Hugo García Michel's Blog, page 227

April 3, 2015

The Flock / Dinosaur Swamps (1970)

El estilo de The Flock era una fusión de rock, jazz y música culta. Algo tenía también de rock progresivo temprano. Dinosaur Swamps es un trabajo que ha sido opacado injustamente por su disco antecesor, The Flock, pero está a la altura de éste y en ciertos puntos incluso lo supera.

Mejor tema: “Big Bird”



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Published on April 03, 2015 21:00

April 2, 2015

Veo borroso

Estoy nervioso. Mucho. Al caminar, siento como si mis piernas se hubiesen aflojado y pudieran doblarse en cualquier momento. Pero debo mantenerme sereno o fingir que lo estoy. Porque aunque para ellos dos también es su primera vez, se ven muy tranquilos y sus bromas los muestran como dos tipos experimentados y de más edad que la mía. Porque, sí, son mayores. Gerardo me lleva dos años y Víctor es cuando menos seis meses más grande. Sin embargo, en este momento me siento como un bebé, como un niño imberbe e inerme; no sé qué tan listo estoy como para enfrentarme a mi primera vez.
  Mi primera vez, mi primera vez. ¿Cuántas primeras veces he tenido ya y cuántas me faltan por delante en lo mucho que me queda de vida? Porque yo espero vivir bastantes años. Ochenta por lo menos. Ahorita tengo catorce, pero dentro de quince días cumplo quince… y, a decir verdad, no he tenido aún las suficientes primeras veces.
  Bueno, no sé si cuenten como tales la primera bocanada de aire que di al salir del vientre de mi madre o la primera vez que bebí leche de su pecho o mi primer cambio de pañales o mi primer cumpleaños. Esas no son primeras veces que uno elija. A todos les pasan. Tampoco cuenta mi primer día en el jardín de infantes (del cual sólo recuerdo que no lloré como hacían otros niños y niñas a quienes miraba asombrado y sin entenderlos). ¿La primera ocasión en que mi papá me llevó a un partido de futbol? No, él me llevó porque quiso (y la pasé muy bien, a decir verdad). ¿El primer diente que se me cayó? No. ¿Mi primera enchilada con un maldito habanero que me hizo llorar de dolor? Tampoco. ¿Mi primer domingo? Fue estimulante, pero de algún modo era una obligación de mis padres dármelo. ¿Mi primera comunión? ¡No, menos! ¿El primer libro que leí? Vale, ese sí lo elegí yo y podría contar: Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain. Maravilloso y divertidísimo.
  Ya sé: la primera niña de la que me enamoré. Aunque en este caso no sé si yo quise enamorarme de ella o ella supo emplear sus indiscutibles encantos para hacerme caer como un idiota. Digo caer, literalmente. Fue en el mismo jardín de niños. Elenita se llamaba. Era la chiquilla más bonita de todo el kínder. Al menos eso recuerdo, porque de sus facciones, su cabello, su cuerpecito, no guardo la menor memoria. Sólo sé que se llamaba Elenita y que un día que iba yo corriendo por un pasillo, me metió el pie y me hizo caer en el pavimento. Sé que una rodilla sangró y la otra quedó toda raspada… y que lloré. Como no lo había hecho en el primer día de clases.
  Pero esta primera vez que voy a experimentar dentro de algunos minutos supera a cualquier otra. Porque es algo prohibido. Porque si mis papás se enteraran, me castigarían un año sin salir o me meterían a un internado. Porque transgrede la ley.
  De pronto llegamos.
  –Ahí está el cuartito –dijo Gerardo.
  –Poca madre –completó Víctor.
  Yo me limité a sonreír y me puse más nervioso todavía. Tanto que apreté contra mi pecho la bolsa del súper llena de frituras que cargaba.
  Habíamos cruzado un amplio jardín en la casona de los primos de mi primo. Ah, porque Gerardo es mi primo hermano por el lado de mi papá y sus primos, los de la casona, son primos suyos por el lado de su mamá. Sí me entendieron, ¿verdad?
  –Aquí traigo la llave –dijo Gerardo.
  –Poca madre –completó Víctor, quien no es mi primo y tampoco es primo de mi primo. Es un amigo suyo que siempre anda con él.
  Por afuera, el cuarto se veía muy chiquito e insignificante. Estaba situado hasta el fondo de la propiedad y en algún tiempo se usó para guardar herramientas. Hasta que uno de los primos de mi primo lo adoptó como club para él y sus amigos.
  Por dentro, las cosas cambiaban. Parecía bastante más grande que por afuera y estaba decorado de manera increíble. Carteles de Nirvana, Temple of the Dog, Mother Love Bone, Pearl Jam y otros grupos de la escena grungera cubrían las cuatro paredes, mientras que del techo de lámina acanalada colgaban un par de lámparas con pantallas medio sicodélicas. Me sentí encantado. El piso estaba cubierto por una mullida alfombra y me senté con las piernas cruzadas, al tiempo que miraba cada detalle con fascinación.
  Gerardo cerró la puerta y puso el seguro.
  –Mejor así, no vaya a venir uno de mis tíos y nos cachan.
  –Poca madre.
  Había un aparato de sonido impresionante. Las lámparas daban una media luz que resultaba perfecta. Mis nervios seguían ahí, pero embargados por una emoción deliciosa.
  –¿Trajiste los discos, Vic? –preguntó Gerardo.
  –A huevo –respondió el otro, quien tomó el morral que colgaba de su hombro y sacó cuatro compactos.
  Mi primo los revisó uno a uno.
  –Poca madre –dijo (Gerardo, no Víctor).
  Me los pasó para que yo los viera.
  –Escoge uno, tú eres aquí el experto.
  Los tomé en mis manos y los miré con asombro.
  –Una amiga que fue al Gabacho me los acaba de traer –me comentó el orgulloso dueño de aquellas maravillas.
  In Utero de Nirvana, Vs. de Pearl Jam, Badmotorfinger de Soundgarden, todos compactos recién salidos en aquel 1993. Me sentí bien por haber llevado mi holgada y desfajada camisa de franela de cuadros verdes con líneas negras. Entonces llegué al cuarto disco y lo miré con curiosidad.
  –A éstos no los conozco.
  –¿No conoces a Blur? –exclamó Víctor y me miró como quien mira a un alienígena tuerto.
  –No, ¿quiénes son? –inquirí con un dejo de vergüenza ante mi ignorancia.
  Me lo arrebató casi ofendido y lo acarició con amor.
  –Para mí, la mejor banda del mundo.
  –¿Son de Seattle también?
  –¡No mames! ¡Ya quisieran en esa pinche ciudad lluviosa tener a un grupo como éste!
  –¿Entonces de dónde son?
  –¡Ingleses, de Colchester!
  Yo ni idea tenía de dónde era Colchester, pero no podía quedarme callado.
  –Seguro también es una pinche ciudad lluviosa.
  Mi primo Gerardo no había participado en la discusión, atento como estaba en liar aquel cigarro.
  –Listo. Ya déjense de mamadas y pongan la musiquita.
  Víctor fue hacia el estéreo, sacó cuidadosamente el disco de aquel grupo y me pasó la cubierta.
  Modern Life Is Rubbish era el título del álbum. Me gustó la portada, en la que se veía a una poderosa locomotora a toda velocidad sobre una vía, al tiempo que lanzaba mucho humo. El cielo se veía nublado y verdoso. Tal vez era otra la tonalidad, pero con tan poca luz no podía discernir bien.
  Comenzó a sonar la primera canción. Leí que se llamaba “For Tomorrow”. Sonaba bien. Armonías cortadas. Un ritmo seco. Me hizo pensar en los Kinks. Era diferente, nada que ver con el grunge ciertamente. Complacido, saqué de la bolsa del súper un paquete de Doritos, lo abrí y me comí dos de un bocado.
  –Me gusta –dije sonriente y con la boca llena.
  De pronto, vi que Gerardo encendía un cerillo y lo llevaba a su boca para prender el cigarro. La discusión con Víctor y la novedad del disco de Blur me habían hecho olvidar por un instante la razón de nuestra estancia en aquel cuarto.
  –Entonces tengo que aspirar y tragarme todo el humo, ¿verdad?
  –Exacto, eso es lo que me dijo el cuate que me la vendió.
  Desde mi lugar, vi cómo mi primo aspiraba profundamente. En ese momento, un miedo muy fuerte me invadió y traté de disimularlo. Puse mis ojos en la contraportada del disco. “Advert” se llamaba la segunda pieza. Sonaba simpática.
  –¡Perfecto, carnal! –dijo Víctor al recibir el pitillo con el índice y el pulgar de su mano derecha.
  –¿Todo bien, primo? –me preguntó con calidez Gerardo, a lo que respondí con un leve movimiento afirmativo de cabeza y una sonrisa estúpida.
  Víctor aspiró como un experto, lo cual me hizo sospechar que aquello de que era la primera vez que fumaba marihuana era puro cuento.
  –Vas, manito –me dijo, al tiempo que me ofrecía el informe cigarrito.
  Tragué saliva y estiré la mano. Me di cuenta de que estaba temblando.
  –Tranquilo, no pasa nada. Estás con tus brothers –trató de calmarme el otro.
  Acerqué el porro (como había leído que le decían en una novela española de detectives) a mis labios y traté de succionar. Mi falta de experiencia incluso para fumar tabaco hizo que no jalara nada hacia adentro.
  –Así no, güey –me regañó Víctor con enfado.
  –Hazle como le hice yo –intercedió mi pariente.
  El segundo intento fue más digno y me tragué aquel humo. El sabor que invadió mi garganta me pareció tan amargo como desagradable, pero me contuve y pude evitar incluso un acceso de tos que hubiera resultado la mar de penoso.
  El cigarro dio una vuelta más y yo regresé a mi lugar. Ya habían pasado dos o tres canciones del disco. Me fijé en la que estaba. Su título era “Blue Jeans”. Pensé en David Bowie. Me quedé con el disco en la mano hasta que empezó la siguiente, “Chemical World”. Me sonó muy bien desde el principio. Dejé la cajita de plástico duro, me recargué en la pared y cerré los ojos. No sentía nada, ningún efecto extraño. Me concentré en la melodía. Realmente era bonita.
   –¿Cómo te sientes, primo?  –me preguntó Gerardo.
  –Normal…, ¿y tú?
  –No, pues… Yo ya empiezo a sentir cosas –respondió al tiempo que se reía.
  –¡Poca madre! –complementó el otro.
  Me acerqué al aparato y repetí la canción. Por alguna razón, esa “Chemical World” me había gustado. Creo que ellos ni cuenta se dieron de que volví a ponerla.
  Regresé a mi posición inicial. Pensé que quizá la yerba no me haría efecto. Casi sin darme cuenta, empecé a mover los dedos de mi mano derecha sobre el suelo, como si lo hiciera sobre un teclado. Entonces sentí que en mi mente veía a mis dedos, pero los veía negros y terriblemente flacos. Me di cuenta de que se movían independientemente de mi voluntad, que eran autónomos, y hasta temí que en un momento dado quisieran irse por su lado y abandonarme. La sola idea me dio mucha risa y empecé a carcajearme sin control.
  –¿Qué te pasa, güey? –me dijo Gerardo, atacado por la hilaridad también.
  Abrí los ojos, lo miré y escuché mi voz al contestar, pero como si fuera una voz ajena.
  –No lo sé, cabrón…, pero… veo borroso.
  Los tres entonces nos revolcamos de risa.

(Cuento que escribí para el libro de relatos Blur, amor y paranoia en los 90, editado en marzo de 2014 por la revista Marvin)
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Published on April 02, 2015 21:44

April 1, 2015

La bendita primavera

Añadir leyendaPara los romanos, aprilis, nuestro abril, era el mes en que todo se abría, cuando todo florecía, cuando la vida se desplegaba en su magnífica plenitud. Aprilis: apertura, comienzo, el mes en el cual la primavera se consolida luego de sus diez días en marzo.
  La primavera ha sido motivo, tema emblemático para la creación de música en todos los géneros. Desde “La consagración de la primavera” de Igor Stravinsky hasta “La maldita primavera” que cantaba Yuri, el espectro de composiciones referidas a esa estación resulta amplio y rico. La música culta, el jazz, la canción popular, el rock, etcétera, tienen en sus respectivos repertorios una enorme cantidad de piezas musicales con títulos o referencias primaverales.
  En la mal llamada música culta (o peor llamada música clásica), además de la ya referida magna obra de Stravinsky, destaca por supuesto la primera parte de “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi, es decir, los tres bellísimos y conocidísimos movimientos de “La primavera” del compositor italiano. No obstante, hay otras obras y, sin rascarle mucho, podemos mencionar la Sinfonía en Si bemol “Primavera” de Robert Schumann; la Sonata para violín y piano No. 5 en Fa mayor, opus 24, “Primavera” de Ludwig van Beethoven; el vals “Voces de primavera” de Johann Strauss y los “Murmullos de primavera”No. 3, opus 23, de Christian Sinding.
  En el jazz, existen numerosas composiciones con el tema. Por ejemplo, en una de las más antiguas grabaciones de Ella Fitzgerald viene “I Got the Spring Fever Blues”, con la orquesta de Chick Webb, mientras que en los años cincuenta, la cantante grabó la exquisita y aterciopelada “Spring Can Really Hang You Up the Most”. Por su parte, el cuarteto de Dave Brubeck tiene esa joya que es “Spring in Central Park”, contenida en su álbum Jazz Impressions of New York, de 1964, mientras que en el disco Stan Getz ’57, del quinteto de este gran saxofonista, viene otra maravilla: “Spring Is Here”. Otros jazzistas que grabaron temas relacionados con la primavera fueron Fats Waller (“Spring Cleaning”), Duke Ellington (“The Spring”), Benny Goodman (“Santa Claus Came in the Spring”), Miles Davis (“Swing Spring”), Bill Evans (“You Must Believe in Spring”), Dexter Gordon (“Some Other Spring”), Joe Pass (“Joy Spring”), Pat Metheny (“Cold Spring”), Abbey Lincoln (“Up Jumped Spring”), Stanley Jordan (“Spring”), Winton Marsalis (“Spring Yaounde”), Dianne Reeves (“Ther’ll Be Another Spring”) y hasta Tony Bennett (“You Must Believe in Spring”) y Frank Sinatra (“It Might as Well Be Spring” y “We’ll Gather Lilacs in the Spring”).
  El blues también tiene sus queveres con la primera estación del año: “Springtime Blues” de Sonny Boy Williamson, “Spring” de Little Milton o “Springtime in the Rockies” de Leadbelly, por ejemplo, y el soul no se queda atrás: “Spring Again” de Lou Rawls y “Spring” de James Brown son dos magníficas muestras de ello.
  El rock tiene bastante que decir también en términos primaverales. Una de las primeras canciones del género, compuesta en México a principios de los años sesenta del siglo pasado, cuando lo que dominaba era el implacable imperio del cover, fue “Vuelve primavera” de los Blue Caps (era la época de aquello que se conoce como “Los años dorados del rocanrol”). Ya en el plano internacional, el rock y la primavera dieron piezas como “Spring Fever” de Elvis Presley, “Their Hearts Were Made of Spring” de los Beach Boys, “Filipino Box Spring Hog” de Tom Waits, “Spring Vacation” de Black Oak Arkansas, “I Dreamed of Spring” de k.d. Lang, “Spring Will Be a Little Late This Year” de Carly Simon, “Spring” de Rammstein (¡sí, de Rammstein!), “Springtime” de Donald Fagen, “Spring Haze” de Tori Amos, “Southland in the Springtime” de Indigo Girls, “I Am the Spring” de Morcheeba, “Spring Time in Vienna” de The Tragically Hip, “The First Days of Spring” de Noah and the Whale y “Can’t Stop the Spring” de los Flaming Lips, entre muchas más, incluida “Where Did My Spring Go”, una maravillosa rareza de los Kinks.
  En México, la reina de las canciones sobre este tema estacional es “La maldita primavera”, pieza de autoría italiana que se volvió tremendamente popular en la voz de la cantante popera Yuri, a mediados de los años ochenta. No es una mala composición si la analizamos bien, pero ciertamente existen muchísimas otras, con el mismo motivo de creación, con una mayor calidad, una mejor inventiva y una más genuina sensibilidad.
  Finalmente, la primavera es un buen motivo para hacer música, para escribir canciones, y abril es un buen mes para recordarlo.

(Publicado este mes en el No. 448 de la revista Nexos)
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Published on April 01, 2015 21:42

March 31, 2015

El blues de Ezra Shabot

Gustav Mahler, Felix Mendelssohn, Giacomo Meyerbeer, Jacques Offenbach, Otto Klemperer, Aaron Copland, Arnold Schönberg, Kurt Weill, Leonard Bernstein, George Gershwin, Irving Berlin, Johnny Mandel, Benny Goodman, Burt Bacharach, André Previn, Herbie Mann, Philip Glass, John Zorn, Michael Nyman, Serge Gainsbourg, Paul Simon, Laura Nyro, Carole King, Art Garfunkel, Bob Dylan y hasta Beck y Amy Winhouse. ¿Qué tienen esos músicos y compositores en común? Que todos son de origen judío. Como lo son escritores de la talla de Saúl Below, Joseph Roth, Stefan Zweig, Ana Frank, Elías Canetti, Isaac Bashevis Singer, Henri Bergson y Philip Roth o grandes personajes como Albert Einstein, Baruch Spinoza, Marc Chagall, Amadeo Modigliani y Frida Kahlo o gente del espectáculo como Woody Allen, Mel Brooks, Steven Spielberg, Stanley Kubrick, Roman Polanski y Jerry Seinfeld, entre muchísimos más.
  Valga este recuento de grandes personalidades judías para tratar de contrarrestar de algún modo la estúpida campaña emprendida contra el periodista, columnista y maestro Ezra Shabot, a quien los simpatizantes de Carmen Aristegui han dedicado una enorme, violenta y cobarde sarta de insultos en las redes, por la mera razón de haberse atrevido a externar su opinión personal respecto al conflicto entre la conductora y MVS, opinión contraria a la de estos fanatizados y en su mayoría anónimos decidores de improperios antisemitas y racistas.
  ¿Cómo es posible que gente que se considera progresista y de izquierda se transforme, por acción del odio, el rencor y el revanchismo, en lo mismo que en su momento fueron los nazis y los fascistas? ¿No sería bueno que la propia Aristegui se deslindara de ellos, al menos en este punto? ¿Será que, si lo hiciera, perdería “base social”?
  ¿O será, como dice un verso de la letra de la canción “With No Companion”, de otro músico y compositor judio, el gran Leonard Cohen, que estamos cerca de cruzar “a través de los días de vergüenza que se avecinan”? Esperemos que no sea así.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on March 31, 2015 19:00

March 30, 2015

Merd

Debió llamarse "Merde...", pero cuando lo dibujé (a mis 14 o 15 años) aún no entraba a estudiar francés. Es la portada de una libretita en la que hacía yo diversos apuntes y con la que me topé hace unos días, al hurgar uno de mis cajones inexplorados. El dibujo lo hice yo, pero se trata de una copia de una ilustración de Skip Williamson, un artista estadounidense de los años sesenta. La ilustración viene en el libro Steal This Book de Abbie Hoffman. Es de cuando yo pretendía ser caricaturista, por allá de 1969 o 1970.[image error]
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Published on March 30, 2015 02:10

March 28, 2015

¿Tenemos libertad de expresión?

Si creyéramos en la versión tuitera del país, México sería la nación más violenta, corrupta, dictatorial, totalitaria, degradada, miserable e infeliz de este planeta y hasta de diversos confines del universo. Uno lee los tuits de algunos personeros del retroprogresismo seudoizquierdoso nacional y parecería que en las calles cunden el terror y la exasperación, mientras la gente deambula cabizbaja, triste, desesperanzada, llena de angustia, cólera e indignación.
  Luego sale uno de su casa y resulta que la enorme mayoría de la población se dedica a lo suyo, que la gente trabaja, transita, va de compras, ve la tele, acude a restaurantes, sonríe, echa relajo, charla de muchos temas, se apasiona por otros tantos (como el futbol, por ejemplo) y pues, nada: no hay esa exacerbación insoportable y al borde del estallido que nos pintan los agoreros de las redes sociales.
  Que hay problemas muy graves en México, por supuesto. Que la violencia del crimen organizado asuela aún a diversas zonas de la república, no hay duda. Que la pobreza y la desigualdad siguen siendo dolorosos dramas, nadie podría negarlo. Que hay corrupción en la clase política, como la hay en la empresarial, la sindical y en otros estratos de la realidad mexicana, también. Pero de ahí a la negrura sin matices que nos quieren retratar quienes en realidad buscan sacar raja de la actual situación, para beneficio de sus propios intereses económicos y políticos, hay una gran distancia.
  ¿Se han acotado las libertades en México, en especial la libertad de expresión, como claman los susodichos a partir del caso MVS-Aristegui? No lo veo así: ahí siguen intocados sus contestatarios medios de comunicación, sus columnistas rabiosos, sus caricaturistas implacables y sus tuiteros iracundos. Sigue habiendo marchas y protestas cada día. En realidad, son ellos quienes tratan de acallar a los que no piensan igual, mediante insultos y descalificaciones inquisitoriales.
  La libertad de expresión es una conquista ciudadana y sigue presente. No sé cómo nos iría en cambio si esos “indignados” se hicieran del poder. Qué miedo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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Published on March 28, 2015 22:00

March 27, 2015

Ten Years After / Ssssh (1969)

Uno de los mejores guitarristas blancos de blues hoy permanece casi en el olvido. Durante el festival de Woodstock, Alvin Lee asombró al mundo con su preciso y velocísimo rasgueo y su enorme feelin’. Este es un disco en estudio que nos lo muestra en pleno, al lado de su eficaz grupo.

Mejor tema: “I Woke Up This Morning”

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Published on March 27, 2015 21:30

March 26, 2015

Hugo García Michel: periodismo y polémica a los 60 años

Por Juan Carlos Hidalgo
“A veces me pregunto si La Mosca ya dio todo lo que tenía que dar”
Se trata de un periodista con muchísimos años de carrera en el ámbito nacional. Pocos como él a la hora de erigirse como ave de las tempestades, pues no sólo arma revuelo dentro de la escena musical sino que amplía su campo de batalla hacia el terreno sociopolítico. Compartimos luchas escriturales tanto en Marvin como en La Mosca, la revista que ha sido su trinchera desde hace poco más de dos décadas (y en la que surgió aquello del rockcitito mexicano). También colaborador de Milenio y Nexos, se trata de un polemista irredento con el que vale la pena conversar ahora que ha arribado a las seis décadas de vida y acumula experiencias de sobra.

Hace muy poco señalabas que a punto de cumplir los sesenta años sigues siendo un adolescente, ¿te sientes cómodo con tal aseveración? ¿Tan rudo resulta manejar la idea de madurez?
No, en absoluto. No me cuesta el menor trabajo manejar la idea de madurez, por la simple y sencilla razón de que aún no sé qué demonios es eso. No sé si estoy mal, pero me sigo sintiendo tan ligero y lleno de ganas de hacer cosas como cuando era adolescente… o quizás aún más.

También citabas algunas frases de Octavio Paz para subrayar la importancia de la crítica y la disidencia. ¿Con el paso del tiempo no resulta una losa muy pesada de cargar? ¿No abruma ejercer una crítica constante y sin complacencias?
La verdad es que me divierte y hasta ahora la diversión no me ha resultado una losa. La crítica me es connatural, me brota casi sin proponérmelo. Tal vez sea por ello que no me abruma. Lo que sí me sigue pareciendo intrigante y a la vez fascinante es la manera como unas cuantas palabras pueden causar un efecto tan devastador sobre ciertas personas, en especial si a esas palabras las acompañan el sentido del humor y el sarcasmo.

¿Todavía te apasiona y prende la música como en tus primeros años de melomanía?
Absolutamente sí, aun cuando cada vez me es más difícil toparme con discos o con propuestas que me emocionen y éstas suelen ser de músicos ya consagrados, incluso octogenarios, como en el caso del nuevo disco de Leonard Cohen. Pero sigo escuchando a los grupos jóvenes o más o menos jóvenes. Me encantan: These New Puritans, Dirty Projectors, Belle & Sebastian, The Avett Brothers, St. Vincent, Jack White y varios más.

Rodeas tus días de lecturas, películas, de un disfrute continuo de la cultura, ¿crees que de alguna manera esta forma de vida consigue hacerle frente a la barbarie y a la sinrazón de la política?
La verdad es que si bien me alimento a diario y bastante generosamente de libros, música y cine (y ahora también de series televisivas), la política ejerce sobre mí una extraña fascinación, pero siempre desde el punto de vista del observador. Quizá me he vuelto muy cínico, en el sentido filosófico de la palabra o como lo definía Cioran: "cínico es el que ve las cosas como son y no como quisiera que fuesen". Por tanto, trato de ver a la política y a los políticos con ojo de entomólogo y como una especie de farsa tragicómica y shakespeariana. La política en general y la mexicana en particular no me asquean, no me repugnan, me interesan mucho. Es como ver House of Cards todos los días y en temporadas infinitas.

¿A qué se debe de que no te hayas aburrido de escribir acerca de estos asuntos tan acres?
Por lo mismo que expuse en la pregunta anterior: porque me fascina el tema. Sin embargo, vale la pena indicar que hubo un tiempo en que me enganchaba en esos debates y discusiones, sobre todo en mis años de izquierdista apasionado y convencido de las bondades del socialismo y las maldades del capitalismo y el imperialismo yanqui, etcétera. Hoy soy un crítico de eso que se sigue llamando izquierda y lo soy desde una posición que yo quiero pensar que es de izquierda, desde la manera como yo concibo al pensamiento de izquierda, es decir, una izquierda progresista, moderna, realista, abierta, desprejuiciada, tolerante y con un amplio sentido democrático. En cuanto a los debates, prefiero provocarlos, intervenir poco y mirar lo que dicen los otros, como suelo hacer en Twitter y sobre todo en facebook.

Con tantos años de ejercicio periodístico, ¿qué crees que aporta este campo de la escritura a la vida pública? ¿Todavía sigue teniendo un lugar en el ámbito de lo nacional?
Pienso que sí, aunque su influencia se circunscribe a un sector muy pequeño de personas que son las que leen diarios y revistas, ya sea en papel o en la red. Pero así ha sido siempre y es mejor que el periodismo siga existiendo a que desaparezca.

¿De qué manera ponderas con seis décadas a cuestas al erotismo y su fuerza creativa?
El erotismo es esencial en mi vida. Lo fue en su momento onanista adolescente y lo ha sido en su etapa, digamos, compartida. Es una fuente creativa enorme y desarrolla grandemente la imaginación. Relaciono erotismo con mujer y para mí la presencia de la mujer es básica. Lo fue en mis años de largos enamoramientos platónicos y autoerotismo frecuente, lo fue en mis años de matrimonio y lo sigue siendo en estos tiempos de neo soltería, gracias a la presencia de la mujer joven. No sé qué tanto de vampírico pueda tener el asunto, pero esa energía me alimenta y me mantiene entusiasta y jovial.

¿Te consideras a la postre un buen padre? ¿De qué manera orientaste el tema en su momento?
Creo que si de algo puedo presumir es de ser un buen padre. Tengo una relación muy cercana, llena de amor y confianza con mis dos hijos. Uno ya rebasa los treinta años y el otro casi los alcanza, pero mantenemos una comunicación muy cercana. Somos muy buenos amigos. Los sigo apoyando y ellos a su vez me apoyan. Compartimos el gusto por la música y aunque en diversos temas no pensamos lo mismo –lo cual me parece muy bien–, hay un gran respeto. Puedo decir que en muchos aspectos son bastante más maduros que yo. Por eso a veces me dan consejos y hasta me regañan.

¿A estas alturas de la vida qué es lo que te falta por hacer?
Mucho. Tengo una lista de cuando menos cinco o seis libros míos por escribir o editar. Sigo componiendo canciones y quiero seguir haciéndolo y grabar una buena cantidad de ellas, para que al menos quede constancia de su existencia. Quiero seguir escribiendo para los medios en que publico (y en otros que me abran las puertas) y me encantaría hacer radio y un programa de televisión que sigue como proyecto. Quiero regresar a Europa y estar en París cuantas veces se pueda. Quiero seguir con mis blogs y con mi nuevo sitio personal en internet: rojoynegro.com.mx… y leer y releer todos los libros que pueda.

¿Te desespera que los problemas de distribución de las revistas en México lleven a La Mosca a existir solamente en la red por el momento? ¿Te sientes con ánimo de seguir dando batalla?
Sí, aunque últimamente me pregunto mucho si La Mosca ya dio todo lo que tenía que dar y si valdría la pena abordar nuevos proyectos. No sé si se encuentra en estado de coma y la estamos manteniendo viva por medio de respiración artificial. Es un debate que en estos días tengo conmigo mismo y cuya respuesta tal vez conozca ya, aunque no me atreva aún a confesarlo.

¿Cederás a las presiones para que la novela Matar por Ángela tenga una segunda parte? ¿Tienes material inédito por publicar?
Matar por Ángela se quedará en esa primera parte y apenas hace tres o cuatro días apareció, por fin, una nueva edición, gracias a la generosidad de la editorial Lectorum. Ojalá reviva el proyecto que había para filmarla. Tengo aún inédita una novela corta ya terminada y ahora mismo trabajo en una novela sobre París, en una biografía novelada sobre mi abuelo, en una historia para niños y en un relato de tema vampírico. También quisiera reunir una selección de mis textos periodísticos en un volumen. Ojalá haya editores dispuestos. Si no, we’ll allways have internet.

(Entrevista publicada originalmente en Milenio Hidalgo, a fines del año pasado. Esta es la versión completa y actualizada)[image error]
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Published on March 26, 2015 19:00

March 25, 2015

Diez cuestiones sin las cuales hoy no concibo la vida

1. Música. 
2. Mujeres. 
3. Literatura. 
4. Mujeres. 
5. Cine. 
6. Mujeres. 
7. Futbol. 
8. Mujeres. 
9. Series. 
10. Mujeres.[image error]
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Published on March 25, 2015 21:00

March 24, 2015

La melancolía de Mark Knopfler

Aunque lo primero que viene a la mente al escuchar el nombre de Mark Knopfler es el recuerdo de los Dire Straits, la obra de este guitarrista escocés, nacido en 1949, va mucho más allá de lo que hizo con el grupo que él mismo fundó y lideró desde fines de los años setenta del siglo pasado. Su carrera como solista es tanto o más amplia que con el quinteto y abarca desde álbumes propios hasta las bandas sonoras de varias películas, además de colaboraciones con músicos tan importantes como JJ Cale, Eric Clapton, Emmylou Harris y Chet Atkins entre otros.
  Este mes ha visto el regreso discográfico de Knopfler con el álbum Tracker (Verve, 2015), su octavo opus en solitario (eso de “en solitario” es una muletilla que usamos los reseñistas de música y que en realidad casi siempre resulta falso; como en este caso, ya que el buen Mark se rodeó de un buen número de músicos para grabar el nuevo plato).
  Se trata de un trabajo sobrio, muy en el estilo de Mark Knopfler, con ese sonido que abreva lo mismo del rock puro y del blues que del folclor británico. Conformado por una oncena de canciones (quince en la edición de lujo), Tracker arranca con “Laughs and Jokes and Drinks and Smokes”, una pieza cuyos primeros compases remiten al jazz de Dave Brubeck (en especial al tempo de 5/4 de “Take Five”), para pasar a un estilo folkie en una composición tan amable como tabernariamente evocadora.
  El resto de los cortes son igualmente buenos y van de la tranquilidad acústica de “Basil” a la serena belleza de “River Towns”, de la sabrosa modorra de “Skydiver” (un poco en el mood de “Sunny Afternoon” de los Kinks) a la hermosa solemnidad de “Mighty Man”, del minimalismo funk de “Broken Bones” a la delicadeza sutil de “Long Cool Girl”, de la nostalgia melancólica de “Lights of Taormina” a la tristeza transparente de “Eagle”.
  Tracker culmina con una pieza muy a la Dire Straits (la espléndida “Beryl”, con ecos de “Sultans of Swing”) y la exultante “Wherever I Go”, en la que Knopfler es secundado por la preciosa voz de Ruth Moody.
  Un excelente disco.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)[image error]
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Published on March 24, 2015 21:00

Hugo García Michel's Blog

Hugo García Michel
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