Ian Colin Roditi's Blog, page 4

April 10, 2017

El librito de los muertos

Por algunas semanas he estado trabajando con Ignacio en una cosa que llamamos “El librito de los muertos”.


Dicha cosa es una especie de fanzine chiquitito ilustrado a base de sellos hechos por Ignacio con la idea de que, aunque el texto (sobra decir que está escrito por mí, creo) siempre sea el mismo, las ilustraciones de cada ejemplar sean distintas. Así la experiencia de cada lector será distinta  dependiendo de la copia que haya decidido adquirir (o haya caído en sus manos por azar).


La historia del librito dice más o menos así:


 



El cadáver estaba en sus raíces,


había llegado ahí con vida


y luego cayó como sus hojas.


 


No somos tan distintos, pensó.


Hay cadáveres de bosque en todo el suelo.


Algunos crujen al pisarlos.


 


También hay muertos en tus manos


contándote vidas de otros mundos,


así como yo te observé caer.


 


Habemos más muertos que vivos.


Y algunos están leyendo.



 


Espero traerles noticias pronto sobre cómo conseguir un cachito de esta muerte para que sea suya. 


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Published on April 10, 2017 10:45

March 30, 2017

1 · El pesar del cuervo

Estaba enferma. De hecho, no, estaba muriendo. Aun así levantó sus alas y al ritmo de su respiración las agitó. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Aún tenía algo de poder para levantar el vuelo. La batalla había terminado, lo que fuera que eso significara.  


“Los cuervos no tienen nada que perder” le habían dicho la primera vez que tomó el manto como el cuervo guardián. No sabía cómo explicar lo que equivocados que estaban.



Paloma solía ser una chica aburrida por decisión propia, estaba cansada de que el mundo entero quisiera que fuera una mujer fuerte e independiente que tomara al mundo por los cuernos para ser escuchada. Ella sólo quería un día sin que alguien le quisiera vender un personaje en quién reflejarse. Le gustaban las historias, mucho. Le gustaba simpatizar con los personajes de las historias, mucho. Lo que le disgustaba sobre manera era que siempre le quisieran decir: “¡Mira! ¡Es como tú!”. Sus problemas ya eran lo suficientemente inquietantes como para que sus medios de entretenimiento también se lo estuvieran recordando a todas horas. “Es para que te sientas representada y sepas que no estás sola” le habían dicho alguna vez en una discusión. A lo que ella contestó que no quería que alguien tuviera sus problemas y les encontrara una ficticia solución que al personaje le funcionara. Eso la iba a hacer sentir peor al hacerle notar que, aparte de sentirse marginada era una inútil por tener su vida echa un caos al que por más que intentaba no le encontraba solución. Igual ya se había resignado a que así iba a ser toda su existencia. Por eso le gustaban las historias de otros mundos, de otras realidades que no tuvieran la necesidad de parecerse a esta. Ahí es donde encontraba un hogar. Pero la vida se encargó de hacerse notar cuando primero perdió a su madre, el resto de su familia les dio su espalda y luego en su vida apareció una enfermedad que estaba haciendo que su padre perdiera la movilidad a una velocidad alarmante. Era como si su mundo se estuviera acabando.


En uno de esos días fue que todo empezó.


Despertó en su cama con un cuervo sentado en su pecho. El ave la miraba a los ojos en silencio. Quiso moverse pero el cuerpo no le respondió. Apenas y podía respirar. Por un momento el miedo de haberse contagiado de lo que fuera que tenía su padre la hizo no tomar en cuenta al animal.  


–Voy a estar contigo hasta que la pena se termine –le dijo el cuervo.


–A como van las cosas, será una visita rápida –le contestó ella con cierto cinismo.  


–Lamento informarte que eso depende completamente de ti –dijo el cuervo con un par de graznidos que parecían una carcajada.


–Yo lamento informarte que no hay mucho que yo pueda hacer –le contestó ella al volver a cerrar los ojos para tratar de ignorar su presencia. Con un poco de suerte, sólo estaba alucinando. Eso tenía que ser porque, para empezar, los cuervos no hablan.


–¿Quieres salvar a tu papá? –escuchó a la voz del cuervo adentrarse a la oscuridad detrás de sus parpados–. Puedo ayudarte si tú nos ayudas.


–Ya lo he intentado todo –dijo ella aún con los ojos cerrados–. La única forma de ayudarme es dejarme morir. Un fénix me ayudaría más que un cuervo a estas alturas de mi vida.


–Vamos, los cuervos no tienen nada que perder –dijo el cuervo picando la nariz de la chica con su pico.


–Pero yo no soy un cuervo –contestó ella abriendo los ojos para responderle la mirada. En ese momento estaba haciendo un esfuerzo muy grande para levantar los brazos y tomar al cuervo.


–Pero podrías serlo si quisieras –dijo el cuervo al aletear un par de veces para levantarse de su pecho–. No tienes nada que  perder.


–¿En qué clase de trampa me estás queriendo enredar? –contestó ella soportando el dolor de mantener los brazos en el aire–. Se cómo funcionan esos tratos, ¿qué hay detrás de tus promesas?


–No soy Fausto, el zorro –dijo él sobrevolando sobre su pecho–. De hecho, él es parte de nuestro problema.


–No me estás contestando mi pregunta.


–Déjame abrazarte y lo entenderás.


–No tengo nada que perder, ¿cierto?


 


El cuervo, en un par de aleteos, se transformó en una burbuja de tinta que cayó sobre Paloma haciendo negro todo lo que era blanco. De la mancha surgió la mujer como si se despertara de una pesadilla, se sentó poniendo sus manos sobre su pecho como si quisiera detener a su corazón de salir corriendo. Estaba cubierta por un manto negro que parecía estar hecho de plumas, unos guantes largos le cubrían sus brazos transformándolos en alas y unos ropajes del mismo color habían aparecido de la tinta.  


En su mente tenía una imagen, una escena que empezaba a moverse como si fuera un recuerdo. Pero sabía que no lo era porque estaba segura de no haber vivido algo como eso: en un bosque, un zorro embaucó a una pareja para que les entregara su corazón. En el mismo bosque, el mismo zorro convenció a una joven a morir. Una multitud de animales que cayeron en los engaños de él estaban ahí y el tormento de los habitantes cada vez era más palpable.


El bosque estuvo muerto por mucho tiempo después de eso y el zorro también.


El problema revivió cuando el bosque también lo hizo, los nuevos guardianes del bosque lo expulsaron, creyendo que lejos de su hogar y de su cuerpo no tendría poder alguno. Atrapado como un fantasma en una ciudad desconocida llena de vida, encontró refugio en el espíritu de un vagabundo que siempre soñó con conquistar el mundo con sus ideas. LA ventaja de eso es que eran sueños que realmente nunca iba a cumplir por sí solo, así que era un hombre vacío sin nada por qué vivir, lo cual le daba mucho espacio al fantasma del zorro para habitar ese cuerpo. Poco después una mujer de nombre Emily La’vie le enseñó que podría llegar a conquistarlo todo a través del arte. A él le gustaba que sus palabras tenían un sabor de venganza muy parecido a lo que sabían sus propias palabras. En ese encuentro nació una mancuerna que pronto toda la vida llegaría a temer.


Eso lo llevó a muchos rincones escondidos de los ojos humanos: toda una red de ciudades arcanas esparcidas por el mundo en las que se hizo de aliados y de muchos enemigos; con sus engaños ha convencido a todos los demonios de que es hora de volverse a levantar en contra de quienes mantienen el orden entre los humanos y todos los tipos de magia que habitan en el mundo.   


                De ahí que el consejo del Distrito Arcano maldijo la ausencia de los cuervos, el grupo de seres que ayudaron a fundar la ciudad con todo su poder, los necesitaban ahí para solucionar el problema que ellos mismo habían causado al expulsarlo.


 


–¿O sea que básicamente quieres que arregle su problema? Deben de estar realmente muy jodidos para que alguien como yo sea su mejor opción –dijo en voz alta sin saber si el cuervo lo escucharía. De su traje se desprendieron un par de plumas que le dieron forma a un muñeco que se parecía al cuervo que la había visitado.


–Queremos que nos ayudes a hacerlo, sí –dijo la marioneta del cuervo–. Te lo pedimos porque eras la persona con más desesperanza en toda la ciudad y a los cuervos nos gusta encontrar la esperanza en ese tipo de personas.


– No se si me gusta que proyecten su necesidad de salir del hoy en mi, no quiero esa responsabilidad en mis hombros, ya tengo demasiadas preocupaciones en qué ocuparme. Y… bueno, ¿por qué no pelean ustedes mismos? Digo, si es que son taaaan poderosos como quieren hacerme creer.


–Ven a la Casa del Tiempo, quizá ahí podamos explicártelo mejor –dijo la marioneta antes de perder su magia, dejando caer al suelo todas las plumas que formaban el atuendo de cuervo que la vestía junto con una llave. Cuando recogió la llave, las plumas desaparecieron.


–Carajo –se dijo a si misma al reconocer en qué tipo de historia se estaba viendo involucrada (sobra decir que no era de sus géneros favoritos)–, ¿de verdad tengo que ser una chica mágica y salvar al mundo?


Era eso o dejar que toda su tragedia y la amenaza inminente terminaran de ahogarla hasta matarla.


Y no estaba muy segura de si prefería la segunda opción.


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Published on March 30, 2017 23:16

March 20, 2017

4 · Las paredes de la casa

¡BLAM!


Y tras ese sonido, mi instinto hizo ponerme contra la pared.


Con uno de los palpos pude sentir a las cinco personas que nos encontrábamos en el salón y también pude trazar algunos cuartos contiguos, sin embargo, de alguna manera que se escapaba a mi tacto no podía dibujar toda la casa en mi cabeza. Y había algo más, otra presencia que no podía distinguir. Era como si dejara sus huellas dibujadas en el piso antes de que…


-¡Se está acercando a nosotros!



Todos voltearon a verme con incertidumbre en respuesta a mi grito y a mi lo único que se me ocurrió fue tomar de la mano a Tristán quien tomó a Juliana y así sucesivamente creamos una pequeña cadena humana. Me concentré en sentir la estructura de la pared, su composición y los materiales que la hacían ser. Era como hablar con ella para pedirle permiso de tomar parte de sus moléculas y combinarlas con las de cada uno de nosotros para que las hiciéramos nuestras y nos escondiera. Lo único que necesitamos hacer era que nos quedáramos en silencio, entonces  fue cuando la puerta crujió de nuevo y entró un… un… no sé qué era. Respiraba estruendosamente y caminó por la habitación hasta llegar al hombre sobre la mesa, lo inspeccionó con desdén y luego volvió su cara hacia donde nos encontrábamos. Cerré los ojos y me concentré en diluirnos en la pared hasta perder el aliento, dejar de ser seres vivos y que la cosa esa que nos buscaba no nos pudiera encontrar. Sentí las pisadas del monstruo humanoide dando vueltas por la habitación hasta que se alejó por una de las puertas. Cuando su presencia se fue más allá de donde podía dibujar la casa solté a Tristán y caímos todos al suelo, nadie se quejó del golpe; todos se palparon su cuerpo para comprobar que estaban completos. Tristán soltó una carcajada y me tomó de la cara.


-Pero por supuesto, tu carta no mentía, eres una tejedora del espacio -dijo sorprendido- creía que todos los de tu raza estaban desaparecidos.


-¿Una tejedora del espacio? -Era la segunda vez que me llamaban así, en el mismo día y nunca en mi vida nadie lo había hecho.


-Claro, los tejedores del espacio, hijos de la gran diosa Ixchel. Al principio no estaba seguro porque lo único que sabía de ustedes era lo que había leído en un viejo compendio de canciones de cuna y algunos artículos de arcaicas revistas de antropología fantástica pero al ver lo que acabas de hacer no me cabe la menor duda que existes.


-Pero… -interrumpió Isaac con severidad- es demasiada curiosidad que todos seamos los últimos, ¿no? He consultado los hilos del tiempo y no puedo encontrar otra firma de energía similar a la de ninguno de ustedes.


-Pues… de hecho… creo que lo que acaba de suceder no es del todo sólo culpa de Ixchel -añadió Tristán- Juliana nos mantuvo con vida mientras éramos parte de la pared, ella mantuvo nuestra integridad molecular mientras que Ixchel nos hizo ser parte de ese mismo espacio. En otras palabras, una nos consiguió el lugar y la otra hizo el acto.


 


Todo aquello era demasiada información para mi infante cabeza. No era posible que yo pudiera hacer eso, sobre todo cuando era tan mala jugando a las escondidillas. Pero había algo que carcomía más mi atención y eso era lo ocurrido con el hombre de la mesa. Me volví hacia él y los demás me siguieron sin continuar la discusión de nuestras habilidades. Ya más de cerca notamos que el hombre no tenía dos pares de ojos pero sí un palpo izquierdo. Su brazo derecho estaba lleno de tatuajes casi tridimensionales y tenía la mirada perdida. No muerta, perdida; sus ojos estaban totalmente en blanco y su mano izquierda sujetaba con fuerza pelos arrancados a algún animal.


Otro portazo interrumpió nuestra búsqueda de respuestas, uno más lejano. Me incliné al suelo y pude sentir de nuevo la presencia del monstruo a unas cuantas habitaciones. Era como si la casa cambiara de forma por sí sola. Miré a todos con preocupación y corrimos al recibidor gigante de la entrada. La puerta estaba tan cerrada que hasta podríamos jurar que sólo estaba pintada en la pared. Ni siquiera nuestras habilidades nos dejaban manipular aquél cachito de espacio. Los arrastrados pasos del monstruo se acercaban a nosotros y del otro lado del recibidor aparecieron dos escaleras que subían a un corredor con dos puertas en cada extremo, poco después aparecieron dos puertas más en el centro. en cada puerta se dibujaba un símbolo en el marco. Cuando los símbolos se hicieron completamente visibles las cartas que nos habían llevado a aquella mansión vibraron y en ellas aparecieron los mismos símbolos: En la mía había un triángulo con dos puntos, en la de Tristán un círculo con un triángulo interior, en la de Juliana había un cuadrado con dos círculos adentro y la de Isaac tenía una red compuesta por triángulos, círculos y cuadrados. Conforme sentía más cerca la presencia del monstruo el pánico me fue inundando. Buscando seguridad volví a tomar a Tristán de la mano y corrí con él a la puerta más cercana que sin querer noté que era la de mi símbolo. Cuando crucé su umbral pude sentir como me arrebataron a Tristán de la mano y él estaba del otro lado como si hubiera chocado con una barrera invisible.


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Published on March 20, 2017 11:53

March 10, 2017

Déjame te escribo un cuento

Hace dos años empecé a escribir aquí. En aquél entonces no había soledad en el bosque, no había Voz de Papel, ni tampoco esa Mujer detrás de la niebla entre muchas otras historias.


He estado tecleando una historia que pronto verá el papel y eso ha tenido ocupado mis dedos y mis ideas así que el fósforo de éste mes es más una invitación a que me ayudes a mantener el quinqué prendido para seguir contando historias bajo su luz.  


Ya que estamos aquí, dos años después, sé que tienes un cuento que te gustaría que yo te contara.


A partir de hoy abro 11 espacios para 11 cuentos de 3 cuartilla por una módica cooperación tuya: escríbeme por correo, por FB o por DM y lleguemos a un trato

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Published on March 10, 2017 12:38

March 1, 2017

Lo que hay después del bosque.

Éste mes que acaba de terminar no hubo treinta y el bosque también terminó hace un mes peeeeero aquí vengo a traerles en un bonito pdf bien acomodadito para que se vea genial en la pantalla de cualquier dispositivo todo el bosque para que lo puedan leer completito.


Patreon subscribers only: Waldeinsamkeit Pdf


Y para llenar el huequito que el bosque va a dejar llegará “Todo lo que no ves”: una historia sobre una niña, un chico demonio, un perro gárgola y el sentimiento de ser invisible en una ciudad -que algunos de ustedes ya conocen bajo el nombre de Allá Lejos- donde todos le tienen miedo a todo y hay que sobrevivir de alguna manera. 


Espero se queden aquí, a la luz del quinqué para disfrutar de lo que éste trío tenga que contar.


 


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Published on March 01, 2017 11:49

February 21, 2017

El hombre en la mesa

Los cuatro observaron al cadáver inerte sobre la mesa como si en cualquier momento se fuera a levantar. Con cada respiro se acercaban poco a poco. Cuando rodearon la mesa le despegaron la mirada para verse entre sí.


           –Definitivamente está muerto –dijo el barbón acomodando sus anteojos entre su nariz.



           –Yo no debería estar aquí –dijo lxchel algo asustada pero dejando que la curiosidad la empujara a acercarse más al hombre en la mesa.


           –Si alguien no debiera estar aquí, es él –dijo la mujer, señalando al hombre en la mesa.


           –Me temo que no, según lo poco que puedo ver en los hilos del tiempo –añadió Isaac con la mirada perdida en la nada. O en algo que los demás no podían ver– , todos estamos en donde deberíamos estar. Incluso los que no.


           Volteó a ver al hombre en la mesa y luego a la niña.


           Isaac fue tan poco discreto en su preocupación que, aún en la oscuridad bajo la poca luz de una vela, el hombre de los lentes pudo notar la familiaridad con la que Isaac veía los tatuajes del cadáver.


           –¿Lo conocías? –le preguntó.


           –No –le contestó secamente–, ni siquiera sabía de su existencia. ¿Alguno de ustedes lo conocía?


–No –contestaron los tres al unísono.


–Imagino que ninguno de ustedes se conocía entre sí, ¿verdad? –volvió a preguntar.


–Yo no –dijo la mujer sacando un sobre idéntico al de Ixchel y al de Isaac para ponerlo en la mesa–. Pero es obvio que alguien sí nos conoce a los cuatro, ¿cierto?


En respuesta, todos pusieron sus sobres sobre la mesa, rodeando al muerto.


–La pregunta es, –dijo el hombre de anteojos, tronándose los dedos para agarrar valor e inspeccionar al cadáver– ¿tendrá él un sobre como nosotros?


–Antes de que lo averigüemos, me gustaría saber quiénes son ustedes –dijo Isaac al estar más interesado en los vivos que en el muerto, después de todo, si alguien lo podía meter en problemas era alguno de ellos tres.


–Yo soy Ixchel –dijo la niña rápidamente al quitarse la capucha de su sudadera que le escondía el rostro antes de que la incomodidad llenara el espacio que la rodeaba–. He vivido casi toda mi vida en una mansión no tan grande como esta por culpa de mi apariencia.


Los tres abrieron los ojos lo más que pudieron, cada uno por distintas razones.


La mujer se tapó la boca tratando de contener el pánico que le tiene a las arañas.


El hombre, sediento de conocimiento, se sorprendió de que alguien como ella exista.


Isaac, por su dedicación a los hilos del tiempo, siempre les ha tenido un profundo respeto a los arácnidos de todo tipo.


–Sí, sí, ya sé –dijo Ixchel volviendo a subir la capucha–. No es tan terrible como parece.


–Ay…. bueno… –dijo el hombre de lentes al querer desviar la atención a otro lado– Mi nombre es Tristán Laif y administro un café lleno de artistas en otra ciudad.


–Yo soy Juliana y… –se interrumpió la mujer al mirar a la niña– la verdad le tengo mucho miedo a las arañas.


Un coro de tres carcajadas inundó el salón.


–Estamos de acuerdo, entonces, en que estás en el lugar menos indicado, ¿verdad? –dijo isaac al cambiar la risa por interés– digo, ésta es la mansión del Dios araña, to soy un tejedor de la telaraña del tiempo e Ixchel… bueno.


–Vamos, no le hagamos más difícil esto de lo que ya es –dijo Tristán–. Ahora que… dijiste que eres un tejedor del tiempo. En mi sobre dice que yo soy un tejedor de energía, quiero imaginar que ustedes dos también tejen algo.


–La mía dice que espacio –admitió Ixchel emocionada.


–Y la mía dice que materia –añadió Juliana confundida.


Todos guardaron silencio y observaron al hombre sobre la mesa esperando una respuesta escondida a plena vista.


–Creo que ya es hora de que revisemos si él también está tejido en todo esto –sugirió Isaac. Cosa que Tristán no espero a que él terminara de hablar para meter manos a la obra. No fue difícil encontrar un sobre igual a los suyos en uno de los suyos, aunque este no tenía nombre alguno.


“Ahora, hablemos de esto” decía la hoja del sobre.


Cuando separaron la vista de las letras en aquella hoja un portazo a sus espaldas los sobresaltó.




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Published on February 21, 2017 09:36

February 10, 2017

Todos somos cazadores

La alarma del celular me despertó a la hora exacta. Lo apagué aún adormilado con la esperanza de que el tiempo no se haya dado cuenta que esta estaba agarrándole ventaja y empezara a acecharme como todos los días. Regularmente siempre me gana, me hace llegar tarde a donde quiera que vaya, pero ésta vez busqué bañarme y comer un par de víctimas que encontré distraídas en la alacena. Supongo que los minutos se quedaron dormidos o quizá la hora decidió darme una oportunidad para cambiar las cosas de vez en cuando.


Como si alguien jalara el gatillo, en cuanto cerré la puerta de mi casa, el celular empezó a vibrar en mi bolsillo, rogando por ser contestado.


–Ya vienes en camino, ¿verdad? –dijo la voz de mi jefa, con un tono de voz de burla inocente que indicaba que traía alguna travesura entre manos.


–Voy saliendo, aún es temprano, ¿no? –contesté a la defensiva, esperando no haber olvidado ningún pendiente importante– ¿Qué pasó?


–Que cargues tu cámara, no olvides que hoy tendrás un compañero –dijo su voz mientras caminaba a la estación del metro que estaba a un par de cuadras.


–¿Eso es todo? –dije un poco impaciente, ya se habían tardado en empezar a acecharme.


–No, pero ya que llegues aquí te cuento –dijo ella riéndose.


–Sabes que odio que hagas eso, ¿verdad? –dije tratando de imitar su tono de voz en la última palabra, para enfatizar mi sarcasmo.


–¿Qué? –dijo ella con la risa atorada entre las palabras.


–El suspenso y esas cosas –dije en reproche mientras pasaba mi tarjeta para entrar a los andenes– ¿por qué no me dices ahora?


–Porque en lo que te cuento, ya llegaste –dijo ella más seria– y, ¿para qué tanta violencia telefónica? Mejor apúrate.


–¿¡Entonces para qué me hablas!? –le dije a un volumen considerablemente alto, más molesto con el tiempo que no importa que tan temprano salga me manda esbirros para echarme en cara su prisa porque todo suceda más rápido.


–Para asegurarme que no te habías quedado dormido, ¡chau! –dijo ella, terminando la llamada antes de que yo pudiera contraatacar su comentario. Cosa que al parecer se confabuló con el metro porque llegó al mismo tiempo y no me dio oportunidad de decir nada ni para mí mismo. Lo bueno de salir temprano es que el vagón viene relativamente vacío y uno puede  tener esa cosa que llaman “espacio personal para existir”.  


Una foto aquí.


Así empezó mi día con mi arma favorita, mi fiel cámara, juntos nos aliamos para cazar las imágenes que después me darían de comer para poder seguir jugando la cosa ésta a la que llaman vida. Es un hecho, todos en éste lugar somos cazadores, es inevitable. Algunos cazamos imágenes, otros cazan dinero, otros cazan ideas y los más incomprendidos cazan un ideal que quizá ni exista. Observé a los tripulantes, como si mis ojos fueran lentes fotográficos, buscando una imagen digna de ser guardada. Todo normal, gente trajeada, uniformada y estudiantes. Todos con una cara larga y aburrida de continuar su rutina. Uno que otro traía los ojos pegados a un libro o a su teléfono y unos cuantos más las orejas tapadas por música. Lo que más me llamó la atención fue una libreta negra que traía grabado “hunter” en la portada, ésta descansaba en las piernas de un fulano que tenía la vista perdida en la ventana del metro, como si la pared del túnel estuviera a metros de distancia y la vista fuera de lo más espectacular.


Tiene toda la facha para ser un muy buen personaje, fue lo que pensé del chico que estaba frente a mí mientras lo miraba de reojo. Curiosamente se bajó en la misma estación que yo, pero al salir del vagón él empezó a caminar hacia la derecha y yo para la izquierda. Dejé que se perdiera entre la masa de gente que sube y baja la estación como oleadas en el mar. Continué observando mi camino hacia la agencia donde tendría que cubrir un par de eventos como reportero, esperando encontrar a algún personaje más interesante entre mis pasos. Coleccionar personajes en mi cabeza es algo de lo que he sido fan desde que tengo recuerdos, quizá por eso me guste fotografiarlos, para poder sacarlos de mi cabeza a la imagen y tener espacio para meter más.


 


Me encontré con un taquero manco, con una gitana  y sus tres hijos, con una chavita que con su falda de mezclilla a las rodillas, botas altas, camisa de botones holgada y el pelo agarrado en una coleta también podría ser un personaje con una historia interesante que contar. Pero ninguno le ganaba al cazador con el que venía en el metro. Resignado, toqué el timbre de la agencia y la recepcionista me recibió como si una amiga me estuviera abriendo la puerta de su casa. Segundos después, me indicó en la sala a la que tenía que entrar, donde las instrucciones para mi trabajo del día me estaban esperando.


–¡Ah! ¡Qué bueno que llegas! –dijo una mujer que rápidamente catalogué como la jefa, se acercó a mí y me dio la mano, invitándome a pasar.


–Buenos días –dije nervioso de ver que estaba con alguien más–, espero no interrumpir. Soy el fotógrafo que ayudará a cubrir el evento de hoy.


–No, para nada… él es el reportero que será tu compañero –dijo ella al mirar, como yo, cómo él se sonrojaba al verme. Cuando lo reconocí, no pude evitar sentir el mismo efecto en mi cara. ¿Cuáles son las probabilidades de encontrarte dos veces en el mismo día a la misma persona? 


Una y mil fotos aquí, pensé teniendo enfrente a mi nuevo personaje favorito.

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Published on February 10, 2017 08:16

January 31, 2017

Una última oportunidad

El silencio los tenía a todos agarrados de la mano, con la mirada fija en las ramas del nuevo árbol que se abrazaban entre sí. Era su manera de mostrarle respeto a quien, por segunda vez había entregado su vida para salvarlos a todos.


-Necesitamos estar seguros -dijeron los tres cuervos al unísono.


-Si no, el sacrificio no servirá de nada -dijo Tobías quien en sus entrañas sabía a qué se referían los tres.


Con un nudo en la garganta, Iscariote murmuró un encanto que llenó de luz al árbol de las brujas. Se podía respirar la tristeza en aquel círculo a la orilla del lago. Todas las razas de seres que acababan de despertar de su eterno letargo se acercaron a admirar el altar que conmemoraba su victoria, ahí estaban los gigantes, los gnomos, los unicornios, las hadas, los duendes de tierra, los lobos y toda clase de bestias mágicas hincándose ante el árbol que emanaba su propia luz.


El problema era la oscuridad que nacía en la mirada de las bestias. Oscuridad que se derramaba a la tierra y contagió a los árboles. Misma oscuridad que a pesar de haber sido adoptada por el bosque estaba dando su último esfuerzo para ganar.


Del lago emanó una esfera de luz que en cuestión de segundos se reconstruyó en páginas, formando al libro que contenía todas sus intenciones escritas. El libro voló a toda velocidad a través del lago hasta llegar a Tobías y al chocar con su pecho desapareció, la luz de la esfera que lo rodeaba ahora hacía brillar a Tobías desde adentro.


-¡Huyan de aquí! -gritó un ejército de voces que salieron todas de la voz de Tobías. Una puerta de luz se abrió ante el árbol de las brujas y todos los que tenían dentro un cachito del bosque se miraron a sí mismos esperando la aprobación de que irse era lo mejor.


No había mucho tiempo para dudar. La oscuridad estaba transformando a las bestias en demonios hambrientos que en cualquier momento saltarían al ataque.


Tobías poseído por todas las intenciones que vivían dentro del libro le gritó a sus amigos que no había tiempo y se apresuró a dirigirse hacia la puerta. Antes de llegar tropezó ya que una bestia lo jaló del pie. Antes de voltear para poder ver a quién estaba por dirigirle una patada vio como Augusto desgarraba a la bestia que lo detenía.


-¡No se queden ahí! -gritó Augusto transformándose en lobo- ¡váyanse antes de que sea demasiado tarde!


Sin pensarlo todos corrieron a la puerta y antes de desaparecer a través de ella, Tobías dejó caer una página en la que, con tinta roja, decía: “Por favor, vive. Volveremos porque el bosque es nuestro.”


La puerta se cerró al sonido de un aullido de dolor y de guerra.


 


-Ya basta de perder gente- reclamó Tobías al borde del llanto al encontrarse que la puerta los había llevado a la casa más vieja en Allá Lejos.


-No los hemos perdido, yo aún puedo sentirlos -dijo Luna concentrándose con las manos en el pecho.


-Y también puedo sentir la oscuridad de Hilda llenándome de odio- añadió Iscariote.


-Vamos a tener que pelear desde aquí para poder volver -dijeron los tres cuervos.


-Yo también los siento a todos -dijo Tobías buscando en su interior-. Al entrar en mi el libro me hizo pasar por todas las pérdidas de quienes le han puesto mano encima desde que existe y de todos los años que ha acumulado el poder de todas las intenciones que le han escrito. Y… bueno… creo que tengo una idea para recuperar lo que es nuestro pero no va a ser fácil.


-No tenemos nada que perder -dijeron los cuervos.


-La vida -respondió Tobías con voz muy seria- y al bosque.


Un crujido como si se tratara de un cristal cuarteandose interrumpió su discusión. Del otro lado del salón podían ver cómo la burbuja rota del bosque estaba intentando entrar en la ciudad.


-Lo que sea que vayamos a hacer tenemos que hacerlo rápido -dijo Orfeo ansioso-.


-Nosotros nos encargamos del tiempo -dijeron los cuervos.


-Tienen que asegurarse de que el tiempo no reclame toda la ciudad en la que el bosque se convirtió -dijo Tobías llamando al libro desde su pecho para arrancarle algunas páginas en blanco y entregarle una a cada uno-. Una página de estas es magia más que suficiente para lograr lo que necesiten, el tiempo es lo suyo, estoy seguro que lo sabrán hacer bien. Mientras, Iscariote y yo llevaremos a Luna y a Orfeo al Calinalco.


-¿Pretendes que volvamos al inframundo después de todo el trabajo que nos costó salir de ahí? -reclamó Orfeo claramente molesto.


-Lo siento, de verdad -dijo Tobías en un suspiro-. Es algo que sólo ustedes dos pueden hacer. De los que estamos aquí, solo ustedes conocen el camino del laberinto del anochecer para llegar hasta el alma del bosque. Ahí van a poder encontrar las almas de Siobhan e Hilda y con la página en blanco que les acabo de entregar, escribir la paz que Hilda necesita. Cuando eso suceda, lo sabré porque todo lo que suceda en las páginas se escribe en mi memoria. Ya que todo esté en paz sólo tienen que seguir mi voz para regresar.


-¿Y si nos perdemos? ¿Si el bosque y la oscuridad logran salir? ¿Si el inframundo nos reclama? -preguntó la ansiedad de Orfeo


-Espero que morir no sea muy doloroso y que la ciudad nos perdone por lo que suceda por haber fallado -contestó Tobías.


-¿Y nosotros qué haremos? -Preguntó Iscariote con la sensación de que se estaba quedando fuera de toda la diversión.


-Proteger a la casa, a los cuervos, al bosque y nuestros dos amigos con toda nuestra vida y nuestra magia -le contestó con una sonrisa nerviosa.


 


El camino al Sargento se sintió mucho más corto de lo que la preocupación los estaba presionando a sentir. No hubo mucha plática en el camino y al llegar a la cueva que lleva al inframundo los cuatro se abrazaron, se desearon suerte y rogaron porque la suerte estuviera de su lado.


-No van a volver, ¿verdad? -le preguntó a Iscariote al que una lágrima se hacía camino por sus mejillas.


-Quiero creer que sí -respondió Tobías conteniendo la tristeza de la posibilidad de perder a otros dos-, ellos llegaron al bosque la primera vez atravesando la muerte.


 


En la casa más vieja, los tres cuervos se abrazaron y le entregaron su corazón a la página en blanco para que les permitiera separar al bosque de la ciudad en la que habían envejecido. En la página en blanco le dejaron su herencia y las instrucciones a Tobías para que la entrada al bosque no se perdiera para siempre.


 


-¿Por qué lloras? -le preguntó Iscariote de nuevo, recordando cuando se llamaba Oliver y siempre iba a él cuando se sentía mal.


-Ya no hay cuervos… -dijo Tobías mirando la puerta de la casa- pero hay bosque si aceptamos la condición de serlo.


-¿De qué hablas? Ya hablas igual de críptico que ellos -dijo Iscariote empujando la puerta para entrar.


Tobías no le contestó en ese momento.


Entró a la casa, caminó lento y le ofreció la mano a Iscariote. Por un segundo Iscariote creyó ver a Siobhan, luego a Hilda, a Augusto, a Orfeo y a Luna.


Admiraron juntos cada pasillo y dejaron que el sonido de cada paso los inundara.


Al llegar al salón donde se perdió por primera vez, Tobías tomó su página en blanco, se pinchó un dedo y con la tinta roja que era su propia vida escribió: “Aquí no estamos solos”.


Desde entonces, la puerta está abierta siempre que necesites un refugio.


 


Cuenta la leyenda que cuando te sientas perdido y sólo te vas a encontrar con la puerta a una casa vieja.


Ahí dentro existe un bosque mágico lleno de seres increíbles; todo cuidado por dos hombres con sombras de lobo que cuidan las tierras, uno con sombra de cuervo que cuida los cielos y dos mujeres hermanas que cuidan el equilibrio de los días y las noches.


Se dice que en la Casa del Tiempo siempre hay lugar para quien necesite encontrarse.



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Published on January 31, 2017 10:32

January 21, 2017

Dos para las once

Apenas daban las 11 en punto cuando escuche al cartero cerrar de golpe el buzón. Me encontraba bajando la escalera de mármol que conduce al recibidor de mi casa que por cierto es gigante -o al menos eso me parecía hasta entonces-, corrí con prisa a la calle para ver qué era lo que el cartero había traído, justo antes de salir me acordé de ponerme mi túnica y tuve que esperar un poco más para acudir al buzón. Regresé al vestíbulo, abrí la puerta del armario y ahí estaba: una túnica de color escarlata con líneas azul rey y una capucha que a diferencia de las capuchas normales tenía dos hendiduras a los lados para que mis pedipalpos pudieran estar cómodos. ¿Pedipalpos? ¡Ay que tonta! Es cierto no les he contado nada de mí, me llamo Ixchel, el apellido no importa, al menos no para mí ya que para mis padres lo es todo y por eso trato de no darle importancia en mi nombre. Digamos que nací  con ciertas características especiales que han causado que viva confinada a esta gran mansión. El caso es que por azares del destino y un poquito la avaricia de mis padres que tuvieron a bien pedir una gran fortuna a cambio del cuidado y la crianza de la hija de una diosa o algo así. O eso es lo que me dicen para no sentirme mal por mi aspecto, el cual no me causa gran problema porque en realidad me divierto mucho con estas cualidades las cuales me hacen parecer mucho a una araña: Tengo dos pares de ojos (no cuatro lo que es un gran alivio) y como a ellas, tampoco no me sirven de nada, tengo muy mala visión y sobre todo cuando la luz es más brillante pero gracias a mis pedipalpos puedo moverme sin tropezar o chocar con las cosas. Los pedipalpos son dos extensiones que salen por detrás de mis mejillas llenos de pelitos con los que puedo sentir de todo: los cambios de ánimo de las personas, los cambios de presión ambientales, me hacen sensible a muchos químicos, a vibraciones y demás cosas. Aunque a veces no es tan bueno porque siempre estoy tan atenta a mi entorno que no me pongo atención a mí misma, como en aquella ocasión que previne una gran tormenta y por estar atenta a eso casi me caigo en una alcantarilla abierta.


¡Ah sí el buzón!


Me puse la túnica, me acomode la capucha, con cuidado saque mis palpos y me dispuse a salir al patio para ver qué nuevas había traído el cartero cuando de repente en el segundo piso de la casa sentí los pasos cortos y apresurados de mi madre. Seguro viene molesta por algo y ese algo definitivamente soy yo, corrí de vuelta al armario que en su interior tenía un doble fondo que me servía de escondite y a la vez de base secreta de mi organización de espías de la cual los únicos miembros somos mi gecko y yo. Me quede quietecita con una de mis mejillas pegadas en la pared, permitiendo así sentir prácticamente todo lo que pasa en la casa, cosa que a veces me termina agotando por la cantidad de información que tengo que procesar en un solo momento. Pude sentir como mi madre me buscó por todo el vestíbulo alzando los sillones, buscándome bajo la mesa, cuchicheando maldiciones al no poder encontrarme y claro podía entender su enojo ya que una hora atrás había convertido el baño principal en una especie de Normandía al haberse librado ahí una de las más épicas y grandes batallas de mi organización contra su némesis el Dr. Zoltac. Misión que, cabe aclarar, requirió: Cinco cubetas de tierra de maceta, cuatro de agua y todas las lombrices que pude encontrar ya que ellas eran el ejército enemigo.


En cuanto mi madre se cansó de buscarme, subió por las escaleras y cerró su cuarto de un portazo. Salí de mi escondite y por fin pude abrir la puerta de la entrada para salir a buscar el buzón que estaba lleno de catálogos, de cuentas por vencer y una que otra propaganda de tiendas departamentales. Me decepcione un poco al ver que no había llegado mi edición mensual de mini-espías la cual había estado esperando toda la semana porque ya solo faltaba la última pieza de mi catalejo portátil.


Entré con el montón de correspondencia a la casa y lo aventé en la mesita del vestíbulo. En ese momento se asomó, como reclamándome por no haberle puesto atención, un sobre sin remitente. Lo abrí como quien abre un regalo sorpresa, dentro había una hoja con letras verdes apenas legibles, por lo que tuve que usar uno de mis pedipalpos para averiguar su contenido, esa tinta tenía una composición química muy extraña nunca había percibido algo así era casi etéreo, y decía lo siguiente:


Ixchel, Tejedora del espacio.


Esta cordialmente invitada a cenar esta noche en la Mansión Anansi, su presencia es indispensable para discutir entre los demás asistentes la importancia del tiempo.


Será una noche única, como usted.


Atentamente,


El anfitrión


No pude evitar soltar la carcajada.


¿Yo tejedora de algo? o sea si mi nombre es el de la diosa maya del tejido pero nada que ver, yo siempre me he considerado más espectadora que creadora y además, ¿cómo una niña de 12 años como yo se iba a poder escabullirse a la mansión esa de Ananke, Anani o lo que sea? Y sobre todo en la noche. Eso sí, muero de curiosidad, algo tengo que hacer para escabullirme y acudir a esa reunión. Podría iniciar un mini incendio en la cochera y escabullirme en la conmoción o tal vez salir por la ventana y deslizarme por la cañería. O solo esperar a que mis padres se duerman y salir por la puerta del frente tomar un taxi y llegar.


Dios que emoción es la primera vez que salgo sola de casa y además de noche.


La casona esa era más grande que la mansión donde vivo, curiosamente la puerta estaba abierta, cuando entre vi un vestíbulo tres veces más grande que el mío, mis palpos estaban saturados de sensaciones algunas conocidas y otras muy peculiares, me disponía a poner mi mejilla en la pared para hacer un mapa mental de la casa cuando de repente escucho unas voces tras un puerta del vestíbulo, al empujarla crujió y dos personas voltearon a verme sorprendidas.


Me empezaron a bombardear con preguntas sobre mí, sobre cómo había llegado ahí y sobre todo por qué creía que me había llegado esa carta. En eso nos interrumpió la llegada de un cuarto invitado y justo en ese momento en el que nos disponíamos a bombardearlo de preguntas a él, mis palpos se sobre-excitaron como si de repente alguna energía llegará a un pico y cayera como en la pendiente de una montaña rusa. Sonó un golpe sordo y todos mi pelitos vibraron, voltee a la mesa del centro del salón y ahí estaba un bulto inerte lleno de tatuajes, inexpresivo, muerto.



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Published on January 21, 2017 09:20

January 10, 2017

¿Quién eres?

Si te pierdes, las personas están al fondo y siempre puedes saber si sí se parece leyendo lo que el bosque te tiene que contar .


No olvides contarme quién te salió

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Published on January 10, 2017 12:37