Álvaro Bisama's Blog, page 171
May 23, 2017
Donald Trump y la continuidad del terrorismo internacional
El atentado terrorista en Manchester, Reino Unido, del lunes, que dejaba un resultado de 22 víctimas fatales y más de 80 heridos, ocurre casi en simultáneo cuando Donald Trump, de visita en Israel, apuntaba a Irán como la fuente principal del terrorismo.
Mientras hacía esa declaración en su encuentro con Benjamín Netanyahu y el primer ministro israelí se regocijaba, luego, desde las fauces mismas del terrorismo financiado por los países del golfo pérsico, particularmente Arabia Saudita, en Manchester, el ISIS y no Irán, dejaba caer la realidad más brutal.
Donald Trump en sus recientes visitas a Arabia Saudita e Israel, dos socios cercanos en el plan para derrocar al presidente Sirio Bashar al Assad, hizo ver que las causas de la desestabilización en la región provenían de Irán, al que se agregaba el problema de su desarrollo nuclear. Lo que correspondía cuando se reunió con el rey saudí, era comunicarle el acuerdo con Rusia que el pie principal para detener el terrorismo consistía en que reino saudí detuviera ipso facto ese financiamiento al terrorismo, como alguna vez lo afirmaron Hillary Clinton y Joe Biden en la campaña presidencial de 2016. Tal vez lo hizo en forma confidencial, sin embargo lo que se instaló como noticia fue el respaldo de Estados Unidos a Arabia Saudita en su posicionamiento como potencia regional a través de una venta en varios miles de millones de dólares para armamento y condenar a Irán como una fuerza desestabilizadora y propulsora del terrorismo que afecta a la región.
El atentado sucede en medio de una gira del presidente de Estados Unidos por Arabia e Israel y cuando la guerra en Siria pareciera llegar a una etapa de máxima urgencia. Como consecuencia, se le pondría fin también al financiamiento de la actividad terrorista que se fue montando como una industria rentable que se protege detrás de la fachada de un futuro estado islámico. Este terrorismo tiene un rasgo esencial y que consiste en un denso mundo corporativo de las empresas de contratistas que aprovisionan los esfuerzos bélicos destinados a desestabilizar estados, con terroristas, mercenarios, armamento y equipamiento. Se usa el modelo de contratación en el sector privado de los organismos de seguridad de Estados Unidos que comienza a crecer en 2001. (Voelz, G.J.2006). La idea es romper el centralismo en base a competitividad. Medha Chaturvedi, especialista en el tema, señala que “la subcontratación en la actividad terrorista no exhibe una línea de comando definida debido a que la operación no tiene afiliación a ningún grupo específico o alguna ideología y esta condición perturba la labor de detectar y prevenir”. (IPCS. Septiembre 2011).
Con el incremento de la comercialización, el dinero se sobrepone a la ideología y de allí que Arabia Saudita y Qatar que disponen de mayores recursos, hayan podido inyectar capital en la actividad terrorista en Siria e Irak sin fiscalización internacional. Indagar en el financiamiento de la subcontratación en el terrorismo es entrar en un laberinto político donde cada país involucrado en el plan de derrocar al gobierno en Siria tiene su cuota de responsabilidad. ¿Dónde están los cuarteles generales de pequeñas y medianas empresas del terrorismo? “La guía para conducir la investigación se desvanece por brechas en la información”. (Josy, Joseph. TNN, 17 de julio, 2011).
La subcontratación de la actividad terrorista está fuera de la regulación y en la apariencia no hay estados ni corporaciones globales en el tutelaje. La actividad terrorista como negocio es lo que tiene a naciones como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudí e Israel en la cuerda floja. Empecinadas en derrocar al gobierno en Siria, el plan de acción ha formado una compleja zona gris de terrorismo y anti-terrorismo difícil de identificar sus contornos.
Las contradicciones del gobierno de Trump en política internacional y particularmente respecto a la guerra en Siria, y la postura con Irán, no responden ni a su personalidad, ni a contradicciones dentro de su equipo clave. Responden a la inestabilidad interna de Estados Unidos en su estructura de poder mayor y esta inestabilidad es el resultado de una lucha descarnada entre dos facciones de poder que ha impedido consolidar una política exterior que solucione problemas y no los agrave. Se hace cada vez más evidente, que Donald Trump representa un bloque del poder que le disputa un espacio a la elite política, económica y militar que ha gobernado en los últimos 50 años. Está enfrentando rivales políticos de una poderosa oligarquía representada por los Bush, los Clinton, el grupo de poder que llevó a Obama a la presidencia dentro del partido demócrata, vinculado a la social democracia internacional. También a los organismos de seguridad y consorcios de armamentos que se han posicionado y generado un nuevo espacio de recursos en torno a los conflictos armados post guerra fría (Balcanes, Somalia, Sudán, Afganistán, Irak, Siria). Particularmente a la CIA con sus ramificaciones en el sistema privatizado de los servicios de inteligencia, en la academia, los partidos políticos, en los consorcios de multimedia como CNN, y en los grupos empresariales que se reúnen en Davos.
En la política estadounidense, el factor de la seguridad de Israel es quizás lo único que más une a demócratas y republicanos a la hora de enfrentar problemas críticos. Y, en gran medida, determina la política exterior. Estados Unidos es la típica expresión del “estado de doble cuerpo”, un estado (Israel) incorporado en el aparato pensante del otro estado, en este caso Estados Unidos.
Era obvio que todo el episodio de que Trump no debía compartir información de inteligencia con Rusia, consistía en continuar incitando el antagonismo contra Rusia para perpetuar la idea de que el principal problema de Trump es su cercanía con Rusia. Como estrategia ha sido útil para desviar la atención de los problemas más profundos y medulares que aquejan a Estados Unidos en la división interna de la estructura de poder mayor.
Bajo este clima de unilateralismo, en donde el centro de todo es la seguridad de Israel y no una multiplicidad de otros problemas, principalmente la creación del estado palestino, la política exterior de Estados Unidos bajo Donald Trump, en lo que más incide en lo inmediato es en la continuidad del terrorismo internacional. Es difícil desentrañar en este inmediatismo lo que forma parte de una estrategia de alcance mayor para recobrar la estabilidad en el medio oriente y el golfo pérsico al menos, antes de la invasión a Irak en 2003.
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Un nuevo comienzo
Hace un par de semanas en uno de los noticieros centrales de mayor audiencia de la televisión chilena, fue transmitido un reportaje que expuso en la esfera pública información referida al patrimonio socialista invertido en instrumentos de renta fija en su gran mayoría que se trabajaron bajo un fideicomiso ciego efectivo en la Bolsa de Comercio de Santiago. El reportaje asimismo, puso acento en la incoherencia en la que cayó el Partido Socialista, al permitirse primero especular en la bolsa. Segundo invertir en empresas vinculadas a la expropiación y desmantelamiento estatal ocurrido a fines de la dictadura, que terminaron por reducir el tamaño del Estado de Chile, su presupuesto y alcances en la provisión de servicios públicos, reduciendo su rol específicamente a la regulación del mercado. Tercero, invertir en otras empresas contra las que se ha criticado duramente su actuar, y que nada tienen que ver con el ideario socialista, como las carreteras concesionadas, las Isapres, y AFP.
Una vez emitido el reportaje, la conmoción pública y política sobre este asunto se dejó ver con furia a través de redes sociales, que atacaron con fuerza a su actual mesa directiva, a las anteriores, alcanzando incluso a inocentes militantes socialistas de base, quienes confiados en el responsable manejo de los fondos por parte de una comisión ad hoc, creada el año 2003 cuyo tarea consistía en reunir el dinero, no robarse el dinero, acrecentar dichos fondos. Tarea que por cierto fue cumplida con éxito y durante todos estos años, fue materia de orgullo del manejo de estos dineros retornados al Partido como medida de reparación por los bienes incautados por la dictadura, entre ellas sedes comunales, medios de comunicación, etc.
Las reacciones de la militancia socialista de base y de quienes se identifican con el Partido Socialista oscilaron entre ira y encono contra la dirigencia, hasta la pena y desazón, por no haber fiscalizado con fuerza las inversiones del patrimonio. Para que hablar las acusaciones frontales de los ahora ex aliados políticos como la Democracia Cristiana y el festín de la UDI, quienes olvidando el escándalo de Empresas PENTA, que financiaron irregularmente las campañas electorales de ese partido, financiaban además la mantención de su sede partidaria, han tenido el arrojo de construir un manto de dudas sobre de la ilegalidad del manejo de estos fondos. Acusación que constituye un espolonazo a la ya debilitada imagen pública del socialismo chileno.
La tardía reacción socialista, acrecentó aún más la molestia de las bases. Está claro que en ningún momento se puso en duda el manejo del patrimonio y la legalidad del mismo. De igual forma, el Partido Socialista siempre resaltó no sólo ante sus rendiciones en el Servicio Electoral, sino también ha destacado en el índice de transparencia de los partidos políticos, medición que realiza anualmente Transparencia Internacional, a través de su filial Chile Transparente, por lo que nadie pudo imaginar se avecinaría una crisis por el manejo de dichos fondos.
¿Quiénes ganan con la caída del Partido Socialista? ¿Qué implicancias tiene para la vida del socialismo chileno estas acciones? ¿Esta es parte de la crisis de representación política y la crisis de la moral pública?
Hace unos días, ex integrantes de la Comisión Patrimonio del PS, lanzaron una carta pública, en la cual defendían su gestión, pero que hacía una apología al lucro. En ningún caso se está pidiendo que los socialistas emulen modos de vida franciscanos para poder predicar con el ejemplo, sin embargo, debiesen existir ciertos límites a la inversión, para evitar especulaciones públicas y asesinatos de imagen gratuitos, como por ejemplo poner límites a la cartera de inversiones. Si bien el manejo de los fondos es legal, éste no fue del todo ético, situación que al parecer los firmantes de dicha carta, son incapaces de comprender. La apología al lucro por parte de Oscar Garretón, Jorge Jorratt, Verónica Montellano y Edmundo Dupré, en ningún caso representa el sentir socialista, por el contrario, la falta de autocrítica de su gestión, deja entrever el quiebre generacional necesario para construir un nuevo socialismo para Chile, que deberá prescindir de estas personas.
Sobre las ganancias, efectivamente un sector importante de la derecha, quiere sacar partido de esta situación, destruyendo la imagen de un partido histórico jugando a la teoría del empate con su candidato presidencial, quien ha construido su fortuna al borde de la legalidad. Sin embargo, lo que los socialistas no han incorporado en sus análisis, es que los electores de Piñera, le perdonan su naturaleza, por el contrario, el votante de derecha es capaz incluso de estar a favor y defender la “audacia” con la que éste maneja sus inversiones, pues ven reflejado en él su propia aspiración de vida. De hecho, el candidato de la derecha, ha sabido aprovechar esta condición de exitoso empresario, para encontrar un enganche emocional con sus electores. No obstante, el elector socialista, no perdonará fácilmente estas formas de invertir el patrimonio, por el contrario, se siente defraudado por quienes prometieron defenderlos ante los abusos del gran empresariado.
En relación al contexto, no resulta novedosa la crisis de representación política en el que se encuentra inmerso el Chile actual. Pese a la estabilidad del sistema de partidos políticos, estas instituciones han ido perdiendo paulatinamente su enraizamiento social (Altman & Luna, 2011). Como consecuencia de ello, los niveles de abstención electoral se han disparado con la puesta en marcha del voto voluntario. Por otro lado, la pérdida de confianza en los partidos, se ha perpetuado en un 3% (lo demuestran una serie de encuestas respetables como la CEP y la UDP), dificultando la acción de tan relevantes instituciones, que permiten el funcionamiento de la democracia representativa. Asimismo, tal como lo plantean los profesores Toro y Luna, el sistema de partidos es incapaz de convocar a la mayoría, y como consecuencia de ello, hoy existen 15 candidatos, que en el mejor de los casos se disputarán el 40% del electorado que probablemente concurrirá a las urnas (Luna y Toro, 2017).
La crisis del Partido Socialista no contribuye precisamente a mejorar el ambiente político, ni menos a fortalecer las instituciones, por el contrario, acrecienta la desconfianza particularmente entre quienes alguna vez se sintieron representados, quienes probablemente están dudando de la legalidad de las acciones del socialismo chileno, por lo que la representación sustantiva de sus intereses, se ha puesto en duda con este despreocupado actuar valórico de las inversiones de su patrimonio.
Sin embargo no todo está perdido. Esta nueva mesa directiva encabezada por Elizalde, ha dado señales claras de querer realizar un cambio de rumbo. No le tembló la mano al pelearse de frente con la generación de barones que defendió a Ricardo Lagos con fuerza en el Comité Central del 9 de abril, y de esa manera proclamar como abanderado presidencial del socialismo chileno al Senador Alejandro Guillier. No ha aceptado amedrentamientos para rechazar todo acuerdo parlamentario con la Democracia Cristiana, quienes inscribieron ya a su candidata ante SERVEL, aboliendo toda posibilidad de hacer primarias legales, mientras el Frente Amplio y Chile Vamos, comienzan sus franjas televisivas y se muestran públicamente como coaliciones robustas y democráticas, entre muchas otras cosas que se podrían decir, pero serán desarrolladas en otro texto futuro.
Esta crisis se transforma en una oportunidad para reconstruir el socialismo chileno. Pedir perdón a ese pueblo socialista que se encuentra herido, poner freno al enemigo interno, que por una parte consigue portadas en rimbombantes diarios de circulación nacional para defender lo indefendible de las inversiones PS, y detener también, a quiénes a través de los medios, buscan desmarcarse de la historia socialista (muchas veces por ignorancia), y se declaran autoflagelantes, amparados en la ideología dominante, haciendo parte de una falsa moralina, ofendiendo incluso a sus propios compañeros de partido, con una “aparente” postura revolucionaria de izquierda.
La Ley que reformó los partidos políticos, promulgada el año 2016, pone a disposición de los partidos nuevas herramientas, entre ellas un financiamiento público y sostenido a los partidos políticos para que realicen sus labores de incidencia en el ámbito nacional, formen políticamente a su militancia, recuperen su vida y democracia interna, recluten candidatos y candidatas, promuevan los valores de los derechos humanos y la igualdad de género. Estas herramientas puestas en marcha en este nuevo escenario, pueden tener efectos positivos en la nueva gestión del Partido Socialista.
Asimismo resulta fundamental comenzar a funcionar con nuevos estándares de transparencia. Está claro que el índice de transparencia construido por Chile Transparente es insuficiente para entregar la información que la ciudadanía social y política demanda, para informarse acerca de los dineros públicos invertidos en los partidos políticos y la realización de auditorías de la gestión política de estas instituciones. Por otro lado, es una oportunidad también para elaborar indicaciones nuevas, tendientes a fortalecer las medidas de transparencia y fiscalización en la Ley de Partidos, agregando además del control del Servicio Electoral al Consejo para la Transparencia en dichas funciones.
Finalmente, ante los errores del pasado, este es un llamado a comenzar de nuevo. Es la oportunidad para vivir un nuevo comienzo, y construir un partido distinto, más participativo, en que se ocupen las nuevas tecnologías no sólo para informar a la militancia o para atacar a quienes dirigen, por el contrario, ocuparlas también para generar plataformas de participación en línea, recolectar ideas, y construir canales más fluidos de comunicación entre las bases, la dirigencia partidaria y los representantes del Partido en distintas dimensiones de la esfera política chilena. Por otro lado, se está dando el escenario propicio para que esta nueva generación de dirigentes se tome el partido de verdad, sin pedir permiso, apuntando a generar formas diferentes de gestión política, de cara a recuperar el rol relevante del Partido Socialista en la esfera social y política de Chile. Recuperar la historia de tantos y tantas militantes, que ayudaron a construir un Chile más justo como Salvador Allende, Raúl Ampuero, Eugenio González, Carmen Lazo, Julieta Kirkwood, entre tantos otros.
No es tiempo de avergonzarse de la riqueza de historia socialista, por el contrario, si la dirigencia socialista es inteligente, aprovechará esta coyuntura para resituarse en la opinión pública y así revertir la lamentable situación en que se encuentra.
Fuentes:
Luna, J. P., & Altman, D. (2011). Uprooted but stable: Chilean parties and the concept of party system institutionalization. Latin American Politics and Society, 53(2), 1-28. Disponible en http://www.vanderbilt.edu/lapop/news/Summer-2011-LAPS-Luna-Altman.pdf
Luna, Juan Pablo y Toro, Sergio (2017). 15 candidatos para el 40%: la incapacidad para convocar a la mayoría. Artículo publicado en el medio electrónico del Centro de Investigación Periodística- CIPER CHILE. http://ciperchile.cl/2017/05/08/15-candidatos-para-el-40-la-incapacidad-para-convocar-a-la-mayoria/
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La vía venezolana a la servidumbre
Frente a la crisis en Venezuela, varios en Chile han guardado silencio e inclusive han dejado de aludir al socialismo del siglo XXI y los clichés de la Patria Grande o la revolución bolivariana. Salvo algunos que quizás tienen más que simples filiaciones ideológicas con la casta chavista, los socialistas chilenos ―de todos los partidos― evitan aludir al ideario político que mueve a Maduro, Diosdado y todos sus seguidores. ¿Cuál es ese ideario? El mismo que durante el siglo XX llevó a algunos países a caer en la miseria, la dictadura y el totalitarismo, bajo la misma promesa engañosa de dar un salto desde la precaria libertad capitalista a la plena libertad de abundancia e igualdad material socialista.
En Camino de Servidumbre, Friedrich Hayek decía que la gente había olvidado las advertencias de los viejos pensadores liberales con respecto al socialismo y sus efectos, pero creo que también olvidaron las que hicieron los propios pensadores anarquistas al respecto. Como lo hacía Benjamin Tucker en 1886: «independientemente de lo que los socialistas de Estado puedan reclamar o negar, su sistema, si se adopta, está condenado, más tarde o más temprano, a terminar en una religión del Estado, a cuya manutención todos deberán contribuir y ante cuyo altar todos deberán postrarse». Bakunin por otro lado decía: «El Estado pseudopopular, inventado por el señor Marx, no representa, en su esencia, nada más que el gobierno de las masas de arriba a abajo por intermedio de la minoría intelectual, es decir de la más privilegiada, de quien se pretende que comprende y percibe mejor los intereses reales del pueblo que el pueblo mismo».
¿No es eso acaso lo que ocurre hoy en Venezuela? Sí, eso es lo que ha ocurrido. Y eso tiene una explicación clara: el afán socialista de tener un control férreo sobre la vida económica, siempre se torna incompatible con el pluralismo político y social, que es el fundamento de la democracia. Así, el creciente control del gobierno sobre las decisiones económicas, que promueven los socialistas ultras y moderados, inevitablemente da paso a las tendencias autoritarias y antidemocráticas de los gobernantes. Y eso, tiene siempre resultados nefastos para los pueblos. Como advertía el historiador anarquista Rudolf Rocker: «También una sociedad sin propiedad privada puede esclavizar a un pueblo. La dictadura puede suprimir una vieja clase, pero siempre se verá obligada a acudir a una casta gobernante formada por sus propios partidarios, otorgándoles privilegios que el pueblo no posee». Ahí están los casos de varios miembros de las élites chavistas, grabados disfrutando de sus compras en Miami, Australia y otros países capitalistas, mientras el pueblo venezolano debe asumir las miserias y carencias de la economía socialista.
El socialismo en ese sentido, siempre ha hecho la misma promesa con los mismos nefastos resultados. Promete acabar con los privilegios, las desigualdades y los monopolios, pero termina creando, como advertía Benjamin Tucker, un vasto monopolio controlado por el Estado y una nueva clase privilegiada como relataba Milovan Djilas. Entonces, la paulatina supresión de la libertad económica bajo la excusa de generar igualdad, da paso a la paulatina supresión de la libertad política bajo la excusa de defender la democracia. Eso, inevitablemente dará paso a la creciente arbitrariedad de los gobernantes socialistas y peor aún a la miseria generalizada de los ciudadanos. Eso ha ocurrido en Venezuela.
No se equivocó Benjamin Tucker al advertir que, en cuanto al socialismo: «La sociedad no estará fundada sobre la garantía del disfrute igualitario de la mayor libertad posible. Tal libertad, en caso de existir, sería muy difícil de ejercer y podría ser suprimida en cualquier momento». Ahí están las frecuentes leyes habilitantes de Chávez y Maduro para gobernar por decreto. Así, bajo el socialismo, la libertad de elección del ciudadano queda sometida constantemente al capricho de la autoridad (en el caso de Venezuela al capricho de los militares), que pervierten la ley para justificar sus arbitrariedades y preservarse en el poder. Bajo este escenario, tal como advierte Hayek: «habrá especiales oportunidades para los brutales y faltos de escrúpulos». Entonces, y aunque Venezuela tenga una constitución con casi 350 artículos, la igualdad ante la ley y los derechos humanos terminan siendo letra muerta frente al extravagancia de las autoridades, incluidas las de más bajo rango como policías que roban, asaltan y permiten que los colectivos chavistas actúen con total impunidad.
La vía venezolana a la servidumbre tiene un origen claro y preciso: la dinámica colectivista impulsada por Hugo Chávez en nombre del socialismo. El mismo que varios en Chile promueven, ahora de manera hipócrita debido al desastre venezolano. Como advertía Hayek: «Cuando llegue a ser dominada por un credo colectivista, la democracia se destruirá a sí misma inevitablemente». No es extraño que actualmente sea un hombre masa, que se dice demócrata sin serlo, el que gobierne Venezuela. La turba está en la cúspide del gobierno venezolano y actúa como tal. No actúan con justicia en ningún sentido sino que ejercen su burda dominación. Por eso predomina, no solo la más tosca demagogia sino que la oclocracia, el caudillaje de la muchedumbre, personificada en los colectivos armados que actúan con el beneplácito de los esbirros gubernamentales. Finalmente, en Venezuela se ha instaurado el síndrome de Hybris, la enfermedad del poder. Por eso Maduro les pide a las vacas aumentar la producción de leche.
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La familia como unidad
Hablar de la familia en Chile resulta, al menos, algo incómodo. La misma palabra trae consigo una serie de preguntas fundamentales que no todos están dispuestos a responder. Es un tema –no cabe duda– políticamente incorrecto y, por lo mismo, rara vez se aborda adecuadamente. Además, como escribía en una oportunidad Manfred Svensson, la discusión pública sobre la familia está capturada por quienes pretenden reivindicar o criticar la vida sexual de algunas personas, lo que hace imposible una comprensión global del problema.
Lo anterior resulta especialmente preocupante, si se tiene presente la importancia radical de la familia. En efecto, es difícil imaginar otra institución que sea tan fundamental para la sociedad. Por un lado, como decía Chesterton, por más esfuerzo que haga el Estado –o cualquier institución– por usurpar el rol de la familia, siempre fracasará; ella cumple una serie de tareas, comenzando por la generación de la vida y la educación de los niños, en las que es irremplazable. Por otro lado, es innegable que una gran cantidad de problemas sociales encuentran su origen –o al menos en parte– en la fragilidad de la familia. Hablar de educación, de drogadicción, de alcoholismo, de abandono del adulto mayor, del Sename, de delincuencia, sin hablar de la familia, no tiene mucho sentido; equivale a pretender enfrentar un problema sin interesarse por sus causas. De ahí que el tema de la familia no sea un asunto exclusivamente de principios morales, sino una cuestión de indiscutida relevancia política. Es decir, no es posible desarrollar un proyecto político contundente ni pensar en la sociedad que se quiere configurar, sin referirse a la realidad familiar.
Lo anterior implica tomarse en serio la familia, y ver su revalorización como un desafío político de primera importancia. En esta línea, un primer paso consiste en reconocer su carácter social, lo que requiere necesariamente considerarla como una unidad. Esto, que parece una obviedad, no lo es tanto si se tiene presente la forma en que gran parte de la clase política se aproxima a los problemas que aquejan a esta primera y básica sociedad. En particular, el actual gobierno ha articulado una retórica bajo la cual subyace la idea de que la familia es un mero conjunto de individuos que conviven, cuyos vínculos son esencialmente funcionales y afectivos y que, en la medida en que no cumplan el rol que la sociedad les asigna, pueden ser fácilmente disueltos. A esto se suma la controvertida tesis de que la familia se funda en relaciones de conflicto y opresión. Muestra evidente de lo anterior, es la inestabilidad del vínculo que hoy se propone como fundamento de la familia (en la actualidad, el matrimonio tiene que literalmente competir con el AUC) y las iniciativas legales que desvalorizan el derecho de los padres de educar a sus hijos (paradigmático es el caso del proyecto de garantías de la niñez).
Es común escuchar que la familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Es igualmente común que nadie tenga muy claro qué significa esto. Por lo mismo, el desafío de fortalecer la familia pasa, en primer lugar, por comprender que lo que se quiere no es fortalecer a los individuos que la componen unilateralmente considerados. La idea es fortalecerla como un todo, lo que implica necesariamente mirarla como una unidad. En palabras del filósofo y sociólogo Pierpaolo Donati, en la medida en que no veamos a la familia como un sujeto social, difícilmente podremos advertir su relevancia social y, por tanto, política.
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May 22, 2017
Consistencia
PENSABA ESCRIBIR sobre las propuestas programáticas del Presidente Piñera. Especialmente su compromiso de duplicar el crecimiento y, así, recuperar el empleo de buena calidad y la capacidad de aumentar las remuneraciones. Es el corazón de lo que el país necesita con urgencia. Pero la realidad a veces nos logra sorprender a todos. Un reportaje televisivo nos mostró que el Partido Socialista participaba activamente en las mesas de dinero e inversión, en mercados de Chile y el extranjero. ¡Lo hacía casi 20 años y muy calladito!
Es muy malo para cualquier sistema político cuando sus partidos pierden tan profundamente su consistencia. Cuando olvidan su identidad o razón de ser. Cuando traicionan su historia y trayectoria. Eso es lo que dramáticamente ha quedado al descubierto con el “inversionista” PS. Es tan profundo el impacto de estas pérdidas de consistencia, que sus propios militantes y adherentes deben sentir algo más que vergüenza y desilusión.
Pensemos tan solo en la historia del PS: partido emblema de la lucha de los trabajadores, sus líderes y mártires, su ideología, convicciones y actitudes que han forjado su alma. Todo ello ha sido traicionado. Un solo ejemplo para mostrar este terremoto: el Partido de Allende invirtiendo en la empresa del yerno de Pinochet. ¿Suficiente o aún falta algo?
Pero no es solo un problema de identidad histórica. Es también un tema de conductas democráticas, de testimonio de consecuencia frente a la ciudadanía. El partido quizás más duro, en sus formas y lenguajes, para descalificar el sistema de libertad económica, la participación de los privados en la economía, los sistemas financieros, la existencia de grupos económicos, las inversiones especulativas, la explotación de recursos naturales, resulta ser sorprendido en las mesas del dinero invirtiendo sus platas en todo lo que públicamente denostaba. Un día sus dirigentes daban conferencias de prensa para cuestionar a grupos económicos y grandes empresas y, al día siguiente, ordenaban invertir en ellos. ¡Irritante doble estándar!
¿Cómo harán ahora para hablar en contra del lucro?
Y también hay una “arista “ de ilegalidad. La actual ley de partidos, incorporó una obligación legal: si el patrimonio invertido supera las 25.000 UF, están obligados a constituir un fideicomiso ciego, según requisitos legales establecidos. Esta obligación regía para el PS desde julio del año pasado y está claro que hasta el momento no se ha cumplido. Es muy fácil prometer ahora nuevas leyes con las penas del “infierno” sabiendo que no se les aplicarán a ellos.
Al final, sin duda queda una moraleja, más allá de sus profundas inconsistencias. Cuando se trata de las platas propias, nadie se equivoca. Se invierte en las mejores empresas, que puedan dar la mayor y más segura rentabilidad. Cuando se trata de las platas de otros, los quieren obligar a entregárselas a la administración del Estado. Así, pucha que es fácil ser socialista.
El otro caso, el de la “Inmobiliaria Partido Comunista” es simplemente un burdo contrato simulado entre los propios dirigentes PC para eludir las obligaciones de la ley de partidos. Igual lo hicieron con la Arcis. Simplemente, ¡caras de palo!
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El erizo y la zorra
LA CARTA de la Comisión Patrimonio 2002-2011 del PS contribuyó a sacar a su partido, en apenas tres días, del vendaval de confusiones, sospechas, falsedades y respuestas no convincentes que lo asediaban interminablemente. Pero no podía dar respuesta ni impedir, el debate dentro y fuera del PS, sobre su deber ser; y sobre contradicciones inherentes a sus mayores virtudes.
No es extraño que el PS haya encarnado la renovación de la izquierda. Aspira como toda izquierda, a la coherencia ideológica, pero es el único donde prima lo popular sobre ella. Así, cuando anhelos populares discrepan de ideología, partidos como el PC optan por lo ideológico en la esperanza que las “desviaciones” populares se corregirán y el pueblo reconocerá quién mantuvo inmutable su pensamiento, mientras el PS opta por navegar con su pueblo, cambiando él y marchando con los tiempos.
Pero la aspiración ideológica lo complica. Fue protagonista clave en esos tiempos de Concertación indiscutiblemente exitosos para Chile y su pueblo, resolviendo una ecuación virtuosa de lucha contra la pobreza, economía de mercado, alianza con no socialistas para tener mayorías por los cambios y construir un país mejor para todos. Pero la virtud no le alcanzó para aceptarse a sí mismo. Tenía un desajuste entre las lógicas que proclamaba y practicaba. Relativizó su obra extraordinaria diciendo que no podía hacer más, por “los amarres” de la dictadura. Se hizo así más vulnerable a derecha y ortodoxia radical.
Hay en el PS algo de lo que ve Isaiah Berlin en Tolstoi, en “El erizo y la zorra”. Ningún otro partido de la izquierda chilena ha tenido su sensibilidad para captar y contener la diversidad mutante de la vida social, pero convive en él con la pasión contradictoria de anhelar un pensamiento único y atemporal que la interprete.
Hoy, aunque la tormenta sobre sus inversiones amaina, no podrá eludir por mucho tiempo el debate sobre la economía de mercado. Esa, que tiene muchas variantes, pero se impone en el mundo y es en la que viven las democracias. Unos querrán zanjarlo en el tribunal de disciplina y otros en el debate de ideas (ver por ejemplo “Carta al PS y sus votantes” de la periodista Lucía López (@lucialopezchile) preguntándose, a propósito de la polémica sobre el patrimonio socialista, si el PS de hoy puede ser igual al de los 70).
No es esta la mejor coyuntura para hacerlo. Esa vulnerabilidad socialista será explotada por el Frente Amplio que, con el caldo de ortodoxia “sigloveintera” y pragmatismo que lo caracteriza, ve a PS y PC como cantera electoral. Lo acusará de inconsecuente, de “lucrar”, etc. La derecha que, de perder su monopolio de la economía de mercado solo le quedaría Pinochet, también le dará lo suyo.
Pero, en fin, estas discusiones se dan cuando se dan. Brotan más fácil en tiempos de crisis y se hacen ineludibles en tiempos de derrota cuando, como dijeron Rosa Luxemburgo y la historia postgolpe del PS, se piensa más que en los de victoria. Ese aprendizaje es condición necesaria para que la historia de una nueva oportunidad. Como la tuvo el PS el 90.
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La hora de la infraestructura
PESE A las marcadas diferencias que se van revelando en el ámbito político y social entre las propuestas de los candidatos presidenciales, llama la atención el énfasis que todos dan a reimpulsar la inversión en infraestructura, sus aspectos institucionales, financiamiento, así como incluso recuperar la confianza en la colaboración público privada.
Si revisamos algunas de las propuestas, -de izquierda a derecha-, partiendo por Beatriz Sánchez, si bien ella es la que menos desarrolla el punto, al menos compromete una “renovada infraestructura pública en salud.” Su contrincante en el Frente Amplio, Alberto Mayol, va un poco más lejos, -tal vez demasiado lejos-, proponiendo transformar los fondos de pensiones en un “fondo de inversión social de US$200 mil millones” para financiar tranvías urbanos, un tren de alta velocidad Arica-Puerto Montt y uno convencional de Puerto Montt a la Patagonia.
En el oficialismo, Carolina Goic ya anunció “un plan de infraestructura que, además de impulsar la inversión y mejorar la producción, se enfoque en elevar la calidad de vida.” Y el equipo de Alejandro Guiller adelantó “un Plan Nacional de Infraestructura y Logística, el cual contará con diálogo y aspira a iniciar una alianza público privada de largo plazo” junto con agilizar concesiones privilegiando proyectos que favorezcan la inversión, el empleo y también acelerar las decisiones ambientales en grandes proyectos.
En cuanto a la centroderecha, Felipe Kast avanza en modernizar la institucionalidad con un nuevo “Ministerio de Infraestructura y Conectividad” que uniría a Transportes, Bienes Nacionales y Obras Públicas, mientras hace suyas las propuestas del expresidente Lagos en temas de transporte urbano, puertos y otras obras. Sebastián Piñera, por su parte, avanza en un “plan de infraestructura pública y privada a ocho años plazo, denominada Plan Chile Invierte 2026,” que contempla una cartera de proyectos por más de US$ 20 mil millones. Manuel José Ossandón también busca impulsar la productividad con mejor educación y a través de inversión en infraestructura y obras públicas, donde las concesiones sean una opción. Finalmente, José Antonio Kast avizora la creación de tres nuevas zonas francas que junto a inversión en infraestructura potencien el desarrollo y empleo.
Tal consenso no es casual, y tiene que ver con un reconocimiento transversal del alto costo que tuvo haber dudado, reformulado, o incluso detenido planes y proyectos como las concesiones hospitalarias. Chile no cuenta con una Política Nacional de Infraestructura, razón por la cual cobra valor el trabajo que impulsan instancias como el Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI), plataforma transversal que incorpora a los gremios, universidades y actores de la industria para proponer políticas de Estado, independientes del gobierno de turno. Estas ideas fueron presentadas la semana pasada a los candidatos en el documento: “Infraestructura para nuestro desarrollo: construyendo un Chile mejor” que detalla las áreas de inversiones y principales obras que se requieren en sectores como vialidad, transporte público, aeropuertos, ferrocarriles puertos y recursos hídricos e infraestructura digital, para el futuro de nuestro país. Si tenemos consenso en el plan, es de esperar que quien lidere el país hacia el segundo cuarto del siglo XXI no solo cuente con buenas ideas y proyectos, sino se atreva a implementarlos en forma decidida y efectiva.
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Felipe Kast y sus mediáticos agresores
Felipe Kast, el más ansioso de los candidatos en las primarias, organizó esta semana un acto donde pretendía sumarse a la larga lista de personas que quieren apropiarse del legado de Lagos. Su participación entró en los noticiarios, no por el documento donde se presentaba como el verdadero neolaguista, sino por las imágenes donde un grupo de personas corren por el parque Bustamante con intenciones claras de agredirlo. La violencia de las imágenes hizo temer lo peor y, por suerte, la integridad del diputado no sufrió daños.
El rechazo a tal acto de vandalismo fue transversal, incluyendo a la diputada Vallejo, quien en una misma frase donde muestra todo su desprecio por lo que representa el diputado por Santiago, condena con dureza la violencia de la que fue víctima.
Felipe Kast ha construido una campaña sobre la base de llamar la atención más que proponer ideas. Lo curioso de su estrategia, y que lo diferencia de un populista tradicional, es que alrededor suyo ha logrado constituir un partido con lo mejor de la intelectualidad de la derecha en Chile. Mientras Kast busca segundos en TV, sus asesores elaboran programas y buscan desatarse del viejo estigma del conservadurismo tradicional chileno, siempre ligado más a los poderes fácticos que a la defensa del mercado y de las personas. Mientras el think tank que lo apoya propone una sociedad donde prime la competencia, su candidato dedica su espacio a criticar a Manuel José Ossandón, quien ha sido el mayor impulsor de competir dentro de su sector político.
Paradojalmente, el más conservador de su grupo es el mismo Felipe Kast, que al mismo tiempo que se viste de mujer, defiende a ultranza la legislación más restrictiva del mundo en materia de derechos reproductivos. Sin temor alguno a la represión de la dictadura, marcha con decisión con las Damas de Blanco, grupo opositor cubano formado por familiares de presos políticos, pero nunca en su vida política ha ido a ver a las mujeres de la asociación de familiares de detenidos desaparecidos o ha alzado su voz para defender el museo de la Memoria, vilipendiado por su sector político.
Felipe Kast es en sí un contrasentido, y por ello es un candidato interesante en esta campaña y un símbolo de la liquidez de esta. El diputado es un buen militante de la nueva política, donde las formas se convierten en la mayor fortaleza, y donde es más importante parecer liberal que serlo. Y al mismo tiempo que hace lo imposible por segundos en los noticiarios, promueve el más interesante proyecto de renovación en la derecha para el largo plazo.
Su propia campaña puede convertirse en un hecho político inédito. Si logra su objetivo y logra obtener una alta votación, podría hacer que Ossandón derrote a Piñera, pues su crecimiento en las encuestas es solo a costa del ex presidente.
Volviendo a la agresión de que fue víctima, y fiel a su estilo posmoderno, el diputado Kast comunicó por redes sociales que se ha negado a tener protección policial y hasta ahora no ha efectuado denuncia alguna. No ha tenido en cuenta que la violencia política es una enfermedad que puede extenderse, y solo prevenirla desde sus inicios evita la espiral en que han caído otros países, con el correspondiente desprestigio de la democracia. Muchas veces, detrás de los agresores hay intereses, como fue el caso de quien funó con publicidad al senador Girardi en un vuelo internacional. En contraste, para el diputado, su propio martirologio mediático es lo más importante.
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Gratuidad de mala calidad
En agosto de 2015 elaboramos un documento denominado “Acreditación y gratuidad: análisis del actual sistema de acreditación y sus posibles cambios” que, entre otras cosas, señalaba la necesidad de vincular la gratuidad con la acreditación de carreras. Dijimos en ese tiempo, hace ya casi dos años, que de no hacerse esta vinculación, a poco andar el país se vería sorprendido por un nuevo gran escándalo: miles de jóvenes estudiando gratis (con plata de todos los chilenos para ser más preciso), en carreras ¡NO ACREDITADAS!
Pues el tiempo nos dio la razón: hoy se sabe que más de 56.000 alumnos, esto es un 40% de los estudiantes beneficiados con la gratuidad, se matricularon el año 2016 en carreras no acreditadas. Llevado a pesos, estamos hablando de aproximadamente 158.000.000.000 de pesos (¿muchos ceros?, son 158 mil millones de pesos, o si lo prefiere, 240 millones de dólares) destinados a financiar estudios de dudosa calidad. Un despilfarro de miles de millones que simplemente podrían terminar en la basura.
Las autoridades no pueden desconocer esta situación. Lo advertimos a la Comisión Nacional de Acreditación y al Mineduc. Compartimos el análisis con rectores de universidades y ‘think tanks’. Incluso enviamos el estudio a diversos parlamentarios para su conocimiento.
¿Cómo es posible que esté ocurriendo esto hoy entonces? La respuesta es muy simple: al gobierno no le interesa la calidad. Si lo anterior no es prueba suficiente, acá otra: en el proyecto de ley de reforma de la educación superior, presentado recientemente por el Mineduc, desaparece la acreditación de carreras.
Resulta difícil saber con exactitud por qué el gobierno quiere eliminar la acreditación de carreras, en especial si se considera el errático camino de esta reforma. Fuimos testigos durante casi tres años de minutas que se sucedían una tras otra y que la mayoría de las veces eran contradictorias entre ellas. Sin ir más lejos, la última, de principios de este año, consideraba la acreditación de carreras, e incluso mantenía en las agencias especializadas (privadas) este proceso. Sin embargo, a los pocos días, se presentó un proyecto de ley muy distinto que elimina la acreditación de carreras y excluye a las agencias privadas del sistema de aseguramiento de la calidad. No existe una explicación oficial para esto, pero se sabe que algunos asesores del Mineduc, además de un grupo de parlamentarios oficialistas, estarían detrás de esta medida.
Desaparece entonces la única forma de saber, a ciencia cierta y con un grado razonable de objetividad, la calidad de la formación que se imparte en las carreras de pregrado chilenas.
De vuelta en el escándalo que nos convoca (esos 56.000 estudiantes que cursan carreras no acreditadas, financiados por todos nosotros a través de nuestros impuestos), lo más increíble de todo es que, conocida la noticia, no ha existido ninguna reacción del Gobierno: ni la presidenta, ni ninguno de sus ministros, ha dado una explicación de este despilfarro de recursos públicos. Ningún político se ha escandalizado. Peor aún, no he escuchado a ningún rector poner el grito en el cielo tampoco, ni siquiera de aquellos que semana tras semana vociferan a favor de la calidad (argumento utilizado como excusa para defender sus propios intereses corporativos).
Así las cosas, al parecer a nadie le importa que la gratuidad sea de mala calidad.
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Resurrección azul
Eso fue. Una verdadera vuelta a la vida. No sólo de un equipo de fútbol, sino de una institución que, en razón de su grandeza, no podía seguir arrastrando frustraciones por más tiempo. Dos años de buenas intenciones, pero muy malas ideas y peores ejecuciones.
Desde la salida de Martín Lasarte, con una Copa Chile en el adiós, pero un pobre rendimiento en el torneo nacional, los azules sólo sufrieron. La llegada de Becaccece, que para muchos era un gran acierto, significó el comienzo de una de las peores épocas de la concesionaria. La expectativa con la que llegó le permitió tomar control del club en varias esferas más allá de sus competencias. El resultado de tamaño error fue desastroso. La peor campaña de su historia y un daño patrimonial evidente a la institución. Sobre todo en sus productos más visibles, los jugadores.
Sacó y desvalorizó a seleccionados uruguayos, pidió lo mejor del medio y se lo dieron, pero ni aún así pudo tener rendimiento. De forma increíble continuó, ahondando las equivocaciones y sumando más venta de humo con la incorporación de Luis Bonini. El balance fue peor y la U tuvo que detener el daño sacando a los chantas e instalando a una dupla histórica conformada por Castañeda y Musrri, que tampoco funcionó.
En diciembre no había margen de error para Carlos Heller, un paso en falso más podría haber sido fatal. Sobre todo para un dirigente que más allá de las equivocaciones, a diferencia de otros directivos, sí ha invertido en refuerzos poniendo varios millones de dólares para conformar el mejor plantel del fútbol chileno. La decisión debía ser certera y lo fue.
No se eligieron grandilocuencias ni versos, tampoco identificación extrema. Se optó por la sabiduría expresada a través de la humildad y un conocimiento futbolístico probado. El comienzo fue difícil, pero poco a poco se avanzó. Las comparaciones ridículas y desproporcionadas de sus jugadores con grandes estrellas dieron resultado y la metodología del abrazo y el I love you baby fueron la solución. Tan sorpresiva como sanadora. Tan revolucionaria como exitosa.
El título que coronó esta metodología es legítimo y justo. La U terminó jugando el mejor fútbol del torneo y su estrella 18 viene en un momento trascendente y necesario. Para sanar heridas y volver a mirar el futuro como este club merece. Retomando el camino de un grande, como suelen hacerlo quienes ostentan esta condición. Desde la humildad y el trabajo. ¡Salud Campeón!
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