Ian Colin Roditi's Blog, page 5

December 30, 2016

Sobre monstruos y otros héroes

–¿Por qué la gente sale de su confort para encontrarse con un monstruo? –preguntó Hilda ante quienes la consideramos el peor de todos los monstruos. Escucharla decir tales palabras me hizo recordar todo lo que sucedió después de que la escuché decirlas por primera vez. La memoria es algo engañoso, con el paso del tiempo se va deslavando hasta que, de repente, unas cuantas palabras bastan para recordarlo todo como si estuviera sucediendo en ese momento. Aunque hayan pasado más de mil años desde entonces.


Y entonces, entiendes.



Era solo un hombre con una caja mágica que me daba el poder de creer que podía lograr lo que quisiera y una larga vida por delante que me convencería de todo lo contrario.


–Contestame Iscariote, ¿por qué la gente sale de su confort para encontrarse con un monstruo? –me preguntó Hilda el día que levantó la barrera que convirtió en ceniza a más de la mitad del pequeño pueblo en que vivíamos.


Conforme pasaron los días yo perdía la esperanza de salir de ahí con vida. La locura de Hilda ya no solo era encerrar al pueblo en una barrera mortal, ya se había expandido a matar a todo aquél que insinuara algo de interés por las afueras del pueblo. En un sólo día la pareja en la tercera casa que se dedicaban a investigar la medicina de otras ciudades habían muerto sin siquiera salir de su casa. Los panaderos de la primera calle ahora eran una estatua en la plaza central después de prometer preparar el mejor pan con la receta de la ciudad capital.


Quise hacer entrar en razón a Hilda de que no podía matar al pueblo que quería conservar y entonces volvió a hacer la pregunta.


Me fui a mi cabaña sin darle una respuesta. No porque no la tuviera si no por no querer dejar que el coraje dijera algo de lo que me podía arrepentir. Estaba tan enojado con ella, conmigo y con muchas de mis decisiones. Me había quedado para no estar solo y ahora hasta yo mismo me había abandonado. Pero también me fui porque por otro había planes. Si todo salía bien al día siguiente la rebelión, los cuervos y el resto de los Quinqués Perdidos llegarían a los límites del pueblo para tratar de salvarnos. Siobhan estaba segura de contar con un as bajo la manga que arreglaría todos nuestros problemas. ¡Tan incrédulos nosotros!


Recuerdo que pasé la noche en vela sin poder dormir por la incertidumbre de todo lo que estaba por venir. En algún punto de la madrugada la caja de los vientos iluminó toda mi recámara, nunca la había visto actuar de esa manera. La luz era tan intensa que tenía que entrecerrar los ojos parea que no me doliera al tratar de verla. Me acerqué para tratar de taparla y que la luz no llamara la atención de afuera pero me ganó la curiosidad y le quité la tapa. Recuerdo que la pasó a habitar mi cuerpo y me llenó de energía, la intensidad bajó  y cuando tomé la caja de su interior el agua comenzó a fluir hasta inundar todo el cuarto. Yo me quedé como estúpido observando el suceso. Estaba tan anonadado que no me importaba qué problema me traería aquello después, poco antes de que el agua me llegara a las rodillas el agua cesó y caja escupió tinta manchando las paredes. Dejé que mi nostalgia sonriera al recordar el primer día que la tinta me habló. El día que Tobías desapareció en el salón de la casa más vieja. El salón de esa casa que ahora es casi tan vieja como yo.


–Hola tinta –le dije en voz alta.


Las palabras empezaron a formarse una a una en mi pared. En ese entonces no reconocí la letra, había olvidado ese mensaje pero ahora sé por qué escribí lo que metí a la caja para salvar al bosque.


 


Este es mi cachito de vida para salvar al bosque que nos salvó a todos, ésta se supone que iba a ser la historia de otro. La historia que yo observaría desde lejos. La historia de la que hui con la excusa de querer salvarla y terminó siendo más mía que de nadie. Esta es la historia que mil años después todavía queremos arreglar. Lo siento.


 


Como si no hubiera suficiente agua en el cuarto, me solté a llorar en ese momento. Lo curioso del dolor es que es que más fuerte cuando te golpea después de evitarlo por tanto tiempo.


Las palabras se reacomodaron poco a poco con otros trazos, otra forma de escribir, otra letra que sí reconocí.


 


Volví a ti porque era mi única esperanza. Toda mi vida he estado perdido sin encontrarle sentido a la vida. Si nada importa y todos vamos a desaparecer, ¿para qué peleamos? Mi más grande héroe me dijo alguna vez que por eso me gustan los lugares viejos y abandonados, porque han perdurado a través del tiempo a pesar del tiempo y la historia. Pero incluso a ese héroe lo perdí, tu tiempo está muerto, yo no me puedo salvar ni a mi mismo y estamos aquí esperando que todas nuestras soledades te puedan salvar. Lo único que nos queda cuando todos tus héroes han muerto es tomar todo lo que te han dejado y levantarte.  


Por favor, vuelve.


 


Más de mil años me tardé en comprender que yo era tu héroe, Tobías, por estar cegado por el hecho de que tú fuiste el mío por muchos años.


 


 –Hay ocasiones en que la gente se va huyendo de monstruos como tú, Hilda–. Le puse una respuesta a su pregunta en el presente ahora que el recuerdo me había llenado de valor– Pero invariablemente hay que volver, para vencerte.


–La última vez no les fue muy bien –dijo ella levantando sus brazos como si tuviera la intención de abrazarnos pero algo terrible sucedía a sus espaldas. Un ejército de hombres de ceniza se levantó listo para acabar con nosotros–. ¿Están listos para morir?


–Madre, por favor… –digo Augusto parándose de brazos cruzados a un lado de mí y de Tobías, controlando a la fuerza de la bestia que vive en su interior para brincarle encima tirarlas con un garrazo– Podemos hacerlo de otra manera.


–Ya no tienes el poder de decidir quién muere, Hilda. No voy a permitir que le hagas más daño a toda esta gente que es parte de mí –interrumpió Siobhan con una mano al frente uniéndose al grupo–. Ahora no tienes una barrera que te proteja, somos más bosque que tú y no puedes matarme porque ¿adivina qué? Los fantasmas que viven en el bosque ya están muertos.


–Eso vamos a verlo, ¿cómo pretenden detenerme?


–Ya lo hicimos, mira atrás de ti –dijo Siobhan levantando el otro brazo y acercándose lentamente a su hermana. Atrás de ella, el bosque estaba creciendo alrededor de las estatuas de ceniza, abrazándolas con fuerza para no dejarlas ir. Arriba, los tres cuervos volaban en círculo sobre la amenaza en la que Hilda se había convertido. Cuando ella regresó la mirada hacia el frente, Siobhan estaba a unos centímetros de abrazarla. La miró a los ojos confundida– ¡CUERVOS!


–¿Qué haces? –preguntó tratando de dar un paso hacia atrás antes de verse inmovilizada por lo que sintió como un abrazo fuerte.


–Tranquilizando al monstruo –le susurró Siobhan al oído–. Tranquila, ya nadie se va a ir. No vas a estar sola nunca más.


Los cuervos descendieron rodeándolas mientras que ambas mujeres poco a poco se transformaban en madera. De los brazos les crecían ramas, hojas y flores salían de su cabeza. Sus pies estaban enraizados con el bosque.


El abrazo se había convertido en un gran árbol que aún tenía los rasgos de dos mujeres abrazándose


“Puede que haya sido un monstruo despiadado pero aún es mi hermana. Era la única forma de salvarlos a todos. Cuiden al bosque, no dejen que se sienta solo y ustedes nunca lo estarán” fue lo último que escucharon todos los que estaban reunidos alrededor del gran árbol.



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Published on December 30, 2016 10:02

December 19, 2016

1 · Magia mundana

El día a día tiene su encanto. No, no, no me malentiendas. No estoy queriendo tapar algún pesimismo ni ser estúpidamente optimista para negar que mucho del mundo está del carajo. A lo que voy es que, el hecho de que el mundo se mantenga como está y no se caiga es casi obra de magia. O bueno, no casi. La magia vive mantenida sobre una telaraña cuyos hilos son historias que nos contamos a nosotros mismos para tratar de que los personajes en ella se vean un poco más interesantes, para que la vida nos ponga atención y nos pregunte “¿qué sigue?”, para saber que existimos.


        Entre los hilos de mi telaraña está el hecho de que, como en muchas otras historias, soy el último de mi tipo. Sí, sí, ya sé. Pobre de mí, uno más de ese montón de tragedias. Soy humano como muchos aquí, como todos si es que no crees en todo lo demás que vive en el planeta.


        Ya estoy divagando mucho, creo.


        Déjame ver, ¿por dónde empiezo?


        Mi nombre es Isaac Vallenegro, solía ser un adolescente aburrido que estaba emocionado por saber de qué trataba la vida y entender cómo funcionaba. Sí, otro más de ese montón. También fui aprendiz de Mahara Rodán hasta el día en que se le acabó la tinta para seguir escribiendo sus días. ¿Aprendiz de qué? Ay, no te quieras adelantar a la historia, te contare lo que pueda mientras me toca contar, no te me impacientes.


        Ella me enseñó a leer las telarañas del tiempo, a empujar y tejer algunos de sus hilos para empujar al mundo a que avance, también me enseñó uno que otro hechizo que, como seguramente habrás leído ya más de un par de veces, la magia tiene un precio a pagar a cambio. En nuestro caso, tenemos que escoger con mucho cuidado los hechizos que se harán muy nuestros ya que al hacerlos quedarán tatuados en nuestra piel de por vida. Un tatuaje por cada hilo que tejas que no estaba destinado a estar dentro de la telaraña del tiempo . Entre más impacto tenga en tu vida y los que te rodean, más grande será el tatuaje.


        El chiste es encontrar la magia en lo mundano y empujarla a seguir su curso, ser un guía, un amigo, un abrazo. Aprender a tejer caminos con lo que hay, para que haya más donde antes no había.


Lo que extinguió a los míos fue la inmediatez.


A la gente le dejó de importar el trayecto. Viven bajo la excusa de que la vida es demasiado corta para perder el tiempo en disfrutar del tiempo, en andar y construir, lo quieren todo ya. Sin el tiempo que cuesta tejer y hacer fuerte la historia.


Y pues la telaraña se rompe.


Y nos mata.


Por treinta años he visto el deterioro y el fortalecimiento de los hilos, tengo mis brazos llenos de tinta de todas las veces que he intentado salvar al mundo. Un ouroboros está mordiendo su propia cola en una de mis piernas de cuando tuve que morir un poco para engañar a la muerte y vivir un poco más.


Hoy tengo miedo.


Tengo en mis manos un sobre que tiene mi nombre y que, por más que busco entre la telaraña, no puedo encontrar quién la escribió, quién la envió y cómo llegó a mi casa.


Lo abro con la cautela de quien abre la jaula de un león hambriento.


Dentro hay una sola hoja manchada de palabras con tinta verde.


Isaac, Tejedor del tiempo.


Está cordialmente invitado a cenar esta noche en la Mansión Anansi, su presencia es indispensable para discutir entre los demás asistentes la importancia del tiempo.


Será una noche única, como usted.


Atentamente,


El anfitrión


Guardo la carta en su sobre y el atardecer que se cuela por la ventana me alarma que, si le hago caso a la invitación, ya es casi hora de salir.


Hay algo mal en todo ese evento.


No puede ser una coincidencia que me inviten a mí, un tejedor de la telaraña del tiempo a una mansión que lleva el nombre del Dios araña. Mucho menos que entre los hilos no haya uno solo que me cuente sobre aquél evento. Mi instinto me dice que es una trampa y eso, de cierta manera, me llena de curiosidad. De miedo, también. Pero miedo del bueno, del que te empuja a querer saber por qué.


Tomo una chamarra y salgo.


Dejo que los hilos me transporten hasta la mansión, la noche ya cayó y la puerta principal de la gran casona está abierta. No hay luz adentro. Se oye el eco de voces rebotar desde lo profundo de aquella oscuridad. El recibidor es inmenso, ¿qué tan grande puede ser aquella casa? Las voces vienen de una puerta entreabierta, la empujo y anuncia mi llegada al salón crujiendo, imitando a una montaña cayéndose.


Tres personas voltean a verme inmediatamente, se reúnen alrededor de un candelabro de mano y se acercan a mí.


–¿Quién eres? –dice una mujer ya entrada en años


–¿Un invitado más? –dice un hombre de antojos y barba bien cortada


–¿También tienes la carta? –dice una niña que estoy seguro no es humana.


–Soy… –les quiero contestar pero nos interrumpe la estruendosa caída de algo sobre la mesa que está en el centro del salón. Nadie grita, nadie corre, todos volteamos, nos acercamos a echarle luz a lo que calló.


El grito está ahogado.


El cadáver está en la mesa.


Y está lleno de tatuajes.


Tatuajes como los míos.


Puedo sentir su magia, puedo escuchar los hilos de su historia romperse y puedo los de nosotros cuatro mancharse de rojo y anudarse.


¿Por qué estoy aquí?




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Published on December 19, 2016 23:12

December 10, 2016

La ciudad bajo tus pies

(Sacado de la guía para conocer el Distrito Arcano)


Hubo un tiempo en el que se necesitaba un lugar donde resguardar a todos los que habían desarrollado alguna habilidad paranormal. Has escuchado este tipo de historias en más de una ocasión: el profesor que quiso enseñarles a todos los iguales a él a usar sus poderes y entender quien son, la escuela de magia a la que sólo se llega por tren, cachitos de tiempo congelado donde se repite el mismo día una y otra vez, incontables ciudades subterráneas y muchos otros lugares como la ciudad que -si te encuentras leyendo éste folleto- se encuentra bajo tus pies.


La fundación del Distrito Arcano, sin embargo, tiene su historia en la necesidad de un refugio para quienes su magia y apariencia depende del arte. La vida antes de que el Distrito existiera no era fácil, uno tenía que mantenerse escondido y fingir que era otra persona para no ser juzgado por quien no entiende. Sí, sí, otra de esas historias. Hay quienes lo tenían más sencillo ya que su apariencia podía encajar en la sociedad sin problema pero para los que habían cambiado a alguna “monstruosidad difícil de explicar” no era llevadero el tener que esforzarse en ser invisible ante el mundo.


Fue así que el consejo de los cuervos juntó a los representantes de cada sector y les regaló una hoja en blanco en la que podían crear su propio barrio en una dimensión alterna que corría al mismo tiempo que la nuestra.


Y al principio todo funcionó.


Hasta que salió la oposición de ideas sobre los barrios de los otros, sobre la ubicación de cada uno, sobre el viaje de regreso a Allá Lejos y todas las comodidades que la gente quería pero no estaba dispuesta a adecuar a su nueva ciudad. Sin el orden necesario, todos querían tener más que los demás y con el choque de ideales no era posible crear un paraíso para todos por igual. En la rebelión resultante, la ciudad terminó incendiada y fue así que el concilio de las Bellas Artes nació para mantener al arte fuera de las manos del caos.


El Distrito Arcano se reconstruyó en otra página como una ciudad gemela a la de Allá Lejos con su entrada a la dimensión temporal donde se encuentra por el sistema de metro de ambas ciudades.


El llavero de la estrella es quien te da la bienvenida.


Que disfrutes tu estancia y que nunca necesites ser invisible.

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Published on December 10, 2016 09:28

November 30, 2016

Lo que se quiso crear

No había un plan a seguir.


Aunque eran un gran ejército, les había hecho tanta falta el tiempo que ahora que lo tenían no sabían qué hacer a continuación.


Todos miraban a los cuervos esperando que ellos tuvieran la respuesta. Irónicamente, ahora que habían vuelto, ellos estaban más ocupados en preocuparse sobre lo que iba a suceder allá en el bosque de concreto donde vivieron por tantos años. Tantos años habían deseado volver que ahora que estaban ahí sentían que así no deberían ser las cosas. Que no era donde deberían de estar.



No se sentían seguros de quienes eran. El bosque había cambiado demasiado, ellos habían cambiado demasiado y en su soledad el bosque había adoptado a tantos y ellos habían quedado tan fuera por tantos años que al estar ahí era como tratar de reconocer una calle que…


Una calle.


En otros tiempos hubieran hecho una analogía sobre árboles y ramas y rincones escondidos. No sobre callejones. Pero éste era su bosque. Y el suelo de su ciudad.


Por eso tenían miedo de que ese sentimiento destruyera todos los años que habían sucedido afuera.


Por eso querían crear la manera de conservar los dos espacios sin que se destruyeran el uno al otro.  


Y para eso necesitaban a todos aquellos que podían llamar bosque.


Antes de que fuera demasiado tarde.


 


–¿Cómo contienes a un bosque de que se expanda? –Preguntó Tobías viendo su reflejo a la orilla de la laguna mientras dejaba que los cuervos y Siobhan impusieran algo de orden con los habitantes del bosque. Al compartir el bosque con ellos también sentía la inquietud, la ansiedad y la necesidad de encontrar la forma de sentirse seguro;  al grado de que intuyó que era un sentimiento más del bosque que de todos ellos. Aunque lo compartieran.


–De la misma manera de que contienes la furia de una mujer histérica que vivió por toda una eternidad su peor pesadilla de quedarse sola y abandonada. –contestó Augusto de la manera más cínica que pudo mientras observaba a su tía tratar de mantener la calma– Y que si no fuera suficiente, ahora está libre para cobrar venganza.


–Eeeeh… seguimos hablando del bosque, ¿verdad? –dijo Iscariote al sumarse a la conversación.


–Depende, si el bosque se llama Hilda, sí –dijo Augusto recordando los días en los que todavía podía llamarla “madre”.


–Espero que no, el tiempo que estuve aquí cuando la guerra sucedió el bosque me hizo sentir muy seguro. –contestó Tobías con las voz de la melancolía al recordar esos días– Ningún otro lugar ha logrado eso. En cambio tu madre logró todo lo contrario. Así que no, yo no le pondría ese nombre.


–Tobías sería un bonito nombre, en ese caso –dijo Augusto.


Iscariote sólo sonrió en silencio al reconocer algo muy suyo en esas palabras.


–¿Por qué? –dijo Tobías extrañado– sería raro tener un tocayo no humano.


–Pues… teóricamente, sí se llama Tobías. Al menos un cachito –dijo Augusto con un poco de alegría que desconcertó a Tobías un poco más de lo que ya se encontraba–. Y tú fuiste mi refugio por algún tiempo, cuando el bosque no se sentía como hogar y cuando el pueblo era un lugar ajeno. Te extrañé mucho, ¿lo sabes? Lamento que lo nuestro no haya acabado en los mejores términos.


–“Lo nuestro, ¿eh?” –Interrumpieron los celos de Iscariote– Ya bésense.


Los dos se sonrojaron en silencio.


–Tú fuiste el que desapareció –dijo Tobías sin especificar a quién se refería.


–Tú fuiste el que se fue con una herida en el brazo y en el corazón –contestó Augusto.


Iscariote sabía que se refería a él pero el único argumento que tenía en su defensa es que planeaba regresar.


Y nunca lo hizo.


Y todos los años que envejeció estando separado de su propio tiempo lo habían convertido en otra persona.


También estaba consciente de eso.


–Pues yo también tengo un cachito de bosque que se llama Tobías y uno de ciudad también. Y uno que se llama Siobhan. Y en su momento tuve el que se llamaba Hilda, pero se rompió porque era un cachito más de cristal que de bosque –Fue la mejor defensa que logró salir de su boca–. A todos esos cachitos yo los veo más como santuarios que refugios, aunque básicamente sirven para lo mismo.


–Lo triste es que ninguno de ellos sea hogar –dijo Tobías mirando la laguna de nuevo–. Cuando estuve aquí en el bosque, sentía que pertenecía a algo y después me sacaron de aquí “para protegerme”. Cuando estaba en la ciudad me sentía vacío. Sólo tenía a Oliver y a los trabajos que apenas me pagaban las cuentas pero que de vez en cuando me entretenían a distraer lo solo que me sentía. Por eso me gustaba investigar los lugares viejos y abandonados, por eso los sentía como algo muy mío. Hasta que llegué aquí. Y luego lo perdí todo. Y ahora estamos aquí, tratando de reconstruir lo que todos extrañamos, tratando de ser uno, de que la soledad se sienta menos compartiendo la existencia con este lugar. Pero la verdad es que tengo mucho miedo, no quiero volver a vivir una guerra que podríamos volver a perder.


–Eso fue lo que siempre quise, crear un refugio y un santuario y un hogar pero nadie lo entendió, todos querían irse.


A los tres se les cayó la cara del susto cuando voltearon la mirada para encontrarse con quien había dicho eso.


–Hilda, aléjate de ellos –dijo el espectro de Siobhan a unos pasos de ellos acompañada de los tres cuervos y todos los seres del bosque–. Cometiste un grave error al venir aquí.


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Published on November 30, 2016 22:32

November 22, 2016

La niebla le da paso a una mansión y un asesinato.

Como habrán leído, “La mujer detrás de la niebla” terminó el mes pasado y bajo petición de  que compilara toda la historia para que pudiera leerse en otros dispositivos fuera de la web vengo a traerles el ebook (versión .mobi ) que puede conseguirse de dos maneras para apoyar a que se sigan contando historias a la luz del Quinqué.


La GRATIS para los suscriptores en Patreon:


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Y la no tan gratis en Amazon:


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Por otro lado, la imagen de aquí arribita viene a invitarlos a una nueva historia aquí a la luz del Quinqué; capítulos mensuales llenos de misterios, un asesinato, cuatro personas, anfitriones anónimos y una gran mansión que parece tener vida propia. 


Escrita a cuatro manos entre yo -el Ian que ya conocen- e Irving.


Espero se queden aquí durante todo el recorrido, se va a poner bueno el asunto

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Published on November 22, 2016 11:55

November 10, 2016

Zarzamora y lo que no se terminó de contar.

Hace cuatro años y un par de meses -pinche tiempo que prisa tienes- estaba yo ayudando a mi madre a entretejer una historia sobre una brujita que no encontraba su escoba, que tenía dos corazones, que le gustaba cantar, que perseguía ciegamente la espalda Orfeo -aunque el mito le advirtiera que eso no iba a acabar bien- y que una enfermedad que amenazaba con matarla.


Pocos meses después lo mismo le sucedió a mi madre y la amenaza se cumplió,  así que la palabras dejaron de caer de su cabeza  a la pantalla y la historia se quedó a medio hilar.


Éste es el inicio de ese algo que quizá algún día acabe. O quizá no porque sólo ella sabía lo que quería contar pero me encontré los apuntes entre mis textos, al hacerlo casi pude escucharlos rogarme porque los compartiera y no encontré una buena razón para decirles que no, así que de eso se trata el fósforo de este mes, espero lo disfruten. 



 


De silencios por vivir y otras razones para morir


Hay gente que cree en la música como algunos creen en los cuentos de hadas. Gente que necesita de algo más tangible para tener paz. Gente como la chica enzarzada, eternamente enamorada y de un humor deliciosamente ácido de esta historia que está por empezar. Dado a su forma de ser, llamaremos a este personaje Zarzamora.


Nació con algunos problemas congénitos: unos dulces ojos soñadores, un alma adolescente incapaz de madurar y varios cuarzos en el cerebro de donde brota un negro cúmulo de rizos enredados. Por si esto fuera poco, Zarzamora tiene dos corazones, uno que late fuerte e involuntariamente dentro de su pecho y otro que le da vida a sus elecciones. Lo que ustedes no saben es que al tener dos corazones, los problemas son de sincronía y, en ella en especial, suelen generar impulsos contradictorios. Por lo mismo, mantiene a éste último en desuso, lo guarda en un cajón junto a su cama. Así como tiene la firme creencia de que uno tiene que seguir su corazón, también supone que a nadie, incluida a ella misma, le gusta lidiar con alguien tan incoherente.


Por supuesto, como toda mujercita que se precie de serlo, desea ser amada. Aunque en realidad no sé si  “ser amada” sea la expresión más afortunada en este caso, considerando que posee dos corazones y tumores de amor en el cerebro, más bien lo que a ella le gusta es andar amando.


Antes de que anden por ahí, empezando a creer algo que no es el caso con esta chica tengo que explicarles sobre esas piedras que la acompañan desde que nació. Ella los llama tumores del amor porque la obligan a tratar permanentemente de hacer feliz a alguien o a algunos alguienes. O a la mayor cantidad de alguienes posibles. Claro que con algunas excepciones, pues siempre hay quienes a uno no le importa un carajo si son felices o no. En su caso es siempre y cuando las piedras no estén molestando. Porque cuando ignora el efecto de tanto amor en la cabeza o cuando sus dos corazones laten a destiempo, esas malditas rocas le provocan migrañas insoportables.


Otra consecuencia de tener la cabeza llena de piedritas es que frecuentemente olvida, como por ejemplo dónde deja las cosas. Así que gran parte de su tiempo lo pierde buscando,  porque también suele suceder que se le olvida qué andaba buscando. Pero esto no siempre es malo. A veces, sin querer, encuentra tesoros perdidos. Y bueno, esto la ha hecho un tanto adicta a la sensación de encontrar. También adora los rompecabezas, porque mantiene su cabeza ocupada y sin amores de por medio, busque y busque y con por lo menos 2500 posibilidades de encontrar la pieza adecuada para el hueco presente.  


Ahora bien, ser mujer hoy en día, tener un espíritu libre y un alma adolescente, no me van a dejar mentir que no resulta sencillo de conciliar en un mundo como el nuestro.  Por lo que ha desarrollado una profunda vocación para embaucar y embaucarse, ahí es donde viene ese ácido humor que la mantiene de pie.  Pero en el fondo, su alma guarda secretos que no comparte con nadie, ni con ella misma  y sólo en sueños se revelan las sombras que la acompañan.


Y bueno, como toda chamanita que se precie de serlo, tiene su escoba mágica pero le da miedo usarla para volar despierta y como no le gusta barrer, de día es sólo un lindo accesorio que hace juego con su atuendo y aporta a su personalidad. Pero de noche, cuando sueña y ensueña, no sólo vuela por los aires. También la usa para surfear sobre las aguas,  patinar en hielo, bailar con el fuego o dibujar en el tiempo.


Pero el verdadero problema de tener dos corazones, más allá de hacerla parecer como una loca inconsistente, es que es incapaz de decidir nada por completo. Situación que más de algún alguien aprovecha para decidir por ella, mientras ella rinde culto al azar,  apelando a la suerte de su encuentro.  


Lo único que logra conciliar los corazones de Zarzamora, haciéndolos pulsar a un mismo ritmo, es su indomable pasión por Orfeo, maestro de los encantamientos. Quien en realidad es  hijo de Apolo, aunque algunos hayan querido negar dicha paternidad y atribuirla a Oagro, rey de Tracia. Sólo su música logra ablandar a los demonios que frecuentemente la acompañan y hacer bailar su alma. Y aunque el mito no profetiza final feliz,  ella se conforma con la ilusión del trayecto, de algún día alcanzarlo y verle la cara, de la compañía de Sabina, su amiga y ocasional compañera de viajes, que aunque no platica nada, sabe sonar bien su pandero.


Por las noches, cabalgan juntas en su escoba, persiguiendo a Orfeo. Guiada por la pasión que se mece en el pulso de sus corazones, como si fuera combustible de un fuego devastador que tiene su derecho y su revés: por un lado desvanece la farsa de su vida y por el otro, genera actos prodigiosos. Además esa pasión es contagiosa.


Por eso quiero que ella les cante lo que tiene entre mis manos:


 


Me gusta mojarme en la lluvia de tus manos


escuchar el compás preciso de tu marca pasos.


Saborear tu agridulce risa con veneno y


el olor de tu nombre a hierba con deseo.


Quiero que me descubras con los ojos cerrados.


Encontrarte en el camino que no va a ningún lado,


roer los límites del bosque encantado.


Te sigo despacito para no cambiar el viento.


Te cuento un cuento de hadas para robarte un secreto.


Te sigo de cerquita para no soltar tu aliento.


Y me cuento un cuento de hadas para soñarte cuando despierto.


Me gusta como miras


cuando no dices nada


y el color de tu voz


…cuando tu alma está cansada


Quiero descubrirte  con los ojos cerrados


Encontrarnos en el camino que no va a ningún lado


roer los límites del bosque encantado


Te sigo despacito para no cambiar el viento


te cuento un cuento de hadas para robarte un secreto


Te sigo de cerquita para no soltar tu aliento


Y me cuento un cuento de hadas para soñarte cuando despierto

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Published on November 10, 2016 13:27

October 31, 2016

La soledad de ser uno mismo

Era de noche en la calle de Havre, en uno de los salones de la casa donde el tiempo vivía los tres cuervos se miraban a sí mismos esperando que alguno rompiera el silencio. Ninguno parpadeaba. Al ser el tiempo mismo, estaban acostumbrados a saber cómo entretejer los acontecimientos para que la historia sucediera como creían que estaba dictado. Lo que el cuervo pequeño apenas estaba empezando a tramar para el mayor ya era sólo un recuerdo que había sucedido cuando el cuervo de en medio estaba ocupado tomando decisiones que lo hacían existir. No había misterio al que el pequeño no viera con entusiasmo, que el cuervo de en medio no estuviera tratando de resolver y que el mayor no supiera la respuesta. Era la ventaja de que los tres fueran uno mismo. Gracias a eso podían haber logrado la fundación del Distrito Arcano muchos años atrás, salvaron al mundo incontables veces de infinitas amenazas sobrenaturales y siempre encontraban la manera de arreglarle la vida a quien acudiera a ellos. Eran los mejores consejeros de toda la congregación de paranormales y habitantes de las ciudades escondidas del ojo mundano.


Sin embargo, vivían con la ansiedad del único problema que no podían resolver: sentir como el bosque atrapado en la casa más vieja se marchita y no poder encontrar camino por donde tejer ya que ver la vida de uno mismo no es tan fácil como verse al espejo en una mañana cualquiera. Para los tres ese era el presente y sólo podían esperar a que la gente del otro lado encontrara la manera de salvarlos a ellos.



Habían esperado pacientemente a que los días de su memoria transcurrieran, a que la gente que desencadenaría los sucesos de su pasado nacieran, a que fueran hasta allá a matarlo al tratar de hacer que las cosas cambiaran.


Y seguían esperando.


Habían entregado la llave de la casa a quien podría abrir el camino a que fueran lo que son arriesgándose a que las cosas sucedieran de otra manera más catastrófica.


Y seguían esperando.


Habían educado a quien, si las cosas no cambiaban, los acompañaría en su soledad al ver crecer la ciudad que antes era bosque; guardaban en su corazón con recelo y cariño el cachito del bosque que aún era su existencia.


Se miraban a los ojos, constatando que aún existían.


Eso era una buena señal.


Seguían siendo cuervos manchados de tinta, eso no iba cambiar.


Una esfera de ramas de luz apareció ante ellos deslumbrándolos.


Y quizá eso fuera buena señal también.


–Aquí no estamos solos –dijeron los tres al mismo tiempo.


 


****


 


Los lobos y compañía habían trotado a través del bosque con cautela, les causaba un poco de ansiedad el silencio con el que se veían rodeados. Cargaban con la preocupación de que en cualquier momento los atacara Hilda. Aunque no estuvieran seguros de si ya había podido escapar. Por otro lado, Tobías había caído inconsciente de nuevo y su temperatura corporal estaba empezando a subir. El lobo de fuego no tardaba en volver.  Habían llegado justo a tiempo a las orillas de la laguna donde la noche se reflejaba a sí misma.


–La voz del bosque dice que metamos a Tobías a la laguna –dijo Luna al tratar de bajar a Tobías del lomo del lobo Orfeo sin quemarse. Cuando lo dejó en el suelo Orfeo lo arrastró del cuello de la camisa.


–Déjame a mí –dijo Iscariote cargándolo entre sus brazos. Pudo sentir el ardor en sus brazos. Cuando lo sumergió sus manos quemadas sintieron un gran alivio.


–¿Estás bien? –Preguntó luna preocupada al notar que el cuerpo de Iscariote empezaba a tornarse negro carbón como si estuviera absorbiendo el color de la laguna.


–Me… duele… –dijo conteniendo el dolor y tratando de mantener a Tobías entre sus brazos sin mucho éxito.


Una esfera de ramas de luz apareció ante ellos deslumbrándolos a todos.


–Tú también eres parte del bosque –dijo una voz que Iscariote tenía mucho sin oír. Cuando pudo recuperar la vista vio que Tobías flotaba sobre la laguna, de su espalda salía una especie de espectro. Era la dueña de la voz que estaba utilizando a Tobías como vínculo.


–Siobhan… –dijo Iscariote olvidándose del dolor al borde del llanto.


–Mi querido Iscariote, creí que nunca te volvería a ver –dijo ella a través de Tobías. Al tiempo que el espectro se movía, Tobías lo hacía también–. La tinta te está reclamando el abandono pero también está tratando de curar tus heridas, traes contigo al libro, ¿verdad?


–Sí, pero creímos que ya estaba muerto, no nos había hablado desde que volvimos al bosque –dijo él al reconocer que el dolor era la tinta entrando en él.


–Pues… es una buena noticia saber que no murió, porque vamos a necesitar de su ayuda para salvar lo que aún pueda ser salvado –dijo ella acercándose para acariciar su rostro. Después volteó a ver a Luna, a Orfeo y a Augusto– Acérquense, entren a la laguna con nosotros, ustedes también son parte del bosque.


–Pero… eso se ve doloroso –dijo Augusto no muy seguro de lo que estaba sucediendo.


–Ustedes no están manchados, no les pasará nada pero necesitamos estar todos juntos –dijo ella extendiéndoles los brazos–. Aquí es el lugar donde nace la magia, por esa razón puedo aparecerme ante ustedes y explicarles lo que tenemos que hacer. Es una gran ventaja que estemos aquí reunidos todos nosotros ya que en algún punto de nuestras vidas el bosque decidió salvarnos de la muerte al darnos un poco de su vida. Dicho de otra manera, todos nosotros podemos salvarle la vida al bosque entregándole lo que alguna vez nos dio.


–Pero… ¿eso no nos va a matar? –dijo Orfeo reconociendo que gracias al bosque es que estaba vivo.


–No, enseguida les diré por qué. En nuestra soledad todos acudimos al bosque para que nos salvara, no es una coincidencia que ahora el bosque nos haya juntado a todos, podría decirles que ahora todos somos uno mismo. Incluso tenemos a la tinta y con ello podemos establecer un vínculo con los cuervos que también son bosque y tinta.


–¿Qué tenemos que hacer? –preguntó Luna entrando poco a la laguna sin dudarlo, no tenía mucho que perder.


–La caja de los vientos, ¿quién la trae? –preguntó Siobhan como quien recuerda del último minuto algo importante– ella también es parte del bosque.


–Eeeeeh… –contestó Iscariote preocupado de haber perdido algo importante.


–Yo la guardo conmigo, siempre –dijo Luna antes que nada–. Después de todo mi corazón está guardado ahí dentro. Cuando morí por un engaño de Fausto, el zorro, el bosque reemplazó mi corazón perdido con el suyo. Desde entonces mi corazón vive en el bosque.


–¡Estamos todos completos entonces! –contestó Siobhan contenta– Este lugar es un catalizador de realidades, el libro y la tinta conecta todas nuestras intenciones y la caja nos puede conceder un poco de su magia. Sólo necesitamos escribirle al libro nuestras intenciones, regalarle esas páginas de nosotros a la caja y unir nuestra energía para canalizarla en este intento.


Así fue como, una vez que todos estaban en círculo dentro de la laguna se fueron turnando el libro para escribir con sus dedos manchados de tinta el tiempo que querían regalarle al bosque. Cuando terminaron pusieron la caja en el centro y todos sostuvieron el libro para meterlo dentro de la caja. Una vez adentro, la taparon y cada uno puso sus manos sobre la rosa de los vientos que estaba trazada sobre la caja y se concentraron en una sola cosa.


–Aquí no estamos solos –dijeron todos al unísono.


Al principio parecía que no sucedía nada.


El viento empezó a soplar y escucharon a un pájaro trinar. Luego escucharon hojas secas crujir. Gigantes aparecieron de entre los árboles, luciérnagas volaron a su alrededor, los duendes despertaron en sus cuevas de un letargo eterno que para ellos bien pudo ser sólo una noche.


La magia había vuelto.


–Puedes despertar, Tobías. El fuego ya debe dejarte en paz. –dijo el espectro de Siobhan a Tobías con un susurro al oído. Él abrió los ojos y sonrió al ver el sol levantarse en el horizonte.


–Me gusta ser parte del bosque –dijo con esa voz que uno tiene a medio despertar.


También escucharon como si un gran espejo se cayera a pedazos estruendosamente.


–Nuestro problema ahora es Hilda –dijo Siobhan quien, aunque seguía siendo un espectro, ya no necesitaba de echar raíces en un cuerpo para estar presente.


–Y contener al bosque dentro de la casa más vieja para que no destruya Allá Lejos –dijeron los tres cuervos que descendieron batiendo sus alas a las orillas de la laguna haciendo una reverencia ante quienes habían terminado con su exilio.

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Published on October 31, 2016 17:04

October 20, 2016

Epílogo · Oportunidad etérica

Dahlia… Dahlia… escúchame.


Al escuchar aquellas palabras, Dahlia sintió la presión de la oscuridad sobre ella, pero también sentía cómo la caricia del Viento aligeraba su peso.


−¿Éter? −dijo recostada sobre la oscuridad, sin abrir los ojos.


Bienvenida de nuevo resopló el Viento.


−¿Estoy muerta? −preguntó con una sonrisa.


Depende… resopló el Éter.


−¿De qué? −preguntó ella abriendo los ojos para mirar la luz verde en el horizonte y descubrir que esta vez estaba mucho más cerca.


¿Quieres estar muerta y descansar en paz? Soltó las palabras el impaciente Viento.


−¿Tengo otra opción? −cuestionó Dahlia mirando hacia arriba.


Sí, que nos ayudes a luchar sopló traviesamente el Viento con intención de  levantarla del suelo.


−¿Contra quién? −preguntó extrañada− Saben que no soy muy hábil, que nunca he librado una sola batalla.


Sí, pero eres un alma libre, no tienes cuerpo, nuestro pacto con el mundo no te afecta, nada te ata a él. Nosotros podemos darte un cuerpo nuevo, sólo tendrías que bañarte en mi corriente. No sería un cuerpo de carne y hueso como el que alguna vez tuviste, ni funcionaría igual, pero podrías ser una persona tangible si así lo deseas y tendrías una vista especial: la nuestra.


Nosotros te enseñaríamos a usar ese nuevo cuerpo y te entrenaríamos para la batalla. Antes de decidir, debes saber que el Gremio quería matarlos, a ti y al bleizen de fuego, para poder llevar a cabo el exterminio de Angharad silenciosamente, para que nunca nadie supiera lo que sucedió. Su ignorancia y su soberbia no tienen límites: quieren destruir todo aquello que tenga que ver con nuestras artes arcanas: las ciudades, personas y demás; quieren que todas las razas de todos los continentes, no sólo de Angharad, olviden que existimos. No se han dado cuenta que los bleizen son una raza privilegiada. El agua, el viento, el fuego y la tierra son el Éter dividido en cuatro. Yo puedo ser sin ellos, pero los elementales no pueden existir sin mí. Están hechos de esta corriente, por eso no pueden aprender a usar las artes, porque ellas son su esencia.


−¿Y el ejército de Kali y Bhel? −preguntó rápidamente antes de siquiera pensar en su oferta. −¿Qué no se acabó la guerra, ya?


Piénsalo, si supiéramos que ganarán… ¿estaríamos aquí pidiéndote ayuda?


−¿Han muerto muchos? −interrogó una vez más, esperando escuchar que el Circo del Alma y sus integrantes se encontraban con bien. Se puso de pie rápidamente y dudó si avanzar o no.


¿Tu ciudad y todos sus habitantes no te parecen suficientes? Rugió el Viento en tono de reproche. Del ejército de los dos hermanos, murieron unos cuantos soldados, pero una cantidad muy pequeña en comparación a los bleizens que volvieron a mí cauce. Eso hizo que retrocedieran, pero volverán a atacar y necesitamos estar listos para entonces.


Está bien, acepto. Aunque sigo sin entender porqué yo −dijo avanzado lentamente hacia el río, pues la presión de la oscuridad trataba de aplastarla para hacerla parte de su negrura. El Viento cálido la empujó suavemente  a su nueva vida.


             Porque tú eres Iseldis.


             Tienes que regresar a proteger lo que es tuyo.



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Published on October 20, 2016 10:22

October 11, 2016

¿Cuándo te bajaste del metro?

Nadaba en un mar de gente que esperaba lo mismo que yo, que algo llegara y nos llevara de pronto. Que se parara ante nosotros, abriera sus puertas y poco después nos dejara en otro mundo, en otra vida o al menos, en esta ocasión, en otra estación dentro de la misma ciudad. El tren llegó y el oleaje nos empujó adentro. Ahí un alma en pena empezó a gritar “Si mire… señor, señorita, en esta ocasión le vengo ofreciendo” y sacó los chocolates que nadie compró.


“La gente invisible que fuera de este vagón no existe” pensé al notar como la dejaban pasar como si no estuviera ahí. Cuando esa frase llegó a mi cabeza el tren se detuvo a la mitad de la nada y apagó las luces.



El tiempo en la oscuridad empezó a crear susurros entre quienes no podíamos vernos. A todos nos invadió la necesidad de distraer la idea de que estábamos atrapados, sin oportunidad de salir, muchos metros bajo tierra. Intenté ver hacia afuera como si no hubiera una pared frente a nosotros a menos de medio metro. Bendita sea la vista que se acostumbra a ver aún en las peores circunstancias. Busque entre la gente del vagón a alguien o algo en qué entretenerme y lo que encontré era la falta de alguien en especial.


–Oye –le dije a la desconocida que tenía a un lado–, hace unos minutos un niño estaba vendiendo chocolates, ¿cierto?


–Sí lo escuché pero no llegó hasta acá antes de que el tren se detuviera, por ahí debe estar –me contestó buscando curiosa entre la gente.


–Ya no lo veo –le afirmé–. ¿Cómo pudo desaparecer?


–¿Usted cree en los fantasmas? –me preguntó al mirarme a los ojos.


–Creo más en los vivos –le contesté con algo de sarcasmo.


–No esperaba menos de un fantasma –dijo ella cruzando los brazos en señal de molestia–. Andan por ahí creyendo que todos vemos al tiempo de la misma manera y por ende que la vida funciona igual para todos. Una vez conocí a una chica que se la vivía vestida de novia frente a un aparador. Sólo en las noches se movía a estirarse un poco y cuando regresaba siempre olvidaba algún detalle en su postura. Con el tiempo, los clientes de dicha tienda decían que la chica había muerto años atrás. Nunca nadie se lo dijo a ella, por eso sigue ahí, modelando. Así les pasa a los vendedores del centro que venden de moda y de novedad cosas que murieron hace más de una década. Nadie les dice nada porque todos los escuchan y por ende, ahí debe estar, vivos. Sin embargo aquí estás, haciéndome la misma pregunta con la misma cara todos los días, a la misma hora, desde que tengo uso de razón. Y nunca he visto que el tiempo pase por tu rostro como lo ha hecho conmigo.


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Published on October 11, 2016 08:59

September 30, 2016

El extraño arte de extrañar

Mi nombre real no es Iscariote. A estas alturas del partido creo que ya nos quedó claro. Sin embargo es mi nombre -o más bien yo soy de él- porque que creció en mí a raíz de varias intenciones, de varios años de lluvia y de haber caído en las tierras más idóneas para reclamarme como su territorio.



La estatua hecha de cenizas, que apareció de un momento a otro en la puerta de la choza, también tiene algo que ver con la historia de mi nombre. Antes de huir despavoridos quisimos asegurarnos de que no se trataba de una amenaza más fuerte allá afuera de la cabaña. Cuando descubrimos que al parecer sólo era una provocación de Hilda, un aviso de que había despertado y amenazaba con salir de su prisión, Luna insistió en que debíamos partir, que la voz del bosque le estaba aconsejando dónde se podrían esconder.


Tobías despertó en el momento más adecuado para no hacernos cargar con un peso muerto y lo ayudé a montar a Orfeo quien ya se encontraba transformado en huargo. Luna, ya sentada en el lomo de su protector abrazó a Tobías para no se cayera. Monté a Augusto que también estaba transformado en lobo y corrimos rumbo a las profundidades del bosque; ahí donde la oscuridad de la tinta nació antes de que viviera en las páginas de “Bajo la misma luna”.


No podía quitarme la sensación de que íbamos a ver más gente ceniza en el camino.


Era una sensación extraña recorrer el bosque y saber por qué calles de la ciudad de Allá Lejos estaba caminando. También era triste saber que aquel pueblo en ruinas de donde venía la amenaza, creció tanto que todo lo que quedó del bosque es el enorme parque que rodea al Calinalco. Que ese remanente es de donde uno de los cuervos me dio la caja de los vientos y que después esa caja me llevó a comprender que la magia existe y nos rodea aunque no creamos en ella; que medir el tiempo, crear una canción y darle vida a un ser humano son un buen ejemplo de magia, puede ser que la ciencia te diga que tiene su razonamiento científico y comprobable pero el verdadero fundamento de acciones tan básicas y tan entretejidas en nuestro día a día está en la magia. Incluso morir también tiene algo de magia.


Y no hablemos de lo que se siente saber que yo presencié como creció todo desde ahí, desde la muerte del tiempo. Renaciendo de las cenizas.


–Se lo de tu nombre –me dijo Tobías, como si pudiera leer mis pensamientos aunque estuviéramos a un par de lobos de distancia.


–Dudo que lo sepas –le contesté.


–Sé que realmente eres Oliver y que tenías la intención de salvarme.


–Eso es sólo la primera letra de mi nombre –le contesté aferrándome al cuello de Orfeo.


–¿Y el resto? –preguntó al buscar en mi mirada lo que había perdido, siempre supo hacerlo muy bien. Aunque estuviéramos en la oscuridad o en el peor de los peligros. Que cabalgáramos un par de lobos gigantes no le iba a causar menor problema para encontrar lo que buscaba.


Extrañaba tanto esa mirada.


–El resto está en mi amor por Hilda y Siobhan, en mi amor por el bosque y las razones por las que no volví a nuestro tiempo. Una de ellas era el joven berrinche de que me sentía cansado de vivir detrás de ti, de que entregara mi ser en tus manos por completo y que no fuera suficiente, que tú quisieras más y yo me entristeciera ya que yo te amaba como nadie nunca en toda la historia de la humanidad había amado antes. Después entendí que todos los amantes dicen eso porque en su humanidad egoísta no pueden creer que las cosas sean más de lo que ellos sienten, que las otras personas también puedan tener nudos e inseguridades. Te extrañaba mucho pero no me quería ir de dónde había encontrado un poco de pertenencia. Cuando abandoné a Hilda para ir a aprender más del bosque me sentí aún más mal. Extrañé a Hilda también. Regresé al pueblo a reencontrarme con ella y extrañaba estar en el bosque, extrañaba estar con Siobhan, extrañaba las aventuras que tú y yo teníamos juntos y que no serían iguales que con cualquier otro acompañante.


Pero lo que más extrañaba era estar en paz.


Estaba cansado de extrañar.


Así que le  pedí a Hilda que sacara de mí esa parte, que ya no quería extrañar. Le ayudé a aprender el hechizo que lo haría. Ella lo hizo muy a regañadientes, me insistía constantemente que eso me iba a matar. O bueno, iba a matar a quien era y tenía que renacer, darle paso a nuevas raíces que crecieran en el suelo en el que me encontraba. Y que aun así me arriesgaría a volver a extrañar con el paso del tiempo. Pero en su corazón celoso y posesivo también estaba la creencia de que al ser alguien nuevo podía crecer en mí un nuevo amor por ella y olvidar a los demás.


Así fue como la primera estatua que Hilda creó fue en el día que perdí mi nombre y renací de las cenizas. Podríamos decir que la primera estatua se llama Oliver. Algo no salió como ella esperaba, ese vacío que se creó en mí no se llenó con amor por ella. Se llenó de más curiosidad po la magia y amor por el bosque y por Siobhan. Pero yo ya no podía salir del pueblo. Los límites ya estaban marcados. Así que Siobhan y yo creamos el libro de “Bajo la misma luna” para poder estar juntos. Era nuestro lugar común.


Nunca creí que Hilda enloquecería a tal grado para mutar ese hechizo que era capaz de darte una segunda oportunidad a uno que podía quitarte toda la esperanza y encadenarte a una existencia inerte.


Sentí que había traicionado a toda la humanidad al ayudarle a aprender a ser una tirana.


En una especie de castigo divino fui testigo de cómo, en su delirio de abandono, fue matando a su pueblo poco a poco.


Y por esa misma razón es que no debemos dejar que escape de su encierro.


Por eso necesitamos llegar a donde nació la tinta, para despertar al bosque y corregir todos mis errores.


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Published on September 30, 2016 19:47