Óscar Contardo's Blog, page 15
December 21, 2017
Las perspectivas después del día cero
El resultado de la segunda vuelta sorprendió a moros y cristianos. Los intentos de explicación comenzaron en la noche del 17 de diciembre y continuarán por mucho tiempo. De los diversos diagnósticos que se impongan en los próximos meses dependerán los énfasis que aplique el nuevo Gobierno, la orientación que tome la reconstrucción de los partidos que pertenecieron a la Nueva Mayoría (NM) y también el derrotero que tomará del Frente Amplio (FA).
Hay un elemento claro y contundente: más allá de las diferencias que aparecen en el mundo político y social lo cierto es que todas las fuerzas políticas importantes se han manifestado a favor de la democracia representativa como la única modalidad para resolver las diferencias (J.A Kast y E. Artes son quizás las únicas excepciones) más allá de los matices que puedan existir en torno a como se articula con la democracia deliberativa y participativa. Esto plantea un diferencia radical con el escenario que llevó al golpe militar de 1973. Esto consenso real hay que cuidarlo; campañas destempladas como “Chilezuela” le hacen mal a este acuerdo fundamental.
Las decisiones del electorado en Chile son cada vez menos predecibles (en muchos otros lugares del mundo se están viviendo situaciones parecidas). Asociado con ello, los enfoques analíticos y las claves para la interpretación de los resultados son menos adecuados e incluso equivocados. En la primera vuelta las cifras claves fueron el 55% que obtuvieron los candidatos distintos a Piñera y J. A Kast y el 22% que obtuvo Guillier. La cifra de 55% fue leída por la NM como un rechazo a Piñera, cuando en realidad representaba un apoyo a las reformas y a la necesidad de hacerse cargo del malestar ciudadano pero no, un apoyo al Gobierno; tampoco a su gestión de las reformas ni un apoyo a una candidatura que no terminó de despegar, que tuvo un comando amateur, que demoró mucho (si es que lo logró) ponerse de acuerdo en los planteamientos programáticos fundamentales. Más aún, se trataba de una candidatura que representaba una coalición en desaparición donde los partidos que la componían se habían desdibujado políticamente, se habían constituidos en organizaciones de funcionarios desconectados con las fuerzas sociales y aparecían manejados por operadores hábiles pero con pocas convicciones. En tal sentido la cifra importante para intentar predecir el resultado de la segunda vuelta era el 22% que obtuvo Guillier, no la suma que la centroizquierda obtuvo en la primera vuelta.
Piñera leyó bien la señal de malestar que enviaba la ciudadanía. De ahí la rápida incorporación de la gratuidad a su programa post primera vuelta, la oferta de gratuidad para el 90% de los estudiantes de la educación técnica profesional y la promesa de aumento de las pensiones. Al mismo tiempo tuvo un comando profesional, los partidos operaron como tales y la campaña se desarrolló en el contexto de un amplio debate de ideas, desde al menos el 2013.
Un elemento clave pero que se intenta poco explicar y extraer de ello las conclusiones, es que desde el 2010 estamos en un juego de bandazos continuos… el 2010 Bachelet entrega el Gobierno a Piñera; en el 2014 este último entrega el Gobierno a Bachelet (además muy izquierdizada y donde la idea de atraer votantes de centro no fue muy considerada) y en marzo Bachelet entregará el Gobierno a Piñera. En tal sentido tiene razón Claudio Fuentes cuando señala que las afirmaciones categóricas referidas a que Chile “quiere esto o esto otro” pierden sentido, tenemos una diversidad de Chiles.
En este contexto, se equivocan los que piensan que el 55% de los votos que obtuvo Piñera en la segunda vuelta es una autorización para poner en marcha la retroexcavadora en reversa. La ciudadanía se pronunció a favor de cambios en la primera vuelta pero Piñera y la derecha lograron con buenas y malas artes (entre estas últimas la guerra comunicacional contra las reformas desde el 31 de marzo del 2014, que no se pueden justificar con los problemas de gestión del Gobierno) construir un discurso que le hizo más sentido el 17 de diciembre a un electorado que no termina de visualizar por qué caminos enfrentar los viejos desafíos y los nuevos problemas y oportunidades que traen los rápidos cambios tecnológicos, sociales, económicos del mundo actual y que generan una gran incertidumbre. Es por ello si el discurso de campaña del Presidente electo no logra traducirse en políticas que respondas a esos desafíos y problemas, lo más probable es que los ciudadanos den un nuevo giro, poco después de iniciado el Gobierno.
La pregunta respecto de cuál Piñera fue elegido Presidente, es hoy difícil de definir. ¿Se trata del Piñera de la primera fase de la campaña presidencial y de las primarias que amenazaba con aplicar una retroexcavadora en reversa o será el Piñera de la segunda vuelta que asumió una parte significativa del discurso Bacheletista?
El trabajo de identificación de la naturaleza profunda de la coalición triunfante se dificulta aún más cuando se mira el entorno presidencial y los debates al interior de los distintos partidos. J.A Kast representa la ira frente a los avances de la justicia en derechos humanos y crecientemente un derecha que sigue viendo el mundo como la confrontación entre el “mundo libre” y el comunismo y que probablemente desarrollará cada vez más un estilo confrontacional a la Trump. Más importante, sin embargo, son las diferencias entre la que ha sido la visión dominante en la derecha representadas de manera más extrema y genuina por el Instituto Libertad y Desarrollo que releva la idea de proyectar la economía de mercado en una sociedad de mercado, que considera la salud, la educación y las pensiones como bienes de consumo y que rechaza toda intervención del Estado en la economía y en lo social más allá de auxilio de los super pobres. Esta visión ha reaparecido con mucha fuerza en Evópolis asociado a un cierto liberalismo valórico. Frente a esa visión aparecen otros sectores de derecha que relevan la importancia de lo político para la definición de las políticas públicas. Se acepta que las opciones de política no dependen sólo de lo que puede sugerir una teoría económica única sino que las demandas sociales pueden indicar caminos condenados por la “economía setentera”. De hecho Piñera en su primera Administración dio señales (muy discutidas por la derecha tradicional) como fue la reforma tributaria para financiar la reconstrucción luego del terremoto, la eliminación parcial del 7% de salud a los pensionados y la ampliación significativa del postnatal.
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December 20, 2017
Chile: la fuerza de su institucionalidad
América Latina vive momentos complejos, viejos temas se reactivan y ponen a prueba la institucionalidad multilateral regional así como la calidad de la democracia. Las elecciones hondureñas celebradas el 26 de noviembre dieron lugar a sucesivos recuentos y reclamos que persisten, incluida la reciente recomendación del Secretario General de la OEA de realizar nuevos escrutinios. Perú está remecido por una crisis política en cuyo centro está la relación entre negocios privados y responsabilidades públicas que involucra al propio presidente. Bolivia se encamina hacia un proceso electoral en el que el oficialismo intenta desconocer los resultados del referéndum que a inicios de 2016 rechazó la reelección presidencial. En Venezuela la crisis persiste y sus ecos han neutralizado el accionar de la mayoría de los organismos multilaterales regionales.
Cada país debe construir la mejor forma de resolver sus desafíos; corresponde a los demás respetar esa soberanía. Asimismo, también corresponde acudir y cooperar en lo que cada país solicite a la comunidad internacional. Esta cooperación es permanente en muchos casos, pero se debe acentuar si se requiere en momentos de emergencias.
En este contexto, los chilenos hemos concluido nuestro proceso electoral. A pocas horas de cerradas las urnas, el resultado era difundido con transparencia y credibilidad. Los ganadores celebraron, los que perdieron reconocieron su condición. Entre el cierre de las urnas y la proclamación del resultado universalmente aceptado, transcurrieron tres horas. La Presidenta Bachelet llamó al presidente electo para iniciar la necesaria coordinación.
No todo es perfecto; el nivel de participación es muy bajo, millones de chilenos no se involucran en la decisión de su futuro. Las elites políticas sufren un fuerte deterioro de su legitimidad. La inmensa mayoría es muy celosa de sus derechos, pero el compromiso con sus obligaciones no es el mismo. Mas la institucionalidad funciona. Miles de ciudadanos integraron las mesas de escrutinio, no designados por partidos sino seleccionados por la autoridad electoral. Miles de soldados y policías proporcionaron el debido marco de seguridad. Terminada la hora de votación, los escrutinios fueron públicos y los medios de comunicación con fluidez dieron a conocer los resultados.
Hace mucho tiempo, un alto diplomático que conoce bien a América Latina y a nosotros me dijo: “el mejor producto de exportación de Chile es su institucionalidad”. En su opinión no era el vino, ni los salmones ni el cobre, ni menos los seguros privados de salud o de previsión. “Chile tiene instituciones” me señaló, y me sugirió que esa debería ser la principal orientación de nuestra cooperación en la región, con modestia, sin estridencias, pero con continuidad y voluntad.
Se inicia un proceso de transición, emergerá un nuevo escenario, el futuro será dinámico. Tendremos un nuevo gobierno, un nuevo Congreso, un nuevo mapa de fuerzas políticas. Pero seguiremos contando con un mecanismo regulado para dirimir nuestras preferencias y elegir a nuestras autoridades.
Eso sí, debemos preguntarnos por qué a tantos les importa tan poco quiénes son sus representantes, e intentar cerrar esa brecha. Ello supone reconocer otra institucionalidad que hemos construido: aquella que resguarda la inclusión, la igualdad de derechos, la equidad social, étnica, regional, de género y de capacidades. Todos somos Chile.
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Cañones de Agosto
Pareciera ser que aunque no se note, en los procesos políticos impera algún grado de racionalidad que hace volver las cosas a su cauce. Cuando lo anterior no ocurre, el problema deviene en una guerra o una crisis institucional de tal magnitud que estamos en presencia de un cambio de época que redefine los límites de lo posible o las estructuras vigentes. En estos tiempos mucho se ha discutido sobre el fin del estado westfaliano, como lo conocimos hasta ahora. Otros cuestionan el funcionamiento de los organismos multilaterales. También están aquellos que cuestionan la democracia como sistema de agregación de preferencias porque lo encuentran obsoleto.
También están aquellos que se quedaron en el pasado, que quisieran volver a sociedades de castas, sin derechos humanos, regímenes censitarios y economías desreguladas en que solo imperara la ley del más fuerte. Europa se ha visto sacudida por una ola de xenofobia y extremismo, creyendo que pueden reescribir la historia.
La realidad es que ni estamos ad portas de un cambio tan radical que haga desaparecer la nación estado, ni estamos en un retroceso brutal. Más bien, caminamos a tientas hacia un modelo que balancea la necesidad de una identidad nacional con un proceso de globalización que incluye lo económico, pero que también incorpora a los derechos humanos la inserción plena de la mujer, el respeto a la diversidad de todo orden y también la libertad como elemento fundante de toda construcción política.
Es por lo anterior que, incluso contra todo pronóstico, se producen fenómenos que devuelven al equilibrio la realidad política. Tomemos algunos ejemplos. En la elección senatorial complementaria de Alabama, Estados Unidos, se esperaba que ganara un ex juez radicalizado de derecha, acusado de abusos deshonestos a menores hace varias décadas. Sin embargo, triunfó el demócrata Doug Jones, conocido por su moderación y que llevará a Washington un mensaje de diálogo e incrementalidad.
Al otro lado del océano, los británicos habían extremado el discurso sobre su salida de la Unión Europea. El brexit se planteó como un asunto en extremo complejo para el futuro del continente. Sin embargo, cada vez es más evidente que será un asunto negociado. Finalmente, cada vez prima más el sentido común. En Alemania, la Canciller Merkel entró en negociaciones nuevamente con la socialdemocracia para dar estabilidad y conducción al país más poderoso de un continente en crisis. Es decir, la racionalidad impide una vez más que la sangre llegue al río. Todos dirán que vivimos tiempos de crisis. Es verdad. Todos dirán que estos son los momentos más duros de la humanidad. Les recuerdo que hace un siglo exacto se terminaba el tercer año de la Primera Guerra Mundial. Tal vez para poner perspectiva convenga volver a leer los “Cañones de Agosto” de Barbara Tuchman y no repetir en este siglo los horrores del anterior.
En este contexto mundial deberá el gobierno del futuro Presidente Sebastián Piñera desarrollar la política exterior de Chile.
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Lecciones del 17-D
La elección presidencial del domingo pasado nos dejó varias lecciones que no podemos pasar por alto. En esta columna, trataré de referirme a las que considero son las más relevantes para nuestro país y la centroderecha.En primer lugar, el histórico triunfo de Sebastián Piñera y Chile Vamos confirma, una vez más, que el diagnóstico sobre el que se construyó el programa de gobierno de la Nueva Mayoría (NM), las reformas de Bachelet y la candidatura de Guillier, adolece de un grave error de interpretación de la realidad y las aspiraciones de los chilenos. El fatal error consistió en creer que manifestaciones como las que vivimos en 2011 y otras expresiones similares, significaban que la ciudadanía deseaba poner fin al modelo de desarrollo del país para sustituirlo por otro donde el Estado es el único proveedor de bienes como la educación, la salud y las pensiones, entre otros.
Este error de diagnóstico es la madre de todos los fracasos de la NM: desde el mayoritario rechazo a sus reformas y gestión presidencial, pasando por el largo estancamiento económico, hasta la derrota de Guillier y las descabelladas teorías que justifican su resultado. El gobierno y la izquierda perdieron porque la mayoría de los chilenos no quiere un “nuevo Chile” sino un Chile mejor: un país más meritocrático, donde el esfuerzo personal sea justamente recompensado y donde existan más oportunidades laborales y educativas que se traduzcan en movilidad social para todos.
Sebastián Piñera supo interpretar acertadamente las necesidades y aspiraciones del país y especialmente de la mayoritaria clase media, al ofrecer un gobierno comprometido con el crecimiento, la creación de empleos y el mejoramiento de las condiciones de vida de los chilenos, rompiendo así con los tradicionales ejes ideológicos de izquierda, centro y derecha, y logrando concitar el respaldo tanto de algunos votantes de Sánchez, MEO y Goic, como de quienes apoyaron a José Antonio Kast.
En segundo lugar, una lección de vital importancia para la centroderecha: la unidad del sector es una condición necesaria para su proyección, y solo se consigue al anteponer el bien de Chile a los intereses partidarios y personales. Junto con ampliarse aún más, Chile Vamos debe consolidar su institucionalización, estableciendo mecanismos de participación, de resolución de conflictos y encauzando ordenadamente sus diferencias políticas, dejando atrás los caudillismos que tanto daño le han causado.
Otra lección fundamental para Chile Vamos es valorar la importancia de promover y defender activamente las ideas y valores que sustentan su proyecto político, respaldado mayoritariamente por los chilenos en esta elección. La realización de las Primarias y la búsqueda del apoyo electoral que impone el voto voluntario, ambas instituciones creadas en el gobierno de Piñera, jugaron un rol clave en el fortalecimiento de la coalición, en la exitosa convocatoria de más de 50 mil apoderados de mesa y en el contundente triunfo de nuestro candidato.
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¿Qué defender en educación?
Los programas de gobierno, en general, se destacan por sus propuestas. Lo que se busca en estos son ideas nuevas, innovaciones, miradas diferentes, cambios. Terminada la campaña, una administración nueva debe preocuparse de implementar su agenda, pero también de resguardar y potenciar lo que ya existe y es valioso para su proyecto. ¿Qué debe proteger el Presidente electo en educación?
Primero, se debe defender la idea general de que el Estado financia y apoya preferentemente a las personas para que se eduquen, o dicho de otra manera, el financiamiento a la demanda. Esto se materializa, de manera muy concreta, en la subvención escolar. La lógica de la subvención es simple: consiste en que para asegurar que todos los ciudadanos elijan dónde y cómo educar a sus hijos, el Estado entrega un monto de dinero determinado al establecimiento educacional que ellos determinen. Los establecimientos que sean preferidos, y logren retener a los estudiantes, reciben financiamiento. Los que no, lo pierden. Desde algunos sectores políticos ha surgido la idea de financiar directamente a las escuelas, en base a variables como metros cuadrados, si son públicas o privadas, o su ubicación. Argumentan que esto aseguraría mejor el derecho a la educación. Pero la verdad es que todas esas variables pueden incorporarse a la lógica de la subvención: en efecto, la subvención escolar preferencial entrega más recursos a los estudiantes que por su origen socioeconómico requieren mayores recursos para lograr los aprendizajes. Asimismo, la deserción es aún un problema muy grave en la educación media, y la subvención por asistencia es una forma de mantenerla a raya. El financiamiento a la oferta no es solo más ineficiente, si no que tiende a crear grupos de interés, agrupados alrededor de esta fuente segura de recursos, más preocupados de asegurarse una tajada antes que de lograr que los estudiantes asistan y aprendan.
Vale decir que esto también es aplicable a la educación superior: becas y créditos, que tienen las virtudes del financiamiento a la demanda, deben protegerse frente a la presión creciente del CRUCH y las universidades estatales por mayores fondos basales. Aquí aplica la máxima de “no hay mejor defensa que un buen ataque”: deben reforzarse activamente los programas de becas, asegurándose la eliminación de toda discriminación arbitraria entre estudiantes de igual vulnerabilidad, y mejorando sustantivamente el sistema de créditos. Esto último fue una propuesta de ambas candidaturas.
Segundo, se debe defender el principio de pesos y contrapesos que había sido central en las políticas públicas de los gobiernos anteriores. Dada la dimensión política y polémica de la educación, y la importancia de proteger la libertad de enseñanza y la autonomía de los establecimientos, las instituciones públicas dedicadas a implementar políticas educativas (Ministerio de Educación, Agencia de Calidad, Superintendencia, Consejo Nacional de Educación, Comisión Nacional de Acreditación, entre otros) se controlan mutuamente mediante un sistema de “chequeos” administrativos considerados en la ley, de manera que ninguna autoridad ni institución tiene el control total y centralizado sobre el sistema educacional. Para dar un ejemplo corto: el número y frecuencia de las pruebas Simce la propone el Ministerio de Educación, en base a un informe de la Agencia de Calidad de la Educación, pero debe ser aprobada por el Consejo Nacional. Esto aumenta la burocracia pero permite que las decisiones de política educativa no se concentren en una sola autoridad política, ni se tomen arbitrariamente o de manera poco transparente. Particularmente en Educación Superior, esta lógica fue abandonada por el gobierno saliente, proponiendo siempre la concentración total e indisputada de atribuciones en la Subsecretaría de Educación, incluso quitándole atribuciones que les son propias a las universidades. Este tipo de propuestas disminuyen la autonomía de las instituciones y consolidan un poder omnímodo del Estado, cuyas consecuencias son frecuentemente la homogenización, la arbitrariedad y la captura política.
El nuevo gobierno enfrentará importantes desafíos en educación. Sin embargo, con la misma fuerza con que buscará implementar sus propuestas, debe proteger los principios que sustentan los éxitos y virtudes del sistema educativo chileno.
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Mujeres al banco
Me molesta. Me deprime. Me enfurece. Me hace retroceder. Me lleva a la prehistoria. En Chile aún se cuestiona que una mujer pueda dirigir un equipo de fútbol profesional. Ni siquiera se habla de capacidad, sólo se cuestiona la incomodidad de los jugadores con una mujer en el vestuario. No se evalúa idoneidad, talento, suficiencia, experiencia, sabiduría… Se cuestiona el género.
En un país que tiene una Presidenta mujer, ministras mujeres, gerentes mujeres, afloran algunos trogloditas con huesos en las manos que cuestionan que una pueda ser técnico de fútbol. Entrenadores, por supuesto hombres, dijeron: “Chile no está preparado”, “todo lo que le gritarían desde la tribuna será terrible”, “no podrán entrar al camarín”, “los jugadores no la respetarán”… Puras estupideces,declaraciones añejas, sin base y anacrónicas. La aptitud no se determina por el género. La tasación no se decreta por ser hombre o mujer. La medición es por la competencia y no por el sexo predominante.
No sé si será la entrenadora oficial o será parte del cuerpo técnico de Morning, pero Paula Navarro tiene todas las cualidades para asumir un rol clave. ¿Por ser mujer no podrá dirigir un plantel? ¿Por ser mujer no sabrá de fútbol? ¿Por ser mujer no podrá comandar un grupo de futbolistas? Tantas tonteras que hay que oír y tanto técnico que cuida su parcela por miedo de la invasión a su puesto de trabajo.
El espacio hay que entregarlo y Nasur lo entendió como corresponde, apegado a los tiempos y a la justicia. Paula Navarro estudió educación física, hizo el curso de técnico deportivo, en 2011 se graduó como entrenadora del INAF, realizó cursos de sicología deportiva, posee certificaciones avaladas por la FIFA, es técnico de futsal, suma 13 años ligada a Santiago Morning, siempre involucrada con las divisiones del fútbol joven y femenino, además de desarrollar pasantías en el Madrid y el Barcelona. No por todos los libros leídos y las horas de cancha será brillante, pero la puerta se le debe abrir. Sólo espera el anuncio final para verbalizar sus ideas como jefa o como subalterna.
Que el problema sea verlos desnudos en el camarín y que lpierdan su intimidad es no comprender nada. Hace años que los técnicos tienen su camarín separado. Argumentar que su presencia restringirá la libertad del jugador es una torpeza. Que se llame Hernán o Paula no define nada. No nacer con una pelota bajo el brazo no te hace incapaz. Mídanlas con la misma vara que al hombre, pero las oportunidades deben ser iguales. Mujeres, bienvenidas al banco.
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¿Qué podemos esperar en materia tributaria del nuevo presidente electo?
Con un 54,57% de los votos escrutados, el candidato líder de la nueva coalición de centroderecha, Sebastián Piñera, logró imponerse en la segunda vuelta presidencial frente al candidato de la agrupación oficialista de centroizquierda de la Fuerza de la Mayoría, Alejandro Guillier. De esta forma, el triunfo del ex Presidente de la República y ex Senador de RN, marca su retorno a la Moneda por el periodo 2018 – 2022.
Habiendo finalizado las celebraciones en el comando del presidente electo, y siendo asumida la derrota por quienes apoyaban a Alejandro Guillier, urge desde ya que el nuevo gobernante de nuestro país por los próximos cuatro años comience a trabajar en el cumplimiento de las ambiciosas propuestas planteadas en su programa de gobierno.
Siendo el lineamiento general de su programa presidencial buscar en el corto y largo plazo la forma de revertir el panorama actual en materia económica en nuestro país, – la tasa de ahorro en Chile ha llegado al nivel más bajo de los últimos 25 años y el crecimiento económico se desaceleró promedio 2% en 4 años –, se vuelve necesario conocer cuáles serán las principales propuestas en materia tributaria que serán impulsadas en el próximo gobierno, y que pretenden revertir esta situación.
Como primera medida, se espera hacer converger gradualmente la tasa del Impuesto de Primera Categoría a los niveles promedio de la OCDE, esto es, rebajar dicho impuesto desde un 27%, que dejó la reforma tributaria, a un 25%.
Con respecto a la reforma tributaria, impulsada en el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, y siendo el presidente electo uno de sus principales detractores, pretende que se reintegre de manera gradual el impuesto a nivel de empresas con los impuestos pagados por las personas. Asimismo, podremos esperar que se reduzca y simplifique la carga administrativa asociada a la misma, especialmente para las Pymes, otorgando de esta forma mayor seguridad jurídica tanto para las empresas como para las personas.
Por otro lado, dentro de las propuestas en materia de franquicia tributaria de capacitación -Sence- que compartía con su contendiente Alejandro Guillier, podemos esperar que se mejore la oferta de estos programas y que se modifique la misma, haciendo que el descuento del gasto en formación deje de ser un derecho de las empresas para ser un beneficio condicionado por los resultados de las capacitaciones.
Con respecto a la industria de la información, se comprometió a apoyar su desarrollo eliminando distorsiones tributarias que frenan el desarrollo de la misma, como lo son el Impuesto a las Ventas y Servicios a la exportación de servicios y el impuesto a la importación de software, mientras que en inversión turística estableció, de manera generalizada en su programa presidencial, que pretenderá activar incentivos tributarios que tiendan a la inversión turística en las zonas aisladas de nuestro país.
Otra de las medidas que se prometió cumplir tiene que ver a propósito de los órganos de la administración tributaria, comprometiéndose a definir niveles de autonomía para el SII, y a aumentar los recursos de libre disposición de los municipios mediante la mejora de normas legales y reglamentarias que faciliten la recaudación de impuestos y derechos municipales, creando además una franquicia tributaria para donaciones a municipios y regiones destinadas a inversión o programas en beneficio de la comunidad.
Como vemos, si bien el panorama parece prometedor en términos generales, convenciéndonos de que tendremos un sistema tributario más justo y simple, que estimule el crecimiento, el empleo, el emprendimiento y la inversión, tendremos que esperar a ver cómo estas buenas intenciones logran implementarse en la práctica.
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December 19, 2017
Aprender
Es posible que algunas elecciones se puedan definir por algún hecho particular de alto impacto mediático. Es lo que ocurrió, probablemente, con las elecciones españolas de 2004 en las que la precipitación irresponsable con que el gobierno conservador de Aznar culpó a la ETA del atentado terrorista de Atocha -ocurrido a escasas 72 horas de las elecciones-, le pudo haber costado al PP las decenas de miles de votos madrileños que le dieron el triunfo definitivo al PSOE. Concedo, además, que en la sociedad de las comunicaciones globales instantáneas un hecho espectacular (verdadero o fake news) puede, en cosa de minutos, influir muy fuertemente sobre la voluntad de cientos de miles. Mi impresión, sin embargo, es que normalmente los resultados de las votaciones populares responden a un conjunto múltiple de factores, donde los más relevantes han venido desarrollándose, para bien o para mal, por meses o incluso años.
Entiendo que existen los que piensan que el eficaz desempeño de Piñera en el debate del lunes puede explicar parte del resultado. Son los mismos que creen que el triunfo del No el 5 de Octubre se debe, principalmente, al talento de los artífices de la franja de la “Alegría ya viene” (esa tesis tiene hasta una película). En lo que a mí respecta, sin embargo, siempre será más productivo examinar los fenómenos sociales y políticos más profundos.
Puestas así las cosas, las dificultades de fondo de la centroizquierda no se explican por las supuestas, o reales, debilidades del candidato Guillier. Tampoco derivan de la incapacidad de haber articulado, en su momento, una primaria y unas listas parlamentarias comunes. Ni menos, aún, pueden ser imputadas a la astucia con que una parte de la derecha ensayó una posmoderna minicampaña del terror (“Chilezuela”). Las anotadas pueden ser circunstancias a considerar, pero ni siquiera todas juntas alcanzan a capturar el corazón del problema.
Si Piñera ganó fue, principalmente, porque los sectores que le apoyan llevan casi tres años seguidos trabajando seriamente por ofrecer una alternativa creíble al país. “Chile Vamos”, de cuyo nombre enigmático tantos nos reímos (¿Pa´donde vamos?), se las ha arreglado para enfrentar de manera cohesionada las tareas de la oposición, la denuncia, la campaña municipal del año 2016 y luego la selección de un abanderado. Ahora bien, si pudieron trabajar unidos fue porque, antes, coincidieron en un diagnóstico básico: ¿A quién le hablan? (a la clase media) y ¿qué le ofrecen? (crecimiento). Muy difícilmente, en el Chile de hoy, podía competir con esa simple propuesta un campo progresista donde los refundacionalistas, los revolucionarios y los confundidos terminaron por arrinconar a los reformistas moderados.
La derrota del domingo debe ser el detonante para un proceso de reflexión autocrítica (no para la pasada de cuentas). Y así podrá ser verdad para la centroizquierda la enseñanza del sabio Maestro Yoda en la última Star Wars: “El mejor maestro …el fracaso es”.
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El desafío
Piñera y la centroderecha han obtenido una contundente victoria en el balotaje presidencial. La ciudadanía se ha manifestado rechazando la extremada ideologización izquierdista y a su concreción práctica a través de la “retroexcavadora”. Parece, al mismo tiempo, haber valorado las propuestas de cambios graduales que pueden conducir a que Chile sea una patria mejor y más justa para todos. Y ha confiado la tarea correspondiente a un líder experimentado y capaz. Concluida con éxito la etapa de campaña, a contar del 11 de marzo próximo recién se iniciará en plenitud el verdadero desafío para el nuevo gobierno. Éste se prevé mayor.
En primer lugar, será preciso generar las condiciones para fortalecer la unidad nacional. Ella se ha ido deteriorando progresivamente en los últimos años, en gran medida por la radicalización de posiciones al interior del actual gobierno y de la Nueva Mayoría, por el crecimiento a expensas de esta última del Frente Amplio y por los efectos del mal ambiente que predominó en la disputa electoral. Este noble propósito se avizora además altamente práctico, teniendo en consideración que para avanzar en sus metas el gobierno entrante se verá forzado a recurrir a amplios consensos y acuerdos parlamentarios. Para ello, requerirá previamente mantener aunadas sus propias fuerzas. Existen entre ellas importantes coincidencias, pero también notorias divergencias (la denominada “agenda valórica” constituye un ejemplo claro -no único- al respecto). En este sentido, la conformación del gabinete y la posterior instalación en el Poder Ejecutivo representarán hitos iniciales que habrá que estudiar e implantar cuidadosamente, acudiendo a las lecciones aprendidas en 2010.
Paralelamente, tendrán que ser adoptadas las medidas necesarias para generar confianza y reactivar la actividad económica. Aumentar las tasas de crecimiento de la alicaída economía nacional es un imperativo ineludible ante cualquier escenario razonable de desarrollo futuro del país. Seguidamente, será inevitable dar, impedir o modificar -según sea el caso- el curso a las reformas estructurales recientemente promulgadas, en trámite legislativo, o anunciadas. Las dificultades políticas, éticas, sociales y técnicas que ello comportará serán de alta complejidad, pues dicen relación directa y coetáneamente con peticiones de principios para la acción, posibilidades de financiamiento y anhelos populares, más o menos insatisfechos y posibles de ser subsanados en el corto plazo. La resolución de este intríngulis será central y atravesará todo el periodo de la segunda presidencia de Piñera. Reto que guarda estrecha conexión con las profundas transformaciones sociales que se encuentra experimentando Chile como fruto de su propia modernización y con la consecuente necesidad de conectar los resultados macroeconómicos con el impacto de los mismos en la calidad de vida de las personas, de hacer compatibles del mejor modo posible el crecimiento económico y el desarrollo humano integral, de fomentar el valor del trabajo esforzado y el mérito con una vida en comunidad que sea más equitativa y solidaria con los más débiles y desfavorecidos.
Resta mencionar una tarea crucial. Junto con la realización de un buen gobierno, preparar un legado político fundamental: la renovación de liderazgos y su proyección en sucesivos mandatos que le aseguren continuidad.
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Conservadores y liberales
La elección del domingo, que da cuenta de un triunfo tan contundente como histórico del Presidente Piñera, también permite visualizar las contiendas que vienen al interior de “las derechas” que se preparan para ser gobierno. Una es la que enfrentará a jóvenes y “viejos”. Otra es la pelea por el liderazgo político de la coalición. Pero es la última la que, a mi juicio, requiere mayor atención: es la antigua lucha entre liberales y conservadores.
Las dos primeras son de más fácil despacho. La generacional se resuelve, como ya lo ha dicho el Presidente, con una sana mezcla de juventud y experiencia donde los jóvenes que lleguen al gabinete deben ser aquellos que, como Felipe Kast en su momento, estén interesados en permanecer en la política electoral y no simplemente volver luego a sus labores profesionales. La pugna política, a su vez, se resuelve con reglas del juego claras y parejas: que todos los competidores sepan que el gobierno no elegirá un sucesor sino que lo harán las primarias y que, en el intertanto, todos tendrán una leal influencia en las decisiones del gobierno.
Pero es la pugna entre liberales y conservadores la más compleja. Ello no solo porque la prensa goza con resaltarlas; también por razones de contenido y de liderazgo.
Respecto al contenido, la derecha liberal tiene un discurso con cierta articulación y profundidad, pero poco de eso se encuentra en la derecha conservadora. Los conservadores, desafortunadamente, se confunden con el pinochetismo o con un estatismo anticuado. Ambos son discursos que no dialogan bien con la modernidad y que debieran reemplazarse si es que el pensamiento conservador aspira a ser competitivo en el siglo XXI. Y en relación a los liderazgos, la derecha liberal aparece con figuras más influyentes ante la opinión pública y con alguna institucionalidad (partidos y centros de estudio). La derecha conservadora en cambio carece de líderes políticos influyentes en el marco ideológico y quienes han apostado a ello interpelan más bien a un nicho.
Lo complejo de todo esto es que en la medida que la derecha conservadora no se renueve, la derecha liberal aparecerá siempre con un relato político mucho más “hegemónico”. Y eso es un problema para la sostenibilidad de la alianza política que fundamenta a la centroderecha chilena: la alianza liberal conservadora.
Es evidente que esto es un desafío de largo plazo para los conservadores. Por ahora, la pregunta es qué hacer en los próximos cuatro años con una coalición integrada por conservadores y liberales que tienen muchos puntos en común y solo algunas diferencias. El camino es construir agenda de gobierno sobre los consensos del sector y no sobre los disensos. ¿Y cómo enfrentar los disensos? Es aquí donde el liderazgo de una figura como la del Presidente Piñera debe desplegarse para encontrar fórmulas de acuerdo razonable y, en última instancia, actuar como un árbitro de la deliberación legislativa.
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