Álvaro Bisama's Blog, page 147
June 22, 2017
Maduro, Cariola y Guillier
Hace algunos días, la diputada comunista, Karol Cariola señaló que el régimen de Maduro en Venezuela no era una dictadura porque llegó al poder por vía electoral. No tendría mayor importancia si sólo fuera diputada comunista, que de manera coherente ha apoyado la dictadura de Fidel y Raúl Castro y ha respaldado el régimen de Maduro. Lo interesante es que ahora, además, Cariola es vocera del candidato Alejandro Guillier.
Con ese argumento, pareciera que la diputada ignora, omite conscientemente, o sencillamente está de acuerdo con la grave crisis social, económica e institucional ocasionada por Hugo Chávez y profundizada por Nicolás Maduro. Ciertamente, no sorprende la falta de objetividad al momento de analizar los problemas de los aliados del Partido Comunista.
Desde que la OEA empezó a existir, ningún país se había retirado de la organización. Con la decisión unilateral de Nicolás Maduro –no le preguntó al congreso, en el que hay mayoría opositora– se crea un ambiente de incertidumbre. Con la decisión no solo se excluye a Venezuela de la Carta Democrática, sino que rompe relaciones con una organización que da diferentes beneficios a los venezolanos, como, por ejemplo, el acceso a medicamentos.
Las declaraciones de Cariola son especialmente preocupantes, no solo por su indolencia con las víctimas de las violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela, que ya cuenta con decenas de muertos en las protestas, sino porque es vocera del comando presidencial del candidato de continuidad del actual gobierno. En esta materia no se puede tener doble discurso, por lo que es necesario que el comando de Guillier se pronuncie si es que la posición de su vocera es la oficial de su candidatura, para entender si en su posible gobierno Chile tendrá un doble discurso en materia de DDHH. El candidato mismo debería tener una posición clara, considerando que es periodista, una de las profesiones más perseguidas por la dictadura de Maduro.
Nuestro país ya ha vivido situaciones vergonzosas a nivel internacional, como cuando Michelle Bachelet no fue capaz de condenar la violación de los derechos humanos en Alemania Oriental y mostró tan solo su “agradecimiento”. O cuando consideró al dictador Fidel Castro como un “líder de la dignidad y la justicia social”. No debemos repetir lo anterior con el caso venezolano. La represión, los presos políticos y la vulneración del Estado de derecho por parte de Maduro, no puede tener la complicidad de Chile, ni durante la campaña presidencial ni durante el ejercicio de un gobierno democrático.
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Rompe paga
El municipio de Santiago ha decido implementar un medida, aparentemente radical, para hacerse cargo de los destrozos –y sus consecuentes costos económicos– que involucran las tomas en establecimientos educacionales: demandará a los padres por los daños generados por sus hijos.
Esta decisión, amparada en el Código Civil, no solo contempla la responsabilidad respecto de los propios hechos, sino que también “del hecho de aquellos que tuvieran a su cuidado”. Más allá de los ingredientes jurídicos para que opere la presunción –disputa que se dará en tribunales–, una análisis superficial podría denunciar que la motivación de esta medida se encuentra en el análisis financiero de las arcas municipales, sin avizorar lo profundamente educativo que es hacer de alguien un responsable.
Y no es educativo porque sea ejemplificador. Por supuesto que ejemplifica, pero su carácter educativo está en que se constituye como una acción educativa concreta para enseñar, a fuerza del castigo correspondiente, que los propios actos tienen consecuencias. No importa que jurídicamente el perjuicio no constituya un castigo: lo realmente significativo es transmitir que no da lo mismo lo que usted haga porque debe responder de aquello. Y si bien hoy lo hacen sus padres, no queda mucho tiempo para que lo deba hacer usted mismo en todo ámbito.
El idealismo revolucionario, sobre todo el del movimiento estudiantil, sólo asume responsabilidades positivas. Esas que hablan de “poner el tema en discusión” o “denunciar injusticias”. Pero siempre le costó –en algunos casos nunca llegó – reconocer las cosas que se hacían mal. Nunca hubo responsabilidad por la quema de locales, agresiones a civiles, el pillaje y un largo etcétera.
El punto es que ambas cosas se pueden separar. Se puede llevar adelante una expresión política, pero no es necesario que para ello se destroce todo en el camino. ¿Recuerda alguno las pacíficas marchas contra HidroAysén? ¿Qué cultura hay en quienes buscan mejoras en la educación utilizando como medio el destrozo por simple placer? ¿Hay civilidad al alegar por mayor calidad, al tiempo que se despedaza la propia casa de estudios? Son algunas de las preguntas que nos volvemos a plantear gracias a esta medida.
La política es señales y símbolos. El de la Municipalidad de Santiago es uno de los más importantes del último tiempo: poner los puntos sobre las íes para educar a sus propios alumnos. El efecto educativo no está sólo en la ley (como en el caso de la ley de tolerancia cero), sino que también en el gobernante. Y si bien pocos han criticado esta medida, muchos menos estaban dispuestos a aplicarla. Quizás la Municipalidad recaude muy poco, pero es mucho más importante lo que va sembrando para el futuro.
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Desigualdad y lenguaje
La presidenta Bachelet terminó su último discurso anual con una pomposa frase en contra la desigualdad, coronando a ésta como la reina de todos los males y como el principal móvil que habría tenido su Gobierno para actuar. Por otro lado, durante estos últimos días, y marcando una diferencia con la presidenta en su época de candidata, los actuales aspirantes a presidir el país sí han dado entrevistas para intentar transmitir, unos más que otros, lo que piensan, pero coincidiendo en algo con Bachelet: la desigualdad es un problema.
Que existan pobres y ricos y, para qué decir, gente muy rica, sería un gran problema, “el” problema del país. Ante esto, recordé cuando, hace unos meses, tuve la suerte de ver una Ópera de Nueva York, pero no allá, sino que acá, en Providencia, Santiago. Es decir, quien antes vendía tickets a 500 o 1000 personas ahora le estaba vendiendo a gente en Santiago, La Paz y Caracas, multiplicando el público y obviamente, sus millones. ¿Es un problema acaso que ese productor y los artistas sean ahora millonarios debido a esta tecnología? Me imagino que estamos de acuerdo en que no, que no es un problema ni menos algo anti-ético. Bien por ellos, los millonarios. Igualmente, si un día conozco a un obsesivo hombre de acción que está desarrollando una gran “aplicación” o vende hormigón y se está llenando los bolsillos de millones, bien por él. Mi único juicio, o prejuicio más bien, será pensar que probablemente sea un latero y, por lo tanto, nunca iría a tomar unas cervezas con él, ya que personalmente encuentro depresivo escuchar sobre clavos y hormigones y, mucho peor, sobre “las novedades” relativas a innovación y Sillicon Valley. Ahora, esto no quiere decir que la pobreza no sea un problema político. Lo es, y grave. Y para eso están los impuestos a lo más ricos, y el Estado. Además, tampoco quiere decir que no sea un problema que existan millonarios que hayan usado información privilegiada, que hayan impedido la competencia mediante regulaciones o que practiquen cohecho: es grave y la peor de las injusticias, pero eso no es desigualdad, es injusticia.
Durante estos últimos diez o quince años la diferencia de significado entre estas dos palabras se ha ido perdiendo, sino desapareciendo. En abril unos psicólogos publicaron en la revista Nature que a las personas en realidad les “molesta algo que se confunde con desigualdad: injusticia económica” y que sería útil entonces empezar a “distinguir claramente entre desigualdad e injusticia”. ¿Por qué hablar de desigualdad cuando en realidad se está hablando de justicia? ¿Habrá que ceder? En épocas revoltosas esto no ayuda, y solo confunde. Históricamente, ¿siempre ha cambiado el significado de las palabras a tal nivel? Parece que sí, que hable el lingüista, yo no sé.
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El liderazgo escolar como propulsor de los aprendizajes en los niños
Al igual que un director de orquesta, un buen líder es una persona que lleva el ritmo y marca la pauta de un equipo que debe funcionar con excelencia a nivel individual, pero que no alcanza la meta de la organización si no actúa de forma perfectamente coordinada y colectiva. Lo mismo ocurre en un establecimiento educacional: el director debe ser aquél que saque lo mejor de cada uno de los docentes y profesionales de su equipo escolar, que los exija y motive a la maestría, pero también debe saber lograr un concierto que conduzca a que, desde cada especialidad, se forme a los niños como personas integrales al máximo de sus capacidades. Este líder en particular debe ser capaz de sembrar en cada miembro de la comunidad escolar la necesidad por perfeccionar su arte, pero a la vez hacer florecer la enseñanza y el aprendizaje en comunidad.
En este sentido, un buen liderazgo escolar es la capacidad para guiar a otros de forma colaborativa hacia el mejoramiento de los aprendizajes de los niños, aprovechando al máximo las condiciones, habilidades y fortalezas de los elementos intrínsecos y extrínsecos a la cultura escolar. El director como líder debe ser capaz de orientar, guiar y motivar hacia un esfuerzo constante con foco en lo pedagógico; es decir, que cada objetivo y estrategia que se establezca en la organización conduzca finalmente a potenciar el proceso de aprendizaje en los niños.
En general, se asocia el liderazgo con jerarquía, y en ella, con los cargos más altos. Pero cada persona dentro de una organización puede ser líder desde el rol que le toca ejercer. Todos somos capaces de propiciar el mejoramiento en las áreas en las que nos desarrollamos. El docente con dotes de liderazgo tiene un poder transformador para el aprendizaje de los niños, y el líder de la comunidad escolar puede propulsar el cambio de prácticas de un profesor. Cada uno debe aceptar su responsabilidad de liderar, cada miembro del equipo puede asumir un esfuerzo en pos del mejoramiento escolar. Es por ello que el trabajo en red y la colaboración son claves: en un equipo exitoso todos aprendemos de todos.
El rol del líder es fundamental para los aprendizajes de los niños. Si bien no es el primer agente de impacto, ya que lo que influye directamente son las interacciones en el aula entre el profesor y los alumnos, el llamado del líder es a crear condiciones laborales favorables, y propiciar la motivación y las habilidades que se traducirán en un cambio de prácticas de los docentes. Esto es lo que a su vez se verá reflejado en las interacciones en el aula e impactará en los aprendizajes de los niños.
Es por ello que en Fundación Educacional Oportunidad tenemos como pilar de nuestra labor el acompañamiento a los equipos directivos y a los equipos educativos de las escuelas donde implementamos proyectos utilizando una metodología de Mejoramiento Continuo, mediante la cual los guiamos y les entregamos herramientas concretas de liderazgo intentando fortalecer su capacidad de orquestar el entorno escolar. En la Fundación los capacitamos para organizar y utilizar de manera efectiva datos disponibles, tanto internos como externos de las escuelas que dirigen, y que nos muestran la evolución de los aprendizajes de los alumnos. Esto permite al director y su equipo identificar los elementos que pueden alimentar una mejora, y proponer medidas que sean aplicadas en conjunto con la comunidad y que estén orientadas hacia el desarrollo integral de los niños.
Pero, así como toda orquesta es diferente, cada escuela también lo es. Por ello, se hace necesario entregar a los establecimientos educacionales las orientaciones sobre cómo institucionalizar estas prácticas, con el fin de que la mejora permee todos los ámbitos de la gestión directiva, considerando los recursos físicos y humanos, las condiciones y los instrumentos con los que cada establecimiento cuenta.
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Un debate castrado
El debate que organizó un grupo de radios para candidatos de Chile Vamos y la carta de Beatriz Sánchez para pedir iguales condiciones para el Frente Amplio, dan pie para cuestionar el rol de los medios de comunicación en nuestras elecciones y en el sistema político en general. Si éstos son más determinantes de lo que queremos asumir, debemos enfrentarlo y acondicionar normas para hacerlas afines con el proyecto democrático.
El que no se garantice un debate en radio y TV para todos los actores legalmente reconocidos como participantes de las primarias del 2 de julio, es signo de que como sociedad no nos hemos hecho cargo del efecto político de los medios en las prácticas políticas. Es muestra que no consideramos tan relevante que quienes tienen el control del espacio público mediático, dispongan de él a su arbitrio, ya sea por razones económicas, políticas o cualquier otra.
Lo más claro del efecto medial en elecciones: no se vota por un candidato que no se conoce; no se vota por un candidato con el que no nos identificamos; no se vota por un candidato en el que no creemos. Y hoy el único lugar importante que tenemos para conocer un candidato, para identificarnos con él o discernir si es creíble o no, es el espacio que configuran los medios de comunicación. Se podrá argumentar que existe la “calle” o hasta las redes sociales (no son medios de comunicación de masas), pero su penetración es tan baja que no es posible comparar con los que ofrecen los medios tradicionales.
La relación de medios y política es tal que hay quienes han llegado a afirmar que la política de hoy si no es medial, no lo es. La relación contemporánea entre medios y democracia es indisociable.
Siempre hubo una relación entre proyecto democrático y espacio de visibilidad pública, como es el que ofrecen los medios. En ese sentido, nada nuevo bajo este sol de invierno. Efectivamente, antes no había medios de comunicación de masa pero habían “lugares” donde “caían” las ideas de los ciudadanos cuando estaban en relación al bien común y al interés general. Ahí las ideas se debatían, y producto del choque de ideas, surgía la mejor idea para el colectivo. Es este el ideal de la modernidad que nos salvaría de todo abuso se hacía carne sin vino ni pan divino. Solo con la razón contrastada.
Así fue el ágora ateniense y los town meetings de la revolución americana, o las asambleas de la revolución francesa. Hoy es el espacio que proporcionan los medios. Ahí es donde debería darse el conocimiento de lo político, el debate y la deliberación.
Pero si un sistema de medios deja al arbitrio de sus controladores la emisión o publicación de contenidos políticos, y privilegia, por ejemplo, contenidos de entretención (en búsqueda de mayores audiencias y por lo tanto de financiación) condenará a los ciudadanos a reflexiones de baja calidad crítica, con pocas exigencias cognitivas y débiles identidades. Sociedades de ese tipo sólo podrá dejar espacio a ciudadanos apáticos de lo político, ignorantes de sus entornos, y susceptibles de cualquier manipulación advenediza. A masas de abstencionistas que dejan a la deriva el sistema político en cada elección.
Si es tan importante este espacio, ¿por qué como sociedad no nos escandaliza que el grupo de radios disponga arbitrariamente de él? No nos escandaliza porque la concepción de la democracia que hemos construido en nuestras cabezas, es esencialmente de resorte privado y minimiza el rol de espacios públicos, como por ejemplo, los son la calle (el valor de las manifestaciones) o el de los medios. Hemos construido una idea de democracia que se reduce y justifica en lo privado y en el individuo: la opinión es privada, el voto es privado, la decisión es privada. Lo público casi no se toca a menos que sea como “institución pública”. Muy en línea con el espíritu de los años 80 y 90, es un modelo de democracia que reduce lo “público” a lo institucional, pero éste por su propia naturaleza, excluye de él, al debate, al disenso, al conflicto propio del espacio público auténtico y original de las democracias. La calle y el espacio medial son los únicos que pueden jugar en pleno el rol crítico necesario para un sistema republicano acorde con el sueño de la maltraída modernidad.
O los medios generan las condiciones para facilitar y promover el debate de todos los sectores sociales y políticos de manera justa y equitativa, o llegará el momento que la comunidad política tendrá que se hacerse cargo para enfrentar un problema que es de todos, no sólo de interés de los dueños de los medios. La franja gratuita es un buen comienzo. Estaría bien profundizar en ese sentido y evaluar la obligatoriedad de debates en radio y TV, así como hacerse cargo de una oportuna discusión sobre políticas comunicacionales en el país. En sentido amplio, este fue un debate castrado desde hace mucho, desde los primeros años de la transición.
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Juez Fernández: las buenas intenciones no bastan
*Esta columna fue escrita junto a Cristián Rodríguez Programa de Doctorado, Psicología y Comportamiento Social Universidad de California-Irvine.
Se ha hecho conocido el caso de Luis Fernández, juez suplente del poder judicial, que sin tener habilitación legal para ello, autorizó cambiar el nombre y sexo a un niño de 5 años para que pasara a ser conocido como niña ante la ley y la sociedad. Para muchos el actuar de Fernández es una conducta ejemplar. Pero las buenas intenciones no bastan para considerar que su actuar fue correcto. Su defensa se basa en afirmar que actuó conforme a la ley, luego de haber leído y estudiado el tema. Nos permitimos cuestionar esta afirmación.
El juez Fernández ignora la diferencia conceptual entre identidad de género y sexo, que no son sinónimos ni para la ley ni para otras disciplinas. Sin embargo, él las confunde, cambiando el sexo como si estuviera determinado por la identidad de género.
Por cierto, haber negado la solicitud no implicaría desconocer que esta experiencia es emocionalmente desgastante para el niño y la familia. Pero habría sido la correcta en atención a nuestra ley y a la prudencia, a la luz de la evidencia que Fernández desconoció, aún si tal vez con la mejor de las intenciones.
Vamos al fondo de esta discusión. Las consideraciones del juez no exploran la investigación y datos existentes en esta materia. Si las hubiera tenido a la vista jamás habría afirmado que su convicción de identidad era “permanente”, como de hecho lo hizo. Tal conclusión no figura en los informes aportados pues es imposible de determinar. Un estudio acabado del tema –como el que ha realizado el legislador– lo habría llevado a confrontar el conocimiento que, en 8 de 10 casos, los “niños trans” desisten de su convicción. La evidencia recopilada por investigadores, como Ken Zucker o Ray Blanchard, afirma lo anterior, mostrando que entre el 80 y 95% de los niños que manifiestan incongruencia entre su sexo biológico y su identidad de género –que en sí ya son un número bajísimo– superan la misma antes del término de su pubertad. En otras palabras, la prevalencia de la condición es baja y generalmente transitoria.
Asimismo, sabría que no hay un claro consenso ni una sola definición de tratamiento para “ayudar” al niño. Dado que la disforia de género infantil suele tener varias comorbilidades psicológicas y endocrinológicas, los especialistas recomiendan un trabajo interdisciplinario a distintos niveles: endocrinológico, psicoterapéutico y psicoeducativo. Las posturas de espera vigilante (watchful waiting, Ehrensaft, 2017) sugieren retrasar cualquier cambio violento a nivel hormonal y social que puedan eventualmente comprometer irremediablemente al niño y su familia. En cambio, el juez tomó la posición más radical, de tratar legalmente al niño como niña, y forzar que así sea por el resto, lo que interviene directamente en su proceso de desarrollo, dificultando su probable desistimiento de esa convicción. Una opción que a la larga puede generarle más perjuicio que los supuestos beneficios.
Nuestras palabras no buscan juzgar a los padres y el entorno del niño, que sin duda actúan buscando el bien de su hijo, ante un confuso escenario. Pero sí criticamos el actuar de un juez que decide seguir sus intuiciones antes que la ley y la evidencia. En base a ello, tal vez la posición más valiosa y acogedora, no exenta de dificultad emocional, es precisamente acompañar y esperar, resguardando las condiciones para que los niños se desarrollen y alcancen una cabal comprensión de sí mismos.
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June 21, 2017
El peso de la noche
FUE UNA sorpresa que los diputados del PC votaran divididos respecto del acuerdo de la Cámara de respaldar las gestiones para lograr la extradición desde México del exfrentista Raúl Escobar Poblete, uno de los autores materiales del asesinato de Jaime Guzmán en 1991. Carmona, Cariola y Vallejo apoyaron el acuerdo, Gutiérrez dio una explicación leguleya para votar en contra, mientras que Teillier y Núñez no estuvieron presentes.
Sobre el crimen de Guzmán, Teillier sostuvo: “Esto es consecuencia de lo que pasó en Chile el año 73, cosa que no podemos olvidar (…) Todos estos son daños colaterales”. Es la voz más autorizada para hablar de esa clase de daños. Entrevistado por La Tercera en marzo de 2013, reconoció la paternidad comunista sobre el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y contó que él había sido el jefe militar del PC, supervisor de las acciones del FPMR, encargado del desembarco de armas en Carrizal Bajo y responsable partidario de autorizar el atentado a Pinochet.
¿Por qué hizo tales revelaciones? Al parecer, para demostrar que fue acertada la “política de rebelión popular” de su partido, y ganar así autoridad ante los dirigentes juveniles. Respecto de las operaciones llevadas a cabo por el FPMR, afirmó entonces: “Lo que pasa es que acciones de este tipo traen consecuencias, hay pérdidas de vidas, riesgos, los que estaban metidos en eso sabían en lo que estaban”. En efecto, “los que estaban metidos en eso” arriesgaron el pellejo, dispuestos a morir y a matar, mientras los estrategas estudiaban los mapas.
En 1986, los dirigentes del PC imaginaron una solución parecida a la nicaragüense (la toma del poder por un ejército popular y la instalación de un régimen revolucionario). Pero el movimiento antidictatorial avanzó por un cauce muy distinto: pacífico, a cara descubierta, buscando poner fin a la cultura de la muerte. El FPMR terminó dividiéndose en 1987, lo que significó que el PC perdiera el control del aparato militar creado con el apoyo de Fidel Castro. El grupo que optó por la autonomía acusó al PC de no cumplir su palabra de considerar la salida de Pinochet solo como el primer paso de la “guerra patriótica”.
Teillier admitió en 2013 que “al Frente le mataron mucha gente”. Así es, muchos jóvenes comunistas perdieron la vida en una lucha sin destino. Fue insensato el plan de desafiar a las FF.AA. en el terreno de las armas, y el balance simplemente desastroso. No debilitó a la dictadura, sino que le dio nuevos pretextos para reprimir. La herencia incluye que no pocos frentistas se dedicaron al bandolerismo, como es el caso de Escobar Poblete.
El asesinato de Guzmán se produjo cuando la transición democrática todavía no se consolidaba. Además de un acto vil, fue un intento desquiciado por hundir los esfuerzos del gobierno del Presidente Aylwin por asegurar que los chilenos pudiéramos vivir en libertad. En esos días, los militaristas de derecha y los militaristas de izquierda intentaron ahogar la democracia que nacía. Afortunadamente fracasaron, para bien de Chile.
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Latinoamérica en TV
SI PENSAMOS que en América Latina mueren asesinadas 144 mil personas al año, a un promedio de cuatro cada 15 minutos, era cosa de tiempo que Netflix pusiera el ojo en este territorio desgarrado por el narcotráfico, la corrupción política y las luchas territoriales entre pandillas. Desde Narcos, la estupenda serie sobre Pablo Escobar, el canal ha fortalecido su apuesta latinoamericana y hoy podemos ver series de gran factura, donde la acción y el suspenso se cruzan con el drama social.
La semana pasada se estrenó El Chapo, inspirada en el líder del cartel de Sinaloa. La serie arranca cuando Joaquín Guzmán Loera forma parte de la segunda división de un cartel y anhela convertirse en “patrón”. Pero sus jefes no lo ascienden, a pesar de que logra que la organización gane mucho dinero a través de un trato con Pablo Escobar. La acumulación de pequeñas humillaciones lo llevarían a forjarse un camino propio, saltándose ciertos protocolos que lo enemistaron de entrada con otros carteles.
El aspecto más sobresaliente de la serie es el vínculo entre narcotráfico y política. Es cierto que está en segundo plano, tras las persecuciones y matanzas, pero es lo suficientemente explícito como para hacerse una idea de la degradación que el tráfico de drogas provoca en las instituciones. Cuando asume Salinas de Gortari (no sale su nombre, pero la caracterización es idéntica) se hace evidente el carácter negociador del gobierno, que no quiere “desmadres”, y para eso mete en la cárcel al capo de capos. La idea es que éste, gracias a su influencia, mantenga calmadas las aguas. Así todos ganan. Y es ahí donde el Chapo, a esas alturas con bastante más poder, entra en guerra con otros grupos por hacerse de un mayor control de la cocaína.
Si en El Chapo se aprecia cómo un conflicto social sube hasta las más altas esferas, El marginal muestra la corrupción de la justicia en un nivel más pequeño, a ras de suelo, en la Argentina actual. El protagonista es un expolicía que está preso en la Patagonia y acepta infiltrarse en un penal de Buenos Aires, para averiguar quién secuestró a la hija de un juez corrupto. A cambio, recibirá su libertad.
El alcaide es un personaje soberbio, divertido, al que no le preocupa en lo más mínimo la reinserción social, los derechos humanos y “todas esas pavadas de ahora”, y solo aspira a que el recinto se mantenga sin muertos. Entonces aparece el otro gran tema de la serie: la lucha entre dos pandillas, los Borges y la Sub 21, por el control del penal.
La serie en el fondo reproduce la realidad de la “villa”, la tierra del más fuerte y del más vivo. El hacinamiento es ley y la violencia, un mecanismo de subsistencia. Igual que en las poblaciones o las favelas. De hecho, según una estadística del Banco Interamericano del Desarrollo, el 50% de los homicidios en Latinoamérica se producen en el 1,6% de sus calles. Una muestra elocuente de los efectos de la segregación urbana y de que la delincuencia no es únicamente un problema de seguridad. En último término, es la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
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Goic vs. Guillier
HAN LLAMADO la atención las disputas recientes entre las candidaturas que cohabitaron en la Concertación y en la Nueva Mayoría (NM). Aunque problemas de poder menores pueden explicar parcialmente estas confrontaciones ellas responden a evaluaciones distintas de los 20 años de Concertación y de las reformas de la Presidenta Bachelet.
Alejando Guillier tomó el compromiso de continuar y profundizar los cambios iniciados por Bachelet, lo que implica que más allá de valorar lo realizado por la Concertación se asume una postura crítica frente a excesos de la política de acuerdos, la mantención de una educación cuya calidad dependía del poder adquisitivo, la aceptación del sistema AFP como columna vertebral del sistema de pensiones entre otras políticas. No se trata de un continuismo ciego o que no asuma los graves problemas que ha enfrentado el proceso reformista. Son claros los nuevos énfasis. En educación privilegiar el fortalecimiento de la educación pública, el rol protagónico de los profesores, el rechazo a una comprensión de la educación como centrada en la formación de “recursos humanos”. Releva también la apuesta a favor de una democracia representativa que se complementa con mecanismos de democracia participativa. Se enfatiza la necesidad de priorizar la transición a una economía del conocimiento, que valora al trabajador como fuente fundamental de ventajas competitivas, sin desvalorizar el aporte empresarial.
Prioriza la recuperación la capacidad de crecimiento, sin poner en cuestión los equilibrios macroeconómicos, pero entendiendo que ellos se viabilizan cuando con el crecimiento sustentable. De ahí la decisión de elevar la inversión en infraestructura hasta 4 puntos del PIB. Al contrario de la visión timorata que impera hay un claro reconocimiento del rol rector del Estado en el desarrollo económico. Y en este contexto, la apuesta para continuar en la construcción de una sociedad que reconozca los derechos sociales universales.
¿Qué representa en cambio la candidatura de Goic? Carolina Goic ha acusado a Alejandro Guillier de izquierdizarse y de que ese ha sido la gran falla de la presente administración. Pese a la presencia en la DC de fuerzas políticas que coinciden con los planteamientos de Guillier, Goic se ha ido deslizando hasta representar una parte sustancial de la tecnocracia concertacionista que corporizó la toma de decisiones en el contexto del pacto social representado por la Concertación y marcado por la fuerte incidencia de los herederos de la dictadura que sustituían su menor fuerza electoral por su poder económico y por los amarres constitucionales heredado por la dictadura. Estos sectores, fueron protagonistas del tránsito desde posiciones gubernamentales hacia puestos en el sector privado para volver luego a los diferentes gobiernos acostumbrándose a un sistema del cual buena parte de la población se fue alejando.
Representantes de estos sectores se constituyeron en los principales críticos de las reformas. El problema de la DC hoy es cómo volver a representar a sus bases partidarias que poco tienen que ver con los sectores tecnócratas indicados. Ello es clave para que Goic empiece a marcar.
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No todos pueden ser Macron
Luego de las elecciones francesas del mes de mayo, en nuestro país “todos quieren ser Macron”.
No es sorpresa que distintos políticos envidien la juventud, el dinamismo y la imagen del nuevo mandatario francés. Pero muchos olvidan que aquello no basta para ganar una elección y hacer un buen gobierno.
La semana pasada, Alejandro Guillier expresó -en una hábil demostración de oportunismo político- que “por lejos” habría votado por Macron, argumentando que el mundo está cambiando muy rápido. No tengo por qué dudar de que el candidato de la Nueva Mayoría, de tener derecho a voto en Francia, lo habría hecho; sin embargo, a juzgar por las pocas ideas que ha Guillier le conocemos, tengo la certeza de que Macron jamás votaría por él en Chile.
Comparemos: Macron propuso, como eje de su campaña, reducir drásticamente el gasto público, incluyendo el despido de más de cien mil operadores del Estado y Guillier ha apoyado todas las políticas económicas de un gobierno que está terminando con alto déficit fiscal y la deuda pública más alta de los últimos veinte años, y que además ha contratado más y más personal para su deficiente administración sin que jamás hayamos escuchado reclamo alguno.
Mientras Macron propone rebajar el impuesto a las empresas para fomentar la inversión y dinamizar la economía, Guillier defendió el alza de impuestos a las mismas y no está dispuesto siquiera a estudiar una rebaja tributaria.
Macron postula reducir el número de parlamentarios en un tercio, y Guillier promovió, exigió y votó a favor del aumento de legisladores en Chile.
Mientras Macron promueve la “autonomía de los centros escolares y universitarios”, Guillier cree en “profundizar la Reforma Educacional” de este gobierno, aquella que hace precisamente lo contrario.
Mientras Macron busca flexibilizar el mercado laboral para que los trabajadores, por ejemplo, puedan adaptar su jornada al interior de sus empresas, Guillier no solo suscribió una reforma laboral que hace lo opuesto sino que además promueve la negociación colectiva por ramas, lo que afecta directamente la autonomía de las medianas y pequeñas empresas.
A lo mejor Guillier nos sorprenderá y todo lo que ha dicho y que se contrapone al ideario de Macron, lo va a cambiar, y quizás precisamente por esto manifestó que votaría por el líder galo. No sería la primera vez. En lo que el rector Carlos Peña denominó la “sencillez” de su discurso, Guillier nos tiene acostumbrados a terminar con inconsistencias y volteretas en temas fundamentales. Por ejemplo, en 2014, dijo ser partidario de eliminar las AFP por “inconstitucionales”; en marzo de este año declaró que eliminar el sistema privado previsional “no se encuentra en ninguna de mis propuestas”, y finalmente, en su programa, plantea “transformaciones profundas a la estructura de pensiones en Chile”. ¿Qué hará finalmente? No sabemos.
En el mismo programa, planteaba como política económica la fijación del tipo de cambio, a los pocos días se desdijo y explicó que fue un error de tipeo. No tengo por qué dudar de dicha versión, pero legítimamente me pregunto: ¿cuántas nuevas incoherencias y cuántos nuevos errores de tipeo cabe esperar en sus propuestas y, lo que es peor, en los proyectos de ley de un eventual gobierno suyo?
Chile no necesita más vueltas de carnero ni improvisaciones, para eso hemos tenido suficiente en estos últimos cuatro años; por el contrario, requiere un liderazgo con ideas claras, metas precisas y convicciones profundas sobre qué cosas hacer y cómo hacerlas.
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