Hugo García Michel's Blog, page 222

May 26, 2015

Nuevo ataque mandril

Al contrario de lo que sucede con el rock –que en México es rockcito (con sus honrosas excepciones que no hacen más que confirmar la regla) –, el jazz que se hace en nuestro país ha gozado desde siempre de una magnífica salud. Me refiero al jazz en todas sus variantes y una de ellas, con gran fuerza en la escena nacional desde hace más de una década, es la del jazz funk, subgénero en el cual destacan proyectos como Troker, Los Músicos de José, 3MotherFunkers, Pilaseca, Telefunka y el que hoy nos ocupa: Sr. Mandril.
  Con una fusión de jazz, rock, funk y ritmos afroantillanos; con bajeos y teclados que dan cuerpo y sustancia a su música (debidos a Ramsés Ramírez), guitarras que transitan del jazz al rock sin escalas (cortesía de Germán González), percusiones calientes y exactas (ejecutadas por Edgar Torres en la batería y Chepo Valdez en las congas), metales cortantes y exactos (cortesía de Pablo Delgado en el sax y Alex Sánchez en la trompeta) y flautas que remiten lo mismo a Herbie Mann que a Ian Anderson (interpretadas por la siempre espléndida María Emilia Martínez); con una serie de composiciones contagiosas, variadas y perfectamente matizadas, Sr. Mandril aparece en 2015 con su quinto álbum de larga duración, La especie del ojo funky, editado por la disquera Intolerancia con el apoyo del Fonca y Conaculta.
  Se trata de un disco tan bueno como su inmediato antecesor, Cinema Mandril (Intolerancia, 2013), con la diferencia de que esta vez no se recurre al uso de elementos electrónicos y el sonido es, digamos, más orgánico. Eso no obsta para que haya experimentaciones o se corran riesgos en la manera de componer o de realizar los arreglos (como en la intensa y hasta un tanto siniestra “Botón del sol (El tercer ojo)”.
  Diez son los cortes que conforman a este nuevo plato y no hay desperdicio en uno solo de ellos. Desde el inicial “Agente Especial SM” hasta el concluyente “Gato negro”, pasando por “Tiro Loco”, “Bong”, “Sunset” o “La 77”, el jazz y el funk brotan en perfecta conjunción y nos mueven (literalmente) a explorar más de la discografía de esta estupenda agrupación defeña.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on May 26, 2015 16:33

May 25, 2015

Dylan y la polaca mexicana

Ahora que el buen Bob Dylan regresa a nuestro país para dar algunos conciertos, se me ocurre que algunas de sus más señaladas canciones bien podrían estar dedicadas a varios de los más preclaros adalides de la democracia mexicana, mismos que hoy nos otorgan sentido patriótico por medio de sus actividades cotidianas en eso que llamamos la política nacional. Hagamos un ejercicio de imaginación y pensemos cuáles de las composiciones dylanianas pueden formar parte del soundtrack de nuestros bienamados políticos.

“Like a Rolling Stone” (Como una piedra que rueda). Ese título a nadie le puede quedar mejor que a Porfirio Muñoz Ledo, quien ha transitado alegremente de los gobiernos priistas (y de la presidencia del mismo PRI) a la oposición de izquierda y de ahí al gobierno foxista y de rebote al actual y flamante FAP y de ahí a…

“Just Like a Woman” (Precisamente como una mujer). La canción perfecta para Ruth Zavaleta, tan querida por sus compañeros perredistas del sector duro.

“Jokerman” (Bromista). Esta le va como anillo al dedo a nuestro máximo comediante, a nuestro genio del humorismo blanco y amarillo, Gerardo Fernández Noroña, quien con sus constantes bromas nos hace más alegre y llevadera la existencia cotidiana. La política nacional ya es inimaginable sin el jokerman Noroña, el Polo Polo de los progres.

“I and I” (Yo y yo). ¿Yo-yo? Pues quién más que el hombre que más aprecia (y exige para sí mismo) el culto a la personalidad: Andrés Manuel López Obrador. Desde su presidencia legítima, el hombre sabe cómo estar siempre en los medios. Hugo Sánchez es el único que podría hacerle sombra en eso del yoísmo (lo sé, el Pichichi no es un político, pero qué tal le sabe a la grilla).

“If Not for You” (Si no fuera por ti). Los perredistas están ciertos de que esa canción la hizo Bob Dylan para Luis Carlos Ugalde. “¿Si no fuera por él, AMLO sería nuestro presidente”, aseguran los del sol amarillo.

“Blowin’ in the Wind” (La respuesta está en el viento). Sin problemas Dylan le hubiera escrito esa tonada a Felipe Calderón, porque a poco más de un año de haber asumido la presidencia de la república, como que los mexicanos seguimos haciéndonos muchas preguntas acerca de la eficacia de su gobierno y la respuesta…, la respuesta sigue en el viento.

“Knockin’ on Heaven’s Door” (Tocando a las puertas del cielo). Obvio: Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard y Juan Camilo Mouriño, quienes ya desde ahora tocan a las puertas de Los Pinos (falta ver si les abren).

“The Idiot Wind” (El viento idiota) No sé por qué me acordé de Chente Fox, a quien también le queda la de “It Ain’t Me, Babe” (No soy yo, nena), por aquello del “¿… y yo por qué?”.

“Sad Eyed Lady of the Lowlands” (Dama de ojos tristes de las tierras bajas). Está clarísimo: Martita Sahagún cuando se quedó lejos del poder.

“Ballad of a Thin Man” (Balada de un hombre delgado). ¿El secretario de Hacienda Agustín Carstens?

“Going Going Gone” (algo así como la clásica frase beisbolera Se va, se va y se fue). ¿Quiénes más sino Francisco Ramírez Acuña y Beatriz Zavala.

“Rainy Day Women No. 12 & 35” (Mujeres de día lluvioso números 12 y 35). Posiblemente Elba Esther Gordillo y Dolores Padierna, por las tormentas que arman siempre a su paso, aunque a ambas les podría quedar también la de “Tough Mama” (Mujer ruda).

“Watching the River Flow” (Viendo correr al río). Esta se ajusta perfecto a cualquiera de los ex precisos, quienes desde su relativo retiro observan pasar las aguas de la polaca, todos menos Carlos Salinas de Gortari, quien tiene su propia canción dylaniana.

“When He Returns” (Cuando él regrese). Se dice que es lo que siempre ha deseado Salinas: retornar al poder… y hay quienes querrían que eso sucediera. De todos  modos, cada vez que se va del país termina por regresar. También se la pudo dedicar Dylan a Napito Gómez Urrutia.

“Caribbean Wind” (Viento del Caribe) Para todos los políticos mexicanos que aman a Hugo Chávez.

“It’s Alright Ma’ (I’m Only Bleeding)” (Está bien, mamá [Sólo estoy sangrando]). Más que a un político, ese tema tiene que estar dedicado al aguantadoir y supermacho pueblo de México.

(Publicado a principios de 2008 en la sección QRR de Milenio Diario)
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Published on May 25, 2015 17:21

May 23, 2015

La culpa es de los chichimecas

Otra tormenta en un vaso de agua, debida a la inefable corrección política que padecemos. Vale, concedamos, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, se burló de un hombre de origen indígena que presuntamente quiso chantajearlo. Incluso imitó su manera de hablar y usó no sé cuántas veces la expresión “no mames” (¡oooh!).
  Claro, ello dio pie a que las redes sociales, tan correctas ellas, lanzaran una andanada de ataques contra el funcionario en la que lo menos que se exige es que el hombre renuncie, pida perdón y se vaya de rodillas a la basílica de Guadalupe o a la sede de Morena.
  Nadie cuestiona, por supuesto, que las burlas de Córdova fueran conocidas por medio de espionaje telefónico y que esto constituye un delito. Tampoco se habla del trasfondo evidentemente político de la divulgación de la charla que el titular del INE sostuvo con otra persona y que lo que se busca es desprestigiarlo y de paso desprestigiar al propio instituto y poner en tela de juicio la validez de las próximas elecciones federales.
  Si somos serios, podremos entender qué es más grave: si las palabras “discriminatorias” de don Lorenzo o la reacción inquisitorial de los eternos “indignados”. Digo, si aquel hubiese dado un discurso o hecho una declaración en la que se expresara en forma racista de algún indígena, es claro que el escándalo tendría razones de sobra para justificarse. Pero todo viene de un telefonema privado. Tan sólo eso.
  Hay quienes dicen (lo juro) que el celular por medio del cual Córdova expresó sus palabras es pagado por nuestros impuestos y que por tanto se trata de un hecho público. Para parafrasear al propio consejero: no mamen. También hay quienes lo critican por usar un lenguaje soez y limitado, lo cual, según ellos, lo descalifica para presidir al INE.
  “La culpa es de los tlaxcaltecas”, se intitula un estupendo cuento de Elena Garro. En este caso, la culpa es de los chichimecas, aquellos bárbaros a quienes los olmecas y los mexicas despreciaban por embrutecidos e incultos. Al parecer, sigue habiendo chichimecas… y hasta tuitean.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de Milenio Diario).
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Published on May 23, 2015 18:30

May 22, 2015

Tom Tom Club / Tom Tom Club (1981)

He aquí el álbum que los Talking Heads hubieran querido grabar y no pudieron. Los esposos Tina Weymouth y Chris Franz –bajista y baterista, respectivamente, de Talking Heads- crearon a este grupo singular de enorme rítmica y este es su disco más representativo y gozoso.

Mejor tema: “Wordy Rappinghood”

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Published on May 22, 2015 16:41

May 21, 2015

Encanto femenino

(Me encantó este poema del gran Rubem Fonseca)

Sigo siendo sensible al encanto femenino.
Me siguen gustando los sapos.
Pero dentro de casa no tengo
mujer o sapo.
Tengo libros. Tengo tenedores y cuchillos.
Tengo zapatos. El zapato que uso fue comprado
hace más de 15, quince, repito, quince años.
Esto es una poesía, vayan sabiendo.
Alguien dijo que poesía es
aquello que se pierde en la traducción.
Yo digo que poesía es lo que cada uno cree que es poesía.
Encontrar lindas a las mujeres es poesía.
He dicho.
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Published on May 21, 2015 15:30

May 20, 2015

Un libro para el fin (el podcast)

Este es el programa Un libro para el fin que grabé el jueves pasado con Eduardo Limón en la estación de radio por internet Puentes. Creo que quedó bastante divertido.

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Published on May 20, 2015 17:30

May 19, 2015

El estruendoso regreso de Faith No More

Es desde ya uno de los acontecimientos musicales del año. Luego de dieciocho largos años de ausencia (su anterior disco, Album of the Year, data de 1997), Faith No More retorna inopinada e inesperadamente, comandado –por supuesto– por Mike Patton, con un disco estupendo: Sol Invictus (Ipecac, 2015) que hoy se presenta en todo el orbe.
  Se trata apenas del opus No. 5 en la discografía del grupo desde que se les unió Patton a finales de los ochenta y que incluye joyas como The Real Thing de 1989 y el extraordinario Angel Dust de 1992. El nuevo plato posee todo el poderío y el variado arte del quinteto y si bien ya no está ahí el legendario guitarrista Jim Martin, el nuevo encargado de las seis cuerdas, Jon Hudson, desarrolla un trabajo impresionante.
  Pero es Mike Patton, como siempre, el centro del talento (como lo es con sus otros proyectos, todos de culto, como Mr. Bungle, Tomahawk, Fantomas o Peeping Tom, además de sus álbumes como solista). En Sol Invictus se halla todo su delirio creativo, capaz de dar a luz composiciones de una enorme fuerza y, a la vez, de una finura sorprendente por contrastante.
  En esta ocasión, cortes como “Cone of Shame”, “Separation Anxiety”, “Sunny Side Step”, “Rise of the Fall” o “Superhero”, nos llevan a aquellos tiempos anteriores al grunge y a Nirvana en los que el llamado metal alternativo reinaba aún con poderío. Faith No More revoluciono a aquel subgénero rudo y gutural al fusionarlo con el funk (algo que a su manera también harían otros contemporáneos suyos: los Red Hot Chili Peppers) y con un sentido de la melodía que lejos de traicionarla, enriquecía a aquella música. Eso y más aparece en su nueva placa, un trabajo que entusiasma y que no decepcionará siquiera a los seguidores más aferrados de la agrupación.
  Sol Invictus nos recuerda la importancia de Faith No More en la historia del rock y nos hace ver que los talentos del ahora cincuentón Mike Patton permanecen no sólo intocados sino potenciados a su mayor capacidad y su máxima calidad.
  Un gran regreso de Faith No More.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on May 19, 2015 18:59

May 18, 2015

Carranza según Krauze

Terminé de leer el tomo cinco de la serie Biografía del poder que el Fondo de Cultura Económica le editó a Enrique Krauze en 1987. Con el título Venustiano Carranza: puente entre siglos, el libro nos deja conocer la contradictoria pero congruente vida de uno de los grandes líderes de la revolución mexicana.
  Amena mas no por ello menos rigurosa, la biografía de don Venustiano es muy acuciosa y rica en detalles. Muestra a un Carranza de carne y hueso, político incómodo durante el porfirismo, poco simpatizante de Francisco I. Madero y defensor de las instituciones luego de que el levantamiento contra el chacal Victoriano Huerta devino en feroz lucha de facciones por el poder.
  Odiado por Zapata y por Villa y más tarde por Obregón, quien terminó por hacerlo asesinar, el famoso Barón de Cuatro Ciénegas, coahuilense hasta los huesos, es un personaje fascinante que se enfrentó a los Estados Unidos y logró salvaguardar la soberanía de México en momentos muy difíciles. Sólo la felonía y la traición de los militares pudo acabar con él (al cruel crimen que puso fin a sus días me referí hace unos días, al reseñar El rey viejo de Fernando Benítez), aunque Krauze parece inclinarse por la teoría del suicidio.
  Polémico, instructivo, revelador, entretenido, Venustiano Carranza: puente entre siglos es una estupenda introducción a la vida del estadista que, inspirado siempre por la figura histórica de Benito Juárez, quiso llevar al país, tal vez a destiempo, por la senda del civilismo. Los militares se encargaron de que eso tardara casi una década más, pero al final le dieron la razón en los hechos.
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Published on May 18, 2015 16:58

May 17, 2015

B.B. King: la emoción se fue

Conocí la música de B.B. King en mi adolescencia, gracias a un LP que tenía mi hermano Sergio y en el que venía la que quizá sea la composición más emblemática de este gran guitarrista e intérprete estadounidense: “The Thrill Is Gone”. Fue de hecho con él que prácticamente descubrí el blues negro, porque con el blues tocado por blancos me había topado poco antes, gracias al portentoso álbum Super Session (1968) de Al Kooper, Mike Bloomfield y Stephen Stills.
  Muchos años después, en 1991, B.B. King vino a tocar a México, en aquel legendario Festival de Jazz y Blues que se organizó en el Auditorio Nacional y al que tuve la oportunidad de asistir. Fue una noche larguísima, en la que King alternó con un delirante Chuck Berry (quien abrió el concierto) y un sobrio Ray Charles (quien lo cerró). Al también creador de “Paying the Cost to Be the Boss” y “Why I Sing the Blues” le tocó la parte intermedia y aquello fue un espléndido viaje por lo mejor de su repertorio y de su impecable guitarra, esa “Lucille” a la que B.B. había vuelto tan famosa como él mismo.
  Nacido en Indianola, Mississippi, en 1925, la biografía de Riley Ben King es la misma de tantos blueseros legendarios, historias que parecen repetir siempre los mismos cartabones: haber nacido en el sur profundo, en alguna población diminuta, en medio de la pobreza; haber tenido que trabajar en los campos de algodón en condiciones casi de esclavitud; haber cantado en coros de góspel durante las ceremonias religiosas; haber aprendido a tocar algún instrumento (casi siempre la guitarra de palo); haber abandonado su lugar de origen para buscar fortuna como músicos en otros lares más propicios. En fin, todo eso lo pasó también quien falleciera este jueves 15 de mayo, cuando se acercaba su cumpleaños número noventa.
  Son muchas las cosas básicas que todo aficionado al blues conoce acerca de B.B. King: que sus iniciales quieren decir Blues Boy o que (dato quizá menos difundido, a pesar de ser una verdadera curiosidad) nunca pudo aprender los acordes de la guitarra y sólo sabía requintear (vea usted cualquier actuación del músico y descubrirá que jamás toca la guitarra de acompañamiento, mucho menos mientras canta) o que bautizó a su instrumento con el nombre de Lucille a raíz de un incidente que él mismo le narró a mi gran amigo, el periodista Jorge R. Soto (al que le debo el privilegio de contar con un ejemplar de la autobiografía Blues All Around Me de B.B. King, con su firma al calce): “Durante un invierno en la década de los cincuenta, estaba tocando en un antro de mala muerte en Arkansas. Hacía mucho frío y estaban colocadas, en varios sitios del local, lámparas de petróleo para calentar a los parroquianos. De pronto, dos de ellos se enfrascaron en una riña en la que rodaron por el suelo, tirando una de esas lámparas. El local era de madera por lo que de inmediato empezó a arder. Todos salimos corriendo y, al estar afuera, me di cuenta de que había dejado mi guitarra en el interior del local, por lo que, sin pensarlo, me metí corriendo para rescatarla de entre las llamas. Pude salir antes de que el lugar se colapsara. A la mañana siguiente, me enteré de que la riña había empezado por una mujer llamada Lucille que trabajaba ahí. Es por ello que bauticé a mi guitarra con ese nombre, como un recordatorio de que nunca debo cometer alguna pendejada que ponga en peligro mi vida”.
  La carrera de King se consolidó realmente a partir de la década de los sesenta, aunque él ya bregaba en el medio bluesero desde veinte años antes y para entonces había grabado varios discos y se había presentado en una gran cantidad de clubes, teatros y festivales a todo lo largo y ancho de la Unión Americana. Su actividad era tan febril que en 1956 tocó en 342 fechas, casi una diaria sin descanso, y a partir de ahí, su promedio de presentaciones era de trescientas al año. Una verdadera locura.
  Muchos afirman que B.B. King es el rey del blues y por eso piensan que no ha habido bluesero mejor. Disiento. Creo que Robert Johnson, Willie Dixon, Muddy Waters, Howlin’ Wolf y John Lee Hooker están por encima del buen B.B. Ni siquiera era un virtuoso de su instrumento. No obstante, su importancia resulta innegable, sobre todo porque ayudó a difundir el género por todo el mundo como nadie más lo hizo. Más que el monarca, fue el embajador del blues.
  Dice el lugar común que el mejor homenaje a un músico que se va es escuchar su música. Discos como How Blue Can You Get (1996), Blues on the Bayou (1996), Let the Good Times Roll (1999), Making Love Is Good for You (2000) o su álbum de duetos Deuces Wild (1997) son buenas muestras más o menos recientes de su gran talento.
  La diabetes se llevó a B.B. King, quien murió mientras dormía, en santa paz. Pero su música sigue viva. Su blues agridulce permanece. La emoción no se ha ido a pesar de todo.

(Publicado el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).
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Published on May 17, 2015 16:11

May 16, 2015

¡No se mande, profe!

Solía considerarse como la profesión más noble. Yo crecí con la idea de que la vocación magisterial era sin la menor duda la más admirable, la más sacrificada, la más patriótica, la más honrada y casi (o sin el casi) la más sagrada. Hoy, sin embargo, gracias a ese cáncer nacional en que se han convertido los sindicatos en general y la CNTE en particular, la figura del maestro de escuela ha caído tan bajo como la de los políticos.
  Como ayer, 15 de mayo, fue su día y no se trata de amargarse con cosas como las fuertes cantidades que los líderes centistas cobran por no trabajar, por tener en el abandono a millones de alumnos oaxaqueños, chiapanecos y guerrerenses y por especializarse en marchas, plantones y tomas de calles y edificios públicos, quiero recordar a algunos de los profes que tuve durante mis años escolares, varios de los cuales, por cierto, tampoco eran tan ejemplares y abnegados como el maestro Cipriano que interpretaba José Elías Moreno en aquel sufrido dramón fílmico que es Simitrio de Emilio Gómez Muriel (1960).
  Tuve profesores de todos colores y sabores, desde la maestra Olivia (en cuarto año, una monja obesa, chaparrita y bonachona que nos ponía a rezar el rosario cada mañana) hasta el “Cachirulo” (mi profesor de historia universal en tercero de secundaria, progresista, izquierdoso y que me impulsó personalmente a escribir), desde el maestro Pascual (en quinto de primaria, quien nos castigaba azotando nuestras piernas con su temible latiguito –un delgado cable de alambre forrado) hasta el “Piporro” (mi maestro en el taller de encuadernación de la tlalpeña Secundaria 29, quien por las tardes era taxista y gozaba con jalarnos las patillas hasta hacer que nos alzáramos de puntitas y gritáramos de dolor) o “Herodoto” (así, con pronunciación grave, el profe de historia en primero de la misma secun, especialista en dar las clases más aburridas del planeta).
  Tuve maestros excelentes, aceptables, malos y pésimos, pero comparados con ciertos maistros de hoy, aquello era una jauja educacional.
  Felicidades por su día a aquellos docentes que siguen siendo decentes… y que no están en la CNTE.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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Published on May 16, 2015 20:00

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