Carlos Martín Briceño's Blog, page 7

April 22, 2014

Demonios paganos

Por Elizabeth Montiel Torres en el suplemento Jornada Semanal


Forros FicticiaLas palabras de Anton Chéjov reviven en la voz de la actriz que representa a Sonia: “¡Qué podemos hacer, hay que vivir! Nosotros, tío Vania, viviremos. Viviremos una larga hilera de días y tediosas noches. Soportaremos pacientemente las pruebas que nos depare el destino…” El telón está por descender y anunciar el final de la puesta en escena. De pronto, el tiempo se detiene. El eco de aquel diálogo resuena en los oídos y nos devuelve a la realidad: nuestra mirada recorre las líneas de Matrimonio y mortaja, uno de los cuentos que integran la obra de Carlos Martín Briceño:Montezuma´s revenge y otros deleites.


Las historias de esta antología giran en torno al juego de las apariencias, del “deber ser” claramente definido por la educación moral que reciben los personajes durante la niñez: “Observas las uñas carcomidas, la cutícula rosácea, los pellejos que afean sus dedos. ‘Deja de comerte las uñas’, has vuelto a tu infancia. ‘Mira nada más cómo tienes las manos’. Mamá. ¿Desde cuándo no la visitas? ‘Siéntate bien’. Sólo ella era perfecta.”


Un desfile de demonios (vanidad, negligencia, resignación e hipocresía) acapara las páginas del libro acompañado de olores desagradables que intensifican el fastidio, ansiedad o preocupación de los protagonistas inmersos en una vida llena de insatisfacciones. A lo largo de la lectura pueden escucharse, a todo volumen, canciones de Juan Luis Guerra, Timbiriche, Maná, entre otras, que disfrazan –o se burlan– a la Walt Disney (de) la patética realidad.


El estilo del autor permite seguir la narración saltando súbitamente de las acciones al pensamiento de cada protagonista. Es así como conocemos las verdaderas intenciones de éstos y sentimos en el cuerpo un viento helado que eriza los vellos de la piel cuando alguien pareciera decir: “Todos somos, en menor o mayor medida, un montón de hipócritas, y eso te incluye, apreciable lector.” La venganza del emperador azteca regresa en Montezuma´s revenge para cobrar aquella batalla perdida a causa de la ingenuidad y exceso de confianza: “Cuando Paige se levantó de la hamaca y se puso a lanzar chillidos, me di cuenta de qué había hecho.”


Montezuma´s revenge y otros deleites es una exploración de lo despreciable del comportamiento humano; esa vena de violencia que reconocemos fácilmente en los demás, pero no en nosotros mismos. La prosa de Carlos Martín Briceño es dura, intensa, precisa y de un humor ácido; algo obsesionada con hablar de la frustración que provoca vivir en pareja: “El matrimonio es un organismo criminal: despierta las ganas de matar en los cónyuges”, escribió quien ganara, en 2012, el prestigioso Premio Internacional de Cuento Max Aub por uno de los relatos compilados en esta obra.


 


Archivado en: Uncategorized Tagged: Anton Chéjov, Carlos Martín Briceño, Elizabeth Montiel Torres, Montezuma’s Revenge
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 22, 2014 07:39

“Blanco Trópico”, paraíso al alcance

Por Carlos Martín Briceño


blanco tropicoAunque no vivimos en una isla, los habitantes de la Península de Yucatán, quizá por nuestra condición caribeña, a lo largo de la historia siempre nos hemos mantenido aislados del resto de México, identificándonos mucho más con nuestros vecinos del Caribe. La música yucateca, sólo por mencionar algún tópico, nada tiene que ver con los ritmos del norte de México, pero sí con el bambuco colombiano y el bolero y el danzón cubanos. Lo mismo podríamos decir de nuestra gastronomía, clima, tradiciones y arquitectura. En este sentido, uno entiende que ante ojos fuereños, la Península pueda considerarse como un país aislado del resto de la República, una ínsula calurosa con idioma y costumbres propios y a la que hay que llegar por avión o barco, pasaporte por delante.


Y así es, precisamente, como el narrador defeño, avecindando en Mérida desde hace una década Adrián Curiel Rivera, la retrata en “Blanco Trópico”, su novela más reciente.


Publicada por Alfaguara y presentada con bombo y platillo por Jorge Volpi en la Feria Internacional de la Lectura 2014, esta divertidísima novela es una suerte de autobiografía del defeño y doctor en Economía Juan Ramírez Gallardo, quien, luego de una larga etapa de nomadismo por España y México, siguiendo a su mujer que lo mantiene -una reconocida investigadora argentina-, decide quemar sus naves y venir a probar suerte a la isla de Blanco Trópico.


Para los que habitamos Mérida, leer esta novela es una verdadera delicia, pues desde el primer capítulo es posible identificar ciertos íconos de la Ciudad Blanca que Adrián retrata con enorme ironía: el Boulevard Centella, el Hotel Fiesta Tropical, la Glorieta Bandera, el Circuito Circunvalación.


“Jamás viviría en un lugar tan caluroso como éste”, dice el protagonista cuando, previa a su estancia permanente en Blanco Trópico, él y su mujer deciden pasar unas cortas vacaciones en. Mérida, ciudad situada casualmente en la misma latitud que Blanco Trópico. Lo cierto es que para Juan Jiménez Gallardo (como para gran parte de los extranjeros que continúan llegando a establecerse en Mérida, dicho sea de paso), tanto el clima como los mosquitos constituyen los impedimentos más graves para quedarse.”Chaparrones, turbiones y trombas dejan tras su estela cumulonimbos de voraces mosquitos”, “Te descuidas y te salen hongos hasta en el culo”.¿Será que los yucatecos, de tanto convivir con los zancudos, hemos desarrollado un antídoto natural que nos ayuda a ignorarlos? ¿Es posible que, acostumbrados a los casi permanentes 40 grados centígrados, nuestra piel absorba el sudor de una manera diferente?


Curiel Rivera, hay que decirlo, no es el primer narrador capitalino que intenta novelar las diferencias de la Hermana República Yucateca. Ya lo había hecho antes Juan Villoro en su diario de viaje “Palmeras de la brisa rápida”, donde describe con mucho humor su breve estancia por la Península. La diferencia primordial entre el libro de Villoro y Curiel Rivera es que el de este último, quizás por el tiempo que ha vivido por estos lares, ahonda con mayor profundidad en la cosmovisión e idiosincrasia yucateca.


No es fácil usar magistralmente la ironía para mostrar la realidad que esconden las apariencias. Excepción hecha de Jorge Ibarbüengoitia y Ana García Bergua, a los narradores mexicanos les cuesta trabajo liberarse de la solemnidad en la literatura. Con “Blanco Trópico”, Adrián Curiel Rivera se une al selecto grupo de novelistas que logran hablar de temas trascendentales sin aludirlos directamente, sin dar consejos, cautivando al lector de principio a fin con una novela que se mofa tanto de las ridículas costumbres de las universidades latinoamericanas actuales como de las obsesiones y extravagancias de los habitantes de esta porción de tierra caliente y dura, carente de ríos y montañas.


“Blanco Trópico” resulta entonces una franca, divertida y gozosa novela, más que recomendable, para ser leída esta temporada, acostados en una hamaca, mientras intentamos apaciguar el bochorno primaveral.


Archivado en: Uncategorized Tagged: Adrián Curiel Rivera, Blanco Trópico, Curiel Rivera, Jorge Volpi
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 22, 2014 07:34

Entrevista realizada al escritor Carlos Martín Briceño, a propósito de la inclusión de uno de sus cuentos traducido al francés

premio-max-aub1Nació en Mérida, Yucatán, en 1966. Narrador. Obtuvo el Premio Nacional de cuento Beatriz Espejo (2003), el Premio Nacional de cuento de la Universidad Autónoma de Yucatán (2004) y el Premio Internacional de cuentos Max Aub (2012). También obtuvo Menciones de Honor en el Concurso Nacional de relatos Carmen Báez (1999) y en el Premio Nacional de cuento San Luis Potosí (2008). Ha publicado los libros de cuentos Después del aguacero (La Tinta de Alcatraz, Toluca 2000); Al final de la vigilia (Editorial Dante, Mérida 2003-SEP Libros del Rincón, México DF 2006); Los mártires del Freeway y otras historias (Ficticia Editorial, México DF 2006 y 2008), Caída libre (Ficticia Editorial, México DF 2010) y Montezuma´s Revenge y otros deleites (Ficticia Editorial, México DF 2014)

Cuentos y artículos suyos han sido incluidos en numerosas revistas mexicanas y extranjeras, y en las antologías El espejo de Beatriz (Ficticia Editorial, México DF 2008); Prohibido fumar (Editorial Lectorum, México DF 2008); Un nudo en la garganta. Quince cuentos canallas (Trama Editorial, Madrid 2009); Estación Central BIS (Ficticia Editorial, México DF 2009).

Su libro, Al final de la vigilia, fue seleccionado en el 2006 por la Secretaría de Educación Pública para formar parte de las bibliotecas de aula del programa oficial Libros del Rincón en los cursos de tercer año de educación secundaria.

Actualmente imparte talleres de narrativa en su ciudad natal.



1) Tradabordo. ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?


Carlos Martín Briceño. Soy un escritor tardío. Mi primer libro de cuentos -Al final de la vigilia (2002)-, lo publiqué a mis 35 años. Han pasado doce años y 3 libros más desde entonces y estoy consciente de ya no podría vivir sin escribir. Eso no quiere decir que durante mi adolescencia y juventud no lo hubiera intentado. Lo que sucede es que no fue sino hasta que encontré un taller literario serio (el de Agustín Monsreal) que caí en la cuenta de que yo tenía habilidades y lecturas suficientes para dedicarme a las letras. Como muchos de mis colegas fue el amor a la lectura me llevó a escribir. Cuando terminaba de leer un buen libro y me quedaba reflexionando sobre el mismo, invariablemente cruzaba por mi mente la idea de cuánto me gustaría poder narrar historias capaces de producir en otros lectores las misma sensación de asombro que yo vivía en ese momento.

2) T. ¿Qué clase de lector es?
C. M. B. Soy un lector voraz y selectivo. Leo, en promedio, un libro a la semana. Prefiero la narrativa a la poesía y el ensayo, pero nunca he dejado de leer estos dos últimos géneros. Generalmente compro más libros de los que puedo leer y prefiero el libro de papel al electrónico. Me gusta sentir el olor a tinta de los libros nuevos y gozo enormemente esa sensación fugaz de pasar las páginas por mis dedos. Leo a todas horas y cada vez que puedo: en la cola del teatro, a la espera de una cita, antes de que empiece alguna película, incluso mientras dura la luz roja, frente al semáforo, en el coche, o durante algún embotellamiento. Me gusta alternar a los clásicos con la literatura contemporánea.

3) T. ¿Cuáles han sido sus principales fuentes de inspiración llegado el momento de escribir – ya sean del campo literario u otros?
C. M. B. Mi pasión por la literatura me viene desde la niñez, gracias a los Reyes Magos que solían dejarme debajo de la hamaca historias de Salgari, Stevenson, Mark Twain, Dickens, May Alcott, Julio Verne y Conan Doyle en lugar de juguetes Lili Ledy. No olvido el Drácula de Bram Stoker-en versión completa de editorial Novaro- que aún conservo y que leyera a los diez años y me obligara a dormir con un crucifijo entre las manos durante varias semanas. El cine, por otra parte, también ha sido un elemento esencial en mi formación literaria. No fueron pocas las ocasiones que en los años setenta entré al cine a mirar películas con clasificación para adultos siendo todavía un preadolescente: Si alguien me preguntara a quienes considero mis maestros y la razón por la que se ganaron el título, hablaría de algunos que no saben que lo son, ni se enterarán nunca: Edgar Allan Poe, por su descarnada visión de horror; Chéjov, por la perfecta descripción de sus personajes; Horacio Quiroga, por esa misteriosa exaltación de la naturaleza; Kafka, quien me enseñó que algún día todos vamos a correr la suerte de Gregorio Samsa; Borges, por sus universos paralelos; Bioy Casares, por su aristocrática fantasía literaria; Arreola y Rulfo, (los Juanes, pues), por esa mexicanísima universalidad de sus letras; Cortázar, García Márquez, Sábato, Carpentier, Onetti y Vargas Llosa, por haberle demostrado a Europa que Latinoamérica también existe.

4) T. Cuando escribe, ¿piensa en el « lector », si así fuera, quién / cómo / dónde está?
C. M. B. Pienso en el lector como alguien dispuesto a involucrarse o no en mis historias y que puede estar en cualquier parte del mundo.  Me preocupo por escribir relatos lo suficientemente atractivos como para que ese lector desconocido no me abandone al tercer párrafo. Siempre he pensado que la buena literatura es la que establece un diálogo constante entre el escritor y sus lectores. El escritor serio tiene la responsabilidad de mantener esa comunión con sus lectores con cada nueva entrega.

5) T. Cuando está falto de inspiración, ¿dónde o cómo la encuentra de nuevo?
C. M. B. Decía Julio Cortázar que en literatura no hay temas buenos ni malos, todo depende de quién y cómo los trata. Por lo general los temas de mis relatos se generan por un instante vivido, un recuerdo rescatado, una escena significativa que se me queda rebotando en la cabeza. La mayor parte de mis cuentos tienen que ver algo con mi vida.  Por lo general son situaciones reales aderezadas de ficción. Ocurre también que cuando acabo de terminar un gran libro,  esa combinación de envidia y admiración que siento por el autor me mueve a sentarme ante la computadora. Recién me ocurrió, por ejemplo,  con la novela “Antigua luz” de John Banville.  En una suerte de homenaje a esa historia de iniciación sexual escribí “Quizás, quizás”, un texto de fuerte carga erótica que aparece en “Montezuma’s Revenge y otros deleites”, mi cuentario más reciente. Por otra parte, sostengo que en literatura lo importante no es tanto lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.

6) T. ¿Nos puede hablar un poco del cuento traducido aquí?
C. M. B. “Donde camina la nostalgia” surge de un recuerdo de mi infancia. Yo crecí en el antiguo barrio de Santiago de la ciudad de Mérida, una ciudad colonial cuyo centro histórico conserva añejas casonas. Muchas de ellas hoy están siendo remozadas y ocupadas por extranjeros jubilados, la mayor parte de ellos canadienses y norteamericanos, que vienen al sureste de México en pos de una mejor calidad de vida (gracias a sus dólares) y en busca de nuestro invencible sol. Sin embargo, en mi infancia algunas de esas casonas estaban habitadas por personajes pintorescos que las habían heredado de sus antepasados. La mujer de mi cuento es un ejemplo. Ella existió, estaba totalmente orate y solía sacar a diario sus maletas a la acera esperando que alguien pasara por ella para irse de viaje. Un buen día desapareció y la casa quedó cerrada para siempre.  Nunca le dirigí la palabra a aquella señora, mi madre me lo tenía prohibido terminantemente, pero en mi cerebro de niño nunca me abandonó la imagen desoladora de aquella solitaria anciana decrépita.

7) T. ¿Qué impresión le causa saber que su cuento está siendo traducido?
C. M. B. Estoy verdaderamente agradecido. Me enorgullece que  lectores de otras latitudes, en otra lengua, puedan interesarse por lo que escribo. Sobre todo en francés, que es un idioma que hablo con cierta fluidez y que me fue enseñado por una mujer a la que quise mucho y a la cual le dediqué el cuento “Entre chien et loup”, que aparece en mi libro “Los mártires del freeeway y otras historias”.

8) T. ¿Qué opinión le merecen las nuevas tecnologías en lo que a literario se refiere? 
C. M. B. Todas las tecnologías son bienvenidas. Si el libro electrónico va a hacer que más gente lea, aplaudible. Si el Facebook va a ser utilizado para acercar más a la gente que ama a la literatura, enhorabuena. Si los blogs van a provocar que otras personas conozcan lo que se escribe alrededor del mundo, perfecto. Lo que no apruebo es la sustitución de la verdadera literatura por el facilismo de la internet o la futilidad de las tecnologías de moda. Me explico: ¿Cómo es posible que un texto o serie de textos escritos por un “twitero” puedan considerarse joyas literarias? ¿Podrían imaginarse a Marcel Proust o a James Joyce escribiendo su obra de esta manera?

9) T. ¿Si estuviera en el lugar de Rilke, qué consejos le daría a un « joven poeta / escritor »?
C. M. B. En primer lugar, cualquier aspirante a escritor debe de profesar un intenso amor por la lectura. No existe ya ningún artista naif, mucho menos en literatura. Hay que “contaminarse” de todos los grandes, dedicar horas y más horas a la lectura. En segundo lugar, recomiendo que acudan, aunque sea por curiosidad, a un buen taller literario. Allí podrán constatar que existe técnica para perfeccionar el camino. Podrán tomar y abrevar de otros lo que consideren valioso para generar su propio estilo. Y en tercer lugar, recomiendo que
trabajen mucho. La literatura, como cualquiera de las bellas artes, requiere trabajo y más trabajo: horas de concentración, de revisión, de análisis y confrontación. El cuento, por ejemplo, es de una precisión enfermiza. Hay que escribirlo, leerlo, releerlo, leerlo a otros, corregirlo, aumentarlo y cortarlo. Todo a la vez. Sólo de esta manera es posible generar textos de calidad capaces de seducir a los lectores.
Archivado en: Entrevistas Tagged: Ficticia Editorial, literatura contemporánea, Premio Nacional de cuento, Universidad Autónoma de Yucatán
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 22, 2014 07:30

April 21, 2014

Los desbaratados deleites de un autor amoral

Por Adán Echeverría
Publicado en el periódico La Verdad, 11 de marzo de 2014

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEn literatura lo único que importa, lo único que queda, son las obras escritas. Entre los autores que se involucran y luchan por llevar la literatura más allá de las invisibles fronteras de esta planicie kárstica que es Yucatán, se encuentra Carlos Martín Briceño (n. 1966), cuyos tres últimos tres libros de cuentos: Los mártires del Freeway (2006 y 2008), Caída libre (2010) y Montezuma’s Revenge y otros deleites (enero 2014), lo van consolidando como el mejor narrador contemporáneo de Yucatán.

Decir el mejor, tiene que estar más allá de los Hit Parade que las editoriales buscan meternos en el ojo. La obra de Martín Briceño tiene que ser paladeada para afirmar lo anterior. Si ya con Caída libre, su cuentario de 2010, uno podía ya situarlo entre los autores necesarios de la literatura escrita en Yucatán, en su reciente obra Montezuma’s Revenge y otros deleites, observamos un trabajo tan bien dosificado que al terminar el último cuento, uno tiene que coger el teléfono y compartir la angustia con algún ser querido. Porque el cuento final, Matrimonio y mortaja, es un texto tan honesto y sensitivo, que uno puede notar en la apretada prosa, el deslizarse de las ideas sobre la hoja en blanco sin poder detenerse.

El brinco del personaje-narrador de sus recuerdos a su vivencia actual, mientras camina rumiando el asco que aquella mujer en el hospital, le ha ocasionado mientras ve al amigo, al esposo, consumirse. Atrás quedan los otros cuentos, la música de Timbiriche que tanto harta a una pareja, aquel panfleto del capital comunista chino, los aquelarres de la cacería homosexual, la estudiante turista que blanquea sus huesos en algún sitio del Caribe, la pequeña tripa embrionaria que han tirado al excusado moral, los aspavientos de vendedor y los altos tacones de esa mujer en la carretera, el niño de orfanato y sus pequeños deleites efímeros. Todo dando vueltas en círculos para mostrarnos ese pedazo de humanidad en que nos hemos transformado.


Montezuma’s Revenge y otros deleites es una obra en 10 historias, que al final pueden ser una misma y retorcida historia, la entrelazada historia de una humanidad que no tiene tiempo para condolerse por el otro.


De los escritores yucatecos de esta actualidad, Carlos Martín Briceño, en narrativa, es el autor que más se ha consolidado. Creador avisado de personajes que todos podemos mirar a nuestro alrededor, para deleitarnos con aquellos terribles actos que todos somos capaces de realizar, junto con el autor, ausentes ya de toda moral.


Martín Briceño, Carlos (2014). Montezuma’s Revenge y otros deleites.Editorial Ficticia, México, D.F.


Archivado en: Uncategorized Tagged: Carlos Martín Briceño, Montezuma’s Revenge
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 21, 2014 09:16

The Short Stories of Carlos Martín Briceño

By James Dayton Gunn,


calosThis interesting and talented writer, born in 1966 in Mérida, has published several collections of short stories in Spanish. I will comment here on two of them: “Los Mártires del Freeway y Otras Historias” (Ficticia, México, 2008) and “Caída Libre” (Ficticia, México, 2010). First, however, a warning may be in order. Martín Briceño’s themes are for adults. These are not stories for children or for the squeamish.


Dramatic and Disturbing

The problem for contemporary Yucatecan writers is that dramatic sources are scarce. Life here today in Mérida and in the state of Yucatan is tranquil, and people are honest, normal and nice. It’s quite different in Mexico City, or Ciudad Juarez, or the states of Sinaloa or Michoacan. There’s plenty of drama in those places. But in Martín Briceño’s stories there are no blazing assault rifles, rampant and crazed narcotraficantes or bloody massacres. They are not action and adventure stories. That doesn’t mean they are light-weight comedies or romances. On the contrary, they are dark and disturbing.


The author tells us that his environmental circumstances force him to focus on a more universal theme, “the human condition”. These two collections of stories concern men and women who are usually located in Mérida or in some nearby small town (the most distant place of action in “Los Mártires” is Belize), but what he describes could happen in almost any other place in the world. Perhaps that is why the personages that inhabit his stories are somehow familiar to the reader, even though their circumstances, especially their sexual compulsions and prejudices, can be uncomfortable to the point of being repellent. The following are a few examples.


It Could Happen Anywhere

In “Todas las Tardes” (Every Afternoon) we get a brief glimpse of Catalina, the obese daughter of a recently deceased owner of a store, The Horn of Plenty, which specializes in imported luxuries. When Catalina’s mother dies giving birth to her, the father promises to dedicate body and soul to the business and to his daughter. By the end of this three-and-a-half page story, we begin to understand how literally he fulfilled his promise. In the twenty minutes before the store opens for another day, Catalina lies naked in bed playing with a huge ivory phallus and nostalgically remembering her deceased father.


Strong Women

Many of these stories deal with strong and domineering women. That is certainly the case with the old matriarch in “Helena o la Anunciación,” in which four women (a grandmother, mother, daughter and music teacher) interact in a strange drama. Playing the piano is a tradition in this family and when a new piano teacher is required for the daughter, a beautiful and enchanting foreigner named Helena is hired. As a result, the daughter discovers a new interest in music and the mother develops a growing appreciation (and physical attraction) for the new teacher. This continues until the teacher is living in the house and the neighbors in the small town of San Bernardo are beginning to gossip.


The daughter has a disturbing dream in which a young nude girl is condemned to death by guillotine. Soon after, the grandmother hears the rumors and demands that Helena be fired. Of course, she is. There is no question that the matriarch of this family is fully in control.


The Dark Side

In the longest story in this collection, “Los Mártires del Freeway (Martyrs of the Freeway),” a young police inspector in Merida is assigned the task of tracking down a serial killer of homosexual men. The killings themselves are horrific. The men are first fed delicacies and then tortured, their eyes gouged out, and their bodies thrown into the atriums of the Santa Lucía and San Juan churches. The reader’s first hint that not all is quite right is that the police commander chooses the protagonist, we are told, because he’s “the right type for the job”. This is an early example of numerous ambiguous suggestions regarding the sexual orientation of the inspector, an orientation he himself seems unsure about. The author provides a glimpse into the darker side of relationships and of sex in Merida and elsewhere. As you might expect, the view is not pretty.


In the second collection, “Caída Libre” (Free Fall), we have more views of the dark side of human relationships. In this case, the author focuses on dysfunctional parejas (couples), usually with the female in the dominant role.


One story in this collection that I found especially curious and well done is called “Round de Sombra (Shadow Round).” The scene is Merida, and the narrator is an ambitious and very sarcastic and manipulative young author. He seeks the endorsement of a highly successful writer named Patricia Santiesteban, who he thinks of in disparaging terms as “the oracle,” “an old libertine,” “the adversary,” and so on. He has no respect for her or her work, but his lying obsequiousness seems to be working in his favor. For several years he has been trying to get a publishing house interested in a novel he has written, and his hope is that Patricia will open the way for him. He sees the relationship he aggressively pursues as a series of boxing rounds, in which he repeatedly beats his adversary. In the end, and unexpectedly, it is she who wins the match. It’s a clever and surprising ending, as is the case with all of Martin Briceño’s stories.


Skilled Storyteller

This author is skilled in the development of his stories and in his presentation of unappetizing and disturbing aspects of human relationships. He often uses subtlety and understatement, suggesting that something is wrong without explicitly stating it, yet cleverly making it clear to any perceptive reader just what is happening. This is a writer who has received well-deserved recognition and numerous honors for his work.


For readers who like short fiction of high quality and challenging themes, this is a writer you should not miss.


****

Martin Briceño’s blog, where he writes, “I write to reaffirm my relevance to this world, to feel that my life has meaning.”


Archivado en: Entrevistas
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 21, 2014 07:29

April 7, 2014

El libro de la semana: Moctezuma’s Revenge, de Carlos Martín Briceño

Por Daniel Noemi Voionmaa*


Forros Ficticia¿Recuerdan esas películas en que al final todos sabíamos que algo terrible iba a suceder, pero se terminaba ahí con el hacha a punto de caer sobre el cuello de la víctima o la mujer cayendo por el precipicio? ¿Una imagen lejana que no se sabe a ciencia cierta qué es pero podemos imaginar? En algunas desafortunadas ocasiones ese tipo de final dio pie para segundas partes inverosímiles; no obstante, en la mayoría era simplemente eso: un final que es la vez abierto pero sabido, abierto pero no tanto—más de uno leerá en ellos una metáfora del presente mexicano: el marido que regresa a casa para encontrar a su mujer dormida y borracha frente al televisor y cuando ella despierta le pide que cojan, pero sabemos que no hay concepción posible, porque ya es muy tarde… (“Caprichos”). Eso fue una de las primeras ideas que se me vino a la cabeza al leer estos cuentos duros, violentos, sin concesiones, de Carlos Martín Briceño que llevan el delicioso título de Moctezuma’s Revenge y otros deleites. (El cuento que da su nombre al conjunto de diez narraciones ganó el premio Max Aub se nos informa en la contraportada; más importante, sin embargo, es señalar que algunos de estos cuentos bien merecen la atención de algunos desocupados lectores).Cuando la puesta escena se acaba, ¿qué comienza? O, en otras palabras, ¿qué hay más allá de la literatura? El último relato concluye en un Tío Vania de Chejov, con la certeza (que no es ninguna) que “ qué podemos hacer, hay que vivir”. Así, estos relatos son una reflexión sobre ese dictum. Entonces, nos debatimos entre la liviandad del ser –el humor gris (demasiado en ocasiones) como el de “Hacer el bien”, de una pareja que adopta a un niño por un días en un intento por salir de la desidia burguesa—y la violencia que penetra en todos los intersticios de la vida: “toda felicidad nos cuesta muertos”, concluye el narrador de “Moctezuma’s Revenge”, aseveración irónica en el contexto social actual, pero también irónica en el cuento mismo donde es gracias a la muerte que el futuro se hace posible—en este relato, la perspectiva del protagonista está notablemente construida; su voz, sin dejo de ironía, deviene precisamente lo contrario. Su no saber que sabe es lo que lo redime y lo condena al mismo tiempo.


Esta violencia, lo que nos devuelve la historia como su revancha, impacta de modo particular a los lazos familiares. En esto, Briceño se inserta en una larga y vasta tradición de la crisis social y política (y, bueno, ya lo veíamos la semana pasada con los cuentos de Nettel), que nos habla del quiebre de las relaciones humanas y de la obligatoria violencia que se instituye como único y paradójico factor cohesionador: un tipo que le rompe la cabeza a quien se está cogiendo a quien él quiere cogerse y que termina con la mejor amiga; un hermano que se muere sin que sepamos por qué; un hombre que sueña (o más) con la hermana de su esposa; hijos que no son y que no pueden serlo. Es un mundo que funciona a parte, en pedazos siempre precarios, siempre a punto de romperse.

Briceño intenta dar una visión social más amplia al sentido de sus cuentos y, al pretenderlo, tal vez construye un plano narrativo un tanto demasiado pedagógico. Así sucede en “ Made in China” donde queda claro que nada ni nadie puede funcionar en este mundo sin hacer la vista gorda, sin hacer algún “chanchullo” para que todo siga igual. La desigualdad del mundo. Ante ella, no queda más que someterse y aceptar (ser parte del juego es lo que resulta más conveniente y es en lo que coinciden todos los personajes de estos relatos).

A pesar de este exceso de decirnos cómo son las cosas en lugar de solo mostrárnoslas (¿fue Henry James?), hay una tensión y una potencia de la narración que nos mantiene agarrados y agazapados ante el texto. Como en gran parte de la narrativa reciente, hay un recurso (y un amor) hacia la literatura. No solo Chejov nos da las palabras finales, sino dan vueltas también Borges (cómo no), Banville, Carver, la Biblia. La literatura funciona como el sexo, como en la divertida “Quizás, quizás”: una esperanza de futuro, de cima por alcanzar, pero una trayectoria que se encuentra llena de peligros y escollos a los que el héroe debe sobreponerse. El sexo o su ausencia es la pulsión que nos guía en la vida—nada nuevo aquí, pero la realidad no tiene el deber de ser novedosa diría alguien—y estos personajes lo saben, y muy bien. Pero como también leen y, además, viven en un país que en su imaginación y en sus (in)certidumbres –en sus realidadesficción- supera toda expectativa, nos dan la esperanza de un futuro y de más. Bueno o malo. Vaya uno a saber.

*Daniel Noemi Voionmaa, catedrático de la Universidad de Michigan
Archivado en: Uncategorized Tagged: Carlos Martín Briceño
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 07, 2014 15:58

April 6, 2014

Tus ojos serán silencio o El recuerdo como antesala de la muerte

Por Carlos Martín Briceño


campeche_01Campeche siempre ha estado presente en mi vida. Recuerdo, nada más con evocar el nombre de esta ciudad amurallada, los viajes familiares en automóvil desde Mérida, por la carretera vieja: las ruinas mayas de Edzná que, de repente, aparecían imponentes a lo lejos, como perdidas entre el perene verdor de la selva baja yucateca; las voces recias de los vendedores bekaleños cuando, detenido el automóvil a causa de los topes, se amontonaban junto a las ventanillas para ofrecernos aquellos albos sombreros de jipijapa. Recuerdo, también, el sabor naranjoso del pan de Pomuch al deshacerse suavemente en mi boca de niño y la sensación de peligro que nos invadía a los tripulantes al momento de llegar a las curvas donde remataba la carretera.


Irónicamente, aquellos sinuosos caminos que tanto atemorizaban a mi padre-conductor, eran los mismos que antecedían al tranquilísimo puerto de Campeche, la ciudad donde, dicho sea de paso, había nacido mi madre.


Evoco lo anterior porque luego de leer Tus ojos serán silencio, novela con la que Carlos Vadillo Buenfil ganara el XXXI Premio Cáceres de Novela Corta, en España, volví, sin poder evitarlo, a mis paseos campechanos setenteros, a la visita obligada a los baluartes sempiternos, a las caminatas mañaneras en aquel malecón interminable, al sabor fuerte de los panes de cazón de Puga, al deleite de observar el atardecer desde los balcones del legendario Hotel Baluartes, a la solemnidad del beso frío de mi abuelo, eternamente enfermo en su casa del barrio de Santana.


Escrita a modo de epistolario, con una prosa pulcra y bien trabajada, esta novela de Carlos Vadillo Buenfil, aparte de ser la catarsis de un hombre que padece una enfermedad terminal, es un canto a la ciudad de mi madre, a sus modos y costumbres bañadas por el mar del Golfo, a ese mar sempiterno que va y viene humedeciendo hasta la médula todo lo que toca.


En esta ciudad se aprende, a sugerencia del dolor, que la humedad no solo pudre la madera, el cuero, los cabellos, también las uñas y las coyunturas. Se va metiendo el pastoso sereno a golpe de alientos, a base de agitaciones va inundando tus cavidades como a un pozo seco y deja un rastro roñoso en algunas porciones de la piel, Bengala, como una eterna llovizna que pretendiera horodarla.


A quien este protagonista moribundo le escribe cartas es a su amante Bengala, una teibolera que declama poemas de Huidobro, Pavese y Sabines, una Salomé posmoderna que en la pista blande el látigo bajo las bendiciones de unos acordes guitarrescos de Frank Zappa.


Mientras mis dedos no se anquilosen, le dice, te contaré de mí en esta ciudad, esta nueva Ítaca a la que desembarqué hace un par de semanas.


El narrador aprovechará también este confesionario para contarle a Bengala evocaciones eróticas con sus antiguas amantes:


Estaba sentado sobre su rechoncho cuerpo, dándole duro para sus tunas, apretándole las tetas, emocionadísimo con cada fricción del fierro contra su cosa, y ella… ¿qué creen que hacía?… la nuca apoyada sobre la almohada, divirrrtiéeendose en las páginas de su revista que mantenía en alto con las dos manos para no tocarme.


Y también, porque no, aprovechará las misivas para recordarle a Bengala algunas de sus mejores noches pasionales conjuntas.


Pero nada de eso me importaba, Bengala, ni los accesos de repentina risa (“me río de nada, de nada”) mientras me lamías los testículos, o te embestía sobre el fregadero de la cocina, con tus gafas de sol y tu peluca verde, accesorios que te hacían conseguir hasta seis orgasmos. ¿Tendrías tantos placeres aquella noche que te descubrí con Shirley en la otomana?


Hay un personaje memorable, la Tía Marcia, una revolucionaria del siglo XXI relacionada con las guerrillas sureñas quien, como todos, terminará sus días en el océano, en un pasaje verdaderamente memorable:


En su oleaje rabioso, el mar, bestia gruñona, la recibió babeante, la aprisionó y la fue devorando con sus fauces y sus dientes de espuma, como en un antiquísimo sacrificio. Al hundirse en su naufragio, Marcia supo que el mar, en su fragor, también era capaz de gozarla, penetrándola.


Cuentista de altos vuelos, ganador del Premio Internacional Max Aub 2001, Vadillo Buenfil aprovecha la versatilidad de la novela para contarnos, a manera de las cajas chinas, muchas historias dentro de la gran historia. Asistimos entonces al relato de Sandra, la atormentada mujer quien fuera testigo de la muerte por ahogamiento de su mejor amiga; de “Gonorrea”, un aspirante a poeta revolucionario que reparte pasquines en las cantinas; de Ingrid, la saxofonista que desayunaba a diario helado con café expreso, masticaba a dos carrillos, bebía vino blanco con coca cola, adoraba las películas del Santo, se colgaba un solo arete y nunca usaba calzones, salvo los días que menstruaba.


Tus ojos serán silencio, es también la confesión tardía de un asesinato, el del profesor Zaldívar, hermano de leche del protagonista, en una de las escenas más impactantes de la novela.


Sufrí un tremendo arrebato en el pecho, y mis manos se colmaron de escozor y sangre: apresé sus hombros y lo lancé hacia abajo con furia, con toda mi humanidad. Emitió una ronca exclamación y su cuerpo se perdió en la negrura, rebotando en las escalinatas.


Aunque no nací frente al mar, le dice el narrador a Bengala casi al principio de la novela, mi cuerpo lo ha perseguido como si yo fuera una oleada dispersa por el mundo que buscara reintegrarse al piélago, volver a su primigenia travesía.


Quien lea Tus ojos serán silencio, estoy seguro, no podrá evitar quedar signado por la huella nostálgica del oleaje literario de Carlos Vadillo, por la musicalidad de esta prosa tan a juego con la cita de Cavafis que este genial narrador campechano rescata por boca de su protagonista: vayamos a donde vayamos, siempre nos vamos a llevar el mar adentro.


 Texto leído en Mérida, Yucatán, el mes de marzo 2014, en el marco de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán durante la presentación de la novela “Tus ojos serán silencio”, (Ficticia Editorial/ México DF 2012/ 111pp) de Carlos Vadillo Buenfil, con la presencia de Carlos Martín Briceño, Adrián Curiel Rivera y el autor.


 


Archivado en: Uncategorized Tagged: Carlos Vadillo Buenfil, XXXI Premio Cáceres de Novela Corta
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 06, 2014 09:10

March 30, 2014

Una galería de personajes ruines

Por Agustín Labrada


agustin labradaUna tensión, que llega a polarizaciones agudas, entre los instintos humanos y las normas para domesticar, sostiene el conjunto de cuentos de Carlos Martín Briceño Moctezuma’s Revenge y otros deleites con que el autor mexicano marca su huella en el mundo.


Esta huella la marca desde la confesión de sus personajes-narradores, casi todos en primera persona y representativos de una clase que repelen y acogen; y con sus mismos códigos juzgan ese entramado con rostro de fantasía y bordes bien oscuros.


Por esos bordes de ángulos filosos, por esa oscuridad que a veces disimula la hipocresía, fluye la prosa crítica de Carlos en historias que hurgan más allá de los apacibles ritos cotidianos y se contaminan con frustraciones, odios y sueños rotos.


En estructuras narrativas que casi siempre acaban en el final sorpresa, Martín Briceño puebla sus escenarios (generalmente de estirpe urbana) de conflictos oriundos de la cotidianidad, pero que contienen señas universales como la culpa y el miedo.


El leguaje usado por algunos de los protagonistas es coloquial y revelador de las limitaciones de ese sector clasemediero deformado por la mercadotecnia, la arrogancia y la escasez de lecturas. Ese aire testimonial dota al libro de más verosimilitud.


Hay una carga de egoísmo en cada uno de estos seres cuyo estandarte se dibuja en sus propias ambiciones, aunque para satisfacerlas o alcanzarlas tengan que lacerar a otros físicamente, con pensamientos negativos o con frases de menosprecio.


Aunque parezcan distintos, los protagonistas tienen semejanzas: son inseguros y arrastran un insondable complejo de inferioridad que intentan esconder minimizando (de manera burda y cruel) a los otros para legitimarse ellos en la subjetividad.


Estos cuentos son como una pasarela donde reinan la doble moral, las bajas pasiones y el engaño; y, en su esencia, más que al realismo sucio, recuerdan ciertas páginas de Balzac, Maupassant y Dostoievsky; y películas como Belleza americana.


Franjas de costumbrismo cruzan por estas narraciones en la que prevalece un fondo común: la insatisfacción. Descontentos con su destino, los personajes sacan a flote sus mezquindades y, sin pudor alguno, actúan transgrediendo cualquier barrera.


Carlos Martín Briceño, como James Joyce en Dublineses, muestra una sociedad decadente y estancada, que se ajusta a prejuicios seculares y, sobre todo, intolerante, sin capacidades para reconocer la otredad y con muy poca vocación hacia la autocrítica.


Los conceptos canónicos en torno al bien y el mal se diluyen en la visión y la actitud de los personajes, e incluso las reflexiones sobre algunas injusticias que viven los obreros chinos o el campesinado en el sureste de México se vuelven una caricatura.


Igual que en sus libros anteriores Caída libre y Los mártires del freeway, el autor privilegia la precisión, en una suerte de realismo periodístico, de los datos. Un coche, una botella de whisky, un perfume y una camisa tienen nombres y apellidos.


El cuerpo anecdótico del libro es variado, aunque con mucho peso en la pareja y en la infelicidad de las relaciones carcomidas, porque cada miembro arrastra un horizonte distinto y sólo cede a causa de algún interés o una estratagema vil.


El conjunto está creado con oficio. Diferentes voces narrativas van aportando sus miradas, desnudan el infierno que late tras una escenografía engañosa, en proyecciones identificables de lo que se piensa, lo que se dice y lo que al fin sucede.


Un asesino sin culpas, una europea egocéntrica, políticos corruptos, bandidos rurales, niños enfermos, esposas frustradas, prostitutas de diversa índole, homosexuales, empresarios, amas de casa, artistas en pos del éxito… tejen con profusión un laberinto.


Si bien el cuento que da título al libro, premiada en un certamen español, es una pieza de altas connotaciones, el resto de los relatos, esculpidos con frescura, son indispensables para redondear con armonía y unidad esta obra de Carlos Martín.


Aun cuando se relata desde el narrador omnisciente, no hay mucha lejanía con los lectores, ya que las situaciones abordadas son creíbles y se acoplan a las experiencias de muchas personas que pueden leer estas aventuras con complicidad.


La pormenorización exhaustiva del ambiente, las líneas de espíritu confesional que podrían parecer autobiográficas, la ausencia de escenas fantásticas más allá de algún sueño y los diálogos poco rebuscados convergen en una suerte de realismo.


Antihéroes y víctimas, mentirosos y déspotas inundan con sus valores preconcebidos y su rapiña estas páginas donde la sangre, el sudor y el semen se juntan con el afecto, la incertidumbre y la piedad humanizando cada frase o acción.


Los cuentos de Martín Briceño no crean una poética del escándalo, pero sí ejecutan sublimemente una profilaxis social sin afanes moralistas y dan fe ellos mismos del crecimiento artístico de su creador y sus comuniones con la literatura.


Archivado en: Uncategorized
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 30, 2014 09:22

March 28, 2014

El realista con escalpelo ataca otra vez

adrianCuando hace un año leí Montezuma´s Revenge —relato que obtuvo el Premio Internacional de Cuentos Max Aub 2012— llegué a la conclusión de que Carlos Martín Briceño era un realista con escalpelo. Al releerlo ahora con el mismo gusto e intensidad y conocer los otros nueve textos que la editorial Ficticia reúne en conjunto bajo el título Montezuma´s Revenge y otros deleites, no puedo sino corroborar esa impresión. Briceño es un realista corrosivo, ácido. Un cirujano que practica la vivisección en sus lectores para extirparles los órganos de sus más íntimas seguridades. Un narrador que abre tajos en nuestras zonas de confort.


Nada más fácil y, paradójicamente, más complejo que definir el realismo. Se ha dicho, por ejemplo, que en cuanto sistema estético privilegia la observación directa de lo que describe; que consiste en una especie de espejo que refleja las cosas tal como son, en su exacta medida (en su exacta fealdad, por lo general), sin disfraces ni maquillaje. Y si acaso hay un canon compartido por los distintos realismos literarios, tal vez podría identificarse a partir del método con que se presenta esa realidad para ser creíble, vehiculada por una prosa predominantemente seca y funcional, alejada de circunloquios, eufemismos, exuberancias o los ejercicios experimentales que tan en boga estuvieron en la década de los 60 del siglo pasado.


Dentro del panorama de la narrativa mexicana, se sabe que el realismo es el registro hegemónico desde tiempos del fundador de la novela en América Latina, Joaquín Fernández de Lizardi. A lo largo de los años, ha adoptado varias máscaras: el costumbrismo decimonónico, la narrativa de la Revolución mexicana, la novela de denuncia social, el relato urbano, la épica personal, las tramas policiales y políticas, a últimas fechas lo que se agrupa bajo el marbete de narcoliteratura. Pero, ¿cómo delimitar el realismo ejercido por Carlos Martín Briceño desde que publicara Los mártires del freeway y otras historias, su primera colección de cuentos? Porque no basta con decir que Briceño suscribe con maestría los postulados más generales de esa corriente.


Bajo el enfoque de la lingüística más básica, como ha observado con agudeza Roland Barthes, el realismo literario podría preceptuarse como aquella tendencia estética en la cual el referente, fuera del significante y el significado, crea la ilusión de decirse por sí solo. Vargas Llosa ha afirmado que toda buena ficción es en el fondo realista, ya que incluso el género fantástico habla de nuestros miedos y frustraciones, de nuestros sueños y esperanzas, tan auténticos, de la mano de un buen narrador, que da lo mismo si se trata de una historia de licántropos o de las penurias de un alcohólico que acaba de perder su empleo. La literatura, cuando es original, no se limita a interpretar el mundo tal como lo concebimos sino que le añade un plus. Al cerrar las páginas de una obra maestra, ya no volvemos a ser los mismos, ni los ojos con que vemos las cosas, ni las cosas mismas. Pero si, en última instancia, toda buena literatura deviene realista, el objeto último sobre el que versa, la realidad misma, problematiza todavía más nuestras nociones, pues ese tiempo vital que encarna cada persona en relación con su entorno en un momento histórico determinado, es cambiante y huidizo, difícil de asir, incluso en la cronología y secuencias ordenadas que habilita la ficción.


En este contexto, estimo que la obra de Briceño, más que situarse desde una improbable poética unívoca del realismo, es susceptible de abordarse desde dos vertientes. La de la teleología del autor, por así decir, y la del diseño formal de cada una de las piezas que integran Montezuma´s Revenge y otros deleites. Trato de aclararme: en la referida primera lectura del relato que bautiza la primera parte del título del más reciente libro de Briceño, suscribí el dictamen de quien fuera su prologuista, Gustavo Martín Garzo. En el sentido de que el egocentrismo del narrador de Montezuma´s Revenge era tan inquietante e irrisorio que escapaba a cualquier explicación racional. El amante y asesino de Paige (esa pálida, hedonista y a su modo cachonda inglesa, casi coestelar de la intriga), bajo la perspectiva de la novela negra, era tan banalmente malvado que ni siquiera alimentaba el idealismo de la perversidad como camino de redención; tampoco tocaba fondo como otros villanos del género, engatusados por el poder de la maldad. Su insolidaria indiferencia superaba incluso a Mister Hyde en la famosa escena en la que éste tropieza con una niña, pasa encima de ella y la deja llorando.


El propósito último de los textos de Briceño parece apuntar hacia una reacción visceral en quien lo lee. Al autor le gusta escandalizarnos, provocarnos, enfrentarnos con nuestros miedos y tabúes más profundos, un alto precio que sospecho él mismo tiene que pagar. Si tuviésemos que ensayar una tipología de Montezuma´s Revenge y otros deleites, encontraríamos historias sobre los oscuros deseos reprimidos (“Caprichos”, “Autoservicio”, “Zona libre”); sobre el asco y repugnancia inconfesados que genera la debilidad ajena (el mismo “Caprichos”, “Hacer el bien”); sobre el cinismo sádico o resignado con que aceptamos la explotación de los demás (“Made in China”); sobre la avaricia escondida bajo la falsedad de las buenas intenciones (“Matrimonio y mortaja”), sobre la fatalidad precipitada por la llana estupidez (“Dios los cría”). En suma: sobre lo peor de cada uno de nosotros y el impulso de animalidad siempre latente que nos rebaja como humanos, más allá de la violencia de las circunstancias. Uno de los cuentos, a mi juicio, condensa y ejemplifica de manera muy reveladora la destructiva fuerza freudiana del “ello”. En “Deleites”, el inescrupuloso relator se va a dar unos masajes de servicio completo mientras le practican un legrado a su cuñada. Cuando la paciente y su propia esposa salen del hospital, espoleado por el apetito que le han ocasionado los tocamientos clandestinos, no se le ocurre mejor idea que llevarlas a comer taquitos de lechón. Mientras los tres mastican a mandíbula batiente, él hace cálculos de cómo podría acostarse con su cuñada, envidiando a quien sí pudo cogérsela y la dejó embarazada.


Respecto al tratamiento formal con que Briceño desarrolla sus historias, por la temática y la psicología de los personajes, por la reiterada exhibición de la ruindad humana, por la incapacidad comunicativa y la infelicidad emponzoñada que rigen los actos de quienes pueblan Montezuma´s Revenge y otros deleites, podría inferirse que Briceño es un realista más o menos sucio que engrosa las filas de autores bien conocidos como John Cheever, Raymond Carver o Charles Bukowski. Todo ello a través de una prosa comprimida de sorprendentes resonancias. Sin embargo, uno de los secretos de este cautivador libro, quizá el gran secreto, radica en la originalidad indefinible de su construcción, en la aparente simplicidad bajo la que se entreteje un universo absolutamente personal modelado a base de horas de arduo trabajo y oficio. Como buen realista con escalpelo que ataca otra vez, Carlos no sólo punza la piel vulnerable de nuestras almas, sino que ha sabido también hacer cortes en la dura costra de la tradición realista para abrirse su propio camino. No diré más. Los invito a adentrarse en las páginas de Montezuma´s Revenge y otros deleites.


A modo de corolario. Hace poco, el crítico Sergio González Rodríguez celebraba la aparición de esta obra como una muestra de que las letras del sur son capaces de alcanzar registros de gran calidad. Más allá del bienintencionado centralismo que encubre dicha declaración, que sigue situando a Yucatán en el mediodía pese a ubicarse al norte de la capital del país, opino que la aparición de Montezuma´s Revenge y otros deleites constituye una evidencia de que la buena literatura no conoce de regiones geográficas. Pertenece, más bien, a la patria común de los lectores.


 


 


Archivado en: Uncategorized Tagged: Carlos Martín Briceño, Montezuma’s Revenge
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 28, 2014 14:20

March 6, 2014

Noche y Dia / Venganza de Moctezuma

Por Sergio González Rodríguez


Sergio-Gonzalez-Rodriguez2Como cuentista, Carlos Martín Briceño (Mérida,1966) ha logrado un equilibrio entre la potencia vital y la potencia intelectual. Cada pieza suya reconstruye vivencias de sus personajes, que conforme entran en zonas extremas de violencia, sexualidad o extrañamiento de lo cotidiano superan en su mente lo acontecido a través de pensamientos, percepciones, vislumbres de lucidez o incertidumbre. Sólo un escritor de alto rango puede resolver en pocas páginas la riqueza narrativa que plantea en sus cuentos.


Si bien en los últimos años la literatura mexicana ha presenciado el auge de narradores, cronistas y ensayistas del norte del País, Briceño muestra que desde las letras del sur es capaz de alcanzar registros de gran calidad. Discípulo de narradores distinguidos como Rafael Ramírez Heredia, ya extinto, y Agustín Monsreal, el autor de Caída libre (2010) acaba de publicar Montezuma’s Revenge y otros deleites (Ficticia) en el que reúne 10 historias de madurez expresiva que llevan al lector a confrontar y cuestionar sus propios miedos y perplejidades.


El relato que le da título al libro, ganador del Premio Internacional de Cuento Max Aub 2012, ofrece uno de los mejores textos de su género publicados en las letras mexicanas de los últimos años: una historia de violencia y secretos donde la naturaleza configura la atmósfera para una complicidad necesaria. El vértigo tropical que consuma el crimen perfecto. En este cuento se observa una diferencia clara respecto de los narradores del norte: Briceño sabe mantener una tensión firme que se revela poco a poco, mientras los norteños eligen el golpe súbito desde la primera línea.


Los demás cuentos de Montezuma’s Revenge y otros deleites reproducen un procedimiento renovado: los personajes están inscritos en una trama que o los muestra en el límite de su existencia o los pondrá en una situación de desafío, ya se trate del regreso de los deseos soterrados, la irrupción súbita del peligro, la certeza del asco ante el mundo o el horror presentido que acude a la cita con la fatalidad. La oscuridad del comportamiento humano que advierte a cada instante un trastorno inevitable.


Especialista en recrear espacios, relaciones, episodios de saturación, Briceño acude a la sutileza, la contundencia, la ironía, el sarcasmo que jamás se ven rebasados, sino, por el contrario, surgen bien dosificados para beneficio de la lectura: “No me acuerdo bien del forzado viaje al pantano de Isla Pájaros, pero sí el de los muslos blancos de Paige y el penetrante olor a marisma que colmaba el aire. Entendí el porqué los isleños no acostumbraban ir más allá de El Cielo: allí no había nada que valiera la pena, sólo un fangal capaz de tragarse cualquier cosa. Comenzaba a clarear cuando nos detuvimos frente a una hondonada. Bajé del vehículo y observé: mangle y pantano, un pequeño infierno grisáceo”.


Briceño domina el género cuentístico, y su preferencia por el desenlace sorpresivo no sólo plantea el círculo de la relectura de los hechos, sino que deja cada relato en un punto tan centrífugo y abierto que desafía cualquier obviedad. La convergencia de estas virtudes narrativas, sumadas a su estilo personal (una prosa concisa, contrastante, ajena a la retórica emotiva) dotan de originalidad excepcional a su literatura.


Carlos Martín Briceño, al lado de otros cuentistas superiores de su generación como Mauricio Montiel Figueiras o Edson Lechuga, consuma su vertiente particular de una propuesta de excelencia: un mundo interior, un lenguaje apropiado para expresarlo y una complejidad que asume la forma de sencillez desconcertante. Montezuma’s Revenge y otros deleites ennoblece el oficio de narrar.


Archivado en: Uncategorized
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 06, 2014 15:23

Carlos Martín Briceño's Blog

Carlos Martín Briceño
Carlos Martín Briceño isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Carlos Martín Briceño's blog with rss.