Carlos Martín Briceño's Blog, page 11

September 11, 2012

La violencia silenciosa*

El teatro  Tiovivo, en Mérida, presenta hasta octubre Manual de cacería, de Noé Morales Muñoz, que explora problemáticas sociales de Yucatán: la violencia silenciosa del alcoholismo y el suicidio.


Yucatán se encuentra entre las zonas con mayor índice de alcoholismo y suicidio de la República. Para crear conciencia al respecto, el colectivo Murmurante Teatro A.C.  invitó al dramaturgo Noé Morales Muñoz a integrarse a su laboratorio escénico con el fin de escribir una obra que, sin duda, inquietará a todos los que afirman que en el sureste del país,“no pasa nada”.


De acuerdo con el director, Juan de Dios Rath, el proyecto “parte de la necesidad de pensar la violencia como una condición que nos atañe a todos, a partir de su configuración como fenómeno social en un sistema que la promueve desde el origen pero al mismo tiempo afirma desalentarla”.


Este Manual de cacería está escrito a partir de historias documentadas que aluden a esa violencia sorda que, de tan común, cada vez se nombra menos. Alcoholismo, pobreza, discriminación, desigualdad y suicidio se han vuelto casi invisibles en la península.


La puesta en escena, que contó con la asesoría teatral de Jorge Vargas y con la colaboración del psicólogo forense Paulino Dzib Aguilar, director de la Agrupación de Profesionales Especializados en el Área de Psicología Jurídica, remite a un encuentro con uno mismo y a la posibilidad de reconocer el umbral, esa zona límite de violencia que nos desequilibra y obliga a decidir cruzarla o no para sobrevivir.


Apoyados por botellas de cerveza, grabadoras, casetes, un proyector de acetatos, fotografías y lámparas, los actores – Ariadna Medina, María José Pool, Juan  de Dios Rath – construyen sus historias dentro de un gran contenedor blanco – diseñado por el escenógrafo Jesús Hernández-  que alude al “espacio neutro,  sistémico, de un aula, un cuarto de interrogatorio, pero también al paisaje desolador de una ciudad agobiada por un sol inclemente la mayor parte del año donde las aguas corren subterráneas, donde la blancura de las casas ha sido metáfora histórica de exclusión hacia los de piel oscura”.


La propuesta visual, diseñada por Josué Abraham, utiliza un circuito cerrado para crear una atmósfera íntima que permite al público ser testigo de la manera en que cada actor va construyendo su propia anécdota.


Manual de cacería  requiere de la complicidad del espectador para desarrollarse. Parafraseando a Enrique Serna exige, a manera de un libro de cuentos,  renovar el esfuerzo imaginativo al inicio de cada historia. Producida por Ariadna Medina, la obra reafirma la voluntad Murmurante Teatro A.C. de abordar problemas sociales utilizando formas escénicas contemporáneas en las que se renuncia a crear personajes ficticios para lograr una conexión más directa con el espectador.


*CRÍTICA TEATRAL APARECIDA EN EL NÚMERO 85 DE LA REVISTA “LA TEMPESTAD”



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Published on September 11, 2012 07:23

August 18, 2012

Un nudo en la garganta. Quince cuentos canallas

Por VV.AA.


Aproximarse a un recopilatorio de cuentos de varios autores tiene sus riesgos y la mayoría de las veces son bastante similares. En general, de salida tendrá la impresión de enfrentarse a las mismas casillas especiales del juego de la oca.


Basta con ajustarlas al enfoque de la antología de relatos en cuestión. En este caso como estamos, presuntamente, ante “relatos canallas, malajes, pinches y malevos”, el enfoque ¿malote? predominaría. Veamos como afecta esto al tablero y al desarrollo del juego.


* La oca: aparece cada cierta cantidad de casillas. Podemos decir que da unidad al juego y permite avanzar hacia la siguiente oca. Transponiéndolo a un libro de relatos correspondería con el tema que da unidad al conjunto de cuentos. Aquí se identifica incluso en el propio título como “cuentos canallas”, lo cierto es que esta denominación no significa nada y los relatos no presentan ningún rasgo en común ni en su temática, ni en la edad o procedencia de sus autores, ni tampoco en su ambientación. Por ello proponemos varios títulos alternativos para este libro: “Cuentos en los que no aparece un botijo”, “Relatos que no transcurren en Tanzania” o, este último más claro, “Historias con poco o nada que ver”.


En ciertas versiones el jugador deberá fijarse en los picos de las ocas: si señalan el sentido de la marcha, seguirá hacia adelante, pero si el pico está hacia atrás habrá de retroceder. Pues bien, en la zona de juego que propone este libro la mayoría de los picos están hacia atrás, con lo que avanzar se hace complicado. Por ello proponemos centrarse en las ocas que impulsarán al jugador-lector y que le harán progresar y paladear la lectura. Son de obligada visita cuatro casillas: “Los hombres de mar” de Mónica Lavín,“La utopía extraviada” de Carlos Martín Briceño, “En los labios de los vivos” de Carlos Vadillo Buenfil y “Baldío” deAlejandra Zina. Todos ellos cuentos muy bien construidos, dotados de una atmósfera cotidiana y mágica y ejecutados por autores poco conocidos en nuestro país.


Cualesquiera de los restantes relatos se identifican más bien con la casilla de la posada o la de la cárcel y cuando caiga en ellas tendrá la impresión de que está perdiendo al menos tres turnos.


* Y luego está el laberinto, que obliga a retroceder a la casilla 30 o a sacar un determinado número con los dados para poder seguir avanzando. En este tablero del nudo en la garganta esto se identifica con la selección de autores, que no es que sea heterogénea, es que resulta incongruente. No coinciden en su procedencia (española, argentina y mejicana… pero ¿por qué no caben creadores nicaragüenses, ecuatorianos o colombianos? Casilla del laberinto también es que solo 3 de los 15 sean mujeres, que entre el más viejo y el más joven haya ¡¡¡40 años de diferencia!!! y que inéditos se vean junto a autores de dilatada trayectoria.


* Finalmente, no podemos pasar por alto la casilla de la cárcel (centrada en el tono). En ella deberemos permanecer bastantes turnos hasta encontrar una semejanza entre los cuentos que no existe. Algunos de los relatos menos logrados pretenden ser bizarros (el negro Celso abusa sexualmente de sus hijos) y no pasan de la brocha gorda, otros resultan previsiblemente metaliterarios (diálogo entre el escritor Raymond Chandler y su creación, el detective Philip Marlowe), los hay facilotes y anecdóticos (mi mujer me echa de casa y me dejo sobre la mesilla una bono-loto premiada con cientos de millones que no puedo recuperar) y por supuesto centrados en los bajos fondos del extrarradio (lumpen de arrabal, trapicheos, miedo y ajustes de cuentas).


Hay mucho que desplumar y descuartizar en esta oca para quedarse con el foie.


*Texto publicado en el Blog: Pájaros de papel



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Published on August 18, 2012 07:46

July 18, 2012

El mundo está lleno de seres despreciables

El Premio “Max Aub” para Carlos Martín Briceño


Que un mexicano gane el Premio Internacional de Cuentos Max Aub es noticia. Que este mexicano sea yucateco, es relevante, más aún tomando en cuenta que el campechano Carlos Vadillo Buenfil lo ganó en 2001 y, de hecho, le advirtió a Caros Martín Briceño: “Va a ser la experiencia más inolvidable de tu vida… Te van a detener en la calle para abrazarte, para hablar contigo…”, y así fue.


Todo sucede en una pequeña ciudad española: Segorbe, cerca de Valencia, donde cada año (desde 1985), el ganador del “Max Aub” es reverenciado por mucha gente de la comunidad que incluso paga 30 euros por asistir a la cena de gala que ofrecen en su honor; claro, el cariño viene acompañado por el reconocimiento de los valores literarios de la obra ganadora, ya que el propio pueblo funge como jurado en la primera fase de selección. Así se comprende la curiosidad sobre las minucias de la trama y demás asuntos que, prácticamente, andan de boca en boca cuando el autor llega hasta aquí.


Cuando leo Moctezuma’s revenge, me doy cuenta de que Carlos ya me había contado el argumento a raíz de un viaje mío a Holbox, la isla donde se desarrolla parte de la historia, y capto inmediatamente porqué él no ha vuelto a poner un pie en esa bella isla; aquí vivió escenas criminales con una inglesa de cuerpo menudito, adicta a la mariguana, deseosa de comerse el mundo. Ella y el propio Carlos son los personajes centrales, a cual más de perverso y egocéntrico, y eso no es todo: la historia tiene un 50 por ciento de veracidad.


–¿Quién es el verdadero Carlos Martín? Ahora me da miedo preguntártelo…


–Realmente sí tuve una relación con una inglesa, y a veces tenía ganas de matarla, verdaderamente; eso nos pasa mucho, ¿no? Y no lo hacemos porque estamos educados, por las circunstancias, y bajo esa perspectiva no vamos a ir matando seres humanos como si fueran cucarachas, pero las ganas las tenemos, y este personaje llega a concebir y realizar lo que desea.


–Todo por acostarse con una inglesa…


–Va más allá. No solo quiere tenerla, sino además quiere que haga lo que él quiere y, aparte, que lo ame. Él cree que el cariño se puede conseguir con dinero, y la inglesa no tiene dinero; él la pasea, la lleva a conocer Mérida yla Península, y ella no puede nunca enamorarse de él porque simplemente se presta al jueguito con tal de conocer un país gratis.


–Lo que consigue a pesar de que ambos van de frustración en frustración.


–El tema de la pareja es mi obsesión, y este cuento formará parte de mi siguiente libro que incluso tendrá cierta trama policiaca, y tiene que ver con esa frustración de la vida en pareja, y no solo por las causas más comunes, sino me pregunto qué sucede con una pareja que insiste en permanecer junta. Este cuento, por ejemplo, habla de la frustración tan grande de un tipo que acaba de divorciarse y quiere tener relaciones con extranjeras, pensando que son menos traumáticas, más libres; es un tipo despreciable, pero es un tipo del siglo XXI. Como lo define el prólogo (escrito por Gustavo Martín Garzo, uno de los jurados), estamos llenos de tipos despreciables. Tenemos la idea de que “la pareja te pertenece y puedes hacer con ella lo que quieras”.


–La inglesa (cuyo verdadero nombre se respeta en el cuento) se salió con la suya, y tú ganaste 6 mil euros quince años después, ¡nada mal!


–Es un cuento muy vendible y muy seductor… Tiene una mujer hermosa, provocativa, un poco de sexo, un poco de violencia, un poco de amor… tiene locaciones hermosas… y tiene un trasfondo sórdido que llama la atención…. Parece que está lleno de clichés, pero es la realidad, la gente vive eso. El Hotel Mosquito Blue de Playa del Carmen es una de las cosas más hermosas que puedes encontrar en el Caribe, y en esa época (mediados de los años noventa) costaba 70 dólares, y ahora cuesta 350. Definitivamente Playa del Carmen no era lo que es hoy.


–¿Cuál es la importancia del “Max Aub”?


–Los que escribimos cuento conocemos de la importancia de este concurso. Es el segundo más importante después del “Juan Rulfo” de París, que da 10 mil euros. Ya había mandado antes otros cuentos, pero sin ninguna esperanza. Esta vez llegaron 310 propuestas, yla Fundación MaxAub selecciona, primero, a 50 personas para leer los cuentos, gente de cualquier circunstancia u origen que hace un primer dictamen; después los cuentos finalistas se los entregan a tres jurados que son escritores de renombre, y los encierran durante dos días a leer en un hotel. Ellos deliberan y deciden.


Moctezuma’s Revenge se impuso, finalmente, gracias al veredicto de Gustavo Martín Garzo, María García-Liberón y Eloy Moreno.


–Cuando llegamos a Sergobe, Ariadna, mi esposa, se dio cuenta de que no traía medias para la cena, así que fuimos al almacén principal, atendido por dos señoras mayores, y  una de ellas, al escuchar nuestro acento, me dijo, no me digas que tú eres el mexicano que ganó, y extendió sus brazos preguntándome si me podía abrazar. ¡Eso no existe en Latinoamérica! Ese es el amor que le tienen los españoles a la literatura. Eso pone al  cuento en otros niveles, de veras. Es cuando sientes que ha valido la pena insistir con un género tan difícil como es el cuento. Para mí el premio es como un soplo de aliento.


Conforme avanzó la entrevista, Carlos profundizó más y más en los detalles de la historia que, obvio, no puedo contar aquí. El hecho es que ahora vive felizmente casado con una yucateca, y está a salvo de invertir su jugosa quincena en pasear a jovencitas que dejan traslucir bajo la camiseta sus pezones inquietos.



Entrevista realizada por Eugenia Montalbán para la sección de cultura del periódico El Financiero



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Published on July 18, 2012 07:57

June 16, 2012

Presentan en España obra del mexicano ganador del Premio “Max Aub”

-Madrid, España; 8 de junio.- ”Montezuma´s Revenge” lleva como título la enfermedad estomacal que padecen muchos foráneos a su llegada a México


El escritor mexicano Carlos Martín Briceño presentó hoy aquí su libro “Montezuma´s Revenge”, con la que ganó el XXVI Premio Internacional de Cuentos “Max Aub” 2012, que calificó como su obra “más universal” de las que ha escrito.


En un acto en el Instituto de México en España, el literato (Mérida, Yucatán, 1966) reiteró que este galardón (que se falló el 26 de abril de este año en Castellón, España) “es un aliciente” a un género literario en que ha puesto mucho empeño y en el que cree mucho.


“Montezuma´s Revenge” (editado por la Fundación Max Aub), lleva como título la enfermedad estomacal que padecen muchos foráneos a su llegada a México, sólo que con una “n” en vez de una “c”, que cambia el nombre de Moctezuma, ya que lo puso como lo dijeran los extranjeros.


La historia narra la vida de un yucateco, que recién divorciado y resentido con las mujeres, conoce a una inglesa de la que se enamora, que es además amiga de una española que interactúa entre ellos.


El escritor español Javier Serrano y el argentino Marcelo Luján, coincidieron en la presentación que se trata de una historia divertida, de un personaje que prefiere estar con las mujeres extranjeras porque las considera más accesibles a sus intereses.


El final es dramático, ya que el protagonista se enamora de la inglesa, que es la que al inicio de la historia sufre el mal intestinal llamado en México “La venganza de Moctezuma”.


Serrano consideró que en este cuento, Briceño muestra las influencias que tiene de sus lecturas, entre escritores latinoamericanos del “boom”, hasta los clásicos.


Para Luján, se trata de una historia “de nuestros días, que le puede pasar a cualquier hombre que cae en desgracia al perderse por una mujer”, en este caso de la mujer inglesa.


El autor explicó que el personaje incurre en actitudes patéticas y decide ganar el juego una vez que se ve envuelto en medio de las dos mujeres extranjeras que estudian en Mérida.


Explicó que el cuento reúne situaciones difíciles que una persona común piensa que nunca la van a pasar, o bien que para el protagonista llega a la conclusión de que “la felicidad cuesta”.


“No es un personaje que esté en contra de los extranjeros; es un cuento sobre la universalidad de las personas y las relaciones humanas, lo es también de amor quizá retorcido, y ninguno de los protagonistas sale bien parado, comentó.



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Published on June 16, 2012 08:01

Entrega del XXVI Premio Internacional de Cuentos “Max Aub”

Carlos Martín con Elena Aub

Carlos Martín con Elena Aub


Escritores, pintores, músicos, políticos y demás personas que están relacionadas con el escritor Max Aub y la Fundación que lleva su nombre se reunieron el sábado por la noche en la cena Literaria que anualmente convoca la Fundación Max Aub para hacer entrega del Premio Internacional de Cuentos Max Aub en su vigésimo sexta edición.


Un concurso al que se han presentado 308 cuentos de 22 países, entre ellos Alemania, Hungría, Argentina, Cuba, EEUU y Canadá. El jurado ha estado integrado por los escritores Gustavo Martín Garzo, María García-Lliberós y Eloy Moreno.


En primer lugar se entregaron los premios a los ganadores del XXVI Premio Internacional de Cuentos Max Aub. El segorbino, Antonio Montero Vico, recibió el premio Comarcal, de manos del alcalde de Segorbe, Rafael Calvo por el cuento, “En algún confín incierto”.


Mientras que el Primer Premio, fue entregado por el Diputado Provincial de Cultura, Héctor Folgado al escritor mejicano, Carlos Martín Briceño, por la obra titulada “Montezuma’s Revenge”, por lo cual recibieron 6.000 euros en metálico y, una figura del rostro del escritor Max Aub. Ambas obras ganadoras son publicadas por la Fundación Max Aub.


Acto, que concluyó con un brindis de la presidenta, Elena Aub, tras despedirse de todos los asistentes a la Gala Literaria, porque a partir de ahora será María Teresa Álvarez Aub, nieta del escritor, la nueva presidenta de la Fundación en sustitución de su madre.


Fuente:



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Published on June 16, 2012 07:44

ENTREVISTA RADIOFÓNICA CON CARLOS MARTÍN BRICEÑO

El escritor mejicano Carlos Martín Briceño, ganador del Premio Internacional de Cuento Max Aub 2012, es entrevistado por Radio Escavia, estación radiofónica de Valencia, España.


HAGA CLICK ACÁ PARA IR AL ENLACE



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Published on June 16, 2012 07:25

VENENO DE ARAÑA

Mi abuelo paterno, don Pepe Martín, que gran parte de su vida trabajó en la destilería de la Casa Luis Achurra, nunca leyó a Ernest Hemingway. Esta minucia no le impidió compartir con el escritor su desmedida afición por el ron, llegando a beber, al igual que el estadunidense, más de dos litros de “mata diablo” en una tarde.


Sin importarle la amenazante sombra de la diabetes, solía llevar en el bolsillo derecho de su flus, una chatita de un ron habanero –que aún producen los sucesores de los Achurra en Yucatán –, bautizado con el extravagante nombre de Pizá Araña. Recuerdo que mientras conversaba con nosotros se llevaba de cuando en cuando la botella a la boca y se relamía los labios para que no se le escapase ni una sola gota.


Este ron, rezaba la publicidad de la época, era una bebida que “debía su extraordinario sabor a que reposaba pacientemente por meses en barricas de roble americano”. Yo, que aún no contaba con edad suficiente para degustarlo, moría de curiosidad por averiguar a qué sabría ese destilado que, yacente entre maderas preciosas, se parapetaba tras los hilos de la telaraña. Años más tarde, cuando por fin tuve edad para constatarlo, ya mi abuelo había muerto a causa de una complicación hepática y el Bacardí comenzaba a imponerse como el ron de moda entre los muchachos de mi generación. Tendría que esperar varios años más para probar el veneno del Araña.


La ocasión se dio mucho tiempo después, un día de la Santa Cruz. Ya iba a cumplir treinta años y me había embarcado en la tarea de construir mi casa en las afueras de la ciudad.


“De lo que negociemos esta tarde dependen tu tranquilidad y el precio del metro cuadrado de construcción”, me dijo el arquitecto, mientras destapaba la primera de las caguamas que me encargó para brindar con el contratista y su gente. Y yo, que recién había leído Los albañiles, de Leñero, intuí que nada iba a ser suficiente para calmar la sed de los alarifes, así que cuando a ritmo de cumbia se terminó el tercer cartón de la tarde, no me hice de rogar y mandé al contratista por el desempance. En cuestión de minutos el tipo apareció con un par de botellas de Pizá Araña. Sólo verlas anticipé su gris sabor de nostalgia. Ahora que, la verdad, cuando el ron pasó por mi garganta tuve la sensación de que la ponzoña del insecto entumía mi cerebro. A partir de ese instante, salvo la música que nunca cesó, todo se volvió confuso. ¿En qué momento aparecieron más botellas de licor? ¿Cómo fue que el contratista aceptó terminar la obra por la mitad de lo que originalmente pretendía cobrarme? Hasta la fecha, nada se ha esclarecido y tampoco pretendo hacerlo. Ni siquiera recuerdo cómo fue que volví sano y salvo a casa. Supongo fue el fantasma de mi abuelo quien guió mis acciones. En el recuerdo que conservo de esa tarde todo gira alrededor de la mítica botella del Pizá Araña. Desde entonces, me basta con evocarla para volver hasta allí y asir, una vez más, la mano protectora de don Pepe Martín Cuevas.




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Published on June 16, 2012 07:12

June 12, 2012

EL PODER PURIFICADOR DE LAS PALABRAS

DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO MAX AUB 2012


Carlos Martín Briceño


“El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa…”


La uña, Max Aub, 1976. Fragmento.


 


Supe de Max Aub en la secundaria gracias al empeño de mi maestra de español para aficionarnos a la lectura. La uña aún figura en muchas de las antologías del microrrelato mexicano. 30 años después, para mi regocijo, el jurado del certamen internacional que lleva el nombre de su autor ha distinguido un cuento mío con el premio del 2012.


Emmanuel Carballo, el crítico literario mexicano por antonomasia,  quien a sus 83 sigue tan activo como siempre, cuando lo saludé en la presentación de un libro y aproveché para compartirle mi alegría por haber obtenido este galardón, me confió:


“Ya no hay hombres como él, la estirpe a la que Max Aub pertenecía desapareció con la llegada del nuevo siglo. Todavía lo recuerdo: incansable, hiperactivo, siempre pensando en un nuevo proyecto.  Max era tan prolífico que corría el rumor de que trabajaba en el mismísimo linotipo y que, incluso, ahí dormía”.


Eran otros tiempos, sin duda. Hoy es muy grande la tentación del extravío, eso que Guy Debord, y  luego Vargas Llosa, han dado en llamar “La civilización del espectáculo”.


Este premio, que quiero pensar un guiño venturoso a mi fidelidad hacia la narrativa breve, reafirma mi vocación de perseverar en el cuento, la manera más gozosa de acercar a la gente a la literatura, el género literario donde uno puede – lo afirma Raymond Carver – hablar de lugares comunes y de cosas usadas a diario con un lenguaje sencillo, y dotar a esos objetos – una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer- con los atributos de lo inmenso.


Creo que el cuento es la poesía de la prosa, un golpe de sol en los ojos del lector, un paseo por las entrañas de la naturaleza humana, y que ofrece a la gente – como el aleph de Borges – ángulos inadvertidos de la realidad. Sostengo con Rafael Ramírez Heredia, Beatriz Espejo, Agustín Monsreal, Eusebio Ruvalcaba, Rosa Beltrán, Francisco López Sacha, Mónica Lavín, Carlos Vadillo Buenfil y Marcial Fernández que aunque las editoriales prefieran la novela, el cuento seguirá acompañando a la humanidad, igual que en los antiguos tiempos, junto al fuego.


Corren días de violencia despiadada en el mundo ante la que nadie debería cerrar los ojos. Descabezados, mujeres violadas, criminalización de migrantes,  secuestros y desaparecidos son cosa común en las noticias diarias. Hasta en la apacible Mérida, la de Yucatán, asoma la cotidianidad del horror de aquello que no se nombra: la violencia contenida, el fantasma de la infidelidad, el veneno del hastío conyugal, el inmóvil viaje hacia el suicidio.


Existe en México, en Latinoamérica, una literatura pujante que se abre paso en medio del caos; poesía y narrativa que avanzan por encima de la barbarie, que se nutre incluso de ella para que estos hechos no sean trivializados a conveniencia  de unos pocos o por comodidad enajenante.


Acepto esta distinción en nombre de esta literatura, como un aliciente a todos los escritores que en cualquier parte del mundo, en medio de condiciones hostiles, continúan creyendo en el poder purificador de las palabras.


Agradezco a la fundación Max Aub por convocar, durante tantos años, esta justa de la imaginación; al jurado que apreció mi trabajo; a mis compañeros del Centro Yucateco de Escritores por sus consejos; a mi familia, especialmente a  mi esposa Ariadna, por su paciencia; y a mis hijos, Emilio y Esteban, por darme el pretexto para retornar cada noche a Homero, Lewis Carroll, Kipling, Oscar Wilde, Salgari, Selma Largerlöf  y otros autores inolvidables.


“Escribo por no olvidarme”, apunta Max Aub en su diario el 15 de octubre de 1951: escribir es una manera de preservar la propia identidad, de no volverse por completo invisible de tanto no ser visto por los otros.


Muchas gracias a España por mantener abierta esta ventana para dar a conocer al mundo la literatura del nuevo siglo.



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Published on June 12, 2012 09:57

May 18, 2012

El cielo perdido

Para Mónica Lavín


 Iracema permaneció de pie unos segundos junto a la escalerilla del aeroplano, masajeándose las sienes, ajustándose los lentes oscuros en el calor de la tarde, sin aceptar la ayuda de su marido para descender. “Sabía que iba a afectarme”. Se pasó la mano por la frente, quejándose de un intenso dolor de cabeza que atribuyó al cacofónico zumbido del motor y al reflejo del sol desde el océano.


         Ya en el bungalow, Romero fue a la ventana, aspiró el aire puro de la isla y, recostándose en el alféizar, se felicitó por su elección. Desde ahí, el exuberante jardín sembrado de buganvillas, el sendero de las orquídeas recortadas; mas allá la playa pringada de cocoteros, y el océano de aguas calmas y azulosas le recordaron las pinturas de Gauguin. La Orana María sobre todo, uno de sus lienzos preferidos, y que admiró casi una hora en el MoMA de Nueva York.


El sitio sobrepasaba sus expectativas. En esta ínsula del Pacífico, el delirio cromático del pintor francés parecía aleccionado a cada momento porla naturaleza. Aquítendría tiempo para reconquistar a su mujer, sustraerse un poco del cataclismo de la ciudad y sondear en las profundidades de la más reciente novela del autor húngaro, de nombre impronunciable, que se había comprometido a reseñar. Afuera, con una paciencia de animal cansado, el sol iniciaba su descenso.


                   En el silencio instalado entre los dos, mientras Iracema desempacaba, Romero abrió un frasco de aceitunas negras, sacó la botella de Hendrick´s y preparó dos gin tonic. Ofreció uno a su mujer, que lo dejó olvidado sobre el buró, y tomó asiento en un sillón de rattan, desde donde podía observar a gusto la silueta de Iracema. El tiempo no le había hecho mella. Conservaba las piernas bien formadas, libres de várices, las rodillas lisas y ese trasero firme y redondo que lo trastornaba. Las virtudes del yoga y la ausencia de maternidad habían tenido un efecto benéfico: seguía casi igual que veinte años atrás, cuando la descubrió entre los alumnos en el salón de clases.


Con un doctorado en el extranjero, él iniciaba entoncesla docencia. Lamujer, la carrera de Letras. No fue a primera vista. Se enamoraron con lentitud, recelosos, prudentes, persuadidos por la filosofía de Erick Fromm de que el verdadero amor es un sentimiento donde dos seres se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos.


Sorbió de su copa. La memoria lo retrajo a esa tarde de aguacero en que la mayoría de sus alumnos no llegó a la facultad y aprovechó para invitarla al cine club del campus. Vieron Indochina. Al salir fueron a cenar a un café del centro histórico. Ahí, animado por el vino, le habló de la pulcritud en la fotografía de la cinta, disertó sobre los diálogos que hacían pensar en un guionista talentoso, alabó el acierto del director por elegir a una Deneuve, ya mayor, como heroína de un film que aborda la decadencia del imperialismo francés. Iracema se mostró deslumbrada con todo ese despliegue de erudición, mientras su mirada iba de las manos grandes a la barba cerrada hasta detenerse en sus labios. La edad no parecía importante.


         Ojalá, piensa, al servirse el tercer gin, haya valido la pena haber venido de tan lejos.


         Lenta, la brisa trajo consigo ala noche. Enla penumbra de la habitación, tras un baño de agua caliente y un estoy cansadísima, Iracema se quedó profundamente dormida. Romero la miró con el mismo deseo de todos esos años. La halló, incluso, más hermosa en esa cama colgante, rejuvenecida sobre aquellas sábanas ajenas. Bebió su quinta copa hasta el fondo y decidió tomar una ducha. Se burló de la simplista concepción ecológica de los isleños: el agua brotaba de una caracola.


         Despabilado, fue hacia la hamaca de la terraza y abrió las páginas de la novela que había traído consigo. En un principio le irritó la insistencia del narrador por inmiscuirse en el destino de sus personajes: una pareja en conflicto incapaz de sobreponerse a la pérdida accidental del hijo, y que se refugia en una casa junto al lago Balatn, cerca de Budapest.


Romero dedujo que el húngaro practicaba este anacronismo, combinándolo con profusas descripciones, con la intención de parecer deliberadamente vanguardista, aunque en él, lo único que provocaba era un profundo desaliento. Sólo hasta el tercer capítulo cayó en la cuenta que se trataba de un ingenioso truco al servicio de la verosimilitud. Entoncesse dejó envolver por la trama de la novela. Sumemoria almacenaba las imágenes: el condominio frente al lago, la piscina rodeada de arbustos olorosos, ese sol empalidecido, las armonías del vodka al verterse sobre el hielo y la pareja que buscaba expiar culpas a través una discusión permanente. Ahora era un voyeur del juego que sobrevino en el rellano de la escalera, cuando la mujer quiso huir y refugiarse enla habitación. La entrega fue rápida, instintiva, indispensable para otro comienzo.


        Pesados los párpados, con el libro resbalándosele de las manos, Romero cedió al cansancio. Soñó con Iracema desnuda, acostada de espaldas sobre un camastro, la misma posición de la nativa en El espíritu de la muerte. Luego se descubrió agazapado, mirándola, y justo cuando iba a atacarla, volvió a la realidad. Sudaba. Y tenía una erección. Detestaba la frialdad de su mujer, las escaramuzas del domingo por la mañana que él complementaba con la visita a una casa de masajes, una o dos veces por semana. Hacían el amor con prisas; la mente ocupada siempre en proyectos académicos, varados en ese acuerdo de conveniencia que los ayudaba a seguir adelante con sus aspiraciones profesionales.


El precario equilibrio empezó a resquebrajarse cuando Iracema, al cumplir cuarenta y cuatro, llegó puntual a la menopausia, comprendiendo que no tendrían ya ni la esperanza de un hijo que los obligara a mantenerse juntos. Los meses subsecuentes la relación devino en una silente coexistencia. Más tarde ella anunció que no tenía ánimos para continuar.


          Romero sintió miedo. Ella era la única que lo comprendía un poco, la única capaz de soportarlo. Tenía dificultades para concentrarse en sus artículos y leer sin anteojos. ¿Comenzaba su descenso? Así que sugirió este viaje. Perderla confirmaría su ruina. Por eso se encontraba aquí, de madrugada, intentando leer bajo el manto ambarino del cuarto creciente de la luna, a punto de acostarse junto a una Iracema que, probablemente, ni siquiera ahora, en este rescoldo del paraíso iba a condescender a sus deseos.


En el comedor, el mesero le informó que Iracema había salido temprano a recorrer en bote los manglares. Su disgusto le contrajo la mandíbula. Esepaseo debió ser para dos. ¿Por qué bebí tanto? Le punzaban las sienes, sintió la espalda y cuello rígidos… se había quedado entumido en la hamaca, los lentes puestos, el libro en el pecho, y sólo despertó hasta muy entrada la mañana, cuando la impertinencia del sol cayó sobre su rostro. En su berrinche, derramó la taza del expresso recién servido. El mozo trató de ayudarlo pero Romero se opuso cortésmente. Decidió regresar a las páginas de su novela. Antes de retirarse, dejó un billete de diez dólares y pidió que le llevaran hielo y agua tónica al bungalow.


           Llenó su vaso con más ginebra y se acomodó en la hamaca dela terraza. Ahorala pareja parecía haber establecido una tregua para renovar su apetencia sexual. Y en este punto el autor se enfrascaba en un largo y farragoso retrato del lago y sus alrededores quea Romerole pareció excesivo. Prosiguió la lectura un par de horas. A ratos dormitaba y, en los sueños, confundía su vida conla historia. Elrecuerdo de Iracema llegaba constantemente a su cerebro. Tratando de mantener los ojos abiertos, divagaba y debía refrescar su garganta para desperezarse. Finalmente se durmió.


           Cuando abrió los ojos era noche. Oyó el mar y sintió la piel fría. El libro había caído, las páginas estaban cubiertas de arena. Se inclinó para recogerlo. Al levantar la mirada vio luz en el cuarto y se puso tenso.  Dispuesto al reclamo, se encaminó haciala habitación. Seimaginó gritándole, sacudiéndola, echando en cara ese mutismo suyo al que atribuyó el desastre de la relación, pero antes de poner la mano en el picaporte, cayó en la cuenta de que todo era enormemente cursi, una escena salida de la pluma de Toni Morrison. Y el viaje había sido demasiado largo como para agotarlo en discusiones.


           Abrió la puerta, llegó despacio a la cama donde Iracema leía Deseo, de Elfriede Jelinek. En otra ocasión le diría qué piensa dela austriaca. Se sentó al borde de la cama y pidió disculpas. Iracema cerró el libro y lo miró con lástima. Dejó que pasaran unos segundos sólo para decirle que se hallaba verdaderamente cansada. Romero quedó en silencio, inmóvil, aguardando que las palabras fluyeran voluntariamente de su boca. Permaneció así hasta que escuchó:


—Mañana la pasamos juntos, lo prometo; despiértame temprano para nadar —al tiempo que ella desapareció bajo las sábanas.


         Al amanecer se acercaron juntos a un mar frío, discretamente turquesa bajo el sol que vacilaba en asomar por completo. Iracema se zambulló sin mayor trámite, pero él prefirió quedarse cerca de un cocotero, mirándola. Volvió a la novela y al rato ya estaba cabeceando, lidiando con una historia que no acababa de convencerlo. Había leído más de la mitad y no vislumbraba aún cual habría de ser el desenlace de estos amantes que buscan en el sexo redención a sus errores. Dejó el libro y dormitó un instante. Despertó inquieto y buscó con la mirada la figura de su esposa. La vio pequeñísima, ondulante entre el azul movimiento de las olas. Tuvo la impresión de que se la tragaba el océano. Nervioso, se puso de pie y fijó bienla vista. Lairidiscencia del sol y el sudor que mojaba sus pestañas le impidieron hallarla al primer intento. Después la descubrió nadando hacia la orilla y corrió hacia ella. La vio salir con el miedo impreso en el rostro y presintió que no se había equivocado.


                   —¡Me jaló! ¡Me mordió! —dijo exaltada, llorosa.


          —¿Sucedió algo?


          —¡Tú y tus idioteces de venir  hasta aquí! —señaló una herida en la planta de uno de sus pies.


         Romero quedó sin saber cómo responder. Petrificado. Fueron unos segundos, pero tuvo tiempo para vislumbrar una vejez sin Iracema. El futuro siempre es una mierda. “Y el amor finaliza tan pronto como sentimos a un ser limitado”, resonaron en su cerebro las palabras de Nietzsche. ¿Por qué no la devoró el mar? Me toca ser un viejo abandonado. Qué remedio.


        Enseguida la estrechó contra sí y la condujo con firmeza al bungalow. Sin dejar de sollozar, la mujer untó su piel húmeda a la del hombre y se dejó llevar hacia la cama colgante. Sentirla tan suave e indefensa sobre las sábanas le hirvió el cuerpo. Y sin dar tiempo a reaccionar, le quitó el traje de baño y se le encimó. Fue un acto breve y seco, un estallido encubierto por la soledad de la isla y los rumores del océano.


       Aún desnudo, sin hacer caso del llanto apagado de Iracema, Romero se sirvió otro vaso de ginebra y salió una vez más a la terraza para continuar la misma, interminable historia.



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Published on May 18, 2012 12:03

May 15, 2012

Reflexiones sobre un lector de Carlos Martín Briceño

Con Los mártires del Freeway comenzó a sucederle a Carlos  Martín Briceño algo que no le había sucedido a ningún yucateco de su generación dentro o fuera del Estado: aparecer en las listas de los más vendidos en la librería tal o cual de la capital del país. La coronación fue la 2ª reimpresión siempre realizada por su editorial no yucateca y el Ayuntamiento de Mérida.


 Esto equiparaba  a Carlos a quinceañero millonario y quisquilloso…todos querían estar junto de él  para aparecer en la foto y gozar de sus quince minutos de fama como escritor.  Carlos que se ha abocado a describir el pensar, sentir y actuar de ciertas clases medias yucatecas, sabe bien de que hablo.


   Con Los mártires del Freeway Martín Briceño comenzó a ver realizado su anhelo (suena a letra de bolero), de ser famoso y exitoso. Lo cual es válido para cualquiera que trabaja tesoneramente y sobre todo a quien como él, se aplica disciplinadamente a tallerear sus textos en un (valga el atropello) taller literario.


  Freeway también significó para Carlos enfrentarse a su Mister Hayde: ser escritor y dejarse de preocupar sólo de los chismes de los famosos de la literatura; comenzar a reflexionar sobre la escritura literaria más allá de los lugares comunes, pero célebres: Borges, Cortázar, Paz, Kundera, Saramago y el que se ponga de moda este fin de semana; huir del canto de las sirenas formado por todos esos “ebullentes”  académicos en ciernes engolados y estirados, como si estuvieran planchados con mucho almidón, que se han  formado en las universidades  locales y que sin tener la formación, cultura y erudición de aquellos que fueron en las letras yucatecas: Mediz, Abreu, Peniche, Lara, Amaro etecé, etecé, etecé…se sienten superiores  a éstos y se mueven como si el aire de la península no se los mereciera y por supuesto, menos nosotros los simples mortales. Desechar el delicioso caramelo de las cofradías, o quedar simplemente para el resto de su vida como Dr. Jekyll.


  A partir de este primer volumen editado por Ficticia presentí como lector que Carlos comenzaba a elaborar su propio bestiario social. Con la aparición de Caída libre el presentimiento cobró forma húmeda y calurosa. Porque el calor, la humedad y el placer obtenido sin importar los medios que se utilicen para ello, ya sea desde un falo de marfil comprado a un gitano, sentarse a defecar mientras se espía al vecino guapo y buenón o, ejecutar a Bach en vez de Satie que como el consolador de marfil llega a la protagonista por manos extranjeras, es válido, reviéntele a quien le reviente (como suelen decir ciertos artistas yucatecos)…porque el placer es un derecho inalienable y en estos tiempos se consigue como  se puede más que como se debe, a aunque a veces se consigne a quien lo obtiene…


  Para Eusebio Ruvalcaba, Carlos es un escritor de altos vuelos. Para Beatriz Espejo tiene calidad y sutileza en el dominio del tema erótico.


 Literatura con visos cosmopolitas  -porque así lo quiere el autor-, que transcurre entre el sopor del mediodía, el después de varias copas de un merlot, piscinas y entregas sexuales demasiado “pensadas”, intelectuales, que nos llevan a preguntar ¿así se obtiene mayor placer?, ¿engarzando palabras que suenan poéticas cuando estás sobre el guayabo haciendo siqui-siqui?


 Desde que recibió el premio Beatriz Espejo, le comenté que su literatura me recordaba a mucha de la que, en sus inicios, publicó Joaquín Mortíz en su serie El Volador…por lo del martini en mano y el fin de semana en la casa de campo.


  Caída libre ha sido, porque así lo ha manejado el escritor, una especie de best seller, algo como nunca había sucedido en el Yucatán contemporáneo: entrevistas por todos lados y en todos los medios, declaraciones con algo de snobismo y pose de estrella de telenovela, mención intermitente que se forma parte de las listas de libros más vendidos en la semana, expectativa, misterio, emoción, alfombra roja y flashes de paparazis y en medio de todo esto (santificado sea su nombre), el escritor como estrella postmoderna siglo xxi.


Con Carlos Martín Briceño la literatura en Yucatán se torna todo un evento social y cultural, al estilo de la fallecida Susana Berrón. Bien, si así lo quiere. El único problema es que su literatura se vea empañada por tanto flash. El manejar el arte como un producto de consumo es una especie de performance que iniciaron en los años sesenta del siglo xx, con declaración a la prensa y  todo eso, Carlos Monsiváis y José Luis Cuevas.


 Lo único que no nos ha aclarado el escritor Martín Briceño es si asumió a su Mister Hyde o simplemente tuvo miedo, terror, horror, pánico y decidió ser simplemente Dr. Jekyll. Pero independientemente de lo anterior, esperamos, como lectores,  más cuentos, más libros, más literatura de Carlos Martín Briceño. (Fernando Muñoz)



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Published on May 15, 2012 16:43

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Carlos Martín Briceño
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