Hugo García Michel's Blog, page 221
June 4, 2015
Mi judicial favorito
Suelo ser una de esas personas a quienes todo les resulta al revés. Esto puede ser bueno o puede ser malo, todo depende. Así, por ejemplo, mi única experiencia con un agente judicial fue paradójica y kafkianamente positiva. No tengo motivo de queja.Me explico:
Las cosas sucedieron hará unos tres años. Mi amigo Fernando Rivera Calderón y quien esto escribe decidimos visitar "La feria del disco", una gigantesca bodega donde se expendían discos al mayoreo y que por esos días se encontraba en la calle de Matamoros, en pleno Peralvillo. Íbamos en el carro de Fernando y al llegar por Reforma Norte y dar vuelta a la derecha, nos topamos con un lugar para estacionarnos, cosa que hicimos sin problema. Mala decisión: apenas nos disponíamos a bajar del coche, cuando nos cayó un tipo con el ofrecimiento de cambiar los hules a los vidrios.
-Ire, jefe. Los que trae ya están muy jodidos. Se los dejo como nuevos y bien baras.
La primera reacción fue la de negarnos, pero ante la insistencia del machacante hulero, Fernando terminó por preguntar el precio, muestra de debilidad que el otro aprovechó para encajarse de lleno.
-Cincuenta varos, patrón. Pero hecho mejor que en una agencia.
La verdad es que los hules de su carcacha ya eran una calamidad y mi amigo acabó por ceder. El hulero llamó a dos de sus subalternos y comenzaron a realizar una labor que, según ellos, les llevaría menos de media hora. Sin embargo, bajo un sol inclemente debimos esperar cerca de dos horas para que los dichosos hules quedaran colocados. Fue entonces que sucedió lo inesperado. A mí, la verdad, desde un principio aquellos tipos me habían dado mala espina. Había en los tres un no-sé-qué de torvo y malévolo que me hizo desconfiar. Pero dada mi inequívoca posición de izquierdista creyente en la bondad intrínseca del pueblo explotado, mi conciencia progre y políticamente correcta me reconvino, para acusarme de pequeño burgués y clasista. ¿Cómo podía dudar de las buenas intenciones de esos integrantes de la clase trabajadora? ¿De qué me habían servido mis lecturas setenteras de los grandes clásicos del marxismo-leninismo? ¡Por las barbas de Federico Engels! ¿Acaso no recordaba que las masas eran la salvación futura de la humanidad?
-Son cuatrocientos cincuenta pesos, jefe.
Fernando y yo nos quedamos fríos. ¿Cómo que cuatrocientos cincuenta pesos? Si entre los dos no juntábamos ni trescientos.
-Oiga, pero usted dijo que eran cincuenta -protestó con tono inseguro mi amigo.
-¡Nel! ¡Cincuenta por metro! ¡Y fueron más de nueve del puro hule, sin contar el pegamento!
La situación era de emergencia. Estábamos en hostil territorio enemigo. Nuestro inocultable aspecto de clasemedieros nos evidenciaba como pinchesriquilloshijosdesuchingadamadre y eso empeoraba las cosas. Para colmo, Fernando se dejó llevar por la parte más inoportuna de su temperamento.
-¡Ni madres! Usted dijo cincuenta y yo le pago cincuenta, ni un centavo más!
Oh oh. Las circunstancias se agravaron y poco a poco comenzamos a ser rodeados por una docena de huleros ostensiblemente armados de peculiares herramientas y simpáticas varillas afiladas.
-¿Qué onda, carnal?
-Pus aquí el chavo que se quiere pasar de listo y no piensa pagar.
Mi natural espíritu conciliatorio me hubiera llevado a buscar una solución negociada, pero estaba paralizado por el miedo y un sudor frío descendía por mi espalda, mientras mis piernas temblaban sin el debido control. Para colmo, me había quedado mudo. No así Fernando que seguía montado en su macho y comenzó a tutear al embravecido hulero, incrementando con ello la oprimente atmósfera.
-Ya te dije, te doy lo que quedamos al principio: cincuenta pesos.
-¿Y qué creíste: "a éste ya me lo chingué"? Pus ora pagas porque pagas, cabrón.
Todo se veía perdido y la madriza parecía inminente, cuando por una de esas cosas que nos depara el destino, volví la cara y vi un auto que pasaba perezoso, a escasos metros de nosotros. Asomado por la ventanilla derecha, un sujeto enorme y de fornida obesidad, con característicos lentes negros y facciones de piedra, nos miraba inexpresivo. En otra situación, el hecho me habría obligado a manchar mis truzas Rimbros talla cuarenta, pero en ese instante fue como divisar a un ángel salvador. De inmediato fui hacia él y perdí la mudez. Le conté todo, con la actitud de un niñito desamparado ante un padre omnipotente. El tipo se bajó del vehículo y comprobé su volumen descomunal. Los envalentonados huleros recularon al verlo y dieron su versión de los hechos. De pronto, el gigantesco agente judicial se convirtió en una especie de rey Salomón y ambos bandos aguardamos expectantes su inapelable fallo.
-Súbanse a su carro y váyanse -nos dijo.
Fernando entregó el billete de cincuenta pesos al malencarado cuanto impotente hulero y nos trepamos al coche ipso facto (es decir, hechos la madre). Huimos de Peralvillo sin mirar atrás, como quienes vuelven a nacer: pálidos, desencajados, pero a fin de cuentas sanos y salvos. El judicial nos salvó en forma providencial y yo comencé a dudar, muy seriamente, de mis certezas marxistoides.
(Publicado por allá de 2000 o 2011 en la revista cultural Tlaxcala. La anécdota que narro debe haber sucedido en 1997 o 1998, según recuerdo).
Published on June 04, 2015 18:29
June 3, 2015
Mi psicodelia
Mi primer contacto con la psicodelia se dio cuando escuché en Radio Éxitos la canción “Incense & Peppermints” de Strawberry Alarm Clock. Corría el año de 1967, yo tenía escasos doce años de edad y cursaba primero de secundaria. No pertenezco, pues, a la original generación psicodélica, conformada básicamente por individuos nacidos en los años cuarenta de la centuria pasada.Para mí, psicodelia era “In-A-Gadda-Da-Vida” de Iron Butterfly o las luces estroboscópicas que formaban caprichosas formas en las paredes o los pantalones acampanados o el cabello largo de los hombres o las minifaldas de las mujeres o la inefable revista Pop con su logo “psicodélico”. Cuestiones como el LSD, el peyote, los hongos alucinógenos y demás estupefacientes químicos o naturales me eran por completo ajenos en aquella adolescencia mía que si bien gustaba del rock, no tenía el menor contacto con las drogas (fresa que siempre he sido).
Gracias a mi hermano, el cineasta y uno de los fundadores del movimiento de cine en Super 8 Sergio García, pude conocer personalmente a amigos suyos como los escritores José Agustín y Parménides García Saldaña, quienes a todas luces sabían y conocían en carne propia lo que eran las experiencias psicodélicas. Mi propio hermano las conocía y experimentaba también y sus primeras películas (como El Fin, de 1970, o ¡Ah, verdá!, de 1973) lo mostraban.
La psicodelia me llegó, pues, literalmente de oídas (es decir, por medio de la música: el álbum doble Ummagumma de Pink Floyd me transportaba a lejanas dimensiones, sin necesidad de meterme cosa alguna) y de leídas (en especial por la lectura de las primeras novelas de Agustín –La tumba, De perfil, Se está haciendo tarde / Final en laguna–, Parménides –Pasto verde– y Gustavo Sainz –Gazapo, Extraños días circulares), pero jamás por experiencias propias (acabo de cumplir sesenta años de edad y –no sé si confesarlo me prestigie o me desprestigie– jamás he probado los ácidos, los hongos y demás sustancias parapsicodélicas).
Quizá por eso, buena parte del llamado rock psicodélico de los sesenta no fue tan de mi interés. Agrupaciones de estrambóticos nombres como The Ultimate Spinach, The Beacon Street Union, Front Page Review o el propio Strawberry Alarm Clock nunca estuvieron entre mis favoritas. Claro, estoy hablando de grupos psicodélicos puros. Sin embargo, el uso de elementos psicodélicos en el rock clásico resultaba mucho más interesante. Los Beatles, los Rolling Stones, Jimi Hendrix y hasta los Monkees (lo juro) los emplearon y grabaron temas esplendorosos. Lo mismo hicieron Quicksilver Messenger Service (con su larguísima versión de “Who Do You Love”), Ford Theatre (con su impresionante álbum Trilogy for the Masses) o The Corporation (y su recreación en concierto de “India” de John Coltrane”). Frank Zappa también experimentó con su propia versión de la psicodelia, aunque él tampoco consumía drogas y las tenía prohibidas a sus músicos.
En el caso de proyectos como Cream o Grateful Dead, más que musicalmente psicodélicas, eran agrupaciones que incursionaban en larguísimos jams instrumentales en los que el público, en su mayoría hasta la madre de ácido lisérgico y otras sustancias non sanctas, se extraviaba en mágicos y misteriosos viajes, esos sí, plenamente psicodélicos.
Si me preguntan (y si no, también) cuál es mi disco psicodélico favorito, no tendría dudas en responder que The Twelve Dreams of Dr. Sardonicus de Spirit, grabado en 1970. Creo que en su magnífica música, representa una colorida travesía llena de brillantez, inteligencia, fantasía y humor. En esencia se trata de un álbum de rock pop, un larga duración de canciones que no sobrepasan los cinco minutos (es decir, no hay jams viajados) y que, sin embargo, posee todo lo que la psicodelia sesentera representaba.
Si desean disfrutar de una alucinante experiencia psicodélica, con un conjunto de piezas de finísima factura, no duden en escuchar esta obra maestra de Spirit (y la pueden complementar con el Last Exit de Traffic, otra joyita del rock pop psicodélico más fino).
(Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)
Published on June 03, 2015 17:00
June 2, 2015
El señor de los fragmentos
Mi primer contacto televisivo con Jaime Almeida sucedió en 1971, gracias al programa La onda de Woodstock, producido por Jacobo Zabludovsky en el Canal 2, que se transmitía los domingos a las dos de la tarde. Ahí pasaban cortos (aún no se les llamaba videoclips) de grupos como los Doors, Iron Butterfly y Grand Funk Railroad, entre muchos otros, y fue desde ahí también que se promovió el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro. De no haber sido por esa emisión, no me hubiera atrevido a lanzarme a Valle de Bravo aquel mes de septiembre, a mis escasos dieciséis marzos de edad (Almeida debió tener veintidós añitos por ese entonces).Cinco lustros más tarde, recuerdo a Jaime como conductor de un programa que no me gustaba pero sí veía y que se llamaba Estudio 54. Como roquero purista y ultra ortodoxo que era, me parecía que la música que ahí se difundía era demasiado fresa. Mis amigos y yo nos reíamos mucho con la famosa frase de Jaime Almeida, quien decía siempre: “¡Y ahora, he aquí un fragmento de esta canción”… y pasaba entonces menos de un minuto de la tonada de marras. Siempre sucedía así y por eso cariñosamente le decíamos “el señor de los fragmentos”.
Como periodista dedicado al tema de la música, no puedo decir que Almeida haya sido una influencia o una inspiración para mí, aunque siempre respeté su amplio abanico de conocimientos en la gran mayoría de los géneros.
Realmente llegué a disfrutar de este musicólogo hasta que lo vi en Milenio TV, al lado de Carlos Marín en su Asalto a la razón de los viernes. Esas divertidísimas emisiones me hicieron ver a un Jaime simpático, ocurrente y guitarrero que de golpe ha dejado de aparecer en pantalla.
Me impresionó leer su última colaboración en Milenio Dominical del domingo pasado, en la que se refiere a la muerte por infarto y a los sesenta y siete años del compositor Jorge Massías. Era como si escribiera de sí mismo, apenas unos días antes de su propio deceso.
Qué doloroso que se haya ido Jaime Almeida. Vaya desde aquí mi modesto homenaje para el señor de los fragmentos y un abrazo sincero, respetuoso y solidario para los suyos.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
Published on June 02, 2015 16:35
June 1, 2015
Cincuenta años de folk rock
En 1965, los Estados Unidos vivieron dos hechos musicales de enorme trascendencia. Por un lado, la llamada invasión inglesa que inundaba los oídos del público norteamericano lo mismo con material de excelencia (The Beatles, The Rolling Stones, The Animals, The Who, The Kinks, The Zombies, Them) que con una enorme cantidad de cancioncitas intrascendentes. Por otra parte, en la Costa Oeste, principalmente en California y más específicamente en las ciudades de San Francisco y Los Angeles, se vivía el surgimiento de la psicodelia, influida de manera clara por el consumo de drogas químicas y naturales. Agrupaciones como The Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother and the Holding Company y otras comenzaban a brillar con lo que se conocería como rock ácido.Aunque con un estilo musical un tanto diferente, otro de esos grupos californianos de los inicios de la era del flower power era The Byrds. Lo que distinguió a este quinteto desde un principio es que lejos de tocar acid rock, lo que hizo fue una impecable combinación del folk a la Bob Dylan (de hecho adaptaron varias composiciones de éste) con el rock británico de aquellos días, lo que dio como resultado una música llena de espléndidas melodías y de armonías vocales muy similares a las de los Beatles, más el sello de una guitarra de doce cuerdas, la Rickenbaker de Roger McGuinn, que los hizo inconfundibles.
Curiosamente, si bien los Byrds fueron influidos por Dylan y los Beatles, a su vez influyeron a éstos y fueron determinantes en su música inmediatamente posterior. Su relación con el primero surgió a partir de la grabación que hicieron de una canción hasta entonces inédita de éste,”Mr Tambournine Man”, de la cual eliminaron algunas estrofas e hicieron un arreglo memorable, precisamente con una figura de guitarra hoy clásica y las mencionadas armonías de voz à la beatle. Puede decirse que la versión de “Mr Tambourine Man” de los Byrds fue el primer folk rock de la historia.
En cuanto a Mr. Tambourine Man, el álbum, se trata de un gran disco debut. La grabación original en vinil estaba conformada por doce cortes, la mitad de ellos originales y la otra mitad de compositores como Pete Seeger, Jackie DeShannon y el propio Bob Dylan. La importancia del plato estriba en que demostraba que podían combinarse letras intrincadas, inteligentes y sobre todo poéticas con un rock sólido y a la vez armónico y melodioso. Obra fundacional de un nuevo género que daría origen a muchas otras agrupaciones a lo largo del tiempo (desde Buffalo Springfield hasta Gin Blossoms, pasando por The Band, Crosby Stills, Nash & Young, Eagles, Tom Petty y muchos más), Mr. Tambourine Man inicia con la ya comentada canción homónima y prosigue con la primera composición propia del disco: “I’ll Feel a Whole Lot Better” de Gene Clark (quien en ese entonces tenía apenas diecinueve años de edad), una pieza que lleva en sí todas las características del estilo de los Byrds. Otros cortes notables del lado A del álbum son la preciosa “You Won’t Have to Cry”, “Here Without You” (otra joyita del muy joven Clark que retrata a la ciudad de Los Angeles a mediados de los sesenta) y la clásica y tradicional “The Bells of Rhymney” de Pete Seeger, en un arreglo que, sin ser de lo mejor del grupo, da una nueva dimensión a un tema interpretado durante décadas por toda clase de músicos.
Otra versión a un tema de Bob Dylan abre el lado B del disco. Se trata de la magnífica “All I Really Want To Do”, elaborada por los Byrds con un beat más rápido y rítmico que el de la original dylaniana y con una emoción muy particular. La sigue otra belleza: la muy dulce y melancólica “I Knew I’d Want You”, por cierto también de Gene Clark. “It’s No Use” es quizá la pieza más atípica del disco y a la vez la que iba más con el estilo de música de aquel tiempo. Se trata de la única canción realmente psicodélica del álbum, la única que se aleja del folk y se entrega plenamente al acid rock (es claro que algo tuvo que ver en esto David Crosby).
Mr. Tambourine Man culmina con tres covers: “Don't Doubt Yourself, Babe” de Jackie DeShannon, con su beat a la Bo Diddley, la maravillosa “Chimes of Freedom” de Dylan y la tradicional “We’ll Meet Again”. En apenas poco más de treinta y cinco minutos, The Byrds habían dado nacimiento al folk rock.
(Publicado este mes en la revista Nexos No. 450)
Published on June 01, 2015 14:51
May 31, 2015
Fats Waller: un regalo para Al Capone
En 1926, a sus escasos veintiún años, ya era una figura muy popular en el jazz. En Nueva York era una estrella y en esos días, él y su orquesta realizaban una serie de presentaciones en el hotel Sherman de Chicago. Todo parecía ir sobre ruedas, hasta que al terminar una presentación, fue interceptado en los camerinos por unos matones que lo encañonaron amenazantes. Si les debía algo, no podía saberlo y tampoco se lo informaron. Le cubrieron la cara con un trapo, lo sacaron por la parte trasera del teatro, lo subieron a un coche y arrancaron con rumbo desconocido. No lo llevaron sin embargo a algún descampado para ejecutarlo. Cuando llegaron a su destino, lo metieron en el suntuoso centro nocturno East Cicero, le quitaron el trapo de la testa y en un vestuario le ordenaron que se acicalara. Tembloroso aún por los nervios, acató la instrucción y una vez listo, fue llevado al salón principal para que tomara asiento frente a un brillante piano e hiciera lo que sabía hacer. Todo era barullo en el lugar, hasta que puso sus manos sobre el teclado y comenzó a tocar un rítmico swing. Cuando su voz surgió, todos se volvieron a verlo y a aplaudirle. Se sintió aliviado y sonrío a sus anchas para cantar como sólo él sabía hacerlo, con esa alegría contagiosa que lo caracterizaba. Fue entonces que vio en la mesa más cercana a un sujeto bajito, con tipo de italiano, quien champaña en mano era el que más le aplaudía. Lo había visto en algunas fotografías de prensa y lo reconoció de inmediato. Un nuevo escalofrío lo recorrió de pies a cabeza, pero no permitió que se le notara. Aquel hombre de cabello envaselinado e impecable smoking blanco era nada menos que el capo mayor de la mafia de Chicago, a pesar de tener tan sólo veintisiete años de edad.Cuando el espectáculo terminó, el regordete músico de raza negra fue presentado al gangster, quien lo invitó a quedarse en la fiesta, misma que duraría tres días completos. Al final, recibió un fajo de dólares equivalente a lo que ganaba en un mes y fue conducido de regreso a su hotel. Fats Waller acababa de ser el regalo de cumpleaños de Al Capone.
Nacido en 1904, en la ciudad de Nueva York, Thomas Wright Waller fue uno de los músicos más influyentes de los primeros años del jazz. Con un estilo jubiloso y lleno de gracia para escribir e interpretar sus composiciones, unido ello a la simpatía que le daba su gordura, el tipo no sólo era popular entre el público sino también entre las mujeres. En sus dos décadas de carrera, se presentó en todo el territorio norteamericano y en Europa, realizó muchas grabaciones e incluso participó en algunas cintas del naciente cine hablado. Es uno de los músicos favoritos de Woody Allen (temas suyos aparecen en las películas Interiores de 1978 y Zelig de 1983). Entre sus composiciones más conocidas destacan “Lenox Avenue Blues” y la clásica “Ain’t Misbehavin”.
Fats Waller falleció muy joven, en 1943, en Kansas City, Misuri. Una neumonía se lo llevó a los treinta y nueve años, mientras viajaba en un tren. Una manera muy rítmica de morir.
(Publicado el día de ayer en el suplemento Laberinto de Milenio Diario)
Published on May 31, 2015 20:30
Presentación de "Matar por Ángela" (el video, versión completa)
Este es el video de la presentación de mi novela, el pasado 6 de mayo en el Centro Cultural "Elena Garro" de Coyoacán. Muchas gracias a Alejandro Sotram y Danny Corr por la realización total del mismo. Les quedó muy bien.
Published on May 31, 2015 18:02
May 30, 2015
La conjura de los cínicos
Inestimado señor: Le escribo la presente luego de ver todo el lío en que se encuentra usted metido y que le armaron algunos de sus más cercanos colaboradores, quienes se pasaron de listos y mostraron toda la corrupción en la que han vivido durante largos años.Lo que me brinca es que usted trate de hacerse el occiso y diga que nada tiene que ver en el asunto, cuando es sabido que su conducta como cabeza principal de la organización que preside no ha sido la más ejemplar. Es usted un tipo tan astuto y taimado que cuesta trabajo creer en su inocencia y sobre todo que haya afirmado que nada sabía sobre las actividades ilícitas de sus más próximos.
Sé que maneja usted la imagen de alguien intachable, impoluto, incapaz de mancharse con el pétalo de una tranza y no sólo eso, también utiliza el discurso de que hay que acabar a como dé lugar con la corrupción.
Ahora que es tiempo de elecciones, ha acentuado dicho discurso, aunque en los hechos su actuación lo contradiga. En cada temporada electoral, su ególatra soberbia ha hecho que pase por encima de cualquiera que represente un riesgo para su candidatura y no se ha detenido a la hora de dividir a su organización y hacer que muchos de los que eran sus aliados hayan tenido que marcharse. Pero eso sí: siempre trata de dar una apariencia bonachona y falsamente simpática, llena de dicharachos y frases repetidas.
Maneja usted a su oscura institución como si fuera el dueño y en los hechos lo es. Todo el dineral que ingresa, lo dispone para sus propios intereses políticos y para promover su populista y demagógica imagen a toda hora, en aras de cumplir ese sueño que lo tiene obsesionado desde hace lustros.
Si no es usted un corrupto, cuando menos sí es un cínico y poco parece importarle que aquel tesorero se haya ido a Las Vegas o que aquel allegado suyo haya llenado maletines de billetes atados con ligas.
En fin, nadie soy para cuestionarlo, sólo quise desearle suerte porque la va a necesitar para salvar el pellejo. Que le sea leve, señor Joseph Blatter.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
Published on May 30, 2015 16:51
May 29, 2015
Ben Folds Five / Whatever and Ever Amen (1997)
Voz, piano, bajo y batería (no, no es Keane). Un trío con nombre de quinteto que hace un pop irónico y divertido, lleno de frescura y calidad. Ben Folds no destacó mucho, pero este álbum es una muestra de un talento que por alguna razón desapareció del mapa.Mejor tema: “Song for the Dumped”
Published on May 29, 2015 16:48
May 28, 2015
Mujeres del 2006 en La Mosca
The Gossip, Psapp, Martha Wainwright, Cat Power, Giant Drag, Fiona Apple, Melissa Ferrick, Shivaree, Mia Doi Todd, Feist, Anouk, Azure Ray, The Pipettes, The Noisettes, Tina Dico, Bobby Baby, The Finches, Brisa Roche, Buika, Kimya Dawson, Hello Saferide, Ramona Cordova, Rachel Fuller, Maia Hirasawa, Jenny Lewis, Thao Nguyen, Shelley Short, Tagaki Masakatsu, Gabby La La, Jesca Hoop, Joanna Newsom, Neko Case, Lady & Bird, Transient, Jed and Lucia, Rosie Thomas, Lionlove, Angela Desveaux, Javiera Mena, The Bicycles, Isobel Campbell, Christina Rosenvinge, Jenny Owen Youngs, KT Tunstall, Maria Taylor, Snoozer, Kathryn Williams, Devics, Leticia Servín, The Morris Family, Terra Naomi, Jennifer O’Connor, Laura Vázquez, Pony Up!, Choc, Telepopmusik, Wendy & Bonnie, MiAndLau, Rebekah Higgs, Rose Cousins, Lily Frost, Virginia Astley, Miho Hatori, Land of III Earthquakes, Fernanda Martínez, Laura Gibson, Julie Sokolow, Julieta Marón, Susan Christie, Juana Molina, Girls Aloud, Anais Mitchell, Kathleen Baird, Yoko Kanno, Nurse & Soldier, Camille, Kelly Joyce, Coralie Clement, Pauline Croze, Malena Rouge, Ariane Moffatt, The Long Blondes, Carla Bruni, Emilie Simon, Sara Valenzuela, Keren Ann, Katie Melua, Nosotrash, Broadcast, Jessy Bulbo, The Duke Spirit, First Nation, Tanya Donelly, Tigs, Emiliana Torrini, Regina Spektor, The Oohlas, Neon, Poni Hoax, Ane Brun, Miss Violetta Beauregard, The Dixie Chicks, Shelley Short, Stina Nordestam, Charlotte Gainsbourg, Cansei de Ser Sexy, Teggan and Sara, Big Pig, Dani Siciliano, Angie Heaton, Controller Controller, Fabienne Delsol, Julie Doiron, Beehive and the Barracudas, Jucifer, TAM, Betty Davis, Laureen K. Newman… Son tan sólo algunos de los nombres de mujeres solistas o grupos en los cuales las mujeres tienen un papel esencial y que a lo largo del 2006 hicieron gran música. Mientras las disqueras y las radiodifusoras nos invaden de basura “indie”, una gran cantidad de mujeres alrededor del mundo están produciendo el mejor rock del orbe. Muy pocas son conocidas, inmerecidamente. Desde aquí las honramos por su calidad, por su sensibilidad, por su talento, por su afortunada feminidad.(Editorial "Ojo de mosca" que escribí para La Mosca en la Pared No. 112, agosto de 2006)
Published on May 28, 2015 20:30
May 26, 2015
Miércoles de reposo
Published on May 26, 2015 22:52
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