Ian Colin Roditi's Blog, page 2

November 10, 2017

Esto en lo que crees

Me gustaría poder creer en fantasmas, me haría la vida más sencilla. Hay muchas otras cosas que me gustarían pues… pero la cosa no es tan fácil.   



Toda mi vida construí puentes. Fui ese tipo de personas que funcionan de engrane que te llevan a que conozcas al amor de tu vida, el que te pasa el consejo para el trabajo que buscas, gracias a mi aquél hospital logró ponerse en contacto con el doctor que le salvó la vida a tu esposa. Soy el eslabón invisible que al final nadie recuerda. Soy, pues, el fantasma que hace que las cosas sucedan. Me gustaba mucho esa vida aunque me causaba un vacío que día con día crecía cada vez más, una oscuridad que empezó a transitar entre mis calles y de la que en algún momento sería imposible esconderse.


Escapé de esa vida donde nadie me conocía pero todo mundo me necesitaba para encontrar otra donde pudiera ser alguien más, donde pudiera creer y donde pudiera estar vivo. Por medio de las palabras de un trabajador que conocía a un operador que supo llegar a otros organizadores de viajes logré que llegara hasta a mí un boleto de tren que me llevaría hasta el otro lado del país. Porque por alguna razón uno cree que yendose lejos puede huir de sí mismo. A la mitad del camino el tren se descarriló y aunque el conductor instruyó que nadie se bajara de los vagones, que esperáramos ayuda a nadie pareció molestarle que yo me bajara del dichoso accidente. Me alejé lentamente y me adentré en el bosque seducido por el canto de sus árboles. Un pie tras otro pie lo fui dejando todo en el camino. De repente el bosque se abrió para enseñarme un claro del tamaño de la espalda de un titán. Era casi absurda la perfecta redondez de aquél hueco de luz en el bosque. En el centro se encontraba una mujer dándome la espalda.


Intenté llamarla.


Intenté preguntarle qué sucedía.


Intenté romper su silencio.


Sobra decir que fallé.


Me senté a su lado para observar hacía donde ella tenía la mirada perdida y ahí nos cayó la noche.   


“Este sería un buen lugar para construir deseos” fue una frase que llegó a mi mente a media noche. A la fecha no estoy muy seguro si la pensé yo, si la estatua decidió ser persona y hablar o alguien más me la susurró al oído pero la escuché y se me quedó grabada para siempre. Mucha gente pasó por el claro dejando un parte de ellos a cambio de que el bosque escuchara sus deseos.  Tampoco estoy muy seguro de que se dieran cuenta de que con su voluntad aquellas cachitos de si mismos que dejaban me servían a mí para ir construyendo mi más grande deseo, dejar de ser invisible. Irónicamente el único que sabe que estoy aquí es el guardián sin nombre que, aunque juega a que no me ve, sé que lo hace y sé que me escucha cuando le pido que consiga material para la construcción de la torre de los deseos. Sé que lo hace porque escucha al bosque y está aquí casi tanto tiempo como yo. Sé que lo hace porque indirectamente siempre responde a lo que le pido. Lo que no se es qué tanto sabe lo mucho que me molesta cuando sugiere que debería creer en mío lo mucho que le repite a la gente que para que un deseo se cumpla debes creer en él y hacer algo al respecto.


Con el tiempo vi llegar al demonio, al café que solo abre los jueves, toda la comunidad que viene a cumplir sus deseos, incluso he visto a la estatua moverse aunque ella crea que nadie la ve. Con el tiempo se darán cuenta del fantasma que les ha construido casi todo lo que tienen aquí.


 Soy una historia de fantasmas y sólo puedes verme si crees en mí.


Y ese es todo mi problema.


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Published on November 10, 2017 11:23

October 31, 2017

Sobre las tierras en blanco

En la radio del café en el que Sylvanna desayunaba sonaba una canción que, dada su situación, quiso llamarla “su canción” en ese momento.


 


Me gustar equivocarme, saber que erré


Contar mi historia a los espejos


e  imaginar que voy muy lejos a pie.


 


Maldijo su suerte por un segundo, también a su gusto por meterse en los problemas más complicadosque la vida se encontraba. De cualquier manera, su mal humor cambió al dejar el periódico en la mesa y observar a la clientela del lugar. Habían pasado un par de semanas desde que el zorro le dijo que salvara a la sobreviviente de su más grande error.


Sonrió de oreja a oreja al encontrarse en el momento perfecto, en el lugar idóneo.


Sin pensarlo ni un segundo, se puso de pie y se dirigió a la primera mesa de la terraza, donde dos chicas desayunaban en silencio.


-¿Zarzamora? -le preguntó a la de pelo chino y tan negro como el carbón.


-¿Sí? Que pa… -se interrumpió para analizar si sus ojos en realidad estaban viendo lo que creía que estaban viendo , completamente boquiabierta.


-Eeeeeh… digamos que… tengo algo muy importante que contarte -dijo al sonrojarse-. No te va a dar tanto gusto verme después de escucharme. Perdoname. De verdad.



Cuando escuchó todo lo que Sylvanna tenía que confesarle fue muy atenta, hasta bromeaba de vez en cuando y se preocupaba por entenderlo desde el mayor número de puntos de vista posible. Todo porque, estaba segura, que debería haber una manera de salvarse.


Esa noche el sueño le ganó a Zarzamora desde temprano.


Tanto pensar, tanto darle vueltas, la había agotado por completo. Y también es que entre sus opciones estaba que Orfeo o Ike seguro tendrían una mejor idea para salvarla. Al menos una mejor que lo que ella había hecho toda la tarde: quedarse sentada en el sillón, mirando el techo, esperando que eso le causara una epifanía. O algo.


Los ojos le dolían en la oscuridad, como si quisieran salirse de su lugar. Como si una cascada interminable los hubiera empujado por horas. Y no sabía dónde estaba. Tenía horas corriendo sin sentido y dirección alguna, todo era negro, sin forma, sin nada. Incluso llegó a pensar que ni siquiera se estaba moviendo de lugar, sólo movía las piernas como si corriera.


Sabía que estaba en la tierra de los sueños porque el eco del vacío le entregaba en sus oídos la voz de Orfeo, ese tararéo tan familiar que podría reconocer donde fuera. Extrañaba a su escoba, a la manera de Ike de hacerla renegar y la paz que reinaba en su vida un par de días atrás.


En su correr, de repente empezó a caer y rodar. Y rodar. Y rodar. También pensó que no era posible que volviera a caer en otro hoyo como un par de noches atrás y añadió a la oscuridad a su lista de cosas por maldecir aquella noche. Cuando se detuvo y pudo ponerse en pie, la negrura se había ido. Y la voz de Orfeo también. Resignada, se encontró en un bosque de espinos donde poco más adelante se encontró a un zorro dentro de una jaula. Al acercarse se dio cuenta que no era un zorro cualquiera; se encontraba sentado en dos patas, con las otras dos como si estuviera cruzado de brazos y molesto. Llevaba consigo un pequeño maletín naranja, una corbata sobre su cuello y un pequeño bombín sobre su cabeza.


-Chica, ven, ayúdame -le dijo el zorro cuando sus miradas se cruzaron. Ayudar estaba en la naturaleza de Zarzamora, tanto que a veces se veía enredada con personas que no podían hacer nada por sí mismas, tanto que había estado limpiando las alas de un ángel por más de un par de noches, tanto que a veces todo lo que ella quería es aventar a todos por algún barranco y ver cómo salían de ahí sin su ayuda. Sin embargo, le gustaban las sonrisas sinceras que recibía cuando hacía algo por alguien.


-¿Quién eres? -dijo la chica desde lejos, sin avanzar.


-Algunos me llaman el zorro de la suerte -dijo al acercarse más a la reja- si vienes y me ayudas, puedes saber por qué. Puedo ayudarte, en lo que sea que necesites. Otros me llaman Fausto. Yo sé quién eres y qué quieres, Zarzamora.


Escuchar su nombre, la hizo desconfiar por un segundo. También la hizo recordar todo lo que Ike y Sylvanna le habían contado. Al parecer, haber sobrevivido la había convertido en una especie de héroe en desgracia. O en un mártir de quién sacar provecho.


-Si es así, zorro -dijo ella mientras avanzaba hasta llegar a la jaula y se sentó en el suelo, frente al zorro-, ¿por qué no te sales tú sólo?


-La magia no funciona de esa manera -dijo él, también sentándose en el suelo en señal de rendición-, no puedes aplicarla a ti mismo. Tienes que hacer algo por alguien para que alguien haga algo por ti, así es como funciona. Pero en verdad puedo ayudarte. Si tuvieras mi maletín, podrías juntar toda la suerte del mundo dentro, llenarla de milagros y así lograr lo que quieras. Alcanzar a Orfeo, por ejemplo.


 Ese nombre funcionaba con Zarzamora mejor que cualquier hechizo, al escucharlo, sonrió inmediatamente. La chica se puso de pie y, aunque le costó algo de trabajo, se las ingenió para sacar al zorro de aquella jaula antes de negociar cualquier cosa.


-Listo, eres libre -dijo ella, sacudiéndose la manos-. ¿Cómo alcanzo a Orfeo?


-¿Me acompañarías a la Morada del Sol mientras te explico? -dijo el zorro, ofreciéndole el brazo como todo un caballero.


-Todavía no entiendo cómo es que si eres el zorro de la suerte, terminaste atrapado en esa jaula -le contestó, antes de agarrarle el brazo, aún un tanto desconfiada.


-Todos tenemos malas rachas, querida -dijo el zorro- unos caemos en jaulas y otros van a conciertos… y bueno, ya te sabes el resto de la historia.


-Otra vez con eso, ¿todos me van a recordar que sobreviví y que voy a morir? -dijo ella molesta, deteniendo el andar- ¿Qué es lo que quieren de mi?


-Yo quería que me ayudaras a salir de ahí, así que la pregunta es… ¿qué quieres tú de mí? -contestó el zorro tan cínicamente que Zarzamora estuvo a punto de echarle más de un par de maldiciones encima.


-De querer quiero muchas cosas. Quiero que alguien, por una vez en su vida, me ayude a mí. Antes de que tenga que hacer cualquier cosa y desgastarme en ayudarlos para ganarme su favor.


-¿Sólo eso? -dijo el animal pelirojo con corbata, con una risita ahogada.


-Y una explicación de porqué yo, estaría bien -dijo ella empezando a caminar de nuevo.


-Mira… -dijo el zorro con una sonrisa tan pacífica que hizo sentir a Zarzamora que podía escucharlo, que la hizo caer bajo su hipnosis por un momento y en el camino el zorro la convenció de que en la Morada del Sol iba a estar en paz mientras él conseguía lo que necesitaba para ayudarla a que alcanzara a Orfeo, que le había prometido el maletín para guardar su suerte, pero antes tenía que vaciar todo lo que él tenía guardado en él en otro. Y por eso tenía que esperarlo, que lo haría lo más rápido posible, ya que según el zorro tenía que alcanzar a Orfeo antes de que llegaran a las tierras en blanco. O antes. Las tierras en blanco también son las tierras de los sueños muertos, tierras que nadie debe pisar hasta que algún otro soñante las reconstruya con nuevos reinos. Atravesar los sueños muertos significa morir, cruzarlos por cuenta propia es básicamente un suicidio. Pisar tierras en blanco es no volver a despertar si eres un soñante, ser olvidado por completo si te sueñan.


La famosa Morada del Sol resultó ser un recinto completamente cerrado, sin puertas ni ventanas por lo que jamás entra un solo rayo luz natural. Laberintos permanentemente iluminados con hipnotizantes juegos de luces multicolores y sonidos monótonos que atrapan la mente, de manera que al cabo de estar un rato ahí dentro uno pierde la noción del tiempo…  y de muchas otras cosas. Aunque para entonces, Zarzamora tampoco sabía esto. Sólo sabía que, según el zorro, ahí iba a estar segura y debía esperar a que él regresara por ella.


A Zarzamora le fascinó el lugar, todo estaba tan perfectamente en su lugar y no había nada que hacer sino mirar. La gente dentro era muy amable y además  ocasionalmente regalaban deliciosos bocadillos y bebidas refrescantes en botellas iluminadas con etiquetas de colores. Completamente hipnotizada olvidó por completo al zorro y al maletín y se puso a platicar otra mujer que parecía estar enojada. Esta le advirtió después de un par de minutos en su conversación:


-Deberías salir de aquí, ahora que todavía puedes, pareces tener todavía voluntad suficiente para lograrlo, vete antes de que las luces te la chupen toda.


-¿Cuales luces? -dijo ella, tomando de los dulces cócteles que regalaban en el lugar- Si estar aquí es tan malo, ¿tú qué harás?


-Yo ya no puedo, porque ya no sé si quiero. No tengo fuerza para buscar la salida.


 


Un temblor interrumpió su plática y, por un segundo, el lugar quedó a oscuras y en silencio. Ese segundo fue suficiente para que Zarzamora recordara qué era lo que estaba buscando. Para que encontrara la fuerza para empezar a correr e intentar ignorar todos los distractores del lugar. Los meseros trataban de detenerla, ofreciendole comida o bebida, presumiendo las atracciones del lugar. De por qué era mejor quedarse ahí a salir y cuando Zarzamora se concentró, volvió a temblar. Cuando las luces volvieron y el sonido con ellas, en las bocinas comenzó a sonar la canción de Orfeo, con la letra que ella le había compuesto.


 


Hoy podía ser mi día de suerte


Ha salido un sol tan reluciente,


Hoy podría  ser mi día de suerte


Tal vez hoy  pueda verte…


 


Hoy podría torcer el destino


el viento convertirse en torbellino


Hoy podría encontrar el camino


Para estar contigo


Hoy podría  ser mi día de suerte


Tal vez hoy  pueda tenerte…


 


Se repetía a sí misma, al ritmo de la canción, para no olvidar quien era. Era un laberinto sin solución, por más que corría no había puerta por donde salir. Por más que trataba de despertar, nada sucedía. Estaba atrapada en una prisión roba voluntades y no sabía qué hacer. Lo único que se le ocurría era cantar y correr. Era lo que la mantenía cuerda.


Justo cuando estaba a punto de perder toda voluntad, volvió a temblar. Y con ello, calló la pared del lugar. Luz natural la iluminó y ella la sintió como aire fresco en un día caluroso. A contra luz, entre el polvo de los escombros, pudo ver unas gigantes alas grises desplegarse y fue hasta entonces que cayó y pudo salir.


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Published on October 31, 2017 14:20

October 23, 2017

Esto que tú eres

Al abrir los ojos sintió que no podía enfocar bien, la luz era como la de de esa hora del día en que por más que enciendes las luces no alumbran mas y por más luz que haya está oscuro. Se incorporó y trató de observar a su alrededor, no había más que neblina y el suelo era como de ladrillos pintados que se extendían donde el horizonte alcanzaba a ver. Al examinar mejor el suelo descubrió, para su sorpresa, que ahí se dibujaba una rosa de los vientos con… algo… diferente. Los puntos cardinales eran los símbolos de las puertas de la casa donde los había convocado su extraño anfitrión.  


Pum, pum, pum, le hacía la cabeza cada vez que la movía con brusquedad.


En una de la puntas de esa rosa estaba el símbolo de la puerta que le correspondía, el cual empezó a crepitar en cuanto se acercó a él.


-Ixchel, no temas –escuchó que le decía una voz que provenía de todos lados.


-¿Quien esta ahí? –preguntó asustada– ¿Qué quieres de mí?


-Escucha Ixchel, hay poco tiempo, estas en el punto de comunión de las 4 fuerzas. El anfitrión es un ser muy poderoso y peligroso que debemos detener, yo soy la guardiana de la casa de Anansi donde todos ustedes fueron convocados, desde hace tiempo he tratado de contactarlos a ustedes, los últimos tejedores, para advertirles sobre el peligro que se avecina pero fue demasiado tarde, gracias  al destino he encontrado una segunda oportunidad al traerte aquí.


-Pero yo que puedo hacer –le respondió asustada – Estoy perdida no puedo encontrar a los demás y apenas si puedo entender lo que me dices.


-Escucha muy bien lo que te voy a decir –Dijo con más severidad la voz –para poder detener a este rufián primero debes de tomar posesión de la casa del espacio, la casa que te pertenece y asi podrás abrir el portal para que todos converjan aquí en la plaza de la realidad. Para lograr eso debes de acercarte a  ella y probar que eres digna de tomar control de la casa.  Esto a través de un gran sacrificio que te permitirá abrir las puertas de la casa.


Eso suena muy complicado –pensó Ixchel –¿Qué puede sacrificar alguien que prácticamente no tiene nada? –se preguntó a sí misma.


Al entender eso se acercó a la casa del espacio, que se hacia mas nitida a cada paso que daba: era una casa alta con tres torres, techos de dos aguas con tejas verdes y amarillas que formaban un entramado de una belleza peculiar. Todas las ventanas estaban cerradas y tapiadas como si la casa se protegiera de un huracán, en el porche había varios objetos tirados, parecía que un cartógrafo había huido de ahí dejando todos sus instrumentos de medición en el piso. Había brújulas, compases, un astrolabio partido a la mitad, varias cuerdas de medición y otros objetos que no reconocía pero que podía intuir servían para medir cosas. Ixchel no tenía idea de que era lo que tenía que sacrificar para tomar posesión de esa casa, de hecho no tenía idea de querer tener una casa extraña y de qué tenía que hacer para poder mantenerla. Le sorprendía mucho lo rápido que habían cambiado sus prioridades en cuestión de horas y ahora tenía que decidir qué sacrificar para poder tomar posesión de algo que hasta hace unos segundos no sabía que quería. Los nervios no dejaban de hacer estragos en su cabeza mientras seguía viendo los objetos del porche de los cuales le llamó la atención un taumatropo de una jaula y una ave, lo tomó entre sus manos y empezó a jugar con él.


Pum, pum, pum, le volvió a hacer la cabeza cuando se dío cuenta de que era lo que podía sacrificar.


En eso la puerta de la casa se abrió.


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Published on October 23, 2017 12:19

October 10, 2017

Los ingredientes de un deseo

El crujido de la puerta al abrirse anunció su llegada al café.


-Buenos días, Andrés –dijo el hombre detrás de la barra que siempre sonreía con la llegada de historias para su día. Como cada jueves, el pintor había llegado con la ropa manchada, ojeras y el estómago vacío. Era una historia que ya se sabía muy bien pero también era una historia que le agradaba repetir. Hasta podía decir que su día no comenzaba hasta que él aparecía para desayunar.


  -Buenos días tú –le contestó el pintor rascándose la cabeza. Era obvio que todavía estaba medio dormido.


-¿Hambre? –dijo el barista al analizar con qué satisfacer el apetito de su amigo.


-Mucha –le dijo el pinto al sentarse en uno de bancos de la barra- Hoy la torre está distinta. Como que tiene más color.


-Es tu culpa –le contestó el barista sin despegar la mirada de la comida en preparación.


-Soy inocente hasta que se demuestre lo contrario –dijo él hombre, sorprendido de la acusación.


-¿Recuerdas el día que llegaste? –dijo el barista sirviéndole un par de huevos sobre salsa roja y verde y un agua de frutas- Yo recuerdo tu deseo.


El pintor analizó lo que acababa de escuchar, siempre que alguien llegaba a hablar sobre deseos al barista se le iluminaba la cara. En esta ocasión la nostalgia fue lo que llegó a su rostro. Sí recordaba muy bien ese día aunque ya habían pasado más de un par de años desde entonces.


Sólo cargaba con una pequeña mochila y un cansancio que se había acumulado durante los días que había ocupado en alejarse de su pueblo. Se sentó a los pies de la estatua y observó los cimientos de la torre empezaba a levantarse. Vio la construcción como si fuera un espejo de su propia vida, esperaba levantar algo nuevo ahí consigo mismo. Algo con más vida, con menos tedio y mucho menos gris. El pueblo de dónde provenía estaba muerto y por mucho tiempo deseó huir a algún lugar donde las cosas cambiaran, donde la vida sucediera, donde siempre tuviera algo que pintar y algo que compartir. Donde hasta la rutina fuera algo emocionante. Y eso había sucedido. La ropa blanca con la que llegó ya era otra, él era otro y él lugar al que había llegado también había cambiado. Ya se había convertido en una pequeña población que se llenaba de los deseos de quienes llegaban. Le gustaba mucho estar ahí, sentirse parte de eso y tener un lugar en toda esa historia. Le gustaba tanto que nunca se había detenido a observar lo que él había aportado.


-Sí lo recuerdo –Le contestó al barista sin saber cuánto tiempo había estado perdido en sus pensamientos.


-Así es como la torre se va construyendo, con la voluntad de la gente que viene poner sus deseos aquí –dijo el barista-. La chica que vino a dejar su tiempo, la pareja con su encuentro, tu asombro y el color, la música, el futuro, la razón de quien fundó este café y los que me hicieron el guardián de todo este lugar. Todavía falta recibir mucho para  que sea un lugar real, pero me parece estamos logrando algo que será increíble. Mi deseo es demostrarles a quien cree y a quien no que con un poco de empatía se puede llegar muy lejos, que cumplir un deseo es más cosa de voluntad que de magia.


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Published on October 10, 2017 12:28

September 29, 2017

Sentencia

“Cerca de una centena han dejado de respirar” decía el periódico que leía mientras se terminaba su desayuno. Una de las ventajas que tenía, al haber aceptado el trato con el zorro de la corbata es que se había hecho invisible. Pasó de ser Silvanna, la sensación mundial, a la chica de pelo castaño que a nadie le importa en aquella esquina del café. Todos estaban demasiado ocupados en encontrar a la culpable de aquél desastre para darse cuenta de que la tenían enfrente, pidiendo un café, caminando en el parque, cargando la culpa de algo que no sabía que así iba a suceder, oculta detrás de un hechizo que a la estaba escondiendo de otro más grande.



Sabía que en algún momento la bruja la volvería a encontrar, que tenía pocos días para cumplir su parte del trato. Leyendo las noticias, horas, quizá.


***


 


-Puedo ayudarte -le dijo el zorro la noche en que sucedió todo, cuando estaba asustada de lo que había hecho, tratando de huir de quien la había engañado- en mi maletín tengo la respuesta y la solución para lo que necesites. Pero a cambio, tienes que ayudarme.


-¿Qué necesitas? -contestó a prisa su propia urgencia de esconderse.


-Tranquila, tranquila -dijo el zorro, sentándose sobre un tronco, acomodándose la cobata como si tuviera todo el tiempo del mundo- siéntate querida, ven.


El zorro sonrió de una manera tan tierna que lo hacía parecer hasta un poco, por así decirlo, paternal. Que la chica decidió hacerle caso. Como si fuera una niña pequeña, esperando a escuchar una historia antes de dormir.


-Cuentame, querida -le dijo una vez que ella estaba sentada a su lado-. ¿Sabes con quién te estabas metiendo?


-No, no lo sabía… -dijo ella escondiendo la mirada en el suelo- Ella dijo que sólo necesitaba un poco de energía, que no pasaría nada. Que si la ayudaba, a cambio me compartiría de su poder para que yo pudiera hacer lo que quisiera. Por meses me entrenó en sus artes arcanos y me enseñó a manejar el poder. Pero en el concierto… no pude con tanto poder. Y las sombras, las pesadillas, los sueños de tantos. Y sus vidas. Tuve que detenerme.


-Te ha estado buscando como histérica por eso, ¿sabías? -dijo el zorro, al poner su maletín sobre sus patas- “¡El peor error que he cometido!” Te llamó, aunque ella no sabe que ha cometido peores. ¡Y los que estan por venir!


-¿La conoces? -dijo la chica, asustada de que la fuera a entregar, de que su cabeza tuviera cierto tipo de recompensa. Con el poco rato que estuvo en su mente quedó muy convencida de que esa mujer es de las que harían hasta lo imposible por cumplir lo que quieren. Por algo se habían llevado tan bien en un inicio.


-Por supuesto que me conoce. Eventualmente todos me conocen -hociqueó el zorro, acomodándose el nudo de la corbata orgulloso-. Todos en estos reinos me deben algo, digamos que me gusta ayudarlos.


-Siento sus ojos encima de mí, todo el tiempo -dijo ella mientras le buscaba la mirada al zorro-. Quizá me equivoque de nuevo, pero no importa. Ayúdame. Escóndeme de ella, aunque sea por un rato, en lo que encuentro cómo arreglar todo, ¿puedes?


-¿Y si te equivocas de nuevo… qué? -La miró dubitativo hasta que ella respondió.


 


Bajo la luz del día, de todas las mañanas


Soy esclava de la rutina y las palabras


Bajo la oscuridad de las noches


Me pierdo en la belleza de esta impureza


Te busco entre el humo de lo que se ha ido


En las tinieblas de lo que no es


Te encuentro en la niebla


de lo que pudo haber sido y no fue.


Me gusta equivocarme, saber que erré


Contar mi historia a los espejos


e  imaginar que voy muy lejos a pie


Cuando me coman los besos que no he dado


Y los delirios de amor encantado


Me haré vecina de  lobos y cuervos


Y colgaré mi vida de tus huesos  


 


-Muy bien, muy bien -dijo el zorro, mientras aplaudía la canción de Silvanna-, hablemos de negocios entonces. Puedo esconderte, considéralo un hecho.


De su maletín sacó un pañuelo casi invisible que lo desdobló y lo desdobló y lo volvió a desdoblar hasta que alcanzó a cubrir a Silvanna por completo.  Cuando la tela tocó su piel, despareció. Como si nunca hubiera estado sobre ella.


-A partir de ahora, nadie te va a molestar. Será como si no estuvieras. A menos de que tú les hables o los busques, ni siquiera notarán que estás ahí. Eso aplica para aquí y allá.


-Muchas gracias señor zorro, ¿a qué precio? -dijo ella tratando de ocultar lo nerviosa que se sentía, estos tipos de favores nunca salían gratis. Mucho menos baratos.


-Gracias a ti, querida -contestó, al cerrar su maletín satisfecho-. Tienes que encontrar a una chica, allá en el mundo de los soñantes. No puede ser aquí, porque tiene guardianes que no te pueden ver cerca de ella, tu invisibilidad no funciona con ella aquí. Por eso, mejor allá, donde nadie las verá.


-¿Qué chica? -preguntó intrigada, en su mente espera escuchar a alguien importante, alguien famoso, alguien fácil de encontrar.


-A la que sobrevivió el concierto -dijo el zorro en un tono de voz que hizo que a Silvanna se le pusieran los pelos de punta-. Anda por ahí respondiendo al nombre de Zarzamora. Es muy importante que la encuentres antes de que la bruja lo haga. No vas a tener mucho tiempo. De la energía soñante que juntaste, mucha va a perecer pronto. Y eso la va a molestar, bastante. Y bueno… tú sabes cómo se pone cuando se molesta.


-Y ya que la encuentre, ¿qué sucederá? -dijo ella, segura de que el golpe fuerte apenas estaba por venir.


-Tienes que advertirle que no le quedan muchos días. Que sobrevivió por uno de sus olvidos y sus dos corazones y por, bendita conciencia soñante, esa prudencia tuya de detenerte. Tienes que evitar que la bruja la encuentre. Tienes que evitar que sepa quién es. Debemos evitar que la bruja salga de este reino. Vas a saber quien es, con solo verla.


Silvanna se quedó en silencio un buen rato. No sabía cómo iba a lograr encontrar a una completa desconocida y cómo iba a encontrar la fuerza para decirle que tenía los días contados. Muy contados.


-Si te equivocas y no lo logras -añadió el zorro-, serás totalmente invisible para siempre. Por más que busques ayuda, nadie te va a escuchar. No vas a existir para nadie. Ni para el hombre con el que sueñas, por el que traicionaste a todo el mundo soñante y decidiste ayudar a la bruja.


-¡Eso no es justo! -gritó Silvanna con los ojos ojos llenos de lágrimas.


-Considera justo que si lo logras, podemos buscar que te quedes aquí con él, sin el manto de invisibilidad. Tienes mi palabra -dijo el zorro al ponerse de pie antes de partir, cual negociante satisfecho de la transacción- Hasta luego, Silvanna.


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Published on September 29, 2017 11:08

September 18, 2017

1111 años después

El mundo murió una tarde en la que a nadie le importó. Eso cuentan las leyendas, al menos.


Según los historiadores, la cuenta de los años cambió ese día y 1111 años después yo me encuentro aquí preguntándome cómo fue que llegamos a esto y, si de pura casualidad, hay más que esto.


Digo… debe de… ¿no?


Las ruinas del mundo antiguo y sus historias cuentan que éste funcionaba de manera completamente distinta. O quizá no lo hacía tan bien y por eso se murió. Hasta podría decir que era otro. Para empezar estaba sobrepoblado, la ciencia y la tecnología no estaban tan desarrolladas pero eran mucho más complicadas que las nuestras. Día a día se descubría algo nuevo, como si tuvieran prisa de llegar a algún lado. O de no estar donde se encontraban. Dos terceras partes del mundo moría de hambre y la parte restante moría de excesos. En eso no hemos cambiado mucho.


Según los contéos, la humanidad en este mundo está por pasar el millón. Quizá para cuando lean esto ya seamos menos. 


Después de la Gran Guerra entre nosotros mismos que se lucho por la individualidad y la grandiosa causa de “yo soy más importante” vinieron los desastres naturales como consecuencia. Y en algún punto de todo eso la gente perdió el espíritu de conservación de la especie, nadie tenía hijos ya que todos odiaban a todo lo que fuera humano y nos convertimos en nuestro peor enemigo. Como si la vida se tratara de eso.


Desde entonces los que hemos resistido a eso hemos encontrado otras cosas en qué distraer nuestros días. Otras historias, otras ciencias, otras esperanzas. Hemos logrado que la música funcione de muchas maneras más allá del entretenimiento. Hemos tratado las cicatrices de una herida que nunca va a sanar. Todo para esconder la tristeza que se resguarda en nuestro ser al reconocer la agonía que hemos estirado más de la cuenta.


Los pocos que se arriesgan a traer una nueva vida a éste mundo al que la decadencia ya le pasó factura son los optimistas que creen que, más allá de no empeorar, la cosa puede mejorar.


Por eso seguimos existiendo como raza.


Sólo por eso.


Yo, por la misma razón, viajo y me pierdo entre las ciudades secretas que la naturaleza se apropió y los caminos que parecen llevar a ninguna parte. Estoy segura que, en alguna parte,  debe haber algo que no sea como todo esto. Algo que le de vuelta al destino que nos escribimos por cuenta propia.


-No estoy muy convencido de que entrar a ese bosque sea buena idea -dijo una voz a través del comunicador en mi oreja derecha.


-¿Tienes una mejor sugerencia que no sea quedarse sentado? -le conteste sin detener mi andar.


-Pues… volver a casa estaría bien. Te extraño, Sofía -dijo él, con la seguridad de que lo que me dijera no me iba a detener.


-No puedo -le contesté después de un suspiro-. Si lo que las leyendas cuentan es verdad, éste lugar guarda un poder increíble y no hay mejor día para venir.


-Eso haz dicho de los últimos quince.


-Aunque sea mera superstición, es el día 11 del mes 11 en el año 1111. Aquí voy a encontrar algo, estoy segura.


Dejó de hablar en señal de derrota.  Yo me quedé absorta de cómo la luz buscaba camino entre los árboles y me dejé guiar por eso. A veces creo que inventamos tanta cosa alrededor de la música para vencer el tedio que el silencio del mundo causaba.  Este bosque, sin embargo, tenía algo. Su silencio te contaba tanto y era tan seductor que no podía evitar escucharlo y seguirlo.


Llegué a un grupo de casitas destruidas que estaban reunidas a la orilla de una plazoleta.


En el centro una estatua me daba la espalda. Por un segundo creí verla moverse, perdí varios segundos en convencerme de que ha tenido el brazo levantando, señalando una de las casas, desde que la vi.


Aunque nunca había estado ahí algo me pareció extraño, casi fuera de lugar. En todas las historias y leyendas de antes de la Gran Guerra lo importante de éste lugar era una enorme torre que se decía fue construida gracias a todos los deseos que se cumplieron aquí mismo.


De dicha torre sólo quedan escombros. Aya a nadie le interesa desear. ¿Por qué habría de señalar a otro punto si no es la torre ausente?


Olvidándome de que yo había ido a ese lugar precisamente para que la torre me cumpliera mi más grande deseo, me dejé llevar por la curiosidad y me acerqué a las ruinas de la casa señalada.


-Entra, ya casi es hora -escuché decir a una voz en mi comunicador.


-¿Hora de qué? -le dije a quien me esperaba en casa.


-¿De qué hablas? -Contestó.


-Dijiste algo, ¿no? -añadí confundida- No me juegues este tipo de bromas.


-Yo no dije nada.


-No es gracioso… -le insistí.


Lo que quedaba de la puerta del lugar se cayó a mis pies , dejándome ver lo que quedaba del interior. El polvo lo transitaba como si fuera su hogar y es bosque estaba de visita, entrando por la ventana. Había un par de mesas vacías y una pequeña barra al fondo. Desde la puerta es todo lo que podía ver. Sobre la barra estaban los restos de una maquina que me llamó la atención. Me metí al lugar sólo para poder verla más de cerca. Era una rsdio de aquellos tiempos. La emoción me inundó y busqué la manera de hacerla funcionar. Utilicé mi comunicador para ver si podía transmitirle un poco de energía. Cuando la magia de nuestra música hizo lo suyo una pequeña pantallita se iluminó en el aparato.


“111.1” decía.


-Hazlo -dijo la misma voz que me invitó a entrar-. Es tu más grande deseo. Es hora.


¿Hacer qué? Pensé confundida y algo asustada. Inconscientemente alcancé el sintonizador de mi comunicador y lo moví hasta el 111.1. La música que salió de él sonó como si algo la quisiera romper, arañar, torcer.


Suspiré y con el aire que dejé salir, la vasa se recomstruyó. Estaba segura que aquello era una ilusión o que el techo me había caído encima y estaba inconsciente si no es que muerta. Mi magia musical nunca había hecho algo como eso antes. La casa entera estaba ante mi viva, había gente en las mesas y cosas en los estantes de la pared. Era un día soleado y podía escuchar a la gente acimar afuea.


La radio sonaba por si sola.


Detrás  de la barra un hombre con la barba descuidada de algunos días y con tatuajes en el brazo me veía a los ojos. Sonrió.


-Un suspiro es el aire que te sobra para todo eso que te falta -me dijo ofreciendome una taza con lo que parecía ser café. Café de verdad, no lo que se produce en nuestras reservas. Jamás había olido algo como eso. Tomé la taza y sorbí un poco. Era verdad.


-¿Qué está sucediendo? -le pregunté con la poca confianza que había ganado- Hasta hace unos segundos todo estaba en ruinas. ¿En qué momento se llenó todo de vida?


-No lo se, dime tú -dijo él sin dejar de mirarme a los ojos- ¿Qué deseaste?


Entre los estantes, detrás de él, alcancé a ver lo que parecía ser un calendario. Según mi contéo la Gran Guerra no ha sucedido.

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Published on September 18, 2017 11:43

September 1, 2017

Entre el pecho y la espalda

Se encontró a sí misma enredada o, para hacerle honor a su nombre, enzarzada.


–Volviste –dijo el ángel sorprendido.


–Realmente no quería, pero ya sabes, los sueños tienen vida propia –dijo la chica, resignada a estar donde se encontraba.


–Perdona por hacerte enojar –dijo él, escondiendo la mirada en el suelo–, no era mi intención. Pero en verdad hay que tener cuidado en los siguientes días, en cuanto logremos salir de aquí.


Aunque había avanzado en su tarea la noche anterior, no lo había hecho lo suficientemente rápido, estaba muy cansada de buscar la escoba todo el día y el progreso casi no se notaba. Tener que hacer esfuerzo físico también en sus sueños, la iba a terminar desgastando algún día.


–Perdona por darte esa cachetada… –contestó ella, minutos después del silencio en el que se habían metido– y por dejarte aquí solo.


–No te preocupes, aquí no paso nada, más que matarme de hambre. Un poco. –dijo él, casi en un susurro, casi no queriendo– ¿Aún no encuentras tu escoba, verdad?


–¿Por qué te preocupa tanto? –preguntó intrigada, pero con verdadero interés.


–Tengo mis creencias –dijo él, levantando la cabeza al hueco por donde entraba la poca luz que les llegaba–. La gente que fue a ese concierto está a pocos días de morir. La bruja que los hechizó es de este mundo, quiere irse para allá, donde el tiempo es estable. Pero para lograrlo, necesita de la esencia vital de muchas personas. Necesita de sus sueños. La verdad es que, yo creo, que sólo tiene miedo de ser el sueño de alguien más. De desaparecer cuando ese alguien despierte.


–¿Y yo qué tengo que ver? –Interrumpió Zarzamora, sin poder atar cabos por ella misma.


–A eso voy, escucha –dijo el ángel en un tono paternal que la hizo sentirse avergonzada. No estaba acostumbrada a escuchar, ella habla y Sabina escucha. Así había sido siempre. Tenía más amigos, pero Sabina era la que la acompañaba a todos lados.


–Eres la única que sobrevivió porque olvidaste tus elecciones en casa, en tu otro corazón. Porque eres la única con dos corazones que asistió. Porque tienes algo que también es de este mundo, tu escoba. Y creo, sólo creo, que la bruja todo lo que pudo robarte de tus sueños, de tu energía, fue tu escoba. Cuando se entere de que existen personas como tú, que pueden vivir en ambos mundos, vendrá por ti. Y nada podrá detenerla. Por eso es que quiero protegerte.


Cuando a Zarzamora la enseñaron a volar, le habían dicho que era más fácil hacerlo en la ciudad de los sueños porque las escobas de las chamanitas no sólo eran de ese mundo. Eran parte de sus mismos sueños. Parte de ella. Si lo que el ángel estaba diciendo era cierto, una parte de ella había muerto ya. Eso la llenó de tristeza, pues volar es algo que la hacía muy feliz. Sin embargo, había otra duda que la llenaba de curiosidad


–¿Y por qué es que dices que perseguir a Orfeo va a matarme? –preguntó Zarzamora, mirando todo el trabajo que le quedaba limpiando esas alas.


–Porque él también quiere protegerte –dijo Ike sin pensarlo– pero él cree que la mejor manera de hacerlo, es sacarte de este mundo. Ir más allá de los sueños. Más allá de los límites. A los terrenos en blanco. Por donde nadie ha cruzado jamás. Pero yo no ceo que cruzar sea la mejor opción, cruzar es ir al otro lado. A la muerte.


–¿Quiere protegerme? –dijo ella emocionada, ignorando todo aquello sobre la muerte y demás. Todo lo importante, pues. Y es que en verdad sus dos corazones corrían a toda velocidad al escuchar que Orfeo quería protegerla y no la dejaron escuchar todo lo demás– ¿Por qué?


–Porque eres su más devota escucha, porque le pones letra a su música –dijo Ike con cierto desprecio. Recelo, quizá.


–¿Y por qué nunca voltea? –dijo más confundida que sus dos corazones– ¡Que se detenga y me diga algo!


–¡Yo que sé! –Gritó Ike algo desesperado– Si arreglas mis alas primero, podemos hacer lo que sea después, pero por amor de Dios, ¡salgamos de aquí ya!


De hecho, ella también comenzaba a desesperarse.


–No puedo, no lo lograré, menudo lío en el que estoy metida –Le contestó– Esta maraña es irreparable. No puedo, simplemente no puedo.


Por un momento pensó en romper la promesa, romper su palabra y mandarlo al diablo, dejarlo ahí y buscar una salida ella sola como pudiera. Pero inmediatamente los tumores en su cabeza dieron señales de alerta, “ni lo pienses, de verdad se preocupa por ti” parecían decir haciéndose sentir como alfileres.


–Podrás si de verdad lo quieres –dijo Ike, quien quería ayudar pero no podía desenredarse por sí mismo, cosa que a ella la hizo sentirse presa de la situación e incluso estaba perdiendo esas ganas de mecerse en esas sucias alas grisaceas de nuevo. Notando la desmotivación que los estaba inundando a los dos, lo mejor que Ike pudo hacer es cantar mientras ella trabajaba, con la esperanza de conciliar sus corazones y hacerlos latir juntos.  Como dos corrientes en un río con la misma dirección.


No puedo dormir


No puedo pensar


No puedo correr


No quiero entender


No puedo escribir


No puedo llorar


No puedo salir


no quiero saber


No puedo soñar


No puedo escapar


No puedo cantar


No quiero creer


Este corazón es uno sólo


Aunque tenga frente y revés


Tu y yo somos lo mismo


Aunque no puedas creer


Sé que tu sabes que yo sé,


Que no hay nada más que entender


Entre el pecho y la espalda


Tenemos todo el poder


Al derecho o al revés ,


aquí vamos otra vez


No quiero dormir


No quiero pensar


No quiero correr


no puedo entender


No quiero escribir


No quiero llorar


No quiero salir


no puedo saber


No quiero soñar


No quiero escapar


No quiero cantar


no puedo creer


Este corazón es uno solo


Aunque tenga frente y envés


Tu y yo somos lo mismo


Aunque no puedas creer


Sé  que tu sabes que yo sé,


Que no hay nada más que entender


Entre el pecho y la espalda


Tenemos todo el querer


Aunque la cancioncilla surtió su efecto y Zarzamora trabajo sin parar, la pesadilla parecía no tener fin: pluma por pluma, pieza por pieza, palabra por palabra.  


“Si no fuera porque soy adicta a encontrar, a buscar lo que falta, lo que sobra, lo que se necesita, lo que andaba buscando, lo que había perdido, lo inesperado, ya me hubiera despertado.” pensó al observar que todavía le faltaba mucho y, a pesar de todo, le estaba tomando cariño a esas alas. Las estaba haciendo suyas.


 


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Published on September 01, 2017 10:04

August 21, 2017

Pasado entretejido

–Creo que la pregunta más importante en éste momento es, ¿quién es éste anfitrión que quiere destruirnos? –dijo Tristán analizando las ramas del árbol genealógico de tejedores.


–O, ¿por qué nos juntó en un mismo lugar para hacerlo? –continuó Isaac al tratar de encontrar todos los cabos sueltos


–O, si se supone que somos los últimos en la línea de nuestra energía, ¿qué importancia tienen mis supuestos hermanos en éste árbol? –remató Juliana.


–Yo puedo ir contestando todo eso mientras ustedes se aseguran de continuar con vida –les contestó la voz misteriosa que parecía venir de todos lados.



–Podrías empezar por mostrarte y decirnos quién eres –contestó Isaac intempestivamente.


–Yo soy la casa en la que se encuentran –dijo la voz con paciencia–, ¿Sabes por qué le tienes tanto miedo a las arañas, Juliana?


–¿Porque son horribles? –dijo ella confundida.


–Hay una razón más a fondo, escondida en el pasado que al parecer no recuerdas. Estabas muy chica para hacerlo, supongo. Ésta solía ser tu casa cuando eras niña y también ésta solía ser la casa central en toda la telaraña que los tejedores solían llamar la fábrica de la realidad.


Verán, hace poco más de treinta años las cinco casas se vieron amenazadas por un grupo de gente que no estaban de acuerdo en cómo funcionaba el mundo, en su afán por cambiarlo todo quisieron buscar el control de las casas principales para tomar las riendas de la telaraña y tejerla a lo que ellos creían que estaba correcto. El problema aquí es que querer controlar el orden de la vida es como pedirle al fuego que moje, que no se expanda y  que aprenda a soplar. En incontables ocasiones los humanos han buscado la manera de ser dioses para encontrar la respuesta de qué hay más allá de la humanidad.  Y en todas esas ocasiones han fallado. Muchas familias cayeron en ese entonces y muchas rebeldías también. Sin embargo, el mundo ciertamente cambió: El tiempo parece que transcurre más rápido porque la casa del tiempo está en ruinas, perdida en algún punto del ayer y mañana. La gente parece haber perdido la conciencia del espacio queriendo ocuparlo todo en unos pocos metros convirtiendo a su mansión en un edificio de departamentos.


Tu verdadera familia, Juliana, eran los guardianes de la casa catalizadora de la realidad. Cada uno de tus hermanos era un tejedor de los distintos aspectos. Tu hermano mayor, el tejedor de la energía, fue por mucho tiempo espía de los tejedores entre los rebeldes. Hasta que la oscuridad lo consumió y mató primero a tus hermanos, se hizo de un ejército que lo apoyara y controló mentalmente a toda la raza de Ixchel para invadir la ésta casa. Las arañas mataron a tus padres despiadadamente, poniendote como testigo. Tenías como cinco años en ese entonces. Tu deseo de escapar de ahí fue tan grande que tu habilidad de tejer la materia te destejió de ahí y te llevó hasta Irlanda donde viviste con tu actual familia, la cual creaste inconscientemente en un ataque de pánico con los restos de otras tragedias y la ayuda de un tejedor de energía que murió poco después y que en tu memoria recordarás como tu abuelo.      


Desde ese día que huíste, los pocos tejedores historiadores que quedan me nombran como la mansión Anansi por las arañas que casi lo destruyen todo.


–¿Por eso es imposible leer su conexión con toda la telaraña del tiempo? –preguntó Isaac como si de repente lo pudiera ir desenredando todo.


–Así es –contestó la casa–, no es que sea imposible. La cosa es que entre su pánico y el pánico de su hermano, ambos borraron toda su conexión con la maquinaria de la vida. Pero las paredes de una casa no olvidan nunca. Menos una casa como yo.


–Y bueno –interrumpió Tristán–, ¿nosotros qué vela tenemos en este entierro?


–Ustedes tienen que salvar el día, antes de que sea un entierro de verdad.


–Es más fácil decirlo que hacerlo, ¿alguna sugerencia? –preguntó Isaac.


–No… no, no, no, no –dijo Juliana más parece buscar paz mental consigo misma qué otra cosa- estás queriendo decir que toda mi vida ha sido una mentira y no estoy dispuesta a dejarte decir eso. Hasta antes de la invitación tuve una vida buena. Tengo amigos y una profesión y un camino. Me niego a que una casa parlante venga a decirme que todo eso no es cierto.


–Me temo que si no lo adoptas y hacen algo al respecto, todo eso que estás negando va a destruir todo eso que querías –contestó la voz de la casa–. Si tu hermano logra consumirlos a todos ustedes, va a lograr destruir lo que queda de las casas y quién sabe qué más pueda hacer con ello. Deben permanecer juntos, creer en lo que tienen y restablecer el orden de las casas. Sólo así la realidad podrá continuar siendo verdad y no la historia que un psicópata le quiere contar al mundo antes de dormir. Encuentren a Ixchel y examinen los hilos que el anfitrión ha estado jalando, por ahí podemos empezar. Deshacer los nudos en la telaraña que lo hacen fuerte, corregir los tejidos. Tienen una ventaja, la casa de la realidad está de su lado y en ella pueden encontrarlo todo sabiendo seguir el hilo adecuado.


Lamento no poder decirles más, pero no quiero arriesgarme a que él nos escuche.


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Published on August 21, 2017 09:50

August 11, 2017

Voz de Papel: El color del nuevo mundo

Cuando vencimos al Rey Miedo nunca pensamos en qué seguiría después. Lo importante en ese momento era vencerlo, cambiar la situación de la vida antes de que se terminara para todos.


            Y al principio todo estaba bien.



La gente regresó a sus casas, a sus sonrisas y a sus vidas. Todos los esenciales volvimos a tener nuestro poder completo y con ayuda de los crayones del lobo de papel el mundo poco a poco ha ido tomando colores nuevos.


Pero no puede haber luz sin que existan las sombras.


La gente todavía tiene miedo, la incertidumbre y la ansiedad por el futuro ha traído a nuestras tierras nuevos rivales que amenazan con tirar lo que apenas estamos comenzando a volver a construir.  Y, aunque las sombras han vuelto, hemos hecho todo lo posible para que no se conviertan en la terrible amenaza que alguna vez eran. De hecho, hemos aprendido a convivir con ellas, con ayuda de maestros, médicos y hechiceros hemos logrado enseñarles a controlar su hambre por el pesar, las promesas rotas y con ello hemos logrado sacarle provecho a su existencia.  La paz ha tomado un nuevo camino con su ayuda.    


Con el tiempo, me coronaron a mí como la nueva reina para que la gente tuviera a algún líder que acudir cuando necesitaran apoyo. No fue una elección, fue una opinión popular que la esencia del amor era la mejor opción para encabezar la nueva monarquía.


“La reina Aimé” no es algo que tenía pensado escuchar en algún punto de mi vida. Todavía uso mi vieja armadura roja -aunque le hemos hecho un par de ajustes para que deje de verse tan desgastada-, todavía viajo por el mundo con Esperanza, Valor, Soledad y el lobo con la intención de mantener al reino en pie. Otra de nuestras intenciones es la de encontrar a los nuevos esenciales para que sepan que tienen un lugar en el mundo y que no se sientan perdidos.


La nueva resistencia no se trata de pelear sino de hacerte ver que se puede volver a empezar.


Con un poco de suerte, el mundo estará mejor que nunca en poco tiempo.



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Published on August 11, 2017 11:39

August 1, 2017

La amiga, la escoba y el silencio

Zarzamora despertó de golpe, como en caída libre. Estaba molesta, confundida, cansada y sin saber qué pensar. Se preparó un café y se sentó en la mesa a ver cómo crecía su preocupación. Cuando su mente se llenó y las piedras rechinaban más que sus propios pensamientos, decidió que poner un poco de orden viene siempre bien.


Inmediatamente corrió con Sabina y le pidió que la ayudara, rincón por rincón, a encontrar su escoba. A Sabina no le gustó la idea porque sabía en qué iba a terminar todo aquello, sin embargo no le gustaba ver a su amiga tan molesta. Al ponerse a buscar, Zarzamora solita se puso a vomitar palabras de nuevo, contándole todo el sueño que había tenido la noche anterior. Sabina no dijo nada, claro está, pero torció la boca en desaprobación. A lo que Zarzamora, insistió con que si encontraba la escoba, podrían volar por la noche y buscar a Orfeo. Entonces Sabina cedió persuadida con la prometida recompensa. Trabajaron todo el día, pero pudieron haber hecho mucho más si Zarzamora se hubiera concentrado en la tarea, en lugar de entretenerse en la carta que le había escrito a su tío cuando tenía siete años. O en recordar por qué había guardado aquel paquete de galletas vacío. O admirar la mancha en la pared detrás de buró  y bueno… hablar y hablar y hablar.



Por supuesto, la escoba no apareció por ningún lado. En la decepción, Zarzamora quiso compensar a Sabina por la ayuda y salió corriendo por comida india, sabiendo que era su favorita. Al verla salir, derrotada por no haber encontrado lo que buscaba, Sabina recordaba una canción en su cabeza.


Quisiera poder contarte


lo que mi padre solía decir:


si la verdad quieres saber


hay un lugar al que debes ir


Está donde las palabras,


no tienen nada que decir


Quisiera poder contarte


lo que mi padre solía decir:


No creas lo que la gente habla


Mejor mira lo que sabe hacer


Porque los hechos no saben mentir


Ten cuidado con extraños


Que saben discutir


No confíes nunca en quien


siempre sabe qué decir


En la noche, después de comer casi todo lo que trajo, casi rodar a su habitación de lo llena que se sentía y a pesar de sentirse exhausta, Zarzamora no podía conciliar el sueño. No quería volver con el ángel. Estaba arrepentida de haber perdido el tiempo la noche anterior, de haber dicho tantas tonterías. 


Dio vueltas y vueltas en la cama, admiraba la cualidad de Sabina para dar los mejores consejos sin pronunciar una sola palabra. Lo último que recuerda haber pensado es crear un decálogo para envejecer con dignidad, en el que la primera regla fuera: “cenar ligero”, claro que eso implicaba sabiduría para reconocer y aceptar cuando se ha tenido lo suficiente. Aunque consideró que este límite valía para todo en la vida. Supuso que las almas jóvenes, incluida la de ella no lo distinguían con claridad. Sacó su corazón externo del cajón, lo apretujó en su pecho, cerró sus ojos y pensó “Orfeo, te necesito tanto esta noche.”


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Published on August 01, 2017 12:13