Álvaro Bisama's Blog, page 68

October 8, 2017

Que se vayan las vallas

A pocos meses de la llegada del papa Francisco al país, y en medio de la controversia por la organización y financiamiento del evento, tuve la oportunidad de pasear por Santiago a unos amigos extranjeros que visitaban Chile por primera vez. Al llegar al centro y aproximarnos al Palacio de La Moneda, su primera impresión fue que algo extraño estaba por suceder, ya que la totalidad del perímetro de la Plaza “de la Ciudadanía” y la Plaza de la Constitución estaban cercadas por las mal llamadas “vallas papales”. Un amontonamiento de rejas mal pintadas, amarradas entre sí por marañas de alambres oxidados, que más allá de impedir el libre acceso a las explanadas y pastizales que rodean el palacio, ensucian y empañan todos los esfuerzos de diseño urbano y recuperación de fachadas realizados durante los últimos años en el Barrio Cívico.


Mis amigos preguntaron si se trataba de alguna medida especial, una alerta de seguridad o amenaza terrorista. Lamentablemente mi respuesta fue que desde hace una década estas estructuras temporales -al igual que las vergonzosas zonas pagas del Transantiago-, han pasado a ser elementos permanentes de nuestro precario paisaje urbano.


Todavía recuerdo cuando el Presidente Lagos permitió la apertura y cruce del Palacio de La Moneda en forma permanente al público en general. Lamentablemente, el furor de aquella experiencia republicana se desvaneció con el surgimiento de una oleada de manifestaciones y acciones de protesta -que por legítimas que sean sus demandas-, aprovecharon la visibilidad que ofrecía el centro neurálgico de poder político en el país. Es así como las explanadas de césped fueron escenario privilegiado para los flash mobs de pingüinos y universitarios, los espejos de agua del Centro Cultural La Moneda se convirtieron en la piscina perfecta para chapuzones de deudores habitacionales y finalmente, la gota que rebalsó el vaso, fue la infame quema de la puerta de Morandé 80. Ante tal nivel de violencia y recurrencia de manifestaciones, las autoridades actuaron con pragmatismo e instalaron en forma permanente las vallas papales, que hoy dan cuenta de nuestra incapacidad de manifestar en forma civilizada nuestras demandas cívicas.


Si el espíritu de estos tiempos indica que esta agresividad no va a cambiar, bien vale la pena reconocer el problema y reemplazar las rejas por elementos permanentes acorde con la dignidad del Barrio Cívico. Ejemplo de ello son las grandes jardineras que el Servicio Secreto estadounidense instaló en los alrededores de la Casa Blanca luego de los ataques de las torres gemelas y el Pentágono. Si bien se trata de grandes moles de hormigón a prueba de ataques, la incorporación de vegetación y flores, así como un buen diseño urbano, mitigan a tal nivel su presencia que pasan casi desapercibidas, enmarcando de manera solemne la residencia presidencial.


Ya es hora que nuestro gobierno se haga responsable e implemente un proyecto similar de cierre perimetral flexible, acorde con la relevancia de su entorno. Incluso propongo que se le encargue a Cristián Undurraga, quien se ha convertido en el arquitecto oficial del Barrio Cívico, luego de ganar los concursos sucesivos de diseño de la Plaza de la Constitucion, Plaza de la Ciudadanía y Remodelación del Eje Bulnes, promovidos por gobernantes tan diversos como Pinochet, Lagos y Piñera. Así se podrán reciclar las vallas para controlar a las masas en la próxima visita papal o en eventos puntuales, y recuperar en forma permanente la dignidad de uno de los espacios públicos más simbólicos e importantes de nuestra historia republicana.


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Published on October 08, 2017 23:00

Con pobreza franciscana

Seamos claros, no hay que confundir la pobreza digna con que viven los indios con la pobreza futbolística que nos hizo vivir la sub 17 en Calcuta.


El Chile de ayer entró con un 4 – 5 – 1 ostensible como para aspirar a un empate y nada más. Un equipo timorato y ultradefensivo. Carente de habilidad técnica, pobreza táctica y superado en velocidad.


Los ingleses parecían sudamericanos de muy buen toque, exuberancia técnica y potencia física en toda la cancha. Su toque estuvo al servicio del gol. Y no como Chile, que juega al servicio del sudor. Al servicio de la táctica, dicen los neófitos.


Ellos tocaban y encaraban privilegiando las orillas. Una señal más para nuestro fútbol formativo que la técnica debe estar al servicio del equipo, pero en los últimos 20 metros al servicio del individualismo. Si el fútbol es un deporte de engaños, Foden, McEachran y Brewster son una apología de la finta, dribling y amagues. Sin olvidar a sus eximios goleadores Hudson y Sancho.


En Chile no hay jugadores habilidosos. El que dice dominio, dice técnica. Y esa receta se vendió en la farmacia de los ingleses. Nos vacunaron con cuatro goles, mérito de ellos con la complicidad de nuestra propia enfermedad.


Los grandes equipos no rifan el balón, lo suman o multiplican. Pero Chile se restó cuando se adueñó de él y lo dividió con malas decisiones.


Todos sucumbieron al dominio europeo. No hay nada para rescatar. Deben superar en un cien por ciento lo hecho en este debut para avizorar un mejor futuro. Preocupa el 4-0 por el promedio de goles. Es cierto, se perdió con el segundo de Europa, también perjudicó el calor sofocante y tiritan las piernas con el debut.


Algo importante, el año 1993 estudié las clasificatorias de FIFA y el segundo de Sudamérica siempre clasificaba a segunda fase. Y así sucedió en el Mundial de Japón. Clasificamos y llegamos al tercer lugar en el mundo.


En resumen, un equipo que no juegue a pensar anticipadamente estará condenado a sobrevivir con las ansiedades del día a día.


Aún no es hora de evaluaciones.


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Published on October 08, 2017 22:28

October 7, 2017

“No sentencia”

El Tribunal Constitucional (TC) dictó fallo en la causa “Parlamentarios con BancoEstado”, favoreciendo ampliamente las pretensiones de los primeros, con el fin de precaver “el normal funcionamiento del régimen democrático”. El caso es que había quejas de parlamentarios que son candidatos en contra del BancoEstado, porque no les otorga créditos para financiar sus campañas; aunque tampoco los han recibido de la banca privada. La diferencia es que el banco estatal invoca una prohibición constitucional para negarse: la Carta Fundamental señala que cesan en sus funciones los parlamentarios que celebren contratos con el Estado; y los préstamos de dinero implican un contrato.


Una norma que no es arbitraria, ya que busca asegurar la separación de poderes inherente a la democracia. Si los parlamentarios pudieran celebrar contratos con el Estado, habría allí una manera para que el gobierno cooptare a sus colegisladores, que tratándose de los diputados son, además, fiscalizadores de sus actos. En suma, una norma que busca asegurar “el normal funcionamiento del régimen democrático”. La pregunta es si la voz “Estado” que se emplea abarca también a una empresa estatal, como es dicho banco. Se puede debatir, pero algo es indiscutible: se da la razón de la norma, impedir que el gobierno, a través de una empresa pública, coopte a los parlamentarios. Si se llegare a plantear una controversia jurídica al respecto, tendría que dirimirla el TC, porque le corresponde pronunciarse sobre la cesación en el cargo de los parlamentarios. Pero como el BancoEstado no les ha dado préstamos, no se configura la causal de cesación y no hay litigio posible. Pero las cosas tienen solución. Bastó una visita protocolar del presidente del Servel al TC, para que éste sacara una “declaración” precisando, no obstante aclarar que no puede emitir sentencias por anticipado, que los préstamos del BancoEstado para financiar campañas no están entre los contratos que causan la cesación de parlamentarios.


Inédito que un tribunal emita una opinión sobre una controversia que le puede ser planteada. Una actuación que infringe diversas normas constitucionales: la que indica que “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado” (debe haber un proceso y en él tiene que escucharse a la contraparte); o aquella que enumera taxativamente los casos en que el TC puede ejercer sus atribuciones, no figurando dirimir debates públicos, lo que entonces no puede hacer “ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias”; o la que dice que “en Chile no hay persona ni grupos privilegiados”, porque la disputa que usted tenga con dicho banco no le será resuelta en forma express por el TC. Esto es solo para políticos.


Los que quieren abolir la democracia, la Constitución y el Tribunal, su supuesto guardián, se están sobando las manos con esta “no sentencia”.


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Published on October 07, 2017 23:30

Mahmud Aleuy

Cualquiera que sea nuestro juicio respecto de la posición que el gobierno originalmente adoptó en torno a la aplicación de la ley antiterrorista, para los graves hechos que se sucedieron en La Araucanía, podremos todos convenir que resulta muy poco serio, por no decir incomprensible, que el mismo Ejecutivo cambie sin mayores fundamentos esa decisión, contribuyendo todavía más a la confusión e incertidumbre. Y eso es, creo yo, lo que terminó por aburrir al subsecretario del Interior.


Pero tratándose de este particular funcionario público, la situación pudiera ser todavía más grave. Aleuy no solo se convirtió en uno de los colaboradores más leales al gobierno y a la Presidenta Bachelet, sino que mostró un desempeño y eficacia en el cumplimiento de sus funciones que ha estado muy por encima de lo exhibido por esta administración. Lo ha hecho, además, de manera sobria y republicana, alejándose de los reconocimientos y el exhibicionismo tan habituales en otras autoridades, subordinando el interés de muchas personas, grupos y partidos -y para qué decir del propio- a los del Estado y el buen funcionamiento del gobierno.


Francisco García, nombre con el que lo conocieron muchos en sus años de militancia de la Izquierda Cristiana durante la dictadura, ha sido además un permanente nexo entre esos dos mundos de la centroizquierda; generando siempre puentes, facilitando diálogos, e intentando aunar voluntades para dar continuidad y solvencia a una cultura política que ha sido muy importante en la historia del país en estas últimas tres décadas. En ese trabajo silencioso y a ratos ingrato, cuya importancia no siempre es percibida por la opinión pública, los más cercanos a la gestión de Aleuy también podrán dar cuenta de las muchas veces que le tocó liderar y coordinar decisiones con las cuales no siempre estuvo de acuerdo, pero donde el imperativo de la consistencia y coherencia en la gestión estatal y política exigió una voz de orden y certezas de cómo proceder; reconociendo y protegiendo siempre la dignidad y autoridad presidencial.


Y quizás por todo esto, es que lo sucedido no solo fue muy injusto, sino también triste. Creo que la desazón que probablemente embarga al subsecretario del Interior, poco tiene que ver con su propia posición o la circunstancia de haberse operado este cambio de decisión mientras él se encontraba fuera de Chile; de hecho, esos son costos personales menores en comparación a los otros que ya ha tenido que pagar en el ejercicio de este cargo. Lo que debe dolerle más es que el fondo de lo ocurrido y sus futuras consecuencias, es justamente lo que él siempre ha tratado de evitar en el ejercicio de su cargo.


Por el país y el gobierno, e incluso contra el interés personal y familiar del propio Aleuy, es que espero vuelva a su cargo, y ojalá lo haga pronto.


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Published on October 07, 2017 23:27

Separando la paja del trigo en la campaña

La izquierda en el poder, tiene casi siempre el extraño atributo de resolver los problemas equivocados, de la manera errada, en el tiempo equivocado. En educación, el principal desafío no es la gratuidad, ni quién la ofrece, sino que es la calidad apropiada para el siglo 21, y por cierto la garantía de acceso de los más pobres. De nada sirve educación gratuita pero apenas apropiada para la primera mitad del siglo 20. Efectivamente, debemos reformar la educación. La clave en la edad del conocimiento es la diversidad, no la homogeneidad. Se requieren más colegios, universidades y centros técnicos, con diferentes modelos y un cambio crítico en el sistema de títulos y grados que favorece el entrenamiento más que la educación. En una sociedad que se datifica y que ya cuenta con inteligencia artificial, no podemos seguir con educación del siglo 19.


El problema de la salud no son las concesiones, sino la organización, la gestión y en particular las nuevas tecnologías. Tampoco es necesario aumentar el tamaño físico del Estado, sino sus responsabilidades y capacidad de regulación con controles adecuados. El Estado, hoy lleno de operadores políticos, debe urgentemente modernizarse y especialmente achicarse, pero con más poder, y jamás ser juez y parte como lo es hoy en muchos sectores. En cada gobierno se crean un par de ministerios y crecen nuevas reparticiones públicas. El problema del Congreso no es el número de parlamentarios sino su modernización en la lógica del Congreso del Futuro de Girardi.


Ciencia y tecnología son los pilares de estos tiempos, y si bien todos hablan de ello, en la práctica los gobiernos no hacen mucho. La máquina y la tecnología no son lo mismo. Tampoco es lo mismo el gobierno y el Estado, que en los países totalitarios sí lo son. El idioma y el lenguaje tampoco son lo mismo, lo que agudiza la destrucción cultural de las estrategias gramscianas. Tampoco es lo mismo oír y escuchar, o ver y mirar, lo que desacredita a los políticos que dicen escuchar “a la gente”. Todo esto es un enorme drama de nuestra contingencia nacional, producto de la poca preparación de la mayoría de nuestra clase política.


La democracia requiere aislar a los fundamentalistas, ya que se trata de transar, de acordar, de ver un poco lo que el otro ve. Esto es válido en todas las direcciones políticas. No se debe tratar de imponer los valores personales a los otros, en la medida que pueda vivir libremente de acuerdo a los propios. La ética social está en la ley, en el estado de derecho; otra cosa es la ética personal, y la clave es la sociedad libre que permite a cada cual observar sus credos y valores, sin afectar a los otros.


El próximo gobierno entrará a la tercera década del siglo 21. La agenda relevante es, en primer lugar, ser capaces de producir más bienestar para todos y eso depende de la economía. No hay desarrollo social sin crecimiento, algo que dijo la propia Presidenta pero que nunca practicó. Para ello se requiere mucha inversión, gestión, reglas claras, innovación, capital humano adecuado y una poderosa infraestructura de soporte que debe ser fortalecida y realizada con concesiones. Chile requiere invertir al menos unos US$ 200 mil millones en los próximos 10 años en diversos tipos de infraestructura.


En segundo lugar, hay que erradicar completamente la pobreza remanente, tema del que ya ni se habla en nuestro país. En tercer lugar, hay que enfrentar con decisión el cambio climático que causará severos estragos en el mundo y en Chile. Para lo anterior se requiere un acuerdo nacional, que incluya una posición común frente a la seguridad y delincuencia, a la gestión del Estado, en particular la salud pública tan mal administrada por los incentivos equivocados.


Digamos un no rotundo al populismo.


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Published on October 07, 2017 23:24

Versión sin arrugas

Todos mentimos: para protegernos, para proteger a los demás, por piedad, por temor, por egoísmo. La vida privada y pública está llena de mentiras, a diario, con y para todos, interminablemente. En rigor, no seríamos lo que somos sin ese universo de mentiras que mantenemos en secreto frente al mundo, que se oculta a través de nosotros. En cada silencio, en cada palabra, hay un dejo de trampa y falsedad, proyecciones de una realidad ilusoria que conciente o inconscientemente usamos para instalarnos frente a los otros.


En política, la mentira es aun más determinante, elemento central e inevitable del esfuerzo desplegado por el poder para hacer de las suyas. Los poderosos no puede vivir sin mentir, sin encubrir sus miserias ni sobredimensionar sus escasas virtudes. Pero hay un límite, fijado por la mínima necesidad de que la opinión pública crea en aquello que se le dice o, al menos, en intentar que dicha credibilidad sea posible. Cuando ello se ha descartado, cuando ese esfuerzo ni siquiera se realiza, estamos en presencia de un deterioro de otro calibre.


Eso fue, precisamente, lo que presenciamos esta semana: un gobierno que no solo nos mintió de manera descarada, sino que ni siquiera tuvo la intención de ocultar sus mentiras. En efecto, el país fue testigo de una tensión política provocada por el esfuerzo legítimo realizado por el Ejecutivo, con el objeto de desactivar una huelga de hambre llevada a cabo por comuneros mapuches. Las desinteligencias de la forma en que se realizó ese giro dejaron sin embargo al subsecretario del Interior -Mahmud Aleuy- descolocado y sin piso político. A ello se agregaron después las críticas públicas del ministro Barraza a la estrategia impulsada hasta ese momento por La Moneda. En ese contexto, los medios de comunicación hicieron su trabajo y todos los antecedentes recabados coincidieron en que el subsecretario Aleuy, molesto por la desautorización, decidió presentar su renuncia al cargo.


Pese a las evidencias, el gobierno tomó la decisión de no reconocerlo, de negar el descuerdo político afirmando que, ‘justo’ en medio de esta controversia, el subsecretario decidió ‘irse de vacaciones’. La Presidenta Bachalet no tuvo problema en mirarnos a la cara y señalar que Aleuy optó por hacer uso del feriado legal, debido a que en febrero no pudo tomar días de descanso debido a los incendios forestales. Una versión que luego quedó también en entredicho, debido a que aparecieron antecedentes que confirman que el subsecretario sí tomó vacación durante el verano.


Al final del día, el resumen de este episodio fue la mentira flagrante, la decisión de la autoridad de negar las evidencias públicas sin importarle que nadie creyera su versión. En esa lógica, se entiende también que no le importen su impopularidad, el mayoritario rechazo a sus reformas, el probable triunfo de Sebastián Piñera, el patético final de la coalición que lo sustenta. Todo da lo mismo, salvo la delirante obsesión por un lugar en la historia que nadie sabe cómo va a poder consagrarse con este conjunto de realidades en contra.


Un gobierno al que simplemente dejó de importarle lo que gente piensa o cree de él, esta semana dio una clase magistral de lo que es mentir sin arrugarse.


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Published on October 07, 2017 23:21

El pluralismo es una chacra

El debate sobre la llamada “objeción de conciencia institucional” de la Pontificia Universidad Católica, así como sobre la legitimidad de que dicha institución se plantee abiertamente en contra del aborto, es mucho más importante de lo que parece a primera vista, más allá de si uno está de acuerdo o no con la postura de la institución. Es un debate sobre cómo entendemos el orden social.


Es más o menos evidente que existe una tensión entre Estado, instituciones intermedias e individuos. La libertad de acción de cada uno de estos actores se ve limitada por la acción de los demás (esto es precisamente lo que destacaron con escándalo quienes “descubrieron” que había una tensión entre objeción institucional y objeción de conciencia individual). Sin embargo, cada vez que se ha buscado reducir uno de estos ingredientes del orden social a otro, la libertad, el orden y la prosperidad del conjunto han desaparecido. Y es que no solo se limitan entre sí, sino que también parecen necesitarse mutuamente para poder desplegarse: por ejemplo, cuando solo hay individuos y Estado, el individuo es impotente frente al Estado, y el Estado es, a su vez, incapaz de satisfacer todas las necesidades de los individuos.


Lo que suele haber detrás de las posturas políticas que pretenden comprender y hacerse cargo de todo el orden social desde la perspectiva exclusiva del Estado, de los individuos o de las instituciones civiles, es una profunda pobreza antropológica. Tratar de simplificar a la fuerza la complejidad del entramado social para eliminar sus tensiones, equivale a mutilar aspectos de nosotros mismos que dependen de esa complejidad para realizarse. Es negar de manera miope la multiplicidad de necesidades y deseos humanos. Luego, reconocer esta tensión y la imposibilidad de hacerla desaparecer es algo necesario y razonable. Todo orden social debe pensarse suponiendo esta realidad y tratando de encauzarla todo lo posible hacia el bien común, lo que exige arreglos institucionales para negociar la relación entre las distintas partes, sin pretender reducirlas unas a otras.


Esta mirada comprensiva y tolerante con la diferencia es la propia de una sociedad pluralista, que reconoce y cultiva (y por eso también financia, en lo posible) la diversidad institucional, al mismo tiempo que trata de evitar los abusos entre Estado, instituciones e individuos. Equilibrio que es, por supuesto, complejo y lleno de riesgos, y que involucra contrapesos, frenos y regulaciones de diversa naturaleza. Una sociedad pluralista no se sostiene sobre un “laissez faire” del tipo “que hagan lo que quieran, pero no con fondos públicos”. Requiere ser cultivada: es un régimen exigente, no uno que opere por defecto.


Finalmente, el pluralismo tiene como objetivo posibilitar la coexistencia razonable de lo diferente. No la disolución de las diferencias. No es una filosofía de la neutralización y la homogeneización, sino todo lo contrario. Es, usando una metáfora agrícola, la reivindicación de la desordenada y sustentable lógica de las huertas y las chacras, en contra de la ordenada y aridizante lógica del monocultivo.


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Published on October 07, 2017 23:18

Don Pío

Asesor: ¡Ministro, ministro! ¡Aleuy dice que se va devacaciones!


Fernández: ¡Qué buena noticia! Yo creo que él lo necesitaba, fíjese. Trabaja tanto, el hombre. Yo, fíjese, lo notaba en el último tiempo medio desganado.


Asesor: No se trata de eso, ministro. Dice que se va de vacaciones, pero en realidad es como una renuncia al cargo.


Fernández: No le entiendo, fíjese. ¿Se va de vacaciones o renunció?


Asesor: Eso es lo que no se sabe, pues ministro.


Fernández: Es que no es lo mismo, fíjese. A mí, por ejemplo, me gusta mucho más irme de vacaciones que renunciar. De hecho, yo no renuncio a este puesto ni aunque me lo pidan.


Asesor: Ministro, tengo claro que no es lo mismo, pero ese es el juego de Aleuy.


Fernández: ¿Aleuy juega a que se va de vacaciones pero no son vacaciones? Por la chupalla, el juego raro, ¿no le parece a usted?


Asesor: Ministro, le insisto: ¡No se trata de eso!


Fernández: ¿Le preguntó a Aleuy dónde se va de vacaciones? Es que si pasa por Europa me gustaría hacerle un encarguito, fíjese.


Asesor: Ministro, por tercera vez, Aleuy está manifestando su más profunda molestia porque lo dejamos sin piso justo cuando él andaba en Argentina.


Fernández: ¿Aleuy estuvo en Argentina? ¡Qué suerte la de él! A mí me encanta Buenos Aires y el tango. ¿Le conté que bailo un poco de tango? ¿Quiere que le enseñe?


Asesor: Ministro, Aleuy fue a Argentina para investigar el tráfico hacia La Araucanía.


Fernández: ¿No me diga? Pero qué cosa más terrible. Yo encuentro que el tráfico está cada vez peor. Fíjese que el otro día nos demoramos como una hora desde mi casa y eso que ando con escolta. ¿Si renuncio me quedo sin escolta?


Asesor: Ministro, qué le parece si se lo explico por partes, como de a poquitito…


Fernández: ¿El tango?


Asesor: No, ¡las vacaciones!


Fernández: No me levante la voz, yo sé perfectamente lo que son unas vacaciones. He tomado muchas vacaciones, prácticamente vivo en vacaciones y le puedo hasta enumerar todos los lugares que he visitado. Más respeto.


Asesor: Ministro, estamos hablando de La Araucanía.


Fernández: Bueno, también he ido a La Araucanía. Es muy agradable: Pucón, Villarrica, Lican Ray y todo eso. Aunque para mi gusto va mucha gente. Yo para las vacaciones prefiero un lugar más tranquilo. Voy a llamar a Aleuy para darle un par de datos.


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Published on October 07, 2017 23:15

Progresiva intolerancia progresista

No basta hoy guardar silencio ante cualquier manifestación oral o escrita de “progresismo”, no decir ni una palabra que pueda considerarse crítica; un gesto o una mirada que no esté en sintonía con la Buena Nueva puede catalogar al pecador de reaccionario, de retrógrado, incluso de fascista. El progresismo, como todo “ismo”, es militante, vigilante, acucioso y quisquilloso.


Considérese esta anécdota: una persona con quien sostuvimos una casual charla en un supermercado nos contó lo que le había sucedido esa mañana viendo con su señora una edición de la Deustche Welle. Ante imágenes del primer y conmovedor casorio -en Alemania-entre personas del mismo sexo y con todo incluido, padrinos y ramos de flores, arroz y limusina esperando a la puerta del ayuntamiento, él , nos dijo, no pronunció ni una palabra pero no pudo evitar una leve sonrisa. “Sólo hice eso”, contó, “porque conozco a mi mujer, así que no comenté nada, pero me sonreí”. Fue suficiente. De inmediato su cónyuge frunció el ceño, mutó de espectadora de la tele a comisario político e inició un interrogatorio no indigno de la novela La Hora Veinticinco, de Arthur Koestler. “¿Por qué te sonríes?”. “¿Qué te parece mal?”. Y así sucesivamente. Luego de las preguntas pasó a las acusaciones: “Eres un machista retrógrado incapaz de adaptarse a los tiempos”.


Ahí quedó todo, la calma retornó. De seguro ahí también quedan similares escenas en miles de reuniones de amigos cuando se toca ese tema u otros de la “agenda valórica”; se quedan en dicho interrogatorio inquisitorial o a lo más, como anexo, con la imputación de ser el descreído un fósil de la era de las cavernas. En ocasiones a la imputación la acompañan calificativos hirientes, tonos airados, a veces hasta gritos, pero, otra vez, ahí queda todo. Ninguna de esas escenas, hoy frecuentes, tiene mayores consecuencias. La razón es simple: ni esa señora progre ni esos amigos progres ni esos conocidos progres ni los ciudadanos progres comunes y corrientes cuentan con recursos de poder para castigar debidamente al hereje; a lo más, en algunos casos, el ciudadano común dotado de tan fervientes creencias hace uso de las llamadas “redes sociales” para injuriar o vejar maliciosamente, o, si son figuras públicas o semipúblicas, mandar e-mail en los que profieren amenazas del tipo “me reservo el derecho a recurrir a acciones legales”.


Es la intolerancia progresista.


Credo


No hay nada de original en eso. Todo credo político recluta feligresías convencidas de que sus posturas no nacen de una mera opinión o una hipótesis, sino expresan una Verdad Revelada anunciando la consumación de los tiempos a la que tendía el entero curso de la historia humana. Y una vez que dicha feligresía y su Iglesia se hacen mayoritarias, ¿quién es quién para encarar la avalancha? Aun en cuestiones menores es conocida la postura agresiva del ciudadano de a pie hasta con sus gustitos y opiniones, pero lo es mucho más si lo acompaña en su fervor una patota real o virtual. En épocas así, las de un Credo triunfante, pocos mantienen su independencia de criterio. Incluso intelectuales -y muchos- caen víctimas de la epidemia, aunque no todos se suman al rebaño por convicción, sino por miedo y/u oportunismo. Caso célebre y documentado es el de Charles Maurice de Talleyrand, ex obispo pasado al bando revolucionario, quien, haciendo de sacerdote en la Misa a la Razón celebrada el 14 de julio de 1790, en París, apenas pudo sofocar la risa que le daba protagonizar dicha farsa. De todos modos cumplió con su papel. No se bromea con los creyentes.


Talleyrand hizo bien. Tiempos como los suyos son aquellos cuando el fingimiento coincide con la supervivencia. Sucede toda vez que ciertas ideas adquieren la forma de una doctrina o al menos constelación de fonemas más o menos articulados y se hace hegemónica; a partir de ese momento el talante de la sociedad afectada primero se hace algo asfixiante y después insoportable. Cuando dicho ideario se convierte en el principio legitimador del Estado, en las tablas de la ley de la nueva elite en el poder, se pasa a una “fase superior” y la mera hostilidad del creyente hacia el herético o el escéptico cobra formas institucionales mucho más punitivas, a veces fatales. Maduro está en esas, en Venezuela, a lomos de su patético “socialismo bolivariano”. Pobre Bolívar y hasta pobre socialismo.


Tolerancia


Sin embargo en etapas previas, cuando esas doctrinas tienen todavía escasos devotos, estos suelen clamar estentóreamente su derecho a la “tolerancia”. La exigen y hacen de esa postura, a la pasada, un alarde glorioso, pero cuando su proselitismo crece y triunfa en el acto la tolerancia demandada se convierte en la intolerancia que imponen. Quienes pedían “libertad de cultos” queman en la hoguera a los descreídos; quienes mentaban el término “democracia” se las arreglan para destruir todo órgano de expresión o representación que no esté en la línea “correcta”; quienes hacían gárgaras con el “debate” se las ingenian para hacer de ellos Autos de Fe y expulsar a los disidentes a punta de empujones propinados por la barra brava. La etapa final la ilustra abundante documentación visual al alcance de todos los curiosos: es el mundo de la marchas del 1 de mayo en la ex URSS con jubilosos trabajadores -por decreto- desfilando ante los líderes del Kremlin, el espectáculo de las masas norcoreanas llorando a coro por la muerte del líder supremo, la entre aterradora y risible escena de generales septuagenarios rodeando a “Little Rocket Man” con libretitas en la mano para tomar apuntes de lo que espete, el muy filmado novelón de las masas cubanas que oían a Fidel siete horas seguidas explicando la enésima fallida zafra, en fin, el ritual de la obsecuencia cobarde y temerosa, el del oportunismo, de la vigilancia mutua de cada gesto y palabra de modo no muy distinto a como esa señora hizo con su marido. Vigilancia es la palabra. Las doctrinas e iglesias universales, la del progresismo o cualquier otra, terminan siempre instaurando la sociedad de la vigilancia mutua, de la sospecha y la inquisición. Léase Los que Susurran, del historiador Orlando Figes.


Convicción


Quienes caen en esas conductas -caen desde la razón que pregunta al dogma que evacua certezas- no se consideran actuando por gusto, sentimientos o siquiera interés; suponen haber sido iluminados por una resplandeciente revelación hasta entonces desconocida. A cada paso manifiestan dicha postura mesiánica; no “opinan” o “prefieren” tal cosa, sino son profetas de la VERDAD. Y las hay a granel; los marxistas creyeron descubrir el “socialismo científico” y en internet, hoy, algunos predican que la Tierra es plana. Son los exhumadores de lo oculto, la “vanguardia” pala en mano capaz de ver y desenterrar lo que nadie más ve y desentierra. Esa visión es tan importante y decisiva que merece todo sacrificio, especialmente si se trata del sacrificio de los descreídos.


Por eso el creyente en las Más Grandes Bellezas y Bondades de la Vida es quien, paradójicamente, está más preparado para cometer las peores bajezas, traiciones, crímenes, mentiras y malignidades si eso contribuye a la causa. Esta lo legitima todo y, al revés, deslegitima cualquier decencia intermedia que pudiera erguirse como obstáculo.


Muy lejos


Estamos lejos de todo eso, pero las semillas sembradas entre los nenes y los “brotes verdes” salidos de estos ya florecen y crecen. Dios mediante, no es improbable que en unos meses el país cambie agujas y tome otra vía. Es posible, además, que aun si eso no ocurre, el tránsito hacia el nebuloso futuro popular, callejero, democrático, tamborilero y con movimientos y actores sociales marchando por las amplias avenidas de la historia -a la Eduardo Artés- se quede a medio camino. Puede que se empantane en un Chile socialmente distinto con poco amor por las aventuras y con la dirección de una jefatura que pese a su retórica las ama aun menos. No vemos a Guillier, ilustre preparador de asados y devoto de las siestas, haciendo la revolución.


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Published on October 07, 2017 23:12

El camino de vuelta

Hace tres años estuvo seriamente en duda si Chile quería seguir creciendo como país en la ruta del capitalismo democrático, con miras a incorporarse alguna vez -en 10, en 20 o 40 años más- al club de las naciones desarrolladas. Existían entonces señales contradictorias: unas que sí, otras que no. Así lo vieron analistas internacionales y -más importante que eso- así lo vimos también nosotros, los chilenos, cuando el electorado le entregó a la actual Presidenta un robusto mandato -62% de los votos en segunda vuelta- para llevar a cabo un programa de reformas que contrariaba -a veces explícitamente, a veces de manera indirecta- los rumbos por los cuales el país había optado en los últimos 30 años.


Los resultados de esta experiencia están a la vista: son desastrosos en términos políticos, económicos y sociales. En el tinglado político -no en la base social- el país está más dividido que antes. El temor de la gente a los fantasmas del desempleo, de la vulnerabilidad, de la falta de oportunidades y de la delincuencia ha subido. Y nunca desde la transición en adelante el clima anímico de la sociedad chilena fue peor que durante estos últimos años. Tal vez por eso, hasta aquí al menos, todo indica que el nuevo ciclo de la política chilena, anunciado por este gobierno con bombos y platillos el año 2014, concluirá irreversiblemente el 11 de marzo próximo. No durará ni un minuto más.


Estuvo bueno. Bueno básicamente porque fue corto. Solo por eso. Aunque al país le costará años absorber, corregir, compensar, procesar y neutralizar la cantidad de distorsiones e inercias que la actual administración introdujo en las correas transportadoras del progreso y la movilidad social, la gente quiere verlas de nuevo en movimiento, no obstante que el Estado se ha vuelto más pesado (y más caro), la economía más lenta y el país más desconfiado. Y porque quiere retomar el dinamismo -no porque se haya derechizado, no porque quiera volver a partir de cero, no porque el personaje le caiga especialmente simpático- hoy Sebastián Piñera tiene grandes probabilidades de volver a La Moneda el año próximo.


Si esas posibilidades se frustran, está claro que como país vamos a estar en problemas. Hubo mucho tartufismo en las críticas que le llovieron esta semana al presidente de la Bolsa de Comercio por decir lo que es casi una obviedad: que si no gana Piñera los valores bursátiles se irían al diablo. Habló de colapso en el precio de las acciones. La imagen puede ser un poco fuerte, pero en esto no hay ningún misterio. Reconocerlo no tiene nada de proselitista y no está en el libreto de ninguna campaña del terror.


No solo las acciones resultarían castigadas. La sensación general es que el país tampoco aguantaría otro período más sometido a los actuales niveles de estrés y frustración.


El gobierno está terminando a tumbos; en menos de mes y medio perdió al equipo económico y acaba de perder al mejor de sus hombres del equipo político, y lo notable es que en ninguna de estas bajas la oposición disparó un solo tiro. Todos correspondieron a errores propios o no forzados y el gobierno parece cada vez más confundido entre ir de salida o estar en fuga. La frontera entre una cosa y otra parece no estar clara en la mente de la Presidenta.


¿Significa que si triunfa Piñera el país retomará sin mayores contratiempos la velocidad a la que se venía desarrollando antes en el plano político y económico? Obviamente no. Eso dependerá de varios factores. Más allá de sus intenciones, los gobiernos no son más que una parte de la ecuación. De partida, será decisivo el estándar que la administración pueda reintroducir a las políticas públicas, varias de las cuales se vinieron abajo o han estado girando en contra, en función de las premuras, chapucerías e inepcias que hemos visto en estos años. También será determinante el tipo de oposición que el nuevo gobierno enfrente, puesto que está descartado que la derecha pueda alcanzar el control del Parlamento. Es posible que mejore sus posiciones, pero nada más.


Los estudios que se han hecho a este respecto en realidad señalan que ninguna fuerza política por sí sola podrá constituir una mayoría parlamentaria estable. Eso no necesariamente es una mala noticia para el sistema político. Al revés. Podría ser una oportunidad para que el Poder Legislativo se sacuda de su desprestigio. La función del Congreso es evaluar, negociar y forjar acuerdos. Pero, dicho eso, el problema no está resuelto, entre otras cosas, por la crisis que afecta a la izquierda y por las tensiones internas que han inmovilizado a la Democracia Cristiana.


Dividida como lo está en la actualidad, y completamente escindida del eje socialdemócrata que la mantuvo por años con un fuerte cable a tierra, la posibilidad de que la izquierda se radicalice en la calle es muy alta. La calle no solo va a ser una trinchera difícil para el gobierno que venga; también será el escenario donde el Frente Amplio se prepara para ajustar sus cuentas con la izquierda tradicional y derrotarla. Llegará el momento en que las fuerzas competirán entre sí por las canchas del extremismo. Y aunque la mayoría del país no quiera oír hablar de radicalización, siempre hay que darle a la política chilena un buen margen a la insensatez. Porque es un insumo que nunca falta.


La entrada El camino de vuelta aparece primero en La Tercera.

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Published on October 07, 2017 23:08

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Álvaro Bisama
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