David Villahermosa's Blog, page 31

April 13, 2015

3×954 – Retrovisor

954


 


Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


8 de diciembre de 2008


 


CARLOS ��� ��De verdad que no quieres que la vaya a buscar?


B��RBARA ��� No. Si��� si va a ser peor. Ya me he despedido de ella antes���


���������������������� Carlos puso los ojos en blanco. La partida ya se hab��a demorado m��s de media hora entre l��grimas, preparativos de ��ltima hora y deseos de buena suerte. Zoe no hab��a hecho acto de presencia en todo ese tiempo.


En cuesti��n de un tres o cuatro horas les alcanzar��a el ocaso, ahora que los d��as se hac��an cada vez m��s cortos, y el instalador de aires acondicionados se estaba empezando a poner nervioso. Nadie lo coment�� abiertamente, pero m��s de uno ten��a serias sospechas de si esa no ser��a la ��ltima vez que viesen a quienes estaban a punto de partir. Incluso la propia B��rbara albergaba dudas al respecto, pero con tal de reencontrarse con su hermano, todo lo dem��s parec��a carecer de importancia.


CARLOS ��� ��Entonces a qu�� esperamos? Se nos va a acabar haciendo de noche.


���������������������� B��rbara asinti�� y abri�� la puerta del copiloto de la furgoneta que les llevar��a al desierto puerto deportivo. Maya y Marion se encargaron de abrir los portones traseros del patio del colegio y Carlos encar�� el veh��culo, seguido de cerca por aqu��l imponente remolque. Cerraron tras de s�� y abandonaron la fortaleza. En esta ocasi��n se dirig��an hacia el norte. Seguir��an la carretera de la costa hasta llegar al paseo mar��timo y no parar��an hasta alcanzar el puerto deportivo.������������ B��rbara se qued�� mirando por el retrovisor a medida que se alejaban, viendo empeque��ecer cada vez m��s el barrio amurallado hasta que la propia curvatura de la carretera le oblig�� a volver a mirar hacia adelante.


���������������������� Dentro de la furgoneta se respiraba un silencio tenso. Christian tambi��n les acompa��aba, a petici��n de Carlos. Puesto que el instalador de aires acondicionados deber��a volver solo a Bayit con la furgoneta, un compa��ero armado podr��a serle de gran ayuda. Al ex presidiario le apetec��a distraerse un poco y ten��a mucha curiosidad por ver c��mo se botaba un barco en un remolque. Pronto se demostr�� especialmente acertada la estrategia del instalador de aires acondicionados.


���������������������� El primer infectado pudieron sortearlo sin mayores dificultades. Pese al exceso de carga, la velocidad a la que iban superaba por mucho la de aqu��l pobre hombre, que cojeaba penosamente, pues alguien hab��a devorado la mitad de su gemelo izquierdo durante el final de su vida anterior. Incluso se ve��a parte del hueso a trav��s del pantal��n rasgado, lo que no parec��a importarle demasiado a ��l. Sin embargo, detr��s de ese vinieron otros, y lleg�� un momento en el que Carlos asumi�� que no era seguro seguir adelante, pues para librarse de ellos hubiera tenido que llev��rselos por delante, y lo ��ltimo que necesitaban ahora era un pinchazo.


���������������������� Tal como hab��an pactado antes de partir, Carlos, B��rbara y Christian abandonaron el veh��culo, dejando a Carla y a Dar��o a buen recaudo en la parte trasera. Ellos a duras penas ten��an experiencia con las armas, y B��rbara se sent��a tan en deuda con ellos que jam��s se hubiera permitido ponerles en peligro. En un principio tan solo tendr��an que deshacerse de quienes se acercaban a ellos por el paseo mar��timo, lo suficiente para dejar libre de hostilidad el camino y seguir adelante. Acabaron con media docena en cuesti��n de un minuto, demostrando la utilidad de toda la pr��ctica que hab��an ido adquiriendo en las rondas de limpieza. Sin embargo, el ruido que hicieron atrajo a m��s infectados, desde todos los flancos, y se vieron en la obligaci��n de seguir acabando con ellos antes de retomar la marcha. Esa zona de la ciudad jam��s hab��a sido limpiada, ni por el grupo del Ayuntamiento ni por ellos. Resultaba evidente.


Tras abatir al cuarto infectado consecutivo, Christian not�� por el rabillo del ojo c��mo algo se abalanzaba hacia ��l, y se apart�� r��pidamente, atemorizado. Se gir�� a tiempo de ver c��mo una infectada joven, de la edad de Carla, ca��a a plomo al suelo a escasos cent��metros de sus pies. El ex presidiario frunci�� el ce��o, extra��ado. B��rbara y Carlos estaban al otro lado de la furgoneta, fuera de su arco de visi��n, y muy raramente podr��an haberle cubierto a tiempo de volver a desaparecer tras el veh��culo. De lo que no cab��a la menor duda era que alguien hab��a disparado, y con bastante buena punter��a, a la cabeza de aquella infeliz. No hab��a muerto, pues la bala tan solo hab��a destrozado su nariz y parte de su garganta. Sin embargo parec��a tener serios problemas para ponerse en pie. Christian mir�� en derredor, algo inquieto, pero no encontr�� nada que le llamase la atenci��n. Dadas las circunstancias, decidi�� restarle importancia, acab�� con la agon��a de la infectada, y se reuni�� con sus compa��eros frente al cap�� de la furgoneta Volkswagen.


Carlos neg�� con la cabeza al verle acercarse. Hab��an conseguido deshacerse con ��xito de la primera oleada, pero una nueva horda de infectados ven��a a por ellos. Aunque no les vieran, les o��an gritar. Deb��an abandonar la zona cuanto antes, y as�� lo hicieron, pues con algo de suerte a��n podr��an despistarles atray��ndoles a ese extremo del paseo, y todo aqu��l altercado al menos servir��a para algo.


���������������������� Carla y Dar��o se interesaron por ellos tan pronto recuperaron sus posiciones. Por fortuna, todos los infectados hab��an sido abatidos antes de darles caza. Carlos arranc�� y puso rumbo al puerto deportivo, que se encontraba a escasos dos kil��metros de donde ellos estaban ahora. B��rbara acab�� de abatir a los ��ltimos rezagados que les ve��an al encuentro, pero en esta ocasi��n hizo uso de la pistola con silenciador, con lo cual evit�� repetir la escena que acababan de sufrir.


���������������������� Con todo, consiguieron llegar al puerto deportivo diez minutos m��s tarde del momento de su partida, con algo menos de munici��n y bastante peor cuerpo, pero convencidos de que ahora ya nada podr��a alejarles de su objetivo. Todo apuntaba a pensar que ning��n infectado les hab��a seguido.


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Published on April 13, 2015 15:00

April 10, 2015

3×953 – Mejilla

953


Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


8 de diciembre de 2008


GUILLERMO ��� Tened much��simo cuidado, ��vale?


B��RBARA ��� T�� por eso no te preocupes. No nos falta de nada y��� estaremos siempre alerta.


GUILLERMO ��� Es que��� Me da much��simo miedo que te pueda pasar algo. Ojal�� pudiera ser yo el que fuese a buscarte.


B��RBARA ��� Oye, lo siento, pero��� os tengo que dejar. Me est��n esperando desde hace un rato. Vamos a salir ya. Si no��� al final se nos va acabar haciendo tarde.


GUILLERMO ��� Vale��� Pues��� nada, much��sima suerte. Y��� nos vemos pronto.


GUSTAVO ��� Que vaya bien el viaje, B��rbara.


B��RBARA ��� Gracias. Dale saludos de mi parte a tu hermana.


GUSTAVO ��� Eso est�� hecho.


B��RBARA ��� En una o��� dos semanas lo m��s tardar, ya estaremos ah��. Podr��amos llegar antes, pero vamos a intentar ir ��nicamente a vela, por lo que pueda pasar. Utilizaremos el motor s��lo en caso de emergencia.


GUILLERMO ��� Mejor. Mucho mejor. No hay prisa ninguna. Tardad lo que teng��is que tardar, lo importante es que llegu��is bien. Nosotros no nos vamos a mover de aqu��.


B��RBARA ��� Venga��� Hasta pronto. Cuidaos mucho.


GUILLERMO ��� Adi��s, Barbie.


B��RBARA ��� Adi��s.


���������������������� Una peque��a variaci��n en la est��tica delat�� que su hermano hab��a cortado la comunicaci��n. Ya estaba todo preparado para su partida, all�� en la escuela p��blica de Bayit. Ella s��lo hab��a salido un momento a despedirse de su hermano, como hab��an apalabrado esa misma ma��ana, durante una largu��sima conversaci��n en la que por iniciativa propia, sin haberlo acordado previamente, ambos obviaron por completo un tema que ten��an pendiente desde hac��a meses. B��rbara acarici�� su anillo de pedida con la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared.


B��RBARA ��� Sam. ��Est��s ah��?


SAMUEL ��� S��. ��Quieres que corte ya?


B��RBARA ��� ��No! Tengo��� Tengo que pedirte disculpas.


SAMUEL ��� ��A mi?


B��RBARA ��� S��. Tuve��� Tuve que avisarte antes de que hab��amos encontrado un barco. No fue��� No��� No estuvo bien por mi parte. Lo lamento mucho.


SAMUEL ��� ��Pero qu�� dices? No. No te las acepto, porque no hay nada que disculpar. S��lo faltar��a.


B��RBARA ��� No, pero��� me sabe mal haberte��� ocultado eso. Yo���


SAMUEL ��� ��Por qu��? Si yo estoy aqu�� encerrado es mi problema. T�� no tienes ninguna responsabilidad. ��Solo faltar��a!


B��RBARA ��� Quiero��� S��. Lo tengo que hablar con Dar��o y con Carla. Pero��� quiero ir a buscarte. Es lo m��nimo que puedo hacer para agradecerte todo lo que has hecho por m��.


���������������������� La profesora esper�� pacientemente unos segundos a recibir la r��plica de su amigo, pero ��sta no lleg��. Ello la inquiet�� un poco.


B��RBARA ��� ��Sam, est��s ah��?


SAMUEL ��� S����� S����� S��lo que��� me��� me has pillado con la guardia baja. Llevo mucho tiempo aqu�� encerrado���


B��RBARA ��� Har�� lo posible por pasar a buscarte a la vuelta, te lo prometo. De hecho��� est��s t�� m��s cerca de aqu�� que ellos. Ya he localizado la estaci��n en la que est��s, en las cartas n��uticas, con las coordenadas que me diste. Tendr��amos que desviarnos bastante, pero��� creo que es lo justo. Y a la vuelta ya no nos vendr�� de unos d��as m��s o menos.


���������������������� De nuevo se repiti�� id��ntico silencio, algo poco habitual en Samuel, que si pecaba de algo era de lo contrario.


SAMUEL ��� T����� Haz lo que tengas que hacer. Y��� vete ya, que te van a echar bronca.


B��RBARA ��� Hasta luego, Sam. Y��� gracias por todo. Nunca podr�� agradecerte lo suficiente lo que has hecho por m��.


SAMUEL ��� ��Tonter��as! Que teng��is buen viaje. Y no olvides llamarme en cuanto llegu��is, ��vale?


B��RBARA ��� Cuenta con ello, Sam. Hasta pronto.


SAMUEL ��� Adi��s.


���������������������� B��rbara cort�� la comunicaci��n. Se levant�� de aqu��l peque��o taburete y respir�� hondo. Ahora ven��a la parte m��s dif��cil. Sali�� de su habitaci��n y se dirigi�� a la de Zoe, que se encontraba justo al lado. La ni��a segu��a tumbada bocabajo en la cama, gimoteando. Se hab��a echado ah�� a llorar tras la discusi��n que hab��an tenido en el centro de d��a, y desde entonces no se hab��a movido. La profesora se plant�� bajo el umbral de la puerta y la observ�� en silencio.


B��RBARA ��� Zoe, cari��o. Nos vamos a ir ya. Est��n todos esper��ndome abajo. ��Por qu�� no vienes a despedirnos?


���������������������� La ni��a no se movi�� un mil��metro. Ten��a la cabeza hundida en la almohada, que estaba h��meda con sus l��grimas. B��rbara era consciente de que en ese estado no val��a la pena seguir forz��ndola. S��lo el tiempo y la buena compa����a acabar��an por apaciguar su esp��ritu.


B��RBARA ��� Bueno��� ��No me vas a dar un beso por lo menos? Para desearme buen viaje.


���������������������� Zoe se incorpor�� mec��nicamente, se levant�� de la cama, camin�� hacia la puerta sin cruzar su mirada con la de B��rbara y le plant�� un beso en la mejilla. B��rbara nunca la hab��a visto en esa actitud. Acto seguido la ni��a desanduvo sus pasos y se volvi�� a echar en la cama. De nuevo empez�� a llorar. La profesora neg�� ligeramente con la cabeza y decidi�� que no val��a la pena seguir insistiendo, por m��s que se le part��a el alma vi��ndola��en ese estado. Estaba convencida de que hab��a tomado la decisi��n correcta.


B��RBARA ��� Intentar�� volver lo m��s pronto posible. Cuida de los beb��s y de Carboncillo en mi ausencia, ��vale, guap��sima?


���������������������� De nuevo todo cuanto obtuvo como respuesta fueron unos ligeros gimoteos. Consciente de que no servir��a de nada seguir insisti��ndole, B��rbara se dio media vuelta y abandon�� el ��tico. Ya no le quedaba nada m��s por llevarse. Todo lo que les har��a falta en el viaje lo hab��an subido ya a Nueva Esperanza.


���������������������� Al llegar al Jard��n se sorprendi�� por la multitudinaria acogida. El ��nico que faltaba era Juanjo, al que hab��an relegado al centro de d��a con los beb��s mientras los dem��s se desped��an de ella. En cualquier caso, B��rbara no le ech�� en falta. Le llam�� poderosamente la atenci��n el hecho que Paris se hubiese acercado a despedirla, y a��n m��s que le desease buen viaje e intercambiase un par de besos con ella. De entre todos los habitantes de Bayit, ��l era el que menos confianza le inspiraba, a tenor de todos los desencuentros que hab��an tenido desde su desafortunado primer encuentro. Verle en una actitud tan afable hizo que se quedase algo m��s tranquila.


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Published on April 10, 2015 15:00

April 6, 2015

3×952 – D��jame

952


Centro de d��a para ancianos en Bayit, ciudad de Nefesh


8 de diciembre de 2008


ZOE ��� ��Que me dejes!


B��RBARA ��� Pero Zoe, cari��o��� Esc��chame un momento���


B��rbara trat�� de alcanzar el hombro de Zoe, que ten��a los ojos anegados en l��grimas, pero la peque��a se ech�� violentamente hacia atr��s, evitando el contacto. Estaba hecha una fiera. La profesora no recordaba haberla visto jam��s tan enfadada. A B��rbara se le romp��a el coraz��n por verla en ese estado, pero a��n as�� sab��a que hab��a tomado la decisi��n correcta. Ya hab��a cometido demasiados errores a ese respecto con anterioridad. Zoe no deb��a acompa��arla. Ese viaje podr��a ser peligroso, y si bien ella estaba m��s que dispuesta a asumir el riesgo, consciente de cu��l ser��a la recompensa si ten��a ��xito, no quer��a impon��rselo a Zoe, no despu��s de haber trabajado tan duro para llevarla a un lugar seguro.


Hab��a previsto una mala reacci��n por parte de la ni��a cuando le dijese abiertamente lo que ella ya sospechaba desde la jornada anterior, pero su respuesta hab��a sido mucho m��s dram��tica de lo que hubiera podido imaginar. Todo hab��a comenzado como una conversaci��n serena, aunque algo tensa, en la que B��rbara intent�� explic��rselo con el mayor tacto posible, esforz��ndose por restarle importancia, enfatizando que no tardar��a mucho en volver a Nefesh. Zoe enseguida comenz�� a llorar y empez�� a alzar la voz, suplic��ndole que le dejase acompa��arla, prometi��ndole que no molestar��a y que le har��a caso en todo lo que le dijese. B��rbara tuvo que ponerse firme, y eso fue lo que acab�� de quebrar los nervios de la joven.


A esas alturas todos los dem��s hab��an dejado de comer y las estaban mirando, guardando un silencio tenso. Cuatro o cinco beb��s hab��an empezado a llorar al escuchar los gritos de la embravecida Zoe, aunque algunos de ellos s��lo gimoteaban exigiendo que se les cambiase el pa��al por en��sima vez. A la ni��a le temblaba la mand��bula inferior y su cara hab��a adquirido un feo rictus de desolaci��n.


B��RBARA ��� Ven aqu��, por favor��� Si van a ser s��lo unos d��as��� Ya ver��s���


ZOE ��� ��D��jame en paz! ��No quieres que vaya contigo, verdad? ��Pues ya lo has conseguido! ��Espero que est��s contenta!


Zoe corri�� hacia la puerta que comunicaba con la cocina del centro de d��a. Lloraba y sollozaba penosamente en su huida. B��rbara se dispon��a a seguirla cuando not�� c��mo alguien le sosten��a del antebrazo, impidi��ndoselo. Se gir�� y vio el serio semblante de Carlos a su vera, negando sutilmente con la cabeza. B��rbara mir�� en derredor, algo abochornada por la escena que acababa de provocar. De haber sabido que acabar��a as��, hubiese esperado a conversar a solas con ella en el ��tico que compart��an. Los dem��s se centraron de nuevo en sus platos a medio comer, como si nada hubiera pasado.


CARLOS ��� D��jala. Ya se le pasar��. Tiene que aprender que no se va a salir siempre con la suya.


B��rbara chist�� con la lengua y suspir�� pesadamente. Tambi��n le dol��a tener que separarse de ella, y lo detestaba. Si el viento acompa��aba y no encontraban compa����a por el camino que les demorase, el viaje no ten��a por qu�� durar m��s de unos pocos d��as. Al fin y al cabo, su hermano no estaba tan lejos. S��lo deb��a cruzar medio Mediterr��neo para reencontrarse con ��l. Con un poco de suerte volver��an a verse pronto, y enseguida olvidar��an ese amargo episodio.


B��RBARA ��� Si es que��� no me gusta verla as��.


CARLOS ��� Has hecho lo que ten��as que hacer. Aqu�� la vamos a cuidar bien. Te doy mi palabra. No le des m��s vueltas.


La profesora respir�� hondo, con la mirada perdida en un punto indeterminado de la mesa.


B��RBARA ��� Gracias.


CARLOS ��� Ahora ac��bate eso, antes de que se te enfr��e. Que al final se nos va a hacer tarde.


B��RBARA ��� S�����


B��rbara ech�� un vistazo al revuelto de verduras que ten��a delante. La mayor��a formaban parte del escaso bot��n que hab��an rescatado del huerto del hijo de Ramiro, aunque tambi��n conten��a un par de frascos de conserva. El propio Dar��o se hab��a encargado de cocinar ese mediod��a, despu��s de dejar bien claro a quienes se iban a quedar en Bayit qu�� deb��an hacer en su ausencia con el huerto y con los ��rboles que a��n quedaban por plantar. Hab��a sazonado el plato con una mezcla secreta de especias, receta de su difunta esposa, que incluso hizo que Carla se mostrase algo m��s sensible que de costumbre, aunque los dem��s lo achacasen a su inminente partida de Nefesh.


La profesora pinch�� un rabanito con el tenedor y se lo llev�� a la boca, donde lo mastic�� con desgana. Su mirada vir�� irremediablemente hacia su izquierda. El plato de Zoe estaba pr��cticamente intacto. La ni��a apenas hab��a probado bocado desde la tarde anterior. B��rbara estaba preocupada por ella. La hab��a encontrado especialmente callada desde su desvanecimiento, pero estaba tan emocionada y nerviosa por la noticia del reencuentro con su hermano y la proximidad de su viaje en barco, que apenas le hab��a prestado atenci��n. Eso Zoe lo hab��a tomado como algo personal, y el reconocimiento oficial de que no pensaba contar con ella para el viaje acab�� de hundirla. Pese a su aspecto fuerte y su car��cter afable y aventurero, no era m��s que una ni��a, una ni��a hu��rfana que hab��a perdido a sus padres de la peor manera imaginable hac��a poco m��s de tres meses.


El resto de la comida transcurri�� sin mayores sobresaltos. Tan pronto acabaron, Carlos, Dar��o, Carla y B��rbara se encargaron de finalizar lo que hab��an empezado esa misma ma��ana, trasladando a Nueva Esperanza todo lo que a��n les faltaba por subir. Se llevar��an much��simo m��s de lo que iban a necesitar en alta mar, pero como no sab��an cu��nto tiempo estar��an fuera de Bayit ni qu�� desventuras podr��an vivir una vez partieran de la isla, todo les parec��a poco.


B��rbara se mostr�� bastante distra��da, por m��s que Carlos no paraba de bromear con ella, tratando de animarla. Gran parte de su abatimiento fue debido al hecho que Zoe no dio se��ales de vida en todo ese tiempo.


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Published on April 06, 2015 15:00

April 3, 2015

3×951 – Qu��date

951


Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


8 de diciembre de 2008


B��rbara tuvo que llevarse el brazo libre a los ojos al salir al Jard��n, de tan intenso que era el brillo del sol que reinaba ah�� fuera. Los precedentes d��as de fr��o parec��an estar remitiendo, aunque s��lo fuese temporalmente. Con el brazo contrario ten��a sujeta una pesada caja de cart��n en la que llevaba armas y munici��n, as�� como tres chalecos antibalas. Confiaba no tener que necesitarlos durante la traves��a, pero no estaba dispuesta a dejar nada al azar, y menos despu��s de la amarga experiencia que tuvo la ��ltima vez que surc�� el Mediterr��neo. No era la primera caja que sub��a al barco, y no ser��a la ��ltima. S��lo con la comida y los litros de agua dulce que hab��an guardado ah�� dentro, podr��an aguantar al menos dos o tres meses en alta mar sin tener que preocuparse de nada m��s.


Ah�� fuera hab��a mucho movimiento. A excepci��n de quienes estaban al cargo de los beb��s, Juanjo y Maya, el resto deambulaban err��ticamente tanto por el Jard��n como por el patio de la escuela. Estaban ultimando los preparativos para la partida de B��rbara, que si nada se torc��a, se producir��a esa misma tarde, despu��s de la comida de despedida. La profesora se ech�� la caja al hombro, sujet��ndola con el brazo contrario, cruz�� la carretera por el paso de peatones y sigui�� adelante por el camino pavimentado que llevaba a la escuela, cuya puerta de acceso estaba abierta de par en par. Salud�� a Dar��o, que estaba reunido con Christian, con ��o, con Josete y con Zoe. El viejo pescador les estaba explicando detalladamente qu�� deb��an hacer con el huerto en su ausencia. La profesora aguant�� la mirada un par de segundos con Zoe, que parec��a a punto de ponerse a llorar. Respir�� hondo y sigui�� adelante, con un desagradable nudo en el est��mago. Rode�� el edificio de la escuela y lleg�� al campo de juegos que hab��a detr��s, en cuyo centro descansaba el velero que deb��a llevarla al encuentro con su hermano.


Camin�� m��s lentamente al acercarse a su destino, sorprendida por algo que hasta el momento se le hab��a pasado por alto. Las letras eran demasiado regulares para haberlas hecho directamente con una lata de spray en aerosol, como el mural de Christian. Ocupaban una cuarta parte de la eslora del barco, y hab��an sido pintadas con grandes letras negras, may��sculas.


B��RBARA ��� Nueva Esperanza.


Carlos se acerc�� a ella, sonriente, aunque algo inc��modo por su presencia. Hab��a bautizado al barco por iniciativa propia, sin pedir opini��n ni permiso a nadie.


CARLOS ��� ��Qu�� te parece?


B��RBARA ��� Est�� genial.


CARLOS ��� Da mala suerte botar un barco que no haya sido bautizado. Es��� espero que no te moleste. Quer��a��� hacerle un peque��o homenaje al barco que��� me robaron.


B��RBARA ��� Est�� perfecto, Carlos, de verdad. Me encanta.


El instalador de aires acondicionados sonri��, y aprovech�� para librar a B��rbara de la pesada carga que sosten��a.


CARLOS ��� Oye��� ��Puedes��� puedes venir un momento? Tenemos que hablar.


Marion mir�� a la profesora por encima del hombro, desde su posici��n sobre la cubierta del barco, en la que Carlos hab��a instalado dos placas solares que esa misma ma��ana hab��a tomado prestadas de dos farolas que quedaban extramuros, cerca de la obra que utilizaban de vertedero. De ese modo podr��an disponer de luz por la noche y de algo de corriente el��ctrica sin necesidad de encender el motor del barco, cuyo dep��sito tambi��n hab��an llenado hasta arriba. B��rbara la salud��, pero la hija del difunto presentador le gir�� la cara, y sigui�� protegiendo mec��nicamente con cinta americana los cables sueltos que se dirig��an al camarote principal del velero. B��rbara frunci�� ligeramente el ce��o, sorprendida por su actitud. Carlos la asi�� amistosamente del hombro, invit��ndola a acompa��arle. Ambos se alejaron un poco y se sentaron en uno de los bancos del patio. Carlos dej�� la caja sobre el asiento y se dirigi�� a la profesora.


CARLOS ��� Es sobre��� Lo hemos estado discutiendo esta noche Marion y yo���


B��rbara se mantuvo en silencio un par de segundos.


B��RBARA ��� ��Qu�� es lo que pasa?


CARLOS ��� B��rbara. Quiero ir contigo.


La profesora se qued�� en silencio. Esa declaraci��n la pill�� por sorpresa. Hab��a estado postergando esa conversaci��n tanto con ��l como con la peque��a Zoe, que cada vez ve��a m��s inminente la separaci��n, y estaba extremadamente sensible. Estaba ocurriendo todo demasiado r��pido, y tem��a que a ese paso acabar��a dej��ndose muchas cosas por hacer antes de partir.


CARLOS ��� No me f��o de lo que os pod��is encontrar por el camino y��� querr��a acompa��arte. ��Qu�� me dices?


B��rbara neg�� ligeramente con la cabeza. No lo hab��a hablado a��n con nadie, pero ya hab��a tomado una decisi��n en firme al respecto.


B��RBARA ��� Te lo agradezco much��simo, te lo digo con el coraz��n en la mano, Carlos. No se me ocurre nadie m��s capaz que t�� para afrontar un reto como este, pero��� Prefiero que te quedes aqu��. Eres el ��nico��� del que me f��o de verdad. No��� no me quedar��a tranquila dejando aqu�� solos a Zoe y a los beb��s��� con Paris��� y con Juanjo, sin un adulto que cuide de ellos.


CARLOS ��� Bueno��� Est��n Chris, y Marion���


La profesora alz�� las cejas, con una media sonrisa. Carlos ri�� abiertamente. Ambos se entend��an perfectamente, sin necesidad siquiera de mediar palabra. B��rbara nunca hab��a tenido una relaci��n de simple amistad tan intensa con nadie.


B��RBARA ��� No��� no me ir��a tranquila. Prefiero que te quedes t��. ��Te��� te molesta?


CARLOS ��� No��� No. Si��� sab��a lo que ibas a decir. Marion va a estar muy contenta cuando se entere. Pero a��n as�����


Carlos chist�� con la lengua.


B��RBARA ��� En serio. De verdad. En esa caja llevo m��s munici��n, y he cogido tambi��n chalecos de los que usamos cuando fuimos a buscar a Zoe al hotel. Siempre va a haber alguno haciendo guardia fuera, y��� Esto��� Esto es cosa m��a. Es��� algo que tengo que hacer yo sola. Adem��s, que��� volveremos enseguida, en cuanto les recojamos. Qu��date tranquilo.


Carlos sonri��, acarici�� el hombro de la profesora, cogi�� de nuevo la caja y comenz�� a caminar en direcci��n al barco. Al dar un par de pasos se gir�� hacia ella, que segu��a sentada en el banco, mir��ndole.


CARLOS ��� ��Venga! ��A qu�� esperas? Todav��a queda mucho trabajo por hacer. ��Levanta el culo!


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Published on April 03, 2015 16:00

March 30, 2015

3×950 – S��lo

950


 


Patio de la escuela p��blica de Bayit, ciudad de Nefesh


7 de diciembre de 2008


 


Zoe mataba el tiempo pisoteando las hojas secas que hab��a acumuladas en la intersecci��n de los dos muros, gozando al escucharlas crujir bajo sus pies. Era un gesto igual de est��pido que hacer estallar las burbujitas del papel de embalaje de objetos fr��giles, pero ella se lo estaba pasando en grande. ��o estaba sentada en el suelo a unos pocos metros de ah��, leyendo uno de los libros de la biblioteca de Maya, con la espalda apoyada contra uno de los muros de la escuela. A ella no le molestaba lo m��s m��nimo el ruido que provocaba la peque��a.


���������������������� El sol ya estaba cerca de la l��nea del horizonte y pronto se encender��an las farolas. Sus compa��eros de juegos hac��a cerca de media hora que las hab��an dejado solas. Jugaron cuatro partidas, tres de las cuales gan�� el equipo de ��o y Zoe. La joven sorda hab��a demostrado un dominio de la t��cnica y una velocidad envidiables, dando fe de que la mutilaci��n de aquellos dos dedos de su mano derecha no hab��a mermado en absoluto su dominio del bal��n. Christian se hab��a mostrado algo molesto al perder tres veces contra dos ni��as, una de las cuales a duras penas le llegaba al hombro, y decidi�� adelantar su turno en el centro de d��a en compa����a de la chica isle��a, argumentando que Marion podr��a precisar de su ayuda, ya que estaba ella sola al cargo de los veinte beb��s, del peque��o Josete y de Carboncillo.


���������������������� El relativo silencio que hab��a reinado en el patio de la escuela, s��lo roto por el espor��dico crujir de las hojas, se quebr�� con el sonido distante de un veh��culo de motor trabajando a toda potencia. ��o no levant�� la mirada de su libro. Zoe corri�� hacia la verja sur y se aferr�� de nuevo al entramado met��lico. La pendiente de la calle le hizo dudar por un momento de que lo que estaba viendo fuese real. Daba la impresi��n que aqu��l imponente velero estuviese navegando por la carretera. Enseguida emergi�� el frontal de la vieja furgoneta Volkswagen por encima de la rasante, y pese a la generosa distancia que a��n les separaba, la peque��a reconoci�� a B��rbara y a Carlos en sendos asientos frontales. ��o levant�� la mirada de su libro, dobl�� la esquina superior de la hoja por la que iba, y la acompa����.


���������������������� Agitadas y excitadas ante la perspectiva de lo que estaba por venir, corrieron a abrirles. La furgoneta lleg�� al camino de tierra y transit�� por ��l muy lentamente, arrastrando el remolque sobre el que descansaba aquella pesada e invaluable carga. Carlos tuvo que hacer un par de maniobras algo complejas para conseguir encarar la furgoneta a aquellos portones abiertos de par en par, pero finalmente lo consigui��. Los presentes se encargaron de cerrarlos a su paso. Para entonces Marion, Maya, Josete y Juanjo ya se hab��an acercado a dar la bienvenida a los reci��n llegados y a curiosear el barco del que tanto se hab��a hablado durante la hora de la comida. Christian se hab��a quedado en el centro de d��a al cargo de los beb��s. Carlos gui�� el nav��o hasta el centro de la pista en la que hasta hac��a poco hab��an estado jugando los m��s j��venes y ech�� el freno de mano a la furgoneta. La misi��n hab��a sido todo un ��xito.


���������������������� Zoe e ��o fueron las primeras en subir, sin apenas haberse molestado en saludar a los reci��n llegados, de tan inquietas que estaban. B��rbara las mir��, con una t��mida sonrisa en los labios. Era una sensaci��n agridulce ver a la m��s peque��a tan ilusionada con los cambios que estaban produci��ndose en el grupo. Era consciente que pronto ello se traducir��a en un problema may��sculo.


���������������������� Carlos hizo de maestro de ceremonias, presentando el hallazgo a los presentes. Su ��nimo hab��a mejorado considerablemente, ahora que se hab��a quitado ese peso de encima, e incluso consigui�� apaciguar a Marion, que se hab��a mostrado bastante disgustada desde el mediod��a.


Unos minutos m��s tarde, incluso Paris hizo acto de presencia. El dinamitero se acerc�� al corrillo que hab��a junto a la popa del barco, en el que B��rbara, Carlos y Dar��o charlaban tranquilamente. Los dos varones compart��an sus propias experiencias mar��timas, como dos viejos lobos de mar, mientras la profesora les escuchaba con atenci��n. De fondo sonaban las voces y las risas de los dem��s que pululaban a sus anchas por la cubierta y las otras salas del barco. B��rbara se alej�� de los dos charlatanes y se acerc�� al dinamitero, que la reclamaba.


PARIS ��� ��As�� que era esto de lo que no quer��ais que nos enter��ramos?


���������������������� B��rbara se limit�� a sonre��r. En el tiempo que llevaban conviviendo, hab��an acabado aprendiendo a tolerarse mutuamente, pese a las m��s que evidentes discrepancias que les separaban.


B��RBARA ��� ��Qu�� te parece?


���������������������� El dinamitero ten��a levantado el ment��n, con aquella papada hipn��tica colgando debajo. Alz�� sutilmente la barbilla, juntando ambos labios mientras asent��a levemente.


PARIS ��� No est�� nada mal. En absoluto. Pens�� que ser��a��� m��s peque��o. Este es mejor incluso del que hice volar yo con todos esos hijos de puta encima. Y mira que ese era un yate��� importante, de gente de pasta. Pero ��ste es mucho m��s grande. ��D��nde lo vais a dejar?


B��RBARA ��� Aqu��. Por la otra puerta no va a caber. Y��� no hay otro sitio por el que lo podamos meter.


���������������������� Paris no pareci�� muy satisfecho con la respuesta. Con las vallas met��licas de la escuela, totalmente permeables a la visi��n, y la m��s que considerable altura que ten��a el velero sobre el remolque, cualquiera que se acercase a Bayit podr��a verlo con facilidad. Aunque eso ocurrir��a muy raramente, habida cuenta de los pocos supervivientes que deb��an quedar en la isla a esas alturas. Un infectado no le dar��a m��s importancia a ese barco de la que se la dar��a a un platillo volante lleno de marcianos.


B��RBARA ��� Adem��s, s��lo va a pasar aqu�� una noche.


���������������������� Aquella revelaci��n hizo que el dinamitero se mostrase sorprendido. B��rbara ten��a las ideas muy claras.


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Published on March 30, 2015 16:00

March 27, 2015

3×949 – Carcajadas

949


 


Carretera de la costa, noreste de Nefesh


7 de diciembre de 2008


 


Carlos empuj�� con su pierna izquierda el cad��ver de aqu��l infectado que se hab��a quedado enganchado al parachoques de la furgoneta, y por fin consigui�� soltarlo. Sinti�� el nacimiento de una arcada y se llev�� una mano a la boca, con el ce��o fruncido del asco. Trag�� saliva, prometi��ndose no volver a mirar lo que quedaba de la cabeza de aqu��l infeliz, lo empuj�� al arc��n pateando su costado, y volvi�� a tomar asiento tras el volante.


���������������������� Iban a una velocidad no muy elevada por aquella zigzagueante carretera de dos direcciones cuando tras el en��simo quiebro se les cruz�� un anciano que vagaba sin rumbo por mitad de la calzada. Carlos no tuvo tiempo de esquivarlo y se lo llev�� por delante, con tan mala fortuna que su cintur��n se trab�� en el parachoques. Los veinte o treinta metros que el instalador de aires acondicionados precis�� para inmovilizar el veh��culo aqu��l pobre diablo los pas�� frenando con su cara en el asfalto. Para cuando Carlos sali�� de la furgoneta, arma en mano, el infectado ya estaba muerto. Su rostro era un cuadro digno de la peor de las pesadillas.


B��RBARA ��� ��Todo bien?


���������������������� Carlos asinti�� vagamente, a��n con algo de mal cuerpo por lo que acababa de presenciar. Tuvo que accionar el limpiaparabrisas y echar algo de limpia cristales para librar a la luna frontal de la sangre infecta que hab��a salpicado. Tan pronto la visibilidad se volvi�� aceptable, arranc�� de nuevo y sigui�� adelante.


���������������������� Estaban a un escaso kil��metro de la ensenada. Al cruzar la siguiente curva pudieron ver el volumen sobresaliente de la discoteca que tantos quebraderos de cabeza hab��a tra��do al anterior alcalde, pero que tanto bien hab��a hecho al turismo veraniego de la isla. En la furgoneta todos guardaban un silencio tenso. Pese a que aqu��l hombre hab��a sido el ��nico infectado que vieron desde que partieron de Bayit, se sent��an muy inc��modos y desprotegidos. Si bien dentro la sensaci��n se dilu��a considerablemente, siempre que sal��an del abrigo de aquellas altas murallas notaban id��ntico malestar.


���������������������� En cuesti��n de un par de minutos se plantaron frente a la barrera que daba acceso a aqu��l barrio privado de alto standing. Continuaron por la v��a que descend��a a la ensenada y al llegar a la glorieta del ancla siguieron adelante. La zona de estacionamiento que hab��a detr��s segu��a vac��a. Carlos gui�� el veh��culo hasta el extremo m��s alejado de aquella carretera en forma de media luna y se adentr�� en la v��a sin salida que llevaba al solar donde se ergu��a la nave que hab��an venido a visitar. Su aspecto parec��a en cierto modo distinto, con toda aquella luz solar ba��ando su fachada. B��rbara tir�� del imponente port��n met��lico hasta que ya no dio m��s de s��, y acompa���� a pie a la furgoneta el trecho que les separaba de la nave.


���������������������� Carlos hizo un par de maniobras hasta dejar el furg��n de espaldas a aquellos inmensos portones y ech�� el freno de mano. Dar��o y su nieta abandonaron el veh��culo y se unieron a sus compa��eros.


CARLOS ��� Es aqu��.


���������������������� El viejo pescador ten��a el ment��n levantado. Contemplaba entusiasmado aquella gigantesca construcci��n. ��l nunca hab��a visitado esa parte de la isla.


CARLA ��� ��Y por d��nde entrasteis?


B��RBARA ��� Por la ventana.


���������������������� La profesora se��al�� a un agujero cuadrado que hab��a en el hormig��n, junto a los portones. Para entonces Carlos ya hab��a sacado las llaves que tra��a consigo y estaba abriendo la peque��a puerta interior que hab��a construida en el port��n derecho. Uno a uno fueron entrando, y el instalador de aires acondicionados cerr�� tras de s��, temiendo que de lo contrario pudiese col��rseles alg��n invitado no deseado.


���������������������� Al entrar les llam�� la atenci��n un charco que hab��a en el suelo, alrededor de la oficina que hab��a junto a la entrada. El agua de lluvia deb��a haberse filtrado por la ventana que hab��a roto B��rbara. Sin perder m��s tiempo, caminaron hacia el centro de la nave y libraron al nav��o de aquella enorme lona azul.


���������������������� Carla estaba que no cab��a en s�� de gozo. Hab��a pasado media infancia de barco en barco, pero ese velero estaba indiscutiblemente a otro nivel. Resultaba evidente que a��n no hab��a sido botado, a juzgar por el aspecto brillante e impecable de su casco. Ella fue la primera en subir la escalerilla que le llevar��a a cubierta. B��rbara se dirigi�� a Dar��o mientras Carlos sub��a por la escalerilla. La profesora luc��a una radiante sonrisa de oreja a oreja.


B��RBARA ��� ��Qu�� te parece?


DAR��O ��� Mucho mejor de lo que me hab��a imaginado. No hubiera dado un duro si alguien me dice que a��n quedaba un barco en la isla, pero mucho menos hubiera imaginado que fuese��� as��.


B��RBARA ��� ��Crees que nos vendr�� bien?


DAR��O ��� Bueno��� esto es un barco de recreo.


B��RBARA ��� ��Y eso es malo?


DAR��O ��� No. En absoluto. Aunque��� yo me llevar��a algunas redes y ca��as, por si las moscas. No sabemos cu��nto tiempo vamos a estar en alta mar. Si no queremos depender del combustible��� y si podemos pescar nuestra propia comida, iremos mucho m��s tranquilos.


B��RBARA ��� Esa es una buena idea��� ��Quieres que subamos?


DAR��O ��� Vale.


���������������������� B��rbara ayud�� al viejo pescador a trepar por aquella escalerilla vertical, aunque el anciano no lo necesitaba. Pese a su edad, que rayaba los setenta a��os, se sent��a como un chaval. Desde que recuper�� la salud perdida durante su enfermedad no hab��a vuelto a tener un solo achaque. Ni el lumbago ni las migra��as que le hab��an acompa��ado la ��ltima d��cada de su vida hab��an vuelto a hacer acto de presencia, e incluso ten��a la sospecha de que estaba recuperando algo de pelo.


���������������������� Dar��o estudi�� con cautela las velas y el m��stil que descansaba plegado sobre la cubierta, pues de lo contrario no hubiera podido entrar en la nave, ya que med��a m��s de quince metros. Estaban hechos de muy buen material, y tal como hab��an aventurado B��rbara y su propia nieta, resultaba evidente que nadie los hab��a estrenado a��n. Al pasar junto al tim��n se le encogi�� el est��mago. La imagen de su difunta esposa le vino a la memoria como un jarro de agua fr��a. Hab��a pasado incontables horas a solas con ella en alta mar, disfrutando de su jubilaci��n antes de que su enfermedad le obligase a dejar de navegar y deshacerse del peque��o barco que ten��an para poder pagar el alquiler de su piso y la residencia. ��l se limit�� a suspirar y sigui�� a B��rbara, que le instaba a bajar la escalerilla que le conducir��a al interior del nav��o, donde ya les esperaban Carlos y su nieta.


���������������������� Baj�� de espaldas, y al darse media vuelta se qued�� de piedra. Ese barco parec��a m��s grande por dentro de lo que su aspecto exterior auguraba. Carla estaba echada cuan larga era sobre una cama de matrimonio en forma de tri��ngulo que hab��a al fondo. Carlos se hab��a sentado en un sof�� que hab��a a su derecha. B��rbara se acerc�� a ��l. A��n conservaba id��ntica sonrisa.


B��RBARA ��� ��Es��� es lo que esperabas?


���������������������� Dar��o frunci�� ligeramente el ce��o.


B��RBARA ��� Quiero decir��� Que si sabr��s manejarlo���


La profesora se sorprendi�� al ver c��mo Dar��o abr��a un compartimiento bajo las escaleras que acababa de bajar, en el que ella no hab��a reparado. Ah�� dentro hab��a un par de cuadernos forrados en piel, una br��jula que parec��a car��sima, un sextante a��n metido en su caja precintada, un sinf��n de cartas n��uticas, un sofisticado aparato de localizaci��n GPS, un tel��fono satelital, material de oficina, y otro mont��n de artilugios que ella no fue capaz de reconocer. Estaba claro que el due��o del velero hab��a hecho sus deberes. Aunque no parec��a haberle servido de mucho.


DAR��O ��� Con todo lo que hay aqu�� te podr��a llevar al fin del mundo si hiciera falta.


���������������������� El anciano se ruboriz�� cuando B��rbara le plant�� un sonoro beso en la mejilla y le abraz�� con fuerza, entre carcajadas. Carlos no pudo evitar sonre��r entre dientes, mientras negaba ligeramente con la cabeza.


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Published on March 27, 2015 16:00

March 23, 2015

3×948 – Prisa

948


 


Patio de la escuela p��blica de Bayit, ciudad de Nefesh


7 de diciembre de 2008


 


Zoe salt�� y se agarr�� con fuerza al larguero de la porter��a con ambas manos. Cogi�� impulso para subir tambi��n los pies y colgarse bocabajo cual murci��lago, como hac��a siempre en el patio de su escuela, al menos siempre que llevaba pantalones, pero B��rbara le llam�� la atenci��n y la ni��a recuper�� su posici��n vertical y se dej�� caer ��gilmente al duro suelo, algo fastidiada.


���������������������� La furgoneta verde oliva que Fernando hab��a restaurado descansaba en el centro del patio de juegos. Los mayores charlaban a su lado sobre lo que har��an a continuaci��n. B��rbara hab��a trazado su propio plan y no estaba dispuesta a perder ni un solo minuto para llevarlo a t��rmino. Ya hab��a llegado tarde en demasiadas ocasiones al encuentro con su hermano, y jam��s se perdonar��a repetir ese error. Carla, Dar��o y Carlos estaban junto a ella, formando un corrillo. Pese a que el instalador de aires acondicionados le hab��a invitado a acompa��arles, Paris hab��a rechazado la propuesta, de manera bastante ruda, y hab��a desaparecido por la puerta del parking que comunicaba con la calle larga sujetando una bolsa pl��stica de dudoso contenido. Juanjo s�� rondaba por ah��, haci��ndose el despistado, por m��s que no ten��a la menor intenci��n de acompa��arles. Marion y Josete se hab��an quedado al cargo de los beb��s. Los m��s j��venes del grupo estaban sentados en uno de los bancos que hab��a junto a la porter��a en la que jugaba Zoe, en silencio.


���������������������� Carlos abri�� el port��n trasero de la furgoneta. Dar��o y Carla accedieron, dejaron sus mochilas de supervivencia en el suelo y tomaron asiento. Carlos cerr�� con firmeza tras ellos y se dirigi�� a su posici��n tras el volante. B��rbara se dispon��a tambi��n a tomar asiento cuando Zoe la interpel��, corriendo en su direcci��n. Lleg�� en tiempo r��cord, jadeando.


ZOE ��� ��Puedo ir con vosotros?


���������������������� B��rbara neg�� con la cabeza, algo inc��moda.


B��RBARA ��� No es buena idea. Puede ser peligroso. Mejor qu��date por aqu����� jugando con las pelotas que encontramos el otro d��a en el gimnasio, y��� cuando volvamos nos abres, ��vale?


ZOE ��� Pero si���


B��RBARA ��� Lo siento, cari��o. Esta vez no puede ser.


���������������������� Zoe hinch�� los carrillos a modo de protesta y volvi�� por donde hab��a venido. Conoc��a la respuesta antes incluso de formular la pregunta, pero no por ello le molest�� menos. Detestaba tener que quedar siempre al margen de cualquiera de las misiones en las que se aventuraba el grupo, s��lo por ser m��s peque��a que los dem��s.


���������������������� Carlos arranc�� el veh��culo y lo dirigi�� hacia el port��n trasero, la ��nica v��a de acceso rodado al interior del complejo amurallado de Bayit. ��o se encarg�� de abrirlo mientras Christian y Maya proteg��an el per��metro con sendas pistolas. Era una tarde especialmente tranquila y soleada, y los infectados de los alrededores deb��an estar tomando una siesta, esperando que el astro rey diese paso al ocaso. No obstante, cualquier precauci��n era poca en los tiempos que corr��an, y m��s con tantos beb��s indefensos a su cargo.


���������������������� La furgoneta rode�� el per��metro de la escuela por el exterior, siguiendo un camino de tierra aplanada que lo circundaba, y sigui�� calle abajo hacia la carretera de los acantilados. Zoe lo sigui�� con la mirada, con ambas manos aferradas al entramado met��lico de la verja, hasta que la perdi�� de vista por completo. La peque��a se dirigi�� hacia sus amigos y compa��eros, que hab��an recuperado su posici��n alrededor de aqu��l banco. Marion a��n tardar��a un par de horas en acabar su turno, y ah�� en el barrio no hab��a mucho m��s que hacer.


Christian estaba sentado en el respaldo del banco, con los pies sobre el asiento, tratando sin demasiado ��xito de quitarse la pintura que se le hab��a quedado adherida a la piel. Maya estaba estirada sobre el asiento, junto a ��l, con los pies en el suelo y mirando al cielo azul. ��o jugueteaba distra��damente con un bal��n, tratando sin ��xito de hacerlo girar sobre el dedo ��ndice de su mano izquierda.


CHRISTIAN ��� ��De verdad que no te hab��a contado nada B��rbara?


���������������������� La ni��a neg�� con la cabeza, con la mirada gacha. Hab��a estado muy callada desde la llamada de Samuel, algo harto infrecuente en ella. Un mal presentimiento le rondaba la cabeza.


CHRISTIAN ��� A mi me parece fatal lo que han hecho.


ZOE ��� ��Qu�� pesado! ��Qu�� m��s dar�� eso ahora? Ya nos lo han dicho, y adem��s van a traer el barco aqu��.


CHRISTIAN ��� No. No da igual, Zoe. Una cosa as�� de importante tendr��an que haberla compartido con nosotros inmediatamente.


���������������������� Zoe resopl��, visiblemente molesta. Christian no parec��a dispuesto a dar su brazo a torcer.


ZOE ��� Tendr��as que estar contento por ella en vez de quejarte tanto. Acaba de encontrar a su hermano, que ella se pensaba que estaba muerto.


���������������������� Maya suspir��, con la mirada fija en una nube en forma de pl��tano que cruzaba sin prisa la b��veda celeste. Ella hubiera dado cualquier cosa por recuperar a alguno de sus dos hermanos. Christian reflexion�� unos segundos, tratando de ponerse en la piel de la profesora, pero ni a��n as�� fue capaz de imaginar lo que B��rbara sent��a en esos momentos.


ZOE ��� Al final��� resulta que ten��a ella raz��n con lo de la pajarita de papel que encontr�� aqu��l d��a. ��Te acuerdas? Que dijo que su hermano las hac��a iguales��� y sali�� corriendo hacia aquella colina���


CHRISTIAN ��� S�� me acuerdo, s��. Morgan se pens�� que se le hab��a ido la pinza y se enfad��. Yo creo que todav��a la tiene. Desde entonces la he visto varias veces manose��ndola en una bolsita de pl��stico que la tiene metida.


ZOE ��� S��. La guarda en su mesilla de noche.


���������������������� Christian asinti�� vagamente. Ambos se giraron al escuchar la peculiar voz de ��o.


��O ��� ��Nos e-echamos un vein-tiuno?


���������������������� Christian asinti�� de nuevo y baj�� al suelo de un salto. Le hizo un gesto a Maya para que se incorporase, ofreci��ndole su mano abierta y una sonrisa.


CHRISTIAN ��� Ven. Ser�� divertido.


���������������������� Maya se aferr�� a la mano de Christian y se levant��. Ambos se acercaron a la canasta bajo la que ya se encontraban Zoe e ��o. La chica del pelo plateado les explic�� que ella har��a equipo con Zoe, y que ellos ir��an juntos. Lo hizo sin necesidad de abrir la boca. Las clases que de lenguaje de los signos que les brindaba eran cada vez m��s infrecuentes, pero hab��an calado en ellos, y ambos la comprendieron sin problemas y dieron su conformidad en id��ntico lenguaje.


���������������������� ��o les cedi�� el bal��n a ellos, y comenz�� el juego. Ella era la m��s alta de los cuatro, y una apasionada atleta. Zoe era baja incluso para su edad, pero no se le dio del todo mal. Enseguida olvidaron qu�� hac��an ah��, y empezaron a jugar y a re��r, pas��ndoselo en grande.


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Published on March 23, 2015 16:00

March 20, 2015

3×947 – Nudo

947


 


Patio del centro de d��a para ancianos en Bayit, ciudad de Nefesh


7 de diciembre de 2008


 


B��rbara estaba temblando de pies a cabeza y le casta��eaban los dientes. Un observador externo hubiera podido pensar que ello era debido al fr��o que reinaba ah�� fuera, pero Dar��o sab��a que no era as��. ��l m��s que nadie. No hab��a abierto la boca desde que ella empezase con su mon��logo hac��a unos minutos. Hab��a tomado asiento en uno de aquellos bancos de madera junto al m��s peque��o y retorcido de todos aquellos ��lamos blancos. La profesora estaba de pie frente a ��l y se ayudaba de las manos para gesticular mientras hablaba.


B��RBARA ��� Ellos dos��� Son lo ��nico que me queda en la vida. Mis padres murieron antes de que empezase todo esto, y��� no tengo m��s hermanos. Yo��� pens�� que hab��an muerto. Aunque no lo sab��a seguro��� Bueno��� esto est�� claro. Me pas�� much��simo tiempo busc��ndoles, cuando empez����� todo esto. Pero no sirvi�� de nada. Llegu�� a creer que los hab��a encontrado, en un centro de refugiados, despu��s de dar muchas vueltas��� pero cuando llegu�� estaban incinerando a un mont��n de cad��veres, despu��s de que entrasen la noche anterior unos infectados que se llevaron por delante a casi todo el mundo. Cre�� que ellos estar��an tambi��n en la hoguera porque���


���������������������� La profesora trag�� saliva. Sus ojos hab��an adquirido un brillo especial que amenazaba con dejar caer una l��grima en cualquier momento. Dar��o la observaba casi sin pesta��ear.


B��RBARA ��� M��s��� m��s tarde, ya��� despu��s de encontrarme con Zoe y con Chris��� pasamos por otro de esos centros de refugiados, que tambi��n hab��a ca��do hac��a no mucho, y���. conocimos a una chica joven y a su hermano peque��o. Yo��� cre�� que mi hermano podr��a haber pasado tambi��n por ah��, pero ellos no le recordaban, y��� no quisieron venirse con nosotros hacia la costa. Samuel��� el chico este del que os he hablado��� Tu��� tu nieta habl�� una vez con ��l no hace mucho��� Se puso en contacto con la chica esta, hace��� nada, unos d��as, y��� resulta que mi hermano realmente s�� hab��a pasado por ese centro de refugiados, pero huy�� con mi sobrino cuando hubo todo aqu��l alboroto, y��� cuando volvi��, unos d��as m��s tarde, pensando que lo habr��an reconstruido, se encontr�� s��lo con ellos dos, despu��s de que nosotros ya nos hubi��ramos ido. Ella, Olga, le dijo que yo hab��a pasado por ah�� preguntando por ��l, y m��s adelante fueron los cuatro a buscarme, pero��� no sab��an hacia d��nde nos hab��amos ido, y cuando llegaron a la costa, a un pueblo muy cerca de donde nosotros salimos con nuestro barco, ah�� ya no hab��a ni gente, ni barcos, ni nada.


���������������������� Dar��o respir�� hondo. B��rbara parec��a haberse relajado un poco al soltar todo aquello. Al viejo pescador le llam�� la atenci��n el modo c��mo ella giraba nerviosamente con la mano contraria un anillo dorado que ten��a en el dedo anular de la mano derecha.


B��RBARA ��� Supongo que ya te imaginar��s por qu�� te estoy contando todo esto���


���������������������� El viejo pescador esboz�� una sonrisa, sin siquiera separar los labios.


B��RBARA ��� Si no fuera importante, no te lo pedir��a, te lo prometo. Y��� no te voy a enga��ar. Voy a ir a buscarles. Durante la traves��a para venir aqu����� nos encontramos con unos��� piratas, que nos robaron el barco que llev��bamos y nos dejaron el suyo, que estaba hecho polvo. Luego perdimos al ��nico que sab��a guiarlo como es debido, el padre de Maya, y��� al final acabamos navegando a la deriva, hasta que llegamos aqu����� por��� por pura casualidad. Ellos est��n ahora en Bejor, en la pen��nsula. ��Sabes d��nde es?


El viejo pescador asinti�� brevemente, con dos r��pidos movimientos de cabeza. M��s de una vez hab��a atracado en ese puerto para vender sardinas alg��n que otro verano en su juventud, cuando no era m��s que un grumete, antes incluso de conocer a Palmira.


B��RBARA ��� Tengo el barco con el que ir, pero yo no s�� utilizar las velas, ni��� Me da algo de miedo subirme sola, pero��� Eso est�� fuera de toda discusi��n, voy a ir a buscarle, caiga quien caiga, y��� querr��a pedirte que��� si es posible��� que��� que me ense��aras a usarlo.


���������������������� Dar��o alz�� las cejas, a modo de sorpresa. Estaba convencido que B��rbara le pedir��a que la llevase a buscar a su hermano, y la petici��n de la profesora le pill�� con la guardia baja.


B��RBARA ��� Me contaste que t�� hab��as tenido tu propio barco, y que pasaste muchos a��os yendo a pescar a alta mar, ��no?


DAR��O ��� S��.


B��RBARA ��� ��Crees que���? ��Podr��as ense��arme? Aunque s��lo fueran unas nociones b��sicas���


DAR��O ��� Claro��� Por supuesto, pero��� No creo que eso fuese muy buena idea.


B��rbara frunci�� ligeramente el ce��o y amenaz�� de nuevo con ponerse a llorar. Estaba demasiado sensible, y ese hombre era el ��nico de los presentes que pod��a ayudarla a reencontrarse con Guillermo.


DAR��O ��� Es mucho m��s dif��cil de lo que pueda aparentar, y��� si te encuentras con alguna tormenta, o deja de soplar el viento, o te pierdes��� Es muy f��cil desorientarse. Mira, yo si quieres te puedo ense��ar, no tengo el m��s m��nimo inconveniente, pero��� no voy a permitir que te vayas sola.


���������������������� Dar��o temi�� que B��rbara acabase haci��ndose da��o en el dedo si segu��a moviendo el anillo a esa velocidad.


DAR��O ��� ��No prefieres que te acompa��e?


���������������������� A la profesora se le ilumin�� el rostro. Se le hizo un nudo en el est��mago, y la primera de las l��grimas recorri�� su mejilla hasta impactar en su pecho. Ambos se giraron al un��sono al o��r la voz de Carla. Ninguno de los dos la hab��a escuchado acercarse, tan enfrascados como estaban en la conversaci��n.


CARLA ��� No yayo. T�� no vas a ir a ninguna parte���


���������������������� A B��rbara le dio un vuelco el coraz��n. No estaba acostumbrada a recibir tantos sobresaltos en tan poco tiempo, incluso en los tiempos que corr��an.


CARLA ��� ��� sin m��. Me voy con vosotros.


���������������������� B��rbara estall�� en llanto y se abraz�� a la veintea��era de colorido cabello. Dar��o enseguida sonri�� al verlas y se levant�� de su asiento. Zoe les observaba desde la distancia, arrodillada en el suelo mientras acariciaba a Carboncillo. No les hab��a perdido ojo desde que B��rbara y Dar��o abandonaron la sala principal del centro de d��a. La ni��a tambi��n estaba bastante inquieta.


En realidad todo eso era mero teatro. Dar��o y Carla ya hab��an tenido ocasi��n de charlar al respecto mientras los dem��s discut��an en el centro de d��a, y hab��an acordado ayudarla. Ellos, m��s que ning��n otro de los presentes, sab��an el valor que ten��a conservar a un familiar en esos tiempos tan dif��ciles, y estaban dispuestos a echarle una mano, aunque s��lo fuera para corresponder al buen trato que hab��an recibido de ella, al acogerles en Bayit y compartir con ellos todo cuanto ten��an. Sab��an que el viaje no ten��a por qu�� ser f��cil, y que quiz�� encontrar��an compa����a indeseable por el camino, pero a diferencia de la traves��a que hab��a narrado B��rbara, ellos ahora s�� estaban armados, as�� como prevenidos, e igualmente podr��an encontrarla qued��ndose en Bayit, donde hab��a mucho m��s en juego que un simple barco y un poco de comida. Ah�� al menos tendr��an ocasi��n de mantener una m��s que generosa distancia con los infectados, am��n de cambiar de aires. Tan solo observando la cara de felicidad de B��rbara acabaron de convencerse de que hab��an tomado la decisi��n correcta.


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Published on March 20, 2015 16:00

March 16, 2015

3×946 – Distra��da

946


 


Centro de d��a para ancianos en Bayit, ciudad de Nefesh


7 de diciembre de 2008


 


CHRISTIAN ��� Pero es que es eso lo que no me entra en la cabeza. ��Por qu�� no nos hab��ais dicho nada hasta ahora?


���������������������� Carlos respir�� hondo, deseando que se lo tragara la tierra. Maldijo el momento en el que decidi�� no compartir con los dem��s la noticia del hallazgo de aqu��l lujoso velero que descansaba en la ensenada Tamir, a unos pocos kil��metros al sur de Bayit. Bajo esa nueva ��ptica, incluso le cost�� recordar los motivos por los que hab��a decidido no cont��rselo a nadie en su momento.


Hac��a un buen rato que hab��an empezado a discutir, tanto tiempo como hac��a que se sentaron a la mesa y compartieron la ya a��eja nueva con el resto del grupo. B��rbara y Carlos hab��an acordado hacerlo p��blico durante la comida, tras la larga conversaci��n que ambos hermanos hab��an sostenido, dada la f��rrea insistencia de la profesora, que no estaba dispuesta a echar a perder esa magn��fica oportunidad. Zoe les hab��a acompa��ado en silencio, a��n sin haber tenido ocasi��n de digerir todas aquellas novedades. Ahora ambas estaban sentadas en uno de los extremos de una gran mesa que hab��an instalado en la sala principal del centro de d��a, comi��ndose aquellos tallarines con tomate y bonito que hab��a preparado ��o con bastante buena mano.


El instalador de aires acondicionados busc�� en B��rbara algo de apoyo frente al linchamiento al que estaba siendo sometido, pero ella no parec��a siquiera estar prestando atenci��n a la discusi��n. La profesora masticaba distra��da, con una t��mida sonrisa dibujada en los labios, ajena al revuelo que hab��a suscitado la noticia del hallazgo de aqu��l nav��o, que hab��a ensombrecido por completo ante los dem��s a la del reencuentro con su hermano. Miraba al plato casi vac��o que ten��a frente a s�� con la mirada perdida, sin duda trazando el plan maestro que la devolver��a a los brazos de Guillermo y el peque��o Guille, a los que hab��a cre��do muertos hasta hac��a una hora escasa. Para ella, poco m��s importaba en esos momentos.


CARLOS ��� Joder, lo siento.


PARIS ��� Anda que si llego a ser yo el que os esconde algo as����� No quiero ni pensar lo que hubierais llegado a decirme.


CARLOS ��� No hice bien, lo reconozco. Y por ello os pido disculpas. Por esos entonces��� a��n no hab��amos levantado el ��ltimo muro, y est��bamos todos muy ilusionados con el barrio, y��� pens�� que cont��roslo podr��a��� hacernos perder las ganas o��� la ilusi��n���


PARIS ��� No, y si de vosotros depende, no nos hubi��ramos enterado nunca.


CARLOS ��� Tampoco���


MAYA ��� ��Pero cu��nto hase de eso?


CARLOS ��� Una��� una semana��� o un poco m��s.


CHRISTIAN ��� ��Madre m��a!


CARLOS ��� Toda la culpa es m��a. B��rbara s�� quer��a contarlo. Fui yo quien la convenci�� para que no dij��ramos nada.


PARIS ��� Eso no le quita culpa.


���������������������� La profesora ni siquiera levant�� la mirada del plato. Resultaba evidente que no estaba escuch��ndoles.


Dar��o y Carla segu��an la conversaci��n pero sin involucrarse en ella, charlando entre s�� de vez en cuando. La veintea��era observaba a Juanjo con el ce��o ligeramente fruncido, pregunt��ndose qu�� rondar��a por la cabeza del banquero. Le extra���� que no hubiese participado de la discusi��n para desacreditar a Carlos, pues conoci��ndole como cre��a conocerle, esa hubiera debido de ser su primera reacci��n. Marion tambi��n guardaba silencio. Ella parec��a bastante m��s enfadada que los dem��s, aunque se esforzase por parecer indiferente. Carlos sab��a que le esperaba otra buena bronca, aunque esta ser��a en privado, unas horas m��s tarde.


CHRISTIAN ��� Nos lo tendr��ais que haber dicho.


���������������������� Christian no era el m��s indicado para juzgarle, no despu��s de haberles guardado un secreto mucho m��s importante que ese desde antes incluso de llegar a la isla, aunque de eso ni Carlos ni ninguno de los dem��s presentes ten��a noticia.


El instalador de aires acondicionados no pudo soportarlo m��s y se rebel�� ante tantas cr��ticas. No estaba acostumbrado a recibir reproches, y menos cuando lo que hab��a hecho hab��a sido fruto de la reflexi��n, pensando en el bien del que ��l consideraba su grupo, por m��s ego��sta que pareciese a ojos de los dem��s.


CARLOS ��� ��Alguno de vosotros quiere irse a alg��n lado? ��Qu�� no est��is bien aqu�� donde estamos? ��A alguien le hace falta ese maldito barco para��� algo?


���������������������� Un silencio inc��modo se apoder�� de la sala, s��lo quebrado por el quejido lastimero de uno de los beb��s.


CARLOS ��� ��Pues ya est��! Hice mal, y os he pedido perd��n por ello. ��Qu�� m��s quer��is que haga? Si se vuelve a presentar una situaci��n parecida, prometo compartirlo todo con vosotros. Ya no habr�� m��s secretos. Pero tengamos la fiesta en paz, por el amor de Dios. No vamos a ganar nada alargando m��s la discusi��n.


���������������������� En adelante cundi�� el silencio entre los presentes, que aunque no muy convencidos con las palabras del instalador de aires acondicionados, decidieron dejarlo pasar. Cada cual hab��a sacado sus propias conclusiones al respecto, y eso era algo con lo que Carlos tendr��a que lidiar de ah�� en adelante.


���������������������� Pasados unos minutos, cuando el tema de conversaci��n hab��a cambiado sustancialmente y el ��nimo de los presentes se hab��a relajado de nuevo, retomando incluso el tono cordial y distendido habitual en las sobremesas, B��rbara cerr�� los ojos, inspir�� profundamente, y se levant�� de su asiento arrastrando la silla tras de s��. Zoe la observ�� con atenci��n desde su asiento. La profesora camin�� hasta el otro extremo de la mesa y se plant�� junto a Dar��o, con una expresi��n muy seria en el rostro.


B��RBARA ��� ��Podemos hablar un momento en privado?


���������������������� El viejo pescador asinti�� brevemente. Se levant��, se abrig�� con el anorak de plumas que hab��a colocado en el respaldo del asiento, y acompa���� a B��rbara al patio de los ��lamos, donde corr��a una g��lida brisa que parec��a augurar un invierno especialmente fr��o. La profesora cerr�� con suavidad la puerta corredera acristalada tan pronto ambos salieron al patio, para evitar que el fr��o penetrase al centro de d��a donde descansaban todos los beb��s limpios y con la panza llena. Carla se les qued�� mirando desde su asiento, junto al peque��o Josete, que ten��a toda la cara manchada de tomate frito alrededor de la boca, lo cual resultaba algo inquietante en los tiempos que corr��an.


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Published on March 16, 2015 16:00

March 13, 2015

3×945 – Voy

XVII. NUEVA ESPERANZA



La familia es lo primero




945


 


Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


7 de diciembre de 2008


 


B��rbara despert�� algo aturdida. Abri�� los ojos con lentitud, vagamente consciente de d��nde se encontraba. Lo primero que vio fue el pecoso rostro de Zoe, cuyos ojos se iluminaron al descubrir que su hero��na particular por fin hab��a recuperado el conocimiento. La ni��a de la cinta violeta se dirigi�� a Carlos, que estaba sentado en aqu��l peque��o taburete de madera frente a la estaci��n de radio, d��ndoles la espalda a ambas.


ZOE ��� ��Se ha despertado!


���������������������� Carlos se gir�� a toda prisa, a tiempo de ver a la profesora incorporarse llev��ndose una mano a la sien, mientras cerraba con fuerza ��los ojos.


B��RBARA ��� ��Qu�� ha pasado? ��Qu�� hac��is los dos���?


���������������������� B��rbara se qued�� callada repentinamente. Salt�� de la cama y se dirigi�� a la estaci��n de radio. Agarr�� el micr��fono que hab��a apoyado en la mesa, sobre aqu��l peque��o tr��pode, y se lo acerc�� a la boca mientras sus dos acompa��antes la observaban algo sorprendidos por el dr��stico cambio que acababa de dar.


B��RBARA ��� ��Guillermo! Guillermo, ��me oyes?


ABRIL ��� ��B��rbara?


B��RBARA ��� ��Abril? ��Qu�� haces t�����?


���������������������� B��rbara se gir�� hacia Carlos, con el ce��o ligeramente fruncido. Zoe se acerc�� a ella, a��n con los ojos vidriosos y algo enrojecidos.


ZOE ��� ��Qu�� te ha pasado?


B��RBARA ��� No��� No s��. Me ha��� he sentido como un mareo y��� No tiene importancia, cari��o. Ya estoy bien.


���������������������� B��rbara acarici�� con suavidad el hombro de la peque��a, que todav��a parec��a bastante afectada, y se dirigi�� a Carlos.


B��RBARA ��� ��Por qu�� hab��is cortado la comunicaci��n con Sam?


���������������������� Pese a que se hab��a esforzado por resultar suave en su reproche, Carlos era consciente de c��mo deb��a encontrarse la profesora, y se prometi�� ser paciente con ella. B��rbara no hab��a hablado mucho de su hermano con ellos, pero todos sab��an que le hab��a dado por muerto hac��a ya mucho tiempo.


CARLOS ��� Te has pasado m��s de cinco minutos inconsciente. Hemos llamado a Abril para��� para que nos dijera qu�� pod��amos hacer. Est��bamos preocupados. ��Te encuentras bien?


���������������������� La profesora neg�� con la cabeza, luciendo una radiante sonrisa.


B��RBARA ��� ��Que si me encuentro bien? ��No he estado mejor en toda mi vida!


���������������������� B��rbara volvi�� a acercarse el micr��fono.


B��RBARA ��� Oye, Abril. Lo siento, pero voy a tener que colgarte. ��He encontrado a mi hermano!


ABRIL ��� S��, ya me lo ha contado Zoe. Enhorabuena. Me alegro mucho por ti.


B��RBARA ��� ��Gracias! Luego��� luego te llamo y te lo cuento todo, ��vale? ��Adi��s!


���������������������� La profesora se dispon��a a cortar la comunicaci��n con la m��dico cuando Carlos se le adelant��, haci��ndole un gesto con la mano abierta.


CARLOS ��� Espera. Espera un momento. Abril, ��qu����� qu�� hacemos con���? ��Hace falta que le d�� algo, o���?


ABRIL ��� No��� tranquilo. Eso ha debido ser por la impresi��n. Si un caso��� que coma algo dulce. O��� mejor, dadle un refresco con az��car. Pero��� yo no me preocupar��a.


���������������������� B��rbara mir�� a Carlos, todav��a con la mano suspendida frente a aqu��l complejo aparato.


B��RBARA ��� ��Puedo?


CARLOS ��� Hasta luego Abril. Muchas gracias por todo.


���������������������� Carlos asinti��. Zoe les miraba alternativamente, algo m��s tranquila, ansiosa por compartir la buena nueva con sus dem��s compa��eros, a los que Carlos hab��a echado del dormitorio para dejar aire a B��rbara. Ella fue a la ��nica a la que el instalador de aires acondicionados no fue capaz de convencer para salir de la habitaci��n.


ABRIL ��� Adi��s.


���������������������� B��rbara no se lo pens�� dos veces y cort�� la comunicaci��n con la m��dico. Presion�� un par de botones a toda prisa y gir�� con delicadeza uno de aquellos diales hasta que los n��meros que mostraba la peque��a pantalla de LCD que ten��a encima coincidieron con los de la nota que hab��a colgada con cinta adhesiva en la pared de enfrente. La voz de Samuel tron�� de inmediato por los altavoces.


SAMUEL ��� ��Hola?


B��RBARA ��� ��Sam! ��Hola! ��Me oye mi hermano?


SAMUEL ��� ��B��rbara? ��Eres t��?


B��RBARA ��� S��.


SAMUEL ��� ��Qu�� te ha pasado? ��Est��s bien?


B��RBARA ��� S��. S��, s��. Se me ha ido la cabeza un momento, pero��� estoy genial, ya. ��Podr��as���?


SAMUEL ��� S��, claro. Ahora mismo le conecto otra vez. S��lo faltar��a. Lo��� lo hab��amos preparado todo para darte la sorpresa, pero��� quiz�� deber��amos haber tenido algo m��s de tacto a la hora de��� Lo siento mucho.


B��RBARA ��� ��Al contrario, hombre! Te estar�� eternamente agradecida por lo que has hecho por m��. Madre m��a��� a��n no me lo puedo���


SAMUEL ��� ��Ah�� lo tienes!


GUILLERMO ��� ����B��rbara?!


���������������������� La profesora se llev�� una mano a la boca. No pudo evitar que los ojos se le anegaran de l��grimas nuevamente. Carlos y Zoe la observaban con atenci��n, dispuestos a sujetarla si volv��an a fallarle las fuerzas, aunque nada apuntaba a pensar que eso se fuese a repetir, a juzgar por la vitalidad que mostraba.


GUILLERMO ��� ��Est��s ah��? ��Est��s bien?


B��RBARA ��� S��. S��� S��. Guillermo, ��eres t�� de verdad?


GUILLERMO ��� S��, Barbie, s��. Cuando Samuel nos lo cont��, no me lo acab�� de creer. Dios sant��simo��� cre�� que hab��as muerto.


B��RBARA ��� ��Yo tambi��n! Le�� tu carta y��� te��� te busqu�� en M��vet, como me dijo Jaime cuando fui a Majaneh���


GUILLERMO ��� Jaime��� Madre m��a���


B��RBARA ��� Pero cuando��� ����C��mo est�� Guille!? ��Est����� est�� bien? ����l���?


GUILLERMO ��� Guille���


���������������������� A B��rbara le dio un vuelco el coraz��n, y se agarr�� al borde de la mesa. Zoe pens�� que lo hac��a porque iba a perder el conocimiento de nuevo, y la sujet�� del brazo. B��rbara no le prest�� la menor atenci��n.


B��RBARA ��� D��melo.


GUILLERMO ��� No, no. ��l��� est�� bien.


B��RBARA ��� No me mientas Guillermo.


���������������������� Carlos frunci�� el ce��o. No recordaba la ��ltima vez que hab��a visto a la profesora tan seria.


GUILLERMO ��� No���


OLGA ��� Oye, B��rbara. Es verdad lo que dice tu hermano. Guille est�� con nosotros. Mi hermano se ha quedado con ��l. Por eso s��lo hemos venido nosotros dos.


���������������������� B��rbara frunci�� ligeramente el entrecejo. Ten��a sentido que Guillermo le mintiese para protegerla de una mala noticia de ese calibre, pero Olga no ganar��a nada haci��ndolo. De todas maneras, hab��a algo que no le acababa de encajar.


B��RBARA ��� ��Est��is��� est��is bien todos?


GUILLERMO ��� Estamos bien��� Te��� Me he pasado much��simo tiempo busc��ndote, hasta que���


B��RBARA ��� Yo tambi��n. Pero��� pens����� Dios m��o. Todav��a no me lo puedo creer. Tenemos tanto de qu�� hablar���


���������������������� B��rbara respir�� hondo, con los ojos cerrados. El coraz��n le lat��a a toda velocidad tras sus escasos pechos.


B��RBARA ��� ��Est��is��� est��is bien y��� seguros ah�� donde est��is viviendo ahora?


GUILLERMO ��� S����� Es��� es un buen sitio.


B��RBARA ��� ��Ten��is comida��� para��� para aguantar unos d��as?


GUILLERMO ��� S��. Bueno��� no mucha, pero vamos tirando. La ��ltima vez que salimos se nos dio bastante bien.


B��RBARA ��� Pues��� no os mov��is de ah��. ��Entendido? Quedaos encerrados en la escuela de n��utica y no salg��is de ah�� pase lo que pase.


���������������������� B��rbara mir�� a Carlos, que la observaba con una expresi��n que nadie m��s que ella hubiera podido descifrar. ��l era plenamente consciente de lo que vendr��a a continuaci��n, pero no por ello trat�� de detenerla.


B��RBARA ��� Voy a ir a buscaros.


���������������������� Zoe mir�� a B��rbara, extra��ada, y acto seguido mir�� a Carlos, que agitaba ligeramente la cabeza a lado y lado.


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Published on March 13, 2015 16:00