Leonardo Padrón's Blog, page 15

April 29, 2017

Venezuela, el huracán

Cuando un venezolano sale a marchar a las calles para manifestar su repudio al régimen que ha convertido al país en sal y agua, lo hace con dos armas: la gorra tricolor y un hartazgo profundo. Así de desnudo, así de vestido sale. Esa marcha, que hoy plena el asfalto de todos los rincones del país, recibe una sola respuesta: represión. Una represión que con el curso de los días ha ido adquiriendo un talante atroz e irracional.


He asistido a muchas marchas en estos dieciocho años, pero jamás había presenciado tanta furia represiva. Y, sobre todo, tan gratuita. En un sábado de este abril del 2017 –otro abril que jamás olvidaremos- marché con miles de venezolanos desde el Municipio Chacao hacia la Defensoría del Pueblo. Al llegar a la autopista, a la altura de El Rosal, la muchedumbre detuvo su paso. Un grueso piquete de la GNB había erigido su particular versión del Muro de Berlín. Como si fuéramos dos países. Como si mi gentilicio caraqueño ya no pudiera volver a la parroquia San Juan, donde nací y me crié. Como si tres gritos y un capricho del alcalde Jorge Rodríguez fueran argumento suficiente para expulsarme de mi propia ciudad. Como si tocara devolvernos en silencio a un gueto de parias y traidores, porque eso somos -para los fundamentalistas del chavismo- todos los que vivimos fuera del Municipio Libertador. Como si ya la protesta no ocurriera en cada rincón del país.


Represados ante esa frontera imaginaria que dibuja el régimen, observaba, junto a mi pareja, amigos y miles de ciudadanos, cómo se iniciaba la represión contra la primera línea de la manifestación. Es un libreto harto repetido. El piquete de guardias cierra el paso hasta que, a la señal convenida, se convierte en un ejército en guerra. Un horizonte de nubes tóxicas se alzaba quinientos metros más allá. Un helicóptero nos rondaba siniestramente. Nos suponíamos lejos del peligro. Falso. El peligro nos tenía preparada una emboscada.


De pronto, desde la calle de El Rosal que desemboca a la autopista, nos inundó una avalancha de bombas lacrimógenas. Algunas caían desde una altura inconcebible. Comenzó el caos. Todos corrían hacia donde su instinto o posibilidades se los permitían. En nuestro caso, el punto de fuga más cercano era el Guaire. Me asomé a sus márgenes, lo pensé dos veces y corrí con los míos hacia el este, atravesando la selva de humo. Un humo que te ciega, te asfixia, te desequilibra por completo. Íbamos a ciegas, asidos a algún trozo de ropa del más cercano. Perdernos, extraviarnos en mitad del caos, nos haría más vulnerables. A nuestra izquierda, decenas de personas tumbaban una reja, con la fuerza de la desesperación, para poder acceder a la autopista y huir de la brutal arremetida. Sin visión, a tientas, solo oíamos el ruido de múltiples toses, gente asfixiándose, gritando. Y las detonaciones, cada vez más cerca, acechantes. Mientras corría, sentía que me quedaban pocos segundos de aire y luego vendría el desvanecimiento. En mi mente se agitaba de un lado a otro un inmenso “¿Por qué?”. Es lo que todos nos seguíamos preguntando media hora después, ya a salvo y aún aturdidos por los efectos de las bombas.


La pregunta troca en ira cuando luego ves a las autoridades declarando que la represión es solo respuesta a la violencia opositora. Obviando las escaramuzas que ocurren al final del día entre unos pocos jóvenes que optan por confrontar, cara a cara, capucha a casco, a las fuerzas represivas y que suelen escalar en intensidad y su tanto de anarquía, en rigor, las marchas de la oposición son estrictamente pacíficas. Todos sabemos en cuál orilla del conflicto están las armas.


Dos días después volví a marchar a pesar de haber experimentado el mordisco del peligro. Así como millones de personas en toda Venezuela que siguen saliendo a las calles con una determinación impactante. A pesar de la dolorosa muerte de cada uno de los asesinados. A pesar del olor a sangre que mancha el aire. A pesar de la impúdica violencia del régimen.


***


Van una, tres, seis, ocho marchas, represión, humo, perdigones, detenidos, gente que grita, y de repente, alguien que cae en el asfalto para nunca más marchar, ni opinar, ni comer, ni respirar. Alguien que cae de bruces en la muerte. Y otro muerto más en Mérida. Y en Barinas. Y en Valencia. En el Tocuyo. En Altamira. Se multiplican las muertes, se atestan los calabozos, crecen los heridos, se expanden los ataques nocturnos a residencias y barriadas populares. Ya nada se puede ocultar. Por más que amordacen a los medios de comunicación, allí están las redes, con su desbocada libertad, con su facilidad para colgar videos, los ciertos y los inciertos, los que reseñan el ataque de los paramilitares, los que graban los cacerolazos a dirigentes que intentan repartir las migajas del CLAP y han descubierto que ya no les funciona, que es más la rabia que el miedo, que este país indignado ya no acepta más vejaciones.


Y mientras tanto, el presidente graba videos para demostrar que él mismo maneja su carro (¿así como maneja el país?), que juega pelota, que baila, que anda contento. O simula estarlo. Pero ya aquí no hay alegría posible. Esa palabra fue expulsada del país.


Y mientras tanto, siguen muriendo niños por comer yuca amarga. Y muere un periodista porque no consiguió los medicamentos para controlar su arritmia. Y mueren pacientes en los quirófanos porque falla la luz. Y las proteínas escasean en los hospitales de niños. Y la basura sigue siendo parte de la cesta básica del venezolano.


***


Miércoles, 27 de abril. En plena represión de la marcha es impactado en el pecho Juan Pablo Pernalete, un estudiante de 20 años. Minutos después, muere. Los testigos hablan de una bomba lacrimógena lanzada a una distancia brutalmente corta. El país se estremece. Los padres lloran, incrédulos, la muerte de su único hijo.


En la noche, Diosdado Cabello, en su programa habitual de los miércoles, dedicado al bullyng y la amenaza, nombra el suceso y se esmera en absolver de culpas a la GNB. Ni una palabra de condolencia. Ni un ápice de dolor. Ni siquiera una máscara para fingir tristeza. Total, es un opositor menos.


***


Imagen, metáfora, símbolo:


Decenas de ciudadanos lanzándose a las aguas que nunca en su vida hubieran pensado tocar. Solo la desesperación puede empujar a un caraqueño a sumergirse en el Guaire. El país democrático hundido en el detritus de nuestro propio fracaso como nación. La oposición arrojada al río cloaca, emblema de las promesas incumplidas. La oposición saliendo empapada, digna, crecida e inevitable.


***


Testimonio de una amiga que vive en un urbanismo de la Gran Misión Vivienda:


“Fíjate que hoy no pude ir a marchar a pesar de que estoy súper cerca, porque los voceros de cada urbanismo irán a chequear qué personas van a las marchas opositoras. A mi mamá la tildaron de fascista hace dos días solo por compartir un video de unas protestas en whatsapp. Nos tienen bajo la mira. Me siento indignada porque son nuestros propios vecinos quienes nos señalan. En esta Misión Vivienda, por cierto, viven algunos malandros y sicarios, y algunos irán al punto de concentración de la marcha opositora. Hace dos días una persona tuvo la valentía de cacerolear, le levantaron un acta y está siendo amenazada con que le van a quitar su vivienda”.


Así se cuecen las habas en las entrañas del paraíso socialista.


***


Las noches se han hecho exponencialmente largas. Huelen a pólvora y venganza. El régimen espera la penumbra para atacar a los habitantes de las zonas populares que se han atrevido, finalmente, a expresar su descontento. En alianza con los colectivos armados o paramilitares diseminan operativos de terror, allanan casas, escupen tiros, arrojan bombas lacrimógenas y dejan el tatuaje de su venganza.


El régimen no permite disidencias. Sin tu voto y tu silencio, no hay CLAP, no hay misiones, no hay dádivas, no hay paraíso. Así sea un paraíso terroso y en ruinas.


Mientras Chávez vive, el país muere.


***


Somos un huracán en desarrollo.


Nuestra vida cotidiana ha sido arrasada. Quedan escombros de ella. Pero lo de este abril del 2017 tiene visos abrumadores.


Nunca tantos venezolanos habíamos estado tan de acuerdo en una misma idea: es urgente cambiar el sistema político que nos gobierna. Que nos devasta. Que nos arruina. Nunca antes la oposición había logrado unificarse de una manera tan coherente en un solo discurso. Nunca habían crepitado las protestas con tanto furor en las zonas más populares de la capital, desde El Valle hasta El Guarataro, desde La Vega hasta San Martín. Nunca tan ensordecedor el grito de basta. Nunca tan frágil y violento el poder. Nunca tan necesaria la persistencia y la templanza. Nunca tan cerca del final. Así no lo toquemos con las manos, sino con los ojos. La historia hoy en Venezuela se redacta con el pulso de millones de ciudadanos sedientos de democracia.


Leonardo Padrón


 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 29, 2017 21:31

April 27, 2017

Desnudo

La imagen que nadie olvidará: el joven que, ostentando su desnudez absoluta, su figura lánguida y sin músculos, camina hacia la violencia con un pequeño y ancestral escudo, la biblia. Y la violencia le ladró, le escupió una salva de perdigones y lo fumigó con bombas lacrimógenas. Le dijo cállate. Vete. No eres nadie.


Pero sí es alguien. Muchos pensaron que quizás era un loco, un fanático religioso. Y no. Ya todos sabemos que se llama Hans Wuerich y es un venezolano común y corriente. Uno más entre millones que piden con urgencia una salida a la crisis más pavorosa que ha vivido la Venezuela contemporánea.


Hablo con Hans el día que decide asomar su rostro a los medios de comunicación. Y me consigo con un joven de 27 años, sencillo y risueño, que aún destila cierta inocencia. Su forma de hablar está salpicada de la clásica jerga caraqueña. Siente que la vida le cambió después del temerario episodio que protagonizó. Un joven que nunca esperó que su gesto le diera la vuelta al mundo. Y hoy está conmocionado, abrumado, pero sin duda satisfecho. Su original forma de protesta fue un torpedo a la línea de flotación del régimen. Ante la represión, he allí un hombre desnudo. En su vulnerabilidad extrema. Sin piedras, sin capucha, sin armas ni protección alguna. Un alarde pacifista. Aunque el único objeto que portaba era, sin duda, contundente. Eso que millones de personas en el planeta llaman la palabra de Dios.


Hans, por cierto, me aclara que no es ni evangélico, ni Testigo de Jehóva, ni siquiera va a la iglesia. Cree en Dios a su manera. Lee la Biblia desde hace poco. Y apenas va por el quinto libro de Moisés, el Deuteronomio.


Hoy su espalda es un colador de perdigones. Una pared humana fusilada. No ha logrado contabilizar cuantos agujeros hay en su cuerpo. En el momento de la protesta, su temor era que alguno le impactara los ojos o su miembro masculino.


Hans es egresado de comunicación audiovisual de la Universidad Santa María desde hace más de dos años. Trabaja en el negocio de su familia, negocio que no revela por seguridad. Tampoco dice dónde vive. El miedo lo ronda aunque pocas personas tendrían el coraje de hacer lo que hizo. Ni siquiera los “periodistas” de VTV que han hecho guasa permanente de su desnudo. El presidente Maduro, en una demostración de pobreza moral, ha sido el más enconado en la burla, con chanzas de muy baja estofa. Ante los comentarios de Maduro, Hans responde: “La burla la utiliza el acomplejado ignorante para sentirse sabio. Por mí que se burle lo que le de la gana. Mejor, porque así mete más la pata. Mejor, hermano, así que dele”.


Y entonces me hace una revelación inesperada: “Yo voté por Maduro. Pero estoy súper arrepentido. Ha sido un presidente muy malo. Ahí mismo me decepcioné”. La paradoja es que nunca votó por Chávez. En rigor, no tiene filiación política alguna. Pero justamente comenzó a marchar desde el año 2014.


Esta vez decidió hacer algo distinto. Investigó y descubrió las protestas en España de las activistas por los derechos animales que se desnudaron y bañaron en sangre contra las corridas de toros; la de las cien mujeres que en Ohio se desnudaron en contra de la candidatura de Donald Trump; la de la mujer que en Brasil renunció a su ropa para enfrentar la represión de los militares. Y, finalmente, el gesto de la mujer venezolana de 54 años que –días atrás- se plantó gallardamente frente a una tanqueta de la GNB, lo terminó de inspirar.


Vio videos de entrenamientos de la Guardia Nacional que están en YouTube, vio cómo a los jóvenes soldados los embuten en un hueco y los fumigan con bombas lacrimógenas durante largos minutos: “Muchos salen vomitando, totalmente asfixiados, pero otros aguantan. Entonces pensé que podría soportarlo.”


Durante dos días lo planeó. No le contó a nadie lo que iba a hacer. Luego de decidirse, el miedo lo habitó de tal manera que no pudo cenar a la víspera, ni desayunar el propio día de la marcha. Fue a la autopista lo más ligero posible: un short, una franela, un koala, una biblia. Esperó el momento. Las bombas y las piedras amainaron por un instante. Y entonces se “empelotó”, como le gusta decir. Justo cuando caminaba hacia ellos sabía que iba a su encuentro con el dolor. Que podía terminar preso en un sótano del Sebin. Que podía venir un itinerario de torturas y represalias. Hans sabía el calibre moral del enemigo que enfrentaba en ese instante. Pero nada de eso lo frenó.


Cuando se acercó a la tanqueta, les pidió que cesaran de reprimir. Los guardias, perplejos, solo atinaban a grabarlo con sus celulares. “Yo los veía y ellos bajaban la mirada. Les dije que éramos la misma gente, que el pueblo de Venezuela solo quiere libertad”. El militar a cargo del pelotón, ofuscado, le gritó que se bajara de la tanqueta. Los perdigones comenzaron desde que se arrodilló.


Al retirarse, la gente le ofrecía un coctel de respeto, aplausos y risas. Caminó desnudo por toda la autopista de regreso a su casa. Al llegar, la adrenalina cesó y despertó el dolor de los perdigonazos. Un ardor insoportable. Y el rostro atónito de su madre: “Cuando llegué, se puso a llorar, se tiró al piso, estaba muy asustada, yo lloré con ella. Hablé, la tranquilicé un poco”.

Hans sabe perfectamente que este es un país de insignes jodedores. Suponía los pros y contras de su acción. “Yo me esperaba el chalequeo nacional. También es de pinga reírse de uno mismo. Pero no esperaba tantas llamadas y mensajes de apoyo que he recibido por Twitter y Facebook. Creo que me cambió la vida. Espero que sea para mejor”.


Su extrema delgadez llamó la atención. Parece una espiga. Una clara analogía de la hambruna que azota al país. “Las protestas también son por hambre. El hambre es algo que produce rencor, odio, envidia, arrechera. El hambre es algo muy fuerte. El próximo presidente debe ser mucho más humano, tener cuatro dedos de frente y misericordia por la gente pobre”.


Antes de despedirnos, me suelta una confesión inesperada y ligera: “¡Oye, yo vi Cosita Rica completica y me la tripeé en banda! Y hasta me enamoré de Fabiola Colmenares”.


Más caraqueño, imposible. No es un loco, ni un fanático religioso. Es simplemente un venezolano que no aguanta más. Uno más. Uno entre millones. Desnudando la dictadura.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – ABRIL 27, 2017


 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 27, 2017 11:52

April 25, 2017

“Al poder no le queda otra estrategia que huir de cualquier evento electoral”

Chefi Borzacchini
Domingo, 23 de Abril de 2017 a las 11:44 a.m.

Leonardo Padrón proclama que “la poesía y el arte salvan”. En plena crisis, grabó un video en exclusiva para Contrapunto, que es una lectura de sus versos compilados en el libro “Contracanto. Poesía reunida (1979-2011)”, que acompaña esta entrevista


 


Quien no conozca su escritura, sus poemas, sus libros, no tendrá que hacer mayores esfuerzos para llegar a su producción literaria. Quien no le conozca a él, como personaje de la cultura y venezolano, igualmente no tendrá que buscar muchas referencias. Sus versos, artículos de opinión, crónicas de lo que ocurre en este país, o sus telenovelas, entrevistas, incluso hasta un reciente y exitoso espectáculo teatral, hablan por Leonardo Padrón.


Escribo este preámbulo a la extensa entrevista que nos reencuentra, porque cuando llegó a la redacción de Contrapunto no hice ninguna presentación de nuestro invitado. Por igual, desde el compañero Leo, quien nos apoya en el transporte, hasta la señora Carmen, quien con diligencia y cariño nos atiende regalándonos un vaso de agua o sabroso café, rápidamente saludan al poeta así como uno a uno de nuestros jóvenes periodistas, administradores, chicos de tecnología o las muchachas de publicidad y mercadeo.


Una vez que terminaron los saludos, todos quisieron presenciar la lectura poética comentada que en exclusiva Padrón grabó para nuestro canal y que podrán ustedes escuchar a través del link al final de esta entrevista, en la que abordamos cuatro temas: su poesía y producción editorial dedicada a varios géneros; sus opiniones sobre política y la actual crisis venezolana; su análisis de la actividad cultural, artística y televisiva en el país, y su sentir como venezolano.


De entrada hay que decir que este hombre de casi 58 años de edad, ha invertido la mayor porción de su talento en la poesía. El autor de seis poemarios, que ahora se han condensado en uno solo, Contracanto. Poesía reunida (1979 -2011), editado recientemente por Seix Barral, ha tenido al amor y a la ciudad como los temas centrales de su obra poética. Desde su primer poemario, La orilla encendida (1985), reconocido con el Premio Poesía de la UCAB (1981) -universidad donde se graduó de Licenciado en Letras y comenzó su labor como profesor-, hasta en Balada (1993) -uno de sus libros “hits”-, Tatuaje (2000), Boulevard (2002), El amor tóxico (2005) y también en Los materiales humanos (antología poética, 2010) hasta llegar a Métodos de la lluvia (2011).


–El amor, iniciemos con el amor. ¿Cómo comienzas a asir el amor para convertirlo en palabra, y que a su vez el lector logre hacerlo suyo? Hay lectores que recitan tus versos de amor, sobre todo los de la generación de los 90 y los jóvenes de este milenio.


–Creo que más que definir mi trabajo poético en función de la experiencia amorosa, yo diría que es la revelación del universo femenino, incluso va más allá de la plenitud afectiva, porque también escribo sobre esa instancia humana que es la mujer desde su ausencia, desde mi derrota, ante su aparición o ante su partida. Entonces, en el fondo termina siendo una celebración de las leyes del universo, es decir, hay una entidad humana totalmente distinta a mí, que tiene unas curvas, unos pliegues, una manera, un olor, una sensibilidad totalmente distinta de posar ante ese acontecimiento que es la vida; y esa interrelación siempre es compleja, misteriosa, muchas veces nos sobrepasa, y uno siempre es un alumno de la experiencia amatoria, a veces un alumno al que le puede ir bien, con buenas calificaciones, pero a veces es aplazado ante la devastación amorosa. Siempre me llamó la atención codificar todo esto a través de la escritura. El amor es una de las instancias de la vida que más nos determina.


Octavio Paz decía en ese prodigioso libro El Laberinto de la Soledad, que nacemos solos y morimos solos y entre esas dos grandes soledades está la vida; y, efectivamente, como nosotros nacemos con la impronta de la soledad, por eso andamos permanentemente en la búsqueda del otro, que nos complemente y nos atenúe el desarraigo existencial que tenemos. Por eso me importa tanto lo femenino, y me parece crucial en lo que ha sido mi travesía por este asunto que llamamos vida.


–¿Cómo aprendiste a percibir esa energía femenina dentro de ti para poder expresarla en poesía?


–Creo que quizás una de las maneras que he tenido de acercarme a lo femenino con cierta asertividad, pero que no siempre triunfa, es conectarme con mi propio femenino, y todo artista, todo escritor, le saca provecho a su femenino, porque te ayuda a leer mejor, a traducir y a descifrar ese enigma fantástico que es la mujer. No siempre es equilibrada esa relación, pero lo que no me deja de sorprender es que es interminable el proceso de conocimiento de la mujer. Escribir, para mí, ha sido, entre otras cosas, una expedición hacia lo femenino, una manera de llegar a sus orillas, en ese intento, muchas veces, caigo derrotado por las trompetas, la música del amor o caigo de pie sobre esa fiesta. En todo caso, también para mí ha sido un reto, en términos formales, tratar de narrar esa experiencia, sin sucumbir a los tópicos clásicos que se ventilan en la poesía amorosa universal. Es decir, es un territorio de mucho riesgo, donde hay adjetivos que pueden matar al poema por exceso de almíbar, donde los lugares comunes te asechan, los cliché, los ripios, en ese sentido, es hacer poesía de alto riesgo.


–La experiencia con lo femenino y el amor pueden ser deformadas o disfrazadas. ¿Al escribir un poema sientes que has sido diáfano, que ha sido una experiencia propia, o que has falsificado algo?


–Yo parto de la premisa de que la poesía no acepta mentiras, no las tolera, porque se genera un cortocircuito entre lo que quieres decir y cómo lo quieres decir; entonces la impostación siempre se nota y termina siendo un mal poema. No hay mejor fórmula que ser inmensamente auténtico con la pulsión que tienes de escribir sobre ese tema. Por ejemplo, a mí me gustó mucho la lectura que hizo Rojas Guardia de mi obra poética en el prólogo del libro Contracanto. Ahí él acota que si bien es cierto que se subrayan esos grandes universos temáticos -la mujer y la ciudad-, resalta lo que ha sido formalmente mi marca de fábrica: la devoción por la metáfora, por el poder de la imagen, porque, efectivamente, creo que la poesía, entre muchos otros aspectos, es un acto sobrenatural del idioma, es devolverlo a sus fuentes primigenias para que sea de nuevo revelación y eso solo se logra, como decía Roberto Jarroz, haciendo que dos palabras se encuentren como si fuera la primera vez, y ocurran, entonces, los chispazos, los relámpagos, electricidad sobre la página en blanco.


Versos de esquina a esquina


–Caracas, la ciudad, ¿desde cuando comenzó esa experiencia que marcó tu poesía?


–Llegué a Caracas, como certidumbre poética, a través de Nueva York. Viajé a esa ciudad norteamericana a los 18 años de edad, con un amigo, en una suerte de declaración de independencia porque íbamos a la capital del mundo, a la Gran Manzana. Ya me había leído Un Poeta en Nueva York, de García Lorca, y estaba muy sorprendido de cómo, para contar a Nueva York, Lorca tuvo que alterar toda su formación estética y apelar a imágenes delirantes, a metáforas absolutamente apocalípticas, rocambolescas, prodigiosas, muy poderosas. Y cuando yo viví la inmensa belleza poética de Nueva York, adquirí conciencia de que las grandes ciudades son categorías estéticas.


Al volver a Caracas empecé a patear profusamente la ciudad, y comencé a verla con otros ojos, incluso caminaba por los márgenes del Guaire; comencé a ver cuál era la mirada del vagabundo, un ángulo de la ciudad que ninguno de los demás ciudadanos tenemos; lo mismo que quienes moran en los sótanos de los puentes, o los ángulos e imágenes que tienen los que duermen debajo de las autopistas, que escuchan ese ronroneo de los carros, esa música citadina. Así fui tejiendo una relación casi clandestina con la ciudad y así lo traduje en la poesía.


–En tu oficio has sido cronista, biógrafo, guionista de cine y de televisión, entrevistador, articulista de opinión, columnista… ¿Qué lugar ocupa la poesía en toda esa producción escritural, o en tu caso la poesía es transversal y se cuela entre todos esos géneros?


–En todo acto de escritura que asumo llevo la poesía conmigo, como bien lo dijiste, es transversal, incluso cuando he asumido la escritura de guiones para televisión o de cine. Hace pocos meses escribí mi primer guión para teatro que es Piaf: Voz y Delirio. Me dije, voy a contar la idea, pero voy a valerme también de la poesía. Yo sentía que tenía que apelar a ella para tratar de contar el espíritu real de una artista como Piaf. Es que la poesía es una forma de ver el mundo, de leer los códigos de la cotidianidad, de ver al propio país.


Enajenación política


Como hombre del sector cultural, activo, participativo, Padrón no solo formó parte del “Grupo Guaire”, que reunió a poetas de la generación de los 80, sino que además fue uno de los fundadores de la Casa de la Poesía Pérez Bonalde, institución que durante 15 años fue plataforma de la actividad poética desde Venezuela con trascendencia internacional. También el periodismo, la radio, la televisión, le han permitido llevar el pulso de la política y gestión cultural del Estado, de la pública y la privada.


–¿Qué voz y qué peso puede tener la poesía en este país convulsionado?


–Es una pregunta que no dejo de hacerme. ¿Qué hace la poesía frente al horror?, porque el manuscrito que estamos escribiendo los venezolanos es el del horror. Entonces me repito una y otra vez: la poesía nos puede salvar de este horror. Te confieso que yo todos los días tengo que leer algún poema, es como una manera de nebulizarme la sensibilidad, porque siento que tanta violencia verbal te puede envilecer el espíritu. La poesía es mi rezo y antídoto contra la pesadilla, y por eso celebro que en este país, incluso en la situación en la que estamos, se está escribiendo más que antes, porque los escritores tratan de entender o descifrar lo que está pasando.


–Los poetas han jugado un rol en toda esta polarización, de lado y lado, unos con su voz crítica, mientras que otros se han aliado con las cúpulas del poder. Recuerdo, por ejemplo, que Luis Alberto Crespo dijo que el poeta más importante de Venezuela era Chávez. ¿Qué siente un poeta cuando un funcionario o un ministro, quiere erigirse como poeta e invade un terreno que no es el suyo?


–Uno siente que este proceso ha arrasado con muchos valores en este país. A mí se me han caído figuras titulares, referentes, que yo sentía claves, medulares en mi propia formación como escritor. Luis Alberto Crespo fue uno de mis maestros y de muchos de mis contemporáneos, era el primer lector de mis libros de poesía, además, me dio dos talleres, y sería mezquino negarlo, pero es uno de nuestros grandes poetas. Entonces, cuando leo que él dijo una lisonja de ese tamaño, que Chávez ha sido el poeta más grande que ha tenido Venezuela, sentí un asombro, una perplejidad, que todavía no se apaga, porque pensé: qué vil puede ser el poder que arrasa con el espíritu más noble o más sólido. Es decir, ver al propio Crespo celebrando la poesía de Benedetti, cuando sabemos que a él no le gusta esa poesía, pero la celebra porque lo hace el régimen, es asombroso; Crespo era un purista que te hablaba de René Char, de Jacques Prevert, de otros poetas franceses exquisitos, etc, etc… es cuando lamentas mucho lo que hace el poder.


En estos días me pasó algo más fuerte: vi un post de Facebook de un compañero de mi generación, un poeta que llegó a ser funcionario del chavismo; él estaba renegando de esta etapa del régimen de Nicolás Maduro y decía: “Yo como poeta chavista… bla bla bla”, y rescataba todo el legado de Chávez. Entonces yo me pregunté: ¿poeta chavista? Yo no he visto a nadie que diga que es un poeta adeco o un poeta caprilista, o poeta social demócrata, o poeta copeyano. Un poeta es poeta y ya, no acepta adjetivos y mucho menos de tinte político. El fundamentalismo que ha pervertido todas las instancias del país llegó también a la poesía. Eso te da el sentido del nivel de devastación que ha ocurrido en Venezuela con el chavismo.


–Cuando hacen el Festival Mundial de Poesía invitan a mucha gente. ¿Alguna vez llegaste a preguntarte por qué nunca han incluido a varios de nuestros poetas más representativos? Si te invitan ¿aceptarías?


–Son tantos a quienes tendrían que invitar: a Rafael Cadenas, Igor Barreto, Yolanda Pantin, Armando Rojas Guardia, la lista es enorme. Si me hubiesen invitado a ese festival yo hubiera declinado, sin duda alguna. Yo soy adicto a las ferias de libros y a los festivales de poesía, he estado en algunos en distintas partes del mundo. Un año me asomé a la FILVEN, en los espacios del Teresa Carreño, como un simple ciudadano, como un caraqueño que va a observar, y quedé impactado porque en todas partes estaba el rostro de Chávez, o el del Ché Guevara. Y me pregunté: ¿dónde están los rostros de los escritores?. Porque si estuviese el rostro de Ana Enriqueta Terán o de Gustavo Pereira, Juan Calzadilla, del mismo Palomares, que son poetas chavistas, pero no, era solamente la exaltación de los líderes políticos. Entonces ese es un evento tendencioso en el que uno no quiere ni debe participar. Yo jamás suscribiré con mi presencia ningún acto de tal enajenación política.


–¿Hay aportes de la gestión artística y cultural de este gobierno que puedas reconocer?


–Hay algo que puedo celebrar, como lo es el precio de los libros que publican las editoriales del Estado, pero eso va en paralelo con que son nada más los contenidos que ellos deciden, es muy tendencioso. El acceso de otros sectores de la población a los productos culturales, es algo que han tenido la intención de hacerlo. He ido a obras de teatro, porque me ha interesado quienes las hacen, en el Teatro Municipal o en el Teatro Nacional, a unos precios impresionantemente populares; pero a la vez me pregunto: ¿el creador que tiene que vivir de su trabajo, estará cobrando lo que realmente merece?, porque entonces se está sembrando una justicia de un lado e implantando una injusticia en otro lado. Todo está demasiado teñido por el sectarismo ideológico.


La tragedia del país


A estás alturas de la conversación ya nadamos en las aguas de la política, de la crisis venezolana y es imposible no pulsar las reflexiones que además Padrón ha vertido en forma de crónicas, de artículos, muchos en gran parte incluidos en sus títulos Kilómetro cero (2013) y Se busca un país (2015).


–¿Cuál es en tu opinión lo más grave que le ha pasado a Venezuela en los últimos años?


–Creo que la mayor tragedia puede ser que este proceso que vivimos nació de un resentimiento social enconado, putrefacto, que terminó empoderando las miserias del venezolano. Ahora lo que prevalece en el país es el discurso de la oscuridad. Lo que más me conmociona es descubrir el tamaño del basural por el que transitamos los venezolano actualmente, nuestros rincones más sórdidos, nuestras sombras, nuestro lado siniestro; ver que el ingenio que siempre ha tenido el venezolano ahora es para robar, para expropiar, para saquear, para agredir, nos hemos vueltos tóxicos, violentos y hostiles.


–Como venezolano de a pie ¿a qué le tienes más miedo de esta crisis? ¿Qué te genera más ansiedad?


–Que hay demasiada muerte, ella es ahora la gran protagonista del país, porque oyes el discurso del poder y es un discurso de muerte, de exterminio, de batalla, de guerra, todo el glosario es bélico. De vez en cuando, por pura retórica, quienes nos gobiernan en este momento, hablan de que son gente de paz, pero te das cuenta que es mentira. La muerte ha convertido a Venezuela en su jardín preferido, y todos somos potenciales candidatos a ser asesinados, no solamente por el hampa, sino por un colectivo, por una bala perdida, por un policía enajenado, o por una enfermedad cualquiera que no te vas a poder tratar en un hospital del país.


Además, estamos en el imperio de la mediocridad, cuando aquí desterraron a la meritocracia como un elemento de ascenso social, básicamente se le dio la bienvenida a la mediocridad, entonces ves gente que ocupa roles para los que no está preparada, ministros de Economía que obviamente no saben gerenciar la economía de un país o gerentes de PDVSA que lo que han hecho es arruinar una de las empresas más sólidas que había en el planeta; profesores que no saben hablar ni dar clases; médicos graduados de una manera express e improvisada. Entonces nos hemos convertido, poco a poco, en un país de piratas.


–¿Cuál será el camino, a la luz de hoy, después de estas semanas de muertes y conflictos en las calles?


–Sí hay salidas, sin duda, además este es un proceso que está comenzando a dar síntomas evidentes y contundentes de agotamiento. La hipnosis colectiva en la que cayó el país, gracias a su fascinación por los caudillos, con la desaparición física de Chávez ha ido cediendo, y obviamente ya el país entero se dio cuenta que se embarcó en una aventura espantosa. En ese sentido, ya despertamos, tanto así que al poder no le queda otra estrategia que huir de cualquier evento electoral, que esconderlo, solaparlo, postergarlo, hasta quién sabe cuando, porque cualquier juicio colectivo que ocurra en términos electorales, será el decreto de su desaparición.


–Después de eso viene rescatar y recoger los escombros y todo el proceso de reconstrucción que implica convocar a los mejores en cada disciplina. Viene un proceso largo, laborioso, pero no es el primer país que cae en desgracia y se reconstruye, y hay que ver lo que pasó en Europa, lo que ha pasado en otros países latinoamericanos que vivieron dictaduras devastadoras, la propia Argentina, que en el siglo XX tuvo 51 años de dictadura, Brasil tuvo dictaduras terribles, Uruguay, Chile y se han reconstruido. Y aunque se han ido un poco más de dos millones y medio de venezolanos, quedamos veintiocho y pico, que es una cifra significativa, y estoy seguro que los que se han ido van a volver.


–¿Qué crees que va a pasar con los venezolanos que han liderado este panorama de odio y mediocridad que describes?


–Sin duda creo hay gente que ha cometido crímenes que son imperdonables, gente que ha saqueado, que ha arruinado las reservas monetarias del país y ahora tienen fortunas gigantescas. Esa gente tendrá que pagar con la impugnación de sus bienes, tal vez con una dosis de cárcel importante. Pero pienso que al ciudadano de a pie, que cayó en el embrujo del chavismo y que lo asumió como la religión creyendo que lo iban a salvar de su miseria cotidiana, hay que abrirle los brazos y decirle: “hermano, no funcionó, ven, vamos a un nuevo orden de las cosas, vamos a proponer un país distinto donde tu también cabes”. Pero aquellos que han sido autores intelectuales de este discurso de violencia y pobreza que nos arropa, no pueden quedar impunes.


Creador indetenible


La agenda de trabajo de Leonardo Padrón está copada de actividades. Por estos días comienza a escribir una serie de tv para Estados Unidos. Además, están sus compromisos con varios medios impresos y digitales, y tiene el programa, una suerte de espectáculo y conversaciones, titulado Se Busca Un País, en el que está acompañado de las interpretaciones musicales de Mariaca Semprún y del humor de Claudio Nazoa. También por estos días viajará a México para hacer la octava temporada del programa Los Imposibles para televisión.


–¿Qué ha sido lo más lamentable que ha ocurrido con las instituciones culturales venezolanas durante estos años recientes de gestión del Estado?


–Caracas era una de las grandes capitales culturales de Latinoamérica, aquí se hacia algo que creo nos marcó profundamente y nos alimentó mucho, que fue el Festival Internacional de Teatro. Otra pérdida lamentable ha sido el alto nivel que tenia nuestra televisión, éramos vanguardia, tuvimos una industria poderosa durante muchos años, la telenovela venezolana era el principal producto de exportación no tradicional. Otro sector afectado, el del libro, no hay divisas para importar libros y lo que se está leyendo en el resto del mundo, los venezolanos podemos leerlo. Otro sector, el de la gerencia de los principales espacios culturales, que se la otorgaron a gente que no estaba preparada para esas funciones, por ejemplo, un museo como el de Sofía Ímber era un referente en toda Latinoamérica, un privilegio, o el Teresa Carreño, donde todos los artistas del mundo querían presentarse, y ahora es como un despacho presidencial con olor a orine y los escombros están por todas partes.


–En estos tiempos convulsos la gente se pregunta por qué, en paralelo, se siguen estrenando obras de teatro, se siguen dando conciertos o se presentan libros de poesía… como si tuviéramos dos países.


–Creo todo lo contrario, es aún más pertinente en estos momentos, que los venezolanos invoquemos la normalidad en un país donde nos escamotearon la normalidad (…) El discurso de la creación siempre transgrede aquello que es mediocridad y creo que estamos demasiados intoxicados de mediocridad, de negligencia, de anarquía. Por eso en estos tiempos en los que el militarismo nos quiere imponer su huella sórdida y siniestra encima de nuestras caras, es más pertinente decir el teatro, decir la música, decir el arte. Tan importante es protestar y llenar las calles como saber proclamar al arte como un nicho de resistencia.



–¿Cuál es la disciplina artística que consideras ha quedado más en pie, o está más floreciente?


–No me arriesgo con un diagnóstico definitivo; quizás siento que el cine ha sido el menos golpeado, porque aunque es el más costoso, el gobierno hizo La Villa del Cine, que en una primera etapa no estaba permeado por el sectarismo ideológico, entonces se le dio voz a las nuevas generaciones y ha habido una cantidad de películas, de muchos géneros, y se amplió el registro en el cine, ahora es más versátil. Por supuesto, hay mucho cine que no tiene la calidad que uno quisiera, pero tú volteas y en los últimos años el cine venezolano ha ganado premios internacionales, allí están Lorenzo Vigas con Desde Allá, Miguel Ferrari con Azul y no tan Rosa, Marcel Rasquin con Hermano, Mariana Rondón con Pelo Malo. La Villa del Cine, como concepto es extraordinario, y aunque han hecho películas sobre Chávez, Maisanta, Zamora, también han hecho otras que no tienen esa misión politiquera.


–Cuándo te sientas a escribir las crónicas o artículos de opinión sobre el país, ¿hay una motivación de revelar, de abrir los ojos, de sacudir a los lectores o prevalece más lo pedagógico?


–Ese dilema se me plantea cada vez que me siento frente a la computadora, porque depende de lo que esté pasando en el país; en estos días han pasado tantas cosas: la represión en las marchas, los muertos en las manifestaciones, la otra semana fue la OEA, la antepasada eran las panaderías y la gasolina, todo va a velocidad de vértigo, entonces tienes que ver cómo combinas entre lo noticioso y lo actuall. Asumo el asunto con tono pedagógico; primero creo que es importante, ante tanta censura y autocensura, dejar el registro de la ignominia que es mucha y escandalosa, y segundo, ofrecer una lectura global de cada uno de estos episodios, que de alguna manera tengan su plano en detalle y su plano macro.


–Acabas de terminar las funciones de Piaf, Voz y Delirio, con tu compañera Mariaca Semprún… imagino que en medio de tantas tribulaciones escribir esa obra ha sido como un oasis…


–Es así, y además ha sido ratificar que no puedes subestimar al público, que sin duda alguna el arte es necesario socialmente, la gente salía feliz de las funciones, sentían que durante hora y media se les cancelaba la pesadilla y se reconectaban con la belleza, que todavía hay gente aquí que podía hacer cosas bien hechas, como bien dices, fue un oasis. La gente cuando salía me decía: “tienes que viajar con esto, esto es del primer mundo”, gente que consume espectáculos de Broadway, Argentina, en Madrid, en todos lados, y ese es el propósito, ahorita vamos a tener una temporada en Miami, de dos o tres semanas, la productora salió ayer a Nueva York, hay planes de llevarlo allá también.


–Y ahora, regálanos una lectura comentada de lo mejor, o de los poemas que más te gusten y que consideres emblemáticos de tu poesía que están en Contracanto. Poesía reunida (1979-2011)…


–Con gusto para Contrapunto. Aquí va…


 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 25, 2017 08:01

April 18, 2017

Los artistas y el 19 de abril

(Texto leído en el pronunciamiento público de los artistas a propósito de la marcha del 19 de abril del 2017)


Los que estamos hoy aquí presentes queremos subrayar, en principio, que lo hacemos honrando nuestra condición de ciudadanos. Y que un ciudadano, por definición, no tiene color político, no lo define una ideología, sino su relación humana y social con su entorno, su ciudad y, más aún, con su país. Preciso más puntualmente nuestra condición: somos ciudadanos de un país llamado Venezuela. Es decir, queremos también hablar a través de nuestro gentilicio. De nuestra condición de venezolanos. Gente que tiene un vínculo, un asidero telúrico con una región del mundo, gente que la define un arraigo, una temperatura del Caribe, una concepción de la vida. Gente que quiere su país porque es inevitable. Gente que le duele hasta los huesos el horizonte de caos, debacle, ruina, devastación y colapso donde se encuentra la nación. Elijan cualquiera de esos términos. Lamentablemente, cada uno y todos sumados ilustran el gravísimo estatus de nuestra realidad.


Y queremos también hablar desde el oficio que nos define. Artistas. Eso somos todos los que hoy estamos aquí. Dicho sin pompa y sin arrogancia. Dicho desde la humildad y el civilismo que entraña esa vocación de vida. Aquí hay reunidos una importante cantidad de artistas que representan las más distintas disciplinas de la creación. Aquí hay, aquí somos, aquí estamos escritores, actores, músicos, humoristas, dramaturgos, directores, productores, intelectuales, cineastas, poetas. En fin, gente que trabaja con la imaginación, con la sensibilidad, con la creación. Justamente lo opuesto a la destrucción. Al discurso del caos y de la violencia. Allí donde no hay nada, allí donde todo es yerto, el artista construye, propone, crea. Y todos los que aquí estamos queremos expresarle al país entero nuestro deseo manifiesto de participar este próximo 19 de abril del 2017 en la gran marcha que la oposición democrática ha convocado.


Como ciudadanos queremos ejercer nuestro derecho, consagrado en la constitución, a marchar pacífica y democráticamente para reclamar lo que todo el grueso y amplio país exige: 1) La restitución del hilo constitucional, violentamente lesionado luego de los escandalosos decretos aprobados en los últimos días por el TSJ, donde se le propina un golpe de Estado al aparato institucional. 2) La fijación inmediata de un cronograma electoral que permita al país expresar su opinión y decidir su destino de una manera democrática. 3) La liberación de la cada vez más numerosa existencia de presos políticos, sometidos muchos de ellos a vejámenes y torturas que violan los derechos humanos universales y 4) La restitución plena de los derechos de la Asamblea Nacional, un poder que tiene la distinción de ser elegido por todos y cada uno de los venezolanos.


Queremos insistir en nuestra condición de ciudadanos. Nosotros no somos políticos. Aunque, como bien lo dijo Aristóteles, el hombre es por naturaleza un animal político. Pero a los artistas no les interesa el poder y menos ser voceros de un partido político. Nuestra vida transita por los nobles, difíciles y misteriosos caminos del arte donde solo nos interesa crear e indagar sobre la condición humana, donde solo nos interesa el poder como una expresión más de las complejas ambiciones del hombre. Lo que está ocurriendo en el país va más allá de lo político y de los gustos ideológicos de cada quien que, sin duda, deben ser respetados. Lo que está ocurriendo es de magnitudes tan apocalípticas que es imposible que nosotros, ciudadanos venezolanos, con los mismos derechos y deberes que los demás, no nos pronunciemos, no alcemos nuestra voz. Una voz que exige que sea respetado nuestro derecho a la vida, a la salud, a la alimentación, a la seguridad y al bienestar. Una voz que demanda que sea respetado nuestro texto fundamental que es la constitución. Si no es así, la anarquía y la destrucción serán los protagonistas definitivos de nuestro destino como nación.


Y queremos reclamar nuestro derecho a ser llamados simplemente ciudadanos de oposición. No terroristas, ni apátridas, golpistas, conspiradores o gente de la derecha. No queremos etiquetas. No queremos ser un país divido por etiquetas. Ya basta. Ya es suficiente. No queremos más clasificaciones maniqueas y simplistas de la realidad. Queremos, en unión con la inmensa mayoría de los venezolanos, expresar nuestra profunda inconformidad con la forma en que está siendo manejado el país. Muchos de nosotros nacimos en democracia, sabemos sus defectos y bondades, y por eso creemos en ella. Creemos en la alternancia, en la autonomía de poderes, en el respeto a la decisión de las mayorías y en la posibilidad de decidir nuestro destino a través de la herramienta más democrática de todas, el voto. Queremos que se acaben la impunidad, la ineficiencia, la corrupción y el salvaje saqueo de las arcas públicas. Y por eso, queremos ejercer nuestro derecho a manifestar pacíficamente. Por eso exigimos que este 19 de abril nos respeten. Que nuestras voces no sean atacadas con bombas lacrimógenas y perdigones. Exigimos que “libertad de expresión” y “democracia” no sigan convirtiéndose en palabras vapuleadas por la asfixia y el humo de la represión.


Marchar es estar vivos. Es reclamar por lo ausente, por las carencias. Es síntoma de rebeldía contra lo que ya no sirve. Es ir hacia otro sitio, es buscar algo. Posiblemente un país mucho más coherente y normal. Queremos reiterar nuestra condición de gente pacífica, gente civilizada, que cree en el mundo de las ideas y que repudia categóricamente el idioma de la violencia. Marchar no es una palabra violenta. Marchar no es agredir. Es construir conciencia. Es ejercer ciudadanía.


El venezolano que inunda hoy las calles es un venezolano múltiple, que muchas veces ni siquiera pertenece a un partido político, que simplemente está sumergido en una angustia sin reloj y pide que se respeten las reglas de juego para vivir en una sociedad de construcción.


Repudiamos todos los actos que atenten contra los bienes públicos y privados, y más aun contra las personas y su integridad física y moral. Repudiamos los saqueos. Repudiamos los allanamientos y las detenciones arbitrarias. Repudiamos que no se les permita a los medios de comunicación nacionales y extranjeros transmitir el verdadero curso de los hechos. Repudiamos los insultos, las amenazas y la estigmatización de todo ser humano que no comulgue con la ideología del gobierno. Repudiamos, en definitiva, la sistemática violación de los derechos humanos y la ruptura del hilo constitucional. Repudiamos todo lo que no se parezca a civilización y paz. Por eso convocamos a todo el pueblo venezolano, desde nuestra modesta tribuna ciudadana, a expresar este 19 de abril su deseo mas autentico y genuino de querer volver a ser un país donde los derechos civiles reinen en estricta armonía y podamos volver a vivir en democracia.


Me permito finalizar estas líneas con un fragmento de un poema de, ¿qué cosa, no?, el poeta cubano Nicolás Guillén:

“Mire la calle.

¿Cómo puede usted ser

indiferente a ese gran río

de huesos, a ese gran río

de sueños, a ese gran rio

de sangre, a ese gran río?


Eso seremos el próximo 19 de abril. Un gran río de democracia y ciudadanía. Un gran río de venezolanos gritando cambio y libertad.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – ABRIL 18, 2017

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 18, 2017 08:30

April 13, 2017

El último chance de Nicolás Maduro

La temperatura se eleva exponencialmente en Venezuela. Los acontecimientos están a punto de desbocarse. La onda expansiva de las protestas comienza a alcanzar las zonas populares. Los videos no dejan mentir a nadie. De Petare a La Vega, de Ruiz Pineda a Quinta Crespo, de San Juan a Cabudare en Lara, de Los Teques a Tovar en Mérida. Ya a Maduro le resulta imposible dormir como un bebé. En todo caso, dormirá como un bebé con cólicos, fiebre y susto. Sobre todo después de lo ocurrido en San Félix, en el remoto sur del país. Aunque, en rigor, en ese caótico final de cadena se mezclaron los dos países: el que ya se ha acostumbrado a recibir migajas y se acerca al presidente con pedimentos y ruegos, y el que ya harto de tanta humillación lo repudia y lo manifiesta sin reserva alguna. Al presidente se le fue el país de las manos. Es como una represa cuarteándose bajo la fuerza exasperada del agua. Las alarmas no dejan de gritar.


La calle se ha reactivado con una facilidad pasmosa. Los mismos dirigentes opositores están sorprendidos, pues saben el costo político que trajeron los devaneos con el régimen en el ya extinto diálogo. Así el hartazgo. Así también el aprendizaje. Porque es indudable el cambio de estrategia de los diputados del parlamento y demás líderes políticos. Se les ve como nunca liderando las marchas, arriesgando el pellejo, los pulmones y la vida. En la vanguardia de la lucha. Pero sobre todo, allí está la gente. Con un nivel de determinación asombroso. Asistiendo a todas las convocatorias de calle y generando sus propias protestas.


Por eso Maduro y su combo han apretado el botón de la represión máxima. Pero solo están acumulando más errores y delitos a su prontuario. Arrojar bombas lacrimógenas a una clínica con el lazo de “¡Sigan atendiendo diputados!” es poco menos que criminal. Lanzarlas desde el vientre de un helicóptero es una canallada letal. Apostar francotiradores en dependencias del Estado para dispararles a los manifestantes solo logra envilecerlos ante la opinión del mundo. Perseguir con saña a manifestantes que ya fueron dispersados es morbo en la violencia. Soltar a sus colectivos para disparar a mansalva es una aberración recurrente. Enviar a un grupo de desadaptados a sueldo a la Basílica de Santa Teresa para intentar agredir al Cardenal Urosa y a fieles que gritaban “libertad” es un nivel de degradación inaudito.


A eso súmenle lo más grave e irreversible: el pulso detenido de Jairo Ortiz, Daniel Queliz y Brayan Principal, tres jóvenes asesinados por la represión. ¿De qué sirve que el gobernador Francisco Ameliach escriba un tuit diciendo que el policía que arruinó para siempre los 19 años de Daniel será puesto a la orden del Ministerio Público? ¿Acaso eso le devuelve la vida? ¿Acaso esos 140 caracteres le lavan la cara a Ameliach, el que alguna vez también tuiteó incitando a una repuesta “fulminante” contra los opositores? ¿Y quién le saca la bala del abdomen y le restituye la vida a Brayan, que con sus 14 años fue víctima de un país encrespado y fallido?


Escandaliza el silencio enorme de Nicolás Maduro ante esos asesinatos. Y el de Padrino López. Escandaliza que no alcen las manos y detengan a sus fieras. No sorprende, pero escandaliza. Perturba sobremanera que el Defensor del Pueblo solo escriba tuits de rechazo, no active una denuncia formal y no les exija categóricamente, sin medias tintas, a los esbirros armados que así no es, que así no se resuelve la triste y asediada vida de los venezolanos, sino que se agrava cruelmente. Indigna que Tarek William Saab relativice toda afrenta de sus partidarios invocando episodios del pasado. El hoy de Venezuela es sumamente delicado. Si la represión insiste en subir sus decibeles solo habrá más muertes, heridas y detenciones, pero también más calle, indignación y revuelta. Y a todas estas, ¿quién detiene a los delincuentes que aprovechan el caos para agregar su propio caos?


¿De verdad, Nicolás Maduro, vas a seguir escamoteándoles a los venezolanos su derecho a tener comida y medicinas como el resto del planeta? ¿De verdad no te da ni un soplo de vergüenza la minusvalía de los hospitales y la pavorosa orfandad de los enfermos? ¿Te acostumbraste a ver a tu “querido pueblo” en colas infinitas para buscar comida y luego se las cambias por otra cola para entregarles un carnet que solo busca manipularlos? ¿No te abochorna eso ni un milímetro en la soledad del espejo donde te afeitas? ¿Te importan más tus estrategas de La Habana que la sufrida y hastiada gente de Venezuela? ¿No ves los videos en las redes sociales? ¿No observas la rabia y el dolor? ¿O solo ves la película donde imaginas marines gringos invadiéndonos por Camurí Chico?


No hay épica revolucionaria, Nicolás Maduro. Nunca la hubo. Aquí no hay ni su poquito de Playa Girón. Aquí el Che Guevara es un hombre disfrazado que ya hasta reniega de este desastre. La utopía la trocaron en saqueo. Carlos Marx terminó convertido en la cara de George Washington, porque eso es lo que más han hecho tus compañeros de sueño y resentimiento: robar dólares de todas las formas posibles.


Si eres tan demócrata, convoca las elecciones que nos debes. Respeta a la abultada mayoría que eligió un nuevo parlamento. Abre las cárceles de todo aquel preso por adversarte. Reconoce la hambruna, la ruina, el caos y la depresión monumental de todos los venezolanos. Te hinchas la boca hablando en nombre del pueblo. Entonces, haz feliz a ese pueblo. No te digo que renuncies, que ya sería demasiada fiesta. Te digo que olvides tus quince motores productivos que se oxidaron sin arrancar. Olvida las frases hechas, la retórica populista, el desenfreno militarista. Activa un solo motor. El de la democracia. Y que ella diga cuál será tu destino. Y el nuestro.


No escupas más insultos ni amenazas, Nicolás Maduro. No te desfogues dentro de un liquiliqui impostado. La tragedia es que ya nadie cree en tu palabra. Y eso es lo peor que le puede pasar a un político. Que hable y nadie le crea. Que hable y las palabras sean aire y decepción. Que hable y hunda un metro más al país. No hables más. Actúa. Diles a tus subalternos del CNE que anuncien la fecha de las elecciones regionales ya. Ordénales a tus uniformados y colectivos que no vuelvan a dispararle o reprimir a un ciudadano más. Acepta que a la AN la eligió el mismo pueblo que tanto invocas. Exígele a tu Contralor que revierta las inhabilitaciones políticas que tú mismo le ordenaste. Dile a tu impúdico TSJ que la función terminó. Acepta con humildad que no supiste. Ni pudiste. El país se te fue de las manos. Y terminó lanzándote objetos y maldiciones. El país es San Félix. El país dijo basta. Regálate una noche con tu conciencia. Quizás es el último chance que te queda antes de entrar al sótano de la historia.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – ABRIL 13, 2017

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 13, 2017 07:14

April 6, 2017

“En tiempos oscuros la cultura debe edificar su correlato”

Armando Rojas Guardia considera que Leonardo Padrón es “uno de los grandes metaforizadores de la lírica venezolana”, al igual que Juan Sánchez Peláez, Ida Gramcko y Vicente Gerbasi. “Su obra poética ostenta el don de depararnos encadenamientos analógicos tan originales como sorprendentes”, afirma en el prólogo de Contracanto. Poesía reunida (1979-2011), el más reciente libro del autor de Los imposibles.


Ante esas palabras, Padrón responde: “Me integra a un club muy prestigioso, con poetas de los que he abrevado permanentemente, especialmente Sánchez Peláez. Fue una revelación descubrir su poesía. Rojas Guardia fue uno de los que me acercó a ella, como también lo hizo en su momento Luis Alberto Crespo. Luego tuve una relación muy cercana con Sánchez Peláez, con quien me vinculaba esa devoción por el poder de la imagen, esa capacidad de sugestión de la metáfora, herramienta indiscutible para acercarse al misterio que es la vida”, indica el poeta sobre el libro, editado por Seix Barral, que será presentado hoy en la Sala Experimental del Centro Cultural Chacao.


—Rojas Guardia cuenta precisamente la anécdota del día que le leyó un poema de Sánchez Peláez y asegura que fue un hecho determinante en usted.


—En los ochenta Armando Rojas Guardia y yo éramos muy cercanos. Conversábamos mucho de literatura y un día me lee un poema que creo que es “Como es la sentencia”. Empieza a hablar del universo metafórico del autor, ese lujo expresivo. Sin duda, sentí una suerte de epifanía. Hay algo esencial en un escritor que es descubrir tu familia, esos autores con los que sientes conexión, de los que quieres beber. Ese fue el detonante. Conocerlo fue uno de los eventos humanos que más atesoro. Era un poeta químicamente puro. Creo que solo he conocido a dos así. Además de él, Antonio Gamoneda, del que también soy devoto. Dediqué también mi trabajo de grado en la UCAB a la poesía de Juan Sánchez.


—¿Considera que su obra poética ha sido solapada por su oficio como escritor de telenovelas o entrevistador?


—Sin duda. Lo mediático siempre es más estridente. Ese oropel arroja sombras sobre lo que es mi oficio esencial. Tampoco me quejo. Sabía que por naturaleza lógica sería así. Mucha gente no sabe que escribo poesía o acaba de descubrirlo. En televisión me llamaban poeta, pero yo estaba absolutamente convencido de que no habían leído ni una sola página de mis poemarios, lo que me causaba mucha risa.


—¿Se siente en la poesía más libre que en su oficio en la televisión?


—Una de las bondades de la poesía es que no tienes el mandato del éxito, como lo debe tener el escritor de televisión. Si este no lo tiene, es expulsado de la comarca, de la industria. En ese caso el éxito es un mandato, para el poeta no. Tiene una relación menos traumática con el poema. Lo que más importa es la relación con el poema, esa experiencia intransferible con la página en blanco.


—¿Y aquellos que lo saben no se han predispuesto por su carrera en la televisión?


—La predisposición prevalece en el ámbito literario. No es un secreto, pero la literatura es un territorio en el que anidan muchos prejuicios. Uno de ellos es que para prevalecer en la cofradía tienes que preservar cierta “pureza” en el oficio. Hay algunos de esos puristas que se incomodan y que les enoja que yo pueda tener un exceso de notoriedad por ese oficio que ejerzo. ¡Ojo!, todo lo que hago tiene el denominador común de la palabra. Incluso, en el rol como entrevistador mi aproximación a los personajes no es como periodista, que no lo soy, sino como escritor.


—Acaba de reiterar que no es periodista, pero en Boulevard se nota cierta crónica silente. Rojas Guardia dice en el prólogo que resulta transgenérico.


—Me sorprendí gratamente cuando leí ese fragmento del prólogo. Ahora está muy de moda lo transgenérico. Cuando escribí Boulevard no lo hice con esa conciencia. Quise hacer un libro sin ataduras de género, sin formalismos. Solo replicar la experiencia ciudadana de atravesar un boulevard. La única manera de contar eso era con libertad plena expresiva.


—Es obvia la presencia de Caracas en su obra poética. ¿Cómo ha cambiado esa imagen de la ciudad desde aquellos años en que surgieron esas líneas hasta el momento de releerlas para esta publicación?


—Hay dos de mis libros en los que concentro mi mirada en la urbe como categoría estética. El primero es Tatuaje(2000), en el que intenté caminar la ciudad por su lado más luminoso. Me di cuenta luego de que hacía falta lo lúgubre, el sótano, y escribí Boulevard (2002). Cuando releo eso, anclado en esta Caracas del siglo XXI en el que la muerte y la sordidez son reinas, me doy cuenta de la forma en la que se ha ido degradando el espacio urbano. Si uno apela a la metáfora fácil de que toda gran ciudad es una selva de cemento, creo que esto tiene categoría de infierno. Acá la vida es un milagro cotidiano. La gramática de la muerte se ha posicionado en todos los espacios, con su correlato que es la violencia. Aunque la belleza, como formulación estética de la ciudad, no se ha desalojado del todo; cada vez es más difícil que la poesía no se tambalee, a propósito de la ruindad, de la que también se puede hacer poesía.


—Hoy es la presentación del libro. Quien lea esta entrevista en este contexto de país se puede preguntar: ¿Con qué se come eso de la poesía?


—Estos tiempos son tan escandalosos que pareciera que lo éticamente correcto es clausurar el resto de los episodios de la vida. Si partiéramos de esa premisa, uno se preguntaría si es correcto hacer el amor mientras hay gente comiendo de la basura, o ver una película mientras hay personas que son asesinadas o mientras a un diputado le rompen la cabeza con un palo. En tiempos de oscuridad es pertinente que la cultura edifique su correlato, que se sigan escribiendo canciones, estrenando obras de teatro o editando libros. El arte es uno de los más poderosos nichos de resistencia. Sin ánimos de comparación, tiene mucha más trascendencia el Guernica que Franco. Las pesadillas terminan. El arte es una forma que tienen los ciudadanos de acercarse a la normalidad. Sórdido sería cederle el espacio al apocalipsis.


—¿Su libro favorito?


—Me gusta mucho Boulevard, por ese carácter experimental. Es una pregunta muy difícil. Uno muda el ánimo con los años, siempre se está más apegado al libro más reciente, en el que se depositan las últimas vigilias y se acerca más a la voz actual.


—¿Qué ha pasado desde Métodos de la lluvia? ¿No ha escrito más nada desde 2011?


—Tengo algunos poemas inéditos por ahí, dispersos, sin la vocación de ser un libro. Tampoco me apuro en que nazca, ya pasará. La poesía no acepta los dictados del rating ni las urgencias del tiempo.


—¿Qué añora del grupo poético Guaire al que perteneció en los años ochenta?


—Quizá el ritual de compartir los poemas, de reunirse semanalmente para leernos. Ahora somos lobos solitarios porque la ciudad te lleva a eso. Extraño la presentación que hubo en Filcar, hace unas semanas en Margarita, donde el presentador fue Luis Pérez Oramas. Mañana será Armando Rojas Guardia, que era de Tráfico.


Contracanto. Poesía reunida (1979-2011)


Sala Experimental. Centro Cultural Chacao


Hoy, 6:00 pm


Por HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA hsanchez@el-nacional.com @HumbertoSanchez
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 06, 2017 13:03

“El arte no se ha detenido ante el horror”

La poesía (1979-2011) del escritor Leonardo Padrón ha sido reunida por la editorial Seix Barral en el libro Contracanto, que invita al lector a recorrer las mudanzas y permanencias de la voz poética de este creador.


El libro será presentado en el Centro Cultural Chacao hoy, a las 6:00 pm, y el escritor duda de la pertinencia de la actividad en un día en que  marchas y concentraciones ocuparán la ciudad. Pero el arte convive con el caos y el escritor jamás ha eludido dicha relación.


-En el prólogo Armando Rojas Guardia dice que quienes lean el libro tendrán una vida más plena. ¿La poesía hace mejor a las personas? 


-Todo arte termina siendo un ejercicio de nobleza de la especie humana. Eso no quiere decir que los artistas sean por definición éticamente irreprochables. La historia tiene ejemplos que destilan la opinión contraria. Lo interesante no es lo que transmite el autor, sino lo que transmite la obra. La experiencia que tiene el consumidor con la obra es íntima, silenciosa, casi invisible.  No te convertirá en un ser más bondadoso,  pero la experiencia de la belleza y el goce estético es una experiencia per se noble.


-Su poesía ha pasado por un proceso de depuración del lenguaje, ¿qué le ha hecho tomar esa dirección?


-La austeridad expresiva más bien fue un punto de partida en mi poesía. En La orilla encendida y Balada, la brevedad era un síntoma. Yo más bien empecé hacer ejercicios de esa elocuencia (que señala Rojas Guardia en el prólogo) después; en una búsqueda -la de todo poeta- de ver hasta dónde llega la experiencia con el lenguaje y qué nuevas zonas abre, y la llevé a su máxima expresión en Boulevard, un libro transgénerico. En la medida en que seguí transitando el oficio poético volví a las aguas breves de la expresión y efectivamente mi último libro publicado, Método de la lluvia, da testimonio de esa relación decantada con la poesía, pero siempre apegado a mi fervor por la metáfora como la herramienta más poderosa que tiene la poesía para destilar sus efluvios, sus posibles hechizos, su misterio. Creo profundamente en lo que decía Roberto Juarroz:  la poesía ocurre cuando dos palabras que nunca se habían visto a la cara se reúnen por primera vez. En ese momento se genera una experiencia sonora y de significados extraordinaria. Creo que es de los momentos más gozosos de todo aquel que ejerce la poesía, cuando haciendo cabriolas en el lenguaje para transitar la verdad que quiere decir se consigue con esos chispazos.


-¿Cree que esa austeridad es una forma más contundente de llegar a la verdad poética?


-Si algo he aprendido es que ningún momento de la poesía es definitivo. Eso no garantiza que yo no vuelva en el próximo poemario a la elocuencia. Sin duda alguna la poesía siempre es síntesis, siempre es pureza estricta de la palabra y la verbosidad podría poner en riesgo ese axioma, pero yo prefiero no decretar el destino de mis futuros poemas.


-Esta poesía reunida llega hasta 2011, ¿cómo ha seguido su tránsito después?


-No quiere decir que no siga escribiendo poesía, una cosa es la poesía que uno escribe y otra es la que uno publica. He ido deshilvanando unos cuantos poemas que no necesariamente tienen vocación de libro y están allí en la gaveta esperando su momento para respirar públicamente. Confieso que en todos estos años mis afanes literarios han abierto otras rutas, por ejemplo ha habido en mí  una fascinación en los últimos años por la crónica, género que siento en estos momentos más poderoso para tratar de explicar el país que estamos siendo  e incluso el ser humano que soy en medio de esto. Eso me ha robado mucho de mis afanes con la poesía. Tengo síndrome de abstinencia con respecto a lo que es volver a la poesía con más concentración.


-¿Cuándo sabe que un libro de poemas está listo para ser publicado?


-Eso puede estar signado a veces por el arbitrio, puede ser una conclusión inmensamente subjetiva, puedo provenir de la necesidad de soltar esos poemas a la calle y entonces los reunes en una misma habitación llamada libro. Hay libros que salen con un criterio muy nítido, una unidad temática como Amor tóxico, en donde cada poema está atado a lo que emana del título. Pero uno siempre trata de que lo que salga publicado como corpus contenga una unidad de criterio estético y temático. Es difícil de responder esa pregunta porque tiene mucho que ver con la intuición del poeta, a veces puede ser una intuición fallida pero siempre hay algo que te dice ‘Este es el libro”.


-¿Alguna vez ha tenido una de esas intuiciones fallidas y se ha arrepentido de lo publicado?


-Puede pasar con uno u otro poema, y quizás quiera reescribirlos pero de hecho para publicar este libro tuve que releerme, cosa que no me gusta, y volver a poemas que había escrito hace 25 años. Puedo sentir a veces cierto desencuentro con las formas expresivas de algunos poemas, pero haciendo la evaluación sobre mis libros, la idea es ser fiel al poeta que fui en cada uno. No se trata de barnizar u ocultar los actos fallidos del pasado o  los posibles traspiés. No escribiría otra vez como en La orilla encendida pero ese fue un testimonio de la infancia de mi voz poética y me parece interesante, por lo menos a mí,  asomarme allí de nuevo y no extinguirla ni ocultarla en el sótano de los olvidos.


-En esas distintas formas expresivas y transformaciones de la voz poética ¿qué ha permanecido de esa voz a lo largo de estos años?


-Es algo en lo que coindicen Rojas Guardia y Rafael Cadenas en el libro: mi fascinación por la imagen poética. Es quizás lo que más gozo del oficio, aunque siempre he creído que la poesía más que un oficio es una forma de vida, una de aproximarte a la existencia, una manera de mirar el mundo. Octavio Paz lo dijo muy bien en El arco y la lira, una cosa es el poema y otra la poesía, el poema es un evento lingüístico y la poesía es una actitud ante la vida. Por eso uno puede encontrar en un campesino, en un pescador, en un habitante del páramo una mirada poética de la vida o en artistas de otras disciplinas. Para mí los grandes cineastas o novelistas en el fondo son poetas y por eso es que son grandes.


-Decía que la crónica era el género que encuentras más idóneo para explicarnos como país, ¿la poesía no es un género que pueda explicarnos?


-Sí, sin duda pero desde hace 18 años se ha ido generando un discurso tan rocambolesco de la realidad que cuando quieres dejar testimonio de ello, creo que el género que más se presta es la crónica porque además, como decía Juan Villoro, es el ornitorrinco maravilloso de la prosa, es el género que contiene a los demás. Un buen cronista tiene que tener cierta dosis de poesía en la mirada, la capacidad de observación de un novelista, la capacidad de reflexión de un ensayista, etc. Como la poesía es un código del lenguaje tan particular quizás si trato de dejar testimonio de estos tiempos a través de ella, su caja de resonancia sería muy parcelada. Creo que la pesadilla no puede propiciar lecturas ambiguas. La poesía es polisémica por naturaleza, la gente entenderá un poema como se genere en la experiencia.


-¿Esta crisis que vivimos es propiciadora o no de la creación poética? y ¿cuál es la posición que debería asumir el artista ante esta realidad?


-Es una decisión estrictamente personal. En el país hay escritores que sin dejar de estar crispados y devastados por lo que acontece lo asumen de una forma más interior, replegados sobre sí y otros que quizás ejercemos nuestro rechazo de una forma pública. Amabas formas son absolutamente  legítimas. Yo pienso que  todo arte por definición es provocación, todo arte es transgresor y subversivo y estos son momentos para ser subversivo ante una realidad sórdida a la que debemos sublevarnos, el arte tiene muchas cosas que decir y aquí no se ha detenido. Creo que se está escribiendo como nunca, creo que se está pensando al país como nunca. Se está haciendo teatro, se está haciendo películas. El arte no se ha detenido ante el horror porque justamente se trata de responderle al horror con el lenguaje de la creación, la imaginación y la belleza.


-La ciudad ha sido un tema muy importante en su poética ¿Cómo es su relación con la Caracas de hoy, que está en franco deterioro?


-Lo que básicamente ha ocurrido es que la ciudad ha pasado por un proceso de envilecimiento brutal, monumental. Estamos viviendo los signos de la devastación y yo camino entre sus escombros y trato de dar testimonio de ello con el dolor que genera pasear por los escombros de lo que antes era una ciudad con más instancias luminosas. Hoy la muerte y la violencia parecen ser las protagonistas no solo de Caracas sino de la vida del venezolano. Yo desde hace tiempo descubrí que una ciudad también es una categoría estética, entonces sigo asomándome y conectándome con esos momentos en que la urbe te arroja sus episodios de revelación, de asombro maravilloso y de poesía. La sordidez también tiene sus rincones poéticos. No he claudicado en mi forma de vincularme con la ciudad.


-En un poema dice que solía estar en el suelo y sabía más de sí mismo. ¿La poesía le ha servido para eso?


-Sí. La poesía es quizás la forma más poderosa de bucear dentro de sí mismo, es una manera de lograr una inmersión dentro de las propias dudas, asechanzas, insomnios. Es una manera de explicarte a qué viniste al mundo y a dónde vas, este deambular que muchas veces nos llena de tantas interrogantes. La poesía sirve incluso para hacerte preguntas de las que no necesariamente conseguirás todas las respuestas, pero es una gran compañera en este enigma que es la vida. Hay poemas de otros autores que me han salvado o me ha señalado reflexiones de inesperada lucidez sobre mis propios acertijos porque el lenguaje es infinito en su posibilidades de decirte a ti mismo. Es asombroso como la palabra inesperadamente te describe, te relata, a veces te condena. Sin duda la poesía es una vía de conocimiento para mí.


Por: Diana Moncada


@Moncadadiana

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 06, 2017 12:30

La dictadura del gas pimienta

En el país hay un clima de déja vu, de asunto vivido. La calle ha regresado como forma de protesta y con ella los ladridos de la represión. Pero esta vez hay un punto de inflexión que marca una diferencia. La comarca latinoamericana, en rotunda mayoría, ha expresado claramente su alarma ante los desafueros inconstitucionales del TSJ. Vale acotar que nuestra pesadilla cambia de tema con una compulsión singular. Pasamos del penoso chiste del billete de 100 Bs, al desalmado ataque a las panaderías, a la repentina escasez de gasolina, al cinismo de la Venezuela Potencia, al asesinato de Wilmito, a los pasillos de la OEA, y finalmente, de nuevo, a la calle. Esa calle que se vació a finales del año pasado gracias a las torpezas de la dirigencia opositora.


Pero la calle ha vuelto a crujir porque la indignación ha recobrado fuerza gracias a nuevos elementos. El régimen, en una sucesión de autogoles que lo terminan de desnudar ante el mundo, ha agravado su crisis de gobernabilidad. Y ellos, revueltos en el pantano de sus errores, reaccionan desde donde mejor saben hacerlo: desde la violencia. Han ascendido un peldaño más en la vileza represiva. Ha regresado el silbido de los perdigones. El aire vuelve a ser gas pimienta. La actuación de la PNB y la GNB ha sido en extremo vergonzosa. Si pensábamos que no había espacio para más deshonor, nos equivocamos. Pero allí también ha habido otro punto de diferencia. Y es que al regreso de los ciudadanos a la calle se le suma la actitud de los diputados opositores, ahora más coherentes, más conectados con el latido de la gente. En los recientes actos de calle hemos visto tanto a los jóvenes diputados como a los veteranos de siempre en la primera línea de fuego, exponiendo crudamente el pellejo. Y no es una metáfora. Elías Pino Iturrieta dejó caer un tuit harto elocuente: “Apoyo sin vacilación la reciente conducta de la AN. Es la vanguardia requerida en estas terribles horas”.


La profunda zanja que le abrieron en la orilla del ojo al diputado Juan Requesens los colectivos del régimen, por nombrar uno de los tantos “impasses” que comienzan a ocurrir en el recalentamiento de la calle, debería bastarle a la comunidad internacional para ratificar lo que ya es inocultable: la dictadura se cansó de disimular. La golpiza y detención del joven cornista de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao, por otro lado, revela el nivel de desesperación de Maduro y su aparato represor. El salvaje allanamiento a las instalaciones de la Universidad de Carabobo, con su ignominioso saldo de estudiantes heridos, sigue agregándole decibeles a los errores del gobierno (“el peor hecho de violencia que ha vivido la institución”, declaró la rectora). La fumigación inmisericorde de diputados y ciudadanos con el prohibido gas pimienta, y sobre todo, los desmanes de “la caballería de hierro”, motorizados con licencia para el horror, engrosan el prontuario de esa violencia que llaman revolución.


Todo se encrespa. El sobresalto estrena nuevas páginas. Es hora de decirle dictadura a la dictadura. Aclararnos semánticamente puede ayudar a entender las nuevas formas de lucha que los venezolanos debemos encarar. No es lo mismo confrontar a una democracia fallida que a una dictadura militarista. No es lo mismo un régimen que patea la constitución y arroja al olvido las elecciones, que un gobierno que respete las reglas que impone nuestro texto fundamental y tenga el coraje de someterse al escrutinio público. Ellos, a estas alturas, lo saben perfectamente. Ir a elecciones es perder los privilegios del poder, volver a ser ciudadanos de a pie, quedarse sin escoltas ni inmunidad, olvidarse de vuelos privados y francachelas millonarias, aceptar el juicio de los tiempos, ser oposición de nuevo. Nada de eso quieren. Se acostumbraron a ser la nueva burguesía. La dictadura descubrió que ser rico no es malo. Y para no perder su verdadero legado esgrime su última carta: reprimir a todo costo. Ese siempre ha sido el más preclaro argumento de las dictaduras. Pero muchas cosas han cambiado.


Vienen días decisivos.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – ABRIL 06, 2017

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 06, 2017 07:50

March 30, 2017

Estamos rodeados

Todo ser humano que vive en Venezuela lo sabe: estamos rodeados. Por todos los puntos cardinales de nuestra cotidianidad. No hay una sola rendija de país que se salve. Somos una gigantesca zona roja. La delincuencia ha izado su bandera de triunfo. Finalmente nos gobierna. ¿Cómo eludir tamaña verdad? Busque usted un punto de la patria grande de Chávez, el redentor, donde estemos protegidos del hampa y no lo encontrará. Quizás los que ocupan Miraflores estén a salvo. Tigre no come tigre, dirán algunos.


No hablemos de los crímenes mediáticos. De esos que se pelean la primera página de la crónica roja. Sino de aquellos que forman parte de la violencia cotidiana pero invisible para los grandes medios. De los que van horadando la resistencia de cada venezolano. De esa delincuencia que gotea su herida todos los días. En todas partes.


Hace poco fue noticia un atraco masivo ocurrido en la clínica Leopoldo Aguerrevere. Un grupo de delincuentes armados hasta los dientes desvalijó las pertenencias y el ánimo de todos los allí presentes. Gente que fue a visitar a algún familiar ya golpeada por la desventura de una enfermedad o accidente y terminó perdiendo sus computadoras portátiles, celulares, relojes y carteras. Pero quizás más significativo es lo que una escritora reseñó recientemente en su facebook, ocurrido en una clínica del interior del país: “La enfermera visitó la habitación de mi sobrino a las seis de la mañana y encontró que mi cuñado estaba profundamente dormido. «Señor, le recomiendo que después de que yo salga, cierre la puerta con seguro si va a seguir durmiendo, mire que los familiares de otros pacientes están robando lo que se consiguen mal puesto por ahí».


Estamos rodeados.


El domingo pasado una amiga me narró cómo dos malandros armados se subieron al transporte escolar de su hija y robaron los morrales, celulares y el poco dinero en efectivo que pueden cargar unos niños en sus bolsillos. El hampa diciéndole buenos días a nuestra infancia, con su estela de trauma y desazón.


Hay más.


En numerosos chats vecinales ha circulado la noticia de cómo una corredora inmobiliaria y la dueña de un apartamento fueron atracadas por dos supuestos clientes interesados en comprar el inmueble. Ya adentro del apartamento fueron amarradas y asaltadas. La corredora inmobiliaria cuenta que no mostró mayor recelo ante la estampa de los personajes porque ya le ha tocado vender inmuebles de alto valor a gente que simplemente está fungiendo como testaferro de algún boliburgués o funcionario chavista que prefiere quedar oculto en la trastienda. La observación alude a otro crimen común en estos tiempos: el lavado de dinero.


En otros chats se ha anunciado el dato de cómo algunos delincuentes se hacen pasar por empleados de alguna cablera de televisión y con la propuesta de hacer un cambio de equipos para mejorar su señal terminan incursionando con facilidad en las viviendas. Lo que viene luego es pánico y lágrimas.


Días atrás una joven profesional me contó cómo la niñera que le cuidaba a sus hijos menores (empleada de confianza y al tanto de todos los movimientos de su vida) terminó expulsándola del país. Había un detalle que no conocía. El novio de la niñera estaba en prisión y su especialidad era la extorsión. Decidieron entonces, niñera y novio, extorsionar a la pareja. Fue de tal magnitud el acoso y el saqueo de dinero que no tuvieron más remedio que irse del país. Años de confianza no bastaron. Los tiempos se han puesto sórdidos y ya son muchos los que lanzan a la basura su equipaje moral para estrenarse en el negocio más rentable del momento: el crimen.


A los famosos también los asaltan entrando a sus casas en el tremedal de la madrugada. Soledad Bravo ha sido el caso más reciente. La punta del iceberg.


Hurtan en las iglesias, asaltan y matan en los transportes públicos, saquean instituciones que deberían ser sagradas para todos los venezolanos como el Palacio de las Academias (un monumento histórico nacional) o el Instituto de Medicina Tropical de la UCV que ha sido asaltado veinticuatro veces (!!!) y donde se perdieron veinte años de investigación científica.


Pudiera seguir enumerando historias mínimas de violencia durante páginas y páginas.


Conclusión: no estás a salvo en una clínica, en un transporte escolar, en una iglesia o cine, en tu carro o en tu propia casa. No importa tu edad, condición social o posición ideológica. No lo olvides: estás en la Venezuela Potencia. Potencia Criminal.


Entrégate. Estás rodeado.


Leonardo Padrón


POR: CARAOTADIGITAL – MARZO 30, 2017

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 30, 2017 02:30

March 28, 2017

Contracanto. Poesía reunida (1979 – 2011)

Seis libros y 335 poemas: Seix Barral, sello del Grupo Planeta, reúne toda la obra poética publicada de Leonardo Padrón.

La mujer y la ciudad, el sentido de la vida desde la poesía, sus reflexiones sobre el tiempo, el lenguaje como sitio de resguardo y salvación, y un permanente desarraigo existencial recorren los versos de Padrón desde su primer poemario La orilla encendida (1985) hasta el más reciente Métodos de la lluvia (2011).

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 28, 2017 10:02

Leonardo Padrón's Blog

Leonardo Padrón
Leonardo Padrón isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Leonardo Padrón's blog with rss.