Álvaro Bisama's Blog, page 224
March 11, 2017
El extravío fatal
Cuesta imaginar que antes de publicar Alma, su obra más reciente, Matías Correa escribió dos novelas correctas, bien planteadas, que fueron oportunamente celebradas en ésta y en otras páginas de crítica. Cuesta porque es tan grosero el número de desaciertos de Alma, que sólo cabe preguntarse en qué momento se produjo el fatal extravío. Donde antes hubo contención, ahora hay exceso. Donde antes hubo limpieza, ahora hay desorden. Donde antes hubo honestidad, ahora reina el retorcimiento. Y lo que es peor: allí donde antes se percibía una búsqueda esmerada por dar forma al lenguaje y a la trama, ahora campean la presunción, la estulticia, la cursilería y el mal gusto.
Ya desde la primera página de la novela es posible darse cuenta de que la narradora innominada se expresa de manera poco clara y que, a la vez, manifiesta debilidad por la cháchara intrascendente. Poco más adelante el asunto empeora dramáticamente, debido a que comienza a asentarse una sospecha mortal en el lector, sospecha que sólo irá creciendo a medida que uno avanza en los tediosos episodios del libro: la mujer no maneja todos los hilos del relato que se esmera en transmitir, y es imposible que lo haga, pues, a la luz de la evidencia, demuestra ser una narradora improbable y absolutamente inverosímil. Por largos pasajes no se sabe quién diablos está a cargo del relato. Y eso es imperdonable.
La acción, por así llamarla, se centra en los Lorca, una familia de cinco miembros (padres y tres hijos adultos), cuya peculiaridad máxima resulta ser que nadie es normal. El recurso es tan torpe como aburridor, dado que, asumo, ningún lector está dispuesto a que lo involucren en jugarretas pueriles. En diferentes grados, la pérdida de la memoria es lo que une a los Lorca, pero la idea jamás llega a constituir un tema central de la novela: la dispersión es tan desatada que, en rigor, aquí no hay ningún tema que predomine sobre otro, sino que, más bien, el asunto constituye un galimatías de irritantes proporciones (253 páginas).
Ambicioso y seguro de sí mismo, Correa consideró que en Alma era necesario utilizar cuanto recurso estuviese a su alcance. Desde el listado bolañesco hasta las citas falsas, pasando por los dibujitos, los chistes y el cientificismo inocuo, todo le fue útil al autor. El efecto es sumamente revelador: hace mucho tiempo que yo no leía una novela tan deficiente. Y aún hay más: no bastándole con la batería de trucos recién expuesta, el autor se permite introducir en su novela nada menos que a Slavoj Žižek, esto a través de una frase fatua e insólita que ni siquiera vale la pena reproducir.
También hay ocasiones en que el humor desconcertante de Correa se funde con descripciones lamentables, como la que sigue, referida a la Patagonia chilena: “En un territorio donde hay más ovejas y bosques nativos que microbuseros y plazas de estacionamiento, cuesta mucho toparse tanto con cámaras de seguridad pública como con circuitos cerrados de televisión”. Pero la verdad es que lo anterior es un detalle menor, sobre todo si se tiene en cuenta que desde la primera página de Alma uno sólo anhela transmigrar a universos menos fatigosos.
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Ojo con el remedio
  El fútbol es, ante todo, rendimiento. Y actitud. Como en toda actividad, la mezcla entre productividad y conducta, entre acción y expresión, definen tanto a la figura principal como a la de reparto. 
  
  
  Convengamos, en esos marcos, que Alexis Sánchez pasa hoy por un momento complejo en Londres, aunque harto exagerado en sus dimensiones. El tocopillano está en la mejor liga del mundo (con distancia apreciable sobre el resto), en una de las tres ciudades más importantes del planeta, ganando un sueldo fabuloso, en uno de los equipos de mayor tradición de Europa y, además, es catalogado como la estrella máxima del plantel. No es poco.
Para poner las cosas en su sitio, en su fenomenal historia, iniciada en 1886, los Gunners han ganado 40 títulos en su país (incluyendo 13 campeonatos de liga y 12 Copas de Inglaterra) y dos títulos internacionales. Pasen por el momento que pasen, están ubicados en un cajón mucho mayor que el Sevilla, el Atlético de Madrid, el Paris Saint Germain, el propio Manchester City o cualquiera de los clubes rusos o chinos que aparecen como posibles soluciones para el chileno. Uno entiende los parámetros emocionales del hincha local, pero darle validez a quienes piden que Sánchez “arranque cuanto antes del Arsenal porque le hace mal estar ahí, porque le queda estrecho” suena a burrada. El primer club de Londres que consiguió llegar a la final de la Champions, el dueño del soberbio Emirates Stadium, el que posee una de las hinchadas más numerosas del mundo y que acaba de ser calificado, por la revista Forbes, como el quinto club más poderoso del planeta, no puede ser un mal escenario. Para nadie. De hecho, en la comparación la Juventus también queda por abajo. ¿Cuál sería el único club de la larga lista de aspirantes realmente superior a los gunners en el mapa mundial?
El Real Madrid. Pero hay dos detalles: hasta aquí los merengues no han hecho una oferta seria por Sánchez y, si parte, ya no sería la máxima estrella del equipo y tendría que luchar con James Rodríguez, Benzemá, Cristiano Ronaldo, Gareth Bale y hasta con Morata para ser titular…con muchísimas posibilidades de no serlo, como ocurrió en el Barcelona. Ese club que, supuestamente, sí estaba a su altura.
Mantengamos las proporciones. Está en un gran lugar, Alexis. Rodeado de jugadores que no son, de modo alguno troncos. ¿Mertesacker y Ozil, campeones del mundo, son malos? ¿Santi Cazorla, Giroud, Walcott, Welbeck, son basura? Por favor. Es bueno ser cariñoso con los nuestros, pero no es necesario mostrar la horrenda hilacha chauvinista. Hay un tema con el técnico Wenger, sin duda. Mucho tiempo tocando la misma tecla termina por desteñir a cualquier pianista. Y si me apura también hay un tema con Ospina, un arquero que no da, precisamente, seguridad. Pero no hay que ponerse tan nerviosos ni hacer tanto escándalo. Quiera o no quiera seguir, el escenario de Sánchez en Londres es hoy bastante mejor de lo que parece. Está mudando la piel el Arsenal y salir arrancando justo ahora puede ser un remedio mucho peor que la enfermedad, botando a la basura el mejor trampolín que ha tenido el chileno en toda de su carrera.
¿La actitud? Es un tema a trabajar. Esa compulsión de Alexis por recibir siempre la pelota, por sentir que todo tiene que pasar por él -y el amurramiento evidente cuando eso no ocurre- son parte de su definición como jugador, parte de su plus… pero también su más evidente freno, su mochila. Le pasó en River, le pasó en la Selección, ahora en el Arsenal. El fútbol es un juego de conjunto. Y salirse de esa lógica sólo puede generar enemigos. En esos límites, hasta el olvido de pagar los impuestos revelan dosis de egoísmo que hay que corregir cuanto antes. Se lo digo de otra forma: hasta Pirulete terminó siendo odiado una vez por Guatón, Palmatoria y Torito cuando se puso creído y leso. La buena noticia es que Mister Pipa, Guido Vallejos y hasta el cabo Matamala supieron corregirlo a tiempo.
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March 9, 2017
Imacec de 1,7%: ¿Nuestro “nuevo normal”?
Una sorpresa positiva generó el Imacec del mes de enero, que registró un crecimiento en doce meses de 1,7%. “Es mejor de lo que se esperaba”, “es superior al crecimiento de 2016, de 1,5%”, fueron frases que dejaron relativamente tranquilas a las autoridades. Es cierto que después de conocidas las cifras de actividad minera, industrial y de construcción, las expectativas eran peores. Se sumaban además los efectos de los incendios y la pérdida de 68 mil puestos de trabajo asalariado en el trimestre móvil noviembre –enero, lo que había llevaba al mercado a apostar por cifras más cercanas a 1%. El salvavidas vino principalmente del sector comercio y de servicios, favorecido por un aumento importante del ingreso de turistas, de 32% de acuerdo a cifras preliminares. Cerca de un millón de extranjeros nos visitaron en enero, lo cual es una muy buena noticia, ya que existe consenso de que el turismo debería ser uno de los rubros a desarrollar en nuestro país. Sin embargo, casi un 90% del aumento del turismo se explica por el mayor ingreso de argentinos, por lo que habría un componente transitorio importante explicado en la ventaja cambiaria, que ha convertido a nuestros vecinos en los principales visitantes de los malls chilenos, contribuyendo de paso a que el Imacec no resultara tan deprimente.
Pero más allá de la coyuntura, lo realmente preocupante es que una cifra de 1,7% logre sacar caras alegres, cuando hace algunos años probablemente con un resultado así de malo, frente a una clara mejoría del escenario externo, habría peligrado el cargo del ministro de Hacienda. Se suele decir que el “hombre es un animal de costumbres” y efectivamente nos hemos acostumbrado a crecimientos entre 1,5% y 2%, es nuestro “nuevo normal”. De hecho, las expectativas de crecimiento para este año, por varios meses pegadas en 2%, se redujeron a 1,9% en la última encuesta, y probablemente vuelvan a caer si la huelga de Escondida no se resuelve en el corto plazo ¿Cuál es el problema de fondo? Creciendo al 2% promedio por año alcanzaríamos el desarrollo (PIB per cápita que hoy tiene Portugal) el año 2034, aunque obviamente en ese momento el de Portugal ya sería bastante superior.
Se suele decir que cuando los países tienen niveles de ingreso más altos, disminuye su tasa de crecimiento de tendencia, lo cual tiene asidero teórico. Sin embargo, en general cae bastante menos que en Chile, y además las políticas económicas siguen siendo claves en el resultado. En el último cuarto de siglo los países desarrollados han crecido a una tasa promedio en torno a 3%, ritmo que a estas alturas nos dejaría contentos en Chile. Sin embargo, los países del Asia desarrollada han logrado crecer a tasas de 5% o más, aún después de llegar a un nivel de desarrollo equivalente al de Chile actual. Irlanda ha logrado un resultado incluso mejor, por lo que las políticas liberalizadoras parecen ser claves. Países como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda también han logrado sostener ritmos de expansión superiores a los que Chile registra actualmente, y sólo los países europeos (excluyendo a Luxemburgo y Holanda) muestran cifras de crecimiento similares a las de Chile, aunque con puntos de partida mejores que el nuestro.
La conclusión; no nos podemos acostumbrar a un 2% y hacer fiesta cuando nos acerquemos a 3%. Con políticas correctas se puede aspirar a resultados mejores, que nos permitan ser a nosotros testigos de un Chile desarrollado, y no lo logren recién nuestros bisnietos.
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Universidades públicas: más que una vocación
Las universidades públicas buscan, no sólo por una simple vocación, hacer participar a todos los ciudadanos de nuestra sociedad en un conocimiento común, sin importar su etnia, religión o su cultura. Este deber, que busca universalizar el saber más complejo de las humanidades, las ciencias y las tecnologías, no tiene como fuente principal un sentimiento subjetivo. La motivación por integrar cultura, sociedad y desarrollo humano, que reúne a todas las universidades públicas, tampoco nace de la emocionalidad de una vocación.
Reducir la función pública del Estado a un deseo de vocación humanista o religiosa es desde ya un error, pero el hacerlo con las universidades, es todavía más grave. Significa confundir las cosmovisiones de los humanismos o las religiones (todos ellos, por definición totalizantes y, por lo mismo, excluyentes) con los deberes propios de un Estado secularizado y moderno, que debe resguardar para cada uno de sus ciudadanos los valores democráticos de universalidad, integración e igualdad en el conocimiento, el saber y las artes.
Bienvenidas sean las universidades privadas de cuño humanista o religioso que manifiestan, entre otras cosas, una vocación por lo público. Sobre todo, si ese sentimiento se traduce en un profesionalismo eficaz y eficiente. Un Estado secularizado y moderno también debe garantizar que los proyectos privados que tienen en su base ideológica una “imagen del mundo” (en palabras de Heidegger), puedan disputar desde su lenguaje de la fe o desde sus puntos de vista, las interpretaciones prácticas que cada ciudadano hace en sus decisiones individuales, colectivas o políticas. No obstante, ello no puede ser interpretado en el sentido de que el Estado deba dar a estas visiones ideológicas de las instituciones privadas, prioridad alguna respecto a sus propias universidades.
Las casas de estudio públicas expresan, sin ambages, el deber de universalidad, integración e igualdad que no nace, a su vez, de ningún ánimo de lucro o de dominación ideológica. Son universidades eminentemente públicas, que buscan el saber para ponerlo al servicio de los ciudadanos sin importar si son creyentes o no. Por lo mismo, las universidades eminentemente públicas expresan la acción del Estado que está mucho más allá de cualquier vocación particular.
Este gobierno y nuestras autoridades políticas tienen en sus manos a instituciones valiosísimas para la vida y la salud de la democracia misma. Cuidar las universidades eminentemente públicas es fortalecer nuestra propia vida democrática. No es posible dejarlas a merced de los intereses particulares del juego del libre mercado ni tampoco a la subjetividad de una vocación, cualquiera sea ésta.
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Día de la Mujer: vivir peor que en la cárcel
Según cifras de Gendarmería a enero de 2017, 15.289 mujeres cumplen algún tipo de condena en el sistema penitenciario adulto, y 3.902 lo hacen al interior de las cárceles en calidad de condenada o imputada. Las motivaciones para comenzar a delinquir dicen relación con la necesidad de sostener un hogar y el mayor porcentaje tiene causas contra la Ley de Drogas (51,5%).
Los resultados del Estudio de Exclusión Personas Privadas de Libertad (Fundación San Carlos de Maipo y Paz Ciudadana 2015) dan cuenta de que 1 de cada 3 mujeres sufrió violencia grave antes de caer detenida, cifras que casi duplican a la población general, lo que se suma a un conjunto de condiciones de exclusión.
Estas cifras nos indican que vivir peor que en la cárcel es posible. Un 28,3% de las mujeres sufre violencia en sus casas en forma habitual y grave. Entornos donde persiste la violencia, la perpetúa generacionalmente y destruye modelos adecuados y pro sociales de relacionamiento. De allí que no es extraño que 1 de cada 4 internos haya tenido un padre preso y cerca de la mitad a un adulto responsable en la misma condición. Asimismo, cada año ingresan cerca de 250 niños y jóvenes al sistema de protección de Sename porque su madre esta privada de libertad, menores que serán más propensos a desarrollar un comportamiento delictivo (Murray & Farrington, 2008), riesgo que podría aumentar mientras más prolongada es la condena de la madre (Valenzuela, 2012).
Por esta razón, nos parece necesario y urgente velar por mejores condiciones que permitan a las mujeres acceder a beneficios y formas alternativas a la condena en el medio libre, sujeto a mejorar las condiciones de vínculo positivo con sus hijos, además de los incentivos a la reinserción y disminución de la reincidencia. En efecto, es fundamental avanzar en mejorar las condiciones de inserción de las mujeres luego de haber cumplido sus condenas, promover los espacios de reunificación familiar y las posibilidades de acceder a un trabajo o micro emprendimiento. Sin embargo, hemos observado que la mayor dificultad reconocida por las mujeres a la hora de acceder a un trabajo es tener antecedentes registrados al término de la condena.
La legislación vigente establece, a través del decreto 409, la posibilidad de eliminación del prontuario y el DS 64 la posibilidad de omitir antecedentes según fines especiales. En ambos casos establece requisitos de temporalidad exigentes según tipos de delitos y reincidencia. Naturalmente hay condiciones que hacen complejo poder acceder a este beneficio, toda vez que requiere una vinculación post penitenciaria sujeto a controles periódicos constituyendo en sí misma una extensión de las consecuencias de la pena ya cumplida. Hoy, con los medios tecnológicos y de monitoreo actualizado, no se entiende un sistema que tiene más de 80 años de vigencia y que en la práctica obstaculiza la búsqueda de empleo y la reunificación familiar, haciendo del prontuario un lastre que está a la base de la reincidencia.
Es pertinente avanzar hacia la eliminación automática de antecedentes, diferenciando períodos en relación al tipo de condena, condicionando más que a plazos a la participación en procesos terapéuticos y laborales.
Quisiéramos que en estos días, en que conmemoramos a la Mujer, seamos capaces de hacernos parte de su realidad: detrás de ellas hay familias e hijos, hay sueños que aún en las sombras merecen un nuevo amanecer.
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La reforma: una cuestión de imagen
CADA VEZ que se anuncia un proyecto de ley, debiésemos suponer que existe un diagnóstico preciso de los problemas que se pretenden abordar por esa vía y que se han diseñado los instrumentos adecuados para darles solución. Es el mínimo rigor que se le puede exigir a quienes asumen la responsabilidad de proponer políticas públicas y, por lo mismo, es preocupante que las autoridades den a entender públicamente que esos pasos básicos no se cumplen. Me refiero a la eliminación del Crédito con Aval del Estado (CAE) que el Mineduc viene anunciando como parte de su reforma educacional y a los detalles que la ministra del ramo dio a conocer sobre la materia.
Antes del CAE, el acceso a financiamiento para la educación superior se concentraba en las 25 universidades del Cruch. Su creación durante el gobierno de Ricardo Lagos amplió esta posibilidad a todas las instituciones acreditadas, permitiendo el crecimiento de la cobertura de educación superior y, con ello, mejores oportunidades de desarrollo. Con todo, la tasa del crédito era elevada (entre un 6 y 8 %), lo que generó indeseados niveles de sobreendeudamiento. Para abordar ese problema, bajo el gobierno de Sebastián Piñera se redujo la tasa a un 2% anual y se aseguró que ningún joven pagaría más que el 10% de sus ingresos, favoreciendo con ello a todos quienes ya habían contraído el crédito y a los futuros beneficiados.
Las actuales condiciones del CAE parecen acomodar al gobierno, pero se insiste en su eliminación. El Ejecutivo está en todo su derecho de impulsar esa medida, pero preocupa la incapacidad de las autoridades para justificar la necesidad de legislar sobre la materia y de proponer una mejor opción. Aunque los dichos de la ministra se bastan a sí mismos, conviene destacar las principales conclusiones: 1) la tasa del 2% anual se mantendría y no hay razones para rebajarla; 2) la eliminación del CAE no conlleva la supresión del sistema de créditos, toda vez que se distingue claramente entre gratuidad, becas y créditos; 3) no hay intención de condonar los créditos ya otorgados, puesto que la ministra tiene claro que “si tú das un crédito, tienes que tener la posibilidad de cobrarlo”; 4) se quiere eliminar a la banca privada del sistema, pero el gobierno no sabe cómo reemplazarla; y 5) la única razón para eliminarlo es según la ministra que “hay una mala imagen del CAE, por eso hay que cambiarlo”.
El sistema de crédito debe ser perfeccionado, pero nada justifica su eliminación, tal como lo confirma la ministra quien reduce el asunto a una mera cuestión de imagen. Ha sido el propio gobierno el que ha contribuido con fuerza a destruir la imagen de esta forma de financiamiento, prometiendo alternativas inviables pero muy atractivas, como la gratuidad universal, e instalando en la opinión pública una idea perversa de los créditos estudiantiles. En lugar de orientar la función pública a la solución de problemas, da la impresión que los esfuerzos se han puesto en generar rechazo hacia mecanismos cuya utilidad el mismo gobierno ahora reconoce y cuyo reemplazo es complejo, generando expectativas sin saber cómo cumplirlas. 
Sería una lástima que pequeños cálculos políticos sirvan de guía a un asunto tan relevante. Igual de grave sería que efectivamente se busque la eliminación de un mecanismo que, con las mejoras que se requieran, facilita el acceso y la libre elección de los jóvenes en la educación superior.
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Inflexión feminista
LA MISOGINIA de Donald Trump puede que no sea tan nefasta. La posibilidad de retrocesos en materia de derechos viene sirviendo como detonante para un despertar femenino cuyos motivos venían acumulándose. La crisis subprime mostró que los programas sociales dirigidos a las mujeres son los primeros en sufrir los recortes fiscales. Vinieron luego los balances realizados en el marco de Beijing + 20 junto con los informes del Foro Económico Mundial acerca de las brechas de género. Entre otras cosas sabemos, no solo que su cierre se ha ralentizado, sino que deberemos esperar casi un siglo para alcanzar la igualdad económica entre los sexos.
Convertidas en opositoras de primera hora al Presidente estadounidense, unas 500.000 personas protestaron en la Marcha de Mujeres de Washington, en enero. Con ello se anticipó una ola de movilizaciones que se ha denominado “feminismo del 99%”. El término hace hincapié en los derechos sociales, con la simbología heredada de las protestas de Occupy Wall Street contra el 1% que sustenta la riqueza global. La reciente convocatoria mundial denominada “Día sin Mujeres” aspira a que el 8 de marzo deje atrás una forma de conmemorar que tenía mucho de rutina. Convengamos en que una avalancha de cifras y de frases para el bronce nos convierten en reinas, sí, pero solo por un día.
Desconocemos la dirección definitiva que tomará la nueva oleada del feminismo que, desde EE.UU., rechaza la versión corporativa o de Techo de Cristal en que, a juicio de la cientista política Nancy Fraser había devenido en su alianza con el neoliberalismo pero descansa, al menos, en dos paradojas. Por un lado, postula una agenda global y en expansión mientras campea una ola de proteccionismo estatal. Por otro, de ser una palabra estigmatizada ha llegado a ser hasta chic, haciéndola suya muchos exponentes del mundo del espectáculo. Las bondades de su popularidad conlleva los riesgos de su banalización porque: ¿Cómo se explica que 53% de mujeres blancas votaran por Trump al tiempo que muchas de ellas se consideran feministas? 
Nuestro país permanece lejano a este punto de inflexión. Recordemos que todavía no se aprueba una ley que despenalice la interrupción del embarazo en casos extremos. Súmese a ello los silencios. Aunque la 11a. encuesta nacional de la Corporación Humanas arroja que, para un 85,8%, las mujeres en Chile son discriminadas y 2017 cobra ya 11 femicidios, las campañas presidenciales no asumen la igualdad de género como un eje sustantivo de su oferta programática. Por el contrario, persiste desde los partidos un tratamiento reactivo y más bien oportunista. Pero hay otro silencio más preocupante porque es sabida la importancia estratégica que, para la causa de las mujeres, tiene la existencia de un movimiento fuerte. Éste enfrenta sus propios dilemas, no solo por una fragmentación que comparte con el resto de la sociedad civil sino también por la cooptación. En ello, la creación de unidades de género en cada repartición estatal es la punta del iceberg de un proceso desmovilizador que ya vimos antes.
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Época de cosecha
DE DERECHA a izquierda, los partidos políticos han encontrado un nuevo consenso: enfrentados a la amenaza del refichaje obligatorio, todos están de acuerdo en que “debe hacerse algo” para permitir que entidades incapaces de conseguir 18 mil firmas tengan continuidad de giro. Les parece descabellado que la ley que aprobaron hace solo unos meses se les aplique a ellos mismos, porque “sin partidos -o sea, sin ellos- no hay democracia”.
Dicen que legislaron “bajo presión”; denuncian la existencia de una “campaña estructurada” en su contra; se muestran dispuestos a pasar una “ley corta” que los habilite a seguir operando; denuncian mala fe en la “interpretación restrictiva” que ha hecho de la ley el Servel.
Pocas veces se ha visto a unos monopolistas defender con tanto ahínco y descaro la continuidad de su negocio. Porque lo que estamos presenciando es simplemente la defensa corporativa de un gremio que viene siendo cuestionado por la opinión pública desde hace rato. En la última encuesta CEP, apenas 4% de los consultados dijo tener “mucha o bastante confianza” en los partidos políticos. Otro sondeo, desarrollado el año pasado por el PNUD, afirma que la proporción de chilenos que no se identifica con ningún partido político pasó de 53% en 2008 a 83% en 2016. Las dificultades que tienen colectividades con décadas de tradición para reunir 18 mil firmas constituyen una nueva señal del desencanto masivo respecto de ellas.
Al contrario de lo que repiten por estos días los dirigentes políticos, gana terreno la idea de que nuestros partidos políticos se han transformado en muchos casos en un obstáculo para el buen funcionamiento de la democracia. La teoría dice que los partidos cumplen roles de representación e intermediación, pero la práctica demuestra que hoy no hacen bien ni lo uno ni lo otro. Los políticos, decía Max Weber, deben actuar desde la convicción y la responsabilidad, lo cual significa que deben abrazar una causa y considerar las consecuencias previsibles de sus decisiones y acciones. Para el sociólogo alemán, cuando un político se pone al servicio de sus ambiciones egoístas, comete un “pecado contra el espíritu santo de su profesión”. Pero hoy las creencias aparecen difusas y demasiados políticos han olvidado que son servidores públicos. La búsqueda del bienestar general a menudo es postergada y en muchísimas ocasiones prevalece el interés propio o el de ciertos sectores influyentes.
La gente no es tonta y se ha dado cuenta de que hay problemas que los políticos solo recuerdan en períodos de campaña. La atención de salud deficiente, la indignidad del Transantiago o la amenaza de la delincuencia se prolongan ya por demasiado tiempo como para no dudar de la verdadera vocación de servicio de los que están llamados a solucionarlos, varios de los cuales, además, protagonizan escándalos. Los políticos han ido agotando el crédito y hoy cosechan lo que han sembrado. Con arrogancia, dicen que son imprescindibles. Sin embargo, mientras no cambien de verdad, la gente continuará dándoles la espalda.
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Trump y el populismo latinoamericano: distintas cepas
A propósito del artículo “Un peronista en el Potomac” publicado por The Economist se ha resucitado la antigua e incombustible discusión acerca del lugar del populismo en estas latitudes. Por cierto la amplia difusión de la práctica política populista en esta parte del mundo a menudo hace identificar dicho fenómeno político con nuestra región. Sin embargo propongo que el semanario inglés eligió mirar al sur, soslayando lo que pasa al lado
En efecto The economist parece olvidar es que el populismo no fue inventado en América Latina sino que bastante más al norte: Concretamente en los partidos agrario comunitarias rusos del siglo XIX y el propio Medio Oeste norteamericano decimonónico. Con ello se puede establecer una primera diferencia con la tradición populista latinoamericana claramente urbana. Es que aun cuando Trump y varios líderes de la nueva izquierda latinoamericana son parte del registro populista corresponden a dos cepas diferentes.
Más que ensayar una definición acerca del populismo, concepto ambiguo y resbaladizo, pretendo recordar parte de lo que tiene en común todo populismo, las diferencias, para al final repasar que es una tendencia no tan ajena a la práctica política chilensis.
El populismo es sobre todo una estrategia discursiva para acceder y /o preservar el poder mediante la apelación al pueblo como categoría política definitiva, lo que se traduce en la habilidad para conectarse con la gente directamente en alocuciones en plazas públicas y manifestaciones multitudinarias (el ecuatoriano Velasco Ibarra alcanzó cinco veces la presidencia con la fórmula “Denme un balcón y seré Presidente”) o indirectamente por medio de la utilización de los medios de comunicación masiva. Un personaje de la talla de Perón, que contaba su carismática esposa Evita, logró combinar la apelación directa a las masas con el discurso radial, obteniendo exitosos resultados en las elecciones que participó. De la misma forma el Presidente norteamericano, hizo gala de su experiencia como presentador del reality “El aprendiz” al movilizar a la industria norteamericana de las noticias en torno a lo que decía en sus alocuciones televisadas o mediante un simple twiteo. El estilo desenfadado y políticamente incorrecto de Trump le permitió cultivar una conflictiva relación con una prensa que al retransmitir sus posiciones –sin querer- le hizo pare de la campaña al colocarlo en la cresta de la ola mediática.
Pero aquellos detalles son sólo la punta del iceberg de la estrategia populista, que al fondo alude a aquel candidato que reemplaza el tradicional eje binario de la política “derecha contra izquierda” por un nueva fisura: los de abajo versus los de arriba. El líder populista es aquel que logra desplazar las coordenadas de la política tradicional para proponer una nueva: el pueblo, la nación, los olvidados contra el bloque histórico de poder representado por los poderosos. Para Perón el adversario eran el capital transnacional y ciertos segmentos de la gran burguesía nacional (no toda). Para Chávez los políticos del punto fijo (sistema que gobernó Venezuela desde 1958 hasta 1999), las gremiales empresariales, pero también los sindicatos históricos que velaban por los beneficios de los trabajadores de la economía formal, pero no por el sector informal que había crecido al ritmo de la desindustrialización del país (fenómeno que advirtió y explotó antes Fujimori). Trump fijo sus enemigos entre los políticos del congreso (al llamar “pantano” al capitolio) y particularmente en el mundo de la especulación representada por Wall Street. Y aunque difícilmente se puede creer que un magnate de la construcción y la industria de la entretención hotelera no sea parte de la elite, su discurso logró conectarse con una parte relevante de los ciudadanos de a pie, particularmente con los desempleados de una industria nacional que se mudó a otras latitudes buscando mano de obra barata, y finalmente sectores de la clase media que con la progresiva presión sobre los servicios de seguridad social que implica una población en constante crecimiento migratorio, y la política de alza de impuestos, vio disminuir poder adquisitivo y beneficios. Una parte de Estados Unidos exigía un nuevo pacto social y Trump levantó dicha demanda. Pero hasta aquí los parecidos. Los populismos latinoamericanos del último tiempo han sido serios detractores de los tratados de libre comercio, al igual que Trump, y defensores –sin decirlo- de un capitalismo de Estado, nuevamente al igual que Trump, pero difícilmente pueden ser caratulados como globofóbicos. Más bien destacaron por su impulso para construir alianzas alternativas (ALBA) a menudo contra-hegemónicas. Trump en cambio quiere restituir la “época dorada” de la hegemonía norteamericana, resucitando tradiciones aislacionistas y a lo sumo de equilibrio de poder. En el fondo, aunque los populismos latinoamericanos son furiosamente anti-elitistas colocan los énfasis en la inclusión doméstica antes que la exclusión externa. El muro con México y los decretos migratorios de Trump en cambio lo vinculan con otro tipo de trayectoria política, la del nacional populismo de la segregación, campeante en la política europea de los años 20 y 30 del siglo pasado y que ha cobrado fuerza en los últimos años de la mano de candidatos al estilo de Marine Le Pen. Y este nacional populismo es lo que omite el citado artículo.
Lo central entonces es que existen diversos grados de populismo al decir de Panizza y Arditi. Todo buen político debe tener dosis de empatía pública, telegenia, además una retórica que genere proxemica social. Enseguida existe otro nivel con un discurso anti-político que genera un proyecto de reforma social mediante el registro de la democracia directa y una mayor concentración del poder del Ejecutivo, como el caso de la Venezuela Chavista. Y finalmente un tercer caso que traspasa las fronteras democráticas para instalarse en el ámbito del autoritarismo competitivo (el ejemplo Fujimori) con desprecio de cualquier contrapeso al gobierno desde otros poderes del Estado. A poco más de un mes de inaugurar su período Trump aún se mueve en una difusa frontera entre las dos últimas gradaciones.
Finalmente, aunque Chile destacó por partidos políticos fuertes e ideológicos, no ha estado absolutamente “inmune” –como sugiere el semanario inglés- a ciertas tendencias populistas en su historia, y no me refiero solamente a las campañas de políticos actuales que alegan una supuesta independencia o liderar un cambio más cosmético que efectivo. Están los casos de la campaña de Alessandri en los veinte (“chusma inconsciente”) o el emulo nacional de Perón, el general Carlos Ibañez del Campo, sin olvidar que incluso la trayectoria de Allende tuvo momentos populistas como asegura el historiador norteamericano Paul Drake. La actual crisis de credibilidad de partidos y personeros políticos puede abrir espacio a discursos anti-políticos. Es lo que aparece en una pre-campaña en la que los pre-candidatos se esfuerzan en decir lo que la gente quiere escuchar, inclusive si se trata de aludir a la migración como amenaza, en un país en que fenómenos apenas podría superar el 3% del total poblacional. En aquello si hay un parecido germinal con Trump.
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La UC, de cabeza a la libertadores
Me pueden fusilar los hinchas de Católica, pero ni una derrota hubiera modificado mi definición: fue lo mejor que he visto de la UC este 2017. Lo empató con alma, con fuerza, con empuje y con carácter. Todo lo que parecía sepultado reapareció en un partido de verdad. Volví a ver un equipo de Mario Salas. Perdía 2 a 0 y se levantó, no arrugó ni se hundió. Incluso en una cancha grande y sintética aumentó su poderío en el segundo tiempo y ahogó al rival en su arco, le anotó dos goles y lo aturdió. En Chile, un fantasma; en Brasil, la realidad. Todo se inició con dos cachetazos y yo “ingenuamente” pensaba que Católica estaba jugando bien, en ese instante lo comparaba con el clásico y la versión cruzada era mucho más afinada. Desde un inicio la historia táctica me pareció interesante, Salas retrocedió la cinta y dispuso inteligentemente el: 1-4-2-3-1. No era tan difícil volver a la fórmula del éxito, hasta Espinoza (no tenía regularidad) hizo un gran partido como lateral derecho. Los baluartes anteriores resucitaron, subieron todos su nivel y eso armó un colectivo parejo y sin fisuras alarmantes. Kalinski, Noir, Buonanotte y Fuenzalida mostraron otro aire, hasta los cambios funcionaron perfecto: Cordero, Llanos y Gutiérrez aportaron en su espacio. Se puede jugar con tres en el fondo, pero si no se está afinado es mejor no interpretarlo en el litigio con perros grandes y, en buen momento, Salas atinó acertadamente. Comenzó con el regalo de espacios producto del impulso de Atlético Paranaense y las mediciones amplias del campo, pero la imagen del final fue llamativa en el aspecto físico. En vez de caerse por tener todo en contra, se levantó y la UC voló en la cancha, profundo reconocimiento al preparador físico Osvaldo Alegría. 
Si se les abre el debate sobre qué privilegiar, a hinchas, dirigentes o cuerpo técnico, no tengo espacio a la duda. Lo que deben botar (con respeto) es la liga chilena, para abrazar la Libertadores con todo su poderío. En esta ocasión sí se entiende dosificar, estamos hablando de jugar contra San Lorenzo y Flamengo (no Copa Chile), por lo menos desde esta tribuna aplaudiré la decisión, ya está bueno que un equipo chileno piense en hacer daño en el continente y no en el patio de su casa.
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