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Álvaro Bisama's Blog, page 120

July 28, 2017

Conversando la clasificación de riesgo

En 2012 Standard and Poor´s (S&P) mejoró nuestra clasificación de riesgo desde A+ a AA-. Sin duda una gran noticia. Tanto que un amigo extranjero, experto en estos temas, me llamo para felicitarme.


-Imagino que deben estar felices: ¡tienen la mejor clasificación del mundo emergente!


– Obvio. No solo le baja el costo financiero al Estado, sino que a toda la economía. Debo confesarte, eso sí, que yo pensaba que la nota podía ser mucho mejor.


-No seas agrandado, si ustedes lo han hecho bien, pero siguen siendo un país de ingreso medio.


– ¿Y qué tiene que ver? La clasificación de riesgo no es un test de desarrollo, sino que del riesgo de no pago de una deuda. ¿O me vas a decir que una persona de altos ingresos, pero ultra endeudada es menos riesgosa que una de menores ingresos, pero con poca deuda?


– Tienes razón.


-Bueno, para un país es lo mismo. Y resulta que Chile tiene bajísimos niveles de deuda. Es más, si consideras los ahorros del fisco, somos de los pocos en el mundo con una posición acreedora neta.


-Ok, pero ¿quién me dice que eso seguirá así?


-Nuestra regla fiscal, le respondí.


-No te entiendo.


– Lo que pasa es que Chile sigue una regla en la que el gasto del fisco no viene dado por sus ingresos corrientes, sino que por sus ingresos estructurales que dependen del crecimiento y del precio del cobre de largo plazo.


– ¿Y la idea es que ingresos y gastos fiscales estén equilibrados en el largo plazo?


-Exacto….


-Qué maravilla. Ojalá tuviéramos algo parecido en mi país.


– Fíjate que además este sencillo principio tiene propiedades bien importantes. Por ejemplo, como la deuda no es un ingreso estructural, se le pone un freno natural al endeudamiento como fuente de financiamiento permanente del gasto, uno de los problemas que vemos en otras economías.


-Te sigo…


-Es más, con esta regla, el país ahorra en sus fondos soberanos en los periodos de boom y puede aumentar transitoriamente su deuda o sacar plata de estos ahorros para financiar parte del gasto en los ciclos malos. Como los ciclos tienden a compensarse, nuestro endeudamiento neto siempre será bajo. Ergo, nuestra clasificación de riesgo debiera ser mejor que el AA- que nos acaban de dar. ¿Ahora ves mi punto?


-Creo que tienes razón, acabó por reconocer mi amigo.


En momentos en que el mismo S&P acaba de rebajar nuestra clasificación, me doy cuenta que a mi amigo le faltó hacer la pregunta del millón: ¿Qué garantiza que la regla fiscal se cumpla?


Nada demasiado robusto. El gobierno de turno es quien fija la meta estructural para su periodo y además no está obligado a cumplirla.


Luego de que el gobierno anterior redujera el déficit estructural desde 3,1% a 0,5% del PIB, el actual declaró que lo llevaría al equilibrio. Pero cerraremos con un déficit estructural de 1,7% del PIB. Se gastó mucho más de lo sostenible y se comprometieron gastos futuros que limitarán al próximo gobierno.


Por lo mismo, no es de extrañar que la deuda haya crecido mucho más de lo que natural y transitoriamente debía ocurrir si se hubiera apuntado al equilibrio fiscal estructural. Cuatro años de mediocre crecimiento al 1,8% completan la historia. Una combinación que, a juzgar por su decisión, S&P no ve como pasajera.


El llamado es claro: retomar el crecimiento de largo plazo, pero también a la urgente necesidad de reforzar la credibilidad de nuestra regla fiscal.


 


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Published on July 28, 2017 23:30

Por un Chile justo: un partido cristiano de vanguardia

Con este mismo título, hace cinco años, escribí un documento destinado a la Junta Nacional de la Democracia Cristiana. Eran otros tiempos, pero la vigencia del mensaje se mantiene inalterable.


Hoy como ayer, se trata de convertir este evento partidario en una instancia de reflexión política responsable. Responsable con Chile. Responsable con nuestra inspiración cristiana. Responsable con nuestra vocación democrática. Responsable con nuestra orientación de vanguardia, destinada a transformar a Chile en una sociedad justa, solidaria e igualitaria.


Es cierto que esta Junta Nacional se reúne para designar nuestros candidatos al Parlamento. Así lo dice la convocatoria. También es cierto que con la designación unánime de nuestra camarada Carolina Goic como candidata a la elección del 19 de noviembre, sin participar en las primarias de la Nueva Mayoría, el Partido ya decidió su línea sobre la elección presidencial. Pero, como tantas veces en nuestra historia partidaria, esta Junta Nacional tiene una enorme responsabilidad, que la obliga a ir más allá del ámbito electoral. La situación es más seria de lo que parece, porque el Partido debe definir cuál es su papel en la marcha del país y los pasos para cumplirlo.


Hay que fijar nuestro Norte estratégico y decidir el camino para alcanzarlo.


En esa perspectiva, el desafío político que enfrenta la Democracia Cristiana en la hora actual es hacer compatible su pertenencia en la Nueva Mayoría como partido de gobierno y su postulación separada a la Presidencia de la República y al Congreso Nacional. Que compitan electoralmente los aliados de gobierno es normal en los regímenes parlamentarios, como ocurre en estos mismos meses en Alemania, pero es inusual en regímenes presidenciales como el nuestro. Por eso, la situación que vivimos es difícil. Porque no tiene precedentes, al menos desde 1990. De ahí los constantes roces dentro de la coalición y las dificultades en las relaciones entre los partidos y el gobierno. De ahí la atmósfera de vivir en peligro y los vaticinios apocalípticos sobre lo que se avecina.


Entonces, tenemos que afrontar descarnadamente la interrogante política que esta situación presenta: ¿Es compatible fortalecer nuestra identidad con mantener una coalición de gobierno con las fuerzas de izquierda? Algunos camaradas y diversos analistas han cuestionado esta posibilidad, destacando m


Más lo que nos divide que lo que nos une. Y para ello se recurre a cuestiones doctrinarias aparentemente insalvables. Estoy en desacuerdo con esas visiones. Justamente basados en nuestra identidad, debemos perseverar en mantener una coalición con las fuerzas de izquierda democrática, que incluye la permanencia en el gobierno de la Presidenta Bachelet hasta el fin de su gobierno y se extiende hacia el futuro.


Este problema, tan nítido como complejo, debiera abordarse en esta Junta Nacional. Porque este partido fue grande cuando éramos capaces de mezclar la teoría con la práctica. Cuando trasladábamos la solidez de nuestras convicciones y la profundidad de nuestras ideas hacia el devenir concreto de Chile. Cuando el debate político de la Junta Nacional era tan robusto como profundo y motivador. Por eso, hace medio siglo, la Democracia Cristiana ganó el corazón de los chilenos con la seriedad y consecuencia de sus militantes, así como por la claridad y decisión de sus dirigentes. Hoy día, siendo demasiados los indicios sobre la gravedad de la actual situación en que el Partido se encuentra, volver a cultivar tales virtudes se convierte en una necesidad y en un deber.


Estas líneas son una contribución para ese común afán partidario. Las escribo porque ningún militante puede restarse al debate que exige la actual situación política. En un punto crucial de nuestra vida partidaria, hay que decir lo que se piensa; fraternalmente, pero con claridad y franqueza. Lo hago con el mero título de mis 51 años de militancia, solo interrumpidos por el mandato de la ley mientras me desempeñé como Ministro del Tribunal Constitucional. Hablo después de tantas batallas políticas, libradas como simple militante o en altas responsabilidades públicas, pero siempre con el corazón demócratacristiano bien puesto.


Volvamos a nuestro desafío, afrontando el dilema sin tapujos: ¿Por qué es compatible el reforzamiento de nuestra identidad partidaria con la permanencia de una coalición de centroizquierda? Por dos fundamentos fundamentales. Uno doctrinario y otro político.

El fundamento doctrinario: La raíz humanista-cristiana

Hace exactamente 60 años se fundó el Partido Demócrata Cristiano de Chile. Su declaración de principios de entonces se inicia afirmando que la nueva colectividad “lucha por la realización de una verdadera cristiandad, cuyas posibilidades históricas surgen de la crisis de la civilización moderna”, agregando: “El Partido Demócrata Cristiano aspira a la restauración de los valores humanos y como una conciencia de ello, afirma su vocación popular en orden a liberar a los trabajadores de la injusticia”. Más adelante, la Declaración agrega: “El Partido Demócrata Cristiano afirma que el poder económico no debe descansar ni en los individuos particulares, formado dentro de una filosofía que eleva sus apetitos de ganancia a regla suprema del orden social, ni tampoco de un Estado monopolista.” ¡Son palabras de 1957!


Si nos trasladamos en el tiempo estos principios se han visto reproducidos en el año 2013, en palabras del Papa Francisco, en el punto 55 de la Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium” (“Sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual”): “Hemos creados nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”


La Democracia Cristiana, por lo tanto, no nació para mantener el orden injusto, ni para proteger injusticias ni desigualdades. Nació para estar al lado de los pobres, de los que “tienen hambre y sed de justicia”, que describe el sermón de la montaña. Porque la inspiración cristiana no es un adorno declarativo para nosotros. El cristianismo es la base de nuestra voluntad de servicio, sirviendo al prójimo desde la política. Es la base de nuestra concepción de la dignidad de la persona, del bien común, de la solidaridad, de la participación, como pilares de toda sociedad humanista.


Porque somos cristianos y demócratas queremos cambiar la sociedad, para que sea más libre y más justa. Y eso, además, en su sentido cabal, se llama revolución. Por eso llamamos “Revolución en Libertad” a la gran transformación que hace medio siglo iniciamos en Chile con nuestro líder Eduardo Frei Montalva. Porque somos cristianos y demócratas tenemos la madurez y la vitalidad para cuidar lo bueno, erradicar lo malo y construir lo nuevo. Porque somos cristianos y demócratas tenemos la capacidad para ofrecer a Chile un camino claro para una sociedad justa. Porque somos cristianos y demócratas tenemos la capacidad y la ausencia de complejos para confluir con otras fuerzas en alianzas políticas o pactos electorales. Ser cristiano y demócrata es lo opuesto al dogmatismo y a la intolerancia.


Tenemos el deber de luchar por una sociedad más cristiana. Porque una sociedad más cristiana es aquella que permite a cada persona ser libre radicalmente, viviendo en comunidad con todas las ideas. Por eso es que el cristianismo y el pluralismo van de la mano.

Por lo tanto, entonces, es natural que la Democracia Cristiana busque acuerdos y alianzas con los que desde otras perspectivas doctrinarias, ideológicas y religiosas, busquen también mejorar la vida de la gente, luchen por la igualdad y la solidaridad entre los seres humanos y quieran empujar y conducir a la sociedad hacia la convivencia libre y pacífica.


El fundamento político. La estabilidad democrática

La identidad demócrata cristiana es también su vocación democrática. Somos un Partido que lucha por la democracia. Esa tradición, con la que nacimos a la política de Chile, la hemos practicado en momentos muy difíciles de nuestra Patria, a pesar de los ataques, incomprensiones e ingratitudes. Pero los chilenos, nuestro pueblo, han sabido comprender nuestros esfuerzos y valorar nuestra consecuencia con los principios democráticos. Esa es nuestra gran recompensa y nuestro gran aliciente.


Pero la lucha por la democracia no sólo tiene lugar cuando ella desaparece o es pisoteada. La lucha por la democracia es permanente. La democracia siempre es perfectible pues proviene de la libertad de la persona, que es infinita. Entonces, siempre es posible corregir o perfeccionar la democracia. Y de eso se trata una de las principales tareas en Chile, a pesar de todo lo avanzado. Hoy nuestra democracia se encuentra bajo cuestionamientos, por sus falencias e imperfecciones. Y por eso es imprescindible construir alianzas sólidas para dar gobernabilidad, así como para aprobar reformas indispensables para que el sistema político atienda a las dinámicas de la sociedad. La democracia exige estabilidad política y esa condición proviene de mayorías estables.


Por eso es compatible la identidad partidaria y una coalición con la izquierda. Porque ser demócrata en Chile es dar gobierno con estabilidad. Y no existen alternativas de alianzas para ese propósito, que sean coherentes con una visión transformadora de la política, la sociedad y la economía. Es cierto que hemos tenido dificultades en el marco de la Nueva Mayoría, por sus diferencias programáticas, pero a la hora de las grandes definiciones, el respaldo mayoritario de sus partidos ha estado presente. Entonces, preguntémonos de nuevo: ¿Es posible pensr en otra coalición para dar estabilidad a la democracia chilena, en el marco de nuestros fundamentos doctrinarios ya expuestos? Con los pies sobre la tierra, la respuesta es negativa.


Agreguemos aquí otro elemento tan claro en su esencia como polémico en su apariencia: La falsa dicotomía entre derecha e izquierda en la que se trata de involucrar a la Democracia Cristiana.

En esto seamos muy claros. Como ya lo dijo nuestro Radomiro Tomic en la alborada de nuestra nueva democracia en 1989 en una Junta Nacional del partido: La democracia cristiana no es de derecha, de izquierda ni menos de centro, es una fuerza de vanguardia. Y agreguemos con Frei Montalva: Somos una fuerza nacional y popular. Eso significa la flecha roja por sobre dos franjas.


Estamos por sobre las derechas y las izquierdas. No estamos en “el centro” o entremedio. Estamos adelante, a la vanguardia, por la justicia, la libertad y la paz. Estamos por esos valores pues nos inspira el cristianismo.


Desde esa posición, la Democracia Cristiana ha contribuido, aliada con la izquierda, a una redemocratización ejemplar de Chile desde 1990. Así fue nuestra participación en los gobiernos conducidos por Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos Y Michelle Bachelet en su primer período. Y después de democratizar el país, de reconciliarlo y desarrollarlo y de reinsertarlo con dignidad entre las naciones de la tierra, nuestro partido ha sido parte de los esfuerzos para afrontar las grandes reformas estructurales que nuestro propio éxito político nos demandó. Esa ha sido la gran tarea de estos últimos años bajo la Presidenta Bachelet. Y esa es la gran obra que debe ser continuada en los próximos gobiernos.


Por lo tanto, es muy serio el desafío de seguir gobernando Chile. Está claro que el mero crecimiento económico con desigualdad social es un modelo de desarrollo injusto y materialista, que ya el Papa Benedicto XVI describió a los jóvenes del Mundo reunidos en Australia hace casi tres años con palabras muy claras: “En muchas de nuestras sociedades, junto con la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación” (Homilía en la Clausura de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, Sidney, Australia, 20.VII. 2008).


La mezcla entre crecimiento económico y aumento de la desigualdad social es una bomba política. Primero, produce la apatía frente al sistema; después sigue el descontento; y, a éste, sigue la resistencia, terminando todo en el populismo. Tal es una evolución que puede amenazar a Chile. Y muchos son los signos que la anuncian, para no tomarlos en serio y discutir con grandeza cómo afrontarlos.


Chile, especialmente los jóvenes y los pobres, está exigiendo una respuesta y un camino hacia adelante.


Esa es la situación en que vivimos y ahí está el desafío que nos espera. La Junta Nacional del Partido debe hacerse cargo de esta situación con crudeza y realismo. Debe ir al fondo del problema y acordar lo que debe hacerse para contribuir a enfrentarlo. Lo exige la Patria, lo exigen los pobres de Chile. Lo exige nuestra honrosa tradición de servicio a la justicia y a la libertad.


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Published on July 28, 2017 23:28

Las Viejas Canasteras

Hace algunos años, el gran Alberto Fuguet protagonizó una épica discusión con el sector más conservador y palurdo de la crítica de espectáculos nacional. ¿El tema? Una muy mala película llamada “El profesor de Música”. Fuguet tuvo la deliciosa desfachatez de definirla como una cinta “para viejas canasteras” y ardió Troya.


Pues bien, sin afán de volver a utilizar como metáfora a tan distinguidas cortesanas, creo imperioso volver a dicha imagen para graficar algo que, me parece, ensucia hace rato el recto análisis de nuestra prensa deportiva. Hay que ser muy chismoso o, lo que es peor, muy ignorante en materia profesional y futbolística si, para analizar el trabajo de algún entrenador, para calificarlo de bueno o malo, se utilizan -otra vez y no es la primera- conceptos tan infantiles como si el tipo es “pesado” o “simpático”. Todo esto, claro, a partir del intento de fusilamiento a Pablo Guede tras las sospechosas y destempladas declaraciones del exonerado Mark González. ¿Qué tipo de conventilleo miserable es ese? ¿Qué conversación propia de una mala junta de vecinos? ¿A quién le puede importar la personalidad de un profesional por encima de su talento o capacidad de trabajo?


¿Entrena bien Guede? ¿Tiene métodos novedosos? ¿Trabaja muchas horas? ¿Hace que su equipo juegue bien? ¿Es un aporte? Esas son las preguntas que debiera hacerse una persona seria. Si es bonito, feo, agrandado o tímido obviamente da lo mismo. No es parte de una discusión normal. Si no, se corre el riesgo de hacer otra vez el ridículo, como ya lo hizo buena parte del medio local con Riera, con Jozic, con Pellegrini, con Bielsa, con Sampaoli. Con los mejores, casualmente. Y ojo que no comparo a Guede con ellos. Está a años luz. Lo que comparo son las formas. El tipo de razonamiento, tan torpe. El nivel pueblerino del diagnóstico.

¿Así de bruto y mala leche es nuestro gremio que lo más definitorio de Riera y Pellegrini pasó a ser su carácter de “cuicos” o que “peleaban con la prensa”? ¿Tan poco sabemos de fútbol que se llegó a decir que Jozic no aportaba nada porque le “exigía demasiado al equipo”? ¿O que Bielsa era un error de la ANFP porque era muy “obsesivo” y “no daba entrevistas ni dejaba entrar a Pinto Durán”? Así fue pues ¿o no se acuerda? Sigo: ¿tan vacas somos todos que lo más importante para definir a Sampaoli pasó a ser que “siempre quería más plata” o supuestamente “reventaba a los jugadores con su exceso de entrenamientos”? Por Dios. Y ahora la “arrogancia” de Guede.


No puede ser que nos pase siempre lo mismo. Es triste, alarmante, demostrativo. Para algunos cosas seguimos siendo muy básicos ¿Están buscando un yerno, un amigo, un mejor compañero? Ya sé lo que me va a decir: que parte de las materias importantes de todo “profesor” es el manejo grupal. Cierto. ¿Y no lo tenía Riera cuando echó al Cuacuá? ¿No lo tenía Jozic cuando limpió el plantel de los más flojos? ¿No lo tenía Bielsa cuando sacó a Sanhueza y retó a Vidal o Isla hasta que aprendieron? ¿No lo tienen todos los que te obligan a ser mejor? Esa parte de la pega de cualquier jefe: corregir, enseñar y prescindir de los que considera más débiles dentro del grupo. Esas también son habilidades “blandas”. Hay que pulir, elegir, seleccionar. El deporte de elite es de altísima competencia. Y los que no den el ancho, como ha pasado ahora en Colo Colo, se irán enojados. Ley de la vida.


Habla mal de nosotros seguir instalados en niveles de excelencia donde se prefiere al “profe” comprensivo y bonachón que al estricto e implacable. O el chilenito, porque es de la tribu, que al extranjero “vende humo”. Hasta cuándo. No podemos seguir siendo tan aficionados, simplones e insustanciales en un mundo que hace rato es terreno exclusivo de los más exigentes. No podemos seguir preocupados, como primera derivada, de puras payasadas. ¿Es pesado Guede? ¿Bipolar? No sabemos, pero da lo mismo.


Preocupémonos cuando el equipo juegue de verdad mal, sean titulares los que trotan o no exista el protagonismo que pide la historia alba. ¿El resto? Maní.


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Published on July 28, 2017 23:25

Berlín para todos

Para quien no conoce Berlín, ni tampoco planea ir, estas crónicas de Fabio Morábito pueden llegar a ser la mejor guía que se ha escrito acerca de la capital alemana. Para quien, por el contrario, ha vivido en Berlín (es mi caso), las divagaciones berlinesas de Morábito provocan admiración, sorpresa y envidia. Tras haber recibido una beca cuyo propósito era darle la tranquilidad y la holgura necesarias para terminar de escribir un libro de cuentos, el italiano arribó a Berlín muy bien dispuesto: chapurreaba algo de alemán, lo acompañaban su mujer y su hijo, y estaba feliz de abandonar por un rato Ciudad de México, que es donde reside. Sin embargo, no terminó el libro de cuentos durante su estadía. Pero a cambio, paseó, miró y recopiló material suficiente para armar También Berlín se olvida, un libro que cualquiera que escriba y que haya llegado becado a Berlín (fue mi caso) hubiese dado un dedo por escribir.


A punta de humor, profundidad y un tremendo poder de observación, Morábito nos revela un Berlín íntimo, un Berlín que, en buenas cuentas, ni siquiera los berlineses conocen demasiado bien. Sin valerse de los recursos clásicos con que un afuerino diserta acerca de lo ajeno, es decir, sin deslizar alusiones literarias, sin pisar por donde otros han pisado antes que él, sin siquiera leer los diarios, Morábito logra captar la esencia de su entorno con una facilidad inaudita. En su caso, lo anterior es algo más que una gracia: “Soy poco dado a esas amistades callejeras que suelen anudar las personas cuya rutina hace que se vean las caras todos los días. Si me saludan me apresuro a corresponder, pero casi nunca, por timidez, tomo la iniciativa, y sigo actuando como un perfecto desconocido mientras a mi alrededor cunden las conversaciones y florecen las bromas y la amistad”.


Cosas simples, como andar en el tren elevado que recorre la capital alemana, presenciar un ligero choque de autos, ir a comprar el pan al alba, o subirse a un bus de dos pisos, le son suficientes al autor para desencadenar una seguidilla de reflexiones memorables que por lo general cobran un valor antropológico impredecible. Hablando de los Kleingärten, que son unas casitas de muñeca con jardín en donde los berlineses toman vacaciones dentro de su propia ciudad, una suerte de “miniaturización de la naturaleza”, Morábito repara en que allí “el hombre puede sentirse un poco Dios, el gran Ortopédico que aporta incesantes correcciones e infinitos retoques a su obra, en un ejercicio de depuración interminable que ahora, después de los nazis, sabemos con qué facilidad, sobre todo si se hace detrás de un alambrado, es decir detrás de una férrea actitud mental, nos puede conducir directamente al infierno.


Otro ejemplo: en Berlín, ciudad relativamente amable en cuanto a número de habitantes, viven más de doscientos mil turcos, cuya presencia se nota por razones obvias en donde estén. No obstante, nadie ha captado tan bien el alma turca como este ocasional paseante italiano, y lo digo con cierta autoridad, puesto que por algún tiempo viví en Kreuzberg, un barrio bastante turco. Pues bien, a Morábito sólo le bastó caminar una tarde por uno de los lagos del sur de Berlín, Krumme Lanke, un lugar que en verano invita al nudismo, para registrar la presencia de un fauno turco que al mirar de soslayo a una walkiria desnuda entrada en carnes dejaba en evidencia esa maravillosa distancia existente entre Oriente y Occidente, distancia que a otros les ha tomado un tratado entero para intentar dejar en claro.


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Published on July 28, 2017 23:24

Cecilia y Violeta: incomparables

No les paraba la lengua. Cada vez que se encontraban en las radios de la época o en los sellos discográficos o en uno que otro show, siempre pasaba lo mismo. Que terminaban conversando largo rato, contándose las historias personales, riéndose, “tallando”. Cecilia recuerda que la única que se le cerró la garganta, que no le salió la voz, fue ese domingo de febrero de 1967. Violeta Parra le había metido un papelito debajo de la puerta invitándola a la Carpa de La Reina. Le dijo que la esperaba el domingo y que le tenía tres canciones que estaban pintadas para ella.


La nacida en Tomé se lamenta hasta hoy: ese día tenía otro compromiso, uno de tantos en la época en que era una de las cantantes chilenas más populares, y no fue a ver a la Violeta. Nunca pensó que la mujer que meses antes había estrenado Gracias a la Vida decidiría partir al otro mundo esa misma mañana y cuando le avisaron, poco antes de salir al escenario, apenas no se pudo la pena. Fue el día que peor cantó, recuerda, y ni siquiera tuvo ganas de ir al velorio o al funeral.


La mujer del Baño de Mar a Medianoche, la del pelo corto, pantalones con cierre adelante y besos de taquito, esa figura visionaria que ayudó a desterrar la idea de que la mujer era mero adorno en el mundo del espectáculo, vuelve este fin de semana en un show  de la Nueva Ola. Y su retorno pasa algunos días después de un masivo homenaje a Violeta Parra en Buenos Aires y en el contexto de muchas otras celebraciones por el centenario de su natalicio.


Cecilia es muy probable que cante sentadita y no más de ocho temas este domingo en el teatro de la calle San Diego, ya recuperada de esa crisis de salud que casi la manda al encuentro de su vieja amiga durante el 2016. Pero a diferencia de “la Viola”, como la menciona hoy, ella sabe que es una sobreviviente, con toda la cuota de olvido y por momentos de indiferencia que eso conlleva.


La historia es curiosa. La imagen de estas dos mujeres irrepetibles conversando sobre su vida, sus amores y canciones es algo que conmueve de solo imaginarlo. Y es muy significativo que esto se recuerde hoy, en este año, en estos tiempos en que las mujeres siguen peleando por igualdad en un mundo gobernado por hombres porque estas dos fueron adelantadas a su tiempo y quizás por eso se tenían buena y se caían bien y se piropeaban cada vez que podían. Porque eran severas y talentosas, porque no se andaban con medias tintas y porque sabían que lo suyo iba a trascender.


Cecilia dice que una de las que va a cantar este fin de semana es Gracias a la Vida, esa que grabó en 1970, cuando quería reinventarse y que inesperadamente marcó el comienzo de su declive artístico. La va a cantar con lo que le queda de voz, pero con lo que le sobra de emoción. Con el eco de un ímpetu escénico que fue además el rasgo común de las dos más trascendentes cantantes chilenas de la historia de la música popular.


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Published on July 28, 2017 22:40

July 27, 2017

Un Macron para Chile

La elección de Emmanuel Macron en Francia le ha dado nuevos aires a la economía europea. No sabemos cuál será el éxito de su gestión, pero su libertad de los estereotipos que han dividido a los franceses augura bien para el fortalecimiento del euro y de la Unión Europea en general. Lo refrescante de Macron es la dificultad que uno tiene de catalogarlo como de izquierda o de derecha. Viene del Partido Socialista francés, un partido apegado a los sindicatos y a la injerencia del Estado en la economía. Sin embargo, sus planteamientos, sin renunciar al rol del Estado de velar por los intereses de los ciudadanos, nos dan la esperanza que una economía excesivamente rígida finalmente va a superar las ideologías del pasado. No estamos en presencia de una figura equidistante de la izquierda y la derecha, sino de alguien que quiere superar esa dicotomía para llegar a una síntesis superior. Tomar de la izquierda el ideal de crecimiento con equidad; tomar de la derecha la importancia de la iniciativa individual para la creación de riqueza.


Nosotros nos enfrentamos a una elección presidencial dentro de pocos meses. Ojalá alguno de nuestros candidato(a)s sea capaz de articular una visión como la de Macron. Vale decir, que supere nuestra propia historia de desencuentros, que nos permita finalmente sobreponernos a los traumas del pasado, que algunos consideran legado de la dictadura militar, otros del “socialismo con gusto a empanada y vino tinto”.


¿A qué me refiero con esta reflexión? En primer lugar, a clarificar objetivos. Ellos son dos. Uno es recuperar la inversión y el crecimiento para hacer de Chile en el período más corto posible una sociedad económicamente desarrollada. El otro, que el crecimiento sea compartido por todos y que logremos instalar una igualdad real de oportunidades sin importar la cuna.


Luego vienen los medios. ¿Cómo lograremos esos excelsos objetivos que, creo, todos los chilenos podemos compartir? ¿Vale la pena enfrascarnos en disputas sempiternas sobre si el Estado o el mercado nos van a llevar a esa sociedad que añoramos? ¿O continuar debatiéndonos en la animadversión a los subsidios a la demanda por parte de unos o a la provisión pública por parte de otros? En estas materias debemos ser absolutamente pragmáticos. Con las capacidades reales del Estado (no las ideales o las que imaginamos) y las fortalezas y limitaciones que tienen nuestros mercados de verdad (no los que imaginamos en nuestros modelos teóricos), ¿qué nos conviene hoy? Si una política pública que utilice a los mercados nos acerca a nuestro ideal de sociedad, bienvenida sea ella. También necesitamos un Estado moderno y capaz de velar por el interés común.


Un Macron chileno será aquel político (o aquella política) que tenga la sabiduría y prudencia para dar el paso que el país necesita, que esté más allá de los traumas que nos han separado y que logre unirnos en pos de un país mejor.


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Published on July 27, 2017 23:30

Reforma y quiebre político

Hace 50 años, en un frío 28 de julio, se publicó en el Diario Oficial la ley N°16.640 de Reforma Agraria. Ya antes la Iglesia Católica había impulsado su propia reforma testimonial basada en la repartición de sus tierras. Es más, incluso ya se había legislado sobre el tema -para satisfacer exigencias de la Alianza para el Progreso- durante el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez. No obstante, el alcance de esta última legislación fue muy limitado, pero su implementación requirió el debilitamiento de los derechos de propiedad constitucionales que luego, bajo los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens, permitieron realizar un cambio radical en la tenencia de la tierra en Chile (Ibáñez y Lüders, 1983). La Reforma Agraria incitó así un profundo quiebre en las relaciones sociopolíticas del país.


Mucho se ha escrito sobre el tema desde 1967 y aún no existe una visión consensuada sobre las causas y consecuencias del proceso de Reforma Agraria. Recientemente han aparecido, entre otros, los libros de Moreno (2013), artífice de la Reforma Agraria bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva, Valdés y Foster (2016) y Avendaño (2017) y un artículo muy rico en información, de Cuesta y otros (CEP, 2017). Entre los escritos anteriores destacaremos acá solamente las obras de Jacques Chonchol, ejecutor de la reforma bajo el gobierno de Salvador Allende, de Rafael Moreno, y una descripción de la historia del proceso, de Garrido y otros (1988).

Simplificando el debate al máximo -por restricciones de espacio- es posible preguntarse, por un lado, si el proceso de reforma agraria en Chile se realizó para resolver un problema económico-social (la baja tasa de crecimiento de la producción agraria y la dependencia de los trabajadores del sector de sus patrones) o si lo que en el fondo se trató de hacer -en un país muy influenciado por la Guerra Fría- es redistribuir la riqueza para reducir significativamente el poder político de los grandes agricultores. Y por el otro lado, se cuestiona si esos mismos objetivos socioeconómicos no se podrían haber logrado -como opinamos- por medios que afectaran menos la producción agraria y que generaran también menos convulsión sociopolítica.


Tal como hoy en materia de educación, salud y pensiones, existía entonces un razonable acuerdo sobre los objetivos a lograr en materia agraria. Las diferencias, igual que en el presente, se dieron en el cómo lograrlos. Por motivos ideológicos y/o electorales se optó entonces por repartir tierras por la vía de expropiaciones prácticamente sin compensación, en vez de consensuar los cambios institucionales necesarios para un desarrollo agrario vigoroso y la creación de programas de desarrollo social bien focalizados. En términos socio-políticos la opción expropiatoria tomada resultó ser extraordinariamente costosa. ¿Aprendimos la lección? A veces pareciera que no.


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Published on July 27, 2017 23:25

Factor Ossandón

Después de casi un mes de las primarias presidenciales, el senador Ossandon aún no se reúne con el ganador de las mismas, Sebastián Piñera. El senador siente que es suficiente con hacerse a un lado y en cambio, en el entorno del expresidente, esperan de él un apoyo más explícito. Pero quizás la atención del piñerismo debería estar más en lo que representó el senador en la primaria y no en conseguir un apoyo de su persona por qué cómo lo dijo el mismo Ossandón, él no puede decirle a sus electores como votar en noviembre.


El senado por Santiago oriente logró una importante votación en las primarias, más allá de su tradicional fortaleza en Puente Alto ahora pudo demostrar que en las comunas populares que tenía una ventaja comparativa importante. El voto de derecha popular a lo largo del país se identificó en mayor proporción con su mensaje.


Tratar de insistir en que el senador por Santiago asuma un rol activo en la campaña, puede terminar siendo un autogol para la campaña de Sebastián Piñera. Primero porque por más que el precandidato Ossandón haya reconocido rápida e hidalgamente su derrota el pasado 2 de julio, en ese mismo instante con un cambio de actitud que empezaba a dejar atrás las reciclas y descalificaciones de los debates y de su franja televisiva para dar paso a su operación retorno, nadie podría creer que este giro fuera sincero sino tomaba distancia de convertirse ahora en un partidario férreo del candidato que hará ayer denostaba.


En segundo lugar, el regreso de Ossandón a RN fue un movimiento inteligente, porque al mismo tiempo que lo hace ver como políticamente ordenado en relación a su natural tentación por la confrontación, obligó a su partido a no poder hacer nada más que abrirle las puertas, y el declarar que se dedicará a apoyar a los candidatos a parlamentarios de RN le da un rol que lo libera de asumir cualquier otro en el comando presidencial. La señal es que vuelve a tomar control y a ganar amigos donde le importa y le servirá hacia el futuro de su partido.


La lección aprendida de Ossandón es evidente, le dolió mucho que su partido de toda la vida lo obligara en los hechos por su falta de apoyo a competir como independiente, es justo creer que si RN se hubiera cuadrado detrás de él sus resultados podrían haber sido aún mejores en las primarias. El no contar con una estructura a lo largo de Chile hizo que el candidato se diera cuenta de la importancia de las redes y lealtades que debía seguir acrecentando al interior de su partido.


Ossandón sigue trabajando para su campaña y no lo hará para otros, eso es un dato de la causa. Lo importante es que la campaña presidencial de Chile Vamos logre identificar y conectar con los electores de esa derecha popular que hace tiempo andan huérfanos e incómodos. No es extraño que si comparamos las mejores comunas de Franco Parisi el 2013 y el desempeño del senador en primarias, encontraremos una profunda similitud. Es este el verdadero desafío cómo hacer para que ese mundo que se siente ajeno a la derecha tradicional siente que es incorporado y valorado no solo en la propuestas, sino también en roles visibles dentro de la estructura de campaña.


El factor Ossandón debe ser entendido más allá de la persona del senador, esto será clave para diseñar como se amplía la base electoral de Chile Vamos en la elección presidencial pero más importante que esto, es ver cómo el referente de centroderecha demuestra su capacidad de apertura a sectores distintos de nuestra sociedad en la lógica de construir una mayoría inclusiva y no excluyente.


 


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Published on July 27, 2017 23:22

Inglés desde la primera infancia: una política pública que no debe esperar

Mucho se ha hablado últimamente de los descendidos niveles de inglés de los chilenos a la luz de las estadísticas o estándares internacionales, como los que genera la agrupación English First (EF). El foco ha estado puesto en “lo poco y mal que hablamos”, a lo que se suma la timidez propia de la idiosincrasia chilena, donde el grueso de la población no se atreve a hablar y practicar. Pero, sin necesidad de consultar a expertos en enseñanza del inglés, existe la creencia bastante extendida entre la población de que mientras antes se comience a aprender una lengua extranjera, más fácil y fluida será su adquisición. Es por eso que han proliferado los colegios y jardines infantiles que ofrecen esta opción como un “plus”, a pesar de que la enseñanza del inglés es de carácter obligatorio en el sistema público sólo desde  5° básico.


Un grupo de organizaciones ligadas a la enseñanza del inglés (fundaciones, universidades, institutos, representantes de colegios bilingües entre otros) acudió al llamado de nuestra organización—la cual  promueve la enseñanza del inglés desde los primeros años a través de su proyecto We Learn que se implementa en escuelas públicas ubicadas en localidades rurales a participar de una Mesa Interinstitucional de Trabajo cuyos integrantes analizaron y generaron propuestas para la enseñanza temprana del inglés como lengua extranjera desde los primeros años de escolaridad en Chile.


Con una destacada convocatoria a reuniones, en las que se expuso y conversó con gran altura de miras sobre el tema, nos pusimos al día en la investigación internacional y nacional sobre el aprendizaje temprano del inglés y sus potenciales beneficios; discutimos sobre qué tipo de formación inicial y continua deben tener nuestros profesores de inglés para poder desempeñarse en el primer ciclo, revisamos la propuesta curricular del Ministerio de Educación para este ciclo y nos preguntamos sobre el rol que deben tener los equipos educativos y directivos de las escuelas para incorporar el inglés a la comunidad y que no sea así una asignatura aislada. También nos cuestionamos el peso que tienen los adultos significativos de nuestros estudiantes a la hora de estimular o frenar su avance en este idioma. Finalmente, conversamos sobre la valoración social que se hace en Chile del inglés y de los chilenos respecto de éste. Las conclusiones, que se resumieron en un documento final que fue entregado al Ministerio de Educación y a todas las autoridades gubernamentales, avalan el consenso tácito que nos hace pensar que mientras antes mejor: debemos comenzar a anticipar la obligatoriedad del inglés en los colegios.


En dicho dossier, primero que todo, hacemos patente la necesidad de estimular la investigación sobre el aprendizaje del inglés desde la edad temprana en el contexto chileno. Es imperativa la creación de un currículum para el primer ciclo básico que sea realista y que transite de manera gradual al segundo ciclo. Éste debe ser realizado consultando a los profesores de inglés que ya se desempeñan en esta etapa y cuentan con la experticia en aula. A la luz de ello, es urgente mejorar la formación inicial y continua de nuestros profesores de inglés, estableciendo criterios mínimos y comunes de manejo del idioma y las metodologías pertinentes para este grupo etario.


Los integrantes de la Mesa Interinstitucional de Trabajo también consideraron de vital importancia que el Estado impulse un giro cultural en la valoración del idioma inglés: es urgente un cambio de mentalidad a nivel de equipos directivos, profesores de otras asignaturas, padres, apoderados y comunidad educativa para que los niños no carguen con nuestras aprensiones ante este idioma.  No podemos desaprovechar esta etapa, en que los estudiantes no tienen vergüenza ni miedo de expresarse en otro idioma y están más abiertos a adquirir la pronunciación y las estructuras de otra lengua de forma intuitiva. El inglés ya no se aprende para poder hablar con personas de habla inglesa: el inglés se aprende para poder conectarse con un mundo globalizado que se mueve principalmente en dicho idioma. Mientras antes abramos este mundo a nuestros niños, más y mejores oportunidades les estaremos brindando.


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Published on July 27, 2017 23:19

Mirando el futuro de la educación: las claves del cambio

Xavier Martinez-Celorio en su Informe España 2016,  sotiene que las escuelas que innovan se destacan principalmente por instalar cambios que vienen desde las bases y que  podrían resumirse como: transformación organizacional y metodológica mediante nuevas formas de relación con el alumnado; una mirada centrada en el alumno; metodologías destinadas al desarrollo de proyectos; pluralidad en diversas metodologías; evaluación formativa; cambios de estructura de tiempo y espacio, tirando abajo los muros de las aulas; trabajo conjunto de profesionales y familias; eliminación de los problemas de convivencia mediante la instauración de un clima afectivo y emocional positivo; y profesores reflexivos abiertos a la creación y a la imaginación.


La innovación educativa que observamos en los últimos 10 años, y que busca superar el modelo pedagógico tradicional, elimina el concepto tradicional de la clase para optar por grupos de trabajo diversos en edades e intereses y cambia la figura del profesor que dicta conocimiento, a una de tutor especialista que articula el aprendizaje de los alumnos, para que aprendan a través de proyectos o desafíos, lo cual les motiva a pensar, a descubrir, a diseñar o crear.


Ciertamente, no podemos decir que un solo tipo de metodología será la que prevalecerá en el futuro, ni tampoco cuál debería ser más efectiva. Pero lo que sí sabemos, es que si seguimos enseñando como lo hemos hecho hasta hoy, quedaremos atrás en instalar una cultura de adaptación, conectividad y creatividad que el mundo necesita. El futuro necesita hombres y mujeres capaces de adaptarse, de tolerar la frustración, de potenciar la imaginación y en especial, de aprender a colaborar y no a competir.


Podemos ya olvidarnos entonces, del profesor que dicta cátedra y motiva mediante el castigo y el premio, así como de la metodología que usa el texto tradicional de estudio que trae como consecuencia el aprendizaje que desarrolla una mentalidad fija y estática. Debemos abrazar todo lo que centre el aprendizaje en producir una mentalidad abierta a explorar y a evolucionar. Según Carol Dweck, autora del libro Mindset: La Nueva Psicología del Éxito (2007), fracasar es una oportunidad para evolucionar. En efecto, el desafío nos ayuda a crecer y el esfuerzo y la actitud, son las que determinan nuestras capacidades. Según Dweck, el talento natural puede transformarse en una trampa que limita nuestro potencial.


Quizás un elemento que pasamos por alto, pero que resulta básico en esta nueva realidad, es el propio clima interno dentro de las instituciones de educación. Así es, como el positivo vínculo entre profesores, las equilibradas relaciones laborales entre directivos y sindicatos, y en primera instancia, una mirada estratégica de los sostenedores  motivando a celebrar el fracaso y asumir riesgos, se verá recompensada por el desarrollo de una cultura de evolución y cambio.


No ayudan en nada los comportamientos conflictivos entre superiores y subordinados, pues solo perpetuarán la mentalidad fija, centrada en cumplir metas de corto alcance. Podrán ser efectivas en producir resultados y cumplir con los presupuestos, pero un Director con liderazgo que envenena y desmotiva mediante la desmedida exigencia, será como ponerle un poderoso combustible a un motor con menor octanaje; en el mediano plazo terminará rompiendo el motor. Simon Sinek, creador del concepto del “círculo dorado”, habla de la confianza como elemento clave para el desarrollo sano de una institución. Cuando los subordinados se sienten amenazados por sus “líderes” su desempeño se ve mermado significativamente.


Así pues, si bien todas las instituciones deben y pueden emprender su propio camino de innovación escolar, es clave entender que no podrán iniciar cualquier tipo de proyecto. Debe existir congruencia con el proyecto educativo e identidad de la escuela, además de clima favorable. Si bien menos importante, pero relevante, es la voluntad de poner recursos a disposición para invertir en buscar nuevas metodologías y probar aquellas que producen mejores resultados de acuerdo a la propia realidad y circunstancia de un colegio.


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Published on July 27, 2017 23:14

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Álvaro Bisama
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