3×954 – Retrovisor

954


 


Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


8 de diciembre de 2008


 


CARLOS ��� ��De verdad que no quieres que la vaya a buscar?


B��RBARA ��� No. Si��� si va a ser peor. Ya me he despedido de ella antes���


���������������������� Carlos puso los ojos en blanco. La partida ya se hab��a demorado m��s de media hora entre l��grimas, preparativos de ��ltima hora y deseos de buena suerte. Zoe no hab��a hecho acto de presencia en todo ese tiempo.


En cuesti��n de un tres o cuatro horas les alcanzar��a el ocaso, ahora que los d��as se hac��an cada vez m��s cortos, y el instalador de aires acondicionados se estaba empezando a poner nervioso. Nadie lo coment�� abiertamente, pero m��s de uno ten��a serias sospechas de si esa no ser��a la ��ltima vez que viesen a quienes estaban a punto de partir. Incluso la propia B��rbara albergaba dudas al respecto, pero con tal de reencontrarse con su hermano, todo lo dem��s parec��a carecer de importancia.


CARLOS ��� ��Entonces a qu�� esperamos? Se nos va a acabar haciendo de noche.


���������������������� B��rbara asinti�� y abri�� la puerta del copiloto de la furgoneta que les llevar��a al desierto puerto deportivo. Maya y Marion se encargaron de abrir los portones traseros del patio del colegio y Carlos encar�� el veh��culo, seguido de cerca por aqu��l imponente remolque. Cerraron tras de s�� y abandonaron la fortaleza. En esta ocasi��n se dirig��an hacia el norte. Seguir��an la carretera de la costa hasta llegar al paseo mar��timo y no parar��an hasta alcanzar el puerto deportivo.������������ B��rbara se qued�� mirando por el retrovisor a medida que se alejaban, viendo empeque��ecer cada vez m��s el barrio amurallado hasta que la propia curvatura de la carretera le oblig�� a volver a mirar hacia adelante.


���������������������� Dentro de la furgoneta se respiraba un silencio tenso. Christian tambi��n les acompa��aba, a petici��n de Carlos. Puesto que el instalador de aires acondicionados deber��a volver solo a Bayit con la furgoneta, un compa��ero armado podr��a serle de gran ayuda. Al ex presidiario le apetec��a distraerse un poco y ten��a mucha curiosidad por ver c��mo se botaba un barco en un remolque. Pronto se demostr�� especialmente acertada la estrategia del instalador de aires acondicionados.


���������������������� El primer infectado pudieron sortearlo sin mayores dificultades. Pese al exceso de carga, la velocidad a la que iban superaba por mucho la de aqu��l pobre hombre, que cojeaba penosamente, pues alguien hab��a devorado la mitad de su gemelo izquierdo durante el final de su vida anterior. Incluso se ve��a parte del hueso a trav��s del pantal��n rasgado, lo que no parec��a importarle demasiado a ��l. Sin embargo, detr��s de ese vinieron otros, y lleg�� un momento en el que Carlos asumi�� que no era seguro seguir adelante, pues para librarse de ellos hubiera tenido que llev��rselos por delante, y lo ��ltimo que necesitaban ahora era un pinchazo.


���������������������� Tal como hab��an pactado antes de partir, Carlos, B��rbara y Christian abandonaron el veh��culo, dejando a Carla y a Dar��o a buen recaudo en la parte trasera. Ellos a duras penas ten��an experiencia con las armas, y B��rbara se sent��a tan en deuda con ellos que jam��s se hubiera permitido ponerles en peligro. En un principio tan solo tendr��an que deshacerse de quienes se acercaban a ellos por el paseo mar��timo, lo suficiente para dejar libre de hostilidad el camino y seguir adelante. Acabaron con media docena en cuesti��n de un minuto, demostrando la utilidad de toda la pr��ctica que hab��an ido adquiriendo en las rondas de limpieza. Sin embargo, el ruido que hicieron atrajo a m��s infectados, desde todos los flancos, y se vieron en la obligaci��n de seguir acabando con ellos antes de retomar la marcha. Esa zona de la ciudad jam��s hab��a sido limpiada, ni por el grupo del Ayuntamiento ni por ellos. Resultaba evidente.


Tras abatir al cuarto infectado consecutivo, Christian not�� por el rabillo del ojo c��mo algo se abalanzaba hacia ��l, y se apart�� r��pidamente, atemorizado. Se gir�� a tiempo de ver c��mo una infectada joven, de la edad de Carla, ca��a a plomo al suelo a escasos cent��metros de sus pies. El ex presidiario frunci�� el ce��o, extra��ado. B��rbara y Carlos estaban al otro lado de la furgoneta, fuera de su arco de visi��n, y muy raramente podr��an haberle cubierto a tiempo de volver a desaparecer tras el veh��culo. De lo que no cab��a la menor duda era que alguien hab��a disparado, y con bastante buena punter��a, a la cabeza de aquella infeliz. No hab��a muerto, pues la bala tan solo hab��a destrozado su nariz y parte de su garganta. Sin embargo parec��a tener serios problemas para ponerse en pie. Christian mir�� en derredor, algo inquieto, pero no encontr�� nada que le llamase la atenci��n. Dadas las circunstancias, decidi�� restarle importancia, acab�� con la agon��a de la infectada, y se reuni�� con sus compa��eros frente al cap�� de la furgoneta Volkswagen.


Carlos neg�� con la cabeza al verle acercarse. Hab��an conseguido deshacerse con ��xito de la primera oleada, pero una nueva horda de infectados ven��a a por ellos. Aunque no les vieran, les o��an gritar. Deb��an abandonar la zona cuanto antes, y as�� lo hicieron, pues con algo de suerte a��n podr��an despistarles atray��ndoles a ese extremo del paseo, y todo aqu��l altercado al menos servir��a para algo.


���������������������� Carla y Dar��o se interesaron por ellos tan pronto recuperaron sus posiciones. Por fortuna, todos los infectados hab��an sido abatidos antes de darles caza. Carlos arranc�� y puso rumbo al puerto deportivo, que se encontraba a escasos dos kil��metros de donde ellos estaban ahora. B��rbara acab�� de abatir a los ��ltimos rezagados que les ve��an al encuentro, pero en esta ocasi��n hizo uso de la pistola con silenciador, con lo cual evit�� repetir la escena que acababan de sufrir.


���������������������� Con todo, consiguieron llegar al puerto deportivo diez minutos m��s tarde del momento de su partida, con algo menos de munici��n y bastante peor cuerpo, pero convencidos de que ahora ya nada podr��a alejarles de su objetivo. Todo apuntaba a pensar que ning��n infectado les hab��a seguido.


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Published on April 13, 2015 15:00
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