Miguel Ángel Núñez's Blog, page 25

October 13, 2019

Una esclava indefensa

“Saray, la esposa de Abram, no le había dado hijos. Pero tenía una esclava egipcia llamada Agar” (Génesis 16:1)

Por mucho que lo intentemos es casi imposible que podamos imaginarnos todo el dolor y sufrimiento asociado a la esclavitud. Seres humanos sometidos a las más crueles humillaciones y desvaríos. La esclavitud ha sido y es una de las peores muestras de la crueldad humana.

Agar, era una joven de origen egipcio, que fue arrancada, probablemente muy joven de su hogar de origen para convertirse en la esclava de Sara. Por mucho que lo adornemos con expresiones de buena crianza o con idealismos absurdos, era una esclava privada de su libertad y en manos de alguien que la trataba no como humano sino como alguien que no merecía mejor trato que un animal. No tenía libertad, y eso, no vale ninguna explicación justificada.

Un día supo, sin que se le consultara, que debería convertirse en la amante de su amo, porque tenía la misión de convertirse en madre de un hijo que no sería considerado suyo, sino de su ama. No sabemos si tuvo lágrimas, pero seguro que no estuvo feliz.

Hay en esto una contradicción profunda entre la fe que Abraham y Sara tenían y su conducta abusiva. Seguramente en su hogar no se hablaba de los dioses egipcios ni cananeos, sino de Jehová, pero aún así, la imagen que presentaban era deplorablemente pobre. Más de algún conflicto existencial debe haber tenido Agar al escuchar las palabras de sus amos y luego ver sus acciones. Agar siempre fue la parte inocente en esta historia.

Cuando fue ofrecida como la amante de su amo no tuvo nada que opinar, simplemente se esperaba que ella obedeciera sin más. Sin embargo, Sara y Abraham demostraron la poca fe que tenían en Dios y cómo estaban dispuestos a ocupar cualquier medio para lograr lo que querían, aún a costa del sacrificio de una persona inocente como Agar.

Agar, posteriormente fue expulsada del único hogar que conocía y dejada en el desierto para morir, otra mala decisión de Abraham. Pero Dios, en su misericordia, como siempre hace con los desvalidos y desamparados no la abandonó y la salvó de una muerte segura. ¡Cómo Dios resolvía los entuertos de Abraham!
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 13, 2019 15:30

October 12, 2019

Una princesa sonriente



“Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: ‘¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y ser madre Sara a los noventa?’” (Génesis 17:17)

No hay que confundirse, Sara es hija de su tiempo, tuvo conductas y tomó decisiones que en la actualidad serían vistas como abuso o simplemente, una manera poco ética de actuar. Sin embargo, como todo claro-oscuro de la Escritura, ella representa un momento de gracia extraordinario.

Su vida comenzó en un ambiente pagano. Era descendiente directa de Sem, por lo cual estaba ligada a las tradiciones que se habían transmitido de boca en boca desde el Edén.

Su suegro, Taré, era pagano y politeísta. De pronto un día supo que había sido escogida junto a su esposo para fundar una nación. La orden de Dios fue determinante: “El Señor le dijo a Abram: ‘Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición’” (Génesis 12:1-2). Así que partió junto a su esposa que en ese momento se llamaba Sarai y nunca más regresaron a las tierras donde se habían criado.

Al llegar a Canaán Abram se desanimó por las precarias condiciones y tomó la primera de varias decisiones erróneas, se dirigió a Egipto sin haber consultado a Dios. Pero en el camino, el miedo abordó al patriarca y urdió un engaño, el segundo error. Al llegar la presentó como si fuera su hermana. Ella fue llevada al harén del Faraón y si no hubiera sido por la intervención directa de Dios no se habría sabido del engaño. Pero Abram no aprendió la lección, más adelante hundió la misma mentira, esta vez con el Abimelec (Génesis 20:2) y nuevamente Dios intervino.

Sara debería haber aprendido, pero no lo hizo. Ella tramó que Abram tuviera un hijo de su criada Agar lo cual constituía otra pésima decisión, que trae consecuencias hasta el día de hoy.

Al final, cuando tenía 90 años de edad, Dios cumplió la promesa y le dio un hijo a Sara, tal como esperaba Dios que entendieran... como un gesto de gracia, como un don en la imposibilidad de ellos. Sólo allí pudieron Sara y Abraham comenzar a entender la gracia y lo que es confiar en Dios.
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 12, 2019 15:30

October 11, 2019

La injusticia de la historia



“El hombre llamó a su mujer ‘Eva’, por ser ella la madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20)

La tradición misógina del cristianismo de mano de autores como Tertualino y Agustín de Hipona se encargó de convertir a Eva en un personaje de caricatura. La hacen aparecer como la “culpable” de que Adán hubiese caído en pecado, se dice que por su curiosidad el pobre hombre terminó haciendo algo que no debía, y que si se hubiera mantenido al lado del varón nada de eso habría ocurrido.

Como todos los mitos, estas ideas son alimentadas simplemente porque no nos damos el trabajo de examinar los hechos con detención.

¿Quién fue Eva? Pues nada más y nada menos que la mujer más inteligente que ha pisado la tierra. De hecho, poseía, al igual que Adán todas las características perfectas de alguien que no es copia de nadie sino el original.

¿Es culpable? No, en absoluto. No hizo ni más ni menos que lo que habría hecho Adán en circunstancias similares. Tertualino vendió la idea de Satanás se acercó a la mujer porque ella era moralmente inferior al varón, al que no podía ser tentado. Eso es no sólo una interpretación sesgada, sino que además tiene tintes sexistas y misóginos. El varón no fue tentado, en ese momento, simplemente, porque no estaba, pero al primer intento, cayó redondito, al igual que Eva.

Asumir que si se hubiera mantenido al lado del varón nada habría pasado es un insulto. Es suponer que como mujer no poseía las dotes suficientes para poder elegir claramente, como si el varón poseyera características superiores que de algún modo lo convirtieran en una persona superior.

La historia es injusta, contada con rasgos misóginos simplemente distorsiona la realidad. Eva, al igual que Adán, poseía toda la inteligencia que se necesitaba para elegir en conciencia. Tomó, junto al varón, una mala decisión, pero eso no es señal de invalidez cognitiva, sino todo lo contrario. Tenemos que tener cuidado de no traspasar nuestros prejuicios misóginos y sexistas a la relación con el sexo opuesto porque eso es comer el fruto prohibido una vez más, esta vez, como manzana envenenada por la ignorancia.
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 11, 2019 15:30

October 10, 2019

Mucho más que un matrimonio

“Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes” (Rut 2:11)

A menudo muchos de los que leen la Biblia cometen el error grave de analizar los contenidos bíblicos bajo las premisas de su propia cultura o tiempo histórico, por ese camino, sólo abunda confusión.

El camino que debe hacerse es a la inversa: Analizar qué implican algunas prácticas particulares para el tiempo de los protagonistas, entender qué comprendieron los lectores originales, y luego, hacer las extrapolaciones posibles al contexto nuestro, y digo posible, porque no siempre es dable hacer aplicaciones puesto que los contextos son muy diversos.

Rut era extranjera, de una nación que Dios había dicho claramente que le estaba prohibido a cualquier judío unirse en matrimonio, por lo tanto, estrictamente, Booz no podía casarse con ella porque Dios lo había prohibido (Deuteronomio 23:3).

Además, Rut era viuda y a menos que fuera dada en matrimonio a un pariente cercano de su marido o ofrecida en matrimonio por alguien, estaba condenada a ser mendiga, puesto que en Israel se consideraba que las viudas no podían ser salvas a menos que las cobijara un varón piadoso.

En ese contexto Booz representa mucho más que una solución matrimonial. Por esa razón en el texto original Booz es el “joel”, es decir, el redentor. El que corrige los males que aquejan a Rut: La redime de un pasado que ella ha heredado y que la maldice, es decir, la saca de su condición de despreciada por ser Moabita. Luego, al ofrecerle matrimonio, la pone en una situación de igualdad con todas las otras mujeres del pueblo, la convierte en una Israelita más, ahora es parte del pueblo.

Booz es una figura de Cristo. Jesús nos redime y quita de nosotros nuestra condición maldita por haber heredado la tendencia al mal. Al ofrecernos salvación, entonces, nos hace parte del pueblo redimido y llegamos a ser uno más de los que esperan la redención final. Por eso, la historia de Rut y Booz es paradigmática de lo que Cristo ha hecho por la raza humana.
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Published on October 10, 2019 15:30

October 9, 2019

La historia que no se cuenta


“Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (Hebreos 11:31)

En muchas ocasiones en conferencias o en clases suelo hacer la siguiente pregunta: ¿Quién fue Rahab?

La gente suele responder en voz baja temerosas de decir en voz alta lo que está en sus mentes, poco a poco se van animando y terminan diciendo:

“La ramera de Jericó”.

Les pregunto: ¿Están seguros?

Todos asienten convencidos de que han dado la respuesta correcta. A continuación, sabiendo que he captado su atención les digo:

“Ustedes están equivocados. No conocen toda la historia”.

La reacción siempre es de incredulidad y la gente comienza a negar con el rostro, porque toda su vida han escuchado el mismo mensaje. Luego cuando veo que están confundidos les digo: La próxima vez que les pregunten quién fue Rahab la respuesta correcta es decir, Rahab fue la bisabuela de Jesucristo.

Algunos me miran incrédulos, otros comienzan a asentir con la cabeza y no falta el que dice amén, como sacándose un peso de encima.

Lo vuelvo a repetir Rahab fue la bisabuela de Jesucristo. Una mujer cananea que se convirtió al judaísmo y no sólo eso, se casó con Salmón, un príncipe de Israel. Luego tuvo un hijo llamado Booz quien tuvo el mismo tipo de misericordia que su padre tuvo por su madre, y se enamoró de una mujer extranjera despreciada con la cual se casó y tuvo un nieto llamado Isaí, quien fue padre del más importante rey de Israel, David.

La tendencia humana es a quedarnos pegados en los errores ajenos, pero pocas veces nos damos el trabajo de ponernos en la perspectiva divina. Dios nunca piensa en Rahab como una prostituta, sino como la mujer que es parte de la ascendencia de Jesús. Una mujer valiente, decidida y que confío plenamente y por fe se entregó plenamente a una fe que no era la que conocía desde niña. Por esa razón, es una de las pocas mujeres que aparece en la galería de los héroes y heroínas de la fe de Hebreos 11.
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 09, 2019 15:30

October 8, 2019

En la mesa del rey

“Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?” (2 Samuel 9:1)

Mefi-Boset estaba lisiado, para su tiempo, era una condición que lo condenaba a la vagancia porque no había ningún tipo de ayuda social para las personas con diferencias especiales. Vivía en casa de Maquir, una persona que lo había cobijado compadecido de su condición. Vivía de la caridad ajena y no poseía nada más que el recuerdo de haber sido hijo del príncipe heredero de Israel, una persona que en su momento fue muy respetado por todos.

Un día apareció en su casa Sibá, quien había sido uno de los empleados de su padre y le informó que el rey David quería verlo. Mefi-Boset imaginándose lo peor acudió a la cita y se postró delante del rey. En ese tiempo acudir donde un rey podía ser una condena a muerte o una dispensa real extraordinaria, no había matices, todo era claro u oscuro.

El rey le dice que no tema, que por amor a su padre él quiere hacerle el bien. Ordena a Sibá que todas las propiedades que pertenecían al rey Saúl y su familia le sean devueltas a Mefi-Boset y allí mismo organiza un sistema para que los campos que pertenecían a Saúl sean labrados y sirvan para alimentar a la familia de Mefi-Boset.

Mefi-Boset no sabe qué decir y se humilla a sí mismo diciendo:

—¿Qué es tu siervo, para que te fijes en un perro muerto como yo?

El rey no hace caso a esa autoagresión y le comunica que el resto de su vida comerá a la mesa del rey, una forma de decirle que él es un ser especial y que merece todas las atenciones que se le darán.

Todos, de algún modo, somos Mefi-Boset. Estamos heridos, sangrantes, maltratados, acorralados, temerosos y con la autoestima por el suelo, y de pronto, un día, alguien nos invita a la presencia del gran Rey. Vamos con miedo, llenos de dudas, con las mentiras que nos han contado de Dios y de su drasticidad y nos quedamos boquiabiertos cuando él nos dice que el resto de nuestra vida comeremos junto a él, en la mesa del rey. ¡Qué privilegio! ¡Qué alivio! ¡Qué alegría pertenecer a la corte del Rey de reyes!
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Published on October 08, 2019 15:30

October 7, 2019

Comerciante al servicio de Dios



“Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo” (Hechos 16:14)

En ocasiones he escuchado el prejuicio de que no se puede ser comerciante y a la vez cristiano. También he oído que dicen que los comerciantes son insensibles al evangelio porque están preocupados solo de ganar dinero. Por último, más de alguna vez alguien ha dicho que son personas egoístas y que sólo piensan en sí mismos. Pues, Lidia —la vendedora de púrpura— refuta con su vida estos tres prejuicios absurdos.

Para empezar, era comerciante de púrpura, un tinte o colorante muy caro, de un color muy intenso entre rojo y morado, y que se usaba para teñir ropas, habitualmente extraída de un caracol marino llamado Murex y que aún existe en el Mediterráneo. De la secreción de este gasterópodo se producía la tintura que después era comercializada a altos precios por su escasez. De allí que esa tintura era asociada con riqueza porque los únicos que podían pagar el valor para pagar el teñido de sus telas con ese tinte eran personas ricas. Para producir un gramo de púrpura se necesitaban al menos 9000 moluscos, por lo tanto, en esa época era un artículo de lujo.

Eso implica que Lidia no era pobre, si tenía la capacidad de comerciar con púrpura, era porque tenía el capital suficiente para armar un negocio con dicho producto.

Ella, rica y comerciante, escuchó el mensaje de Cristo y lo aceptó. Se entregó de lleno al evangelio. No era poca cosa considerando que vivía en una comunidad pagana y el cristianismo estaba asociado al judaísmo, una religión más bien resistida en esa época.

Luego, cuando aceptó plenamente el evangelio, invitó —prácticamente obligó— a Pablo y a sus acompañantes a que fueran a hospedarse a su casa. Con el tiempo se convirtió en un puntal de la iglesia de Filipos.

Tenemos que tener cuidado con dejarnos llevar por los prejuicios, muchas veces son un impedimento para la proclamación del evangelio. Las profesiones no definen a las personas. Las decisiones que tomamos es lo que nos define.
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Published on October 07, 2019 15:30

October 6, 2019

Doce años de educación



“La mujer de Amram se llamó Jocabed, hija de Leví, que le nació a Leví en Egipto; ésta dio a luz de Amram a Aarón y a Moisés, y a María su hermana” (Números 26:59).

Jocabed estaba casada con su sobrino Amram, cosa no poco habitual en esa época, donde personas de una generación se casaban con otros de una generación diferente. Difícilmente podemos elaborar un juicio moral de esa práctica, porque son otros los tiempos y condiciones que se viven en la actualidad.

Lo que llama la atención de Jocabed es el martirio por el cual pasó. Tuvo que enfrentar un decreto absurdo, cruel y criminal. Se resistió a ver morir a su hijo simplemente por ser varón y en un acto desesperado lo puso en una cesta con el fin de que una persona caritativa la viera y lo salvara. Nunca supuso que esa persona sería la misma princesa del palacio real, una de las mujeres más poderosas de Egipto.

Su hija mayor, María o Miriam, se dio cuenta y tuvo la inteligencia de proponer a su propia madre como la nodriza del niño. Ni corta ni perezosa y sin aparecer como demasiado interesada, pero seguramente con el corazón latiendo a mil, le fue encomendada la tarea de criar al niño, que seguramente durante todo ese tiempo fue protegido, cuidado y observado desde el palacio. Jocabed sabía que tenía su tiempo limitado, así que en esos años de cuidado intensivo, hizo todo lo posible por darle a su hijo las mejores herramientas para que pudiera vivir en la corte, sin olvidar sus raíces.

No me imagino el dolor que habrá sentido, si como padre me quitaran a uno de mis hijos y fuera entregado en adopción a otra persona sin que pudiera hacer algo, seguramente me sentiría destrozado. Ella vivió durante doce años sabiendo que en algún momento su hijo partiría y tendría que entregarlo a la princesa y sería educado en un contexto totalmente diferente y con todas las argucias propias de un sistema pagano y perverso como lo era el palacio del Faraón.

Jocabed dejó una lección de vida. Los primeros años de vida de un niño son los que marcan el resto de su existencia. Sin saber psicología ella lo entendió, lo aplicó y luego pudo gozar de los resultados. El principio sigue estando vigente.
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 06, 2019 15:30

October 5, 2019

Buenas obras no para salvación



Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas). Ésta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres ” (Hechos 9:36).

Muchas personas, aparte de Dorcas, han hecho buenas obras y han ayudado a los pobres, no es por eso que se recuerda a Dorcas en especial, sino por haber sido parte de un milagro. No es habitual que alguien resucite después de estar muerta.

¿Qué son las buenas obras? Son acciones que hacemos a favor de otros, que de un modo u otro, están en condiciones de recibir ayuda por estar desvalidos o necesitados.

¿Para qué sirven las buenas obras? No para salvación, sino para mostrar que hemos pasado de muerte a vida, que el evangelio ha producido un cambio en nuestras vidas, y que este cambio se manifiesta en acciones concretas de ayuda a otras personas. No ganamos la salvación por lo que hacemos.

¿Sirven las buenas obras para salvación? Definitivamente no. Una persona que pretende ganar la salvación portándose bien simplemente no entiende el concepto “gracia” que en síntesis significa recibir un regalo inmerecido, pero que de ninguna forma se puede pagar. Intentar compensar el obsequio de la salvación mediante una buena acción, no sólo es absurdo, de un modo u otro supone un desaire a Dios porque le decimos que su esfuerzo de salvación no es suficiente. Es de una forma burda una intención desleal ante quién lo ha dado todo.

¿Debe un cristiano tener buenas obras? El “debe” es un concepto relativo, porque así como un “manzano” no debe portarse como “manzano” para probar que es manzano, un cristiano que ha sido transformado por Cristo mostrará, de manera natural, su condición conversa, y lo hará mediante obras que exalten a Dios no a él como ser humano. Por lo tanto, no es el “debe” el que importa, sino si un ser humano es convertido o no al evangelio, pero ahí entramos en un punto álgido, porque nadie puede comparar sus “buenas obras” con las de otro, de hacerlo, entonces entramos en una perversión del evangelio. La comparación supone que puede haber alguien mejor, lo que supone un error.

Jesús murió, cuando aceptamos su gracia somos transformados, todo lo demás es verso.
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 05, 2019 15:30

October 4, 2019

Ofrenda de amor



Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda ” (Génesis 4:4).

Hay relatos extraños en la Biblia, y por más que algunos intenten justificar lo injustificable, este es uno de ellos. Dos hermanos, dos ofrendas, un asesinato. Una fórmula extraña y una combinación poco común.

Abel era pastor de ovejas, su hermano un agricultor. Evidentemente tenían dos formas de ver la vida, perspectivas diferentes. Uno tenía que cuidar el rebaño, llevarlo a pastar, protegerlo de peligros, alimentarlos, darles agua, y sobre todo, hacerlos sentir cómodos, para que pudieran producir más ovejas. ¿Dónde aprendió el oficio Abel? Es un misterio, era uno de los hijos del primer ser humano, tal vez experimentó, ensayó con otros animales, no se sabe qué hizo para aprender.

Lo mismo sucede con Caín. No se sabe cómo aprendió a labrar la tierra para hacer que ésta produjera frutos, sin embargo, a juzgar por los resultados sabía muy bien lo que había que hacer. Todo agricultor sabe que producir frutos necesita constancia, tiempo, dedicación y paciencia, cualidades que aparentemente sí tenía Caín.

Cuando llegó el momento de agradecer a Dios Abel trajo una oveja. No hay nada escrito que sugiera que Abel sabía qué tipo de ofrenda debía presentar, sin embargo, tomó a uno de sus corderos, lo asesinó y lo puso sobre un altar, dando pie a lo que sería el sistema de sacrificios. Cuando algunos sugieren que Dios se lo indicó agregan algo al texto bíblico que no está allí.

Caín trajo los frutos de la tierra, en esencia, hizo lo mismo que su hermano, ofreció lo mejor que tenía. El problema no es la ofrenda, sino la actitud que asumió cuando entendió que a Dios le pareció mejor lo que traía su hermano. Tal vez era el momento de preguntarse el por qué del agrado de Dios, sin embargo, movido por la envidia y el resquemor optó por odiar, tal como hacen todos aquellos que no quieren saber los por qué y simplemente se dejan esclavizar por sus emociones.

Abel hizo lo correcto, Caín también. Sin embargo, eligió enojarse, lo cual siempre es una opción, no una imposición. Enojarse es normal, asesinar, un delito.
Del libro inédito Cada vida un universo Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on October 04, 2019 15:30