Rafael Uzcátegui's Blog, page 4

December 6, 2024

Colaboracionismo y dictadura (1)

En los últimos días ha trascendido una discusión, orbitada en torno al llamado Foro Cívico, sobre cuál debería ser la actitud frente a la instauración de un gobierno de facto. Como esto pretende ocurrir el próximo 10 de enero, no es de extrañar que estas disputas postergadas, de las cuales se habían hecho alusiones previamente de manera metafórica e indirecta, ocupe el interés de la conversación pública en los actuales momentos.

Empero, no es un debate estrictamente nuevo. Ya en la anterior dictadura, la que inició en 1948 y se consolidó con la designación del militar Marcos Pérez Jiménez como presidente, diciembre de 1952, las fuerzas políticas también discutieron sobre qué hacer frente a un régimen autoritario. Por un lado Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) asumieron una estrategia insurreccional y de lucha desde la clandestinidad, dado que sus organizaciones habían sido ilegalizadas. Del otro, la Unión Republicana Democrática (URD) y Copei, quienes continuaron haciendo vida política de manera abierta, desde mecanismos pacíficos.

Hay poca investigación disponible que describa con detalle las estrategias y polémicas de las diferentes organizaciones, de aquel entonces, sobre cómo abordar la situación. Si las redes sociales hubieran existido, hoy tendríamos el registro de un intercambio, intenso y duro, entre Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, quienes representaban posiciones divergentes. Aunque las organizaciones democráticas en el país tenían una corta vida, diferentes temáticas ya los habían enfrentado, incluso a puños, en las calles de Caracas. Un ejemplo fue la Guerra Civil en España que, aunque lejana, se vivía con intensidad por las emergentes organizaciones partidarias. De un lado los partidarios del bando nacional y franquista, girando alrededor de Copei y de figuras como el propio Caldera o Arturo Uslar Pietri. En la acera contraria, los entusiastas del bando republicano, con AD y el PCV a la cabeza.

Aunque los limitados textos que hablan sobre la vida orgánica de nuestros partidos, en el lapso de 1948 a 1958, sugieran que hubo una trayectoria lineal hasta la conformación de la Junta Patriótica, en 1957, lo cierto es que hubo matices y posiciones encontradas. En el texto “A cincuenta años del plebiscito del 15 de diciembre de 1957”, de José Alberto Olivar Pérez, se dejan en evidencia los grises de las estrategias. Citemos: “Durante el curso de la dictadura el partido Copei logró mantenerse en la legalidad pero en actitud pasiva sin representar mayor peligro para el régimen. Incluso, algunos de sus militantes habían aceptado convalidar la farsa eleccionaria de 1952, incorporándose como diputados en la Asamblea Constituyente de 1953 y en cargos gubernamentales de menor jerarquía. No obstante, la dirigencia de este partido asumió una estrategia de bajo perfil, sin comprometerse con acciones insurreccionales”.

En otro texto, “Partido Socialcristiano COPEI: aportes y legado a la política venezolana del siglo XX”, Eduardo Valero Castro escribe: “Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Copei nunca abrazó la violencia como forma de lucha política, todo lo contrario, a la actitud que tuvo Acción Democrática y el Partido Comunista. Esta actitud de resistencia cívica y pacífica fue muy criticada en su momento, ya que fue catalogada como blandengue”. Para escándalo de quienes afirman que la controversia es un “ataque”, el intercambio tuitero entre Caldera y Betancourt hubiera sido para coger palco.

Según Olivar, en 1954 comunistas y adecos crearon el “Frente Nacional de la Resistencia”, sin la presencia de los socialcristianos. Hasta 1957 este investigador habla que un “consenso de élites” daba sustento al gobierno militar. Ese año el empresario venezolano Armando Carriles afirmaba que en el país existía “un ambiente tranquilo, de orden y respeto”: “En Venezuela no existen trabas (…) sino que hay múltiples oportunidades con una población apta y laboriosa, aumentada de continuo por una corriente inmigratoria, un régimen legal amplio, que concede al capital extranjero las mismas garantías que al nacional y no tiene un solo precedente de expropiación o confiscación, un sistema impositivo leve y un ambiente tranquilo, de orden y de respeto”.

El 1 de mayo de 1957 la iglesia da un paso al frente y se difunde una Carta Pastoral, suscrita por monseñor Arias Rafael Blanco, a propósito del Día del Trabajador, en la que en tono litúrgico se refutan los supuestos avances de las políticas gubernamentales: “La Iglesia no solo tiene el derecho, sino que tiene la gravísima obligación de hacer oír su voz para que todos, patronos y obreros, Gobierno y pueblo, sean orientados por los principios eternos del Evangelio”, aseguraba. Ese año, según la Constitución vigente, tocaba hacer elecciones. El único líder de proyección nacional dentro del país era Rafael Caldera, cuya candidatura unitaria de todos los factores democráticos podía derrotar al autoritarismo en las urnas. Sin embargo, si esta representaba una “candidatura potable” fue truncada en agosto de 1957, cuando se ordenó su detención. Pérez Jiménez suspendería finalmente la convocatoria a elecciones, ordenando la realización de un plebiscito para decidir si continuaba o no al frente del gobierno. Dos meses antes se había fundado la “Junta Patriótica Venezolana” a la que sí se incorporaría finalmente Copei, dejando atrás –por ineficaz- su política de no confrontación con las autoridades.

Luego del fraudulento plebiscito, en donde aquel dictador recibió el 86% de los votos, Olivar apunta: “los diferentes sectores que sustentaron el régimen dictatorial asumieron posiciones distantes cada uno por su lado, esperando ver si el Gobierno podía ser capaz de seguir manteniendo la “paz política y social” de los últimos años”. Afortunadamente, para nuestra historia democrática, se impuso la desobediencia y la agitación.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on December 06, 2024 13:50

November 28, 2024

La Venezuela (imaginaria) sin sanciones (y con la misma crisis)

En una Venezuela sin democracia, y sin medidas coercitivas unilaterales, la situación de la población no mejoraría significativamente.

Para seguir conversando sobre las sanciones, aportando elementos novedosos, los invito a un ejercicio de imaginación política. La gira de Datanalisis, Fedecámaras, Conindustria, Foro Cívico y otros ha tenido éxito. Luego de una categórica argumentación, han logrado convencer a la comunidad internacional que, haciendo precisamente lo contrario a lo conocido, el país se acercará más a un momento de reinstitucionalización. Que, levantando todas las sanciones, e incluso financiando al gobierno de Nicolás Maduro, se generará un mejoramiento generalizado de las condiciones de vida que, a su vez, creará burbujas democratizantes dentro del propio gobierno. Una Unión Europea sin Borrell y un Estados Unidos con Trump deciden que, para el 11 de enero de 2025, Venezuela estará libre de sanciones.

Frente a esa situación hipotética, y luego de la desintegración de todas las medidas coercitivas impuestas sobre el país, empero, la mejora en la vida cotidiana de los venezolanos de a pie es imperceptible. Y ello, postulamos, por dos grandes razones que se han omitido en la discusión sobre el tema: 1) La alergia bolivariana al conocimiento técnico y 2) La existencia de un gobierno basado en una coalición autoritaria con cuotas y esferas de poder e influencia. Todos los recursos que, teóricamente, pudieran usarse para mejorar las políticas públicas no terminarían de llegar a puerto por estas dos dimensiones.

Sobre el primer aspecto, lo que hemos calificado como alergia bolivariana al conocimiento técnico, tiene que ver con que los puestos de dirección gerencial de ministerios e instituciones públicas no se designan por méritos profesionales y técnicos, sino por lealtad ideológica. Esto fue hecho tradición por Hugo Chávez y se ha exponenciado hasta el infinito por Maduro. Y para aclarar, no estamos sugiriendo que los cargos públicos deben ser ejercidos por eunucos políticos, como si tal cosa fuera posible. Salvo las excepciones que confirman la regla, los ministros de las principales instituciones han venido de la cantera militar y partidista, y hasta el momento de su designación no tenían ningún conocimiento o experiencia previa en el área. Luego de años de enfrentarse a lo que calificaban como “tecnocracia”, no es casual que nuestros próceres endógenos hayan arrinconado a las instituciones de educación superior a su mínima expresión en el país. La izquierda pre-chavista era particularmente culta e ilustrada, como lo demostraron Domingo Alberto Rangel, Teodoro Petkoff, Américo Martín o Moises Moleiro. En contraste, el chavismo realmente existente ha erosionado el valor del conocimiento como un bien social y atesorado colectivamente, sustituyéndolo por una colección de lugares comunes y consignas. Por eso, durante sus primeros años de gestión, muchos profesionales que eran parte del proceso, y fueron designados a puestos de dirección, renunciaron tanto a su rol en el gobierno como al propio movimiento, dada su propia experiencia en cómo se estaban tomando decisiones. Además, dada la soberbia autocomplaciente –más el elemento que describiremos a continuación- el ministro o ministra no tenía la humildad para reconocer que debía rodearse de profesionales que sí tuvieran experiencia en la materia, sino que se hizo acompañar de otros pares en su fidelidad ideológica. No hay inyección de recursos que prospere si al frente de un hospital o de un órgano encargado de construcción de viviendas colocan a un militar o un cuadro político, que piense que aquello puede manejarse como un cuartel o una célula de propaganda.

Lo anterior se multiplica a la enésima potencia por la segunda dimensión. Hugo Chávez era la autoridad central del chavismo, equilibrando a sus diferentes tendencias e integrantes, distribuyendo -en un eficaz balance- cuotas de poder e influencia. Desaparecido el caudillo, y luego de los desastrosos resultados electorales del 28-J Maduro ha perdido autoridad a lo interno del PSUV, por lo que el chavismo, a partir del 10 de enero, será una coalición, en un equilibrio cambiante e inestable. Nuestros socialistas endógenos han llevado hasta el paroxismo una característica de la cultura política desarrollada bajo la renta petrolera en la Cuarta República: Entender la gestión pública como un bastión de apalancamiento, tanto político como económico. Hoy, cada una de las tendencias a lo interno del bolivarianismo entiende la gestión gubernamental no como un bien público, sino como una guerra de posiciones, la cual explotará lo máximo posible el tiempo que la ocupe. Por tanto, la corrupción es tanto una necesidad de empoderamiento frente al resto de las tendencias chavistas en liza como una carta de supervivencia frente a un futuro signado por la incertidumbre. El enriquecimiento súbito hoy ya es estructural en el modelo de dominación que ha ocupado el territorio.

Lo curioso es que esta situación no se vive como “corrupción”, sino que se justifica ideológicamente, y por tanto se transforma en una extraña “virtud”. Recuerdo en días de Hugo Chávez escuchar a uno de los jóvenes revolucionarios ucevistas explicar cómo se estaban beneficiando del “Estado burgués” para construir el “Estado revolucionario”. Siendo así, la sobrefacturación o la contratación de los miembros de mi propio círculo se vive como una actividad militante a toda regla. También recuerdo cómo otra persona, con amplia trayectoria en la izquierda, me comentó que los “sacrificios revolucionarios” terminaban convirtiéndose en una “cuenta por cobrar” en la toma del poder. Y como la vida es irónica, este conocido, con el tiempo, terminó teniendo un exilio dorado como embajador en los peores momentos del madurismo. Para un ñangara los que cometen “corrupción” son los de “la derecha”, ellos lo que hacen es “expropiación revolucionaria” al Estado burgués. Así es el delirio ideológico que nos subyuga.

Como demuestra la situación de las empresas básicas de Guyana, la fábrica estatal de hemoderivados Quimbiotec, la compra de alimentos para las bolsas Clap o el manejo de la propia Pdvsa, por citar algunos casos, la privatización del Estado para fines partidarios y personales es inherente al socialismo del siglo XXI realmente existente entre nosotros. Y si antes había cierto pudor en el manejo administrativo bajo la mirada de Hugo Chávez, la necesidad que una mentira sea mantenida por 3 millones de personas –la supuesta victoria electoral el 28J-, ha eliminado las contenciones morales que quedaban al uso discrecional y particular de los recursos públicos. Con la corrupción elevada a esta magnitud, no habrá aluvión de dinero que finalmente permita que los beneficios lleguen, de manera sostenible y permanente, a la población.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on November 28, 2024 06:20

November 13, 2024

La negativa de llamar las cosas por su nombre

A pesar de todo lo que ha pasado, del grotesco fraude electoral del 28-j y la represión posterior, hay sectores democráticos que aún se resisten a calificar a Nicolás Maduro y su gobierno como una dictadura. Y esto no es un detalle semántico menor. El diagnóstico que se haga del contrario delimita las estrategias y tácticas para enfrentarlo. A mala caracterización, peor abordaje.

Para que todos iniciemos desde la misma página, vamos a seguir lo que Bobbio, Matteucci y Pasquino divulgan sobre el concepto en el “Diccionario de política”. Frente al debate académico sobre si estamos frente a un régimen sultánico, de autoritarismo competitivo o neopost-totalitario, Mario Stoppino –quien escribe la entrada sobre dictadura para el diccionario- indica: “Hasta ahora no se ha encontrado un término más adecuado que dictadura para nombrar en su conjunto a los regímenes no democráticos modernos”. Entonces, ¿por qué cuesta tanto? Tres serían las características de la dictadura: 1) La concentración e ilimitabilidad del poder: El gobierno dictatorial no está frenado por la ley, está por encima de la ley y traduce en ley su propia voluntad; 2) Un trasfondo social y político, como consecuencia de una grave crisis del régimen democrático, por lo que la dictadura estimula la movilización permanente de la población; y 3) Con problemas en la legitimidad y sucesión del poder: El pueblo se ve obligado a manifestar una completo a la dirección política del dictadores, para que éste pueda proclamar que su acción está basada en la voluntad popular, lo cual no resuelve el problema de la legitimidad y la transmisión del poder.

¿Qué razones esgrime nuestra clase media intelectual para describir lo que hoy domina Venezuela no como una dictadura? A nuestro juicio hay dos grandes motivos, que comentaremos a continuación, junto a algunas consecuencias prácticas de dicho desvarío perceptivo.

1) El “trauma alemán”. En un sector de la intelectualidad, propia y ajena, prima la idea orwelliana que una dictadura debe ser similar al dominio nazi sobre buena parte de Europa en la década de los 40. Una sociedad totalitaria donde hombres y mujeres están vigilados las 24 horas del día, donde el menor gesto de disenso es imposible y las osadías son pagadas, sin distinción, con cárcel y asesinato. Si la idea alemana nacionalsocialista domina el imaginario occidental sobre lo que es una dictadura, de este lado del planeta, en América Latina, la evocación dictatorial remite a Augusto Pinochet. Nuestros sesudos analistas desmeritan como una dictadura al chavismo realmente existente hoy dado que ellos pueden opinar en contra, que mandan un tuit, que aparecen en una entrevista. Aquí no sólo se obvia que los autoritarismos del siglo XXI son, y deben ser, diferentes a los del siglo pasado. Sino también, para hablar del caso chileno, que durante los 15 años la dictadura de Augusto Pinochet no fue uniforme, ni tuvo la misma intensidad represiva de sus primeros años durante todo su mandato. Luego de su sangriento golpe de Estado, cuando se utilizó un estadio para albergar a siete mil personas detenidas, y cuando se creyó haber controlado la situación, la dictadura pinochetista toleró –porque no la veía como una amenaza para su permanencia en el poder- la existencia de burbujas de disenso. Como ejemplo de estos grises tenemos que en 1984, bajo dictadura, una banda de rock llamada Los Prisioneros editó un primer disco, “La voz de los 80”, seguido por otro llamado “Pateando piedras” en 1986, con canciones protesta sobre lo que vivía la juventud chilena en esos momentos. El plebiscito del fin de la dictadura ocurrió en 1988. Según este curioso razonamiento, como no tenemos un ambiente opresivo como la Europa de inicio de los 40 ni somos vigilados por la Stasi, no podemos calificar lo que padecemos como una dictadura. Esta no es una opinión exclusivamente endógena. Alguna vez un militante de izquierda argentino me comentó: “Cuando ustedes tengan 30 mil desaparecidos, hablamos de dictadura”. Siguiendo esta línea de pensamiento, empero, tampoco en Cuba, con la bloguera Yoani Sanchez y diferentes disidencias actuando dentro de la isla, habría una dictadura.

2) La “pulsión socialdemócrata” por salvar la etiqueta izquierda: Venezuela, debido al estado de bienestar petrolero, cimentó una de las culturas socialdemócratas más extendidas del continente, lo que generó una poderosa filiación identitaria con la izquierda en nuestros opinadores mayores de 40 años. Por ello Maduro representaría una deriva autoritaria, criticable todo lo que se quiera, pero jamás una dictadura. Dictadores son los otros, “los de derecha”. Esta influencia es la que explica, finalmente, porque hay sectores de la oposición que continúan aseverando que un gobierno con ascendencia de María Corina Machado, epítome de todo lo que cuestionan teóricamente, seria “peor” que lo que hemos conocido hasta ahora. Curiosamente, este prurito va acompañado de un esfuerzo inverso. No importa que Maduro denomine a su gobierno de esa manera, o que el resto de las fuerzas progresistas planetarias del continente lo consideren como tal, nuestros socialdemócratas clasemedieros seguirán argumentando que Maduro “no es socialista”. Diferentes vínculos emocionales, por muy problematizados que pueden estar, les impide llamar a las cosas por su nombre. Como una protección ante el potencial vacío ideológico, Maduro sería el cuasimodo de la familia, que muy en el fondo tendría buen corazón. Los verdaderos monstruos estarían en otro lado.

Las discordancias en el diagnóstico tienen diferentes consecuencias prácticas. Para los más militantes les permite mantener una política sectaria, donde la reafirmación de la pureza revolucionaria sería más importante que la posibilidad de, desde la humildad generosa, ser parte de un esfuerzo unitario por recuperar la democracia. Para los menos beligerantes, que Maduro sea un “demócrata acorralado” por los dislates de su némesis MCM, les consiente el promover una política de diálogo, colaboración, incentivos y concesiones a toda costa, como base de su teoría de cambio.

Aclaramos que la necesidad de las definiciones no es para exponerse innecesariamente, dadas las circunstancias. Pero cuando se tiene una idea clara de a lo que nos estamos enfrentando, nos permite tomar las medidas organizacionales internas, y estratégicas externas, para enfrentarlo más eficientemente. Esto será particularmente importante a partir del 11 de enero de 2025.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on November 13, 2024 12:52

November 6, 2024

Los pendientes del 11 de enero

Prepararse para el peor escenario es tener contingencias para todo el resto de posibilidades. ¿Qué deberían hacer los movimientos sociales y populares, la sociedad civil, si Nicolás Maduro se juramenta el próximo 10 de enero para un próximo período presidencial de 6 años?

Lo primero es comprender lo que pasó, antes durante y después del 28 de julio, para construir una narrativa compartida sobre la situación de la alternativa democrática, sus avances y estancamientos, que permita continuar los esfuerzos por la transición a la democracia. El balance no debe incluir solo las elecciones, la campaña electoral o la realización de las primarias, sino que debe realizar una mirada panorámica general del conflicto a partir de 1998. Al ver el bosque completo, y no sólo los árboles inmediatos, podemos hacer un balance realista de las posiciones que tanto el chavismo y la oposición han ganado, abandonado o retrocedido.

Este ejercicio intelectual debe ser estratégico, alejado de los egos y autocomplacencias, con el objetivo de aportar a la construcción de sentido de los esfuerzos redemocratizantes, más que con la intención de escribir una tesis de maestría. La teoría es una forma de resistencia cuando se entiende como una práctica que informa y es informada por la acción.

Una segunda dimensión es la ratificación del liderazgo legitimado dos veces por el voto popular, quien promovió y ejecutó la estrategia electoral más eficiente del antichavismo en toda su historia. Cualquier análisis de escenarios, para el caso venezolano, debería tener dos variables. La primera es la confianza de la sociedad en el cambio posible y en las capacidades del liderazgo político para alcanzarlo. Luego, la construcción de consensos unitarios por parte de la dirigencia. Ese liderazgo, capitalizado ampliamente por María Corina Machado, ha demostrado durante el último año, por lo menos, un comportamiento intachablemente democrático, ha galvanizado como pocos los apoyos de múltiples sectores, incluyendo los habitantes de comunidades vulnerables y un sector de la antigua base electoral del oficialismo.

No obstante, como sabemos, la popularidad no eterna. Esa dirigencia debe aprovechar el momento para construir y ampliar infraestructura participativa, estimulando la creación de un frente en defensa de la democracia lo más incluyente posible. Para los desafíos de esta nueva etapa es importante la creación de una orgánica que permita seguir tomando decisiones y definiendo estrategias, de manera conjunta.

En tercer lugar, hay que recomponer y fortalecer el tejido asociativo y comunitario del país, temeroso, agotado, golpeado por la crisis y la migración. Tras entender los cambios cualitativos y cuantitativos de la situación, hay que incorporar nuevos enfoques y tácticas innovadoras para, sin poner a nadie en riesgo, seguir construyendo identidad comunitaria, recreando los lazos que nos unen como venezolanos y atendiendo a la población que mas lo necesita. Generar espacios de confianza y razones para la acción colectiva, de la naturaleza que sea, es una actividad política en toda regla. Alguna vez Jaime Nestares, de Radio Caracas Radio, nos contó como las asociaciones de montañismo bajo el franquismo mantuvieron un espíritu de grupo que luego hizo posible las conexiones que posibilitaron la acción activista.

Finalmente, aunque después de 26 años puede ser un verbo desgastado por el uso, se inicia una nueva etapa de resistencia. Descarten la verborrea centrista del dialoguismo: aunque vistan al fraude de seda fraude se queda. Es la peor hora para los venezolanos y venezolanos. Finalizado el ciclo del chavismo como movimiento político se inicia su fase de fuerza de ocupación policíaco-militar del territorio. Bajo la ausencia de democracia no hay normalidad posible.

Sí, hemos perdido 25 años de nuestras vidas luchando contra el autoritarismo. Pudiera estar tentado a pensar que no se pudo, que lo que queda es tratar de acoplarse y vivir un poquito, en una burbuja creada para usted y sus afectos. Pero sin libertad ni bienestar sustentable no hay vida que merezca ser vivida. Si esto lo anima, cada disidencia nuestra aleja al chavismo de su modelo de dominación soñado, echando por tierra el delirio ideológico de la obediencia total. Hoy, cuestionado por sus propios pares, el chavismo es más infeliz que nunca. Las promesas del futuro posible y deseado, ahora se ubican todas de este lado.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on November 06, 2024 11:07

October 31, 2024

Brics: Pesadilla antes de Halloween

Si seguimos las expectativas generadas por sus voceros y propagandistas, el veto de Brasil a que Venezuela entrara a los BRICS ha significado un duro revés para lo que Nicolás Maduro planificaba como su permanencia en el poder a toda costa.

En un artículo titulado “Siete claves sobre el ingreso de Venezuela a los BRICS” el mexicano y morenista, master en estudios latinoamericanos en la UNAM, Aníbal García Fernández, nos sintetiza la apuesta que había hecho Miraflores sobre su ingreso al bloque económico paralelo al G7. Creado en el año 2010, los BRICS toman el nombre de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que protagonizaban economías emergentes y en expansión.

Como resume García los beneficios para Venezuela de entrar a los BRICS serían, en primer lugar, el acceso a los mercados. Los países miembros del bloque representan el 25% del PIB mundial, concentran el 16% del comercio global, el 42% de la población mundial y alrededor del 20%. “Una adhesión de Venezuela profundizaría el comercio con los miembros”, nos dice. En segundo lugar, la geopolítica energética. Los BRICS controlan el 8.7% de las reservas mundiales de petróleo y 25.2% del gas. Supuestamente, el ingreso venezolano aumentaría a 26.2% las reservas de petróleo y a 28.6% las de gas. “La adhesión venezolana catapulta a los BRICS como potencia petrolera”, aseguró con entusiasmo el mexicano en su texto, fechado en junio de 2023, coincidencialmente en plena campaña diplomática venezolana por su ingreso al bloque.

Una tercera razón sería la diversificación económica. Citamos: “Uno de los problemas de Venezuela es la alta dependencia del petróleo. De unirse a los BRICS, puede contribuir a diversificar la economía venezolana con mayor cooperación en áreas como agricultura, medicinas de la India, e inversión en infraestructura más allá del petróleo”. Seguidamente se encuentra la cooperación financiera. Nuestro lopezobradorista explica que, para hacer frente al bloqueo estadounidense, el cupo de la revolución bolivariana le permitiría acceder a nuevas fuentes de financiamiento, como el Cross-Border Interbank Payment System (CIPS), creado por China.

Si las razones económicas anteriores son importantes, cuando el modelo de gobierno de Maduro ha profundizado la emergencia humanitaria compleja, las motivaciones políticas son igual de trascendentes. Especialmente, luego de la decisión psuvista de cometer un monumental fraude electoral para que “Súper bigotes” gobierne ilegítimamente durante 6 años adicionales. García hablaba de la posibilidad de la ampliación de relaciones diplomáticas de Venezuela, dado que los BRICS están vinculados a Mercosur, Celac, Alba, la Unión Económica de Eurasia, la Asociación Económica Integral Regional y la Opep. “La diversificación de relaciones diplomáticas –explica el mexicano- puede contribuir a ampliar el apoyo en foros internacionales”. Finalmente, sobre las reacciones en el contexto latinoamericano el azteca agrega: “La adhesión a los BRICS puede devolver a Venezuela legitimidad en el ámbito diplomático”. Devolver legitimidad, el sueño húmedo chavista tras el 10 de enero.

Siguiendo la caracterización de García Fernández, la Venezuela madurista aspiraba conseguir oxígeno económico y político con su ingreso al bloque. Hace un año atrás todo era triunfalismo en las autoridades venezolanas, que daban por segura el ingreso del país. El propio presidente brasilero, Lula da Silva, declaró en mayo de 2023: “Soy partidario de que Venezuela integre los BRICS. Nos vamos a reunir pronto y tenemos que evaluar varias solicitudes de integración”. El canciller Yvan Gil declaraba: “Tenemos importante apoyo para que Venezuela trabaje. De hecho, ya estamos trabajando, nuestros ministros están asistiendo a reuniones de los BRICS». Sin embargo, había mucho de propaganda y menos de realidad en la admisión. Al igual que Cuba, Turquía y otros 11 países que fueron admitidos, nuestro país no hubiera tenido el estatus de “miembro pleno” sino de “miembro asociado”, con voz pero sin voto. No obstante, el giro de Brasil también aguó la fiesta de la mercadotecnia. Lo que para Maduro sería su primera gira internacional “triunfal”, luego del 28-J, se convirtió en la pesadilla antes de Halloween: La mutación del Lula “hermano” al “traidor”.

Coincido con la opinión de Carlos Eduardo Piña en que, en el fondo, los BRICS son una “cruzada antioccidental”. No obstante, es toda una novedad que el cónclave haya dejado por fuera a Venezuela, bajo el argumento institucional de la “pérdida de la confianza”. En los ágapes anti-norteamericanos el chavismo ha dejado de ser invitado. La foto de la pandilla progresista latinoamericana en la toma de posesión de Claudia Sheinbaum fue un primer aviso sobre el incumplimiento chavista del derecho de admisión. Tampoco hubo foto familiar en Kazan, el lugar ruso donde ocurrió la reunión. Los retratos con Súper Bigotes han comenzado a ser políticamente impagables. Incluso, entre sus antiguos pares.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on October 31, 2024 09:49

October 23, 2024

Venezuela 2025: Rebeldía o servidumbre

“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero si niega, no renuncia: es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento”. Estas son las primeras líneas del libro “El hombre rebelde”, publicado en el año 1951 por Albert Camus. Su contenido encolerizó a Jean Paul Sartre, para quien la disidencia sólo podía enfocarse contra los otros, jamás contra los propios. En su respuesta a Camus, publicada en la revista “Los Tiempos Modernos”, el autor de La Nausea afirmaba que quien cuestionaba tanto al capitalismo como al socialismo debía mudarse a las Islas Galápagos. De los dos Premios Nobel, sólo Camus ilumina el presente.

Lo contrario a la rebeldía es la sumisión. Entre nosotros, el delirio ideológico chavista sueña con hacer de Venezuela la Corea del Norte tropical, donde el sometimiento sea total y las órdenes de la cúpula gobernante obedecidas sin contestación. Un país en el cual el Estado controlara, al milímetro, la vida cotidiana de sus ciudadanos. Donde la única fidelidad permitida fuera vertical, al partido único y sus voceros principales. Una Venezuela con la pesada sombra del socialismo del siglo XXI ahogando cualquier vestigio de individualidad y pensamiento propio, en el que toda la población fuera una acompasada y uniforme milicia bolivariana.

Mientras Miraflores ordene y exista algún venezolano que diga “No” seguirá habiendo esperanza. Todo signo de inconformidad es la confirmación que la vocación totalitaria del chavismo no ha vencido. Y está cada vez más lejos de hacerlo. El mejor momento de la servidumbre voluntaria promovida por el chavismo pasó, tiempos que no volverán. En el año 2012 más de 8 millones de venezolanos votaron por instalar en el país un Estado Comunal. Diez años después Nicolás Maduro ha recibido la peor derrota electoral desde el año 1958. Sin la capacidad persuasiva de antaño lo que queda es la represión.

Es cierto: el control militar del territorio ha impedido materializar la transición a la democracia. A pesar que la alternativa democrática ganó, por ahora, no ha podido cobrar. Pero la revolución bolivariana, realmente existente, está años luz de ser lo que pudiera satisfacer las pasiones de sus jerarcas. De hecho, el espacio de la contestación y la inconformidad hoy en día es abrumadoramente mayoritario. El chavismo podrá intentar anularnos, a nosotros y nuestros familiares, pero en un curioso efecto dialéctico nuestra insubordinación, pública o en espacios privados, tampoco deja dormir con placidez al sueño autoritario. Donde hay opresión, el único lenguaje que le queda a los herederos de Chávez, siempre habrá resistencia.

El valor de esa rebeldía, a la cual Albert Camus homenajeó dedicándole todo un libro, debe ser ensalzada cada día. No sólo la indocilidad que se mostró el 29 y 30 de julio, en las protestas populares más importantes luego del Caracazo, sino también las pequeñas indisciplinas –en relación al orden cerrado psuvista- que protagonizan los venezolanos cada día. Esto hay que defenderlo ante la ofensiva en ciernes de la tensión normalizante, promovida tanto por el oficialismo como por otros sectores de la política minúscula. Ellos intentarán convencernos que somos responsables por haber ganado las elecciones. Y doblemente culpables por haberlo hecho por knock-out. Lo que no lograron Lula y Petro, activar la racionalidad político-instrumental del chavismo, ellos sí lo harán, vaya a saber usted cómo. Actualizando la teoría de los dos demonios, argumentan que usted y yo nos encontramos atrapados entre posiciones extremas, siendo ellos los que, desde una fantasmagórica tercera vía, tendrían la solución a la noche de Halloween con 25 años en el país.

Independientemente de lo que pase el 10 de enero, los adalides de la domesticación, bajo el pretexto de los “hechos cumplidos”, nos convocarán a la mesura y la conciliación. Curioso premio al fraude más escandaloso de la historia electoral reciente en América Latina, apaciguar el descontento. Y en un cínico juego de palabras, todo a nombre del supuesto “beneficio de la gente”, lo que nos recuerda las palabras de Camus: “Se ama a la humanidad en general para no tener que amar a los seres en particular”. No nos llamemos a engaño. Nos emplazarán a la resignación.

El primer capítulo de El Hombre Rebelde cierra de esta manera: “El mal que sufría un solo hombre se hace peste colectiva. En la prueba cotidiana que es la nuestra, la rebeldía representa el mismo papel que el cogito en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lugar común que funda en todos los hombres el primer valor. Me rebelo, luego existimos”. Y en el 2025, para ser fieles a nosotros mismos, debemos existir.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on October 23, 2024 16:22

October 17, 2024

Informes internacionales sobre DDHH: ¿Más de lo mismo?

Recientemente, la Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos sobre Venezuela (FFM por sus siglas en inglés) divulgó un informe de conclusiones detalladas sobre la situación en nuestro país. En un documento de 185 páginas, el ente concluye que los hechos ocurridos, luego de las elecciones, constituyen el crimen de persecución por motivos políticos. Además, que el abuso de poder diagnosticado es una continuación de conductas anteriores, que fueron caracterizadas en su momento como crímenes de lesa humanidad. Este sería el sexto informe realizado por la Misión desde 2020, fecha de inicio de su labor.

Desesperados como estamos por el ver el final de la pesadilla, pudiéramos pensar que este documento es un informe más, que cada vez tienen menos impacto. O que no generan consecuencias inmediatas para los responsables. Es cierto que la mayoría de los mecanismos internacionales de protección a los derechos humanos se basan en la “buena fe” de los Estados en el cumplimiento de sus obligaciones. Esto es una ventaja para los gobiernos que están dispuestos a enfrentar el aislamiento con tal de mantenerse en el poder. Y que por tanto se vuelven impermeables a las críticas de la comunidad internacional.

Sin embargo, en estos momentos, es de una gran trascendencia el trabajo realizado por la FFM, la cual se ha convertido en el más importante mecanismo de “Memoria” y “Verdad” con el que contamos los venezolanos. Frente al cierre del espacio cívico, y por tanto el debilitamiento de las capacidades de periodistas y defensores de derechos humanos en realizar su trabajo de ser testigos de su tiempo, son informes como los de la FFM los que, de manera sistemática, realizan el inventario del horror. Y aunque ratifiquen lo que los venezolanos sabemos, los matices e intensidades del abuso de poder, si estos reportes dejaran de realizarse, por las razones que sea, pudiera sugerir erróneamente que las tropelías contra la dignidad humana han dejado de cometerse. Esta ausencia daría argumentos a los Alberto Fernández del mundo, que el 18 de mayo de 2021 tuvo la osadía de afirmar que “Los problemas de derechos humanos en Venezuela estaban desapareciendo”. La persistencia es una constante en la construcción de la Memoria, en aras de establecer la Verdad sobre los hechos. Lamentablemente, las víctimas de hoy y mañana deben tener una voz, aunque los afectados de ayer hayan relatado copiosamente abusos similares. Realizada, además, por un ente de Naciones Unidas, con todo el prestigio y respetabilidad consecuente.

Los hallazgos de la misión, con el estándar de prueba “motivos razonables para creer”, se transforman en importantes insumos para la investigación en marcha realizada por la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI). Que finalmente se abra una investigación concreta, contra funcionarios con nombre y apellido, sería un importante mensaje de justicia para las víctimas. Para intentar retrasar el inicio de un caso, las autoridades venezolanas aceptaron firmar un “Memorando de entendimiento” con Karim Khan, Fiscal de la CPI. En este acuerdo de trabajo el palacio de Miraflores se comprometió, en lo que se denomina “complementariedad” positiva, en reformar el sistema de justicia y evitar la vulneración de los DDHH. Si el gobierno cumpliera al pie de la letra su compromiso, y recuperara su capacidad de investigar y sancionar los delitos contra la humanidad cometidos, ya no haría falta el trabajo de un organismo internacional como la CPI. Si algo demuestra, precisamente, la pertinencia del organismo creado por el estatuto de Roma es el más reciente informe de la FFM. En sus casi 200 páginas se puede leer que las actuales autoridades ni tienen la voluntad política ni tampoco la capacidad institucional para hacer justicia.

Otro elemento importante de la documentación continuada en derechos humanos es la sensibilización internacional sobre la real situación del país. Cuando se sale de territorio venezolano se percibe la eficacia del aparato comunicacional estatal bolivariano en posicionar matrices de opinión, tan simples como sesgadas, a una audiencia foránea que tiene sus propios problemas, y que por tanto no tiene el tiempo o la posibilidad de informarse adecuadamente sobre el conflicto venezolano. La opinión del presidente chileno Gabriel Boric es el mejor ejemplo, influenciada por el primer informe sobre la situación de derechos humanos en Venezuela realizado por Michelle Bachelet como Alta Comisionada, del impacto de este tipo de documentos. Para hablarle a los no convencidos, a los escépticos y los mal informados sobre nuestro país, este tipo de informes son tan claves como demoledores.

Agregaría que estos reportes son fuentes documentales para los tomadores de decisiones a nivel internacional. La lista de personas sancionadas individualmente, por su responsabilidad en violaciones de derechos humanos, tiene a estos informes como referencia. También pudieran ser elementos de prueba para el inicio de juicios por la llamada “justicia universal”, como sucedió recientemente en Argentina.

Ante la ausencia de instituciones nacionales que escuchen y den respuesta a las víctimas, la inclusión en este tipo de reportes es una reparación simbólica para las víctimas, que no es suficiente, pero importante para legitimar su versión sobre lo ocurrido, “limpiar el nombre”, que en ocasiones es tan importante para ellas como el castigo para los responsables. Finalmente, a falta de otras sanciones, es un mecanismo de lo que los defensores llamamos “Nombrar y avergonzar” a los perpetradores. Nunca sabremos calibrar con certeza el nivel de disuasión que generan en funcionarios para participar en delitos lesivos de la dignidad, pero cuando su nombre y apellido se registra como responsable, es un huracán Milton para su reputación, que permanecerá impávida a pesar del paso del tiempo.

Hagamos una metáfora deportiva. El conflicto venezolano es como un juego de posición, una estrategia del futbol cuyo objetivo principal es lograr que el equipo mantenga la posesión del balón, controle el ritmo del partido y cree oportunidades de gol. Para ello debe hacer decenas de vez los mismos movimientos tácticos de circulación del balón en el medio campo y la defensa. Puede parecer que en Venezuela llovemos permanentemente sobre mojado, y que este tipo de informes no dicen nada nuevo que no se conozca ya. Pero para poder hacer puntos en la arquería de la transición a la democracia, estamos obligados a continuar siendo testigos de nuestro tiempo, documentar las injusticias y mantener su denuncia en todas las instancias posibles. Dejar de hacerlo sería como dejarle la cancha libre al equipo del autoritarismo.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on October 17, 2024 20:29

October 13, 2024

La ultraderecha y la cuadratura del círculo

Hace más de un año atrás, un grupo de activistas de la sociedad civil realizamos un ejercicio de construcción de escenarios probables para Venezuela. Apenas se hablaba de la realización de elecciones primarias, por lo que aquel esfuerzo intelectual nos sirvió para navegar en las aguas tormentosas de los acontecimientos que fueron desencadenándose. En aquel momento definimos que una mayor posibilidad de transición a la democracia dependía de dos elementos. En primer lugar, de los mecanismos de construcción de consensos en la vanguardia política opositora. Luego, de la recuperación de la esperanza de la sociedad venezolana, no sólo en las capacidades de ese liderazgo sino en la posibilidad de un cambio a corto plazo. En contraposición, una mayor desconfianza de las bases oficialistas en sus jefes y la división de la cúpula bolivariana terminaría de conformar la situación más favorable para la democracia. De estos 4 elementos 3 se cumplieron. Cabría preguntarse ¿Por qué la coalición dominante ha logrado mantener sus niveles de cohesión?

Si consideramos que más de tres millones de personas votaron por Nicolás Maduro, según los datos publicados en https://resultadosconvzla.com/, podemos sugerir que la supuesta victoria bolivariana es una mentira sostenida por una importante cantidad de personas. Lo que en cualquier otra parte hubiera generado un cisma, ser derrotado por una diferencia de 4 millones de sufragios, entre nosotros parece que no despeina al oficialismo. Hasta ahora, el chavismo se ha mostrado ajeno a la razón político instrumental, que basa su actuación en la representatividad de los niveles de apoyo a sus propuestas. ¿Qué elementos pudieran explicar este comportamiento?

Para responder postulamos una primera hipótesis: El cemento que sostiene la mentira oficial como arma de destrucción masiva de la democracia es el paciente trabajo de deshumanización realizado por el chavismo realmente existente durante 25 años. Desde el poder se cultivó, sistemáticamente, la cosificación de los enemigos de la revolución, lo que generaba condiciones sociales para su neutralización inhibiendo los mecanismos psicológicos que en contextos normales lo impedirían. Esa programación de las mentes de los integrantes de la coalición dominante, en sus diferentes niveles, está mostrando su eficacia en este moento. Mi identidad como Rafael Uzcátegui ha sido anulada y sustituida por adjetivos que me describen como representante de los peores infiernos posibles e imaginados. Los demócratas dejamos de ser venezolanos a los ojos del militante madurista, algo parecido a ellos con lo que pudieran identificarse. Somos eso horrible que denominan “imperialistas”.

Cuando se revisan las declaraciones actuales de los chavismos de todos los colores, incluyendo los autodenominados “críticos”, encontramos un denominador común: La descripción de sus contrarios como “ultraderecha”, la negación de cualquier posibilidad de alteridad postrevolucionaria. Con ello no sólo se aplica la cancelación política de sus contrarios, sino también la justificación de las detenciones masivas arbitrarias, la tortura y hasta el asesinato. El desconocimiento de la voluntad popular, en consecuencia, sería una falta administrativa menor en aras de un objetivo de mayor trascendencia: La salvaguarda de la “revolución”.

La estrategia democrática de esperar el resultado en los alrededores de los centros electorales obligó a los militantes del oficialismo, también, a mantenerse allí. Escucharon y grabaron en sus celulares los mismos anuncios de resultados locales que los opositores. La disonancia entre lo que vieron con sus ojos y lo que les ordenó el partido comenzó a resolverse esa misma noche. La maquinaria de propaganda se activó para reavivar, en la ritualidad de las consignas, la cohesión y la conciencia colectiva del sentido de identidad chavista creado durante dos décadas y media. Por ello de aquí hasta el 10 de enero una de las tareas del chavismo es conjurar cualquier vestigio de duda entre su fanaticada. Tanto con persuasión como con represión. No obstante, es un proceso dialectico. Los disonantes, que vieron lo que pasó y al mismo tiempo escuchan la voz del superyó ideológico, necesitan cerrar el círculo para dormir por las noches y estar en armonía emocional con lo que han sido en los últimos tiempos. Por eso están transitando un complejo proceso de reafirmación y autoengaño.

El sueño de la razón ideológica, también, produce monstruos. La teoría de cambio basada en la negociación y los incentivos ha mostrado sus limitaciones frente a un contrario que ya vive su principal estímulo existencial: hacer “la revolución”. Habrá que mejorar el diagnóstico y la comprensión de a lo que nos estamos enfrentando: Comprender su manera de razonar, sus fuentes de legitimación, sus banderas rojas. Quizás así seremos logremos grietas en el muro que hoy se muestra hermético.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on October 13, 2024 17:33

October 11, 2024

Sin democracia que exista más comunidad

Hace algunos días atrás, algunas personas posicionaron por redes sociales la etiqueta #SinDemocraciaNoHayNavidad. Aquello fue una reacción a la bufa decisión oficial de adelantar las fiestas de fin de año a partir del 1 de octubre, en un intento de “pasar la página” del monumental desconocimiento de la voluntad popular ocurrido el pasado 28 de julio.

La reacción es tan comprensible como automática. En medio del agravamiento de la crisis política, con miles de detenidos, en un contexto de profunda crisis económica, adelantar las pascuas es un gesto de profundo cinismo. Lo que quiero conversar es sobre la eficacia del abordaje, para nuestros objetivos democráticos, o si pudiera ser contraproducente. Ya la situación es suficientemente terrible como para que nos sintamos mal por celebrar, de la manera en que podamos ya que seguimos vivos, la Navidad en familia.

Uno de los aciertos de la estrategia del liderazgo democrático, en los últimos meses, ha sido su innovación estratégica: hacer precisamente lo que no se esperaba de ella. Por ejemplo, cuando se ratificó la inhabilitación de María Corina Machado, contra el pronóstico que iba a descolocarse y convocar a la calle sin retorno, eligió una sustituta. Y cuando a la profesora Corina Yolis también se le impidió su participación, sorprendió a las voces agoreras apoyando un nuevo sustituto. El gobierno, al intentar dividir a la oposición, terminó logrando precisamente lo contrario.

Que el chavismo realmente existente reduzca las fiestas decembrinas a sus elementos mas banales, o para decirlo en su lenguaje, los más capitalistas, ignorando la carestía y el sufrimiento de tantas familias con detenidos políticos, debería ser para nosotros, la alternativa democrática, una oportunidad. Aquí introduzco un concepto, el de “política prefigurativa”, actuar y vivir hoy según los valores que se reivindican para el mañana. Y también, una recomendación: La que hacen Krizna Gómez y Thomas Coombes en su texto “Se la narrativa”. Ellos sugieren que, al conflicto, la controversia y la crisis fomentadas permanentemente por los populistas autoritarios, como Maduro, hay que responder con la cultura, la cooperación y la reconstrucción de la comunidad. Las reacciones del tipo #SinDemocraciaNoHayNavidad más que debilitarlos los vigorizan, porque son precisamente las respuestas que están buscando.

Si Gomez y Coombes nos dicen que “Mostrar es mucho más poderoso que contar. Lo que uno hace es la narrativa”, la resignificación de la Navidad venezolana en el año 2024, como un tiempo para hacer comunión con los necesitados, que finalmente somos todos, sería una manera de continuar cultivando lo que calificamos como el “espíritu del 28J”, esa gesta democrática protagonizada por la gente. Sería una Navidad en resistencia, pero Navidad al fin, con un profundo sentido tanto espiritual como político. Nos daría la ocasión para salir de los reductos individuales del miedo para encontrarnos y continuar alimentando el sentimiento de ser parte de algo más grande que nosotros, la recuperación del país y la potenciación de lo mejor de la venezolanidad.

Una Navidad espiritual y en resistencia, para darle un nombre, se acopla naturalmente a la estrategia “Enjambre”. De manera descentralizada, fluida y adaptativa, diferentes iniciativas construyen una narrativa en movimiento llevando consuelo a los necesitados; siendo hoy la Venezuela inclusiva y solidaria que estamos soñando para el mañana. Habrá quien dirá que “la masa no está para bollos”, pero no estamos sugiriendo gestos espectaculares y suntuarios. Compartir metafóricamente un plato de sopa, precisamente en momentos de carestía, cuando las crisis nos ponen a prueba, es un gesto doblemente valioso.

Las acciones pudieran ser infinitas: Desde actos litúrgicos u organización de actividades tradicionales, como el pesebre viviente o la patinata, hasta compartir un pequeño presente, elaborado caseramente, con los jubilados, los hijos de los presos políticos, los enfermos o los sectores con mayor apremio. Aquí no puedo dejar de recordar a mi amiga Luisa Pernalete, que junto a su cuatro y la compañía de otros cómplices, por estas fechas lleva aguinaldos y villancicos a las sedes de organizaciones gremiales, una alegría millonaria con un costo casi cero. El objetivo es mantener vivo el ambiente de desprendimiento y hermandad que caracterizó la campaña electoral y el propio 28 de julio. Si el chavismo ahora es represión, crisis y conflicto, nosotros seremos cooperación y fortalecimiento de nuestra comunidad. Esto mantendrá activos los vínculos entre nosotros, que harán falta cuando sea la hora del próximo momento de protagonismo ciudadano por la democracia.

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.

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Published on October 11, 2024 12:32

October 4, 2024

La duda histórica del 29J

En diferentes foros y conversaciones privadas, pero también en algunas entrevistas y artículos de opinión, viene apareciendo la hipótesis sobre qué hubiera pasado si el liderazgo opositor hubiera convocado a manifestaciones de calle el 29 de julio, sumándose a la rebelión popular contra el desconocimiento de la voluntad electoral que ocurrió ese día, cuya expresión más mediática fueron las 9 estatuas vandalizadas de Hugo Chávez. En una entrevista reciente el líder político Andrés Caleca describió a estas conjeturas como las de una “duda histórica”.

La magnitud de la movilización ocurrida el 29 y 30 de julio, pero especialmente el primer día, permite situar esa acción colectiva como una de las más significativas de las últimas tres décadas, comparable sólo con El Caracazo de 1989. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) en ambos días ocurrieron 915 protestas en el país. La ONG Laboratorio de Paz logró geolocalizar 210 movilizaciones ocurridas el día 29 de julio.

La poblada de esas jornadas tuvo varias características. La primera, su espontaneidad. Luego de los resultados anunciados por el CNE, el liderazgo político enfocó sus esfuerzos en la protección y digitalización de las actas de los testigos, de las candidaturas de Edmundo González y Enrique Márquez, que demostraban que los verdaderos porcentajes de votación eran otros. Por razones tácticas y logísticas, no hubo ninguna directriz cupular en realizar movilizaciones ese día. En segundo lugar, fueron autoconvocadas. Las personas ocuparon el espacio público por efecto contagio y por la indignación compartida en los mecanismos capilares de distribución de contenidos en plataformas de comunicación que habían construido como reacción a la censura. Finalmente, su descentralización territorial y táctica. No se optó por la usual marcha del punto A al punto B, sino la dispersión estratégica en torno a los símbolos del poder: La publicidad electoral, las sedes de poderes locales, módulos policiales y las efigies de Hugo Chávez.

Aunque comparten elementos comunes, los marcos de acción colectiva de los sectores populares son diferentes a los de la clase media. Si la poblada del 27 de febrero de 1989 fue uno de los hitos simbólicos fundacionales del chavismo, ser víctima de una poblada similar ha sido una de las pesadillas del bolivarianismo en el poder. Por ello, ante la emergencia de una crisis económica, como consecuencia de la abrupta disminución de la renta petrolera luego del fin de los altos precios de los rubros energéticos en los mercados internacionales, el gobierno tomó decisiones. Por un lado, crear una narrativa anticipatoria, la “guerra económica”, que desviará la responsabilidad de la crisis en terceros. Paralelamente, la implementación de los llamados “Operativos de Liberación del Pueblo”, con lo que se rompía el tejido de vínculos no estatizados y se reforzaba el control territorial de los barrios para disuadir cualquier protesta

El gobierno se había estado preparando para enfrentarse a la poblada. Por ello la letalidad de los dos primeros días, cuando fueron asesinadas 24 personas, y se estableció una cuota de personas que debían ser detenidas. Como hipótesis sugerimos que la existencia de dos tipos de represión, una cruel y masiva junto a otra selectiva y de castigos ejemplares, tendría que ver con los sectores sociales a las que fueron dirigidas. A la clase media la puedes neutralizar exclusivamente con el temor. A los sectores populares, con una experiencia cotidiana de convivir con la violencia, no.

Lo anterior es clave en nuestro análisis. Conversando con X, un periodista latinoamericano que cubría las elecciones venezolanas, me comentó que los alrededores del Palacio de Miraflores estaban “esperando” a la poblada. La respuesta sería similar a la ocurrida en la redoma de San Jacinto, en Maracay, donde el 29 de julio en un solo lugar fueron asesinadas 7 personas.

En los últimos 18 meses la estrategia de la oposición, nucleada en torno a María Corina Machado y Edmundo González, ha sido intachablemente pacífica y democrática. Por tanto, no estaba preparada para una confrontación insurreccional de esta naturaleza. En nuestra opinión no haberlo hecho, al calor de los acontecimientos, habla muy bien del sentido estratégico del actual liderazgo. Si hubiera ocurrido no hubiera variado la situación de desconocimiento de la voluntad popular y la propia Constitución. Ya está demostrado que la transición por colapso del régimen, donde las mayorías son víctimas de la represión gubernamental, no genera fracturas en la coalición dominante. En cambio, la cifra de personas asesinadas hubiera sido trágica y exponencialmente mayor. Y el foco de la comunidad internacional hubiera cambiado: de “muestren los resultados detallados” a “detengan la violencia”. Finalmente, el liderazgo político más visible hubiera sido detenido, o algo peor. A pesar que esta posibilidad no ocurrió, el gobierno desplegó, de todas maneras, la narrativa de “violencia de los comanditos” y “ser víctima de un golpe de Estado”. ¿Era necesario, además de la avalancha de votos, una muestra mediática y visible del nivel de rechazo del pueblo venezolano a las actual cúpula gobernante? Creemos que no.

Finalmente, un comentario críptico para entendidos. ¿Es coherente haber criticado el meta-mensaje imaginario de la consigna “Hasta el final” y, ahora, cuestionar que el liderazgo no se puso al frente de las protestas del 29J? ¿Es moralmente aceptable siquiera dibujar esta alternativa cuándo se está fuera del país?

Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación “Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos”.     


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Published on October 04, 2024 11:41

Rafael Uzcátegui's Blog

Rafael Uzcátegui
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