Hugo García Michel's Blog, page 205
November 11, 2015
Only Lovers Left Alive
La mejor manera de ver y disfrutar esta película, dirigida por el gran Jim Jarmusch en 2013, es no tanto desde su lado "romántico" sino desde su sutil, finísimo y agudo sentido del humor. Dice la crítica estadounidense Susan Wloszczyna que el cine de Jarmusch más que de acción es de interacción, de interacciones entre sus personajes y en ello juegan un papel fundamental los diálogos, algo que en Only Lovers Left Alive destaca de manera tan inteligente como divertida.La historia de esta pareja centenaria de vampiros (Eve y Adam -ya los nombres nos dicen algo-, interpretados respectivamente por los enormes Tilda Swinton y Tom Hiddlestone) y sus avatares para reunirse (ella vive en Tanger, él en Detroit, donde tiene una casona que funge como enorme estudio de grabación y de colección centenaria de instrumentos musicales y discos) y para alimentarse (han renunciado a morder gente y se abastecen de sangre en hospitales y/o bancos del espeso líquido escarlata) resultan tiernos, emotivos, simpáticos.
Aunque hay tintes de tragedia en la cinta, ese humor al que me referí al principio salva hasta los momentos más fuertes y terroríficos.
Apuntes magníficos, como cuando Adam lleva a Eve a dar un paseo nocturno en su carro por las desoladas calles de Detroit ("Mira, en esa casa nació Jack White"), una ciudad casi fantasma (como lo es hoy día, en realidad, en varias zonas de la otrora motor city), y él le pregunta: "¿quieres ir a ver el edificio de Discos Motown", a lo que ella responde algo así como "No, la verdad es que yo soy más de Stax Records" o como cuando Eve regaña a su conflictiva hermana menor Ava, también vampira, por haber succionado la sangre de un joven amigo de Adam, hasta dejarlo sin vida, y ésta (interpretada por la preciosa Mia Wasikowska) le comenta: "la verdad es que no tenía buen sabor", a lo que la mayor complementa: "Quién te manda meterte con alguien del medio musical" y uno más: Eve le pregunta a Adam si era verdad que en el siglo XVIII había conocido a Mary Shelley (la autora de Frankenstein) y que cómo era. Él sonríe y le dice con toda la irónica ambigüedad del verbo To be: "She was delicious".
Mención aparte merece el otro vampiro que aparece: el viejo Marlowe (sí, el mismo escritor isabelino que según muchos fue el autor de todas las obras que conocemos firmadas por William Shakespeare), de quien hace una magnífica interpretación el legendario actor John Hurt.
Una película en verdad tan delicious (el vampírico final es maravillosamente sarcástico) como el aspecto rocanrolerísimo de los dos protagonistas y sus sempiternos lentes oscuros.
Published on November 11, 2015 21:00
November 10, 2015
Blues con olor a cedro
El blues es una música que se ha expandido por todo el mundo, en especial desde que, a principios de la década de los sesenta de la pasada centuria, los jóvenes músicos ingleses lo adoptaron como una música propia y rindieron homenaje a sus creadores, para sacarlos del anonimato en que se encontraban dentro de su propio país.A partir de entonces, surgieron exponentes del género por todo el planeta y desde Francia hasta Argentina y desde España hasta México el blues fue interpretado de muy singulares maneras, ya sea respetándolo de la manera más ortodoxa o dándole matices propios de los lugares donde se producía. Hoy hay blues en Rusia y en Mali, en Australia y en Cuba. No debería extrañarnos entonces que lo haya también en Líbano, ese conflictivo y martirizado país del Cercano Oriente del que más sabemos por las guerras y la violencia que ahí se han producido.
The Wanton Bishops es una agrupación libanesa de rock blues en su sentido más puro y más crudo. Fundada hace cuatro años en Beirut por Nader Mansour (voz principal, guitarra, armónica y teclados) y Eddie Ghossein (segunda voz, guitarra y banjo), desde un principio empezó a componer y tocar un blues estilo sureño, con un sonido que lo emparienta con gente como George Thorogood o The Blackwater Fever. De tocar en algunos cafés de Beirut, pronto su música empezó a difundirse hasta llegar a algunos países de Europa, donde empezaron a ser un grupo de culto.
Sleep with the Lights On (2015) es su primer álbum y se trata de una sensacional descarga de adrenalina, con un espíritu grasoso que, sin embargo, muy en el interior deja ver algo de la circunstancia de haber surgido en un país como Líbano.
The Wanton Bishops no canta en árabe libanés, lo hace en inglés y eso tal vez le robe cierta identidad (como pasa con los grupos mexicanos que hacen lo mismo). Lo salva el amor por el blues rock original y su manera de interpretarlo, con un sentimiento casi negro. Ello, aparte de su extraordinaria calidad musical, principal argumento para recomendar su disco debut. Es el suyo un estilo con olor a madera de cedro.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
Published on November 10, 2015 19:19
November 9, 2015
Decálogo para escribir “nueva novela mexicana”
1.- Ambientar las historias en entornos sórdidos: barrios bajos de la periferia, cantinas, prostíbulos y lugares de mala muerte en general.2.- Los personajes deben ser perdedores, viciosos, pesimistas, amorales, cínicos, pendencieros y de preferencia alcohólicos y/o drogadictos y tienen que contar con un pasado oscuro, sea éste explícito o no.
3.- Situar los relatos en la frontera norte (Tijuana o Juárez, de preferencia) o el centro histórico del DF otorga un plus.
4.- El uso de "malas" palabras es de gran ayuda: por todos lados hay que escribir pendejo, cabrón, chingada, puta, etcétera.
5.- Muy aconsejable es el empleo de verbos como chingar, coger, mamar, mear, cagar y similares.
6.- La presencia de personajes relacionados de una u otra manera con el narco en particular o el crimen organizado en general será de gran ayuda.
7.- Sexo, mucho sexo, entre más explícito mejor.
8.- Violencia, mucha violencia, entre más explícita y sanguinolenta mejor.
9.- Si se usa a un narrador omnisciente, éste tiene que tener una visión negra, amarga y desesperanzada de la vida.
10.- Léase mucho a Charles Bukowski y trátese de imitarlo..., sin que se note demasiado.
Published on November 09, 2015 18:00
November 8, 2015
Lo que hacemos en las sombras
Creo que desde que vi La danza de los vampiros de Roman Polanski (1967) no me había divertido tanto con una película humorística de terror. What We Do in the Shadows es una cinta neozelandesa que bajo el formato de un falso documental nos presenta la vida cotidiana de un grupo de vampiros que vive en la ciudad de Wellington.Con entrevistas a los tres principales habitantes de la casa, el filme dirigido en 2014 por Taika Waititi y Jemaine Clement, quienes también actúan, resulta muy simpático en su retrato delirante de la existencia del día a día (o más bien de la noche a noche) de Viago, Vladislav y Deacon (y hay que agregar a Petyr), además de otros personajes sensacionales que se van sumando a la trama. La historia personal de cada uno (con sus cientos de años de edad, sus distintas personalidades, sus traumas, sus debilidades, sus ambiciones, sus remembranzas) termina por conformar un cuadro tierno en el que uno se encariña con esos entrañables vampiros, a pesar de toda la sangre, la violencia y la crueldad de las que son capaces.
Una de las partes más hilarantes de esta comedia sucede cuando los vampiros son introducidos en las nuevas tecnologías por Stu, un humano a quien deciden no atacar y prácticamente adoptarlo por lo bien que les cae. Hasta selfies empiezan a tomarse.
En fin que si tienen oportunidad de ver esta muestra del cine de humor de Nueva Zelanda, no se la pierdan. Yo la vi en el sitio Monsterdivx, con subtítulos en español y una calidad perfecta.
Published on November 08, 2015 21:30
November 7, 2015
El derecho a la libertad
El histórico fallo de la Suprema Corte de Justicia del pasado miércoles 4 de noviembre, en el que se abre la posibilidad de que los mexicanos que así lo quieran puedan sembrar, cultivar y consumir marihuana con fines lúdicos y recreativos y sin que ello constituya un delito, no sólo representa un gran avance dentro del necesario y a mi modo de ver imparable proceso para llegar a la legalización total de la hierba, sino que reafirma a México como una nación en la que se ejerce una gran cantidad de libertades.Tanto solemos quejarnos de nuestro país, tanto despotrican muchos contra la “represión” y “la falta de libertades” en que según ellos vivimos, que no nos fijamos en otras naciones en las cuales esas libertades se encuentran acotadas y en donde la represión gubernamental se aplica con dureza y sin contemplaciones.
Habrá que agradecer a Arturo Zaldívar y a los otros tres ministros de la Corte por hacernos recordar que con todos sus defectos y todas sus carencias, la joven democracia mexicana sigue en pie y que tenemos una fuerte opinión pública que influye en los cambios positivos que se dan por nuestros lares (ello a pesar de que, paradójicamente, buena parte de esa misma opinión pública se queja de la falta de libertades… al mismo tiempo que las ejerce).
Buena y significativa coincidencia ha sido también que mientras se daba la determinación de la SCJN, en el Senado se retirara la confusa iniciativa de ley que había presentado el priista Omar Fayad y que buscaba reglamentar el uso de internet. A lo mejor, como él lo asegura, la idea del senador no era coartar la libertad en ese medio hoy fundamental y quizás hubo algo de histeria en las críticas que se le hicieron, pero la ambigüedad de algunos de sus artículos se prestaba a malas interpretaciones y fue mejor cortar por lo sano.
Comparado con lo que se vivía, por ejemplo, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, el clima de libertad en México es notablemente mayor y quienes vivimos aquellos tiempos lo sabemos. Falta mucho aún por avanzar, pero con tumbos y tropezones, ahí la llevamos.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
Published on November 07, 2015 17:00
November 6, 2015
Ten Years After / Sssh (1969)
Uno de los mejores guitarristas blancos de blues hoy permanece casi en el olvido. Durante el festival de Woodstock, Alvin Lee asombró al mundo con su preciso y velocísimo rasgueo y su enorme feelin’. Este es un disco en estudio que nos lo muestra en pleno al lado de su eficaz grupo.Mejor tema: “I Woke Up This Morning”
Published on November 06, 2015 10:00
November 5, 2015
20 años de la obra maestra de Smashing Pumpkins
¿El álbum blanco de los noventa? Definirlo de esa manera sería una comparación injusta: injusta para los Beatles e injusta para los Smashing Pumpkins. Porque quizá lo único que hermana a ambos trabajos es que se trata de álbumes dobles, en los cuales se incluye una gran cantidad de canciones que siendo disímbolas entre sí, dan como resultado un conjunto contradictorio pero a la vez congruente y equilibrado. No obstante, Mellon Collie and the Infinite Sadness es una obra que posee características propias y singulares.De las agrupaciones llamadas alternativas de principios de los noventa, Smashing Pumpkins se distinguió desde un principio por seguir su propio camino. Su música pronto se alejó del rudo y violento grunge surgido en Seattle, para dirigirse a terrenos en los cuales corrientes como el dream-pop, el dark, el heavy metal, el progresivo y la sicodelia tenían mucho que decir y es precisamente en su tercer álbum –luego de Gish (1990) y Siamese Dream (1993) – en el que estas influencias confluyen y se sintetizan de un modo más claro.
Billy Corgan, líder, cabeza y alma de la agrupación, un verdadero enfant terrible del rock noventero, demostró en Mellon Collie... su genio creativo, al producir una amalgama de composiciones llenas de riqueza armónica y melódica, en medio de un sentido de la rítmica que iba de los sólidos beats del rock duro a la acompasada suavidad de baladas cargadas de perversa dulzura.
El álbum se encuentra dividido en dos partes, cada una contenida en un disco y con la medida proporcional de catorce composiciones por mitad. El disco uno (Dawn to Dusk) es el menos oscuro y más accesible, lo cual no significa que se trate de un segmento fácil de asimilar. Aquí, a los finos arreglos instrumentales de cuerdas y teclados corresponden dosis de guitarras distorsionadas (debidas sobre todo a James Iha), mientras la voz de Corgan puede ir de una ternura un tanto enfermiza a una dureza angustiada y angustiante que arroja al rostro del escucha sus sardónicas letras llenas de desencanto, malestar y agónica congoja. Hay temas tan soberbios como la introducción pianística del corte que da nombre al disco, la belleza orquestal (con ejecutantes pertenecientes a la Sinfónica de Chicago) de “Tonight, Tonight”, las explosiones grungeras de “Jellybelly”, “An Ode to No One” y “Zero” (con un riff que ya es un clásico), la headbangera “Bullet with Butterfly Wings”, la tensa y a la vez relajada (válgase la paradoja) “To Forgive”, la luminosa “Galapogos”, la portentosa “Porcelina of the Vast Oceans” y la concluyente “Take Me Down”.
Twilight to Starlight, es decir el segundo disco del álbum, es ciertamente más denso y hermético que la primera parte de Mellon Collie... Eso no significa que nos encontremos frente a la contraparte de Dawn to Dusk. Más bien se trata de un complemento un tanto más nebuloso que abre con “Where Boys Fear to Tread” y culmina con “Farewell and Tonight”. Entre las doce piezas restantes hay temas muy populares como “Thirty-Three” y “1979” y otros no por menos conocidos menos buenos, como el cuasi blacksabbathiano “X.Y.U.”, “In the Arms of Sleep”, el pesadísimo “Tales of a Scorched Earth”, el melancólico “Stumbleine”, el graciosamente vampiresco “We Only Come Out at Night” y esa belleza que es “Lily (My One and Only)”.
Mellon Collie and the Infinite Sadness, el ambicioso proyecto artístico de Billy Corgan grabado en Chicago y Los Angeles, con la mitad de las canciones compuesta con guitarra y la otra mitad con piano, es de algún modo el testamento musical de la primera época de Smashing Pumpkins con su formación original (el propio Corgan, James Iha, la bajista D'Arcy Wretzky y el baterista Jimmy Chamberlin). Un testamento que perdura a veinte años de haber sido grabado y que trascenderá a lo largo del tiempo.
(Publicado en la sección de música de la página Nexos Cultura y Vida Cotidiana)
Published on November 05, 2015 08:00
November 3, 2015
Roqueros de medio tiempo
Ilustración: Ricardo SandovalY a veces ni siquiera eso.Me refiero a los músicos mexicanos que hacen o dicen hacer rock y quienes en su enorme mayoría, dada la crisis sempiterna en que ha vivido dicha actividad en nuestro país a lo largo de más de medio siglo, no pueden dedicarse a su sola profesión y se ven obligados a buscar el sustento en otros ambientes muchas veces ajenos y hasta contrapuestos.
Claro, hablo de la tropa de roquerines que como sea se entregan a lo suyo y luchan contracorriente por salir adelante, enfrentándose a un medio hostil que los explota, los desprecia, los ningunea y los maltrata. Vivir del rock en México es misión casi imposible. Sólo una pequeñísima élite logra sobresalir y ganar lo suficiente como para no tener que dedicarse a otros empleos alternos y, hay que decirlo, dentro de esa pequeñísima élite, hay quienes ganan millones y tienen (al menos en apariencia y si no dilapidan sus ingresos) asegurado su futuro. Pero la gran masa de músicos nacionales tiene que hacer milagros y malabarismos para conseguir su sustento cotidiano y poder pagar la renta, el teléfono y la luz (como diría Chava Flores).
El medio del rock nacional es ingrato. En especial para los músicos que provienen de la clase media y la clase baja. Por eso vemos que la mayoría de los grupos y solistas que pueden vivir del medio pertenecen a la clase media alta o de plano a la clase alta. Son ellos –y así ha sido históricamente– los que cuentan con los recursos, por ejemplo, para comprar buenos instrumentos, pagar caros estudios de grabación y hasta presumir de que las mezclas de sus discos se hacen en los Estados Unidos o Europa; eso para no hablar de las relaciones públicas que los llevan con rapidez a las alturas y que se les facilitan por haber estado en determinado colegio particular, en determinada universidad privada o por ser hijos de personalidades de la política, el empresariado o eso que se conoce como “el medio artístico”. Jamás han sabido de penurias económicas ni lo sabrán. Claro, hay entre ellos quienes se dedican también a labores paralelas, pero éstas se encuentran relacionadas con la ingeniería de grabación, el diseño gráfico, las artes plásticas, la literatura, el cine, el teatro, la televisión, la fotografía, la publicidad, la moda e incluso la academia. Puras actividades nice, pues.
En cambio, el sector prole de nuestro rockcito sí que se las ve negras para sobrevivir. Sé de músicos que viven casi en la indigencia y que para irla llevando chambean como editores, reporteros o redactores (los más afortunados), pero también como oficinistas, almacenistas, burócratas, cajeros, maestros en primarias oficiales, vendedores de seguros, taxistas, plomeros y un largo número de trabajos agotadores y poco presumibles. Los hay también que trabajan dentro de la música y tocan no sólo en sus grupos, sino en dos o tres más, normalmente de eso que llaman música versátil. El hueso, pues.
Pero están también los roqueros desempleados que tocan una vez al mes para ganar 200 o 300 pesos por “tocada”.
Si existiese un filtro de calidad y los mejores músicos fueran los que hoy están en la cumbre y viven de lo que hacen, estaría muy bien. El problema es que no es el talento lo que manda. Conozco, por ejemplo, a un guitarrista cuyas capacidades técnicas y artísticas dejan muy por debajo a varios de los que hoy se ostentan como los mejores de México y, sin embargo, lleva años en el ostracismo, viviendo al día y trabajando en mil cosas para subsistir. Pero claro, es de cuna humilde y eso parece ser una marca de por vida. Lo mismo puedo decir de un fantástico bajista, un extraordinario saxofonista, una maravillosa flautista y un par de voces femeninas excelsas.
Así son las cosas y así han sido por años en este país, en donde resulta tan difícil vivir de la música… y de otras diez mil profesiones.
(Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)
Published on November 03, 2015 22:39
Calamaro en sus propias palabras
No se trata de una biografía en el estricto sentido de la palabra. Tampoco de un diario que vaya avanzando de manera cronológica y ordenada. Paracaídas y vueltas (Planeta, 2015) de Andrés Calamaro es una colección de breves textos, algunos reales, otros alucinados, en los que el músico argentino da rienda suelta a una imaginación desatada, llena de desenfado y buen humor.Dueño de una estupenda prosa, el autor de canciones como “Flaca” y “Crímenes perfectos” y de discos como El salmón y Alta suciedad se divierte y nos divierte con diversos pasajes de su vida (diarios íntimos, los llama) que, en la mejor tradición cortazariana en Rayuela, pueden leerse de corrido o al azar. Uno puede abrir el libro en cualquier página y toparse con algún escrito que lo mismo habla de un supuesto encuentro con Picasso en el cuarto de un hotel, donde ambos fuman marihuana y ven la televisión, o del cantante de tango Roberto Goyeneche o de Maradona o de Tom Waits o de Truman Capote o de Jimmy Page y Led Zeppelin.
Culto, pero sin tomarse en serio a sí mismo, Calamaro nos hace disfrutar con sus revelaciones sin vergüenza y sus confidencias deliciosamente impúdicas. También con sus homenajes a la gente que admira, como en esa pequeña semblanza personal sobre Jimi Hendrix, o los países que ama (en el caso del nuestro, con una visión que de pronto resulta un tanto turística y cercana al lugar común de los visitantes de la plaza Garibaldi): “Dulce, cultural, enigmático y sanguinario. Colorido, aromático, histórico. El México de Pancho Villa, de Frida y Diego, de Buñuel y El Pana. De Alex Lora y Vicente Fernández. Del Chapo y el Mayo. Un mundo aparte. El de las revoluciones. El de los rituales y las ceremonias. El de los fantasmas en los caminos polvorientos de Rulfo”. Pero bueno, podemos perdonárselo, como le podemos perdonar el haber grabado un disco con Enrique Bunbury.
Muy argentino y a la vez muy universal, el estilo escritural de Calamaro se disfruta de cualquier manera y hace de la lectura de Paracaídas y vueltas algo en verdad placentero.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
Published on November 03, 2015 19:30
November 2, 2015
Ornette Coleman: puro y absoluto free jazz
No se puede dejar ir el año sin mencionar una de las pérdidas más importantes y significativas en el mundo de la música en general y del jazz en particular. Me refiero a la muerte de uno de los grandes genios de todos los tiempos dentro de este género –a la altura de un John Coltrane o un Miles Davis–, el gran Ornette Coleman, quien falleció el pasado 11 de junio, a los ochenta y cinco años de edad.Gran impulsor del free jazz, ese estilo con tantos detractores, Coleman había sido paulatinamente olvidado por la ortodoxia jazzera. Puristas y tradicionalistas nunca aceptaron su revolucionaria propuesta y hasta la llamaron anti-jazz. Al final se salieron con la suya y de algún modo borraron a este saxofonista del panorama de lo que ellos consideran “el gran jazz”.
La desaparición de Coleman es una oportunidad para reivindicarlo y devolverle su sitial entre los más grandes intérpretes y compositores de esta música, un sitial que jamás debió perder…, si es que en realidad lo perdió.
Randolph Denard Ornette Coleman, nacido en Fort Worth, Texas, el 9 de marzo de 1930, fue siempre un inconforme, un rebelde que buscó salir de la ortodoxia y crear su propio estilo, libre, abierto, ajeno a cualquier esquema. Con su sax alto como arma implacable, consiguió revolucionar al mundo del jazz de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, al alejarse no sólo de los tradicionales standards del American Song Book, sino al prescindir de muchas fórmulas del género y fundir al todo instrumental sin una base rítmica y armónica rígida, a fin de otorgar una libertad absoluta a los músicos, así esto significara la asonancia y la estridencia que para muchos resultó insoportable en sus finos oídos, acostumbrados a las melodías reconocibles y convencionales. Era el free jazz: ruido para sus prejuiciados tímpanos.
Coleman fue un hombre de su época, un músico que entendió a la perfección los cambios que empezaban a darse no sólo en la música sino en el arte, la cultura y la vida cotidiana. Comprendió que los aires de ruptura y transformación eran inminentes y no sólo se sumó a ellos, sino que los encabezó por medio de sus ideas, sus propuestas y sus composiciones.
Músico vanguardista, fue más radical incluso que los propios Coltrane y Miles. Al lado del trompetista Don Cherry, quien por muchos años fue su fiel escudero, consiguió hacer que el jazz resquebrajara lo establecido e hiciera trizas todas las cuadraturas.
“Nunca entendí por qué si el piano tocaba en clave de Do, el saxo debía estar en clave de La. Eso no cabía en mi cabeza cuando empecé en la música. De ahí surgió mi idea de que cada músico pudiera tocar en la tonalidad que se le antojara. En mis bandas, no me importaba que los músicos tocaran en la clave que quisieran, lo que me importaba es que tocaran conmigo. No quería que me siguieran, quería que se siguieran a sí mismos”, decía Coleman en alguna entrevista.
Esta heterodoxia lo llevó a extremos tan arriesgados como delirantes, hasta crear un nuevo y provocador lenguaje dentro del jazz. Que lo llamaran anti-jazz no era algo que le molestara, todo lo contrario. Tenía vocación de apóstata.
Muchos discos grabó a lo largo de su carrera, pero su álbum fundamental y el que encierra todo su espíritu herético y heterodoxo es el extraordinario The Shape of Jazz to Come de 1959, editado por Atlantic Records, y que ya desde su mismo título posee una arrogancia desafiante, como si el músico se encontrara seguro de estar estableciendo las bases de lo que sería el jazz en el futuro, un jazz libre de protocolos y ataduras. En ese trabajo se encuentra el Ornette Coleman en estado puro, a sus escasos y vigorosos veintinueve años, al lado de Don Cherry y de esa gran sección rítmica conformada por Charlie Haden en el bajo y Billy Higgins en la batería. Temas como “Lonely Woman”, “Peace”, “Focus on Sanity” o “Congeniality” muestran lo que habría de ser el free jazz que seguirían músicos como Eric Dolphy, Pharoah Sanders, David Murray y Sun Ra.
Ornette Coleman, el hombre que reescribió el jazz, el innovador, el revolucionario, el nihilista, falleció en Manhattan, ya octogenario, de un paro cardiaco. Su sax alto queda para la posteridad en varias decenas de álbumes y otro tipo de grabaciones. En cuanto a su legado, instrumentistas actuales como John Zorn y otros lo tienen más que absorbido. Por fortuna.
(Publicado este mes en la revista Nexos)
Published on November 02, 2015 20:00
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