Leonardo Padrón's Blog, page 19

October 13, 2016

Los libretistas de la revolución

La envidia existe en todos los ámbitos. Es parte de la naturaleza humana, tan miserable en ciertas circunstancias. Yo, por ejemplo, debo confesar mi postración, mi verde y turbia admiración, en dos platos, mi envidia ante los guionistas del régimen. Son buenos, qué duda cabe. Son inagotables. Son impúdicos. Sobre todo a la hora de agregar un nuevo giro a la trama por más rocambolesco o inverosímil que sea. Su premisa es cimentar la bondad del régimen y la villanía de los líderes de la oposición. La eterna ecuación dramática: la lucha entre el bien y el mal. Ellos -el gobierno- los buenos. Nosotros -el país democrático- los malos. Ellos -henchidos de poder, escoltas y divisas- los héroes. Nosotros -aterrados de salir a la calle, rastreando frenéticamente un kilo de arroz, emboscados por la malaria, el hambre y los malandros- los ruines personajes que estropean su esmero por hacer feliz al pueblo venezolano. Todos los días, en cada capítulo de esta nerviosa y exacerbada historia, los guionistas de la revolución aliñan la trama con vuelcos inesperados.


En estos días, por ejemplo, un personaje secundario en un rol excesivo, anuncia por televisión que ha develado una nueva conspiración en marcha. Flanqueado por un organigrama delictivo, caro a las series policiales, el alto funcionario anuncia que Carlos Ocariz, alcalde del Municipio Sucre, y, todo un detalle, coordinador nacional del Referendo Revocatorio, es –posiblemente- el cabecilla de una “banda criminal paramilitarizada” que lanzó una granada contra el puesto de la Guardia Nacional en la redoma de Petare el domingo 2 de octubre. En la misma escena agrega que todo apunta a que el autor intelectual de tal vileza pueda ser JJ. Rendón. ¡Guao! Sorprendente esa unión, insospechada, inédita. Y, no se me retiren, hay más. El importante vocero señala un dato sensacional, una pista rotunda, la pieza final del rompecabezas de la conspiración. Lo hace con una foto donde prueba que Henrique Capriles, uno de los  antagonistas de la historia, había estado el día anterior en el lugar del crimen. La foto lo muestra hablando con dos lugareños de Petare. ¿Posibles cómplices? ¿Estaría Capriles estudiando la zona para decidir el mejor ángulo para lanzar la granada? ¿Habrá medido la posible resistencia de los vientos alisios al vuelo del artefacto explosivo? ¿Habrá hecho una evaluación de la hora adecuada para tal patraña? Suponemos que las investigaciones lo dirán. O la imaginación de los libretistas de la revolución. La intriga nos mata.


 Hay historias escritas con incoherencia, poca verosimilitud o  excesiva truculencia. Henos ante una de ellas. Pero sin duda, el rating sigue vivo. Todo el mundo comenta cada episodio. El del día anterior y el que sigue. Así sea para burlarse, reír o espantarse. Y ya que hablamos de burla, no podemos dejar por fuera las incidencias del actual personaje protagónico. Ese que heredó el papel inesperadamente, luego de la muerte del verdadero ganador del casting. ¿Cuál ha sido su eficacia en su rol de sucesor?


El actual protagonista, todo hay que decirlo, se las pone difícil a los guionistas. Es como esos actores que repiten los parlamentos sin gracia alguna, no logran memorizar los diálogos, improvisan con torpeza, llegan tarde al estudio y, en realidad, no son genuinos en su vocación, están prestados al oficio. Todos en la industria del espectáculo lo saben: no hay historia que triunfe si el protagonista no tiene duende, no irradia carisma, no genera empatía con los espectadores.


A esta fecha, la mayoría del público manifiesta un ruidoso  descontento, no solo por lo accidentado de la trama, sino por las debilidades y chapucerías del cabeza de elenco. Puertas adentro, los libretistas lo saben y su angustia es exponencial. Los ejecutivos del poder discuten hasta cuándo puede sostenerse la trama con tan ineficaz actor. Hablan de posibles sustitutos. Sienten que la historia se les está yendo de las manos. Algunos piensan que ya es irreversible. Que no hay imaginación capaz de torcer el dictamen de los espectadores. La razón es inequívoca: el público se siente traicionado, estafado. Quiere cambiar de protagonista, de historia, de canal. Y, es harto sabido, el único juez de una historia es quien la consume. Si el aplauso inicial ha trocado en rechazo, no hay nada que hacer. Los guionistas de la revolución podrán seguir fabulando crímenes, embestidas terroristas, conspiraciones internacionales, enemigos bajo cada piedra, pero ya es inútil. Todo suena repetido, predecible, falso. En esas situaciones es cuando el propio público, en el cénit del hartazgo, escribe la palabra FIN.


Es lo que va a ocurrir. Es inexorable. Intentarán alargar los capítulos con todo tipo de pirotecnia dramática. Pero ya el destino del relato parece sentenciado. Se agotó la trama. Los personajes se están deshilachando, perdiendo sentido. Algunos probablemente renuncien al elenco o aleguen un mejor contrato en tierras lejanas. Y vendrá una nueva historia. Nos tocará entonces a nosotros exigir capacidad y talento para que esa historia que se acerca en el horizonte sea escrita con la tinta del éxito y la decencia.


Ya basta. Solo pedimos un urgente cambio de elenco y libretistas para el próximo relato. Y el sonido de los acordes finales de esta truculencia llamada revolución.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – OCTUBRE 13, 2016


 

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Published on October 13, 2016 07:00

October 6, 2016

El estorbo

A Nicolás Maduro la realidad se le está convirtiendo en un estorbo. Que el día comience ya debe ser para él una noticia desalentadora, un punto en contra. Abrir los ojos, incorporarse –sí, pesadamente-, asomarse al hueco fiscal, a la cuneta donde siguen los precios del petróleo, ver de lejos las colas de la gente en los abastos y mercados, implacables, eternas. Es como para arruinarle el bostezo a cualquier camarada en ejercicio del poder. Como para que le circulen por el cerebro pensamientos de todo calibre. Es que la gente sí come, ¡dios mío! ¿Y si por decreto elimino uno de los tres golpes diarios? La cena, por ejemplo, y así todos adelgazamos. Como sugieren los médicos: “desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”. Listo. Genial. Un beneficio más para la población. Que se sumaría al que bien resaltó Jacqueline Farías, (¡Oh, salve, reina del exabrupto!), que gracias a la desaparición del azúcar el venezolano es ahora más desabrido, sí, pero más sano. ¿Y qué tal otro decreto que prohíba tener hambre y enfermarse? Así zanjamos dos problemas que hacen demasiado ruido en la prensa internacional. Qué vaina con la realidad. Qué vaina con la gente tomándole fotos a la otra gente que anda comiendo basura. ¿Y si terminamos de prohibir los celulares, las redes sociales y el boca a boca? No hay duda. La realidad es oligarca y golpista. La realidad es antirrevolucionaria. La realidad irrespeta a la Patria. Bueno, sí, no hay reactivos, ni antihipertensivos, ni antibióticos, ni material de laboratorio. Es verdad, para adquirir la cesta básica se necesitan 33,4 salarios mínimos, somos el país menos competitivo de América Latina y el más corrupto del mundo. Pero, ¡ya va! ¿Quién dijo que gobernar este bochinche era fácil? Son muchos enredos a la vez, mucho agite, muchos temas complicados. Y uno cambia y cambia ministros y nada. Los recicla, los rota, los devuelve para donde estaban y nada. El juego sigue igual. La realidad va ganando por paliza.


Tan fácil que sería quedarse en cama un rato más, estirando la modorra y comentando con tu pareja la visita de Jamie Foxx y el divertido anecdotario de Hollywood. Pero no. Ahí está la bendita realidad, con ese ruido de manada desbocada, de tambor in crescendo, de huracán caribeño. Y de paso, Ameliach proponiendo a Cabello para presidente. Qué vaina, Pancho, ¿cómo le haces eso al presidente obrero? Y Escarrá, en un arranque de bipolaridad, diciendo que el 20% por estado es inconstitucional. Por no hablar del Comandante Eterno, dios lo tenga en la gloria inmarcesible de los grandes benefactores del mundo, pero caramba, en mala hora se le ocurrió meter lo del Referendo Revocatorio en la constitución. El tiempo tiene esas cosas. Ejecuta sus pequeñas venganzas. Y entonces hay que hacerse el loco. O ponerle anexos, jardín y piscinita al Tribunal Supremo de Justicia. Porque todavía pesa ese 6 de diciembre de nuestras pesadillas donde el tan mentado pueblo se nos volteó y dijo basta. Pero ningún basta porque si uno se deja lo sacan, lo despiden del cargo, y eso da vergüenza, cónchale, qué dirán los viejos amigos del Metro.


A ver. ¿Aumentar la producción de arroz no es más urgente que ir a votar? ¿No es más importante acabar con el guiso de los CLAPs que estar perdiendo el tiempo poniendo cuatro huellas y una firma? Al que diga que una cosa no quita la otra hay que meterlo preso por instigador al odio y conspirador. Ya Tibisay sabe. Esa es la línea. El argumento irrebatible. No hay plata. ¿No se ha explicado lo suficiente? Y no es momento de ponerse a averiguar qué se hizo tanto dinero. Para eso tampoco hay tiempo. La prioridad es la revolución. Eso es lo que quiere el pueblo: más revolución. A los oligarcas que se olviden del coroto. Ni en cien años vuelven. Ni con veinte Ramos Allup, diez Capriles o cincuenta monstruos de Ramo Verde. Por cierto, si les siguen con la cantaleta de los presos políticos, ya saben, es facilito, denle la vuelta a la frase: Son políticos presos. Punto. Y nos lavamos la cara. Y a los transportistas me los marean hasta noviembre, y a los pensionados hasta donde sea, y a los maestros, canaimitas con ellos. Y a demandar a toda la Asamblea Nacional por vilipendio, por misoginia, por traición a la patria, por diabéticos, por magallaneros, por lo que sea, vamos Delcy, tú puedes, vas bien.


Y así vamos corriendo la arruga, que es gruesa y terca. ¿Quién dijo que las elecciones son importantes en una democracia? Está clarísimo que no es así. Que levante la mano el que tenga alguna duda, aquí está la constitución, en su edición de bolsillo, donde cabe todo lo que nos de la gana, todo lo que salve a la revolución. No me vengan a hablar de derechos civiles, esos son solo un sustantivo y un adjetivo en conchupancia golpista. La oposición nunca va a gobernar porque no tiene pueblo. Lo del Referendo Revocatorio es un capricho de la derecha putrefacta. Y tampoco se trata de venir ahora a hacer unas elecciones de gobernadores. ¿Qué vamos a hacer después con García Carneiro, con Arias Cárdenas, con Vielmita? ¿Con el gentío que se va a quedar desempleado? Ya no podemos seguir inventando más ministerios. No, no van a haber más elecciones, y mucho menos la sospecha de un revocatorio, ¿verdad, Tibisay? Y en el 2018 veremos, porque uno nunca sabe, quizás la emergencia económica siga y tampoco haya plata para hacer elecciones, quizás lo del arco minero no funcione, quizás la guerra económica la sigan ganando ellos. Y, vamos a estar claros, no se trata de que la cuarta república vuelva al poder ni de estrenar la sexta. Eso no nos lo perdonaría el Comandante. Imagínense la cara que pondría desde la región inmarcesible de la galaxia socialista donde se encuentre. El legado debe continuar. Es una orden.


Y la realidad que se joda. Por golpista y oligarca. Porque es un verdadero estorbo.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – OCTUBRE 6, 2016

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Published on October 06, 2016 07:00

October 1, 2016

La épica necesaria

En Venezuela la democracia fue dada de baja. De esa palabra solo quedan escombros. Ha sido un exterminio en cámara lenta. Aunque en los últimos meses la demolición ha alcanzado velocidad de vértigo. No es una noticia nueva, dirán algunos. Pero hay que repetirlo, insistir en ello. Y sobre todo, asumir la épica necesaria para recuperarla.


El gran duelo que se ha establecido entre el régimen y la oposición ha llegado a su punto máximo de tensión. Para Nicolás Maduro y su camarilla ni siquiera se trata de demostrarnos que pudieran sacar al país de la crisis en la que ellos mismos lo sumergieron. Los pocos intentos han sido fallidos, más aún, nefastos. Muecas de sanación que han resultado ser cuchilladas en las arterias de nuestra economía. Lo único que les quita el sueño, a estas alturas de la asfixia nacional, es salvar su propio pellejo, evitar el desplome final del chavismo, aferrarse desesperadamente a las hebras del poder. Mientras tanto, el resto del país, esa vastedad que hoy es oposición, pero sobre todo indignación, bracea con todas sus fuerzas para salir del remolino que amenaza con tragarse el resto que queda de nosotros. Un remolino trágico que ya se ha llevado nuestros alimentos, medicinas, sueldos y miles y miles de vidas.


En este acuciante panorama, la oposición propone una iniciativa para darle la vuelta al desmadre general: el referendo revocatorio. Un procedimiento de participación civil que el propio Hugo Chávez incorporó a la constitución, queriendo alardear de demócrata, y ahora se le devuelve a sus discípulos como un letal búmeran.


Ya lo sabemos. El régimen ha colocado obstáculos de toda calaña en el camino. Ha diseñado sus propias güarimbas contra el deseo de buena parte de los venezolanos. Sin mayores escrúpulos ni pudor. Con muy tibios disimulos. Jugando a que son institucionales, mientras todo lo demoran, distorsionan y alteran a su antojo. Han sido tan sediciosos en su afrenta que la reacción del enorme universo opositor ha sido variopinta. Algunos, efervescentes y hastiados, proponen calle y artículo 350, calle y turba, calle y desobediencia civil. Habría que ver cuántos venezolanos, sobrevivientes a duras penas, abandonarían las colas para ni siquiera tener esa noche un íngrimo paquete de arroz, cuántos cerrarían sus negocios o desertarían a sus trabajos para agudizar aún más su propia crisis, cuantos tomarían la calle sin regreso y se expondrían a la hora loca de los colectivos armados o a la represión ya usual y cada vez más cruenta de los uniformados del régimen. Otros gritan, estentóreos, que la solución es más simple y expedita: acorralar a Maduro contra una pared de Miraflores y exigirle su partida de nacimiento. Convencidos de que es colombiano, piensan que ante el pedimento unánime, Nicolás, el cucuteño, terminará confesando la patraña, empapado en lágrimas de arrepentimiento. Como si fuera tan difícil urdir un documento apócrifo, o dos, o tres, los que sean necesarios para sostener la mentira que tengan que sostener.


Se entiende la desesperación. Se entiende que nos debatimos contra personajes aviesos e inescrupulosos que no respetan las reglas de juego. Se entiende la cólera ante cada día que pasa, ante cada venezolano asesinado, cada familia que huye al exilio, cada nuevo preso político, cada neonato muerto en los hospitales, cada bolsa de basura que se abre para buscar restos de lo que sea. Estamos bajo el signo de la urgencia, sí. Pero justamente por eso debemos ser más sensatos en cada decisión que tomemos. Si un malandro nos dispara, la Constitución no frenará las balas, es cierto. Pero si la arrojamos al cesto de la basura, si no la interpretamos con lucidez, le estamos dando la bienvenida a la locura colectiva.


Por eso vale la pena detenerse y evaluar la propuesta que la MUD, ese conglomerado de partidos políticos, coloca ante el país. Su primera invitación es a mantener la unidad. Suena casi de Perogrullo, pero es crucial. Si le lanzamos una granada a la unidad que hoy debemos ser, perdemos la oportunidad histórica de recuperar la democracia. Luego, propone más. Jugar este trance decisivo con las herramientas de la política. Insistir en el revocatorio es insistir en la Constitución. Y agrega un punto de inflexión clave: hacernos todos corresponsables de conseguir el 20% de las firmas para el revocatorio. Por primera vez, la MUD canceló el olor a cenáculo y decidió convocar a distintos gremios de la sociedad civil, les preguntó, indagó, quiso oír opiniones de gente cuyo principal carnet es el de ciudadano venezolano. Aceptó dimensionarse, abrir sus puertas y ventanas, ampliar su propio espectro, convertirse en país múltiple. Y así han terminado proponiendo convertir los tres días de recolección de firmas en un nuevo episodio de contundencia civil. Sin cauchos quemados, sin calles cerradas, sin atajos estériles. Quizás a algunos no les convence, porque su indignación es más grande, o su impaciencia, o su sabiduría. Pero las propias encuestas que dicen que el 70% del país desea despedir a Nicolás Maduro de su cargo, señalan que lo quieren hacer de una forma coherente, civilizada y definitiva, sin anarquía ni sangre en las consignas.


Es cierto, dados los antecedentes no podemos ser ingenuos. Los voceros del régimen lo han dicho en distintas versiones que se resumen en una frase: “Nosotros vamos a hacer todo lo posible para que el revocatorio no ocurra”. Maduro no quiere ser un desempleado más. Diosdado Cabello no quiere perder su show de televisión y su asombroso poder. Jorge Rodríguez todavía tiene cuotas de resentimiento que saldar. Pedro Carreño necesita seguir vistiendo fluxes de marca. Eso lo sabemos. Y sabemos que el TSJ y el CNE son solo siglas diseñadas para perpetuarlos en el dominio de las pocas riquezas que nos quedan. Por eso nos toca, en esta hora crucial, convertir nuestra indignación en muchedumbre democrática, en avalancha de firmas, en ríos de colas que duren tres días con sus noches, en una larga, kilométrica, millonaria cola de demócratas que presionen, insistan y se acumulen en las calles exigiendo -no otro verbo hay- exigiendo el derecho a salvarnos entre todos.


Hugo Chávez transformó una Constitución “moribunda” en un país enfermo. Nicolás Maduro ha perfeccionado el legado de su padre político. Y por eso ya la analogía es redonda: somos también un país moribundo. La única forma de evitar la extinción total de la democracia, con sus ciudadanos incluidos, es justamente con una sobredosis de democracia y ciudadanía. Toca marcar en el calendario con una equis los tres días de la manifestación civil que se avecina. Toca hacerlo entre todos. Sin próceres, ni mesías. Contra la intoxicación militar y autoritaria que hoy nos saquea, toca la movilización de una inolvidable, gigantesca, histórica muchedumbre de personas que rebase el 20% de cualquier ámbito, sea parroquial, regional o nacional. Lo hicimos el 1 de septiembre y sería una tontería inexcusable no multiplicar el gesto el 26, 27 y 28 de octubre. Está en juego nuestra supervivencia como nación. Hoy conquistar el revocatorio es conquistar la comida de los próximos años para los nuestros. Y si toca convertir el 12 de octubre en antesala magnífica, en día de calle nacional, lo debemos hacer. Sin más crítica que la de no permitirnos la inacción. Sin dibujarle grietas a la compleja unidad de toda diversidad. De ahora en adelante, todo debe ser movimiento, avance, contundencia. Que la calle y la Constitución vayan de la mano. Que no volvamos a aceptar ni una sola burla convertida en norma. Que el sonido multitudinario de la democracia calle los ladridos de la dictadura. Que los paralice tanta civilidad desbordada. Que no tengan más remedio que aceptar la decisión de la mayoría. Que se les agrieten los ojos de tanto contar firmas. Se acabó el irrespeto. Imposible aceptar una humillación más. Toca detener en seco a la jauría que ha hecho de nuestra vida una calamidad insoportable. Es el momento de todos. Es el instante de los millones de ciudadanos de bien. Contra el oprobio debe ocurrir la épica necesaria. La imprescindible. Para, de una bendita y democrática vez, lograr la redención final como país.


Leonardo Padrón

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Published on October 01, 2016 21:31

September 29, 2016

La política como espectáculo

Aún no salgo de mi asombro. El país entero esperaba el pronunciamiento de la MUD el lunes pasado. La expectativa era absoluta. Mas aún, porque el fin de semana previo la MUD había hecho algo inédito, inesperado, como fue convocar a diversos sectores de la sociedad civil para exponerles su propuesta y a la vez, escuchar opiniones, sopesar ideas, alimentar el contenido que se urdía en esas horas claves. Es tradición: los políticos prefieren hablar, les cuesta escuchar. Eso los hace muchas veces distanciarse del pulso real de la calle, patinar sobre el fango de su soberbia, perder el norte dentro de la brújula. Por eso fue tan bien recibida la noticia de que la MUD abriría sus puertas a otras voces. Y, efectivamente, así ocurrió. Reunidos en un salón del Hotel Pestana, en Caracas, miembros de las distintas toldas políticas estaban allí, sentados, atiborrados de café y agua, recibiendo el desfile de opiniones y sugerencias de distintos sectores de este complejísimo país. Yo mismo tuve la oportunidad de ser invitado, de dejar caer algunas ideas, de proponer matices o ángulos de la realidad que podrían obviarse con facilidad en la vorágine de los hechos. Insisto, muchas veces he sido convocado a tertulias políticas y generalmente uno los oye monologar sin pausa, y termina con la sensación de haber sido solo audiencia, público en primera fila, sin más utilidad que ser receptor y no interlocutor. Esta vez fue distinto. Oían, anotaban, evaluaban, asentían o no, pero casi nunca interrumpían. Estaban allí para escuchar. Es como si hubieran roto las reglas del club para ampliar con urgencia la membrecía. Eso solo se puede catalogar de instinto de supervivencia. Ante el desmoronamiento del país, y lo crucial del momento, lo más sensato era escuchar otras voces. Fueron, cómo no, tres días de lucidez.


Chúo Torrealba, que es un periodista de raza prestado a la arena política, era quizás el más convencido de lo que allí ocurría. Por eso me comentaba con entusiasmo la jornada del día anterior cuando representantes de los barrios de Caracas llegaron allí y expusieron sus criterios. Gente de La Vega, Antímano, Catia o Petare que daba cuenta de sus penurias cotidianas pero también de su posición ante la idea del revocatorio como solución a ese trágico accidente de nuestra historia llamado Nicolás Maduro. No era poca cosa lo que allí ocurría.


Una de las ideas que prosperó con éxito fue la de hacer del pronunciamiento de la MUD un evento que replicara lo sucedido ese fin de semana. Es decir, que no hablaran solo los representantes de los partidos políticos, sino que en esa tribuna del Parque Miranda estuviera también parte del país que sufre la crisis: las amas de casa, los estudiantes, los médicos, los transportistas, los profesores, los ciudadanos sin adjetivo, los que no persiguen el poder. Hubo consenso. Y así ocurrió.


Pero, y he aquí el asombro que asomé en la primera línea de este texto, prácticamente casi ningún medio de comunicación, a la hora de reseñar el acto, hizo el más mínimo énfasis en los pronunciamientos de gente como Evelyn Martínez, miembro del Consejo Comunal “El Carmen Socialista” de Antímano; de Oscar Gutiérrez, líder de los transportistas de Guarenas; de Victor Márquez, de la Asociación de Profesores de la UCV o de Carolina Jaimes Branger, articulista de prensa y locutora de radio. Solo en un periódico me tropecé con un brevísimo recuadro que daba cuenta de la intervención de Hasler Iglesias, representante del Movimiento Estudiantil. Muchos portales web que transmitieron por Periscope el evento para romper el cerco comunicacional establecido por la cadena de Maduro, se afanaron en transmitir los discursos de Capriles, Ramos Allup, Henry Falcón, María Corina Machado o Freddy Guevara. En definitiva, eran las figuras mediáticas. Y muchos analistas aplaudieron luego, con el acento debido, que María Corina hubiera estado presente reforzando el carácter unánime que entraña la propuesta del revocatorio y convalidando la supervivencia de la Unidad. Pero uno de los puntos más importantes del evento, la inclusión de rostros de la sociedad civil, la urgente ampliación de la MUD a la hora de tomar decisiones, fue ignorado por los propios medios de comunicación. Allí no había mucha sal. No eran nombres jugosos. No había gritos ni aplausos fervorosos de la militancia. No había farándula posible. Se silenciaron las voces que finalmente tenían cabida. Las voces que también merecían ser escuchadas y a las cuales la política esta vez les prendía los micrófonos. Quizás vale la pena reflexionar sobre este hecho. Entender la política como espectáculo terminó abriéndole el camino del poder a uno de los personajes más carismáticos y perniciosos de la historia de Venezuela: Hugo Chávez Frías, el último gran animador de la televisión venezolana.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – SEPTIEMBRE 29, 2016

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Published on September 29, 2016 08:18

September 22, 2016

El delito de ser demócrata

Ya no se necesita cometer un crimen en Venezuela para ir a la cárcel. Le puede pasar a cualquiera. Sobre todo a cualquier desprevenido que crea que estamos en una democracia. A cualquiera que sucumba a la escandalosa idea de decir lo que piensa, o a la ignominia de trabajar en una empresa privada, o a la indecencia de reclamar vida para la letra muerta de la constitución. Sonará exagerado. Se dirá que todavía puedo escribir textos de este talante sin que nadie me arroje a un calabozo. Quizás. ¿Pero por cuánto tiempo?


En días pasados escribí para El Nacional una crónica sobre la sostenida lucha que ha librado, entre otras ONG, el Foro Penal Venezolano para defender a innumerables venezolanos detenidos por protestar en las calles, por estar en el sitio equivocado, por defender a una víctima, por ser estudiante y rebelde, en fin, la lista de argumentos es tan larga como inaudita. Las cifras de detenciones que maneja el FPV demuestran algo perturbador: en los tres años de gobierno de Maduro la represión se ha incrementado de forma vertiginosa, dejando en pañales desechables los 14 años de represión de su antecesor y padre metafórico, el mesías que nos trajo el apocalipsis.


Lo más inquietante es que la represión continúa aumentando. Con la velocidad de los segundos. Y ya ni siquiera hay formalismos judiciales. Solo arrebatos y caprichos. Varios casos han alarmado al país en los últimos días. Ejemplos sobran. Por ejemplo: un equipo técnico de grabación es llevado a la cárcel por grabar un video para una campaña de Primero Justicia. Pero hay más crímenes. Unos más graves que otros. Está el de Alejandro Puglia, preso por volar un dron. El de Braulio Jatar, preso por ejercer su oficio de periodista. El de Layra Parra, gerente de distribución de alimentos en Yaracuy, presa por …bueno, por trabajar para Polar. El de 22 empleados más de esa empresa, que han sido detenidos, acosados o amenazados. El crimen de Pancho y Gabo, presos por cargar en su carro Bs. 3 millones en efectivo y volantes con el rostro de Leopoldo López (Sí, Gabo ya está libre por mediación de Zapatero, ¿y Pancho?). El de Yon Goicochea, por ….bueno, por pertenecer a Voluntad Popular. El de Daniel Ceballos, por tener un Pen Drive que nadie sabe si realmente tenía. El de Carlos Melo, por tener un cinturón supuestamente incendiario. El de Coromoto Rodríguez, por….bueno, por ser el jefe de seguridad de Ramos Allup. El del alcalde Delson Guarate, por las razones que sean, incluso “ambientales”. Y así. Los ejemplos se multiplican como epidemia. Sin contar con Antonio Ledezma. Ni con Leopoldo López, cuyo crimen es ser Leopoldo López. Ni con las decenas y decenas de personas que están arruinando sus vidas en las distintas cárceles del país.


Estos inventarios solo estimulan a los voceros del régimen a declarar al unísono: “Sinceramente, no entiendo de dónde sale la idea de que en Venezuela hay presos políticos”.


Mientras tanto, los verdaderos criminales siguen prosperando a sus anchas. Asaltan a un equipo completo de fútbol en un autobús. Atracan a un puñado de estudiantes de la USB en otro autobús. Un grupo armado siembra el terror en el Hospital Universitario. Roban por onceava vez en el año al Museo del Transporte, patrimonio histórico y cultural del país. Matan a ancianos en sus casas. Secuestran día y noche a la gente en la calle. Masacran policías. Realizan operaciones comando y saquean edificios, clubes, casas. Lanzan granadas como quien reparte caramelos. Degüellan, mutilan, queman. Han hecho de la muerte una fiesta macabra. Los especialistas hablan de 18 mil bandas armadas. Y, nosotros, el resto de los ciudadanos, somos su patio de juego, su oficina de trabajo, su desfile de víctimas. Nadie se mete con ellos. Apenas uno que otro disimulo. Reinan a sus anchas. Le dan palmadas tiernas a su gran cómplice: la impunidad.


Pero tú, no hables de revocatorio, no pidas elecciones regionales, no presiones a las rectoras del CNE, no exijas que se cumpla la constitución. No cometas tantos crímenes a la vez. Capaz y termines de bruces en un calabozo por el sórdido delito de ser demócrata.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – SEPTIEMBRE 22, 2016

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Published on September 22, 2016 03:30

September 15, 2016

¿Diálogo o monólogo?

Hay una severa impaciencia en cada uno de los venezolanos. Y se entiende. Es lógico. El país se encuentra en estado febril, con peligrosas convulsiones a cada tanto y síntomas de entrar en estado de coma si no se hace algo con urgencia de paramédico. Por eso el ojo con el que evaluamos cada evento político que ocurre es más crítico que reflexivo, más sentencioso que tolerante. Por eso a muchos les perturba cualquier posibilidad de diálogo. Prefieren el monólogo de sus convicciones. Y desde allí, disparan dardos de todo calibre, condenan, insultan, desechan. Sin duda, en un diálogo es importante el carácter de los involucrados. Pero si para sentarnos a resolver un conflicto vamos a exigir un interlocutor sin tacha, sin sonrisa aviesa o urdimbre de traidor, necesitaremos otro diálogo previo. Y así, ad infinitum. Para el bando opositor nunca va a ser confiable un personaje de la catadura moral de Jorge Rodríguez o del fundamentalismo ideológico de Elías Jaua. El bando chavista, por su parte – tomando como referencia los amables criterios de Nicolás Maduro- considera a Freddy Guevara un siniestro elemento de ultraderecha, golpista y conspirador por naturaleza. De Carlos Ocariz tampoco han recitado alabanzas. Todo lo contrario. En síntesis, aquí todo el mundo sospecha o recela del otro. Por eso es más meritorio que, con tal nivel de hostilidad y tensión, puedan sentarse a conversar las fuerzas contrarias.


Convertir en un tema de discusión nacional el que esas conversaciones debieron anunciársele al país es improcedente. Condenar que hayan sido privadas es absurdo. ¿Se trataba de agitar a la gradería o de intentar resolver el complejísimo momento político que vive el país? ¿Tenían que pedirle permiso a cada rostro del variopinto espectro de la opinión pública?


Hay que sopesar con más calma estos movimientos en el tablero de ajedrez. Un buen ejemplo es Colombia. El largo proceso de negociación de la paz entre las FARC y el Palacio de Nariño vino precedido por un itinerario de reuniones secretas. Tan intrincado como hermético. Se habla de al menos 65 sesiones de carácter estrictamente privado entre las partes para poder acordar una agenda de discusión. Es decir, para iniciar el diálogo público y conclusivo. El propio Uribe buscó negociar clandestinamente con las FARC siendo gobierno, pero la intención no prosperó. Y esta vez decidió ser el aguafiestas de la privacidad del proceso. Santos, entonces, tuvo que descorrer el telón y reconocer que se estaba dialogando secretamente con las FARC en Cuba y Noruega. Pero en todo este complejo proceso lo importante era el resultado: la paz de Colombia.


Si aquí se hubiera anunciado a los cuatro vientos esta tanda de encuentros entre la oposición y el gobierno, la efervescencia que es hoy la opinión pública venezolana hubiera revuelto de tal forma el caldo que no hubieran podido sentarse ni dos minutos frente a frente. Discreción y traición no son sinónimos. Simplemente riman. No hay un solo personaje de la oposición que tenga la suficiente autonomía de vuelo como para negociar por su cuenta el trance del revocatorio, su postergación o algún otro suicidio parecido. Creo que el comunicado de la MUD es tan tajante como preciso. Es sensato calmarnos. Los únicos que hacen fiesta con cualquier rebullicio de insultos y división en la orilla opositora son los cancerberos del régimen. Ellos quieren salvar su pellejo. Así asumen el poder. Como la preservación de sus riquezas y libertad. Quizás les asuste la revancha del país contra la ignominia causada por sus desafueros que rayan en lo criminal. Quizás todo lo juzgan desde su condición. No perdamos el control. Estamos en el momento terminal del chavismo en el poder. Seamos sensatos. Calmemos las estridencias. ¿O es que no nos atrevemos a creer en otra cosa que no sea el monólogo de nuestros argumentos? ¿Qué tal si apostamos por la sabiduría de apostar por el diálogo como solución final a este colapso que hoy es Venezuela?


Ojo: Diálogo y Revocatorio 2016 sí son sinónimos, aunque no rimen.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – SEPTIEMBRE 15, 2016

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Published on September 15, 2016 08:52

September 10, 2016

El Uber de los derechos humanos

Todas las cuentas arrojan el mismo resultado. En apenas tres años el régimen de Nicolás Maduro ha multiplicado exponencialmente las cifras de represión que Hugo Chávez poseía. De hecho, a la llegada de Maduro al poder había solo once presos políticos en las cárceles venezolanas. Pero muy pronto las estadísticas vivieron un movimiento sísmico y apenas en el 2014 hubo más de 3.000 detenciones y el número de presos políticos desbordó los trescientos. El balance del esquema represivo de Maduro desde enero del 2014 hasta septiembre del 2016 es de 6.489 detenidos. Una barbaridad. Pero la cuenta sigue subiendo. La histórica marcha de este 1 de septiembre atizó la bilis del heredero del trono. Hubo 93 detenidos en todo el país y 34 heridos en la concentración del Obelisco en San Cristóbal. Aún no había ocurrido el episodio de Villa Rosa en Margarita. Allí Maduro perdió el control. El repique de las ollas en sus narices le hizo, entre otras vergüenzas, mandar a retener a varios habitantes de la humilde comunidad y enviar a la cárcel a Braulio Jatar, un periodista que solo cumplió con el papel de comunicar, desde la propia isla, los hechos.


Este balance de cifras, tan escandaloso, lo ha registrado paso a paso Alfredo Romero, la figura tutelar -junto con Gonzalo Himiob- del Foro Penal Venezolano, quizás la ONG más perseguida y satanizada por el chavismo.

El axioma es nítido. La represión siempre se asocia a la impopularidad del gobernante. Si la calle te da la espalda, reprimes. Si una muchedumbre te grita revocatorio, reprimes. Si una señora humilde te cacerolea, reprimes. Claro, todo eso sí, sólo sí, eres represor por naturaleza.

Y ese es el equipaje de los tiranos: la fuerza bruta.


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Comenzaron siendo apenas cinco abogados. Detuvieron su mirada sobre las copiosas irregularidades del 11 de abril del 2002. Ese día Caracas se manchó de violencia, con culpables en todas las orillas. Ese día fue el epicentro de muchas historias de dolor. Tales abogados, sacudidos en su vocación, decidieron representar los casos de 8 asesinados y más de 30 heridos de bala. Les ofrecieron asistencia a los detenidos. Se inició una onda expansiva y se fueron sumando más abogados a lo largo del país. En paralelo, Chávez abrió las fauces de la represión. En el 2004 surgieron las primeras güarimbas. Y todo fue in crescendo. En el 2007, junto al cierre de RCTV, se incrementaron las detenciones. Pero ya no eran cinco abogados. Eran una pequeña multitud.

Hoy el Foro Penal Venezolano reúne a más de 200 abogados y a 1.500 activistas de los derechos humanos en todo el país. Hay un detalle que ha hecho célebre a este enjambre de juristas: no cobran ni un centavo por asistir legalmente a las víctimas de la violencia política.


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La memoria de Alfredo Romero está llena de historias.

Como la de Jesús Espinoza, uno de los jóvenes asesinados el 11 de abril por miembros de una milicia armada. Un caso que marcó la vida del propio Romero.

Como la de Massiel Pacheco, una muchacha de 20 años que vendía empanadas en el Parque del Este y tuvo la “sensatez” de entregarle a la GNB un paquete sospechoso que alguien había dejado en su tarantín. Resultaron ser explosivos. Ella, en vez de recibir las gracias, fue llevada a prisión y torturada. La querían imputar como terrorista. Se hablaba de una pena de 25 a 30 años en el INOF. El Foro Penal logró demostrar su inocencia y sacarla en libertad. La ironía: Massiel Pacheco era chavista.

Como la detención multitudinaria de 400 y muchos estudiantes en un campamento en la Av. Francisco de Miranda la madrugada del 8 de mayo del 2014 por orden del ministro Rodríguez Torres. “Fue la audiencia de presentación más grande que ha habido ante un tribunal en la historia de Venezuela”, comenta Romero al recordar los pasillos del Palacio de Justicia atestados de estudiantes.

Y así, más y más casos, decenas, cientos, miles. En esta posdata del chavismo conducida con iracundia y desatino por Nicolás Maduro ha habido de todo: detenciones arbitrarias, persecuciones, siembra de pruebas, desapariciones, descargas eléctricas, abusos sexuales y hasta torturas que desembocaron en asesinatos. Una absoluta sobredosis. No ha habido otro gobierno en nuestra historia moderna con tal exceso de presos políticos.


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Hay tres tipos de presos políticos definidos por los voceros del Foro Penal. 1) Las personas que representan una amenaza directa para el régimen (líderes opositores) 2) Los que sirven como mecanismo de intimidación para el resto. Gente como Sairam Rivas o Gerardo Carrero (dirigentes estudiantiles de oposición) o la jueza Maria Afiuni (jueces, asústense, entiendan lo que les puede pasar) y 3) La detención de empresarios y militares para darle piso al argumento de la guerra económica o el golpe de estado.

En un régimen autoritario, defender al demócrata que arriesga la piel de sus convicciones tiene sus costos. El Foro Penal Venezolano tiene su propio inventario de víctimas:

* Alonso Medina, miembro del Foro Penal, fue perseguido sin cesar entre el 2002-2003 por haber defendido la causa de varios militares.

* Marcelo Crovato, abogado del Foro Penal, fue detenido por efectivos del Sebin el 22 de abril de 2014, mientras asistía legalmente a un vecino en cuya residencia practicaban un allanamiento. Su historia posterior es escalofriante.

* Tamará Sujú, coordinadora internacional del Foro Penal, fue acusada de traición a la patria y de ser una agente infiltrada de la CIA (un derroche de originalidad). Tuvo que pedir asilo político en la República Checa.

* Luis Armando Betancourt, defensor del estudiante que denunció haber sido espantosamente violado con un fusil, fue objeto de hostigamiento y recibió la visita en su casa de cinco supuestos funcionarios.

* En febrero del 2015, Yoseth Colmenares, hermana de la coordinadora del Foro en el Táchira, fue interceptada por dos presuntos funcionarios policiales que le cubrieron la cabeza con una bolsa plástica y la golpearon repetidamente en la cara, los senos y el resto del cuerpo.

* Alfredo Romero, actual director ejecutivo del Foro, ha sido acusado sostenidamente en distintos programas del canal oficial VTV de recibir dinero de Estados Unidos y Canadá para conspirar. Fue atacado por un hombre armado en un episodio en el que milagrosamente logró salir bien librado.

* Raquel Sánchez y Oscar Alfredo Ríos, abogados del Foro Penal, fueron atacados y heridos en la cabeza este 6 de junio en el estado Táchira por un colectivo anónimo que decía defender los intereses de la revolución.

Conclusión: defender los derechos humanos en Venezuela es peligroso. Es caminar la cuerda floja sin malla de protección. Los miembros del Foro son tratados como enemigos, forajidos, lastre. Su delito: intentar que la justicia no sea otro cadáver más en la gran morgue de la revolución bolivariana.

Por eso criminalizan su profesión, los someten al escarnio, los acusan de operadores políticos, de fascistas a sueldo.

El encono ha llegado al punto de que a muchos detenidos la Fiscalía les sugiere no pedir ayuda al Foro Penal (eso podría perjudicarlos, mejor búsquense un defensor público y si admiten su delito quizás salgan más rápido de prisión). El estigma y la trampa en combo.

Varios miembros del Foro han recibido medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En dos platos, el estado venezolano debe velar por la vida e integridad de estas personas. Pero no hay ingenuidad posible. Todos suponen que ese documento debe reposar en el basurero de las convicciones gubernamentales.


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Algunas individualidades de la oposición han resentido la notoriedad del Foro. Los partidos políticos, valga subrayarlo, también poseen su equipo de juristas que asiste a todo militante agraviado por el aparato represor del estado. Los abogados del Foro insisten en que no responden a línea política alguna. Mientras tanto, su voluntariado les lleva comida y ropa a los detenidos y genera información actualizada de su estatus legal. Los abogados del Foro, valga decirlo, rondan como avispas los tribunales de justicia venezolanos. No abandonan a su suerte a ningún preso que asisten. Algo significativo en un país donde la orfandad ciudadana se ha vuelto la norma.


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“Los derechos humanos no son sexy. En este mundo no es atractivo trabajar por pura conciencia moral. No da votos. Los abogados de derechos humanos nos metemos donde hay malos olores, en los sitios oscuros, asumimos riesgos”, dice Alfredo Romero. A pesar de eso el Foro Penal ha sido nominado dos veces al Premio Nobel de la Paz, en el 2015 por 36 diputados chilenos, académicos y representantes de otros parlamentos, y este año 2016 por el parlamento español. Vaya ironía, jamás han sido postulados por gente del patio.

La mayoría de los abogados del Foro son profesores universitarios, gente de rango académico interesada en educar a la sociedad sobre el tema. Los familiares de los detenidos agradecen tanto su labor que a veces se vuelven parte del voluntariado. Son muchas las personas que han logrado devolver a sus hogares atravesando un bosque de lágrimas y angustia.

El Foro Penal Venezolano es como el Uber de los Derechos Humanos. Así como en el mundo ha surgido una opción de transporte distinta a los taxistas, así los abogados de esta ONG han establecido una manera alternativa de organizarse para defender los derechos humanos. Y están en todas partes. Como el Uber. Solo que su modalidad de servicio es gratuita.

Un apostolado extraño en estos tiempos donde la vileza se ha enseñoreado sobre el cielo venezolano.


Leonardo Padrón

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Published on September 10, 2016 21:35

September 8, 2016

Los nuevos escualidos

La semana pasada se escribió sobre el pavimento caraqueño el acta de defunción del término “escuálido” para caracterizar a la oposición. Ya no sirve. Ya no cuadra. Es un remoquete que perdió verosimilitud desde el 6 de diciembre pasado cuando la oposición se convirtió en una muchedumbre de casi 8 millones de votantes para alcanzar la mayoría tajante y definitiva en el parlamento. Los síntomas son cada vez más copiosos. Las cifras del país opositor se han vuelto enfáticas, irrebatibles. Si nos piden la presencia de apenas un 1% de nosotros, nos convertimos en derroche. Si nos piden marchar para mostrar el plural en la calle, nos volvemos río y afluentes, multitud y entusiasmo. Y si prohíben los drones para evitar tomas aéreas de la abundancia, la mismísima ciudad se torna elocuente, ancha, profusa ante tanta gente con el aliento de la democracia en su sonrisa. Se logró una aglomeración de ribetes antológicos que, incluso, iba a ser aún mayor si no hubiera sido por la tramoya de obstáculos que desplegó el gobierno. Aún así, la ambición fue superada con más de un millón de marchistas.


En cambio, del lado chavista de la historia, los adjetivos se adelgazan, las matemáticas se estrechan, todo se vuelve pudor y poquito. Apelan a fotos viejas, a maquillaje, al CLAP como señuelo, a autobuses del estado, a la misma calle de siempre, y la fiesta se les convierte en plano cerrado, disimulo, argumento chato, golpes que da la vida.


El 1 de septiembre se estrenaron sobre el asfalto de la Avenida Bolívar los nuevos escuálidos. Y aunque el rótulo con su piquete ofensivo siempre me pareció insustancial, creo que en estos tiempos donde todos los analistas anuncian el inminente fin

de un ciclo histórico y la inauguración de otra etapa de nuestra vida republicana, bien vale dejar en claro que el adjetivo trocado en sustantivo prefirió cambiar de destinatario.


Por pura decepción, sensación de fraude e instinto de supervivencia millones de personas se han quitado la camisa roja que trajeaba sus expectativas y hoy prefieren anunciar su rechazo a tamaño espejismo, o mejor aún, su debut en la nueva mayoría que urge a gritos un cambio para salir del atasco monumental de nuestros derechos más elementales a la comida, la salud y la vida.


Resulta risible, casi conmovedor, ver a los dirigentes de la revolución esgrimiendo tesis absurdas, acrobacias en el álgebra que se destruyen al primer soplido o presenciarlos contradiciéndose unos a otros ante los micrófonos que los inquieren sobre la gran marcha opositora o el vergonzoso episodio de Villa Rosa. Un viejo zorro de la política dice que fuimos solo 30 mil, la canciller se convierte en eco, diputados y concejales también. Un ministro dice que no hubo cacerolazo, otro dice que hubo pero no tanto, un dirigente asoma que Maduro se bañaba de pueblo, otro que fue tan valiente que se bajó de la camioneta para separar a los bandos en pugna. Mientras tanto, en los chats de discusión de notables chavistas se quejan en voz alta de tamaña falla en la seguridad del presidente, por qué no lo cuidaron, es como si su propia gente lo quisiera perjudicar y comentarios más hirientes y certeros.


En definitiva, ya todo es obvio. Ya la democracia recuperó la calle. Ya los cansados andamios de la revolución crujen a punto de desmoronarse. Se han convertido, gracias a la gestión de gobierno de Nicolás Maduro, en los nuevos escuálidos del paisaje político venezolano. Y es hora de que asuman su rol en la historia. El dilema del gobierno lo resumió Vladimir Villegas en una entrevista para el diario El Espectador de Colombia: “Uno de nuestros dramas en la izquierda es que creemos que llegamos al poder para estar eternamente en él”.


La otra opción es conectarse con el extraño humor, casi suicida, del gobernador García Carneiro y proclamar a los cuatro vientos: “El chavismo está en su mejor momento”.


Elija usted, camarada.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – SEPTIEMBRE 08, 2016 

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Published on September 08, 2016 08:11

September 2, 2016

“Se Busca un País” llega a Valencia el 9 de septiembre

Tamasis Teatro invita este viernes 09 de septiembre en el imponente Hotel Hesperia WTC, en única función a las 7:00 p.m., con actuaciones de la reconocida actriz y cantante Mariaca Semprun, Claudio Nazoa y nuestro admirado Leonardo Padrón.


Es una presentación que tiene como epicentro el más reciente libro de crónicas de Leonardo Padrón. Es una reflexión sobre las tribulaciones del presente y las posibilidades del futuro, paseándonos por las crónicas más resonantes y celebradas del libro. El país como gran protagonista en un encuentro interactivo con la audiencia.


“Se busca un país” muestra un enfoque muy positivo, de gran receptividad en el público. Es emotiva, concientiza y posee un aderezo especial de humor. “Se busca un país” es sin duda una excelente puesta en escena que sugiere cómo encontrar un país que absolutamente todo queremos y merecemos.


La portentosa voz de Mariaca Semprún en la travesía “Se busca un país” recorrerá el bolero, la bachata, el pop, la música académica, y nos lleva a algunas melodías de La Lupe y Vivo; dos musicales de rotundo éxito en Venezuela, todo envuelto en un concepto en dónde el país es el gran protagonista en un encuentro interactivo con la audiencia.



Tamasis Teatro invita a disfrutar de esta inolvidable presentación; Entradas a la venta en www.ticketmundo.com, taquillas del Hotel Hesperia Valencia y en las oficinas de la Quinta Tamasis. Síguenos a través de las redes sociales Instagram: TamasisTeatro; Facebook: Tamasis Teatro y Twitter: @TamasisTeatro. Comparte la experiencia con la etiqueta #Sebuscaunpais

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Published on September 02, 2016 14:01

September 1, 2016

La marcha contra la violencia

​Hoy, 1 de septiembre del 2016, los venezolanos nos estamos sometiendo a una gran prueba. Hoy nos estamos calzando los zapatos para ocupar el asfalto de Caracas y construir –en multitud- una inolvidable protesta contra la violencia. Porque no tienen otro nombre las tácticas dilatorias del CNE ante la petición de referéndum revocatorio. Ignorar a la mayoría del país es violencia. Demorar los lapsos, entrabar la logística o invalidar firmas es exactamente igual a trancar las vías, dilatar los aviones, montar alcabalas o detener autobuses para evitar la espectacular masa de gente que este día promete. Intentar callarnos es un acto de violencia. Y contra eso marcharemos. Activar detenciones arbitrarias y secuestros de líderes políticos sin orden judicial es violencia. Y contra eso marcharemos. Arrojar explosivos y excrementos contra el diario El Nacional es la misma violencia que entraña encadenar a los medios para escupir amenazas o gritar consignas de rabia. Y contra eso marcharemos. El hambre, la escasez y la ausencia de medicinas son formas de violencia tan crueles como las ejecutadas por las 18 mil bandas delictivas que desangran al país. Y contra eso marcharemos. Motivos sobran. Hartazgo y coraje también.

​​


Hoy nos estamos sometiendo a una gran prueba porque no podemos permitirnos errores, desafueros o excesos. Vamos a hacernos de la calle con ganas pero sin piedras. Vamos en grupos pero sin capuchas. Vamos sin miedo pero con sensatez. Vigilemos a nuestros cercanos. Atemperemos los revuelos. Evitemos las estridencias. Todo aquel radical que lance arengas de fuego y caucho quemado que sea ignorado. Todo aquel que pida calle sin retorno y vidrios rotos que sea calmado. No agredamos a Caracas. Seamos coherentes con nuestra exigencia de paz. Es un contrasentido protestar contra la violencia con violencia. Esta movilización, que tendrá los ojos del mundo encima, no puede fallar en lo esencial: su carácter pacífico. Porque ese es el idioma de los demócratas. Esa es la premisa de una sociedad civil. Se trata de escribir el futuro con la tinta de la cordura.



​Por eso deseamos un referéndum revocatorio y no una nueva camarilla de militares alzados. Por eso preferimos el voto en la urna y no el cadáver en la esquina. Por eso la constitución y no la sangre. Los dueños de las armas son los militares y los delincuentes. Nosotros simplemente tenemos, y es mucho, la mayoría para elegir. Y elegimos ser civilizados. Elegimos pronunciarnos en voz contundente pero serena. Elegimos principios democráticos y no autoritarismos revolucionarios. Ya, a este nivel de la debacle, es imposible que perdamos ningún otro evento electoral. No hay mejor atajo que la inteligencia. No nos desesperemos dentro de la desesperación que ya signa nuestros días. Callémosle la boca a la violencia que escupen Nicolás Maduro y sus acólitos.


Volvamos a ser el mejor ejemplo de democracia en Latinoamérica.

Vamos. Terminemos de calzarnos y abarrotar las calles. Hoy, 1 de septiembre, nos toca ser más ciudadanos de este país que nunca. Hoy, a pulso de civilidad, debemos derrotar a la violencia y comenzar la otra marcha. La marcha hacia las elecciones presidenciales de este año 2016.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – SEPTIEMBRE 1, 2016

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Published on September 01, 2016 07:57

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