Óscar Contardo's Blog, page 12

December 24, 2017

El año en las ciudades

Si bien la Polis fue postergada por contingencias como educación o pensiones en la campaña presidencial, los resultados del Censo 2017 confirman que somos un país urbano. Cerca de un 90% de los 17,5 millones de chilenos vivimos en ciudades, donde los servicios básicos y urbanización tienen cobertura cercana al 100%. Habitamos en 6,5 millones de viviendas, pero persisten 400 mil familias allegadas o en arriendos precarios, y más de 40 mil viviendo en 702 campamentos, número que lamentablemente ha aumentado en los últimos años. Nuestras metrópolis se han consolidado como centros de comercio, servicios, cultura y fuente de oportunidades. Así es como la Región Metropolitana concentra el 40,5% de la población del país. Pero Santiago no es Chile y emergen con fuerza las capitales regionales y nuevas áreas metropolitanas en Iquique-Alto Hospicio, Coquimbo-La Serena, Rancagua-Machalí y Puerto Montt-Alerce-Puerto Varas, que ya bordean los 300 mil habitantes cada una. También ha cobrado fuerza la tendencia de “volver al centro.” Los altos costos de tiempo y recursos para movilizarse desde el hogar al trabajo han impulsado que muchos privilegien vivir en densidad, pero cerca del centro. La población de la comuna de Santiago se duplicó en 15 años, saltando de 208 mil a 404 mil habitantes, repoblamiento que viene de la mano de desafíos. El suelo urbano es un recurso escaso, su valor aumenta con la demanda y la falta de regulación deriva en fenómenos tan críticos como los mal llamados “guetos verticales” de Estación Central que, si bien son producto de la especulación inmobiliaria, acusan la falta de programas de vivienda en densidad, sin hacinamiento y de bajo costo en localidades centrales.

Volver a la ciudad valora la movilidad sustentable. Este año se inauguró el MetroTren Nos, la esperada Línea 6 de Metro, se anunció la nueva línea 7 y en enero se licitará el Teleférico Bicentenario. Además, se consolida la cultura de la bicicleta, con redes de ciclovías desde Antofagasta hasta Concepción y el anuncio de la construcción definitiva del Mapocho Pedaleable. Se suma la construcción de 34 nuevos parques urbanos y el nacimiento de las “plazas de bolsillo” que hoy suman nueve consolidadas y seis en desarrollo, incluyendo los primeros casos en Buin, Valdivia y el exitoso Paseo Bandera recién inaugurado. También avanzan planes de recuperación de barrios tan postergados como Bajos de Mena o La Legua, con nuevas áreas verdes, equipamiento y seguridad.

Aunque quedan grandes desafíos en movilidad, seguridad, equidad social y resiliencia -dados los recientes desastres en Villa Santa Lucía, apagones y desbordes en Santiago y los tradicionales terremotos- hoy vivimos en ciudades cada vez más humanas. En la medida que prosperamos dejaremos de preocuparnos solo “de la pandereta para adentro” y comenzamos a demandar más y mejores espacios públicos, parques y ciudades. Queda mucho por construir en el camino al desarrollo y contar con mejores ciudades para cultivar la civilidad será un atajo para ello.


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Published on December 24, 2017 22:39

Futuro del PPD

Al iniciar 2018 ojalá apacigüemos las emociones y calmemos el espíritu para observar los hechos políticos con serenidad. La derrota de la Nueva Mayoría ha sacudido profundamente al progresismo y obliga a repensar como nunca antes desde la dictadura. A 30 años de su creación, el PPD se encuentra en su momento más crítico. ¿Cómo encarar lo que viene? Lo primero es indagar las causas del triunfo de la derecha y de nuestra derrota, a pesar del enorme esfuerzo desplegado por Alejandro Guillier. Segundo, esbozar los ejes de un nuevo proyecto progresista y, en ese marco, definir un nuevo rol del PPD. Propuestas apresuradas surgidas del desconcierto, sin entender la magnitud de lo ocurrido, sin atisbar un nuevo rumbo, ahondarían la crisis. El PPD debe convocar a una gran consulta a sus militantes e independientes en todo el país, recoger su sentir y propuestas. No hacerlo y elegir una directiva mediante arreglos de cúpula, sería navegar en la oscuridad y dejar en la intemperie a los nuevos dirigentes. Esa tarea se puede realizar en los próximos dos o tres meses, con una directiva provisoria que reciba un mandato específico de sintetizar las ideas fuerza y sugerir un rumbo que sea sometido a un Consejo General, previo a la elección. Así, quienes postulen tendrían orientación, respaldo y ánimo para avanzar y, junto a otras fuerzas, organizar una oposición cohesionada y levantar las banderas del futuro.

Hoy no sabemos por qué una proporción tan alta de chilenos votó por Piñera, contrariando la creencia del rechazo mayoritario al neoliberalismo, al maridaje de dinero y política, a las élites que concentran el poder, al abuso y a la desigualdad. Sostuvimos que a mayor participación crecía la opción de Guillier. Tampoco ocurrió así. La derecha interpretó mejor a los chilenos y chilenas. Piñera y sus partidos han venido trabajando en serio desde hace años, se mantuvieron unidos, han acrecentado su influencia cultural y cuentan con vastos recursos financieros.

La centroizquierda ha declinado en cada uno de esos campos. Sus partidos están debilitados. Es esencial renovar, debatir cuáles son los ejes de un nuevo proyecto, qué aspiraciones mueven a los sectores populares y nuevas clases emergentes, qué coaliciones formar, cómo incorporar y respaldar a las nuevas generaciones y estar presentes en movimientos y organizaciones sociales. El PPD debe encabezar las luchas por superar los retos del futuro. Aprobar una nueva Constitución en democracia debe ser el objetivo principal de su programa. Y, paralelamente, impulsar la innovación tecnológica con protección del medio ambiente, la inclusión social enfatizando las oportunidades, alentar el emprendimiento junto con reducir la desigualdad y fortalecer la capacidad y eficiencia del Estado y de la sociedad civil. El PPD es un partido indispensable en el progresismo y es nuestro deber renovarlo. Con unidad y optimismo se puede.


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Published on December 24, 2017 22:36

Desafíos ambientales

WWF Chile envió en septiembre a todos los comandos una propuesta con 10 desafíos ambientales para el país, los que generaron algo de discusión, pero luego desaparecieron en medio de la intensa campaña por el balotaje. Sin dejar de reconocer que existen muchas urgencias y materias relevantes, lo medioambiental debe ser prioridad en la agenda del próximo gobierno. Entre muchos temas, el cambio climático nos está pisando los talones -lo vimos nuevamente con el aluvión en Chaitén-, el problema del agua es un desafío social profundo y la forma de gestionar nuestras pesquerías nos sigue dividiendo como sociedad. Lo ambiental es prioritario no solo en lo interno: el próximo gobierno debe reportar avances en compromisos relevantes a nivel internacional y nuestra imagen como “país verde” depende de ello. Por ejemplo, en 2020 Chile debe informar el cumplimiento de las metas de Aichi del Convenio de Diversidad Biológica (CBD) o el Bonn Challenge, en torno a restauración ecológica. El mismo año está programada una revisión del Acuerdo de París, en donde las contribuciones de Chile debieran aumentar, porque si bien somos un emisor pequeño de gases de efecto invernadero podemos ser fuertemente impactados por eventos climáticos extremos.

En este camino no pueden desconocerse los avances de los últimos años, como la declaración de áreas marinas protegidas, el fuerte impulso en energías renovables y la prohibición de bolsas plásticas en comunas costeras. Sin embargo, ¿estamos cubriendo las falencias y brechas tan rápido como se presentan? Probablemente no, y por eso debemos avanzar más rápido. Ya no solo sirve mirar lo que necesita hoy el país, sino proyectarnos a 2022 o 2030 y ver dónde debe estar Chile respecto del planeta en estos temas, para conocer cuál es el camino que debemos recorrer.

Hay muchos desafíos, varios de ellos se recogen en el documento de WWF Chile, pero también otras organizaciones han reflexionado y hecho propuestas, como el PNUD, otras ONG y universidades. Dentro de lo que consideramos primordial se encuentra la urgencia de contar con un Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas; el fortalecimiento del Servicio de Evaluación Ambiental; la implementación de una Ley de Cambio Climático; la mejora en la eficiencia de las viviendas; movilidad baja en emisiones avanzando hacia transporte eléctrico; un plan para gestionar agua y energía en el sector público; restauración y recuperación de suelos con especies nativas y reducción del riesgo de las especies con problemas de conservación. En general, estas medidas están en el programa de gobierno de Sebastián Piñera, pero hay que concretarlas. Por tanto, su apropiada implementación y gestión son fundamentales.

Existe consenso en que Chile debe crecer y en WWF creemos que esto no es incompatible con el país sustentable que esperamos construir, inserto en un planeta cuyos recursos son finitos. El programa ambiental del presidente electo tiene líneas claras, pero hay temas que faltan. Sin duda la tarea no es fácil, pero no será imposible si esto es prioritario para la sociedad y desde hoy trabajamos juntos todos los actores, respetando nuestras diferencias.25


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Published on December 24, 2017 21:33

El vía crucis de los ministros

El mundo entero aplaudió la llamada entre la Presidenta de la República y el candidato ganador de la segunda vuelta. La transmisión por televisión y el tono cordial y republicano de la conversación entre ambos se vio como un oasis en un continente cada vez con más trifulcas políticas.

Simultáneamente al fin pacífico de una contienda a veces cruda, en Perú se fraguaba el intento de hacer caer al presidente Kuczynski, y en Argentina la calle se le volvía ruda a Macri por el rechazo a su reforma de pensiones. Esa noche el país se anotó un éxito que implica, de todas maneras, una menor percepción de riesgo y un mayor respeto a nuestra democracia.

El desayuno del día posterior en la casa del Presidente electo tuvo el mismo sentido. La tercera vez que ambas figuras políticas tienen que compartir un cambio de gobierno parece mucho más cordial. Se conocen demasiado ambos, y quizás con el tiempo la Presidenta que se marcha superó su desprecio a las formas del Presidente que viene, y éste dejó su eterno intento de competir y demostrar que puede hacerlo mucho mejor.

La Moneda está golpeada como consecuencia del duro golpe de los resultados de la noche del domingo 17 de diciembre, que dejaron en ridículo un par de estimaciones internas que circulaban entre personeros oficialistas. A manera de ejemplo, la amplia ventaja contrastó con la estimación de Forch, el alter ego de Guillier, quien en una entrevista vaticinó una ventaja de dos puntos haciendo referencia a una encuesta invisible.

Probablemente el trauma ante tal descalabro llevó a quien está a cargo del traspaso en el segundo piso a diseñar un proceso inédito en el cual los ministros debían concurrir a la casa del presidente electo a rendirle cuentas.

Quizás la idea que está en su cabeza es dejar en alto el nombre de la Presidenta y, con ello, le parece un costo razonable la humillación de sus ministros.

Las caras de varios de ellos en las fotos que debieron sacarse con Piñera muestra el desagrado profundo de esta tarea, y en sus círculos han comentado la molestia ante ello. Pero nadie quiere contradecir a la Presidenta en su momento final y han ido disciplinadamente a humillarse ante el vencedor, quien les ha pedido cuenta de su trabajo y se ha sentado a discutir sobre planes, estadísticas y qué deben hacer en el tiempo que les queda.

Nada de eso es regular o constitucional. La Presidenta y los ministros siguen a cargo del país hasta el 10 de marzo de 2018 y tienen todavía mucha tarea por delante, pues hay en el Congreso varios proyectos pendientes y quedan dos meses de muchas tareas.

En procesos anteriores, dichas conversaciones ocurrían cuando el presidente electo nombraba su gabinete y los futuros ministros se juntaban con los salientes para ordenar la entrega del trabajo. A manera de ejemplo, así fue entre el elegido senador Elizalde y la vocera Cecilia Pérez, proceso que transcurrió con mucha diligencia y cordialidad de ambas partes, sin necesidad que la ministra de entonces tuviera que ir a rendirle cuentas a la presidenta electa.

Bajo la lógica que tienen que rendirle cuenta al presidente electo, lo que se instalará es la tentación de dejar todo botado, y eso es muy peligroso, pues en el verano siempre pasan cosas. Un escenario que podría repetirse es el retorno de los incendios forestales que asolaron al país el año pasado. Será bastante ridículo, entonces, si la persona a cargo del traspaso insiste en esa extraña estrategia de rendirle cuentas a un presidente que no asume, en vez de resolver las tareas que tienen pendiente.

Finalmente, lo más republicano es que un gobierno ejerza el poder hasta el último día, y con ello transmita a los ciudadanos que las instituciones son más importantes que prestigios pasajeros.


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Published on December 24, 2017 21:07

Fue el temor

La victoria de Sebastián Piñera estaba entre las posibilidades y no resultó sorpresa. Pero nadie anticipó la diferencia de nueve puntos, ahí nos equivocamos todos. Más aún, contradijo el pronóstico de muchos en cuanto a que sus posibilidades solo existían en la medida que disminuyera el número de votantes, mientras que una mayor asistencia mejoraría la chance de Alejandro Guillier. Pues sucedió lo contrario: concurrió más gente a sufragar y Piñera se hizo de la victoria por amplio margen. Las cifras se pueden analizar de cualquier manera y atribuir el resultado final a variados efectos, pero es bastante claro que el grueso de los votantes que se agregó en el balotaje se inclinó por el expresidente. Difícil explicar de otro modo dicho margen. Gente que inclinándose a favor de Piñera en primera vuelta no concurrió a votar. La pregunta es qué los movilizó en la segunda.

La tentación del comando ganador seguramente será atribuirlo a las propuestas que se hilaron, a que “se escuchó a la ciudadanía”, pero la verdad es que es poco probable que el viraje de última hora con la promesa de más gratuidad haya sido lo que sedujo a concurrir a sufragar, cuando ese beneficio también fue ofrecido por el adversario y con más credibilidad. La realidad es que la movilización de los remolones se debió al temor a lo que podía venir de ganar Guillier: que la retroexcavadora continuara su labor y con renovados bríos, bajo la presión del Frente Amplio. Escenario en el cual la gratuidad fue una promesa innecesaria y contraproducente, porque reflejó nerviosismo y debilidad -la vuelta de carnero fue manifiesta-, y prestó la oportunidad para que el gobierno dijera que ganó, a pesar de la derrota en las urnas, porque su agenda ha sido asumida por todos.

Lo positivo es que se demostró que la centroderecha puede lograrlo, que puede movilizarse y ganar el gobierno; que no está condenada a ser minoría. Lo negativo fue que lo logró por temor y no por convicción. Qué distinto sería si esa capacidad de movilizarse para defender lo que se tiene y cree se demostrara cotidianamente, con una defensa convencida y orgullosa de las propias ideas y soluciones. Al votante del sector lo anima siempre un pesimismo que lo conduce al entreguismo y al voto por el mal menor. La gran tarea es cambiar esto; hay que salir a convencer, pues los votos se pueden lograr, si las cosas se hacen bien, pero sin comprar las banderas que enarbola la izquierda, porque de lo contrario serán éstas las que terminen rigiendo el país, como nos dijo ahora el gobierno que sucedió.

¿El nuevo gobierno de Sebastián Piñera será expresión de que aquello se ha comprendido cabalmente? Tengo serias dudas, a la luz de lo que fue su anterior administración y su inclinación recurrente a agradar a la izquierda, más que a los que votaron por él. Nos han dicho que cambió. Ojalá así sea. Lo sabremos al final y dependerá de un solo parámetro: a quién le entregue la banda presidencial.


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Published on December 24, 2017 00:07

Me gustas cuando callas…

Después de la contundente derrota electoral, las recriminaciones mutuas al interior del oficialismo alcanzan un nivel vergonzoso. No habían transcurrido un par de horas desde que se conocieron los resultados, para que se iniciara una catarsis verbal, la que mediada por la impotencia y la rabia, por no decir la ignorancia y la estupidez, disparaba contra múltiples culpables.

Partimos con la Presidenta de la República. Podremos largamente discutir cuánto afectó a la candidatura de la Nueva Mayoría el desempeño de esta administración, pero hace tiempo que no se veía un elenco de autoridades tan jugadas por su candidato. Si a eso le sumamos que el propio Guillier se declaró un continuador de las políticas públicas de Bachelet, mal podría asignársele mucha responsabilidad a una mujer cuyo renovado y ascendente capital político de los últimos meses se depositó íntegramente en la cuenta oficialista.

La siguió el Frente Amplio. Y aunque es cierto que muchos de sus dirigentes abusaron del recurso del suspenso, haciendo gala de una contradictoria ambigüedad -sumando ese extraño argumento de que el candidato que resultó segundo debía hacer suyas las banderas de aquel que no logró pasar al balotaje-, a los votantes de Beatriz Sánchez no se les podía pedir mucho más. Es fuerte el antiderechismo, y más todavía el recelo que genera el presidente electo, pero no lo suficiente para borrar con el codo el público y reiterado juicio que el Frente Amplio tiene respecto del oficialismo, su historia y legado.

Y aunque pasará un buen tiempo para analizar con detalle la composición electoral de esos muchos votos que sumó Piñera en la segunda vuelta, lo primero es reconocer la mejor capacidad que en esta ocasión tuvo la derecha para representar el sentir ciudadano. Dicho de otra manera, y aun sumando los votos de Goic en primera vuelta, ¡el oficialismo tuvo su peor resultado desde que recuperamos la democracia! Entonces, ¿acaso no parece más útil y honesto, especialmente de cara a los desafíos de la reconstrucción de una cultura política que tan importante fue para Chile, el interrogarse por los propios errores -aquellos que van desde el candidato, pasando por los partidos políticos y sus principales dirigentes, incluyendo por cierto a todos quienes nos sentimos parte de esa gran familia- en vez de utilizar el fácil y mediocre recurso de recriminar a otros? Y todo sin siquiera referirme al miserable paternalismo moral que importa insultar a los electores por su “equivocación” al no haber comprendido los grandes designios que estaban en juego.

Frente a esta paliza que solo evidencia el desgaste, deterioro y fracaso de la Nueva Mayoría, habiendo dilapidado su presente, quizás más silencio y humildad para no hacer lo mismo con su futuro.


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Published on December 24, 2017 00:04

Es tiempo de mirar al futuro

La elección terminó, los resultados son claros y contundentes. Es tiempo de recapitular, tratar de leer con sabiduría lo que ocurrió y proyectarnos finalmente al desarrollo.

Notablemente, fue la población quien mostró la madurez que nuestra clase política no tuvo. Aun después de la elección hubo algunos políticos irreflexivos que dijeron, por ejemplo, que el 55% de la población era idiota: la política adolescente. U otros dinosaurios que se negaron inicialmente a saludar al presidente electo, en fin. Más paradójica aún fue la reacción del gobierno, que después de una descarada intervención en la elección, se atrevió a decir que había sido una derrota electoral pero no política, que sus ideas habían triunfado. Nuevamente la política adolescente, la pequeñez.

No cabe duda que Bachelet y su gobierno son los grandes perdedores de esta elección. Bachelet declaró en su gobierno que era la continuadora de Allende y gobernó siempre mirando al pasado. Los resultados de su gobierno fueron lamentables y esa es la primera lectura de la elección. El país como un todo retrocedió y quiere volver a avanzar. Si algo de Allende logró Bachelet fue nuevamente la polarización del país. No es un tema fácil de arreglar.

Pero hoy es tiempo de mirar al futuro, dejar el pasado a la sabiduría de la historia y construir un país para todos en base a grandes acuerdos nacionales. El pasado nos divide una y otra vez; solo en el futuro podemos encontrar un país mejor para todos. Basta de retroexcavadoras o de sectores tratando de imponer sus ideas a cualquier precio. Avanzar sin transar no es y nunca ha sido el camino de una sociedad. El lema es justo al revés, transar para avanzar lejos. Nuestra sociedad es hoy muy distinta, pero claramente no la entendemos. La izquierda dura sigue pensando en la lucha de clases y el gran Estado, pero hoy hay quizás decenas de clases sociales en Chile, lo que no admite caricaturas ni eslóganes. No basta la popularidad o las buenas intenciones; se necesita conocimiento, experiencia, capacidad de gestión y, por cierto, una política madura.

Como resultado de décadas de progreso, iniciado en el gobierno militar y continuado por la Concertación, hoy ya somos un país de clase media. Pero eso no es solo un tema económico de ingresos; es un tema cultural y muy diverso que nuestras universidades no han investigado seriamente.

La mirada al futuro no es un “modelo” o una maqueta de sociedad, es más bien un conjunto de sólidos principios que hace que haya progreso para todos. Cada individuo es único en el planeta, y queremos un sistema colectivo que respete esa condición, y que permita que cada cual sea lo máximo de lo que es en esencia. Al gobierno le cabe administrar esas reglas, al Congreso le corresponde adecuarlas cada vez que es necesario, y a la justicia que se cumplan.

Sin crecimiento económico, efectivamente no hay posibilidad alguna de desarrollo social. Sin justicia justa e independiente no hay sociedad. Sin gobierno eficiente y transparente solo hay retroceso. El Estado debe ser un facilitador, no una carga difícil de llevar para la sociedad como lo es hoy en Chile. Con delincuencia y corrupción se pudre todo. Sin libertad no hay felicidad. Sin respeto y tolerancia la política se vuelve adolescente. Sin grandes acuerdos no hay progreso real.

No existe ni una sociedad ni una persona sin problemas. Este no es el paraíso, es la tierra, la imperfección esencial. Pero se puede progresar y mejorar. Por eso, es tiempo de unidad nacional en base a grandes principios de convivencia para mirar al futuro. No es la “lucha”, es la colaboración.


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Published on December 24, 2017 00:01

December 23, 2017

La alternancia

El nuevo triunfo de Sebastián Piñera ha venido a confirmar uno de los rasgos del ciclo inaugurado con la derrota de la Concertación en 2010: la alternancia en el poder definitivamente se instaló en nuestra normalidad democrática. Más allá de la significación que cada sector pueda atribuir a sus victorias y sus derrotas, el hecho es que el Chile de la transición, el país donde unos estaban condenados a ganar y otros a perder, se terminó para siempre.

Que el riesgo de la derrota se instale en el horizonte de los actores políticos conlleva consecuencias. En primer lugar, los gobiernos y las oposiciones dejan de sentirse impunes frente a su desempeño, saben desde el inicio que sus acciones pueden llevarlos a la pérdida del poder o a acceder a él. La instalación de este escenario de competencia efectiva contribuye a debilitar las pretensiones de superioridad moral o de legitimidad democrática excluyente. En rigor, el nuevo orden hace insostenible la idea de que los atributos para ser mayoría se encuentran en un solo lado. Ahora esos atributos no pertenecen a ningún sector, sino que deben ganarse en una contienda democrática donde la evaluación del gobierno de turno también está puesta en juego.

La alternancia en el poder tiene otra derivada significativa: todo proyecto político está obligado a definirse asumiendo que tiene al frente otro distinto, que también posee opciones de ser mayoritario. Por tanto, ya no se puede ofrecer cualquier cosa ni hablarle solo a los partidarios, como ocurre cuando la prolongada ausencia de alternancia lleva a pensar que el país “es” mayoritariamente de derecha o de centroizquierda. Cuando las mayorías no están escritas en los astros sino que se ganan o se pierden en la tierra, es más difícil que algún sector tenga la pretensión de imponer agendas fundacionales o lógicas de retroexcavadora. Saber que la posibilidad de convertirse en minoría se encuentra siempre a la vuelta de la esquina contribuye al final a la moderación.

Por último, la normalización de la alternancia posee una virtuosa y a la vez paradójica consecuencia: la amenaza del cambio de gobierno incentiva a asegurar la continuidad. Ningún sector en el poder quiere que su “legado” sea desdibujado por la siguiente administración. Para ello requieren una base de acuerdos lo más amplia y transversal posible, apuntar a construir una agenda de mínimos comunes y no una basada en el disenso y la polarización. Eso fue precisamente lo que el segundo gobierno de Michelle Bachelet nunca entendió: confiados en que la mayoría de centroizquierda era una constante histórica, impulsaron un programa de cambios sin considerar a la otra mitad del país, apostando a la anulación de ese Chile que pensaba distinto y no a su inclusión.

Hoy el Chile negado por las reformas de Bachelet la derrotó política y electoralmente, confirmando que haber visto a la alternancia de 2010 como una “anomalía” fue parte de los muchos errores de diagnóstico cometidos por la centroizquierda tras su primera derrota. Ahora será necesario asumir que la alternancia forma parte de los grandes cambios socioculturales vividos en el país en las últimas décadas; y afortunadamente todos, sin excepción, tendrán que aprender a convivir con ella.


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Published on December 23, 2017 23:58

El primer gabinete

Es difícil negar que el resultado de la elección presidencial dejó a la derecha en una situación histórica. Por un lado, la rearticulación de la centroizquierda será tan larga como dolorosa, y esta vez no habrá figura salvadora que permita volver a esconder los problemas bajo la alfombra. Por otro lado, la contundencia del triunfo de Sebastián Piñera le permite a la derecha asumir el poder con una legitimidad que ni soñaba. Se abre así una oportunidad gigantesca, que constituye también un desafío complejo. En efecto, la elección mirada en su conjunto constituye una dificultad en sí, pues habla de una ciudadanía cuyo mensaje sigue siendo enigmático (por lo mismo circulan tantas tesis alternativas que, no sin cierta precipitación, han querido brindar la lectura definitiva de un país que se está moviendo).

En este contexto, el primer reto del Presidente electo está evidentemente en la conformación de su gabinete. Se trata quizás del nombramiento más importante desde 1990, y Piñera se juega mucho en el modo de enfrentar la ecuación. Es difícil predecir cuáles serán los énfasis porque, en las últimas semanas, el piñerismo ha oscilado entre la euforia exitista que antecedió a la primera vuelta, la desesperación antes de la segunda vuelta y la satisfacción final por un resultado sorpresivo.

El gabinete es fundamental porque reflejará la exégesis que el mismo Piñera realiza de un momento particularmente incierto. ¿Cuántos jóvenes, cuántos políticos, cuántos técnicos? ¿Cuántos provenientes del sector privado, cuántos que tengan un compromiso más definitivo con lo público? ¿Cuántos que respondan a una lealtad puramente personal, cuántos con peso propio? ¿Cómo conformar el equipo político, a quiénes perfilar como eventuales delfines? ¿Qué herramientas conceptuales manejarán los ministros de carteras sensibles?

Cada una de estas preguntas tiene sus dificultades y el Presidente estará obligado a tomar decisiones entre objetivos distintos y difícilmente conciliables entre sí.

Como fuere, estos son los momentos que revelan el auténtico talento. El estadista se caracteriza precisamente por su capacidad de educir un hecho político original desde una situación marcada por la incertidumbre, a partir de un esfuerzo de comprensión política. Para lograr algo así se requiere inteligencia y sentido práctico, además de buenas dosis de audacia. Dicho de otro modo, el gabinete de Piñera no puede ser conservador ni complaciente, ni menos una repetición de caras y de lógicas usadas, precisamente porque la ciudadanía exige categorías distintas a aquellas que la élite ha privilegiado hasta ahora.

El país debe ser comprendido, pero también debe ser liderado: la realidad no es una materia inerte que los políticos deban aceptar sin más. En su gobierno anterior, Sebastián Piñera -más allá de sus éxitos en gestión- mostró poco de esto. La historia le brindó, raro privilegio, una segunda oportunidad, al mismo tiempo que le dobló la apuesta. El primer error sería no tomarse en serio las dimensiones históricas del desafío.


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Published on December 23, 2017 23:54

La rubia tarada

Que la realidad es capaz de superar cualquier fantasía es un hecho innegable. Para comprobarlo, bastó con revisar por estos días algunas cuentas de Twitter. De hecho, confieso que me esforcé durante la semana por escribir algo más hilarante, exótico y provocador que Karol o Huguito, pero mi creatividad tiene límites.

Nunca se me habría pasado por la cabeza acusar una invasión de rubios y rubias en Recoleta, ni menos tratar a los electores de idiotas, aunque en el sentido griego de la palabra, como nos aclaró más tarde Platón Gutiérrez.

Mención especial para los eruditos que han pretendido relativizar el triunfo de Piñera con la tesis de que solo consiguió el 25% del universo potencial de electores. El broche de oro, en esta categoría, se lo llevó el historiador de best sellers con su conclusión de que el 25% terminó determinando el futuro del “restante 100%”. Está bien, no hay que ser matemático para escribir historietas sobre héroes patrios, pero que la torta sume 125% podría, al menos, llamar su atención.

Concedamos un par de líneas también para la actriz que ve en el Club de Polo el sueño aspiracional de todo chileno, para los insolentes que tratan a las personas de “fachos pobres” y para todos los hippies de cuarta categoría que acusan al resto de consumidores desaforados e indolentes.

Para todos ustedes, como dijo el rey de las encuestas, don Chino Ríos, va el siguiente mensaje: súbanse a una tortuga y se van despacito a donde ya saben.

La locomotora que les pasó por encima el pasado domingo no fue otra cosa que el resultado de sus propios errores. Se los recuerdo por si les llegó la amnesia: inventaron un candidato porque algo figuraba en las encuestas, le otorgaron licencia a Elizalde para que jubilara a Lagos, desdeñaron las primarias, le dieron la espalda a Bachelet en primera vuelta, se juraron ganadores con el 22,7% y volvieron a abrazar a Bachelet antes de la segunda vuelta.

El triunfalismo del que hicieron gala previo a la segunda vuelta se convirtió en vuestro peor enemigo, porque terminó movilizando a esos miles de “rubios” e “idiotas” que no querían ver al exrostro con la banda presidencial. Y por eso, lamento comunicarles, ese domingo en la noche, el aire capitalino olió a alivio.


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Published on December 23, 2017 23:51

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Óscar Contardo
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