María López Villarquide's Blog, page 3

July 9, 2025

Queue

A las listas de espera hay que respetarlas. En Nueva York hay colas, filas y aglomeraciones expectantes por todas partes; se forman con cualquier excusa: subir o bajar del metro en hora punta, comprar un coffee to go, pagar la compra en el supermercado con la máquina autocobro, acceder a la entrada para un espectáculo musical con descuento, montar en un ascensor que te lleve a las magníficas vistas de la ciudad previo pago de $45 o entrar en un museo (a veces, también salir de él).

Nosotros, sobre todo, nos enfrentamos a las del último tipo y en una de ellas, la verdad, la espera mereció particularmente la pena.

El MOMA es uno de los museos de arte más recomendables de la ciudad. La entrada son unos $30 y los viernes, hora y media antes del cierre se puede pasar gratis. En nuestro caso, también se accede sin pagar a cualquier hora, cualquier día si al taquillero le gusta cómo vas vestido, como sucede en los clubs nocturnos más selectos pero sin opción de consumición ni musica estridente, sólo la contemplación de cuadros maravillosos.

Ni diez minutos esperamos allí, gracias a la camiseta de los Kinks de Fran:

-Nice t-shirt, dude! Be my guests today…

Y pasamos del datáfono.

Tal vez hubiera merecido la pena que en vez de una camiseta, lo que llevara estampado el nombre del grupo favorito de Fran hubiera sido un jersey de cuello vuelto, porque el pobre se moría de frío poco después, pasando de una sala a otra (¿arte refrigerado?) Pero no nos importó.

A la inflamación de anginas también se la respeta si es por una buena causa.

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Published on July 09, 2025 06:55

July 7, 2025

Stream

Sabemos que Nueva York es una ciudad en movimiento: de no ser así, probablemente a estas alturas habría desaparecido. No hay metrópolis capaz de sostener ese grado de ajetreo sin convertirse en un referente, una institución, un emblema internacional. Llegar allí  y pretender disfrutar de unas relajantes vacaciones es es tan absurdo como el yoga facial, sin embargo, hay una curiosidad que he descubierto en esta última visita que me anima a levantar una teoría al respecto: el río cuida de los neoyorkinos.

En Nueva York todo sube y baja, como la bolsa de Wall Street. Las temperaturas oscilan y en pleno verano se tiene la opción de pasear a 45° a la sombra de la 5th Ave. o entrar a un supermercado a refrescarse con una botella de agua y coger una pulmonía. No es casual y en las películas no juegan al despiste con nosotros: la misma gente lleva sandalias y anorak, bufanda y mini shorts. Es una cuestión de supervivencia.

Restaurantes con cocina abierta 24 horas, igual que el metro. No hay rutina si no se persigue y se lucha por ella.

Afortunadamente: ahí está el Hudson para equilibrarlo todo.

La corriente de este río cambia su dirección aproximadamente cada seis horas y seis horas, más o menos, es lo que duran (o deberían durar) los ciclos diarios de una persona cualquiera, incluso los de un neoyorkino: se duermen seis horas, se trabajan seis horas seguidas antes de hacer una pausa, se espera seis horas entre una comida y otra, a las seis horas (a.m.) amanece y a las seis horas (p.m.) comienza a caer la tarde… Ahora sabemos que es gracias a este fenómeno natural, el que se da cuando las aguas del Océano Atlántico se mezclan con las del río Hudson en la desembocadura de éste, a su paso por la ciudad.

Todo en equilibrio.

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Published on July 07, 2025 23:41

Employees

Todos nos acordamos de la horrible experiencia de la pandemia por el covid-19 cada vez que vemos un cartel que nos insta a lavarnos bien las manos y preservar unas condiciones mínimas de higiene pero yo, además, cuando veo uno me acuerdo de Suiza y, especialmente: de los jefes suizos.

Una asociación extraña, sin duda, que también me pasa cuando veo una escobilla de water.

Los diners, bares, pubs, cafeterías y demás garitos neoyorkinos contenidos en el amplio espectro de la restauración tienen todos algo en común: sus aseos ilustrados, no porque incluyan un estante con libros (que alguno he visto que sí) sino porque en ninguno falta el letrero de:

«Employees must wash their hands before returning to work»

La OSHA (Occupational Safety and Health Administration) impone este requerimiento y en todos los establecimientos con servicios de este tipo debe haber un cartel que indique se se cumple. Los carteles, eso sí, son al gusto de cada uno y es ahí donde la creatividad se desata y podemos encontrarnos de todo.

Ahí es cuando yo recuerdo mi trabajo en el almacén de pescado de Thun. Allí, el retrete se coronaba con un cartel en formato DIN A4 y un mensaje cuyo contenido abstracto soy capaz de recordar y textual he olvidado después de once años de verlo a diario:

«Ein Blick zurück, ein mal noch besser…»

«Antes de marcharte mira a ver si puedes echarle un ojo a cómo dejas el WC y asegúrate de limpiarlo» decía, más o menos.

Día tras día la presión de cumplir con el deber nos vuelve rebeldes. En los aspectos relacionados con la higiene no me parece mal insistir, ojo, pero pero que dieran por sentado mi naturaleza sucia, asilvestrada, poco civilizada y desconsiderada no me gustaba nada.

Así que me pasé diez días recordando disciplinas de tiempos pasados y rogando por que ninguno de los employees de todos aquellos diners a los que acudimos se sintiera con espíritu perverso justo a la hora de servirnos a nosotros.

Otro apunte: conviene dejar propinas siempre, por lo que pueda pasar.

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Published on July 07, 2025 11:06

July 6, 2025

Canada Goose

Los neoyorquinos están hartos de su ciudad y echan pestes del ruido, la contaminación, el turismo de masas y los desproporcionados precios de la vivienda, pero aun así viven allí más de ocho millones de personas. Algo tiene la ciudad que continúa atrayendo a gente desde todos los rincones de la Tierra, a pesar de todo y de todos.

Después de pasar allí algo más de una semana, además, he descubierto que no sólo personas continúan llegando a la Gran Manzana para quedarse cuando las cosas les van bien: desde hace décadas una especie de ave migratoria ha modificado su conducta y ya no abandona la ciudad en busca de otros climas.

Sí, podemos decir que el «ganso canadiense» ya no es canadiense y ha pasado a ser neoyorkino.

Cuando me cruzo con uno en la Main St. de Roosvelt Island (una isla que sólo tiene una calle, de ahí el elocuente nombre que recibe) mi amigo J. nos cuenta su historia.

—Probablemente hayáis oído hablar de esa marca de abrigos con el mapa de Canadá en la manga izquierda…

Plumíferos de lujo (cada prenda roda los mil euros) la empresa, de origen canadiense, se ha ido expandiendo por todo el mundo. Sólo en Nueva York cuenta con veintisiete puntos de venta oficial ¿puede que hubiéramos visto una de sus boutiques en el SOHO el día anterior? Muy probablemente.

El señor ganso prosigue su camino y se reúne con un grupo de quienes deben de ser sus familiares, todos ellos Canadian geese de segunda (o tercera generación) a la fresca en la isla residencial.

Antes estaban en Nueva York sólo de paso y regresaban al norte. Hoy las cosas han cambiado y las zonas residenciales de la ciudad alojan también a bandadas de gansos orgullosos de pertenecer a la tierra de las oportunidades.

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Published on July 06, 2025 11:41

July 2, 2025

Beloved

Beloved. Toni Morrison. Trad. Iris Méndez. Barcelona: Penguin Random House, 2001

Volver

Termino este libro y, como me sucede tantas veces, con el argumento dando vueltas y planteándome preguntas regreso al prólogo (soy ese tipo de persona que sí lee los prólogos antes de leer las novelas a las cuales preceden). Toni Morrison, recién abandonado su trabajo en una editorial, se sienta delante del río Hudson y escoge, a partir de un recorte de periódico incluido en uno de los libros que ella había editado, al personaje ejecutor del acontecimiento central para esta novela. Luego, Toni Morrison escribe sobre lo que falta en esa historia, sobre aquellos a quienes se desconoce y sobre cómo pensaron, amaron, conversaron antes, durante y después del terrible acontecimiento y así compone Beloved.

Una magnífica lección de escritura (¿histórica?).

El regreso suele ser un elemento inspirador para construir un relato: un desconocido aparece en un ambiente que, en principio, le es ajeno pero a medida que la lectura avanza descubrimos que ha ido allí para vengarse de algo, allí donde todos le conocían pese a haberle olvidado; o la vuelta al hogar de alguien huido, el retorno de un familiar, la llegada (inesperada o no) de un fantasma del pasado (figurado o no tanto). Beloved conjuga todos estos elementos y logra un texto que es denuncia poética y es visibilización. En mi búsqueda de información inmediatamente posterior a la lectura (soy ese tipo de personas que busca opiniones y reseñas sobre libros después de leerlos) encuentro varios textos que ensalzan la crudeza de la narración para retratar la esclavitud, pero no tantos que se centren en la honestidad a la hora de hablar del infanticidio o el filicidio.

No es una novela sobre una asesina, al menos no es el libro que yo creo haber leído: Beloved me parece el esforzado retrato de las consecuencias que pueden tener en una persona (una mujer, una madre) la privación de libertad y el abuso impuesto generación tras generación: esa desgracia en la historia de la humanidad a la que conocemos como «esclavitud».

Y para ello se acude a la figura del espectro retornado y también, en cierto sentido, a la de la venganza, pero Beloved no se limita a contar linealmente para que el lector la entienda: es confusa e impresiona, es una navaja afilada que mantiene vivo un recuerdo trágico particular (el asesinato de una hija) y otro general (el sometimiento inhumano de los negros a los blancos durante unos doscientos cincuenta años en Estados Unidos).

Un Premio Pulitzer (1988) de una Premio Nobel (1993) con el que todos aprendemos mucho más de lo que esperábamos.

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Published on July 02, 2025 10:38

June 26, 2025

Un árbol crece en Brooklyn

Un árbol crece en Brooklyn. Betty Smith; trad. Rojas Clavell. Barcelona: Lumen, 2019

Ayer, hoy y siempre

«Cuando las autoridades sanitarias trataban de explicar a los pobres y analfabetos que la vacuna era una forma benigna de la viruela que se inoculaba a los niños para inmunizarlos contra esa terrible enfermedad, los padres no lo veían; todo lo que sacaban en limpio de la explicación era que se introducía el germen en el cuerpo de los niños sanos. Algunos padres oriundos de lejanas tierras se negaban a que sus hijos fuesen vacunados. En esos casos no se permitía a los niños ir a las escuelas. Después se perseguía a los padres por no acatar la ley. ‘¿País libre?’, preguntaban ‘¡Vivir para ver!! ¿Dónde está la libertad?'».·

En la primera década del siglo XX se reaccionaba así ante la llegada de una vacuna, nada que no hayamos vivido hace tan solo cuatro años: la historia, a menudo, se repite. Ayer, en el cine, tuve la suerte de escuchar a Sylvie Pialat en vivo comentando que su difunto esposo sólo buscaba «retratar la vida», que pasa escurridiza ante los ojos del espectador en cada una de sus películas, todas atemporales y siempre vivas, siempre conectando con las experiencias personales del público.

Betty Smith describe esa vida «real», conocida por el lector y además, permite que éste avance con ella. Un árbol crece en Brooklyn vive con quien la lee.

Francie, la protagonista, deja de ser niña a medida que cumple años y también a consecuencia del dolor al cual se expone día a día. Los consejos de su abuela a su madre y los de su madre a ella misma, la impotencia ante un padre alcohólico a quien no puede dejar de devolver un cariño que trasciende dificultades, las decepciones, las desgracias y la ilusión para hacer frente a todo lo amenace con romperla en pedazos:

«La niña tiene que poseer algo muy valioso que se llama imaginación. Necesita crearse un mundo de fantasía todo suyo. Debe empezar a creer en las cosas que no son de este mundo; luego, cuando el mundo se haga demasiado duro para soportarlo, podrá refugiarse en su imaginación […] Es una gran cosa descubrir la verdad por uno mismo. Creer en algo con toda el alma y después dejar de hacerlo es saludable. Alimenta las emociones y las fortalece. Cuando sea una mujer y la vida y las personas la desilusionen, ya estará acostumbrada a los desengaños y el golpe, será menos duro. Al enseñar a tu hija no olvides que sufrir también es útil. Enriquece el carácter».

Las anécdotas se siembran y más adelante se recogen, crecidas, transformadas. Leer Un árbol crece en Brooklyn es acompañar a Francie y al resto de su familia y sus vecinos, obreros muy pobres que se abren paso en uno de los barrios más famosos de Nueva York, cuando todavía era considerado otra ciudad y a él aun no habían llegado hordas de turistas para hacerse fotos sobre su adoquinado, a la búsqueda del ángulo perfecto.

Los mismos miedos y aprendizajes entonces y ahora.

La vida, siempre.

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Published on June 26, 2025 07:22

May 28, 2025

La viajera

La viajera. Hong Sangsoo, 2024

Isabelle te quiere ayudar

Quizás la idea del futuro te angustie: tienes motivos, pero puedes evitar darle vueltas, hacer otras cosas,  conocer otros contextos. Si puedes, viaja y, si decides hacerlo, quizás te apetezca observar a Isabelle Huppert en esta película. Probablemente te sorprenda y salgas del cine mucho más tranquilo que cuando compraste la entrada.

Mi amiga Eva me dice siempre que, cuando una viaja,  se conoce a sí misma y cuando se queda en donde está, aprende a conocer a los demás. Parece una contradicción pero creo que tiene sentido. Si En lo alto (2022) la única película de Hong Sangsoo que había visto hasta ahora, trataba de las aspiraciones de un hombre por hacerse con el apartamento de la última planta del edificio en donde, inevitablemente, viven personas con las que se relaciona, a quienes acaba conociendo en profundidad, la historia de La viajera pienso que trata de todo lo contrario, de cómo los otros llegan al interior de una cuando se está fuera de la zona de confort y para mí, verla ha sido como un abrazo bien reconfortante.

Un país extranjero, culturas e idiomas desconocidos pueden asustar e intimidar pero al final, todo es cuestión de empatia, de confianza. Todos pasamos por lo mismo en algún momento y conviene escuchar, ver y ayudarse.

La viajera podría describirse como una película en la que una mujer mayor se gana la vida dando clases de francés en Seúl, medio borracha y hambrienta  pero también como la historia de alguien a quien le gusta mucho el makgeolli, alguien que, liberada de todas las capas del prejuicio, se relaciona con otros y los ayuda a aprender un idioma, interiorizándolo con una curiosa metodología a través de emociones, con fichas y cintas de casette.

Supongo que todo lo demás contenido en La viajera está en un poema grabado en piedra.

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Published on May 28, 2025 00:01

May 21, 2025

John Cheever. Relatos 1.

John Cheever. Relatos 1. Trad. José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika Goicoechea. Barcelona: Planeta, Emecé Editores, 2006

Tuya para siempre

Cuando se estudia un idioma, más tarde o más temprano, se llega siempre a un punto decisivo: aquel en el que por fin se usa una palabra aprendida. Llegado ese momento, el aprendiz ha logrado «pensar» en el idioma nuevo y aplicar una palabra que pasa a ser suya para siempre.

Suya para siempre y pase lo que pase.

Con el estudio yo espero que suceda lo mismo, aunque la experiencia me va demostrando que no es así y que, por mucho que crea haber hecho míos ciertos temas que con esfuerzo he dedicado a estudiar, la verdad es que llega el examen, los preguntan y yo no sé responder porque los he olvidado.

Con la escritura tengo esperanza todavía.

Algunos textos de algunos autores rezuman identidad propia en un grado tan alto, que una no puede dejar de imaginarse a la persona que los ha escrito. Recientemente me acaba de pasar con John Cheever.

Me adentro en el casi inabarcable terreno de sus relatos con el primer volumen editado por EMECÉ y desde el primero, siento que me intereso más por quién escribe que por los personajes que éste describe (aunque todos y cada uno de ellos sean fascinantes).

Los relatos de Cheever topan con una sociedad asustada e hipócrita: Las clases altas y medio-burguesas del Nueva York inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial chocan contra los muros de ladrillo de las avenidas, se suben a los trenes que comunican con las ciudades dormitorio, disimulan las mentiras, las infidelidades y los verdaderos deseos sexuales.

John Cheever está ahí.

Quienes hemos visto (varias veces) la magnífica Mad Med (HBO series, Matthew Weiner, 2007-2015) leeremos a cada uno de sus protagonistas en estos relatos; reconoceremos los colores de las prendas que visten y el tono de sus voces, sentiremos el humo de los cigarros que fuman y oiremos con claridad el tintineo del hielo de los vasos de whisky que consumen de buena mañana. Son señales inconfundibles: inspiración reconocida por los responsables de la serie (algunos nombres, incluso, son los mismos) y sin embargo, aunque todos ellos forman un conjunto que HBO contribuyó a moldear como icono, en estos relatos, lo importante y definitivo es la persona que los cuenta.

El narrador de estos cuentos está terriblemente contrariado, es rencoroso, desconfía y no siente ningún tipo de empatía por sus protagonistas. John Cheever parece que se esconde entre ellos y que se sirve de la narración de sus historias para canalizar frustraciones, insatisfacciones e inseguridades.

Después de haberme defendido con el alemán durante el tiempo que lo necesité, sólo diré que, puesto que veo que no soy capaz de memorizar un tema legal que me interesa más bien poco todo lo bien que yo quisiera, aspiro al menos a servirme de la escritura en algún momento tan eficazmente como lo hizo John Cheever (aunque la calidad de lo que yo pueda hacer no se asome ni a las guardas de ninguno de sus libros, por supuesto).

Ojalá que algún día yo también pueda escribir cuentos míos y que sean míos para siempre.

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Published on May 21, 2025 08:53

April 12, 2025

El vuelo del hombre

El vuelo del hombre. Benjamín G. Rosado. Barcelona: Seix Barral, 2025.

Vivir para contarlo

He escuchado por ahí que los escritores no escriben sobre lo que quieren, sino sobre «lo que pueden» algo que, tomado al pie de la letra, puede resultar terriblemente frustrante para cualquier autor en ciernes e incluso para los que ya han visto algún texto publicado. A mí esa frase, sin embargo, me lleva a otra que también escuché hace un tiempo y en un contexto similar, la de que «si no sabes sobre qué escribir tal vez sea porque no tienes nada que contar».

Ambas me parece que encierran soberbia envenenada y con ninguna de las dos estoy de acuerdo.

Durante la presentación de El vuelo del hombre el pasado 1 de abril, quise preguntar a su autor, flamante ganador del último premio Biblioteca Breve por ésta, su primera novela, si estaba o no de acuerdo con eso de que uno no siempre puede escribir sobre lo que quiere, pero como me sucede tan a menudo: mis ganas se quedaron allí, sin hablar, en el sótano de la librería La Mistral. Cuando su hijo de ocho años tomó el micrófono durante el tiempo reservado a las preguntas del público y dijo que estaba muy orgulloso de su padre, la verdad, me pareció inapropiado desplazar la atención de los asistentes con algo tan irrelevante.

Entonces tampoco había leído la novela y sólo acababa de escuchar la conversación entre el autor y su presentadora, Ángeles González-Sinde, quien, además de ensalzar el ingenio y la belleza de las palabras contenidas en el libro, reconoció haberse sorprendido con el desenlace «pese a estar más que entrenada en la materia» y casi siempre, adivinar cómo van a terminar las historias.

El vuelo del hombre contiene, creo, todo lo que Benjamín G. Rosado ha querido escribir y aunque, por lo que contó ese día, él mismo ha vivido mucho de lo narrado debido a sus viajes por América (la del Norte y también la del Sur) me atrevo a decir que, de no haber vivido esas experiencias, también habría acabado escribiendo esta novela o una muy similar, por el simple hecho de querer hacerlo y no poder evitarlo.

Como aviso a navegantes, diré que es una historia que contiene otras muchas, no sólo como piezas que encajan en el puzzle complejo de su argumento, sino como una suerte de «alicatado embellecedor» de información: datos históricos y curiosidades poco conocidas asoman a la vuelta de cada capítulo; son tantas y tan interesantes que, de haberse introducido de otra forma hubieran podio confundir al lector y sacarlo de la trama pero, afortunadamente, no ha sido así.

Si Benjamín G. Rosado ha pasado años tomando miles notas sobre aspectos relacionados con la lingüística, el canto de los pájaros o los primeros aviadores de la historia y alguno (o casi todos) se han colado luego en este libro, creo, es porque ha querido.

El vuelo del hombre tal vez sea un juego con el lector que lo reta a desentrañar qué valor tienen los diferentes puntos de vista narrativos a la hora entender una historia, o un argumento que decide enredarse entre datos y detalles, aparentemente ajenos, que inevitablemente regresan a la eje de la acción en un momento determinado, o ¿quién sabe? quizás sea una novela sobre ese tipo de novelas que se escriben cuando sus autores no saben o no pueden escribir sobre otra cosa.

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Published on April 12, 2025 08:30

April 5, 2025

Los recuerdos del porvenir

Los recuerdos del porvenir. Elena Garro. Edición de Ángel Esteban y Yannelys Aparicio. Madrid: Cátedra, 2024

La creación dramática

Sólo se me ocurre una justificación verosímil a la teoría que Elena Garro da a la creación de su novela, una explicación que, se mire por donde se mire, suena a imposible y muy probablemente sea inventada.

Y es que al parecer, convaleciente en una cama, Elena Garro se aburría y comenzó a pensar en su infancia, su familia, el lugar donde nació y entonces escribió esta novela, en un mes.

Yo sostengo la imposibilidad de construir un texto como este en tan solo un mes, sin embargo, doy crédito a la palabras de la autora y lo hago porque sólo alguien capaz de escribir así y de componer tamaña belleza entre líneas podría relatar una fantasía semejante.

Si ella lo dice yo lo creo igual que creo que las personas pueden ser, aparentemente, piedras.

Los recuerdos del porvenir se debate con frecuencia como novela precursora del llamado realismo mágico sin serlo pero, verdaderamente, ¿lo fue o no lo fue? Hay quien considera que Gabriel García Márquez copió para Cien años de soledad párrafos, ideas e imágenes directamente del manuscrito de Elena Garro que estuvo guardado en un cajón durante años hasta que por fin se publicó.

A mí no me importa la cuestión: dejo a otros discernir si fue lícito el préstamo (si es que fue) o si el hurto debiera merecer el desprecio de los lectores y lectoras por los siglos de los siglos, me da igual: Los recuerdos del porvenir me ha proporcionado largos minutos de admiración por la belleza de la expresión escrita y eso, para mí, que no leo poesía porque no la entiendo, tiene mucho valor:

«Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de colores de que están hechos los colores. Una generación sucede a la otra, y cada una repite los actos de la anterior. Solo un instante antes de morir descubren que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera para luego despertar y empezar un dibujo diferente…».

Que alguno recordará que hasta Coca-cola jugó con esta idea hace más de diez años pero expresado así, yo me arrodillo.

Los recuerdos del porvenir, además, viaja en el tiempo y pone al lector ante la desafiante tarea de leer lo que ocurre en el presente, el pasado y el futuro como si todo sucediera a la vez y como si quien lo estuviera contando fuese el propio pueblo de Ixtepec, en donde transcurre la guerra cristera que es eje de la historia y con ella, también la familia Moncada y el enfrentamiento armado entre los defensores de la iglesia los partidarios del Gobierno, la historia de amor entre el Coronel sanguinario y la mujer que lo ama y lo desprecia a partes iguales y las idas y venidas de las prostitutas que colorean el ambiente en el pueblo de Ixtepec.

Parece complejo, pero no lo es. Elena Garro, autora de doce obras de teatro, contaba con esa habilidad y los lectores accedemos a lo que nos cuenta igual que lo hacen los espectadores que, encerrados en una sala a oscuras, aceptan que lo que sucede ante ellos y sobre el escenario pueda ser ese presente, esa pasado y ese futuro, simplemente porque el texto es así.

Hace unas semanas recibí una postal de mi amiga Alba con una imagen de Elena Garro «será patrona de todos tus proyectos creativos», me escribió. Poco después, hablando con mi madre, ella insistió «si tienes ocasión, no dejes de leer esa novela» y yo, reticente, expuse que el realismo mágico me interesaba poco, a lo que mi madre me contestó «pero lo que se cuenta en esta historia es real y se cuenta como sucedió».

Cuánta razón tienen las dos y cuánto se lo agradezco a ambas.

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Published on April 05, 2025 08:50