo, no lo demostró. Inmediatamente, encabezó la marcha y nos aventuramos en un mundo sin más cobijo que el que estábamos abandonando.
Avanzábamos a través de la nieve, con el helado viento castigando nuestros rostros. Pese al abrigo de las capas y el calor de la actividad, conseguía abrirse paso, y teníamos que ignorarlo con toda nuestra fuerza de voluntad. Liderando la marcha, la karl nos guiaba con paso decidido, hacia el lugar en el que estuvieron talando los árboles. De vez en cuando, daba un pequeño rodeo porque había algún agujero oculto por la nieve o porque el camino era más seguro. Sin duda, conocía su trabajo y el terreno a la perfección. Glajnan nos acompañaba observándonos unas veces desde el cielo y otras veces sobre el hombro de Torrajnar.
—¿Crees que alguno de los leñadores cayó por un barranco o una gruta? —preguntó este a la karl.
—Imposible, mi señor —respondió ella a una pregunta que le habían hecho ya demasiadas veces—. Los exploradores inspeccionaron la zona a conciencia. Conocemos cada trampa del terreno, cada detalle y cada peligro como nuestra propia casa. Esos enanos fueron atacados por algo sobrenatural —dijo con tono lúgubre y tal seguridad en su voz como si lo hubiera visto. Sin esperar respuesta, reanudó el paso.
—¿No cabe la opción de que alguno se apartara por algún motivo y cayera en una garganta desconocida? ―preguntó.
—Otra vez, mi señor, eso es imposible. Ningún leñador haría algo así sin explorar el entorno antes; es peligroso moverse por el exterior sin saber dónde pones los pies. No solo las trampas del terreno son una amenaza constante; pueden haber bestias al acecho, algún troll o gigante podría bajar de las montañas en cualquier momento. Nuestros exploradores son muy eficientes y celosos de su trabajo. Si hubiera algún peligro aquí, lo habrían encontrado.
Torrajnar gruñó con afirmación. Efectivamente, no es propio de nuestro pueblo actuar sin pensar ni planificar antes de actuar, sobre todo, en algo tan peligroso como el exterior.
—¿No hay tampoco animales salvajes?
―Ninguno. La zona está desolada varios kilómetros a la redonda. Los cazadores volvieron a la montaña en cuanto lo descubrieron.
―Ninguna presa que cazar en mucha distancia… excepto enanos leñadores ―murmuró Torrajnar.
―Ese es el sitio —señaló Mordjurnik hacia el bosque de abetos que se extendía frente a nosotros.
Debo admitir que fue reconfortante entrar en él y sentirme rodeado por estas columnas de madera que se alzaban por todas partes.
Aunque no había nevado en las últimas jornadas, el viento había hecho desaparecer en parte las huellas de las ruedas de los carros y las pisadas de los leñadores.
—Por culpa de esto, hace días que no salimos a por madera.
—¿Siempre desaparecían leñadores que estaban apartados?
—El primer día sí; Hurguntson desapareció cuando fue a mear. Estaba dentro de la zona segura, aunque fuera de la vista. La segunda vez, fue Djorgmar, pero ni siquiera se había alejado; se había quedado un poco detrás del grupo. De pronto, ya no estaba ahí.
—¿Y la tercera?
—Igual. Estábamos atentos, pero, a mitad de jornada, nos dimos cuenta de que faltaba Gurteňbark. Nadie supo cuándo o cómo ocurrió.
—¿Cuánto tiempo pasó desde la segunda desaparición a la tercera?
—Cuatro días.
Mi señor miró nuevamente al bosque, pensativo.
—¿Qué hay más allá? —preguntó.
—No lo sabemos; no llegamos tan lejos.
—¿Entonces no sabéis si hay alguna bestia al otro lado del bosque?
—No. Tampoco lo consideramos necesario. Está muy lejos como para que puedan suponer un problema —se excusó Mordjurnik intimidada.
―No lo suficiente para una bestia sin presas cerca ―respondió.
—Pero nadie ha visto nada, mi señor. De haber sido un animal, nos habríamos dado cuenta, habríamos encontrado sangre. Muchos piensan que ha sido un gigante del viento. Es lo único que puede moverse sin ser visto ni oído —dijo la karl.
Torrajnar le respondió con una mirada de incredulidad.
Con la guía de Mordjurnik, recorrimos la zona con cuidado, examinando las casi extintas huellas en la nieve, hasta llegar a dónde había desaparecido el último de los leñadores. Allí, la nieve había sido revuelta, pero, como dijo, no había señales de ningún tipo, ni siquiera sangre. Tampoco se encontró nada bajo la nieve, algún lugar en el que el leñador hubiera podido caer o ser arrastrado.
Así estuvieron largo tiempo, a la búsqueda de alguna señal, sin éxito. Mi señor inspeccionó el árbol mellado que el enano había estado cortando.
―¿Qué ha visto el cielo?―murmuró, pidiendo consejo a Glajnan. Si este sabía algo, no lo dijo; ni un graznido salió de su pico de obsidiana.
Yo tampoco pude encontrar nada, salvo el bosque en el que me ensimismé. Era la primera vez que me encontraba en un lugar semejante, y me sentía embargado por nuevas sensaciones. Estar rodeado por los árboles, era algo completamente diferente a estar entre columnas o estalagmitas, que era lo más parecido que conocía. Alcé la mirada hacia la inmensidad de estos abetos en toda su altura, arañando el cielo con sus ramas. Sabiendo que quizá sería mi única oportunidad, me abandoné al hedonismo de la contemplación de sus texturas y colores, cuyos invictos troncos habían sobrevivido a cuantas tormentas el dios del cielo los habían sometido, sin mostrar el menor signo de daño en su protectora corteza. Fue en esa corteza, dónde encontré algo que, nuevamente, me sacó de mis pensamientos; en uno de los árboles, había unas marcas, tres grietas paralelas profundas.
―¿Qué es eso? ¿Ha podido hacer eso una tormenta? ―pensé en voz alta.
Mordjurnik miró las marcas con extrañeza.
―Eso no lo ha hecho el viento, a no ser que el viento tenga garras ―dijo nuestro señor con satisfacción.
Inspeccionando los árboles cercanos, descubrimos en algunos de ellos las mismas señales que habían desgarrado la madera y que seguían un patrón a través del bosque.
―Tenga cuidado, mi señor. Aunque la hemos inspeccionado, es peligrosa; hay muchas oquedades y grietas ―le advirtió la karl cuando lo vio avanzar. Torrajnar se detuvo molesto por este contratiempo. Sus ojos atravesaron los árboles y luego la nieve bajo sus pies. Deseaba avanzar, pero un paso en falso y podría caer en una trampa mortal del terreno.
―Guíanos, entonces.
―Sólo hay que seguir las señales —dijo.
A lo largo del bosque, los exploradores habían marcado las zonas donde la nieve escondía fallos en el terreno para facilitar que alguien experto pudiera caminar sin problemas. Tanto mi señor como la karl eran eruditos en el arte de las señales, así que avanzaron siguiendo las que los exploradores habían dejado en los árboles. Lo hicimos a paso lento, a veces dando vueltas, lo que impacientaba a mi señor, pero siempre siguiendo el rastro de las garras. Yo, completamente lego, me limitaba a seguirlos torpemente, asegurándome de pisar allí donde ellos lo hacían.
Por fin, atravesamos el bosque, y ante nosotros, nuevamente nos enfrentamos ante un vasto desierto del color del hueso. Pero lo peor era que, sin árboles, ya no había más rastro que seguir, ni siquiera huellas. Torrajnar maldijo.
―Lo dije, es un espíritu del viento. Solo los espíritus pueden viajar sin dejar huella —dijo la karl.
―¿También arañan la madera a su paso? ―dije.
Yo conocía historias de seres que viajaban en el viento dejando muerte a su paso. También creía, como mi señor, que había sido algún tipo de criatura, y esto lo confirmaba. Aunque una parte de mí sentía temor, ansiaba encontrarla y presenciar el combate de mi señor contra ella; sería un poema fascinante que relatar… si sobrevivíamos, por supuesto.
En este lado del bosque, el viento soplaba más fuerte, amo y señor del terreno y, si alguna vez hubo algún rastro, había quedado olvidado.
―Aunque avanzáramos, no sabríamos hacia dónde hacerlo. Podríamos andar jornadas enteras en la dirección errónea, mi señor. ―dijo la karl con razón. Sin nada que nos orientase, adentrarse en la estepa era hacerlo sin rumbo―. Deberíamos volver y enviar una partida de exploradores y guerreros.
―¿Volver? ―rugió Torrajnar―. ¿Volver y esconderme en mi montaña? ¿Quieres que el Haarlar vuelva para sentarse cómodamente en su trono mientras la madera sigue sin llegar o se manda a nuestra gente a morir? ¡Nunca mientras yo sea ese Haarlar! No lo hizo mi padre y no lo hará su hijo ―añadió furioso.
Sin aviso, Glajnan levantó el vuelo, dio unos círculos en el cielo y, por fin, se dirigió hacía un punto no muy lejano de la nieve.
―Glajnan ha encontrado algo. El dios de los cielos nos muestra el camino―apuntó Torrajnar. La karl comenzó un lento avance, comprobando cada paso con experta precaución.
Por suerte, el terreno resultó ser bastante regular y no tuvimos que dar muchos rodeos, por lo que solo tardamos unas pocas horas en recorrer la distancia hasta donde el cuervo revoloteaba. Allí se abría la entrada a una gruta subterránea desde la que salía un olor a muerte y putrefacción.
Mi señor silbó y Glajnan volvió a su hombro. Los dedos de la otra mano rodearon el mango de Haarlika y la sacó de su guarda, dio un par de pasos, decidido a entrar.
—No sabemos qué hay —le advirtió Mordjurnik deteniéndolo.
—Por el olor, es posible que nuestros leñadores y, con suerte, la bestia que los ha cazado.
Los graznidos nerviosos de Glajnan antes de alzar el vuelo los interrumpieron. Eso nos alertó e hizo que pudiéramos apartarnos a tiempo cuando una ráfaga blanca se abalanzó contra nosotros desde el interior de la caverna. Torrajnar cayó con pericia y se incorporó con Haarlika lista.
Me levanté con dificultad, medio hundido en la nieve como había quedado, pero no pude ver nada a nuestro al rededor.
—¡Es un espíritu de las nieves! ¡Viaja con el viento! —exclamó Mordjurnik.
Torrajnar permanecía quieto, con la mirada fija en un punto no muy lejano de nosotros, su cuerpo tenso, preparándose para actuar en cualquier momento. Miré hacia dónde dirigía su atención. Al principio no puede distinguir nada más que la estepa, pero tras unos segundos, lo pude ver.
—Yuri, ¿conoces alguna saga que hable de esa criatura? ¿Es realmente un espíritu del viento? —me preguntó.
Me costaba identificarla, ya que su palidez y quietud la hacía confundirse con la nieve que lo rodeaba. Incluso dudaba de si realmente lo estaba viendo o si era mi imaginación.
Fuera lo que fuera, nos observaba con unos ojos que parecían tallados en cuarzo, incrustados en un cuerpo de sal. Por la ausencia de exhalación de vapor, parecía que no respiraba. Sus únicos movimientos perceptibles, eran delatados por el movimiento sutil de las fosas de un hocico rosáceo, ancho pero corto, con el que olisqueaba el aire. Ambos lados de la cabeza estaban coronados por una orejas grandes y puntiagudas que encaraban a lados opuestos. El resto del cuerpo era grande, más que cualquiera de nosotros, quizá del tamaño de un humano. Era estilizado, de formas suaves, musculoso y, aunque se sostenía a cuatro patas, las delanteras eran tan largas que le hacían parecer erguido. No era extraño que hubiera sorprendido a los leñadores; estático, sin emitir sonido alguno, era prácticamente indistinguible del entorno. Pocos ojos, excepto los de un observador experto acostumbrado a estudiar cada mínimo detalle, podrían haberlo detectado con tanta precisión. A diferencia de huargos o wyvernas, la criatura que tenía ante mis ojos poseía una presencia majestuosa, con el porte de un ser ancestral que, pese a la delicadeza de sus formas, iba a presentar una dura resistencia a quien se entrometiera en su reino. Permanecía quieta, no solo garantizando su invisibilidad, sino observándonos atentamente, quizá estudiándonos.
―¿Sabes lo que es? ―insistió mi Haarlar sacándome de mis pensamientos.
―No conozco ningún canto o poema en el que se describa algo como esto. O nadie la ha visto antes o, si lo ha hecho, no ha sobrevivido. En la saga de Gursnorri se habla de un espíritu del viento y la tempestad que se lleva a sus presas entre ventiscas de nieve para no volver a ser vistas. Y en alguna otra se menciona algo similar. Las brujas lo llaman wéndigos ―dije recordando cuando sabía.
―Quizá lo sea o quizá no; la gente llama espíritu a lo que no puede ver. Si es un wéndigo, hoy podrás narrar como Torrajnar Ulfson se enfrentó y mató a uno de esos espíritus ―dijo con seguridad.
Torrajnar se acercó a él con paso lento, calculando sus movimientos sin bajar la guardia, Haarlika preparada para descargar su furia. Caminaba ligeramente encorvado, aparentando ser incluso más pequeño de lo que era. Nubes de vapor salían a golpes secos por los agujeros de la nariz. Había visto que la bestia era rápida y no quería exponerse dando el primer golpe. Se movió en círculo, flanqueándola mientras esta tampoco le perdía de vista, sin mostrar ningún tipo de miedo a ser inferior en número.
Mi señor hizo un ataque en falso para tantear. La criatura reaccionó saltando hacia atrás y, tan pronto como pudo, se abalanzó contra él con tal velocidad, que no pudo evitar que lo derribara. A tan corta distancia, solo pudo apartarla golpeándola en la cara con el mango del hacha. Forcejearon. La bestia intentó atacar con su mandíbula llena de pequeños y afilados dientes. Torrajnar la bloqueó con el mango de Haarlika.
Pude ver a la karl nerviosa, ansiosa por ayudar a nuestro señor, pero no era nuestro derecho intervenir en un duelo. De hacerlo, deberíamos enfrentarnos a su ira, así que no podíamos sino mirar y esperar lo mejor.
Las tiras de cuero de Haarlika estaban cediendo ante los colmillos de la bestia, y estos se hundían en la madera con intención de partirla. Torrajnar le sacudió una patada en el pecho y esta saltó lejos.
Mi señor se levantó de un salto. La criatura, inmóvil, nos observaba a los tres, con unos ojos que irradiaban inteligencia. Quizá buscaba otra víctima más fácil o solo asegurarse de no ser atacada por la retaguardia.
Sin darle tiempo, Torrajnar se lanzó contra ella, pero no fue lo suficientemente rápido y la criatura se apartó de su camino con facilidad de un salto, tan elegante y perfecto, que apenas levantó nieve al hacerlo. Lo rodeó en un par de saltos más, y cargó contra nuestro Haarlar. Torrajnar se apartó de su camino rodando y pasó por debajo de ella. Cayó más cerca de lo que previó y la criatura consiguió propinarle un zarpazo. Las garras atravesaron sin problemas el cuero y pieles, y se hundieron en la carne. Mi señor reprimió el grito y respondió con un arco de Haarlika que impactó con fuerza en el hombro del predador, pero rebotó contra la piel sin llegar a hacer brotar sangre. El monstruo gruñó, pero no retrocedió, sino que se tiró a morderle con mayor furia.
Haarlika bloqueó la boca nuevamente con su dañado mango, pero el empuje fue tan potente que nuestro señor cayó nuevamente de espaldas y se hundió bajo el peso de la criatura. Lucharon durante unos segundos en los que el animal mordía con rabia el mango en su intento de destrozar el arma. Hilos de baba caían sobre la cara de Torrajnar. Este intentó nuevamente golpearle el pecho, pero el animal se cubría ahora de forma que esto era imposible. Soltó a Haarlika y le dio con el puño en el hocico. El animal liberó el mango, y aprovechó esto para golpearle de abajo a arriba. Este, por el impulso retiró la cabeza hacia atrás, Haarlika le asestó un gran golpe y el hocico quedó seccionado en dos partes, haciendo brotar gran cantidad de sangre roja y caliente.
El monstruo se convulsionó y retrocedió profiriendo un espantoso aullido de dolor. Su mandíbula, se me antojó ahora, una flor de cuatro pétalos carmesíes abierta. Se retorció y saltó esparciendo todavía más sangre. Sus garras se movían en todas direcciones, de tal forma que mi señor no podía encontrar un hueco por el que atacar.
La criatura se retorció sobre sí misma dando la espalda a Torrajnar durante un segundo que aprovechó para saltar sobre ella. Haarlika la mordió con furia en la espalda. Pese a haberlo hecho con toda su fuerza, el filo apenas abrió una herida en la impenetrable piel del animal, que parecía ser más dura que el cuero curtido.
La bestia volvió a retorcerse. Pilló desprevenido a nuestro Haarlar, le golpeó con la garra y lo derribó, hundiéndolo en la nieve una vez más. Acto seguido, el animal se lanzó hacia él. Mi señor, desarmado, se preparó para recibir a la bestia y morir ofreciendo resistencia hasta el último momento con sus propias manos si era necesario.
A punto estaba la bestia de alcanzarlo cuando Glajnan se lanzó contra su cara, apuntando a los ojos con su pico, lo que detuvo su ataque para sacudírselo.
Mi señor se incorporó y rescató a Haarlika. Se lanzó contra la bestia, y descargó todas sus fuerzas en un golpe en las patas traseras. El sonido de un crujido delató que el hueso había cedido a la furia de Haarlika, y la criatura cayó dolorida. Sin perder más tiempo, su única compañera se lanzó al cuello, liberando un gruñido de esfuerzo y rabia. El filo lacronio hizo esta vez brotar un chorro de sangre, rompiendo la pureza de la nieve al cubrirla. La criatura, histérica, daba golpes a ciegas que eran fácilmente esquivados. Mi señor, insistía una y otra vez en el mismo punto en el cuello, abriendo lentamente una grieta en la piel y carne, salpicando a Haarlar y nieve.
La fiera dio un salto extraño que hizo caer a mi señor, se revolvió y cayó de espaldas. Pero el corte en el cuello era tan profundo, que la vida se le escapaba en regueros de un rojo intenso, y la nieve transformaba su color del mármol por el del jaspe. Gruñía, gritaba en gorgoteos ahogándose en su propia sangre. Se convulsionaba y daba golpes al aire levantando puñados de nieve en un intento desesperado de sobrevivir.
Torrajnar la observó a cierta distancia y, cuando la criatura parecía perder fuerza, se acercó a ella. Estaba muy hundida en la nieve, pero pude ver como Haarlika se alzaba para caer en un vuelo ejecutor. Otro golpe. Un tercero. Al cuarto, pareció satisfecho. Tomó la cabeza y la mostró con orgullo antes de meterla en un saco.
—Espero que hayas tomado buena nota y no olvides nada de lo ocurrido. Esta noche tendrás una buena historia que contar, en la que el primer wendigo fue muerto a manos de un enano.
Inspeccionamos la cueva, que era el escondite de la criatura. Dentro encontramos huesos y cráneos de animales y monstruos. También los de unos pocos enanos, entre ellos, el cadáver medio devorado de Gurteňbark. Los sacamos al exterior, para dejarlos al alcance de Faddor Dunjska, nuestro dios de los cielos, que enviaría a sus cuervos para llevar sus almas a Suly Tur.
Tras esto, emprendimos nuestro camino de vuelta con la cabeza de nuestra bestia, que serviría como prueba y trofeo. Yo, nuevamente, les seguía por detrás, sin apartar la vista de esa cabeza, que dejaba a su paso un manto de pétalos de rubí sobre el blanco de la nieve.
January 21, 2021
Día #108 – El pequeño Nicolás vs un Harry Potter de barrio.
Querido diario, dos puntos.
La siguiente historia que he revisado para la recopilación de relatos ha sido “La expulsión de Hornol”.
Yo no sé si es que soy un paquete o es que mejoro, pero no puedo releer un relato sin andar encontrando cosas que no me gustan. Esta vez he estado aplicando el principio de “no dar la turra”, y he ido resumiendo información redundante o que no aporta nada a la historia.
Me he estado planteando últimamente que cuando escribo, especialmente sobre el mundo de Heroes de Palo, tiendo a meter mucha información del mundo, y esto creo que es caca.
Lo importante es la historia: En segundo término, el personaje protagonista. El mundo es un decorado de fondo. No puedo darle más protagonismo al escenario que a la historia, además de que al lector/a le importa un carajo ese mundo, lo que le interesa es la historia, no que le sermoneé sobre un mundo que no conoce y con el que no empatiza, así que, tengo que evitar dar la turra sobre cosas que no interesan. Aparte de resumir cosillas, el concepto principal se ha mantenido, al igual que la historia en general, no he cambiado nada importante.
Algunas personas lo han leído y las reacciones han sido muy positivas. Me han dicho cosas que me han hecho gracia, como que es una mezcla entre Harry Potter e Historias del Kronen. Me gusta la comparación, ya que es lo que ando buscando: historias de fantasía con magos en un entorno underground, barriobajero y punk.
Pero hay una inspiración ahí que nadie se ha dado cuenta, y es que hacia el final, cuando todo es un caos, las historias del Pequeño Nicolas de Goscinny están en el ambiente. No me acordaba de eso, pero al repasarla, lo identifiqué enseguida. Esos momentos de Nicolas en que todo se vuelve un follón, con sus compañeros peleándose, llorando o corriendo, y él pasándoselo en grande es algo que me gustaba mucho, y aquí asoma.
Por lo demás, el uso de ranas para los estudios es obligatorio, no porque yo lo haya hecho en el colegio (que no), sino por que salía frecuentemente en las películas americanas, entre ellas Porky’s, de las que soy muy fan, y si tienen que andar trasteando con hechizos sobre algo vivo, tiene que ser con las míticas ranas.
La duda es la siguiente; incluyendo esta historia, tengo tres sobre Hornol para la recopilación. En principio tenía pensando poner esta la última, pero ahora pienso que quizá, para sería mejor ponerla la primera por varios motivos:
Mientras que las otras historias ocupan “veintytantas” páginas, esta son solo tres o cuatro, así que quizá como presentación al personaje quedaría mejor. Aunque el lector no sabe que lo volverá a encontrar en otras historias, cuando esto pase, ya sabrá algo sobre él, y esas otras servirán para profundizar más en su personaje. Esta historia, apenas muestra nada de él, y si se lee la tercera, realmente no aporta nada nuevo, excepto saber porqué lo expulsaron de la academia de magia.
El único motivo por el que veo interesante ponerla la última, sería para revelar precisamente la causa especial que le causó la expulsión de la academia, pero para ello debería andar soltando puntadas en las otras dos referente a esto y generar en el lector/a la curiosidad, y satisfacerla en la última historia del libro y probablemente sería una buena forma de cerrarlo. Quizá esto pueda crear un vínculo con Hornol, ya que lo han ido conociendo en las otras historias, generando una simpatía hacia él (espero), y una curiosidad respecto a qué pasó, y al darla genere el sentimiento de “así que esto es lo que hiciste para que te expulsaran. Ahora conozco tu secreto”. La verdad es que me resulta un recurso interesante a tener en cuenta.
January 7, 2021
Día #107 – Monty Python, los sacrificios rituales y un alien desmotivado
Querido diario, dos puntos.
“El día que la tierra quedó cambiada” es una historia que escribí hace mucho tiempo para mi mundo de fantasía Héroes di palo y que incluiré en el libro de cuentos cortos “Crónica de un guantazo, y otras historias insulsas”. El concepto principal gira entorno a una cosa que me vino a la cabeza: “cuando haces cosas para evitar la ira de dios, no es un acto de fe, es extorsión”. Afortunadamente, tras revisarla, no he tenido que cambiar gran cosa, y el concepto central se ha mantenido todo el rato; una historia que gira entorno al origen de los sacrificios para contentar a los dioses, pero un tono de humor negro.
La pondré la primera historia porque aquí se muestran a los Ilvasdi, los auténticos creadores y manejadores del mundo, los que crean y descrean, y también cuento la diferencia entre ellos y los dioses, que en realidad son un producto creado por los mortales. Además, también dejo clara la actitud de esos Ilvasdi, a los que la vida o muerte de la gente se las trae al fresco. Para ellos, los mortales son Sims, juguetes, cosas con las que entretenerse, y lo llevan a sus últimas consecuencias. Creo que es oportuno poner esta historia la primera para que quede este concepto bien claro desde el principio.
El título lo saqué de la película “The day the earth stood still” (1951), de la que hubo un remake en 2008, en la que vemos el ejecutor menos motivado de la historia de los ejecutores. Básicamente Keanu Reeves viene a nuestro planeta a eliminarnos porque lo estamos rompiendo, pero cambia radicalmente de opinión cuando John Cleese le dice que “no lo hagas, porfi”, y Keanu le dice que “claro que si, guapi”, y la tierra se salva. Fin.
La traducción del título original sería algo así como “El día que la tierra quedó tal cual”, que en España se tituló “Ultimátum a la tierra”, que creo que es mejor que el original. En cualquier caso, ese título de palo (el original) me ha tenido loco toda la vida, y lo usé como catarsis en esta historia, solo que, como en mi historia el mundo cambia para siempre jamás, adapté el título. A parte de esta sandez, la historia no tiene nada que ver con la película, sino más bien con uno de mis sketch favoritos de los Monty Python.
En la historia se cuenta la aparición de dos de estos Ilvasdi hacíendose pasar por dioses, con la intención de extorsionar a los habitantes de un pueblo, solo por pasar el rato. Para exagerar aún más el tono cómico y absurdo de la situación, dichos Ilvasdi se comportan como dos miembros de la mafia italiana, llamados Luigi y Dino, personajes basados en los que interpretan Terry Jones y Michael Palin, en el sketch en el que los hermanos Vercotti intentan extorsionar al ejercito británico.

Aunque, como he dicho al principio, el concepto básico permanece intacto, si que he tenido que depurar mucho las frases. Sobraban cosas que no aportaban nada, redundancias y todo eso. Por un lado, es algo doloroso quitar cosas, porque una historia es como hijo. Pero en hay que aprender a amputarle un brazo a ese hijo si le sobran miembros. La verdad es que, las veces que he eliminado cosas, cuando lo he repasado tiempo más tarde, no las he echado de menos en absoluto. Y si yo no hecho de menos un brazo de mi hijo, una persona, que nunca supo que tenía ese brazo de más, menos todavía.
No obstante, lo voy a dejar en reposo, como la paella, y le daré otra vuelta cuando acabe con todas las historias.
January 1, 2021
Día #107 – Historias insulsas de un mundo de palo (I) Reescribiendo lo antiguo
Querido diario, dos puntos.
Mientras reescribía “Historia de un mago cretino”, he llegado a la conclusión de que algunas de las partes no van a ningún lado, así que lo mejor es mandarlo todo al cuerno. De hecho, toda la novela entera es carne de hoguera, y me toca rehacerla. Respecto a los trozos que sobran, no están del todo mal, pero no están relacionados con la trama; son solo cosas que les pasan a los personajes (generalmente los secundarios) que no están relacionadas con nada.
Así que en lugar de sacrificarlas a algún dios primigenio, lo que voy a hacer es desarrollarlas como relatos cortos independientes. Juntaré estas historias con otras que ya tenía para que se hagan compañía y publicaré un libro de relatos cortos de ese mundo de alta fantasía.
A esto le veo una serie de ventajas:
No pierdo esas partes que he quitado y me siguen gustando.Puedo introducir ciertos personajes a los lectores a través de estas historias centradas en ellos.Introduzco también el mundo, de forma que, para la novela, no necesitaré explicar muchas cosas y no tendré que marear la perdiz, especialmente las razas.Al publicar otro libro, ya tendré otra muesca en Amazon y podré ganar más dinero.
He juntado todas las historias en una carpeta y ahora me toca repasarlas y organizarlas para dosificar la información del mundo de forma que sea más subliminal que directa. La intro, seguramente será la misma que la que tengo pensada para “Cuna de alimañas”, o más o menos.
Iré llevando el diario del progreso, lo que me encuentro (algunas historias son muy antiguas y no recuerdo ni de que van) y cómo voy sacando el tema adelante, sin acabar en la depresión total cuando me encuentre cosas raras. Quizá a alguien le pueda servir de ayuda o, al menos, curiosidad.
Historias insulsas de un mundo de palo (I) Reescribiendo lo antiguo
Querido diario, dos puntos.
Mientras reescribía “Historia de un mago cretino”, he llegado a la conclusión de que algunas de las partes no van a ningún lado, así que lo mejor es mandarlo todo al cuerno. De hecho, toda la novela entera es carne de hoguera, y me toca rehacerla. Respecto a los trozos que sobran, no están del todo mal, pero no están relacionados con la trama; son solo cosas que les pasan a los personajes (generalmente los secundarios) que no están relacionadas con nada.
Así que en lugar de sacrificarlas a algún dios primigenio, lo que voy a hacer es desarrollarlas como relatos cortos independientes. Juntaré estas historias con otras que ya tenía para que se hagan compañía y publicaré un libro de relatos cortos de ese mundo de alta fantasía.
A esto le veo una serie de ventajas:
No pierdo esas partes que he quitado y me siguen gustando.Puedo introducir ciertos personajes a los lectores a través de estas historias centradas en ellos.Introduzco también el mundo, de forma que, para la novela, no necesitaré explicar muchas cosas y no tendré que marear la perdiz, especialmente las razas.Al publicar otro libro, ya tendré otra muesca en Amazon y podré ganar más dinero.
He juntado todas las historias en una carpeta y ahora me toca repasarlas y organizarlas para dosificar la información del mundo de forma que sea más subliminal que directa. La intro, seguramente será la misma que la que tengo pensada para “Cuna de alimañas”, o más o menos.
Iré llevando el diario del progreso, lo que me encuentro (algunas historias son muy antiguas y no recuerdo ni de que van) y cómo voy sacando el tema adelante, sin acabar en la depresión total cuando me encuentre cosas raras. Quizá a alguien le pueda servir de ayuda o, al menos, curiosidad.
November 24, 2020
Día #106: Cómo Tarantino usa los díalogos (III y última): Hitchckonsejos y preservativos elásticos.
Querido diario, dos puntos.
Esta es la última parte de este análisis de cómo Tarantino utiliza los diálogos en sus películas y narrativa. En las otras dos anteriores hablé de su utilidad para crear empatía con los personajes por un lado, y para que los conozcamos por sus propias palabras.
Crear tensión
“It’s like the suspense is a rubber band, and I’m just stretching it and stretching it and stretching it to see how far it can stretch.”
“Es como una tira de goma, y la estiro y la estiro y la estiro para ver hasta cuando puede estirarse”
Quentin Tarantino
Pocos directores son capaces de jugar con la tensión como Tarantino lo hace. Nos presenta una situación en la que se masca la tragedia desde el comienzo, pero en lugar de finiquitarla a los pocos minutos, la estira todo lo que puede mediante conversaciones.
Inglorious basterds (2009) cuenta con la escena que más ha sido estudiada (¿Desea saber más?), en la que el Coronel Hans (Christoph Waltz) tiene una entrevista en casa del francés Perrier (Denis Ménochet). Al más puro estilo Hitchkoniano, se nos hace saber que, efectiviwonder, hay judios escondidos en la casa. La escena, en lugar de terminarse en pocos minutos, se prolonga durante unos veinte minutos. ¡Veinte minutos! Y durante todo ese rato no hay nada más que diálogo e interacción entre ambos personajes, en la que se crea una tensión que es casi insoportable. En esta escena vemos perfectamente otro elemento de un diálogo que, como dijo Juan Gómez-Jurado: “un diálogo es un enfrentamiento entre dos puntos de vista distintos“. Durante esa escena, ambos personaje están teniendo un combate psicológico en el que Hans intenta sacar información mientras que Perrier la oculta y se esfuerza por aparentar normalidad. El resultado es tal tensión que, cuando más adelante vuelve a aparecer Hans en el restaurante, genera desasosiego. Nuevamente, a través de esta escena, no solo ha creado tensión, sino que ha presentado a Hans. Hemos visto cómo actúa, cómo es, su naturaleza, su forma de comportarse. Sabemos que, tras su amabilidad y sonrisa, hay un cazador implacable que no duda en masacrar a quién sea en cualquier momento. Personalmente, creo que es uno de los mejores villanos que he visto, no tanto por cómo es, sino por la manera en que se presenta.
[image error]Inglourious Basterds (2009)
Pero uno de los elementos que hace que esto funcione es el Hitchckonsejo de la bomba bajo la mesa (del cual ya hablé en esta entrada: “Lo que un escritor puede aprender de Hitchcock“), solo que en este caso son unos judíos debajo del suelo. Sabemos lo que está pasando, conocemos cómo son los nazis, que hay judíos escondidos, y sabemos que Tarantino es amante de que la gente casque. Lo sabemos todo, no hay lugar a sorpresas. Por eso, esa escena está cargada de suspense.
Si fuera la clásica escena tan popular de giros de guión y sorpresas que no nos veíamos venir, en la que no sabemos nada, todo ese rato carecería de interés. Habría una explosión de eventos y sorpresas, pero todo el rato anterior carecería de interés.
Lo mismo pasa con la escena en que Julius (Samuel L. Jackson) y Vince (John Travolta), en Pulp Fiction (1994), entran en la casa de unos chavales a recuperar un maletín. No se sabe exactamente qué es lo que han hecho esos chicos, aunque se deduce, y tampoco importa un pito. Lo que se sabe es que van a acabar a tiros desde el momento uno, pero la tensión de ver venir lo que va a pasar, como una espada de Damocles en el ambiente, da tensión a toda la escena. Por si eso fuera poco, Tarantino nos regala con ese momento en el que Vince saca la pistola y se queda tranquilamente esperando a que su compañero termine su monólogo. En ese momento, está claro lo que va a pasar, que ese chaval no se salva ni de casualidad, pero aún así, y pese a lo largo del discurso de Julius, no podemos evitar ver la escena completa, hasta el final.
[image error]Esa amabilidad no puede traer nada bueno. Pulp Fiction (1994)
Contraste
Hay otro elemento, que el mismo Tarantino ha reconocido, y es que le gusta jugar con el contraste, le gustan esos momentos de paz antes de la tormenta. Ejemplo, cuando Vince y Mia (Uma Thurman), también en Pulp Fiction, llegan a casa de esta última, encantados de la vida por haber ganado el premio. Todo son risas y juegos hasta que la chica se mete por la nariz lo que no debe, y se dispara el caos.
Esto no es realmente una creación de tensión, pero ayuda a que cuando esta aparezca, haya un contraste entre una escena de calma chicha y cuando se monta la de Dios es Cristo. Así que, una conversación plácida y tranquila, no solo puede estar presentándonos a los personajes y creando una empatía hacia ellos, sino que puede ser la calma antes de la tempestad.
En muchas partes he leído que una historia debe ser un crescendo, un locurón de acción trepidante en la que el lector acabe que no pueda más con su alma. Sin embargo, esto es difícil de llevar. Por eso, intercalar momentos de tranquilidad entre los de dinamismo, no solo ayuda a no cargarme al lector por un fallo cardíaco, sino a que esas escenas tensas lo parezcan más por el contraste, y que no le parezca todo un sin vivir.
[image error]Pulp Fiction (1994)
Pues hasta aquí, las cosas que he aprendido sobre los diálogos del Tarantino. En realidad hay más, porque este señor no da puntada sin hilo, pero eso son asuntos para otros temas, ya me he extendido demasiado y tengo otras cosas que analizar.
Fuentes
Quentin Tarantino, maestro de los diálogos corrientes
The Social Network – Designing Dialogue | The Cinema Cartography
Why do Quentin Tarantino films have such long segments of small-talk?
Quentin Tarantino: Powerful Dialogue and How to Write it
How Quentin Tarantino Creates Suspense in His Favorite Scene
Inglourious Basterds – The elements of suspens e . Lessons from the Screenplay
November 20, 2020
Día #105 – Cómo usar los diálogos 2: Tarantino vs Minecraft, y revelaciones.
Querido diario, dos puntos.
En la anterior parte, abrí el coco del asunto de los diálogos, por aquello de que abundan en las películas de Tarantino, y estaba analizando que tras una fachada de conversaciones sin objetivo, se encuentra un uso muy inteligente de este recurso.
Uno de esos usos, tratado en esa entrada (¿desea saber más?), era crear empatía con los personajes y hacerlos más cercanos.
Esta vez voy a abordar el segundo punto: dar a conocer a los personajes.
El diálogo es acción, es un acto, pero un acto en el que el personaje se revela a sí mismo mediante sus propias palabras. No es el narrador el que me dice cómo es ese personaje, no es una descripción, sino una acción directa. Recordemos la máxima del muéstralo, no lo cuentes. Sin embargo, hay que tener cuidadín, porque una conversación, en cambio, es algo distinto.
En una conversación, unos personajes pueden estar divagando sobre lo que sea sin llegar a ningún punto, y no es eso lo que quiero. Lo que quiero es una revelación a través del diálogo, que es algo distinto.
[image error]The Room (2003). Tommy Wiseau es la antítesis de Tarantino en cuanto a los diálogos.
El personaje sale a la luz a través de lo que expresa y cómo lo expresa. A lo largo de esa escena inicial de Reservoir Dogs (1992), tenemos una idea bastante general, pero acertada, sobre quién es quién y qué relaciones tienen entre ellos, pero al mismo tiempo se reserva información y genera interés. Vemos que todos van vestidos igual, con trajes negros excepto dos; uno con chandal y otro más o menos arreglado pero informal. ¿Son estos los jefes? Vemos al calvo arreglado (Lawrence Tierney) que se impone sobre los demás, pero el señor blanco (Harvey Keitel) le quita la agenda y se permite hacerle la puñeta, lo que nos indica que tienen una confianza que se lo permite. Por otro lado, el señor naranja (Tim Roth), habla pero nadie le acaba de hacer caso: parece el nuevo. El señor amarillo (Michael Madsen) no dice nada, pero bromea haciendo como que dispara, y más tarde vemos que es un psicópata. En resumen, se nos muestra mucha información en una “conversación casual”. Estos diálogos no tienen nada de irrelevantes, todo lo contrario. Incluso la manera de abrirla, hablando de que si la canción de Madonna, “like the virgin”, trata sobre pollas, es una forma muy sencilla de atraer la atención del espectador.
Otro ejemplo sería Pulp Fiction (1994), donde vemos la relación que se establece entre Vince (John Travolta) y el señor Lobo (Harvey Keitel). La forma en la que se hablan, lo que dicen y cómo, dice mucho de ambos, individualmente y entre ellos. El señor Lobo piensa rápido, habla rápido y espera que la gente haga lo que dice porque está allí para ayudar. Él no vino, a él se le llama para solucionar un problema y lo hace saber. Vince, un personaje bastante orgulloso, rechaza tal actitud y por lo tanto tienen un conflicto, el cual se soluciona cuando, más adelante, actúa de forma más humilde ante él y le muestra su respeto. A través de unos diálogos hemos visto cómo son estos personajes, cómo se relacionan y dicha relación evoluciona. Por lo tanto, dichas conversaciones (que no diálogos) tienen un peso vital.
[image error]Pulp Fiction (1994). Mr Wolf; tonterías las justas.
Podría poner cientos de ejemplos de cómo conocemos a los personajes únicamente a través de sus palabras, pero no me quiero extender.
Va, uno más y lo dejo: Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) en Django (2012). Nadie nos cuenta cómo es, nadie hace un análisis sobre su personalidad o actitud, pero a través de sus palabras, sus gestos, su tono, sabemos todo lo que necesitamos saber sobre él: es frío, calculador y despiadado. Para él, los esclavos son mercancía y no siente el menor atisbo de empatía hacia ellos. Y por si esto es poco, mediante la forma en que él y Stephen (Samuel L. Jackson) conversan en privado, descubrimos que hay una relación entre ambos, y que el criado ostenta una posición especial distinta de la que muestra abiertamente (en realidad, Tarantino es también un maestro de dar la información justa, pero eso es otro tema).
Hay una frase que dice que si algo lo haces bien, nadie lo nota. Nadie había notado todo esto, ¿verdad?
¿Es Tarantino el único que domina esta técnica? Por supuesto que no. Woody Allen es otro autor a quien querría analizar más y mejor (algún día conseguiré ver Anny Hall sin dormirme). Sus escenas están llenas de diálogos, montones de ellos, a veces incluso se cruzan entre ellos, con personas hablando por encima de otras conversaciones, y todas ellas, siguen cumpliendo su propósito: dejar que sus personajes se muestren y expresen sus ideas, a veces no de forma literal, sino de forma metafórica.
Con todo esto en mente, de aquí se concluye un concepto importante: si el diálogo sirve para mostrar al personaje, este va a ser tan bueno como lo sea el personaje, así que más me vale tener unos buenos personajes si quiero que sus diálogos funcionen. Nunca he visto un mal personaje con buenas frases, pero he visto grandes personajes con frases inmortales. No creo que sea casualidad.
[image error]Sí, otra vez The Room (2003). Probablemente sea la única película con personajes pésimos y conversaciones horribles que ha creado la mayor cantidad de frases memorables en la historia del cine.
Cuando escribo, me encuentro en ocasiones con discusiones o enfrentamientos verbales que no sé cómo llevar porque no tengo bien definidos a sus personajes, o al revés; he descubierto y desarrollado personajes más y mejor, mediante situaciones sociales que me montaba en mi cabeza (me aburro mucho en mi trabajo), que sentándome a pensar cómo son, así que es buena técnica para crearlos.
“La línea de diálogo pertenece al personaje; el verbo es el escritor metiendo la nariz (…) Es mi intento el permanecer invisible, no distraer al lector de la historia con una escritura obvia “
(“The line of dialogue belongs to the character; the verb is the writer sticking his nose in… It’s my attempt to remain invisible, not distract the reader from the story with obvious writing”)
Elmore Leonard, 10 Rules of writing (2007)
Los diálogos, esos grandes subestimados en la escritura. Unos fragmentos que mucha gente deshecha, rechaza o simplemente no les gusta, porque por algún motivo la escritura parece que debe ser exclusivamente en narrativa. Pero considero que es un elemento muy poderoso, y no pienso dejarlo de lado solo porque sí.
En cualquier caso, pese a haber visto gente que está en contra de los diálogos en la escritura, la verdad verdadera es que en libros de autores maestros, he encontrado páginas y páginas de diálogos, así que, no sé de dónde se saca la gente esa regla no escrita de no usar diálogos. De hecho, la mayor influencia de Tarantino en los diálogos, es Elmore Leonard, autor de montones de novelas que se han hecho famosas, varias de ellas llevadas al cine (como Jackie Brown, 1997), cuyo punto fuerte son sus diálogos, y hablo de capítulos basados en ellos, con muy poca narrativa. Sin duda alguien de quién aprender.
[image error]
De momento me posiciono a favor de ellos, mayormente porque así es como me salen la mayor parte de las escenas. No todas, pero sí muchas. Mis personajes se relacionan e interaccionan unos con otros, sus intereses entran en conflicto, o tienen algo que decirse, informar para ayudar en la trama, o lo que sea, y en el proceso, se dan a conocer y se muestran tal y como son, generando la empatía o antipatía que hará que los lectores se posicionen a favor o en contra. De lo contrario siento que están en un vacío, solos en un mundo que no tiene nada qué decir, como si estuviera escribiendo las aventuras de un personaje en el Minecraft.
Pero en realidad, tengo que dar las gracias a esos comentarios no muy amigos de los diálogos, ya que gracias a ellos, me ha hecho plantearme y questionarme las cosas, y por lo tanto, analizarlo para saber usarlos como Odin manda y aprender y mejorar.
En la siguiente entrada, terminaré esto con el siguiente punto, que es sobre usar las conversaciones para crear tensión y suspense.
Fuentes
Quentin Tarantino, maestro de los diálogos corrientes
The Social Network – Designing Dialogue | The Cinema Cartography
Why do Quentin Tarantino films have such long segments of small-talk?
Quentin Tarantino: Powerful Dialogue and How to Write it
November 11, 2020
Día #104 – Cómo usar los diálogos 1: Tarantino, empatía y masajes de pies.
Querido diario, dos puntos.
En las últimas entradas he estado machacando con la idea de que, a la hora de narrar una historia, todo lo que se plasma debe aportar algo; o hace progresar la trama o aporta información útil.
Pero alguien me dijo por privado que las películas de Tarantino y Woody Allen están llenas de conversaciones que no aportan nada y sin embargo funcionan. Me propuse investigar el asunto y lo que encontré te sorprenderá, porque resulta que esos momentos no son para nada morralla. Es más, hay mucha miga escondida tras unos diálogos aparentemente anodinos. Lo que más he encontrado es referente a los diálogos en el cine, pero supongo que, de alguna manera, los conceptos pueden aplicarse a la escritura, no solo en forma de diálogos, sino también de la narrativa.
De hecho, otra vez, voy a tener que desmontar esto en tres entradas para no hacer una enorme, así que aquí va el primero de los tres puntos.
Conversaciones sobre cosas corrientes
[image error]Pulp Fiction (1994)
Desde la conversación de Vincent (John Travolta) en Pulp Fiction sobre cómo son las hamburguesas en Europa, hasta la que tiene Bill (David Carradine) sobre Superman en Kill Bill, o el significado del Like a Virgin de Madonna que abre Reservoir Dogs, estas conversaciones tienen un elemento en común: conversaciones normales sobre cosas cotidianas. No son conversaciones profundas sobre filosofías o conceptos sobre elementos desconocidos al ciudadano medio, ni cosas de las que solo unos pocos han podido oír. Nada de eso. Son conversaciones que cualquiera podría tener, y por lo tanto, cualquiera puede entender, muy a lo Clerks, de Kevin Smith. Con esto se consigue que empaticemos con los personajes porque hablan sobre cosas que conocemos y cosas que podemos sentirnos identificados. ¿Quién no ha viajado a otro país y le han llamado más la atención las pequeñas diferencias que las grandes?
En el libro “Save the cat” de Snyder, al igual que en otros tratados sobre escritura de guiones, se hace hincapié en la importancia de que la audiencia empatice con el personaje, pero en estos libros siempre se usan métodos dramáticos espectaculares: salvar una mascota de un peligro (de ahí el título “save the cat”); cruzar una avenida transitada, poniendo su vida en peligro, deteniendo todos los coches, solo para besar a la mujer que ama; dejar a medias una reunión importante, jugándose el futuro en su empresa para ir a cuidar a su hija pequeña que ha llorado porque ha tenido un mal sueño. Es decir, usan elementos ultradramáticos y exagerados para que digamos “Qué buen tipo/tipa es ese personaje. Voy a quererlo”. Tarantino no juega esa carta.
Tarantino hace que empatices con los personajes porque te sientes un igual a ellos, porque sientes que estás en la misma liga que los personajes. Quizá estés de acuerdo con el señor Rosa (Steve Buscemi) y crees que las camareras no se merecen propina, o quizá estés a favor del resto de los personajes y crees que la merecen, pero en cualquiera de los casos, ya estás simpatizando con alguien. Hay tantas opiniones enfrentadas que, inevitablemente, estás de acuerdo con la opinión de alguno de los personajes. Y para cuando descubres que ese personaje es un asesino sin piedad, ya es tarde, ya has empatizado.
Adicionalmente, esto crea un elemento bastante característico de Tarantino: los gangsters son personas normales. Quiero decir, en muchas películas, se nos presenta a los asesinos o delincuentes como gente que se comporta como delincuentes, hacen cosas de delincuentes y hablan como delincuentes. En las películas de Tarantino, son personas completamente normales, como lo podría ser yo (bueno, a lo mejor como yo no, pero cualquier otra persona) o el vecino, con conversaciones triviales sobre hamburguesas, masajes de pies, significados de canciones o lo que sea. Mediante estos momentos “normales”, normaliza a los personajes y por lo tanto, son más cercanos a la audiencia.
En resumen: esas conversaciones banales, simples y sobre cosas comunes, sirven para empatizar, para que nos interesen esos personajes que hablan sobre cosas que conocemos (todo el tostón anterior resumido en dos líneas).
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El siguiente punto, el revelar a los personajes, es muy largo, así que mejor lo dejo para otra entrada.
La promoción
Además de analizar a Tarantino, cine y cómo otras personas hacen cosas, también escribo relatos y cuentos. Puedes encontrar una recopilación de humor, terror, ciencia ficción y otras cosas en mi primera autopublicación (las editoriales me han puesto orden de alejamiento) en Amazon y Lektu. Recomiendo formato digital porque la revisé hace poco y les está costando un montón actualizarla.