Leonardo Padrón's Blog, page 22

May 26, 2016

Una mujer con dignidad

Es breve en su estatura. Y humilde. Tiene porte de abuela. Una abuela estrecha, macilenta. Sinceramente delgada. Posee los surcos honestos de la vejez. No lleva cartera ni adornos. Apenas la cubre un vestido de diario. Un vestido de esos que se usan para el oficio de la casa, ir al mercado, oír radio y acumular olvidos. Un vestido donde hacen explicitas señas sus huesos. Huesos afilados que limitan con su precariedad. Es un ama de casa de Apure. Todo en su estampa transpira una vida sencilla, sin posesiones. Toda ella representa una pobreza compacta. Es una mujer en sus setenta años, que aprendió a no tener mayores ambiciones. Hoy solo pudiera aspirar a que sus tiempos finales transcurran con cierta paz. Pero nunca pensó que a su país llegaría la revolución. Y entonces, algo tan simple como comer ya no es simple. Luego de malbaratar largas horas para comprar alimentos, en sus manos tiene apenas un paquete de Harina Pan y un yogurt. De ese tamaño es su mercado. Aparte de esos dos productos, valga decirlo, ahora carga el bulto de su desolación.


La señora con porte de abuela declara frente a un micrófono lo que le ha ocurrido. Ella, como tantos venezolanos, firmó la petición para activar el referéndum revocatorio. Ella, como tantos venezolanos, está asfixiada por el humo rojo de la crisis. “Estoy pasando trabajo”, dice. Pero su simple derecho a exigir algo que está en la constitución fue castigado por el magnánimo gobierno de los pobres y el esclarecido presidente obrero. “Viejita, a usted la sacaron del programa Madres del Barrio”, le dijo la cajera. Ya no le van a dar los 9 mil bolívares que le corresponden en mayo. Ni en junio. Ni más nunca. Por eso. Porque firmó. Porque dejó por escrito una opinión. Pero no se arrepiente. Su desolación solo abrió una nueva zanja en su ánimo. Una zanja de rabia. “¿Yo les voy a dar mi resto de vida, se las voy a vender, por 9 mil Bs. mensuales? ¿Quién dijo que yo me le tengo que estar humillando a ese hombre? (Maduro)”. Un arresto de dignidad conmovedor.


La abuela de Apure no piensa vender su conciencia por una limosna cada 30 días. Venía de recibir golpes en la cola del mercado, de comprar un yogurt que no quería, de pagar lo inaceptable, de derrochar horas de la poca vida que le queda y, entonces, hoy se entera que le han mutilado sus precarios ingresos. A la pregunta del periodista sobre cuál cree que es la solución a tanto agobio nacional, responde con la nitidez de una bala: “El referéndum, para que se vaya”. Lo dijo tres veces más, como ensayando alguna inflexión que funcionara: “Que se vaya/ que se vaya/ ¡que se vaya!”. Ninguna otra idea circulaba por su mente. Y agregó algo lapidario: “No hay presidente en el país. No hay gobernadores en los estados”. Era la orfandad como certeza. “Soy una mujer enferma, tengo los huesos salidos por donde quiera, tengo problemas con la columna. Mi hombre estuvo hospitalizado tres veces y en todo ese tiempo no he tenido vida. Desde el año 94 tengo un hijo enfermo, bajo tratamiento”. Un cuadro de vida implacable. Y ahora este penar por los anaqueles de comida. Pero no quiere dádivas. No quiere mercadear con lo que siente. Prefiere ser fiel a sí misma.


Finalmente, el periodista le pregunta a la abuela con cara de abuela si tiene algún mensaje que enviar. Y ella, sin dudarlo, con la pobreza masticando sus palabras, con el desaliño de su cabello, dibujó un gesto en al aire y dijo: “Yo le quiero decir a los venezolanos que dejen la ignorancia. A ese hombre hay que sacarlo. ¿Vamos a dejarlo mandando dos años más? ¿A la vuelta de dos años va a haber gente aquí? ¿Qué van a comer?”. Y más adelante ella misma se las amañó para responder: “Mierda”.


La dignidad no necesita títulos académicos, cuentas de ahorro, ni curules parlamentarios. La dignidad solo sabe que comer mierda no es una opción. Jamás.


Leonardo Padrón


Por CaraotaDigital – may 26, 2016

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Published on May 26, 2016 02:30

May 20, 2016

La palabra prohibida

Es una palabra que se coagula. Que parece alquitrán. Una palabra que huele a ácido. Que suda gas, censura, represión y muerte. Dictadura. Esa es la palabra que está rebotando en los tímpanos de los venezolanos, que circula como un insecto oscuro por las alacenas de alimentos, que se asoma como una mancha en las páginas de la constitución, que es garrapateada en las paredes de las universidades y pronunciada cada vez con más volumen por periodistas y analistas políticos. Dictadura. Es lo que reflejan los mensajes y videos en las redes sociales de gente que relata su agobio ante la feroz crisis que vive el país. Dictadura. La palabra tabú. La palabra altisonante y temida. La palabra que ha cruzado tantas veces la historia con su estela de sangre, presos, persecuciones, cancelación de libertades y ruina económica. Dictadura. El sustantivo que mejor define al gobierno de Nicolás Maduro y su grupete de militares, corruptos y advenedizos. Dictadura en las leyes que se ignoran, en las que se imponen, en las que se inventan. Ya muchos dirán que lo habían advertido años atrás. El “yo lo dije” de rigor. Pero es lo de menos quién la pronunció antes. Ya qué importa. No se trata de adjudicar medallas a los “visionarios” o fustigar a los recién llegados a la certidumbre. Se pudiera argumentar que tres años atrás todo era menos extremo, que aún había resquicios democráticos, que incluso hoy todavía quedan dos o tres rendijas, alguna formalidad mínima, un punto y seguido por definir. Pero mejor es sincerarnos.


El país está en manos de un hombre aterrado ante la creciente posibilidad de quedarse sin trabajo, un hombre dubitativo y tembloroso ante el torbellino que lo envuelve. Un hombre perdido y, por lo tanto, peligroso. Un ejemplar rabioso chapoteando en su propio fango. Alguien que deja caer estridencias sin sentido. Un hombre sin argumentos cercanos a la coherencia. Un hombre frente al abismo de su propio fracaso. Al que solo le queda gorjear algunas consignas prestadas, con olor a naftalina y tiempo vencido. Le queda la retórica. El incendio de un populismo devenido en estafa. Un hombre que decide hacer una rueda de prensa internacional para quejarse de “los ataques” del mundo. Un tipo plañidero que le estalló en las manos el letal proyecto de su padre político. Maduro ha descubierto, rápidamente, que la herencia era solo veneno. No había épica. No había historia nueva. Ni gloria posible. Solo un nuevo, extenso y fúnebre capítulo que la palabra revolución añade a su prontuario.


En esa rueda de prensa, el hombre, con sueldo de presidente, ante la pregunta de una periodista de Reuters sobre el tema económico (el implacable huracán que nos azota) la regañó sutilmente e indicó que ese era tema para otro día. Como si la ruina económica del país permitiera otro día. Como si cupiera otro viernes más en lo inadmisible. Lo importante allí, en esa rueda de prensa, era seguir haciendo gárgaras de víctima. Una víctima de la que, parece insinuar, todos debíamos condolernos. Maduro se apuró en transmitir un vídeo que, según su preclaro manejo del idioma, era un “resumen sintético” de los agravios de la villanía que lo cerca. Resultaba poco menos que vintage, risible y fuera de contexto ver a Pedro Carmona Estanga en ese video. Resultaba ofensivo ver a Maduro y su talante de alumno extraviado, con su estribillo gastado, sus argumentos de óxido y chatarra. Obsceno verlo ondear el pequeño libro de la constitución para justificar el tamaño del desastre. Ominoso verlo tan pendiente de sí mismo, de su permanencia en el poder, de la necesidad de sobrevivir su lapso presidencial. Él defendiendo su trabajo, indiferente ante la horrísona realidad nacional, ante el día a día ciudadano, ante lo que significa, gracias a su insuperable torpeza, ser hoy residente de este país. Recordemos que Maduro ya ostenta el oscuro honor de haber mutilado las expectativas de al menos una generación de venezolanos.


Todo en este momento es tan abyecto, tan intolerable, que no se puede concebir que ese hombre privilegie su supervivencia política por encima de las muertes que día a día ocurren por escasez de medicinas y exceso de balas. Se está acumulando en las ventanas del mundo electrónico una colección de vejámenes que acomplejarían a cualquier mente de frenética imaginación. A cada hora las redes sociales se llenan de testimonios en primera persona que dan cuenta de la onda expansiva del hambre. Gente que llora públicamente y sin tapujos su tragedia íntima. Gente que rumia el escándalo de su impotencia. Gente que siente que el mundo debe saber. Gente que dice que no puede más. Gente con la voz rota. Y mientras tanto, Maduro acusa aquí y allá, dice Ramos Allup, dice Capriles, dice basura, escupe hojarasca, derrama amenazas, se pone estentóreo, absurdo, se balancea irracional y jura que ahora sí, que es el momento de profundizar la revolución. Que ahí viene el coco. Como si el venezolano no se topara todos los días con un desfile de monstruos de inusual calibre e indecencia.


¿Y qué es profundizar la revolución? Elevar el descaro, hacer caída y mesa limpia con lo que queda de democracia, clausurar la Asamblea Nacional, incrementar las cifras de presos políticos, exasperar la represión, expropiar los restos de la empresa privada, suspender las garantías constitucionales. En resumen, militarizar el breve oxígeno que nos rodea. En definitiva, descorrer el telón y mostrar con sombría fanfarria la aparición de la palabra prohibida: dictadura.


La palabra negra. La palabra que muchos no se atrevían a pronunciar para evitar el peso de su lápida. Dictadura. La palabra que rebota con escalofrío en los tímpanos de los venezolanos. La palabra que tiene espinas en todas sus letras. La palabra que debemos neutralizar a toda costa.


Leonardo Padrón


Por CaraotaDigital – may 19, 2016

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Published on May 20, 2016 07:38

May 12, 2016

El mismo

El mismo que anunció que si la oposición ganaba el 6D el país se incendiaría por los cuatro costados. El mismo que todos los días se encadena para decir que derrotará la guerra económica y cada día hay más economía de guerra. El mismo que grita estridencias y promesas que nunca cumple. El mismo que dos veces por semana vocifera que tiene las pruebas de lo que sea y jamás lo comprueba. El mismo que habla de la patria grande en un país que se empequeñece a cada minuto. El mismo que decreta zonas de paz y funda la impunidad de la guerra. El mismo que anuncia que se ocupará personalmente de la economía y de la crisis eléctrica y entonces todo mengua, todo se paraliza, todo se agrava. El mismo que reta a los dueños del hampa a entregarse en 72 horas y genera una larga carcajada nacional. El mismo que ya no sabe qué hacer con tanto caos, tanto desacierto, tanta penuria. El que colecciona magnicidios de ficción. El fanfarrón de casi dos metros. El guapetón fallido. El inventor del autogol. El que vocifera consignas antiimperialistas mientras su jefe cena con Obama. El de los dislates verbales. El del carisma bajo cero. El procaz, el homofóbico, el que gruñe adjetivos gruesos mientras el sol le da la espalda. El incapaz de generar sosiego. El incapaz, a secas. El que no entiende qué hacer con tanto. El que sabe en lo más recóndito que ya su causa está perdida. El que se quedó sin país. El incompetente mayor. El de la triste figura. El que perfeccionó el desastre de su padre. El mismo que ya todos repudian.


Ese.


El dictadorzuelo que no se atreve a ensayar su forma de decir adiós.


Leonardo Padrón


Por CaraotaDigital – may 12, 2016

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Published on May 12, 2016 12:18

May 7, 2016

Entre excesos y desvaríos

Los venezolanos nunca olvidaremos el vértigo de estos tiempos. El país envejece más rápidamente que nosotros. Es lógico, los excesos desgastan. Y este es un mapa borracho de violencia, torpeza y deshora. Ya ni se alimenta bien. Pasa horas al sol, como un lagarto prehistórico, en colas que se agigantan. El agotamiento también es una arruga. Todo le ocurre con sobresalto. La noticia, en esta latitud, es un río salvaje que revuelve y estalla de un lado a otro. El único motor productivo que está funcionando en Venezuela es la fábrica de malas noticias.

Somos un país avejentado por el absurdo.


***


Las decisiones de Nicolás Maduro son tan estrambóticas que, aparte de estupor, generan hilaridad. La medida de decretar tres días no laborables para el sector público ha sido pasto de chistes de todo calibre. Hasta James Corden, el comediante británico, le sacó provecho en un programa de televisión: “Si usted necesita días libres, solo tiene que mudarse a Venezuela”. Y agregó, con sorna implacable: “Tener apenas dos días de trabajo a la semana es genial, porque uno solo hablaría lo necesario en la oficina. Día uno: ¿Cómo estuvo tu fin de semana? Día dos: ¿Algún plan para el fin de semana?” Risas sonoras del público.

Uno también ríe. Un poco. Acto seguido, sobreviene la vergüenza.


***


Llego a la planta baja de un edificio que alberga consultorios médicos y oficinas. Tres hombres esperan el ascensor. Forman una media luna mientras aguardan. Para atenuar el silencio, uno le busca conversación a otro, de rostro ceñudo y lentes de pasta. Apela al tema del momento.


-¿Firmaste?

-No…Yo soy chavista.


Le quito la mirada a mi celular.


-¿Y qué te parece cómo está el país?- , contraataca el promotor del diálogo.

-Muy mal.


Ajá. Alivio. Veamos.


-¿Y entonces?-, repregunta quien es ya el vocero oficial de mi inquietud.

– Así seré de chavista.


Desconcierto general. Pero no lo dice con orgullo. Su respuesta descuelga un mohín casi triste. Llega el ascensor. Entramos. Intervengo. Venía de ver el video de la agresión a Chúo Torrealba por parte de unos cabilleros del régimen. Los mismos que un “comunicador social” de Zurda Konducta felicitó con un “saludos a los camaradas que se portaron a la altura del compromiso”. Le comento el episodio. Pido su opinión. El hombre baja la vista. Nada dice. Tercer piso. Salen todos.


El fanatismo no necesita justificarse.


***


En la misma ciudad furiosa donde vivo, la belleza también ocurre. Este año el Festival de la Lectura Chacao tuvo las características de un milagro. Las condiciones para realizarlo eran tan adversas que solo una manada de testarudos podía lograrlo. La demonizada empresa privada, las embajadas (incluso la del vil imperio), las editoriales, y la propia alcaldía echaron el resto para impedir que desapareciera uno de los más entusiastas eventos de ciudadanía que posee Caracas.

¿Interesan los libros en esta ruina que somos? La respuesta es la multitud que suele colonizar la plaza Altamira en esos días. Gente rondando cientos de libros es un espectáculo necesario. Cada espacio ganado a la desazón es una victoria. Constatar que hay jóvenes escribiendo poesía dentro del desastre merece un titular.

Una de las joyas del festival fue lo que en los bajos fondos llamaron el encuentro de “los 4 fantásticos”. Cuatro figuras tutelares de la literatura venezolana. Tres narradores y un poeta. Elisa Lerner (la homenajeada), Victoria De Stefano, Eduardo Liendo y Rafael Cadenas. Hablaron ante un público expectante sobre sus lecturas iniciáticas cuando, de pronto, Liendo plantó un tema inesperado: los presos políticos. Él viene de sufrir la cárcel en los convulsos años 60. Por eso lo conmovedor de su testimonio: “En la cárcel mi único paisaje eran los libros. Sin ellos no me hubiera salvado”. Lo dijo con una certidumbre escalofriante. En su novela Los Topos, donde relata sus días de prisión, hay un fragmento dedicado a celebrar la llegada de cada libro:

“El ojo indiscreto del Fortín vio, con picardía, cómo Justine enamoró a más de dos tercios de los prisioneros (…)

Llegó Ifigenia y nos dijo cómo hacer más amable la nostalgia.

Llegó Swann para enseñarnos a jugar con ese tiempo irrecuperable.

Llegó el terrible Tarás Bulba para recordarnos que hay pecados que no se pueden perdonar.

Llegó Julian Sorel y nos mostró cómo también en el amor hay inteligencia”.

Esa noche, Liendo ratificó el rol crucial que jugaron los libros en su adversidad. Al final agregó: “No olviden a los presos políticos. Sean generosos con ellos. Envíenle libros”.

Recordé la foto que colgó en las redes sociales la madre de Lorent Saleh comprándole libros en la feria. “Son el bastón que lo sostiene”, escribió. Allí, en La Tumba: libros. Una manera de seguir vivo.

Hoy existen más de 80 presos políticos por disentir del régimen: líderes de la oposición, estudiantes, tuiteros, policías, manifestantes.

Cuando los carceleros de Leopoldo López descubrieron lo importante que eran para él los libros se los quitaron. ¿Cómo desperdiciar esa otra forma de tortura? De llegar a tener doscientos libros ahora apenas le consienten diez. “En la celda donde duerme, solo le han permitido intermitentemente la Biblia”, me comenta su abogado Juan Carlos Gutiérrez.

Los libros como contraveneno del oprobio.


***


“No hay pensamientos peligrosos: pensar, en sí mismo, es peligroso”, escribió alguna vez Hannah Arendt.


***


Hace dos días una señora me comentó de un suceso que ocurrió en una escuela. Una maestra, extrañada por el peso del morral de uno de sus estudiantes, lo revisó. Adentró, en vez de libros, había insignificancias…y una pistola. Un objeto que escupe balas.

¿Cuántos morrales en este país poseen esa promesa de muerte?


***


La búsqueda de alimentos por los rincones de Caracas ha hecho que bachaqueros y motorizados descubran zonas ajenas a su rutina. La consecuencia ha sido unánime. Muchas comunidades reportan en sus chats de seguridad el acoso inclemente de hombres armados en sus “caballos de hierro”. Aflige oír el testimonio de domésticas que, mientras esperan el transporte, son abordadas por delincuentes que les halan las carteras y las arrastran por el asfalto. Ya no hacen distinciones sociales. Lo que haya. A quien sea. Somos el salvaje oeste.

“Los venezolanos vamos a terminar comiéndonos unos a otros”, declara un peatón a un noticiero de televisión.


***


Un hombre se detiene frente al reloj de la cocina. Es 1º de mayo. Según el gobierno, ahora debe corregir los latidos del tiempo. Adelantar las agujas media hora. El hombre no entiende. Su ídolo, el Comandante Galáctico, le ordenó hacer lo contrario hace nueve años. Ahora Maduro, el heredero fallido, lo desdice. Según, tiene que ver con la crisis eléctrica. Sigue sin entender. Ya le parecía raro que un hombre pudiera alterar los relojes con una simple orden. Pero bueno, Chávez era más que un hombre, era una fuerza de la naturaleza, una emanación de luz. ¿Y entonces? ¿Por qué el hijo se atreve a corregirlo? Herejía. Con razón todo les está saliendo tan torcido. Y de paso el yerno, el tal Arreaza, el domesticador de serpientes, insiste en que nos olvidemos de esa media hora chavista de pura cepa.

Un enredo. Qué dirá el eterno.


***


¿Cuántas vueltas tendremos que darle a las agujas del reloj para volver al huso horario de la democracia?


***



En los días de recolección del 1% de las firmas para solicitar el revocatorio presidencial hubo puntos donde coincidieron las dos colas. La cola que va por el pollo y la que va por el presidente. Las imágenes de miembros del Ejército y de la Policía Nacional firmando contra la permanencia de Maduro en el poder se hicieron virales. Días después, Jorge Rodríguez, en proverbial ejercicio de su cinismo, declaró que los integrantes de la FANB tienen prohibido firmar la planilla del revocatorio porque eso es una manifestación de voluntad y ellos están excluidos constitucionalmente. Didáctico, explicó que no es lo mismo el voto secreto que la manifestación de voluntad política. Señor Rodríguez, ¿y se puede saber qué expresa el ministro de la Defensa, Padrino López, cada vez que declara –muy enfático él, muy corporativo- que “la fuerza armada nacional bolivariana es revolucionaria, antiimperialista, socialista y chavista”? ¿Acaso esa no es una elocuente manifestación de voluntad política?

En los últimos meses ha habido dos eventos cuyos protagonistas fueron los ciudadanos de este país. Las elecciones del 6-D y las firmas para activar el revocatorio. En ambos episodios el país demostró su hartazgo ante tanta penuria. Ya la oposición es oficialmente mayoría. Ya el chavismo no tiene asidero para hablar en nombre del pueblo. Por eso el pánico de someterse a otro evento electoral.

Maduro exclamó en una reciente cadena: “¡Yo soy un presidente vergatario!”. Vaya. Decir eso ante un país en escombros es temerario. Días después le gruñó a la Asamblea Nacional: “¡Oigan la voz del pueblo, yo la oigo muy bien!”. Ya esto debe alarmarnos. El presidente de la República miente o desvaría.

En democracia, la mayoría decide. Y usted lo sabe, presidente. Llegó el momento de sincerarse. Democracia o dictadura. Marque usted con una equis. Ya el resto de los venezolanos lo hemos hecho.


Leonardo Padrón

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Published on May 07, 2016 21:31

May 5, 2016

Uno no entiende

Uno no entiende. Todos los analistas coinciden en que la única obsesión del chavismo es mantenerse en el poder. Pregonan que su caída tendría una consecuencia inmediata: cárcel para muchos de sus líderes. La corrupción los ha desbordado públicamente. Y por eso el gobierno le sube el volumen al autoritarismo, a la arbitrariedad, a la amenaza. Pero, ¿no sería una estrategia más sana para conservar el poder comenzar a hacerlo bien? La crisis económica es monumental, histórica, inédita, abrumadora. Los adjetivos no alcanzan. Y todos son oscuros. Entonces, ¿por qué no aplicar los correctivos que los especialistas sugieren todos los días, por todos los medios? ¿Por qué no ceder algunos centímetros en el dogmatismo y aplicar medidas que permitan atenuar el gravísimo desabastecimiento de alimentos y medicinas? Incluso, puertas adentro, algunos voceros del gobierno están francamente alarmados, entienden la magnitud del problema, pero confiesan que Maduro no los oye. Está sordo como una pared. Dicen que solo atiende los consejos de La Habana. Parece que le emociona repetir la historia que ha vivido Cuba, quizás le entusiasma replicar el sombrío Período Especial que vivió la isla socialista a principios de los 90. En rigor, Cuba aún no sale de esa forma de vida: la penuria.


Uno no entiende. ¿Por qué Maduro amenaza con destruir a la empresa privada más solida del país, la que ha hecho alarde de eficacia en sus 75 años de existencia, la que coloca en la mesa de cada venezolano los alimentos y bebidas más populares de su día a día? Hostigar a las Empresas Polar, negarle las divisas que les da a la competencia, escupirle amenazas en cadena nacional, mandarle fiscales a cada sucursal, en definitiva, querer arrasar con el buque insignia de la empresa privada nacional es una estrategia de una torpeza espantosa. Y por más que Lorenzo Mendoza proponga ideas y soluciones a la encrucijada económica, la respuesta es el agravio, el insulto, la difamación. Más aún, decidieron convertirlo en el villano mayor, en el ogro del cuento. Un recurso típico del régimen. El punto medular es que el cierre de Polar agravaría exponencialmente la crisis alimentaria. Sería terminar de hundirnos. ¿Y eso es lo que quiere Maduro para ese pueblo que tanto dice amar desde su entraña obrera? ¿Amplificar la hambruna es lo que un presidente en sus cabales debe hacer? No parece. No suena sensato. No es inteligente. ¿Y entonces?


Maduro se amamantó con los turbios brebajes de la ultraizquierda latinoamericana. Esa que desprecia por reflejo automático a la empresa privada, esa que sataniza a los ricos de cuna, que considera un pecado la meritocracia, que insiste en la lucha de clases, que le place que los humildes desprecien a las clases media y pudiente. ¿Es el dogmatismo mohoso de Nicolás Maduro el que nos va a sacar de la crisis más vergonzosa que hemos vivido alguna vez?


Las informaciones en la trastienda hablan de un quiebre inevitable del inventario de productos alimenticios, de una inflación que ya supera el 400%, de un sobreprecio del 8.000 % en los productos regulados que venden en la calle, del crujido total de las cadenas de abastecimiento. Eso lo saben dentro del gobierno. Y no hacen nada. No flexibilizan sus posiciones ni un milímetro. Los ministros que manejan la economía solo oyen diagnósticos, pero no actúan, no aceptan consejos. La soberbia ideológica los tiene inertes, congelados. Solo hablan de guerra económica. Es su estribillo, su excusa, tan absurda como sus convicciones. Motta Domínguez, su ministro de Energía Eléctrica, solo se afana en aplaudir cada pequeño aguacero que ocurre en el país. Dios. Esa es su estrategia, su medida técnica. Todos lo gritan a voz en cuello: el gobierno está integrado por gente que no sabe de economía. Su especialidad es repetir consignas contra el imperio, ocupar las primeras filas de cada cadena presidencial y llenarse los bolsillos de dinero. Parece que esa es la verdadera doctrina que rige al gabinete de gobierno: la corrupción. Se habla de guisos estrambóticos, de fortunas personales incalculables, de un saqueo masivo de las arcas del país. Quieren preservar el poder, quieren no ir a prisión, quieren más y más dinero. Ni siquiera, por la emergencia nacional, calman su gula y su voracidad.


Mientras tanto, las cuchilladas contra la empresa privada se incrementan. De forma salvaje. Sin escrúpulos. Sin un átomo de cordura. Maduro, juran algunos cercanos, no escucha a nadie. Y en paralelo el país se hunde, se queda sin luz, sin comida, sin medicinas.


Se supone que un presidente quiere pasar a la historia con cierta decencia. No como el protagonista de un apocalipsis. Uno no entiende el suicidio masivo al que nos lleva Nicolás Maduro. Pero él sigue manejando su autobús hacia el abismo, sin freno, con todo un país adentro.


Insisto. Uno no entiende.


Leonardo Padrón


Por CaraotaDigital – may 05, 2016


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Published on May 05, 2016 02:30

May 3, 2016

Editorial Planeta publica “Los Imposibles 7” de Leonardo Padrón

Acaba de ser publicado el libro “Los Imposibles 7” por la Editorial Planeta. A finales de esta semana se podrá encontrar en todas las librerías del país.

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Published on May 03, 2016 11:16

Los Imposibles 7

Jaime Bayly, Elisa Lerner, Andrés Pastrana, Armando Manzanero, Jorge Ramos, Javier Cercas, Luis Miquilena, Chino y Nacho, Antonio Canales, Mirla Castellanos, Luis Aparicio, Alberto Vollmer, Kiara y Pompeyo Márquez.


Una invitación y dos micrófonos: con la sutileza de los conversadores bien informados, Leonardo Padrón convocó a 14 entrevistados a reconocerse en sus propias palabras y silencios. Confesiones, carcajadas, angustias compartidas, latidos de un gentilicio y nostalgias maceradas, Los Imposibles 7 es un libro que, al leerse con detenimiento, también se escucha.

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Published on May 03, 2016 10:59

April 28, 2016

El momento crucial

Lo llaman interior. Provincia. Con desdén y arrogancia le dicen monte y culebra. Todo aquello que no es Caracas. Todo lo que no tiene tono de gran metrópolis, sede del poder central, tráfago de seis millones de personas. Son dos países. Uno donde triunfan el hacinamiento, el caos, la efervescencia cultural y las oportunidades. Otro donde se imponen los grandes espacios abiertos, lo desasistido, el hilo de las tradiciones, lo entrañable y lo ruinoso. Cuando se habló de desabastecimiento crónico, ya el interior tenía meses sufriéndolo. El hambre abrió su boca primero en ese lugar que también llaman la Venezuela profunda. Los racionamientos eléctricos han tenido su gran sala de ensayo en comarcas muy lejanas a Catia, Chacaíto o Petare y hoy se asume oficialmente la distinción entre la capital y el interior. La sed nacional tuvo sus síntomas iniciales en Margarita, en Falcón, en Puerto Píritu. Dos países, una misma tragedia.


En 1989 ocurrió un sombrío e inolvidable estallido social que se denominó el Caracazo, porque fue en las calles de Caracas donde reventó el hartazgo –con su costal de sangre y muerte- ante una crisis que, comparada con la de este apocalíptico 2016, parece una película censura B. Pero el epicentro de ese estallido ocurrió en Guarenas, una ciudad fronteriza entre lo que podemos llamar el interior y la Gran Caracas.Hoy ese interior, arrasado por las siete plagas de la revolución, comenzó a alzar la voz desde la más acuciante desesperación. Los reportes empezaron a multiplicarse en la noche de este martes 26 de abril: saqueos en Maracaibo, cacerolas en Barquisimeto, cauchos ardiendo en Maracay, cierre de calles en Valencia, protestas de toda índole en todas partes, uniformados reprimiendo, tronando sus armas hacia el pueblo, gritos, llanto, detenciones. Y eso tan peligroso: indignación. De la profunda.¿Acaso esta vez el estallido social es progresivo? ¿Estamos ya en pleno proceso? ¿La militarización de la ciudad de Maracaibo así lo demuestra? ¿La onda expansiva terminará de llegar a Caracas? Hay que pensar en todas las aristas de esta emergencia. Y principalmente, en las que ofrece la constitución. Hay que pensar en ese monumental documento de paz que puede ser el revocatorio.


Solo imagínense a una señora de 60 años en el bochornoso clima de Acarigua, con 70% de humedady llano, sudando por días enteros, sin agua para bañarse, sin medicinas para la tensión y la diabetes, sin comida en la nevera, una nevera en riesgo de muerte por los cortes eléctricos, y con la rabia y el desaliento creciendo en cada día que pasa. ¿Cree Nicolás Maduro que ella, y sus hijos, y sus vecinos, y los de más allá, y las mujeres del sur, los estudiantes de occidente, las familias de oriente, la gente entera del Táchira y los Andes, los ciudadanos de Bolívar, el país todo, no va a salir a firmar en masa las planillas del referéndum revocatorio? ¿Cree Nicolás Maduro que aún tiene algo de autoridad moral para asociar el destino del pueblo al de la fallida revolución bolivariana? La credibilidad en el experimento de Hugo Chávez se ha ido secando a un ritmo mucho más acelerado que el que amenaza a la represa del Guri. Se evaporó el espejismo.


El año 2016 parece haber llenado todas las condiciones para ser un año histórico en la vida de nuestra república. Se desmorona vertiginosamente el proyecto chavistajunto con el derrumbe del país. Toca firmar una planilla para salvarnos. Firmar para refundar nuestro propio destino. El cansancio del interior del país quiere firmar. Caracas también. Los dos países son un mismo dolor. Ya no hay fronteras, ni soberbia. No hay esquina del mapa donde la angustia y el ahogo no hayan prendido las alarmas. Es un momento crucial.


Una planilla firmada por millones de personas es la paz. Un país saliendo a las calles con la furia en el ánimo es la guerra. Nadie quiere más sangre en el asfalto. Solo una nueva oportunidadpara Venezuela. Así de sencillo. Así de urgente.


Leonardo Padrón


Por CaraotaDigital – abr 28, 2016

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Published on April 28, 2016 06:55

April 25, 2016

“La oposición tiene que ponerle el oído al latido de la calle”

Sheyla G. Urdaneta / Maracaibo / surdaneta@laverdad.com


Padecer. Con este verbo, Leonardo Padrón describe al país en este momento. Es el que más está conjugando el venezolano. Quizá por eso, en el acto Zulia con el revocatorio, dijo en su participación que “la vida se nos ha convertido en un asunto penoso, en una experiencia agotadora”.


El escritor y guionista hace un recorrido por la situación de Venezuela y apunta: “Parecemos los sobrevivientes de una guerra”. Las colas, los cortes eléctricos, la falta de agua, la escasez de alimentos, le dan la razón.


En un país donde no hay comida, Padrón lamenta que escribe sus crónicas “Con el estómago de la urgencia por hacer algo, por no quedarme callado. Con el estómago de la rabia, de la indignación”. En entrevista con La Verdad soltó: “Para mí el silencio es complicidad”.


– ¿Cuánto más soportará Venezuela?


– Esa es la pregunta medular de toda esta incertidumbre que estamos viviendo, porque creo que todos los años hemos estado diciendo que ya el venezolano no soporta más. Estamos ahorita columpiándonos entre la resignación y el hartazgo. Creo que sin duda alguna hay un punto de quiebre de esa línea de tensión y creo que estamos bastante cerca.


– ¿Qué es lo más difícil por lo que están pasando los venezolanos?


– Lo más difícil es sentir que estamos batallando contra una gente que parece haber perdido el sentido común y el sentido de humanidad. Porque están desesperados por mantener los privilegios del poder. O quizá, están asustados porque luego el peso de la justicia no caiga sobre ellos. En esa lucha se nos está yendo la vida, literalmente, a los venezolanos.


– ¿Venezuela tocó fondo?


– He descubierto que el fondo tiene muchos sótanos y a lo mejor estamos en uno más de ellos, pero podemos estar aún más profundo. Eso es lo peligroso, lo inquietante, lo que estamos viviendo.


– ¿Escribir de un país en crisis es más fácil o más difícil?


– Si yo estuviera escribiendo sobre la guerra de Ucrania sería muy fácil, o sobre los refugiados sirios porque hay un distanciamiento afectivo obvio. Lamentablemente cada crónica que escribo me duele inmensamente porque estoy hablando de mi vecino, de mis hijos, de mis amigos, de la gente que se va. Estoy hablando de mí. Esto es demasiado cercano.


– ¿Qué le critica a los oficialistas


– Los oficialistas son profundamente corruptos. Son dogmáticos y son incapaces. Si ellos fueran capaces de gerenciar un país uno no estaría en esta lidia, porque yo quisiera estar escribiendo mis historias y punto y no las historias de este desasosiego.


– ¿Qué le critica a la oposición?


– Le critico que no calibre la urgencia del momento. Es obvio que por la naturaleza de la oposición donde están congregadas muchas corrientes ideológicas, algunas bastante opuestas, se generen a veces contradicciones o atomización en los puntos de interés. Hay unos que están apostando con mucha coherencia al cambio del país, pero hay otros que sin duda alguna tienen agendas propias y desafinan de manera estruendosa con lo que debe ser el hilo de los acontecimientos.


– ¿Qué hoja de ruta le marcaría usted a la oposición para que todos la cumplieran?


– La hoja de ruta la da el propio país. La oposición tiene que ponerle el oído al latido de la calle y creo que de alguna manera lo está haciendo.


– ¿Qué es lo positivo del Gobierno de Nicolás Maduro?


– Próxima pregunta. (risas)


– ¿En qué se parece Maduro a Hugo Chávez?


– Según él es su hijo y entonces obviamente heredó el costal de errores que fue Chávez como político. Todo presidente tiene la misión de gerenciar la vida de millones de personas y Chávez fue un pésimo gerente. Maduro heredó su ineptitud pero la dimensionó, la hiperbolizó, la extremó, la llevó a dimensiones absolutamente insospechadas.


– ¿En qué se diferencian?


– Sin duda Chávez era un personaje altamente carismático y solamente así se entiende que él haya logrado la hipnosis de tantos millones de venezolanos. Maduro no tiene ni un milímetro de carisma.


– ¿Qué es lo primero que debe decretar el próximo presidente de Venezuela?


– Unión, reconciliación.


– ¿En qué se parece Henrique Capriles a Leopoldo López?


– Que en el fondo están apostando por lo mismo, por la democracia.


– ¿En qué se diferencian?


– En que tienen vías distintas o concepciones distintas de cómo llegar a ella, pero donde hay trochas comunes. Si nos podemos de verdad a ver cuánto de común puede haber en Capriles con respecto a Leopoldo o con respecto a Henry Ramos Allup o a Henry Falcón uno va a conseguir muchos puntos comunes.


– ¿Cómo califica la situación de la Asamblea Nacional en este momento?


– La Asamblea Nacional está cumpliendo con el rol para el que fue elegida. Está legislando las leyes que necesitamos. Lamentablemente el Gobierno está en estricto desacato de la Constitución al ignorar olímpicamente todo lo que allí se aprueba. Están remando contra la corriente, una corriente feroz y envilecida


– ¿Considera que la AN desaprovechó oportunidades?


– Si nos ponemos rigurosos podemos decir que hubo medidas que debieron haber hecho mucho más tempranamente y hubo otras que no debieron haber anunciado prematuramente.


– ¿Qué título le pondrían a la novela que vive Venezuela?


– El apocalipsis.

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Published on April 25, 2016 08:34

April 21, 2016

El otro país

Sí, somos un país difícil, un país extremo, un país depresivo, una fábrica de malas noticias. Somos todo eso y más. Un país sin democracia, de gobernantes autoritarios, políticos corruptos y megabandas delictivas (perdonen la redundancia), policías que secuestran, magistrados que se venden, bachaqueros, estafadores y empresarios que se alían con la zona más turbia del poder. Pero también hay otro país. También hay un a pesar de tanto. También hay miles y miles de ciudadanos en un afán de ribetes heroicos construyendo noticias de las otras, las que insisten en que no todo está perdido. Esas noticias casi nunca son titulares de prensa, no nos quitan el sueño, no nos dan de comer. Pero salvan. Son la resistencia. La trinchera ciudadana. La respuesta al infierno.


Si uno hurga con atención, si afina la mirada, si va un poco más a fondo, como quien se adentra en la selva y va abriendo una trocha de acceso, conseguirá unos cuantos tesoros. Gente que no se ha detenido ni un segundo para evitar la caída total. Servidores públicos, gestores de ciudadanía, testarudos creadores de la otra versión de país. Desde alcaldes hasta presidentes de juntas vecinales. Desde promotores culturales hasta grupos universitarios. Desde poetas solitarios hasta líderes de una orquesta. Hay otro país en permanente cocción de luz. Generando antídotos contra la pandemia de la tristeza nacional.


Y entonces uno descubre gente que se agrupa para donar medicinas, para recolectar alimentos y pañales, para visitar niños en los hospitales. Uno descubre que hay gente que se organiza en su comunidad para limpiar la maleza, destapar alcantarillas y reparar luces. Gente que propicia charlas de prevención y seguridad. Gente que concibe un maratón para más de 10 mil corredores en la capital. Gente que insiste en un gran festival de lectura en una plaza, un festival gastronómico en otra plaza, un festival de comida vietnamita en un hotel, un festival de cine francés en un centro cultural. Gente que lleva una orquesta infantil a una cancha deportiva, otra que diseña jornadas de reciclaje y conciencia ecológica, estudiantes que sensibilizan sobre niños con discapacidad. Artistas que estrenan obras de teatro, que lanzan nuevos discos, que emprenden musicales de alto vuelo. Uno ve a maestros de la pintura como Cruz Diez y Jacobo Borges inaugurando exposiciones. Uno ve a poetas como Rafael Cadenas y narradoras como Elisa Lerner saliendo de sus casas para compartir con sus lectores. Uno ve a músicos como Cheo Hurtado mostrándonos la soberbia siembra del cuatro. Uno ve a Valentina Quintero replicando tercamente la belleza de esta geografía. Uno ve a los humoristas, los escritores, los periodistas, recalcando la luz donde hay luz, la verdad donde es urgente. Uno descubre al profesor que no se rinde, al médico que busca insumos, al policía que se arriesga, al campesino que insiste en la semilla, al pescador que no deja de lanzar la red. A pesar de la violencia, de la crisis eléctrica, de la sequía de justicia, de la escasez alimenticia y la dictadura política.


A pesar de tanto. Allí está el otro país. El que nos va a redimir. El que tiene una devoción inacabable por la civilidad. El que no se va a silenciar. El que diseña anticuerpos contra la desesperanza. El país de los pequeños héroes.


Leonardo Padrón


 Por CaraotaDigital – abr 21, 2016
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Published on April 21, 2016 10:30

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