Óscar Contardo's Blog, page 14
December 22, 2017
Echarse a andar
Varias veces me he preguntado qué reacciones hubo entre los vecinos de Concord, a la fecha un modesto villorrio de Nueva Inglaterra, cuando el 23 de abril de 1852 Henry David Thoreau leyó por primera vez un manifiesto propio ante una concurrencia incierta al interior del Lyceum. El ensayo, titulado Caminar, o lo salvaje, instaba a una comunidad más bien agraria e industriosa a dejar de pensar en el trabajo y a concentrarse en lo que le era crucial al orador: pasear por la naturaleza, a campo traviesa o a través de pantanos y bosques tupidos, sin otra cavilación en mente que el acto mismo de deambular en contemplación extática. No hay duda de que los laboriosos concordinos miraron con desdén a esta especie de vago iluminado, o a este flojonazo delirante, que, aun así, llegó a convertirse con el correr del tiempo en el padre del ecologismo moderno.
Thoreau nació hace 200 años y los homenajes para celebrar su figura, la vigencia de su pensamiento, se han llevado a cabo con variada intensidad en el mundo entero. En lo personal, avanzo lentamente en una fascinante biografía suya que acaba de lanzar la profesora Laura Dassow Walls, de la universidad estadounidense de Notre Dame. Y aquí se acaba de publicar una edición bilingüe de Caminar, fruto de las labores mancomunadas entre una editorial chilena y otra mexicana. Alexia Halteman, la traductora, hizo un excelente trabajo en términos generales –la prosa anticuada de Thoreau puede ser compleja incluso para un hablante nativo–, aunque yo hubiese modernizado un poco la puntuación del autor. Deduzco, finalmente, que Halteman es mexicana, puesto que habla de “chícharos” en vez de arvejas.
El peculiar filósofo estimaba que Caminar era la fuente más precisa de su pensamiento, pensamiento que alcanzó su máxima expresión luego de aquel experimento personal descrito en esa obra maestra que es Walden, o la vida en los bosques. En Caminar, Thoreau sostiene que el hombre ha de ser considerado como “una parte o parcela de la Naturaleza, más que como un miembro de la sociedad”. En cuanto a la dedicación que el deambular requiere, anota que “ninguna fortuna es capaz de comprar el necesario tiempo libre, la libertad y la independencia que constituyen el capital de esta profesión”. Al menos cuatro horas al día, “del todo libre de compromisos mundanos”, dedicaba nuestro andariego a recorrer el entorno de Concord. Y aunque asistió a la cercana Universidad de Harvard y paseó por los lejanos bosques de Maine, la tierra natal fue su principal campo de observación.
En un rapto de osadía, pero a la vez de honestidad, el autor asevera que no ve esperanzas para él “en céspedes y campos cultivados, ni en pueblos o ciudades, sino en pantanos impenetrables y movedizos”. La llamada a recluirse en lo silvestre es uno de los grandes mensajes del libro, y puede que no haya frase suya más citada, ni más glosada, que la que aquí se lee en la página 27: “(…) en lo Salvaje está la preservación del Mundo”. El saber universal, y lo que entendemos por civilización, resulta ser una trampa mortal para el este genuino revolucionario: “La ciencia de Humboldt es una cosa, la poesía es otra. El poeta hoy en día, a pesar de todos los descubrimientos de la ciencia, y el conocimiento acumulado de la humanidad, no goza de ventaja sobre Homero”. Enfrentado a la ignorancia de cualquier interlocutor, Thoreau la prefiere por lejos al “llamado conocimiento”, que muchas veces le parece “peor que inútil, y además feo”. Recordar el pasado es algo que también cae en lo banal dentro de su concepción de mundo, pues “no podemos permitirnos no vivir en el presente”.
¿Era Thoreau realmente un nihilista, según han planteado algunos exégetas contemporáneos? ¿O un pensador menor, como sospechaba con mezquindad Ralph Waldo Emerson, quien fue nada menos que su mentor? Ni lo uno, ni lo otro. Así lo prueba esta hermosa, profunda y atinada declaración de principios: “Mi deseo de conocimiento es intermitente, pero mi deseo de bañar mi cabeza en atmósferas desconocidas para mis pies es perenne y constante. Lo más alto a lo que podemos aspirar no es la Sabiduría, sino a la Simpatía por la Inteligencia”.
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Por favor, Viejito
Pensé en pedirte un regalo, pero la verdad es que este año no me he portado muy bien. Más bien mal. Por eso es que sólo prefiero enviarte una lista con algunos deseos que tengo para esta Navidad. Ojalá puedan cumplirse.
En primer lugar, me gustaría que le traigas un buen Director Técnico a la selección nacional. Entre los candidatos que van quedando prefiero que sea el colombiano Reinaldo Rueda. Su experiencia en tres procesos clasificatorios sería muy valiosa para conducir en su última etapa a la generación dorada.
También sería bueno que los directivos de la ANFP como Salah y Corradossi no viajen con sus esposas con platas de la institución, para después pagar esas facturas sólo cuando son denunciados por un medio de comunicación. Hicieron un enorme daño a la transparencia de la que tanto hablaron cuando asumieron su mandato.
Asimismo, me encantaría que personas como Patrick Kiblisky no estén más en el fútbol chileno. El mismo que ayudó a Sergio Jadue a abrir cuentas corrientes en el extranjero para esconder sus platas, fue visto en los pasillos de la ANFP haciendo lobby para una de las empresas oferentes en la venta del CDF. Personas como él deberían estar proscritas en nuestro fútbol.
Por otro lado, para el próximo año deseo que traigas sabiduría y nivel al arbitraje. En el 2017 hubo muchos errores imperdonables que no pueden repetirse. Los fallos se repitieron en varios partidos con el agravante de un cuarto juez inadecuadamente muy influyente. Más que eso, el escándalo sucedido con Eduardo Gamboa desconociendo el reglamento en la definición entre Vallenar y Melipilla por el ascenso a Primera B nos dejó un triste registro. Su actuación no sólo perjudicó a dos ciudades, también puso al fútbol chileno en los periódicos del mundo entero, haciendo repetir una definición por penales por primera vez en la historia. Triste, lamentable, vergonzoso.
En otro plano, sería bueno que los presidentes de los clubes que van a participar en la Copa Libertadores imiten tu ejemplo y sean generosos con las billeteras en los refuerzos. Así se intentaría evitar un nuevo papelón a nivel internacional.
A propósito, qué lindo sería que los directivos de la Federación de Ciclismo tengan alguna sanción por la enorme vergüenza a la que sometieron al país en la Copa del Mundo que organizaron. Sé que es una ingenuidad, tan grande como escribirte. Deben castigarse entre ellos y eso nunca va a suceder.
También me gustaría que deportistas como Arley Méndez no sean discriminados con el estúpido argumento de la cantidad de años que alguien necesita estar aquí para ser chileno. El pesista entrena y vive en nuestro país desde hace años y por eso no sólo representa a Chile y su historia, sino que también es un símbolo del nuevo Chile del siglo XXI, migrante, inclusivo, integrador.
Por último, Viejito Pascuero, me gustaría que mi amigo Felipe Bianchi no critique a colegas desde la autoridad del resultado y menos que exija no hacer columnas con volteretas disfrazadas cuando yo le vi efectuar una de antología con Pizzi.
Gracias Viejito
PD: si puedes tráeme una pelota. Me la iba a regalar Felipe, pero ya no creo que suceda.
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Poco avance
Fue un año en que pasaron muchas cosas, pero no queda claro si este 2017 fue particularmente bueno para la música chilena. Si la cosa tuviera que ver con resumirlo todo en un solo nombre, la decisión sería fácil e indesmentible: Mon Laferte fue la chilena de la temporada y la voz que más elogios, éxitos comerciales y arrastre cosechó en los últimos 12 meses. Sin embargo, y a pesar de su generoso trato con los músicos locales (tal como se pudo ver en su último concierto en Movistar Arena), su triunfo es algo que se consolidó desde afuera lo que necesariamente obliga a mirar qué ha pasado en la interna con la música nacional. Y ahí la conclusión es fueron los más viejos los que sacaron la cara. Dos de los mejores títulos del año, La Canción que te Debía y Fiesta, fueron firmados por dos leyendas de la música chilena como Congreso e Inti Illimani Histórico. Incluso la otra facción del “Inti”, la de los hermanos Coulón, publicó El Canto de Todos, el mejor de los muchos álbumes publicados en homenaje a la más universal de las creadoras chilenas. Y aunque muchos otros se sumaron de distintas formas al centenario de Violeta, la sensación es que hubo demasiada dispersión en los tributos. Simbólico en ese sentido es que haya sido el concierto del Teatro Colón, en Buenos Aires, el que quedó en la retina respecto del gran motivo musical de este 2017.
Por su lado, las generaciones más jóvenes no tuvieron a un vencedor claro como en temporadas anteriores: Ana Tijoux en 2014, Camila Moreno en 2015 ó Alex Anwandter en 2016. Fernando Milagros firmó el mejor título eléctrico de los últimos 12 meses (Milagros) y no hubo muchas más novedades relevantes respecto de los nombres que han sido protagonistas de la escena desde 2000 en adelante.
Las tendencias que se impusieron fueron otras: el pop de raíz, con gente como Bloque Depresivo, Rulo y Demian Rodríguez, y la cumbia casera, que es la más reciente fusión de la reina madre de los géneros tropicales, y que vio la consagración definitiva de Santaferia con uno de los buenos discos chilenos de la temporada (En el Ojo del Huracán) y una colaboración con otro de los “inesperados” protagonistas del año: Roberto Márquez, de Illapu, que estuvo prácticamente en todos lados y que sigue demostrando que la única forma de encarar el escenario es con una interpretación que esté a la altura del sentimiento.
Pasaron más cosas buenas este 2017: la estupenda Cumbre del Rock Chileno, el primer Caupolicán de Ases Falsos; el celebrado debut de Lanza Internacional y el exitoso peregrinaje internacional de Américo. Pero también hubo episodios desafortunados como el fallido estreno de Día Cero con ex miembros de La Ley; la frustrada reunión de Los Tres; la grave polémica que remeció la formación de Los Tetas y las acusaciones lanzadas contra alguno de los exponentes del novísimo pop capitalino como Planeta No. Todo un panorama diverso que arroja una conclusión curiosa y sensible sobre todo para los más jóvenes: hubo movimiento en Chile, pero muy poco avance.
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La rebelión de los chilenos
De acuerdo a lo publicado en su cuenta de twitter, el diputado Hugo Gutiérrez, estima que los casi cuatro millones de chilenos que votaron por Sebastián Piñera el domingo pasado son idiotas. Su comentario no puede ser más oportuno y revelador. Quienes creemos en una sociedad libre e inclusiva y apoyamos el proyecto político y el programa económico de Sebastián Piñera, pensamos que el conocimiento que posee la gente común de nuestro país es inmenso e invaluable.
Lamentablemente hay muchos grupos de intelectuales de izquierda que parapetados en sus posiciones en el Estado, pretenden dictarle a los chilenos la forma en que deben vivir su vida. Un ejemplo claro de esto es la prohibición de que los padres elijan el colegio para sus hijos y que contribuyan a mejorar dicha educación destinando parte del presupuesto familiar a esa causa.
En la elección del domingo pasado, los chilenos se rebelaron contra la visión del diputado Gutiérrez y sus camaradas, ante la amenaza de un Chile que siguiera profundizando la visión de la Nueva Mayoría (NM) de que había que hacer borrón y cuenta nueva con muchas de las estructuras de nuestra sociedad, otorgando mayor poder discrecional al Estado y sus funcionarios para dirigir los destinos de los chilenos.
La propuesta de Sebastián Piñera de un Chile en que primen los acuerdos, se respete la opinión de quienes quieran hacer un aporte para un país mejor y en que las políticas públicas busquen cambiar lo que está funcionando mal y mejorar lo que funciona bien, obtuvo un macizo respaldo de la población. La votación del domingo fue por sobre todo una expresión de la rebelión del sentido común de los chilenos, que desafortunadamente han sido ninguneados por gente como el diputado Gutiérrez.
A partir del 19 de diciembre, Chile puede mirar su futuro con optimismo. Los chilenos teníamos que elegir entre hacer que el gobierno de la NM fuese un paréntesis en nuestra historia o que los treinta años anteriores fuesen el verdadero paréntesis. Chile eligió volver a creer en el crecimiento económico como herramienta para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, en la política de los acuerdos para no tener que partir siempre de una hoja en blanco y en la cooperación público privada que permite que moros y cristianos giremos el timón en la misma dirección.
Los eventos que se han sucedido después de la elección del domingo son tremendamente auspiciosos. Partiendo por el excelente discurso de Alejandro Guillier la noche de las elecciones, luego la convocatoria de Sebastián Piñera para que todos los chilenos nos unamos en una causa común y finalmente el acto republicano de la Presidenta de ir a la casa del Presidente electo. Se respira un aire distinto. Estamos orgullosos de un país que, a pesar de sus legítimas diferencias, le muestra al mundo que se ha transformado en una democracia ejemplar. Ojalá que podamos extender este ambiente y esta forma de convivencia por mucho tiempo.
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Los desafíos de los proyectos hídricos
Hace un par de meses, en esta columna, escribí sobre los desafíos hídricos que enfrenta el país y sugerí algunas medidas para enfrentarlos. Uno de los temas que mencionaba es que al elevarse las temperaturas promedio mundiales se acumularía menos nieve, se derretirían más rápidamente los glaciares, reduciendo su tamaño. Por tanto, tener mucha agua acumulada en glaciares no era garantía de disponer de agua fresca para consumo humano, conservación y protección ambiental, y para las actividades productivas. Este es un tema que abordamos más extensamente en uno de nuestros recientes Cuadernos del CPI (www.infraestructurapublica.cl)
En esta ocasión me quiero referir al tema de los proyectos hídricos y cómo abordarlos enfrentados al cambio climático y el calentamiento global. Para ello quiero usar como ejemplo lo que está ocurriendo en la provincia de Ancash, al norte de Lima, en Perú. Esta es una zona semi desértica que se caracteriza por tener importantes glaciares en la alta cordillera en un área que, precisamente, se conoce como la Cordillera Blanca. En los alrededores de la ciudad de Huaraz nace el río Santa que desemboca en el mar. Este es muy parecido a los ríos de la zona norte y central de Chile en tanto sus aguas nacen de las nieves y los glaciares que se derriten en la cordillera. Este tipo de río no tiene nada que ver con los que nacen y fluyen en el lado oriental de la cordillera, donde la gran cantidad de lluvia da origen a ríos como el Marañón, gran tributario del Amazonas.
A mediados de la década de 1980 Perú construyó una de sus más grandes y sofisticadas obras de infraestructura, desarrollando una red de esclusas y canales que permitieron regar unas 40.000 hectáreas y convertirlas en zona agrícola de exportación. Además, se incluyó una planta de generación hidroeléctrica abasteciendo de luz a los habitantes y permitiendo la incorporación de tecnología sofisticada en la agricultura. El enorme proyecto se conoce por el nombre Chavimochic. Su costo fue cercano a los US$1.000 millones. Por las características del clima en esta zona es posible obtener hasta tres cosechas anuales de maíz y otras hortalizas. La creación de un nuevo espacio agrícola altamente productivo generó nuevas fuentes de trabajo y la población pasó de unas 9.000 personas a unas 80.000 en la actualidad.
Es decir, muy parecido a lo que se habla de crear en el Norte Chico de nuestro país. En realidad, hay proyectos mucho más ambiciosos como el que promueve Juan Sutil, que propone traer agua dulce de la cuenca del Bío Bío hasta las regiones IV y V para regar un área mucho más extensa y convertir a Chile en una verdadera “potencia agroalimentaria”.
Pero el proyecto Chavimochic está enfrentando desafíos inesperados. En primer lugar, lo que permitía que esta iniciativa se desarrollara, el derretimiento de los glaciares de la Cordillera Blanca, puede ser su talón de Aquiles. Se estima que las temperaturas se han elevado entre 0,5 y 0,8 grados Celsius en la zona de los glaciares por lo que estos se están retrayendo a un ritmo de unos 9 metros anuales. El resultado es que en los próximos años el flujo de agua podría disminuir en un tercio en relación a los niveles actuales.
En segundo lugar, al disminuir el volumen de los glaciares, las aguas que fluyen están arrastrando metales pesados que contaminan los flujos, dejándola no apta para el consumo animal y humano. Además, posiblemente contaminen las hortalizas que se cultivan haciendo que estas no sean aceptadas en los países importadores al superar los límites establecidos para el consumo humano.
Por último, al aumentar significativamente el área bajo riego hay nuevas plagas que afectan a la agricultura. Plagas que no existían mientras la zona mantuvo su condición desértica.
Del primer problema, esto es, que los glaciares pierdan su capacidad de almacenamiento, se puede hacer cargo la ingeniería moderna construyendo represas para embalsar las precipitaciones y evitar su escurrimiento al mar. Esta es la solución que se ha propuesto para Chile. Esto supone que el régimen de precipitaciones no se ve afectado por el fenómeno del cambio climático.
El segundo problema, el de la contaminación por metales pesados, requiere construir plantas de procesamiento y una inversión importante que elevará los costos del agua y reducirá la competitividad de esas exportaciones.
Escribo esto para señalar que lo que parece obvio no es siempre una buena solución.
Perú tiene más del 95% de sus fuentes de agua dulce en el lado oriente de la cordillera de Los Andes y es perfectamente posible imaginarse que podría traer agua desde la otra vertiente de la cordillera de concretarse la disminución de los flujos glaciales en el lado occidental. Para que no se piense que esto es una locura, desde hace décadas la ciudad de Quito, en Ecuador, se abastece de agua potable desde la vertiente oriental de la cordillera por razones similares. Desde luego, esto ha requerido la construcción de grandes tuberías y centrales de bombeo, pero es factible hacerlo a costos aceptables.
Chile, en cambio, no dispone de una “vertiente oriental”. Por lo tanto, nuestra estrategia para expandir el área agrícola no puede ser la misma del Perú.
En la práctica, nosotros tenemos un doble desafío. Tenemos tierra sin uso que potencialmente puede ser agrícola si la regamos. Para eso, por el momento disponemos de glaciares especialmente en la zona central y, en menor escala en la zona norte. Las proyecciones y la experiencia nacional, y ahora la internacional, indican que los glaciares no serán una fuente confiable de agua dulce en el futuro. La técnica de los embalses, para capturar los escurrimientos, funcionaría sí y sólo sí las precipitaciones se mantienen en el tiempo. Eso está en duda en las zonas del centro y del Norte Chico.
De disponer de agua embalsada, proveniente de los escurrimientos, hay que considerar que, al igual que en el Perú, nuestra cordillera es densa en metales pesados que habrá que eliminar antes de usarla para el riego.
Esto no es trivial. En el caso de Calama está prohibido consumir las hortalizas que se producen en el oasis producto de la contaminación por metales pesados. Desde hace años hay proyectos financiados por empresas mineras para corregir este problema, pero las cosechas de Calama no han logrado cumplir con los estándares sanitarios.
Ciertamente Copiapó no es Calama, pero posiblemente tampoco es tan diferente el contenido mineralógico de su cordillera.
Enfrentados a estos dilemas, la prudencia aconseja en primer lugar estudiar cuidadosamente el régimen de precipitaciones, los escurrimientos, los acuíferos y los glaciares para determinar su comportamiento tanto en cantidad como en calidad.
Como sabemos, nuestros conocimientos sobre los recursos hídricos en Chile se limitan en la práctica a los usos y sabemos muy poco sobre las fuentes.
En segundo lugar, si bien no tenemos una vertiente oriental a nuestro alcance, sí tenemos un inmenso mar al occidente y, con los cambios tecnológicos, potencialmente podríamos tener enormes cantidades de energía, insumo crítico para desalar el agua de mar. Es cierto que el proceso de desalar agua de mar, tal como se practica hoy, contamina el entorno donde ello ocurre, pero la mitigación posiblemente sea mucho menos onerosa que eliminar metales pesados del agua “dulce”.
Por mientras, parsimonia parece ser lo indicado. Capturar los escurrimientos mediante embalses pequeños en serie, cuyo costo de inversión se pueda recuperar en pocos años, parece ser una estrategia razonable, mientras se diseñan sistemas de desalinización que minimicen el impacto sobre la flora y la fauna marina.
Todo parece indicar que la escasez de agua fresca llegó para quedarse en nuestro país. Estamos en la hora de comenzar a evaluar estrategias alternativas que nos permitan usar al máximo las capacidades productivas y ambientales de nuestro territorio y que sean sustentables en el tiempo. Postergar la discusión y análisis es simplemente irresponsable.
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Atreverse a aprender
Aunque desde comienzo de año se preveía un amplio apoyo a Sebastián Piñera, los múltiples errores de las encuestas, los resultados de la primera vuelta y el cambio de tendencia en la participación convierten el veredicto del domingo pasado en una sorpresa. El otro imprevisto fue la velocidad con la que muchos analistas salieron a explicar los resultados sin dudas y con posiciones categóricas. Pareciera como si nada de este año hubiera enseñado algo de prudencia y humildad en la tarea de examinar estos procesos.
A pesar de que el Frente Amplio no estaba en la papeleta de la segunda vuelta, somos una fuerza política que llegó para quedarse y es nuestra responsabilidad y obligación analizar los resultados para dar respuesta a esta nueva etapa en la política chilena. Si queremos no solo ganar la próxima elección presidencial, sino ser un gobierno de transformaciones para Chile, debemos iniciar un proceso de reflexión y atrevernos a aprender de esta experiencia. En las siguientes líneas tiramos una primera piedra para esa discusión.
Debemos despejar las explicaciones simplistas que buscan evitar la discusión de fondo. Ningún analista razonable respalda la tesis de que la responsabilidad en el resultado radica en el Frente Amplio o cualquier otra de las fuerzas que no estuvieron en segunda vuelta. Los números no mienten y la votación de Alejandro Guillier contó con el apoyo de aproximadamente el 80% del electorado que había votado por el resto de las candidaturas que no fueran Piñera o Kast.
Pero hay otros elementos que sí creo que son interesantes de analizar. En primer lugar, podemos ratificar el fin de el clivaje histórico entre el sí y el no. Si bien hay sectores en la derecha que llevan el busto de Pinochet a celebrar, lo relevante es entender que hay sectores importantes de la población que no guardan ninguna relación con la tradición autoritaria de la derecha chilena y, a pesar de ello, no sintieron ninguna contradicción al momento de votar por Piñera. Debemos reconocer el crecimiento de la derecha fascistoide de Kast. Se la debe desenmascarar y hacerle frente, pero, al mismo tiempo, tenemos que aprender la lección: ni el anti pinochetismo ni el anti piñerismo son suficientes para ganar una elección.
En segundo lugar, creo que Guillier enfrentó la elección con sus manos atadas a la espalda. El mejor ejemplo fue el debate televisado, que tuvo un peak de más de 48 puntos de rating, y en donde no hubo un contraste nítido entre los candidatos. Las mejores armas de la centro izquierda son sus principios y valores: la solidaridad, la igualdad, la justicia, la democracia. Pero en cada uno de los temas el candidato oficialista se vio impedido de usar esos principios, porque no tenía las propuestas programáticas consistentes con ellos. Respecto al sistema de pensiones, Guillier era incapaz de contrastar el individualismo de la propuesta de Piñera con la solidaridad e igualdad que significa terminar con la capitalización individual. Sobre las deudas educacionales, había que ir de frente y plantear que para hacer justicia era necesario reconocer la injusticia del CAE. El peor momento fue cuando se habló de manera ambigua de “meter la mano a los bolsillos de los más ricos”, en vez de levantar una propuesta concreta y razonable de justicia tributaria, que se sostuviera sobre los firmes hombros de la solidaridad e igualdad. Es razonable pensar que no se puede terminar con las AFPs de un día para otro o que va tomar tiempo fortalecer la educación pública. Lo que no sirven son frases ambiguas o propuestas a mitad de camino, que no permiten que hagamos uso de la fuerza de nuestros principios.
En tercer lugar, fue un error cederle a la derecha las banderas del crecimiento, el empleo y el desarrollo. Hace unas semanas en la radio Cooperativa el Secretario General de la DC le dijo al jefe programático del comando de la derecha que la propuesta de Piñera priorizaba el crecimiento mientras la de Guillier ponía el acento en la red de protección social. Creo que ninguno de los programas eran avances importantes en ninguna de las dos cosas, pero comparto con Vlado Mirosevic que nunca debimos permitir que se instalara el supuesto de que solo la derecha sabe impulsar el crecimiento. El FA tenía las propuestas más audaces en desarrollo económico integral y no podemos permitirnos dejar de sacarles lustre. Hay que hablarle a amplios sectores de la sociedad chilena que buscan la seguridad y certeza de una sociedad que avanza y se desarrolla.
En cuarto lugar, a diferencia de la propaganda del anti piñerismo, la maliciosa e injusta campaña de la derecha instalando la posibilidad de fraude electoral, además del famoso motejo de Chilezuela, sí surtieron efecto. Piñera y su sector, de manera concertada, instalaron mentiras respecto al proceso electoral y falsedades sobre el futuro de Chile. Aunque a veces nos reíamos de la ridiculez de las acusaciones de la derecha, lo cierto es que probablemente permearon en cierto sector del país y tendremos que ser categóricos en diferenciarnos hacia el futuro. Desde RD no estamos mirando a Cuba ni a Venezuela, sino el proceso de nacionalización del petróleo en Noruega, el sistema de salud Británico, los derechos laborales conquistados en Alemania y los mecanismos de transparencia y participación digital de Taiwán.
Por último, creo que aquellos que tildan de idiotas o “fachos pobres” a los votantes de Piñera se equivocan y le faltan el respeto a Chile y a su democracia. Y, aunque es evidente que en la medida en que mejore nuestra educación, vamos a tener una participación más amplia y consciente, tampoco creo que debamos apuntar a “problemas educacionales” como los responsables de los resultados.
Para aprender tenemos que atrevernos a ser realmente críticos y eso pasa por identificar las falencias y virtudes de las fuerzas políticas; no por echarle la culpa al “sistema” o menospreciar a los electores. Confío en Chile y su gente y no tengo dudas de que cuando logremos estar a la altura, el pueblo chileno elegirá un gobierno de cambio y llevaremos adelante reformas de justicia y solidaridad.
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December 21, 2017
El escándalo al revés
El arte suele conllevar un elemento de tensión y ruptura con los valores sociales imperantes. Por lo mismo, ha irritado a los totalitarismos, a conservadores de toda laya y, en lo que va de este siglo, a una sensibilidad cada vez más quisquillosa, que aboga por suprimir expresiones, palabras u obras que podrían resultar ofensivas para ciertos grupos.
Hace un tiempo, los editores de Huckleberry Finn debieron cambiar la palabra nigger por esclavo y hasta a Tom y Jerry hubo que colocarle una advertencia por contener “prejuicios étnicos y raciales”. En Hollywood, incluso, se ha discutido eliminar digitalmente el cigarro en películas antiguas.
Ahora, una ciudadana de Nueva York solicitó que el MET sacara el cuadro de Balthus Teresa soñando, por ser “una pintura que representa a una niña en una pose sexualmente sugerente”. Mia Merril, autora de la misiva, consiguió cerca de 10 mil firmas de apoyo, en buena medida porque relacionaba el cuadro con “el clima actual en torno al abuso sexual”.
Lo primero que corresponde es separar estos elementos. Las denuncias de abusos de Kevin Spacey y Dustin Hoffman, o Knight Landesman, el editor de ArtForum, merecen ser investigadas y cabe esperar que los tribunales de justicia hagan su trabajo.
¿Qué lleva, en cambio, a pensar que una pintura puede incitar la pedofilia?
Los escándalos por ofensas a la moral son frecuentes en la historia del arte, pero éstos se producían en simultáneo con la aparición de la obra. Las fotografías de Mapplethorpe fueron censuradas en su minuto, al igual que las novelas Lolita y El amante de Lady Chatterley. Lo que vemos actualmente es distinto, se trata del escándalo al revés: la obra de Balthus es de 1938… y bueno, Twain publicó su Huckleberry en 1885.
Hay aquí una evidente incapacidad para entender el pasado y una convicción de que la historia, la cultura y los modos de relacionarse deben acomodarse a lo que hoy consideramos correcto. Además, se desconoce que el arte está para generar debate y poner en circulación nuevos valores. Esto es lo que produjo Flaubert con Madame Bovary, novela por la que se lo acusó de “glorificar el adulterio”. Sin embargo, lo provocador era la desaparición del narrador, es decir, la conciencia tradicionalmente encargada de guiar la lectura, cuando no de explicitar una moraleja. Flaubert, al evitar todo juicio moral y dejar que sea el lector quien diga si Emma es merecedora de repudio o compasión, funda un nuevo realismo, uno que no tiene nada que ver con descifrar la realidad sino con acercarse al misterio.
¿No es acaso lo mismo que hace Balthus con sus cuadros de niñas que parecen suspendidas en el tiempo, donde afloran la conciencia y el ensueño, el abandono y el recato, el mal y la piedad? Y esta es solo una cara del asunto, como advierte Sergio Sant’Anna, porque no debe escapársenos que la obra de Balthus sigue siendo móvil, inclasificable, huidiza. O mejor, profundamente misteriosa.
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El día después de la doble derrota
“El día después” de la elección presidencial ha puesto al progresismo de izquierda dando manotazos de un lado a otro para articular un discurso coherente con la dura paliza que recibió en la segunda vuelta. Entre las explicaciones que da la Nueva Mayoría, la más graciosa es la que asegura que Piñera ganó porque corrió el cerco de los principios de la centroderecha y tomó las banderas del oficialismo para clavarlas en el corazón de los chilenos. O sea, Piñera y su coalición se habrían transformado de la noche a la mañana en nuevos “socios” de este progresismo de izquierda. Si así fuera, ¿cómo explican al país la odiosa campaña del último mes blandiendo la espada del “todos contra Piñera”, alertando de que su retorno, “sería pésimo para Chile”? Más parece humo para ocultar el tema de fondo: fue el cansancio de una gran mayoría de chilenos que confió en Bachelet versión 2013, que prometía seguir avanzando por la ruta del progreso, cautivados al inicio por la diosa de los derechos sociales y universales provistos por un Estado omnipresente y omnipotente, pero que luego de 4 años no se compra esa historia, rechaza el supuesto legado y no sienten estar mejores.
El gobierno de la Nueva Mayoría, a estas alturas hay que decirlo sin eufemismos, fracasa en su intento de iniciar el camino de la utopía socialista que se ensueña con la idea de que los derechos sociales son tarea exclusiva del Estado y que repudia la tesis de que la sociedad civil pueda participar en su provisión. La versión más clara de este impulso estatista es la gratuidad. No debe haber financiamiento compartido público privado en la educación particular subvencionada, ni en la educación superior deben cobrarse aranceles, solo gratuidad y universal. Las pensiones, vía capitalización de fondos privados, debiera permitirse solo para el segmento más rico y el resto debe aspirar a repartirse los limitados recursos públicos. La salud privada debe reservarse solo para los ricos, avanzando hacia un seguro de salud estatal y colectivo para la otra parte de nuestros compatriotas. La verdadera lectura de esta derrota es que, especialmente los chilenos de clase media, no necesitan de un Estado paternalista que diga lo que deben hacer y que sintieron en carne propia que este gobierno, en su afán refundacional, solo consiguió detener la economía y precarizar el empleo
En la vereda de enfrente, el Frente Amplio también está incómodo. Fue quizás el mayor perdedor de esta jornada electoral, y aunque trate de ocultarlo, al final apoyó sin condiciones a Guillier, no sin antes exhibir con arrogancia la votación de Beatriz Sánchez como la llave maestra para ganar el balotaje y cobrar cuentas en un futuro gobierno. Ellos también deben entrar en una reflexión profunda sobre su futuro político. Es cierto que tienen una bancada importante en la Cámara y gozan del apoyo de una parte de la juventud, pero la filosofía que los une tiene aroma a lucha de clases y ya el país no está para las aventuras de los años sesenta, sino que quiere progresar en paz y libertad.
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El fracaso de un proyecto
Hace solo 4 años, en medio de la euforia por el 62% de Bachelet en la segunda vuelta y la mayoría lograda en la Cámara y el Senado, los líderes de la Nueva Mayoría anunciaban una nueva época para Chile. Varios no ocultaban su deseo de convertir la experiencia concertacionista en un mal recuerdo. Era el requisito de los “cambios estructurales” que más tarde simbolizó la retroexcavadora. En los hechos, el gobierno de la NM fue una expresión de ilusionismo fuertemente emparentada con el arcaísmo de izquierda, caracterizado por la obsesión anti-mercado y el endiosamiento del Estado. Esa era la auténtica manera de pensar de Bachelet, para quien la fuerza que iba a garantizar el nuevo curso era el PC.
La NM encarnó un proyecto saturado de eslóganes igualitaristas que no mejoró la salud pública, a la que acude la inmensa mayoría de la población; ni la educación pública, en la que están los alumnos más vulnerables; y que ni siquiera vio los nuevos focos de pobreza. Es cierto que hubo logros como la política energética, las leyes políticas y la despenalización del aborto, pero el país perdió vitalidad económica y crecieron desmesuradamente la deuda pública y el déficit fiscal. Hubo sin duda un vacío de conducción, ilustrado por la errática línea seguida para cambiar la Constitución.
Se ha desfondado la credibilidad de la centroizquierda como fuerza en la que se puede confiar para gobernar con buen criterio. Al respecto, no pueden eludir su responsabilidad los dirigentes del PS, la DC, el PPD y el PR, que leyeron mal la realidad, hicieron suyas las consignas simplificadoras y aceptaron los acomodos por conveniencia.
Al final, y con pocos remilgos legales, la Presidenta puso a sus ministros y al aparato gubernamental al servicio de la candidatura continuista, y buscó temerariamente que la segunda vuelta fuera también un referéndum sobre su gestión. Pues bien, lo fue.
No funcionó la polarización izquierda/derecha, o funcionó exactamente en contra de quienes la propiciaron, con lo que se confirmó que las abstracciones ideológicas no les dicen gran cosa a muchos electores, sobre todo a los que provienen de los nuevos sectores medios. En ellos primó la búsqueda de seguridades básicas sobre el futuro. Por eso, optaron por el cambio en vez del continuismo y por la gobernabilidad en vez del extravío. Sin ser seguidores de la derecha, votaron por Sebastián Piñera. Y no fueron pocos los simpatizantes de centro y de izquierda que decidieron cruzar la calle para respaldarlo.
La NM se acaba en marzo. Desaparecido el pegamento bacheletista, cada partido tendrá que pensar en su futuro, ahora fuera del poder y en otro clima. Es visible que el PC y una parte del PS y del PPD ya se enamoraron del Frente Amplio. Otro sector, en cambio, cree que es posible revitalizar una opción socialdemócrata, reformadora, sin veleidades populistas. Para los tiempos que vienen, solo sirve la coherencia.
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Argentina: la fase final del populismo
En un notable ensayo sobre populismo, Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards afirmaban hace casi 30 años, que la historia de América Latina parecía repetirse infinitamente con ciclos dramáticos e irregulares. Sachs (1990), escribía que en la región la política económica suele ser un campo de batalla de distintos sectores. Estos análisis, al igual que muchos otros, se basaron en populismos de muchos países de la región, entre ellos, la experiencia de Argentina durante los años 40 y la de Chile a inicios de los 70. Los momentos fueron distintos, pero los casos similares. Ambos gobiernos a inicio de sus períodos consiguieron elevadas tasas de crecimiento, pero lo lograron a través de políticas macroeconómicas insostenibles. En el largo plazo, los resultados fueron elevadas tasas de inflación y severas caídas en la actividad económica, culminando esas dos experiencias con trágicos golpes de Estado.
Afortunadamente las intervenciones militares ya no son frecuentes en la región, pero la adopción de políticas económicas inconsistentes en el largo plazo sí. En particular, Argentina hoy enfrenta un sinfín de desafíos luego de 12 años de desmesura fiscal y monetaria. En noviembre de 2016, la misión del articulo IV del Fondo Monetario Internacional (FMI) advertía que la administración de Mauricio Macri había recibido el país con severos desequilibrios macroeconómicos, distorsiones microeconómicas y un marco institucional debilitado. Sin embargo, el organismo elogiaba el camino de reformas emprendido y al mismo tiempo señalaba la vital importancia de continuar y profundizar la reducción del déficit fiscal.
Pese a una elevada presión tributaria de 35,7% sobre el producto en 2016, el déficit fiscal del país trasandino en dicho año alcanzó un 5,8% del producto, uno de los más altos del mundo emergente. Una reducción del déficit permitiría reducir la presión tributaria y la tasa de inflación, constituyéndose esto en un importante estímulo para el crecimiento. La reducción del déficit fiscal es no sólo el desafío más importante sino también el más delicado debido a que puede acarrear costos políticos y sociales. El crecimiento puede contribuir a través de una mayor recaudación, pero esto no es insuficiente. También es necesario recortar el gasto público, ya que las erogaciones totales del gobierno Federal alcanzaron en 2016 un 39,6% el producto, siendo este el valor más alto de América Latina después de Brasil (42%).
Según el FMI, el número de personas empleadas en el sector público aumentó desde 2,3 millones a 3,9 millones durante el período 2001-2014. De esta manera, el componente de salarios dentro del gobierno federal alcanzó un 12,5% del producto en 2015, una cifra superior al promedio de 10% de muchas economías desarrolladas. Además, el sistema de pensiones y seguridad social ha incrementado de tal manera el número de beneficiarios que es insostenible a futuro. Las proyecciones del mismo FMI indican que para 2066 el déficit del sistema de pensiones superará el 5% del producto interno bruto. La reforma previsional recientemente aprobada por el congreso generó mucha polémica y violencia de ciertos sectores, sin embargo, va en la dirección correcta ya que el sistema actual amenaza con cargar a las generaciones futuras con todo el peso del financiamiento.
A partir de las experiencias observadas, Dornbusch y Edwards (1991) distinguen tres elementos del paradigma populista: la insatisfacción inicial de la población con las condiciones económicas del momento, la definición de las políticas económicas enfatizando la redistribución del ingreso y el desconocimiento absoluto de cualquier restricción macroeconómica. Esto induce a los líderes populistas a adoptar políticas monetarias y fiscales excesivamente expansivas que inducen un crecimiento económico alto, pero de corto plazo. Con el correr del tiempo la inconsistencia de las políticas se va haciendo cada vez más evidente hasta que no queda otra opción más que ajustar. Esto último, Dornbusch y Edwards lo reconocen como la fase final del populismo y es lo que le toca llevar a cabo al gobierno argentino actual, una tarea nada sencilla.
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