Ian Colin Roditi's Blog, page 11

August 25, 2015

¿De qué hablamos cuando hablamos de miedo?

Si H.P. Lovecraft todavía estuviera vivo… en carne y hueso, pues, porque todos sabemos que sigue ahí escondido entre sus renglones, este año cumpliría 125 años.


Esos son muchos años de estar causando miedo con lo que hayas escrito.


Hace unos días los de Penumbria organizaron un picnic en tierras Lovecraftianas para celebrar el horror con pláticas, películas y demás en donde me gustó escuchar a la gente hablar sobre el miedo.


Soy de los que cree que los monstruos, fantasmas, la muerte, la destrucción, la sangre y la matadera no son lo que da miedo aunque Hollywood se haya encargado de catalogarlos a todos como “terror”.


El miedo es lo que nos podría pasar en lo desconocido. Y más que eso, el no saber qué es lo que hay más allá. La incertidumbre que causa el no ver qué es lo que te  llena de curiosidad, lo que te llama a avanzar sin saber qué desgracias (o maravillas) te esperan si te atreves.


Es por eso que el miedo, como el amor, es ciego pero no sordo.


Y la campanita suena, en algún lado, llamándote. Allá donde no puedes alcanzarla. Allá donde será demasiado tarde para regresar.


Todos los días haz algo que te de miedo.


Sólo espero que no involucre hacer pactos con demonios, hadas ancestrales de la mitología irlandesa que sólo quieran caos, perder la cordura y dejar la vida atrás.

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Published on August 25, 2015 12:15

August 20, 2015

VII · La vista del Éter

El circo se instaló en las afueras de Wynn, tal cual Karad había dicho. Cuando la caravana se detuvo, Voriana invitó a Dahlia a salir para que los demás integrantes del circo la conocieran. Después, podrían ir todos a buscar algo que desayunar y, si lo deseaban, descubrir las calles del pueblo. Al salir, sólo pudo ver a un par de enanos fuera de sus camarotes, eran como personas normales pero mucho más pequeños y un poco gordos. Los examinó rápidamente y reconoció enseguida a Fenez, y éste a ella, lo que provocó en él un gesto de gran sorpresa. La pequeña mujercita que lo acompañaba se presentó a sí misma como Kalia, segundos después salieron otros cinco enanos y pronunciaron su nombre uno a uno: Tenez, Menez, Renez, Malia y Balia.


−¿Acaso todos los enanos se llaman igual? −preguntó Dahlia tratando de no reírse ante la ridiculez que acababa de escuchar.



−¡No nos llamamos igual! −se defendió Menez indignadísimo por tal atrocidad y falta de respeto a su orgullo enano− La diferencia está en la primera letra.


−En nuestra cultura, los nombres se asignan por familias. Todos los hermanos tendrán una variación del nombre del primogénito; asimismo todas las hermanas directas. Pero sólo los directos, los medios hermanos tienen que usar otro nombre ya que no se consideran de la misma familia. ¿Entiendes? −explicó Kalia en tono indulgente, como si estuviera revelando lo más natural del mundo.


−Eh… sí, creo −dijo Dahlia tratando de entender la lógica implícita.


Trás de los enanos llegó un hombre alto y muy delgado que se hizo llamar Tallod, el malabarista. No dijo más que eso, parecía ser una persona serena que vivía en su propio mundo. Voriana comento que él sería quien interpretara a su enamorado en la obra.


Y al final, como al parecer siempre sucedía, llegó Bramms con una facha que indicaba que aún estaba dormido.


Cuando todo el grupo estuvo reunido y Karad dispuso que era hora de partir, Tallod sugirió que a cambio de que regresaran con un buen desayuno para él, podría quedarse a hacer guardia. Espero encontrar algo muy sabroso pensó Dahlia al escuchar tal ofrecimiento, pero no dijo nada para no comprometerse y quedar mal si no lograba su cometido; olvidó por completo que no podría cargarlo.


 


El pueblo parecía ser bastante grande, aunque no lo suficiente para considerarse una ciudad. Todavía conservaba esa condición de vecindario, en la que todo el mundo se conoce y todos saben qué está sucediendo en el otro extremo del mismo. Además, abundaban cabañas de madera, lo cual no ayudaba a forjarse una imagen citadina. Caminaron juntos hasta llegar a una especie de parque que parecía más bien un pequeño bosque por la cantidad de árboles que lo habitaban, y donde los enanos decidieron instalarse a la sombra de uno de sus verdes inquilinos para preparar su propia comida con lo que habían traído consigo. Los enanos tenían un paladar exigente, habían inspeccionado todos y cada uno de los establecimientos que rodeaban al bosquecito y no consiguieron que ninguno les llenara el ojo lo suficiente para ordenar algo de su agrado.


Bramms por su parte, eligió un lugar hogareño que ofrecía desayunos con sazón casero: huevos revueltos con jamón, pan tostado con mermelada, café con leche y ese tipo de cosas que uno siempre encuentra en su alacena para de satisfacer su estómago por las mañanas. Eso dejó a la enöriana, una vez más, sola con los directores del circo, los seguía de cerca mientras se encaminaban hacia un pequeño restaurant en una callejuela a la salida del parque. El lugar dejaba ver un par de mesas en su exterior, ambos se sentaron en una de ellas y, al ver que Dahlia no se acercaba, la adivina preguntó:


−¿Nos acompañas, mi niña?


−Provecho, gracias. Creo que daré una vuelta por ahí a ver que me encuentro, se ve lindo el lugar.


−¿Recordarás el camino de regreso? −preguntó Karad.


−Sí, sin problemas, ¡no se preocupen!


−Diviértete, seguro encontrarás algo interesante. −añadió Voriana con una sonrisa maternal capaz de tranquilizar los nervios de cualquiera.


−¡Sí! ¡Gracias! ¡Que coman rico! −respondió la mujer, resuelta a descubrir lo que le deparaban los callejones del pueblo.


−¿Está bien dejarla ir así? A ver si no se pierde… ¿Cuándo le vas a decir sobre su collar y la luz que emanó aquél día? −cuestionó el hombre preocupado por su nueva hija− ¡Mesero! ¡Tenemos hambre!


−No te impacientes Karad, le diré cuando sepa qué decirle. –dijo la adivina en tono evasivo. Estaba claro que no quería platicar de eso.


−Tienes que hacerlo antes de que alguien venga a buscarla. ¿Leíste la carta que venía dentro de su collar, no? −dijo el director, esta vez más preocupado por ellos mismos que por la niña.


−No sé si vendrán, tal parece que en Bleizig no saben acerca de su situación y los enörianos no van a salir de su ciudad, están confiando que ella regresará en algún momento −dijo tratando de hacer que Karad dejara de interrogarla−. Además, no quiero preocuparla más, me parece que su mente ya está bastante revuelta… esperemos a ver cómo se dan las cosas, confía en mí. Mejor que se vaya de paseo, regresará sin problemas y, con un poco de suerte, traerá consigo a Ellioth. −dijo la adivina, viendo al mesero acercarse a ellos.


−¿Ellioth? ¿A quién te refieres? −preguntó intrigado.


−Buenos días, perdón por interrumpir. ¿Puedo tomar su orden? −dijo el mesero de pie frente ellos, dispuesto a escribir sus deseos en una pequeña libreta− La especialidad de hoy es tarta chisape,  un pan de queso fresco servido con manzana horneada.


−¡Ah! Yo quiero eso y un café, por favor. −dijo Voriana emocionada al anticipar el sabor de su futuro.


−Yo… quiero… −dudo Karad por un segundo para luego pedir lo mismo de siempre.− Me traes un par de waffles con mermelada y un café, por favor.


−Con gusto. Tenemos mermelada de moras, de manzana y de naranja. ¿Cual le gustaría? −ofreció el mesero, mientras tomaba nota en su libreta.


−¡Yo quiero uno con mermelada de moras también! −dijo Voriana sin dar oportunidad a una segunda opinión.


−¡Voriana! −Karad fulminó a la adivina con la mirada− Yo también quiero con moras, por favor.


−Claro que sí, en un segundo se los traigo.


−Ahora sí… ¿quién o qué es Ellioth? −dijo Karad tratando de retomar el tema.


−El que nos iba a hacer el cartel de Iseldis. Así se llama el pintor que vivía en Lienns −dijo la adivina pensando más en su desayuno que en entablar conversación con su compañero de mesa.


−Y… ¿cómo se supone que lo encontraremos o qué? −rezongó incrédulamente Karad acomodando la servilleta sobre sus piernas.


−Nosotros no lo haremos, el Viento me dijo que el Éter le dijo que Dahlia encontraría a alguien, un ser de colores, alguien como un maestro del color y que ese ser se pinta de colores para ser. No entendí del todo, pero tú sabes cómo son los rumores entre esos dos, no son los más claros −dijo la adivina un poco molesta.


−Te refieres a Ellos de una manera horrenda. ¡Se trata de EL Éter! La energía que nos creó, ¿qué derecho tienes para hablar así?


−El que me da el hecho de que casi me quedo ciega por estar tan cerca de ellos. Para ser arcano se necesita estar cerca del río de Éter, pero eso mismo te puede hacer perder la vista si permaneces ahí por mucho tiempo. Aunque algunos piensan que no es que se pierda, sino que aprendes a ver de otra manera, a su manera. Sin contar a los bleizen, Bhel Kether de la Torre Arcana de Kynthelig y yo, somos los que más cerca hemos estado del río; por lo menos de los humanos que conozco. Y vaya que conozco mucha gente. ¿Recuerdas cuando era maestra en la Torre?


−Sí, lo recuerdo. Siempre te preocupaste mucho por tus alumnos, eras como una madre para todos. Un día fuiste a buscarme, estabas enojadísima porque los arcanos mayores de la Torre te habían pedido que pusieras en peligro a una de tus alumnas. Nunca supe bien qué querían hacer con ella. Pero tú querías acudir al Éter y al Viento para que te dijeran qué hacer. −El director volteó hacia la puerta del establecimiento para ver al mesero salir con lo que habían ordenado− En aquel entonces les tenías más respeto.


−Aquí está su orden, buen provecho. −dijo el mesero sirviéndoles su desayuno y un par de tazas vacías− En un segundo les traigo el café, perdonen.


−No se preocupe −dijo Voriana cortando un pedazo de su tarta chisape.


La comida hizo que se olvidaran por unos minutos de lo que estaban hablando, ninguno había comido nada desde la noche anterior y cualquier cosa con manzana era un manjar para la adivina.


−Esa noche… hablé con el Éter largo y tendido. −dijo Voriana retomando la conversación como si llevaran horas hablando de lo mismo− Me dijo algunas cosas que no quería oír y otras que sí… me dijo que dejara a mis alumnos, que mi destino estaba fuera de la Torre, que contara historias que la gente disfrutara, que cambiara el curso de mi vida. Que sería feliz haciéndolo. −la mujer sonrió y le tomó una mano al director en un acto de nostalgia−. Y fue cuando me acordé de ti, de tus sueños.


−Después de esa noche, no supe de ti por varios días. Estuve preocupado, pues conocía tus intenciones de  ir  al plano etéreo. −dijo él, dando un ligero apretón a la mano que lo había agarrado− Hasta que regresaste con la propuesta del circo.


−Esos días fueron cuando casi me pierdo en el río. Imagínate la fuente de donde proviene todo. Sabes que has llegado porque te encuentras literalmente a la mitad de la nada, ahí habita una negrura tan espesa que casi puedes sentirla presionarte para que formes parte de ella. Sólo tienes dos opciones: intentar avanzar o regresar, esperando en cualquier caso que no te consuma la oscuridad de la nada. Si logras seguir adelante, alcanzas a ver a lo lejos un haz de luz verde claro muy brillante, se ve lejano, pero aún así te llega encandilar. Si sigues avanzando, la oscuridad se hace todavía más pesada, pero puedes escuchar al Viento y sentir como te acaricia mientras te comunica lo que sea que el Éter tenga que decirte. Este es el punto donde todos los arcanos llegan para aprender sus artes. Muchos de los que han llegan hasta ahí sin guía no regresan a nuestro mundo o si lo hacen, tienen tanta información en la cabeza que no saben cómo manejarla y enloquecen. Pero es posible aprender a mantenerte ahí, de eso trataba mi materia en la Torre Arcana, en la capital. Añorada Kynthelig, tal vez deberíamos de ir, es una ciudad encantadora.


−No estaría mal, ciertamente. El circo nunca ha ido desde que se creó −dijo el director, antes de ingerir el último bocado de sus waffles−. ¿Seguiste avanzando cuando llegaste a ese punto?


−¡Claro! No por nada era maestra de la mejor escuela de arcanos, yo podía llegar mucho más cerca del río, pero ese día me excedí. Llegué hasta sus orillas y le lloré todo lo que pude. Observar el verde brillante y acuoso de cierta manera me estaba relajando, ¡pero a qué precio! Comprensivamente el Viento y el Éter me oyeron y me aconsejaron, como siempre lo han hecho. Y después de escuchar todo lo que tenían que decirme, mis ojos seguían llorando, pero ya no de tristeza. Había estado demasiado tiempo a la orilla del río y su luz me estaba quemando, sentí un dolor insoportable.


No me di cuenta en qué momento la negrura dejó de estar ahí, ahora un blanco muy brillante me rodeaba, volteé a ver  mis  manos y no tenían color, sólo podía ver una mancha, verde como el río, que intentaba tomar la forma de mi mano derecha. Después, todo mi cuerpo era parte del río, corrí asustada e intenté despertar, volver a este plano y huir del Éter. De algún modo lo logré, pero al volver, todo lo que mis ojos veían eran manchas etéricas, no sólo verdes, de todos colores, como si el mundo entero fuera una pintura hecha por el Éter.


Y al horizonte, el río de la vida, sin importar a dónde voltees.


Bhel Kether estuvo a mi lado todo ese tiempo, fue él quien me ayudó a salir de ahí y curó mis ojos hasta hacerme recobrar la vista humana. Fueron días enteros en los que hablé con él sobre todo lo que el Éter y el Viento me habían dicho. Al final, se salieron con la suya, en la Torre acordaron que debía dejar a una de mis mejores alumnas en mi lugar. Yo estaba totalmente en contra, no quería exponer a nadie al mismo peligro que yo corrí. Eso era por lo que estaba enojada. Decían que era una mujer poderosísima, querían que yo la acercara al río, ¡hasta la orilla! Por supuesto que me seguí negando, con más razón después de regresar. Aún así, alguien más le enseñó a acercarse al Éter sin que le hiciera daño. Era necesario, para ser arcana de la percepción tenía que saber estar demasiado cerca. Hasta ese entonces, les tenía más respeto. Lo que paso después ya lo conoces, me fui contigo y fundamos el circo. Hasta ese entonces, les tenía más respeto.


−Nunca… yo… no pensé que había sido algo tan duro. Perdón. −dijo Karad apretando un poco la mano de su compañera que seguía sosteniendo.


−No te preocupes, después de todo, tenían razón. Los dos. −respondió Voriana, alcanzando la otra mano del director con su mano libre− mi felicidad está contigo y aunque es su momento fue horrible, les agradezco por haberme traído a tu lado.


 


Lejos del café, en otro parquecito del pueblo, Dahlia caminaba sin rumbo. Nada le había llamado la atención hasta que llegó a ese jardín. No era tan grande como el anterior para considerársele parque, era un pequeño espacio de pasto con no más de una docena de árboles regados por todo el lugar. Estaba rodeado de cabañas de madera muy parecidas una de la otra, pero éstas no eran ningún comercio como en el gran parque donde había dejado a los demás, todas lucían como viviendas de gente tranquila y sencilla. Se  detuvo en medio del jardincillo y las revisó con la vista una por una. En algunas había sillas en el exterior, en otras macetas y plantas con diferentes acomodos. Siguió examinándolas así hasta que encontró una que llamó su atención y se acercó para examinarla más de cerca. Era la primera cabaña de un sólo piso que veía y fuera de ella había un caballete con un pequeño banco. Estaba ahí, como si él fuera el dueño de la casa y el banco sólo estuviera de visita, muy erguido vigilando a todo aquel que pasaba por ahí. Al verlo, le dio aún más curiosidad acercarse para descubrir con qué se había topado.


En una mesita al lado del caballete estaba una cajita de pinturas, un vaso con agua y un par de pinceles. Volteó hacia la puerta que estaba abierta, mostrando su interior. Justo como me contaron que estaba la casa del pintor en el otro pueblo, ¿estará vacía también? ¿Serán todos iguales? Pensó la enöriana.


Regresó su vista al caballete, específicamente a la pintura que estaba recargada en él. Para su sorpresa, vio pintada sobre el lienzo a una mujer que se parecía mucho a ella. Si no fuera por un par de diferencias notorias diría que era su propio retrato. Para empezar esta mujer tenía la piel clara rosada, casi blanca, como algunos los humanos, no como la suya que es azul claro. Y las orejas no eran tan largas como las suyas, aunque también eran un tanto picudas. Fuera de eso, también tenía el pelo blanco, aunque a la pintura le caía como cascada por debajo de las orejas sin llegar a sus hombros y ella lo tenía mucho más largo y humeante. La mujer de la pintura se veía alegre, con una sonrisa serena que demostraba, desde su punto de vista, que su mente estaba en paz y feliz con su vida. Pero sin duda era su rostro, era como si se estuviera viendo en un espejo que sólo reflejara sus facciones, no podía ser el de alguien más. Ahora con mayor razón quería saber quién vivía en ese lugar. Continuó mirando la pintura, perdida en los ojos de su casi gemela hasta que unos pasos dentro de la cabaña interrumpieron su silenciosa plática con la pintura.


−¿Quién e… −el hombre que salió se quedó mudo en el marco de la puerta al ver a la mujer que estaba admirando su obra. Estupefacto, no pudo terminar lo que quería decir.


−Ho… hola −dijo la enöriana sorprendida de la reacción del pintor.            Lo observó como si estuviera viendo a un héroe. Era un poco más alto que ella, con el pelo lo suficientemente corto para alcanzar a disimular que no había tocado un cepillo en mucho tiempo y el trazo de barba que rodeaba su cara le aumentaban algunos años a su rostro. Calculó que estarían rondando la misma edad. Él por su parte también la había estado examinando, levantó una mano que le temblaba de nervios.


−¿Alieth? −soltó cuando logró hacer que su voz sonara.

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Published on August 20, 2015 12:46

August 17, 2015

Las cosas diferentes y otros resultados

Seguro has escuchado más de una vez la frase “para que las cosas salgan de otra manera, haz lo que nunca haz hecho” o el famoso “salte de tu zona de comfort”


El problema con esa zona, creo, es que te conviertes tú mismo en el gato de Schrödinger que realmente la caja de cartón donde estás atrapado es tu piel y tu existencia  misma.


Nadie sabe si estás vivo cuando sigues ahí dentro, ni tú mismo a decir verdad, lo digo por la experiencia propia que es lo que vengo a contar en éste cachito. He escrito por muchos años, más de diez, al menos. Y siempre he intentado lo mismo, enviar correos, entrar a concursos, esperar resultados. Es algo frustrante y muy deprimente que la vida se te vaya en esperar, debo admitir.


Van diez días de que empezó la campaña de Voz de Papel y han sido una locura de hacer cosas que nunca había hecho -empezando por la campaña misma-. Mi voz salió en el radio en Bizarro.fm (que en algún momento debe estar la repetición descargable para quien se la perdió), voy a estar en una convención con todo y mesa, salí a pegar posters, a repartir volantes, a correr la voz.


En resumen, a pedir ayuda.


Y la verdad ha sido de lo más divertido. Uno se siente vivo, como que sirve de algo y se tiene una razón de ser. Aún más cuando los terceros te apoyan y te enteras que sinceramente disfrutan de lo que haces.


Así que, por lo pronto, aquí ya sé que el gato sí está vivo. Ya hasta lo saqué, destruí la caja y espero que no se vuelva a meter a otra nunca.


Gracias a todos por leer, por vivir y por sonreír al hacer las dos cosas.

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Published on August 17, 2015 13:41

August 12, 2015

“Uno y el mar” de Miranda

Uno cree que conoce el mar, como cree conocer a la persona que ama.


Uno se para frente al mar, dándolo por hecho, suponiendo que la vida va y viene pero el mar ahí está; como si irse y permanecer fueran lo mismo.


Uno se para frente al mar, dándolo por sentado, tan horizontal, tan vaivén, y opta por echarse una siesta. Hay veces que creer saber algo, lo que sea es cansado.


Uno concilia el sueño, frente al mar, y la inmensidad que uge arrulla. Se descansa bien. Las manos en la arena que creen saber y nada sostienen, en realidad.


Uno cree que conoce el mar y se para ante el mar y se duerme frente al mar. Dentro o fuera, el paisaje es insondable. ¿Qué es conocer a alguien, poseer, afirmar, sostener? Un misterio.


Uno -soledad, letargo- y el mar.


De Miranda Locadelamaceta


Que también forma parte de su libro “Usted & la Canción Mixteca” del cual hablo más acá.

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Published on August 12, 2015 11:41

August 5, 2015

A encontrar todo lo perdido

Si son lectores asiduos a mis palabras quizá no necesiten que les cuente mucho sobre quién es el lobo de papel y por qué es que le escribí todo un libro a un personaje que nació de un usename en tuiter.

 


Me gusta que el tiempo ponga sobre el renglón cosas como esta, que cuando quiero compartir la peocupación sobre las cosas perdidas haya quien piense que recuperar lo perdido sería buena idea y quien incluso también cree algo, aunque sea poquito al respecto.

 


Es una de las razones por las que empecé éste blog, también.

 


Por que aquí no necesito de un algoritmo para que tú, que estás leyendo esto, puedas leerlo. Para que lo que se cuenta no se pierda en el scroll infinito y parezca que nunca se dijo lo que se dijo.

 


Recordar tiene su encanto.

 


Y bueno, para lo que originalmente inicié ésta entrada que sí tiene que ver con lo perdido pero más en un libro que en lo que se perdió en el internet (el internet, el internet, el internet el interneeeet~ *baila como un alguien*)

Ay, ya pues… muero de la emoción, los nervios y estoy contento porque el lobito que vive en esas páginas encuentre su voz entre todo lo que está perdido, ¿quieres saber cómo lo hace?

 


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Published on August 05, 2015 11:29

July 30, 2015

El hogar

“No es que estemos perdidos” fue lo que pensé en contestarle a mi madre cuando me discutió todo el tiempo que pasaba en el bosque. También pensé en muchas otras cosas que decirle: ella se podía perder más que yo entre las cuatro paredes de su oficina en la alcaldía, ella se perdía de todo lo que estaba afuera del pueblo y de toda la vida que existía fuera de sus calles, fuera de su miedo a vivir.


Fue uno de esos día que regresé más desgastado de lo normal, más cansado y menos humano de lo que hubiera querido. Uno de esos días en los que ella también estaba de malas.



–Necesito que me ayudes aquí –me dijo sin la cordialidad de un saludo, ni levantar la cabeza cuando me escuchó entrar–. Y por amor de Dios date un baño, apestas.


No le contesté, me fui camino a mi recamara para ahogar todo mi cansancio en la regadera.


–¿Me escuchaste? –me gritó buscando respuesta.


Seguí sin contestarle. Escuché sus pasos acercarse a mí.


–¿Augusto?


–Buen día madre, ¿cómo estás? –le contesté lo más cínicamente que pude.


–No seas payaso…. –dijo examinando mis heridas, la ropa rota y manchada como si hubiera estado nadando en una alberca de tinta negra y espinas– Cuando el bosque te mate de verdad, me vas a hacer caso. ¿Cuándo me vas a entender? No podré vivir con la culpa si algún día esos lobos te matan. ¿Sabes si Siobhan y los Quinqués ya regresaron?


–No los vi en el camino, estuve ocupado intentando salvar mi vida –dije buscando ropa limpia para tenerla lista después del baño.


–¡La vas a ensuciar! –corrió a quitármela de las manos antes– Ándale, ve a bañarte y después hablamos.


–¿Qué es lo que quieres? –le contesté, arrebatándole la ropa de las manos.


–Que te cuides, saber dónde estás. Me siento muy sola aquí con tanto trabajo y con todo el pueblo pidiéndome que les arregle su vida. No sabes la presión que es tener que lidiar con eso y estar preocupada porque uno de esos lobos acaben con tu vida o con la de tu tía.


–No lo van a hacer –dije perdiendo la poca paciencia que tenía columpiándose de un hilo.


–¿Cómo lo sabes? –dijo ella claramente mostrándome que había perdido la suya.


–Bien fácil –dije antes de dejar caer la ropa al suelo y luego la humanidad que ella conocía. Un enorme lobo negro se erigió en sus cuatro patas ante ella donde antes había estado su hijo, matarme a mi mismo sería estúpido.


Mi madre, transformada en un fantasma, perdió toda palabra. Trató de retroceder. Guardó silencio tratando de recuperar la cordura. En ese silencio yo pude escuchar como algo dentro de ella se rompía sin arreglo alguno.


–Lo… lo mataste… mataste a mi hijo –dijo con el llanto ahogado–. Sabía que los perdería, siempre pierdo todo lo que amo por culpa del bosque.


“No es que estemos perdidos” fue lo que pensé en contestarle a mi madre cuando me discutió todo el tiempo que pasaba en el bosque.


–No, aquí estoy, aquí siempre he estado.


–¡No te atrevas a usar su voz, monstruo!


–Pero…


–¡Lárgate de aquí antes de que te mate yo!


Volví a tomar mi forma humana para tratar de acercarme a tranquilizarla.


–¡LÁRGATE!


Unos pasos más hacia ella una explosión de energía me aventó hasta el otro lado del cuarto. Por más cliché que suene, no supe ni que me golpeó y al ver la expresión de ella, ella estaba en el suelo más sorprendida y asustada que yo. Se puso en pie y salió del cuarto lentamente tratando de abrazarse a sí misma.


Después de esa tarde perdí mi casa pero mi hogar en el bosque se estableció como siempre debió de haber sido, pasaron muchos años para que nos volviéramos a ver.


Ella nunca volvió a ver a su hijo.

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Published on July 30, 2015 12:30

July 26, 2015

El final de todas las historias

Fables es un cómic que me acompañó durante trece años y que esta semana llegó al final de su publicación. Muchas últimas historias se contaron durante el último número y sin embargo todavía hay tanto que contar.


Así es como funciona la vida para algunos, ¿no?


Nunca hay relamente un final, simplemente uno decide dónde empieza, dónde deja de contar y hasta donde uno deja vivir a la historia para que cuente lo que quiera a los que la escucharon cuando se contó.


Eso es algo que me gustó mucho de cómo acabaron con Fables, mas que un final fue la celebración de una historia que siempre trató sobre saber con quién cuentas, sobre estar quien sabe estar y sobre todo, sobre las decisiones correctas.


Y leerla, sin duda, es una de las mejores que he hecho.

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Published on July 26, 2015 12:06

July 21, 2015

VI · Esperanza

Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a Voriana, se encontraba en los maternales brazos de la adivina que la miraba fijamente con sus ojos violeta que expresaban una gran compasión. De súbito se dio cuenta de algo muy importante: podía abrazarla, ¿eso significaba que la pesadilla había terminado? En respuesta a sus pensamientos bastó una cálida sonrisa que acompañara la mirada de la adivina para que Dahlia se rompiera emocionalmente. Escondiendo la cara en el regazo de la adivina, se entregó al llanto queriendo olvidar todo lo que había visto.



−¡Mi niña! Qué bueno que despertaste −le dijo, acariciándole una mejilla−. Llevabas dormida casi tres días. Perdón por indagar tan profundo en tu ser. Me empezaba a preocupar que no fueras a despertar, ¿estás bien?


−Tenía una misión… algo que entregar… pero… ¿qué? y… No entiendo… ¿Ya puedo tocar? ¿Qué es Enör? −sollozó a un volumen casi inaudible, pero el silencio del cuarto donde se encontraban le entregó el mensaje completo a quien la sostenía. Antes de contestarle, la recostó sobre la pequeña cama que las soportaba, para poder servirle un poco de jugo de frutas.  Antes de hablar, su huésped necesitaba probar bocado.


−Enör es la ciudad de donde vienes. Si puedes escuchar su nombre, es que logré dispersar un poco la niebla que protege tu secreto sin que nos destruyera a todos. ¿Sabes? Pasamos por las afueras de Enör mientras dormías, pero una barrera arcana no nos dejó entrar.


−Eso… −dijo limpiándose las lágrimas− Eso es malo, ¿verdad?


−No logramos descubrirlo. Pero se veía que todo está en paz ahí dentro, tendremos que tener paciencia hasta que el Éter y el Viento se encarguen de decírnoslo. Por lo pronto tienes que comer. −le dijo dándole una gran taza y un pan relleno de manzana que traía consigo para algún momento de antojo.


−¿Cómo es que puedo tocar las cosas? ¿Tú me quitaste la maldición? −Preguntó antes de montarle una hambrienta mordida al pan.


−No, no pude llegar a un acuerdo con la niebla. Lo que sea que te haya sucedido, no me dio permiso de descubrir el velo que cubre tus recuerdos. Lo único que logré fue que me dejara tocarte aquí, en este cuarto. ¡Nadie puede negarse a la poderosa Voriana! –la carcajada que soltó al acabar su comentario hizo que Dahlia creyera que era algo egocéntrica.


−Pero… puedo tocar la comida y esta cama. –dijo con otro bocado del pan en la boca−. ¡Esto está delicioso!


−Sobre eso… −se interrumpió la adivina para voltear a ver el collar azul que pendía cerca de la ventana, sobre la cama− digamos que torcí un poco el trato entre la niebla y yo. Éste será tu cuarto de ahora en adelante, lo que esté dentro de él, estará a tu alcance. Claro, eso si decides unirte a nosotros; si no, eres libre de irte cuando quieras. Supongo que alguien ha de estar buscándote. Sin embargo, fuera de aquí, sigues siendo intangible. Perdón.


−¿Unirme? ¿A qué? −preguntó interesada.


Por fin alguien la estaba tomando en cuenta en una decisión. Sólo esperaba poder enterarse de qué se trataba.


−¡Al circo! Te necesitamos para representar el papel de una mujer llamada Iseldis. Pero dejemos que de eso se encargue Karad más tarde. −le respondió con una sonrisa− ¿Quieres más jugo, querida?


Genial, en el misterio otra vez. Era demasiado bueno para ser verdad. Tenía que ser arcana. Pensó antes de resignarse, como siempre, a no saber en qué se estaba metiendo.


−Me han tratado bien, me regresaron gran parte de mi vida, sería la peor persona del mundo si me negara −contestó entregándole la taza para recibir más bebida−.  Además… no tengo a donde ir, no sé regresar a mi ciudad y no tiene caso que lo intente si no voy a poder entrar. Ustedes son lo único que tengo por ahora. Cuenten conmigo.


−¡Perfecto! Voy a avisarle a Karad, pero antes tengo qué enseñarte algo –la mujer fue a un pequeño buró del otro lado del cuarto, tomó algo de un cajón y regresó. Le extendió la mano derecha a la nueva integrante y le puso un anillo de oro que se le hizo familiar.


−Éste…. éste no es mi anillo. −dijo la enöriana quitando su mano rápidamente− El mío tenía marcas alrededor de él y un sello en el centro.


−Oh, sí que lo es mi niña, toda esa ropa estaba dentro de él −dijo señalando un pequeño armario que se encontraba abierto al lado del buró−. También había un par de libros y una foto de ti con dos seres grises de pelo humeante como el tuyo. Por lo que vi, dentro de la niebla, asumo que son tus padres. Todo eso está dentro del buró, donde viste que saqué el anillo. Es un anillo arcano, sirve para viajar sin necesidad de cargar equipaje. Las marcas del anillo son para indicar que hay algo dentro de él, una vez que sacas todo su contenido, las marcas desaparecen, es algo sencillo.


−¿Cómo es que eres tan poderosa? Por qué estás aquí y no en un… un… consejo de arcanos poderosos o algo por el estilo. Eres demasiado buena para estar en un circo sin darle uso a tu poder.


−Digamos que el viento me dijo que quiero ser feliz −dijo sonriendo conmovida por el comentario−. No soy tan buena… No pude… tu ciudad no me dejó entrar. Pero bueno, termina de comer mientras voy por Karad. Vuelo en un segundo.


Dahlia se arrastró sobre la cama para alcanzar el buró,  los libros y la fotografía que la adivina había mencionado. Los libros eran dos novelas que recordó haber guardado mientras sus padres hablaban, la foto se encontraba en uno de ellos separando lo que creyó era la página hasta donde había leído. La sacó para observarla con detenimiento, manteniendo la página separada con los dedos. Según lo que podía recordar, eran ella y sus padres.


Mis padres… ¿Qué será de ellos? Espero me perdonen por haberlos olvidado, por olvidar su encomienda. Pensó que tal vez estaba dejando atrás algo que no debería, pero recordando lo que los integrantes del circo habían hecho por ella, terminó convenciéndose de que quedarse con ellos era lo mejor, eran su nueva familia y debía adaptarse.


En un acto motivado por pura y simple curiosidad, leyó un par de renglones de la  página del libro que la foto separaba.


 


…la pequeña niña viajó con los ocho zorros que había encontrado hasta el momento.


¡Sólo uno más! Pensó la niña. Necesitaba encontrar al noveno zorro para con el poder de los nueve, combatir al rey usurpador que se había apoderado del trono que otrora ocupaban sus padres


Una gran prueba la esperaba.


 


−Una gran prueba, ¿eh? −se dijo a sí misma− Parece que no soy la única en apuros.


La puerta del cuarto a medio abrir interrumpió la historia de la niña. Karad y Voriana la golpeaban para atraer la atención de su inquilina, ambos esbozaban una sonrisa de oreja a oreja, como si hubieran recibido la mejor de las noticias.


−¡Buenos días, Dahlia! Me da gusto que estés bien. Nos preocupabas −dijo el director.


−¡Buenos días! Mu… muchas gracias por todo. −Dahlia contestó dejando el libro a un lado para hacer una reverencia que intentaba mostrar un poco de respeto.


−Voriana me comentó que aceptaste nuestra propuesta de unirte al circo, ¿cierto? −preguntó sentándose en una orilla de la cama, mientras la adivina permaneció recargada en el marco de la puerta.


−Pues… sí, digo… Aún no sé qué tengo que hacer, pero ustedes se han tomado tantas molestias conmigo que, si sirvo de algo, no puedo negarles mi ayuda −añadió tímidamente para terminar con un suspiro−. ¿Realmente hemos estado viajando tres días?


 


Karad no podía evitarlo, algo dentro de él le decía que tenía que contarle todo lo que sabía. Sentía que era lo que se debía hacer con cualquiera que hubiera perdido la memoria, aunque fuera de manera arcana. Después de escuchar de boca de la adivina todo lo que vio dentro de ella, le daba tristeza verla así, la sentía como una hija a la que tenía que cuidar y a la cual no podía esconderle nada. Con esa huella en él, habló:


−Casi… Cuando caíste inconsciente, Voriana tardó en despertar varias horas. Nos tenías muy preocupados, tu collar brillaba muchísimo y nadie podía acercarse a ti. Viajamos hasta las afueras de tu ciudad, donde nos detuvimos para arreglar este cuarto y descansar. Esa misma noche, Voriana intentó averiguar algo sobre tu ciudad, pero parece que algo muy privado sucede ahí porque no se puede entrar, está completamente sellada. Las puertas están abiertas, pero no se puede pasar. Pensamos que es algo curiosamente extraño que tú seas traspasable y tú ciudad sea impenetrable, aunque quizá es una casualidad. La mañana siguiente partimos de nuevo. Aprovechando el rumbo, paramos unas horas en el pueblo de Lienns, buscábamos a un pintor que el Éter nos recomendó para que hiciera el cartel de la nueva gira, pero fallamos en encontrarlo. Dimos con su casa,  estaba abierta y sus pertenencias dentro, pero se notaba que llevaba tiempo sin ser habitada, cómo si la hubieran abandonado de improviso.


Nadie de los alrededores quiso decirnos donde podríamos encontrarlo, lo único que logramos saber fue que su mujer se fue a buscarlo días después de que un grupo de arcanos se lo llevaran y no había regresado. Después de eso, anoche nos detuvimos para dormir. Y hoy no había pasado nada interesante hasta que despertaste. Llegaremos en unos minutos a Wynn, donde esperamos encontrar a alguien que realice el cartel.


−Ustedes, todos ocupados mientras yo aquí muerta, haciendo bulto. ¡Qué pena! −dijo sorprendida de que se tomaran la molestia de ponerla al tanto. Los dos directores casi morían de risa por lo ocurrente que les resultó el comentario de Dahlia.− Pero díganme, ¿de qué trata el show? ¿Qué tengo que hacer?


−El espectáculo trata de una mujer que debe salvar a su aldea de un hechicero que maneja el fuego, pero no conocemos el desenlace. Ya tenemos gran parte de los actos bien ensayados, pero contigo no sabemos todavía qué hacer. −explicó el hombre un tanto apenado después de soltar una carcajada a causa del comentario tan directo de Dahlia.


−Pero, ahí es donde encaja tu habilidad de ser intocable. –añadió la adivina desde la puerta, tal vez nos puedas ayudar con el final de la trama.


−¿Emprendieron un viaje para dar un espectáculo que no tenían completo, esperando encontrar lo que les faltaba antes de la primera función? ¿Eso no está… como… mal? −preguntó Dahlia sin darse cuenta de cuánto la estaban tomando en cuenta.


−Sí, así es, digamos que a veces -por no decir siempre- confiamos demasiado en lo que ella nos dice −dijo él volteando a ver a la adivina−. Realmente muy pocas veces nos ha salido algo mal y nunca nos ha metido en problemas verdaderamente serios. Hace un par de meses nos reunió para decirnos que el nuevo espectáculo trataría sobre una arcana que podría traspasar cualquier cosa. En un principio, le dije que estaba loca, que no existía una persona que poseyera tal poder arcano y que, además, estuviera dispuesta a representar el papel. –hizo una pausa, pensando muy bien lo siguiente que diría− …pero aquí estás y tendré que tragarme todas y cada una de mis palabras.


−Como siempre. −Voriana terminó la oración triunfalmente. El director no estaba dispuesto a discutir eso otra vez, no sabía qué decir, así que no dijo nada y el silencio  se prolongó.


−Entonces, ¿representaré a una arcana? −dijo la enöriana con la intención de cortar de tajo el incómodo silencio que empezaba a llenar el cuarto. No le gustaba mucho la idea, con o sin recuerdos las artes arcanas no eran de su agrado. No quería meterse con el orden natural de las cosas, pero, después de todo, algo ya estaba mal en ella…


−Sí, a menos que tengas una mejor idea para el final. −contestó el director aliviado por la sutil forma en que había cambiado de tema.


Al escuchar esto, los ojos de la enöriana brillaron. La estaban incluyendo en un plan y otorgándole cierta libertad para decidir, no la estaban dejando en suspenso, contrario a lo que hacían sus padres que siempre la sumían en el misterio. Con una sonrisa, volteó a ver de reojo el libro que sostenía en las manos.


−Uuum… creo que tengo una idea. Mi personaje muere intentando conseguir el poder para vencer al señor del fuego. En el otro mundo, unos espíritus le ofrecen la ayuda que necesitaba, entonces regresa como fantasma para derrotarlo y después lamentablemente volver al otro lado.


−¿Qué opinas, Voriana? −dijo el director.


−Que alguien ha estado leyendo libros para niños. −dijo con una carcajada y la mirada sobre el libro− Pero podemos vivir con eso, creo. No le veo problema alguno.


−En ese caso, bienvenida a la obra, Iseldis. −dijo el director con una sonrisa de satisfacción en la cara y estrechándole la mano.

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Published on July 21, 2015 13:39

July 16, 2015

Sobre donas, conexiones y la fe en la humanidad

“No eres ningún extraño, leemos a los mismos autores” dijo alguien a quien le pedí un favor y que nunca he visto en la vida. Y entonces pienso, ¿cuantos  extraños tienes en tu vida que dicen conocerte, que te ven a diario (o no te ven nunca pero dicen ser parte de tu vida), que comparten tus días y sin embargo tener una conexión con ellos es de lo más difícil?


Es bien extraño y padre eso de conectar puntos.


En estos días pasé varias veces de un “mira, esto está padre”, “fui muy fan de lo que hiciste” con una persona que contestó “ah, órale, gracias” y el eslabón se rompió a un “que bueno que viniste, me gusta mucho lo que has hecho” con otra persona y que un par de horas después, entre el mar de millones de gente lo vuelvas a topar y te digan “hello again” con una sonrisa que te expresa un sincero gusto por verte de nuevo. O que después de platicar un minuto con otra te pidan un abrazo, sin saber quién eres al agradecer por sentirse vistos.


Por otro lado, hay un grupo en facebook que nació para reunir a los que apoyamos a cierta cantautoracompositora  en el que –al parecer- todos tenemos este tipo de hambre emocional si así quieren llamarlo. Y la interacción ha sido algo que yo jamás había visto, la gente se atreve a contar sus problemas, dan de los mejores consejos que he leído, cuando piden ayuda al menos un par la da (o a veces más de un par), cuando proponen una ociosidad se participa y nadie se queja y/o exige una explicación de porqué y cuál es el motivo ulterior de hacerlo. De esa manera he visto gente que se mudó de ciudad con ayuda, un montón de amistades nacer –un par conmigo incluso-, he recibido por correo un disco de música desde Alemania, un par de postales de otros países, trabajé con una chica en Escocia de lo más agradable y aunque nadie está aquí los considero más familia que la propia, escasa y poco presente familia que hace su vida en otras historias que no son la mía.


Así también tengo a mi manada que están físicamente cerquita: con quien puedo chismear con una cerveza, con quien puedo hablar de cómo y por qué funciona la música, con quien puedo viajar a ñoñear durísimo, con quien nos contamos cómo nos funciona la vida en nuestras ciudades que aunque están separadas los dos vivimos en ambas y compartir los mundos que leemos, con quien tener asilo cuando viajo a donde nací, con quien ser gordo de sillón y netflix. Todos ellos hacen que tejer la alfombra de la vida diaria y la cotidianidad se ponga padre, que las ausencias de los que dicen estar y no lo hagan no se note. Porque es obvio que habrá quien no acepte el abrazo, la dona o la sonrisa que ofrezcas con buena intención temiendo a que sea una trampa, cuando el mundo se pone feo es fácil perderle la fe a las buenas acciones y muy decepcionante que después te las cobren.


Toma la dona y tenle un poquito de fe a la humanidad, se pone padre a veces.


Y si la música es buena, baila.

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Published on July 16, 2015 12:34