Hugo García Michel's Blog, page 224

May 4, 2015

Los avatares de "Matar por Ángela"

¿Cómo nace una novela? ¿Cuál es proceso por medio del cual se gesta una obra literaria de este género? Como autor, uno podría inventarse una versión fantástica del modo como surgió una obra suya y hacer creer al lector que se encuentra frente a una especie de iluminado. Después de todo, ¿qué es en el fondo un escritor de ficción si no un gran embustero que cuenta mentiras en busca de hacerlas pasar por algo real?
  En mi caso, como no se me da eso de inventarme a mí mismo y más que un escritor me considero un mero escribidor, trataré de contar en verídicas palabras cómo fue que surgió Matar por Ángela, mi primera novela publicada y que en este 2015 acaba de ser reeditada por el sello Lectorum.
  Corría el año de 1994. En julio, yo acababa de recibir la pésima noticia de que la revista que dirigía, La Mosca en la Pared, tendría que desaparecer, debido a su inviabilidad económica. Sólo seis números habían aparecido de la misma y no había logrado el éxito de ventas esperado. Apesadumbrado pero necesitado (no sólo se iba la revista, sino también mi sueldo), se me ocurrió proponer un libro de entrevistas de rock con los grupos mexicanos que en ese tiempo mayor fama disfrutaban. Acudí entonces a la editorial Planeta y hablé con Andrés Ramírez, a quien conocía desde que éste era un niño, cuando mi hermano, el cineasta Sergio García, y yo visitábamos la casa del padre de Andrés, el escritor José Agustín.
  Mi propuesta fue aceptada y me di a la tarea de concertar las entrevistas con las cinco agrupaciones que elegí: Santa Sabina, Caifanes, Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Café Tacuba y El Tri. Para ello, acudí a una amiga fotógrafa que no sólo era muy buena en su profesión, sino que conocía a todos esos músicos y quien se encargaría de coordinar y concertar los citas con todos ellos. Por razones que se comprenderán más adelante, no puedo revelar el nombre de dicha artista de la lente (como se decía antes).
  El caso es que hice las entrevistas, ella hizo las fotos y una vez reunido el material, conseguí que mi gran amigo de toda la vida, el músico y artista plástico Adolfo Cantú, me facilitara una de las computadoras Mac (¿recuerdan aquellos viejos modelos que eran como cajitas grises) que tenía en su oficina, a fin de transcribir mis charlas con los músicos entrevistados.
  Como algunos sabrán, la transcripción puede convertirse en una labor cansada y tediosa. Entonces, cierto día se me ocurrió, a manera de distracción, ponerme a escribir y recrear una escena que había yo vivido durante una de las sesiones de entrevistas. Es aquí donde tengo que contar que mi amiga fotógrafa de nombre anónimo despertaba en mí algo más que una mera atracción y que me había enamorado profundamente de ella. Sin embargo, el sentimiento, ¡ay!, no era recíproco y aquel enamoramiento incorrespondido empezó a aderezarse con uno de los peores sentimientos que pueden surgir en un ser humano: los celos. Para no hacerla larga, aquel día decidí verter literariamente mi situación de amor (hacia ella) y de odio (hacia los tipos con quienes salía) y fue así como empecé a escribir lo que con el paso de los meses se convertiría en la novela Matar por Ángela.
  El relato fue avanzando. La historia de un cuarentón llamado Humberto Gazca (el nombre no podía ser más obvio), quien se enamora enajenada y perdidamente de una joven quince años menor que él (a quien llamé, precisamente, Ángela) fue tomando forma y en algún momento, muy a la Patricia Highsmith, decidí que el personaje masculino (un reportero de temas musicales) se viera impelido a asesinar a quienes consideraba sus enemigos amorosos. Es todo lo que diré acerca de la trama principal de la novela, para no echársela a perder al potencial lector.
  El libro quizá nunca hubiera sido terminado, de no ser porque, en 1997, la misma editorial Planeta convocó a un certamen para primera novela. Me dije que sería buena idea meter la mía al concurso y como había una fecha límite para entregarla, me di a la labor de terminarla.
  El libro entró a la competencia… y no ganó. Sin embargo, no me di por vencido. En ese tiempo, yo era colaborador de la sección de cultura que dirigía Víctor Roura en El Financiero, con una columna llamada “Bajo presupuesto”. Ahí había conocido al escritor Eusebio Ruvalcaba y me atreví a pedirle que leyera mi texto. Lejos de mandarme al demonio, como yo temía, Eusebio aceptó generoso y me pidió un par de meses para leerla y darme su opinión. Pasado el plazo, me llamó y me citó en una cafetería de San Ángel, donde lo encontré al lado de una guapa mujer que resultaría ser la escritora Margarita Cerviño. Ambos habían leído mi novela y les había gustado mucho. Tanto que el buen Eusebio me recomendó con Sandro Cohen, por aquel entonces editor de Nueva Imagen. Cohen la leyó, la aprobó y sólo me pidió que le cambiara dos cosas: el título (tenía otro muy malito) y el final. Sabía decisión la suya. Le llevé una larga relación de posibles nombres (pésimos en su mayoría), pero eligió el que lleva hoy y así pasó a llamarse Matar por Ángela. En cuanto al final, creo que el que tiene hoy es infinitamente mejor que el que tenía. Todo parecía miel sobre hojuelas (horrible lugar común, lo sé), hasta que a punto de irse a la imprenta, Nueva Imagen tuvo un recorte de presupuesto y Sandro me avisó con pesar que no podría editarme.
  Antes de que me sobreviniera la depresión, me recomendó con un amigo suyo, antiguo editor de Planeta, Jaime Aljure, quien acababa de fundar la pequeña editorial Sansores & Aljure. Era mi última esperanza y, helas!, al buen Jaime le gustó y a fines de 1998 al fin pudo ver la luz. A pesar de la escasa difusión que tuvo (dos o tres entrevistas, cuatro o cinco reseñas –la primera de ellas generosísima, por parte de don Federico Patán, en el suplemento cultural sábado que dirigía Huberto Bátiz en unomásuno), el libro se vendió bastante bien y pudo hacerlo más, de no ser porque un año después Sansores & Aljure desapareció y Matar por Ángela quedó en un limbo de diecisiete años en el que mucha gente me la solicitaba sin suerte. Hasta que el año pasado, a mediados de 2014, el poeta Fernando Fernández me puso en contacto con Porfirio Romo Lizárraga, propietario de la editorial Lectorum, quien accedió a publicarla de nuevo y aquí está otra vez, en los estantes de las librerías y esta vez con un apoyo y una difusión mucho mayores que en su primera vida.
  Como se ve, debo mucho a la generosidad de diversos personajes (puedo agregar a José Agustín, a Sergio González Rodríguez, a Josefina Estrada, a Fedro Carlos Guillén, a Julieta Venegas) quienes también tuvieron que ver) para que mi novela esté al alcance de los lectores y añadiré los nombres de Ciro Gómez Leyva, Héctor de Mauleón y Julio Patán, quienes la presentarán este miércoles 6 de mayo en el Centro Cultural Elena Garro (Fernández Leal No. 43, Barrio de la Conchita, Coyoacán), a las seis y media de la tarde.

(Texto publicado hoy en la sección "Ciudad de libros" del sitio de la revista Nexos).
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Published on May 04, 2015 15:30

May 3, 2015

"Fui ghost writer de Yolanda Vargas Dulché"

Entrevista que me hizo el periodista Héctor González y que apareció el día de hoy en el suplemento Milenio Dominical de Milenio Diario.

http://www.milenio.com/cultura/entrevista_hugo_garcia_michel-Milenio_Dominical-periodisya_y_musico_0_509949315.html
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Published on May 03, 2015 21:00

May 2, 2015

Sábado, Distrito Federal

Mientras leo esa vacilada que es la reforma política del Distrito Federal, ya aprobada por los senadores y en espera de serlo por los diputados, no puedo sino acordarme de dos grandes personajes que en su obra se refirieron muchas veces al DF.
  No, no estoy hablando de Artemio de Valle Arizpe o de Salvador Novo, tampoco de Guillermo Tovar de Teresa o de Carlos Monsiváis. Mi recuerdo va al gran Raúl Prieto Río de la Loza (mejor conocido como Nikito Nipongo) y al no menos grande Salvador Chava Flores, ínclitos ciudadanos de esta muy noble y leal ciudad capital de México.
  En su legendaria columna “Perlas Japonesas”, Nikito insistió muchas veces en la tontería de llamar Ciudad de México a lo que oficial y constitucionalmente era el Distrito Federal. Por supuesto que nadie le hizo caso, pero nunca quitó el dedo del renglón.
  En mis épocas de militancia izquierdista, por allá de los años setenta y ochenta, una de las reivindicaciones principales era la de que el DF se convirtiera en entidad federativa y uno de los nombres que se proponía era el de Estado del Valle de México. También Nikito se cansó de decir que nuestra gran ciudad no se encuentra asentada en un valle, sino en una cuenca: la cuenca de México. Ahora, la nueva reforma propone que en lugar de Distrito Federal, todo el territorio que ocupa se denomine Ciudad de México (¿un estado que se llame ciudad?) y que las delegaciones pasen a ser alcaldías (¿y por qué no municipios, como en el resto del país?).
  Sobre Chava Flores, uno no puede dejar de rememorar sus maravillosas composiciones, sobre todo esa que –ya que andamos de reformistas– debería instituirse como el himno oficial de nuestra amada y aborrecida, celebrada y vilipendiada megaurbe: la enorme “Sábado, Distrito Federal”.
  Ahí les dejo la propuesta a nuestros legisladores, tan proclives a generar ideas, ideítas e ideotas.
  PD: También sería bueno que se editaran y se vendieran (o de plano se repartieran) millones de ejemplares del flamante libro Ciudad, sueño y memoria de Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón y Carlos Villasana. Que sea texto obligatorio para los defeños (o el gentilicio que ahora nos endilguen).

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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Published on May 02, 2015 20:47

May 1, 2015

El blues de Woody Allen

Es célebre y ya legendaria la anécdota sobre la ocasión, en 1978, en que la cinta Annie Hall (1977), de Woody Allen, ganó cuatro premios Óscar (a Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guión y Mejor Actriz Principal) y el realizador no se presentó a la premiación, en la ciudad de Los Ángeles, debido a que esa noche tocaba en un club de Nueva York, con la banda de jazz de la cual era clarinetista.
  Esto pinta por completo a Allen como un tipo a quien los premios lo tienen sin el menor cuidado, pero también como un hombre que ama la música, en especial el jazz y la llamada música culta, algo que se refleja en todas y cada una de las cuarenta y cinco películas que hasta hoy ha dirigido.
  La estrecha relación entre el cine de Woody Allen y la música –o para mejor decirlo: la importancia de la música en el cine del realizador neoyorquino– data de sus primeras películas, pero quizá tuvo un papel verdaderamente preponderante en Manhattan (1979), con la majestuosa introducción, en glorioso blanco y negro, en la que la “Rapsodia en azul” de George Gershwin nos lleva a través de un rápido recorrido por diversas y hermosísimas vistas de Nueva York. La banda sonora de ese genial (y escribo la palabra genial sin ambajes) filme incluye otras composiciones del mismo Gershwin, como “Someone to Watch Over Me”, “I’ve Got a Crush on You”, “S Wonderful” o “Embreaceable You”, entre otras.
  Sin embargo, Allen ya había dado un gran papel a la música en una cinta anterior, la estupenda Love and Death de 1975, en la que la obra de compositores rusos como Sergei Prokofiev e Igor Stravinsky está presente a lo largo de esta sátira inspirada en la gran literatura decimonónica de la Madre Rusia.
  El romance de Woody Allen con la música del llamado American Songbook es notorio. Por eso en sus obras abundan las canciones y obras para orquesta de autores como Cole Porter, Rodgers & Hart y el ya mencionado George Gershwin. Esto resulta notorio, de manera muy especial, en la única película plenamente musical del director: la maravillosa (y deliciosa e intencionadamente cursi) Everyone Says I Love You (1996). En ella, los personajes cantan y bailan a la menor provocación (como buen musical hollywoodense, aunque Allen abomine en general de Hollywood y en su momento haya dijo que más que un musical, “lo que hice fue una comedia en la que los personajes cantan”), con las notas de standards como “Let’s Do It (Let’s Fall in Love”), “Makin’ Whoopee”, “Chinatown, My Chinatown”, “Just You, Just Me” o la propia “Everyone Says I Love You”, con la que también homenajea a los Hermanos Marx y en especial a su película The Coconuts (1929).
  Pero es el jazz antiguo el género que más apasiona a Allen. Por eso en sus trabajos cinematográficos se escucha tanto a músicos de la primera mitad del siglo pasado, como Louis Armstrong, Sidney Bechet, Al Jolson, Fats Waller, Hoagy Carmichael, Benny Goodman,  Harry James, Glenn Miller, Artie Shaw, Tommy Dorsey, Duke Ellington y Django Reinhardt (a quien de hecho rinde homenaje en Sweet and Lowdown de 1999).
  En cuanto a otros compositores de la llamada música culta, además de los dos rusos ya mencionados, el director ha utilizado en sus filmes música de Giacomo Puccini (Annie Hall), Felix Mendelssohn (Another Woman, 1988), Richard Wagner (Crimes and Misdemeanors, 1989), Erik Satie (Husbands and Wives, 1992), Gustav Holst (Manhattan Murder Mystery, 1993), Johann Sebastian Bach (Match Point, 2005), Aram Katchaturian (Melinda and Melinda, 2004), Giuseppe Verdi (A Midsummer Night’s Sex Comedy, 1982) y Gustav Mahler (Scoop, 2006), entre otros.
    El rock, en cambio, nunca ha salido bien parado en las cintas allenianas. Es claro que a Woody no le agrada el género en absoluto y lo demostró en un par de escenas muy semejantes, una en Annie Hall y otra en Hannah y sus hermanas (1986). En ambas, el personaje que él interpreta asiste a un concierto de rock, acompañado por mujeres de gustos roqueros (interpretadas por Shelly Duvall en el primer caso y por Dianne Wiest en el segundo), y en las dos ocasiones sale echando pestes de la música que acaba de escuchar (folk rock y punk, respectivamente). La intolerancia al rock es muy clara en él.
  “El blues de Woody Allen”, llamé a este texto y, ahora que lo veo y hasta donde recuerdo, no hay un solo blues en la filmografía del director… ¿o lo hay?

(Publicado este mes en el No. 449 de la revista Nexos).
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Published on May 01, 2015 16:46

April 30, 2015

Presentador (dos amigas)

A seis días de que se presente mi libro, me tocó ser presentador de otro: el volumen de cuentos Instrucciones para jugarse la vida con Satanás de Arturo J. Flores. Había sido un buen mediodía, con la visita de la mujer que en estos momentos más me mueve el tapete y quien además me trajo un mezcal que degustamos placenteramente. No me pudo acompañar a la presentación del libro de Arturo, pero poseído por su espíritu mexica-mezcalero me lancé a la calle de Colima, en la colonia Roma, para arribar puntual, a las siete de la noche -llegué antes que el autor y el otro presentador-, al local de la marca de zapatos Dr. Martens, donde se llevó a cabo el "evento".
  Estuvo muy bien, bastante divertido. Hubo unas treinta personas como público. Ivan Farías y yo hablamos del libro (creo que no estuve tan mal) y cerró Arturo.
  Me tomé otro mezcal y luego, con mi amiga Leticia, a la que había quedado de ver ahí, me fui a cenar a los Bisquets de Obregón de la propia colonia Roma. Muy agradable cenita con una de mis cuatas más entrañables. De ahí nos fuimos caminando por Álvaro Obregón hasta Insurgentes y luego hacia el sur, por toda la gran avenida hasta llegar al metro Chilpancingo, donde nos despedimos y cada quién torció para su rumbo.
  Fue un día estupendo.
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Published on April 30, 2015 21:30

April 29, 2015

Reconectado

Luego de ocho días exactos (desde el miércoles 22 no tenía línea telefónica), hoy por fin acudió un técnico de Telmex para reparar el desperfecto que había causado un colega suyo, de Infinitum, cuando vino al edificio para instalar fibra óptica en un apartamento ¡del séptimo piso!
  Lograr que viniera alguien a arreglar el problema fue un viacrucis que me tuvo reportando, todos los días, mi número y recibiendo, todos los días, las mismas promesas vagas de quienes atienden los reportes (eso sí: siempre me ofrecían disculpas). Incluso ayer fui a la oficina de Telmex y un burócrata que trabaja como gerente me despachó con las mismas promesas, aunque con la advertencia de que "tal vez sea hasta el lunes próximo que vayan a su casa, porque se atraviesa el puente". Inaudito. Ah y además me hizo caras porque no supe mi número de reporte.
  Fue casi por azar que se resolvió todo. Molesto por el trato del gerentillo, publiqué en facebook y en Twitter mis quejas contra Teléfonos de México, pero al hacerlo en el tuit, se me ocurrió poner @telmex. Fue la fórmula mágica: en unos minutos me escribieron de Telmex Soluciona (@TELMEXSoluciona) para pedirme mis datos por correo electrónico, incluido mi número de celular. Luego me llamaron, me escucharon y me prometieron que hoy vendría un técnico.
  Un tanto incrédulo estaba yo, pero hoy temprano me llamaron para decirme que ya no tardaba el técnico y, en efecto, vino... y en cinco minutos me arregló la línea. Todo fue tan surrealista...
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Published on April 29, 2015 17:24

April 28, 2015

El rockcito sí tiene quién le escriba

Tal vez tomando como modelo los libros publicados hace poco por la revista Marvin, en los que diversos autores escribieron relatos basados en Morrissey o en Blur, la revista Resonancia acaba de publicar un volumen de cuentos intitulado Encore, el cual toma como fuente de inspiración a diversos grupos y solistas del rock que se elabora en México.
  Basados en músicos como La Barranca, Dangerous Rhythm, Café Tacuba, Ely Guerra, Cuca, El Tri, Los Ezquizitos y otros, una veintena de escribidores aporta sus narraciones, mismas que ofrecen una calidad tan desigual como la que existe entre las “bandas” en cuestión (digo, no es lo mismo La Barranca que Fobia o Santa Sabina que los Rebel Cats).
  La edición de Encore es un tanto descuidada (resulta claro que no hubo ya no digamos un corrector de estilo, pero al menos uno de pruebas) y el diseño no ayuda mucho (esa separación de dos espacios entre cada párrafo resulta muy poco atractiva para leer). Tampoco hay un índice o una ficha mínima sobre cada autor. En cuanto al contenido, hay relatos muy buenos, frente a otros bastante pobres.
  Destacan notablemente los cuentos de Armando Vega-Gil, Juan Alberto Vázquez, Rogelio Garza, Juan Carlos Hidalgo, Alejandro González y Arturo J, Flores. Se nota en cada uno de ellos el oficio escritural. En ese sentido, también son recomendables los textos de Raquel Castro y Carlos A. Ramírez.
  Lo que de plano me brincó es que el cuento abridor (“Rockstar”), un relato muy plano y simplón de Joselo Rangel (aunque la anécdota en sí no es mala), haya sido elegido para abrir el libro. Tal vez fue por razones comerciales, pero en él relucen la falta de oficio, la ausencia de estilo, la mala puntuación y horrores como explicar que la palabra “enlamado” tiene que ver con el limo (y no con la lama) o hablar de un tal Keith Richard (así, sin la “s” final). Ello para no mencionar el final, una joya del humorismo involuntario y el egocentrismo chafa al que sólo le faltó añadir la frase “¡Y lo logré!” (léalo usted para que vea a qué me refiero).
  El rockcito ya tiene quiénes le escriban.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on April 28, 2015 14:27

April 27, 2015

Declaración de finales

Quienes se enojan porque me burlo de los progres, de los chairos, de los mitos izquierdosos, de los héroes de la feligresía políticamente correcta (desde el Che Guevara hasta Hugo Chávez, desde Eduardo Galeano hasta Mario Benedetti, desde Silvio Rodríguez hasta Lila Downs) no se dan cuenta de que en realidad me estoy burlando de mí mismo, de lo que fui hace treinta y tantos años. Porque aunque no se usaban esas palabras, durante largos años yo fui progre, chairo e izquierdoso, así como marxistoide, antiimperialista y prosoviético. Me asiste, pues, el derecho a burlarme de mí y de mis antiguas creencias. ¡Viva Marx (pero Groucho)!
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Published on April 27, 2015 16:53

April 26, 2015

Algo de mi novela en "Final de partida"

Donde Julio Patán​ habla, durante los primeros minutos y con gran generosidad, de "Matar por Ángela" y de este servidor (programa Final de partida, Foro TV, abril 17 de 2015).

http://noticieros.televisa.com/foro-tv-final-de-partida/1504/confiar-pilotos-aviadores/
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Published on April 26, 2015 20:00

April 25, 2015

Vigencia de don Perpetuo

Quienes la leyeron en su momento o en sus múltiples reediciones a lo largo de los años posteriores, deben recordar con agrado la historieta Los Supermachos de Eduardo del Río, Rius, una especie de decano y tótem de los caricaturistas mexicanos actuales (debo confesar que aunque hoy ya no comulgo con la esquemática visión política del gran humorista michoacano, durante buena parte de mi vida fue mi principal ideólogo y lo leía con absoluta devoción, tanto en la referida historieta como en Los Agachados y en sus numerosos libros –Marx para principiantes y La panza es primero eran para mí como una Biblia).
  Pues bien, en Los Supermachos había un personaje torvo, astuto, corrupto y maquiavélico que era el presidente municipal del pueblo de San Garabato y que respondía al nombre de don Perpetuo del Rosal. De botas y sombrero de ala ancha, de eternos lentes oscuros y bigotazo ranchero, miembro fiel del RIP (eran épocas en que la censura no hubiese permitido usar el nombre del PRI), don Perpetuo hacía y deshacía a su antojo, con todo el autoritarismo, el cinismo y el populismo de tantos políticos mexicanos de ayer, hoy y mañana.
  ¿Qué tan vigente sigue siendo don Perpetuo en pleno siglo XXI, qué tan vigente lo sigue siendo en este México tan lleno de trabas, muchas de ellas mentales, que no le permiten dar el gran paso a la modernidad y el desarrollo?
  Basta echar un ojo a nuestros políticos de esta década, para darnos cuenta de que el espíritu del referido alcalde caricaturizado por Rius se encuentra absolutamente presente, con la variante de que ya no sólo representa a los priistas, sino también a perredistas, panistas, morenistas, petistas, verdes y demás fauna polaca. Ahí están las mismas mañas, las mismas tranzas, las mismas mentiras, las mismas promesas sin cumplir, la misma demagogia y hasta el mismo mesianismo iluminado.
  Don Perpetuo del Rosal debería ser considerado héroe y patriarca de los políticos mexicanos y su nombre tendría que estar inscrito, con letras de oro, en el Palacio Legislativo.
  Ya que la nuestra es una política de historieta, honor a quien honor merece.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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Published on April 25, 2015 20:00

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Hugo García Michel
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