Óscar Contardo's Blog, page 212

March 27, 2017

Proyecto de Ley de Inclusión Laboral de PcD: …como un dulce para un niño

La semana pasada, la Comisión Mixta del Congreso Nacional y encargada de sacar adelante este tema ya pospuesto por tantos años, aprobó por unanimidad el proyecto de ley que incentiva la inclusión laboral de personas con discapacidad y que modifica la Ley N° 20.422 y el Código del Trabajo, estableciendo una reserva legal de empleos para personas con discapacidad (PcD) de tan sólo el 1%.


De acuerdo al Segundo Estudio Nacional de la Discapacidad presentado el año 2016 por el Ministerio de Desarrollo Social (MDS) y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), sólo el 20% de las PcD en edad laboral logra insertarse en alguna empresa de nuestro país.


No obstante lo anterior, resulta impresentable que después de todos los Estudios, Encuestas, Debates y Discursos que hemos escuchado y donde se enfatiza que estamos en vías de ser “un Chile Inclusivo”, la verdad es que estamos muy alejados de esa realidad pues recuerdo que esta discusión comenzó hace varios años atrás sobre la base de discusiones eternas en el Congreso, hasta altas horas de la noche, hablando con autoridades, organizaciones de la sociedad civil, abogados, parlamentarios, profesionales del área de la salud de la importancia de sacar adelante este proyecto con un piso mínimo de un 5%….


La cuota actualmente aprobada del 1% demuestra que los integrantes de la Comisión Mixta, no tuvieron el más mínimo interés en conocer la verdadera realidad de las PcD y sus familias. Y con esto me refiero, – entre otras cosas -, a los dichos de la Presidenta de la Comisión hace unas semanas atrás, Sra. Adriana Muñoz, quien señaló que “las estadísticas demuestran que no hay tanta demanda de personas con capacidades diferentes para incorporarse al mercado laboral, e incluso el 1% puede ser una cifra que sea grande frente a la realidad en Chile…”.


Para quienes trabajamos hace años y de manera seria y responsable en inclusión, esta propuesta resulta vergonzosa, por decir lo menos, pues claramente nos demuestra que quienes tienen en sus manos la posibilidad de darle una mejor calidad de vida a otras personas – iguales en derechos y deberes -, no tengan o no quieran buscar la información necesaria y/o los asesores que corresponden para sacar adelante un tema tan importante como éste.


El proyecto, entre otras materias, busca crear un sistema de inclusión laboral que obliga a los organismos públicos civiles y militares y a las grandes empresas privadas – en ambos casos con 200 o más trabajadores- a reservar una cuota mínima de un 1% para personas con discapacidad o que reciban pensión de invalidez.


Además, consagra el Principio de No Discriminación en el Estatuto Administrativo, prohibiendo explícitamente todo acto de discriminación que se traduzca en exclusiones basadas en motivos de discapacidad. Asimismo, la iniciativa fortalece la igualdad de remuneración, partiendo la negociación desde el ingreso mínimo como a cualquier otro trabajador que postula a un cargo.


Tal como ya lo había mencionado en otras columnas, la Comisión de Discapacidad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya envió a Chile el Informe del examen que nuestro país fue a rendir el año pasado sobre el estado de avance en materia de discapacidad. Una de las recomendaciones que hizo en materia laboral es “acelerar la adopción de la legislación sobre inclusión laboral de las personas con discapacidad (PcD), y adoptar una estrategia amplia con indicaciones y plazos específicos en la materia, incluyendo a las mujeres y los jóvenes con discapacidad.” Y prosigue, “El Comité recomienda al Estado de Chile asegurar el logro de un empleo productivo y decente para todas las personas, incluyendo PcD en línea con el Principio de Remuneración Igual Trabajo por Trabajo de Igual Valor”.


Resulta un descrédito para el mundo de la discapacidad y los profesionales que trabajamos en este ámbito, que el Gobierno anuncie con bombos y platillos este “avance” como una si fuera una gran noticia, cuando aún sigue siendo sólo un “proyecto de ley”, que puede demorarse varios meses o años más, para promulgarlo como tal.


Sin duda, un proyecto entrampado, sin voluntad política ni conocimiento técnico, “en período de cajón” y que sólo refleja un total y absoluto desconocimiento por parte de las autoridades de la realidad de las 2.838.818 personas que actualmente viven con alguna discapacidad en nuestro país.


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Published on March 27, 2017 04:06

Diversificación de exportaciones e inmigración

En una reciente columna de opinión, el ministro de Hacienda, recalcó la importancia de diversificar nuestras exportaciones para dejar de lado las anémicas tasa de crecimiento de los últimos años. Para diversificarse, los países recurren – entre otras cosas- a políticas migratorias modernas que atraen a trabajadores extranjeros capaces agregar nuevas capacidades productivas al país. Es de esperar, que el actual gobierno incorpore en el proyecto de ley que reforma el sistema migratorio incentivos para atraer extranjeros que ayuden a este propósito.


El valle de Franschhoek (pequeño pueblo ubicado en la costa sur-occidental de Sudáfrica), sirve como punto de partida para ilustrar la importancia de los inmigrantes en la creación de nuevas industrias. Franschhoek fue fundado a finales del 1600 por 176 refugiados protestantes franceses (hugonotes) expulsados de Francia por Luis XIV y hoy la zona es uno de los principales productores de vinos sudafricanos de exportación. La propia historia de Chile nos señala que los inmigrantes han jugado un rol clave en el desarrollo productivo del país. Primero, la contribución de alemanes y croatas a la modernización del sector agrícola y ganadero en la zona sur es innegable. Segundo, según el ranking Forbes, 6 de los 10 grupos económicos más importantes del país, corresponden a familias provenientes de Croacia, Alemania, Italia y Palestina. Tercero, según datos CASEN 2015, los inmigrantes son, en promedio, 63% más emprendedores que los chilenos (controlando por nivel de educación y experiencia laboral). En otras palabras, los inmigrantes en la actualidad no solamente vienen a emplearse a Chile, sino que son generadores de empleo.


Por otro lado, a la fecha no existe ningún estudio que señale que los inmigrantes deprimen los salarios de los trabajadores chilenos. Más aún, un estudio del economista Giovanni Peri de la Universidad UC Davis, en donde analiza 30 años de investigación sobre inmigración en países industrializados, concluye que los inmigrantes no afectan negativamente los salarios de los trabajadores locales, sino que, por el contrario, ayudan a mejorar la productividad de los países en el largo plazo.


¿Qué ha hecho Chile en materias de políticas públicas para promover una inmigración que fomente la diversificación productiva? Poco y nada. A la fecha, contamos con una ley de inmigraciones que data del año 1975 y un Código del Trabajo que establece un (arbitrario) máximo de 15% de trabajadores extranjeros por empresa. Esto, junto con la mirada escéptica y desconfiada de nuestros compatriotas hacia los inmigrantes, contribuyen a que el stock actual de inmigrantes en Chile no supere el 2% de la población, muy por debajo del 10% promedio de las economías avanzadas (OECD) y de países que nos gusta compararnos como Nueva Zelandia (23%), Canadá (22%) o Australia (28%).


¿Qué puede hacer Chile para atraer inmigrantes que -tal como lo hicieron los hugonotes en Sudáfrica- puedan ayudar al desarrollo de nuevos sectores?


Primero, la clase política tiene la gran responsabilidad de no utilizar el discurso anti-migración como botín de campaña, tal como lo hemos visto en algunas declaraciones de políticos de derecha en los últimos meses. Los chilenos no nos debemos sentir amenazados por la llegada de inmigrantes, sino que por el contrario debemos valorar su aporte a nuestra sociedad desde un punto de vista social, cultural y económico.


Segundo, la nueva ley de inmigración que está tramitando el actual gobierno debería incluir un sistema de atracción de trabajadores extranjeros calificados. Un sistema de puntos (como el implementado en Australia y Canadá), con una fuerte coordinación público-privada, apuntaría en la dirección correcta. Por ejemplo, el Estado podría habilitar un portal en donde potenciales interesados en venir a Chile puedan inscribirse, y donde un comité público-privado asigne un mayor puntaje a aquellos trabajadores con experiencia en actividades de alto valor agregado en que el país hoy no es competitivo, pero que comparten capacidades con industrias que si lo son. Luego, empresas de estos sectores podrían buscar candidatos prometedores dentro de este pool y ofrecer las correspondientes visas de trabajo.


La inmigración es un proceso natural de un mundo cada vez más globalizado. Es tiempo de que en Chile nos adaptemos a este fenómeno, poniendo al servicio del país todo el conocimiento productivo que traen consigo los trabajadores extranjeros.


 


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Published on March 27, 2017 04:04

March 26, 2017

Algo muy humano

EN ESTA ocasión la Presidenta no pasó, sino que trató de salir al paso de las críticas por la adquisición de un terreno próximo al proyecto Dominga. No le salió muy bien, pues las explicaciones fueron tan confusas que no hizo más que generar suspicacias y más críticas.

Porque tratando de justificar que todo era normal y que las acusaciones eran un ataque injusto a su hija, terminó reconociendo que había hecho algo que estrictamente es irregular: que decidió comprar el terreno y que financió la operación, no obstante lo cual la hizo a nombre de su hija. En derecho eso se llama contrato simulado. ¿Por qué hizo semejante cosa?; ¿no era más fácil comprar a su nombre?

Para los que ven cosas ocultas, se escondió el verdadero titular porque al aprobarse el proyecto minero, que de hecho requiere de la venia del gobierno, el valor del terreno se incrementaría por una mayor demanda habitacional en la zona, generándose una ganancia indebida. Una teoría con muy poco sustento. Porque de ser así, no se entiende por qué el proyecto fue rechazado; que la crítica habría sido la misma al tratarse de la hija; y que dado el exiguo valor del terreno, cualquier porcentaje de ganancia habría sido unas cuantas monedas, una pasada bastante magra. Y, al cabo, que todos sabemos que la Presidenta no es así.

Mi teoría es otra, pues me compro eso que las buenas vibras y la mejor onda justificaban plenamente adquirir un terrenito barato en ese lugar. Pero no así cambiar el titular en la escritura. La explicación para esto es otra y muy humana: quería regalárselo a su hija (o hijas, como dijo varias veces, aunque los papeles mencionan solo a una), pero sin pagar impuestos.

Todos llegamos a una etapa en que pensamos en los que nos seguirán y queremos dejarles algo. Más aún, asegurarnos que continúen juntos y, entonces qué mejor que darles algo que garantice que hagan vida en común, cuando menos para las vacaciones. Ya lo dijo la Presidenta: quería darle algo a mis hijas.

Pero existe en aquello un “pero”: si se dona, o compra para sí y que después se herede, el Fisco querrá su parte: el odioso y socialista impuesto a las herencias y donaciones. Pues, ¿qué justifica que el Fisco cobre un tributo sobre cantidades que ya estuvieron sujetas al impuesto a la renta, por el hecho de transferirlas gratuitamente a terceros? Nada, ya que hay una doble tributación, salvo una razón práctica: generar ingresos a la caja fiscal. Pero hay más, para el socialista de alma es el medio de expropiar en el largo plazo los capitales. Por eso, aunque esté equilibrado el presupuesto público y el impuesto siempre haya rendido poco, un socialista se negará siempre y con vehemencia a derogarlo. Por eso es que se trata de un impuesto socialista, hay una cuestión ideológica involucrada en su aplicación, no una puramente macroeconómica.

Mi crítica a la Presidenta no es tanto que haya incumplido la ley -algo impropio de la primera magistratura-, sino que siendo socialista, haya cedido a la humana tentación de no pagar un impuesto socialista. Eso se llama incoherencia.


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Published on March 26, 2017 03:30

Súper buena onda

Sebastián Piñera dijo, durante el lanzamiento de su campaña, que había que volver. Desandar camino, escapar del caos en el que estamos consumidos y reencontrarnos con algo llamado “principio de autoridad”, una antigua costumbre que separaba claramente las aguas entre quienes habían nacido para hacer preguntas y quienes debían sentirse obligados a responderlas. Los chilenos, parecía decir Piñera, nos habíamos rendido al encanto de buscarle la quinta pata al gato, azuzados por odiosidades enfermas, alimentadas, ni más ni menos, que por sus adversarios políticos. En lugar de conformarnos con la comodidad que brinda el mero hecho de acatar, nos estábamos crispando los nervios exigiendo explicaciones, sobre flujos de dineros que no nos conciernen. Así no se llega a ninguna parte. ¿Qué pasó con ese país en donde la amistad cívica estaba por sobre la obsesión enfermiza por la transparencia? ¿Por qué no volver a ese tiempo en el que los políticos bailaban en la Teletón para limar asperezas y representar su compromiso con la ciudadanía? Años entrañables, cuando nos conformábamos con tan poco. Si alguien le pinchaba el teléfono a un senador y luego se revelaba una conversación pública por televisión, no se trataba de espionaje, sino de un radioaficionado de uniforme que por coincidencia sintonizó la charla inapropiada. Luego la grabó y se la mandó justo a la persona de la que el senador hablaba. Cosas que pasan. ¿Para qué hacerse mala sangre? Esa amistad cívica en extinción es la que el ahora oficialmente candidato Sebastián Piñera busca recobrar. Lo hace con pasión, apuntando justamente a la Presidenta -quien jamás ha hecho declaraciones en su contra, ni contra su familia- como la responsable de una debacle histórica. La principal de todas las hecatombes para él parece ser la educacional. Una elección curiosa para un ex presidente cuyo primer ministro en la cartera de enseñanza propuso como política pública estrella la instalación de semáforos que indicarían el nivel de calidad de los establecimientos municipales. El mismo sistema que usan los estacionamientos para avisarles a los conductores la cantidad de espacio disponible.

Lo que buscaba una y otra vez Sebastián Piñera en su discurso del martes era fijar un pasado de bordes definidos por su mandato y dejarlo establecido como un período de ensueño al que era necesario retornar. Puso en escena una especie de ejercicio vintage, emparentado con el ya legendario Make America great again de Donald Trump. En este caso, el mascarón de proa era el crecimiento económico que alcanzó el país durante su período como presidente. El ex presidente y ahora candidato describió un paisaje a la carta, seleccionando los elementos que le servían y olvidándose del relato total de los hechos que incluyen una larga lista de fracasos y un nutrido grupo de colaboradores indagados por la justicia. El clímax de esa memoria editada descansó en la metáfora predilecta de los economistas: la competencia deportiva. Todo consiste en llegar antes, ser primeros, liderar, dejar atrás al resto de Latinoamérica y lograr los aplausos del mundo allá afuera. La satisfacción descansa entonces en disfrutar un triunfo solitario. Los podios no están hechos para todos, tampoco son espacios de bienestar común, sino poco más que áreas perimetrales de goce individual o para compartir entre algunos afortunados. En ese esquema tiene lógica que en lugar de hablar de educación pública, el candidato escoja hablar de liceos emblemáticos y de excelencia. La retroexcavadora -una imagen que el senador PPD Jaime Quintana le regaló a la derecha- es el cuco del que hay que escapar por la puerta trasera, un camino directo al gobierno de excelencia que -según se desprende de las palabras de Piñera- no supimos valorar en su momento.


El problema con la estrategia vintage del discurso de Piñera es que los límites de ese pasado, en donde supuestamente se caminaba rumbo al éxito, lejos de estar bien demarcado, se confunde con otras rutas. Así lo entendió el público asistente cuando coreó con energía el apellido Pinochet después de gritar ¡Viva Chile! Los malos entendidos crecen cuando a la frase Buena Onda -el eslogan del lanzamiento- se le superponen los agradecimientos especiales que Piñera dio en su discurso a dos presidentas de partidos -Alejandra Bravo y Jacqueline van Rysselberghe-, cuyas intervenciones públicas han estado marcadas por declaraciones sarcásticas, ofensivas y dañinas no sólo contra sus adversarios políticos, sino también contra grupos de ciudadanos que parecen molestarlas con su sola existencia. Ni qué hablar de la sombra de los correos electrónicos de SQM y las pesqueras que se ciernen sobre ambas.

En su nueva campaña, el ex presidente promete un futuro que consiste en dar marcha atrás hacia un pasado que nos espera con más deberes que derechos. Retornar a un momento y un espacio de ensueño, los años del orden y la eficiencia, cuando la realidad era definida por el entusiasmo de las autoridades en el poder y no por el descontento cotidiano de los gobernados. 


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Published on March 26, 2017 03:28

Identidad referida

Y DESPUÉS DE una larga espera por parte de sus seguidores, por fin Sebastián Piñera oficializó su precandidatura para la campaña presidencial. Una puesta en escena sumamente cuidada, donde no se escatimaron los detalles estéticos y que -de no haber sido por el anuncio de Beatriz Sánchez esa misma mañana- era conversación política segura de la semana.

Pero el sorpresivo anuncio de la periodista no fue lo único que deslució el evento donde la UDI y RN proclamaban a su abanderado. Para muchos, incluso también entre algunos de sus partidarios, Piñera no estuvo a la altura de las expectativas que se habían generado, ya que pese a lo largo de su discurso, se le reprochó ausencia de contenido. Y aunque era de esperar que proliferaran las críticas al gobierno, éstas terminaron por apoderarse de su mensaje, oscureciendo -más bien, haciendo desaparecer- lo que parecía un momento propicio para desplegar las banderas del proyecto que la derecha tiene para el Chile del siglo XXI. Escasas ideas, varios lugares comunes y una abundante referencia a lo que no quería hacer o continuar, a lo que pretendía cambiar o modificar, y lo que prometía revertir o restaurar.

Probablemente para muchos con eso basta, es decir, con plantearse solo y simplemente en oposición al otro. De hecho, no fue muy distinto a lo que hizo en 2010 y, sería bueno recordar, le bastó para ganar la elección. Sin embargo, después de cuatro años de un gobierno -a ratos híbrido, pragmático y muy centrado en su figura- fue incapaz de consolidar un legado político sustantivo para su sector y sus sucesores, incluso muchos acusando al expresidente de haber virtualmente saboteado las opciones de éstos, provocándose una estrepitosa derrota electoral en la elección siguiente. De esa manera, la pregunta legítima que muchos se hacen es cuál debe ser el relato que anime el proyecto político de la derecha en Chile; ya sabemos lo que pretenden obstruir, pero lo que no queda claro todavía, ni antes ni hoy, es qué se quiere construir.

Fue el propio Andrés Chadwick hace algunos días, abandonando esa aura de persona racional y sensata, quien manifestó que ellos representaban el 80% de la población (obviamente como referencia a la baja aprobación del gobierno de Bachelet). Dicha frase, más allá de la tontera estadística y la falacia política, refleja bien lo que Piñera hizo esta semana y que parece ser un sentido común en su círculo más cercano: la orden del día, a la mejor usanza de Carl Schmitt, será centrar el discurso en la diferencia “con el otro”, aunque eso signifique postergar nuevamente el hablar “de nosotros”.

Lo que sí agradecieron partidarios y detractores, es que el expresidente evitó esta vez su obsesiva pulsión a las citas, que tantas mofas le han traído. Mal que mal, fue la senadora de la República y presidenta de la UDI, Jacqueline Van Rysselberghe, la que mediante su “concenso” (sic) en Icare, nos recordó el por qué de la urgencia de una reforma educacional.


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Published on March 26, 2017 03:24

Nada del otro mundo

El acto en que Sebastián Piñera anunció el martes pasado su intención de competir en la próxima elección presidencial es importante no tanto por haber confirmado una decisión que se daba por descontada, sino por haberlo hecho en un contexto de profesionalismo donde las cosas salieron bien. Esto no es poco, atendido que pudieron haberle salido mal. Son actos de este tipo los que a Piñera más le cuestan, quizás por razones de carácter. Los protocolos no van mucho con él y el riesgo de la improvisación o de la espontaneidad inoportuna podría haberle jugado una mala pasada. No fue así. El entorno, el lugar, el discurso, y sobre todo la sobriedad, dieron cuenta de un encuentro de contornos serios y republicanos. Piñera habló como el presidente que fue y que tiene altas posibilidades de volver a ser.

No hubo tampoco sorpresas mayores en sus prioridades de campaña. El estado en que está el país, la política, la economía y el ánimo nacional no dejan mucho margen para otra cosa que no sea la exhortación a dignificar el espacio público, a volver a poner en movimiento la inversión y la actividad productiva y a corregir el rumbo. Posiblemente, los datos más significativos del discurso -mucho más político de lo fueron los suyos como presidente- fueron las referencias que hizo a la unidad nacional, el principio de autoridad, al estado de derecho y a los derechos y deberes ciudadanos. Son temas que interpelan muy directamente al pensamiento de derecha, pero que en la campaña pasada Piñera nunca quiso enfatizar o explicitar demasiado. Si lo está haciendo ahora es porque tiene un desafío de primarias por delante en Chile Vamos y porque, además, considera que las circunstancias ahora son distintas. Después de la experiencia gubernativa de la Nueva Mayoría, debe sentir que es fundamental recuperar con disciplina, con orden y con sensatez los equilibrios que el país perdió tras su fuga a la retroexcavadora y al mesianismo.

Piñera está partiendo su campaña con varias ventajas. Algunas se las generó él con su gobierno y con el tipo de liderazgo que ejerce y otras se las están concediendo sus adversarios. Es cosa de comprobarlas en la confusión y el desorden en que se debate en estos momentos el oficialismo. Particularmente para la izquierda, el gobierno de Bachelet ha sido, si no catastrófico, por lo menos muy desgastador. En más de algún sentido, este gobierno terminó quemando varias de las quimeras de la izquierda. Eso explica que el PS y gran parte del PPD recién ahora estén tomando conciencia de lo que significa no haber generado liderazgos potentes y de encontrarse en una posición que les deja muy poco margen para intervenir en el escenario presidencial. De hecho, a lo que más están aspirando una y otra colectividad es a matricularse con la alternativa que sientan menos ajena y más competitiva, solo para salvarse de la humillación.

La preocupación, la alarma incluso, de los dirigentes más responsables de la centroizquierda está asociada no solo a las dificultades que está teniendo el oficialismo para coincidir en un mecanismo de selección del candidato y en un proyecto político verosímil, sino también al fantasma de un Frente Amplio que, de llegar a tener convocatoria, podría dañar en forma severa las proyecciones presidenciales de la Nueva Mayoría y constituir un duro golpe a las aspiraciones parlamentarias de los partidos de izquierda.


El cerrojo del PC, que fue la gran garantía que tuvo el bloque en orden a que esta colectividad iba a neutralizar a la izquierda extrema, pareciera no estar funcionando y el precedente de Podemos en España, que destruyó a la izquierda socialdemócrata española, ha comenzado a configurar una pesadilla que la coalición simplemente no sabe cómo espantar. Hasta aquí todos los esfuerzos de la Nueva Mayoría por salir a cortejar ese lado del espectro han terminado mal. Lagos, que fue el primero en intentarlo, no cosechó otra cosa que vetos y portazos. A Guillier tampoco le fue mejor.

Libre de esos traumas y dilemas, la idea de Piñera -por lo que se leyó en su discurso del martes- es emplazar directamente a la ciudadanía en temas, en urgencias y en prioridades que las dirigencias oficialistas han ignorado de manera sistemática. Están demasiados enfrascadas en el ideologismo, en su metro cuadrado y en disputas de tribu. La idea del ex presidente es devolverle a la política chilena el realismo y la sensatez que perdió. Su discurso en el fondo es un llamado a bajar las revoluciones. Es cierto que en el país la discusión política se ha crispado y polarizado mucho y también es evidente que este gobierno le ha echado mucha leña a la hoguera. Pero una cosa es que la clase política esté inflamada o chamuscada y otra que el fuego haya llegado a las bases de la sociedad chilena. Lo primero puede ser cierto; lo segundo, claramente no lo es. Todas las encuestas revelan que la ciudadanía, lejos de todo extremismo, sigue siendo moderada. Quiere un país con oportunidades. Quiere un gobierno que haga las cosas razonablemente bien. Quiere un Estado vigilante y donde puedan reconocerse todos. Quiere una sociedad que sancione el abuso y donde la gente pueda vivir tranquila. Quiere una economía que genere empleos y posibilidades de superación. En realidad, nada del otro mundo.

No tiene nada de raro que Sebastián Piñera quiera sintonizar con estas demandas. Son aspiraciones que llevan varios meses instaladas en el espacio público y que el gobierno se ha empeñado en ignorar. El cambio que promete va en esa dirección. No es volver a todo lo de antes, pero desde luego es rectificar.

Piñera ya partió. El país está muy complicado y, sin embargo, sus adversarios siguen desgastándose en trifulcas y dilemas que a la gente le interesan poco. ¿Primarias o no primarias? ¿Continuidad o ruptura con el legado del actual gobierno? ¿Ir en dos o una sola lista parlamentaria? ¿Ser o no ser? Demasiadas dudas para un desafío que es urgente y tal vez harto más simple.


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Published on March 26, 2017 03:07

Cada día más hippies

-“NIÑITAS, les tengo un regalo: les compré unas parcelas en un lugar muy místico y lleno de buenas vibraciones, miren que harta falta nos hace”.

-“Pero si la ONU dijo que estamos entre los 20 países más felices del mundo”.

-“Eso no es felicidad, sino mero sometimiento al modelo imperante, para que sepas”.

-“¿Y dónde quedan las parcelas?”.

-“Cerquita de La Higuera”.

-“¡Pero si eso es un peladero!”.

-“Peladero será, pero lleno de buena vibra y de buena onda”.

-“¿Y de dónde sacaste estas parcelas?”

-“Me las recomendó una enfermera”.

Plop.

(Enfermera: dícese de la profesional de la salud que en determinadas ocasiones cumple labores de asesoría inmobiliaria).

Meses después y varios kilómetros más al sur, un grupo de empresarios encuentra otro lugar para arrancar del mundanal ruido y reflexionar sobre los cambios que experimenta la sociedad. Las buenas vibras inundan el palacio… campestre, pero palacio al fin y al cabo.

-“¡Qué buena idea, Alfredo! Esto es lo que necesitamos para recuperar la confianza ciudadana, pos hom’”.

-“Ese es el espíritu con que Wence ideó este lugar”.

-“Sí, debemos incluirnos en la diversidad”.

-“¿Puedo tuitear eso?”

-“Innovarnos tanto en lo personal como en lo colectivo”.

-“Esa está mejor. ¿La puedo tuitear?”.

-“Es que nos une un profundo amor por Chile, ¿se habían fijado?”.

-“Y estamos súper comprometidos para trabajar por su futuro”.

-“Ay, no me alcanzan los dedos para tuitear tanta buena frase”.

-“Cierto, yo soy emprendedor ¿y tú?”

-“No, yo soy empresario. Pero tengo tuiter y ando en micro”.

-“Igual tenemos que escucharnos”.

-“¡Cantemos Todos Juntos, ¿les parece?”.

-“¡Y después nos podemos bañar piluchos!”.

-“Como en Palomita Blanca”.

-“Ese libro yo lo leí. ¿Alguien quiere un libro sobre el veterano de la Guerra del Pacífico? Tengo un montón”.

-“Oye, pero el almuerzo será sin alcohol para que no crean que estamos tonteando”.

-“Mejor, así la Javi no choca”.

-“Igual no vino, porque no es empresaria ni tampoco emprendedora”.

De regreso en el palacio que tantos quieren habitar…

-“Jefe, hicimos el cruce de información y no me va a creer quién tiene una parcelita en la zona”.

-“Ups, mejor llame al intendente y dígale que hasta aquí no más llegó el proyecto, mire que con las inversiones del niño en Machalí ya tuvimos suficiente”.

-“Qué lástima que se pierda un lugar tan místico y lleno de vibraciones”.

-“Demasiado lleno, mi leal funcionario”.


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Published on March 26, 2017 02:50

Las liebres de Piñera

“¿Cuánto ha cambiado Piñera?”, preguntaba un reportaje en este diario el domingo pasado. Las respuestas eran muy positivas: estamos frente a un nuevo Piñera, más humilde, que escucha y no pretende controlarlo todo, con capacidad de autocrítica, capaz de reconocer sus errores y no volver a cometerlos.

Sorprenden estas declaraciones cuando Piñera sigue sin aprender la principal lección que dejó su gobierno, que su incapacidad de separar los negocios de la actividad política terminó hundiendo cualquier posibilidad de que liderara reformas sustantivas.

Un presidente con participación en un gran número de negocios se expone a terminar pagando un alto costo político por alguno de sus intereses comerciales. Es imposible predecir cuál será el negocio que le pasará la cuenta, no se puede saber dónde va a saltar la liebre, pero en el caso de Piñera, son tantas las liebres que pueden saltar que uno puede asegurar que alguna saltará.

A pesar de no tener mayoría en el Congreso, hubo un momento en que el gobierno de Piñera tuvo una alta aprobación ciudadana que le permitía impulsar reformas potentes. Sucedió justo después del rescate de los mineros, a fines de 2010, la épica de un gobierno gestor plasmada en imágenes que siguió todo el mundo y donde las intuiciones de Piñera resultaron ser las correctas.

La bonanza política producto del rescate de los 33 terminó siendo una golondrina que no duró siquiera un verano. A poco andar, en febrero de 2011, el presidente se veía involucrado en la salida de Bielsa de la selección nacional y sus índices de aprobación cayeron estrepitosamente. Nunca se recuperaron.

Varios de sus partidarios le habían pedido públicamente que vendiera sus acciones en Lan, Chilevisión y Blanco y Negro antes de asumir como presidente, pero no lo hizo. Su participación y la de su ministro de Deportes en la sociedad dueña de Colo Colo, involucrada en las maquinaciones de la ANFP, que terminaron con la salida de Mayne-Nichols y Bielsa de la selección nacional, lo llevaron a compartir responsabilidades por hechos que fueron reprobados por una amplia mayoría ciudadana. Poco importa si tuvo algo que ver en la salida del técnico transandino, lo relevante es que se expuso innecesariamente y la liebre termino saltando por ese lado. El costo político fue enorme.

“Tomaré todas las medidas necesarias, incluso yendo más allá de la ley, para separar mi rol de Presidente y abandonar cualquier interés, por legítimo que sea, de carácter privado”, anunció Piñera en el lanzamiento de su candidatura presidencial el martes de esta semana. El problema es que no anunció cuáles serán esas medidas. Y mientras no las anuncie hay dudas fundadas de que no serán suficientes.

Un primer problema con las declaraciones anteriores es que lo que Piñera entiende por ir más allá de la ley suele ser más mediático que real. El hecho de haber dejado todas sus inversiones en el extranjero fuera del fideicomiso voluntario que creó en su primer gobierno despierta dudas sobre lo que hará en esta ocasión. La impresión que quedó en aquel entonces fue que no había letra chica, nadie imaginó que el hijo del presidente tendría un rol activo en el manejo del 80% de las inversiones de su padre. Y respecto del 20% restante, tampoco imaginamos los fines de semana en Cerro Castillo que pasó Piñera en compañía de quien manejaba su fideicomiso.

Un segundo motivo, porque ir más allá de la ley promete poco, es que la ley de fideicomiso es la única mal evaluada de la decena de leyes aprobadas de la Agenda de Probidad y Transparencia. En primer lugar, porque olvidó incluir los activos que tengan las autoridades en el extranjero. En segundo lugar, porque priorizó un fideicomiso ciego en lugar de uno diversificado.

Si se quiere recuperar la confianza de la ciudadanía en los políticos es clave que estos, cuando tienen alto patrimonio, lo inviertan en un portafolio tan diversificado que pueda ser de conocimiento público sin correr el riesgo de acusaciones por conflictos de interés. Bonos de gobierno e índices accionarios muy amplios son las opciones más obvias. Lo anterior se conoce como fideicomiso diversificado y es lo que propuso el Consejo Anticorrupcion como una opción superior al fideicomiso ciego. Fue la manera en que el Presidente Obama abordó la materia, es la forma en que Piñera debiera abordarlo si quiere evitar que siga siendo tema de campaña y hacer un buen gobierno en caso de ser elegido. Se lo ha sugerido públicamente más de un líder de su sector.

Basado en un sinnúmero de anécdotas, me atrevo a especular que el problema de fondo por el cual Sebastián Piñera nunca tomará la distancia debida de sus intereses financieros tiene que ver con su naturaleza. Necesita de la adrenalina que generan las inversiones riesgosas, de la recompensa que siente al ser exitoso en una apuesta financiera. Al igual que en la fábula del escorpión y la tortuga, Piñera sabe que debiera invertir todo su patrimonio en un fideicomiso diversificado para resolver de una vez por todas su talón de Aquiles en materia política. Pero su naturaleza no le permite hacerlo y entonces solo cabe esperar por dónde va a saltar la liebre.


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Published on March 26, 2017 02:49

La jugada de Piñera

Tal y como estaba escrito, Sebastián Piñera confirmó esta semana su candidatura a la presidencia; una circunstancia que vino a reforzar el escenario de campaña justo en el momento en que a la Nueva Mayoría se le acrecienta la amenaza por su flanco izquierdo. En efecto, la irrupción del Frente Amplio y el desafío que este actor emergente representa para el oficialismo, llevaron al candidato de la oposición a ubicarse lo más a la derecha posible, apostando a que las diferencias al interior del bloque gobernante solo van a tender profundizarse ante el riesgo de una fuga de votos hacia el nuevo referente. Fue precisamente eso lo que con agudeza explicitó Ricardo Lagos, al alertar sobre la posibilidad de una gran derrota estratégica de la centroizquierda.

Las primeras señales de Sebastián Piñera ilustraron los contornos de su diseño político y comunicacional, una apuesta que buscará situar al país ante ‘caminos divergentes’, y cuyo eje central será la dicotomía entre la continuidad o rectificación del actual proceso de reformas. De algún modo, lo que el exmandatario puso en movimiento es un claro intento de ‘politización’ de la próxima contienda, buscando que la mayor homogeneidad de posiciones que hay en su sector contraste con las diferencias y tensiones que recorren al oficialismo y, en especial, con la creciente distancia que ya se observa entre la Nueva Mayoría y el Frente Amplio.

Fue quizás este objetivo el que llevó al expresidente a una jugada riesgosa en estos tiempos de crisis y desconfianza hacia la política: destacar el rol que los partidos de su coalición tendrán en la campaña. De algún modo, Sebastián Piñera apostó así al sustrato ideológico que sin duda existe en los altos niveles de desaprobación que hoy exhiben el Ejecutivo y su programa de reformas. La dicotomía planteada entre ‘un mal gobierno’ y el imperativo de ‘enmendar rumbos’, será entonces la cancha hacia donde el candidato de la oposición intentará llevar la contienda en esta primera etapa.

El Frente Amplio ha venido a consumar el cuadro de polarización abierto por la Nueva Mayoría, cuando, al apostar por la enorme popularidad de Michelle Bachelet, estuvo dispuesta a moverse hacia la izquierda descuidando el centro. Iniciado el gobierno, el tenor de las reformas provocó una verdadera estampida de los sectores medios y moderados, que ahora tendrán escasas posibilidades de ser reconquistados por una coalición seriamente amenazada desde la izquierda. En este primer movimiento, entonces, Sebastián Piñera no necesitaba ir a la captura de la votación de centro, porque ese segmento difícilmente podrá ser atraído por una Nueva Mayoría tensionada por la disputa con el Frente Amplio.

En definitiva, ante la inminencia de este conflicto, Sebastián Piñera simplemente optó por asegurar la unidad de la centroderecha y su empatía con los altos niveles de desaprobación del actual gobierno, apostando a que los sectores de centro no tendrán, en la batalla que se avecina a extramuros de su coalición, ninguna posibilidad de quedar a resguardo.


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Published on March 26, 2017 02:45

La ciudad que viene

EL GRAN escenario de la modernidad es la ciudad. Ella es el dominio de los individuos, el teatro de las luchas políticas y el lugar de las grandes preguntas de nuestros tiempos. Por eso, pensar la modernidad es, en buena medida, pensar la ciudad. La mayoría creciente de las personas vendrá al mundo y pasará casi toda su vida en un contexto urbano. Y si podemos decir algo respecto de la ciudad moderna es que ella y el cambio, como decía Bauman, “son prácticamente sinónimos”. Y que esos cambios siempre se manifiestan en nuestra vida como paradojas y contradicciones, grandes expectativas que, al realizarse, nos maravillan en la misma medida que nos desilusionan y nos arrastran a otras esperanzas.

En el caso chileno, los grandes conflictos políticos que marcan nuestro siglo XX son incomprensibles si no se toman en cuenta los procesos de migración campo-ciudad. La llamada “cuestión social” de comienzos del siglo XX, de hecho, surge debido a la aglomeración urbana de campesinos pobres que buscaban beneficiarse del auge industrial y minero. El hacinamiento y la miseria experimentadas por estos grupos fue el combustible de la primera gran oleada de transformaciones políticas y sociales de los años 20 y 30.

El segundo gran proceso de reformas sociales producido en la segunda mitad del siglo XX es también fruto de un gran shock demográfico. El epicentro de esto fue Santiago, que recibió enormes flujos migratorios entre 1940 y 1970, pasando de 952.000 habitantes a casi 3 millones. Este movimiento, que no amainó ni siquiera con dos reformas agrarias, tendrá como consecuencia la formación de bolsones de pobreza que serán el centro gravitacional de las reformas políticas y económicas de las décadas siguientes. No es exagerado decir, entonces, que la modernización chilena ha sido un intento por responder las preguntas que la urbanización masiva ha ido generando en sucesivas oleadas de “otros” que se han incorporado a la ciudad, dándole forma.

Hoy, cuando experimentamos conflictos y demandas que quitan el sueño a los poderes establecidos, vale mucho la pena preguntarnos por los procesos demográficos y urbanos que marcan el momento. Ya no se trata, eso sí, de un “otro” venido del campo que se incorpora a la vida urbana, sino de amplias y frágiles clases medias de la propia ciudad que exigen nuevos espacios y servicios. Y a ellos se suman todavía tímidas oleadas migratorias desde otros países latinoamericanos. Pero la ciudad de las últimas tres décadas, y con ella la forma de nuestra modernidad y nuestra visión misma del progreso, está siendo sometida a cambios, evaluación y crítica.

Repensar nuestro habitar urbano nos exige contar con un lenguaje adecuado y común para comprender y dialogar sobre el fenómeno. Necesitamos, entonces, entender qué es, qué ha sido y qué podría ser una ciudad. Y un buen punto de partida para eso es el libro “La ciudad que viene”, del antropólogo y filósofo Marcel Hénaff, quien visitará pronto nuestro país, invitado por el IES con la esperanza de ayudar a instalar un tema que debería ser ineludible en nuestro debate político, pero que pocos se toman en serio.


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Published on March 26, 2017 02:38

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Óscar Contardo
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